Vaticano II

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LA LITURGIA DEL CONCILIO VATICANO II Mario Borello G. sdb. LA CELEBRACION LITURGICA LITURGIA Y VIDA CRISTIANA El cristiano reproduce en sí mismo la imagen de Jesús. Jesús fue profeta, rey-servidor y sacerdote. También el cristiano en su vida realiza una misión profética, real y sacerdotal. Ejerce su sacerdocio especialmente a través de la celebración litúrgica. Podemos distinguir de una manera especial tres formas de oración: - la oración personal - la oración devocional y - la oración-celebración litúrgica. Jesús hacía oración personal: "De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar solitario" (Mr 1,35). El nos invita a que nosotros también oremos personalmente: "Tú cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio" (Mt 6,6). También es importante la oración devocional en grupo: "Esto les digo: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en 1

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LA LITURGIA DEL CONCILIO VATICANO II

Mario Borello G. sdb.

LA CELEBRACION LITURGICA

LITURGIA Y VIDA CRISTIANA

El cristiano reproduce en sí mismo la imagen de Jesús. Jesús fue profeta, rey-servidor y sacerdote. También el cristiano en su vida realiza una misión profética, real y sacerdotal. Ejerce su sacerdocio especialmente a través de la celebración litúrgica.

Podemos distinguir de una manera especial tres formas de oración:

- la oración personal- la oración devocional y- la oración-celebración litúrgica.

Jesús hacía oración personal: "De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar solitario" (Mr 1,35). El nos invita a que nosotros también oremos personalmente: "Tú cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí a solas contigo. Y tu Padre que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio" (Mt 6,6).

También es importante la oración devocional en grupo: "Esto les digo: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,19). Ejemplos de estos tipos de oraciones son el rezo del rosario en común, las novenas, las oraciones propias de una congregación, de un movimiento, la religiosidad popular, etc. El Concilio Vaticano II los llama "ejercicios piadosos" (SC 12).

La Liturgia es más que una oración, es más que un rezar: es celebración. Por eso la liturgia es acción, es drama, es puesta en escena, juego sagrado, juego dramático; no es rezo. Cada celebración litúrgica es una acción oficial de la Iglesia universal. No es solamente propia del grupo o comunidad que se reúne. Cuando una asamblea litúrgica celebra, lo hace siempre en nombre de toda la Iglesia universal y no solamente en nombre propio. Más aún, lo hace en nombre de toda la humanidad.

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Mientras la oración personal es totalmente subjetiva y se expresa en forma enteramente individual y según la situación espiritual y anímica de la persona, la celebración litúrgica es sumamente objetiva y no depende del estado espiritual y anímico de cada uno de los participantes. El valor de la oración litúrgica no proviene de cada persona, sino de Cristo, el verdadero sacerdote, y de la Iglesia, que con él celebra. La espiritualidad de cada uno es así arrollada por la fuerza del torrente de Cristo y su Esposa la Iglesia. Esto constituye un gran consuelo para los días en que nos sentimos enteramente desanimados. Dice san Ignacio de Antioquía: "Si tanta fuerza tiene la oración de cada uno en particular, ¿cuánto más la que se hace en unión con toda la Iglesia?" (Carta a los Efesios).

LITURGIAACCIÓN COMUNITARIA

La palabra liturgia viene del griego "Leiton Ergon": que quiere decir: "Leiton = comunitaria, y ergon = acción".

Por eso la liturgia es dinámica, es un drama con papeles, donde todos somos actores. Es la actividad por excelencia del Pueblo de Dios.

En la liturgia el verdadero sacerdote es Cristo, como lo dice el Concilio Vaticano II: "Cristo está siempre presente a su Iglesia sobre todo en la acción litúrgica... Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia... Así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro... Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (SC 7). Con Jesús actúa la Iglesia, es decir, nosotros por nuestra participación en el sacerdocio de Cristo.

Es importante tener presente que hay dos modos de participar del sacerdocio de Jesús: por medio del sacerdocio bautismal y por el sacerdocio ministerial (u ordenado). Este segundo está al servicio del primero; no es que sea mayor que el primero: su diferencia es cualitativa y no cuantitativa. Es como si me preguntara si son más importantes los pulmones o el corazón: son funciones diferentes, igualmente necesarias.

El sacerdocio bautismal fue precedido por el sacerdocio común del Pueblo de Dios del Primer Testamento. Leemos en el libro del Éxodo: “Ustedes serán para mí un Reino de Sacerdotes y una nación que me está consagrada” (Ex 19,6). San Pedro dice de los cristianos: “Todos ustedes son linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de aquel que los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pe 2,9). El Concilio Vaticano II, retoma este pensamiento diciendo: “Cristo, Señor de su pueblo, hizo un Reino y sacerdotes para Dios, su Padre. Los bautizados son consagrados por la regeneración (el Bautismo) y la unción del Espíritu Santo como sacerdocio santo... En virtud de su sacerdocio, concurren a la ofrenda de la eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el testimonio” (LG 10). José Aldazábal sdb. comenta: “Este sacramento común del pueblo bautizado, que había caído en un cierto olvido en la teología y en la espiritualidad eclesiales, ha sido resaltado sobre todo por el concilio, concretado en los libros litúrgicos y asumido explícitamente en el Catecismo”.

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En cuanto al Sacerdocio Ministerial, dice Aldazábal: “Dentro del pueblo sacerdotal, por medio del sacramento del Orden, surge el sacerdocio ministerial de los Obispos y los presbíteros, confiado por Cristo a los apóstoles y sus sucesores, y que está al servicio del primero, el sacerdocio común de todo el pueblo de Dios. Estos participan del sacerdocio de Cristo de un modo distinto, recibiendo el Espíritu que les hace actuar en “la persona de Cristo”, cabeza, para ser pastores de la comunidad con la palabra y la gracia de Dios”.

Las Acciones Litúrgicas

Las acciones litúrgicas tienen su origen en el mismo Jesús. Son las siguientes, con los respectivos libros litúrgicos que las contiene:

la eucaristía: el leccionario y el misal. los sacramentos: el ritual. la liturgia de las horas: el breviario. las celebraciones de la Palabra: la Biblia. las bendiciones: el bendicional. el año litúrgico, que santifica el tiempo: el leccionario,el misal y el

breviario.

LA PASTORAL LITÚRGICA DEL VATICANO II

Para comprender la renovación litúrgica, instaurada por el Concilio Vaticano II, es oportuno conocer cuál era la situación anterior. Vamos, entonces, a considerar brevemente cómo se vivía la liturgia durante la edad media y en el Concilio Tridentino.

EN LA EDAD MEDIA

En esta época de la historia la visión que se tenía de la realidad del universo era dualista. Es decir se le interpretaba como separado en dos mundos: algunos ejemplos: la tierra y el cielo; lo material y lo espiritual; el tiempo y la eternidad; el cuerpo y el alma; lo natural y lo sobrenatural; el mundo y la Iglesia; los laicos y el clero, etc. Es verdad que existen estas realidades; pero el dualismo consiste en que estas dobles realidades son vistas como separadas entre sí y como yuxtapuestas, sin que propiamente se integren. Además siempre hay una de las dos realidades que tiene mucho valor y la otra es despreciada.

Esta visión también influyó en la concepción de la liturgia. Se consideraba que el culto litúrgico era propio solamente del clero; a los laicos en cambio le correspondían los asuntos temporales. Por eso el templo estaba claramente dividido en dos partes separadas: el presbiterio y la nave. El presbiterio sobreelevado era para el clero; en cambio la nave en un nivel inferior era para los laicos. Una barandilla y a veces una reja, separaba la nave del presbiterio. Los

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sacerdotes celebraban la liturgia de espaldas a los laicos; se pensaba que éstos no eran sacramentalmente capacitados para realizar ningún acto litúrgico. Por esta razón los laicos se dedicaban a sus propios rezos, mientras los sacerdotes celebraban la liturgia: los laicos "asistían, oían la misa". La liturgia era en latín, porque esta lengua era considerada lengua sagrada, mientras que las demás lenguas se retenían como profanas. Había instrumentos y música que era sagrada, como el gregoriano; lo demás era profano. El tabernáculo, los cálices y demás utensilios litúrgicos no podían ser tocados por los laicos y debían cubrirse esmeradamente con algún velo, para no ser profanados. En resumen, la Iglesia y su liturgia era propiedad del clero; de los laicos era el mundo. Una consecuencia importante es que la liturgia se alejó siempre más de la vida y de la cultura del pueblo. La celebración llegó a ser tan elevada que era inalcanzable para el pueblo.

Otro aspecto importante que precedió y motivó el Concilio de Trento ha sido la grave decadencia de la Iglesia que duraba desde bastante tiempo. Cito del libro “San Juan Leonardi” de Alberto Comuzzi (Alfabeta Impresores, Santiago, 1998): “Eran enormes las diferencias existentes entre el alto clero –procedente de familias nobles- y el bajo clero. Frente a estos obispos riquísimos existía la mano de obra eclesiástica, ignorante, inmoral, sin convencimientos y que descuidaba el trabajo pastoral… Así mismo el decaimiento del fervor espiritual era bastante general en los conventos de la época…”.

Estos tristes acontecimientos, entre otros factores, intervinieron en el nacimiento del Protestantismo. Deteniéndonos solamente en lo que interesa a nuestro tema, señalamos lo siguiente: se produjo un dualismo en el pensamiento entre el Protestantismo y el Magisterio católico. Mientras el Protestantismo insistía en lo fundamental de la “fe” que se encuentra en la Palabra de Dios, entre los católicos se insistía en la enseñanza del Magisterio. Mientras el Protestantismo acentuaba el Sacerdocio bautismal de los fieles, el Magisterio insistía en el Sacerdocio ministerial. Y así otros aspectos.

Finalmente guiada por el Espíritu Santo la Iglesia católica reaccionó mediante el gran Concilio de Trento.

EL CONCILIO DE TRENTO (1545-1563)

El Concilio de Trento percibió el distanciarse progresivo de la Iglesia frente a la cultura. Con el nacimiento de las ciencias experimentales y los descubrimientos que se van haciendo, comienza a surgir la secularización; es decir la valoración de las cosas humanas y su autonomía de la Iglesia. Esto tendrá una gran expresión en la Revolución Francesa.

Para responder a todas estas situaciones, entre otras cosas, el Concilio de Trento estableció lo siguiente:

- que los Obispos debían absolutamente permanecer en sus Sedes Episcopales;- para superar la ignorancia del clero y de los religiosos se debían crear los Seminarios

y las casas de formación;- para los Párrocos se promulgó el “Catechismus ad Parrocos”;- para reforzar la educación religiosa del Pueblo de Dios se dio un gran impulso a la

catequesis, a la predicación, a las misiones populares, etc.Para la formación del clero, que en esa época era muy ignorante, estableció la creación de

los seminarios de formación eclesiástica. Para los párrocos ordenó la redacción del "Catechismus ad párrocos", a fin de que pudieran instruir a sus fieles.

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Pero todo esto sin relación con la liturgia. El tema de la liturgia no pudo ser tratado y por eso se confió al Papa el encargo de su revisión. San Pio V fue quien promulgó la reforma litúrgica. Para ordenar una liturgia tan dispar en todas las regiones, se fijó con normas muy estrictas y rígidas, del tal manera que se excluía toda creatividad. El culto entonces se estereotipa; se solemniza con un ceremonial rico en su lenguaje, en su estética y etiqueta cortesana y monárquica.

Este mundo litúrgico estaba muy lejos de la vida del laico. Por eso el pueblo de Dios que necesita rezar desarrolló su propia liturgia con las devociones, la religiosidad popular, las cofradías, los bailes religiosos, las peregrinaciones a los santuarios, las fiestas patronales; los meses devocionales sustituyeron al año litúrgico, etc.

EL CONCILIO VATICANO II

El Vaticano II hizo surgir en la Iglesia una nueva primavera de relaciones con Dios, con el mundo y entre los hombres. Señalamos particularmente los siguientes valores.

Hay una intensa búsqueda de integración entre fe y vida, entre Iglesia y mundo, entre lo humano y lo divino... se redescubre el valor de las culturas; se entiende mejor qué son "los signos de los tiempos"; en suma, se quiere superar definitivamente todo dualismo.

La Iglesia es enfocada, no ya desde el sacramento del orden, sino desde el bautismo. Como consecuencia se redescubre el sacerdocio de los fieles, que proviene del bautismo y se redescubre la vocación del laico en la Iglesia y en el mundo.

LA LITURGIA DEL VATICANO II

La liturgia del Vaticano II recogió los frutos de algunos movimientos que se estaban gestando desde varias décadas. Se trata del movimiento bíblico y del movimiento litúrgico, que habían tenido un gran propulsor en el papa san Pio X, quien permitió la traducción de la Biblia a las lenguas modernas y el uso del "misalito" bilingüe para los laicos. También influyó el impulso que los Papas Pio XI y Pio XII le dieron a la Acción Católica, que despertó al laicado con una nueva conciencia de Iglesia y de "participación" en su misión en el mundo.

Como consecuencia de todo lo anterior el Vaticano II logró una nueva concepción de liturgia. Ante todo podemos señalar que se pasa del simple concepto de culto, al concepto de celebración.

El culto es el acto de religión, con que el hombre se dirige a Dios. En él la iniciativa es del hombre. El culto es el cumplimiento de una justicia para con Dios: darle a Dios lo que se le debe como criaturas.

La celebración litúrgica, en cambio, no es sólo culto y menos una ceremonia; sino, como dice la misma palabra, es celebrar los acontecimientos salvíficos de Dios con el Hombre. La iniciativa primera es de Dios que salva en la historia y en la vida humana. La liturgia está profundamente inserta en la vida y en la historia. En ella no hay dualismo de fe y vida: lo que se celebra son los acontecimientos de la historia salvadora, cuyos actores son Dios y el Hombre. La liturgia ya no es sólo propiedad del clero, sino que es una acción de toda la Iglesia y por ella de toda la humanidad entera, que es salvada.

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EL PRINCIPIO PASTORAL

DE LA RENOVACIÓN LITÚRGICA

Es a partir de estas ideas que nace el gran principio pastoral de la Liturgia del Vaticano II: la PARTICIPACIÓN. Todo el Pueblo de Dios es actor en la liturgia. No solamente el clero. Cada uno tendrá roles diferentes, pero ha desaparecido el dualismo: el sacerdocio bautismal y el sacerdocio ministerial estarán uno para el otro, en complementariedad de acción. Quien celebra en la liturgia es la Asamblea; el presbítero la preside.

Leamos algunas citas del mismo Concilio en la Constitución Sacrosanctum Concilium:

- "...participen en ella consciente, activa y fructuosamente" (SC 11).- "...participación plena, consciente y activa" (SC 14).- "...fomentar la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y

externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa" (SC 19).

- "...que el Pueblo comprenda fácilmente el significado de los ritos, para una participación plena, activa y comunitaria" (SC 21).

- "...presencia y participación activa de los fieles" (SC 27). - "...Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del Pueblo, las

respuesta, la salmodia, las antífonas, los cantos, también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese también a su debido tiempo, el silencio sagrado" (SC 30).

- "En la revisión de los libros litúrgicos téngase muy en cuenta que en las rúbricas esté prevista también la "participación de los fieles" (SC 31).

- "La Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos". (SC 48).

PARA LOGRAR LA PARTICIPACIÓN

Ciertamente son muchos los medios que habrá que implementar para lograr una plena, consciente y activa participación en la liturgia. Aquí nos detendremos especialmente en dos medios que son de la mayor importancia: el templo y el equipo litúrgico.

EL LUGAR DE LA ASAMBLEA

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"Dios no habita en templos hechos por manos de hombres",declara san Pablo a los atenienses (Hech 17,24). El templo nuevo es el cuerpo de Cristo resucitado en donde se celebra la historia salvadora "en espíritu y verdad" (J 4,22). Cristo está presente "donde hay dos o tres reunidos en mi nombre" (Mt 18,20).

Por consiguiente, no hay ya lugar sagrado, lugar santo, en el sentido pagano e incluso en el sentido del Primer Testamento. Si podemos decir que la iglesia es un lugar santo o sagrado, es solamente en relación con la Asamblea que allí celebra, "nación santa", como dice la primera carta de Pedro.

Así cuando se construye una iglesia, el paso que se sigue, es lo contrario del paso que seguían los paganos. No se trata ahora de delimitar un perímetro sagrado y tabú para encerrar allí a la divinidad. Se trata más simplemente, más humanamente, de tener un lugar donde reunirse y celebrar. Eso es la iglesia. Útil para celebrar, tiene que adaptarse a la Asamblea, y no al revés.

Citemos la Introducción al misal:

257. El pueblo de Dios, que se congrega para la misa, lleva en sí una coherente ordenación que se expresa en la diversidad de ministerios y de acción... Por consiguiente, la disposición general del edificio conviene que se haga de tal manera que sea como una imagen de la asamblea reunida...

273. Esté bien estudiado el lugar reservado a los fieles, de modo que les permita participar con la vista y con el espíritu en las sagradas celebraciones...

En las celebraciones litúrgicas la Asamblea necesita tres importantes puntos de referencia: el ambón de la Palabra de Dios, el altar de la eucaristía y la sede del presidente de la Asamblea.

Estos tres lugares expresan las tres características de Jesús y su Iglesia: Jesús es profeta (el ambón), Jesús es sacerdote (el altar), Jesús es rey (el lugar de la presidencia).

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Es de lamentar que, por desconocimiento de la teología litúrgica, en algunas iglesias se haya introducido la costumbre de colocar un segundo ambón. Esto hace perder el sentido de la centralidad de la Palabra de Dios. En la iglesia hay un solo anuncio, un sola predicación de la única Palabra de Dios.

En la Introducción General al Misal Romano se dice que En el cumplimiento de su oficio el Monitor ocupa un lugar adecuado ante los fieles, fuera del presbiterio, pero no es muy conveniente que suba al ambón" (N 68). En el n 272 dice: Desde el ambón se proclaman las lecturas, el salmo responsorial y el pregón pascual; pueden también tenerse desde él la homilía y la oración universal. No es conveniente que ocupen el ambón el monitor, el cantor o el director del coro.

El altar es ciertamente el punto central de un templo. Hacia él convergen todos los elementos. Especialmente hay que tratar que la asamblea se sienta como rodeando el altar. Por eso al construir una iglesia hay que preferir las formas en las que el altar está en el centro y la asamblea lo rodea. San Juan Crisóstomo dice lo siguiente: "La mesa está situada en medio, cual una fuente, para que los rebaños acudan a la fuente desde todo lugar y beban de sus aguas salvadoras" (Catequesis mistagógica, 3,24-27).

Además de estos lugares fundamentales, también se necesitan otras prolongaciones y espacios particulares. El tabernáculo para la conservación de Jesús eucaristía, para los enfermos y para la adoración personal: en un lugar que favorezca el recogimiento y la adoración: no en el centro; la credencia para las ofrendas de la Asamblea: su lugar es el de la asamblea misma; el baptisterio; y finalmente conviene que en la iglesia haya otros espacios destinados a la devoción a la Virgen María o a algún Santo.

EL EQUIPO LITURGICO

Una verdadera participación litúrgica se realiza organizando en cada comunidad el Equipo Litúrgico, compuesto por un buen número de fieles: hombres, mujeres, jóvenes y niños.

Los servicios del Equipo Litúrgico se pueden organizar de esta manera:

- servicio del templo- servicio de la Asamblea- servicio de la animación- servicio de la Palabra- servicio del altar.

Explicamos cada uno de estos servicios en particular.

SERVICIO DEL TEMPLO

Jesús en la Ultima Cena dijo: "Les voy a preparar un lugar" (J 14,2). Los servidores del templo preparan el lugar para sus hermanos, de la misma manera que lo hace Jesús. El templo es

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la casa donde se reúne la Familia del Padre.Lo primero es el aseo del templo, de los muebles, de los objetos: manteles, albas,

ornamentos...Según los tiempos litúrgicos habrá que preocuparse del adorno.Atender al alumbrado, a la acústica, como la música de fondo para crear un clima

ambiental. Tocar la campana.Responsabilizarse de la catequesis visual sobre la misa, el tiempo litúrgico y la educación

litúrgica con dibujos o textos cortos a la entrada del templo.Confeccionar el cuadro de avisos, propaganda o publicidad.Organizar un servicio de prensa a la salida: Biblias, revistas, libros de oración o de

espiritualidad... En fin la atención de la sacristía.

SERVICIO DE LA ASAMBLEA

Atender a la Asamblea es servir a Cristo en sus hermanos. Lo hacemos con los mismos sentimientos de Jesús que nos introduce en la casa del Padre. Si este oficio parece a los ojos humanos lo mismo que aquel que ejercen los acomodadores de los teatros, sin embargo es otra cosa a los ojos de Dios y de la fe.

Los servicios principales pueden ser los siguientes:

- acogida a la entrada del templo: este contacto previo favorece mucho el ambiente comunitario;- acompañamiento de los fieles más cerca del altar;- atender especialmente a los ancianos;- acogida de los que llegan atrasados: evitar que circulen durante la liturgia de la Palabra y la homilía;- campaña de puntualidad por carteles, letreros, avisos...- distribución de hojas y folletos;- organización de la procesión de ofrendas;- organización de la colecta;- organización de la procesión de comunión, si hay aglomeración;- avisos parroquiales al final de la misa: no conviene que lo haga el que preside, especialmente si se trata de dinero;- convivencia a la salida del templo.

SERVICIO DE LA ANIMACIÓN

1. EL MINISTERIO DEL MONITOR

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Es un servidor, animador de la Asamblea. Su función es ubicarla en lo que se está celebrando o haciendo en ese determinado momento.

Sus intervenciones no son una mistagogía, es decir, una introducción al misterio. Esta está reservada al que preside. Tampoco deben ser una exhortación moral a la Asamblea. Nunca se dirige al Señor con invocaciones u oraciones, sino siempre se dirige a la Asamblea a la cual sirve.

Introduce los cantos, los textos, da indicaciones sobre las posturas, etc.Sus intervenciones son breves. En su actuación evita acaparar la atención y eclipsar al

que preside, el cual es el verdadero animador y guía de la Asamblea.Debe considerarse como uno de la Asamblea y no un pastor que conduce o indica el

camino o enseña. Desempeñará su rol con humildad y como un servicio. El tono de su voz será sugerente y tranquilo y no como el de quien manda. Evitará expresiones como: "Los invito a...".

Recuerde que el ambón es exclusivamente el lugar de la proclamación de la Palabra de Dios, como indica el Misal en la Introducción (n. 68 y 272). Por lo tanto se colocará en un lugar adecuado, usando otro micrófono, por ej., junto con los músicos y el coro.

Cuando la Asamblea canta o reza evita que se oiga su propia voz desde el micrófono. El rol primordial lo tiene la Asamblea: a ésta se debe oír.

2. EL MAESTRO DE MUSICA, LOS CANTORES Y LOS INSTRUMENTISTAS

El canto y la música son muy importantes en la liturgia. Dice el Vaticano II: "El canto sagrado constituye una parte necesaria e integral de la liturgia. La finalidad de la música sacra es la gloria de Dios y la santificación de los fieles" (SC 112).

El responsable de este ministerio es el Maestro de música, que deberá preocuparse de la Asamblea, del coro y de los instrumentistas.

Su misión es formar el sentido de oración de la música, cuidar la buena ejecución y enriquecer el repertorio. Se preocupa que se hagan los ensayos.

Para ensayar cantos con la Asamblea se pueden aprovechar los cinco minutos que preceden a la celebración, cuando ya se ha reunido un determinado número de fieles. Se puede acudir a diferentes recursos:

- el maestro canta una frase y la hace repetir a la Asamblea;- se prepara el coro y la Asamblea trata de unirse a él;- se pone un casete grabado y la Asamblea se une al canto.

El maestro tendrá presente que la celebración no es un concierto en detrimento de la participación de la Asamblea. Esto no quita que en ciertos momentos cante sólo el coro, por ej., durante la comunión, después que cantó la Asamblea. También se pueden ejecutar solos. Pero lo

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principal será siempre el canto de la Asamblea y todo estará al servicio de ella y no, para que un coro especial se luzca.

Tiene presente que los cantos litúrgicos no son todos iguales: por ej., el canto de entrada será más movido, que el canto de comunión. La letra de los cantos deben corresponder a los tiempos litúrgicos, a la fiesta que se celebra y al momento de la celebración misma. Da importancia a las aclamaciones: frases breves cantadas como, por ej., después del evangelio, después de la consagración...

Nadie debe cantar desde el ambón de la Palabra de Dios (IGMR 272); solamente se canta el salmo responsorial, porque es también Palabra de Dios.

Cuida que nadie cante desde el micrófono, cuando se debe oír la voz de la Asamblea: esta voz no va cubierta por un cantor.

SERVICIO DE LA PALABRA DE DIOS

1. EL MINISTERIO DE LOS LECTORES

“El Lector ha sido instituido para presentar las lecturas de la Sagrada Escritura, excepto el evangelio... Para que los fieles lleguen a adquirir una estima viva de la Sagrada Escritura es necesario que los Lectores sean de veras aptos y estén diligentemente preparados" (IGMR 66). Nos alegramos cuando podemos servir como Lectores y desempeñamos nuestro oficio con santo respeto.

No todas las personas tienen cualidades para una buena proclamación de la Palabra, por tanto cada comunidad elegirá a las personas que mejor puedan desempeñar este servicio, con un mínimum de formación.

El Lector proclama la Palabra, no es suficiente que la lea. Tomará en cuenta los diferentes géneros literarios de los textos bíblicos. Se proclama "a" la Asamblea y no "delante de" la Asamblea.

Lo que no se comprende, no se puede proclamar, por tanto hace falta prepararse de antemano; observar la puntuación; leer con lentitud; hacer pausas para que la Asamblea pueda asimilar las frases: generalmente los Lectores leen muy rápido. No comienza a leer hasta que la Asamblea no se haya sentado cómodamente y se haya producido el silencio de escucha.

Antes de comenzar a proclamar la lectura y después de cada inciso, es bueno mirar a la Asamblea, como lo hace el locutor de la TV. Pero hay que hacerlo sin orgullo, sin distraerse, con naturalidad, porque en ese momento se es instrumento de Dios.

No se escucha a un Lector sólo con el oído, sino también con la vista. Por tanto hay que cuidar el modo de andar, la postura, la posición de las manos, el libro y la vestidura.

2. EL MINISTERIO DE LOS SALMISTAS

El ministerio del Salmista consiste en transformar en oración la Palabra, preceder y dialogar la oración con la Asamblea. Su modo de ser y el tono de la voz serán de invitación a la plegaria.

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Sus actuaciones principales se realizan en el acto penitencial, orando los tropos; entonar el Gloria, o dialogarlo con la Asamblea, si así se prefiere (no corresponde al presidente dialogarlo con la Asamblea); muy particularmente le corresponde el salmo responsorial, las secuencias, el versículo aleluyático; las peticiones de la oración universal, si no hay otras personas que las hagan; el "Cordero de Dios", cuando no se canta; eventualmente la antífona de la comunión (aún la antífona de entrada, cuando no hay canto); y, en general, todas las veces que haya que dirigir la oración de la Asamblea, y que no le corresponda al que preside.

A veces es oportuno que sean dos los Salmistas, cuando se quiera un diálogo mayor; esto sucede especialmente en la Liturgia de las Horas. Tiene cuidado de no orar por el micrófono, tapando la voz de la Asamblea.

SERVICIO DEL ALTAR

EL MINISTERIO DE LOS ACOLITOS

Los Acólitos "ejerzan su oficio con la sincera piedad y el orden que conviene a tan gran ministerio y les exige con razón el Pueblo de Dios" (SC 29).

Es natural que los Acólitos atraigan las miradas de la Asamblea: su servicio comprometido y su recogimiento pueden ser una gran ayuda para la oración de la Asamblea. Al contrario llegan a ser ocasión de distracción.

Ellos son representantes de la Asamblea por lo tanto se juntan a ella en su oración, respuestas y aclamaciones.

Su ministerio es el servicio del altar. Estarán atentos a todas las necesidades del que preside, para que tenga los libros, que necesita; que estén los asientos para todos en el presbiterio; se preocupan del uso del micrófono; cuidan la preparación del altar, de las ofrendas; sirven a la comunión y al lavado del cáliz; y muchos detalles que implican atención y cuidado.

Los Acólitos son los portadores de los símbolos: la cruz procesional, la luz, el leccionario, el pan y el vino, y son acompañantes de las personas: preceden al Pueblo de Dios en las procesiones.

Mientras sirven a Cristo en las celebraciones, lo sirven también en los hermanos fuera de ellas.

Por ser un ministerio maravilloso, es bueno que haya participación de muchos, que tengan condiciones para ello: un domingo podrán acolitar los adultos, otro domingo los jóvenes, otro los niños, que ya hayan sido admitidos a la comunión. Por ser un ministerio que no pertenece al orden sagrado, no hay que excluir a la mujer. En 1994 la Sede Apostólica dijo que en el ministerio litúrgico no hay que hacer discriminación entre el hombre y la mujer. Ver Revista SERVICIO nº 185, julio de 1994, pág. 6: “Una interpretación oficial de la Comisión Pontificia para la Interpretación del Derecho Canónico, en fecha del 15 de marzo de 1994 reconoce que la palabra ‘laicos’ del canon 230, párrafo 2, designa tanto al varón como a la mujer. La funciones litúrgicas pueden ser confiadas a laicos hombres o mujeres. Fue confirmado por el Santo Padre”.

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A menudo ellas son ministros de la comunión a los enfermos y este ministerio es propio del acólito. En el orden humano servir a la mesa es muy propio de la mujer: Marta servía a Jesús: "Lo invitaron a una cena, mientras Marta servía..." (J 12,2). San Lucas refiere las palabras de Jesús: "Marta, Marta, tú te inquietas y te preocupas por muchas cosas..." (Lc 10,41).

Los demás servicio del altar los desempeñan el Diácono, los Concelebrantes y el que preside, Presbítero u Obispo.

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