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Graciela Cardarelli - Mónica Rosenfeld 2.1. El "estado del arte" de la participación ¿ Perversiones o posibilidades? En esta parte del trabajo, se caracterizarán los modos más arquetípicos de operar las políticas y programas par- ticipativos en los actuales escenarios, presentando cinco tipos de participación que no sólo no son excluyentes, si- no muchas veces complementarios y mutuamente refor- zadores. Se han exagerado ciertos rasgos en la descripción de ca- da una de las caracterizacioQ.es que siguen, porque se pre- tende que esta reconstrucción encienda un foco de atención y reflexión en tomo de algunas propuestas, a veces ingenua- mente adoptadas por funcionarios, programadores y traba- jadores sociales y otras veces no tan ingenuamente por quie- nes pretenden instalar un "sentido común legitimador" (Hinkelammert, 1986). 2.1.1. La participación para la sobrevivencia Bajo el paradigma casi incuestionado de la "autoges- tión", se privilegia la idea de que los grupos en desventa- ja, solos o con el apoyo de organizaciones privadas y/o públicas, son capaces de generar recursos físicos, econó- micos y organizacionales. Subyace la idea de una vuelta al ~stado subsidiario en su mínima expresión. A la vez ésta es la lógica de muchas agencias de finan- ciamiento que aportan recursos a ONGs, mediadoras en- tre los grupos de base y los fondos donados, constituyen- do una "cadena de la ayuda" (Organismos Internacionales de financiamiento-Estado-ONGs - Grupos pobres) que obtendría su éxito en el logro de la comunidad autoges- tionaria. 76

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2.1. El "estado del arte" de la participación

¿ Perversiones oposibilidades?

En esta parte del trabajo, se caracterizarán los modosmás arquetípicos de operar las políticas y programas par-ticipativos en los actuales escenarios, presentando cincotipos de participación que no sólo no son excluyentes, si-no muchas veces complementarios y mutuamente refor-zadores.

Se han exagerado ciertos rasgos en la descripción de ca-da una de las caracterizacioQ.es que siguen, porque se pre-tende que esta reconstrucción encienda un foco de atencióny reflexión en tomo de algunas propuestas, a veces ingenua-mente adoptadas por funcionarios, programadores y traba-jadores sociales y otras veces no tan ingenuamente por quie-nes pretenden instalar un "sentido común legitimador"(Hinkelammert, 1986).

2.1.1. La participación para la sobrevivencia

Bajo el paradigma casi incuestionado de la "autoges-tión", se privilegia la idea de que los grupos en desventa-ja, solos o con el apoyo de organizaciones privadas y/opúblicas, son capaces de generar recursos físicos, econó-micos y organizacionales. Subyace la idea de una vuelta al~stado subsidiario en su mínima expresión.

A la vez ésta es la lógica de muchas agencias de finan-ciamiento que aportan recursos a ONGs, mediadoras en-tre los grupos de base y los fondos donados, constituyen-do una "cadena de la ayuda" (Organismos Internacionalesde financiamiento-Estado-ONGs - Grupos pobres) queobtendría su éxito en el logro de la comunidad autoges-tionaria.

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Frente a crisis profundas de las economías nacionales,como lo fue el fenómeno hiperinflacionario desatado enla Argentina a mediados de 1989, emergieron algunasmanifestaciones de los grupos más afectados, como sa-queos a los supermercados y proliferación de ollas y co-medores populares. Esto generó un doble fenómeno: porun lado, quedó expuesta la capacidad de los sectores po-pulares para articular respuestas solidarias que paliaran lacrisis, que en algunos casos significaron el surgimiento ola consolidación de modalidades innovadoras de acción

colectiva. Por el otro, se instaló en las instituciones públi-cas y privadas de ayuda la "cultura de la emergencia" que,además de consolidar el modelo asistencial, fortaleció la

creencia en la autogestión de los pobres en torno a la sub-sistencia, acompañada, en todo caso por la provisión pú-blica y/o privada, de .insumos elementales.. La crisis, de esta forma, sería administrada socialmente

por Jos sectores que la padecen en sus aspectos más crudos,nucleados en general en torno a necesidades alimentarias.

Los gobiernos centrales, provinciales y/o toc:~l~ ins-trumentaroñ, a la luz de la "emergencia sociaP',~!].-!ñ~~Qe.carácter "participativo", a través de la transfe1]!1..::...~ia de recursos (cheques o alimentos), promoviendo y

. apoyando formas de organización comunitaria de. sociali-zación del trabajo (compras, reparto de aliment~~;cinay atención de comedores, etcétera).

En la medida en que las formas de interacción socialque genera la relación entre estas necesidades y respues-tas particularistas sean asumidas y legitimadas como "laparticipación posible y realista" en el actual contexto 50-cioeconómico, se corren riesgos de desactivar el procesode demanda social más calificada frente al estado y a otrasinstancias de poder.

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Otro de los riesgos es la tendencia a convertir en unasuerte de "modelo alternativo" a estrategias de sobrevi-vencia del sector informal, sin indagar si aquello que apa-rece como creatividad de los grupos, son respuestas co-

yunturales defensivas ante una experiencia traumáticacomún.

. Esta participación para la sobrevivenciapodría comen-zar a superar su carácter restringido y marginal en tantodeje de ser idealizada por técnicos y funcionarios, inten-tando potenciar en algunas de estas experiencias los gér-menes de relaciones sociales efectivamente novedosas que

puedan contener. También aquí se corren riesgos de ge-neralizaciones apresuradas que nuevamente realimentenel asistencialismo bajo el discurso de la autonomía de los

-.. grupos pobres.

2.1.2. La participación localista

En los últimos años y desde vertientes teórico-ideológi-cas diversas y aun enfrentadas, la dimensiém "local", comocontrapuesta a su noción correlativa de "lo global" (Aroce-na, 1988), es objeto de numerosas reflexionés y debates,que a su vez generan propuestas de estrategias y políticasvinculadas especialmente al desarrollo y a la acción socialterritorial.

Asociado a ello, y sustentando una posición crítica alexcesivo centralismo propio de las estructuras político-administratíVaS-dé-r¿s países latinoamericanos, los. temas

de la d~sc~Et!'~!!~.2~!9nyel papel del municipig,son vjsua-lizad.os po~ distintas corrientes como in~trl!mentos~ins-t~ncias para pr()mover ef desarrollo lo<;:at.

'Las más progresistas (Borja, 1987; Rondinelli, 1981; Fil-gueira, 1985), quizás ante la pérdida de referentes institucio-

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nales globales, al desencanto frente a los modelos totalizan-

tes y a la otrora idea rectora de "proyecto nacional", propo-nen al espacio local como ámbito de realización de la demo-

cracia, en general argumentando las posibilidades que en-cierra como viabilizador de formas de concertación socialyde mecanismos de desburocratización.

Estos autores asocian la descentralización con un pro-ceso de progresiva incorporación de los sectores excluidos

y marginados y con un mayor control y participación po-pular en la actuación de las administraciones públicas

'"' (Borja, 1987).En general estos abordajes se inscriben en la discusión

de una reforma del estado basada en el aumento de la in-

jerencia y el cambio del estilo de participación de la socie-dad en la trama pública (Arocena, 1988).

Algunas posiciones críticas en relación con estos su-

puestos, como las de De Manos y Coraggio, entre otros,señalan que es cuestionable que la descentralización searealmente efectiva para lograr estos objetivos, sin desme-dro de que pueda ocasionar resultados favorables a ciertascomunidades locales.

El argumento central de ambos parte del reconoci-miento del avance del capitalismo en nuestros países y dela consecuente transectorialización y transregionalizaciónde las inversiones, lo que indica que los procesos relevan-tes de acumulación en cada ámbito nacional han comen-

zado a estar protagonizados por grupos económicos quedespliegan sus acciones desbordando sus límites sectoria-les y/o territoriales iniciales.

Se estaría dando un "proceso de desarraigo territorial"en el cual el capital pierde paulatinamente su sentido depertenencia local. Este condicionamiento estructural re-lativiza el discurso que sostiene que la descentralización

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por sí misma, contribuye a que se produzcan "transforma-ciones socioeconómicas de tendencia igualitaria" o "cre-cimiento con equidad" en las colectividades locales.

"Es irreal considerar las relaciones interpersonales sinmediaciones del mercado y de la política y separadas de latotalidad social, en un mundo donde los medios nos ho-

mogeneizan a escala intercontinental y las tecnologías noson resultado de procesos controlables por los actores lo-cales y las fuerzas económicas y políticas que condicionannuestra vida cotidiana no son locales sino mundiales o porlo menos nacionales" (Coraggio, 1988).

En relación directa con el tema de la participación so-cial, estos debates invitan a recolocarla en un espacio queincorpora las tensiones propias de las dos posturas descri-tas (que pueden simplificarse como optimistas y escépticas),en términos de la relación desarrollo local-democracia.

Efectivamente, podría afirmarse que el escenario local

contiene todas las p~~~~i~g~asl~s pa~a ejercer form~;i~;=-~~~c:!()gale~_degobiernoc()n participación ciudadana (enun plano más macro) y toda-s las restrÍcc:lones que"éüñUe-

va i~~l1tificar Desarrollo Local cuand() no es-más que lareducción de las poblaciones pobres a sus propios barrjQ~(en [a-sintervenciones micro).

Por otra parte, y considerando estas supuestas tensio-nes entre lo micro y lo macro, entre lo "global" y lo "sin-guIar", ¿puede hablarse de formas institucionales y repre-sentativas de participación a nivel macro, desarticuladasde modalidades de participación de la gente en torno a in-tereses particulares que hacen a su bienestar inmediato (laeducación de sus hijos, el agua potable, la vivienda, etcé-tera)?

Si bien las posiciones escépticas alertan adecuadamen-

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te sobre el peligro de la idealización de la vida cotidiana ycomunitaria, es difícil imaginar una institucionalidad de-mocrática sin una "continuidad necesaria entre el lengua-je (discursos, significados, sentidos), la vida cotidiana y lavida política y esto exige un sustrato de experiencias ad-quiridas en los lugares donde se vive, se trabaja, se estu-dia" (Nun, 1987).

Pero volviendo a la gestión actual de los programas yproyectos autodenominados participativos, no son estosúltimos los argumentos que los sustentan, ni tampocosuelen diseñarse en el marco de una estrategia que apun-te a articular el mundo de las necesidades "de la proximi-dad" con el de la integración de demandas en el nivel po-lítico-institucional.

Más bien, en forma implícita, parecería que el modode intervención en los "territorios" de la pobreza asumie-ra formas clientelares y asistenciales de regulación y con:trol comunitario. "La movilización de las fuerzas localescon el fin de encontrar soluciones in situ favorece el ries-

~de repliegue dentro del barrio, en tanto. que _numero-

. Sosparámetros, sobre todo en materia de empleo, escapana ese nivel" (Prévot Schapira, 1996).14

Desde el polo institucional, por otra parte, las instanciasde representación de la sociedad civil a nivel municipal quehoy se promueven con status constitucional en muchos paí-ses (consejos de políticas sociales, comités intersectoriales,

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14. "No se aprecia la instauración de formas de distribución (y transferen-cia, según las autoras) entre los diferentes territorios ni estmcturas de solidari-dad entre las comunas; por el contrario, ]a reorganización planeada por las pro-vincias se inscribe en la lógica del 'divide y vencerás', basada en los localismosy los particularismos de los territorios." Marie France Prévot Schapira: "Las po-líticas de lucha contra la pobreza en la periferia de Buenos Aires, 1984-1994".En Revista Mexicana de Sociología.vol. 5, n02, 1996.

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etcétera) frecuentemente asumen formas ritualistas y esca-samente inclusivas de los sectores de menores recursos. Así,

por ejemplo, la participación formalizada en el gobierno lo-cal se asocia a una modalidad de convocatoria, bastante ge-neralizada, a organizaciones intermedias (promoviendo tan-to la creación como el fortalecimiento de las existentes) queentrarían en una suerte de sociedad con el municipio, regi-da por criterios cuasi empresariales, en general para la pro-visión de bienes de consumo colectivo.

En este caso, quedan afuera de los acuerdos aquellos sec-tores sociales que no tienen recursos para aportar y cuyasreivindicaciones poco interesan a los sectores más solventes,ellos "participarán" en proyectos en los que aportarán ma-no de obra para el mejoramiento del barrio y así serán los"protagonistas" del bienestar de su vida cotidiana.

Retornando la afirmación acerca de la viabilidad del de-

sarrollo de experiencias participativas en los espacios loca-les y la consecuente necesidad de "desterritorializar" la po-breza y experimentar formas de intervención real de losciudadanos en la gestión gubernamental, es necesario rei-vindicar modalidades de participación que involucren unavinculación orgánica entre estructuras de gestión socio-gubernamentales y prácticas democráticas descentraliza-das -y articuladas entre sí- en torno a intereses específicos.

La activación de estos movimientos de participaciónascendente y descendente (Bobbio, 1984)15puede superarlas deformaciones del formalismo y burocratización deciertos arreglos organizacionales vacíos de representa-

15. La distinción que entra en juego ya no es aquella entre poder de mu-chos o de pocos sino aquella entre poder ascendente y poder descendente. Lademocracia moderna nació como método de legitimación y control de las deci-siones políticas en sentido estricto, o de gobierno propiamente dicho, tanto na-

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ción16 y del encierro territorial de los que no tienen voz.El prerrequisito es la construcción colectiva y progresivade la viabilidad técnico-política de las propuestas. Es unaopción no sólo ideológica y conceptual sino también me-todológica y de formación intencional de todos los acto-res en el ejercicio de liderazgos democráticos.

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2.1.3. Neobeneficencia participativa

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A partir de argumentos que ponen el acento en la ac-tual crisis fiscal del estado, de la cual se desprende la nece-sidad de reducir el gasto social, surge el nuevo paradigmade la focalización (targetting). La propuesta de políticas yprogramas orientados a grupos focales se asocia en gene-ral, a una crítica a la prestación universal de servicios.

Esta prioridad en la atención de los grupos vulnera-bles se operacionaliza a través de la creación de Fondos deDesarrollo o programas similares con financiamiento ex-terno, que en general funcionan al margen de las estruc-turas sectoriales clásicas.

Básicamente la perspectiva de la focalización suponeconcentrar los recursos de la política social en los gruposcaracterizados como "vulnerables".

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cional como loca], donde el individuo es tomado en consideración en su papelgeneral de ciudadano y no en la multiplicidad de sus papeles específicos de fe-ligreses d~ una iglesia, de trabajador, de estudiante, de soldado, de consumidor,de enfenno, etcétera. Bobbio, N.: El futum de la DemarmÓa, Fondo de CulturaEconómica, México, 1984.

16. El criterio de representación es fundamental, no sólo en su referenciaa los aspectos procesales de ]a toma de decisiones colectiva, sino valores y prác-ticas democráticas desplegadas en la "unidad barrio" y en las instancias políti-cas de mayor agregación Ountas lnterbarriales, Comités de Salud, ConsejosMunicipales).

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Si bien tiene legitimidad la preocupación por refinarlos diagnósticos y la caracterización de las poblacionesque requieren mayor urgencia en la atención (niños de0-5 años, mujeres embarazadas, barrios carenciados), laconstrucción de estos grupos objetivos desde los espaciostécnico-institucionales conlleva algunas limitaciones y pe-ligros.

Por un lado, esta identificación de categorías técnicascristaliza situaciones de pobreza que son en realidad muycomplejas, heterogéneas y de fronteras difusas.

Por otra parte, las propuestas de focalización parecenignorar la multicausalidad del fenómeno de la pobreza.Cada vez se articulan menos con dimensiones que con-templen la necesidad de tomar medidas en el campo de lapolítica económica (ingreso, empleo, estructura de la pro-piedad, estructura tributaria) y del mercado (fijación de al-gunos precios), para combatir sus causas (Sojo, 1990).

El sujeto de la focalización es percibido desde su situa-ción de grupo carente de servicios, más que desde su po-sición en las relaciones económicas y políticas.

Los diagnósticos en los cuales se basa el diseño de losprogramas focalizados no expresan dinámicamente elcuadro de interacciones sociales, económicas y políticasde estos grupos, con lo cual no permiten definir con pre-cisión ni las metas ni los recursos ni los programas en quese expresan las políticas públicas (Franco, 1988). Esto noes sólo un problema de definición técnica, en tanto la in-terpretación de la realidad es en sí misma un proceso po-lítico en el cual toman parte no sólo los expertos sobre labase de su conocimiento particular y orientación valora ti-va, sino también otros actores de la escena pública (orga-nismos internacionales, partidos políticos, iglesias, etcéte-ra) (Offe, 1995).

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El uso del término "neo beneficencia" (Isuani, 1990)hace referencia al criterio residual y claramente restringi-do que la propuesta actual sostiene para la atención de losmás pobres, reflejado entre otras cuestiones, en el "achica-miento de la agenda" de programas para pobres, en la yux-taposición de proyectos para una misma población, en labaja calidad de la oferta de bienes y servicios a la que acce-de las poblaciones pobres, y la atomización de los recursosfinancieros a través de múltiples iniciativas desarticuladas.De ahí que el autor citado exprese que las políticas de fo-calización "atienden con muy poquito a pocos".

Sin duda, deben definirse criterios de selectividad paracubrir algunas necesidades básicas que hacen a la sobrevi-vencia. "Mientras que, por ejemplo, las políticas alimen-tarias pueden y deben ser focalizadas en aquella poblaciónque precisa los alimentos, la atención a la salud debe serpara todos e implica trabajar sobre la estructura de la sa-lud pública y la seguridad social" (Bustela e Isuani, 1991).

Difícilmente un encuadre de políticas con estas carac-terísticas, que segmenta a la población en categorías denecesidades y carencias particulares, pueda propiciar másque declarativamente la promoción de la participación so-cial. Los individuos y grupos pobres construidos desde laracionalidad técnica como "beneficiarios" a partir de ca-rencias específicas, se colocan en espacios reales y simbó-licos de participación reducidos al campo acotado y pre-definido por el déficit (juntarse para dar de comer, paraconstruir obras de infraestructura, para capacitarse para laatención de los niños). Éste es un tema complejo, porqueaquí se juegan tanto las percepciones subjetivas que cadaindividuo tiene con relación a la posición que ocupa en elsistema de relaciones sociales, como el balance que laspersonas o grupos "focalizados" realizan de los costos y

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beneficios que acarrea "salirse" de su categoría de benefi-CIano.

Por último, la focalización a ultranza deja expuesta ladesintegración de la trama social. En este punto vale la pe-na cerrar estas reflexiones citando a Claus Offe (1995):

Cuanto más especializadas se vuelven las políticas sociales entérminos de categorías sociales y categorías de necesidades, mástienden a socavar aquella parte del apoyo público que se deriva delcálculo de probabilidad del interés propio de cada uno. Cuantomás individualizadas se vuelven las estructuras sociales, cuantomás difieren los modos de vida y cuanto más fragmentados sonlos actores colectivos, menores son las razones para que los indi-viduos se vean a sí mismos como pertenecientes a una determina-da categoría social con una comunidad compartida de destinos yriesgos socio-económicos, y mayores razones tendrán los hacedo-res de política social para "focalizar" programas en las siempreestrechas categorías sociales y categorías de necesidad.

A la vez que se incrementa geométricamente la de-pendencia de los beneficiarios (asistencial y clientelar)con el estado y/o las organizaciones no gubernamentalesde apoyo.

2.1.4. La participación privatizada

Este punto se concentra fundamentalmente en las re-laciones entre el Estado y la sociedad civil, representadaspor el denominado Tercer Sector, Sector Independiente oNo Gubernamental, frente a la comprobación de que enel actual contexto de políticas gubernamentales compen-satorias, las organizaciones de la sociedad civil hoy pare-cen ser "redescubiertas" por el Estado, para establecercon ellas una suerte de sociedad para la acción social.

En un documento que analiza esta temática en el mar-

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co de la actual reducción del papel y funciones sociales delEstado, Eduardo Bustelo expresa:

Es importante destacar que, en el caso de los organismos nogubernamentales, las transferencias (de los gastos) se concentraríanprincipalmente -aunque no exclusivamente- sobre servicios socia-les especialmente destinados a servir a los sectores de bajos ingre-sos en los que es casi imposible "recuperar costos" y/o en serviciosde un elevado costo por beneficiario (por ejemplo: pacientes cróni-cos, discapacitados, menores abandonados, etc.). En los casos deservicios a sectores de ingresos medios y altos, la idea predominan-te es la de la privatización.17

Existe una encendida polémica acerca de las diversasideologías y racionalidad es que fundamentan esta revalo-rización de la sociedad civil. Ellas se despliegan desde crí-ticas a la lógica subyacente de privatización de lo socialcomo consecuencia del desmantelamiento de los Estados

de Bienestar, hasta valorizaciones acerca del potencial so-cial de las organizaciones para realizar acciones de biencomún, activar la participación y promover actitudes de-mocráticas y solidarias.

Cualquiera que sea el partido que se tome frente a es-tas perspectivas, lo que sí se constata en la realidad es quehoy, en medio de sistemas democráticos de economíaabierta, resulta inviable encarar políticas o programas so-ciales sin asumir un "modelo mixto" de trabajo entre elestado y sus servicios, el sector no gubernamental, las or-ganizaciones comunitarias, actores del mundo académico,empresario, de la comunicación social, y del que podría-mos llamar sector informal, constituido por la familia y lasredes de parentesco y vecindad.

17. Bustelo, Eduardo. "El Abrazo". E110ikO-',Revista de la facultad de Cien-

cias Económicas-VBA, año 3, n° 9, diciembre de 1995.

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Pero este sistema "deseable" se despliega en un esce-

nario en el que las organizaciones no gubernamentalesven restringidos sus presupuestos para funcionamiento,en especial por pérdida de acceso al financiamiento exter-no de las agencias de cooperación para el desarrollo.

Por lo tanto, se conforma un binomio integrado por

un Estado que las identifica como reaseguro de eficienciay eficacia y por organizaciones que encuentran en éste ca-si la única fuente de recursos y la posibilidad de brindarservicios continuadamente a su población-objetivo. Así,se instaura una relación, cuya lectura desde la "historiaoficial" de las mismas ONGs y del sector gubernamentalse traduciría en:

a) La emergencia de un modelo de relación más "ins-trumental y profesionalizado", sostenido por criterios deeficiencia y eficacia, que ubicaría teóricamente a los dossujetos de la ecuación en una cierta igualdad de interesesy poder para negociar.

b) Aun cuando las organizaciones sean convocadas "dea una", tendrían mayores grados de libertad para colocartemas, para poner en escala su experiencia, para operarcomo consultoras especializadas y definir con autonomíalas tecnologías sociales a adoptar.

c) El Estado, a su vez, avanzaría hacia modalidadesmixtas en la gestión de las políticas públicas, reservándo-se roles de financiamiento y control e incrementando sucapacidad analítica para sistematizar una programaciónde acciones cada vez más articuladas, costo-eficaces y de

mayor impacto en los que menos tienen.

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Las participaciones de la pobreza

Si bien estos criterios pueden ser poco discutibles entérminos ideales, por lo que operan como discurso circu-lante en el campo de las políticas sociales, lo que importa(como en todo proceso de concertación entre distintos ac-tores) es el grado real de paridad que se establece en lasrelaciones, la legitimidad y representatividad de los acto-

. res que "pactan" y el estilo de vínculo que se instala -amodo de reglas del juego- para procesar, acordar y ejecu-tar decisiones consensuadas. Esto, sin dejar de considerarcuáles son los criterios utilizados para seleccionar a las or-.. .gamzaclOnes-soclOS.

Es precisamente acerca de los "cómo" se desarrolla es-ta proclamada articulación entre el Estado y las organiza-ciones no gubernamentales donde se pretende ubicar es-tas reflexiones.

Las relaciones entre ambos actores no irrompen comonovedad en estos nuevos escenarios. Aunque desplegadabajo un discurso con menor carga pluralista que el actual,la vida conyugal entre el estado y el tercer sector no es re-ciente. De hecho siempre las llamadas áreas sociales delEstado fueron referentes de las demandas asistenciales yde los procesos participativos liderados por distintas aso-ciaciones, al actuar las primeras como organizadoras de losmecanismos de control político-institucional y cultural es-tablecidos para las organizaciones de la sociedad civil.

Pero a medida que el Estado se reduce progresivamen-te y que las organizaciones de masa partidarias y sectoria-les entran en crisis a la par que se producen las reformasen el aparato estatal (privatizaciones, desregulación, ra-cionalización), se van modificando los canales de forma-ción y transmisión de demandas. Así es como el estadoasistencial va distribuyendo sus recursos a actores socialescada vez más heterogéneos y disgregados, constituyendo

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mecanismos de relación que avanzaron desde el asisten-cidismo, como modo de reparto clásico (caritativo o tec-nocrático) a formas de clientelismo que asumen estilos ca-da vez más personalistas y ejecutivistas.

Contribuye a fortalecer y condicionar estas tenden-cias el considerable incremento de proyectos con fi-nanciamiento externo al estilo de Fondos Sociales, queproclaman insistentemente que las organizaciones nogubernamentales de desarrollo y asistenciales que ope-ran territorialmente deberían ser constituidas como ac-

tores relevantes por parte del estado para la ejecuciónde programas sociales.

Nunca como ahora los organismos internacionales decooperación (entre otros el BID, el Banco Mundial), trasun discurso que denuncia la ineficacia e ineficiencia de losaparatos estatales para la gestión de la acción social, otor-gan a estas organizaciones un papel excluyente en la ope-ración de los programas sociales. Se les adjudica también,el papel de "auditores sociales", en tanto serían los agen-tes más con fiables para controlar el uso de los recursos yevaluar la "satisfacción de los usuarios".

Entonces ¿el "encantamiento" del Estado con las ONGsestaría construyendo un nuevo contrato de política social?¿Este estilo de vínculo, que parece perfilarse como básica-mente clientelar, es un tipo de participación no moderno-pero el único posible- del universo no gubernamental enlas políticas de desarrollo social?

A continuación se desarrollarán algunos argumentosque intentan desentrañar estas y otras cuestiones referidasal nuevo "matrimonio turbulento" entre el estado y lasONGs.

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a) Acerca de la independencia y capacidad de las organi-zaciones para problematizar los temas sociales.

En los años '60 y '70, la gama de proyectos que se apoya-ban desde un Estado de Bienestar con más recursos financie-

ros daba cuenta de necesidades más diversas de las poblacio-nes pobres, tales como infraestructura urbana, equipamientocomunitario, escuelas, vivienda social, proyectos producti-vos, comedores escolares, capacitación laboral, etcétera.

Posteriormente, desde el sector gubernamental orien-tado a la asistencia y promoción de los pobres, se produjoun vaciamiento de los temas que se constituían en líneas deapoyo financiero, a la par que los organismos de coopera-ción internacionales fijaban agendas temáticas cada vezmás cerradas, para canalizar los recursos financieros.

Efectivamente, en un marco de reducción del gasto socialy de sucesivos cambios en el diseño estructural de los secto-res, el peso de los programas de infraestructura urbana, porejemplo, disminuyó notablemente, colocándose como eje delas políticas asistenciales a los programas alimentarios o te-matizando cuestiones o poblaciones que los organismos fi-nancieros internacionales priorizaban Góvenes, mujeres).

En consonancia con esto, las organizaciones no guber-namentales comenzaron a definir sus demandas de acuer-

do con la oferta estatal, achicando la gama de problemasa cubrir y reformulando sus objetivos y actividades con lasbases. Aun empobrecido, el Estado siguió modelando lasrelaciones con las instituciones sociales, siendo las únicas

demandas procesables, al decir de Calderón y dos Santos,"aquellas cuya satisfacción es posible en los más rigurososmarcos del sistema".18

18. Calderón, F emando y dos Santos, Mario: Sociedades sin atajos, Buenos

Aires, Paidós, 1995.

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Los gobiernos democráticos, frente a las nuevas rees-tructuraciones, sólo pudieron desplegar un "clientelismotradicional de pocos recursos", achicándose la gama de te-mas de la agenda de la promoción y la asistencia social. A lapar que, sobre todo las asociaciones vecinales disminuyeronsu capacidad de presión y negociación, comenzando un re-troceso a las prácticas más expresivas de prebendismos ypersonalismos político-partidarios. De todas maneras, enlos primeros tramos de la democracia, las organizacionesdemostraron mayor capacidad de articulación y presión, sino para imponer nuevas problemáticas para su tratamien-to, al menos para impulsar modalidades más innovadoraspara resolver temas priorizados. En 1991 se constituye, enla Argentina, el Primer Foro Nacional de ONGs, cuyospropósitos atendían no sólo a crear un espacio de articula-ción y debate entre ellas, sino también para contar con unmarco común que les permitiera vincularse con el Estadodemocrático, conservando su misión de "conciencia social"

para asegurar la politización de la pobreza.19El caso del Movimiento para el Hábitat en la Repúbli-

ca Argentina, que aglutinó ONGs y grupos de base, es unejemplo de impacto en las políticas públicas para definiroperatorias de vivienda adecuadas a las necesidades y po-sibilidades de los sectores más pobres.

Cabe aclarar que no se hace referencia aquí a los múl-tiples movimientos sociales entre los que pueden desta-

19. Entre los lineamientos establecidos por el Foro, se señalan: "Es erróneoasumir una posición de indiferencia frente al gobierno, pues las ONGs puedenhacer visible lo que para el gobierno es invisible. Deben promover la articula-ción constante, condicionada a la actitud del gobierno y hacer extensible esta ar-ticulación a los distintos sectores de la sociedad... Debe evitarse que las ONGssean usadas como intermedia dores casi bancarios". Informe final del Primer

Foro Nacional de ONGs, 15 y 16 de noviembre de 1991, Buenos Aires.

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carse los que surgieron para defensa y promoción de de-rechos, como el caso del Movimiento Nacional de Niños

y Niñas de la calle de Brasil, creado en 1985, que, a la vezde movilizar a la población infantil y a numerosas asocia-ciones de la sociedad civil brasileña, apunta a la creaciónde políticas públicas y de modalidades de gestión instiru-cional participativas. El caso de este tipo de movimientoso movilizaciones populares en torno a temas como la jus-ticia, derechos de minorías o poblaciones específicas, supermanencia y sustentabilidad y su impacto en la agendapolítica y social merecen un marco de análisis diferentedel de los programas y proyectos "participativos" destina-dos a los más pobres.

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b) Acerca del modelo de interacción Estado-organizacio-nes.

En oportunidad de la conformación del Foro de ONGs,ya mencionado, se expresaba: /

"La relación de las ONGs con el estado debe plantear-se, en lo posible, desde un marco institucional. Se com-prueba que un número importante de experiencias colabo-rativas ha surgido como fruto de relaciones personales,buena voluntad de un funcionario, más que como produc-to de relaciones estructurales. En ese sentido el Foro es un

paso importante para institucionalizar la relación."Las organizaciones comprendían hasta ese momento

que el aislamiento institucional y la falta de proyectosconjuntos las colocaban en una posición vulnerable a unacooptación estatal que les asignaba el papel de meros con-tratistas de proyectos preestablecidos.

Confirmando estas prevenciones, se instala en el apa-rato estatal y en las ONGs un modelo de interacción par-

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Graciela Cardarelli - Mónica Rosenfeld

ticularista (una ONG-un sector gubernamental) tras elargumento de compartir la estrategia de atención a lospobres, bajo el supuesto de constituir un reaseguro en lallegada de los recursos a los beneficiarios. El Estado na-cional recela de los Estados provinciales y éste de los mu-nicipales, y apela a organizaciones con cierta cobertura enlas zonas más pobres, quienes, a cambio de recursos y re-conocimiento, serían los agentes capacitados para "dar decomer", "cuidar niños", y contribuir a legitimar una agen-da social rutinizada y con pocos proyectos innovadores.

Varios factores de distinto orden contribuyen a mode-lar este estilo dé relación con clara preeminencia del sec-tor gubernamental frente a las ONGs.

Entre ellos pueden citarse: un clima socio-cultural dedes-solidarización generalizada que fragiliza las modali-dades más inclusivas de demandas de intereses colectivos,

la excesiva fragmentación y desarticulación de los pro-gramas estatales, la descentralización y focalización enpoblaciones cada vez más específicas, la convocatoria in-dividualizada a organizaciones, basada en criterios polí-tico-partidarios y/o de confianza en los antecedentestécnicos, la necesidad de ejecutar los fondos nacionales einternacionales en tiempos perentorios. A ello se suma,la crisis de financia miento externo que enfrentan lasONGs y la paulatina dilución de su misión de denunciay del papel de voceros de la inequidad social.

Esta fragmentación institucional se mueve en un con-texto de problemas estructurales con fuertes desigualdadesen la distribución del ingreso y del acceso al mercado la-boral, lo cual recorta, una vez más, la política económicade la política social, dejando pocos espacios para que lasorganizaciones agreguen demandas significativas del mun-do de la pobreza.

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Las participaciones de la pobreza

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De ahí la debilidad de las instancias colectivas que seproponían como más inclusivas de organizaciones, comoel Foro y otras iniciativas de redes, la vulnerabilidad de lasalianzas estratégicas entre sectores populares y ONGs pa-ra el diseño de políticas y la actitud de dependencia haciael estado proveedor~

En este sentido, esta forma de interacción asume carac-terísticas típicas del clientelismo. Éste supone un vínculodesigual entre quien distribuye y quien recibe recursos,bienes o servicios, propio también del asistencialismo.

Pero además implica la presencia de una combinaciónpeculiar de desigualdad y asimetría de poder con una apa-rente solidaridad mutua en términos de identidad personaly sentimientos y obligaciones interpersonales. Este mode-lo de relación clientelar refiere sobre todo a la presencia deuna norma de reciprocidad, una serie de significados com-partidos que sostengan las acciones de intercambio.20 Hoymás que nunca, estos significados compartidos adquierenla forma de una suerte de "sentido común legitimador": undiscurso público, una cierta racionalización circulante, unconjunto de reglas no escritas, que permiten que ambosactores se reconozcan como protagonistas de un espaciode relaciones igualitarias y compartidas en la esfera utili-taria (costos y beneficios) y en la esfera simbólica (valorese interpretaciones sociales).

Es en este escenario donde relaciones personales y je-rarquías logran desempeñar la función de canales simula-dos para la participación, la competencia y la obtenciónde recursos. Y es también allí donde las díadas patrón-

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20- Sobre diferentes concepciones de clientelismo, ver "La doble vida delclientelismo político" de Javier Auyero, en Revista Sociedad, Universidad deBuenos Aires, 1996-

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Graciela Cardarelli - Mónica Rosenfe/d

cliente sostienen a este clientelismo de los '90 como un

sistema privatizado de dominación, tal como lo defineGuillermo O'Donnell, que aniquila la dimensión de lopúblico.

Así, la pauta de relacionamiento estado-sociedad civilse arma en torno a circuitos de poder privatizados: desdeel estado, bajo el personalismo tecnificado o no y bajo lasobrepolitización de los apoyos asistenciales, y desde lasorganizaciones a partir del poder de negociación e in-fluencia de sus dirigentes.

Si las desigualdades sociales son crecientes podríapronosticarse un futuro de colonización recíproca entreaparatos estatales y ONGs, donde siempre estarían me-jor posicionadas las instituciones con mayor capacidad degestión, las que tienen apoyo político y/o las más profe-sionalizadas. Siguiendo a Castells (1986) se beneficiaránaquellos que puedan combinar conocimientos personalescon modernización tecnológica con lo cual se acentuaríaaún más la tendencia a reforzar la "desinstitucionaliza-

ción" y desmovilización de lo social.Cuesta pensar que un Estado que define los patrones

de exclusión-inclusión de las organizaciones civiles almercado asistencial pueda promover formas articuladas yconcertadas (por lo tanto, conflictivas) de definición y re-diseño de políticas sociales. Cuesta también pensar que lasorganizaciones, que deciden tomar parte en ese intercam-bio, trasciendan la obtención de bienes y servicios mate-riales y apunten al desarrollo de una participación popu-lar más ampliada y promotora de derechos o a resultadosen el largo plazo de fomento y consolidación organizativade las poblaciones.

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La perspectiva "comunitarista" sigue todavía iluminan-do gran parte de las orientaciones y metodologías partici-pativas de los programas y proyectos operados por el Es-tado y por las ONGs, proponiendo modelos que valorizanlas relaciones primarias, el microespacio geográfico, los la-zos emocionales y la sublimación del particularismo.

Se podría pensar que este enfoque operativo prevalece,en tanto constituye una suerte de recurso funcional, queintenta reconciliar artificialmente la heterogeneidad yfragmentación de la sociedad a nivel macro con la conso-lidación de vínculos solidarios en los espacios menosagregados de la acción social.

Esta visión intenta también preservar nostálgicamenteel ideal participativo de la influencia de las corrientes másindividualistas de la época que, recubiertas por el concep-to ambiguo de posmodernismo, reclaman mayores espa-cios de libertad para el individuo, atando el desarrollo dela ciudadanía a cada "performance" particular y no a lasuerte de actores colectivos.

El comunitarismo, con su fe en el activismo microso-

cial, no constituye una alternativa que dé respuesta a lasparadojas de los tiempos q~e corren. Estas últimas com-binan, por un lado, el abandono de la noción de sujetohistórico de cambio (las clases, los movimientos sociales)con la emergencia de actores que se manifiestan en tornoa intereses concretos e instrumentales y, por el otro, labúsqueda de mayor autonomía, libertad individual y capa-cidad competitiva, con el valor que adquieren las interac-ciones múltiples en un mundo globalizado y con altacomplejidad organizativa.

R. Martínez Nogueira (1995), en un trabajo en el que

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Graciela Cal'darelli - Mónica Rosenfeld

problema tiza estas cuestiones, otorga a la participaciónsocial de los tiempos que corren, los siguientes atributos:

Específica: como contraposición a genérica. La participación sedesencadena en torno a cuestiones concretas, inmediatas o queafectan a valores a los que se le otorga una posición elevada en lajerarquía ética.

Cognitivamente orientada: es una participación que no afectala totalidad de la vida del individuo y, por lo tamo, los elementosexpresivos en ella volcados enfrentan los límites impuestos por laracionalidad de la acción y por el carácter instrumental de ésta.

Circunstanciada: no es una participación que se precipite entorno a cuestiones de alto nivel de generalidad, con proyeccióntemporal a largo plazo o con eventuales resultados de carácter di-fuso. Por el contrario es una participaciÓn convocada tras objetivosconcretos, fácilmente visualizables y apropiables, dirigida a provo-car decisiones o cambios de comportamiento en otros actores cla-ramente identificados.

Estratégica: implica que se da en el marco de una distribucióndada de poder, a la que se atiende a través de la búsqueda de acuer-dos y la conformación de alianzas tras intereses compartidos, auncuando éstos sean sólo circunstanciales.

Si esto es así ¿sostener el modelo comunitarista "loca-lizado" sin apuntar a los planos más generales de la acciónsocial es la única propuesta participativa para los pobres?

Los atributos que se señalaron son constatables en larealidad. Convive junto a ellos la escasa representatividadde los partidos políticos como espacios de participaciónpública por excelencia.

Pero el reconocimiento de estas características no con-

lleva la creencia en la homogeneización de intereses y va-lores ni en la unificación de proyectos de futuro a escalabarrial o de pequeño grupo, que subyace a la perspectiva

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comunitarista. Las personas no se definen sólo en tantomiembros de una comunidad: un hombre o una mujerpueden ser jóvenes, jefes de familia, desocupados, intere-sados en tener una vivienda propia, militantes de un par-tido político, socios del club deportivo. Las categoríassocio-ocupacionales dejaron de constituirse en ejes iden-tificatorios. Los sujetos están divididos en múltiples per-tenencias y en múltiples exclusiones e integran lo que hadado en llamarse "sociedades de uso particular" (Rosan-vallan, 1996). Las acciones proactivas o defensivas pue-den desplegarse en todos o en algunos de los campos deinterés y son éstos los que ponen en juego la identidad delos actores en cualquier acción colectiva con cierto hori-zonte temporal.

Frente a las limitaciones constatadas por estas for-mas tradicionales de concebir la participación comoinstrumento de cambio, surge la red como propuesta(estrategia) definida como una modalidad de participa-ción que integra las dimensiones micro y macro, subje-tivas y colectivas, y produce niveles más agregados deinteracción social y mayor impacto en la agenda públi-ca. Las redes de organizaciones, grupos y personas sonpercibidas como ámbitos de articulación social horizon-tales, superadores de modelos organizativos jerárquicosy burocratizados.

Cada red respeta la identidad individual de las perso-nas-organizaciones miembros, y a la vez nuclea interesescompartidos tras objetivos consensuados de transforma-ción social.

"Cuanto más densa sea la trama de redes sociales,cuanto más articuladas estén, la sociedad tendrá mayorcapacidad para respetar las diferencias, para acceder al re-conocimiento mutuo, para desplegar la solidaridad y para

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evitar la acumulación disruptiva de problemas. Es, por lotanto, estratégica para la sociedad y para la estabilizaciónde la convivencia" (Martínez Nogueira, 1995).

Esta nueva creencia en la formación de redes es suma-

mente valiosa en tanto no se la mistifique y vacíe de con-tenido, utilizándola como una nueva manera de designara todo conjunto de organizaciones que se aglutinan, engeneral para acceder a las actuales operatorias de financia-miento que propone el estado y las agencias internacio-nales. Ésta no constituye una motivación menor, peroconfisca las verdaderas potencialidades de las redes comoinstrumentos de integración social y canales para una par-ticipación más ampliada.

Pensar y actuar en términos de redes implica definirnuevos modelos institucionales de coordinación horizon-

tal, que no se expongan a dominaciones burocráticas ycentralizadas de grupos o personas. Ésta no es tarea fácil,ya que mientras las propuestas de redes se desparramanen América latina, las exigencias del financiamiento y lacooperación suelen obligar a las organizaciones miembroa colocarse un "corsé" legal y asociativo, en el que se re-piten viejas modalidades jerárquicas de gestión de formasasociativas tradicionales.

La red es, sobre todo, un espacio y una práctica socialnovedosa.

Encontrar el equilibrio entre la necesaria instituciona-lización del conjunto y la innovación organizativa queasegure una participación igualitaria y eficaz de las partes,sin que cada lma de ellas pierda su identidad, implica undesafío para el que no existe suficiente desarrollo del de-bate conceptual y del pensamiento organizacional y ge-rencial en el campo no gubernamental.

Por otra parte, las redes no pueden ser constituidas con

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carácter polivalente en un mundo donde, como se dijo, lasinteracciones sociales se arman y desarman en tomo a va-lores, intereses y necesidades específicas. Por ello, las redesdeben especializarse en temáticas, -aportes de sus miembrosy propósitos con distintos horizontes temporales.

No existe el "todos para todo"; ésta sería una ilusión dehomogeneidad tan irreal como la que bosqueja el comu-nitarismo.

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En medio de los procesos de reestructuración econó-mica de los países centrales y de la región, que, entre otrospostulados, aluden a la adopción de criterios propios delmercado en las actividades productivas y de servicios, hasurgido fuertemente el paradigma de la "Gerencia So-cial", que pone su acento en la necesidad de redefinir,también para las organizaciones de la sociedad civil, susperfiles y estrategias para asegurar una mayor eficiencia yeficacia en sus intervenciones.

Así, para potenciar la efectividad e impacto de los pro-yectos sociales, la consigna supone que las organizacionesno gubernamentales y de base que los promueven, deben"instrumentarse" con habilidades de conducción (nego-ciación, creatividad, liderazgo, team building o formaciónde equipos, etcétera) y con capacidades organizacionales(planeamiento participativo, tejido de alianzas y redes,found raising o recolección de fondos, capacidad de in-fluenciar políticas, de evaluar procesos y resultados, etcé-tera).

Estas propuestas se basan en el reconocimiento de lasviolentas mudanzas de los escenarios sociales, políticos yeconómicos, que exigen a los dirigentes y miembros de las

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organizaciones de la sociedad civil una creciente capaci-dad de lectura, de creación de estrategias innovadoras yflexibilidad en sus operaciones. Se convoca a estas formasasociativas a tener una actitud abierta para captar nuevosdesarrollos que provengan de saberes o campos extrañosal de la práctica cotidiana, en particular del mundo em-presarial. '

Las organizaciones comunitarias y de desarrollo socialhan incorporado estos nuevos discursos, y muchas de ellashan sido sujeto (y objeto) de actividades de capacitación yasistencia técnica en esas materias, promovidas en ocasio-nes por las propias agencias de financiamiento o institu-ciones donatarias que exigen a sus "socios" o beneficiariosel cumplimiento de resultados técnicamente evaluables ycosto eficaces.

No se pone en duda la necesidad de que el universo or-ganizacional de la acción social adquiera las competenciasbásicas que aseguren gestiones y productos relevantes ydemostrables. También es importante que las asociacio-nes de la sociedad civil cuenten con una mayor capacidadanalítica del contexto más amplio y fortalezcan su presen-cia en procesos de negociación con múltiples actores conrecursos de poder.

Lo que debe ser objeto de reflexión es la incorporaciónacrítica de modelos conceptuales.y tecnológicos deveni-dos de orientaciones y campos de trabajo, cuyas lógicas deacción difieren -y son a veces contrapuestas- con las deorganizaciones que no obedecen solamente a racionalida-des instrumental es y de incremento de las ganancias.

Implementar proyectos con protagonismo popular ysatisfacer demandas de poblaciones es una opción políticay valorativa, ubicada en un eje cualitativamente superadordel altruismo y la entrega (aunque éstos estén presentes

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en los miembros de los grupos) y ajeno a la racionalidadde las relaciones mercado-cliente.

La búsqueda de "calidad" en los servicios destinados alos que menos tienen se vincula directamente a la dimen-sión de la igualdad y la ciudadanía y poco tiene que vercon las técnicas de marketing social que relevan las pre-ferencias de los "usuarios".

Por otra parte, en organizaciones horizontales, en lasque a la vez los miembros son participantes de los proyec-tos, el sentido organizacional supera la enunciación for-mal de objetivos y sus actividades no sólo responden a lalógica utilitaria de satisfacer necesidades específicas. Son,a la vez, ocasiones para la reafirmación de la identidad yautoestima y generadoras de interacciones múltiples y deejercicio democrático, que tienen eficacia en sí mismaspara la vida cotidiana de sus miembros, acompañando alos resultados que se logren (Martínez Nogueira, 1995).

La dimensión simbólica de los procesos de esta natu-raleza y el carácter político de la participación son ingre-dientes centrales para rediseñar las propuestas de la lla-mada "gerencia social". Los conflictos interactorales quegeneran las intervenciones en las áreas de pobreza críticay los balances de costos y beneficios propios de la arena delas políticas sociales, no pueden ser tratados desde pers-pectivas y recetas del universo de los "negocios".

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A modo de resumen, pueden identificarse algunos vec-tores que atraviesan los arquetipos de la participación so-cial descritos más arriba. En última instancia éstos se re-

fieren a la forma en que los actores que diseñan y operanlas políticas públicas orientadas a los pobres construyen

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ideológica y operativamente el concepto de participación.Esta construcción comprende una definición de los po-bres y de la pobreza, y de los espacios y alcances de la par-ticipación social.

En este sentido algunos de los ejes recurrentes son:

. La población en situación de pobreza es "fragmentada",según problemas específicos y grupos etarios:

. La agenda de propuestas dirigidas a estas poblaciones sereduce progresivamente.

. El confinamiento a territorios y a problemas (necesida-des) sienta las bases para los modelos de intervención"partici pativos".

. El corpus teórico y tecnológico moderniza su discurso,pero no su práctica.

. La desarticulación al interior y entre organizaciones nogubernamentales y grupos de base inhibe la acción co-lectiva.

Como se señaló reiteradamente, la dependencia en laprovisión de recursos y servicios por parte de los grupospobres y de las organizaciones no gubernamentales conrelación al Estado, marca las fronteras en el alcance de las

transformaciones y del impacto de la participación en laesfera institucional. En este campo sigue prevaleciendo lacultura delegativa hacia el estado y las formas de relacióndirecta entre éste y otros agentes sociales, vía demandasque no atraviesan procesos de agregación, racionalizacióny politización.

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Las participaciones de la pobreza

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Pobreza, participación e instituciones de la política so-cial conforman entonces un "territorio virtual" en el cual,tal como se señaló en el arquetipo de la "participación pri-vatizada", se instaura un sistema de intercambios y con-troles recíprocos que, a la vez que diluye la diversidad quetrae cada individuo y cada grupo poblacional, construyeun espacio cerrado con reglas del juego de convenienciamutua y significados compartidos. Un espacio sordo a lasdemandas civiles que no tutela el Estado y que interpelanal sistema vigente, ocupando el universo mass-mediático(como los cortes de ruta de desocupados, movilizacionespor la justicia, etcétera).

Las "participaciones de la pobreza" circulan en un ca-mino paralelo al que transitan los acontecimientos signi-ficativos de la vida política y económica. Su alcance y gra-do de impacto dependen en general de la voluntad de losgobernantes, que promueven o apoyan objetivos de orga-nización de la población, con fines de propia legitimacióno como sus tentación de sus orientaciones políticas.21

Ello no significa, como se dijo, que en este territoriode "lo poco para pocos" no puedan lograrse algunos re-sultados significativos en materia de prácticas democráti-cas de participación, además de representar las vías fun-cionales para la obtención de recursos.

En este sentido, debe recordarse que la actual gravita-ción de los temas relacionados con el municipio y el poderlocal se originó en muchos casos a partir del surgimientode movimientos reivindicativos barriales, su crecimiento

en capacidad de convocatoria y el posterior desarrollo de

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21. Livia Di Tomassi: "O Movimento de Defensa dos direitos da crian<;aedo adolescente" (tesis), Brasil, 1995.

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sos grupos de base han superado también el encierro"monádico" (sin ventanas), apuntando a formas asociati-vas que lograron conmover a las estructuras y a las políti-cas de las administraciones locales y, como se dijo, estánnaciendo experimentos interesantes de gestiones asocia-das, "parcerías" y modalidades de cogobiernos con formasdiversas de participación ciudadana.

Estas iniciativas, de por sí valiosas, son escasamenteevaluadas con las preguntas: ¿Quiénes participan y quié-nes deciden quiénes participan? ¿En qué se participa?¿Quiénes representan a los pobres en las instancias colec-tivas? ¿Cómo se procesan los disensos? ¿Qué realidad so-cial e institucional se modifica o reformula a partir de es-tos esquemas asociativos?22

Existen pocas respuestas a estas cuestiones que debe-rían profundizarse. Lo que aquí se quiere poner en evi-dencia al presentar los rasgos más recurrentes de la parti-cipación que proclaman muchos proyectos sociales, es sucarácter de "reducto", su dependencia de la agenda esta-tal y su impacto acotado a solidaridades restringidas. Unasuerte de círculo vicioso de procedimientos repetidos queanclan en la subjetividad de los grupos pobres, porqueefectivamente brindan y promueven espacios para la"voz" de la gente, voz que no traspasa los límites pactados,pero que ofrece las gratificaciones del "sentirse parte" dealgo, en un mundo que achica progresivamente alterna ti-

22. Según Norberto Bobbio: "Cuando se desea conocer si se ha dado un au-mento de democracia en un determinado país se debería investigar no si aumen-tó el número de quienes tienen derecho a participar en las decisiones que lesatañen, sino los espacios en los que se puede ejercer ese derecho". El futum dela democracia,México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

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I.~,.~ Las participaciones de la pobreza

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vas y horizontes de cambio real para quienes desarrollansu vida en la lucha por la sobrevivencia.23

Por ello la capacidad de organización y el altruismo, enlugar de ser valores a desarrollar y promover a escala ciu-dadana, terminan siendo justificatorios -permanentemen-te ponderados- de los "aprendizajes sociales de los mar-ginados" o, peor aún, se visualizan las actitudes de "ayudamutua" corno cualidades, casi fenotípicas, de la "culturade la pobreza".

Incorporando en el diseño de los proyectos sociales laspreguntas planteadas más arriba, éstos pueden contenerámbitos de participación cuando la cooptación de los po-bres no aparece estructurada en forma de dispositivos quecoarten autoritariamente el conflicto o la demanda colec-tiva más calificada.

Dice Alain Touraine que "la debilidad principal de lademocracia en los países occidentales es la despolitizaciónde los problemas sociales, la que se explica ante todo porla debilidad del pensamiento político y el compromiso de

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23, Cabe aquí traer a cÜ]ación el conocido trabajo de AJbert Hirschmanacercade los conceptosde voice(voz)y exit (salida),Dice el autor que "en insti-tuciones penneables a la producción de cambios por la voz de sus miembros, laopción por quedarse y entablar una acción reivindicativa interna es mayor queen instituciones donde a la voz le está vedado un lugar real", En estos últimoscasos se elige la opción de exit. Hirschman, Albert: Exit, Voicennd Laya/ty,Har-vard University Press, Cambridge, 1970. Se podrían resignificar estas jdeas ba-jo la hipótesis de que los grupos en situación de desventaja encuentran en estosproyectos participativos, la única opción de protagonismo -aunque sea limita-da- en asuntos que les conciernen y que les ofrecen ámbitos de sociabilidad,identidad, lealtades internas y vinculaciones con sectores de poder, además delacceso a bienes esenciales y a la capacidad de gestión para involucrar a familiasentera,s en el mercado asistencial, especialmente el de los alimentos. Por ello, ¿aquién le com~ene la opción de salida?

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los partidos con análisis y soluciones que ya no correspon-den a las situaciones actuales".24

La participación que no ingrese progresivamente a laesfera política seguirá siendo una participación "mínima"de los pobres y en algunos casos -siempre que no se ma-nipule- constituirá un ejercicio deliberativo para el trata-miento de cuestiones sociales y el contexto de posibilidadpara la emergencia de liderazgos democráticos.

Lo pequeño no siempre es hermoso. No lo es, en tan-to la inclusión social quede reducida a los que más tieneny el resto siga contenido en participaciones compensato-rias a niv.el de "comunidades" sólo existentes en la imagi-nación de los programadores sociales.

24. Touraine, Alain: ¿Qué es /o democracia?, Buenos Aires, Fondo de Cultu-ra Económica, ]995.

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