Universitat Autonom .~ Aquelverano,aquelar · 2009-06-06 · Aquelverano,aquelar.nor Elpoeta setoma...

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/ Aquelverano,aquelar.nor El poeta se toma narrador y nos traslada al Chile, «aún feliz», de 1972, donde vivióunagran pasión. El autor de «Cuadernos de El Escorial», título I de su última entrega, sazona su relato' con encuentros literarios dignos de recordar, como las frecuentes visitas de él, y su amada, a Nicanor Parra. Existen .mujeres y hombres que hablan, y sobre todo escriben, de amo- res de toda una vida: ya no se estila aquello de amores eternos. He manifes- - tado que existen mujeres y hombres que hablan y escriben, es decir, que hacen público eso -del amor de uña vida. Y es para eso, para' quedar bien frente a la pareja o frente a la sociedad. En privado, yo be podido ser testigo, a veces sin quererlo y repetidas veces, que esas personas (parejas hombre-mujer, hombre-hombre o mujer-mujer, gays y lesbianas esas últimas parejas), se odian 'cordialmente y permanentemente; dis- \ cuten, se acusan de infidelidades -en el amor pasional las infidelidades no existen, y menos al saltar de una cama a,otra, de una persona a otra; las infi- . delidades de cualquier miembro, a de ambos, de una pareja, son la sal y la pimienta que aviva el amor pasional, el amor intermitente, ese al que yo, copiando al Arcipreste, Ilamo el a veces gran amor. Yo, como casi todos ustedes.r siento el amor pasional intermitentemente, incluso a veces con I¡¡.misma persona, aunque sé que eso no es poco frecuente, pero que les ocurre' a otros y a otras. ,Bien; esos amores tienen para el público de hoy, poco morbo, poco atrac- tivo. Pero la historia de un amor de verano, en el Chile aún feliz de 1972, tiene su particularismo. María, que es ' la que así se llamaba mi dulce enemiga, llegóa Santiago acompañándome desde Buenos Aires: yo, y ella, estábamos invi- tados por el compañero presidente Sal- vador Allende, que ya me había con- , vidado en noviembre de 1970, cuando el Gobierno de Unidad Popular venció en unas elecciones muy reñidas. Yo le había tratado años antes, y durante muchos meses, en La Habana, de enton- Amor con María , - en Chile JOSE AGUSTIN GOYIlSOLO <<.J.1Vos dieron la mejor suite del Hotel Carrera. Era tan enorme que, en los entreactos, jugábamos al escondite» .r, EL MUNDO. f\ÑO VI, NUMERO 30. MARTES 30 DE JULIO DE 1996 cierto que, hablando de lavabos, el del Hotel Carrera era algo sublime: dos duchas, una bañera grande como. un barco, 'dos tremendos lavabos, dos tazas de inodoro y un bidé con los mandos' más sofisticados que los de un avión a reacción iy tenía dos chorritos! De cuando en cuando, salíamos a ver a los amigos, a pasear por la ciudad. Neruda estaba de Embajador en París, y su cónsul era el gordito y calvo Jorge Edwards, buen escritor, eso sí. Nos veía- mos con Enrique Lihn, con el director de cine Littin, con Skármet, con la Payi- ta, con Gonzalo Rojas, con Jorge Trei- ller, con Carlos Drogueti, Enrique Lafourcade, Jorge Guzmán ... Nos reu- níamos en las terrazas de los bares y fuentes de soda, y por las noches, en la Peña de los Parra, casa con jardín que regentaban los hijos de la imborra- ble artista que fue Violeta Parra, a,la que no llegué a conocer, pues se .había suicidado varios años antes con su Gra- cias a la vida. Pero las salidas más gloriosas para María y para mí, 'eran nuestras repetidas visitas a Nicanor Parra. El y, su poesía y su casa eran una fiesta. Se hablaba, se' bebía y comía, él decía sus poemas nos enseñó a bailar la cueca, , acababa de tener una «guaguitasc--jm hijo-o Me decía: IYa ves; a mi edad! Su casa era de madera; toda ella salvo hi chimenea. Allí, madera, aire, cocina, libros, jardín, todo, todo olía bien.' Me regaló su Obra Gruesa -por entonces sus poemas completos-, unas botas chilenas, de cuero fino, un montón de botellas «mejor os las bebéis vosotros». A María la cubría de flores, que él mis- mo.reeogía, leregaló dos pañuelos pre- ciosos de .éampesina, un poncho y mon- tones de figuritas de madera y de barro. .Yo creo qué dado que María olía a amor, él se enamoró,.pero no se atrevía rii a mirarla. Era un buen fotógrafo, y la foto que sirve de base a la- ilus- tración está hecha en el jardín de su casa. Creo que María y yo también nos enamoramos de él, yeso encendió más B 00,(1/ 636 9 Universitat Autonom .~ B elona aún nuestra suite del Hotel Carrera. . Lo más difícil era llegar a' su casa: -Vivía en un barrio alto llamado La Rei- na. Teníamos que bajarnos en el barrio inferior, Nuñoa, y allí él nos bajaba a recoger con su destartalado coche, o bien pillábamos un taxi o una liebre. Años después, nos envió su siguiente libro antológico Antipoemas. 'Como vecino en La Reina tenía al espléndido novelista Fernando Alegría, a cuya casa nos llevó. Vuelvo otra vez al amor de un verano chileno enloquecido y perdedizo, como todo lo bueno. No sé qué decir más de María, de su donaire, de su belleza; ' de su agresividad, de su' dulzura. Deja- mas, Santiago 'de Chile, no sin haber, ,practicado antes el vuelo sin motor -no es uña figura del Kama-Sutra, fue real-o Un amigo nos llevó a un aero- puerto deportivo, 'a las afueras de 'San- tiago. Mi mujer -se metió en un velero y yo en otro, engancharon sendos cables a dos avionetas, nos remolcaron por la pista, soltaron el cable a unos quinien- tos metros de altura, y aquello fue increíble: silencio total, abajo el ilano, .y a nuestra derecha, las estribaciones altísimas de los Andes. Ni ella ni yo veíamos en la cabina otra cosa que los cogotes de los que llevaban unos ele- mentales mandos y un altímetro. Fuera, ' algunos aguiluchos, un cóndor y el cielo en nuestras manos. Belleza total rema- tando un verano delirante. Despedida ,de Allende, córdialísimo y sin aperci- birse de las traiciones de su propia gen- te, ne todos. Pero cuando él murió, metralleta en mano, los comunistas Corbalán o Volodia Tietelboim y otros, ya estaban en París o en Moscú. A María aún la veo, nos amamos un - poco, pero no con la pasión de aquel verano. ,-- ~' RELATO ~ ces: vivía' en la habitación .contigua a la mía en el horrible Hotel Habana-Ri- viera. Se parecía sorprendentemente a. mi tío Leopoldo, herniano de mipadre. Le gustaba mucho charlar, beber moji- tos, no daiquiris, por caridad, y juntos recorrimos parte de la isla: Camagüey, Matanzas, Cienfuegos (o Las Villas), y Pinar del Río, por lo de los 'tabacos. Me hizo conocer Chile sin yo haberlo visto: era alegre, optimista y nada orto- doxo del marxismo-leninismo, es decir, un socialista puro y a su aire. En fin, que me aparto de mi amor pasional de aquel verano del 72. Mi ,amor, 'María, 'creo que fue tan feliz como yo. Ño digo que era hermosísima, pues ustedes lo constatarán sólo miran- do la ilustración que acompaña a este' texto: morena como una cosa mala, piel finísima y figuta y rostro que no les 'quiero describir, por si algún degene- reta se excita. Nos dieron la mejor suite del Hotel Carrera, de todas las estrellas del' lujo, que creo que son cinco. El apartamento era tan enorme, que, en los entreactos, jugábamos al escondite. Vivíamos de beber vino blanco chileno --:-exceJente- y mariscos: ostras, alme- jas, almejas machas -enormes-, loco; erizos ... Eso debía ser afrodisíaco, pues todavía hoy no puedo éomprender cómo no nos matamos de gusto, por ensayar todas lasposturas del Kama-Su- tra y muchas más, pues su autor, Vats- ,yayq.na Mallanaga, o fue poco imagina- tivo, o se sintió muy .sornetido a las leyes de Manu o bien en la India Anti- gua se estaban estrenando. ¡Qué sé yo! Total, que entre esos ardores pasio- nales veraniegos, la inmensa cama --que era corno para cuatro o seis per- sonas- las pinturas del techo, la sua-- vidad de las alfombras, los más de diez almohadones y la ternura infinita, de María, yo creí" que eso de que en el cielo se está mejor, era un camelo cató- lico, apostólico y romano. Bien es ver- dad que en España, y hasta hace bien ' poco, se fornicaba de un modo incon- fortable: en escaleras, en catres, en lava- bos, y con poco adorno y fantasía. Por MAÑANA Andrés Trapiello

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Aquelverano,aquelar.norEl poeta se toma narrador y nos

traslada al Chile, «aún feliz», de 1972,donde vivióunagran pasión. El autorde «Cuadernos de El Escorial», título

Ide su última entrega, sazona su relato'con encuentros literarios dignos derecordar, como las frecuentes visitasde él, y su amada, a Nicanor Parra.

Existen .mujeres y hombres quehablan, y sobre todo escriben, de amo-res de toda una vida: ya no se estilaaquello de amores eternos. He manifes- -tado que existen mujeres y hombres quehablan y escriben, es decir, que hacenpúblico eso -del amor de uña vida. Yes para eso, para' quedar bien frentea la pareja o frente a la sociedad. Enprivado, yo be podido ser testigo, aveces sin quererlo y repetidas veces, queesas personas (parejas hombre-mujer,hombre-hombre o mujer-mujer, gays ylesbianas esas últimas parejas), se odian'cordialmente y permanentemente; dis-\ cuten, se acusan de infidelidades -enel amor pasional las infidelidades noexisten, y menos al saltar de una camaa, otra, de una persona a otra; las infi- .delidades de cualquier miembro, a deambos, de una pareja, son la sal y lapimienta que aviva el amor pasional,el amor intermitente, ese al que yo,copiando al Arcipreste, Ilamo el a vecesgran amor.Yo, como casi todos ustedes.r siento

el amor pasional intermitentemente,incluso a veces con I¡¡.misma persona,aunque sé que eso no es poco frecuente,pero que les ocurre' a otros y a otras.,Bien; esos amores tienen para el

público de hoy, poco morbo, poco atrac-tivo. Pero la historia de un amor deverano, en el Chile aún feliz de 1972,tiene su particularismo. María, que es 'la que así se llamaba mi dulce enemiga,llegóa Santiago acompañándome desdeBuenos Aires: yo, y ella, estábamos invi-tados por el compañero presidente Sal-vador Allende, que ya me había con-, vidado en noviembre de 1970, cuandoel Gobierno de Unidad Popular vencióen unas elecciones muy reñidas. Yo lehabía tratado años antes, y durantemuchos meses, en La Habana, de enton-

Amorcon María

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en ChileJOSE AGUSTIN GOYIlSOLO

<<.J.1Vosdieron la mejor suitedel Hotel Carrera. Era tan

enorme que, en losentreactos, jugábamos al

escondite»

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EL MUNDO. f\ÑO VI, NUMERO 30. MARTES 30 DE JULIO DE 1996

cierto que, hablando de lavabos, el delHotel Carrera era algo sublime: dosduchas, una bañera grande como. unbarco, 'dos tremendos lavabos, dos tazasde inodoro y un bidé con los mandos'más sofisticados que los de un avióna reacción iy tenía dos chorritos!De cuando en cuando, salíamos a ver

a los amigos, a pasear por la ciudad.Neruda estaba de Embajador en París,y su cónsul era el gordito y calvo JorgeEdwards, buen escritor, eso sí. Nos veía-mos con Enrique Lihn, con el directorde cine Littin, con Skármet, con la Payi-ta, con Gonzalo Rojas, con Jorge Trei-ller, con Carlos Drogueti, EnriqueLafourcade, Jorge Guzmán ... Nos reu-níamos en las terrazas de los bares yfuentes de soda, y por las noches, enla Peña de los Parra, casa con jardínque regentaban los hijos de la imborra-ble artista que fue Violeta Parra, a ,laque no llegué a conocer, pues se .habíasuicidado varios años antes con su Gra-cias a la vida.

Pero las salidas más gloriosaspara María y para mí, 'eran nuestrasrepetidas visitas a Nicanor Parra. El y,su poesía y su casa eran una fiesta. Sehablaba, se' bebía y comía, él decía suspoemas nos enseñó a bailar la cueca,, acababa de tener una «guaguitasc--jmhijo-o Me decía: IYa ves; a mi edad!Su casa era de madera; toda ella salvohi chimenea. Allí, madera, aire, cocina,libros, jardín, todo, todo olía bien.' Meregaló su Obra Gruesa -por entoncessus poemas completos-, unas botaschilenas, de cuero fino, un montón debotellas «mejor os las bebéis vosotros».A María la cubría de flores, que él mis-mo.reeogía, le regaló dos pañuelos pre-ciosos de .éampesina, un poncho y mon-tones de figuritas de madera y de barro..Yo creo qué dado que María olía aamor, él se enamoró,.pero no se atrevíarii a mirarla. Era un buen fotógrafo,y la foto que sirve de base a la- ilus-tración está hecha en el jardín de sucasa. Creo que María y yo también nosenamoramos de él, yeso encendió más

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aún nuestra suite del Hotel Carrera.. Lo más difícil era llegar a' su casa:- Vivía en un barrio alto llamado La Rei-na. Teníamos que bajarnos en el barrioinferior, Nuñoa, y allí él nos bajaba arecoger con su destartalado coche, obien pillábamos un taxi o una liebre.Años después, nos envió su siguientelibro antológico Antipoemas. 'Comovecino en La Reina tenía al espléndidonovelista Fernando Alegría, a cuya casanos llevó.Vuelvo otra vez al amor de un verano

chileno enloquecido y perdedizo, comotodo lo bueno. No sé qué decir másde María, de su donaire, de su belleza; 'de su agresividad, de su' dulzura. Deja-mas, Santiago 'de Chile, no sin haber,, practicado antes el vuelo sin motor -noes uña figura del Kama-Sutra, fuereal-o Un amigo nos llevó a un aero-puerto deportivo, 'a las afueras de 'San-tiago. Mi mujer -se metió en un veleroy yo en otro, engancharon sendos cablesa dos avionetas, nos remolcaron por lapista, soltaron el cable a unos quinien-tos metros de altura, y aquello fueincreíble: silencio total, abajo el ilano,.y a nuestra derecha, las estribacionesaltísimas de los Andes. Ni ella ni yoveíamos en la cabina otra cosa que loscogotes de los que llevaban unos ele-mentales mandos y un altímetro. Fuera, 'algunos aguiluchos, un cóndor y el cieloen nuestras manos. Belleza total rema-tando un verano delirante. Despedida, de Allende, córdialísimo y sin aperci-birse de las traiciones de su propia gen-te, ne todos. Pero cuando él murió,metralleta en mano, los comunistasCorbalán o Volodia Tietelboim y otros,ya estaban en París o en Moscú.A María aún la veo, nos amamos un

- poco, pero no con la pasión de aquelverano.

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RELATO ~

ces: vivía' en la habitación .contigua ala mía en el horrible Hotel Habana-Ri-viera. Se parecía sorprendentemente a.mi tío Leopoldo, herniano de mipadre.Le gustaba mucho charlar, beber moji-tos, no daiquiris, por caridad, y juntosrecorrimos parte de la isla: Camagüey,Matanzas, Cienfuegos (o Las Villas), yPinar del Río, por lo de los 'tabacos.Me hizo conocer Chile sin yo haberlovisto: era alegre, optimista y nada orto-doxo del marxismo-leninismo, es decir,un socialista puro y a su aire.En fin, que me aparto de mi amor

pasional de aquel verano del 72. Mi, amor, 'María, 'creo que fue tan felizcomo yo. Ño digo que era hermosísima,pues ustedes lo constatarán sólo miran-do la ilustración que acompaña a este'texto: morena como una cosa mala, pielfinísima y figuta y rostro que no les'quiero describir, por si algún degene-reta se excita. Nos dieron la mejor suitedel Hotel Carrera, de todas las estrellasdel' lujo, que creo que son cinco. Elapartamento era tan enorme, que, enlos entreactos, jugábamos al escondite.Vivíamos de beber vino blanco chileno--:-exceJente- y mariscos: ostras, alme-jas, almejas machas -enormes-, loco;erizos ... Eso debía ser afrodisíaco, puestodavía hoy no puedo éomprendercómo no nos matamos de gusto, porensayar todas las posturas del Kama-Su-tra y muchas más, pues su autor, Vats-,yayq.na Mallanaga, o fue poco imagina-tivo, o se sintió muy .sornetido a lasleyes de Manu o bien en la India Anti-gua se estaban estrenando. ¡Qué sé yo!Total, que entre esos ardores pasio-

nales veraniegos, la inmensa cama--que era corno para cuatro o seis per-sonas- las pinturas del techo, la sua--vidad de las alfombras, los más de diezalmohadones y la ternura infinita, deMaría, yo creí" que eso de que en elcielo se está mejor, era un camelo cató-lico, apostólico y romano. Bien es ver-dad que en España, y hasta hace bien 'poco, se fornicaba de un modo incon-fortable: en escaleras, en catres, en lava-bos, y con poco adorno y fantasía. Por

MAÑANAAndrés Trapiello