Peron o Muerte (Eliseo Veron)

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    http://www.scribd.com/people/view/3502992-jorge

    Silvia Sigal y Eliseo Vern

    PERN O MUERTE

    Los fundamentos discursivos del fenmeno peronista

    Introduccin

    El objeto de este libro es el peronismo, considerado como un caso, histricamente crucial, deldiscurso poltico. Crucial no solamente respecto de la historia argentina, sino tambin enrelacin con el contexto general de los fenmenos polticos contemporneos.

    De esta caracterizacin, insistiremos aqu en slo dos aspectos: la nocin de objeto y lanocin de discurso. Nociones que son en este caso inseparables, puesto que es por mediode la nocin de discurso que hemos construido al peronismo como objeto. Nuestroprocedimiento suscitar, probablemente, reacciones condenatorias; por un lado, ante lautilizacin de la palabra de Pern como objeto cientfico, operacin que viola, casiblasfematoriamente, el terrorismo de lo inefable que ejercieron -o ejercen- quienes sostienenque el peronismo debe sentirse. Por otro lado -y esto es ms grave- el anlisis delperonismo como fenmeno discursivo ser rechazado por quienes consideran que, enpoltica, las palabras se las lleva el viento.

    Comencemos por la cuestin de la cientificidad. Si el tratamiento al que hemos sometido

    nuestro objeto se pretende cientfico (o, en todo caso, responde a nuestra concepcin de lacientificidad), las razones que nos llevaron a elegir dicho objeto son, sin ninguna paradoja,perfectamente subjetivas: este trabajo tiene su origen, su nico origen, en la necesidad decomprender, aunque slo fuese de manera imperfecta, parcial y provisoria, lo que ocurri enla Argentina en 1973-74. Confrontados a este interrogante nos vimos obligados, es verdad, aremontar el curso de la historia hasta 1943.

    Hemos dicho comprender: en ningn momento este trabajo ha sido imaginado por susautores como un pretexto para expresar sus puntos de vista a propsito del peronismo. Locierto es que una buena parte de la literatura sobre los fenmenos polticos nos parece denaturaleza expresiva: con mayor o menor felicidad y talento, el autor se complace enmanifestar sus opiniones y saldar cuentas.

    La preparacin de este libro ha sido para nosotros un largo viaje a travs de documentos,textos, discursos e informaciones, en busca de la lgica de un proceso poltico. De unproceso poltico singular: fue abierto por la eleccin de un candidato que se present alsufragio prometiendo que si ganaba renunciara en favor de otro candidato que estabaausente; llev a la eleccin, por tercera vez en la historia argentina, del general Pern,apoyado por enemigos irreconciliables; prepar, en fin, las condiciones que hicieron posible elprimero genocidio de la historia poltica argentina.

    La explosin de violencia en que culmin el proceso iniciado con el triunfo del peronismo enmarzo de 1973 est, as, en el origen de los interrogantes de los que naci este libro, y nopoda ser de otra manera. El pasaje a la violencia, la lucha poltica que se revela sbitamenteorganizada en torno a la muerte del enemigo, muestra las races profundas sobre las quereposan, sin confesarlo, los sistemas polticos considerados democrticos, o bien esa lucha

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    poltica, transformada en engranaje infernal, es una desviacin, un accidente de la historia,impermeable a todo esfuerzo de explicacin y ante el cual slo cabe decir, como ante ladbacle del nazismo, esperemos que no se repita nunca ms?

    Si optamos por la hiptesis segn la cual la irrupcin de la violencia poltica, que semanifiesta bajo las mltiples formas de la guerrilla (rural o urbana) o que culmina en larepresin militar sistemtica que han conocido pases como Uruguay, Argentina y Chile, no

    hace ms que poner en evidencia la naturaleza ntima de la dominacin del Estado, elloimplica que la violencia es consubstancial al sistema poltico, aun cuando se exprese demaneras diferentes y en diversos grados segn las circunstancias: encubierta por lasinstituciones democrticas, la violencia permanece en estado latente en los pasesdesarrollados.

    La hiptesis alternativa consiste en afirmar que, en tanto sistema de reconocimiento einstitucionalizacin de la legitimidad del conflicto, la democracia ha conseguido expulsar laviolencia mortfera del campo poltico. Si sta aparece, se trata de la irrupcin de unfenmeno que es a la vez ajeno a las reglas del juego institucional y que resulta difcil decontrolar precisamente porque el sistema poltico no se funda en el ejercicio sistemtico de laviolencia.

    La primera hiptesis permite dar cuenta fcilmente de mltiples fenmenos polticos denuestro siglo (desde el nazismo y el fascismo hasta los regmenes militares actuales) perodifcilmente de las democracias estables; stas sern reducidas a una suerte de ilusintransitoria, que deber estallar en el momento en que se agudicen las contradicciones. Entrminos de la segunda hiptesis, son las situaciones de extrema violencia las que resultandifcilmente explicables: los partidarios de dicha hiptesis se vern llevados, de una u otramanera, a dividir la humanidad en dos especies, aquella cuya historia le ha permitido accedera la democracia y aquella que ha errado el camino.

    Creemos que estas dos hiptesis, inversas y complementarias, dibujan una falsa alternativa,y que si no se trata de probar que bajo las apariencias de la razn democrtica arde el fuego

    inevitable de la pulsin de muerte, tampoco es cuestin de adoptar una teora de lademocracia incapaz de pensar la violencia, a no ser como residuo patolgico.

    En el esfuerzo por superar esta alternativa, la nocin de discurso desempea un papelfundamental. Como todo comportamiento social, la accin poltica no es comprensible fueradel orden simblico que la genera, y del universo imaginario que ella misma engendra dentrode un campo determinado de relaciones sociales. Ahora bien, el nico camino para acceder alos mecanismos imaginarios y simblicos asociados al sentido de la accin es, el anlisis delos discursos sociales. Dicho anlisis no se sita en un plano pretendidamentesuperestructural, como si se tratara de un nivel que acompaa o refleja (ms o menosbien) el desarrollo de los procesos concretos o materiales del comportamiento social.Estudiar la produccin discursiva asociada a un campo determinado de relaciones sociales es

    describir los mecanismos significantes sin cuya identificacin la conceptualizacin de laaccin social y, sobre todo, la determinacin de la especificidad de los procesos estudiados,es imposible. Dicho de otra manera: analizar los discursos sociales no consiste en estudiar loque los actores sociales dicen por oposicin a lo que hacen, puesto que el anlisis deldiscurso no es un anlisis de contenido y no se limita a la descripcin de las representacionesconscientes y explcitas que los actores tienen de sus propios comportamientos o de loscomportamientos de los dems. El anlisis del discurso es indispensable porque si noconseguimos identificar los mecanismos significantes que estructuran el comportamientosocial, no sabremos tampoco lo que los actores hacen. La distincin entre accin y discursono corresponde en modo alguno a la distincin entre infraestructura y la superestructura;no corresponde tampoco a la distincin entre hacer y decir, puesto que la accin socialmisma no es determinable fuera de la estructura simblica e imaginaria que la define como

    tal. La validez de este principio terico es totalmente independiente de la cuestin de saber silos actores, cuando actan, saben lo que hacen y si cuando discurren, saben lo que dicen.

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    Lo que interesa al anlisis del discurso es la descripcin de la configuracin compleja decondiciones que determinan el funcionamiento de un sistema de relaciones sociales en unasituacin dada. La caracterizacin de esas condiciones, no como condiciones objetivas,simplemente, sino como condiciones de produccin del sentido, es lo que abre el camino a laaprehensin del orden simblico como matriz fundamental del comportamiento social, y delas estructuraciones de los imaginario como red compleja de representaciones engendradas

    en el seno mismo de las prcticas sociales. En esta perspectiva, la violencia que estalla en elcampo poltico se nos aparece no como retorno sbito de lo irracional reprimido no comoruptura patolgica, sino como un elemento que, en determinadas circunstancias, resulta delos mecanismos significantes que determinan la naturaleza del conflicto y las posicionesocupadas por los protagonistas. La violencia no se opone a la palabra como el hacer aldecir: ella no empieza, como la msica, donde mueren las palabras. La violencia, como losdiscursos, est articulada a la matriz significante que le da sentido y, en definitiva, laengendra como comportamiento enraizado en el orden simblico y productor de imaginario.

    Puede decirse que la violencia es, desde este punto de vista, una especie de discurso. Ahorabien, el poner en evidencia su dimensin significante nos muestra de inmediato laimposibilidad de hablar de la violencia en general. La violencia ejercida en la Argentina por

    los grupos armados de inspiracin marxista, como el ERP por ejemplo, fue distinta de laviolencia practicada a partir del proyecto poltico de los Montoneros. No cabe confundirlospuesto que las causas, los efectos, el valor estratgico y el mensaje transmitido erandiferentes en un caso y en otro. (Cabe, s, asimilarlos en un nivel de generalidad mayor entanto ambas introducen la muerte del enemigo- como un mensaje ms del campo poltico.) Laespecificada de los mecanismos estudiados tiene pues, para nosotros, una importanciafundamental: es slo a travs de una descripcin precisa, lo ms minuciosa posible, de lalgica significante especfica de procesos polticos determinados, que podremos darrespuesta a la pregunta, a la vez general y capital, acerca de la relacin entre el poder delEstado, la violencia poltica y el destino de las instituciones democrticas.

    Este libro no pretende contestar a tamao interrogante. Pero nuestro anlisis contiene

    inevitablemente ciertas hiptesis relativas a dicha cuestin, y las conclusiones a las quehemos llegado tal vez permitan -as lo esperamos- comprender mejor algunas de lascondiciones que es necesario satisfacer para entrever una respuesta adecuada. Entre dichascondiciones se encuentra, desde nuestro punto de vista, la de analizar en detalle procesospolticos especficos. No creemos, dicho de otro modo, que para lograr una respuestaadecuada baste el slo ejercicio de la reflexin filosfica.

    La teora del discurso se funda en el principio inverso al del viejo funcionalismo representadoen sociologa por la llamada teora de la accin social: mientras la teora de la accin nosrecomienda adoptar el punto de vista del actor (es decir, afirma que una teora de la accinsocial es imposible si no se tiene en cuenta el carcter subjetivo del sentido de la accin), lateora del discurso sostiene, por el contrario, que el sentido slo puede ser aprehendido a

    condicin de abandonar el punto de vista del actor. Dicho de otro modo: una teora de laproduccin de sentido es una teora del observador. El sentido no es ni subjetivo ni objetivo:es una relacin (compleja) entre la produccin y la recepcin, en el seno de los intercambiosdiscursivos.

    Esta relacin slo puede ser adecuadamente captada desde la posicin de observador, quees la que ocupa el analista del discurso.

    Este problema de la posicin del observador merece un comentario que nos permitirexplicitar ciertas hiptesis bsicas de la teora del discurso. La posicin del observador es, enprimer lugar, siempre relativa, o, si se prefiere, metodolgica, o aun: transitoria. Observar unjuego de discurso (en nuestro caso, el discurso poltico) implica ponerse fuera del juego. Pero

    ponerse fuera de un juego no quiere decir ocupar la posicin de lo que sera un observadorabsoluto; significa simplemente jugar a otro juego (en este caso, se trata de ese discurso que

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    se llama ciencia). Lo que podemos llamar el principio del observador afirma solamente queno se puede al mismo tiempo jugar a un juego y observarlo. Volveremos en seguida a lasrazones de esta imposibilidad. Conviene subrayar que en esta perspectiva, que encuentra suorigen en el concepto de juegos de lenguaje de Wittgenstein, no hay un juego absoluto, quesera una suerte de metajuego, depositario de la teora de todos los juegos de discursoposibles: la ciencia no es un metajuego: ella es apenas un juego entre nosotros.

    La posicin del observador implica pues un desplazamiento, supone atravesar una frontera,colocndose en un juego para observar otro. Este desplazamiento es relativo, porque puedeinvertirse: es posible y a la vez altamente instructivo, por ejemplo, observar el juego de laciencia desde el juego de la poltica. Una sociedad puede ser considerada, desde este puntode vista, como un tejido, extremadamente complejo, de juegos de discurso que se interfierenmutuamente.

    Por qu este desplazamiento, destinado a definir, respecto de un juego de discurso, laposicin del observador, es siempre necesario? Porque los juegos de discurso no son otracosa que el marco, el contexto, donde, en el seno de determinadas relaciones sociales, tienelugar la produccin social del sentido. Y una de las propiedades fundamentales del sentidocuando se lo analiza en el marco de su matriz social, es el carcter no lineal de su

    circulacin. En efecto: del sentido, materializado en un discurso que circula de un emisor a unreceptor, no se puede dar cuenta con un modelo determinista. Esto quiere decir que undiscurso, producido por un emisor determinado en una situacin determinada, no producejams un efecto y uno solo. Un discurso genera, al ser producido en un contexto social dado,lo que podemos llamar un campo de efectos posibles. Del anlisis de las propiedades de undiscurso no podemos nunca deducir cul es el efecto que ser en definitiva actualizado enrecepcin. Lo que ocurrir probablemente es que, entre los posibles que forman parte de esecampo, un efecto se producir en unos receptores, y otros efectos en otros.

    De lo que aqu se trata es de una propiedad fundamental del funcionamiento discursivo, quepodemos formular como el principio de la indeterminacin relativa del sentido: el sentido noopera segn una causalidad lineal. En realidad, la situacin del analista de los discursos

    sociales es comparable a la del observador de lo que se llama actualmente los sistemasalejados del equilibrio, sistemas en los cuales un acontecimiento local engendra unatransformacin brusca y cualitativa del conjunto. El observador de estos sistemas puededefinir la clase de acontecimientos que se producirn a partir del punto crtico pero el soloanlisis del sistema antes de este punto no le permite predecir a priori cul ser laconfiguracin singular, especfica, que aparecer. (1)

    Este carcter no lineal (o si se prefiere, no mecnico) de la circulacin del sentido, conducea distinguir dos grandes captulos en la investigacin de los discursos sociales, quecorresponden a dos modos de anlisis del discurso: la produccin y el reconocimiento. Siutilizamos produccin en lugar de emisin y reconocimiento en lugar de recepcin esporque emisin y recepcin son trminos inevitablemente asociados a las teoras de la

    comunicacin social. Ahora bien, toda teora de la comunicacin supone que unacomunicacin tendr lugar cuando un contenido determinado (en general, lo que el emisorquiere decir) pasa del emisor al receptor: si este pasaje tiene lugar, se dir que el receptorha comprendido el mensaje. Como puede verse, las teoras de la comunicacin estnfundadas en la hiptesis segn la cual la circulacin del sentido (cuando es exitosa) suponeun proceso lineal de circulacin. Ante este punto de vista, se plantea una alternativa: o biennos dedicamos al estudio de la comunicacin exitosa (y nos condenamos a no poderanalizar sino los semforos y otros cdigos simples del mismo tipo), o bien partimos de laindeterminacin constitutiva de la circulacin del sentido, que nos obliga a abandonar el puntode vista comunicacional. Es por esta razn que la teora de los discursos sociales no es unateora de la comunicacin.

    El lector ya habr comprendido que la diferencia entre una teora de la comunicacin y unateora del discurso es que la primera es una teora formulada desde el punto de vista

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    subjetivo del actor, y la segunda una teora del observador. En efecto: desde el punto de vistade un actor social que comunica, no existe ninguna clase de indeterminacin: l sabe (ocree saber) lo que quiere decir, y en funcin de esta representacin produce su discurso.Dicho de otra manera: la indeterminacin relativa de la circulacin del sentido slo es visiblepara un observador, el cual, colocndose fuera, analiza el intercambio discursivo. Elpredominio de las teoras de la comunicacin ha ocultado, durante largo tiempo, estapropiedad fundamental del funcionamiento de los discursos sociales que es el carcter no

    lineal de la circulacin.

    Definir el anlisis del discurso desde el punto de vista de un observador, tiene una ventajaadicional: nos permite desembarazarnos de ciertas objeciones que han podido formularse apropsito del estudio de los discursos sociales. Podra argirse, en efecto, que en lainvestigacin de los procesos polticos, no tiene sentido privilegiar el discurso, en la medidaen que la palabra poltica est siempre en desfasaje respecto de la accin poltica: seraingenuo, segn este punto de vista, suponer que la verdadera estrategia y los verdaderosobjetivos de los actos polticos se expresan en lo que los polticos dicen: frecuentemente, porel contrario, la palabra poltica sirve para ocultar la estrategia o para dar de ella una imagenerrnea.

    Este tipo de objeciones no afecta al anlisis del discurso tal como lo concebimos en estetrabajo: el anlisis de los discursos sociales se interesa en la relaciones interdiscursivas queaparecen en el seno de las relaciones sociales; la unidad de anlisis, por lo tanto, no es elsujeto hablante, el actor social, sino las distancias entre los discursos. El anlisis del discursose interroga, por una parte, acerca de la especifidad del tipo de discurso estudiado yresponde siempre a esta pregunta por diferencia; por ejemplo, qu es lo que distingue eldiscurso poltico de otros tipos de discurso? El anlisis del discurso se interesa, por otro lado,en la dinmica de un proceso dado de produccin discursiva: cul es la relacin entre undiscurso A, y otro discurso B que aparece como respuesta al primero? Trabajando sobre elinter-discurso, el anlisis no necesita recurrir a ningn concepto concerniente a lasintenciones o los objetivos de los actores sociales que intervienen en los procesosestudiados.

    En verdad, la ingenuidad consiste en suponer que se puede interpretar la accin poltica fuerade toda hiptesis sobre la matriz significante que la engendra. Quienes rehusan estudiar elsentido en el lugar mismo en que ste se produce, es decir, en la discursividad socialinseparable del comportamiento, no hacen ms que ejercitar una intuicin interpretativacuyo fundamento y cuyo mtodo no son justificados.

    El observador, dijimos, aborda los discursos sociales desde dos puntos de vista: laproduccin y el reconocimiento. (2) El problema que nos planteamos al comenzar este trabajoera un problema de reconocimiento: queramos comprender el proceso poltico que culminen el gobierno peronista de 1973-1974, y en particular el papel jugado por la llamadaizquierda peronista, a travs de la juventud y del movimiento Montoneros. Cmo poda

    entenderse la posicin y la estrategia de esta izquierda, violentamente enfrentada alperonismo tradicional de corte sindical, en el contexto en su conjunto? Qu tipo de lecturadel peronismo y, en particular, del discurso del propio Pern implicaba esta posicin de lajuventud?

    El fenmeno peronista, con su larga historia, deba pues ser tratado como condicin deproduccin del discurso de esta izquierda que, en el proceso electoral que condujo al triunfode marzo de 1973, se apodera del candidato Cmpora y lo transforma en smbolo de suestrategia poltica contra la burocracia sindical. Inversamente, el discurso de la juventudperonista poda ser considerado como el lugar en que se manifest una cierta configuracinde efectos del discurso de Pern.

    Era pues necesario, en primer lugar, tratar de comprender el fenmeno peronista comofenmeno discursivo. Cules son los elementos que determinaron su especificidad?

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    Existe, desde este punto de vista, una continuidad del peronismo identificable a lo largo delos treinta aos que separan las primeras apariciones pblicas del general Pern, de suretorno a la Argentina en 1973?

    La bsqueda de una respuesta a estas preguntas nos condujo a una conclusin: elperonismo no puede ser caracterizado como una ideologa o, en otros trminos, sucontinuidad histrica y su coherencia discursiva no reposan en la permanencia de ciertos

    contenidos que configuraran algo as como la ideologa peronista. Dicha continuidad ydicha coherencia existen pero se sitan en otro plano.

    Aqu es necesario, respecto de la vieja cuestin de las ideologas, distinguir entre dosempleos diferentes del trmino: el substantivo y el adjetivo. El primero empleo designa lo queno puede ser sino un objeto: una ideologa (poco importa, para lo que aqu nos interesa, si elsubstantivo es utilizado en singular o en plural). El trmino es, podramos decir, preterico ypuramente descriptivo, del cual probablemente sea imposible desembarazarse, en la medidaen que su empleo es cmodo: permite designar configuraciones histricas extremadamentecomplejas pero intuitivamente identificables, como cuando se habla de comunismo,leninismo, liberalismo o fascismo, como concepciones del mundo, teoras polticas oconfiguraciones de opiniones. Recurriendo a este empleo substantivo, decimos: el peronismo

    no es reductible a una ideologa. En razn, por una parte, del hecho que algunos de sustemas dominantes variaron a lo largo del tiempo. Y en razn, por otra parte y sobre todo, queotros de sus temas son demasiados vagos o ambiguos como para definir una ideologa. Laseternas polmicas en torno a la cuestin de saber si el peronismo fue un fenmeno dederecha o de izquierda es un buen sntoma que indica que la cuestin fundamentalplanteada por el peronismo en el campo poltico no se decide en el plano de las ideologas.

    El empleo del adjetivo es muy diferente: hablamos, en este caso, de ideolgico. Msprecisamente, podemos utilizar el adjetivo para calificar un substantivo: dimensin ideolgica.El concepto de dimensin ideolgica es muy diferente del concepto de ideologa: el primeroes analtico, el segundo puramente intuitivo; el primero tiene una pretensin terica, elsegundo es descriptivo. El concepto de dimensin ideolgica de un discurso (o de un tipo de

    discurso) designa la relacin entre el discurso y sus condiciones sociales de produccin: estarelacin se concreta en el hecho de que el discurso en cuestin exhibe ciertas propiedadesque se explican por las condiciones bajo las cuales ha sido producido. Un aspectofundamental de la problemtica de la dimensin ideolgica de los discursos sociales es,precisamente, la cuestin de los tipos de discurso. Los diferentes tipos de discursos sedistinguen por una estructuracin diferente de su dimensin ideolgica, es decir, de larelacin que guardan con sus condiciones de produccin. Si, por ejemplo, el discurso polticoy el discurso cientfico son juegos de discurso diferentes no es porque en uno hay ideologay en el otro no: un discurso cientfico puede perfectamente vehicular contenidos ideolgicosdeterminados, lo cual no afecta en nada su cientificidad. Esta ltima se determina en el planode la dimensin ideolgica: la relacin entre el discurso cientfico y sus condiciones deproduccin se estructura de un modo diferente que la relacin del discurso poltico con sus

    propias condiciones de produccin. Pero el concepto de dimensin ideolgica es pertinenteen ambos casos: tanto el discurso poltico como el discurso cientfico son producidos bajocondiciones sociales determinadas.

    Interrogarse por la dimensin ideolgica del discurso poltico no es pues preguntarse por lapresencia de tales o cuales contenidos, opiniones o representaciones de la sociedad, sinopreguntarse por la relacin del discurso poltico con sus condiciones especficas deproduccin. Un aspecto fundamental de estas condiciones especficas es la naturaleza delsistema poltico en el cual el discurso es producido. Qu caractersticas del discurso polticoproducido en el contexto de un sistema democrtico, caracterizado por el pluralismo departidos, se explican precisamente por dichas condiciones? Una pregunta de este tipo no serefiere a tal o cual ideologa (puesto que varias ideologas diferentes pueden coexistir en un

    sistema de pluralismo de partidos) sino a la manera en que los discursos polticos producidosbajo esas condiciones construyen su relacin con respecto a dichas condiciones.

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    Hemos dicho que la especificidad del peronismo no puede caracterizarse en trminos deideologa. Podemos agregar ahora que su especificidad reside, en cambio, en su dimensinideolgica, vale decir, en la manera en que el discurso peronista construye su relacin con elsistema poltico democrtico. Cules son los mecanismos discursivos que entranprincipalmente en juego en esta relacin de un discurso con sus condiciones de produccin?Los progresos realizados en los ltimos aos por las diversas disciplinas que se ocupan del

    lenguaje y del discurso permiten formular una primera respuesta: las variaciones en larelacin de los discursos con sus condiciones de produccin afectan sobre todo losmecanismos de la enunciacin.

    La nocin de enunciacin es capital para el anlisis que se presenta en este trabajo. Ellaconstituye uno de los trminos de la distincin que opone enunciacin a enunciado, en tantoniveles de funcionamiento discursivo. El nivel de enunciado es aquel en el que se piensacuando se habla de contenido de un discurso; el enunciado es aquello que se dice: Xposee la propiedad Y. Si comparamos la afirmacin X posee la propiedad Y con lapregunta posee X la propiedad Y? estas dos expresiones son idnticas en su contenido(en el plano del enunciado) pero diferentes en la medida en que afirmar no es lo mismo quepreguntar. La diferencia entre afirmar y preguntar es una diferencia en el Plano de la

    enunciacin.

    De la frase de nuestro ejemplo podemos imaginar mltiples variantes: yo creo que X poseela propiedad Y, es evidente que X posee la propiedad Y, como bien se sabe X posee lapropiedad Y, etc. Todas estas variaciones son variaciones enunciativas en torno a unenunciado cuyos elementos de contenido permanecen idnticos. El plano de la enunciacines ese nivel del discurso en el que se construye, no lo que se dice, sino la relacin del quehabla a aquello que dice, relacin que contiene necesariamente otra relacin: aquella que elque habla propone al receptor, respecto de lo que dice. Si yo digo X posee la propiedad Ypresento mi enunciado como una verdad compartida por la colectividad, con lo cual estoyindicando a mi interlocutor que no puede rechazar mi afirmacin sin correr el riesgo dequedar fuera del sentido comn.

    El plano de la enunciacin comprende dos grandes aspectos: las entidades de la enunciaciny las relaciones entre esas entidades. Todo discurso construye dos entidades enunciativasfundamentales: la imagen del que habla (que llamaremos el enunciador) y la imagen de aquela quien se habla (que llamaremos el destinatario). El enunciador no es el emisor, eldestinatario no es el receptor: emisor y receptor designan entidades materiales(individuos o instituciones) que aparecen respectivamente como fuente y destino en larealidad. Enunciador y destinatario son entidades del imaginario: son las imgenes de lafuente y del destino, construidas por el discurso mismo. La distincin es importante, puestoque un mismo emisor, en diferentes momentos, puede construir imgenes muy diferentes des mismo.

    Pero el funcionamiento discursivo consiste tambin en relacionar estas entidades entre s, atravs de lo que se dice; en otros trminos, la relacin entre el plano de la enunciacin y elplano del enunciado es un fenmeno del orden de la enunciacin. Lo hemos visto en nuestrosejemplos: la certidumbre, la duda, la interrogacin, la sugerencia, son algunos de losmltiples modos en que el que habla define su relacin con lo que dice y, automticamente,define tambin la relacin del destinatario con lo dicho.

    Puede ocurrir, por supuesto, que el receptor no se reconozca en la imagen de s mismo (eldestinatario) que le es propuesta en el discurso.

    Podemos ahora articular las dos distinciones que hemos presentado, entre ideologa ydimensin ideolgica, por un lado, y entre enunciado y enunciacin por el otro.

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    La nocin de ideologa conceptualiza el plano del enunciado: en su uso habitual, el trminoideologa designa precisamente una configuracin de opiniones o de representaciones de lasociedad, vale decir, una coleccin de enunciados. La problemtica de la dimensinideolgica nos lleva a cambiar de nivel: es en el plano de la enunciacin que se construye larelacin de un discurso con sus condiciones sociales de produccin.

    El hecho de que en los ltimos aos se haya puesto de relieve la importancia de los

    mecanismos enunciativos no quiere decir en modo alguno que, a partir de este punto devista, el anlisis del discurso se desentienda de los contenidos. Lo esencial es que, vistos enrelacin con los mecanismos enunciativos, los enunciados no son ya ms simplescontenidos. En esta perspectiva, en efecto, la nocin de enunciado es inseparable de lanocin de enunciacin: una teora de la enunciacin discursiva no olvida los enunciados, peroestos ltimos no son comparables a los temas o unidades definidos por el anlisis decontenido; los enunciados se articulan a las entidades enunciativas: el enunciador y eldestinatario. Que no se diga entonces que el anlisis del discurso olvida o descuida loscontenidos; lo que hace es incorporarlos a una teora de la enunciacin. Una cosa esconsiderar un tema o un contenido en s mismo, de una manera aislada; otra cosa esconsiderar ese tema o ese contenido como organizado por la estrategia de un enunciador yorientado hacia un destinatario.

    Dijimos que a partir de interrogantes que concernan al proceso poltico en 1973-74, nosembarcamos, remontando la historia, en una indagacin acerca de la especificidad delperonismo. Estamos ahora en condiciones de reformular de una manera ms precisa laconclusin a que nos condujo esa exploracin: la continuidad del peronismo, su coherencia ysu especificidad, no se sitan en el plano de los enunciados que componen la doctrina, sinoen el plano de la enunciacin. Dicho de otra manera: en tanto fenmeno discursivo, elperonismo no es otra cosa que un dispositivo particular de enunciacin a travs del cual eldiscurso se articula, de una manera especfica, al campo poltico definido por las institucionesdemocrticas.

    Ahora bien, el fenmeno de la izquierda peronista, tal como se desenvolvi a partir de 1973,

    es una lectura del peronismo que pone en juego precisamente ese dispositivo deenunciacin: los avatares del peronismo de izquierda no pueden comprenderse comorespuesta a los enunciados peronistas sino como estrategia (fracasada) de insercin en eldispositivo de enunciacin del peronismo.

    Aqu reside, en definitiva, el inters que atribuimos al nivel de anlisis en que nos hemoscolocado en este libro. El estudio de los mecanismos discursivos permite, en primer lugar,identificar el nivel del pertinencia que es preciso definir para comprender la relacin (y elenfrentamiento) entre el peronismo histrico y el peronismo de izquierda. En segundolugar, un anlisis de la economa enunciativa de esa relacin nos permite comprender porqu la izquierda peronista fracas en su intento por insertarse en el movimiento peronista. Yen tercer lugar, dicho anlisis nos lleva a formular algunas hiptesis que tal vez clarifiquen el

    problema de la relacin entre el sistema poltico y los engranajes de la violencia.

    Nuestro anlisis comporta tres momentos y una conclusin.

    En la primera parte nos colocamos en produccin, vale decir, intentamos describir aquellaspropiedades que definen el discurso de Pern en tanto origen del movimiento poltico quelleva su nombre y en tanto fuente de un cierto modo de definir la posicin de lder dentro delcampo poltico. Este anlisis est orientado a mostrar que los invariantes que caracterizan laespecificidad y la continuidad del discurso peronista a lo largo de su historia (1943-1974) noson invariantes de contenidos sino invariantes enunciativos, no son elementos que componenuna ideologa entre otras, sino elementos que determinan una manera particular de articularla palabra poltica al sistema poltico.

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    En la segunda parte abordamos ciertos fenmenos de la circulacin del discurso polticoperonista durante el importante perodo del exilio (1955-1972). En la situacin normal deproduccin/reconocimiento del discurso poltico, vale decir, cuando el discurso del lderpoltico es proferido dentro del contexto nacional en el que resulta inmediatamente pertinente,la circulacin slo puede ser definida como diferencia entre la produccin, por un lado, y lasvarias modalidades de reconocimiento a travs de las cuales el discurso produce susmltiples efectos en distintos sectores de la sociedad, por otro lado.

    Durante el perodo del exilio de Pern la voluntad del lder de mantener, pese al alejamientofsico, el control del movimiento peronista (y, a travs de ste, de la situacin polticaargentina) condujo al establecimiento de un complejo dispositivo de comunicacin hecho dediferentes tipos de mensajes, mediaciones y representantes, que constituye una suerte dematerializacin de la circulacin del discurso poltico, circunstancia sin duda excepcionaldentro de la historia de un movimiento poltico en la poca contempornea, y que dio lugar alfuncionamiento de lo que tal vez se pueda describir como eficacia a distancia. Lo queintentamos mostrar en esta segunda parte es que la lgica del sistema de comunicacinestablecido durante el exilio no es ajena a las caractersticas de la enunciacin peronista talcomo las describimos en la primera parte. Ms an: la eficacia de ese control a distancia seexplica a la luz de los mecanismos de la enunciacin peronista.

    Slo en la tercera parte nuestro anlisis se coloca en reconocimiento. De los mltiples casosde reconocimiento en los que podran estudiarse los efectos del discurso de Pern dentroy fuera del movimiento peronista hemos elegido uno, que nos parece central en el procesoque fue el punto de partida de nuestro trabajo. Ese caso es el de la Juventud Peronista y elmovimiento Montoneros. Los avatares de la izquierda peronista representada por lajuventud y en particular el modo en que la creencia oper en dicho contexto, no puedenexplicarse, a nuestro juicio, si no se los sita a la luz de las propiedades fundamentales defuncionamiento del discurso peronista, analizadas en las dos primeras partes.

    La conclusin intenta, en fin, a partir del fenmeno peronista, discutir algunas consecuenciasde nuestro anlisis sobre la teora del discurso poltico en general, y sintetizar nuestro punto

    de vista sobre la contribucin que el anlisis del discurso puede aportar al estudio de losprocesos y los movimientos polticos.

    Primera Parte

    La enunciacin peronista

    El modelo de la llegada

    Lleg del otro extremo del mundo

    El 20 de junio de 1973, Pern regresa a la Argentina por segunda vez despus de la aperturapoltica iniciada por el general Lanusse. Este segundo retorno aparece como definitivo: elperonismo ha ganado las elecciones el 11 de marzo y Hctor J. Cmpora ocupa el gobierno,en nombre de Pern, desde el 25 de mayo. La lucha, que se ha intensificado a partir deltriunfo electoral entre la derecha y la izquierda del peronismo por el control de lo que losmismos actores en presencia llamarn el espacio poltico, alcanza un primer clmaxprecisamente el 20 de junio, con motivo del regreso del lder. Una enorme concentracin,estimada en ms de un milln de personas, se organiza en las inmediaciones del aeropuertointernacional de Ezeiza. La Juventud Peronista y las varias organizaciones armadas de laizquierda peronista encuadran perfectamente el desplazamiento y la concentracin de susmilitantes, pero 105 grupos de derecha, tutelados principalmente por el ministro de Bienestar

    Social Jos Lpez Rega, controlan el palco oficial. Enfrentamientos y tiroteos se sucedendurante la tarde, produciendo numerosos muertos y heridos. (1) Ante esta situacin de

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    tensin extrema, el avin que conduce a Pern es desviado hacia el aeropuerto militar deMorn.

    Al da siguiente, Pern pronuncia un discurso transmitido por la cadena de radio y detelevisin. Se trata de su primer discurso pblico en la Argentina, despus de dieciocho aosde exilio. Mientras que el reencuentro con el lder, tan largamente esperado por suspartidarios, ha fracasado, Pern inicia al da siguiente su discurso definiendo a su destinatario

    de la manera ms general posible: se trata del pueblo argentino.

    Deseo comenzar estas palabras con un saludo muy afectuoso al pueblo argentino. Llego delotro extremo del mundo con el corazn abierto a una sensibilidad patritica que slo la largaausencia y la distancia pueden avivar hasta su punto ms alto. Por eso, al hablar a losargentinos, lo hago con el alma a flor de labio, y deseo que me escuchen tambin con elmismo estado de nimo.

    Lleg casi desencarnado. Nada puede perturbar mi espritu porque retorno sin rencores nipasiones, como no sea la pasin que anim toda mi vida, servir lealmente a la Patria. Y slopido a los argentinos que tengan fe en el gobierno justicialista, porque se ha de ser el puntode partida para la larga marcha que iniciamos (...).

    El enunciador se coloca, como puede verse, en una posicin peculiar que consiste en destruiruna distancia explcita entre s mismo y sus destinatarios: Llego del otro extremo del mundo;llego casi desencarnado; nada puede perturbar mi espritu; llego sin rencores nipasiones; se presenta como un puro espritu, animado slo por la pasin de servir lealmentea la patria. En esta cobertura, conviene subrayarlo, la distancia es construida tanto respectodel pueblo argentino nombrado como destinatario explcito de esas palabras (llego del otroextremo del mundo) cuanto respecto de sus propios partidarios (retorno sin rencores nipasiones) quienes, veinticuatro horas antes, han protagonizado una explosinparticularmente violenta de rencor y pasin. A los argentinos(destinatario genrico) sloles pide una cosa: que tengan fe en el gobierno justicialista.

    Este prembulo del discurso del 20 de junio de 1973 es interesante, porque admite deinmediato una lectura puramente circunstancial. Pern acaba de regresar definitivamente alpas tras 18 aos de ausencia. La distancia que cobra forma aqu como encuadre general deldiscurso, no traducira ms que la distancia real, vivida por el exiliado que vuelve a un pasque no puede ser otra cosa que una Patria abstracta. La pureza patritica expresara el fin delexilio, a la vez que el rol voluntariamente marginal que Pern ha jugado en el recienteproceso poltico: Pern ha ganado de hecho las elecciones, sin presentarse como candidato.Prolongando la misma estrategia contenida en ese rol premeditadamente marginal, Pernestara aqu presentndose como el conciliador de todos los argentinos. Al mismo tiempo, eltema del regreso no sera otra cosa que la materializacin, la realizacin final, en cierto modo,del mito del retorno, que se ha mantenido vivo durante esos 18 aos de ausencia.

    La lectura que acabamos de evocar esquemticamente es, sin duda alguna, plausible: dacuenta del fragmento como una introduccin cuyos elementos se adaptan perfectamente alas circunstancias inmediatas en que el discurso ha sido pronunciado, y a la coyunturapoltica. Y sin embargo, dicha lectura desconoce el hecho de que esos mismo elementosposeen un valor que trasciende la situacin inmediata, un valor que reenva a unfuncionamiento discursivo sistemtico, y es este nivel de funcionamiento el que nos interesaaqu. No se trata pues de afirmar que la lectura circunstancial es falsa; ella simplementeoculta (o ignora) otro nivel que est igualmente presente en el fragmento que comentamos.Porque no es la primera vez que Pern construye su posicin de enunciador como la dealguien que llega.

    La presencia de una suerte de modelo general de la llegada se manifiesta si recorremos el

    conjunto de la produccin discursiva de Pern. El modelo aparece ya ntidamente cuandoPern hace su primera entrada en la escena poltica.

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    Consideremos los siguientes fragmentos:

    Soy un humilde soldado que cumple con un deber impuesto por la hora; y pueden estarseguros que lo mejor que puede existir en m, es la buena voluntad...(12.8.44)

    Soy un austero soldado que no tengo ambiciones ni las tendr nunca...(15.10.44)

    Llego a vuestra presencia con la emocin que me produce sentirme confundido entre estemar humano de conciencias honradas... llego a vosotros para deciros que no estis solos envuestros anhelos que redencin social...(12.2.46)

    ... no soy nada ms que argentino; que no tengo otra ideologa que el pueblo de mi patria, niotro partido poltico que mi patria...(10.8.44)

    ... Por eso el ejrcito ha expuesto la vida y la carrera de sus integrantes sin otro inters queel bien del pas, que es el bien de todos. En esta empresa, yo no tena nada que ganar,absolutamente nada. Pude perderlo todo. (31.8.44)

    Afortunadamente, nosotros no somos hombres importantes, somos modestos soldados quenos hemos dado a servir una causa y no tenemos la pretensin de hacerlo todo bien pero sde hacerlo con honradez y con buena voluntad. Y as como pensamos que cada hombredebe servir a sus semejantes, pensamos asimismo que el pueblo no est para servir algobierno, sino el gobierno para servir al pueblo. (...) No queremos nada, no tenemos nada;pero aspiramos a que nadie pueda decir jams que la Secretara de Trabajo no haya obradocon justicia y con honradez (9.12.44).,

    Varios elementos fundamentales parecen componer este modelo del enunciador comoalguien que llega.

    En primer lugar, Pern es alguien que viene de afuera. Si ese exterior desde el cual llega

    es, en 1973, el exterior geogrfico del exilio, en sus primeros discursos era un exteriorabstracto, por decirlo as, extrapoltico: el cuartel.

    ... cuando yo caiga en esa lucha en que voluntariamente me enrolo, estoy seguro que otrohombre ms joven y mejor dotado, tomar de mis manos la bandera y la llevar al triunfo.Para un soldado, nada hay ms grato que quemarse en la llama pica y sagrada paraalumbrar el camino de la victoria (2.12.43).

    El proceso de la llegada est pues fuertemente marcado por el universo metafrico delimaginario militar.

    Cmo se justifica el acto mismo de venir, cmo se explicitan las motivaciones de aquel que

    ha decidido venir? Esas motivaciones estn construidas tambin como sentimientosextrapolticos, valores que no son otra cosa que el conjunto de deberes y virtudes delsoldado: austeridad, patriotismo, sinceridad, honradez, humildad, buena voluntad.

    Cules son, en fin, los objetivos de esta venida? Comienza a dibujarse aqu lo que ser ellugar del pueblo, y la relacin que se establecer entre Pern y el pueblo como relacin deexterioridad: llego a vosotros para deciros que no estis solos en vuestros anhelos deredencin social.

    Conviene precisar la naturaleza de esta relacin Pern/pueblo, en sus dos direcciones.

    De Pern hacia el pueblo: Pern caracteriza su propia accin como un servicio impuesto

    simplemente por el deber del soldado. Este ltimo no tiene nada, no quiere nada para s

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    mismo; est slo movido por el inters de la Patria y llega para servir al pueblo. He aqu otrotexto significativo:

    Personalmente, con el apoyo del excelentsimo seor Presidente de la Nacin y del gabineteque colabora en sus tareas, he aceptado la responsabilidad de tomar a mi cargo la defensade la clase trabajadora. Entiendo esa causa y esa defensa, tal como la entienden lossoldados; y la resumo en estas palabras: Defendera hasta morir por ella, si es necesario

    (25.6.44).

    Del pueblo hacia Pern. Este pueblo tiene anhelos, anhelos de redencin social, frustradosdurante muchos aos. Pern llega y ese pueblo no est ms solo. La posicin del puebloaparece as, necesariamente, como la de un actor social pasivo. En efecto, qu es lo quePern, soldado providencial, solicita del pueblo? Confianza, en primer lugar, que debertransformarse luego (y el pedido reaparece, como hemos visto, a su llegada en 1973) en fe:

    Trabajamos empeosa y asiduamente para todos. Para vosotros y para nosotros, en unalabor exenta de promesas y palabras, para que nadie en esta tierra generosa y altiva, sientala angustia de sentirse socialmente olvidado (...) Y esta labor de justicia que cumplimos, sinpausa y sin desmayo y sin otra aspiracin que la de trabajar por la grandeza de la patria, nos

    ha deparado grandes satisfacciones (...) Decenas de delegaciones nos traen sus problemas,sus esperanzas, sus aspiraciones.

    Llegan, desde todos los puntos del pas, alentando la confianza de un pueblo defraudadoque comienza a creer en la justicia social; y siente, por primera vez, el orgullo de saberseescuchado, y de sentirse argentino.

    Yo, en este da clsico de los trabajadores, prometo en nombre del gobierno, que esaconfianza no ser defraudada. Las nuevas conquistas darn a esta conmemoracin unsentido ms patritico y ms argentino (1.5.44).

    Al hablar en otra oportunidad a los trabajadores de la patria, les solicit que tuvieran

    confianza en nuestra honradez y decisin. Hoy me encuentro absolutamente persuadido deque esa confianza existe y que ella debe constituir el fundamento de lo que les pedir en estemomento a los trabajadores compatriotas. Es necesario que esa confianza se transforme hoyen fe, sobre lo que todava debemos realizar... (8.7.44).

    En los primeros tiempos de la Secretara de Trabajo, yo ped a los trabajadores confianza;despus les ped fe y no me han defraudado jams. Ahora necesitamos la cooperacin detodos para salvar nuestras conquistas, que no deben perderse y llevar adelante lospostulados de nuestra justicia social, en lo que no estamos ganando nada para nosotros, sinopara nuestro pueblo. Y si es necesario, pediremos ayuda a los trabajadores, persuadidos queno defendemos nuestras posiciones, que no nos interesan, sino la que han alcanzado lostrabajadores argentinos, que no podrn ceder en adelante un solo paso en las conquistas

    logradas (11.10.44).

    El orden cronolgico en que hemos reproducido los tres ltimos fragmentos permite subrayarel desarrollo progresivo de la construccin que hace Pern de su relacin con el pueblo:primero pide al pueblo confianza; luego la confianza debe transformarse en fe; en tercerlugar, solicita colaboracin, la colaboracin de todos. Si es necesario -agrega- pediremosayuda a los trabajadores: esta frase es una excelente prueba indirecta a la vez de laexterioridad de la relacin y de la semantizacin pasiva del pueblo. Si es cierto que esteltimo aparece identificado con los trabajadores, ninguna accin especfica se solicita deellos. El pedido de ayuda a los trabajadores es contemplado, a fines de 1944, como unaeventualidad, como un recurso ltimo al que apelara si es necesario. Y ntese la presencia,siempre implcita, de la distancia: el eventual pedido de colaboracin no sera hecho para

    defender las posiciones de Pern, que no le interesan, sino las de los trabajadores. Estaprimera construccin de la relacin Pern/pueblo se apoya en una suerte de modelo

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    especular, elaborado en ese registro sensorial que es, por excelencia, el registro del contactoen la distancia: la mirada. En efecto, antes de su intervencin providencial, Pern observaba,desde afuera, lo que ocurra en el pas:

    Simple espectador, como he sido, en mi vida de soldado, de la evolucin de la economanacional y de las relaciones entre patrones y trabajadores, nunca he podido avenirme a laidea, tan corriente, de que los problemas que tal relacin origina sean materia privativa de las

    partes directamente interesadas (...) (2.12.43).

    Observar, desde afuera, la situacin del pas, es la posicin propia del soldado en el cuartel.A partir del momento en que comienza a intervenir en la vida poltica desde la Secretara deTrabajo y Previsin, lo que Pern va a solicitar del pueblo es que ste, a su vez, observeahora lo que Pern est realizando en su favor. Se confirman as a la vez la exterioridad de larelacin Pern/pueblo y la pasividad de ste ltimo: la confianza del pueblo proporciona aPern el tiempo inicial necesario para comenzar a hacer, de la constatacin de las accionesrealizadas nacer la fe. Acciones, y no palabras: Trabajamos empeosamente... en unalabor exenta de promesas y palabras. La construccin del pueblo como observador de losactos de Pern est pues en el origen de uno de los slogans fundamentales del peronismo.Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar. El comportamiento de Pern

    aparece as definido como el ms claro de los mensajes:

    No tenemos la costumbre de prometer, sino de hacer. Por eso no vengo a prometerles nada.Ustedes vern a travs del tiempo las realizaciones que nosotros ejecutaremos; irn viendoda a da el progreso respecto de los problemas que las clases trabajadoras de nuestro pasvienen planteando desde hace veinte o treinta aos, sin ningn resultado (17.6.44).

    Sera intil que yo tratara de explicar cmo hemos cumplido con este postulado, que encierratodo el contenido social de la Revolucin. Yo prefiero seguir como hasta ahora, sosteniendoque mejor que decir es hacer, y mejor que prometer es realizar (28.7.44).

    Si este slogan define, por un lado, la conducta del propio Pern, otra consigna, no menos

    clebre, se aplicar al comportamiento que Pern espera del pueblo: de casa al trabajo y deltrabajo a casa. Difcilmente otra frmula expresara mejor esa posicin que hemoscaracterizado como la pasividad del pueblo.

    El 10 de octubre de 1945, el entonces coronel Pern es obligado a renunciar a su cargo en laSecretara de Trabajo y Previsin. En ese momento crtico, se dirige as a los trabajadores:

    Estamos empeados en una batalla que ganaremos porque es el mundo el que marcha enesa direccin. Hay que tener fe en esa lucha y en ese futuro. (...) Al dejar el gobierno, pidouna vez ms a ustedes que se despojen de todo otro sentimiento que no sea el de servirdirectamente a la clase trabajadora. Desde anoche, con motivo de mi alejamiento de lafuncin pblica, ha corrido en algunos crculos la versin de que los obreros estn agitados.

    Yo les pido que en esta lucha me escuchen. No se vence con violencia; se vence coninteligencia y organizacin. Por ello les pido que conserven una calma absoluta y cumplancon lo que es nuestro lema de siempre: del trabajo a casa y de casa al trabajo (...) Recuerdeny mantengan grabado el lema de casa al trabajo y del trabajo a casa y con esovenceremos, (10.10.45).

    Ms tarde, cuando Pern es ya presidente y el problema de la representacin se hamaterializado, por decirlo as, en el proceso electoral, el propio Pern evocar esos aos deentrada en la escena poltica con la misma imagen de un pas que no hace otra cosa queobservar, con entusiasmo y asombro, el mensaje contenido en sus realizaciones:

    Y no puedo alejar de mi mente las primeras armas hechas en favor de las masas obreras;

    las inquietudes de las batallas que se avecinaban para imponer la justicia social; lasmanifestaciones de entusiasmo cuando el pueblo percibi que le iban llegando los primeros

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    destellos de sus anheladas reivindicaciones; el asombro que produca este avance a los quehaban convertido la ley en un instrumento para oprimir a los humildes (1.5.49).

    Poco a poco el pueblo comenz a entendernos. Hombres sin fe y sin esperanza empezarona vislumbrar una vida distinta... y alentados por las realidades de una nueva conducta degobernantes, comenzaron a sentirse otra vez unidos al destino de la Patria... (1.5.50).

    El mismo modelo reaparecer, intacto, hacia el fin del proceso. En el discurso que Pernpronuncia con motivo de la renuncia del presidente Cmpora, el 13 de julio de 1973, dir:

    Si Dios me da salud y si Dios me lo permite, he de gastar hasta el ltimo esfuerzo de mi vidapara cumplir la misin que pueda corresponderme. No s cul ser la decisin del puebloargentino. Ni me interesa. Pero cualquiera fuera el designio que ha de plantearse para elfuturo inmediato y mediato de la Repblica, yo seguir siendo un soldado a su servicio, en elcual empear, no solamente mi honor, sino tambin mi vida.

    Quiero hacer llegar a travs de este medio mi profundo agradecimiento al pueblo argentinoque una vez ms nos est dando su confianza y nos est mostrando su fe. Fe y confianzaque nosotros hemos de llevar adelante... (13.7.73).

    Aquel que llega de un exterior absoluto, que pide a su pueblo confianza y fe, porque susobras hablarn por l, y que concibe su llegada como el estricto cumplimiento de una misinsuperior, el Bien de la Patria, no es, en efecto, nada ms ni nada menos que un Redentor:Llego a vosotros para deciros que no estis solos en vuestros anhelos de redencin social.

    El modelo de la llegada no es otra cosa que un modelo de la presencia: si he decidido venir,es porque he observado, desde afuera, vuestra situacin. Ahora estoy aqu. Observen lo quehago por ustedes: eso bastar. Si la reciprocidad de la metfora de la mirada es tanimportante, ello se debe al hecho de que la relacin entre el lder y el pueblo queda definidapor un contacto que es al mismo tiempo distancia e inmovilidad: la copresencia de ambos. Elprimero acta y habla; el segundo confa y observa, mudo, la convergencia progresiva entre

    la esperanza y la realidad: la palabra del primero y la situacin del segundo terminarn porcoincidir.

    Del cuartel al Estado, o la anulacin de la historia

    Entre 1943 y 1946, Pern elabora pues su presencia como una llegada. De dnde viene?A dnde llega? La respuesta es simple: viene del cuartel y llega al Estado. Ese pasaje delcuartel al Estado es, evidentemente, una entrada en la poltica, pero la transicin no sernunca explicitada en esos trminos: la poltica es lo que ha permitido que la Patria sedeteriore, la poltica es conflicto. Pern es la unificacin armoniosa de pueblo, Patria yEstado.

    El Estado mantenase alejado de la poblacin trabajadora. No regulaba las actividadessociales como era su deber. (...) La tctica del Estado abstencionista era encontrarse frente aciudadanos aislados, desamparados y econmicamente dbiles, con el fin de pulverizar lasfuerzas productoras y conseguir, por contraste, un poder arrollador (2.12.43).

    Treinta o cuarenta aos de absoluto abandono de las clases obreras en nuestro pas nopodemos reponerlo en pocos meses. Nuestro trabajo es abrumador. Trabajamos da y noche,sin descanso, para poder remediar esa falta de justicia social que ha imperado durantecuarenta aos (17.6.44).

    Ahora bien, el modelo de la llegada conduce necesariamente a una pregunta: por qu lallegada se produce en un momento dado, por qu no antes, o despus? Por qu haber

    esperado el 4 de junio de 1943, si el absoluto abandono dura desde hace treinta o cuarentaaos? Por qu Pern, soldado providencial, no ha intervenido antes? (2) En la lgica del

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    modelo que estamos analizando, la explicitacin de la nacionalidad de la llegada esinseparable de una justificacin de la no intervencin precedente.

    La doble explicacin, de la ausencia y de la presencia, se articula por medio del par deconceptos cuartel/ejrcito.

    El uso de estos conceptos trasciende sin duda el peronismo propiamente dicho, y forma parte

    de la semntica poltica argentina. (3) El cuartel es el lugar cerrado, autnomo, del ejerciciode las armas. Es el lugar del soldado. En el cuartel, el soldado aprende a desenvolver susvirtudes patriticas; el cuartel es el lugar de la comunin con la Patria como ente abstracto, ellugar donde el enemigo es el extranjero y la guerra la nica actividad legtima.

    Ser un soldado en el cuartel no es estar en ninguna parte. El soldado observa la sociedaddesde afuera de la sociedad. Ahora bien, si es un lugar cerrado y autnomo, el cuartel no esimpermeable: posee una suerte de porosidad que permite, en determinados momentos, queel rumor que viene de la sociedad llegue hasta el ejrcito encerrado en l. El soldado queresponde al clamor de la sociedad deviene ejrcito que abandona el cuartel para cumplir eldeber patritico.

    Estos elementos estn ntidamente presentes en la Proclama Al pueblo de la RepblicaArgentina de la Revolucin del 4 de junio, que segn su propio testimonio fue redactada porPern:

    Las Fuerzas Armadas de la Nacin, fieles y celosas guardianas del honor y tradiciones de lapatria, como asimismo del bienestar, los derechos y libertades del pueblo argentino, hanvenido observando silenciosa pero muy atentamente las actividades y el desempeo de lasautoridades superiores de la Nacin.

    Ha sido ingrata y dolorosa la comprobacin (...)

    Dichas fuerzas, conscientes de la responsabilidad que asumen ante la historia y ante su

    pueblo -cuyo clamor ha llegado hasta los cuarteles- deciden cumplir con el deber de estahora: que les impone salir en defensa de los sagrados intereses de la Patria (4.6.43).

    El ejrcito es pues, por un lado, el conjunto de los soldados y por otro una entidad que, atravs de la defensa de la Patria, est (o debe estar) unida la pueblo y puede, endeterminados momentos interesarse directamente en el funcionamiento del Estado.

    ... nadie, absolutamente nadie, puede honradamente desconocer el profundo sentido socialde la Revolucin de junio. Los motivos que la originaron y el espritu que la anima, surgen dela misma, de la innegable realidad argentina.

    El ejrcito no abandon sus cuarteles movido por un sentimiento de ambicin.

    Fue el clamor de la calle, del taller y del campo el que lleg hasta ellos para golpear a suspuertas en demanda de justicia. Y el Ejrcito y la Armada -partes vivas de la indivisa unidadnacional- respondieron patriticamente. Abandonaron la tranquilidad de los acantonamientos.Salieron a la calle precedidos en su marcha por el mismo pueblo que los estimula y aclama.

    No hubiramos podido justificar nunca ante nuestra conciencia y ante la historia, una actitudindiferente, frente a la realidad poltica y a la realidad social de aquella hora.

    Un deseo superior de justicia fue el motor que impuls a la revolucin triunfante (1.5.44).

    El ejrcito abandona los cuarteles porque escucha el clamor de la sociedad y constata que:

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    El panorama que ofreca en aquellos instantes todo lo que se refiere a la vida de relacinque el trabajo engendra, era desolador (1.5.44).

    En ese momento dado, que en cierto modo est fuera del tiempo, el ejrcito, que observabaatentamente lo que ocurra en el pas, llega a esta suerte de constatacin instantnea, decomprensin inmediata, que resume prcticamente toda la vida del pas: percibe as elpanorama de la degradacin de la sociedad y del Estado.

    Si decimos que se trata de una comprensin instantnea, a-histrica, es porque ella serealiza desde un lugar que est fuera del tiempo (el cuartel), desde otra sociedad,completamente ajena, precisamente, a la degradacin de la sociedad civil:

    Enfrentamos el problema con decisin y con energa de soldados (...) entiendo que laorganizacin interna del ejrcito est concebida con un autntico sentido orgnico-social y esuna ctedra ejemplar de disciplina, de camaradera, de patriotismo, de jerarqua y de respeto.All no existen ni postergaciones injustificadas ni ascensos inmerecidos. El escalafn secumple sin excepciones y sin privilegios, con un sentido estricto de seleccin y de justicia,que no es, ni puede ser, ni queremos que sea un beneficio exclusivo de las fuerzas armadassino una conquista social que alcance a todos los argentinos (1.5.44).

    Esta sociedad otra, que funciona tras los muros del cuartel, es la contraimagen exacta de lasociedad exterior: sta ltima est fragmentada por los polticos, mientras la primera se fundaen un autntico sentido orgnico; en la sociedad exterior reina la injusticia, los privilegiosinmerecidos, las prebendas, mientras que la sociedad militar es un ejemplo de jerarqua y derespeto. Y si el ejrcito, saliendo del cuartel, est en condiciones de restablecer la justicia enla sociedad exterior y en el Estado, es porque l mismo es una sociedad justa. El ejrcito salea la calle para aportar a la sociedad civil la justicia que es la suya propia, desde siempre,dentro del cuartel.

    La llegada de Pern es pues, en un primer momento al menos, la llegada del ejrcito.Soldado en el cuartel, Pern se sita fuera de la sociedad; miembro del ejrcito, Pern sale

    del cuartel movido por el sentido del deber ineludible de restablecer la justicia en la sociedad.No intervenir equivaldra a ser indiferente al destino de la Patria. Su llegada es, podramosdecir, el encuentro de los valores inmutables de la sociedad militar con los valoresdegradados de la sociedad civil y del Estado. En este encuentro, no es el ejrcito quien sehistoriza, sino la sociedad civil que ser despojada de su historicidad.

    En efecto, el nico elemento histrico de semejante encuentro es el hecho de que la llegadatiene lugar en un momento determinado. La intervencin ser pues descripta como unacircunstancia especial:

    El Ejrcito, que se responsabiliza de la cosa pblica, lo hizo por una circunstancia especial.El, que es la fuerza moderadora de los Estados en la poca presente, se hizo custodia de la

    Nacin en un momento en que no haba quien asegurase todos los aspectos de la justicia enel pas (25.6.44).

    Pero en el espacio-tiempo a-histrico del cuartel que la constatacin de la degradacin delpas se efecta y donde la decisin de intervenir se toma: el pasaje del cuartel al Estado slopodr ser definido, en consecuencia, como fundado en los valores inmutables de la Patria.Dicho de otra manera: ese panorama desolador del pas ser absorbido por el tiempo mticode la Patria.

    Para explicar el pasaje, la salida del cuartel, Pern deber convertir el 4 de junio de 1943 enun momento grave para la Patria, en un momento que no formar ya parte de ese tiempo dela historia concreta donde el pas se degrada, sino en un momento del tiempo ahistrico de la

    construccin de la Patria.

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    En 1816, el Congreso de Tucumn reciba a la Patria casi cadver, ha dicho uno denuestros grandes historiadores.

    Y en verdad era as (...)

    El cuadro de la situacin no poda ser ms sombro.

    Pero, porque creyeron firmemente; porque tuvieron fe en s mismos y en el destino gloriosode la Patria; porque vean la realidad futura, presintindola en la exaltacin mstica de susideales, pudo el Capitn de los Andes remover las montaas, convirtiendo el sueo de lalibertad argentina en la bandera triunfante de la emancipacin sudamericana; y pudieron losCongresales de Tucumn rasgar las tinieblas que se cernan sobre la nacin incipiente... (...)

    Virtudes militares, como veis, han sido y siguen siendo virtudes del alma argentina (...)

    Por eso yo, que soy, como vosotros, un soldado que vive sosteniendo por ese mstico soplode vocacin que hace vestir con orgullosa sobriedad le uniforme de la Patria, llevndolo conla prestancia y altivez propia de los hombres libres; que fui llamado por el pueblo en una horagrave de la historia del mundo, para que levantara y mantuviera en alto la bandera de la

    justicia social, de la recuperacin nacional y de la soberana junto a la ensea bendita de laPatria, quiero asociar esta noche, haciendo justicia histrica, al nombre de nuestros primerosprceres, el de los gobernantes y estadistas argentinos, civiles y militares, que encircunstancias de apremio para el pas... pusieron por delante el corazn de patriotas yofrecieron a nuestra tierra lo mejor de s mismos... (...)

    Y as, etapa tras etapa, llegamos a nuestros das. (...)

    Hace tres aos, la Nacin volvi a hacer un alto en el camino.

    La historia de los das infaustos se repeta (...)

    Haba, pues, que recurrir, una vez ms, a las virtudes patricias que dorman en el almaargentina.

    Y el alma argentina despert (5.7.46).

    La historia de la Nacin est constituida, como puede verse por un tiempo cclico, repetitivo,est hecha de esos momentos fuertes que consisten en lo que hemos caracterizado comoel encuentro de la sociedad militar, que conserva, tras los muros del cuartel, los valorespuros de la Patria, con la sociedad exterior que, entretanto, se ha degradado. El tiempointersticial que transcurre entre esos momentos fuertes, no cuenta. Y as, etapa tras etapa,llegamos hasta nuestros das: la absorcin del tiempo concreto de la historia del pas por eltiempo fuerte de la historia de la Patria, slo deja en pie las horas graves. El ejrcito no

    tiene historia; representa esa sociedad militar, enclaustrada, donde se reiteran los valores desu origen. Si en 1816 sociedad y ejrcito coinciden, ya que es entonces que la Patria nace,de ah en adelante es la sociedad que degenera. El origen es puro, el tiempo histricoacarrea la descomposicin progresiva:

    Nuestra Nacin como todas las naciones nuevas entronca polticamente en un patriciado contodas las virtudes que tienen siempre los patriciados, formadores de nacionalidades. Elnuestro, indudablemente virtuoso, se form desde abajo y desde all form la Nacin.Despus, la sucesin del gobierno de la cosa pblica, fue pasando a otras manos, quizsdescendientes del patriciado, pero que por la accin del tiempo y de la moticie, haba perdidolas grandes virtudes de sus antepasados. Es as, que como todos los patriciados queentregan a sus descendientes el manejo de la cosa pblica, ste se convirti en una

    oligarqua (28.7.44).

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    Pern no tiene ms historia que el ejrcito: cuando entra en la escena pblica, lo hace comoSan Martn cruz los Andes. No mencionar nunca a Irigoyen en sus discursos anteriores a1946 y no har jams mencin de la ruptura de la legalidad constitucional en 1930. La historiaes la descomposicin progresiva que llega a un punto insostenible, el 4 de junio de 1943,cuando Pern, humilde soldado al que le ha cabido el honor de defender a la clasetrabajadora, sale del cuartel.

    La intervencin del lder queda as definida, como puede verse, como accin que lo coloca enel lugar de una carencia: la insuficiencia, el disfuncionamiento de las instituciones (delEstado) que resulta de la degradacin de la sociedad civil. Su presencia se vuelve as elsignificante de una ausencia que el lder viene a asumir: llegar quiere decir venir a ocupar ellugar de esa cosa pblica que no existe ms y que es sin embargo indispensable para quela Nacin exista.

    Ejrcito, pueblo, trabajadores: colectivos y posicin de enunciacin.

    Es a la luz del anlisis que acabamos de hacer que debe situarse la especificidad del golpedel 4 de junio de 1943 tal como ella aparece en el discurso de Pern. No es contradictoriocon dicho anlisis, en efecto, afirmar que en cada uno de esos tiempos fuertes de la

    temporalidad patritica los motivos que han obligado al soldado al salir del cuartel puedenestar marcados por la coyuntura. En 1943, la cuestin crucial es la cuestin social, ellaconcierne al mundo del trabajo:

    Los patrones, los obreros, y el Estado constituyen las partes de todo problema social. (...)

    El Estado argentino intensifica el cumplimiento de su deber social. (...)

    El trabajo, despus del hogar y la escuela, es un insustituible moldeador del carcter de losindividuos y segn sean stos, as sern los hbitos y costumbres colectivos, forjadoresinseparables de la tradicin nacional.

    Por tener muy firme esta conviccin, he lamentado la despreocupacin, la indiferencia y elabandono en que los hombres de gobierno, por escrpulos formalistas repudiados por elpropio pueblo, prefirieran adoptar una actitud negativa o expectante ante la crisis y lasconvulsiones ideolgicas, econmicas y sentimentales que han sufrido cuantos elementosintervienen en la vida de relacin que el trabajo engendra.

    El Estado mantenase alejado de la poblacin trabajadora... (2.12.43).

    Nadie puede ignorar el principio que provoc la creacin de este organismo con que elEstado aceleraba el cumplimiento de un deber social que haban desconocido o postergado,por incomprensin o por conveniencia, sus antecesores.(...)

    La creacin de la Secretara de Trabajo y Previsin, seala el punto de partida de la erapoltica y justicia social argentina, dejando atrs para siempre, la poca de inestabilidad y dedesorden en que estaban sumidas las relaciones entre patronos y trabajadores (...)

    No existe ningn conflicto social que no pueda tener solucin justa (3.5.44).

    Esta Revolucin encierra un contenido social. Sin contenido social, sera totalmenteintranscendente y no habramos hecho otra cosa que una de las veinte revoluciones que hantenido lugar en el pas, y han cado en el vaco, terminando por morir de inanicin, desde elpunto de vista ideolgico, porque no hubieron hombres que las apoyaron (17.7.44).

    Si la revolucin del 4 de junio no es un golpe de Estado ms, ello se debe precisamente a su

    vocacin de justicia social, a su objetivo de mejorar la condicin de los trabajadores.Obsrvese que en la referencia a la situacin anterior a su propia llegada, a las veinte

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    revoluciones que han tenido lugar en el pas, Pern no descalifica las intervencionesmilitares en cuanto tales: si estas intervenciones fracasaron, fue porque no encontraronhombres que las apoyaran. En 1943, la situacin no puede ser la misma, porque se trata deuna Revolucin de contenido social.

    Se plantea as el problema de la ecuacin posible, en la primera etapa del fenmenoperonista, entre ejrcito, pueblo y trabajadores. A la luz de lo que hemos dicho sobre el

    modelo de la llegada y sobre sus componentes de distancia y exterioridad, no sorprender elhecho de que se trata de una ecuacin particularmente compleja, de una suerte de tendenciadentro del discurso de Pern, ms bien que de una identificacin cristalizada. En algunostextos, la ecuacin aparece de manera explcita:

    El ejrcito, que es como decir el pueblo mismo, tiene actualmente a su cargo todo lo que serefiere a las tareas de evacuacin, saneamiento y cuidado de la poblacin sanjuanina...(19.1.44).

    Obsrvese el siguiente fragmento, que ya hemos parcialmente citado:

    El ejrcito, que se responsabiliza de la cosa pblica, lo hizo por una circunstancia especial.

    El, que es la fuerza moderadora de los Estados en la poca presente, se hizo custodia de laNacin en un momento en que no haba quien asegurase todos los aspectos de la justicia enel pas.

    Ello nos ha permitido acercarnos a la masa trabajadora, realizando as una conjuncinindispensable en el Estado moderno, porque los dos representan, en su aspecto cualitativo,la masa de la Nacin. (25.6.44)

    A qu reenva la marca pronominal (nos) que hemos subrayado? Pern es all elportavoz de la entidad colectiva Ejrcito o se perfila ya como enunciador-lder?

    El mismo discurso prosigue de la siguiente manera:

    Nosotros no hablamos de los trabajadores con conocimientos tericos. Recibimos a vuestroshijos y a vuestros hermanos. Conocemos vuestros pesares y vuestras desgracias. Sabemoscmo viven los hombres de la Patria (25.6.44)

    El dispositivo de enunciacin es, en este fragmento, explcito: separa claramente alenunciador (nosotros) de un vosotros al que el enunciador se dirige y que son lostrabajadores. Parecera pues que Pern se coloca, en este tipo de construccin, como un notrabajador.

    Otros textos muestran claramente que la ecuacin ejrcito = pueblo = trabajadores, expresaun objetivo a alcanzar por la Revolucin y no un estado inicial: esos colectivos se encuentran

    de hecho separados en la situacin anterior a la llegada, a la intervencin de Pern:

    ... a pesar de que durante muchos aos el Ejrcito ha estado separado de la masatrabajadora, afirmo que ello no volver a repetirse jams en nuestra patria (20.7.44).

    Esa unin, nica capaz de hacer nuestra grandeza, la comenzamos a hacer con sus dosfuerzas fundamentales: el Ejrcito y los trabajadores (23.7.44)

    La separacin entre ejrcito, pueblo y trabajadores forma parte, pues, del panoramadesolador. Y Pern no slo seala el hecho de la separacin, sino que adems identifica alos responsables: los polticos.

    Ha terminado la poca en que los polticos ponan al Ejrcito frente al pueblo. Hoy, el Ejrcitoy el pueblo marchan en la misma direccin y por el mismo camino (...)

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    La Secretara de Trabajo y Previsin no es un organismo estatal ms, sino que es la casa delos verdaderos trabajadores, la casa que ha de defenderlos a ustedes contra cualquierinjusticia del pasado, del presente y del porvenir. Es, en otras palabras, la garanta de que eneste pas no volver a producirse el drama de una clase trabajadora olvidada por los poderespblicos y engaada por los polticos durante ms de cincuenta aos . (10.8.44)

    Vemos entonces que la entrada en escena del ejrcito marca el inicio de un proceso en quesu unidad con el pueblo se vuelve posible. Y las etapas de este proceso confirman nuestrashiptesis sobre la distancia y la exterioridad, proyectadas ahora sobre el eje temporal deldesenvolvimiento de la Revolucin:

    El segundo postulado: el de la justicia social; contenido profundamente humano sin el cualnuestra Revolucin habra pasado a ser un cuartelazo ms, intrascendente e intil.

    No queremos restar mritos a nadie. La revolucin que no pertenece al pueblo no es unarevolucin. Las fuerzas armadas de la Nacin en el momento decisivo fueron el cerebro,fueron el corazn y el brazo ejecutor. Pusieron su vida al servicio de la Nacin. Peroterminado ese perodo, empuaron el gobierno para hacer comprender al pueblo sano y

    patriota que ste es un movimiento nacional que ha de llegar en su trascendencia a unaestructuracin de nuevos valores... (10.8.44).

    La Revolucin, en su aspecto integral, puede ser dividida en tres fases distintas: lapreparacin, el golpe de Estado y la revolucin misma.

    La preparacin y el golpe de Estado en las revoluciones que han sido bien planeadas sonrealizados siempre por las fuerzas armadas. (...) Y as como el principio de la realizacin deun revolucin impone no mezclar al pueblo en su preparacin y en la ejecucin del golpe deEstado mismo, tambin un principio que rige esta clase de operaciones impone que en sutercera fase sea cada vez mayor la intervencin del pueblo, porque una revolucin que noinfunde en la poblacin del pas sus ideales, es una revolucin que fracasar

    indefectiblemente; y entonces, ms bien hubiera convenido no ejecutarla (28.7.44).

    La estrategia afirma explcitamente la exclusin del pueblo de las dos primeras etapas de larevolucin. La ecuacin ejrcito = pueblo = trabajadores, se dibuja como una posibilidad de latercera etapa. Y ya conocemos, desde el punto de vista de la demanda del lder hacia elpueblo, cual es la secuencia que va a articular esa tercera etapa: confianza primero, fedespus, colaboracin, en fin.

    Pero si es el lugar del pueblo en el proceso de la revolucin lo que va a definirse en la terceraetapa, aquella de revolucin misma, automticamente y por un mismo movimiento seperfilar la posicin del lder como mediacin absolutamente indispensable. Es slo porPern y a travs de Pern que la ecuacin ejrcito = pueblo = trabajadores puede resolverse.

    Ese punto nodal, esa articulacin crtica que es el lugar del enunciador-lder, aparece yaplenamente constituido en un discurso de julio de 1944:

    Slo ostento tres ttulos que me enorgullecen: el de ser soldado, el de ser consideradoprimer trabajador argentino, y el de ser patriota. El de soldado me lo he ganado con 35 aosde servicio, honradamente prestados a la Nacin; el de trabajador argentino me lo habisotorgado vosotros con un gesto que colma mi felicidad de hombre y de ciudadano y el depatriota lo debo a la Providencia, que ha hecho que tenga la dicha de haber nacido en estepas, que tanto amo y amar por sobre todas las cosas.

    Al asumir la alta funcin para la que he sido designado por el excelentsimo seor Presidentede la Nacin, esos tres ttulos sern el mandato que encaminar mi accin durante el

    desempeo de mi alta investidura; el de soldado, para cumplir las finalidades fijadas por elEjrcito de la patria, que no sabe de egosmos ni de claudicaciones mezquinas; el de primer

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    trabajador argentino, para continuar en la defensa de la clase trabajadora en que noshallamos empeados por el mandato de una justicia superior a todas las dems, que es la delograr la felicidad de la patria buscando el bienestar de las masas que laboran su grandeza; elde patriota, para trabajar hasta el ltimo aliento por el engrandecimiento material y moral denuestra patria; y, si fuera necesario, cuando ninguna energa quede, ofrendar la vida en sudefensa donde fuere menester (8.7.44).

    Texto capital, porque unifica los diversos componentes que hemos rastreado hasta aqu. Elproblema de la ecuacin entre los colectivos ejrcito, pueblo y trabajadores aparece aqu bajola forma de tres roles, que se implican recprocamente en la persona de Pern. La vocacinsocial de la revolucin, el objetivo de la defensa de la clase trabajadora, derivanecesariamente de la puesta en prctica del deber del soldado, y coincide con el mandatosuperior de lograr la felicidad de la patria.

    Por lo tanto, si en la primera etapa del fenmeno peronista la relacin entre pueblo ytrabajadores se acerca por momentos a una relacin de identificacin, esta ecuacin (a) sloes posible por la mediacin del enunciador-lder y (b) es una consecuencia de la racionalidadpatritica de la revolucin y de su objetivo ltimo: la unidad nacional. Bajo la forma de esteobjetivo verdaderamente fundamental, y respecto del cual la poltica de justicia social es un

    medio, reencontramos la anulacin de la historia: la unidad nacional ha sido siempre, enefecto, el objetivo nico y permanente de los hroes de la patria.

    ... si a esta Revolucin le quitramos su contenido social, pasara a ser una revolucin ms,intrascendente en la vida del pas, e incapaz de resolver el problema que, en mi concepto, esabsolutamente bsico: el de la nacionalidad. (28.6.44).

    Anhelamos firmemente, y ste es su contenido social, la unidad del pueblo argentino, porqueel Ejrcito de la patria, que es el pueblo mismo, luchar por la solucin de sus problemas ypor la restitucin de derechos y garantas conculcados (28.7.44).

    Uno de los postulados ms fundamentales de nuestra Revolucin se ha fijado en la frase

    que dice: Propugnamos la unidad de todos los argentinos. Esta unin de todos losargentinos, representa, en mi concepto, la sntesis de todo el contenido filosfico de laRevolucin del 4 de junio, y es lo ms profundo de este mismo contenido; es su rumbo y essu objetivo final (5.8.44).

    Si el soldado que ha salido del cuartel para restablecer la justicia social tiene como primerapreocupacin la mejora de la condicin de los trabajadores; si pueblo, para l, quiere decir enprimera instancia pueblo trabajador, es en virtud de una misin patritica y porque lostrabajadores son argentinos, esos argentinos olvidados y engaados durante ms decincuenta aos. La tarea de unificacin que debe llevar adelante el soldado-redentor, notiene como objetivo estimular la conciencia de clase de los trabajadores, sino, por elcontrario, restituirles su conciencia, perdida, de ser simplemente argentinos.

    Llegan, desde todos los puntos del pas, alentando la confianza de un pueblo defraudadoque comienza a creer en la justicia social; y siente, por primera vez, el orgullo de saberseescuchado, y de sentirse argentino.

    Yo, en este da clsico de los trabajadores, prometo en nombre del gobierno, que esaconfianza no ser defraudada. Las nuevas conquistas darn a esta conmemoracin unsentido ms patritico y ms argentino (1.5.44).

    Uno de los postulados de la Revolucin del 4 de junio es la unin de todos los argentinos.

    El exceso del individualismo haba llegado en nuestro pas a una disociacin.

    Comenzbamos a ser, cada uno de nosotros, enemigo de todos los dems. Los

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    fraccionamiento polticos y, dentro de los partidos, la divisin en sectas o caudillajes, habaseparado totalmente al pueblo argentino.

    Nosotros deseamos que, en esta tierra, no haya ms que argentinos unidos por el gransentimiento de la nacionalidad... (25.6.44).

    Asistimos a un verdadero despertar de la adormecida conciencia nacional.

    La Revolucin, despus de sacudir las grandes masas ciudadanas y campesinas, penetraresueltamente en el infierno de los obrajes, de las salinas y de los ingenios, donde millares detrabajadores olvidados, sienten por primera vez la satisfaccin de saberse escuchados; desentirse protegidos; y el orgullo de ser argentinos (23.7.44).

    Pero esta tarea de unificacin, ya lo hemos visto, pasa por la figura del enunciador-lder; ellaexige una verdadera transmutacin de la persona misma de Pern. Si el soldado queobservaba la degradacin de la historia desde la soledad del cuartel se ha convertido enEjrcito y ha hecho su aparicin en la escena social en nombre de la Patria; si el Ejrcito,desde el Estado, ha definido el objetivo de la justicia social como medio necesario para lareconstitucin de la nacionalidad, falta ahora la tercera etapa: en ella, el humilde soldado, en

    nombre siempre de la necesidad interna que lo mueve, se transformar en simple ciudadano,efectuando en su propia persona la unificacin, confundindose con el Pueblo. As, Pernabandona solemnemente el Ejrcito, y renuncia al mayor honor de un soldado, ser Generalde la Nacin, el 17 de octubre de 1945:

    Trabajadores: hace casi dos aos, desde estos mismos balcones, dije que tena tres honrasen mi vida: la de ser soldado, la de ser patriota y la de ser el primer trabajador argentino.

    Hoy, a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio activo delEjrcito. Con ello he renunciado voluntariamente al ms insigne honor a que puede aspirar unsoldado: llevar las palmas y laureles de general de la Nacin. Lo he hecho porque quieroseguir siendo el coronel Pern y ponerme con ese nombre al servicio integral del autntico

    pueblo argentino.

    Dejo, pues, el honroso y sagrado uniforme que me entreg la patria, para vestir la casaca delcivil y mezclarme con esa masa sufriente y sudorosa que elabora en el trabajo la grandezadel pas. Con esto doy mi abrazo final a esa institucin que es el puntal de la patria: elEjrcito. Y doy tambin el primer abrazo a esta masa inmensa que representa la sntesis deun sentimiento que haba muerto en la Repblica: la verdadera civilidad del pueblo argentino.

    Esto es pueblo; esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la madre tierra, el quehemos de reivindicar. Es el pueblo de la patria, el mismo que en esta histrica plaza pidifrente al Cabildo que se respetara su voluntad y su derecho. (...)

    ... quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclado en esa masa sudorosa,estrechar profundamente a todos contra mi corazn, como lo podra hacer con mi madre(17.10.45).

    En el imaginario de este ltimo trnsito, el cuerpo mismo del lder marca el pasaje: Pernabraza por ltima vez al Ejrcito y por primera vez al pueblo a quien estrecha profundamentecontra su corazn, como si fuera su madre. La iconografa del peronismo conservar estafigura como una de las imgenes fundamentales del peronismo: Pern con los brazosabiertos, entre los que el pueblo encuentra su lugar, para ser estrechado contra el corazndel Lder. En esta ltima operacin-sacrificio, Pern vuelve a redefinir al Ejrcito como unaentidad aliada pero no idntica al pueblo: el Ejrcito es una institucin, puntal de la patria:no estamos lejos del cuartel, al cual el Ejrcito deber regresar, una vez la Patria

    encaminada. Pero del colectivo se ha desprendido un miembro: Pern mismo. El permanececon nosotros, mezclado con la masa sufriente y dolorosa. La retransformacin del Ejrcito

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    en institucin particular es pues necesaria para que Pern asuma su nueva identidad. Ya noser ms en nombre del Ejrcito que actuar. El enunciador-lder ha construido suautonoma, porque la transmutacin se ha producido en su propia persona. Garante exclusivode la unificacin necesaria al restablecimiento de la nacionalidad, de aqu en adelante Pernser artfice y depositario nico del vnculo de la Revolucin con el pueblo. En esta operacin,se restablece la continuidad de la temporalidad a-histrica de la construccin de lanacionalidad: ese pueblo con el cual se mezcla, ese pueblo que Pern estrecha contra su

    corazn, es el mismo que, en 1810, se reuni frente al Cabildo para reclamar sus derechos.La operacin por medio de la cual Pern se proclama simple ciudadano, lo convierte enhroe de la Patria.

    Se comprende as la economa del modelo de la presencia y de la reciprocidad de la mirada:la mirada de Pern hacia el pueblo y desde el cuartel es la de un soldado que reconoce a lostrabajadores como argentinos. En esta mirada, Pern constata la inaceptable contradiccinentre el carcter de argentinos y la situacin en la que stos se encuentran. Bajo la mirada dePern, los trabajadores se descubren como argentinos. Al observar, a su vez, las acciones dePern, los trabajadores-argentinos reconocen en l a uno de los suyos: es la mirada de lostrabajadores la que transforma a Pern en el primer trabajador. En el punto imaginario decontacto entre las dos miradas se produce al mismo tiempo la doble transmutacin cuyo

    soporte, cuyo operador, es el cuerpo del lder: materializacin de la conjuncin as obtenidaentre Patria, Nacin, pueblo y trabajadores.

    Un lder poltico no es jams un personaje cristalizado, como si se tratara de una imagenesttica que, poseedora de un poder carismtico, concentrara, por razones depersonalidad, la fascinacin y la creencia de las masas. Abordar el problema del liderazgopoltico desde el punto de vista del dispositivo de la enunciacin, permite comprender que unlder no es otra cosa que un operador, extremadamente complejo, por el que pasan losmecanismos de construccin de una serie de relaciones fundamentales: del enunciador consus destinatarios, del enunciador con las entidades imaginarias que configuran el espaciopropio al discurso poltico. Comprender la especificidad de este nudo de relaciones es unacondicin indispensable para identificar la especificidad de los mecanismos a travs de los

    cuales, dentro de un movimiento poltico determinado, se genera la creencia y se obtiene laadhesin.

    NOTAS

    (De la pg. 27) (1) Cf. Prigogine, 1. y Stengers, 1., La nouvelle alliance, Pars, Gallimard, 1979.

    (2) Para una presentacin detallada de esta distincin, cf. Vern, E., Semiosis de lidologique et du pouvoir,Communications, Pars, Seuil, Nro. 28: pp 720 (1978). (Este artculo fue vertido al castellano en dosoportunidades: una regular traduccin del mismo apareci en la revista Contratexto de Lima; otra se public luegoen la revista Espacios de crtica y produccin, Nro. 1, diciembre 1984, Facultad de Filosofa y Letras, U.B.A., trad.de Juan Carlos Gorlier rev. por Mariana Podetti: Semiosis de lo ideolgico y del poder. N. del E.)