Usos Politicos de La Historia

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Jose Carlos Chiaramontelibro escrito en 2014, en cuyo título el autor realiza un abordaje de la historia por medio del uso pseudocientífico de la historiografía

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  • Jos Carlos Chiaramonte

    Usos polticos de la historiaLenguaje de clasesy revisionismo histrico

    Sudamericana

  • CubiertaPortadaAgradecimientosPrefacio, por Jos NunPrlogo

    Sobre los trabajos incluidos en el libroHistoria y polticaLenguaje de clases y revisionismo histrico: el porqu de su reunin

    Primera parte. Sobre los conceptos de clase social y lucha de clases1. Crtica del lenguaje de clases

    El captulo inconcluso de El capital sobre las clases socialesLos dos inconciliables conceptos de claseAntecedentes del concepto de lucha de clasesSupuestos implcitos: Las clases sociales como actores individualesHerencia romntica y lenguaje polticoLos usos en singular y en plural del trmino clasePeripecias del lenguaje de clases en la crtica de E. P. Thompson aPerry Anderson

    2. Fundamentos del lenguaje de clases: El historicismo romntico y laindividualizacin de fenmenos colectivos

    El historicismo en Popper y AronEl historicismo en Troeltsch y las totalidades individualesHistoricismo y periodizacinObservaciones finales

    Segunda parte. En torno de los orgenes del revisionismo histricoIntroduccin. Reflexiones sobre los balances del Bicentenario

    Los balances de las independenciasEvaluacin de esos balancesFalsos supuestos que afectan a la historia poltica hispanoamericanaEl problema de la soberanaConsideraciones finales

    Investigacin1. Provincias, caudillos, nacin y la historiografa constitucionalistaargentina, 1853-1930

    Sarmiento y Alberdi ante el problemaLa historiografa constitucionalista argentinaLos sucesores de Florentino Gonzlez en la ctedra de DerechoConstitucional de la Universidad de Buenos AiresEl enfoque de la cuestin en los manuales de enseanza mediaLos sucesores de Estrada en la ctedra de Derecho Constitucional

  • La concepcin contractualista del origen de la nacin argentinaLa postura contractualista en Leandro N. AlemFederalismo y constitucionalismo hacia principios del siglo XXEl federalismo en cuestinEl dilema del federalismo en los constitucionalistas de laUniversidad de La Plata

    2. Revisin del revisionismo: Orgenes del revisionismo histricoargentino

    Rosas en la crtica de la nueva historiografaUna expresin programtica de la actitud revisionista en 1910Los historiadores provincialesLa crisis del federalismoEl juicio sobre los caudillosUn nuevo revisionismoDigresin: el sndrome copernicanoDe la historia econmica virreinal a la historia del federalismorioplatense

    3. La antigua constitucin luego de las independencias, 1808-1852El concepto de antigua constitucinUsos discursivos del concepto de antigua constitucinLa antigua constitucin en documentos polticos hispanoamericanosLa subsistencia del derecho espaol y la vigencia de la antiguaconstitucinEl derecho natural y la antigua constitucinLas normas constitucionales vigentes en la primera mitad del sigloXIXInconsistencia del concepto de caudillismoFormacin intelectual de dos de los principales protagonistas de lapoca: clero y jefes militaresLas facultades extraordinarias en la historia rioplatense

    Divulgacin y polmicaInvestigacin, divulgacin y polmicas historiogrficas

    La Historia en la divulgacin cientficaLa historia en las evaluaciones acadmicas y la recientehistoriografa argentina

    Divulgacin1. Conflictos en la construccin del Estado. De los orgenes a laorganizacin nacional*

    2. El nombre de la ArgentinaEl fracaso de la Constitucin de 1826

  • 3. Analogas histricas: De Filadelfia (1787) a Bruselas (2012),pasando por Iberoamrica en el siglo XIXLa cuestin de la soberana en las relaciones internacionales

    Polmica1. Historia y revisionismo2. La Vuelta de Obligado3. La cuestin de las Malvinas

    A manera de conclusinConceptos y lenguajes polticos en el mundo iberoamericano, 1750-1850

    Supuestos provenientes del nacionalismo historiogrficoFederalismo y nacionalidadSupuestos provenientes de tendencias confesionalesDigresin: el uso de la voz nacin y los problemas de la traduccin enel condicionamiento del lenguaje poltico

    CrditosAcerca de Random House Mondadori ARGENTINA

  • Agradecimientos

    Quiero en primer lugar manifestar mi gratitud a Jos Nun por haber aceptado escribir su Prefacio aeste libro y por los generosos juicios en l vertidos. Asimismo, aunque en algunos trabajos que lointegran est expresado mi reconocimiento por las observaciones de diversos colegas, no puedo dejarde consignar de nuevo mi gratitud por la colaboracin de dos expertos abogados del diablo, laprofesora Nora Souto y el profesor Julin Giglio, cuyas observaciones y crticas han contribuido amejorar varios de los textos as como la estructura del libro. Tambin debo expresar mi gratitud por lacolaboracin de otros integrantes del Instituto Ravignani, en especial de sus bibliotecarios. Por ltimo,debo agradecer muy especialmente a Fernanda Longo, de Sudamericana, por su paciente presin paraobligarme a dar a luz este libro y por sus tiles sugerencias para mejorarlo.

  • Prefacio

    por JOS NUN1

    En un pas de grandes historiadores, hace aos que Jos Carlos Chiaramonte ocupa merecida eincuestionablemente un sitio de privilegio. Ms all de su valiosa y extensa obra y de su brillantetrayectoria docente e institucional, los ensayos que van a leerse y que cubren una variada gama detemas y de abordajes alcanzan para entender por qu es as.

    En griego, comenz llamndose prlogo (lo que se dice antes) al recitado con el que abra lafuncin teatral uno de los actores, resumiendo a grandes rasgos el argumento de aquello que iba averse. Aunque despus el trmino se generaliz, una parte de ese sentido inicial an perdura. As lodemuestra el excelente prlogo que escribi el propio Chiaramonte para este libro, sintetizando elcontenido de las secciones que lo integran.

    Queda para mi prefacio (sinnimo de prlogo pero, esta vez, de origen latino), hacer algo que leest vedado al autor. Como adverta Voltaire, ste nunca debe elogiarse a s mismo pues el amorpropio de sus lectores no es inferior al suyo y por eso les resultara imperdonable que quisieracondenarlos a estimarlo. Me cabe a m, entonces, celebrar debidamente la aparicin de este volumen,escrito con una claridad expositiva y un estilo tan llano que le resultar tambin accesible a un pblicono especializado. Y al hacerlo, quisiera poner brevemente el acento sobre algunos de sus muchosaciertos.

  • En la primera parte de la obra, Chiaramonte retoma con agudeza asuntos tan significativos como lamatriz europea del lenguaje de clases o la influencia del romanticismo que llev a Marx a tratar a lasclases sociales como totalidades individuales. En verdad, acepta con gallarda los riesgos quesupone internarse en un campo tan vasto y controvertido y sortea con notoria solvencia los obstculosque se le plantean. Incluyo en esto su interesante y original intento de explicar por qu quedinconcluso El capital, pregunta que ha desvelado a varias generaciones. Son todas contribuciones muybienvenidas a debates que aun siguen abiertos y que han ocupado y ocupan a diversas disciplinas.

    La segunda parte del libro es la ms extensa y potente. En este sentido, resulta clave paracomprenderla la lectura del ensayo acerca de Conceptos y lenguajes polticos, que cierra elvolumen y repasa las nociones centrales que dieron sustento a los trabajos previos. Me refiero sobretodo a los sustanciosos ensayos que revisan el revisionismo histrico, separando con mano firme lapaja del trigo y constituyndose en aportes de un gran valor historiogrfico, cuyos efectos especficosse hacen sentir en los eficaces artculos de divulgacin y polmica que los siguen.

    Chiaramonte pone en evidencia varias de las razones por las que se torna insostenible la reduccindel revisionismo a la literatura antibritnica y pro rosista de los aos treinta, que surgi bajo lainfluencia del fascismo y de la derecha francesa para ser adoptada ms tarde por una difundidavariante del populismo de izquierda. Es as que rescata a la llamada Nueva Escuela Histrica decomienzos del siglo XX (Levene, Carbia, Ravignani y otros), que haba practicado el revisionismo conun rigor cientfico que no abundara despus, dndole plena importancia al tema del federalismo ypresentando a Rosas como un claro defensor de los intereses dominantes, segn admitira el mismoCarlos Ibarguren. No es casual que, en 1852, Rosas fuera recibido con todos los honores en Inglaterra,donde se radic hasta su muerte y donde siempre le agradecieron el trato generoso que les habadispensado a los comerciantes britnicos del Ro de la Plata. Es ms, el autor despeja la confusinreinante entre federalismo y confederacionismo (reunin de Estados provinciales que retienen susoberana independiente), documentando que la poltica de Rosas fue de este segundo tipo y no puedeser inscripta en un pretendido federalismo de unidad nacional.

    Me importa destacar con encomio otros dos asuntos examinados igualmente en la segunda parte. Elprimero es el de la llamada Antigua Constitucin. Hace ya cuatro siglos que Francis Bacon explicabaque, en una tableta, se poda escribir, borrar y volver a escribir lo que uno quisiera pero que esto nuncasuceda en la historia, donde no hay ms alternativa que escribir sobre lo ya escrito. O, como solarecordar Gramsci, en la vida lo nuevo siempre se construye con lo viejo. En nuestro caso, Chiaramonteinvestiga hasta dnde las revoluciones de la independencia afectaron slo de modo parcial lacontinuidad del antiguo derecho espaol o de Indias, que sigui incidiendo profundamente en lasnormas y en las costumbres de la poca. Esto le permite echar nueva luz sobre el tema del caudillismo(e, incluso, de las facultades extraordinarias) para analizar su sentido propio en cada contexto y tomardistancia de las interpretaciones simplistas acerca de su ilegalidad o de su carcter irracional.

  • Existe otro planteo crtico en la seccin que comento, el cual es retomado con fuerza en lasiguiente, y que se ha vuelto de insospechada actualidad. Sabemos hace mucho que la historia es, entreotras cosas, un cementerio de ideas falsas. Slo que siempre resulta oportuno establecer si se lleg aellas intencionalmente o no. A fines del siglo XIX, por ejemplo, el historiador alemn Heinrich vonTreitschke se burlaba de la objetividad anmica para afirmar que la verdad histrica es aquella quesirve a la nacin. Como resulta evidente, desde esta perspectiva cuenta ms la utilidad poltica que lavalidez cientfica de los enunciados. Comparto la saludable reaccin de Chiaramonte contra este tipode pensamiento, que recorre buena parte del segundo revisionismo y que hoy se manifiesta en textosde divulgacin de amplia venta, cuyas interpretaciones proyectan deliberadamente sus particulareslecturas del presente sobre el pasado y no a la inversa.

    Es mrito del autor haber dirigido con xito durante ms de un cuarto de siglo el justamente famosoInstituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani de la Universidad Nacional deBuenos Aires. Conoce as de primera mano los vigorosos avances que ha experimentado lahistoriografa acadmica en nuestro pas, juzgados de primer nivel por los mayores centrosespecializados del mundo. Por eso se entiende la posicin que adopta ante el decreto 1880/2011, quecrea el Instituto Nacional del Revisionismo Histrico dedicado a la investigacin y divulgacin de lahistoria revisionista, para salvarla de un liberalismo extranjerizante y so pretexto de abordar temasque no han recibido un reconocimiento adecuado en un mbito institucional de carcter acadmicoacorde con las rigurosas exigencias del saber cientfico. Lo ms curioso es que el nuevo organismoest ubicado fuera de ese mbito y, en vez de hacerlo depender de una Universidad Nacional o delConsejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas, se lo coloca directamente en la rbitapoltica de la Presidencia de la Nacin por medio de la Secretara de Cultura. De ah que no debasorprender que en su Comisin Directiva figuren no slo historiadores sino ministros, dirigentespartidarios y periodistas. Chiaramonte deja en descubierto la falsedad de los fundamentos invocadoscon el simple y razonable recurso de remitir al lector a las numerosas y slidas contribucionesbibliogrficas que los contradicen y que se desconocen o se ha preferido ignorar.

    Pero hay algo ms. Se eligi para anunciar con bombos y platillos el mencionado decreto un 21 denoviembre, esto es, el da en que se conmemora el combate de la Vuelta de Obligado, erigido por eldiscurso presidencial en una epopeya patritica de todos los argentinos. Slo que el autor analizaescrupulosamente el episodio, lo sita en su contexto y concluye con sobriedad: La conversin de laVuelta de Obligado en una gesta nacional no se sostiene en los datos que provee la historia delperodo.

    Me complace cerrar este prefacio con una clida y sincera felicitacin a Jos Carlos Chiaramontepor habernos brindado con este volumen una obra de excepcional vala, que tiene una fuerte vocacinde indispensable y que hace honor de este modo a su reconocida trayectoria profesional.

  • Nota:

    1. Director fundador del Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de General San Martn. Presidente de laFundacin de Altos Estudios Sociales.

  • Prlogo

    Sobre los trabajos incluidos en el libro

    Entre las diversas formas que en la historia argentina e iberoamericana ha adquirido la relacin deHistoria y Poltica hay dos cuya importancia es sobresaliente y que se expresan en diferentes patronesde interpretacin histrica. Aunque en ocasiones se ha intentado conciliarlos, ellos implican distintosobjetivos polticos y distintas formas de acceso a la historia. Uno de ellos se define por el uso de losconceptos de clase social y lucha de clases, conceptos bsicos de lo que se ha denominado el lenguajede clases, tema que examinamos en forma general, sin particular referencia al caso argentino, aunqueen mucho le concierne. El otro hace centro en los conceptos de nacin, nacionalidad y afines y, adiferencia del anterior, lo tratamos en una de sus expresiones particulares, la del revisionismohistrico argentino, dado que, en su ms amplia proyeccin iberoamericana, nos hemos ocupado de len nuestro libro Nacin y Estado en Iberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos de lasindependencias.

    La Primera Parte de este libro rene dos textos hasta hoy inditos que, como se explica al comienzodel primero de ellos, nacieron como producto de reflexiones sobre el lenguaje de clases surgidas alo largo de diferentes trabajos. Pero lo que inicialmente fueron notas y observaciones dispersas,terminaron por configurar un nuevo objeto de investigacin. Su atractivo fue acentuado adems por laresonancia, a la vez cientfica, poltica y meditica, que siguen conservando conceptos como clases

  • sociales, lucha de clases, conciencia de clase y otros a ellos afines, que han devenido en clichsinadecuados para dar cuenta de la naturaleza de los conflictos sociales.

    El primero de esos textos comienza examinando las razones por las que Marx no pudo concluir elltimo captulo de El capital, el dedicado a las clases sociales, y pone de relieve el insoluble problemaderivado de la incompatibilidad de las dos contradictorias nociones de clase social que utilizaba. Porotra parte, su reconocimiento de no haber sido el padre de los conceptos de clase social y lucha declases, que atribuye a historiadores y economistas anteriores a l, fue un til indicador de la naturalezade los fundamentos de ese lenguaje de clases. Esos fundamentos provenan del historicismoromntico de historiadores como Guizot, Thierry y otros, un tipo de historicismo que, desde entonces,exhiben muchos de los escritos de Marx, as como de los de otros autores, marxistas o no.

    El segundo de esos textos se ocupa justamente del anlisis del papel que le correspondi a lafilosofa de la historia expresada por el historicismo romntico en la eclosin y difusin deldenominado lenguaje de clases. Esta parte del trabajo hace centro en el concepto de totalidadesindividuales a modo de fundamento del procedimiento de tratar como actores histricos individualesa conjuntos sociales tales como los designados mediante los conceptos de clase, burguesa,proletariado, capitalismo y otros. De tal manera, ese lenguaje de clases que suele remitirse a unafilosofa materialista, se revela en realidad como forjado en la matriz de aquella muy distinta filosofade la historia.

    La Segunda Parte, en cambio, dedicada a algunas cuestiones relativas al revisionismo histricoargentino, rene textos de diversa naturaleza, unos de investigacin, otros de divulgacin, que hansido ya publicados en revistas de historia o en peridicos, y en el caso de algunos de ellosparcialmente modificados para esta edicin. Como introduccin a esta parte del libro, se incluye unartculo dedicado a diversas reflexiones inspiradas por el bicentenario de las independencias, queconciernen a los problemas implicados por el revisionismo histrico.

    El primero de los textos que exponen resultados de investigaciones fue hecho en colaboracin conuno de los historiadores pertenecientes al Instituto Ravignani, Pablo Buchbinder, a quien deboagradecer su autorizacin para incluirlo. Este texto, entre otras cuestiones, indaga las manifestaciones,durante la segunda mitad del siglo XIX, de las posturas adversas al papel de los caudillos en la historiaargentina as como las primeras reacciones contra esa postura provenientes tanto de autoresacadmicos como polticos.

    Esas reacciones, que son muy anteriores a las que divulgar el revisionismo histrico y de las queste es tributario, se examinan con ms detalle en el segundo de los textos de esa parte del libro,dedicado a los antecedentes del revisionismo en la historiografa provincial y en historiadoresprofesionales. Los testimonios expuestos all permiten comprobar que el revisionismo histrico, lejosde ser una original corriente surgida en la tercera dcada del siglo XX, no fue otra cosa, en susorgenes, que una adaptacin politizada de la renovacin que sobre el papel de los caudillos y otras

  • figuras destacadas del siglo XIX haban impulsado, entre otros, historiadores universitarios desdefines de esa centuria.

    El tercer captulo de esa Segunda Parte del libro, el ms reciente de todos, muestra cmo lodesignado habitualmente con el impropio concepto de caudillismo no era un mbito de anarqua eilegalidad sino un universo poltico regido por una antigua constitucin, la que implicaba otro tipode legalidad que la que se lograra con la Constitucin de 1853. En ese captulo, entre otros asuntos, semuestra cmo varios de los principales caudillos de la primera mitad del siglo XIX habanconcluido estudios universitarios, dato indicador de que, adems de su calidad de hombres de armas,eran portadores de una particular visin de la sociedad transmitida por esos estudios y acorde con laantigua constitucin.

    En la ltima seccin de esa Segunda Parte dedicada al revisionismo histrico, se renen un conjuntode artculos periodsticos que utilizan parte de la informacin contenida en los textos recincomentados.

    Por ltimo, en el artculo incluido a manera de Conclusin, se abordan de manera general algunosde los problemas de vocabulario poltico implicados por los asuntos tratados en el libro.

    Historia y poltica

    En el transcurso de su labor profesional los historiadores suelen verse inquietados por un fenmenocuyas manifestaciones se registran desde la antigedad hasta el presente. Se trata del uso poltico de lahistoria, efecto de una relacin, la de historia y poltica, que puede adquirir expresiones diversas.Aunque fundadas siempre en la presuncin de la eficacia del conocimiento del pasado para lacomprensin del presente, ellas pueden convertirse en una manipulacin de los datos histricos enfuncin de objetivos del presente, de manera tal que el afn de conocimiento suele resultar asdesfigurado. Es por eso que aclarar la cuestin de las relaciones entre historia y poltica es de capitalimportancia para el desarrollo de ambas disciplinas y, por lo tanto, para la cultura de un pas.

    En nuestras primeras etapas profesionales, la cultura argentina, y no slo argentina, estabafuertemente influida por corrientes que, por razones ticas, postulaban una estrecha y necesariavinculacin de la Historia con los intereses de un sujeto colectivo que, segn la postura poltica oideolgica adoptada, poda ser concebido como el pueblo, el proletariado o la nacin. Estoindicaba que la respuesta a aquella inquietud provena de una concepcin de la Historia comoinstrumento de accin poltica o, lo que es lo mismo, de un enfoque del estudio del pasado como unafuente de experiencias tiles para obrar sobre el presente. Esta postura dio lugar a diversasmanifestaciones, muchas de las cuales forman parte de lo que se dio en llamar el compromiso delintelectual, que pese a su prestigio moral fue germen, frecuentemente, de esa manipulacin poltica de

  • la Historia que hemos recordado al comienzo. Si observamos las cosas con ms detenimiento,podramos percibir que, ms all de la fisonoma de actitud poltica sectaria que varias de esasmanifestaciones exhiben, ellas no son otra cosa, sustancialmente, que un desarrollo de la viejaconcepcin ciceroniana de la Historia como maestra de la vida, clave para la comprensin ytransformacin del presente y, en este sentido, tambin un efecto de la didctica europea de lahistoria del siglo XIX.

    En toda actividad intelectual los descubrimientos importantes surgen a menudo del inters por loque uno va encontrando delante de s y no de una preceptiva ni de un compromiso. Ante una posibleobjecin de que lo que uno va encontrando ante s puede ser producto de un condicionamientoprevio, cabra responder que lo que estamos exponiendo tiene precisamente como objetivo una formade hacer historia que cuestione de manera permanente sus supuestos, como un requisitoimprescindible para el trabajo; esto es, que revise constantemente sus condicionamientos, incluidoslos ideolgicos y polticos que el historiador, como ciudadano, pueda poseer.

    La intencin de poner algunos resultados de la historiografa al servicio de otras actividadeshumanas no es ilegtima mientras ese servicio sea respetuoso del quehacer historiogrfico, es decir,sin condicionamiento de sus procedimientos y resultados por intereses provenientes de aquellas otrasactividades. Porque, justamente, la nica manera de que la historia sea de utilidad a la poltica esofrecer frutos que no hayan sido condicionados y deformados por intereses polticos con resultadosque padecern tanto la historia como la poltica.

    Lenguaje de clases y revisionismo histrico:el porqu de su reunin

    Hace tiempo me interesaron distintos casos de esa relacin, un inters motivado tanto por laimportancia de los asuntos histricos implicados como por la magnitud de su efecto en la vidapoltica. Paulatinamente fue creciendo mi inters al comps del estudio de algunos problemas que porla naturaleza de mis investigaciones deb indagar con ms detenimiento y que son elocuentes ejemplosde lo que exponemos. Es por eso que, pese a la diversidad de temas, he decidido reunir en este librodos casos destacables el lenguaje de clases y el revisionismo histrico , aunque las formas queen ellos asume aquella relacin posean muy distintas caractersticas.

    La influencia determinante de los historiadores franceses de las primeras dcadas del siglo XIX enla gnesis del lenguaje de clases es el punto de partida de los textos que integran los dos primeroscaptulos de este libro. Esos escritos estn dedicados especialmente al anlisis del surgimiento de losconceptos de clase social, lucha de clases, y de otros con ellos relacionados y a la funcin delhistoricismo romntico como cimiento de ese lenguaje. Consiguientemente, se examinan en ellos las

  • modalidades de su utilizacin posterior en los trabajos de Marx, su difusin desde entonces en obrasde historiadores, socilogos y otros cientficos sociales de diversa adscripcin intelectual, as como enescritos de polticos y periodistas.

    Con la expresin lenguaje de clases se alude al conjunto de conceptos como clase social, luchade clases, conciencia de clase, entre otros. Se trata de un lenguaje que ha contagiado a muchasmanifestaciones de las ciencias sociales y del discurso poltico, no slo a las del marxismo. Lenguajey no mero vocabulario dado que se trata de un conjunto de expresiones interrelacionadas quecondiciona la visin de la vida social y poltica contempornea, del que esos captulos buscanaclarar sus orgenes histricos y las ambigedades y contradicciones de su frecuente utilizacin en eldebate poltico y en diversos medios de comunicacin. Por tal razn, en ellos se examina tambin lahabitual inconsistencia del uso de ese lenguaje, el que hasta hoy resurge en condiciones y lugares tandistintos como los Estados Unidos de Obama1 o la Argentina de los das que corren. Susmanifestaciones cubren, efectivamente, la vida intelectual y poltica de cualquier pas, aunque es unlenguaje nacido en el seno de la cultura europea, propio del denominado historicismo romntico que,adoptado por el marxismo y otras corrientes de pensamiento, se ha difundido por doquier y, pese a susvaivenes, sigue an presente en la vida contempornea.

    Respecto del revisionismo histrico, asunto que ocupa la Segunda Parte del libro, su examen selimita a la historia argentina, aunque es una expresin cultural que tiene notables rasgos de similitudcon lo ocurrido en la historiografa de otros pueblos iberoamericanos. Se trata de un intento dereinterpretacin del pasado, un pasado cargado de resonancias frecuentemente dramticas en la vidapoltica, pues afecta el relato de los orgenes nacionales, algo particularmente estratgico en laconstruccin poltica de las identidades nacionales. En este caso, los problemas de lenguaje ataen a lainterpretacin anacrnica de muchos de los principales conceptos polticos del pasado, pero tambin alos fundamentos del lenguaje de poca que les daba sentido, tal como se explica en la Introduccin dela Segunda Parte. Pero, a diferencia de la anterior, en ella se ensaya el experimento de reunir, junto atextos de investigacin, otros de divulgacin y de polmica historiogrfica ajustada esta ltima a lasnormas de la divulgacin cientfica, esto es, utilizando resultados vlidos de la investigacin y no unaparcial reunin de datos histricos seleccionados en atencin al objetivo poltico perseguido. Estareunin de textos de diverso carcter es entonces intencional, porque el libro fue pensado tambincomo una forma de exponer algunos ejemplos de trabajos que han tratado de ajustarse a las relacionesde estas distintas expresiones del trabajo intelectual.

    De los textos de investigacin de la segunda parte quisiera destacar el ms reciente, La antiguaconstitucin luego de las independencias, 1808-1852, por sus innovaciones respecto del papel jugadopor los denominados caudillos en la historia del siglo XIX, innovaciones que permiten comprendermejor un asunto tan frecuentado en las polmicas desde ese siglo hasta los das que corren.Sostenemos all que, si bien la historia de la independencia y de sus efectos ya no es interpretada en

  • trminos de la dicotoma de civilizacin y barbarie, contina deformando la imagen de las prcticas yconcepciones polticas del siglo XIX mediante conceptos como caudillismo u otros afines: Lahistoria del siglo XIX iberoamericano puede parecer un entramado de procesos contradictorios, cuyarebelda a ajustarse a alguna forma de inteligibilidad hemos cubierto frecuentemente con dbilescategoras como las de anarqua poltica, particularismos, caudillismo, y otras congruentes conellas.

    Por otra parte, en lo que concierne al tratamiento meditico de la historia de la independencia y susefectos durante el siglo XIX, conviene tener presente algo que fue observado respecto de los dilemasdel periodista que, a diferencia de los autores de libros, no puede esperar alcanzar el xito a largoplazo, sino que tiene que lograrlo inmediatamente, o resignarse al fracaso absoluto. Es por eso que,con frecuencia el artculo periodstico profesa e inculca opiniones que ya han sido aceptadas por elpblico a quien son dirigidas, en vez de tratar de rectificarlas o de mejorarlas.2 Si bien,afortunadamente, no siempre sucede esto, se trata de un riesgo que de ocurrir comprometeprofundamente la labor de divulgacin, un riesgo que hoy se observa sobre todo en la seleccin ytratamiento de temas histricos en los medios audiovisuales, donde se suma a la tirana del rating, ascomo en el periodismo escrito y aun en libros.

    Por ejemplo, en la medida en que el pblico est acostumbrado a la versin de los orgenes delpas construida por lderes polticos e historiadores que desde la segunda mitad del siglo XIXbuscaban fortalecer el sentimiento de nacionalidad, los resultados de las investigaciones que muestranque la nacin fue un tardo efecto y no una causa de la independencia parecen perder inters, aun paracrticos de lo que suele denominarse historia oficial quienes, es de notar, comparten a menudoesos supuestos de los historiadores que critican. De tal manera, aquello que contribuye a explicar deforma congruente los conflictos posteriores es frecuentemente ignorado en la medida en que nosatisface las expectativas generadas por aquel relato de los orgenes de una nacin. Por similaresrazones, los avances realizados por historiadores profesionales en el conocimiento de hechos y figurasrelevantes de esos tiempos suelen tambin pasar inadvertidos, como se comprueba, por ejemplo, en laperduracin de desactualizados enfoques sobre figuras como Artigas, Rosas o Rivadavia, entre otros,en diversos medios de comunicacin.

    El libro se ocupa entonces de dos distintos asuntos reunidos por la comn caracterstica de serejemplos de la relacin entre historia y poltica, relacin que es til analizar sin ignorar la muydiversa forma que adquiere en cada uno de ellos. Porque, como veremos, mientras que en lo relativo alas clases sociales nos enfrentamos a modalidades del lenguaje de historiadores y economistastrasladados a la vida poltica, en lo concerniente al revisionismo histrico, en cambio, estamos frentea la construccin de relatos interpretativos de acontecimientos y personajes del pasado y a las disputasque esas interpretaciones motivan.

    Es de destacar, adems, que en lo que se denomina revisionismo histrico hay yuxtapuestos dos

  • sentidos del trmino revisionismo. Uno, el que corresponde al procedimiento habitual de examinaralgo con el propsito de mejorarlo o corregir sus posibles errores, y otro, el que refiere a laconstruccin de un relato histrico alternativo a otro que se impugna. En este segundo caso, estamosante una alteracin de sentido en el uso de la palabra revisionismo por efecto de esa modificacinsustancial del concepto de revisin. As, en la advertencia efectuada en uno de los textos de laSegunda Parte de este libro, de que todo historiador es cotidianamente revisionista, el sentido deltrmino revisin es el usual, el de volver a ver algo para comprobar si es acertado o errneo. Pero enla expresin revisionismo histrico hay un cambio en el uso del trmino mediante una ampliacinde sentido: revisar es no slo examinar un relato histrico sino construir otro distinto. Se trata de unamodificacin de sentido que busca legitimar el nuevo relato como producto de una previa labor decrtica historiogrfica que, como se ver en la Segunda Parte del libro, frecuentemente carece de losrequisitos bsicos de la investigacin histrica.

    Notas:

    1. Classlessness in America, The Economist, 24 de septiembre de 2011.2. Palabras de James Mill, referidas por su hijo, en John Stuart Mill, Autobiografa, Madrid, Alianza, 2008.

  • PRIMERA PARTE

    SOBRE LOS CONCEPTOS DE CLASE SOCIALY LUCHA DE CLASES

  • 1. Crtica del lenguajede clases

    Este captulo fue motivado por algunas reflexiones surgidas durante la elaboracin de diversostrabajos en los ltimos aos. Ellas conciernen a uno de los principales problemas de la investigacinhistrica como es el de las clases sociales. Al vincular este problema con otro que haba tratado en unartculo sobre las debilidades de las periodizaciones histricas, pude advertir que un supuesto noexplcito de stas tambin subyace en el denominado lenguaje de clases. Se trata de un supuesto quetiene sus races en el historicismo romntico y que es el principal factor de la fragilidad de lasconcepciones sobre las clases sociales, incluida la de Marx, con la cual me parece convenientecomenzar.1

    El captulo inconcluso de El capital sobre las clases sociales

    El intento de efectuar un balance crtico de la obra de Marx afronta el riesgo derivado de dos actitudesantagnicas pero igualmente susceptibles de generar prejuicios, perceptibles aun en mediosacadmicos: por una parte, la intencin apologtica derivada de la simpata hacia el autor de El capitalpor su labor a favor de los oprimidos y, por otra, la actitud de repudio de quienes lo consideranculpable de experiencias condenables acaecidas durante el siglo XX. Evitando ese riesgo, entiendo quese puede observar, como se ver ms adelante, que mientras diversos aspectos de su obra merecentodava la consideracin de quienes buscan sugerencias vlidas para el curso de sus trabajos, sinembargo, lo que Marx juzgaba su aporte original a la teora de la historia la misin histrica de la

  • clase obrera para la supresin de la sociedad de clases mediante la dictadura del proletariado no haresistido la prueba de la historia poltica ni del curso de la teora poltica en el siglo XX.

    Como es sabido, el ltimo captulo de El capital, el 52, lleva como ttulo Las clases. El hecho deque quedara inconcluso al final de su cuarto prrafo provoc inters por las razones de esainterrupcin y, asimismo, suscit la inquietud de discernir si se trataba de un cese casual de un trabajoque por ciertas circunstancias no pudo ser reanudado o si implicaba alguna dificultad cuya solucinrequera un tiempo de reflexin que Marx no logr tener.

    Uno de los mayores esfuerzos para imaginar cmo podra haber sido ese captulo, en el caso queMarx hubiese podido continuarlo, fue el realizado por Ralph Dahrendorf.2 En las primeras pginas desu libro sobre las clases sociales, Dahrendorf resume el origen del trmino clase desde la Romaantigua, a partir de su uso para distinguir clasificar a los romanos en funcin de los impuestos.Observa que ya entonces el trmino haba adquirido tambin un matiz valorativo al usarse paradesignar a las clases superior e inferior y, asimismo, al dar lugar a la acuacin de un conceptoderivado, el concepto de clsico, para convertirse en una forma de designar la calidad principal yasea de gente, ya de obras de arte y literatura.

    Respecto del siglo XIX, Dahrendorf advierte una diferencia en lo que va del uso en el siglo anteriorpara distinguir estratos sociales a uno ms colorido, que ya se perciba en Smith pero sobre todo enEngels y en Marx, para designar a la clase de capitalistas y de trabajadores, a las clases ricas y a laspobres, a la burguesa y al proletariado. Por lo tanto, cree necesario comenzar por aclarar el sentidodel concepto de clase en la obra de Marx, para el cual seala tres fuentes: los economistas britnicos,de quienes habra tomado el trmino, los socialistas utpicos franceses en cuanto a su aplicacin a loscapitalistas y a los proletarios, y Hegel para el concepto de lucha de clases.3

    La adjudicacin a Hegel de la fuente del concepto de lucha de clases es un error, como secomprueba si nos atenemos a la informacin proporcionada por el propio Marx, segn la cual losconceptos de clase y de lucha de clases los haba tomado de diversos economistas y de historiadoresfranceses. Dahrendorf parece no haberla conocido y, probablemente, esto le ved advertir lo que ellenguaje del historicismo romntico signific para el lenguaje de clases de Marx y de Engels.4

    Para Dahrendorf el hecho de que el ltimo captulo de El capital quedara trunco no sera unproblema serio pues podra ser completado, sostiene, mediante la reunin de textos dispersos en susprincipales trabajos. Da por supuesto la existencia de una teora de las clases en Marx al punto deafirmar que la falta de una exposicin especial sobre ella, como habra estado destinado a ser esecaptulo trunco, se debi a que Marx posterg una y otra vez su explicacin terica para intentar unmayor refinamiento emprico.5 De tal manera, se aboca a la tarea de reconstruir lo que hubiese podidoser el inconcluso captulo 52 del tercer libro de El capital, en una forma que si bien le permite ilustrardiversas facetas del pensamiento de Marx, no advierte que el ms verosmil obstculo para completarese captulo no fue su voluntad de refinamiento terico sino la incompatibilidad de los dos conceptos

  • de clase que utilizaba a lo largo de su obra.

    Los dos inconciliables conceptos de clase

    La ltima observacin parecera la ms slida por las razones que expondremos en lo que sigue.Sustancialmente, consisten en cotejar las dos incompatibles nociones que posea Marx de la naturalezade las clases sociales. Una de ellas provena de la funcin clasificatoria del trmino, y otra, ms cara asu sentimiento revolucionario, haca de las clases sociales actores histricos, concepcin que habatomado de Thierry y Guizot, entre otros, y que adapt al objetivo revolucionario que atribua alproletariado.

    Respecto de los economistas que Marx ms estimaba, recordemos que el Prefacio de los Principiosde David Ricardo comienza con este prrafo:

    El producto de la tierra, todo lo que se deriva de su superficie por la aplicacin unida del trabajo,la maquinaria y el capital, se reparte entre tres clases de la comunidad, a saber: el propietario dela tierra, el propietario del stock o capital necesario para su cultivo, y los trabajadores, por cuyaindustria es cultivada.6

    De manera similar a esta clasificacin de las clases sociales en la produccin rural hecha porRicardo, pero extendida al conjunto de la sociedad, se lee al comienzo del inconcluso captulo deMarx:

    Los propietarios de mera fuerza de trabajo, los propietarios de capital y los terratenientes, cuyasrespectivas fuentes de ingreso son el salario, la ganancia y la renta de la tierra, esto es,asalariados, capitalistas y terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna,que se funda en el modo capitalista de produccin.7

    Pero el Manifiesto comunista, as como otras pginas de combate poltico, exhiba otra concepcincon respecto al nmero y, sobre todo, a la naturaleza de las clases sociales en la sociedadcontempornea. Al nmero, porque se reducan a dos, burguesa y proletariado. A la naturaleza,porque las clases no eran ya el resultado de la taxonoma econmica sino actores histricosconcebidos sobre el patrn del historicismo romntico.

    La reduccin de las dos grandes clases propietarias industriales y terratenientes, a una sola,implicaba un problema de concepcin de los fenmenos econmicos que Marx haba encaradoparcialmente al sostener que los arrendatarios agrcolas eran, desde el punto de vista del anlisiseconmico, equivalentes a los industriales, esto es, que a ambos le corresponda el mismo concepto de

  • capitalistas, fuesen agrarios o urbanos. Mientras que a los terratenientes, que no concordaban muybien con su esquema de sucesin de perodos histricos, los consideraba supervivencias del pasado.

    Pero lo ms significativo es que al intentar una definicin de las clases sociales Marx se encontrante esos dos caminos de fuerte arraigo en l pero no armonizables. Uno, acorde con economistas a losque segua, y el otro, el de sus textos polticos de intencin revolucionaria. Es esta crtica alternativaen la definicin del sistema de clases en la sociedad capitalista la que habra perdurado como unescollo insalvable hasta las ltimas lneas de El capital.

    Antecedentes del concepto de lucha de clases

    La influencia de la obra de Marx contina viva por el valor de aquellos de sus escritos que hanresistido el paso del tiempo; por ejemplo, el anlisis en clave social del proceso de acumulacinprimitiva del capital, la denuncia de las condiciones de trabajo en la Inglaterra de su tiempo, ocaptulos de su obra econmica tales como partes del dedicado a la teora del valor. En cambio, ya seapor el desarrollo de la historiografa y las ciencias sociales del siglo XX, ya por la crtica prueba delos acontecimientos histricos de esa centuria, han colapsado sus previsiones sobre la prontainstalacin de la sociedad socialista y, muy significativamente, algo que era el corazn de superspectiva revolucionaria, la nocin de dictadura del proletariado.

    Asimismo, su uso de los conceptos de clases sociales y lucha de clases, que Marx reconoci comoun prstamo intelectual y no algo original suyo, padece el condicionamiento del historicismoromntico. Se trata de la profunda impronta que dejara en l y en Engels una caracterstica dellenguaje de la poca, por lo general inadvertida pero de fuerte atraccin: la tendencia a individualizarlos fenmenos colectivos y tratarlos como si fueran actores histricos, un rasgo que los influyintensamente en su juventud y que favoreci un discurso simplificado pero cautivante, en el que lasclases sociales actuaban como protagonistas individuales

    Recordemos, respecto de los conceptos de clase y de lucha de clases, que Marx no los considerabaun descubrimiento suyo sino que los reconoca como provenientes de historiadores y economistasburgueses. Escribi en 1852 en carta a un amigo:

    Y ahora, en lo que a m respecta, no ostento el ttulo de descubridor de la existencia de las clasesen la sociedad moderna, y tampoco siquiera de la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, loshistoriadores burgueses haban descrito el desarrollo histrico de esta lucha de clases, y loseconomistas burgueses la anatoma econmica de las clases.

    Y agregaba de seguido:

  • Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases est vinculadanicamente a fases particulares, histricas, del desarrollo de la produccin; 2) que la lucha declases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura sloconstituye la transicin a la abolicin de todas las clases y a una sociedad sin clases.8

    Esos historiadores aludidos por Marx, aclaraba Auguste Corn, autor de una biografa suya, eran losfranceses de la poca de la restauracin: Thierry, Mignet, Thiers, Guizot9 Sin embargo, la lista dehistoriadores que daba Marx en aquella carta no coincida totalmente con la de Corn. Al criticar a losdetractores del concepto de lucha de clases escriba Marx que esos caballeros debieran estudiar lasobras histricas de Thierry, Guizot, John Wade, etc., a fin de enterarse de la pasada historia de lasclases.10 Si bien en el etc. podra caber Thiers, el desprecio que le profesaba Marx explicara laexclusin. Por otra parte, citaba la gran obra de Ricardo, transcribiendo el prrafo reproducido msarriba, como apoyo a su postura sobre la divisin en clases de la sociedad, y agregaba que la sociedadburguesa de los Estados Unidos no se haba desarrollado an suficientemente como para tornarevidente la lucha de clases.

    En cuanto a John Wade, es probable que, de sus numerosos libros, Marx se refiriese a History of theMiddle and Working Classes , publicado por primera vez en 1833. Pero tambin aluda a los msgrandes economistas europeos por haber mostrado que las bases econmicas de las diferentes clasesestn obligadas a originar un antagonismo necesario y en constante crecimiento. La lista que ofrecaera la siguiente: Malthus, Mill, Say, Torrens, Wakefield, Mc Culloch, Senior, Wakley, R. Jones,etc.11

    Guizot, en su Historia de la civilizacin en Europa, publicada por primera vez en 1828, afirmabaefectivamente que la lucha de clases [] llena la historia moderna. La moderna Europa ha nacido dela lucha entre las diversas clases de la sociedad.12 Por su parte, Thierry, al referirse a la Francia delsiglo XII, escriba que cada una de las clases de la poblacin, notablemente diferente de las otras,tena sus tradiciones polticas y, por as decirlo, su sistema aparte. Este sistema, agregaba, continuabavigente, a causa de las pasiones de que estaba impreso y de los sentimientos de rivalidad o de odiomutuos que en l se reunan. Esas clases eran la aristocracia, el clero, la burguesa, los labradores. Larivalidad de la barona con el orden eclesistico, comentaba, se podra remontar hasta el siglo V. Elobjeto de esta antigua lucha era siempre el mismo y su forma haba cambiado poco.13 Y respecto dela burguesa sostena, entre otras referencias, que la ms clara y menos alterada de las tradicioneshistricas perteneca a la burguesa y se conservaba aisladamente en las grandes ciudades. Agregabaque el espritu civil de las ciudades

    [] daba a las clases plebeyas ocupadas en el comercio y la industria, lo que hace la fuerza en lasluchas polticas: recuerdos, nobleza y esperanza. En cuanto a la clase de los labradores, de los

  • villanos como se deca entonces, no tena ni derechos ni tradiciones hereditarias14

    Respecto de Thierry, Marx, en carta a Engels, parece confirmar el primer lugar que le asignaba en lalista de autores a los que debe el concepto al calificarlo de padre de la lucha de clases:

    Un libro que me ha interesado mucho es el de Thierry, Histoire de la Formation et des Progrsdu Tiers tat, de 1853. Es notable la indignacin con que este caballero padre de la lucha declases en la literatura histrica francesa se encoleriza con los nuevos escritores que ahoraven un antagonismo tambin entre la burguesa y el proletariado15

    Por su parte Mignet, explicando los orgenes de la revolucin francesa utilizaba el concepto declase al aseverar que las formas de la sociedad del Medioevo todava perduraban en la segunda mitaddel siglo XVIII, porque el suelo estaba repartido en provincias enemigas y los hombres, en clasesrivales. La nobleza, agregaba, haba perdido todos sus poderes aunque conservase sus distinciones,mientras el pueblo careca de todo derecho y la realeza no tena lmites. La revolucin, entre otroslogros, aada, haba anulado las distinciones de clase.16

    Pero si bien es cierto que esos historiadores franceses describan los conflictos comoenfrentamientos entre conjuntos humanos, no siempre se refieren a ellos con el concepto de clase.Mignet, por ejemplo, en otros lugares utiliza conceptos distintos, como rdenes y estamentos, yreubica el concepto de clase al utilizarlo para designar grupos internos a lo que en otros lugaresdenominaba clases. Francia, escriba, estaba dividida en tres rdenes, nobleza, clero y tercer estado,los que a su vez se dividan en muchas clases.17

    La estimacin del papel de las clases y de sus luchas, sin embargo, no era en aquellos historiadoressimilar a la que hara Marx. Guizot, por ejemplo, se extenda en consideraciones sobre la funcinpositiva para la unidad nacional que haba producido ese combate entre las clases, del cual habrasurgido en Francia la conciencia de una comunidad de intereses, de ideas y de sentimientos quecondujo a la unin nacional. Consideraba que ese proceso haba llevado tambin al predominio de otrarelacin que opac la existente entre las clases, la relacin entre pueblo y gobierno. La Europa de lossiglos XVII y XVIII, escriba, vio surgir dos grandes figuras, el gobierno y el pueblo, cuya alianza olucha dominan la historia de esos siglos. La nobleza, el clero, la burguesa, todas estas clases, todasestas fuerzas particulares resultaron as borradas por estos dos grandes cuerpos: el pueblo y elgobierno.18

    Supuestos implcitos: Las clases socialescomo actores individuales

  • Son conocidas algunas de las caractersticas generales de la influencia que Marx y Engels recibieron,en los aos de juventud, de autores y movimientos romnticos. En su temprano inters y entusiasmopor esos autores, Engels, a los dieciocho aos, ley con simpata la Vida de Jess de Strauss y a travsde l lleg al hegelianismo. A partir de entonces continu viva en l la pasin por el romanticismogermano y otros fenmenos histricos concordantes.19

    Generalmente se considera que el posterior arribo de Marx y de Engels al credo socialista fue unaruptura con esa tradicin. Sin embargo, se trat de una ruptura slo parcial puesto que continu viva laprofunda impronta que el historicismo romntico, reforzado por la influencia de Hegel, dej en ellenguaje de ambos, es decir, en esa tendencia a convertir fenmenos colectivos en actores histricos.20

    De tal manera, se puede advertir que los conceptos de clase y lucha de clases no son lo nico dellegado que Marx y Engels recogieron de los historiadores franceses del tiempo de la restauracin. Setrata de una deuda mayor aun en la medida en que esos conceptos estn concebidos segn una peculiarvisin de la historia, propia de lo que se denomin romanticismo, de la que ellos participaban y quesubyace implcitamente en su lenguaje. Ese prstamo intelectual ira ms all de explicar losconflictos histricos por efecto del choque de intereses entre las clases, al conferirle a stas la yasealada calidad de actores histricos dotados, a la manera de individuos, de conciencia, voluntad yfines. De tal modo, desarrollaron una forma de describir los conflictos histricos que tendra hondaperduracin, en el anlisis histrico y en el lenguaje poltico, y que ya se encontraba en ese lenguajecon que Guizot aluda, por ejemplo, a la variedad de intereses y de pasiones de las clases enpugna.21

    El ncleo de esa deuda, y prcticamente base de la concepcin de la sociedad que subyace en ella,fue esa tendencia individualizadora de los fenmenos colectivos que convierte en actores histricos aconjuntos como clases, naciones o pueblos. Se trata de una concepcin difundida principalmente enAlemania pero tambin en Francia, que personifica conceptos tales como la nacionalidad, el derechonacional, el arte nacional, la fe religiosa y les hace producir por s mismos la historia. Una tendenciaa individualizar fenmenos histricos colectivos que condujo tambin a personalizar perodoshistricos.22

    La diversidad de conjuntos humanos que actan como protagonistas individuales es patente enThiers, para quien en los prolegmenos de la revolucin francesa esos protagonistas pueden ser elespritu filosfico, la nacin, el parlamento, el clero, la corte, el tercer estamento, el pueblo, la clasemedia, los magnates, adems de la persona del rey.23 Y, por otra parte, cada uno de esos protagonistaspodan descomponerse en otros, como el alto y el bajo clero, las diversas categoras de la nobleza o eltercer estamento, del que sealaba que abarcaba a casi toda la nacin, a todas las clases tiles,industriosas e ilustradas.24

  • Esta caracterstica del lenguaje, que se remonta a la reaccin frente al siglo de las luces, es algoque, ms tarde, Ernst Troeltsch explicara utilizando el concepto de totalidades individuales, comoveremos en la segunda parte de este ensayo. Si bien como sealaba Isaiah Berlin, Marx encontr en elracionalismo de la filosofa de Hegel lo que lo salv de rendirse a los sistemas metafsicosdesarrollados por la escuela romntica, no ocurri lo mismo con esa otra caracterstica romntica quecomentamos, que el mismo Hegel comparta: esto es, esa construccin de un relato histrico centradoen la actuacin de totalidades individuales.25 Es as que en uno de sus trabajos ms difundidos, noslo las clases se convierten en actores histricos, sino tambin acontecimientos complejos como lasrevoluciones:

    La revolucin social del siglo XIX no puede sacar su poesa del pasado, sino solamente delporvenir. [] Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historiauniversal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolucin del siglo XIX debe dejarque los muertos entierren a sus muertos, para poner mano a su propia obra.26

    Por eso, no basta reconocer que no se encuentran en Marx ni una definicin ni una teora de lasclases, tal como observ Althusser, autor de un fallido intento de librar a Marx de su aparienciadecimonnica modernizndolo como estructuralista. Todos sabemos, afirmaba, cmo termina Elcapital: un ttulo, Las clases sociales, veinte lneas despus, el silencio.27 Ms importante que estopara comprender la naturaleza de lo que hoy se llamara el discurso histrico de Marx, es advertir eselegado historicista del que l y Engels participaban y en virtud del cual utilizaban frecuentementeconceptos tales como el capital, la burguesa, el proletariado en calidad de actores polticosindividuales. Se trata de una perspectiva que proporcion tambin el fundamento de conceptos comoel de conciencia de clase.

    Herencia romntica y lenguaje poltico

    Si se observa la forma en que Marx y Engels manejan los conceptos de burguesa y de aristocracia enel Manifiesto del Partido Comunista, se tendr un ejemplo de esa individualizacin de un fenmenocolectivo como la clase social, que la convierte en sujeto de variedad de predicados. La burguesa, lanobleza, el proletariado, pasan a adquirir rasgos personales voluntad, concepcin del mundo ysentimientos, y son capaces de toma de decisiones. Por ejemplo, se encuentran en el Manifiestoprrafos como el siguiente: La burguesa ha arrancado su velo sentimentalmente emotivo a lasrelaciones familiares y las ha reducido a meras relaciones dinerarias. O: Por su posicin histrica, laaristocracia francesa e inglesa estaba llamada a escribir panfletos contra la moderna sociedadburguesa. Asimismo:

  • Para despertar simpatas la aristocracia estaba obligada a aparentar que no tena en cuenta suspropios intereses [] Vino as a darse el gusto de entonar canciones difamatorias contra sunuevo amo y de susurrarle al odo profecas ms o menos agoreras.28

    Es decir, las clases quieren, fingen, simulan, escriben, cantan, susurran, todo a la manera deindividuos, gracias a un lenguaje que dio lugar a clichs, de largo suceso en la poltica y en lahistoriografa. Podra interpretarse que esta forma de escritura en la que un ente colectivo adquiereatributos subjetivos, procedimiento que se convertira en un patrn narrativo de fuerte atraccin por suagilidad, puede haber querido cumplir una funcin metafrica, por efecto de la tendencia a laeconoma de lenguaje. As, por ejemplo, aunque a lo largo de su obra Ricardo trata a las clases comoobjeto de observaciones relativas a la renta, al beneficio o a los salarios, en una oportunidad, en elcaptulo sobre la maquinaria, se refiere a la clase trabajadora como sujeto de una opinin: [] laopinin mantenida por la clase trabajadora de que el empleo de la maquinaria es frecuentementeperjudicial para sus intereses, no est fundada en un prejuicio.29

    Sin embargo, la concepcin de las clases como actores histricos es algo distinto, algo que seconvirti en una modalidad de la narracin histrica que falsea la percepcin de la realidad facilitandouna visin simplificada de los acontecimientos pues sustituye al imprescindible anlisis de ladiversidad de fenmenos que se ocultan detrs de esos conceptos. Por ejemplo, tras el uso del trminoburguesa como actor histrico se pierde la diferencia de posturas y acciones de los diversos partidos ygobiernos que le corresponderan, aun ante problemas fundamentales. Lo mismo puede decirse de suefecto sobre la percepcin de la diferencia de regmenes polticos atribuidos a la burguesa monarquas constitucionales, repblicas unitarias y repblicas federales, o democracias y dictaduras, esfumada al narrar de aquella manera simplificada la accin histrica de esa clase,contradictoriamente con el registro de esas diferencias que Marx mismo se vea obligado a hacer alefectuar anlisis concretos.

    Por ejemplo, el anlisis poltico que realiz en El dieciocho brumario de Luis Bonaparte muestrauna oscilacin entre ese tipo de lenguaje y el imprescindible reconocimiento de la complejidad degrupos y posturas polticas que cubre el concepto de burguesa. Por consiguiente, la conversin de laburguesa en actor poltico es en ocasiones abandonada por la necesidad de atender la realidad queencubre el trmino. Es decir que cuando Marx aborda el anlisis de una coyuntura poltica, ese tipo delenguaje da lugar, contradictoriamente, al reconocimiento de la distinta conducta poltica de diversaspartes del todo de una clase social. Refirindose a la masa de la burguesa de 1848 y 1849, si bienescribe que esta masa burguesa era realista, de manera tal en que esa clase sigue siendo un actorindividual, contina en una forma en que pasa a registrar las distintas partes de esa burguesa, aunquetransfirindoles similar individualizacin:

  • [] una parte de ella, los grandes terratenientes, haba dominado bajo la restauracin y era, portanto, legitimista. La otra parte, los aristcratas financieros y los grandes industriales, habadominado bajo la monarqua de julio, y era, por consiguiente, orleanista. Los altos dignatarios delejrcito, de la universidad, de la iglesia, del foro, de la Academia y de la prensa, se repartanentre ambos campos aunque en distinta proporcin.

    Y a continuacin explica las razones por las que esas distintas categoras sociales habanencontrado [en la repblica burguesa] la forma de gobierno bajo la cual podan dominarconjuntamente.30 Pginas despus alude a esa situacin poltica en forma que trata de recomponeresa contradiccin: [] examinando ms de cerca la situacin y los partidos se esfuma esta aparienciasuperficial, que vela la lucha de clases y da peculiar fisonoma de este perodo.31 Si se atiende a ladiferencia de intereses que existan entre grandes terratenientes y grandes industriales, adems de lasexistentes entre otros sectores, resulta difcil considerarla algo superficial. Pero, sobre todo, tal juiciono es congruente con las referencias a grandes terratenientes, aristcratas financieros, grandesindustriales y altos dignatarios, como otras tantas totalidades individuales.

    Frecuentemente, esas fracciones de clases atraan ms atencin que las clases en s. Reforzando laambigedad que lleva consigo el concepto de clase, el trabajo de Asa Briggs, sobre lo que denominael lenguaje de clase en el temprano siglo XIX ingls, concluye que as como la lnea divisoria entrelas clases era imprecisa, las divisorias de los distintos sectores de cada una de ellas eran en cambiopercibidas como ms importantes. Muchos escritores britnicos, comenta Briggs, subrayaban lasdivisiones interiores a las clases como lo ms significativo de stas.32

    Esa ambigedad del lenguaje de clase ha sido objeto de anlisis por parte de diversos historiadores.Tambin es registrada por Raymond Williams, que lamenta la ambigedad, dificultad y confusin enel uso de ese lenguaje y atribuye esas caractersticas al hecho de que el idioma ingls conservareliquias de dos distintas concepciones o modelos: el de clase superior, media e inferior y elsansimoniano segn el cual tanto las clases medias como los miembros de las clases trabajadorasadoptaron la descripcin uniformadora de clases tiles o productivas. Por su parte, comentando elenfoque de Williams, otro analista de las flaquezas del lenguaje de clases, P. N. Furbank, arguye que,ms que una confusin, las diferencias provienen del carcter retrico de esos trminos y consideraque es necesario abandonar la idea de que las clases existen realmente. Para Furbank, las clases noexisten, sino que, por el contrario, son ficciones que las personas proyectan sobre los otros, razn porla cual diferirn segn quin sea autor de esa proyeccin y de sus propsitos. Sin embargo, aunqueFurbank ofrece un agudo anlisis de las ambigedades y contradicciones del lenguaje de clase, limitamucho su postura al interpretar ese lenguaje como efecto de una retrica de carcter subjetivo.33

  • Los usos en singular y en plural del trmino clase

    En los registros de la terminologa relativa al concepto de clase social es de advertir una singularidada la que no se le ha prestado la atencin que merece: la alternancia del uso del trmino en singular yen plural. El recin comentado trabajo de Briggs se ocupa del trnsito de un lenguaje relativo a lasdesigualdades sociales expresadas en el siglo XVIII, predominantemente, con trminos como rangos,rdenes o condiciones sociales, al lenguaje de clases a fines de ese siglo y en el siguiente,34 pero nopresta atencin a esa significativa alternancia en el uso del trmino clase.

    El uso en plural de expresiones como clases dominantes, clases medias, clases trabajadoras,refleja en su imprecisin la complejidad social que encubre el concepto de clase y contradice de hechola concepcin de las clases como actores histricos en el sentido que hemos comentado. La expresinclases dominantes utilizada, por ejemplo, frecuentemente en la vida poltica, aun por quienessuponen seguir el pensamiento de Marx, no es conciliable con su criterio terico en el que ladominacin en cada perodo histrico pertenece a una clase. Ese uso no puede ser interpretado de otromodo que como efecto de una inconsciente percepcin de la debilidad de la matriz clasedominante/clases dominadas. Con otras palabras, el uso del concepto de clase dominante, en singular,no refleja la diversidad propia de la estructura de poder de una sociedad, mientras que su uso enplural, clases dominantes, resulta incongruente con la calidad de actor social atribuible al conjunto asdesignado.

    Pero, si bien es cierto que trabajos como los recin comentados no dejan dudas sobre las patentesinconsistencias del llamado lenguaje de clases, tanto Furbank como Williams, Briggs y Dahrendorf,entre otros, no llegan a percibir el efecto del historicismo romntico que estamos analizando y menos,por lo tanto, el sustrato del concepto de lucha de clases.

    Peripecias del lenguaje de clases en la crtica deE. P. Thompson a Perry Anderson

    En el curso del anlisis de los variados usos del concepto de clase, hemos observado que en los autorestratados, aun en Marx y en Engels, se observa una significativa ambigedad, manifestada en suutilizacin como un trmino intercambiable con otros, tales como estamento, orden o sector.Asimismo, hemos percibido que la oscilacin entre el uso en singular o en plural del trmino clasetraduce una incertidumbre sobre la dominacin poltica, lo que debilita tanto el esquema doctrinarioutilizado como la pertinencia de la expresin clase dominante. Esta imprecisin de lo que se hadenominado el lenguaje de las clases ya era atisbada por Engels en 1845 al escribir el Prefacio de laprimera edicin de su difundido libro sobre la clase obrera en Inglaterra. En ese texto, crey necesario

  • aclarar el sentido en que haba usado la expresin alemana Mittelklasse (clase media) en un prrafoen que adems registra, sin ahondar en el asunto, la alternancia del singular y el plural en el uso de esaexpresin as como su empleo de otros trminos para referir a los trabajadores.35

    Ms recientemente, una muestra importante de las debilidades y contradicciones del lenguaje declases, por la calidad del historiador que la provee, es la que realiza E. P. Thompson en un ensayoposterior a su obra ms conocida sobre la formacin de la clase obrera inglesa. Se trata de un texto enel que censura los criterios de Perry Anderson y de Tom Nairn respecto de las clases sociales.36 Alanalizar las dificultades implcitas en esta materia, Thompson reconoce la debilidad del uso delconcepto de clase como actor histrico y le atribuye un sentido slo metafrico. Pero pese a susobjeciones al uso indiscriminado de las clases como actores histricos, l mismo incurre en lo quecritica en varios lugares de su texto.37 Es decir que aunque critica a Anderson y a Nairn por el noriguroso uso de la terminologa de clase, tambin l incurre en esa confusin que, como vimos, esttambin en Marx y en Engels y, adems, lo reconoce: Es verdad que cualquiera que intenta ese tipode anlisis de clase de la historia britnica moderna se ve enmaraado en una confusinterminolgica. Y en nota al pie comenta que l mismo ha incurrido frecuentemente en ello en suobra mayor.38

    En este prrafo, adems del testimonio sobre lo escasamente riguroso del uso de los conceptos declase y otros similares, y de la confesin de haber incurrido en eso cosa que ocurre no slo en TheMaking sino tambin en este ensayo suyo, sorprende al culpar de esa ambigedad a la realidad,como si en las dems disciplinas del conocimiento humano la realidad fuese clara y distinta, lasambigedades se introducen en el anlisis comenta porque estn presentes en la historia. Se tratade un dbil intento de encontrar una causa a las comentadas imperfecciones del lenguaje de claseculpando a la realidad histrica de lo que en realidad proviene de la no advertencia del supuesto de eselenguaje, el procedimiento de individualizacin de conjuntos humanos para utilizarlos como actoreshistricos.

    Pero este prrafo es la conclusin de otro anterior en el que se ocupa de uno de los principalesejemplos de esa inconsistencia del lenguaje de clase, proveniente del mismo Marx. Convienedetenerse en este trozo del ensayo de Thompson porque nos proporciona un ejemplo muy elocuente delo que estamos considerando. Criticando a Anderson y Nairn, escribe:

    Lo que parece plantear dificultades a nuestros autores es la transformacin del capitalismoagrario y mercantil del siglo XVIII en el capitalismo industrial del XIX. Eran los capitalistasagrarios e industriales grupos con intereses distintos que formaban parte de una misma clasesocial amplia, o bien constituan diferentes clases sociales?

    Afirma luego que Anderson y Nairn, mediante un truco dialctico, pasan de afirmar la

  • incompatibilidad de terratenientes e industriales a sostener que esas clases estaban fusionadas.39

    Thompson explica con mucha agudeza las rigideces y contradicciones de lo que llama modelo delos autores que critica, pero no llega a percibir el trasfondo del historicismo romntico que lo afectatambin a l. Esto se advierte no slo en su uso de conceptos como burguesa, aristocracia y otrosentendidos como actores colectivos, sino tambin en sus acrobacias verbales cuando percibeevidencias que afectan su interpretacin alternativa de la de Anderson. As, explica que el ejercicio delpoder en la segunda mitad del siglo XVIII debera verse menos como gobierno de una aristocraciaestamento diferenciado con un estilo de vida y una visin del mundo comunes y legitimado desdeel punto de vista institucional que como un parasitismo. Pero, comenta, no era un parasitismocompleto. Y seala que no obstante todo ello no constituye completamente una aristocraciaconcebida como una clase dominante sino una formacin nica, la vieja corrupcin utilizandoas parasitismo y la vieja corrupcin como actores histricos.40

    En una especie de recapitulacin final, Thompson escribe que es en el manejo del concepto de clasedonde ms esquemticos resultan los autores que critica. Y en un lenguaje muy grfico, afirma que setrata de clases a las que se hace formar, se las enva de maniobras y se las hace marchar centuriasarriba y abajo. Agrega que eso es una historia-juego que es contagiosa y que l mismo ha realizadoatribuciones muy personalizadas de las aspiraciones o las voluntades de clase, cosa que considerala expresin metafrica de procesos muy complejos y generalmente involuntarios. Respecto deeste tipo de metforas personalizadas, aade que no puede oponerse totalmente a ellas, pero quedebe llegar un momento en que haya que someterse a algn control histrico, o se empieza a correr elriesgo de ser esclavo de las propias categoras, y manifiesta luego que si seguimos recordando quela clase-como-identidad es una metfora, provechosa a veces entonces se puede abrir un tildilogo entre historiadores y socilogos. Y percibiendo crticamente el efecto del historicismoromntico, pero sin discernir ese origen, escribe que reducir una clase a una identidad es olvidardnde reside exactamente la facultad de actuar, no en la clase sino en los hombres.41 En sntesis,Thompson advierte bien la inconsistencia de los anlisis en trmino de clases, pero la atribuye a unmal uso de ese concepto y no a la inconsistencia del tipo de uso del concepto.

    En cuanto a Anderson, en su polmica respuesta a las crticas, percibe ese acercamiento deThompson a la mdula del problema, pero lo trata slo como una opinin discutible sin tampocoadvertir la matriz del lenguaje que estaba detrs. Segn Thompson, escribe Anderson, las clases hansido revestidas de una imagen antropomrfica al concedrseles atributos de identidad personal,voluntad, fines conscientes y cualidades morales. Comenta que Thompson sostiene que se trata de unacuestin metafrica que remite a un proceso ms complejo que transcurre sin voluntad ni identidad.Pero pese a sta y otras referencias coincidentes, Anderson no advierte la magnitud del problemahistoriogrfico rozado por Thompson sino que se ocupa de la contradiccin de esos textos con el deThe Making of the English Working Class.42

  • Notas:

    1. El problema de las periodizaciones lo haba abordado en un libro publicado en 1983: Jos Carlos Chiaramonte, Formas desociedad y economa en Hispanoamrica, Mxico, Grijalbo. El artculo recin mencionado es: Jos Carlos Chiaramonte, La historiaintelectual y el riesgo de las periodizaciones, Prismas. Revista de Historia Intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, Argentina,n 11, 2007 (reproducido luego en el cap. IV de mi libro Fundamentos intelectuales y polticos de las independencias. Notas parauna nueva historia intelectual de Iberoamrica, Buenos Aires, Teseo, 2010).

    2. Ralf Dahrendorf, Las clases. El captulo 52, no escrito, del tercer volumen de El capital, de Marx, Las clases sociales y suconflicto en la sociedad industrial, Madrid, Rialp, 1962, pgs. 24 y ss.

    3. Ibdem, pg. 23.4. La misma omisin se comprueba en el libro de Stanislaw Ossowski, Class Structure in the Social Consciousness , Nueva York,

    The Free Press of Glencoe, 1963. La aclaracin de Marx fue en cambio comentada por Raymond Aron en su libro sobre la lucha declases, pero sin ahondar en su significacin. Raymond Aron, La lucha de clases, Barcelona, Seix Barral, 1966, pg. 44.

    5. R. Dahrendorf, ob. cit., lug. cit.6. David Ricardo, Principios de economa poltica y tributacin, Buenos Aires, Claridad, 1937, Prefacio original, pg. XIII.7. Karl Marx [Friedrich Engels], El capital. Crtica de la economa poltica. Libro tercero, El proceso global de la produccin

    capitalista, tomo III, vol. VIII, Mxico, Siglo Veintiuno, 1981, pg. 1123.8. De Marx a Weydemeyer, Londres, 5 de marzo de 1852, en Karl Marx y Friedrich Engels, Correspondencia, Buenos Aires,

    Problemas, 1947, pg. 73.9. Auguste Corn, Carlos Marx. Federico Engels. Del idealismo al materialismo histrico, Buenos Aires, Platina/Stilcograf, s/f.

    [1965], tomo III, La vida de Marx en Pars, pg. 509. Esa concepcin del papel determinante de las luchas de clase en eldesarrollo histrico se precisara en l por la lectura de los grandes historiadores burgueses franceses: Agustn Thierry, Mignet,Thiers, Guizot, quienes, al estudiar el desarrollo de la burguesa francesa desde la Edad Media, subrayaban el papel decisivo de lasluchas de clase en dicho desarrollo. Corn se apoya en Lenin: El perodo de la Restauracin en Francia engendr ya una plyadede historiadores (Thierry, Guizot, Mignet, Thiers) que, generalizando los datos histricos, no podan dejar de reconocer que lasluchas de clase constituyen la clave del desarrollo de toda la historia francesa. Vladimir I. Lenin, Marx, Engels y el marxismo,Berln, 1946, pg. 16.

    10. Ibdem, pg. 72. Poco antes, reproduca un prrafo de un mensaje de Disraeli a sus electores: Trataremos de poner fin a lalucha de clases que en aos recientes ha tenido un efecto tan desastroso sobre los pudientes de este reino. Marx transcriba tambinun comentario de The Times a esas palabras de Disraeli: Si algo podra dividir a las clases de este pas al punto de imposibilitar unaconciliacin posterior, sera un impuesto sobre el cereal extranjero (pg. 71).

    11. Ibdem, pg. 72. De ellos, Jones era un temprano exponente de las tendencias historicistas en la economa poltica. En 1831public la primera parte de An Essay on the Distribution of Wealth and on the Sources of Taxation , a la que siguieron otros trabajoscon similar orientacin historicista y una concepcin de la estructura econmica de la sociedad como relacin entre las diferentesclases que se establecen en primer lugar por la institucin de la propiedad del suelo y la distribucin de su excedente de produccin.Robert Torrens fue autor, entre otros trabajos, de An Essay on the Production of Wealth , publicado en 1821. Y Edward GibbonWakefield public en 1849 A View of the Art of Colonization , utilizado por Marx en el captulo sobre colonizacin del Libro Primerode El capital. Datos tomados de Eric Roll, Historia de las doctrinas econmicas, II, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1942,pg. 358. Vanse las caractersticas del historicismo en la economa poltica en el pargrafo La escuela histrica, pgs. 347 y ss., ysobre Jones, pgs. 355 y ss.

    12. Franois Guizot, Historia de la civilizacin en Europa, Madrid, Alianza, 1966, pg. 176.

    13. Agustn Thierry, Consideraciones sobre la historia de Francia, Buenos Aires, Nova [1944] [1a ed., 1840], pgs. 29 y 30.14. Ibdem, pgs. 33 y 34. Mostrando cmo ese lenguaje es todava un recurso generalizador, en la misma pgina en que se refiere

    a la burguesa, su lenguaje se particulariza con expresiones como los habitantes de Reims recordaban, los burgueses de Metz sevanagloriaban.

    15. Marx a Engels, Londres, 27 de julio de 1854, en K. Marx y F. Engels, Correspondencia, ob. cit., pg. 87.16. Le sol tait divis en provinces ennemies, les hommes taient distribus en clases rivales. La noblesse avait perdu tous ses

    pouvoirs, quoiquelle et conserv ses distinctions; le peuple ne possdait aucun droit, la royaut navait pas de limites. Entreotros logros, la revolucin a delivr les hommes de distinctions des clases. Franois A. Mignet, Histoire de la Rvolution

  • Franaise, Depuis 1789 jusquen 1814, Pars, 1824, pg. 2.17. Ibdem, pgs. 2 y 7.18. F. Guizot, ob. cit., pg. 188.19. [] los dems elementos de la estructura intelectual de Engels no se esfumaron en el aire. Junto al hegelianismo siguieron

    vivos la pasin por el Romanticismo alemn, el atractivo del constitucionalismo liberal de la Joven Alemania y los impulsosrepublicanos de Shelley y de julio de 1830. Tristram Hunt, El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels ,Barcelona, Anagrama, 2011, pgs. 49 y 52. Sobre la participacin de Engels y Marx en las corrientes romnticas de los aos de 1830y 1840, vanse de esta obra los dos primeros captulos, Sigfrido en Sin y La simiente del dragn.

    20. Como, por ejemplo, tambin el Estado: La esencia del Estado escriba Hegel es lo universal en s y por s, la racionalidaddel querer. Pero como lo que es consciente de s y se acta, es desde luego subjetividad, y como realidad es un individuo. WilhelmFriedrich Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosficas, Buenos Aires, Libertad [1944], pg. 359. Un desarrollo de la concepcindel Estado como organismo individual: Friedrich Meinecke, La idea de la razn de Estado en la Edad Moderna, Madrid, Centro deEstudios Constitucionales, 1983.

    21. F. Guizot, ob. cit., pg. 176.22. Eduard Fueter, Historia de la Historiografa Moderna, Buenos Aires, Nova, 1953, 2 vols., vol. II, pgs. 94 y ss. Los

    romnticos, sealaba Fueter, tomaban las comunidades lingsticas modernas, que llamaban nacionalidades, por magnitudesindependientes que haban existido siempre y que haban influido en el desarrollo histrico. El genio del pueblo, pensaban, habahecho nacer constitucin, derecho, arte y literatura (pg. 96).

    23. Por ejemplo: Lesprit philosophique, dans son premier essor, avait d commettre des carts, et un roi timide et religieux avaitd sen pouvanter o [] lorsque la nation, appele dans la querelle, eut conu lespoir et la volont dtre quelque chose, elle levoulut imprieseument. On lui avait promis les tats-Gnraux, elle demanda que le terme de la convocation ft rapproch; le termerapproch, elle y rclama la prpondrance. M. A. Thiers, Histoire de la Rvolution Franaise , Pars, Furne et Cie., 1865, pgs.13 y 14.

    24. M. A. Thiers, ob. cit., pg. 12.25. Isaiah Berlin, Karl Marx. Su vida y su contorno, Buenos Aires, Sur, 1964, pg. 30.26. K. Marx, El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires, Problemas, 1942, pg. 16.27. On sait comment se termine le troisime Livre du Capital. Un titre: les classes sociales. Vingt lignes, puis le silence. Louis

    Althusser, tienne Balibar, Lire le Capital, 2 vols., Pars, Maspero, 1973, vol. II, pg. 71.28. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Madrid, Biblioteca Nueva, 2 ed., 2007, pgs. 51 y 75.29. D. Ricardo, ob. cit., pg. 332.30. K. Marx, El dieciocho brumario, ob. cit., pgs. 16 y 34.31. Ibdem, pg. 43.32. Asa Briggs, The Language of Class in Early Nineteenth-Century England, en Asa Briggs y John Saville (eds.), Essays in

    Labor History, Londres; Melbourne, Macmillan; Nueva York, St. Martins Press, 1967, pgs. 70 a 73.33. Raymond Williams, Clase [Class], Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad, Buenos Aires, Nueva Visin,

    2003; P. N. Furbank, Unholy Pleasure: On the Idea of Social Class, Oxford University Press, 1988. We have to forget any idea thatclasses really exist. There are not that sort of thing, but rather fictions or imaginary frames that people project upon others. Ob.cit., pg. 13.

    34. The language of ranks, orders and degrees which has survived the industrial revolution, was finally cast into limbo. Thelanguage of class, like the facts of class, remained. A. Briggs, ob. cit., pg. 73.

    35. Finally, there are still two remarks I wish to make. Firstly, that I have used the word Mittelklasse all along in the sense of theEnglish word middle-class (or middle-classes, as is said almost always). Like the French word bourgeoisie it means the possessingclass, specifically that possessing class which is differentiated from the so-called aristocracy the class which in France and Englandis directly and in Germany, figuring as public opinion, indirectly in possession of political power. Similarly, I have continually usedthe expressions workingmen (Arbeiter) and proletarians, working-class, propertyless class and proletariat as equivalents.Marx/Engels Internet Archive, The Condition of the Working Class in England, by Engels, Original Preface, 1845.

    36. E. P. Thompson, The Making of the English Working Class is an influential and pivotal work of English social history, Londres,Victor Gollancz, 1963. Hay edicin en espaol: La formacin de la clase obrera en Inglaterra , Barcelona, Crtica, 1989; Laspeculiaridades de lo ingls y otros ensayos, Valencia, Historia Social, 2002.

  • 37. Por ejemplo: En el siglo XVIII, el capitalismo agrario recibi plenamente su legado. Alrededor de la gentry se agruparon(como nos recuerda Anderson) aquellos grupos afines, no slo el capitalismo mercantil propiamente dicho sino tambin la industriamanufacturera ampliamente extendida, que buscaban todava el techo protector del Estado. E. P. Thompson, 1. Las peculiaridadesde lo ingls, Las peculiaridades de lo ingls, ob. cit., pg. 33. Asimismo: [] el estilo de pensamiento profundamente capitalistade la clase que acaparaba con entusiasmo y prestaba una meticulosa atencin a las cuentas (pg. 35).

    38. Ibdem, pg. 38.39. Esto no es una paradoja dialctica genuina, es un truco dialctico: dos fuerzas (se nos dice) tenan intereses y puntos de vista

    tan incompatibles que no era posible ningn tipo de compromiso entre ellas; pero cuando volvemos la cabeza nos encontramos conque se han fusionado. Ibdem, pg. 37.

    40. Ibdem, pgs. 42 a 45.41. Ibdem, pgs. 101 a 103.42. Perry Anderson, Teora, poltica e historia. Un debate con E. P. Thompson , Madrid, Siglo XXI, 1985, pg. 51 (la referencia

    que hace Thompson es una cita textual de The Poverty of Theory, pg. 69). Tampoco registra este problema el citado texto deRaymond Williams sobre la historia del concepto de clase.

  • 2. Fundamentos del lenguaje de clases:El historicismo romntico y la individualizacin

    de fenmenos colectivos

    Posiblemente, el procedimiento de individualizar grupos humanos para utilizarlos como actoreshistricos tenga antecedente en el concepto de persona moral compuesta, que desarroll el juristaalemn Samuel Pufendorf, aunque hunde sus races en la Roma antigua. Pufendorf dedic el primercaptulo de su obra principal sobre el derecho natural y de gentes a exponer su criterio sobre el origende los seres morales y de sus diferentes tipos.1 Utiliz entonces la expresin persona moral paradesignar la calidad jurdica tanto de individuos como de instituciones. Si bien el concepto tena unaclara delimitacin jurdica, tuvo larga vigencia tambin en el plano poltico. Sin embargo, esaproyeccin poltica del trmino estaba an restringida a designar entidades sociales reconocidas comotales. El concepto de persona moral permita ajustar al orden jurdico y poltico las demandas decorporaciones de diversa naturaleza (ciudades, gremios, Estados).

    Pero lo caracterstico del relato que realizaron Thierry y Guizot, entre otros, es de distintaproyeccin, pues lleva esa individualizacin slo jurdica a una ms amplia funcin histrica, quellega a incluir hasta el mismo concepto de nacionalidad, de tanto protagonismo desde el siglo XIX enadelante. Por ejemplo, con un enfoque positivo de esta innovacin histrica, escriba Federico Chabodhacindose eco de esa modalidad:

    Decir sentimiento de nacionalidad es decir sentimiento de individualidad histrica. Se llega alprincipio de nacin cuando se llega a afirmar el principio de individualidad; es decir, a afirmar,contra tendencias generalizadoras y universalizantes, el principio de lo particular, de lo singular.2

  • Esta novedad en la forma de concebir los actores histricos y sus conflictos fue analizada in extensopor el socilogo alemn Ernst Troeltsch, anlisis que, pese a estar hecho desde su particular filosofade la historia, es de suma utilidad para comprender el trasfondo de esta innovacin surgida en torno defines del siglo XVIII.3

    El historicismo en Popper y Aron

    Pese a haber sido realizado una centuria despus de la eclosin de lo que l y Meinecke denominaronhistoricismo romntico, y pese a su carcter apologtico, el anlisis de Troeltsch nos proporciona unilustrador ahondamiento en lo que se haba gestado entonces y ayuda a entender la naturaleza de unlenguaje poltico de amplia vigencia an. Pero, asimismo, este estudio ser til para comprender lasraces de esa tendencia de la historiografa contempornea a convertir perodos histricos y corrientesculturales en actores histricos, tal como ocurre con el irreflexivo uso del concepto de modernidad.

    Popper abord este problema como concerniente a la polmica sobre los universales, de manera quedefini esa caracterstica del historicismo como propia del realismo metafsico, denominacin, la derealismo, que decidi sustituir por la de esencialismo. Tambin Raymond Aron recurre a la polmicasobre los universales para explicar las diferencias de dos distintas definiciones de las clases. Laposicin nominalista respecto de las clases sociales, segn Aron, es que una clase no es un conjuntoreal, sino un conglomerado de individuos. La tendencia realista, en cambio, considera la clase socialcomo un conjunto real definido a la vez por hechos materiales y por la conciencia colectiva que losindividuos toman de ella. La clase, agrega, es una realidad histrica, tiene una conciencia colectiva,quiere realizar obras especficas.4

    Pero la intencin crtica de Popper, movida por objetivos polticos, no es apropiada paracomprender la forma en que la filosofa de la historia del historicismo se introdujo en concepcionestales como las de Marx y contina viva hasta el presente. La principal objecin que cabra hacer a supostura es la de la arbitrariedad de pretender demostrar la falsedad del historicismo en base a supropia definicin y no a las manifestaciones histricas de aqul. Escribe Popper:

    [] entiendo por historicismo un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que laprediccin histrica es el fin principal de stas, y que supone que este fin es alcanzable pormedio del descubrimiento de los ritmos o los modelos, de las leyes o las tendencias queyacen bajo la evolucin de la historia.5

    La de Popper es una construccin que distorsiona el concepto de historicismo, como bien lo observ

  • Raymond Aron, entre otros.6 Al producir esa definicin, adems, Popper contradice su crtica de losque llama esencialistas metodolgicos que creen, declara, que la bsqueda del significado real oesencial de los trminos que tratan de investigar es un indispensable requisito previo de lainvestigacin cientfica si no su principal tarea.7

    Sucede que el propsito terico que guiaba a Popper provena en realidad de un objetivo poltico,explicado en el primer prrafo de la Nota histrica que precede a su Prlogo. Popper querademostrar que la creencia en un destino histrico es pura supersticin y que no puede haberprediccin del curso de la historia humana por mtodos cientficos. Era ste un propsito que surgade otro similar, el de combatir a los enemigos de la sociedad abierta, el principal de ellos aludido enel ttulo del libro tal como lo aclara al final del Prlogo, con el cual, explica all, quise aludir alttulo del libro de Marx La miseria de la filosofa, a su vez una referencia a Filosofa de la miseria, deProudhon.8

    En cuanto a Troeltsch, al sostener que la concepcin de conjuntos humanos como actores histricosindividuales es un rasgo fundamental de la forma de hacer historia, acuaba la expresin totalidadesindividuales para denominarlos. Aadamos que se trata de una caracterstica que Troeltsch mismoadopta como ncleo de su concepcin de la historia. As, por ejemplo, refirindose a los fenmenosque condicionan el nacimiento de la filosofa de la historia moderna, escriba que ellos fueron debidosen parte a la actividad de una burguesa sagaz y reflexiva [destacado nuestro], que debi enfrentarsea una poca nueva y confrontar las del pasado.9

    Ese concepto de totalidades individuales fue condenado explcitamente por Popper sin advertir suutilidad para comprender el fenmeno.10 Lo paradjico es que, pese a su repudio, Popper no observaque l mismo participa tambin del uso de las totalidades individuales, al haber hecho delhistoricismo un actor de mltiples acciones. As escribe que en oposicin al naturalismometodolgico, el historicismo declara que algunos mtodos de la fsica no son aplicables en lasciencias sociales. El historicismo de Popper no es slo capaz de declarar sino tambin de afirmar,insistir, sostener, negar, etc. 11 No puede haber mejor tributo que ste al concepto de totalidadesindividuales de Troeltsch.

    El historicismo en Troeltsch y las totalidades individuales

    Si prescindimos del juicio de valor que domina el anlisis de Troeltsch, su obra dedicada alhistoricismo provee una til ilustracin de los fundamentos del lenguaje historiogrfico centrado en laaccin de actores histricos colectivos. La filosofa de la historia fruto del romanticismo alemn quetuvo gran influjo en la cultura del siglo XIX, explica Troeltsch, hizo centro en el concepto detotalidades individuales con rasgos de originalidad y singularidad, totalidades individuales que pueden

  • ser nacionalidades, Estados, clases, gremios, tendencias culturales, hermandades religiosas, procesoscomplejos de todas clases, tales como revoluciones polticas o la revolucin industrial, y tambinperodos de las civilizaciones.12 Se trata de una herencia de la cultura europea, cuya sustancia consisteen la sustitucin de una consideracin generalizadora de las fuerzas humanas histricas a la manerade la Ilustracin, por una consideracin individualizadora.13 Consecuentemente, ella trata de valorartoda formacin social segn sus propias posibilidades y sus propios ideales.14

    Este lenguaje lo hemos ya observado no slo en historiadores y otros intelectuales consideradosexponentes del romanticismo, sino tambin en figuras de los orgenes del socialismo y hasta en elpropio Marx. Segn Troeltsch, es un producto de la preeminencia que el romanticismo alemnconcedi a la historia en la cultura del siglo XIX.15 Troeltsch seala que si bien los individuosconstituyen en principio los objetos histricos fundamentales, todo individuo puede ser comprendidoen cuanto parte de una totalidad ms amplia (familia, generacin, clase social, pueblo, circunstanciatemporal, situacin espiritual y en general la humanidad misma). Por lo tanto, los objetos especficosde la historiografa cientfica devendran cada vez menos los individuos y cada vez ms lasindividualidades colectivas. Y vuelve a dar ejemplos: pueblos, Estados, clases, estamentos, pocas ytendencias culturales, comunidades religiosas, complejos de eventos y procesos de todo tipo, comoguerras, revoluciones y similares.16

    Buscando ahondar en el asunto, Troeltsch intenta precisar los mecanismos cognoscitivos mediantelos cuales se elaboran los conceptos individualizadores de fenmenos colectivos que constituyen, paral, el presupuesto indispensable de toda exposicin histrica. Al hacer esto, cuida de distinguir elprocedimiento de la representacin, propio de la ciencia histrica, de los de gnero y leyes, propio delas ciencias naturales, procedimientos que cumplen funciones similares pero que considera denaturaleza totalmente distinta. Y atiende a la participacin complementaria del lector en lareconstruccin histrica, a la capacidad integrad