Varios - Sobre La Historia de Las Intervenciones Armadas Norteamericanas

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  • Sobre la historia de las

    intervenciones armadas norte-

    americanas

    EDITORIAL PROGRESO

    MOSC

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    1Traducido por M. Ciutat

    Consejo de redaccin

    A. Glinkin, I. Grigulvich, I. Kumarin,

    I. Mints, A. Narochnitski, E. Rovnskaya

    Editorial Progreso, 1984

    Impreso en la URSS

    84-12984-014(01)

    311-0506000000

    1 La redaccin de la traduccin fue corregida por el escaneador. La paginacin no

    coincide con la original.

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    PREFACIO

    A los estadistas estadounidenses les agrada representar el pa-pel de pacificadores, moralizadores y guardianes de la justicia y el respeto en los asuntos internacionales; sin embargo, sus ac-ciones se encuentran en flagrante contradiccin con su verbo-rrea. Qu vale, por ejemplo, la afirmacin del presidente de los EE.UU., R. Reagan, en la segunda sesin especial de la Asam-blea General de la ONU sobre el desarme, de que los Estados Unidos nunca han sido agresores!

    De prestar odos a los representantes del establishment norte-americano, podra parecer que los Estados Unidos han sido la potencia ms adicta a la paz en la historia de la humanidad, que jams han agredido a nadie y que siempre han actuado en bien de los dems.

    Cul es el cuadro de la poltica estadounidense en realidad? Segn aseveraciones de la propia prensa norteamericana, en sus aos de existencia, los EE.UU. han realizado ms de 200 agre-siones armadas contra otros pueblos. Segn datos de la funda-cin norteamericana Brookings Institution, slo de 1946 a fines de 1981, los EE.UU. emplearon la fuerza armada en apoyo a sus fines de poltica exterior y estrategia militar 250 veces, recu-rriendo reiteradamente a la amenaza del empleo del arma nucle-ar.

    1 Los dueos de los destinos de los EE.UU. afirman en la ac-

    tualidad que slo a causa de los manejos del comunismo mun-dial y la cacareada amenaza sovitica los EE.UU. intensifican la carrera armamentista y tienen soldados en tantos puntos del globo terrqueo; sin embargo, los EE.UU. libraban guerras de rapia en Amrica Latina y el Oriente mucho antes de aparecer la URSS en el mapamundi. Enviaron muchas veces sus tropas a Mxico, arrebatando a este pas ms de la mitad de su territorio, ocuparon Cuba en 1898, convirtieron a Puerto Rico en su colo-nia. En el hemisferio oriental, corrieron la misma suerte las Fili-

    1 Revista: EE.UU. Economa. Poltica. Ideologa, 1981, N. 5, p. 112-118.

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    pinas. Ya antes de la Primera Guerra Mundial, los EE.UU. inter-vinieron reiteradas veces en Hait, la Repblica Dominicana, Ni-caragua y otros pases de Amrica Latina.

    Tras el triunfo de la primera revolucin socialista en octubre de 1917, los EE.UU. enviaron sus tropas a la Rusia Sovitica. Entre las dos guerras mundiales, los EE.UU. implantaron en Amrica Latina a dictadores gorilas a su gusto, aplastando con su ayuda todo intento de los pueblos de defender su independen-cia. Por indicacin directa de Washington, fueron asesinados los jefes campesinos mexicanos Emiliano Zapata y Pancho Villa, el general Augusto Csar Sandino en Nicaragua, los luchadores contra el imperialismo Farabundo Mart en El Salvador, Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras en Cuba, y otros muchos pa-triotas.

    Despus de la Segunda Guerra Mundial, los apetitos de los EE.UU. tomaron carcter global. Comenzaron a intervenir en los asuntos de todas las regiones del mundo. China, Corea, Viet-nam, los pases del Oriente Prximo y frica fueron objeto de sus agresiones directas o indirectas. Impusieron el Pacto Atlnti-co a Europa Occidental. Con ayuda de pactos defensivos, han tratado de atar a Amrica Latina a su carruaje militar. Los EE.UU. se inmiscuyen en los asuntos internos de la comunidad socialista, amenazando con el boicot econmico y no respetando los acuerdos firmados anteriormente con la Unin Sovitica.

    El estudio de la poltica exterior estadounidense muestra que a lo largo de los 200 aos de historia de los Estados Unidos, la estrategia poltica de los crculos dirigentes norteamericanos en el exterior se ha basado en dos postulados bsicos: 1) la fuerza militar es el medio fundamental de resolver los problemas inter-nacionales y 2) los EE.UU. no son un pas cualquiera sino exclu-sivo, destinado (Manifest Destiny) a la misin civilizadora de llevar a los dems pueblos el american way of life.

    Desde el comienzo de nuestro desarrollo como nacin haca constar el diario norteamericano The New York Daily News el 31 de marzo de 1981, se observa el camino trazado por medio de la fuerza y los tiros hacia las fronteras del oeste (la usurpacin de las tierras mexicanas); sin embargo, hoy nos con-sideramos una nacin de la ley y el orden. No, seguimos siendo fruto de aquella poca.

    Siguiendo ese mismo camino, los EE.UU. intentaron ante todo subyugar a los pueblos del hemisferio occidental, y luego desplazaron su atencin hacia otros continentes. En un reciente

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    pasado, sostuvieron la guerra contra los pueblos de Indochina, anegando en sangre, quemando con napalm e intoxicando con venenos la tierra pacfica de Vietnam, Laos y Kampuchea. Aho-ra el gobierno estadounidense, adems de estimular al agresor is-rael a cometer crmenes sangrientos en el Lbano, ha introduci-do en este pas sus efectivos militares (los marines), sometiendo a caoneo la capital libanesa. Las tropas de Tel-Aviv, que ex-terminan a los palestinos y los libaneses, estn equipadas con armas norteamericanas. Los sionistas cometen sus crmenes y practican el genocidio en las tierras rabes con la bendicin de Washington.

    El golpe militar fascista en Chile, las decenas de miles de muertos en El Salvador y Guatemala, el bloqueo a Cuba, el fi-nanciamiento, el apertrechamiento y la tutela a los asesinos so-mocistas en Nicaragua, el apoyo al rgimen racista en la RSA, y la complicidad fctica con Londres en la guerra colonialista de Inglaterra contra Argentina en el Atlntico Sur, son respaldados por la poltica de los EE.UU., encaminada a apoyar los regme-nes ms reaccionarios y a establecer la hegemona norteamerica-na en los asuntos internacionales.

    Las fuerzas agresivas del imperialismo estadounidense apro-vechan todos los medios para romper el equilibrio estratgico militar existente en el mundo y obtener la posibilidad de dictar su voluntad a otros pases. Una prueba de ello es, por ejemplo, la campaa hostil antisovitica montada en los EE.UU. en torno al mito de la amenaza militar del Este. Esta mentira elevada a la categora de poltica oficial est dirigida a facilitar a los EE.UU. el fomento de una carrera armamentista que conduce al incre-mento del peligro de una nueva guerra mundial. En los ltimos aos, en el perodo de la administracin Reagan, esta poltica se ha hecho especialmente peligrosa para los destinos de los pue-blos del mundo.

    El presupuesto militar de los EE.UU. en 1982 alcanz la ci-fra astronmica de 208 600 millones de dlares, y en 1986 lle-gar a 327 700 millones de dlares. Los EE.UU. cuentan hoy con 2 500 bases militares situadas en 114 pases del mundo, en las que se encuentra medio milln de soldados norteamericanos. Los ocanos Pacfico, Atlntico e ndico, el Mar Mediterrneo, el Golfo Prsico y los Mares del Sur son surcados por escuadras y submarinos militares norteamericanos dotados de los medios ms modernos de exterminio en masa. Centenares de aviones con mortferas armas nucleares a bordo, despegan diariamente

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    de sus aeropuertos. Los EE.UU. producen oficialmente sustan-cias qumicas txicas en enormes cantidades, pretenden imponer a sus aliados europeos una nueva generacin de cohetes nuclea-res, amenazan con emplear el cosmos con fines militares, y hablan irresponsablemente de la guerra nuclear limitada, que abarcar supuestamente slo a Europa, aunque es claro para todo el mundo, que donde sea que estalle la tromba nuclear, pro-vocar inevitablemente la catstrofe general.

    En los ltimos aos, los EE.UU. procuran asimismo cometer sus actos agresivos con manos ajenas, azuzando a unos pases contra otros, exacerbando y haciendo llegar a lmites peligrosos los conflictos locales, con tal de servirse de ellos para ocupar nuevas posiciones estratgicas y cercar an ms a la Unin So-vitica y otros pases socialistas con el cinturn de sus bases mi-litares. A este propsito sirve igualmente el comercio de arma-mentos. Slo durante el decenio 1970-1980, los EE.UU. vendie-ron a 131 pases, pertrechos militares por una suma de 123 500 millones de dlares, de ellos 47 700 millones a los pases de Oriente Prximo, principalmente a Israel y Egipto. La exporta-cin anual de armas de los EE.UU. ha crecido de 4 300 millones de dlares en 1970 a 20 000 millones de dlares en 1981.

    1

    Los peligrosos pasos de los crculos gobernantes de los EE.UU., que empujan al mundo a la catstrofe nuclear, provocan por doquier una creciente preocupacin y la indignacin de los pueblos. En los propios EE.UU., personalidades pblicas y ecle-sisticas, conocidos polticos y diplomticos critican la poltica aventurera de confrontacin que no cuenta con la situacin real en el mundo. Por su parte, la Unin Sovitica siempre ha pro-puesto con empeo y conviccin a los Estados Unidos, iniciar negociaciones y ponerse de acuerdo sobre una base recproca-mente aceptable, respecto al cese de la demencial carrera arma-mentista y el paso al desarme.

    En su intervencin en el acto solemne dedicado al 60 aniver-sario de la URSS el 21 de diciembre de 1982 en el Palacio de los Congresos del Kremlin, Yu. V. Andrpov, secretario general del CC del PCUS, dijo: Estamos por una colaboracin amplia y fructfera entre todos los pueblos del planeta, sin imposiciones ni injerencias en sus asuntos, para su provecho mutuo y en benefi-cio de toda la humanidad.2

    1 Granma, La Habana, 3 de agosto de 1982.

    2 Yu. Andrpov. Sesenta Aniversario de la Unin de Repblicas Socialistas So-

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    Los materiales publicados en esta recopilacin, cuyos auto-res son conocidos cientficos soviticos historiadores y espe-cialistas en asuntos internacionales, muestran con elocuencia que el rumbo agresivo de los EE.UU. no es nuevo, fue aplicado ya antes por los crculos gobernantes de este pas. Basndose en slidos materiales documentales, los autores estudian la historia de las intervenciones armadas norteamericanas en diferentes pa-ses. Se analiza la intervencin de los EE.UU. en la Rusia Sovi-tica de 1918 a 1920, la poltica agresiva estadounidense despus de la Segunda Guerra Mundial en el Oriente Prximo y en Indo-china. La parte fundamental del libro est dedicada a la poltica de los EE.UU. en Amrica Latina. La atencin particular presta-da al continente latinoamericano se debe a que esta inmensa re-gin siempre ha sido considerada por los crculos gobernantes de los EE.UU. como zona de los intereses norteamericanos. All precisamente los EE.UU. aplicaron por primera vez la poltica del gran garrote, desembarcando sus tropas en territorios de Es-tados soberanos e implantando regmenes pro norteamericanos. All precisamente se prob la diplomacia del dlar aplicada luego en otras partes del mundo.

    El auge del movimiento de liberacin en Amrica Latina en los ltimos decenios, la construccin del socialismo en Cuba, y el triunfo de una revolucin popular en Nicaragua, intensificaron la agresividad de los crculos imperialistas estadounidenses en el hemisferio occidental. Se fomenta una campaa de subversin contra la Repblica soberana de Cuba que persigue obligar a la direccin cubana a renunciar a las transformaciones revoluciona-rias en el pas. Se hace realidad la intervencin armada en la Ni-caragua revolucionaria por mercenarios reclutados por los EE.UU. entre la escoria somocista expulsada del pas por el pue-blo.

    Pero la poltica agresiva imperialista de los crculos gober-nantes de los EE.UU. no hace sino aumentar la cohesin de las fuerzas progresistas y democrticas de Amrica Latina.

    En octubre de 1983, los Estados Unidos agredieron a mano armada a Granada, pequeo Estado caribeo. En su Declaracin, la Agencia Telegrfica de la Unin Sovitica seala que con sus actos contra Granada, el Gobierno de los Estados Unidos pone al descubierto su desprecio absoluto hacia las normas del Derecho Internacional universalmente aceptadas, y pisotea los

    viticas. Mosc, 1982, p. 27.

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    elevados principios de la Carta de la Organizacin de las Nacio-nes Unidas. Es una prueba manifiesta de que, en aras del logro de sus objetivos expansionistas, Washington se propone no hacer caso del derecho de los pueblos al desarrollo independien-te y lanza un reto abierto e insolente a la voluntad de los pueblos y a la opinin pblica mundial.1

    La experiencia de la historia de las intervenciones armadas de los EE.UU., de las que se habla en el presente trabajo, mues-tra que en las nuevas condiciones creadas actualmente en la pa-lestra internacional, los intentos de los Estados Unidos de volver a la poltica del gran garrote estn condenados al fracaso. En el libro no se han reflejado todos, ni siquiera la mayora de estos actos agresivos de los EE.UU. Para ello se necesitaran muchos volmenes. Tampoco se ha prestado espacio a las agresiones si-colgicas y econmicas de los EE.UU. contra los regmenes in-deseados, a todo tipo de bloqueos y sanciones, a las campaas propagandsticas agresivas, a las acciones de los boinas verdes y los mercenarios, a la poltica de la guerra fra fomentada desde Washington y a otras acciones adversas a la causa de la paz y el progreso social.

    Nuestra tarea era mostrar ante todo, las fuentes del origen de la poltica exterior agresiva de los Estados Unidos en diversos pases y en diferentes perodos. Es al mismo tiempo, la historia del fracaso de los designios estratgicos de los crculos gober-nantes estadounidenses orientados a mantener a los pueblos bajo la esfera del dominio imperialista, del fracaso de la poltica de amenazas e intervenciones, de desencadenamiento de nuevas guerras antipopulares y de puesta en prctica de concepciones poltico militares inhumanas.

    1 Pravda, 27.X.1983.

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    PARTE I __________________________________________________

    V. SELIVNOV

    LAS ETAPAS DE LA EXPANSIN

    EN AMRICA LATINA

    El 4 de julio de 1776 el pueblo norteamericano aprob la

    Declaracin de Independencia, que confirmaba el derecho natu-ral de cada pueblo a decidir por s mismo su propio destino; sin embargo, la poltica posterior de los EE.UU. en el extranjero, ha estado dirigida a dominar a otros pueblos. Ello se ha manifesta-do con fuerza especial en los pases de Amrica Latina.

    Las premisas del expansionismo continental de los EE.UU. fueron creadas ya en las guerras contra los indios indgenas, en los intentos de la burguesa del norte de los EE.UU. de ocupar Canad, y las reclamaciones de los latifundistas del sur de am-pliar el territorio del joven pas a costa de sus vecinos. Las ten-dencias expansionistas de los crculos gobernantes de los EE.UU., madurando y tomando vigor a ritmo acelerado, se diri-gieron a los territorios situados al sur de los EE.UU. Es sintom-tico que incluso el propio nombre que dio la Convencin Consti-tuyente a la nueva repblica burguesa Los Estados Unidos de Amrica subrayaba significativamente las pretensiones pa-namericanas del joven Estado, su aspiracin a desempear un papel dominante en todo el continente americano. William Fos-ter, estudioso de la historia poltica del Continente Americano, seal que ningn otro pas del hemisferio occidental ha pre-tendido alguna vez monopolizar el trmino Amrica.1

    A comienzos del siglo XIX, la contradiccin entre los prin-cipios humanistas y democrticos proclamados por los dirigentes de los EE.UU. y la prctica de la poltica exterior del primer Es-tado capitalista de Amrica, llev de hecho definitivamente a la renuncia a las tradiciones liberadoras de la revolucin. Hasta la doctrina del Derecho natural de todo pueblo a decidir su propio destino uno de los fundamentos de la Declaracin de In-dependencia lleg a interpretarse de modo que justificara pre-

    1 W. Foster. Outline Political History of the Americas. New York, 1951, p. 205.

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    suntamente como natural el expansionismo norteamericano. Este fue el pretexto que emple el presidente Jefferson para ar-gumentar las pretensiones de los EE.UU. al territorio de Luisia-na, cuando aprovechando las guerras napolenicas en Europa, los EE.UU. compraron a Francia en 1803 a nfimo precio estas extensas y frtiles tierras. En 1811, no conformes con la Luisia-na, los EE.UU. conquistaron la Florida, que perteneca a Espaa. Al pasar unos aos, el secretario de Estado norteamericano y fu-turo presidente, John Adams, justificando las anexiones realiza-das y las prximas a realizar de los territorios aledaos a los EE.UU., declar que el mundo se deba ir acostumbrando a la idea de que el continente norteamericano era propiedad de los Estados Unidos de Amrica.

    1

    El 2 de diciembre de 1823 en un mensaje del presidente Ja-mes Monroe al Congreso, fue proclamada la famosa Doctrina Monroe, en la que se expresaban sin ambages, las pretensiones estadounidenses a la hegemona en todo el hemisferio occi-dental, incluyendo Amrica del Sur y Amrica Central. La histo-riografa norteamericana desde hace mucho, interpreta de mane-ra deforme la Doctrina Monroe, afirmando que esta supona so-lamente el compromiso de los EE.UU. de intervenir contra los pases de la Santa Alianza en caso de que estos intentaran ahogar por la fuerza el movimiento de liberacin en Amrica Latina, y que el propio hecho de la proclamacin de la Doctrina vino a evitar la intervencin de los monarcas europeos en el continente, asegurando la independencia de los pueblos latinoamericanos.

    En realidad la Doctrina Monroe reflejaba las tendencias ex-pansionistas de los crculos gobernantes estadounidenses, intere-sados en poner fin a la influencia de las potencias europeas en el hemisferio occidental y abrirse paso hacia el sur. La situacin en el continente era propicia para sus designios.

    El primer cuarto del siglo XIX estuvo signado por la guerra cruenta y tenaz de los pases latinoamericanos que luchaban por independizarse de los colonizadores espaoles. Como resultado de 1as guerras de liberacin de 1810 a 1826, en lugar de las co1onias espaolas, surgieron las jvenes repblicas latinoame-ricanas que se encontraron frente a un poderoso saqueador: los Estados Unidos.

    La historia de las relaciones interamericanas en el siguiente siglo y medio, representa en realidad una enumeracin de actos

    1 Ibdem, p. 258.

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    de expansin territorial, agresiones blicas, y penetracin econ-mica e ideolgica de los EE.UU., que alcanzaron proporciones especialmente acrecidas al comenzar la poca del imperialismo.

    De fundamento ideolgico de la expansin norteamericana, sirvi la concepcin, formada en el siglo XIX, del Destino Ma-nifiesto (Manifest Destiny). Partiendo de la aseveracin de la existencia de no se sabe qu exclusividad del pueblo de los Es-tados Unidos y del desarrollo histrico de los EE.UU., esta con-cepcin proclamaba el Derecho natural de los norteamericanos a ampliar su territorio por medio de la fuerza. En los primeros tiempos, la idea del Destino Manifiesto, perfilada en las decla-raciones de los polticos estadounidenses desde fines del siglo XVIII, se refera a la ampliacin del territorio de los EE.UU. de-ntro de los lmites de Amrica del Norte. En sus marcos tuvo ca-bida la agresin de 1846 a 1848 de los EE.UU. a Mxico, sin pa-rangn por su cinismo, como resultado de la cual Mxico perdi ms de la mitad de su territorio. Manifestaciones no menos ca-ractersticas de esta concepcin fueron las incursiones piratas de Walker en Amrica Central a mediados del siglo XIX.

    La tesis de que los norteamericanos son una raza superior destinada por la providencia a decidir el rumbo del desarrollo de otros pases, y a gobernar a otros pueblos, comprendida en la frmula del Destino Manifiesto, condujo al chovinismo ms descarado. Josiah Strong, predicador de esta concepcin, declar en 1885 que los anglosajones sern una raza que desarrollar una peculiar agresividad, destinada a establecer sus instituciones en la humanidad, y a extender su dominio a todo el mundo. Si no me equivoco, la raza poderosa avanzar sobre Mxico, Amrica Central y del Sur, las islas del ocano, frica y ms lejos... Esta raza est destinada a desplazar a las razas dbiles, a asimilar otras, y a moldear a las restantes hasta que realmente toda la humanidad sea anglosajonizada.1

    Vemos, pues, que el franco apologista de la raza superior norteamericana seala, en calidad de objetivo de primer orden, la expansin a Mxico, Amrica Central y Amrica del Sur. La expansin estadounidense en el hemisferio occidental sigui precisamente este orden. A fin de establecer su dominio en los pases latinoamericanos, los crculos gobernantes de los EE.UU. recurrieron a la propaganda demaggica de la idea de comuni-dad geogrfica, cultural e histrica de todos los pases de Amri-

    1 J. Strong. Our Country, 1963, p. 214, 216, 217.

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    ca, de la comunidad de sus intereses en la perspectiva histrica. A partir de ello, se promovi la consigna de la solidaridad con-tinental, en la que el papel rector deba pertenecer a los Estados Unidos de Amrica. Esta direccin de la poltica interamericana de los EE.UU. recibi el nombre de panamericanismo y se manifest por primera vez abiertamente durante la primera Con-ferencia Panamericana celebrada en Washington de 1889 a 1890.

    En las postrimeras del siglo XIX, cuando los EE.UU. se preparaban a iniciar la lucha por el reparto del mundo, se incre-ment la influencia del aparato burocrtico militar en la poltica exterior del pas. La camarilla gobernante estadounidense em-pez a prestar odos atentos a las voces de los tericos militares, que sealaban los mtodos concretos de la expansin y seala-ban la necesidad de utilizar en gran escala la fuerza militar como factor determinante en la poltica exterior. El ms relevante de ellos fue A. T. Mahan, cuyas concepciones poltico estratgicas hasta ahora ejercen cierta influencia en las doctrinas no slo del Pentgono, sino adems, de los departamentos militares de otros Estados imperialistas. La influencia de las fuerzas navales en la historia de 1660 a 1783, obra principal de Mahan, apareci en 1890, y ha sido editada ms de 30 veces en los Estados Unidos e Inglaterra.

    Partiendo de la tesis de que el ncleo del poder de todo pas martimo reside en una fuerte marina de guerra, una red de bases navales y el dominio de las rutas martimas, Mahan llamaba a los Estados Unidos a aduearse ante todo de la cuenca del Cari-be. En el Caribe deca se encuentra la llave estratgica de dos grandes ocanos el Atlntico y el Pacfico y de nuestras propias fronteras martimas principales.1 Mahan calificaba la ocupacin del Caribe de premisa primordial para lograr el domi-nio de los EE.UU. en el continente. Los Estados Unidos afirmaba de manera categrica deben obtener bases en el Ca-ribe que puedan servir para iniciar operaciones. Gracias a sus ventajas naturales, sus posibilidades defensivas y su proximidad a una regin de importancia estratgica, estas bases permitirn a las flotas de los EE.UU. permanecer tan cerca del escenario de las operaciones militares como cualquiera de sus adversarios Con la preparacin militar apropiada, los EE.UU. alcanzarn en esta regin un predominio que se deriva, con precisin matem-

    1 G. Marion. Bases and Empire. N. Y., 1948, p. 50.

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    tica, de su situacin geogrfica y su poder.1 En una serie de trabajos escritos en vsperas de la guerra his-

    pano americana de 1898, que dio inicio a la expansin impe-rialista de los EE.UU., Mahan exhortaba a la aplicacin de una poltica colonial activa en el hemisferio occidental, aprovechan-do las contradicciones all existentes en inters de los Estados Unidos.

    El extenso programa de expansin territorial, expuesto en los trabajos de Mahan, reflej con bastante plenitud el punto de vis-ta formado entre la burguesa norteamericana sobre los pases del Caribe como el objeto ms prximo de penetracin poltico militar, el que ms tarde servira de plaza de armas desde donde extender su influencia a otros pases de Amrica Latina.

    Haciendo eco a Mahan, el senador H. Lodge proclamaba en 1895 refirindose a las repblicas de Centroamrica y del Cari-be: Los Estados pequeos se han anquilosado y no tienen futu-ro Las grandes naciones absorben rpidamente los lugares vacos de la tierra para su actual defensa y para una futura ex-pansin poltica y econmica en los pases pequeos. Es un mo-vimiento que hace bien a la civilizacin y al avance de la raza. Los Estados Unidos como gran potencia mundial, no deben re-zagarse en este sentido.2

    Al comenzar la poca imperialista, los Estados Unidos dieron ejemplos elocuentes de intervencin descarada en los asuntos de los pases latinoamericanos.

    Uno de los primeros actos de esta intervencin fue la actitud de los EE.UU. durante la crisis venezolana de 1895, cuando el secretario de Estado Olney declar: ...Hoy en da los Estados Unidos ejercen la supremaca en el continente y su voluntad es ley en todas las cuestiones en que intervienen.3 En con-firmacin de ello, los Estados Unidos emprendieron una impre-sionante exhibicin de fuerza en las aguas del Caribe, dando a entender unvocamente que consideraban la regin del Caribe como zona de su influencia ilimitada.

    Como resultado de la guerra de los Estados Unidos contra Espaa en 1898, le fueron arrebatadas a Espaa, con su econom-a debilitada, Cuba y Puerto Rico. Las nuevas posesiones tenan

    1 A. T. Mahan. The Influence of Sea Power upon History 1660-1783. Boston;

    Little, Brown and Company, 1945, p. 34-35. 2 The Forum. March. 1895, vol. 19, N. 1, p. 17.

    3 W. Z. Foster. Op. cit., p. 262.

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    valor para los EE.UU. no slo porque estas islas representaban importantes fuentes de materias primas y mercados. La proximi-dad de Cuba y Puerto Rico a las costas del continente y el esta-blecimiento all de bases navales, cuya eficacia haba sido com-probada en siglos de guerras en el mar Caribe y el Atlntico en general, creaban condiciones propicias para continuar la expan-sin de los EE.UU. en Amrica Latina. La importancia estratgi-co militar de estas islas creci enormemente cuando se cons-truy el Canal de Panam y los Estados Unidos tuvieron las lla-ves de las rutas martimas entre el Atlntico y el Pacfico.

    La concepcin de la importancia de la cuenca del Caribe pa-ra la estrategia militar fue aprobada oficialmente por los medios gobernantes de los EE.UU. ya en los primeros aos posteriores a la guerra de los Estados Unidos contra Espaa. El presidente Theodore Roosevelt formul en 1904 una adicin a la doctrina Monroe que responda al deseo del ascendente imperialismo nor-teamericano de hacer an ms dinmica y agresiva la poltica ex-terior de los EE.UU.

    El sentido de esta adicin se reduca a la necesidad de que los EE.UU. intervendran en los asuntos latinoamericanos en ca-lidad de fuerza policial internacional. As es como T. Roose-velt inici una nueva etapa en las relaciones interamericanas. T. Roosevelt profesaba la doctrina agresiva de Mahan ya antes de asumir la presidencia, siendo an ayudante del secretario de la Marina. Precisamente durante el gobierno de Roosevelt, comen-z a crecer intensamente el podero naval de los Estados Unidos.

    La argumentacin terica de la necesidad del predominio en la regin del Caribe no era suficiente, era preciso respaldarla con acciones cuyo xito deba ser asegurado por la fuerza militar: tal era el punto de vista del imperialismo norteamericano, que hall su expresin en la llamada doctrina de T. Roosevelt, o en otros trminos, la poltica del gran garrote.

    Los EE.UU. la pusieron en prctica ya en los aos 1902 y 1903, durante la segunda crisis venezolana, cuando Inglaterra, Alemania e Italia emprendieron el bloqueo por mar de Venezue-la para satisfacer por la fuerza sus pretensiones financieras y econmicas. Los EE.UU., que tambin tenan intereses econ-micos en Venezuela, asumieron una actitud de amenaza hacia los pases europeos, reiterando su derecho exclusivo a intervenir en los asuntos de esta soberana repblica latinoamericana. En los aos posteriores, los EE.UU. no perdieron oportunidad de ex-hibir su podero naval. En 1907 y 1908 la flota atlntica de los

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    EE.UU. 16 novsimos acorazados con una tripulacin de 15 mil efectivos, naveg alrededor del continente sudamericano haciendo escala en los puertos ms importantes.

    Pero lo principal es que la poltica del gran garrote fue apli-cada a los pases caribeos, ante todo, a Cuba, la Repblica Do-minicana y Nicaragua. A Cuba se le impuso la enmienda Platt, que convirti de hecho, al pas en un protectorado estadouni-dense. En la Repblica Dominicana y Nicaragua, desembarcaron reiteradas veces unidades de la infantera marina. Las finanzas y las aduanas de estos pases fueron tomadas bajo control de los EE.UU.

    La evolucin de la doctrina poltico militar de los EE.UU. con respecto a los pases al sur del Ro Grande, llev durante la pre-sidencia de W. H. Taft a la llamada poltica preventiva, lo cual significaba una nueva interpretacin del derecho de los EE.UU. a intervenir en las repblicas latinoamericanas. La poltica preventiva fue estrenada en Cuba. Su esencia consista en justificar la vigilancia policial sobre Cuba so pretexto de conservar la paz en este pas, es decir, emplear la influencia de los EE.UU. para prevenir supuestamente el surgimiento de un estado de anarqua que hara necesaria la intervencin arma-da. La aplicacin de la poltica preventiva en Cuba creaba un precedente para otros pases latinoamericanos. La interpretacin de esta poltica tuvo una larga proyeccin en las relaciones inter-americanas y llev en realidad, a justificar la intromisin perma-nente de los Estados Unidos en la vida econmica y poltica de los pases latinoamericanos.

    La construccin del Canal de Panam fortaleci an ms las posiciones poltico militares del imperialismo norteamericano en la zona del Caribe. Los Estados Unidos tuvieron la posibilidad de controlar all la economa y la poltica de las pequeas nacio-nes aun antes de la Primera Guerra Mundial. Las intervenciones militares fueron elevadas a la categora de poltica oficial de los EE.UU. en los pases de la cuenca del Caribe. La infantera de la marina estadounidense desembarc ms de una vez en Cuba, Ni-caragua, Hait y la Repblica Dominicana. Se orquestaron inter-venciones armadas contra Mxico, donde se desarrollaba la re-volucin de 1910 a 1917.

    Tras la Primera Guerra Mundial, se esboz una nueva ten-dencia en la poltica latinoamericana de los EE.UU., cuya apari-cin est relacionada con la victoria de la Gran Revolucin So-cialista de Octubre y la gran influencia de las ideas socialistas en

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    el mundo. En su afn de hacer frente al auge del movimiento emancipador en los pases latinoamericanos, los Estados Unidos continuaron en los aos 20 la prctica de las intervenciones mi-litares: basta recordar la ocupacin de Nicaragua entre 1927 y 1933 contra la que luch el hroe nacional de Nicaragua, Augus-to Csar Sandino.

    Al propio tiempo, los crculos gobernantes de los EE.UU. comprendan que slo con la fuerza armada no era posible man-tener embridados a los pases latinoamericanos, cuyos pueblos se alzaban contra el dominio imperialista por la independencia nacional. En los aos 30, los EE.UU. propugnaron la poltica del Buen vecino en Latinoamrica, contando ante todo con los regmenes reaccionarios que ya haban implantado y con la li-quidacin del movimiento de liberacin en los pases latinoame-ricanos a manos de sus marionetas. Nombraremos slo a dos fi-guras: Trujillo en la Repblica Dominicana y Somoza en Nica-ragua, a ellos est asociada toda una poca de sostn y ayuda en todo lo posible a unas de las dictaduras ms sangrientas de nues-tros tiempos.

    La Segunda Guerra Mundial ayud a los Estados Unidos a acrecentar su influencia econmica, poltica y militar en Amri-ca Latina; pero encontraron una resistencia resuelta por parte de los pueblos del continente. En los aos 50, en una serie de pases fueron derrocados los regmenes dictatoriales pro imperialistas. A los EE.UU. no les era fcil seguir empleando los viejos mtodos frente al creciente podero de las fuerzas de oposicin en Amrica Latina. Era necesario revisar la tctica, manteniendo intacta la estrategia imperialista.

    Un factor decisivo que oblig a los medios gobernantes a buscar nuevos mtodos de expansin en Latinoamrica, fue la Revolucin Cubana. Esta constituy un nuevo paso de avance fundamental en la lucha de los pueblos latinoamericanos por la liberacin del yugo imperialista, el fortalecimiento de la sobe-rana nacional, la independencia econmica y profundas trans-formaciones sociales.

    La poltica imperialista estadounidense en Amrica Latina adopt principalmente la forma del neocolonialismo, que repre-senta un conjunto de medidas polticas, econmicas, militares e ideolgicas, elaboradas por los crculos dirigentes de los EE.UU. en medio de la creciente crisis general del capitalismo y encami-nadas a mantener y ampliar el control sobre los pases soberanos con economas subdesarrolladas. La nueva poltica estadouni-

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    dense hall su plasmacin ante todo, en el programa de la Alian-za para el progreso, uno de cuyos principales objetivos era debi-litar la influencia de la Revolucin Cubana sobre las amplias masas latinoamericanas.

    Pero el fracaso de la Alianza para el progreso, que no logr resolver ninguno de los problemas del desarrollo de Amrica La-tina, los xitos del movimiento revolucionario en el continente en el ltimo decenio marcado por importantes jalones como la victoria del pueblo chileno en las elecciones de 1970, el triunfo de la revolucin sandinista en Nicaragua en 1979, y el avance de Granada en la senda de la construccin del socialismo, movi a los crculos gobernantes de los Estados Unidos a recurrir de nuevo al intervencionismo. A la par del envo directo de unida-des militares (Repblica Dominicana en 1965, Granada en 1983), los EE.UU. cuentan cada vez ms con la contrarrevolu-cin interna. En Chile organizaron, planearon y costearon el complot contra el presidente Salvador Allende, propiciando el acceso al poder de una dictadura militar fascista. Organizan y preparan intervenciones a los pases del Caribe, reclutando mer-cenarios de la escoria contrarrevolucionaria que han expulsado de sus pases los pueblos que han emprendido el camino del de-sarrollo independiente. Un ejemplo de ello fue la intervencin en Cuba de 1961, que termin con la derrota de los mercenarios en Playa Girn. Ahora se prepara la intervencin en la Nicaragua revolucionaria. En octubre de 1983, los Estados Unidos realiza-ron una intervencin armada contra Granada so pretexto de proteger en la isla a los ciudadanos norteamericanos no ame-nazados por nadie, pretexto viejo, pero probado en ms de una ocasin.

    La poltica de exportacin de la contrarrevolucin provoca creciente indignacin en los pases latinoamericanos. Los llama-mientos a revisar el sistema interamericano resuenan cada vez con mayor energa.

    Las relaciones interamericanas en la etapa actual del desarro-llo histrico, experimentan profundos cambios de principio. En Latinoamrica prevalece la tendencia a mancomunar la accin en aras de una segunda liberacin, o sea, de la verdadera inde-pendencia del imperialismo. Esta tendencia se perfil ya a prin-cipios del siglo XIX, inmediatamente despus de que la mayora de los pueblos latinoamericanos se liberaran del yugo colonial espaol. Simn Bolvar, el gran luchador por la independencia de Amrica Latina, aspiraba ya entonces a establecer una estre-

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    cha colaboracin entre las jvenes repblicas, colaboracin de la que exclua a los Estados Unidos, vislumbrando las intenciones expansionistas de este pas.

    El legado de Bolvar se pone en la actualidad en prctica. Los pueblos latinoamericanos, librndose de las ataduras del pa-namericanismo, arriban a la solidaridad latinoamericana, unen los esfuerzos de sus pases en defensa de las riquezas nacionales y de la verdadera soberana. Es una tendencia que adquiere un carcter antiimperialista cada vez ms ntido.

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    I. KUMARIN

    LAS AGRESIONES A MXICO

    La historia de las relaciones mexicano estadounidenses es

    sobre todo una historia de agresiones directas, de la anexin de territorios mexicanos, y de reiteradas intervenciones armadas; es, por ltimo, la historia de la permanente presin de los EE.UU. con la finalidad de subordinar el Estado mexicano sobe-rano a sus intereses.

    Ya a principios del siglo XIX, los EE.UU. se anexaron la Florida, que perteneca a Espaa, aprovechando el hecho de que el pueblo mexicano libraba una cruenta y encarnizada guerra de liberacin contra los colonizadores espaoles. La mayor parte de los indios seminolos pobladores de la Florida, quienes ofrecie-ron una resistencia tenaz a los conquistadores, fue aniquilada y los sobrevivientes fueron confinados a territorios reservados.

    Ms tarde se hace objeto inmediato de la expansin estado-unidense la provincia mexicana fronteriza de Texas, territorio mexicano que los EE.UU. haban intentado arrebatar infructuo-samente ms de una vez. Entonces para penetrar en Texas, se re-curri al mtodo del caballo de Troya. A comienzos de los aos 20, a instancias de las autoridades estadounidenses, Mxico permiti a colonos norteamericanos establecerse en tierras de Texas bajo determinadas condiciones. Los colonos, ante todo la-tifundistas esclavistas de los Estados sureos, se valieron de ello para ocupar y poblar a ritmo acelerado grandes reas de tierra. Aunque la parte mexicana anul pronto su decisin, los norte-americanos continuaron llegando y a mediados de los aos 30, llegaron a ser ms de 30 mil. Desde el comienzo se establecie-ron en grupos pequeos en todo el territorio de Texas, creando con anticipacin, los futuros puntos de apoyo para la anexin.

    Ejerciendo su poltica de colonizacin de Texas, los Estados Unidos buscaban por va diplomtica, al mismo tiempo lograr del gobierno mexicano la cesin de este y algunos otros territo-

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    rios. En la misma direccin acta con gran empeo, pero sin xi-to, en la segunda mitad de los aos 20, Joel R. Poinsett, enviado estadounidense a Mxico.

    Tampoco tuvieron xito los intentos de comprar Texas em-prendidos por su sucesor, A. Butler, dueo de grandes tierras y esclavista, quien comunicaba a su gobierno que la opinin pblica mexicana se hallaba fuertemente indispuesta a la adqui-sicin de Texas por los EE.UU., y que el gobierno mexicano no estaba interesado en escuchar proposiciones al respecto y an menos, en ceder Texas a los EE.UU.

    1

    Al encontrar la oposicin de Mxico, los Estados Unidos se dispusieron a preparar la anexin de Texas por las armas. A Texas fue enviado el coronel Samuel Houston, amigo personal del presidente A. Jackson, quien se ocup de preparar la accin armada de los colonos contra Mxico.

    En junio de 1835 un destacamento de colonos bajo el mando de W. Travis, tom por asalto el poblado Anhuac. En los meses que siguieron, los sublevados tomaron varios poblados y esta-blecieron el control sobre casi todo el territorio de Texas. As comenz la guerra no declarada de los Estados Unidos contra Mxico. Seguidamente los colonos proclamaron la separacin de Texas de Mxico y formaron un gobierno provisional. Los Estados Unidos continuaron prestando amplio apoyo a los sub-levados.

    A finales de 1835, Mxico, rechazando de modo categrico las pretensiones de los EE.UU. respecto a Texas, envi contra los sublevados un ejrcito de 6 000 hombres bajo el mando del presidente Santa Anna. Esta tropa cubri 1 700 km de camino dificilsimo en territorios desrticos y, cruzando el Ro Grande, tom por asalto en febrero de 1836, San Antonio de Bjar, la capital de Texas. Temiendo el fracaso de la sublevacin que haban organizado, los Estados Unidos mandaron sus tropas re-gulares al mando del general Gaines a Texas en ayuda de los sublevados.

    El 21 de abril de 1836, las tropas norteamericanas junto a los sublevados, atacaron por sorpresa y derrotaron a los mexicanos. Santa Anna, hecho prisionero, firm un tratado capitulador con los sublevados texanos para el cese de las operaciones militares y la retirada de las tropas mexicanas del territorio de Texas. En

    1 F. Palavicini. Mxico, historia de su evolucin constructiva. Mxico, 1945, t. 1,

    p. 362.

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    marzo de 1837 los EE.UU. interpretaron el espectculo del re-conocimiento oficial de la independencia de Texas, que se en-contraba bajo su control desde los primeros das de la subleva-cin.

    Poco despus, siguieron su ejemplo Inglaterra y Francia, quienes suponan que la nueva repblica actuara como espe-cie de barrera a la posterior expansin de los EE.UU. hacia el sur. Las potencias europeas estaban interesadas en que aparecie-ra un Estado barrera, ya que tenan sus propios intereses egostas en Mxico. Ello qued confirmado al pasar unos cuantos dece-nios, cuando entre 1861 y 1867 fue ejecutada la intervencin anglo franco espaola en Mxico.

    Al negarse de manera categrica a reconocer la independen-cia de Texas, el 23 de agosto de 1843 el gobierno mexicano de-clar resueltamente que la anexin de Texas por los Estados Unidos sera considerada como una declaracin de guerra a Mxico y que ste se dispona a defender su territorio por todos los medios; sin embargo, para los expansionistas norteamerica-nos la independencia de Texas era slo una etapa en el camino de las adhesiones a los Estados Unidos. A pesar de las protestas mexicanas, el Congreso estadounidense aprob el 29 de diciem-bre de 1845 la decisin de unir el Estado esclavista de Texas a los Estados Unidos de Amrica.

    En aquellos tiempos, sobre Mxico se cerni un nuevo peligro siniestro por parte de los EE.UU., quienes realizaban planes para nuevas conquistas territoriales.

    Con esta finalidad, la parte norteamericana continuaba con-centrando fuerzas a lo largo de las fronteras norte de Mxico. En octubre de 1845 tena concentradas all casi la mitad de sus tro-pas regulares. Al mismo tiempo mandaron considerables fuerzas de la marina a la regin del Golfo de Mxico y, en el Pacfico, a las costas californianas. Simultneamente los Estados Unidos apoyaron y estimularon la afluencia de colonos norteamericanos a California y otras tierras mexicanas.

    A mediados de enero de 1846, el general Zachary Taylor re-cibi la orden de avanzar sus tropas hacia el Ro Grande, y ya en marzo se aproximaron a sus riberas del norte. U. Grant, oficial del ejrcito de Taylor y futuro presidente de los EE.UU., seal que el movimiento premeditado de las unidades norteamericanas hacia el Ro Grande, persegua el objetivo de obligar a Mxico a iniciar acciones militares. Fuimos enviados a provocar la con-tienda escribe Grant a continuacin, pero era importante

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    que comenzara Mxico, para que se le pudiera declarar agresor y presentar a los EE.UU. como vctima de los indgenas mexi-canos.1

    A principios del mismo ao, fue enviado a California un des-tacamento norteamericano bajo el mando del oficial Fremont, con la misin de llevar a cabo una investigacin cientfica del territorio mexicano. All tambin se procedi a la preparacin activa de una insurreccin de colonos norteamericanos siguien-do el ejemplo de Texas.

    El 8 de marzo de 1846, las unidades norteamericanas sin de-clarar la guerra, comenzaron a penetrar en territorio mexicano. Ocuparon varios poblados y acamparon en la orilla norte del Ro Grande junto a la ciudad de Matamoros, que en aquel entonces, era un importante punto estratgico.

    A orillas del Ro Grande entre el 8 y el 9 de mayo tuvo lugar el primer gran enfrentamiento entre el ejrcito mexicano del ge-neral Mariano Arista y las tropas norteamericanas de Taylor. Valindose de su ventaja en artillera, los norteamericanos bom-bardearon fuertemente a los mexicanos causndoles grandes pr-didas. El ejrcito mexicano fue derrotado y retrocedi a la orilla sur del Ro Grande. Las tropas del agresor cruzaron el ro pisn-doles los talones a los mexicanos y ocuparon Matamoros casi sobre la marcha.

    Varios meses despus del comienzo real de las operaciones blicas, el 13 de mayo de 1846, los Estados Unidos declararon oficialmente la guerra a Mxico. Para entonces las tropas norte-americanas ya haban ocupado no slo Texas, que antes perte-neca a Mxico, sino adems, el enorme territorio mexicano en-tre los ros Nueces y Grande. El presidente de los EE.UU., Ja-mes Polk, en su mensaje al Congreso del 11 de mayo de 1846, tergiversando groseramente los hechos, declar que Mxico ha violado la frontera de los Estados Unidos, ha invadido nuestro territorio y vertido sangre estadounidense sobre tierra estadouni-dense.2 Abraham Lincoln, desenmascarando las falsas afirma-ciones de Polk en el Congreso, dijo que fue l (Polk I. K.) quien orden al general Taylor penetrar en un Estado pacfico para provocar una guerra.3

    1Personal Memoirs of U. S. Grant. Grosset and Dunlop, N.Y., 1962, p. 30.

    2 A Compilation of the Messages and Papers of the Presidents, 1789-1897.

    Washington, 1899, vol. IV, p. 442. 3 Fuentes Daz. La intervencin norteamericana en Mxico, 1847, Mxico, 1947,

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    Lo mismo afirmaban otros conocidos personajes de los EE.UU. de aquellos tiempos. Por ejemplo, Henry Clay, presi-dente de la Cmara Baja del Congreso, consideraba mentira evidente la acusacin de que Mxico hubiera iniciado la guerra. Yo s deca que todas las naciones nos ven, al llevar a ca-bo esta guerra, actuando con espritu de rapacidad, movidos por un desorbitado deseo de expansin territorial.1

    El presidente Polk, a pesar de los tratados de paz, amistad y fronterizos firmados por los EE.UU. y Mxico, declar con ci-nismo en una reunin del gabinete el 30 de mayo de 1846, que su propsito es que los EE.UU. obtengan California, Nuevo Mxico y posiblemente algunas otras provincias del Norte de Mxico.2

    De acuerdo con los planes del presidente, los colonos norte-americanos de California, dirigidos por Fremont, al que hemos mencionado con anterioridad, se alzaron en armas a principios de junio de 1846. La sublevacin fue apoyada activamente por la escuadra norteamericana. Tras dos meses de encarnizados combates, los insurrectos tomaron varias localidades, entre ellas las ciudades de San Francisco y Los ngeles. Ya en el curso de los combates, proclamaron a California repblica independien-te. Poco despus, al igual que Texas, fue proclamada parte de los Estados Unidos.

    Los EE.UU. intentaron reiteradamente sin xito, inclinar a la poblacin mexicana de California, Nuevo Mxico y otras pro-vincias a pronunciarse por la incorporacin de sus tierras a los Estados Unidos; pero los mexicanos recibieron por doquier a los agresores con odio, lucharon contra ellos, y jams manifestaron el deseo voluntario de unirse a los Estados Unidos.

    En julio de 1846, otro ejrcito norteamericano, bajo el mando del general Kearny esta vez, avanz sobre el territorio de Nuevo Mxico. En un mensaje a la poblacin local, Kearny declar que el ejrcito norteamericano exterminara a todos los habitantes que opongan resistencia.3 En breve tiempo, fue ocupado casi

    p. 69. 1 C. Schurz. Henry Clay. Boston; Houghton; Mifflin and Co., 1899, vol. II, p.

    287. 2 J. K. Polk. The Diary of a President, 1845-1849. London, Longmans, Green and

    Co., 1952, p. 105. 3 H. R. Selph. The Story of the Mexican War. N. Y., 1950, p. 128.

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    todo Nuevo Mxico y a mediados de agosto, la capital Santa Fe. Los intervencionistas se apresuraron a declarar la incorporacin de Nuevo Mxico a los Estados Unidos.

    A fines de septiembre, Kearny fue enviado con la mayor parte de su ejrcito a California, donde los patriotas mexicanos al mando del capitn Jos Mara Flores llevaban a cabo una lucha enrgica contra los invasores. El mando norteamericano tuvo que enviar urgentemente refuerzos de los EE.UU. a California para derrotar el creciente movimiento guerrillero y mantener en sus manos el nuevo Estado.

    Despus de cruentos combates, las tropas norteamericanas lograron ocupar de nuevo los principales puntos estratgicos en California y, de conformidad con la orden del general Kearny de enero de 1847, los invasores se dedicaron a saquear las ciudades ocupadas.

    Entretanto las fuerzas norteamericanas principales se aden-traron en Mxico, esperando ocupar rpidamente la capital y as terminar la guerra; pero la creciente oposicin del pueblo me-xicano, la guerra de guerrillas desplegada en las tierras ocupa-das, y la destruccin de las lneas de comunicacin sometidas al permanente ataque de los patriotas, oblig a los norteamericanos a elegir otra direccin de ataque: desde el Este, a travs de la ciudad portuaria de Veracruz.

    Con este fin, en la primavera de 1847 en el Golfo de Mxico se concentr una gran escuadra norteamericana de 150 buques de guerra y transporte con 13 mil efectivos del ejrcito expedi-cionario a bordo bajo el mando del general W. Scott. El 9 de marzo las unidades norteamericanas desembarcaron junto a Ve-racruz y comenzaron el sitio de la ciudad. El 22 de marzo, una vez rechazado el ultimtum de entrega, la ciudad fue sometida a un bombardeo vandlico de la artillera. La ciudad debi resistir durante tres das y tres noches el fuego directo de la artillera enemiga de 72 navos de guerra. Scott prohibi salir de la ciudad incluso a las mujeres y los nios, declarando que nadie saldra vivo de all hasta que los mexicanos depusieran las armas. Por todas partes se ven charcos de sangre, huesos, y pedazos de car-ne de las infelices vctimas del fuego enemigo1 comunicaba El republicano local. El perjuicio material ocasionado a Vera-cruz llegaba a 5 millones de pesos, lo que constitua casi la ter-

    1 C. M. Bustamante. El nuevo Bernal Daz del Castillo, o sea, la historia de la

    invasin de los angloamericanos en Mxico. Mxico, 1949, v. II, p. 258.

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    cera parte del presupuesto anual mexicano.1

    Despus de ocupar Veracruz, los intervencionistas se dirigie-ron al oeste, hacia la capital mexicana, por el mismo camino que tomaron en sus tiempos los conquistadores espaoles enca-bezados por Corts, y ms tarde los intervencionistas franceses que colocaron en el trono mexicano a su testaferro Maximiliano.

    Las tropas mexicanas al mando de Santa Anna se hallaban concentradas en la regin de Cerro Gordo, al noroeste de Vera-cruz. All a mediados de abril, se libr una de las batallas ms grandes entre las tropas mexicanas y las norteamericanas. En vsperas del inicio, Scott envi a parte de su ejrcito a realizar una maniobra de rodeo entre barrancos y bosques tupidos que Santa Anna consideraba intransitables. Los mexicanos fueron atacados por sorpresa por el flanco, lo que provoc desconcierto y pnico en sus filas. Varios generales y el propio comandante en jefe huyeron del campo de batalla. El ejrcito mexicano, abandonado por sus jefes, no logr organizar la defensa y fue derrotado. Sus restos retrocedieron en desorden por los caminos que llevaban a la capital.

    Para colmo, Santa Anna estableci contactos secretos con el general Scott y comenz a actuar en realidad como traidor de la nacin mexicana a favor del enemigo.

    2

    En condiciones extremamente difciles, merced a los esfuer-zos de los patriotas para defender la capital con una poblacin de 200 mil personas, fue creado un ejrcito de ms de 20 mil efectivos dotado de unas 100 piezas de artillera. Adems se in-corpor a la defensa de la capital la divisin del dirigente cam-pesino Juan lvarez.

    Los combates emprendidos en los accesos a la capital fueron los ms crueles y cruentos de toda la guerra. Cuanto ms se acercaban los invasores a la capital, tanto ms obstinada se haca la resistencia de los defensores de la ciudad. El 19 y el 20 de agosto tuvieron lugar combates sangrientos en la regin de Chu-rubusco, y el 8 de septiembre las tropas norteamericanas ataca-ron las posiciones mexicanas en Molino del Rey. Al principio los mexicanos se defendieron valientemente y luego, pasando al contraataque, batieron al enemigo y le asestaron varios golpes sensibles; pero el mando mexicano no lleg a desarrollar estos

    1 F. Palavacini. Op. cit., t. 2, p. 180. 2 C. Castaeda. Relations of General Scott with Santa Anna. The Hispanic

    American Historical Review. November 1949, N. 4, p. 460-468.

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    xitos de su ejrcito. Luego los combates se trasladaron a la regin del Castillo de

    Chapultepec, que fue bombardeado intensamente por la artillera norteamericana. En la batalla de Chapultepec se distinguieron en particular por su valor y firmeza seis jvenes cadetes de la es-cuela militar de Chapultepec. Desangrados, no quisieron aban-donar sus puestos en la batera y lucharon hasta el ltimo alien-to. El pueblo mexicano honra la memoria de estos jvenes hro-es que ofrendaron sus vidas en la lucha contra el invasor.

    El 14 de septiembre las tropas norteamericanas ocuparon la capital y establecieron all un rgimen de terror y arbitrariedad. En la Plaza de Armas y en la Alameda, el centro de la capital, fueron erigidos cadalsos en los que se daba muerte pblica a los patriotas mexicanos para intimidar al pueblo que continuaba la lucha por la independencia de la patria.

    La destruccin de poblados, los asesinatos, el saqueo, la vio-lencia contra la poblacin civil, y el merodeo de la soldadesca norteamericana se hicieron fenmenos habituales. Fueron sa-queadas y destruidas Matamoros, Monterrey, Veracruz y otras ciudades. Burlndose de los sentimientos religiosos de los mexi-canos, los invasores convertan las iglesias en cuadras y cuarte-les. En la ciudad de Mxico, los intervencionistas norteamerica-nos saquearon el Palacio Nacional y otros edificios pblicos y del Estado, as como multitud de casas particulares. Abrieron en la capital gran nmero de tabernas, prostbulos y garitos.

    Ya al comenzar la guerra, el general Taylor haba recibido la orden de recaudar sistemticamente impuestos de la poblacin local para mantener a las tropas norteamericanas. El 15 de di-ciembre de 1847, Scott emiti una orden prescribiendo a los sol-dados y los oficiales no pagar a los mexicanos el alojamiento ni los servicios, y al cabo de dos semanas, por indicacin del go-bierno de Washington, impuso a los habitantes del Distrito Fe-deral, una contribucin en oro y platino por la suma de 3 millo-nes de dlares

    1, cifra imponente en aquellos tiempos.

    Los invasores practicaban operaciones punitivas en masa pretendiendo apaciguar al pueblo mexicano y expoliar de mane-ra organizada el pas. Scott pidi al gobierno de los Estados Unidos establecer un bloqueo riguroso de todos los puertos mexicanos para asegurar la exportacin de los lingotes de oro y

    1 J. M. Roa Brcena. Recuerdos de la invasin norteamericana (1846 -1848),

    Mxico, Ed. Porrua, 1947, t. 3, p. 171-179.

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    de plata.1

    Pese al rigor de las autoridades de ocupacin y la toma de la capital, los norteamericanos no se sentan vencedores. La masa principal de los 200 mil habitantes de la ciudad era hostil a los invasores y poda tomar las armas en cualquier momento, tanto ms que en otros territorios ocupados por el enemigo, la lucha popular no cesaba.

    Gracias a los esfuerzos enrgicos de hombres sencillos, fue-ron creadas varias unidades de voluntarios, que combatieron va-lientemente contra los intervencionistas, segn reconoci el pro-pio enemigo. N. Trist, representante del Departamento de Estado en el ejrcito del general Scout, comunic al gobierno estadou-nidense que en los combates por la capital se haban distinguido especialmente las unidades voluntarias formadas entre las capas bajas y medias del pueblo mexicano.

    Roa Brcena, contemporneo de los acontecimientos, escri-bi que no slo aqu, sino en Veracruz, Nuevo Mxico, Cali-fornia, Chihuahua y Tabasco, se vio a los ciudadanos pacficos tomar las armas, oponerse con ellas a la invasin extranjera y batirse hasta consumir sus fuerzas y todos los recursos.2 En los destacamentos guerrilleros, ingresaban campesinos, artesanos, pobres de la ciudad, soldados y algunos oficiales que se encon-traban en la retaguardia del enemigo. Participaron activamente los indgenas. Los destacamentos guerrilleros eran encabezados mayormente por militares. Los guerrilleros luchaban principal-mente con escopetas de caza, lanzas, hoces, garrotes con clavos, machetes y lazos.

    De las proporciones que alcanz el movimiento guerrillero, habla el hecho de que a finales de 1847, aproximadamente dos quintas partes del ejrcito norteamericano que se encontraba en Mxico luchaban contra los guerrilleros. En la primavera de 1847 el general Taylor comunicaba a su gobierno que la guerra revesta carcter encarnizado y que desde Monterrey hasta las costas del Golfo de Mxico, los mexicanos armados luchaban contra las tropas norteamericanas. El coronel Price, jefe de las tropas de ocupacin de Nuevo Mxico, comunic por su parte con preocupacin a Washington: Parece que los insurrectos persiguiesen el propsito de matar a cada norteamericano que se

    1 Garca Cant. Las invasiones norteamericanas en Mxico. Mxico, 1971, p.

    111. 2 Roa Brcena. Op. cit., t. 3. p. 344.

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    encuentra en su pas.1 Los invasores enfurecidos recurrieron a cruentas represalias.

    Ya el 29 de abril de 1847, el general Scott haba emitido un de-creto que pona a los guerrilleros fuera de la ley, y declaraba responsables de sus actos a las autoridades locales. Ese decreto cost la vida a muchos mexicanos tomados como rehenes. En total, en la guerra perdieron la vida unos 50 mil mexicanos.

    2 Ca-

    be decir, en general, que la lucha de las masas del pueblo en la guerra desempe un gran papel en la resistencia a los invaso-res, la defensa de los intereses nacionales y la conservacin de Mxico como Estado independiente.

    Al ser ocupada la capital por las fuerzas invasoras y al crecer el movimiento guerrillero, las clases gobernantes de Mxico pu-sieron su empeo en conseguir el cese de las hostilidades, es-tando dispuestos a hacer grandes concesiones a los EE.UU. San-ta Anna, principal responsable de las derrotas del ejrcito mexi-cano, fue destituido del mando poltico y militar del pas en sep-tiembre de 1847. El nuevo gobierno encabezado por el pre-sidente del Tribunal Supremo, Manuel de la Pea y Pea, con sede en Quertaro, declar su disposicin a iniciar las negocia-ciones sobre la firma de un tratado de paz.

    A lo mismo aspiraban los crculos gobernantes de los EE.UU., considerando que la derrota del ejrcito mexicano y la ocupacin de vastos territorios de Mxico y su capital, as como de otros grandes centros del pas les permita dictar las condi-ciones de paz a la parte vencida. En agosto de 1847 el represen-tante de los Estados Unidos exigi a la parte mexicana ceder a los EE.UU., Texas, Nuevo Mxico, la Alta y la Baja Californias, donde algunas semanas antes de la firma del tratado fueron des-cubiertos grandes yacimientos de oro, as como parte considera-ble del territorio de los Estados mexicanos Tamaulipas, Coahui-la, Chihuahua y Sonora, es decir, aproximadamente tres cuartos del territorio del pas. Los Estados Unidos reclamaban tambin el derecho de libre paso para sus mercancas y sus ciudadanos a travs del istmo de Tehuantepec, que era el camino ms corto en el continente de Amrica del Norte entre los ocanos Atlntico y Pacfico. Los crculos ms agresivos de los Estados Unidos se pronunciaron incluso por la anexin de todo Mxico o su mayor

    1 R. Selph Henry. The Story of the Mexican War. The Bobbs Merrill Company,

    Inc., Indianapolis, 1960, p. 229. 2 J. L. Cecea. Mxico en la rbita imperial. Mxico, 1976, p. 23.

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    parte, con el establecimiento de un protectorado sobre las dems regiones, expulsando a los mexicanos a territorios reservados como a los indios en los Estados Unidos. Aceptar estas condi-ciones monstruosas, transmitidas por N. Trist, significaba de hecho la prdida total de la soberana del pas y la conversin de Mxico en colonia norteamericana. Los mexicanos declinaron esas condiciones de esclavitud.

    Las condiciones de la paz con Mxico fueron debatidas en los EE.UU. en medio de una aguda lucha poltica entre los es-clavistas del sur y la burguesa industrial del norte. Esta ltima consideraba que la expansin territorial en aquellas condiciones fortalecera excesivamente las posiciones de los latifundistas del sur, lo que no le convena. Estos factores influyeron ciertamente en el gobierno de Polk, propiciando la firma de la paz.

    Bajo la amenaza de recurrir de nuevo a las armas, los Esta-dos Unidos obligaron a Mxico a firmar el tratado de paz del 2 de febrero de 1848 en el poblado Guadalupe Hidalgo. Conforme al tratado, Mxico ceda a los EE.UU. no slo Texas, sino adems, Nuevo Mxico, Alta California, la parte norte de Ta-maulipas, Coahuila y Sonora, o sea, ms de la mitad (1,3 millo-nes de km

    2) del territorio del pas con una superficie total de

    unos 2,3 millones de km2. Se estableca como frontera norte de

    Mxico, el Ro Grande del Norte. En concepto de compensa-cin, los EE.UU. pagaran 15 millones de dlares, restando 3 millones de dlares de sus pretensiones financieras a Mxico.

    El Tratado de Guadalupe Hidalgo, denominado oficialmente, con la hipocresa propia de la burguesa norteamericana, Trata-do de Paz, Amistad y Lmites y Arreglo Definitivo, legaliz la anexin de un inmenso territorio mexicano como resultado de una guerra que, segn W. Z. Foster, fue la ms brbara e injusta en la historia de los Estados Unidos y de todo el hemisferio oc-cidental.

    1

    Incluso muchos conocidos representantes de los crculos go-bernantes de los EE.UU., han reconocido el carcter rapaz e in-justo de la guerra contra Mxico. El presidente de los EE.UU. U.S. Grant, quien haba participado en la guerra, escribi: Esta guerra es una de las ms injustas que alguna vez haya mantenido una nacin fuerte contra una dbil.2

    No haban pasado cinco aos del fin de esta guerra agresiva,

    1 W. Z. Foster. Outline Political History of the Americas. N. Y., 1951, p. 580.

    2 U. S. Grant. Op. cit., vol. 1, p. 53.

  • 30

    cuando los EE.UU. presentaron en 1853 a Mxico nuevas rei-vindicaciones territoriales, exigiendo la cesin de una gran parte del territorio mexicano entre los ros Colorado, Gila y Grande (el Valle de la Mesilla). El embajador J. Gadsden, jefe de la de-legacin norteamericana en las conversaciones sobre la cesin del territorio mexicano, declar con cinismo a la delegacin mexicana: Seores, tiempo es ya de reconocer que el Valle de la Mesilla en cuestin, ha de pertenecer a los EE.UU.1

    Bajo presin de la fuerza grosera y la amenaza de una nueva intervencin armada, Mxico se vio obligado a firmar el llama-do acuerdo de Gadsden, segn el cual los EE.UU. se anexaron unos 140 mil km

    2 ms de territorio mexicano.

    En lo sucesivo, los EE.UU. basaran su poltica con relacin a Mxico en el principio de la Conquista pacfica, que signifi-caba en la prctica la aplicacin de la poltica de la expansin econmica. Los EE.UU. capitalistas contaban ahora prin-cipalmente con la exportacin de capitales y la inversin en di-ferentes ramas de la economa mexicana. Mxico atraa al capi-tal norteamericano ante todo por su proximidad geogrfica, su riqueza de materias primas y su situacin estratgica.

    Actuando en esta direccin, los capitalistas estadounidenses ya para 1897 haban invertido en la economa de Mxico 202,2 millones de dlares; o sea, mucho ms que en cualquier otro pas del mundo.

    2 Al cabo de diez aos, estas inversiones alcan-

    zaron la suma de 750 millones de dlares, y para 1911 haban superado la cifra de mil millones, constituyendo casi el 40 % de las inversiones de capital de los EE.UU. en el extranjero. Para entonces, los capitalistas norteamericanos tenan en sus manos los ferrocarriles, empresas industriales, explotaciones petroleras, bancos, latifundios, el 58 % de las importaciones y el 76 % de las exportaciones de Mxico.

    A la par del fomento de la expansin econmica, los EE.UU. no renunciaron de ningn modo a la poltica de intervenciones armadas.

    En 1910 el pueblo mexicano se levant en lucha revolucio-naria contra el rgimen dictatorial de Porfirio Daz. Fue una lu-cha larga y sangrienta.

    El carcter democrtico de la revolucin mexicana de 1910 a 1917, su orientacin antiimperialista y la participacin de am-

    1 A. L. de Santa Anna. Mi historia militar y poltica. Mxico, 1905, p. 108-109.

    2 G. G. Cant. Op. cit., p. 228.

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    plias masas populares, fueron motivo de una seria preocupacin por parte de los imperialistas de los Estados Unidos. El jefe del gobierno mexicano, Francisco Madero, defendiendo los inter-eses nacionales de su pas, se pronunci abiertamente contra el dominio del capital extranjero en la economa de Mxico y rea-liz varias reformas progresistas. El objetivo principal de la poltica imperialista de los EE.UU. respecto a Mxico era aplas-tar la revolucin mexicana. En febrero de 1913 tteres del impe-rialismo estadounidense mataron al presidente Francisco Made-ro y al vicepresidente Pino Surez. El poder pas a manos de un grupo reaccionario que encabez el general Victoriano Huerta.

    Precisamente entonces, los EE.UU. comenzaron a preparar una intervencin armada contra Mxico. No faltaba sino el pre-texto para justificar la agresin, pero fue encontrado rpidamen-te.

    El 9 de abril de 1914 un grupo de marines de la tripulacin del buque de guerra Delphin, anclado frente a las costas me-xicanas, baj a tierra sin permiso de las autoridades mexicanas en el puerto de Tampico, que se encontraba en estado de guerra. Los norteamericanos fueron detenidos, pero en menos de una hora y media no slo fueron liberados, sino que adems, recibie-ron excusas por lo acontecido de parte del general mexicano que mandaba las tropas gubernamentales en Tampico; sin embargo, la parte norteamericana calific las acciones de las autoridades mexicanas como una ofensa intolerable al honor de los EE.UU. Doce das despus, el presidente, Woodrow Wilson, dado a di-vagaciones acerca de la moral y la justicia, escribi en su men-saje al Congreso refirindose a Mxico: Vengo a pediros vues-tra aprobacin para que pueda yo emplear las fuerzas armadas de los EE.UU. tan ampliamente como pueda ser necesario, y a continuacin: En lo que hacemos no puede haber pensamiento de agresin o de engrandecimiento egosta Deseamos conser-var inclume nuestra gran influencia para el servicio de la liber-tad tanto en los EE.UU. como en cualquier otra parte.1

    Mientras el presidente pronunciaba estas palabras ante los congresistas, de los navos de guerra Prairie, Utah, Florida y Montana desembarcaba en Veracruz la infantera de la marina de los EE.UU. apoyada por el fuego intenso de la artillera. En el litoral mexicano desembarc un ejrcito de 15 mil invasores, mientras otros tantos permanecan a bordo de las naves prestos a

    1 M. Gill. Nuestros buenos vecinos. Mxico, 1957, p. 155.

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    seguirlos en cualquier momento. Adems, los agresores nortea-mericanos bloquearon la costa de Mxico con 87 barcos milita-res.

    Estos hechos confirmaban las palabras de Lenin de que la idealizada repblica democrtica de Wilson ha resultado en la prctica, una forma de imperialismo de lo ms rabioso, de la ms desvergonzada opresin y estrangulamiento de los pueblos dbiles y pequeos.1

    La poblacin de Veracruz junto a los cadetes marinos, em-prendi con valor la lucha contra los invasores. Combatieron he-roicamente contra los ocupantes de los EE.UU. durante una se-mana.

    Venustiano Carranza, jefe del movimiento constitucional de Mxico, envi una nota de protesta al presidente Wilson, decla-rando que las acciones de las autoridades estadounidenses eran agresivas y groseras. Mas la invasin de nuestro territorio escriba Carranza, la permanencia de vuestras fuerzas en el puerto de Veracruz, o la violacin de los derechos que determi-nan nuestra existencia como Estado soberano, libre e indepen-diente, s nos arrastraran a una guerra desigual, pero digna, que hasta hoy hemos querido evitar.2

    La firme resistencia del pueblo mexicano y las poderosas manifestaciones antiimperialistas en los propios EE.UU., obliga-ron a la Casa Blanca a renunciar a la iniciada aventura blica y retirar las tropas de ocupacin de Mxico en noviembre de 1914.

    No obstante, los imperialistas norteamericanos, preocupados por las amplias y crecientes proporciones del movimiento anti-imperialista en Mxico, y por el triunfo cada vez ms prximo de la revolucin democrtico burguesa, no abandonaron la idea de intervencin armada en los asuntos del pas vecino.

    El gobierno mexicano, de acuerdo con los intereses naciona-les del pas, el 7 de enero de 1915 emiti un decreto que pro-hiba a los extranjeros sin permiso especial, la prospeccin de yacimientos petroleros y la perforacin de pozos. Todas las ri-quezas del subsuelo mexicano, los bosques, la tierra y las aguas, fueron declarados propiedad de la nacin mexicana.

    Los monopolios extranjeros, y ante todo los norteamerica-

    1 V. I. Lenin. Las preciosas confesiones de Pitirim Sorokin. Obras Completas, t.

    37, p. 192-193. 2 E. Gonzlez Blanco. Carranza y la revolucin de Mxico. Valencia, 1944, p.

    204.

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    nos, pusieron el grito en el cielo. El gobierno estadounidense concentr en la zona limtrofe un ejrcito de 100 mil hombres dispuesto a invadir en cualquier momento el territorio mexicano.

    Los monopolios norteamericanos crearon en Mxico bandas mercenarias para defender sus monopolios, organizaron motines y complots. Los crculos dirigentes de los EE.UU. desplegaron una vasta campaa antimexicana y el 9 de marzo de 1916 pro-vocaron en Columbus, ciudad norteamericana, un choque entre mexicanos y norteamericanos que utilizaron como pretexto para iniciar la intervencin armada contra el Estado soberano.

    El 15 de marzo de 1916 tropas estadounidenses al mando del general J. J. Pershing, derribando los postes fronterizos, pasaron la frontera mexicana y avanzaron hacia el interior del pas. En un tiempo relativamente corto, esta inmensa mquina militar, que se denominaba expedicin punitiva y contaba con ms de 26 mil efectivos, entre ellos 10 mil de caballera, centenares de camiones y automviles, un nmero considerable de aviones y otros materiales de guerra, avanz en el territorio mexicano ms de mil kilmetros.

    Por este motivo, Mxico envi al gobierno de los EE.UU. una nota de resuelta protesta exigiendo la retirada de las tropas norteamericanas de su territorio. El gobierno mexicano declar que se opona al comienzo de la guerra, pero que, si esta se ini-ciaba, sera resultado de la poltica premeditada del gobierno norteamericano. Contra la aventura militar emprendida se pro-nunciaron muchos representantes del pueblo norteamericano. En muchas ciudades importantes de los EE.UU., tuvieron lugar mtines de protesta.

    A la sazn, los EE.UU. se preparaban activamente a interve-nir en la guerra mundial y no les convena empezar una guerra duradera con Mxico. Todas estas circunstancias en su conjunto, obligaron a los intervencionistas a abandonar el suelo mexica-no.

    1 Despus de la victoria de la revolucin democrtico burgue-

    sa de 1910 a 1917, el pueblo aspiraba a ser el verdadero dueo de sus riquezas naturales. La Constitucin de 1917, de carcter democrtico y antiimperialista, proclam el subsuelo y sus ri-quezas patrimonio popular inalienable.

    En los aos 30, el movimiento democrtico en Mxico cobr

    1 M. Alpervich, B. Rudenko. La revolucin mexicana de 1910-1917 y la polti-

    ca, de los EE.UU. Ed. en ruso, Mosc, 1958.

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    nuevo vigor. Como resultado de ello en diciembre de 1934 fue elegido presidente Lzaro Crdenas, representante de la burgue-sa progresista. Por iniciativa de Crdenas, el Congreso mexica-no promulg el 6 de octubre de 1936 una ley que conceda al go-bierno derechos jurdicos para la nacionalizacin de las com-paas forneas que operaban en territorio mexicano. Sobre la base de esta ley, el presidente Crdenas firm el 18 de octubre de 1938 la ley sobre la nacionalizacin de la industria del petr-leo que perteneca a compaas extranjeras, y su entrega a ma-nos de PEMEX, compaa petrolera mexicana gubernamental.

    En respuesta, los EE.UU. e Inglaterra recurrieron a organizar el bloqueo econmico, ejercer presin diplomtica y hasta inten-taron derrocar al gobierno de Crdenas. Las acciones resueltas del gobierno, apoyadas enrgicamente por vastas masas del pue-blo, frustraron los planes de las potencias imperialistas.

    El gobierno de Crdenas realiz tambin otras transforma-ciones, nacionalizando en particular los ferrocarriles, expro-piando muchos grandes latifundios, creando cooperativas agr-colas, etc. Estas medidas concretas asestaron un duro golpe a las posiciones del capital extranjero y su aliado la reaccin lo-cal. Con estos actos Mxico fortaleci su independencia, y los EE.UU. temieron en adelante llevar a cabo acciones militares contra ella.

    Posteriormente la industria petrolera mexicana obtuvo con-siderables xitos en su desarrollo. Estos xitos se han hecho so-bre todo palpables en la economa del pas despus de que hace unos aos fueron descubiertos nuevos grandes yacimientos de petrleo. Gracias a ello Mxico ha ocupado uno de los primeros lugares en el mundo por las reservas de petrleo prospectado (ms de 11 000 000 000 t) y por su extraccin (ms de 120 000 000 t al ao).

    El descubrimiento de nuevas grandes reservas de petrleo mexicano ha atrado inmediatamente especial atencin de los EE.UU. El vecino del norte exige derechos particulares para s respecto a las cantidades de petrleo extrado, procura dictar a quin y a qu precio debe ser vendido el petrleo; pero Mxico, consciente de la esencia neocolonialista de las pretensiones de los crculos gobernantes de los EE.UU., aplica tambin en esta cuestin una poltica independiente, contando con el apoyo enrgico de amplias capas de la sociedad mexicana.

    El pueblo mexicano, que avanza por el camino de la paz y el progreso social, aspira a hacer su aporte a la causa de la solucin

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    por va pacfica de los problemas que surgen en la palestra inter-nacional y se opone al dictado de los EE.UU. en el hemisferio occidental. En los aos 60, Mxico fue el nico pas de Amrica Latina que se neg a romper relaciones diplomticas con Cuba y a participar en las sanciones contra ella. Mxico fue uno de los primeros pases que reconoci al gobierno sandinista de Nicara-gua y previno a Washington de la inadmisibilidad de cualquier tipo de accin armadas contra este pas.

    En agosto de 1981 Mxico reconoci al Frente de Liberacin Nacional y al Frente Revolucionario Democrtico de El Salva-dor como representante de las fuerzas polticas de El Salvador, llamando a resolver los problemas de este pas por vas polticas.

    Vemos, pues, que Mxico, que ha sido ms de una vez obje-to de intervenciones armadas de forneas, contina en nuestros das defendiendo su libertad y su independencia y sigue fiel a su rumbo tradicional de poltica exterior, basado en la adhesin a los principios de la autodeterminacin de los pueblos y la no in-tervencin en sus asuntos internos. Con estos esfuerzos, Mxico se ha granjeado un merecido respeto en el mundo.

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    E. LARIN

    CUBA:

    OBJETO DE AGRESIN POR PARTE DE LOS EE.UU.

    La poltica agresiva de los Estados Unidos contra Cuba se

    encuentra enraizada en un pasado remoto. La aspiracin de anexarse a Cuba fue siempre, por otro lado, un fuerte propsito de los dirigentes de los Estados Unidos desde los inicios mismos de esta repblica1 recalc Fidel Castro en el I Congreso del Partido Comunista de Cuba.

    En mayo de 1847 el peridico New York Sun escriba: Cuba por su posicin geogrfica, por necesidad y por derecho, debe pertenecer a los Estados Unidos, puede y debe ser nuestra.2 Es-tas palabras pueden ser consideradas como la consigna de todas las acciones poltico militares que los EE.UU. aplicaron a la isla antillana en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.

    CIEN AOS DE INTERVENCIONISMO

    Ya el presidente T. Jefferson haba expresado la idea de convertir la isla en una de las estrellas de la bandera norteameri-cana. En 1805 comunic al embajador de Gran Bretaa en Was-hington que en caso de guerra contra Espaa, los Estados Uni-dos tendran que ocupar Cuba para... defender Luisiana. Es de-cir, que los crculos dirigentes estadounidenses ya en los albores de su historia, justificaban los afanes expansionistas del capita-lismo norteamericano con la necesidad de defender sus inter-eses vitales. Los estadistas norteamericanos plantearon de nue-vo la cuestin de la anexin de Cuba en los aos 1807, 1809 y 1823. Confieso con candor escriba T. Jefferson que siem-pre he mirado a Cuba como la adicin ms interesante que podr-

    1 Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba. Informe Central. La Habana,

    1975, p. 7. 2 R. Madden. La isla de Cuba. Sus recuerdos, progresos y perspectivas. La

    Habana, 1964, p. 116.

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    a hacerse a nuestro sistema de Estados.1 Las pretensiones expansionistas de los EE.UU. hallaron su

    reflejo en varias doctrinas de poltica exterior formuladas por di-rigentes norteamericanos. La doctrina de la fruta madura del secretario de Estado norteamericano John Quincy Adams ha re-sultado ser la de ms larga vida entre ellas. En 1823 Adams di-vagaba acerca de la existencia de ciertas leyes de la gravitacin tanto fsicas como polticas, y as como una fruta separada de su rbol por la fuerza del viento, no puede aunque quiera, dejar de caer al suelo, as Cuba una vez separada de Espaa y rota la conexin artificial que la liga a ella, ser incapaz de sostenerse por s sola, y tendr que gravitar necesariamente hacia la Unin Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que a la Unin misma, en virtud de esta propia ley, le ser imposible de-jar de admitirla en su seno.2 Qu profunda argumentacin y qu cinismo!

    Transcurrieron los aos y en Washington se sucedieron los presidentes, pero cada uno de ellos guard la firme conviccin de que el porvenir de la isla estaba predeterminado: y tarde o temprano se convertira en un Estado norteamericano. Pero cundo? La respuesta dependa de muchas circunstancias. Qui-zs una de las ms sustanciales fue a lo largo de la mayor parte del siglo XIX la oposicin activa de la poderosa Inglaterra y de Francia, que la apoyaba en esta cuestin. La postura de Londres y Pars, interesados en prevenir la expansin estadounidense en la regin de sus colonias de las Indias Occidentales, contena a los Estados Unidos. Por ello la Casa Blanca, ante la que se plan-teaba el dilema de anexarse a Cuba por la fuerza de las armas o por la del dlar, durante largo tiempo se vio obligada a dar pre-ferencia al segundo camino. A fines de los aos 40 del siglo XIX, el gobierno de los EE.UU. ofreci a la Corte de Madrid 100 millones de dlares por Cuba, cifra fabulosa en aquellos tiempos; pero Madrid se neg obstinadamente a acceder a cual-quier trato, consciente de la enorme importancia de la isla para los intereses econmicos y militares de Espaa.

    De 1848 a 1851, los latifundistas ms ricos del sur de los EE.UU., aplicando su poltica anexionista de extensin de la es-clavitud, equiparon varias expediciones armadas contra Cuba encabezadas por el antiguo general espaol Narciso Lpez, ve-

    1 F. Barreda. Las dos Amricas: dos mundos. Madrid, 1952, p. 88.

    2 A. Nez Jimnez. La liberacin de las Islas. La Habana, 1959, p. 459.

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    nezolano de origen. Rodeando hipcritamente a Lpez de una aureola de virtudes caballerescas, y creando de l la imagen de un noble mrtir que consideraba sus fines, esperanzas y deseos a travs del prisma de los intereses de Cuba, la prensa norteameri-cana de aquellos tiempos presentaba a N. Lpez como un com-batiente por la repblica cubana independiente; mas los cuba-nos no apoyaron a Lpez, y su aventura fracas.

    Las expediciones anexionistas de Lpez fueron causa de una agudizacin de las relaciones entre Inglaterra y Francia, por una parte, y de estas con los EE.UU., por otra. La reina Victoria ofreci al emperador Napolen III y al presidente de los EE.UU., Fillmore, concertar un acuerdo triple, basado en que es-tas grandes potencias se comprometieran a no intentar aduearse de Cuba en el futuro y garantizaran a Espaa el poder sobre la isla. Los Estados Unidos no slo dieron su negativa, sino que consideraron agravioso el mero planteamiento de la cuestin.

    Durante la guerra libertadora de los Diez Aos del pueblo cubano por la independencia (1868-1878), Colombia, Argentina, Mxico, Per, Ecuador, Guatemala, Chile y El Salvador reco-nocieron a la Repblica de Cuba en Armas creada por los patrio-tas y se dirigieron al Departamento de Estado de los EE.UU. con la proposicin de que reclamara a Espaa la concesin de la in-dependencia a Cuba. El gobierno de los EE.UU. se neg categ-ricamente.

    La perspicacia poltica permiti al gran hijo del pueblo cuba-no, Jos Mart, predecir inequvocamente ya en 1882, que en la rivalidad entre Espaa y los Estados Unidos por Cuba, no habra compromisos. Son intereses deca de tal manera encontra-dos, que no pueden llegar a avenimiento sin catstrofe.1

    El 24 de febrero de 1895 comenz la segunda guerra de libe-racin nacional del pueblo cubano (1895-1898). Al igual que en la Guerra de los Diez Aos, Washington se neg a reconocer a los patriotas cubanos como parte beligerante. Ms an, en el momento en que la victoria de los insurrectos se haca cada vez ms evidente, la Casa Blanca de nuevo procur concertar un acuerdo comercial con Espaa ofrecindole esta vez por Cuba 300 millones de dlares, pero el acuerdo no fue firmado.

    La guerra por la independencia se aproximaba a su lgico fin: la victoria del pueblo cubano y la formacin del Estado in-dependiente. Este era el desenlace ms temido en la Casa Blan-

    1 J. Mart. Obras Completas. La Habana, 1963-1965, t. 23, p. 223, 224.

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    ca. Los Estados Unidos empezaron a preparar la guerra contra Espaa.

    Aquella guerra fue la primera por el reparto del mundo. Sig-nific el paso del capitalismo a la fase imperialista. El objetivo ms prximo del joven rapaz imperialista eran las colonias de la Espaa rezagada econmicamente y desgarrada por contra-dicciones internas. La principal de ellas era Cuba.

    Si no nos apoderamos de Cuba declar el 23 de septiem-bre de 1897 Theodore Roosevelt, subsecretario de la Marina de los EE.UU. en aquellos tiempos, la isla continuar en manos de una nacin dbil y decadente, y la posibilidad de obtener Cu-ba se podra considerar perdida para siempre. No creo que Cuba pueda ser pacificada con la autonoma (prometida en aquel pe-rodo por Espaa a la isla. E.L.) y confo en que en un tiempo no muy lejano, ocurrirn all acontecimientos tales, que nos obligarn a intervenir.1 La profeca de T. Roosevelt se sus-tentaba en planes suficientemente determinados por la Casa Blanca: a finales de 1897 en los Estados Unidos fueron forma-das tropas encabezadas por el general N. A. Miles destinadas a ocupar las colonias espaolas.

    Un testimonio de las tareas planteadas a estas tropas, es el mensaje secreto que envi a Miles el 24 de diciembre de 1897, el subsecretario de Defensa de los EE.UU., J. C. Breckinridge.

    Esta Secretara se deca en el mensaje, de acuerdo con la de Asuntos Extranjeros y la de la Marina, se considera obli-gada a completar las instrucciones que, para la organizacin mi-litar de la prxima campaa en las Antillas, ha recibido con al-gunas observaciones relativas a la misin poltica que, como General en Jefe de nuestras fuerzas, recaer en usted. En el mensaje se sealaba que a finales del siglo XIX el carcter de la anexin de nuevos territorios se diferenciaba de modo sustancial del que haba tenido lugar en las dcadas del 30 y el 40, cuando los EE.UU. ocuparon Texas, en cuya conversin en un Estado norteamericano desempearon un considerable papel los colo-nos estadounidenses. Ahora, en Cuba, por ejemplo, se contaba sobre todo con la ocupacin armada. Habr que destruir cuanto alcancen nuestros caones declaraba el subsecretario con el hierro y con el fuego, habr que extremar el bloqueo para que el hambre y la peste, su constante compaera, diezmen a su pobla-cin pacfica y mermen su ejrcito; y el ejrcito aliado (el cuba-

    1 Monopolios norteamericanos en Cuba. La Habana, 1973, p. 253.

  • 40

    no E.L.) habr de emplearse constantemente en las explora-ciones y la vanguardia, para que sufran indeclinablemente el pe-so de la guerra entre dos fuegos, y a l se encomendarn preci-samente todas las empresas peligrosas y desesperadas.

    Dominadas y retiradas todas las fuerzas regulares de los es-paoles, sobrevendr una poca, por el momento incierta, de pa-cificacin parcial, durante la cual seguiremos ocupando mili-tarmente todo el pas ayudando con nuestras bayonetas al go-bierno independiente que se constituya, aunque sea informal-mente mientras est en minora en el pas. El terror por un lado y la propia conveniencia por otro, han de determinar que esa mi-nora se vaya robusteciendo y equilibrando sus fuerzas, consti-tuyendo en minora al elemento autonomista y a los peninsulares que se queden en el pas.

    Llegado este momento, son de aprovecharse, para crear conflictos al gobierno independiente, las dificultades que a ste tiene que acarrear la insuficiencia de medios para atender a nuestras exigencias y los compromisos con nosotros contrados, los gastos de la guerra y la organizacin de un nuevo pas...

    Resumiendo: nuestra poltica se concreta en apoyar siempre al ms dbil contra el ms fuerte, hasta el completo exterminio de ambos, para lograr anexarnos la Perla de las Antillas.1

    El documento expuesto demuestra que los crculos gober-nantes de los EE.UU. a fines de 1897 no slo tenan elaborado con detalle el plan de la guerra con Espaa, sino que haban tra-zado los mtodos de atraer a Cuba a su rbita hasta su anexin total.

    Los Estados Unidos haban preparado y deseaban la guerra, no faltaba sino el pretexto para desencadenarla. Este pretexto pronto se present. El 15 de febrero de 1898 en la baha de La Habana, fue volado el crucero norteamericano Maine, que se en-contraba all, segn aseveraciones del Departamento de Estado, para defender los intereses de los ciudadanos norteamerica-nos. En la catstrofe perdieron la vida 264 marineros y dos ofi-ciales. Las causas de la explosin hasta ahora se desconocen, pe-ro la mayora de los investigadores piensa que los marineros fueron sacrificados por Washington en aras de la realizacin de sus aventuras militares. No son una prueba de ello las palabras

    1 H. Pichardo. Documentos para la historia de Cuba. La Habana, 1971, t. 1, p.

    513, 514.

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    de Sigsbee, capitn del Maine que muri en 1923:1 Yo no he

    dado mi opinin sobre quin hundi el Maine y nunca la dar2? Una comisin integrada solamente por norteamericanos

    acus a Espaa de la accin que caus la destruccin de