UNIVERSIDAD DEL TURABO ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES LA ... · A mi compañera de vida, Mercy que...
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UNIVERSIDAD DEL TURABO
ESCUELA DE CIENCIAS SOCIALES
LA PSICOLOGÍA POSITIVA COMO TEXTO: ANÁLISIS CRÍTICO
DEL DISCURSO DE LA FELICIDAD
por
Bernardo Roque Oquendo
DISERTACIÓN
Presentada como Requisito para la Obtención del Grado de
Doctor en Consejería Psicológica
Gurabo, Puerto Rico
noviembre, 2011
UNIVERSIDAD DEL TURABO
CERTIFICACIÓN DE APROBACIÓN DE DISERTACIÓN
La disertación de Bernardo Roque Oquendo fue revisada y aprobada por los miembros del
Comité de Disertación. El formulario de Cumplimiento de Requisitos Académicos
Doctorales con las firmas de los miembros del comité se encuentra depositado en el
Registrador y en el Centro de Estudios Doctorales de la Universidad del Turabo.
MIEMBROS DEL COMITÉ DE DISERTACIÓN
Dr. William T. Casper
Universidad del Turabo
Director del Comité de Disertación
Dr. Victor M. García
Universidad del Turabo
Miembro del Comité de Disertación
Dr. Francisco Millán
Universidad del Turabo
Miembro del Comité de Disertación
©Copyright, 2012
Bernardo Roque Oquendo. Derechos Reservados.
iv
LA PSICOLOGÍA POSITIVA COMO TEXTO: ANÁLISIS CRÍTICO
DEL DISCURSO DE LA FELICIDAD
por
Bernardo Roque Oquendo M.D.
Dr. William T. Casper
Director de Comité de Disertación
Resumen
Tesis presentada como cuestionamiento al significado del constructo de la felicidad
y su manejo en el discurso de la psicología positiva. La investigación fue de corte
cualitativo y se utilizó el paradigma de análisis crítico discursivo. Con el propósito de
demostrar que el significado de la felicidad es una construcción que obedece a diferentes
contextos históricos, sociales y políticos, se comenzó llevando a cabo un recorrido histórico
sobre la naturaleza de los significados atribuidos al significante de la felicidad en las
diferentes corrientes de pensamiento. El análisis crítico del discurso permitió
desenmascarar las ideologías subyacentes que permean en la construcción de los
significados de la felicidad, dentro del discurso utilizado por los exponentes de la corriente
de la psicología positiva. Siendo el significante de la felicidad una construcción que
obedece a diferentes contextos histórico-socio-políticos, el mismo ha sido utilizado como
un dispositivo de poder, para promover las ideologías que obedecen a las estructuras
hegemónicas.
v
DEDICATORIA
Quiero dedicar este trabajo a todas y cada una de las personas que estuvieron
durante el recorrido al que me aventuré, hace un tiempo, cuando decidí continuar mis
estudios para alcanzar mi meta de concluir un grado doctoral. Gracias a mi familia, a mi
madre Angelina que tanto me motivó en aquellos momentos en que aflojé rodillas y pensé
en no continuar. Igualmente, a mis dos hijos, Alejandro y Bernardo, que fueron fuente
motivadora. A mi compañera de vida, Mercy que tuvo la paciencia necesaria, ya que
muchas veces nos privamos de compartir por los diferentes compromisos y el tiempo que
me consumía estar en la computadora, en los libros y en los diferentes compromisos de
estudio.
Finalmente, existe una persona que ya no se encuentra en este Mundo, pero
seguramente se siente orgulloso mirando desde dondequiera que se encuentre en estos
momentos, por eso, a ti padre, mi agradecimiento por siempre.
vi
AGRADECIMIENTOS
El autor desea expresar su más sincero agradecimiento a los profesores del comité
de disertación. De cada uno de ellos me llevo un grato recuerdo y una experiencia de
crecimiento de la que les estoy profundamente agradecido. A los doctores Francisco
Millán y Víctor Manuel García, gracias por su compromiso y amabilidad, por su labor en la
lectura de esta tesis, así como por sus acertadas recomendaciones. Al Dr. William Casper,
del que aprendí sobre cómo ver de forma diferente las realidades que conforman nuestra
sociedad, gracias por acompañarme y guiarme durante todo el proceso.
vii
TABLA DE CONTENIDO
Página
CAPÍTULO I LA PSICOLOGÍA POSITIVA COMO TEXTO:
ANÁLISIS CRÍTICO DEL DISCURSO DE LA
FELICIDAD .................................................................................... 1
Justificación .................................................................................................................. 1
Problema ....................................................................................................................... 2
Objetivos ....................................................................................................................... 3
Preguntas ....................................................................................................................... 4
Viabilidad ...................................................................................................................... 4
CAPÍTULO II: ELABORACIÓN DEL MARCO TEÓRICO ............................. 5
El discurso sobre la felicidad en los libros contemporáneos de auto-ayuda ............... 5
La psicología positiva y el concepto de la felicidad .................................................... 7
El concepto de la felicidad a lo largo de la historia ..................................................... 15
Investigaciones sobre la felicidad ................................................................................. 38
La definición de la felicidad en el puertorriqueño ....................................................... 44
CAPÍTULO III: METODOLOGÍA ......................................................................... 53
¿Qué es el discurso? ...................................................................................................... 53
El discurso como instrumento de las ideología............................................................ 55
El análisis crítico del discurso (ACD) ......................................................................... 58
CAPÍTULO IV: ANÁLISIS DEL DISCURSO DE LA PSICOLOGÍA
POSITIVA PROPUESTA POR SELIGMAN, PARA DAR
CUENTA DEL SIGNIFICANTE DE LA FELICIDAD .......... 61
viii
CAPÍTULO V: HALLAZGOS Y DISCUSIÓN ................................................... 80
Síntesis y recomendaciones .......................................................................................... 80
Peligros para la práctica de la consejería psicológica en Puerto Rico......................... 83
Conclusiones ................................................................................................................. 85
REFERENCIAS.......................................................................................................... 87
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Capítulo I
La Psicología Positiva como Texto: Análisis Crítico del
Discurso de la Felicidad
Justificación
El aporte de este trabajo es conocer la naturaleza discursiva del texto de la
psicología positiva y del significante felicidad, analizando críticamente la influencia del
discurso hegemónico en el significado de la misma. Parker (2007) expuso que la práctica
de la psicología se ha convertido en un instrumento de control social formando parte de la
estructura ideológica dominante, justificando y reforzando valores, esquemas, estereotipos
y ofreciendo como única alternativa a la felicidad, la adaptación al sistema político y
económico en el que se vive.
De acuerdo con Parker (2007) el desarrollar una redefinición del concepto felicidad
dentro de la práctica de la psicología descartando los esquemas impuestos socialmente y
tomando en consideración la individualidad del ser humano, proporcionará una nueva
perspectiva, para que el psicólogo trabaje desde una práctica crítica de la psicología. Así el
profesional podrá brindar ayuda a sus participantes, para que estos redefinan, cuestionen y
reconstruyan su concepto de felicidad basado en su individualidad y realidad socio
histórica. Esto significaría ofrecer a las personas una psicología donde se permita la
individualidad y la diversidad del ser humano, ya que el psicólogo no se limitaría a aplicar
una psicología importada en la que su función muchas veces se ve limitada por las
estructuras hegemónicas.
2
Problema
Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felices, pero al ir a descubrir lo
que hace feliz la vida, van a tientas, y no es fácil conseguir la felicidad en la vida, ya que
se aleja uno tanto más de ella cuanto más afanosamente se la busque, si ha errado el
camino, si éste lleva en sentido contrario, la misma velocidad aumenta la distancia
(Séneca, 2002, p. 2). La psicoterapia tiene como propósito básico lograr que las personas
sean o intenten ser más felices en sus vidas, eliminando la desesperanza y accediendo a
gozar, saber y poder actuar en sus existencias (Garciandía y Rozo, 2006, p. 202). Así
pues, las personas tienen como meta del proceso de psicoterapia aprender a vivir o a ver la
vida de una manera diferente, ya que la manera en que lo están haciendo al momento de
buscar ayuda, les causa malestar o “infelicidad”. En esta línea de pensamiento Fordyce
(1995) declaró que una de las metas que persiguen las personas en la vida es la felicidad,
sin embargo, ignoran su significado. De modo que cuando se les pregunta a las personas
qué es la felicidad, según Seligman (2003) se infiere a través de sus múltiples respuestas
que es un término complejo y ambiguo al que se le dan diferentes significados. No
obstante, coinciden en algunos aspectos a saber, el tener salud, dinero, amistades o un buen
empleo entre otros. Esta investigación, por lo tanto, pretende mediante el análisis crítico
dar una mirada al discurso de la felicidad en la psicología positiva y de esta manera,
desenmascarar las ideologías subyacentes anidadas en su seno.
Se parte de la premisa de que la definición del significante está estabilizada por el
discurso hegemónico. Por consiguiente, de acuerdo con Parker (2007) uno de los efectos
es provocar que los sujetos dejen de lado aspectos intrínsecamente significativos e
individuales de su existencia, por lo que a la hora de evaluar su nivel de felicidad, el mismo
3
estará basado en las categorías que conforman la estructura discursiva dentro de la
psicología positiva.
Parker (2006) indicó que en el ámbito de la psicología las investigaciones son
realizadas en entornos tan reducidos y limitados como el laboratorio. Los mismos siguen
siendo los máximos exponentes del progreso científico sin llegar a reparar en el hecho de
que semejantes situaciones y procedimientos son contrarios al objeto de estudio de la
psicología: el sujeto humano y su naturaleza. De acuerdo con Fernández y Comes (2009)
lo anterior expuesto pone contra la pared a la psicología positiva y a quien la practica, ya
que presupone que se estaría trabajando con la felicidad como una categoría universal o
natural, y no una construida lingüística y culturalmente.
Hoy en día la psicología positiva se nutre de ofrecer a los individuos fórmulas de
cómo llegar a ser felices en sus vidas. Una herramienta bajo la cual se cobija dicha práctica
es la escritura de libros clasificados dentro del género conocido como auto-ayuda. Los
discursos de la psicología positiva en dichos libros, tratan de guiar a los individuos en la
búsqueda del verdadero camino hacia una vida feliz. Es de esta manera que se pretende
categorizar el significante felicidad creando unas características universales dentro de las
cuales se debe vivir para lograr alcanzarla. Esta postura de la psicología positiva pasa por
alto los aspectos simbólicos, lingüísticos y etnopsicológicos del individuo en el proceso de
psicoterapia.
Objetivos
1. Auscultar los diversos significados del concepto de la felicidad a lo largo de la
historia occidental.
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2. Demostrar que la psicología positiva y su utilización del significado de la felicidad,
más que ser una teoría científica, es un texto donde se anida un discurso que
recoge prácticas de poder y una reproducción de ideologías.
3. Exponer las implicaciones y consecuencias del dispositivo de la felicidad en el
ejercicio de la práctica de la consejería psicológica en Puerto Rico.
Preguntas
1. ¿Cuáles son los significados del constructo de la felicidad que sobresalen a lo
largo de la historia de occidente?
2. ¿Existirá una reproducción de ideologías y prácticas de poder anidados dentro
de la utilización del significado de la felicidad en la psicología positiva?
3. ¿Qué implicaciones y consecuencias tendrá el dispositivo de la felicidad en la
práctica de la consejería psicológica en Puerto Rico?
Viabilidad
Esta investigación no presenta limitaciones significativas para llevarse a cabo que
no sea la carencia de trabajos de referencia en el ámbito puertorriqueño respecto a un
enfoque de análisis crítico sobre el significante felicidad. Sin embargo, se cuenta con
recursos y referencias de autores de escuelas de análisis crítico, que permiten tener las
herramientas para desmontar los significantes y poder esbozar los procesos de la formación
del significado de la felicidad que se alberga dentro de la psicología positiva. El
investigador cuenta con los recursos tecnológicos, de información y materiales necesarios
para la misma.
5
Capítulo II
Elaboración del Marco Teórico
El discurso sobre la felicidad en los libros contemporáneos de auto-ayuda
A lo largo de las últimas décadas han proliferado una serie de escritos dentro y
fuera de la psicología llamados libros de autoayuda. En términos de dólares, McGee
(2005) indicó que la industria de los libros de auto-ayuda en Estado Unidos vale un
estimado de dos mil millones de dólares por año. Se ha producido un notable incremento
en la disponibilidad y popularidad de los libros de autoayuda, especialmente aquellos que
en sus títulos utilizan como atractivo al lector el significante felicidad.
Hazelden (2003) plantea que varios estudiosos foucaultianos han relacionado esta
tendencia a la dominación cada vez mayor de las disciplinas de la conducta humana, a
nuevas formas cada vez más sofisticadas, para llevar los ideales y aspiraciones de los
individuos en alineación con los objetivos más amplios de políticas, en especial los
objetivos de la gubernamentalidad.
Dentro de los autores de dicho género se reconocen psicólogos, psiquiatras,
filósofos, motivadores y los más recientes los “coach” motivacionales. Todos estos
escritos prometen una forma o receta al lector con el fin de alcanzar la tan anhelada
felicidad en sus vidas. Se destaca a finales de la década de los noventa, un movimiento en
la “American Psychological Association” liderado por el Dr. Martín Seligman donde se
aprobó oficialmente la práctica de la llamada psicología positiva. Esta psicología se nutre
del concepto de la felicidad como fin o meta del ser humano. A partir de este evento se
multiplicaron los escritos por parte de psicólogos en los cuales se naturalizó el significante
6
de la felicidad y cuan recetas aplicables a todo ser humano son observados cientos de libros
que pretenden decirle al lector cómo debe de vivir para poder llegar a alcanzar a vivir feliz.
Cabría sospechar si el éxito de la clase de libros que (dentro de la literatura de la
felicidad) llamamos «libros de autoayuda», sobre todo aquellos que han sido
multiplicados casi en tantos ejemplares como la Biblia, El Capital o el Libro Rojo -por
ejemplo el libro de Dale Carnegie que tengo encima de la mesa, Cómo disfrutar de la
vida y del trabajo. Primera parte: siete caminos hacia la paz y la felicidad ha alcanzado
veintiún millones de ejemplares. Se debe tanto más a que son esos mismos millones de
ejemplares los que proporcionan «felicidad» al lector, en el momento de leerlos, cuanto a
que son instrumentos o instrucciones para que el lector se las arregle en su vida
extraliteraria, y probablemente llena de infelicidad, porque si así no fuera, no se le
hubiera ocurrido ponerse a leer el ridículo libro de Carnegie. (Bueno, 2005, p.10).
Como señaló Bueno (2005) existe una gran cantidad de libros en los cuales los
autores proclaman diversas formas de llegar a ser feliz. Sin embargo, cómo es posible
que exista tanta diversidad y que dentro de la misma surjan tantas formas de llegar a
alcanzar la felicidad, si la venta de tantos millones de libros lo que refleja es que existen
muchas personas que a pesar de leer los libros, necesitan seguir comprando los nuevos
volúmenes o textos, reflejando que realmente ninguno de los existentes ha podido suplir
o saciar esa búsqueda milenaria del ser humano por la felicidad.
Es un hecho que la escritura es uno de los caminos a través del cual los hombres
han logrado desarrollar su vida en grupo, así como la sucesión de las generaciones. Es
por esto que mediante este medio se constituye y se permean los discursos a través del
tiempo. La literatura, por lo tanto, es uno de los instrumentos por excelencia que las
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ideologías hegemónicas utilizan en lo que refiere a definir los significados de las cosas,
para implantarlos en las sociedades. Podría concluirse, que quien maneja lo que se
escribe maneja así, el poder mismo.
“La literatura de la felicidad no es, en cualquier caso, un mero sucedáneo del
lenguaje hablado a propósito de la felicidad. Puede implicar una verdadera
transformación (o anamorfosis) de las experiencias felicitarías ágrafas. Puede haber
significado la creación misma de la idea de felicidad, es decir, la idea de felicidad, es ante
todo una «figura literaria»” (Bueno, 2005, p.11).
Rose (1989) argumentó que la literatura de auto-ayuda es la extensión lógica de una
tendencia cultural más amplia hacia las 'psy' disciplinas (psicología, psicoterapia,
psiquiatría), que establecen formas cada vez más sofisticadas para llevar los ideales y las
aspiraciones de los individuos a alinearse con objetivos más amplios de control tales como
el consumo, la rentabilidad, la eficiencia y el orden social.
La psicología positiva y el concepto de felicidad
Seligman y Csikszentmihalyi (2000) indicaron en aquel entonces que habían pasado
cinco años desde que la “American Psychological Association” dedicó su edición del
milenio a la nueva ciencia de la psicología positiva: el estudio de las emociones positivas,
del carácter positivo y las instituciones positivas. Al momento llevan quince años desde
que la APA reconoció a la psicología positiva como una práctica científica. Este
reconocimiento fue bajo la División 17 de la APA, definiéndola como el estudio de las
fortalezas del ser humano y del bienestar. Cabe señalar que este reconocimiento se
fundamentó en el trabajo investigativo del doctor Seligman y que el mismo fue elegido
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presidente de la APA en el 1998, por lo que se encontraba dentro de los círculos
hegemónicos de la psicología estadounidense.
Según el Centro de Psicología Positiva de la “University of Pennsylvania” en
Estados Unidos, la psicología positiva es el estudio científico de las fortalezas y virtudes
que permiten a los individuos y a las comunidades prosperar. Este campo de la psicología
se basa en la creencia de que la gente quiere llevar una vida plena y con sentido, para
cultivar lo que es mejor dentro de sí mismos, para mejorar sus experiencias de amor y
trabajo. La psicología positiva tiene tres puntos centrales: las emociones positivas, los
rasgos individuales positivos, y las instituciones positivas. Comprender las emociones
positivas de acuerdo con Seligman (2003) implica el estudio de satisfacción con el pasado,
la percepción de felicidad en el presente y la esperanza hacia el futuro. Los rasgos
individuales positivos consisten en el estudio de las fortalezas y virtudes, tales como la
capacidad para el amor y el trabajo, el coraje, la compasión, la resistencia, la creatividad, la
curiosidad, la integridad, el conocimiento de sí mismo, la moderación, el autocontrol y la
sabiduría. Las instituciones positivas conllevan el estudio de los puntos fuertes que
promueven las comunidades tales como las virtudes de la justicia, la responsabilidad, el
civismo, la crianza, el cuidado, la ética de trabajo, el liderazgo, el trabajo en equipo, el
propósito y la tolerancia. Seligman (2003) refiere que la psicología positiva ofrece la
esperanza de que hay un camino de salida para las personas que buscan el sentido para su
existencia: un camino que conduce a un campo de placer y gratificación, lleno de fortalezas
y virtudes y al final se llega a la autorrealización duradera: el sentido y la
autodeterminación en la vida. Lo anterior resume la idea de que la felicidad se compone de
tres clases distintas: la vida placentera (placeres), la buena vida (compromiso), y la vida
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significativa. Peterson (2006) indicó que los psicólogos positivos no tienen la pretensión
de haber inventado la buena vida, pero sí su estudio científico. Los psicólogos pueden
tomar lo que han aprendido acerca de la ciencia y la práctica de tratar la enfermedad mental
y utilizarlo para que la gente aprenda a vivir una vida más feliz. A largo plazo ésta
conlleva unir aquello por lo que vale vivir.
A continuación se destacan tres de los más importantes autores que dan fundamento
a lo que hoy se conoce como psicología positiva. Cada autor ofrece un postulado teórico a
seguir en la vida con el propósito de encontrar el verdadero camino a la felicidad. En
primer lugar, la teoría del Dr. Michael W. Fordyce (1995) llamada: Los Catorce
Fundamentos, los cuales están contenidos en su libro The Psychology of Happines.
Fordyce (1995), ofrece en su escrito catorce principios básicos para ayudar a las personas a
obtener la felicidad. Su teoría está basada en ayudar a las personas a entender y desarrollar
su felicidad personal mediante la aplicación de los atributos de personas felices, los cuales
él identificó a lo largo de años de estudio. La idea detrás de la teoría, es una simple, si una
persona puede aprender a parecerse a otra persona feliz, entonces, será una persona feliz. A
continuación se exponen los catorce principios descritos por Fordyce. El primer principio
es: ser más activo y mantenerse ocupado, ya que las personas felices siempre están
ocupados, siempre están envueltas en algo: las personas activas obtienen un alto nivel de
energía e invierten mucho tiempo en actividades placenteras, dándole a su vida diversión.
El segundo principio es: invertir más tiempo socializando, tener una vida social activa y
mantener una mayor interacción con otras personas contribuye a ser feliz, por el contrario,
el aislamiento produce depresión. El tercer principio es: ser productivo y trabajar en cosas
significativas, el autor describe que para ser feliz la persona debe sentirse productiva y debe
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escoger un empleo de manera que encuentre significado y pertenencia en lo que hace. El
cuarto principio es: organizarse mejor y planificar, las personas felices son organizadas y
planifican evitando hacer cosas de manera impulsiva manteniendo sus metas claras. Como
quinto principio está: dejar de preocuparse. La gente feliz sabe que el preocuparse produce
pensamientos negativos, es una pérdida de tiempo y que existen cosas que están fuera del
alcance por lo que no vale la pena preocuparse por ellas. El sexto principio: reducir las
expectativas y aspiraciones, si esperas demasiado de la vida, los eventos te van a
desilusionar. En otras palabras, se deben tener expectativas realistas dentro de las
posibilidades que se tienen. El séptimo principio: desarrollar un pensamiento positivo y
optimista, refiere que la felicidad es un estado mental por lo que nuestra actitud define que
tanto las situaciones nos afectan. Para ser feliz se debe de pensar de manera positiva y
optimista. El octavo principio: vivir el presente, para ser feliz no se puede estar viviendo
recordando malas experiencias o momentos dolorosos, sino que se debe de disfrutar el día a
día y saborear el momento. El noveno principio: trabajar en una personalidad saludable, la
felicidad es vista como indicador de buena salud mental. En décimo lugar, se encuentra el
principio de: desarrollar una personalidad sociable, las personas felices son gregarias,
extrovertidas y amigables. El principio undécimo: ser tú mismo, se debe ser espontáneo,
decir lo que se quiere decir y actuar como se quiere actuar. El duodécimo principio:
eliminar sentimientos negativos y problemas, esto significa ser asertivo, confrontar las
situaciones expresando lo que se siente, evitando así reprimir las emociones. El principio
decimotercero: entender que las relaciones cercanas son primero, las personas felices tienen
buenas relaciones de pareja, se llevan bien con familiares y mantienen amistades cercanas.
El último principio, el autor lo llama: VALHAP el principio secreto, el concepto VALHAP
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se origina de dos palabras en inglés, “values” (VAL) y “hapinness” (HAP), lo que
significaría el valor de la felicidad. Se indica que las personas felices le dan especial valor
a sentirse felices. Quiere decir, que para ser feliz, se debe de querer ser feliz y tener la
felicidad como el objetivo de la vida.
Otro autor, Mihaly Czikszentmihalyi (2000) presentó su libro titulado Fluir, Una
Psicología de la Felicidad. La teoría expuesta por Mihaly intenta involucrar la totalidad de
la vida, a lo que llamó: flujo, que consiste de un estado de conciencia conducente a la
experiencia óptima. Esta experiencia se compone de los momentos en que el ser humano
experimenta sentimientos de gozo creativo, concentración activa y absorción en lo que está
haciendo. Según Mihaly el fluir puede ser controlado e incluso provocado, por lo que se
puede ajustar a los sucesos y retos concretos de la vida. La felicidad, entonces, no es algo
que sucede al azar o que llega por buena suerte, tampoco puede comprarse con dinero o
poder, ni depende de los acontecimientos externos, sino de la interpretación que le demos a
los mismos. La felicidad es el resultado de una interpretación.
Mihaly (2000) indicó que las personas que saben controlar su experiencia interna,
son capaces de determinar la calidad de sus vidas y eso es lo más cerca que se puede estar
de ser feliz. Las llamadas experiencias picos no suceden solo cuando las condiciones
externas son favorables, sino también bajo condiciones adversas. Personas que han
sobrevivido a los campos de concentración, recuerdan que en medio de las vicisitudes
experimentaron epifanías extraordinariamente ricas como respuesta a acontecimientos tan
simples como escuchar la canción de un pájaro en el bosque. En “La Experiencia del
Fluir”, Mihaly (2000) examinó el proceso de conseguir la felicidad mediante el control de
la vida interna y describió cómo las personas consiguen unir todas sus experiencias en una
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constelación de sentido. Cuando esto se consigue, la persona siente control de su vida,
aparte de que le encuentran sentido y no hay más que desear. Cuando lo anterior sucede,
según Mihaly (2000) la marea de incesantes expectativas se aquieta, las necesidades no
satisfechas ya no preocupan e incluso las experiencias más humildes se convierten en algo
placentero. En otras palabras, este autor define la felicidad como algo intrínseco para
encontrar sentido a la vida y de esta manera lograr vivir intensamente las experiencias a las
que nos exponemos.
Ahora bien, el autor que se ha destacado en la última década en lo referente a la
psicología positiva es Martín Seligman, llamado el padre de la psicología positiva. Según
Seligman (2003) podemos experimentar tres dimensiones constitutivas de la felicidad: el
placer y la gratificación, la potencialización de las fortalezas-virtudes y el significado o el
propósito de la vida. Cada dimensión está ligada a una emoción positiva y conlleva una
jerarquización desde el placer, pasando por el cultivo de las virtudes hasta llegar a la vida
con significado. De lograr esto último, el ser humano conseguirá la felicidad duradera.
Seligman enfatiza el pasado, presente y futuro ofreciendo una caja de herramientas para
lograr lo que él llama la vida placentera. De esta manera, las personas pensarán de forma
constructiva sobre su pasado, así obtendrán dosis de optimismo y esperanza para enfrentar
el futuro.
Entre el arsenal de Seligman para luchar contra un pasado infeliz, él mismo destacó
las virtudes de la gratitud y el perdón. Al mirar hacia el futuro, Seligman recomendó una
perspectiva de esperanza y optimismo. Después de avanzar con estas estrategias para hacer
frente a las emociones negativas del pasado y construir la esperanza y el optimismo para el
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futuro, Seligman (2003) recomienda romper la habituación, saboreando las experiencias
como forma de aumentar la felicidad en el presente.
El papel de las emociones positivas es destacado en la teoría de Seligman. A
manera de ejemplo, Seligman (2003) resaltó un estudio donde observó monjas que vivieron
en su mayor parte con un estilo de vida prácticamente idénticos. Al parecer, las monjas que
expresaron emociones positivas con mayor intensidad y con mayor frecuencia en sus
diarios, vivieron vidas más largas y se enfermaron menos, que aquellas que no la
expresaron de la misma manera.
Otro estudio destacado por Seligman (2003) fue uno donde se utilizaron fotos de
un anuario de una escuela, para ver si la máxima expresión física de la felicidad (una
sonrisa) también podría ser utilizada como un indicador del grado de satisfacción con la
vida. Veinte años más tarde al ser encuestados, los que fueron fotografiados que mostraron
sonrisas genuinas en las fotos eran más propensos a encontrarse en su mediana edad
casados y con familia, con una vida social mejor al compararlos con los que no mostraron
una sonrisa. En otras palabras, las emociones positivas están frecuentemente vinculadas
con las circunstancias felices.
Seligman (2003) indicó que la buena vida incorpora seis virtudes y veinticuatro
puntos fuertes. Las fortalezas y virtudes funcionan contra la desgracia y en contra de los
trastornos psicológicos y pueden ser la clave para aumentar la resiliencia. Una
contribución notable que Seligman ha hecho de la Psicología Positiva es su estudio
transcultural de crear una clasificación de autoridad y el sistema de medición de las
fortalezas humanas. Peterson (2006) el principal experto en el campo de la esperanza y el
optimismo, trabajó junto a Seligman para crear un sistema de clasificación para ayudar a
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medir la efectividad de los psicólogos que practican la psicología positiva. Con el fin de
seguir siendo fiel a sus esfuerzos por crear un sistema de clasificación universal, hicieron
un esfuerzo concertado para examinar la investigación y una amplia variedad de textos
religiosos y filosóficos de todo el mundo. Se sorprendieron al encontrar seis virtudes
particulares que fueron valorados en casi todas las culturas, con un valor en sí mismas (no
sólo como un medio para otro fin), las mismas son alcanzables. Estas seis virtudes
principales son: la sabiduría, el conocimiento, la valentía, el amor, la humanidad, la justicia,
la templanza, la espiritualidad y la trascendencia
Para Seligman (2003) los puntos fuertes son el resultado de las virtudes que
logremos en nuestra vida y aclara la diferencia entre los talentos y las fortalezas. Los
talentos, tienden a ser inherentes y sólo pueden ser cultivados a partir de lo existente en
lugar de lo que se desarrolla a través del esfuerzo. Por ejemplo, muchas personas
consideran que la habilidad musical sólo se puede fortalecer. Por otro lado, se puede
cultivar la paciencia, que puede conducir a la virtud de la templanza. Para Seligman (2003)
el ejercicio saludable y el desarrollo de las fortalezas y virtudes son la clave para la buena
vida. Las fortalezas aplicadas todos los días en los ámbitos principales de la vida son
fundamentales para lograr una abundante satisfacción y la auténtica felicidad. Seligman
anima a la gente a ir más allá para buscar una vida significativa en la búsqueda continua de
la felicidad.
En el diario vivir se debe buscar el significado y el flujo de la emoción positiva.
Seligman (2003) apunta que por el contrario, se debe evitar el ejercicio de prácticas que
conducen al vacío, a la falta de autenticidad, y a la depresión. Seligman (2003) da un paso
más allá de Csikszentmihalyi (2000), explorando la experiencia del flujo y la pérdida del
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conocimiento que está implicado en actos de altruismo y actos de bondad. Sostiene que la
bondad consiste en el compromiso total y la pérdida de la conciencia propia, o sea, hacer
bien sin pensar en el propio beneficio. El ejercicio de la bondad es una gratificación. Esta
situación permite enriquecer las vidas de los demás mientras se realizan las propias
fortalezas y virtudes.
En resumen, la felicidad conlleva vivir una vida agradable: una vida en la que se
experimenten con éxito las emociones positivas sobre el presente, pasado y futuro. Llevar
la buena vida: consiste en el uso de las fortalezas para obtener gratificación abundante
haciendo las actividades que nos gusta en los distintos ámbitos de la vida. La vida con
sentido: el uso de sus fortalezas y virtudes al servicio de algo mucho más grande que uno
mismo.
No obstante, se debe tener en cuenta que las ideas sobre las cualidades, fortalezas o
virtudes del ser humano no son nuevas. Existen a lo largo de la historia humana diversos
significados atribuidos a la felicidad y en muchas instancias filósofos han propuesto
diferentes maneras de alcanzarla. Dado lo anterior, se hará un recorrido a lo largo de la
historia sobre los distintos significados que se le ha dado al significante felicidad, así como
las múltiples formas propuestas para alcanzarla.
El concepto de la felicidad a lo largo de la historia
“La felicidad es un concepto huidizo, sin embargo, es un concepto esencial a la
hora de motivar las acciones emprendidas por los seres humanos” (Guardiola, 2011,
p.98). El logro de la felicidad siempre ha sido un derecho humano, una aspiración de vida,
todas las tradiciones de sabiduría de diferentes culturas y épocas han hecho referencia de un
modo u otro a la forma en que se puede obtener. Con frecuencia se suele concebir la
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felicidad como el pináculo de los logros humanos. La felicidad como meta se le ha
consagrado como un valor fundamental para los gobiernos de diferentes naciones. Por
ejemplo, en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América (1776), se
especifica “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son
creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que
entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Por otro lado, Simón
Bolívar, líder de la independencia de varias repúblicas sudamericanas, la reconoce cuando
afirmó: “El sistema de gobierno más perfecto es el que produce la mayor cantidad posible
de felicidad” (Bolívar, 1819).
En el transcurso de la historia circulan distintas definiciones la felicidad, la misma
ha sido catalogada por muchos como utópica y por otros, como la razón de la vida. La
felicidad es un concepto tan antiguo como la humanidad misma. Algunas de las preguntas
formuladas desde sus inicios son; ¿Qué es la felicidad? ¿Qué significa esta palabra? ¿Qué
se debe hacer para conseguirla? Filósofos, psicólogos y científicos han investigado y
debatido sobre la felicidad por miles de años. Existen variadas definiciones y teorías para
explicar el concepto de la felicidad y las mismas varían de cultura a cultura, como de una
época a otra. Según Marías (2005) las formas que expresan la felicidad como una acción,
son formadas con el verbo ser y el verbo tener. Indicó que al referirse a la felicidad de las
personas, se han aplicado expresiones como: ser feliz, ser dichoso, tener fortuna, tener
suerte y ser bienaventurado. La autora entonces, manifiesta que la felicidad mantiene un
vínculo estrecho con uno de los siguientes significantes: dicha, fortuna o bienaventuranza.
Esto significaría que la felicidad tiene esos tres elementos como sinónimos. Es decir, la
dicha, la fortuna y la bienaventuranza es sinónimo de felicidad.
17
Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (2010)
la felicidad es un estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Por otro
lado, el Diccionario Webster (2010) define a la felicidad como una dicha u ocurrencia
oportuna. Esta última definición alude a que la felicidad está asociada en gran medida a la
suerte o el azar. El diccionario Farlex (2011) la define como el estado de ánimo de la
persona que se encuentra plenamente satisfecha al tener lo que desea o disfrutar de una
cosa buena. Por su parte, Seligman (2003) en su libro “La Auténtica Felicidad” sostiene
que dada la existencia de tantas explicaciones para la felicidad, es difícil atenerse a una.
Sin embargo, hasta el momento se observa que las definiciones del vocablo felicidad
implican en su mayoría que la misma se circunscribe a la posesión de un algo llámese
suerte, dicha, satisfacción o complacencia de un deseo. Estas definiciones son las que
encontramos en los diccionarios contemporáneos, que van a la par con la filosofía de la
sociedad de consumo en la que vivimos en la cual la “posesión de” implica bienestar,
satisfacción o felicidad. El neocapitalismo actual predica la idea de que mientras más
capital y riquezas se posee, más feliz se es (Ravina ,2009).
Para rastrear los significados del significante de la felicidad, se llevará a cabo un
recorrido histórico por diferentes contextos geográficos, así como de las formas de
explicarla. Comenzando con la antigua época de los filósofos griegos en la que de acuerdo
con McMahon (2006) se destacaron dos grandes perspectivas, el hedonismo y la
eudamonía.
La perspectiva del hedonismo sugiere que la felicidad estaba sujeta enteramente al
principio de la búsqueda del placer, evitando el sufrimiento y el dolor. Este principio
consideraba que mientras más placer tenga la persona y menos dolor experimente, más
18
feliz será. McMahon (2006) realizó una revisión de la historia de la felicidad y comenzó
por el antiguo mundo de pensadores griegos. En primer lugar, consideró al filósofo griego
Aristippus en el siglo V AEC. fundador de la escuela Cirenaica. Esta corriente era de corte
hedonista y postulaba que la meta principal de la vida era experimentar la máxima cantidad
de placer. Aristippus definía la felicidad como la suma total de los momentos hedónicos
experimentados durante la vida, promoviendo una búsqueda del placer de forma inmediata,
sin considerar los intereses de los demás. Se debe tomar en consideración que Aristippus
era un ciudadano griego que disponía de riquezas y fortuna, por lo que pudo llevar a la
práctica sus planteamientos filosóficos y llevar una vida placentera llena de gozo.
McMahon (2006) destacó a Epicuro de Samos, nacido en la isla de Samos en el
341 AEC. Epicuro, rodeado de unos cuantos amigos y discípulos, fundó una comunidad
filosófica en una casa situada entre Atenas y el Pireo, donde se dedicó a enseñar su
filosofía de un hedonismo racional, hasta su muerte, acaecida en el año 270 AEC.
Consideraba que ningún placer era malo en sí, sin embargo, se diferenciaba en establecer
que los medios para buscarlo podían ser un inconveniente, un riesgo o un error. La
felicidad, por consiguiente, según Epicuro consistía en la disposición que tengamos para
perseguir el placer y satisfacer los deseos sabiendo diferenciar entre los tres tipos de
deseos existentes: los deseos naturales y necesarios, los naturales y no necesarios, los que
no son ni naturales ni necesarios. La finalidad de su filosofía no era, meramente teórica,
sino práctica, encaminada sobre todo a procurar el sosiego necesario para una vida feliz y
placentera en la que los temores al destino, a los dioses o a la muerte quedaran por
siempre eliminados. Para ello se apoyó en una teoría del conocimiento empirista y en
una ética hedonista. Epicuro desarrolló su labor filosófica durante la época helenística,
19
período histórico griego de gran inestabilidad política y social y de gran angustia personal
que se extendió desde la muerte de Alejandro Magno en 323 AEC., hasta el fin de la
República romana el 31 AEC. y en el que florecieron una serie de escuelas filosóficas
como el estoicismo, que se caracterizaron por su eclecticismo y su mayor interés en los
problemas éticos y antropológicos que en los meramente formales o científicos. Según
McMahon (2006) el estoicismo fue la doctrina filosófica fundada por Zenón de Citio
336-264 AEC. Recomendaba no dejarse arrastrar por las pasiones y mantener una actitud
de autodominio y serenidad intelectual. La felicidad para Zenón radicaba en la
aceptación del destino, pues todo está determinado y nada puede hacerse por cambiar el
rumbo de los acontecimientos. Desde una postura Marxista se entiende que en esta época
las personas ante la inestabilidad sociopolítica necesitaban discursos que les prometieran
bienestar o felicidad, guías de vida que le proporcionaran esperanza ante el caos que se
vivía social y políticamente, y los diferentes discursos se convirtieron así en el somnífero
por excelencia de las masas (McMahon 2006).
El hedonismo ha existido a lo largo de la historia y a pesar de que fue opacado por
otras escuelas filosóficas fue retomado varios siglos después en una corriente llamada: el
utilitarismo, un sistema ético surgido en Inglaterra a fines del siglo XVII. El utilitarismo
consideraba, al igual que el hedonismo, al placer como el único bien intrínseco. Pero ahora
no se trataba del egoísta placer individual, sino que el objetivo moral consistía en la
promoción del mayor placer posible para el mayor número posible de seres humanos. De
acuerdo a McMAhon (2006) el utilitarismo surgió a partir del positivismo de Augusto
Comte y al igual que éste, promovía una reforma social. Defendía que para renovar la
sociedad hay que tener en cuenta la economía política. McMahom mencionó que ante los
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desequilibrios socio-políticos que surgían en esa época, se aplicaba una norma moral
conocida como principio de Utilidad o Máxima Felicidad: “favorecer la mayor felicidad
para el mayor número de personas”, obviamente el mayor número de personas
correspondía al pueblo pobre y trabajador. Por tanto, los utilitaristas defendieron un
hedonismo social, en el que la felicidad y el placer pasaron a ser los valores más
importantes. Se identificaron con esta corriente figuras como Hobbes, Hartley, Bentham, y
James Mill, entre otros (McMahon, 2006). La sociedad de la época utilitarista fue una que
se enfrentaba a varias revoluciones, la más importante de ellas fue la revolución industrial,
con la cual a la vez que se venían dando los cambios de clases sociales en las cuales los
ricos se hacían más ricos y los pobres más pobres. Las personas de la época se enfrentaban
a la burguesía que creían que buscando su bienestar creaban el bien a los demás, pero no
era así, solo perseguían su propio bien. Ante esta realidad el utilitarismo definió un
hedonismo social con un nuevo enfoque del placer, entendido como bienestar material y
sobre todo, la idea de comunidad. Entonces, el discurso utilitarista surgió de la necesidad
de las personas de tener una idea o falsa esperanza de que era posible llegar a ser feliz y
llegar a tener, al igual que los burgueses. Al revisar esto último, y de acuerdo con Ravina
(2009) se observa el famoso discurso capitalista contemporáneo del sueño americano y
vemos como ambos discursos actúan como sedante por parte de los que ostentan el poder
económico llámense burgueses o capitalistas sobre la mayoría del pueblo.
Continuando con la corriente utilitarista y sus exponentes, encontramos a Hobbes
(1660) con su obra que tuvo lugar en la convulsionada Inglaterra del Siglo XVII donde
los enfrentamientos políticos, económicos y religiosos culminaron con la revolución
inglesa. En el campo económico, Inglaterra experimentó el desarrollo de la manufactura
21
textil, que la convirtió de consumidora de productos terminados en una productora
competitiva, impulsando de este modo el proceso creciente de acumulación de capital por
parte de la burguesía productora.
En el campo religioso había enfrentamientos entre católicos y protestantes como
así también entre anglicanos y puritanos, dos sectas protestantes. En el aspecto político,
el advenimiento de los Estuardo al poder merma el poderío inglés, fundamentalmente por
el enfrentamiento entre Carlos I y el parlamento que contaba con una mayoría puritana.
Los conflictos entre monárquicos y parlamentaristas durante el periodo del control de
poder por parte de los Estuardo expresaban un enfrentamiento a nivel económico entre la
actividad primaria y la secundaria. El parlamento estaba constituido en su mayoría por
miembros de la burguesía protestante y la casa de los Estuardo pretendió restaurar el
poder de la nobleza tradicional sobre la base de la actividad agraria. Estos
enfrentamientos culminaron con la ejecución del monarca por el ejército parlamentarista
de Cromwell, apoyado por la burguesía manufacturera y los sectores agrarios ligados a la
expansión comercial y al establecimiento de la República bajo un régimen militar que
garantizaba las actividades económicas de la burguesía. Hobbes (1660) sostuvo que la
felicidad se encontraba en la medida en que el ser humano pudiera satisfacer sus apetitos.
En el pensamiento de Hobbes el hombre era sólo cuerpo. Y este cuerpo, como todos los
demás, estaba sujeto al movimiento, que es generado por las pasiones, las acciones y los
pensamientos. El ser humano aprueba lo que le resulta agradable (placentero) y
desaprueba lo que entiende como desagradable (no placentero). El valorar y el obrar
humanos están regidos por el utilitarismo y el egoísmo.
22
Un siglo más tarde en el año 1837, se llega a la era Victoriana tras la muerte del
rey Guillermo cuando asume el poder su sobrina Victoria. Esta época está coronada por
un apogeo político y económico, resultado de la segunda Revolución Industrial. Fue el
período de la revolución del acero, la electricidad y de las grandes maquinarias. Estas
condiciones que posibilitaron innovaciones tecnológicas, dinamismo empresarial y
crecimiento de los medios de transporte. Inglaterra expande sus fronteras mediante un
fuerte tráfico comercial, tanto de mercadería como de tecnología y hombres. Debemos
comprender que existió un gran crecimiento económico, que llevó a un incremento de
perversiones éticas, entre las que se destacaban, la conversión del sistema educativo en
un instrumento de manipulación social considerable (Harrison, 2000). En las aulas sólo
se enseñaba lo que era útil.
Jeremy Bentham que en el siglo XVIII propuso transformar el hedonismo en una
teoría científica, según Harrison (2000) planteaba rechazar cualquier motivo que no fuera
útil, postulando que lo bueno es lo útil, aquello que aumenta el placer y disminuye el
dolor. La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos
soberanos: el dolor y el placer. Ellos solos han de señalar lo que debemos hacer. Para
Bentham la felicidad se convierte en una cuestión de cálculo de consecuencias (Harrison,
2000). De la misma manera, realizó intentos por cuantificar el placer y el dolor,
buscando encontrar una ecuación que predijera la conducta y que midiera el nivel de
felicidad. Se observa que definió la felicidad en términos hedonistas. Harrison (2000)
plantea que Bentham decía que una vida es tanto más feliz, cuanto más predomine en ella
el placer sobre el dolor y a la inversa, será tanto más desdichada, cuanto mayor sea el
predominio del dolor sobre el placer. La era victoriana fue caracterizada por una
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hipocresía social frente a las lacras de la industrialización salvaje, como por ejemplo, la
explotación infantil; Benthan intentó aplicar a la moral y a la organización social la
exactitud de las ciencias físicas. Este filósofo consideró al hombre como un animal
guiado por los placeres y el continuo escape del dolor y desarrolló en su teoría un
proyecto para la subordinación de la felicidad individual a la colectiva, mediante métodos
coercitivos.
Durante esta época de revoluciones tanto políticas, como económicas y sociales
también encontramos otros utilitaristas que buscaron fundamentos noveles para explicar el
significado de la felicidad. Según Dópico (2009) el filósofo del siglo XVIII, David
Hartley, buscaba establecer bases fisiológicas para el placer y el dolor afirmando que
existían vibraciones nerviosas que constituían la actividad neural. Entendió la actividad
del sistema nervioso como vibraciones relacionadas con los sentidos. La felicidad, por
consiguiente, era vista como el resultado de la interrelación de los sentidos con los
objetos externos productores de placer. Esto fue el inicio de lo que hoy se conoce como
la teoría fisiológica de las emociones, donde se explica la conducta y las emociones a
base de los neurotransmisores y estructuras neurofisiológicas.
McMahon (2006) reseñó a otro escritor utilitarista que vivió entre el 1773 y el
1836, James Mill, el cual mencionaba que la mente era una pizarra en blanco, pasiva y
receptiva a las sensaciones simples a partir de las cuales se conforman las ideas y
sensaciones complejas. La felicidad, por lo tanto se trata de exponer a la mente a
sensaciones agradables y evitar las desagradables. Así el sujeto feliz es aquel que se
expone a más sensaciones agradables y a menos desagradables. Aquí vemos indicios de
querer dar una explicación al concepto de la felicidad tomando en consideración los
24
procesos mentales, lo que en la época moderna conocemos como teoría cognitiva, ya en ese
entonces se empezaba a replantear el papel que juegan los pensamientos activados por
sensaciones simples. Como explicaron Baird y Kaufmann (2008) anteriormente este
concepto fue visto en Aristóteles que planteaba que la mente al nacer es “tamquam tabula
rasa”, en la que nada hay escrito. El conocimiento comienza en los sentidos, como nos
demuestra la experiencia. Las captaciones de los sentidos son aprendidas por el intelecto,
generándose así el concepto.
Ahora bien, retrocediendo en la historia para dar lectura a la teoría eudamónica, la
cual fue la contraposición de las corrientes de corte hedonista. El término eudamonía era la
palabra griega para felicidad o bien supremo. Esta teoría afirmaba que la felicidad es la
máxima aspiración del hombre, aquello hacia lo cual encaminaba todos sus esfuerzos y
aspiraciones en esta vida. En otras palabras, la autorrealización del ser humano mediante el
desarrollo de todo su potencial en el transcurso de su vida, era el bien máximo. Según las
distintas posturas de los filósofos, el camino para llegar a la felicidad se encuentra en la
adquisición de la excelencia o virtud, tanto del carácter como de las facultades del
entendimiento (Deci & Ryan, 2006).
Según McMahon (2006) el primer filósofo en esta corriente eudamónica de
pensamiento fue Sócrates, quien nació en Atenas el año cuatrocientos setenta AEC. Vivió
los dos últimos tercios del siglo V, la época más espléndida de toda la antigua Grecia: el
llamado siglo de Pericles, que convirtió a Atenas en el centro de un gran imperio e impulsó
su extraordinaria cultura. Sócrates reflexionó sobre el conocerse a sí mismo, estableció que
la conciencia crítica era el fundamento de la búsqueda de la felicidad. Entendía que se
podía enseñar la virtud y que era necesario hacerlo. Luego, su discípulo Platón entre los
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siglos V y IV AEC fue más allá y afirmaba la existencia de un vínculo entre el hombre
bueno y el hombre feliz. Postulaba que el hombre puede llegar a alcanzar el bien a través
de una búsqueda dirigida y rigurosa, asimismo pensaba que el bien era la misma felicidad.
Para Platón, la felicidad consistía en parecerse a Dios, lo más que se pueda por medio de la
Sabiduría.
Por otro lado, mencionan Deci & Ryan (2006) a otro gran pensador que tuvo una
la labor significativa y de gran influencia, el intelectual Aristóteles que desarrolló su
pensamiento durante el siglo IV AEC. Durante el siglo V AEC, Grecia como vimos
anteriormente había vivido su momento de máximo esplendor con la victoria sobre
Persia. Sin embargo, ya a finales de ese siglo, 431-404 AEC, en la guerra del Peloponeso
Atenas había sufrido una dura derrota frente a Esparta y la unión de las polis griegas
había quedado rota. Se encontraban entonces, en una época turbulenta, de crisis del ideal
griego y de la polis, la forma básica de organización política. Además, una nueva
potencia emerge en el norte de Grecia con Macedonia, gobernada por Filipo, que irá
conquistando toda Grecia y acabando con la independencia de las polis y con el modelo
político tradicional griego. El mismo Filipo, conocedor del prestigio de Aristóteles, le
hará tutor de su hijo Alejandro Magno.
McMahon (2006) en su relato histórico presentó a Aristóteles, que postulaba la
práctica de la autarquía o el equilibrio, como el camino hacia la felicidad. Aristóteles
entendió a la felicidad como un bien supremo y dijo que se debía llevar una vida virtuosa.
Para Aristóteles, el bien estaba en saber mantenerse en el justo término medio respecto a
todas las actividades de la vida, de tal modo que no se pierda la paz y la tranquilidad, de
esa forma el ser humano logra conseguir la auténtica felicidad. El bien ponderado,
26
Aristóteles lo concibió asociado con alguna actividad, no directa o necesariamente
relacionado con el placer, ya que el placer no es una necesidad sino una sensación que
acompaña a las actividades placenteras. Observando los cambios políticos y sociales de
la época no es extraño entonces que Aristóteles fundamente su pensamiento acerca de la
felicidad en la búsqueda del equilibrio, ya que su realidad histórica define que los griegos
sufrieron de inestabilidad debido a conquistas, guerras y cambios de gobiernos.
En la historia respecto a las posiciones contrarias al hedonismo se observa un
vacío hasta llegar a la antigua Roma, donde el pensador Seneca en el siglo I EC atacó al
pensamiento epicúreo, ya que antepuso la virtud al placer. La obra de Séneca fue escrita
aproximadamente entre los años cincuenta y sesenta de nuestra era y fueron nueve
tragedias. En sus obras, Séneca plasmó los problemas propios de ese momento histórico,
en las que están incluidos como es de esperar el ejercicio y las consecuencias del
despotismo absoluto. El contexto político de ese momento era el imperialismo, donde se
ejercía el poder de manera déspota y por la fuerza se doblegaban los pueblos. Se vio
reflejado en su obra un mensaje implícito al pueblo que sufría las vicisitudes a manos del
tirano. De lo antes expuesto es que Séneca define la virtud como algo constitutivo del
hombre sabio, que soporta pasiones y dolor pero que puede superar los obstáculos. El
estoico es, pues, aquel que se enfrenta a toda clase de peligros sin doblegarse, es el héroe.
Séneca, en su obra Sobre la Felicidad, planteó que a pesar de que toda la
humanidad desea ser feliz, las personas son ciegas para saber qué es lo que las hace
felices y que cuanto más la buscan, más la alejan. Para este filósofo se hace
imprescindible saber qué es lo que queremos, para tomar el rumbo correcto y alcanzar la
27
felicidad. Es importante que el ser humano no se deje llevar por las influencias externas
que lo conducen hacia distintas direcciones.
La senda más transitada es la menos confiable, nada es menos aconsejable que
seguir al rebaño. La opinión de la mayoría creyendo que es lo mejor, para nosotros, eso
sería acomodarse y no actuar racionalmente, porque resulta engañoso seguir a los que van
adelante, ya que nos pueden guiar al precipicio. Hay que buscar lo mejor no lo más común
y frecuente para llegar a ser un pueblo feliz y no lo que aprueba la mayoría que no es fiel
intérprete de la verdad. Una vida feliz es sólo aquella que sigue a su propia naturaleza que
se puede alcanzar con el alma sana y el cuerpo saludable. Tiene que ser una vida sin
angustias, que se adapte a la época, atenta a las cosas, pero sin dejarse llevar por ninguna y
dispuesta a disfrutar de la fortuna sin ser su esclavo, alejando a las cosas que perturban. En
lugar de deleites pequeños sentiremos gozo continuado, paz y armonía espiritual y
grandeza (Seneca, 2002, p.3). De acuerdo con Séneca (2002) es feliz el que es honesto y
virtuoso, el que no se derrumba por los cambios desfavorables, el que tiene un alma libre,
recta, audaz y estable, que no siente ni ambición ni miedo.
Todo lo demás que viene y se va no aumenta ni disminuyen la felicidad, porque no
tiene ningún valor y son placeres que producen dolor. Muchos son infelices debido a la
mala vida, por causa de los placeres mismos que son los que se encuentran
generalmente en lugares tenebrosos; en tanto que el bien de la felicidad no conoce el
hastío ni el arrepentimiento (Séneca, 2002, p.5).
Luego de Roma y los escritos de Séneca, se encuentra un vació histórico que nos
lleva a dar un salto hasta los próximos grandes eruditos que reflexionaron sobre la
felicidad, lo cual sucedió en la Edad Media. San Agustín y Santo Tomás no solamente
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compaginaron las filosofías griegas clásicas con el pensamiento cristiano, sino que
postularon una nueva filosofía. Por un lado, San Agustín adoptó la doctrina de Platón,
mientras que por el otro, Santo Tomás siguió la de Aristóteles: dos orientaciones diferentes
aunque, en su base, alimentaban al cristianismo. El intenso predominio de la fe sobre la
razón que predominaba la época dio paso a la Escolástica, que centro a la vida intelectual
de la Edad Media. En el siglo XIII, la Escolástica, alcanzó su apogeo. No se concebía que
pudiera existir un pensamiento que no concordara por entero con la Fe. La autoridad de la
Iglesia, reflejaba la verdad divina, era el supremo testimonio. La Escolástica sostenía que
la Ciencia y la Fe no pueden sino estar de acuerdo, pero con predominio de ésta última. De
acuerdo a Fraile Guillermo (1972) durante seiscientos años, del siglo IX al XV,
aproximadamente, la Escolástica fue el único pensamiento ortodoxo admitido en la
filosofía. En aquellos tiempos bárbaros el saber se hallaba en manos de eclesiásticos y
monjes. Las discusiones en la Escolástica se resolvían por medio del rígido juego de
silogismos. De ahí vino, entre otras razones, su decadencia porque se produjeron una serie
de discusiones bizantinas, puramente retóricas con la famosa “cuestión de los universales”
que pretendía averiguar si los conceptos universales (hombre , justicia, felicidad, etc.)
tenían existencia real o eran puramente palabras al aire.
San Agustín dedicó parte de sus escritos al tema de la felicidad, predicó un
neoplatonismo cristiano que centraba su interés en el conocimiento de la realidad espiritual.
Los temas principales fueron el alma y Dios. Concibió el desarrollo de la humanidad como
un proceso unitario presidido por una acción divina providencial. Pierantoni (2006)
expresó que San Agustín en su escrito Las Confesiones, narró una búsqueda de la verdad.
San Agustín (siglo IV) afirmó que la felicidad consistía en alegrarse en el Señor, no existía
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otra manera de ser feliz. Indicó que la felicidad era la verdad y que la verdad era el Señor.
San Agustín entendió que a la felicidad se llegaba, buscando la virtud del deseo del bien
mayor y que ese bien mayor era Dios. En otras palabras, el camino a la felicidad es el
camino de la búsqueda de Dios, el cual se encuentra poseído en el amor y la virtud.
Otro filósofo que utilizó el paradigma filosófico clásico conjuntamente al
pensamiento cristiano lo fue Santo Tomás. Admitió que existe una perfecta concordancia
entre las verdades de la razón y las verdades de la fe. Por lo demás puede afirmarse que
Santo Tomás es la versión cristiana de Aristóteles. Para él la fuerza principal del alma era
inteligencia, gracias a la cual todo podía llegar a comprenderse. Santo Tomás entendía que
todas las ciencias prestan su ayuda a la ciencia sagrada como los vasallos al soberano. La
teología primaba sobre todo otro saber.
Dietrich (2004) trabajó, el pensamiento de Santo Tomás de Aquino y destacó que el
mismo consideraba que la plenitud del bien se encuentra en la felicidad, pensaba además,
que no existía separación entre el bien y la felicidad, sino una relación mutua en donde el
bien conducía a la felicidad y la felicidad llevaba a la plenitud del bien. Santo Tomás,
entonces, planteó tanto a la felicidad como al bien como los dos ejes de la moral. Esto
quería decir que para ser feliz uno debe de practicar el bien. Por consiguiente, quien
practica el bien es un ser feliz. Para Santo Tomás la felicidad debía ser “el bien perfecto y
suficiente” del hombre. La felicidad debe tener carácter de fin último y supremo bien, al
cual se ordena el hombre por principios interiores, sin sombra de mal, plenamente saciativo
por lo cual una vez logrado, no se desee nada más, porque aquieta todo apetito ( Santo
Tomás de Aquino, siglo IV). En fin, la felicidad debe ser “el bien perfecto y suficiente” del
hombre. De esto se deduce que en esta vida no pueda alcanzarse la perfecta beatitud, pero
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puede tenerse una participación, que es la felicidad imperfecta. Esta corriente de
pensamiento perdura por los siguientes siglos hasta que surge un cambio en el concepto de
la felicidad y comienzan a proliferar otras definiciones del constructo felicidad. Fue en el
siglo XVIII donde aparece la Revolución Industrial, con el descubrimiento de la máquina
de vapor, que a la vez se comienzan a dar nuevas corrientes de pensamiento, entre ellas un
contra-discurso a la eudamonía.
En medio de estos acontecimientos históricos encontramos al filósofo Kant, quien
fue un opositor de la idea de que el fin del ser humano era alcanzar la felicidad. La vida de
Kant transcurrió en la época de la Ilustración, en Prusia, durante el s. XVIII. Apareció una
censura ideológica que antes no se tenía. A Kant le fue censurado un libro, ya que se
pensaba que atentaba contra el cristianismo. De acuerdo con Rodríguez (2001) la
eudamonía tuvo un fuerte crítico en la figura del filósofo alemán Immanuel Kant, en el
siglo 18, ya que el mismo afirmaba y negaba rotundamente que la felicidad sea el fin
último del hombre e incluso que sea un objetivo lo bastante preciso y definido como para
que se puedan derivar de él principios de conducta universales. Kant pensaba que la
felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación, que descansa en meros
fundamentos empíricos. La definición de la felicidad en el pensamiento Kantiano se
somete a la índole de las representaciones de objetos que resultan ser placenteros para éste
o el otro sujeto, es individual. La felicidad queda reducida al estado subjetivo del que goza
un ser racional finito. Kant negó que la felicidad sea una meta capaz de orientar la vida del
hombre considerado como ser racional, se trata en efecto de un fin impreciso cuyo
contenido varía con los gustos y la idiosincrasia de cada individuo, e incluso en un mismo
sujeto que está expuesto a constantes cambios.
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Dejando de un lado a Kant, encontramos ya en una época contemporánea, una
definición de la felicidad de corte humanista que vuelve a retomar la corriente de las
virtudes en la figura de Fromm (1960) que describió la verdadera felicidad como algo que
no se deriva de placeres momentáneos, sino del crecimiento como ser humano. “El
sentimiento subjetivo de ser feliz, si no es una cualidad del estado de bienestar de la
persona total, no es más que un pensamiento ilusorio sobre un sentimiento y no tiene
ninguna relación con la felicidad auténtica” (Fromm 1960, p.183). Fromm criticaba el
sentido material y autómata del hombre contemporáneo y proponía una forma de vida más
humanista, donde el amor, la consciencia del propio ser y la espiritualidad protagonizaran;
donde el hombre fuera realmente libre, o por lo menos lo intentara, no sólo desde el punto
de vista político sino también en lo personal. Agregó el valor de perseguir lo que es
importante para la humanidad, en lugar de perseguir de forma individual el propio placer.
Es una visión holística donde veía al individuo como parte de un organismo más grande y
definió la felicidad como coincidente con el bienestar de la sociedad. El pensamiento de
Fromm se dio dentro de un contexto de crítica al capitalismo, sus ideas fueron
influenciadas por la corriente tanto marxista como freudiana.
Más recientemente en la post modernidad encontramos otras definiciones o
explicaciones de lo que es la felicidad. Según Veenhoven (2001), la felicidad es: cuanto
gusta vivir la vida que se tiene, refiriéndose más bien a cual es el nivel de satisfacción de
vida percibida por cada ser humano. Según este pensador a mayor nivel de satisfacción
con la propia vida, mayor será el nivel de felicidad experimentada. La calidad de vida es
concebida como un concepto que comprende tres áreas: la calidad del entorno en que se
vive, la calidad de acción y el disfrute subjetivo de la vida que comprende la felicidad.
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Aquí la felicidad es definida como la apreciación completa de la vida en un conjunto.
Savater (2002) en el libro El Contenido de la Felicidad, define el concepto de la felicidad
como un inalcanzable, una utopía, un objetivo egoísta, refiere que es un proyecto de
inconformismo, ya que el ser humano mientras más tiene más quiere y nada le basta o le es
suficiente.
Al presente abundan diferentes definiciones sobre la felicidad. Otro pensamiento es
el expuesto por Seligman y Royzman (2003), que postulan la existencia de tres grandes
teorías tradicionales que explican la felicidad, una de ellas es el hedonismo. Las dos
adicionales, la teoría del deseo y la teoría de la lista de objetivos de vida. Ellos definen a
los hedonistas como personas que ríen mucho, son entusiastas, con ojos brillantes, de
placeres intensos, de pocos dolores y distantes entre sí. Por otro lado, la teoría del deseo
postula que la felicidad es cuestión de conseguir u obtener lo que se quiere. A diferencia
del hedonismo, esta teoría sostiene que el cumplimiento de un deseo contribuye a la
felicidad, independientemente, de la cantidad de placer o disgusto implicado. Exponen,
además, que existe la teoría de la lista de objetivos la cual define la felicidad como el logro
de ciertas cosas de una lista de actividades que vale la pena: esta lista puede incluir los
logros de su carrera, la amistad, la ausencia de enfermedad y el dolor, las comodidades
materiales, espíritu cívico, la belleza, la educación, el amor, el conocimiento, y la buena
conciencia. En fin, entienden que un ser humano feliz es aquel que obtiene las metas
propuestas en su vida.
Chekola (2007) en su investigación, La felicidad, la racionalidad, la autonomía y
la buena vida, sostiene que hay un núcleo conceptual de la felicidad que tiene que ver
con la propia vida como un todo. Así, mientras que la felicidad es un valor final, y bueno
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para la persona, no es el único valor definitivo puesto que la racionalidad y la autonomía
son también valores finales, cuando estos existen son buenos como fin en la persona y
parte de la buena vida.
Faruk (2009) en su escrito titulado La felicidad: basada en la construcción del
bienestar subjetivo, utilizó el modelo de bienestar subjetivo como la unidad de las
dimensiones afectivas y cognitivas de la evaluación de la propia vida, llamado el bienestar
emocional y la satisfacción vital, respectivamente. El trabajo de Faruk ofrece una nueva
perspectiva sobre bienestar subjetivo. De esta manera, intentó mostrar que las dimensiones
cognitivas y afectivas del bienestar subjetivo pueden ser unificadas con el concepto de
meta. Por el concepto de la meta Faruk (2009) se refirió a que la vida es un proyecto, y su
evaluación debe arrojarnos un alto nivel de satisfacción. Dicha evaluación de toda la vida,
por otra parte, debe tener una perspectiva de tiempo completo en cuenta si se supone que es
“todo”. Tomando como base los recursos históricos y filosóficos de las dimensiones
afectivas y cognitivas de bienestar subjetivo, esta nueva construcción define el bienestar
subjetivo como uno de evaluación de la vida, tanto en las perspectivas de tiempo pasado y
el futuro, además de los presentes. Dicho en otras palabras, la felicidad depende del
análisis individual subjetivo de la propia vida.
Ampliando el análisis de las definiciones y formas de obtener la felicidad podemos
dar un vistazo a la filosofía budista. En occidente, es común considerar al sufrimiento
como una anomalía, una injusticia o un fracaso; mientras en el oriente, se tiende a
afrontarlo con más valor y tolerancia. Según Ortmann (2004) en la filosofía budista, el
término sukha designa un estado de bienestar que nace de una mente excepcionalmente
sana y serena. Es una cualidad que sostiene e impregna cada experiencia, cada
34
comportamiento, que abarca todas las alegrías y todos los pesares, en fin, una felicidad
profunda. Otro término, ananda, más que la alegría, designa el resplandor de sukha, que
ilumina de dicha el instante presente que podríamos llamar alegría de vivir o felicidad. Lo
contrario de sukha se expresa mediante el término sánscrito dukha, traducido generalmente
como sufrimiento o desgracia. Considerar que la felicidad consiste en conseguir todos
nuestros deseos y pasiones de modo egocéntrico, es confundir la aspiración legítima a la
plenitud y desemboca, pues, inevitablemente en la frustración. Ortmann (2004) señaló que
aunque, idealmente, la satisfacción de todas nuestras inclinaciones fuera realizable, no
conduciría a la felicidad, sino a la producción de nuevos deseos. Si hemos imaginado que
satisfaciendo todas nuestras inclinaciones seríamos felices, el fracaso de esta iniciativa nos
hace dudar de la propia existencia de la felicidad. El error más común consiste en
confundir placer y felicidad (Ortmann, 2004).
En contraparte con la sociedad oriental, en la occidental abundan las religiones
teístas, principalmente el cristianismo para el cual la felicidad sólo se logra en la unión con
Dios y no es posible ser feliz sin esta comunión. La felicidad es considerada como la
obtención definitiva de la plenitud y el estado de satisfacción de todo tipo de necesidades y
es alcanzable sólo en ese grado después de la muerte. En la Biblia, Génesis 2:8-25 narra
acerca del jardín del Edén un lugar donde habitaban Adán y Eva los primeros seres
humanos creados por Dios. El Edén es descrito como un lugar hermoso en donde los
humanos tenían todo lo que necesitaban, no existía el dolor ni el sufrimiento solo el gozo.
Parecería que el plan original de Dios era que Adán, Eva y todos sus niños vivieran en la
paz y la felicidad. Pero el pecado o lo que es igual, la desobediencia a Dios entró en los
humanos. “La consecuencia del pecado es la muerte” (Romanos 6:23) “Porque la paga del
35
pecado es muerte, mas la dadiva de Dios es vida eterna”. Pero, Dios brinda a los humanos
la ocasión de ser resucitados a una vida nueva, al final todos se convertirán en seres
espirituales que podrán vivir la felicidad eterna junto a Dios en el cielo. Según Pereira y
Martínez (2007) la felicidad cristiana está vinculada con la esperanza en la figura de Jesús,
de dos maneras. Primero, en Jesús se deposita la esperanza de salvación, que trae vida y
gozo eterno (Hechos. 23:6; 26:7; Romanos. 5:4¬8). La libertad del pecado asegura libertad
de la culpabilidad. Segundo, la Biblia vincula nuestra felicidad eterna con el evento de la
segunda venida de Cristo, que se define como “bienaventurada esperanza” (Tito 2:13). La
segunda venida provee el punto de transición de la felicidad cristiana en esta vida a la
felicidad eterna en la vida por venir, ya en estando en el cielo junto a Dios. Por lo tanto, el
cristiano vive basando su vida en la obtención de una felicidad de carácter eterno más allá
de la vida como premio por haber seguido y cumplido con lo que Dios propone en el libro
de la Biblia.
Dejando atrás la parte espiritual, podemos observar el cómo se existe en otro
extremo una definición de la felicidad de corte biológico. La teoría biológica de acuerdo a
Punset (2006) indica que la felicidad es un estado emocional activado por el sistema
límbico en el que, al contrario de lo que cree mucha gente, el cerebro consciente tiene poco
que decir. La biología define a la felicidad como una emoción. A su vez, la emoción es el
producto de interacciones neuroquímicas en nuestro cerebro. El cerebro es movido por las
emociones, produce sustancias químicas que hacen que la personas eleven su autoestima,
experimenten la sensación de euforia, se sientan animadas, alegres, y vigorosas. Estas
sustancias que produce el cerebro, denominadas hormonas endógenas que según Punset
(2006) bien podrían llamarse “drogas de la felicidad”. Entre estas sustancias podemos
36
encontrar: la oxitocina, que se produce cuando existe un amor pasional y se relaciona con la
vida sexual. La dopamina, que es la droga del amor y la ternura. La finilananina, que
genera entusiasmo y amor por la vida. La endorfina, que es un trasmisor de energía y
equilibra las emociones, el sentimiento de plenitud, y el de depresión. La epinefrina, es un
estímulo para el desafío de la realización de metas. Si hay abundancia de estas hormonas
endógenas, hay inteligencia emocional e interpersonal; la persona se siente ubicada, sabe
quién es, a dónde va; controla sus emociones, conoce sus habilidades, sus talentos y se
siente dueña de sí misma, por lo tanto es feliz.
Continuando con los diferentes postulados y significados de la felicidad
encontramos la explicación ofrecida por el psicoanálisis. De acuerdo con Sued (2004),
en el imaginario psicoanalítico no existe una finalidad que constituya la esencia
irreducible del espíritu humano, que guíe y oriente su destino hacia un estado de control
absoluto sobre sus suertes, de bienestar pleno, de justicia y en fin, de felicidad. Más
adelante explica que la felicidad es un arreglo humano, no un destino impuesto desde el
cielo. Freud pasa a representar la felicidad como una imposibilidad a acceder de manera
plena, absoluta y definitiva. La felicidad es, pues, una aspiración humana que puede ser
dividida en dos fases: una fase negativa, que es la acción constante por evitar el dolor, el
displacer; y otra positiva, que es la acción que procura experimentar intensas sensaciones
placenteras. De acuerdo con lo antes expresado entonces, la explicación coincide con la
corriente hedonista expuesta anteriormente en este trabajo donde la felicidad es definida
como la búsqueda del placer y la evitación del dolor.
Según Sued (2004) la “búsqueda de la felicidad” es para el psicoanálisis el motor
de toda acción humana, coincidente en la superficie de la expresión con las filosofías
37
occidentales clásicas. El Dr. Sued explica en su trabajo que Freud afirmó, al concluir su
estudio sobre la felicidad y la cultura, que tenía la certeza de que los juicios estimados por
los hombres son infaliblemente orientados por sus deseos de alcanzar la felicidad. Sin
embargo, como ya había advertido a lo largo del estudio, el designio de ser felices que nos
impone el principio del placer es irrealizable.
Es precisamente esta condición de incompleto, esta falta irremediable, la tensión
permanente entre la imposibilidad de realización plena y definitiva de la felicidad y la
búsqueda incesante para el goce intenso de sus episodios, la que posibilita trazar horizontes
de acción al ser humano. La sensación de ausencia de felicidad da lugar a desearla, a
anhelarla, a moverse a buscarla por cualquier medio. Si bien el saldo de la satisfacción es
una sensación fugaz, pasajera, no por ello es menos poderosa y tanto así como para ser
fuente de inspiración procurada y perseguida incesantemente hasta la muerte (Sued 2004).
Entonces al analizar la postura de Freud sobre la felicidad y según expuesta por el Dr.
Sued, se puede ver como la felicidad es una imposibilidad. La persecución del ser humano
por la felicidad es una ilusión y lo que perseguimos es la satisfacción de las pulsiones o
deseos y más bien el ser humano es movido por la búsqueda del placer. Por lo que, la
felicidad es algo creado, impuesto, irreal, por tanto, perseguir la felicidad como razón de
vida sería un absurdo. Lo antes expuesto nos conduce a otro psicoanalista, Jacques Lacan
(2006) quien decía que el sujeto que comienza un proceso de psicoanálisis quiere la
felicidad; pero el analista sabe de aquello que Freud afirmaba: la felicidad no tiene nido
posible ni en el microcosmos ni en el macrocosmos. La felicidad es equiparada al
Soberano Bien de los antiguos, al telos aristotélico, la meta a alcanzar, la causa final como
bien al que aspiran las cosas. El soberano bien se plantea ancestralmente para el ser
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humano, pero el analista sabe que no existe. Afirma que “no se puede desear lo
imposible”, es decir, el soberano bien de la demanda de felicidad. Así, la felicidad aparece
ligada con los ideales y con el deseo neurótico como deseo de lo imposible. Por
consiguiente, la felicidad para Lacan (2006) es un fantasma, un mito, algo que solo
persiguen los neuróticos. “El deseo del ser humano nunca puede ser totalmente satisfecho,
no obstante, se tiene acceso a ciertos gozos por la mediación del cuerpo” (Lacan, 2006,
p.16).
En conclusión, se observa que existen un sinnúmero de significados y paradigmas
acerca de la felicidad. De esta forma se corrobora que es un constructo, el cual responde a
las circunstancias socioculturales y político-históricas. Cada momento histórico y cada
cultura conciben o construyen mediante sus diferentes discursos el significado de la
felicidad, obedeciendo a aquellos que ostentaron el poder. De acuerdo con Casper (2012)
“la teoría crítica postula que la realidad está moldeada por el contexto socio-histórico-
político-cultural y los valores evolucionan con el tiempo.”
Después de recorrer históricamente por distintos espacios geográficos, culturales y
ejes temporales sobre los diversos significados y definiciones ofrecidas al significante
felicidad, se hace pues, un imperativo dar un vistazo a qué dicen algunas de las
investigaciones contemporáneas sobre la felicidad, y así, definir cuáles son las corrientes
filosóficas que prevalecen en la actualidad.
Investigaciones sobre la felicidad
Durante años la investigación se enfocó en buscar cuantificar y medir la felicidad,
obedeciendo a un paradigma positivista. Por ejemplo, contrastes entre qué país es más
feliz o qué raza es más feliz. Levys (2010) publicó un estudio realizado a nivel mundial
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entre los años 2005 al 2009, en el que entrevistaron a miles de personas en 150 países,
cubriendo todos los continentes. La metodología comprendió una entrevista que midió el
nivel de satisfacción con la vida, Puerto Rico quedó en la posición número veintitrés,
ubicándole dentro de los primeros treinta países más felices. Este es sólo un ejemplo de
diversos intentos por cuantificar la felicidad, que de hecho ya está presente en la historia
desde la edad media con el utilitarismo. Es evidente como se sigue tratando la condición
humana de la felicidad como una categoría natural, imponiéndose el positivismo en los
estudios sobre la felicidad.
En la última década prolifera una variante en el campo de la psicología, la llamada
psicología positiva la cual también tiene anidada una orientación cuantitativa que avala el
constructo de la felicidad como categoría natural. En primer lugar, cabe destacar que
existen dos trabajos en la última década que ofrecen fundamentos al enfoque actual sobre la
felicidad dentro de la psicología positiva. El primero, el de Czikszenmihalyi (2000) que
expuso en su libro Fluir, Una Psicología de la Felicidad, un resumen de décadas de
investigaciones con el propósito de destacar los aspectos relevantes para que el ser humano
aplique a su vida y pueda lograr un alto nivel de satisfacción. El segundo, el de Seligman
(2003) que destacó la existencia un fenómeno llamado el optimismo aprendido, el cual
permite a los seres humanos aumentar su rango de felicidad por medio de la comprensión
de las emociones positivas y las maneras de cómo aumentarlas. Estos autores han dado
paso a la formulación del concepto felicidad como algo posible de lograr mediante la
creación de recetas de vida a seguir, para conseguirla, todo esto bajo el velo del significante
de la satisfacción de vida. A continuación se expondrán varias investigaciones tanto de
corte cuantitativo como cualitativo realizadas en los últimos años.
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Robbins, Francis y Bethan (2002), llevaron a cabo un estudio sobre la consistencia
interna y validez de constructo del Cuestionario de Felicidad de Oxford entre estudiantes
universitarios. El Cuestionario de Felicidad de Oxford (CGO) fue desarrollado por Hills y
Argyle en el 2002 para proporcionar una medida equivalente más accesible a la del
Inventario de Felicidad de Oxford (OHI). El objetivo del estudio consistió en examinar la
confiabilidad de consistencia interna y validez de constructo de este nuevo instrumento
junto con el modelo Eysenck de las dimensiones de la personalidad. El cuestionario se le
administró a una muestra de ciento treinta un estudiantes universitarios, junto con la forma
abreviada de la versión revisada del Cuestionario de Personalidad de Eysenck. Los datos
mostraron una buena consistencia interna y validez de constructo en términos de asociación
positiva de la felicidad con la extraversión y la asociación negativa con el neuroticismo.
Concluyeron que la felicidad está claramente asociada con la característica de la
personalidad de la extraversión. Este trabajo fue uno correlacional desde un paradigma
cuantitativo donde se pretendió circunscribir la felicidad a una característica de la
personalidad. En lo que respecta a la utilidad del mismo, se pudo ver que no es
significativa, ya que define a la felicidad como algo medible mediante un cuestionario lo
que va contrario a lo que hemos visto hasta el momento, que la felicidad es un constructo
que varía su definición de época en época y cultura en cultura, siendo uno ambiguo
(Savater, 2002).
Un estudio de EE.UU. llevado a cabo por Moghaddam (1998) titulado La Felicidad,
la Fe y los Amigos, investigó los factores materiales e inmateriales que afectan a la
felicidad. Usando los datos de la Encuesta Social (GSS), documento que demuestra
empíricamente el grado en que las variables socioeconómicas y demográficas, junto con la
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fe y factores emocionales pueden determinar la felicidad. Los resultados tendieron a
sugerir que el valor absoluto de los ingresos nominales es un factor insignificante, para
determinar la felicidad. En contraparte, los elementos como la fe y factores emocionales,
así como la seguridad financiera determinan de manera significativa la felicidad de los
individuos. Este trabajo aporta unas variables que deben ser consideradas como
complementos de la felicidad. Sin embargo, el estudio de la felicidad demuestra que la
misma conlleva un sinnúmero de variables y factores que no pueden reducirse a uno, dos o
tres causas específicas, ya que esto supondría a la felicidad como un fenómeno natural.
Esto nos lleva a ver nuevamente la hegemonía del positivismo en el trabajo de
investigación anterior.
Un trabajo de corte cualitativo, en contraposición con la aspiración neo liberal de
que con el poder adquisitivo y con una cuantiosa posesión de bienes, se produce felicidad la
llevo a cabo Schimell (2009). En este trabajo, La Percepción Subjetiva de la Felicidad y
Análisis de la Pobreza, la Riqueza y el Desarrollo Humano, examinó en qué medida el
concepto de la felicidad es complementario para el desarrollo del enfoque en la evaluación
de la pobreza, la riqueza y el desarrollo. Se llevó a cabo la deconstrucción del discurso
sobre la medición de estos conceptos demostrando que su perspectiva es muy arbitraria. La
pobreza se define exclusivamente como la falta y el estado de malestar, inferior a la riqueza
considerada como un estado de abundancia y bienestar. El desarrollo, por su parte, se
convierte entonces, en un proceso teleológico tratando de promover el bienestar a través de
la abundancia. Sin embargo, esta perspectiva externa sobre el bienestar es cuestionada por
la percepción subjetiva de los propios individuos. Se encontró que con el aumento de los
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ingresos, con una mejor salud y con mayores niveles de educación, no conducen
automáticamente, a una mayor felicidad.
Bartram (2010) dio a conocer su investigación titulada, La Migración Económica y
la Felicidad: Comparación de los Inmigrantes y los Nativos de Estados Unidos. “El ingreso
y el nivel de felicidad”. La investigación sobre la felicidad pone en duda la noción de que
los aumentos en los ingresos, en general, conlleven a una mayor felicidad. Este hallazgo
puede interpretarse en el sentido de que la migración por razones económicas puede no
llegar a resultar en un aumento de la felicidad para los migrantes. Esta implicación,
contraria a la intuición: sugiere que los migrantes se equivocan al creer que la migración
económica es un camino hacia el bienestar, consecuentemente, a la felicidad. El hallazgo
basado en los datos de la Encuesta Mundial de Valores que consideró que la asociación
entre el ingreso y la felicidad es en efecto más fuerte en los migrantes de los EE.UU. que
para los nativos. Este estudio al igual que el de Schimell (2009), demostró que el dinero y
el bien material no se relacionan con la percepción de la felicidad. Por lo tanto, las miles
de personas que abandonan su familia, su país de origen para inmigrar a los Estados
Unidos, persiguen la felicidad pero la misma realmente no se logra y como diría Lacan
(2006) solo persiguen una sombra, un fantasma, es un efecto del imaginario, es en
definitivo una señal de neurosis.
Nguyen (2009) investigó la felicidad en niños y adolescentes. Su trabajo se tituló;
Por favor, ¿Puedo tener una moto? Mejor aún, ¿Puede darme un abrazo? Un examen de la
Infancia y la felicidad de los adolescentes. Este trabajo proporcionó una evidencia
empírica para responder a la pregunta: “¿Qué hace que los niños y adolescentes sean
felices?” Se exploró esta pregunta en dos estudios con un total de trescientos participantes
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entre las edades de ocho a dieciocho años. En el primer estudio se le pidió a los
participantes que respondieran a la pregunta abierta: ¿Qué me hace feliz? Había cinco
temas emergentes: las personas y los animales domésticos, los logros, las cosas materiales,
los hobbies y los deportes. En el segundo estudio se le solicitó a los participantes a
responder a la pregunta: “¿Qué me hace feliz?” Utilizaron métodos diferentes para medir
felicidad: una tarea de pensamiento, una lista semi-estructurada y una tarea de collage. A
partir de estas tres medidas de felicidad, se encontraron diferencias consistentes en lo que
respecta a las edades de los niños y lo que perciben qué los hacen felices. En ésta
investigación se introdujo una variable novel: la felicidad depende de la edad del individuo.
Entonces, queda la hipótesis de que los niños tienen una percepción de la felicidad
diferente debido a que no han estado expuestos tanto como los adultos, a los diferentes
discursos que construyen el significado de la felicidad.
Antonella, Ingird, Freire, Brodrick y Wissing (2011) investigaron los componentes
hedónicos y eudamónicos de la felicidad. Se recopilaron datos de seiscientos setenta y seis
participantes de Australia, Croacia, Alemania, Italia, Portugal, España y Sudáfrica. Uno de
los objetivos principales del estudio fue examinar las definiciones y las experiencias de la
felicidad por medio de preguntas abiertas. Los resultados mostraron que la felicidad se
definió principalmente, como una condición de equilibrio psicológico y de la armonía entre
los diferentes ámbitos de la vida. Los resultados de este trabajo cualitativo mostraron a la
felicidad inseparable de lo hedónico y lo eudamónico.
Seligman (2005) con su trabajo titulado, La Práctica de la Compasión Aumenta la
Felicidad y la Autoestima, estudió setecientos dieciséis sujetos reclutados en línea, y fueron
asignados a una condición de la acción compasiva o una condición de control que
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implicaba escribir sobre una memoria temprana. Los resultados sugieren que la práctica de
la compasión puede proporcionar mejoras duraderas en la sensación de felicidad y la
autoestima, además de que puede ser beneficiosa para las personas ansiosas a corto plazo.
Holly y Nelson (2010) llevaron una investigación sobre estrés y felicidad. El
estudio analizó la relación entre el estrés percibido y la felicidad entre cien estudiantes
universitarios para determinar si existe una relación inversa entre ambas variables. La
correlación lineal entre la felicidad y el estrés percibido fue significativa indicando que
había una relación inversamente proporcional entre estas variables. A mayor estrés, menor
la felicidad y a mayor felicidad, menor será el estrés.
Si algo dejan claro las investigaciones es que existen múltiples definiciones y
variables asociadas a la significante felicidad. Se observa que no existe una definición
estable sobre la misma. Por lo anterior, se hace necesario esbozar qué definiciones sobre la
felicidad prevalecen en la sociedad puertorriqueña.
La definición de la felicidad en el puertorriqueño
Es importante contextualizar la definición de felicidad dentro de lo que es la cultura
puertorriqueña y para ello se deben comprender los procesos sociales, políticos e históricos
que se dieron desde y antes de la conquista española, luego con la invasión norteamericana
y actualmente bajo el manto de colonialismo que permean todos los procesos y significados
en la psiquis del puertorriqueño.
García (2002) mencionó que en un inicio durante la época conocida como Pre
Colombina, (periodo antes de la conquista española), los habitantes de la Isla eran los
indios Arahuacos (llamados tainos por los conquistadores). La civilización taína residía en
las Antillas Mayores del Mar Caribe, floreció en las islas, incluyendo Cuba, La Española
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(Haití y República Dominicana), Jamaica y Puerto Rico. Este era el escenario caribeño
antes y durante el tiempo en que Cristóbal Colón desembarcó en las playas del Nuevo
Mundo en el año 1492.
Los Taínos no contaban con escritura, solo utilizaban grabados en piedra y es a
través de ellos y de los descubrimientos arqueológicos que conocemos sobre su cultura.
Por medio de las excavaciones arqueológicas se ha aprendido mucho acerca de este grupo
precolombino, así como por la documentación de Fray Ramón Pané, nombrado por Colón
para registrar las costumbres de los Tainos mediante el aprendizaje de su lengua, religión y
culto de los dioses cemí, así como la música taína y la cultura. De acuerdo con Pané (1999)
se conoce que la sociedad taína era básicamente una cultura tranquila, de hecho, la palabra
“Taino” significa; bueno y noble. Su sociedad se caracterizaba por la felicidad, la amistad
y una jerarquía paternal muy organizada.
La palabra “chunikai” significaba tanto “felicidad” como “salud”. Entonces
¿Cómo los Tainos definían la felicidad?, pues los historiadores entienden que la felicidad
para esta cultura era sinónimo de vivir en paz, saludables y estando en armonía con la
voluntad de los dioses, para que estos no se molestaran y trajeran tempestades o
calamidades al pueblo (Robiou, 2005). En sus primeras crónicas, Cristóbal Colón había
comentado lo siguiente, en relación a su encuentro con la cultura indígena del “nuevo
continente”: “Son la mejor gente en el mundo y más sanos. Ellos aman a sus prójimos
como a sí mismos. Ellos son fieles y no codician lo que otros tienen... su discurso es
siempre dulce y suave acompañado de una sonrisa.” (Windwalker, 2002, p.3).
Los tainos vivían en armonía a pesar de algunas incursiones de los indios Caribes,
una raza guerrera que venían a la isla a robar, matar y robarse a las mujeres (García, 2002).
46
A pesar de esto, los taínos resistieron y mantuvieron un orden social, una vida social de
armonía y paz (felicidad) hasta la conquista de los españoles que acabó con la estructura
social taína. Este proceso de conquista, fue un genocidio que culminó con el exterminio de
la raza Taína (Robiou, 2005).
De acuerdo a García (2002) el 19 de noviembre de 1493, desembarcó Cristóbal
Colon en Borikén dando inicio al proceso de La Conquista Española, y nombra a este
territorio como San Juan Bautista. En 1505, la colonización de la isla fue acometida por
un antiguo compañero de Colón, Juan Ponce de León, que se hallaba bajo el patrocinio
del gobernador de las Indias, Nicolás de Ovando. Ponce de León consiguió permiso
para explorar la isla e inició su colonización en 1508, encontrando un buen puerto
natural al que denominó Puerto Rico. El nombre de San Juan, como fue bautizado por
Colón, pasó a ser designado con el tiempo el lugar donde había desembarcado Ponce de
León. Con el paso del tiempo la denominación, se aplicó a todo el territorio.
Los taínos no ofrecieron gran resistencia en el proceso de la conquista española ya
que tomaron a los conquistadores por dioses. García (2002) explica que un cacique
llamado Urayoán creó las condiciones de una rebelión y comenzó a desvanecer la
superstición de su pueblo: la leyenda cuenta como Diego de Salcedo, sumergido en el agua
por los indígenas, se ahogó. Fue llevado a la aldea y observado por los taínos para ver si
volvía a la vida... la ley de los dioses quedó rota al comprobar cómo el conquistador no
resucitaba. La inmediata rebelión indígena, fue aplastada tras cuatro años de lucha, finalizó
con la derrota de las huestes de Agueybana, el último cacique isleño. La resistencia
continuaría en el interior montañoso, aunque, debido a la represión de la rebelión, se
47
aceleró el despoblamiento indígena de Borikén, ya que muchos taínos se refugiaron en las
islas situadas al lado la de isla Borikén.
Entonces la vida de tranquilidad y sosiego del pueblo Taino, se esfumó y se
convirtió en una vida de lucha, guerra, sufrimiento, opresión y esclavitud, dándole fin al
concepto indígena de felicidad. García (2002) menciona que en 1514 se repartieron catorce
mil seiscientos indios entre los conquistadores, que los dedicaron principalmente a la
minería. La población indígena mermó considerablemente debido a las nuevas
enfermedades (sarampión, viruela, gripe) traídas por los europeos, a las guerras, al duro
trabajo (sobre todo minero), a la emigración y al mestizaje. La mortandad de los indígenas
trajo consigo la importación de esclavos negros procedentes del golfo de Guinea, en África,
que comenzaron a llegar a partir de 1518.
Otras colonizaciones como la del Perú, en 1529, dio inicio a un rápido proceso de
despoblamiento de la isla, y así, en 1534 llegaron emisarios de Pizarro para comprar
caballos y muchos de los colonos se marcharon con ellos a Perú. En la cuarta década del
siglo XVI los yacimientos de oro, ya estaban prácticamente agotados, y en 1570 se declaró
oficialmente el agotamiento de las minas de oro en Puerto Rico.
Conquistada Borikén y derrotada la resistencia indígena llevándola a la esclavitud,
los españoles conquistadores imponen su concepto de felicidad de acuerdo al bien material,
cuanto más producen en bienes materiales mejor sin importar que con ello se exterminara a
un pueblo y se esclavizaran a dos razas (Robiou, 2005). Siendo así, la definición de la
felicidad para los Conquistadores, un hedonismo bárbaro donde se perseguía la
acumulación de riqueza, el bienestar propio, los placeres de forma indiscriminada y egoísta
sin medir consecuencias para los demás, una falta total de ética y humanismo. En
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conclusión, para el conquistador, una vida feliz era sinónimo de riquezas y placeres
abundantes.
En el marco de la esclavitud y dominio se dan a la vez tres definiciones de felicidad
para cada una de las tres razas que habitaban la isla concurrentemente. Los pocos indios
Tainos que quedaban para mediados del siglo XVI, en definitiva, añoraban la felicidad, la
cual estaría ligada a la esperanza de recuperar su vida anterior a la llegada de los
conquistadores; la del español que ataba el concepto de felicidad con la obtención de bienes
materiales, la del africano, que sin duda alguna, definía la felicidad como la recuperación
de su libertad y el regreso a su nación de origen.
Con la llegada de los esclavos, se agrega la raza africana al mestizaje que comenzó
a forjar la raza puertorriqueña. Mientras los procesos de mestizaje se daban entonces se
crearon varias clasificaciones o castas dependiendo del origen de la persona. Según García
(2002), la sociedad colonial se estructuró según el origen racial de las personas; los
españoles peninsulares y los nacidos en América (llamados después criollos) ocupaban la
cúspide de la pirámide social; luego seguían los caciques indígenas (que gozaban de los
privilegios de los hidalgos); después los mestizos; los indios; los mulatos, pardos y negros
libres; los zambos, y, finalmente, los esclavos (fueran estos negros o mulatos), quienes
ocupaban la base piramidal. A su vez, un grupo como el español, se dividió según el
origen social del peninsular: en nobles (aquí estaban los propiamente nobles y los hidalgos)
y los plebeyos. Muchos de los primeros hijos de conquistador nacidos en América fueron
mestizos, resultado de sus uniones con indias (a veces cacicas o hijas de caciques) pues en
un primer momento no vinieron mujeres del Viejo Continente; muchos gozaron de todos
los privilegios de sus padres. De todos estos procesos que iniciaron en el siglo XVI y
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continuaron durante el proceso de dominación española, surge la raza puertorriqueña
(García, 2002).
Los puertorriqueños han sido siempre una cultura bajo el dominio de otra, ya que
desde la llegada de los españoles hasta el presente se ha mantenido un estatus colonial. El
dominio español finalizó en el 25 de julio de 1898, cuando tropas estadounidenses
desembarcaron en Guánica, un pequeño pueblo en la costa sur de Puerto Rico (Garcia,
2002). De Guánica, las tropas se movieron por toda la isla hasta controlar su totalidad. Así
es como comienza desde hace más de cien años el dominio político de Estados Un idos
sobre la Isla. Con este evento se comienza un nuevo proceso de colonización y
transculturación en donde se redefine el orden social, a la vez, se impone la hegemonía de
los nuevos discursos estadounidenses. Predominaron los discursos de libertad, la igualdad,
enmarcados bajo la sombra del capitalismo. Entonces, atañe conocer cuál es la definición
de este nuevo colonizador para el significante felicidad.
Los norteamericanos entendían que la felicidad era un derecho de todo ser humano
y que cada uno tenía el derecho a la búsqueda de la felicidad, esto queda impreso en parte
del documento que le da origen a los Estados Unidos, su declaración de Independencia. La
declaración de Independencia de los Estados Unidos de América consigna uno de los
principios más revolucionarios jamás escrito anteriormente: “todos los hombres han sido
creados iguales”. Y estos hombres “recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables,
entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así, para asegurar
esos derechos, se han instituido los gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos
poderes del consentimiento de los gobernados; de tal manera que si cualquier forma de
gobierno se hace destructiva para esos fines es un derecho del pueblo alterarlo o abolirlo, e
50
instituir un nuevo gobierno, basando su formación en tales principios, y organizando sus
poderes de la mejor forma que a su juicio pueda lograr su seguridad y felicidad”. De esta
forma, llega el concepto a Puerto Rico de la felicidad como un derecho y que el Estado es
quien está llamado a garantizarlo.
Los procesos sociopolíticos que se fueron gestando bajo el dominio estadounidense,
dieron comienzo a una cultura en la que el Gobierno predomina como benefactor y se va
concretizando, en el puertorriqueño la idea capitalista del sueño americano. La idea del
sueño americano que puede definirse según Cullen (2003), como la igualdad de
oportunidades y libertad que permite que todos los habitantes de Estados Unidos logren sus
objetivos en la vida únicamente con el esfuerzo y la determinación. Claro está, los
objetivos a los que se refieren son medidos en el sistema capitalista como bienes
materiales. En otras palabras, la felicidad en este concepto se mide como la acumulación
riquezas. Dicho de otra manera, a mayor tenencia de bienes materiales y de capital, mayor
será el nivel de felicidad del individuo. Es decir, que en el marco capitalista de la nación
dominante, el discurso sobre el significado de la felicidad se subscribe a un plano
puramente materialista y se va transmitiendo mediante un proceso de transculturación
solapado dentro de las redes mediáticas y los discursos políticos.
Prueba de que el puertorriqueño busca la obtención de su felicidad mediante los
bienes materiales, es la alta incidencia de problemas crediticios que sufre la población
boricua. El puertorriqueño sin duda gasta más de lo que puede, en su afán de tener, sin
contar con el poder adquisitivo para hacerlo. Datos suministrados por la Junta de
Planificación apuntan a que los gastos de recreación de los puertorriqueños se dispararon
astronómicamente desde el 2000 al 2005, de $3,034 millones a $4,197 millones, aunque,
51
comparativamente, el ingreso disponible de los consumidores durante el mismo aumentó
mínimamente, de $9,516 a $11,651. Algunos conocedores del tema, como el secretario del
Departamento de Asuntos del Consumidor (DACO), Alejandro García Padilla, apuntan a
patrones adictivos de consumo que ponen en jaque las mismas obligaciones económicas del
ciudadano, como son los servicios básicos de electricidad y el agua, para poder disfrutar de
un tiempo de esparcimiento. El alza en las deudas de crédito y el otorgamiento de
préstamos personales para costear gastos superfluos también explican el aumento
dramático que han registrado los gastos de recreación (Rodríguez, 2007, p.12).
El consumismo desmedido, es el concepto que explica cómo se ha vuelto más
importante ‘tener’ que ‘ser’. Lo anterior expuesto por Rodríguez (2007) evidencia el
consumismo desmedido en Puerto Rico. Ante esta fórmula de felicidad, el alcanzar la
misma se hace imposible, algo a lo que podríamos llamar, la ironía de consumir la
felicidad. Claro está, que si se quiere alcanzar la felicidad mediante la obtención de bienes
materiales y se siguen obteniendo bienes utilizando el crédito para hacerlo de manera
desmedida, se llega indudablemente a un punto de no retorno, en el cual se agotan los
recursos económicos y ya, no es posible utilizar el crédito. Por lo tanto, en la búsqueda de
la felicidad mediante el consumismo desmedido, lo que se obtiene, es lo contrario, cuando
se finaliza en el endeudamiento y la quiebra económica. En conclusión, es interesante ver
la siguiente cita:
El alma puertorriqueña ha vivido seducida por ese materialismo vulgar llevado al
absurdo que señala cualquier discusión del estatus, cualquier intento legítimo por
superar nuestra condición de inferioridad política e indignidad colonial, como algo
abstracto e inútil. Es como decirle al esclavo -aún con la cadena larga que
52
reconocía Muñoz Marín que la libertad y la igualdad son sus peores ilusiones. Hay
que mantener al puertorriqueño en la saciedad del consumismo y la dependencia
(Rodríguez Julía en Caballero, 2009 p.370)
53
Capítulo III
Metodología
¿Qué es el Discurso?
Para poder proceder al análisis discursivo, se requiere definir la noción del discurso
con el propósito de entender los procesos de su pronunciación y la relación que guarda con
los factores que intervienen en su creación. El discurso puede tener formas muy diversas,
de ahí que resulta difícil elaborar una definición que aborde todos los detalles y formas. De
acuerdo con Parker (1992) el discurso es un sistema de aseveraciones que construyen a un
objeto. Según Burn (2003) el discurso es un conjunto sistemático y coherente de imágenes,
metáforas u otras descripciones que construyen a un objeto de manera particular. Así pues,
el discurso es la forma por excelencia utilizada por los seres humanos para construir y crear
los significados.
De otra parte, podemos definir el discurso, de acuerdo a Van Dijk (2002) en los
siguientes dos aspectos: los sucesos de comunicación y en la interacción verbal. El
lenguaje es fundamental en la vida del ser humano; en lo personal, lo público, lo cultural y
lo social. El ser humano posee la capacidad de realizar actos comunicativos mediante el
habla, la cual es considerada como la unidad básica de la comunicación. La lengua es
concebida como el lenguaje natural humano y constituye el rasgo esencial que caracteriza
al hombre en su actividad social comunicativa (Lamiquiz 1994). Dentro de esa
comunicación verbalizada se resaltan, los actos elocutivos (o el significado literal de los
mensajes) y los actos ilocutivos (la intencionalidad asociada a toda actividad
comunicativa). Asimismo, Van Dijk (2002) define el discurso como: “una secuencia
coherente de actos de habla donde están entrelazados unos con otros. La suma de
54
secuencias de dichos actos del habla forman unidades más abstractas “macro actos del
habla” que desempeñan una “función ilocutiva global del discurso en su totalidad”
comunicando significados y al mismo tiempo teniendo una dimensión social”.
El lenguaje tiene diferentes funciones: se utiliza para comunicar ideas, para
expresar emociones e intenciones; además, la comunicación siempre ocurre como “parte de
los sucesos sociales más complejos”. Por lo tanto, a la hora de comunicar, los actos del
habla deben cumplir condiciones específicas que no son creadas solo por la expresión o por
el sentido de la emisión, sino también por el contexto situacional del hablante. De acuerdo
a Van Dijk (2002) los usuarios del lenguaje hablan como miembros de grupos sociales para
informar, persuadir o impresionar a los otros o bien para llevar a cabo otros actos sociales
en situaciones, instituciones o estructuras también sociales.
Por otro lado está el aspecto del discurso como forma de interacción verbal. El
mismo desempeña un papel importante no solo el hablante, sino también los otros
participantes. Los participantes interactúan activa o pasivamente de varias formas; forman
parte de la construcción del significado y por eso son parte de la construcción del discurso.
En general, podemos concluir con la definición de Van Dijk (2002) diciendo que el
lenguaje se utiliza para fines diversos, que siempre está relacionado con el ambiente social;
de ahí que el discurso sea responsable del establecimiento de condiciones sociales y estas al
mismo tiempo influyan en el discurso. El discurso siempre forma parte de cierto contexto
relacionado con la vida social. De acuerdo con Calsamiglia y Tuson (1999) el discurso es
una práctica social que se articula a partir del uso del lenguaje contextualizado sea oral o
escrito.
55
Los discursos son modos de referirse y construir conocimiento sobre los temas
que tienen que ver con una práctica determinada: una formación de ideas, imágenes y
prácticas que suministran modos de hablar, formas de conocimiento y conducta
asociadas a temas, actividades sociales o arenas institucionales en sociedad
(Hall,1997,p.17).
El discurso es un fenómeno dinámico en constante evolución. Siempre tiene que
reajustarse a nuevas circunstancias; por lo tanto, existe un número infinito de discursos
posibles. La base del discurso la forman los instrumentos lingüístico-discursivos que
proceden de los diferentes niveles de la lingüística: de la lexicología, de la morfosintaxis y
de la fonética. Estos instrumentos lingüísticos son capaces de componer unidades más
complejas que podemos señalar como “estructuras ideológicas” relacionadas con la
argumentación, los significados y las estrategias políticas o de poder entre otros, que sirven
para apoyar la argumentación, para convencer y persuadir.
El discurso como instrumento de las ideologías
El discurso es eje de la actividad social, mediante el cual se ejerce poder, dado
quien emite un discurso, busca -ante todo- convencer y cambiar la mentalidad de los
receptores, mediante la comunicación de creencias, actitudes y valores, entre otros, pues es
a partir de los discursos que se ejerce un control “sutil” sobre las mentes de un grupo
determinado. “Mediante los discursos se pueden inducir comportamientos y generar
(otros) discursos. De este modo, contribuyen a la estructuración de las relaciones de poder
en una sociedad”. (Wodak y Meyer, 2003).
De acuerdo con Pécheux (1978) el discurso es el lugar de encuentro del lenguaje y
la ideología. El análisis del discurso consiste en el análisis de la dimensión ideológica del
56
uso del lenguaje, el mismo está estrechamente vinculado con las ideologías. Con la
noción de ideología se refiere a un sistema de creencias fundamentales que se comparten
en un grupo o sociedad.
“Sin ir más lejos, sorprende la creciente importancia económica del lenguaje (un
factor clave en la rentabilidad es la naturaleza del lenguaje que se utiliza para “entregar”
servicios, de ahí la preocupación por el diseño del lenguaje). El diseño preciso del lenguaje
constituye pues un factor crucial para el éxito de la lucha política. El proceso de la lucha
política y la pelea por la legitimidad política se vuelven cada vez más inseparables de la
economía de los medios y de la búsqueda de mayores audiencias y rentabilidad. Esto
incrementa aún más la presión sobre el diseño en el discurso político. La tecnologización
del discurso corresponde a este interés por moldear las prácticas lingüísticas con acuerdo a
los objetivos económicos, políticos e institucionales” (Faircloug & Wodak ,1997, p.261).
De acuerdo con este planteamiento, entonces, el discurso es el instrumento utilizado por los
grandes intereses para promover ideologías en los pueblos.
Las ideologías existen y tienen sentido sólo cuando las ideas o creencias de la
ideología son compartidas por sus miembros. A través de complejos y largos procesos de
socialización, las ideologías son gradualmente adquiridas por los miembros de un grupo o
cultura. Entendidas como sistemas de principios que organizan las cogniciones sociales, se
asume que las ideologías controlan, a través de las mentes de los miembros, la
reproducción social del grupo (Van Dijk 1995). Esto quiere decir que las ideologías
implantadas en el proceso de socialización, son adquiridas como parte de la identidad
cultural del individuo y se convierten en cogniciones propias que permean la conducta y el
pensamiento. Es así que como parte de nuestra identidad cultural, las ideologías son
57
creencias sociales compartidas. Por lo tanto, el contexto cultural definido por las
ideologías impuestas hace que los pertenecientes a esa cultura piensen sobre determinados
temas de la misma manera, pensando que es un criterio personal y sonámbulo de que son
víctimas de la manipulación discursiva.
Dado que la ideología influye en el discurso, necesariamente el discurso influye
también en la formación de grupos y establece relaciones entre ellos, así como afirma la
identidad. De acuerdo a Wodak (1999) vemos, pues, que las ideologías influyen en el
ámbito social y afectan también el razonamiento de cada uno de sus miembros. El discurso
es el vehículo por excelencia en el cual se transmiten en la interacción social las ideologías
en los diferentes contextos socio político históricos. Este fenómeno permite que la
hegemonía permanezca y aquellos que ostentan el poder perpetúen su dominio mediante la
imposición ideológica subyacente dentro de los diferentes discursos que corren en la
sociedad.
Por otro lado, de acuerdo con Wodak y Faircloug (1997) la ideología es una manera
particular de representar y construir la sociedad que reproduce las relaciones desiguales de
poder, las relaciones de dominación y de explotación. A menudo, las ideologías son
construcciones falsas o no fundamentadas de la sociedad. Para determinar si un tipo de
suceso discursivo realiza una labor ideológica, no basta con analizar los textos; es necesario
además tener en cuenta cómo se interpretan y reciben esos textos, así como los efectos
sociales que tienen. Es útil pensar en la ideología como un proceso que articula
representaciones particulares de la realidad y construcciones particulares de la identidad,
especialmente de la identidad colectiva de grupos y comunidades.
Podemos ver en la cotidianeidad que las ideologías son reproducidas en el discurso
58
y la comunicación, incluyendo mensajes semióticos no verbales, como dibujos, fotografías
y películas. Su reproducción está frecuentemente enclavada en contextos organizacionales
e institucionales. Sin embargo, entre las muchas formas de reproducción e interacción, el
discurso juega un rol prominente en la formulación y la comunicación persuasiva de
proposiciones ideológicas (Van Dijk, 1995, p.6).
Las ideologías pueden influir en el conocimiento puesto que aquellos quienes
mantienen una ideología concreta están firmemente convencidos sobre la validez de las
creencias básicas de su grupo, de manera que hasta pueden creer que son generalmente
válidas y científicamente comprobadas. Por lo tanto, siendo el discurso escrito y hablado
un instrumento en el cual se montan las ideologías subyaciendo el mismo, se convierte en
un instrumento de manipulación y de implantación de las ideologías de aquellos sectores de
la sociedad que tienen el poder. Mediante el análisis crítico discursivo se da una resistencia
y surge un contra discurso que permite develar las construcciones ideológicas ocultas en el
mismo.
El análisis crítico del discurso (ACD)
De acuerdo con Faircloug y Wodak (1997) el análisis crítico del discurso interpreta
al mismo como una forma de “práctica social”, lo que sugiere una relación dialéctica entre
un suceso discursivo particular y las situaciones, instituciones y estructuras sociales que lo
enmarcan (es decir, lo social moldea el discurso pero éste, a su vez, constituye lo social).
El discurso conforma la sociedad y la cultura a la vez que viene conformado por
éstas. Su relación es de tipo dialéctico. Ello implica que todo ejemplo de uso del lenguaje
contribuye, aunque sea en pequeña medida a reproducir y/o transformar la sociedad y la
cultural, las relaciones de poder inclusive (Fairclough y Wodak, 1997, p.262).
59
El análisis crítico del discurso se propone lograr que los aspectos opacos del
discurso se vuelvan más transparentes. De hecho, es una forma de intervenir en la práctica
social y en las relaciones sociales. Lo característico del análisis crítico del discurso es que
toma partido a favor de los grupos oprimidos contra de los grupos dominantes. Manifiesta
abiertamente la vocación emancipadora que la motiva. En las investigaciones de Análisis
Crítico del Discurso se intenta desvelar cómo se lleva a cabo la construcción de los
acontecimientos, de las relaciones sociales, y del propio sujeto a través del discurso y
paralelamente, se trata de revelar cuáles son las implicaciones de este proceso de
construcción (Martín Rojo, Pardo y Whittaker, 1998, p.49).
Para Wodak (2004) el análisis crítico del discurso es una práctica social y está
interesado en analizar las relaciones estructurales, implícitas y explicitas de poder, dominio,
discriminación y control, según se manifiesta en el lenguaje. El discurso se interpreta como
un evento comunicativo completo en una situación social. El análisis se concentra
específicamente en los fenómenos detrás de la oración. El discurso no se encuentra en sí
mismo sólo en el conjunto de palabras y oraciones expresadas en el texto y el habla, es una
estructura cognitiva. “Hace sentido incluir en el concepto de discurso no sólo elementos
observables verbales y no verbales, o interacciones sociales y actos de habla, sino también
las representaciones cognitivas y estrategias involucradas durante la producción o
comprensión del discurso” (Van Dijk, 1989).
El análisis crítico del discurso es la descripción detallada, explicación y crítica
de las formas en que el discurso dominante indirectamente influencia el conocimiento
social compartido, actitudes e ideologías, a través de su rol en la manufactura de modelos
concretos (Van Dijk, 1993). Llevar a cabo un análisis discursivo supone posicionarse en
60
un debate epistemológico sobre si existe una realidad fuera del sujeto cognoscente que el
lenguaje revela o por el contrario, si la realidad es una construcción del lenguaje. El
análisis del discurso asume que la realidad es una construcción lingüística, por tal razón, el
lenguaje es más que palabras, hay un discurso que vive dentro del lenguaje. De este modo,
el discurso se visibiliza cuando se analiza de qué manera el lenguaje construye la realidad
social. Así, para entender la vida social y las interacciones humanas, el análisis del
discurso declara estas actividades como textos sociales.
Según Fairclough (1992) hablar del discurso hoy en día es ante todo, hablar de una
práctica social, de una forma de acción entre las personas que se articula a partir del uso
lingüístico contextualizado, ya sea oral o escrito. “Resulta útil distinguir tres amplios
campos que se pueden constituir discursivamente: las representaciones del mundo, las
relaciones sociales entre las personas y las identidades sociales y personales de la gente”
(Fairclough y Wodak, 1997, p.260).
61
Capítulo IV
Análisis del Discurso en la Psicología Positiva propuesta
por Seligman para dar Cuenta del Significante de la Felicidad
El análisis crítico del discurso es un tipo de investigación analítica del discurso que
estudia principalmente la manera en la que el abuso del poder social, la dominación y la
desigualdad se legitiman, reproducen y resisten mediante el texto y el habla en el contexto
social y político (Van Dijk, 2001). En este sentido, el análisis crítico del discurso es por
excelencia un medio apropiado para detectar, analizar e investigar, si una fuente discursiva
está siendo utilizada para propósitos políticos con el fin de promover determinadas
ideologías.
El análisis del discurso de la felicidad en la psicología positiva permite revelar las
formas en que se confiere veracidad, autoridad técnica y legitimidad a los significados de
felicidad ofrecidos por los exponentes de la psicología positiva. Se clasifica como algo
natural al significado de la felicidad, yendo a tono con un postulado positivista. Los
recursos utilizados en el texto refuerzan los objetivos de racionalizar el significado de la
felicidad queriendo operacionalizarla a manera de recetas de vida a seguir para obtener la
misma. Seligman (2003) nos propone la fórmula F = R + C + V; la Felicidad duradera es la
suma de R (rango fijo, felicidad heredada), C (circunstancias externas) y V (variables
internas: extraversión).
Se deja al descubierto una relación discursiva entre los textos de auto-ayuda
enfocados a lograr la felicidad, como hace en su libro Seligman y las formas de ejercer
poder, manipulación y su establecimiento de ideologías hegemónicas que dan el significado
al significante felicidad. De acuerdo con Casper (2012) “la teoría crítica trata de desmontar
62
cómo la ciencia deforma ideológicamente la realidad social, moral y política, disfrazando
las causas de los conflictos para someter a las personas a relaciones de poder.” Los
psicólogos positivos han ganado para sí mismos titulares en medios de comunicación de
todo Estados Unidos. En enero de 2006, por ejemplo, la revista Time dedicó cuarenta
páginas a “La ciencia de la felicidad”. Tras afirmar que la felicidad, la fuerza individual y
el buen carácter se puede lograr a través de la aplicación de tecnologías terapéuticas
ideadas científicamente.
Mediante el análisis crítico se demuestra cómo los expertos de la psicología
positiva, amparados en la ciencia, están construyendo una realidad de carácter irónico que
postula a los lectores como sujetos libres y autónomos, al mismo tiempo que les limita la
forma en que pueden expresar su individualidad. Al verse la felicidad como algo natural,
se establecen fórmulas o formas de vivir a maneras de únicos caminos para poder llegar a
ser feliz. Por consiguiente, todo ser humano que aspire a ser feliz, tiene por obligación que
seguir los consejos ofrecidos sin importar la individualidad de cada uno. Esto apoya la
visión de que la auto-ayuda y los libros escritos bajo la corriente de la psicología positiva y
su concepto de felicidad, no son más que una técnica utilizada por aquellos que tienen el
poder.
A través del análisis crítico del constructo de la felicidad en la psicología positiva
perseguimos entender cómo y en qué medida, el discurso construye el significado de la
felicidad. Fairclough y Wodak (1997) especifican ocho áreas a considerar para realizar un
análisis crítico del discurso, las cuales se mencionan a continuación: 1) identificar con que
problemas o situaciones sociales se relaciona el discurso social; 2) identificar las relaciones
de poder dentro del discurso y así examinar el uso del lenguaje de un hablante en una
63
posición de poder; 3) el discurso conforma a la sociedad y a la cultura; 4) el discurso realiza
un trabajo ideológico; 5) el discurso es y hace historia; 6) el discurso es mediador
estableciendo conexiones entre el texto y la sociedad; 7) va más allá de un análisis
puramente textual y ofrece tanto explicaciones como descripciones; 8) tiene el potencial de
funcionar como una forma de acción social al descubrir relaciones de poder ocultas.
Tomando en consideración las recomendaciones expuestas por Faircloug y Wodak,
podemos dar una mirada crítica al significante felicidad y su significado dentro de la
psicología positiva. En primer lugar, debemos poner atención a qué problemas sociales
responde el significado de la felicidad ofrecido por la psicología positiva. Según Seligman
(2003) la felicidad es sinónimo de satisfacción con la vida. Asimismo, indicó que los
factores políticos y económicos en nada tienen que ver con la felicidad del individuo,
aunque popularmente se piense que es así. Expresó lo siguiente: “El dinero puede comprar
la felicidad si se es extremadamente pobre, pero una vez que se está por encima de los
mínimos ... el aumento de riqueza tiene muy poca relación con el aumento de satisfacción
con la vida. Si piensas que se pueden perder tres fines de semana al año sin estar con la
familia por ganar 8.000 euros no vale la pena. Se obtiene más satisfacción en la vida
pasando los tres fines de semana en casa tranquilamente”. O sea, que sorprendentemente el
dinero es un sistema muy débil. La salud también está considerada como muy importante,
pero resulta que no parece que importe mucho en la satisfacción en la vida. Incluso gente
con problemas serios de salud, como problemas de ataques al corazón o cáncer, tienen, por
lo general, tanta satisfacción en la vida como la gente con buena salud (Seligman 2008).
Tomemos el texto anterior que recoge una aseveración del libro La Auténtica
Felicidad, así como una declaración del Dr. Martín Seligman en entrevista realizada por
64
Punset (2008), para el programa Redes. Podemos observar que tras el contenido cuasi
poético de su definición se esconde el atender a dos sectores de la sociedad que por
definición dentro del marco capitalista se encuentran en desventaja socio económica. Se
hace evidente que la definición de la felicidad va dirigida a los sectores pobres y
marginados, a la clase pobre y media a los cuales se les lleva el mensaje de que el dinero no
es importante ni fundamental para llegar a ser feliz. Dentro del marco anterior se evoca al
conformismo social de la clase pobre y al status quo, con el propósito de perpetuar y
reforzar las diferencias sociopolíticas marcadas dentro del capitalismo. El significado
ofrecido además, atiende al malestar sentido por las clases pobres y los enfermos quienes al
no tener los recursos económicos no pueden acceder a los mejores hospitales y
tratamientos, ya que la salud es un bien de consumo. Por consiguiente, al transmitir la
ideología de que no es necesario tener capital los sectores pobres se conforman en su
estatus y continúan dentro del sistema sin cuestionar el mismo, ya que desvían su atención
a tratar de obtener “satisfacción de vida” dentro de sus carencias.
Las personas dan por cierto el discurso ofrecido, ya que se escuda y apoya de dos
instrumentos de poder. El primero es que el proponente utiliza la autoridad ofrecida por la
Asociación Americana de Psicología de la cual fue presidente, para dar veracidad a sus
postulados. La segunda, es que utiliza el paradigma positivista indicando que tras
experimentos y bajo la utilización de investigaciones, ha logrado llegar a su fórmula de
felicidad, la cual plasmó en su libro La Autentica Felicidad en el 2003. Bajo el manto de la
ciencia luego legitimiza su discurso y le otorga el estatus de ley natural o verdad universal
aplicable a todos los seres humanos.
65
Como se expuso anteriormente el discurso de la felicidad en la psicología positiva
apunta a tratar el problema social de las diferencias de clases en el capitalismo la cual
establece las brechas marcadas en lo que respecta a la posesión de bienes y capital, así
como al acceso a los recursos y bienes necesarios. Dicho discurso busca lidiar con los
procesos cognitivos de las clases oprimidas quienes viven esa desigualdad y no sienten en
muchas ocasiones una satisfacción de vida alta. Vemos como dentro de la definición de
felicidad en la psicología positiva siempre se apunta a que el individuo puede ser feliz aun
perteneciendo a la clase media y media baja o sufriendo de enfermedad y sin tener ningún
bien material. Por lo cual, se puede identificar que la ideología capitalista es la que permea
dicha definición y dentro de la misma se alberga un mensaje de conformismo con la
situación de vida para poder llegar a sentirse satisfecho, finalmente feliz.
Las relaciones de poder del discurso de la psicología positiva son claras, ya que se
escudan en el paradigma positivista y reiteradamente establecen que dicha rama de la
psicología, está avalada por la American Psychological Association (APA). Así, al utilizar
dicho recurso el hablante se coloca en una posición de poder, la cual se valida al indicar y
citar diferentes investigaciones científicas que avalan su definición de felicidad. Vera
(2006) indicó lo que distingue a la psicología positiva de dudosos métodos de autoayuda o
filosofías espirituales e incluso lo que la diferencia de las claras tendencias positivistas de
la corriente humanista de la psicología, es que la psicología positiva adopta el método de la
psicología científica.
Siguiendo con los principios de Fairclough y Wodak (1997) de que el discurso
conforma a la sociedad y a la cultura, a la vez que realiza un trabajo ideológico. Se
observa, que al saber cómo será percibido y recibido su lenguaje, Seligman, como otros
66
exponentes de la psicología positiva, buscan usar medios como la publicación de libros de
autoayuda para sus propios fines, así pueden producir un efecto calculado en los lectores a
través de la manipulación del lenguaje.
De acuerdo con Prieto (2006) en menos de nueve años la psicología positiva
contaba con un cuerpo de investigación ingente y creciente, un elevado número de libros
incluyendo libros de texto y manuales. Asimismo, un andamiaje de poder con numerosas
revistas con números especiales dedicados a ella, congresos y jornadas sobre el tema,
premios y fuentes de financiación (por ejemplo, la Templeton Foundation), asociaciones
internacionales que representan y promueven los intereses de la Psicología Positiva,
páginas web y listas de discusión de correo electrónico, un amplio interés en los medios de
comunicación populares (incluyendo prensa, televisión y radio), cursos de psicología
positiva como parte de licenciaturas, por lo menos veintisiete programas de psicología
positiva en las principales universidades de Estados Unidos (incluyendo títulos de Master)
y desde enero de 2006, una revista centrada en la psicología positiva The Journal of
Positive Psychology (Linley et al, 2006). Vemos, pues, que existe una gran maquinaria de
poder que mueve y respalda el discurso de la psicología positiva dándole el matiz de
ciencia empírica.
Es un hecho que la psicología positiva presenta como eje central la obtención de la
felicidad para cada individuo, pero como anteriormente se expone da un único camino a
seguir para obtenerla. Es una postura tiránica que expone el ser feliz como una obligación
del ser humano. Es algo cuestionable el considerar que las emociones positivas son
siempre el objetivo y deben estar siempre presentes. Lazarus (2003) mencionó que la
alegría, en algunos casos puede ser defensiva y representar un intento de evitar enfrentarse
67
con la adversidad de la vida. Evitar mirar una parte de la realidad nos lleva a la ausencia de
compromiso con la realidad social que nos rodea. En otras palabras, el enfocarse sólo en lo
positivo es colocarse unas gríngolas y no querer mirar alrededor. Esta postura es una que
encaja en la visión capitalista en donde se promueve el individualismo y la dicotomía de los
aspectos humanos. Así pues, es que la psicología positiva dicotomiza al ser humano y lo
clasifica como feliz o infeliz. En consecuencia quienes no siguen sus recomendaciones
estarán destinados a ser unas
Como señala Held (2002, p.967), “el rehusarnos a afrontar o encarar no sólo la parte
aversiva de la vida, sino la parte negativa de nosotros mismos, tiene profundas
implicaciones morales, puede suponer una disminución en nuestro nivel de conciencia y
consecuentemente, una disminución en el grado de responsabilidad y apertura a lo real”.
De acuerdo a estos postulados entonces el perseguir la felicidad del modo en que lo plantea
la psicología positiva supone que el individuo persiga un estado de ignorancia social, en la
que no preste atención a los males, dificultades, desigualdades e injusticias que acontecen
diariamente en nuestra sociedad.
De acuerdo a Held (2002), buscar siempre las emociones positivas lleva a
trivializarlas facilitando lo que algunos autores han llamado la tiranía de la actitud positiva.
Asimismo, en su artículo revisa cómo puede exagerarse la llamada a las virtudes del
optimismo o la visión positiva y cómo en las dos últimas décadas en Norteamérica se ha
exagerado esta tendencia. La promoción y el bombardeo mediático para que las personas
persigan la felicidad ha llegado a ser tiránico. Prieto (2006) mencionó que “los
norteamericanos no sólo viven con una inclinación histórica y cultural hacia el optimismo,
68
sino con una expectativa y una demanda hacia el mantenimiento de una actitud positiva en
cualquier momento y a cualquier precio”.
La felicidad y el bienestar son los resultados que desea tener la psicología positiva
(Seligman, 2003). Resulta antagónico e irónico a la vez, algo que llama la atención, en el
concepto de la felicidad de la psicología positiva, y es que de acuerdo con Held (2002) se
planteó la posibilidad de que la continua presión hacia la actitud positiva esté
contribuyendo a forjar cierta forma de infelicidad: algunas personas se sienten culpables,
defectuosas o ambas cosas cuando no consiguen sentirse bien. El concepto de depresión
por la depresión, o el sentirme mal por sentirse mal, con toda la carga de auto-acusación
contenida en esa experiencia, pasa a ser así muy relevante. Prieto (2006) explicó que
parece que somos cada vez menos capaces de aceptar que a veces es saludable sentirnos
mal como respuesta a las circunstancias de la vida, y tendemos a interpretar el sentirse mal
como patológico bajo cualquier circunstancia. A medida que crece la presión para sentirse
bien en todas las circunstancias entendemos que sentirse mal no sólo es patológico, sino
socialmente inaceptable.
La tiranía de la actitud positiva puede contribuir paradójicamente a reducir el
bienestar subjetivo, precisamente lo que quiere fomentar. Es decir, que la creciente presión
para ser felices y risueños, para sonreír y mirar siempre el lado positivo de la vida puede
hacer más daño que bien. Si te sientes mal por algo y no puedes poner una cara feliz
aunque lo intentes, puedes llegar a sentirte incluso peor.
No sólo te sientes mal por lo que te está afectando en primer lugar, sino además te
sentirás culpable cuando no puedas sentirte bien, por no ser capaz de cumplir el programa
69
diario de actitud positiva; si no puedes no importa cuánto lo intentes, es tu propio fracaso
personal, es tu propio fallo moral (Held, 2002, p.972).
Luego de ver estos puntos, se observa claramente la intención oculta en el discurso
y del significado de la felicidad que promueve la psicología positiva, de sobre simplificar la
experiencia humana. Existe, entonces, una ideología que subyace al discurso con la
implícita intención de la creación de necesidades que se derivan de la apropiación del
concepto de bienestar o felicidad, la introducción de criterios y conceptos morales en la
psicología, y la pretensión de que sea la Psicología Positiva (e incluso la psicología) la
autoridad que dicte qué es y cómo ser feliz.
Ciertamente existe una intención de carácter ideológico que se aleja de lo que es el
que hacer científico de la psicología, ya que lo que se persigue es que el psicólogo se
convierta en una especie de tecnócrata de la psicología, un pastor que lleve al rebaño
(sujetos a quienes atiende) a vivir sus vidas del modo en que se le diga cómo hacerlo,
siendo directivos y no respetando la diversidad e individualidad de cada quien. Lo anterior,
claramente convierte al psicólogo en el que tiene el poder ante el participante, dándose una
relación terapéutica directiva, donde el experto es quien sabe y dicta la manera en que el
individuo debe vivir su vida convirtiéndose en una extensión de la manipulación discursiva
y reproduciendo las ideologías hegemónicas en la terapia. En el decir del Dr.Casper (2012)
este profesional actúa como un psicotecnócrata.
Por otro lado, podemos analizar el discurso tomando como fundamento la triada
propuesta por Van Dijk, que ve al lenguaje como un instrumento de poder. El mismo está
dotado de estrategias discursivas que permiten implantar ideologías. A través del análisis
crítico del discurso, Van Dijk (1999) propone una triada para esbozar y desenmascarar las
70
ideologías y el poder que subyace al discurso. Dicha tríada se conforma de los factores:
cognición como sistema de ideas y creencias, sociedad como contexto político-cultural y el
lenguaje o discurso como instrumento. El sustento teórico de la triada de Van Dijk
propone un estudio a partir de la relación entre cognición, sociedad y discurso para
evidenciar cómo las palabras no son neutras, sino que se encuentran cargadas de ideologías,
intenciones, valores y actitudes que al ser reproducidas por la interacción social, inciden en
el comportamiento de los individuos y se validan a través de los grupos. Existe una
relación entre el lenguaje y el poder, en la cual el individuo que emite el discurso requiere
un cúmulo de estrategias que le permitan lograr su intención comunicativa, es entender
también que para que se dé esa relación, es necesario tener en cuenta los procesos que
ocurren en la mente de un sujeto mientras emite o recibe un discurso, su relación con la
sociedad y el contexto en que se da.
La triada de Van Dijk (1999) explica cómo los discursos están permeados por la
sociedad, pues cuando emitimos un discurso, lo que hacemos finalmente, es dar cuenta de
las representaciones que tenemos del mundo, las cuales compartimos con un grupo
específico. Se toman en cuenta los procesos que suceden en la mente de un usuario del
lenguaje, mientras se emite o recibe un discurso. Según Van Dijk (1999) es importante
reconocer que estos procesos mentales se vuelven colectivos cuando son compartidos y es
ahí, donde cultura, sociedad y contexto, cobran especial relevancia en el análisis. Las
mentes de los usuarios del lenguaje moldean y son moldeadas por el discurso y otras
prácticas sociales en contexto.
Retomemos La Auténtica Felicidad libro publicado en el 2003, por el doctor Martin
Seligman, para ver cuáles son las ideologías, los procesos mentales, las estrategias y el uso
71
del poder del que se vale para validar la idea de que él conoce el secreto o más bien la
verdad de lo que es la auténtica felicidad. En dicho libro, se encuentra incrustada la
ideología subyacente que arropa toda la discursividad presente en el movimiento de la
psicología positiva. En esta obra Seligman, expone como eje principal de dicho
movimiento, el que el ser humano logre comprender y conocer cómo alcanzar la felicidad.
En el primer capítulo del libro citado, utilizó la siguiente aseveración: “Mi principal
preocupación es medir los elementos de la felicidad, las emociones y fortalezas positivas,
para luego contarle que he descubierto la ciencia acerca de cómo incrementarlas”
(Seligman, 2003, p.21). Al observar de manera crítica el lenguaje utilizado vemos como se
posiciona acorde con el título de la obra. Recordemos que se llama la auténtica felicidad,
entonces pues, para poder justificar y convencer al receptor del discurso el autor se vale de
la palabra ciencia. Acto seguido dedica el próximo capítulo a citar estudios empíricos,
dándole un matiz de autoridad científica de la cual se vale para desarrollar toda una gama
de pruebas, argumentos, definiciones y recomendaciones para el lector de manera que al
seguirlas pueda alcanzar llegar a ser feliz. Tanto es así que el libro contiene diferentes
cuestionarios que miden aspectos relacionados a la felicidad y se invita a que sean llenados
antes, durante y después de la lectura y la aplicación de las recomendaciones para que se
pueda medir que tan feliz se fue antes y luego, de seguir dichas propuestas.
Seligman postula, a manera de preguntas de investigación lo siguiente:
¿Por qué la evolución nos dotó de sentimientos positivos? ¿Cuáles son
las funciones y consecuencias de tales emociones, aparte de hacernos
sentir bien? ¿Quién dispone de emoción positiva en abundancia y quién
no? ¿Qué posibilita estas emociones y qué las impide? ¿Cómo se puede
72
desarrollar una mayor y más duradera emoción positiva en la vida?
Todos deseamos responder a estas preguntas y es natural, recurrir al
campo de la psicología para obtener respuestas. Por tanto, quizá
sorprenda que la psicología haya desatendido el lado positivo de la vida.
“Por cada cien artículos especializados sobre la tristeza, solo se publica
uno sobre la felicidad” (Seligman, 2003, p.21).
Este es un segmento interesante en la lectura que sustenta lo antes expuesto, pero
que a la vez ataca frontalmente a todas las demás ramas o subtipos de la psicología a
manera de tomar el cetro de la absoluta y auténtica verdad valiéndose de una
desacreditación y devaluación de las mismas. Se asume una posición de que la psicología
positiva está bien, es la verdadera, la realmente buena para el ser humano y las otras no
toman o si acaso consideran muy poco las fortalezas y virtudes de las personas, así como
sus aspectos positivos.
Como si se tratara de un antagonismo de la psicología positiva contra todas las
demás formas de practicar la psicología, continua en su discurso atacándolas y dándoles
una estocada al decir: “Necesitamos una psicología que este a la altura de las
circunstancias, porque esa es la pieza que falta en el rompecabezas de la predicción del
comportamiento humano” (Seligman, 2003, p.29). Entonces, todo el trabajo teórico,
investigativo, académico, todas las demás divisiones creadas y avaladas por la APA,
organismo que él presidio, han estado errados y no constituyen una psicología que
responde al mejor bienestar del ser humano. En fin, se coloca en una posición autoritaria
de nosotros estamos bien y los demás están mal. De esta manera se afirma que la
psicología positiva surge para equilibrar o balancear el campo de la psicología que a lo
73
largo del tiempo y con la diversidad de enfoques, ha llegado a negar la importancia de un
individuo satisfecho, a la vez, que ha limitado su quehacer a trabajar con los estados
negativos del individuo, en lugar de promover la construcción de fortalezas como una
importante herramienta en el proceso de la psicoterapia.
Continuamente se siguen encontrando durante la lectura de los primeros dos
capítulos aseveraciones que sustentan el paradigma positivista del autor y la devaluación de
las demás ramas de la psicología. Muchas personas que buscan un sentido y una meta en la
vida han recurrido al pensamiento new age o a las religiones organizadas. Uno de los
costos ocultos de la obsesión de la psicología contemporánea por la patología es que ha
dejado a estos peregrinos en la estacada (Seligman, 2003, p.31). No queda duda que la
ideología detrás de lo antes expuestos es demonizar, a la vez, ofrecer como verdad absoluta
los postulados de la psicología positiva.
Luego de su ataque lingüístico retórico en contra de la psicología que no es
positiva, la emprende en contra de la religión y la espiritualidad. Afirmando: “Si bien es
posible que la psicología haya desatendido la virtud, no cabe duda de que la religión y la
filosofía no lo han hecho” (Seligman, 2003, p.32). Da la impresión de que se alinea con la
religión en lo que respecta a reconocer las virtudes del ser humano y hasta cierto punto la
valida. No obstante, continua más adelante diciendo:
Sin embargo, al igual que muchos occidentales con inclinaciones científicas, la
idea de un objetivo trascendente o más allá de éste, de un Dios que cimiente tal
objetivo siempre me ha parecido insostenible. “La psicología positiva señala el
camino hacia un enfoque secular del objetivo noble y el significado trascendente
74
y lo que es más sorprendente, hacia un Dios que no es sobrenatural” (Seligman,
2003, p.31).
Si se observa con detenimiento Seligman diviniza su postulado teórico, ahora no
solamente devalúa a la psicología, sino que propone que la concepción de un Dios
sobrenatural realmente es una idea que carece de validez, ya que no es científica. Plantea
de una forma osada que la psicología positiva ofrece un significado trascendental, un Dios
que es tangible y natural. ¿A qué Dios se referirá, a qué objetivo trascendental? Pues, aquí
se trata de lo científico, lo comprobable, lo tangible lo que es en este caso ese dios que no
es sobrenatural. Así, Seligman desvirtúa el valor del significado de Dios en los seres
humanos.
Luego de plasmar sus postulados ideológicos, a manera de verdad absoluta,
valiéndose de la estrategia de devaluación y demonización de los otros, presenta el gran
secreto de la felicidad, la cual concentró en una fórmula que lee como sigue: “Así pues esta
es la única ecuación que les pediré que tengan en cuenta F= R + C + V; en la que F es su
nivel de felicidad duradera, R su rango fijo, C las circunstancias de su vida y V representa
los factores que dependen del control de la voluntad” (Seligman, 2003, p.71). El postulado
pareciera muy provocador para aquellos individuos que se exponen al discurso de la
psicología positiva. Al utilizar la promesa de la felicidad, la psicología positiva tiene una
fuerte carnada para cualquier ser humano, más aún, si el mismo se encuentra vulnerable y
carente de dirección en su vida. Pero cuando se ofrece una mirada crítica a la tesis de la
psicología positiva se observa algo sumamente importante, y es que, no obstante, a lo
expuesto por Seligman, la psicología positiva no aporta nuevas soluciones a ningún
problema existencial o a la búsqueda de la felicidad. Anteriormente, sus postulados ya
75
han sido abordados por los pensadores clásicos, occidentales y orientales. En
consecuencia, considerar los supuestos básicos de la psicología positiva como algo
novedoso, muestra una ignorancia de la historia y de los esfuerzos del ser humano por
sobrevivir al infortunio y a la desdicha.
La alegada novedad proclamada por la psicología positiva arroja un
desconocimiento de la historia filosófica y de las corrientes del pensamiento clásico o, es
una manipulación intencionada por Seligman de obviar convenientemente aquello que
devela que su formula no es una novedad. A lo largo del recorrido histórico y en la
búsqueda del significado de la felicidad observamos diferentes contextos históricos que
hicieron variar el significado y la manera de lograr la felicidad. “Actualmente la
psicología positiva se autodefine como el estudio científico de los mecanismos
psicológicos de las fuerzas, recursos o virtudes que contribuyen a construir un
funcionamiento óptimo de individuos, grupos, organizaciones y sociedades” (Seligman,
2003, p.11). Acaso lo anterior no es sino repetir las ideas clásicas de la eudamonía
planteada por Aristóteles, en donde la felicidad se logra a través de una vida llena de
virtudes o como Santo Tomás (1988) enumeraba los nervios de la personalidad saludable:
prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
La psicología positiva se nutre de la idea de las fortalezas del ser humano como
método de alcanzar la felicidad sobrellevando las adversidades, hasta cierto punto
ignorándolas o no considerándolas, lo que constituiría para Freud utilizar el mecanismo de
negación de las circunstancias adversas y sólo fijarse en lo positivo. Este concepto ya se
había trabajado por diferentes autores a través de la historia. Cicerón (2005) reconocía que
es necedad extrema dejarse consumir inútilmente por el dolor, algo que repite la
76
psicología positiva al indicar que, no obstante, la enfermedad, la pobreza o la carencia de
recursos se puede llegar a ser feliz. Para San Agustín (1988) la virtud sabe usar para el
bien incluso los males que el hombre arrastra. Kant (2003) consideraba que el ser
humano con su carácter indomeñable de ánimo, debe luchar por superar la adversidad y
construir un mundo mejor. Asimismo, se habla de la firmeza en la trayectoria vital
(Spinoza, 2000). Ante cada sufrimiento cabe imaginar una voluntad que no se deje
dominar por él. Existe una fuerza salutífera del dolor y un valor constructivo de la
energía espiritual del sufrimiento (Kierkegaard, 1849). Como pensaba Locke (1992)
nadie sabe la fortaleza de su mente, ni la fuerza de su aplicación regular y constante,
hasta que la ha probado.
Por otro lado, la psicología humanista y la existencialista sirven como andamiaje
histórico para la psicología positiva. Estas se enmarcan dentro de una perspectiva
integradora de la salud mental positiva (Keyes y Haidt, 2003). Lazarus (2003) afirmaba
que los psicólogos tienen el hábito de acuñar nuevas palabras para expresar viejas ideas,
claramente no se equivocaba y cuán evidente resulta esta afirmación en el caso de la
psicología positiva.
Otra de las ideologías subyacentes en la psicología positiva y que va a la par con
el capitalismo, es la promoción del individualismo. La psicología positiva promociona la
autorrealización como meta final la vida, a través de un esfuerzo personal. Postula una
vida positiva, mediante la idea de que la prosperidad humana y la felicidad están fácilmente
disponibles para todos, siempre y cuando se comprenda la fórmula propuesta y se siga al
pie de la letra la misma. Este es un movimiento que predica los dogmas del pensamiento
positivo y la superación personal mediante el esfuerzo individual y, además, promueve la
77
auto-mejora y realización personal como las metas de la vida. El individualismo americano
es una ideología central no reconocida pero que impregna el discurso de la psicología
positiva acerca de las personas, la experiencia y la acción humana. Es de suma importancia
recalcar cómo se inculca el individualismo mediante la concepción del yo y las nociones de
auto-mejoramiento propuestos por la psicología positiva, ya que el individualismo es uno
de los valores primordiales del capitalismo. La mayoría del pueblo carece de riquezas y si
se mantienen cada cual en búsqueda individual se desvanece la posibilidad de unión de los
oprimidos y así se perpetúa la hegemonía. “Divide y vencerás”.
Por consiguiente, en su afán de delinear las condiciones que constituyen la buena
vida y la felicidad, los psicólogos positivos con frecuencia no se percatan de su ideología
encubierta (Slife & Richardson, 2008). Estos instan a las personas a trabajar en sus ‘yoes’,
lo que de acuerdo a su enfoque, aumenta su felicidad y los lleva a la auto-realización. Es
de preocupar como la lealtad de los psicólogos positivos, desde su posicionamiento avalado
por las estructuras de poder como la APA, son reproductores del discurso del
individualismo y modulan los procesos de producción de conocimiento, autorizando ciertas
tecnologías de investigación e influyendo en qué interpretaciones son válidas y cuáles son
ignoradas. En una falta de pensamiento crítico y ante su concepción de un individuo
autónomo, sin darse cuenta reproducen y refuerzan las ideologías culturales y estructuras
sociales de dominación que perpetúan las desigualdades de género, etnia y clase.
Es cuestionable como se plantea que la felicidad, el bienestar y la buena vida
pueden ser logradas a través de ejercicios auto-centrados (por ejemplo, escribir cartas de
agradecimiento). Más importante aún, es una realidad que la felicidad en el sentido de la
buena vida como la define la psicología positiva, no es fácilmente o igualmente disponible
78
para todos. Las disparidades sociales como el estatus y el poder social, resultantes de la
clase, género, color de piel, raza, nacionalidad, casta, notablemente influencia el bienestar.
Estas diferencias estructurales dramáticamente afectan la asistencia médica, las
oportunidades educativas y económicas, el trato justo del sistema de justicia, las
condiciones de vida seguras, un futuro prometedor para los hijos e incluso la mortalidad
(Prilleltensky, 2007). ¿Qué tipo de realización es posible en ausencia de estas condiciones
básicas? Sugerir ejercicios de auto-ayuda no puede ser suficiente en la ausencia de una
transformación social, hacerlo es estar ciego y raya en lo éticamente criticable. Por
consiguiente, para ser efectivos en las intervenciones la terapia debe de darse en el contexto
particular de cada individuo y ser adaptada a sus realidades, comenzando por hacer el
ejercicio de definir el constructo de la felicidad antes de comenzar a establecer un plan de
terapias.
Según los psicólogos positivos, su movimiento se distingue por el compromiso con
el rigor científico. Este método científico, insisten, hace a la psicología positiva superior a
otros enfoques y movimientos interesados en promover la felicidad. Bajo el manto del
positivismo utilizan lo que Foucault (1973) denominaba las “tecnologías del yo” con lo que
se refería a “los medios por los cuales el poder institucional constituye el yo e inculca los
regímenes de auto-vigilancia que hacen innecesario el poder coercitivo”. En otras palabras,
mediante la utilización de la ciencia como dispositivo de poder legitimizan su discurso y
manipulan a quien se expone al mismo implantándole su ideología.
Dentro de su paradigma positivista Seligman y los psicólogos positivos llevan a
cabo conclusiones de sus experimentos las cuales son altamente cuestionables. En primer
lugar; la muestra que utilizan realmente no es representativa de toda la especie humana
79
como para aseverar que tienen la fórmula de la auténtica felicidad, y proclamarla como
algo universal.
El mejor ejemplo de las tecnologías del yo expuestas por Foucault es el
experimento, que secuestra los participantes en los confines herméticos del laboratorio de
psicología. El objetivo, por supuesto, es el de eliminar posibles factores de confusión para
que las variables de interés puedan ser estudiadas en su forma pura. Sin embargo, el
contexto es objeto de considerable de crítica, que aunque puede ser funcional para el
estudio de las ciencias naturales, no funciona tan bien para el estudio de la vida social y la
subjetividad. De acuerdo a Bronfenbrenner (1979) la purificación de las personas, entornos
y relaciones sociales les despoja de la complejidad que caracteriza la vida real.
80
Capítulo V
Hallazgos y Discusión
Síntesis y recomendaciones
Del análisis se desprende que el discurso de la psicología positiva y el significado
que ofrece de la felicidad no describe ni representa como pretende las realidades
particulares de cada individuo, sino que es una narrativa creada para dominar. Se observa
que tras el movimiento de Seligman, existe un mercadeo y un andamiaje económico
mediante la venta de libros, revistas, seminarios, incluso en la creación de programas
universitarios como lo son: el Positive Psychology Center de la Universidad de Pensilvania
y el Programa de Psicología Positiva de la Universidad de Valladolid, así como diferentes
sociedades en diferentes países como Venezuela y España.
Se descubre que el significante de la felicidad, está atado en su significado a lo que
es propuesto por las corrientes hegemónicas norteamericanas de pensamiento que
responden al paradigma neoliberal. La literatura de autoayuda es proveniente en su
mayoría de los Estados Unidos de donde igualmente viene la influencia teórica de la
psicología en Puerto Rico. Los libros de autoayuda se vinculan en muchos casos a la
psicología, siendo muchos de ellos escritos por psicólogos que gozan de prestigio y fama.
De acuerdo con Rivera (2004) Miranda señaló lo mal equipado que se encuentra el
psicólogo formado en Estados Unidos para bregar con el puertorriqueño y la inoperancia de
los marcos psicoterapéuticos en estos casos. Por tal razón, afirmó que cuando el psicólogo
insiste en utilizar la terapia que aprendió en sus libros, si no pierde al paciente, de hecho lo
que realiza es curarlo de ser puertorriqueño y en dicho caso está actuando no como
terapeuta, sino como agente de transculturación. Dentro de la industria de autoayuda se
81
destacan los autores que son practicantes del movimiento de la psicología positiva, con
libros que utilizan el significante felicidad en sus títulos como herramienta de mercadeo, la
cual deja ganancias multimillonarias. Este campo de la psicología, en su discurso escrito,
lleva como punta de lanza la promesa de describir las formas o fórmulas que debe aplicar el
ser humano para lograr alcanzar la felicidad, valiéndose del dispositivo de la ciencia para
fundamentarse y declararse como los que poseen la verdad y el significado real de la
misma. Existen así, dos dimensiones en las que el discurso está implicado en la
dominación, en primer lugar, a través de la representación de la dominación en el texto y el
habla en unos contextos específicos y en segundo lugar, a través de la influencia del
discurso en las mentes de otros. En el primer caso, los hablantes de la psicología positiva
desde su posición institucionalizada y dominante, pueden efectivamente limitar los
derechos comunicativos de otros, amparándose en el positivismo y devaluando todas las
demás formas de hacer ciencia en la psicología y utilizando una maquinaria de poder. Así
pues, el psicólogo positivo en su alegato de conocer la verdadera felicidad basada en la
ciencia, puede llegar a convertirse en un ente opresor, queriendo dirigir las vidas de los
sujetos a quienes atiende. En el segundo aspecto, la dominación en la mente de los otros,
los hablantes dominantes controlan el acceso al discurso público y así son capaces de
manejar indirectamente la opinión pública. Lo último, es el caso de las estructuras
mediáticas y las instituciones de poder como la American Psychological Asociation y
diferentes universidades americanas utilizadas por la psicología positiva para difundir su
discurso.
También pueden hacer esto haciendo uso de aquellas estructuras y estrategias que
manipulan los modelos mentales de la audiencia de tal manera que tienden a desarrollarse
82
cogniciones sociales “preferidas”, esto es, las cogniciones sociales (actitudes, ideologías,
normas y valores) que van en el interés del grupo dominante” (Van Dijk,1993, p.1).
Es importante señalar que la forma en que comprendemos los significados de los
hechos y en que adquirimos y procesamos la información y conocimiento del mundo que
poseemos no depende sólo de las operaciones semánticas realizadas al producir, escuchar o
comprender un acto discursivo, sino que estas mismas operaciones están a su vez ligadas a
otras operaciones de orden cognitivo, mediante las cuales organizamos mentalmente dicha
información y los significados que le atribuimos. Por consiguiente, es que existe
efectividad en la manipulación discursiva, ya que el ser humano actúa conforme a cómo
piensa, sus valores e ideologías y es precisamente en estas tres estructuras de creencias que
el discurso opera implantando y promoviendo los significados. Lo anterior es el caso de la
psicología positiva que se vale del dispositivo de poder de la ciencia positivista, para
producir su discurso sobre la felicidad y reforzar un discurso dominante más amplio,
mediante la manipulación discursiva los patrones cognoscitivos de los receptores. En
consecuencia, el hallazgo más importante del análisis del significado de la felicidad es que
la misma es una construcción que obedece a diferentes contextos históricos, sociales,
culturales y políticos; y el mismo ha sido utilizado como un dispositivo de poder, para
promover ideologías que responden a las estructuras hegemónicas. Siendo así, la
proclamación de Seligman de conocer la fórmula de la auténtica felicidad se derrumba
porque no se puede conocer la definición real de un significante, si el mismo no posee en si
una definición estática, sino que se amolda o se va creando mediante el discurso que
predomine el momento histórico-político-social de determinado marco cultural.
Como recomendación se debe recalcar la necesidad de promover la investigación
83
de los textos o discursos en la psicoterapia desde una perspectiva que tome en
consideración lo cultural para ver la pertinencia de los mismos en la psicología
puertorriqueña. Las universidades necesitan promover una psicología puertorriqueña que
corresponda a las realidades sociales, culturales y políticas de Puerto Rico, revisando sus
currículos y agregando diferentes corrientes de pensamiento crítico que permitan ampliar la
visión del psicólogo puertorriqueño.
Peligros para la práctica de la consejería psicológica en Puerto Rico
Es un error aceptar acríticamente el discurso de la psicología positiva y el
significado que ofrece de la felicidad, hacerlo es claramente una consecuencia de la falta de
pensamiento crítico sobre el discurso del conocimiento psicológico. Lo propuesto por la
psicología positiva no es nada novedoso, ni aporta nada original. Es más bien una relectura
a postulados como el de Aristóteles que hacia referencias a la importancia de las virtudes
para alcanzar la felicidad. Es entonces, un repaso de la eudamonía, pero utilizando toda
una maquinaria de poder y un mensaje positivista científico para validarse y proclamarse
como “la ciencia de la felicidad”.
El discurso de Seligman sobre la felicidad, da la impresión de que todo el trabajo
psicológico previo fue inútil y que los psicólogos que lo llevaron a cabo prácticamente no
sabían lo que hacían. Evidentemente no es así, ya que el quehacer de la psicología desde
sus inicios ha procurado buscar ayudar a las personas a vivir de una mejor manera, y en
última instancia, ayudarles en el proceso de buscar lo que la persona entiende que le hace
feliz. Es por esto que se recomienda que el profesional de la psicología se nutra de los
diferentes marcos teóricos críticos que existen y realice un análisis de las técnicas y teorías
propuestas antes de incorporarlas a su práctica profesional. De esta forma, garantiza
84
respetar la individualidad de cada sujeto y dejará de un lado las categorías discursivas
Seligmanianas, trabajando de esta forma con una psicología que responda a las realidades
de cada ser humano y no con una psicología genérica que busca colocar en dichas
categorías a cada persona. Entonces, se debe evitar que los psicólogos en su afán por
estandarizar las condiciones humanas, reproduzcan las ideologías propuestas por los
discursos de poder, como el de la psicología positiva. Asimismo, que eviten el convertirse
en agentes repetidores de dichos discursos y no reproduzcan en sus intervenciones esas
ideologías. Por lo tanto, en la práctica de la psicología se debe considerar más allá del
enfoque positivista, la importancia que tienen otras formas o paradigmas para hacer ciencia
como lo son: la teoría crítica o el construccionismo.
Finalmente, cualquier psicólogo que ejerza profesionalmente, debe conocer el
significante felicidad y los procesos de su significado, ya que las personas que acuden en
busca de psicoterapia lo que persiguen es precisamente una mayor sensación de felicidad
en sus vidas. Por consiguiente, un análisis del discursivo crítico sobre el significado de la
felicidad aplicado a la práctica de la psicología, puede hacer contribuciones significativas al
bienestar humano, ya que es capaz de dar cuenta del rol y el uso del lenguaje en la
psicoterapia, así como el discurso o eventos comunicativos, para evitar la reproducción de
la dominación ideológica foránea en el proceso terapéutico. En consecuencia, el uso de
una psicología crítica sería por excelencia la práctica ideal de dicha disciplina y ampliaría
el conocimiento del psicólogo, que en ocasiones se limita a aceptar como cierto, todo
aquello que se propone por entidades de poder como la APA. En fin, comparto lo expuesto
por Fernández & Comes (2009) cuando indicaron que si el fundamento único de la
psicología positiva es promover una fundamentación metateórica para la existencia humana
85
óptima, es algo insustancial e irrelevante.
Conclusiones
El lenguaje crea unas realidades dando un sentido para las personas en un
determinado contexto cultural, político e histórico. Dentro del marco de la psicología
positiva Seligman cree que el lenguaje descubre o refleja una realidad natural, mientras que
realmente el lenguaje no refleja sino construye dentro de sus confines realidades llenas de
sentido. Así pues, lo importante no es descubrir la verdad sino buscar el sentido. La
felicidad es un constructo antropológico social, anidado en un contexto socio-económico-
político específico para un grupo, por lo que ninguna disciplina puede aseverar que puede
tener el significado auténtico de la misma. De lo anterior se desprende que en cuanto a la
felicidad y su significado, el mismo es creado mediante el lenguaje y existen significados
diversos que van atados a las particularidades sociales, culturales, políticas en momentos
históricos determinados.
La felicidad no existe como un evento natural tal y como se pretende en la
psicología positiva. Así pues, al no ser natural sino construido o creado no pueden existir
categorías universales que permitan ofrecer la fórmula de la felicidad, tal como la proclama
Seligman. Asimismo, las pruebas y cuestionarios creados por Seligman (2003) en su libro
“La Auténtica Felicidad”, si bien pudieran contener un consenso de la cultura neoliberal
americana, no así, pueden ser universalmente aplicados, ya que se trata de un significante
que varía en su significado de acuerdo con el contexto socio-histórico-político-cultural.
Existen así, diferentes consensos en determinadas épocas y de acuerdo a los
factores sociales, históricos y políticos, un significado de la felicidad, que es producto de
los discursos de poder que circulan en la sociedad y que responden a dichas circunstancias.
86
Dicho significado, no es estático ni estable, tan es así, que dentro de una misma familia en
determinada cultura y momento histórico cada miembro de la misma puede concebir el
significado de diferentes maneras, dependiendo a qué discursos y experiencias haya estado
expuesto.
En conclusión, la práctica de la consejería psicológica debe examinar qué
significado tiene para cada individuo la felicidad. Desenmascarar las ideologías político-
económicas subyacentes y prevalecientes en el discurso pretendidamente científico,
ayudará en el diseño de intervenciones que no sean guiadas por las ideologías importadas
que pretenden reclamar el verdadero conocimiento basados en los postulados positivistas.
La psicoterapia debe responder a las particularidades sociales, culturales e históricas de
cada sujeto.
Las personas al buscar ayuda persiguen lograr alcanzar un mayor nivel de
satisfacción en su vida, dicho en otras palabras, lograr una mayor felicidad. Se entiende
así, que parte fundamental del proceso de la psicoterapia es definir qué es la felicidad en
cada caso particular dentro del contexto político, social, económico, cultural y de esa forma
lograr intervenciones con un mayor nivel de pertinencia.
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