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Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas Facultad de Humanidades Departamento de Lingüística y Literatura TRABAJO DE DIPLOMA TÍTULO: El uso de bantuismos no religiosos en el municipio Primero de Enero. DIPLOMANTE: Arianette Aviles Delgado TUTORA: Dra. Gema Valdés Acosta Santa Clara 2012

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INTRODUCCIÓNFacultad de Humanidades
TRABAJO DE DIPLOMA
TÍTULO: El uso de bantuismos no religiosos en el municipio Primero
de Enero.
Santa Clara
2012
Pensamiento
___________________________________________________ Pensamiento
« Lo importante es la palabra, una palabra que es identidad y es verdad.»
Edmundo Desnoes
Dedicatoria
_______________________________________________________ Dedicatoria
quienes debo gran parte de lo que soy: mi abuela, dondequiera que esté,
y mi madre.
A
Agradecimientos
________________________________________________ Agradecimientos
A mi hermano, por sus horas de entrega, sacrificio y apoyo cuando más lo necesité. A mi madre, por todo su amor, paciencia y dedicación.
A mi padre, por su confianza.
A todos mis amigos, por brindarme su compañía en los momentos de alegría y estar
a mi lado en las horas difíciles.
A mi tutora, por su infinita ayuda.
A mis profesores, por haberme guiado en el camino del conocimiento.
Resumen
_________________________________________________________Resumen
Por el incalculable valor de la herencia africana en Cuba y la importancia
concedida al legado bantú en el español actual se plantea abordar como tema:
«El uso de bantuismos no religiosos en el municipio Primero de Enero». Para ello
se proponen los siguientes objetivos:
Caracterizar el uso de bantuismos no religiosos de acuerdo con las
variables género, edad y nivel de instrucción.
Determinar los campos semánticos de mayor pervivencia.
Establecer cuáles son los bantuismos más usuales en el vocabulario de los
habitantes del municipio Primero de Enero.
La actual investigación está compuesta por dos capítulos: en el primero se
establecen las concepciones teórico- metodológicas que sustentaron el presente
Trabajo de Diploma y en el segundo capítulo, integrado por cuatro epígrafes, se
expone el análisis del uso de bantuismos no religiosos en el municipio Primero de
Enero. Seguidamente se presentan las conclusiones, la bibliografía empleada, las
recomendaciones y los anexos.
Como principales resultados, se manifiesta un empleo considerable de
bantuismos en el municipio Primero de Enero pues un promedio de 79,7 %
demostró su uso. Los informantes de género masculino utilizan bantuismos más
asiduamente con un promedio de 82,25 % mientras que el 77,7 % de las féminas
los emplean. El segundo grupo etario demostró un mayor empleo de bantuismos
con un promedio de 75,8 %, luego los del tercer y primer grupos con un 83,7 % y
79,9 % respectivamente. En el nivel de instrucción inferior se utilizan los
bantuismos más asiduamente con un promedio de 81,7 %, seguidos por el nivel
superior con 79,7 % y 77,3 % en el nivel medio.
Los campos semánticos de mayor empleo son los de la música y las comidas y
bebidas.
Los bantuismos más estables son: bemba, bembé, bomba, bongó, cachimba,
cachumbambé, changüí, chimpancé, conga, dengue, fufú, guaguancó, guarapo,
malanga, mambí, marimba, ñame, quimbambas, quimbar (chocar una bola con
otra), quimbombó, sambumbia, tángana, tango, timbales (instrumento musical) y
zunzún.
Ñángara, zangandongo (con la acepción de haragán), quimbo, candonga y
cúmbila constituyen los bantuismos menos utilizados.
Indice
_______________________________________________________________Índice
1.1 Categorías teóricas. / 9
1.2 Procedimientos metodológicos. / 17
2.1 Según la variable género. / 20
2.2 Según la variable edad. / 34
2.3 Según la variable nivel de instrucción. / 46
2.4 Valoración del uso de bantuismos en el municipio Primero de Enero. / 57
CONCLUSIONES / 63
RECOMENDACIONES/ 65
BIBLIOGRAFÍA / 66
ANEXOS
Introducción
1
INTRODUCCIÓN
La llegada de los negros esclavos: su legado en la cultura cubana
De los más diversos rincones del continente africano llegó toda una nueva cultura
con rasgos distintivos de sus raíces a lo cual se le sumó la peculiaridad de la tierra
cubana. Estos hombres y mujeres fueron arrancados de sus lugares originarios
para enfrentarse a una realidad hasta entonces desconocida.
Sobre este asunto, Eduardo Torres Cuevas y Oscar Loyola Vega en Historia de
Cuba 1492-1898 aprueban que: «Su llegada a América es casi simultánea a la de
los españoles. Se ha afirmado que en las naves de Colón, en 1492, vino el
primero. Lo cierto es que desde el inicio muchos hidalgos se trasladaron con sus
sirvientes, entre los cuales se encontraban negros […] Su presencia acompañó,
como su sombra, a la del blanco […]» (2001: 60).
En la misma fuente se precisa que la primera autorización oficial para la entrada
de negros en América fue dada por la Corona en 1501, en correspondencia con
la nueva política que se inició en el año 1499 mediante la cual se perseguía la
introducción de mano de obra (2001: 60). En documentos oficiales como una carta
de Diego Velázquez del 1ro. de agosto de 1515 se hace clara la llegada de negros
a Cuba. Ya en 1525, con el propósito de un incremento poblacional, la corona
autorizó la entrada de 1000 esclavos negros, aunque no consta haberse cumplido
a cabalidad esta orden.
En años posteriores la introducción de la raza negra en el país continuó
incrementándose. De esta manera llegaron a convertirse en el tercer componente
social de la Isla donde se mezclaron españoles, aborígenes y negros
(fundamentalmente). Toda esta masa de esclavos negros procedía de disímiles
regiones del continente africano pero la gran mayoría, según afirma Sergio Valdés
Bernal en su libro Las lenguas del África subsahareana y el español de Cuba,
provenía del antiguo reino del Congo (1978: 107) que incluye el norte de Angola,
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la República Democrática del Congo y la República del Congo. Similar criterio
expone Miguel Barnet en La fuente viva, donde confirma que estos venían del
Congo (1983:198).
El comercio de hombres mediante la Trata Negrera fue una vía fundamental para
el ingreso de esclavos negros en la tierra cubana y una de las empresas más
desdeñables que pudieron establecerse contra el Nuevo Mundo, pues con ello se
inducía a la explotación humana. No solo esto sino diversas cuestiones
provocaron el desarraigo de aproximadamente quince millones de africanos de
distintos grupos étnicos. Cada uno, con sus costumbres, idiosincrasia, lenguas y
religiones, fue integrándose de manera gradual a ese nuevo entorno cultural
completamente diferente.
El Caribe fue el punto de encuentro de dos mundos que, hasta entonces, no
habían tenido contacto. La fusión de estas culturas (la autóctona, la europea y la
africana), dio lugar a una constante asimilación y enriquecimiento de valores
culturales. Debido a ello cada región se adjudicó sus propios modelos a partir del
número de población nativa que interactuó con la cultura de las distintas
metrópolis europeas (en el caso de Cuba, con la metrópoli de España) y las
diferentes etnias africanas.
Estos hombres procedentes de África se vieron obligados a mantener en secreto
sus creencias debido a la prohibición impuesta mediante el dictamen del Código
Negro de no participar en ceremonia alguna que estuviese apartada de la fe
católica. Tampoco tenían el derecho de expresarse en sus lenguas nativas pues
fueron obligados a aprender el idioma español.
Todo ello no imposibilitó la pervivencia de las manifestaciones culturales africanas
que han llegado hasta la actualidad: música, danza, religión, remanentes
lingüísticos y costumbres culinarias; lo cual, mediante un proceso de
transculturación, dio paso a la identidad del cubano. Se produjo una imbricación
de elementos religiosos autóctonos, africanos y españoles que posibilitaron un
constante intercambio, del cual se fue formando una nueva religiosidad que ha
variado según el contexto y el status de sus practicantes en cada una de las
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épocas. Esas similitudes permitieron la pérdida de algunos rasgos y la adquisición
de otros que darían paso al arraigo de nuevas concepciones religiosas. Así renace
una nueva Cuba y con ella toda una mezcla de creencias y costumbres que
formarían la identidad del país.
Este dilatado proceso de formación de la idiosincrasia cubana ha incitado la
reflexión de muchos intelectuales, pero ninguno lo ha definido tan magistralmente
como Don Fernando Ortiz:
Cuba es un ajiaco. Ante todo una cazuela abierta. Eso es Cuba, la olla
puesta al fuego de los trópicos… Cazuela singular la de nuestra tierra,
que ha de ser de barro, muy abierta […] ahí van las sustancias de los más
diversos géneros y procedencias. La indiana nos dio el maíz, la papa, la
malanga, el boniato, la yuca y el ají picante […] Los castellanos
desecharon esas carnes indias y pusieron las suyas. Y todo ello fue a dar
sustancias al nuevo ajiaco de Cuba. Con los blancos de Europa llegaron
los negros del África […] Y luego los asiáticos con sus misteriosas
especies de Oriente; luego los franceses con su ponderación de sabores
[…]; y los angloamericanos con sus mecánicas domésticas que
simplificaron la cocina […] Con todo ello se ha hecho nuestro nacional
ajiaco. Y en todo momento el pueblo nuestro ha tenido como el ajiaco,
elementos nuevos y crudos acabados de entrar en la cazuela para
cocerse […] Mestizaje de cocinas, mestizaje de razas, mestizaje de
culturas. Caldo denso de civilización que borbotea en el fogón del
Caribe… (1940: 163).
Este ajiaco no pudo desdeñar el elemento africano, legado que constituye una
fuente de valía inagotable para la cultura cubana, pues los componentes
distintivos de diferentes grupos étnicos: lucumí, congo, carabalí, mandinga, ewe-
tshi y hamito-negroide han permeando diversas aristas del entorno cubano
(Lachatañeré, 1961: 66). Estudios actuales han puesto en vigencia la
denominación del grupo étnico yoruba en lugar de lucumí, algo que se ha tenido
en cuenta. En el punto de vista lingüístico, según apuntan Gema Valdés Acosta y
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Myddri Leyva Escobar en «Papel actual de la mujer en la transmisión del legado
lingüístico africano en Cuba», dejaron su huella «la yoruba con predominio de las
creencias de la santería o Regla de Ocha; la efik-ibibio de la Sociedad Secreta
Abakuá; la adja- fon de la Regla Arará, y las culturas bantúes, de la Regla de Palo
Monte» (2007: 27).
Desde siglos pasados lingüistas e historiadores cubanos habían mostrado su
interés en comprobar la importancia del componente africano en las diversas
aristas de la cultura en Cuba. Fray José María Peñalver, según aparece en la
Antología de lingüística cubana (1977), fue uno de los primeros en indagar sobre
esto cuando en el año 1795 presentó ante la Real Sociedad Patriótica de La
Habana su «Memoria que promueve la edición de un diccionario provincial de la
Isla de Cuba» donde abogaba por la inclusión de voces negras que estaban
siendo aceptadas por la raza blanca.
Fernando Ortiz, sin duda alguna uno de los grandes estudiosos sobre el tema,
desde épocas tempranas supo reconocer y demostrar con precisión la huella del
legado africano en la cultura cubana. Contribuyó a cimentar las bases de lo que
sería una rica temática investigativa en obras como «Los afronegrismos en
nuestro lenguaje» (1922), artículo publicado en la Revista Bimestre Cubana;
Glosario de afronegrismos (1924) y Estudios etnosociológicos (1991). En la
segunda de las obras citadas expone un listado considerable de palabras
procedentes de la cultura africana, donde también incluye bantuismos. Estudios
etnosociológicos es una obra que remite a la llegada de los negros esclavos a la
Isla y esclarece la importancia que el autor le confiere al legado bantú. De manera
general, en dichas publicaciones se ahonda en el modo de decir y hacer asumido
por estas culturas al establecerse en Cuba, así como la significación que
adquieren todos sus aportes en la idiosincrasia del cubano.
Las afirmaciones constatadas por Sergio Valdés Bernal y Miguel Barnet en Las
lenguas del África subsahareana y el español de Cuba (1978) y La fuente viva
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(1983), respectivamente, condujeron a una confirmación rotunda acerca de la
importancia conga en el país.
Lydia Cabrera se convirtió en otra de las portavoces de la huella africana en la
Isla. En El Monte (1954) supo plasmar las creencias y costumbres religiosas
practicadas por los mismos negros cubanos pues según la propia autora son estos
quienes, sin mediar filtros cientificistas, lo conforman. Vocabulario Congo. El bantú
que se habla en Cuba (1965), constituye otra de las obras que ha marcado la
herencia africana a través de un acercamiento a la forma expresión de esta
cultura.
En el mismo siglo destacados investigadores, entre los que sobresalió Esteban
Pichardo (1985), continuaron con la búsqueda de numerosos africanismos.
Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola Vega en Historia de Cuba. 1492-1898
(2001) ofrecen una panorámica histórica sobre la llegada de los negros esclavos a
la Isla y su inserción en las actividades económicas. Del mismo modo, se refieren
a la manera en que fueron enfrentando la nueva realidad.
Todas estas investigaciones contribuyeron a la adquisición de conocimientos
generales más profundos sobre la importancia del legado africano, lo cual permitió
que se procediera al presente estudio con bases más sólidas.
En relación con temáticas directas centradas en intereses lingüísticos sobre
remanentes bantúes, fueron de gran valía diferentes trabajos que revelaron todo
un estudio minucioso sobre el tema y que constituyen antecedentes de la
investigación.
El artículo «La herencia bantú en el centro de Cuba: los hechos lingüísticos», de
Gema Valdés Acosta, forma parte de estos antecedentes. Aquí aparecen datos
reveladores sobre la llegada de negros congos al centro del país. Se declara que,
de los esclavos bautizados en la antigua provincia de Las Villas entre 1840 y 1870,
el 41 % fue de negros congos, siguiéndole el grupo guineano con un 29,34 %. Por
lo que la región central de Cuba ha recibido la influencia del grupo bantú (conocido
como congo en Cuba), fundamentalmente: «sobre la importancia de este grupo en
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la región central de Cuba hay datos más reveladores como para considerarlo el
más significativo grupo étnico de origen africano en el centro de nuestro país»
(2000: 24). De igual modo la autora hace referencia a los hechos lingüísticos que
se producen en el centro de Cuba, lo cual proporcionó una visión integradora más
cercana a la zona de estudio.
En «Bantuidad lingüística en Cuba» (2001), Gema Valdés Acosta aborda sobre los
grupos étnicos que aportaron riquezas culturales al país, precisa además
características de la cultura bantú y expone resultados sobre los bantuismos en el
español coloquial.
Los remanentes de las lenguas bantúes en Cuba (2002), de Gema Valdés Acosta,
constituye otro de los antecedentes de la investigación. En dicha obra se exponen
las principales problemáticas asumidas referentes a la presencia de bantuismos
en Cuba. Se precisa además el concepto de remanentes de lenguas bantúes,
determinante para el presente estudio.
Resultó importante consultar el Trabajo de Diploma realizado por Leidy Cabana,
«Descripción de remanentes lingüísticos de origen bantú en la región de Sagua la
Grande» (2005), donde se presentan los principales bantuismos acogidos en la
zona y las características de los mismos.
En el Diccionario de bantuismos en el español de Cuba, de Gema Valdés Acosta y
Myddri Leyva Escobar (2009), se pudieron constatar las palabras de origen bantú.
De esta fuente se extrajeron todos los bantuismos elegidos para la posterior
comprobación de uso.
De todos los antecedentes consultados solo dos se dedican al estudio de actitudes
lingüísticas. Uno de estos es el Trabajo de Diploma «Actitudes lingüísticas ante
términos de procedencia bantú en el español de Cuba» realizado por Jeisel
Aguiar. Los patrones metodológicos del mismo fueron conocidos mediante la
tutora pues este no pudo estudiarse directamente por no existir copia en la
Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. El otro antecedente lo constituye
«Actitudes sociolingüísticas ante términos de procedencia bantú en el español de
Cuba» de Gema Valdés Acosta, estudio publicado en Sociolingüística y
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Dialectología (2009), el cual ya había sido presentado en el XI Taller de
Antropología Social y Cultura Afroamericana en el año 2007.
Todas estas investigaciones llevaron a corroborar la jerarquía que ha adquirido la
herencia bantú en la cultura cubana, así como reconocer la necesidad de
continuar indagando sobre el tema. Se ha comprobado la existencia de aspectos
aún no zanjados pues, de los antecedentes consultados, ninguno se ha dedicado
a determinar con qué reiteración se emplean los bantuismos en el español actual
de Cuba. Esto impulsó a realizar un modesto aporte a la labor que con tanto
esmero han desarrollado historiadores y lingüistas cubanos; de esta manera se
destacaría la valía sobre el estudio del léxico de origen africano que, como parte
de la identidad del cubano, ha penetrado en el acervo cultural al punto de formar
parte indisoluble de su modo de hablar.
Problema, hipótesis y objetivos
Se considera que el léxico de origen africano es un campo relativamente poco
estudiado y valorado, pues muchas personas le restan importancia; por ello se
pretende que la actual investigación contribuya a otorgar la verdadera estima que
merecen las lenguas africanas, especialmente las bantúes.
Por el incalculable valor de la herencia africana en Cuba y la importancia
concedida al legado bantú en el español actual se propone como tema: «El uso de
bantuismos no religiosos en el municipio Primero de Enero».
Para el desarrollo del presente tema de investigación se partió del siguiente
problema: ¿Cómo se comporta el uso de bantuismos no religiosos en los
habitantes del municipio Primero de Enero?
Ello dio lugar a establecer como hipótesis:
La población del municipio Primero de Enero emplea en su vocabulario
bantuismos no religiosos en dependencia de las variables demosociales
género, edad y nivel de instrucción.
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Las áreas semánticas donde se hace más usual la utilización de estos
bantuismos son las de la música y las comidas y bebidas.
Como objetivos se persigue:
Caracterizar el uso de bantuismos no religiosos de acuerdo con las
variables género, edad y nivel de instrucción.
Determinar los campos semánticos de mayor pervivencia.
Establecer cuáles son los bantuismos más usuales en el vocabulario de los
habitantes del municipio Primero de Enero.
Estructura del informe
La actual investigación está compuesta por dos capítulos. En el primero se
establecen las concepciones teórico- metodológicas que sustentaron el presente
Trabajo de Diploma. El segundo capítulo, integrado por cuatro epígrafes que
responden a cada una de las variables seleccionadas, expone el análisis del uso
de bantuismos no religiosos en el municipio Primero de Enero; en el último
epígrafe se ofrecen algunas consideraciones que tributan a la interrelación
producida entre las variables estudiadas. Seguidamente se presentan las
conclusiones para posteriormente especificar la bibliografía utilizada, las
recomendaciones y los anexos.
1.1 Categorías teóricas
Con el propósito de proceder a deslindar los aspectos teórico- metodológicos que
sustentaron el presente estudio, se plantea como punto de partida la definición de
remanentes de lenguas bantúes dada por Gema Valdés Acosta en Los
remanentes de las lenguas bantúes en Cuba: «Incluimos en este concepto todas
las formas lingüísticas, rituales o no, cuyo origen está demostrado
lexicográficamente y que han sido transmitidas dentro de la cultura conga en
Cuba» (2002: 45).
Teniendo en cuenta lo planteado anteriormente, esta investigación se enfoca en
un interés lingüístico asociado a la identidad nacional cubana. Para ello se parte
del precepto que expone Gema Valdés Acosta en «Bantuidad lingüística en
Cuba»: «La cultura y la lengua conforman un unidad indisoluble, ya que la función
nominadora que cumple un sistema lingüístico acompaña a la realidades y
fenómenos culturales, dándole forma y constancia permanente» (2001: 64), pues
la lengua contiene en sí las bases culturales de cada pueblo o nación, de modo
que se nutre del pasado e influye en el futuro.
Para abordar el aparato conceptual, se ha tenido en consideración las
coordenadas seguidas en este pues son de dos tipos fundamentales: las
categorías que responden a descripciones propiamente lingüísticas y aquellas que
caen en el terreno de los estudios sociolingüísticos. El sistema de categorías se
expondrá siguiendo este razonamiento.
Los conceptos lingüísticos trabajados se enmarcan en un enfoque semántico,
estos son sinonimia y campo semántico.
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La sinonimia, según explica Vicent Nyckees en «Las relaciones semánticas
externas», es considerada como:
La relación entre dos o más unidades léxicas de formas diferentes que
presentan una misma significación. El único criterio decisivo para esta
identidad de significación reside en la sustitución del contexto: dos o más
términos o expresiones serán considerados sinónimos si la substitución
[sic] de uno por otro en un mismo enunciado nos permite obtener dos
enunciados de igual significación (2007: 236).
Es preciso tener en cuenta que sinonimia no equivale a igualdad pues «muy pocas
palabras son completamente sinónimas en el sentido de ser intercambiables en
cualquier contexto sin la más leve alteración del significado objetivo, el tono
sentimental o el valor evocativo» (Ullmann, [s.a.]: 160), sería un error declarar una
inexistencia absoluta de tal fenómeno.
Se llamará entonces sinonimia a la coincidencia existente entre algunos semas
pertenecientes a dos o más vocablos diferentes.
Para la ubicación de las palabras según su campo semántico se ha tomado el
criterio de L. Berubé quien define esta categoría como un «conjunto de unidades-
palabras que comparten un mismo campo de significados y cierto número de
constituyentes semánticos (semas)» (1991:54). Este autor propone la siguiente
clasificación por campos semánticos:
Platos especiales y sus ingredientes
Bebidas especiales y sus ingredientes
Palabras relacionadas con acciones dentro de este sector semántico (por
ejemplo: comer, beber, etcétera.)
4. Los fenómenos naturales:
Topónimos
Básicamente se ha tenido en cuenta este criterio de clasificación, aunque se
realizaron algunas modificaciones con la finalidad de facilitar el trabajo
organizativo. En el campo semántico de las comidas y bebidas han sido incluidas
las plantas comestibles y en el de los objetos los sustantivos metonímicos
colindantes. Las palabras relacionadas con la música, que podían pertenecer al
campo semántico de las relaciones sociales, se separaron en un nuevo campo
semántico, el de la música, por la jerarquía de este subgrupo.
Respecto a las categorías que se enmarcan dentro de los estudios
sociolingüísticos se pueden señalar dos enfoques fundamentales: aquellas que
están dedicadas al análisis del discurso y las que se vinculan al comportamiento
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de la sociedad (donde aparecen ubicadas las variables demosociales que se
trabajan en el presente estudio). En el primer grupo se encuentran actitud
lingüística, contexto y situación comunicativa.
El concepto de actitud lingüística emana de la psicología. Su estudio se remonta a
la década de los años 60 del siglo XX en las obras de W. Bright (1966), J.
Fishman (1969) (citados por Valdés Acosta, 2009) y otros. Esta categoría ha sido
manejada desde diferentes enfoques relacionados con lengua- pensamiento-
sociedad, a pesar de ello se pueden establecer dos direcciones fundamentales en
su definición: la vertiente mentalista y la conductista.
La primera de estas considera la actitud lingüística como un «estado de
disposición» (Allport, 1967; citado por López Morales, 1994) mientras que la
conductista precisa que son «respuestas lingüísticas a situaciones sociales» pues
aboga por el análisis de las actitudes asumidas en las interacciones comunicativas
reales (Margo, 1991; citado por López Morales, 1994).
Ambas direcciones han sido expuestas a disímiles señalamientos. Las mayores
críticas hacia la primera de estas se han encaminado a la carencia de datos
específicos que posibiliten la inferencia de actitudes y mecanismos que permitan
la medición de hechos. En los conductistas se señala su poco poder de
predictibilidad pues se limitan a describir un hecho de la conducta.
La mayor parte de los especialistas, entre ellos López Morales (1994), se inclinan
hacia la posición de los mentalistas ya que, mediante el desarrollo de la
sociolingüística actual, se han logrado superar los vacíos metodológicos antes
señalados.
Para el tratamiento de las actitudes lingüísticas se han manejado criterios que
parten de ambas fuentes pues las mismas ofrecen verdades relativas, todo ello
vinculado al desarrollo posterior de la lingüística. Por lo mismo se parte de la
definición que propone Yolanda Lastra en Sociolingüística para hispanohablantes.
Una introducción donde incluye la opinión sobre el interlocutor. Considera las
actitudes lingüísticas como «el índice afectivo, cognoscitivo o de comportamiento
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de reacciones hacia diferentes variedades de la lengua o hacia sus hablantes»
(1992:418).
El análisis de las actitudes asumidas por los informantes parte de dos posiciones:
valoraciones positivas y valoraciones negativas del dato pues no se considera que
exista una posición neutra.
Se entiende como actitud positiva «aquella que utiliza o acepta el término sin
rechazo», mientras que una actitud negativa es «aquella que rechaza activa o
pasivamente el fenómeno. Entendemos por manejo pasivo y activo del dato su
uso en repertorio, o sea, puede haber un conocimiento del dato sin que este sea
usado activamente por el informante, entonces este elemento forma parte su
repertorio pasivo» (Valdés: 2009, 317).
Se hablará entonces de actitud positiva cuando la palabra es empleada por el
informante sin ningún tipo de rechazo, y de actitud negativa cuando, aun siendo
utilizada la palabra, se manifiesta cierta limitación para su uso en determinados
contextos o situaciones.
Otro de los aspectos importantes relacionados con las actitudes lingüísticas son
las características de las mismas expuestas en «Actitudes sociolingüísticas ante
términos de procedencia bantú en el español de Cuba» por Gema Valdés Acosta:
«Entre ellas las más significativas para el análisis de su comportamiento en los
bantuismos del español de Cuba están que: son adquiridas, implícitas,
relativamente estables, varían en dirección y grado por lo que son dinámicas y se
ajustan a diferentes contextos históricos» (2009: 316).
Cada hablante debe expresarse en un contexto y una situación comunicativa
determinados pues todo tipo de significados es procesado mediante su
contextualización (Lemke, 1988 y Pellowe, 1990; citado por Carrillo Guerrero: 2009).
La noción de contexto se puede definir de formas diferentes, es compleja en sí
misma y en relación con el contexto. Esta relación no se limita al texto, sino que
también y más directamente a los interlocutores y a su situación comunicativa
(bien inmediata a la acción de la lengua o bien en una situación más amplia). Así
se puede hablar del contexto lingüístico (las diversas unidades que se combinan),
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lingüísticas), del contexto social (las acciones verbales de las personas situadas
social, institucional e ideológicamente) y del contexto de la situación comunicativa
que tiene lugar.
En el campo de la lingüística interaccional (Gumperz, 1999; citado por Carrillo
Guerrero, 2009) el contexto ha sido considerado no como algo ya dado en la
interacción sino que se proporciona en el transcurso de esta, y su construcción
depende de las prácticas inferenciales de acuerdo con las convenciones que los
hablantes puedan o no compartir. Se habla entonces de indicios de
contextualización sobre los que pueden actuar los hablantes pues en cada
situación comunicativa seleccionan un determinado grado de formalidad.
El concepto de situación ha sido una categoría manejada desde diferentes
enfoques: como elementos espaciales y temporales que rodean el acto
comunicativo; elementos espaciales, temporales, tópicos y psicológicos de un acto
comunicativo; y como elementos espaciales, temporales, cognoscitivos,
psicológicos y pragmáticos de un acto comunicativo.
Según Carrillo Guerrero:
«Los textos y los discursos se construyen mediante selecciones hechas en
respuesta a la situación retórica o situación comunicativa. Y desde una
perspectiva pragmática, los usuarios de la lengua no solamente actúan como
individuos sino que también actúan formando parte de una comunidad, una
cultura y una ideología» (2009: 220).
Una situación comunicativa determinada es considerada como el «conjunto de las
circunstancias en que se produce un acto lingüístico. Incluye, por lo tanto,
elementos tanto lingüísticos como sociales, se refiere tanto al contexto en que se
inserta el acto individual como a las condiciones sociales en que se desarrolla»
(Berruto, 1979: 122).
Berruto considera que en una situación, además de los roles exhibidos y/o
esperados del hablante y del oyente y un sobreentendido, se tienen en cuenta un
conjunto de conocimientos recíprocos que el hablante y el oyente tienen de sí
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mismos, de la realidad exterior y de las posibles anteriores interacciones
comunicativas. El mismo mensaje dicho por el mismo hablante al mismo oyente y
en el mismo código, cambia de significado al variar, aunque sea solo uno, de los
elementos de la situación. Toda situación comunicativa es en sí inigualable e
irrepetible. (1979: 123)
En cuanto a lo relacionado con las variables demosociales (género, edad y nivel
de instrucción), se han seguido los criterios propuestos por Francisco Miguel
Martínez Martín en Fonética y sociolingüística en la cuidad de Burgos (1983).
Debido a la diversidad de opiniones sobre dichas categorías se precisará a
continuación cómo han sido asimiladas estas.
El sexo y la edad constituyen variables biológicas que funcionan con valores de
grupos sociales. Por tanto, son consideradas como variables sociales para
analizar fenómenos lingüísticos. La primera de estas ha sido denominada variable
género pues cuando el sexo funciona como variable social es recomendable
utilizar este término.
En torno a la variable social género existen diferentes hipótesis: las mujeres son
más conservadoras, más arcaizantes, manifiestan mayor manejo de las perífrasis
para aspectos negativos, se comportan con mayor cortesía (poco uso de
imperativo), además tienen mayor precisión en algunos campos semánticos
(Jespersen, 1976 y Labov, 1976; citados por Martínez Martín, 1983).
A la variable social edad se le ha conferido una doble perspectiva: como elemento
para tener en cuenta dentro de los rasgos sociales y como elemento que se
inserta en la temática del cambio lingüístico. Se tuvo en consideración, además,
que la diferenciación generacional tiene marcas lingüísticas de gran importancia
para estudiar las tendencias de los cambios. Adquiere mayor importancia en dos
tipos de condiciones sociales: en las sociedades que no tienen escritura y en las
que existe marginación de la tercera edad. En el manejo de esta variable es
importante tener en cuenta los siguientes aspectos: cosmovisión del mundo,
paradigma cultural y religioso que refleja; manejo de refranes, dichos, proverbios;
así como manejo de esferas tabúes y connotaciones asociadas.
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Con relación a esta variable, estudiosos como Labov (1976) y Martínez Martín
(1983) han dividido su universo de investigación en tres grupos. En el primer
grupo se tienen en cuenta las edades donde se estabiliza la competencia
lingüística, de veinte a veinticinco años. A este le sigue la época de madurez
lingüística, de treinta y cinco a cincuenta y cinco años. El tercer grupo etario se
conforma a partir de los cincuenta y cinco años donde se considera obtener una
permanencia en el lenguaje. En cualquier investigación que se pretenda obtener
una valoración de los cambios lingüísticos se debe disponer de datos de dos
generaciones sucesivas pertenecientes a la misma sociedad en una misma época.
De este modo se obtendrán resultados con hechos concretos para describir las
tendencias de los cambios. Se han seguido estos criterios para la ubicación de los
informantes en grupos etarios determinados con el único ajuste de incluir las
edades de frontera no mencionadas, este pequeño cambio metodológico se
corresponde con el objetivo del trabajo.
Ambos autores, a diferencia de los estructuralistas, consideran válido el estudio de
la dinámica del cambio lingüístico a partir de lo que llaman «tiempo aparente» es
decir, el estudio a través de las generaciones. Esta dinámica, como se había
planteado anteriormente, se ha seguido en la presente investigación a partir del
estudio sincrónico -diacrónico.
Las variables género y edad poseen similitudes pues ambas constituyen variables
de hecho, no son elegidas por los hablantes y no se pueden compartir dos grupos
simultáneamente dentro de cada variable. La diferencia entre estas consiste en
que el género es permanente mientras que la edad es una variable transitoria.
La variable social nivel de instrucción se define como el grado de conocimientos
necesarios para ejecutar una profesión, se considera además que la educación es
esencial para la estratificación social. Esta es la variable que ocasiona una división
más abrupta en la pirámide social, se subdivide en grupos sociales identificados
por el manejo de un área de conocimiento específico. Se han enfrentado
dificultades teóricas para delimitar niveles altos, medios y bajos pero la mayoría de
17
los estudiosos han coincidido en ajustar el criterio de norma a las condiciones de
una sociedad dada en un momento determinado.
Teniendo en cuenta estos criterios, en el análisis se estableció como nivel de
instrucción bajo o inferior la enseñanza primaria, o sea de preescolar a sexto
grado; en el nivel medio se enmarcaron los informantes que habían cursado el pre
universitario o técnico medio y en el nivel alto o superior aquellos que alcanzaron
estudios universitarios. De igual manera se han denominado nivel de instrucción I,
II y III respectivamente.
1.2 Procedimientos metodológicos
Luego de precisar los conceptos y categorías que sustentaron la presente
investigación se pasará a establecer la metodología seguida.
Inicialmente se tomaron cincuenta y cuatro palabras de origen bantú del
Diccionario de bantuismos en el español de Cuba con el único requisito de que no
estuviesen relacionadas estrictamente con la religión. De la misma fuente se
extrajo la clasificación en cuanto a su pertenencia al lenguaje general o coloquial,
solo en el caso de bembé y bilongo que aparecían como palabras pertenecientes
al reservorio religioso cultural se consultó el Diccionario de la Real Academia
Española. Las palabras extraídas pertenecientes al lenguaje general son:
bambula, bembé, bomba, bongó, cachimba, cachumbambé, changüí, chimpancé,
conga, cumbancha, dengue, fufú, guaguancó, guarapo, malanga, mambí,
marimba, mucama, ñame, quimbambas, quimbar (chocar una bola con otra),
quimbombó, sambumbia, tanga, tango, timba, timbales (instrumento musical), tufo
y zunzún. Ampanga, bemba, bilongo, bitongo, cafunga, candanga, candonga,
cañengo, cúmbila, fuácata, fula, gandinga, guara, guasanga, ñángara, ñinga,
quimbar (practicar el acto sexual), quimbo, sandunga, sánsara, sirimba, tángana,
timbales (tener coraje), titingó, tonga, tucutú y zangandongo forman parte del
lenguaje coloquial.
18
De estas cincuenta y cuatro palabras, seis fueron analizadas a partir de dos
acepciones (fula, guasanga, quimbar, timbales, ñinga y zangandongo), lo que
implicaría una comprobación de uso de sesenta significados. Es necesario
esclarecer que en todas las palabras escogidas no se tuvieron en cuenta la
totalidad de acepciones adquiridas por las mismas (Ver anexo 2).
Posteriormente se pasaría a la recogida de datos mediante la técnica abierta. Para
ello se confeccionó el cuestionario con un total de treinta y cinco preguntas con
incisos, garantizando tener una para cada palabra y significado. Este fue aplicado
a un total de cuarenta y cinco informantes mediante la vía indirecta en una sola
sesión de una hora aproximadamente para la mayoría de los informantes, pero en
algunos casos se hizo necesario aplicarlo en dos sesiones con el fin de precisar
datos que inicialmente no quedaron confirmados.
Para la elección de los informantes se tuvo como requisito que residiera en el
municipio, al menos, por un período de quince años. El municipio Primero de
Enero, provincia Ciego de Ávila, posee 29 123 habitantes, de ellos 15 614
hombres y 13 509 mujeres. Es necesario aclarar que no fue escogido por poseer
características distintivas que lo hicieran hereditario de grandes tradiciones
religiosas afrocubanas, lo cual sí es necesario en estudios rituales.
De los cuarenta y cinco informantes seleccionados, veinticinco pertenecen al
género femenino y veinte al masculino; quince, catorce y dieciséis a los grupos
etarios uno, dos y tres respectivamente; ocho informantes se ubican en el nivel
primario de instrucción, veinticinco en el nivel medio y doce en el nivel de
instrucción superior. Estos datos serán ubicados a continuación en una tabla.
CANTIDAD DE INFORMANTES POR VARIABLE
Variable género Variable edad Variable nivel de
instrucción
Femenino Masculino G.e. I G.e. II G.e. III Primario Medio Superior
25 20 15 14 16 8 25 12
G.e.: grupo etario.
19
Luego de haber concluido con el trabajo de campo se pasó a la contabilización de
los datos. Para ello se confeccionaron tablas de diversas modalidades donde
estos pudieran organizarse con mayor facilidad. Primeramente se hicieron las
tablas que respondían al empleo de bantuismos en cuanto a reiteración de uso,
luego aquellas donde se ubicaron los datos correspondientes a la actitud
lingüística asumida por los informantes y finalmente la tabla de acuerdo a campos
semánticos. Todas estas tablas se harían en correspondencia con los datos
pertenecientes a cada variable.
Todo esto viabilizaría la obtención de los resultados finales que serían
organizados en una lista descendente de acuerdo a la reiteración de su uso. En
los casos que coincidieron los porcentajes de uso de algunas palabras se siguió
un orden alfabético.
El trabajo metodológico con las variables se ha hecho primeramente de forma
individual para luego, en el último epígrafe, integrar los resultados que aportaron
cada una de estas. Siguiendo este procedimiento se podría analizar más
detalladamente el resultado de cada variable para el posterior análisis totalizador.
Se ha tenido en cuenta cuáles son las palabras que se emplean, las palabras que
se conocen por el informante pero no son utilizadas y aquellas que no se emplean.
Partiendo de los porcientos que ofrecen los resultados de estas tablas se han
considerado tres niveles de uso en el presente estudio: empleo máximo (de cien a
ochenta por ciento de uso), medio (de ochenta a cincuenta por ciento) y mínimo
(menos de cincuenta por ciento).
A continuación se expone el segundo capítulo que compone la presente
investigación donde aparece el análisis de los datos obtenidos
Capítulo 11
ANÁLISIS DEL USO DE BANTUISMOS
2.1 Según la variable género
La variable género fue una de las seleccionadas para comprobar el uso de
bantuismos; se consideró que podía revelar de qué manera iba comportándose el
empleo de los mismos tanto en hombres como mujeres. A dicha variable se
sumarían otras como edad y nivel de instrucción, las cuales permitirían un análisis
más profundo de los resultados arrojados por cada una de estas.
De un total de cuarenta y cinco informantes, veinticinco pertenecen al género
femenino y veinte al masculino.
Según revelan los resultados obtenidos existen diferencias entre hombres y
mujeres en el desconocimiento y manejo de los bantuismos estudiados. En el
primero de los casos se ubican cúmbila, fula (con la acepción de persona mala) y
quimbar (con la acepción de practicar el acto sexual) pues el 80 % de las mujeres
desconocían cúmbila, el 32 % fula como persona mala y el 16 % la palabra
quimbar con el significado de practicar el acto sexual.
Por su parte, los hombres ignoraron palabras como bitongo, el 30 % de
informantes de este género desconocían su significado superando así la cifra del 8
% de féminas que expresaron no conocerla. El 70 % de informantes masculinos
desconocían la palabra cúmbila y el 60 % ñángara al igual que la palabra quimbo,
por lo que se demuestra que los hombres manifestaron mayor desconocimiento de
ñángara y quimbo.
Con el mismo significado de ñángara el 20 % de informantes masculinos empleó
además la palabra comuñanga lo cual coincidió con el 12 % de informantes del
género femenino. Del 51,1% de informantes que desconocían la palabra ñángara,
21
el 6,7 % del total (5,3 % masculino y 1,4 % femenino) demostró conocer
solamente comuñanga.
Respecto al uso de ñángara es preciso destacar que, del 26,7 % de informantes
que la emplean, sólo el 11,1 % (9,1 % femenino y 2 % masculino) expresó
utilizarla en primera opción pues el resto (8 % de féminas y 7,6 % de hombres) la
utilizó en segundo lugar ya que preferían comuñanga. Esto indica que la palabra
ñangara está siendo sustituida por comuñanga aunque se mantiene en la última
algo de bantuidad.
Como se puede apreciar la pérdida de uso de estas palabras (con excepción de
bitongo) está presente en ambos géneros aunque los hombres demostraron
emplearlas más asiduamente pues en el caso de las mujeres se prefería su
empleo en segunda o tercera opción. Un promedio de 13 % féminas manifestaron
conocerlas pero forman parte del vocabulario de una minoría pues un 7 % las
utilizan y un promedio de 11 % de mujeres desconocen las palabras. Se puede
deducir que, en estos casos, las mujeres prefieren sustituir dichas palabras por
otras más adecuadas para su forma de expresión; en otros (que se precisarán en
la tabla de uso que se expone más adelante) no son empleadas debido al
desconocimiento que puede estar determinado por no encontrarse en las áreas de
conocimiento o vínculo más frecuente para ellas.
Por otra parte, se detectaron nuevos significados otorgados a determinados
bantuismos. La palabra quimbo con el significado de machete constituye uno de
estos ejemplos; el 12 % de informantes del sexo femenino coincidió afirmando que
consideraban un quimbo como casucha improvisada, rancho o bohío y una
informante (4 %) le confirió el significado de equipaje, bulto o jolongo. En cuanto a
la palabra ñángara, una informante (que representa el 4%) expresó un nuevo
significado para esta, la emplea para referirse a alguna persona que practique la
santería. Este significado no es algo generalizado pues ningún otro informante
expresó conocerlo.
Según lo analizado, el uso de bantuismos en esta variable se vincula a la actitud
lingüística asumida por los informantes. En relación con esto se puede apreciar
22
que, entre los factores estrechamente ligados a las variables, se pone de
manifiesto el papel que históricamente han jugado ambos géneros en la sociedad
y con ello las actividades que les han sido designadas, así como el medio propicio
en que han debido desarrollarse. Todo ello permite establecer una interrelación en
cuanto al conocimiento o desconocimiento de las mismas.
El género femenino demostró un conocimiento total de la palabra bambula, algo
que no ocurrió de la misma manera en los informantes de género masculino. Este
resultado puede estar determinado por lo planteado anteriormente, pues la mujer
cubana ha tenido una mayor vinculación a las actividades de costura, bordado y
tejido; mientras que los hombres se han mostrado en su mayoría reacios a este
tipo de labores. De los informantes que desconocían el significado de esta
palabra, el 10 % manifestó una actitud negativa y llegaron a afirmar «las mujeres
saben más de eso», «eso es cosa de mujeres». Este tipo de actitudes no se ha
podido erradicar aún a pesar del interés demostrado por gran parte de la población
en lograr la mayor equidad posible entre hombres y mujeres.
Se afirma que el 56% de féminas mostró una actitud negativa hacia algunas
palabras del lenguaje coloquial (serán precisadas más adelante) y de manera
general hacia esa forma de expresarse pues manifestaron conocerlas y no
emplearlas por no considerarlas parte de un «buen modo de hablar». Ello no
ratifica que tal actitud haya sido asumida solo por las mujeres pues el 30 % de
informantes masculinos demostró igual comportamiento.
Por parte de las féminas esta actitud negativa se manifestó ante el empleo de
palabras como: fula (en sus dos acepciones), timbales (con la acepción de género
reproductor masculino para expresar que una persona tiene coraje), quimbar
(practicar el acto sexual), ñinga (como sinónimo de mierda), titingó, cumbancha,
tucutú y cúmbila. Dichas informantes expresaron utilizarlas en determinadas
ocasiones pero siempre siendo muy cuidadosas de la situación comunicativa y el
contexto. En cuanto al uso o no de determinados bantuismos es preciso reconocer
que en ello también influyen, por supuesto, las otras variables seleccionadas para
el cumplimiento de nuestros objetivos.
23
Los informantes del género masculino que demostraron una actitud negativa lo
hicieron ante palabras como ñinga (como sinónimo de mierda), timbales (para
expresar que alguien tiene coraje), y cúmbila.
Informantes de ambos géneros asumieron una actitud negativa ante estas
palabras por considerarlas vulgaridades, ello no indica que no las utilizaran pero lo
hacían en situaciones comunicativas determinadas o en un contexto que lo
permitiera. Todo ello también estuvo muy relacionado con la educación familiar
recibida por los informantes y el medio en que se desarrollaban.
A continuación se presenta una tabla en la que aparecen los datos acerca de
actitud lingüística expuestos anteriormente. Todos estos se encuentran divididos
de acuerdo al género y constituyen los bantuismos ante los cuales se asumió una
actitud negativa por parte de los informantes.
ACTITUD NEGATIVA
estadounidense; persona mala).
coraje)
tiene coraje)
ñinga (sinónimo de mierda)
TOTAL:5 %
24
En cuanto a la utilización de bantuismos de acuerdo con los campos semánticos,
los más productivos son los de la música y las comidas y bebidas. Todas las
palabras seleccionadas pertenecientes a estos campos semánticos son
empleadas por el total de los informantes (con excepción de timba).
Seguidamente se presenta una tabla donde aparece expuesto el por ciento de uso
correspondiente a la variable género en cada campo semántico.
Campo semántico Género
Objetos 65,8 68,3
Hombre-físico 78,5 87,5
Música 100 100
Religión 94 97,5
El campo semántico de los animales también es empleado en su totalidad por
informantes de ambos géneros en cualquier situación comunicativa pues son
palabras que no poseen otros sinónimos que puedan sustituirlas. De este campo
semántico solo han sido heredados dos bantuismos, por esta razón no se ha
incluido como uno de los más usuales.
Como se establece en la tabla anterior, ambos géneros quedaron igualados en el
empleo de los campos semánticos de la música y los animales (este último está
integrado por solo dos palabras). En los restantes, el género masculino demostró
una mayor utilización de los bantuismos.
El campo semántico de las comidas y bebidas es el que establece una menor
diferencia en su uso, ello está determinado por el empleo de la palabra timba que
25
%.
La menor equidad se presentó en el campo semántico del hombre- físico con una
diferencia del 9 %, seguido por el de las relaciones sociales con un 7,1 % de
desigualdad. Luego, en el campo semántico de la religión se estableció una
diferencia de 3,5 %, en el de los objetos los hombres solo superaron a las mujeres
en un 2,5 %.
Con el propósito de exponer exhaustivamente los resultados obtenidos en cuanto
a la variable género, a continuación se presentan los mismos en una tabla. En
esta aparece el por ciento de empleo de cada uno de los bantuismos de acuerdo
con el género, seguido por el por ciento que representan los informantes que
conocen la palabra pero no la utilizan y finalmente el por ciento de informantes que
desconocen la palabra (consultar tabla, para ello remitirse a la página 26).
Se ha podido apreciar que la influencia de la variable género se manifiesta en
unas palabras más que en otras. Un ejemplo de ello es lo ocurrido con la palabra
cúmbila pues un 10 % de informantes masculinos la emplean en su vocabulario
habitual mientras que un 20 % de mujeres demostró conocerla solamente pues
expresaron haberla escuchado por sus esposos, padres o abuelos. El mayor
empleo de esta palabra por el género masculino puede estar determinado por los
mismos estereotipos que establece la sociedad con el propósito de mantener una
forma más conservadora en el modo de hablar de las féminas. Ellas son más
juzgadas en este sentido, lo cual puede ser uno de los factores que ha conllevado
a la mujer a tener mayor medida en su forma de expresión y, en general, de sus
actos. Su propia naturaleza de ser más delicada y en muchas ocasiones tener
menor vida social que los hombres también influyen en la forma de comunicarse.
De igual manera los informantes masculinos superaron a las féminas en el empleo
de otras palabras como cafunga con un ciento por ciento de empleo y solo un 80
% por parte de las mujeres. Un 90 % de hombres emplean la palabra candanga
más usualmente que las mujeres pues de estas solo la utilizan un 76 %.
26
(%)
chimpancé 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
zunzún 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
fufú 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
malanga 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
quimbombó 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
guarapo 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
ñame 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
sambumbia 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bomba 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
cachimba 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
cachumbambé 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bemba 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
dengue 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
27
tángana 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
mambí 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
quimbar (bolas) 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
quimbambas 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
conga 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
changüí 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
tango 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
guaguancó 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
marimba 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
timbales 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bongó 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bembé 25 20 45 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
timba 23 19 42 92 95 93,3 2 1 3 8 5 6,7 0 0 0 0 0 0
tonga 24 18 42 96 90 93,3 1 2 3 4 10 6,7 0 0 0 0 0 0
zangandongo (grande) 23 19 42 92 95 93,3 0 1 1 0 5 2,2 2 0 2 8 0 4,4
bambula 25 16 41 100 80 91,1 0 3 3 0 15 6,7 0 1 1 0 5 2,2
28
bilongo 22 19 41 88 95 91,1 3 1 4 12 5 8,9 0 0 0 0 0 0
timbales (tener coraje) 21 19 40 84 95 88,9 4 1 5 16 5 11,1 0 0 0 0 0 0
cafunga 20 20 40 80 100 88,9 5 0 5 20 0 11,1 0 0 0 0 0 0
sánsara 24 16 40 96 80 88,9 1 4 5 4 20 11,1 0 0 0 0 0 0
cañengo 22 17 39 88 85 86,7 2 2 4 8 10 8,9 1 1 2 4 5 4,4
fuácata 21 18 39 84 90 86,7 3 2 5 12 10 11,1 1 0 1 4 0 2,2
gandinga 20 19 39 80 95 86,7 5 1 6 20 5 13,3 0 0 0 0 0 0
sirimba 23 16 39 92 80 86,7 2 4 6 8 20 13,3 0 0 0 0 0 0
candanga 19 18 37 76 90 82,2 5 2 7 20 10 15,6 1 0 1 4 0 2,2
tanga 18 18 36 72 90 80 7 2 9 28 10 20 0 0 0 0 0 0
tufo 17 19 36 68 95 80 8 1 9 32 5 20 0 0 0 0 0 0
sandunga 20 15 35 80 75 77,8 5 5 10 20 25 22,2 0 0 0 0 0 0
ampanga 17 17 34 68 85 75,6 8 3 11 32 15 24,4 0 0 0 0 0 0
guasanga (situación
de relajación) 18 15 33 72 75 73,3 3 2 5 12 10 11,1 4 3 7 16 15 15,6
tucutú 17 13 30 68 65 66,7 7 7 14 28 35 31,1 1 0 1 4 0 2,2
29
guara 12 17 29 48 85 64,4 10 3 13 40 15 28,9 3 0 3 12 0 6,7
ñinga (poca cantidad) 16 11 27 64 55 60 6 4 10 24 20 22,2 3 5 8 12 25 17,8
guasanga (fiesta) 13 14 27 52 70 60 3 3 6 12 15 13,3 9 3 12 36 15 26,7
titingó 16 11 27 64 55 60 4 3 7 16 15 15,6 5 6 11 20 30 24,4
mucama 13 14 27 52 70 60 12 6 18 48 30 40 0 0 0 0 0 0
cumbancha 13 13 26 52 65 57,8 11 8 19 44 40 42,2 0 0 0 0 0 0
fula (dólar) 10 15 25 40 75 55,6 14 5 19 56 25 42,2 1 0 1 4 0 2,2
bitongo 15 10 25 60 50 55,6 8 4 12 32 20 26,7 2 6 8 8 30 17,8
fula (persona mala) 8 15 23 32 75 51,1 9 4 13 36 20 28,9 8 1 9 32 5 20
quimbar (sexo) 7 13 20 28 65 44,4 14 5 19 56 25 42,2 4 2 6 16 10 13,3
ñinga (mierda) 7 6 13 28 30 28,9 10 5 15 40 25 33,3 8 9 17 32 45 37,8
ñángara 7 5 12 28 25 26,7 7 3 10 28 15 22,2 11 12 23 44 60 51,1
zangandongo (haragán) 4 5 9 16 25 20 0 0 0 0 0 0 21 15 36 84 75 80
quimbo 3 3 6 12 15 13,3 10 5 15 40 25 33,3 12 12 24 48 60 53,3
candonga 2 2 4 8 10 8,9 22 15 37 88 75 82,2 1 3 4 4 15 8,9
cúmbila 0 2 2 0 10 4,4 5 4 9 20 20 20 20 14 34 80 70 75,6
30
Otra gran diferencia entre géneros se produce con la palabra fula en sus dos
acepciones. La primera connotación que asume esta en la sociedad cubana es
como sinónimo de dólar o C.U.C. y aquí se destaca la cifra de un 75 % de
informantes masculinos que la emplean superando a un 40 % de féminas que
demostraron utilizarla. Del mismo modo un 75 % de informantes masculinos
superó en el uso de fula en su segunda acepción, persona antipática o
desagradable, a un 32 % de mujeres que la emplean en su vocabulario habitual.
Como se puede apreciar el uso de la palabra fula en sus dos acepciones es
bastante frecuente en la población del municipio Primero de Enero aunque el 56 %
del género femenino prefirió sustituirla por otras palabras como dólar, C.U.C.,
chavito (en su primera acepción) y pesado, insoportable, indeseable (en su
segunda acepción).
En lo referente a la palabra fula es posible agregar otro significado otorgado por
dos informantes del género masculino que la emplean para designar a una
persona homosexual.
La palabra quimbar en su segunda acepción, practicar el acto sexual, también
arrojó resultados significativos en cuanto a diferencia de género pues es utilizada
por un 65 % de informantes masculinos y un 28 % de mujeres la emplean. En
relación con esto se debe señalar que solo el 13,3 % de informantes (8 %
femenino y 5,3 % masculino) hicieron uso de la misma como segunda variante
pues el resto la utiliza en ocasiones. Esto permite afirmar que la palabra es
considerada inapropiada o vulgar por parte de los informantes pues el 56 % de
mujeres demostró conocerla y no utilizarla al igual que un 25 % de hombres.
Sobre el uso de la misma se pude deducir entonces que el género masculino se
comporta menos cuidadoso que las mujeres en su forma de expresión
También existe disparidad con la utilización de la palabra tufo pues el 95 % de los
informantes masculinos la emplean frecuentemente y solo el 68 % de las féminas
la utilizan con igual frecuencia a pesar de conocerla un 32 % de ellas. Respecto a
esta diferencia, las féminas demostraron sustituir tufo por otras palabras más
31
refinadas como mal olor, peste, lo que conlleva a afirmar una vez más su cuidado
en la forma de comunicarse, algo que expresaron las propias informantes
Las féminas también quedaron superadas por los hombres en el uso de otros
bantuismos como gandinga, demostró emplearlo un 80 % de estas mientras que el
95 % de hombres manifestó su uso. El 85 % de informantes masculinos demostró
el empleo de guara, superando así al 48% de mujeres. Asimismo el 70 % de
hombres superó al 52 % de mujeres en la utilización de la palabra guasanga con
el significado de fiesta. Esta supremacía masculina en el empleo de los
bantuismos mencionados anteriormente permite afirmar que dichos informantes se
muestran más dicharacheros y espontáneos en su forma de expresión.
Por otra parte se debe resaltar la supremacía femenina en el uso de otros
bantuismos como sirimba, donde un 92 % de mujeres demostró su uso superando
así a un 80 % de hombres.
Las féminas se destacaron en el uso de ñinga como poca cantidad, palabra
empleada por el 64 % de mujeres y el 55 % de hombres. Del total de informantes,
el 80 % demostró emplearla en diminutivo (ñinguita) y el 75 % lo constituían
mujeres. Ello puede estar determinado por el uso del diminutivo que se hace con
esta palabra, más propio de las mujeres.
Durante el análisis del uso de bantuismos en la variable género se ha podido
apreciar que, de manera general, los informantes de género masculino utilizan
más asiduamente este tipo de palabras.
Las cifras planteadas anteriormente se encuentran en concordancia con la actitud
lingüística asumida por los informantes ya que las mujeres se mostraron más
reacias ante el empleo de estas palabras pues manifestaron que pretendían
comunicarse de la forma más adecuada, además no las consideraban parte de un
correcto modo de expresión. Por ello se puede afirmar que el 44,4 % del municipio
Primero de Enero demostró una actitud lingüística negativa ante la utilización de
determinados bantuismos (datos expuestos en la tabla de actitud lingüística), por
considerarlos palabras que pueden manifestar vulgaridad y debido a ello preferían
su uso en ambientes familiares y amistosos.
32
Seguidamente se exponen los niveles de uso que poseen los bantuismos
analizados.
Género femenino Género masculino
Nivel máximo Nivel medio Nivel mínimo Nivel máximo Nivel medio Nivel mínimo
chimpancé candanga guara chimpancé fula (dólar) ñinga (mierda)
zunzún tanga fula (dólar) zunzún
guasanga
(relajación)
zangandongo
(vago)
fufú
guasanga
malanga tufo quimbar (sexo) malanga fula (malo) quimbo
quimbombó tucutú ñángara quimbombó
ñame
cachimba
guasanga
guara
bambula
sánsara
sirimba
A continuación se pasará al análisis del uso de bantuismos de acuerdo con la
variable edad.
2.2 Según la variable edad
La variable edad fue otra de las seleccionadas para comprobar el comportamiento
del uso de bantuismos en el municipio Primero de Enero. Esta proporcionaría un
medio de confrontación con los resultados alcanzados en cuanto a la anterior
variable y así poder realizar una investigación más detallada que se
complementaría con la tercera y última variable, nivel de instrucción. Dicha
variable se integra por quince, catorce y dieciséis informantes en los grupos
etarios I, II, III respectivamente.
De acuerdo con los resultados arrojados por la variable edad es posible afirmar
que en algunos casos se ha producido un descenso en el empleo de los
bantuismos, en otros un aumento en el segundo grupo etario y en los restantes un
incremento en el uso de los mismos. Todo ello será detallado más adelante.
En relación con los bantuismos que han caído en desuso o descenso, se ha
producido una sustitución de estos por sinónimos o préstamos lingüísticos. El caso
más alarmante está dado con la palabra cúmbila pues no se emplea en el primer
grupo etario, actualmente se encuentra en total desuso por esta generación.
Cúmbila solo es utilizada por el 14 % del segundo grupo etario pero sí se conoce
por el 38 % de informantes del tercer grupo. Es necesario destacar además el
descenso que se ha producido en el empleo de la palabra candonga1. Esta no se
emplea por el primer grupo etario pues es utilizada mayormente por el tercer
grupo en un 19 % aunque solo el 10 % de este la utilizó en primera opción, con
ese mismo significado las palabras que expresaron en primera instancia fueron
merolico y catre en los tres grupos etarios. Bitongo, ñángara y quimbo constituyen
otras de las palabras menos empleadas por el primer grupo etario, solo las utiliza
un informante lo cual representa el 7 %.
Es pertinente destacar palabras como timbales, guara y tángana que se
mantienen en un total uso pues la generación más joven las emplea en un ciento
1 Aunque no es objetivo del presente trabajo, en el caso de esta palabra es posible que el uso se
relacione directamente con las características del cuentapropismo en el lugar que se estudia.
35
por ciento. Tángana es utilizada por el total de informantes de los tres grupos
etarios y guara por el total de los grupos uno y dos. A estas se suman otras que
han ido en aumento como fula (dólar 93 %; persona mala 100 %), quimbar 67 %
(practicar el acto sexual) y tanga 100 %. Esto puede tributar a la tendencia
existente en los jóvenes hacia una forma de expresión menos formal propia de la
edad.
En cuanto a la actitud lingüística asumida por los informantes, en los tres grupos
etarios se mostraron actitudes negativas ante el empleo de determinadas palabras
aunque en los segundo y tercer grupos las cifras establecen la diferencia. En
cuanto a ello es pertinente destacar que informantes de estos grupos expresaron
su inconformidad ante el modo de hablar de los más jóvenes pues «en ocasiones
no saben delimitar el contexto en que emplean ciertas palabras», algunas de ellas
clasificadas como bantuismos. Manifestaron además que el lenguaje empleado
por dichos jóvenes ha contribuido al deterioro que, según consideran, sufre el
idioma en los últimos tiempos. (Seguidamente se detalla esto en una tabla)
ACTITUD NEGATIVA
(50%)
fula (dólar; persona mala) fula (dólar; persona mala) fula (dólar; persona mala)
timbales (tener coraje) timbales (tener coraje) timbales (tener coraje)
quimbar (acto sexual) quimbar (acto sexual) quimbar (acto sexual)
ñinga (mierda) ñinga (mierda) ñinga (mierda)
titingó titingó titingó
tucutú tucutú tucutú
cúmbila cúmbila cúmbila
cumbancha cumbancha cumbancha
36
En esta variable el uso de bantuismos de acuerdo con los campos semánticos se
comporta de igual manera que en la anterior. Los más productivos son los de la
música y las comidas y bebidas, pues el ciento por ciento de los informantes utiliza
el total de palabras que integran los mismos, con excepción de timba. Esta
palabra es más usual en informantes del tercer grupo etario, en los restantes se
hace más frecuente escuchar dulce de guayaba aunque todavía es considerable
el grupo de informantes que utiliza timba. A continuación se presentan en una
tabla los datos relacionados con esta información.
Campo semántico
Objetos 65,2 71,4 64,6
Hombre-físico 78,3 90,2 79,7
Música 100 100 100
Religión 96,7 92,9 96,9
En la tabla anterior se ha podido apreciar que los campos semánticos de la
música y los animales se mantienen estables independientemente de la variable
edad. En dicha variable se hacen más visibles los cambios producidos en el
campo semántico de las comidas y bebidas ocasionados por el empleo o no de la
palabra timba, la única de este campo semántico que es sustituida en ocasiones
pues consta de un sinónimo que lo permita.
El segundo grupo etario se destaca en el empleo de las palabras que integran los
campos semánticos de los objetos, hombre- físico y las relaciones sociales.
Para presentar de manera más detallada los resultados obtenidos, a continuación
se expondrán los mismos en una tabla (véase tabla, página 37).
37
Total (%)
chimpancé 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
zunzún 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
fufú 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
malanga 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
quimbombó 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
guarapo 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
ñame 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
sambumbia 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bomba 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
cachimba 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
cachumbambé 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bemba 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
dengue 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
38
tángana 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
mambí 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
quimbar (bolas) 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
quimbambas 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
conga 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
changüí 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
tango 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
guaguancó 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
marimba 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
timbales 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bongó 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
bembé 15 14 16 45 100 100 100 100 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
timba 14 12 16 42 93 86 100 93 1 2 0 3 7 14 0 7 0 0 0 0 0 0 0 0
tonga 13 14 15 42 87 100 94 93 2 0 1 3 13 0 6 7 0 0 0 0 0 0 0 0
zangandongo
(grande) 13 14 15 42 87 100 94 93 1 0 0 1 7 0 0 2 1 0 1 2 7 0 6 4
bambula 11 14 16 41 73 100 100 91 3 0 0 3 20 0 0 7 1 0 0 1 7 0 0 2
39
bilongo 14 12 15 41 93 86 94 91 1 2 1 4 7 14 6 9 0 0 0 0 0 0 0 0
timbales (tener
coraje) 15 14 11 40 100 100 69 89 0 0 5 5 0 0 31 11 0 0 0 0 0 0 0 0
cafunga 12 14 14 40 80 100 88 89 3 0 2 5 20 0 13 11 0 0 0 0 0 0 0 0
sánsara 12 12 16 40 80 86 100 89 3 2 0 5 20 14 0 11 0 0 0 0 0 0 0 0
cañengo 10 13 16 39 67 93 100 87 3 1 0 4 20 7 0 9 2 0 0 2 13 0 0 4
fuácata 12 12 15 39 80 86 94 87 2 2 1 5 13 14 6 11 1 0 0 1 7 0 0 2
gandinga 12 13 14 39 80 93 88 87 3 1 2 6 20 7 13 13 0 0 0 0 0 0 0 0
sirimba 12 12 15 39 80 86 94 87 3 2 1 6 20 14 6 13 0 0 0 0 0 0 0 0
candanga 11 14 12 37 73 100 75 82 4 0 3 7 27 0 19 16 0 0 1 1 0 0 6 2
tanga 15 11 10 36 100 79 63 80 0 3 6 9 0 21 38 20 0 0 0 0 0 0 0 0
tufo 10 13 13 36 67 93 81 80 5 1 3 9 33 7 19 20 0 0 0 0 0 0 0 0
sandunga 11 12 12 35 73 86 75 78 4 2 4 10 27 14 25 22 0 0 0 0 0 0 0 0
ampanga 10 12 12 34 67 86 75 76 5 2 4 11 33 14 25 24 0 0 0 0 0 0 0 0
guasanga
(relajación) 13 11 9 33 87 79 56 73 1 2 2 5 7 14 13 11 1 1 5 7 7 7 31 16
tucutú 6 11 13 30 40 79 81 67 8 3 3 14 53 21 19 31 1 0 0 1 7 0 0 2
40
guara 15 12 2 29 100 86 13 64 0 2 11 13 0 14 69 29 0 0 3 3 0 0 19 7
ñinga (poca
cantidad) 4 10 13 27 27 71 81 60 5 2 3 10 33 14 19 22 6 2 0 8 40 14 0 18
guasanga
(fiesta) 6 9 12 27 40 64 75 60 3 1 2 6 20 7 13 13 6 4 2 12 40 29 13 27
titingó 2 10 15 27 13 71 94 60 4 2 1 7 27 14 6 16 9 2 0 11 60 14 0 24
mucama 1 12 14 27 7 86 88 60 14 2 2 18 93 14 13 40 0 0 0 0 0 0 0 0
cumbancha 6 10 10 26 40 71 63 58 9 4 6 19 60 29 38 42 0 0 0 0 0 0 0 0
fula (dólar) 14 11 0 25 93 79 0 56 1 2 16 19 7 14 100 42 0 1 0 1 0 7 0 2
bitongo 1 9 15 25 7 64 94 56 7 4 1 12 47 29 6 27 7 1 0 8 47 7 0 18
fula (malo) 15 6 2 23 100 43 13 51 0 6 7 13 0 43 44 29 0 2 7 9 0 14 44 20
quimbar (sexo) 10 8 2 20 67 57 13 44 4 5 10 19 27 36 63 42 1 1 4 6 7 7 25 13
ñinga (mierda) 1 6 6 13 7 43 38 29 7 4 4 15 47 29 25 33 7 4 6 17 47 29 38 38
ñángara 1 3 8 12 7 21 50 27 1 3 6 10 7 21 38 22 13 8 2 23 87 57 13 51
zangandongo
(vago) 4 3 2 9 27 21 13 20 0 0 0 0 0 0 0 0 11 11 14 36 73 79 88 80
quimbo 1 1 4 6 7 7 25 13 3 6 6 15 20 43 38 33 11 7 6 24 73 50 38 53
candonga 0 1 3 4 0 7 19 9 13 11 13 37 87 79 81 82 2 2 0 4 13 14 0 9
cúmbila 0 2 0 2 0 14 0 4 0 3 6 9 0 21 38 20 15 9 10 34 100 64 63 76
41
En la tabla consultada se ha podido apreciar un total descenso en el empleo de la
palabra cúmbila, solo se utiliza por el segundo grupo etario aunque el tercero sí
domina el significado de la misma, lo cual no ocurrió con el primero de estos
grupos. Luego de dar a conocer su significado al primer grupo etario, afirmaron
emplear palabras con un similar significado: compinche y yunta. El uso de titingó
también ha disminuido considerablemente ya que en la generación más joven solo
se utiliza por un 13 %. Estos expresaron haberla sustituido por otras como: sal p’
afuera, bronca, lío, despelote, piñasera.
Otros bantuismos han descendido en el vocabulario de las nuevas generaciones,
estos son bitongo (7 %) y cumbancha (40 %). En su lugar los más jóvenes utilizan
palabras como vividor, chulo y recosta’o para bitongo; party, el lugar y fiesta han
sustituido al bantuismo cumbancha.
También ha disminuido el uso de bantuismos como: ñinga (poca cantidad y
mierda), tufo, ampanga, cañengo, sandunga, tucutú y mucama. En este grupo
etario ñángara se ha sustituido por come candela y comunista, fuácata por estar
pasma’o, estar en la ruina y estar en bancarrota.
En el segundo grupo etario es más frecuente el empleo de bantuismos como tufo,
cumbancha, cúmbila, ampanga y sandunga.
La palabra fulastre ha sido sustituida en su uso por fula, solo tres informantes del
tercer grupo etario la utilizan lo cual representa el 6,7% del total. Esta sustitución
de fulastre por fula puede estar determinada por la economía de recursos a la que
tiende el lenguaje, lo cual se hace más visible mediante su estudio a través de
generaciones sucesivas.2
2 La etimología de la palabra fula proviene de dos fuentes: una africana que deviene en bantuismo
y otra procedente de la germanía (argot de grupos que no están socialmente integrados) que
viene del corte de fulastre en ful que significa falso o fallido.
42
En el primer grupo etario fula no se conoce solo con el significado de persona
mala sino que también la emplean para referirse a una situación desagradable,
por lo que se puede reconocer un nuevo significado otorgado a la palabra.
En el tercer grupo etario es donde más se emplea la palabra ñángara, con igual
significado también utilizan comuñanga (aunque se mantiene algo de bantuidad en
comuñanga). En las restantes generaciones ha disminuido su uso debido a la
sustitución por otras palabras como comunista o come candela.
Como se puede apreciar, de manera general, se ha producido un descenso
gradual en el empleo de bantuismos. Ello puede estar determinado por la
renovación constante del lenguaje que, en la mayoría de los casos, es más
recepcionada por la juventud. También es preciso tener en cuenta que las
palabras suplidas poseen varios sinónimos, algo que posibilita la sustitución de las
mismas, lo cual no ocurre con los bantuismos pertenecientes a los campos
semánticos de los animales, música y el de las comidas y bebidas (con excepción
de timba).
El segundo grupo etario se destaca por el uso de bantuismos, seguido por el
tercero, aunque la diferencia la establece una sola palabra (timbales con el
significado de tener coraje) por lo que se puede considerar bastante estable la
aparición de este tipo de palabras. Ya en el primer grupo etario se observa una
disminución en el empleo de estos bantuismos, aunque algunos como guara y fula
se han hecho muy frecuentes en dicho grupo.
A continuación se expone la tabla relacionada con el nivel de uso (véase la tabla
de la página 43).
Seguidamente se pasará al análisis del uso de bantuismos de acuerdo con la
variable nivel de instrucción.
Nivel máximo
Nivel
medio Nivel mínimo Nivel máximo Nivel medio Nivel mínimo Nivel máximo Nivel medio Nivel mínimo
chimpancé bambula tucutú chimpancé tanga fula (malo) chimpancé ampanga ñinga (mierda)
zunzún candanga guasanga (fiesta) zunzún fula (dólar) ñinga (mierda) zunzún candanga quimbo
fufú sandunga cumbancha fufú tucutú zangandongo (vago) fufú
guasanga (fiesta) candonga
guasanga (relajación) ñángara malanga sandunga quimbar (sexo)
quimbombó cañengo zangandongo (vago) quimbombó
ñinga (poca cantidad) cúmbila quimbombó
timbales (tener coraje)
guarapo quimbar (sexo) titingó guarapo titingó candonga guarapo tanga guara
ñame ampanga quimbo ñame cumbancha quimbo ñame cumbancha fula (malo)
sambumbia bitongo sambumbia guasanga (fiesta) sambumbia
guasanga (relajación) fula (dólar)
cachimba mucama cachumbambé cachimba
cachumbambé candonga bambula cachumbambé
timbales cúmbila tonga bambula
guara bemba dengue
tángana dengue sánsara
sirimba tufo
mucama tucutú
2.3 Según la variable nivel de instrucción
La variable nivel de instrucción fue la última seleccionada pues mediante el
análisis del comportamiento de uso en esta se obtendría información suficiente
para completar la investigación. De un total de cuarenta y cinco informantes, ocho
poseen un nivel de instrucción primario, veinticinco un nivel medio y doce
informantes cursaron la educación superior.
El empleo de bantuismos según esta variable se comportó de la siguiente forma:
los informantes del nivel de instrucción más bajo (enseñanza primaria) utilizan los
bantuismos con mayor asiduidad (81,7 %), seguidos por los informantes que
poseen un nivel de instrucción elevado (enseñanza superior, 79,7 %), mientras
que los informantes que poseen un nivel de instrucción medio (enseñanza media,
77,3 %) son los que emplean con menor frecuencia estos bantuismos.
El ciento por ciento de informantes del nivel de instrucción primario utiliza con
mayor frecuencia: guasanga (fiesta), sandunga, sirimba, sánsara, titingó, timba.
En estas palabras hay un predominio del campo semántico de las relaciones
sociales. A pesar de constar con sinónimos que puedan sustituirlas, se mantienen
de manera considerable en el uso de los habitantes del municipio Primero de
Enero lo cual indica la importancia de los bantuismos en el vocabulario de esta
población.
Bitongo (100 %), zangandongo (con la acepción de grande 100 %), cañengo (100
%), fuácata (100 %), gandinga (100 %), cafunga (100 %), ñinga (poca cantidad 88
%), tufo (88 %) y ñángara (63 %), son otros de los bantuismos utilizados
asiduamente. En estas palabras también existe un predominio del campo
semántico de las relaciones sociales.
Los informantes del nivel de instrucción superior demostraron utilizar
frecuentemente bantuismos como: candonga (17 %), fula (dólar 92 %; persona
mala 75 %.), quimbar (practicar el acto sexual, 50 %), quimbo (25 %), tanga (92
%), timbales (tener coraje, 100 %), ampanga (92 %), guara (92 %), fuácata (100 %
al igual que el nivel de instrucción primario). Sigue siendo el campo semántico de
47
las relaciones sociales el más frecuente pero seguido por el campo semántico de
los objetos que adquiere mayor uso en los informantes de este nivel.
En el nivel medio el uso de bantuismos disminuyó en comparación con los
restantes niveles de instrucción. Se destacaron en el empleo de palabras como
cúmbila (8 %) y ñinga (como sinónimo de mierda, 32 %).
ACTITUD NEGATIVA
(58,3%)
fula (dólar; persona mala) fula (dólar; persona mala) fula (dólar; persona mala)
timbales (coraje) timbales (coraje) timbales (coraje)
quimbar (acto sexual) quimbar (acto sexual) quimbar (acto sexual)
ñinga (mierda) ñinga (mierda) ñinga (mierda)
titingó titingó titingó
tucutú tucutú tucutú
cúmbila cúmbila cúmbila
cumbancha cumbancha cumbancha
Cantidad: 8
Significados: 9
TOTAL: 15 %
La actitud negativa asumida por los informantes de