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Profesora Eliana Marina Ifrán - Escuela Secundaria Euforión 1 Unidad 1 Las sociedades medievales La Edad Media fue un período en el que se originaron las principales características de la Modernidad, aunque subsistieron otras propias de la Antigüedad. Su estudio es fundamental para comprender el origen de algunas estructuras y tradiciones, que perduran hasta nuestros días. Temas: La transición de la antigüedad romana a la sociedad feudal. La ruralización de la economía. El imperio Bizantino. El Islam. El feudalismo- los cambios del año 1000. La crisis del siglo XIV. -Para realizar las lecturas de este apunte te recomiendo que tengas en cuenta la división de la historia en EDADES que son períodos que han formulado los historiadores. La Edad Media en Europa Lo que siguió luego de la caída del Imperio Romano unificado, producida en el siglo III, fue un larguísimo período en el que cada uno de los pueblos que poblaban la región Asiática, Africana y Europea siguieron desarrollos históricos muy diferentes entre sí. Para el continente europeo, este período es considerado como el lejano origen de las diferentes naciones y pueblos que, cientos de años después, fundarían las naciones-estados que, durante el siglo XV, comenzaron el

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Unidad 1

Las sociedades medievales La Edad Media fue un período en el que se originaron las principales características de la Modernidad, aunque subsistieron otras

propias de la Antigüedad. Su estudio es fundamental para comprender el origen de algunas estructuras y tradiciones, que perduran

hasta nuestros días.

Temas: La transición de la antigüedad romana a la sociedad feudal. La ruralización de la economía. El imperio Bizantino. El Islam. El

feudalismo- los cambios del año 1000. La crisis del siglo XIV.

-Para realizar las lecturas de este apunte te recomiendo que tengas en cuenta la división de la

historia en EDADES que son períodos que han formulado los historiadores.

La Edad Media en Europa

Lo que siguió luego de la caída del Imperio Romano unificado, producida en el siglo III, fue un larguísimo período en el

que cada uno de los pueblos que poblaban la región Asiática, Africana y Europea siguieron desarrollos históricos muy

diferentes entre sí. Para el continente europeo, este período es considerado como el lejano origen de las diferentes

naciones y pueblos que, cientos de años después, fundarían las naciones-estados que, durante el siglo XV, comenzaron el

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proceso de expansión territorial que se coronaría con la colonización de los territorios americanos. Todo esto comenzó

durante la llamada Edad Media.

Se conoce como Edad Media al período histórico que se inicia con la caída del Imperio Romano de Occidente, en el año 476, y finaliza con la caída del Imperio Romano de Oriente, en el año 1453. Este período es conocido también como los

“tiempos del medio” o época medieval.

Es posible dividir la Edad Media en tres períodos:

- Alta Edad Media: del año 476 al 843. En esta época se forman tres centros del poder: los reinos romano-

germánicos, el Imperio Bizantino y los califatos musulmanes.

- Plena Edad Media: desde 843 al 1100. Allí se conformó el feudalismo, un sistema socioeconómico y político

basado en relaciones de lealtad personal. - Baja Edad Media: del 1100 al 1453. En esta etapa resurgen las ciudades y aparece un nuevo sector social, la

burguesía.

Los tiempos medievales fueron tiempos de diversidad, de contactos entre culturas y grupos sociales diversos. Los contactos fueron entre localidades, regiones y países distintos. Mientras que las diversidades fueron religiosas, sociales,

económicas y culturales.

En la Edad Media se iniciaron procesos históricos muy importantes para comprender la sociedad occidental actual. Incluso nuestra propia cultura y nuestro propio presente no pueden comprenderse sin explicar esos momentos medievales.

Allí se encuentra la raíz de las fronteras y distribución política actuales, los movimientos religiosos, las tendencias

artísticas y los idiomas actuales. El sistema bancario, las organizaciones gremiales y las universidades son puramente

medievales. Muchos aspectos de nuestro presente se explican a partir de la comprensión de los tiempos medievales.

La reorganización del territorio

Desde del siglo V hasta el siglo X, los pueblos germánicos que habían

invadido el Imperio Romano (los llamados bárbaros) se fusionaron con los

pueblos romanos que habitaban el territorio invadido y crearon los reinos

romano-germánicos.

La vida social en este período se ruralizó. Incluso los señores más

poderosos prefirieron habitar el campo y abandonar las ciudades. Durante éste período, los diferentes reinos germánicos se integraron al cristianismo,

que se expandió como religión tanto de los poderosos como de la mayor

parte del pueblo. El territorio europeo se llenó de monasterios, iglesias y

construcciones en donde habitaban y se formaban los sectores religiosos que, año tras año, ganaban cada vez más presencia e importancia social.

Hacia el siglo VIII, se formaron los primeros estados pontificios y surgió la

autoridad máxima de la actual Iglesia católica: el Papa.

Durante estos siglos, los reinos romano-germánicos, continuaron siendo profundamente desiguales y su producción se

basaba en el trabajo esclavo. Sin embargo, cierto sector del cristianismo comenzó a criticar ciertos rasgos de la institución

esclavista y a solicitar que se tratara a los esclavos como individuos poseedoras de alma y con ciertos derechos a la piedad

humana. La larga lucha contra la abolición de la esclavitud comenzaba a perfilarse como posibilidad, aunque las

poblaciones esclavas debieron esperar hasta el siglo XIX para poder ser definitivamente libres.

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A lo largo de este período, hubo varios intentos de reconstituir un gran imperio que integrara los territorios disgregados en

varios reinos. Sólo un pueblo pudo lograrlo. En el norte actual de Francia, llamado francos, consiguieron expandirse y

hacerse con el poder de varios territorios aledaños. Los francos fundaron el Imperio Carolingio. Dicho imperio logró ocupar vastos territorios. Sin embargo, hacia el siglo IX, el Imperio comenzó a desintegrarse y unas nuevas invasiones

terminaron por derribarlo. Los nuevos invasores de la Europa cristiana realizaban ataques rápidos y fugaces, poco

previsibles. Los carolingios no estaban acostumbrados a ese tipo de batallas. Entonces, para protegerse, se fueron asentando en lugares elevador que fortificaban, generalmente con roca y madera. Al interior del fuerte se construyeron los

castillos. Éste fue el inicio de los famosos castillos medievales. Pero, a pesar de todas las medidas defensivas, el Imperio

Carolingio cayó.

Otra vez, la Europa occidental, se disgregó en varios reinos, aldeas y regiones independientes. El antiguo poder de las monarquías se fragmentó y el poder se concentró en los castillos, al mando de un señor. Hacia el siglo XI comenzó a

consolidarse, en varias regiones, una nueva organización social, económica y política: el feudalismo. Hasta el siglo XIV,

la población creció enormemente. El mundo cristiano se expandió a través de este

crecimiento poblacional y de campañas

militares hacia tierras orientales (las llamadas

cruzadas).

¿Cuáles fueron las características principales

del Sistema Feudal? Pues bien, la sociedad

se dividió entre señores y campesinos. Los señores podían ser grandes poseedores de

tierra con posición nobiliaria, guerreros o

autoridades religiosas. Los campesinos, que eran la inmensa mayoría de la población,

estaban sometidos a servir a los señores (servidumbre) de diferentes maneras. Generalmente los campesinos estaban

destinados a trabajar en los campos de sus señores y a pagar un enorme tributo en producto o en trabajo. Esta división social tan desigual generó varios estallidos sociales, en donde los campesinos se revelaban contra los señores. Durante el

feudalismo se produjo un gran aumento de la población y de la producción agrícola: los campos se llenaron de cultivos y

se llegó a la máxima expansión agrícola de la historia. En el siglo XI comenzaron a resurgir las ciudades y los señores

feudales fueron trasladando sus viviendas a los sitios urbanos. En ellos una nueva vida social comenzaba a surgir: las

ciudades estaban repletas de trabajadores especializados, intelectuales, religiosos, políticos, artistas, etc.

Pero hacia el siglo XIV, el sistema feudal sufriría una enorme crisis que marcaría su definitiva extinción. Los campos

cultivados (base de la riqueza de los señores) comenzaron a escasear. A este proceso se lo conoce como el fin de la expansión agrícola. La expansión económica se detuvo y los campesinos atravesaron largos períodos de hambruna y de

muerte. Posteriormente, una epidemia llamada peste bubónica (enfermedad altamente contagiosa y mortal) arrasó un

tercio de la población europea. Los conflictos sociales se intensificaron. La necesidad de solucionar estos problemas

originó un nuevo fortalecimiento de un tipo de poder político que resolviera la enorme crisis en la que se encontraba la sociedad europea a fines del siglo XIV: fue el origen de las diversas monarquías y naciones europeas modernas, así

comenzó la historia de la monarquía de Francia, Inglaterra, España y de Portugal.

Los reinos romano- germánicos

Las grandes invasiones germanas del siglo V tuvieron como resultado la desintegración del imperio Romano de Occidente, y con ellos el quiebre de la unidad cultural que los romanos habían construido en torno al Mediterráneo. En su

lugar comenzaron a configurarse los reinos romano-germánicos.

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Cada uno de esos reinos tuvo características propias, que fueron el resultado de la forma en que se reconstruyó el poder

político del imperio fragmentado. Las diferencias entre reinos se encontraban en el modo en que se adaptaron las ciudades

y las redes comerciales a las nuevas realidades. También fue importante en esa diferenciación el modo en que se unieron las distintas tradiciones de los pueblos que formaban el reino, la forma en la que se explotaban los campos, la función que

desempeñaron los campesinos, y el papel del cristianismo.

La diversidad cultural existente entre los pueblos germánicos y los romanos se puso en evidencia en el proceso de unión entre estos pueblos e implicó etapas de encuentros y desencuentros, y transformaciones en todos los ámbitos de la vida

social.

Los reyes germánicos intentaron mostrarse como representantes de la autoridad imperial, pero, sin embargo, ejercían su

poder sobre la base de las prácticas tradicionales de sus pueblos. Los monarcas eran elegidos por una asamblea de guerreros, a diferencia de los emperadores romanos, cuyos cargos eran hereditarios. Los jefes guerreros formaron una

aristocracia que apoyaba al rey a cambio de tierras. En algunos casos, para evitar rebeliones y ataques, los monarcas

buscaron dar a su autoridad un carácter sagrado y, con el tiempo, pasaron a ser monarquías hereditarias.

A fines del siglo V, tres reinos sobresalían en Occidente: el reino Visigodo de Tolosa, en la actual Francia; el reino

Ostrogodo, en la península Itálica; y el reino Vándalo, en el norte de África. Sus sectores más poderosos estaban formados

por los guerreros germánicos, la antigua aristocracia romana y los obispos y nobles cristianos.

En los nuevos reinos, la relación de fidelidad personal entre el rey y los demás jefes militares y los soldados, fue un rasgo

de las costumbres germanas que se mantuvo a través del tiempo.

La ruralización de la economía en la Alta Edad

Media

Entre los años 400 y 1000, se acentuó el proceso de ruralización de la economía que había comenzado durante la crisis

del Imperio Romano de Occidente, en el siglo III. Muchas ciudades fueron abandonadas, y en otras disminuyó la población. El trabajo en el

campo constituyó la base de la riqueza de los reinos y de las relaciones

sociales de la época.

Gran parte de la población de las ciudades se estableció en las tierras

que los reyes germanos habían repartido entre sus jefes guerreros,

quienes eran propietarios de grandes extensiones llamadas dominios o

señoríos. También los campesinos podían ser propietarios de pequeñas

parcelas: los alodios.

Las tierras señoriales eran trabajadas por colonos, esclavos, campesinos

no propietarios, llamados tenentes, y siervos. A cambio de sus labores, todos ellos recibían protección, que era imprescindible en momentos de

inestabilidad política y de guerras entre reinos.

Los alodios constituyeron la pequeña propiedad de aquellos campesinos que pudieron resistir o evitar el dominio señorial. Se caracterizan por su reducida extensión y su escasa diversidad

productiva, por eso sus dueños buscaron medios para aumentar la producción a través del uso de arados, o utilizando

excrementos de animales como fertilizantes naturales.

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Hacia fines del siglo XI, la producción agrícola comenzó a incrementarse. Ese fenómeno se debió, por un lado, a la

incorporación de nuevas técnicas agrícolas. Hubo tres innovaciones

importantes:

El empleo del arado de ruedas, que permitía no solo abrir surcos,

sino remover la tierra.

La sustitución del buey por el caballo para arar los campos; La introducción de la rotación trienal, que alternaba cultivos

diferentes en cada una de las tres parcelas en las que se dividía un

campo de cultivo: el primer año se sembraba trigo; el segundo

año, otro cereal o leguminosa; y en el tercer año, se dejaba descansar el campo. Este sistema evitaba que los suelos se

agotaran por ser cultivados incansablemente.

De todos modos, la causa principal del aumento de la producción de alimentos fue la extensión de la frontera agrícola, que se llevó a cabo a través de las roturaciones. Comenzaron a extenderse sobre los bosques que talaban para aumentar la

superficie cultivable. Con el aumento de la producción agrícola, la alimentación mejoró y las hambrunas y enfermedades

disminuyeron. Por ello, la población creció enormemente.

El renacimiento comercial e industrial

Junto con las actividades rurales, el desarrollo del comercio y de la vida urbana fue parte de la economía medieval. La actividad comercial se vio estimulada por la necesidad de los grandes propietarios de obtener artículos de lujo

provenientes de tierras lejanas, como seda, especias y oro. Otro impulso al comercio fue la necesidad de los dueños de los

alodios de abastecerse de artículos de primera necesidad, que no podían obtener de otros modos. De esta manera, la

economía rural y cerrada, propia de la época feudal, se transformó gradualmente en una economía abierta y comercial.

Apareció un personaje nuevo, el mercader, quienes en las ferias intercambiaban y vendían productos traídos de lugares

lejanos. Las ferias eran los lugares de intercambio de las mercaderías, se ubicaban en los cruces de caminos o en los

márgenes de los ríos navegables.

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Los circuitos comerciales se mantuvieron, las ferias y mercados siguieron desempeñando un papel decisivo en los

intercambios, basados tanto en moneda metálica como en el trueque, que era el intercambio de productos. Diferentes rutas

terrestres y marítimas pusieron en contacto a hombres y mercancías provenientes de distintos lugares y culturas: desde el océano Atlántico al océano Indico, desde el Mar del Norte al desierto de Sahara. Estas rutas tuvieron puntos estratégicos

en puertos y ciudades, que fueron protegidos por los diferentes reinos. Los productos se transportaban por tierra, en

carros, y por agua. Para ello utilizaban barcos que navegaban ríos y mares.

La expansión del comercio impulsó la monetización de la economía ya que, para facilitar las transacciones monetarias,

hubo que acuñar monedas de oro y plata. Otro factor que impulsó este proceso fue la reconversión de los tributos que los

campesinos debían pagar a los señores feudales. En el pasado los tributos se pagaban con trabajo o bienes. Pero cuando

comenzaron a aparecer bienes de lujo, los señores necesitaron dinero en metálico para comprarlos. Así comenzaron a presionar a los campesinos para que abonaran los tributos en monedas de plata. Pero, ¿de dónde podían sacar monedas los

campesinos? De la venta de sus productos en las ferias.

Por otra parte, el aumento del comercio supuso la aparición de nuevas técnicas bancarias y financieras. Muchos viajes comerciales eran costosos y empezaron a financiarse con créditos. Para evitar los robos se establecieron las letras de

cambio, que hacían innecesario viajar con dinero en efectivo.

La industria también progresó, especialmente la textil. La fabricación de paños mejoró gracias a las innovaciones técnicas.

El imperio Romano de Oriente

El Imperio Romano de oriente perduró durante toda la Edad Media. Su capital, Constantinopla, fue el centro político,

religioso, económico y cultural del imperio. Como el nombre antiguo de esta ciudad es Bizancio, el imperio es conocido

también como Imperio Bizantino.

A la cabeza estaba el emperador, quien gobernaba apoyado en sus ministros, una red de funcionarios y un ejército. Se creía que su poder provenía de Dios y por eso su persona era sagrada. La religión oficial era el cristianismo y la Iglesia era

dirigida por los patriarcas; el principal era el de Constantinopla. El emperador intervenía en asuntos de la Iglesia,

nombrando a los obispos y resolviendo asuntos de la doctrina.

Uno de los emperadores más destacados fue

Justiniano. Durante su gobierno buscó

restaurar la unidad y el poder del Imperio Romano, conquistando territorios de los reinos

vándalos, ostrogodos y visigodos, y dominando

la navegación en el Mediterráneo.

Además, Justiniano realizó la recopilación de las leyes del Imperio Romano y las organizó en

un código: el derecho romano.

Después de Justiniano el imperio comenzó la pérdida de territorios con sus enemigos y el

debilitamiento de loa lazos con Occidente. El

griego reemplazó al latín como lengua oficial y

la Iglesia Bizantina se separa de Roma,

formándose la Iglesia Ortodoxa.

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El surgimiento del Islam

En el siglo VII, mientras el cristianismo se consolidaba en los reinos germánicos, en la península Arábiga surgía otra

religión monoteísta. Su fundador fue Mahoma, quien predicó que existía un solo Dios, Alá, todopoderoso y lleno de

misericordia. Así se inició una nueva religión, el Islam, palabra que significa “sumisión a un único Dios”. Quienes

profesan esa fe se denominan musulmanes, “los que se someten a Alá”.

En el año 630, Mahoma conquistó La Meca, capital religiosa del mundo árabe que finalmente reconoció a Mahoma como profeta del único Alá. Tras la muerte de Mahoma, en 632, sus discípulos escribieron sus enseñanzas y revelaciones dando

forma al Corán.

Con el Islam se produjo la unificación política del pueblo árabe. Tras la muerte de Mahoma, sus sucesores, los califas,

extendieron el islam al territorio del Imperio Bizantino. Lentamente los pobladores fueron adaptando la religión y las

formas de vida de los musulmanes.

En el mundo islámico, los cristianos y judíos podían conservar sus bienes, leyes y sus lugares de culto si pagaban los

impuestos. Sin embargo, los cristianos se enfrentaron con los musulmanes en numerosas guerras consideradas santas. Esto

no impidió las relaciones comerciales y la influencia cultural de la civilización islámica sobre Occidente.

El ascenso de los francos

Muchos reinos germánicos se convirtieron al cristianismo y lo impusieron como religión oficial en sus territorios,

contribuyendo a sostener la autoridad del Papa, por ejemplo mediante una alianza con el pueblo franco.

Los reinos romano-germánicos fueron vulnerables al ataque de vecinos más poderosos que los anexaron a sus reinos. Solo

los francos resistieron los intentos invasores. Hacia mediados del siglo VII hay tres bloques de poder en Europa: el

Imperio Bizantino, el área musulmana y el reino franco.

El rey Clodoveo I logró formar la dinastía merovingia tras derrotar a otros pueblos. Además de asegurar la hegemonía de

los francos, Clodoveo fue el primer rey germano en convertirse al catolicismo.

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Su dinastía llega a su fin en el año 751 cuando, luego de conflictos con los musulmanes, tome el poder la dinastía

carolingia.

Con esta dinastía se produce una alianza con la Iglesia que refuerza al ejército y establece la sucesión hereditaria.

El imperio de Carlomagno

El rey de los francos, llamado Carlomagno, expandió los límites del imperio a los territorios de las actuales Francia,

Bélgica, Países Bajos, parte de Alemania y de Italia.

Carlomagno fue el primer rey que recibió el título de

emperador, coronado en el año 800.

El emperador gobernó y administró con eficacia su

imperio, organizando el territorio en marcas,

ducados y condados, manejado por condes y duques que ejercían el poder policial, comandaban las

fuerzas militares y administraban justicia.

Los conflictos bélicos tuvieron gran importancia y se realizaban anuales campañas de conquista. Los

nobles fueron obteniendo mayor poder pues los

reyes necesitaban el apoyo de las fuerzas militares. En contraprestación, Carlomagno les otorgaba

tierras, por lo que las familias de duques y condes

llegaron a poseer grandes riquezas.

Con su muerte, el imperio se dividió entre sus nietos. Esto generó la fragmentación del poder político, ya que los grandes señores ejercieron la autoridad de sus

jurisdicciones de manera independiente de los reyes.

El origen del feudalismo

Invasiones de distintos pueblos como los vikingos o normandos, que llegaban de la región escandinava; húngaros o

magiares, provenientes de las estepas asiáticas; y los sarracenos, musulmanes del norte de África, generaron terror en los

territorios durante más de un siglo.

Durante este período de invasiones, los campesinos y habitantes de las ciudades aceptaron la protección de cualquier

señor o caballero que pudiera brindársela. A cambio entregaban sus servicios y lealtad. A este tipo de relación se la llama

feudalismo.

La defensa de las regiones estaba a cargo de los señores locales, mientras los reyes se mostraban incapaces de enfrentar las invasiones. Esto aumentó el poder y la autonomía de los señores, quienes construyeron castillos de piedra, murallas y

fosos.

La fragmentación del poder en unidades cada vez más pequeñas estuvo acompañada de la apropiación de los poderes de los reyes por parte de los señores locales. Estas tierras pasaron a llamarse feudos, y fueron los nuevos centros del poder

frente a la decadencia de las ciudades. Los feudos incluían el castillo rodeado de un espacio rural, que eran las tierras del

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señor. Además abarcaban los bosques y las tierras que habitaban y trabajaban los campesinos. La entrega de los feudos se

realizaba en una ceremonia llamada homenaje, en la cual se establecían las obligaciones reciprocas entre el señor feudal

y su vasallo. Ambas partes quedaban unidas por el contrato de vasallaje, que establecía el beneficio y las obligaciones

del vasallo: auxilio militar y apoyo político.

Con el tiempo, los señores entregaron parte de sus feudos a otros señores menos poderosos y establecieron con ellos una

relación de vasallaje. Así se formó una pirámide social, en la que el rey ocupaba el lugar más alto.

La nobleza, incluyendo a los caballeros, era uno de los grupos, también llamado órdenes, que componía la sociedad

feudal. Otro era el conjunto de los miembros de la Iglesia. El tercero, era la mayoría de la población dedicada a las labores

agrícolas y artesanales. La sociedad feudal era estamental, es decir, la pertenencia a uno de los tres órdenes estaba

determinada por el nacimiento y no existía movilidad.

La economía feudal

La sociedad feudal era rural y agraria, es decir, que la tierra era la fuente principal de riqueza. El trabajo era comunitario y

los instrumentos y las técnicas de producción eran bastante rudimentarios. Gran parte de la población campesina estaba

conformada por los siervos de la gleba, que eran hombres y mujeres que estaban obligados a trabajar para un señor y

estaban sujetos a la tierra, es decir, eran transferidos junto con esta cuando el feudo pasaba de un señor a otro.

El señorío fue la unidad económica básica durante casi toda la Edad Media. Como las redes comerciales estaban

desarticuladas, el señorío producía casi

todo lo necesario para el propio consumo. Por este motivo, la economía

era de autosubsistencia.

El crecimiento de los señoríos no significa que no desaparecieran las

aldeas libres y las parcelas campesinas.

Estas tierras se llamaban alodios.

En los señoríos había aldeas, terrenos de cultivo, edificaciones como casas,

graneros, castillos, molinos. También

había puentes, bosques, praderas,

caminos y tierras para los animales.

La Iglesia feudal

Además de su poder espiritual, la Iglesia Católica tenía influencia en la vida política y poder económico pues recibía

diezmos y poseía tierras. Muchos obispos y abades se convirtieron en señores feudales, cobrando impuestos e impartiendo justicia. Por otro lado, la venta de cargos eclesiásticos a los nobles que querían tener familiares en la jerarquía de la Iglesia

generó un flujo de dinero.

En tiempos de conflictos y guerras, la Iglesia unía a todos los cristianos. Por tal motivo se establecieron lugares de

encuentro y de paz llamados treguas de Dios.

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Por otro lado se propuso una espiritualidad que condujo al ideal del caballero cristiano, en el que se conjugaron los

valores heroicos con la moral cristiana: el caballero tenía que defender su religión y proteger a todos los desvalidos.

Desde el siglo XI, el Papa se fue consolidando como la cabeza indiscutida de la Iglesia. Su poder, y el de su institución quedaron

en evidencia con la organización de las Cruzadas, que fueron

expediciones militares religiosas destinadas a rescatar los lugares

santos para la cristiandad.

Las Cruzadas tuvieron como consecuencia que el Mediterráneo

volvió a ser navegado por los europeos, se reactivó el comercio

con África y Asia, y la relación con musulmanes y bizantinos permitió que se adopten técnicas, prácticas económicas y un

reencuentro con la cultura clásica. Por otra parte, disminuyó el

poder de los señores feudales mientras que resurgió el poder de

los reyes en los llamados Estados nacionales.

El surgimiento de las ciudades

A fines del siglo XI, las invasiones germanas llegaron a su fin y la población comenzó a crecer lentamente. Las ciudades

comenzaron a estar más pobladas y en torno a los castillos aparecieron comerciantes y artesanos. Las viejas ciudades

romanas fueron creciendo a partir del antiguo núcleo amurallado, llamado burgos.

Los burgos se encontraban dentro de las murallas y dieron origen a un nuevo grupo social: el burgués. Los burgueses eran

comerciantes y artesanos. Con los burgueses comenzó una nueva concepción del trabajo, la riqueza y del tiempo. Como

vimos, los campesinos trabajaban para subsistir y pagar tributos mientras que los señores feudales se dedicaban s sus ejércitos, cobrar tributo y derrochar riquezas. Los burgueses, en cambio, comenzaron a hacer acopio de capital, es decir, a

acumular el dinero obtenido por sus actividades e invertirlo para obtener más riquezas.

Los oficios artesanales eran muy variados: tejedores, toneleros, panaderos, zapateros, carpinteros, etc. Los artesanos elaboraban sus productos con pocas herramientas, en talleres pequeños, situados en sus viviendas. Allí se producía todo el

proceso y la venta del producto al público. Era común que los artesanos de una misma profesión vivieran en la misma

calle.

A partir del siglo XII todos los artesanos de un mismo oficio se asociaron formando gremios. Cada gremio elaboró un

estatuto, que debían jurar sus miembros, en el que se especificaban las normas, derechos y obligaciones de sus asociados.

Los gremios controlaban la producción (distribuyendo la materia prima para elaborar los productos) y controlaban

severamente el número de trabajadores, la calidad y los precios de los productos.

También se ocupaban de la asistencia a los miembros del oficio y a sus familias. Los asociados pagaban una cuota, y con

esos ingresos se atendía a los enfermos, a las viudas y a los huérfanos. En ocasiones, creaban hospitales y hospicios para

sus miembros y familiares.

Cada oficio estaba dividido en tres categorías de artesanos.

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El maestro era el dueño del taller, de las herramientas y de

las materias primas. Era quien obtenía los beneficios y

soportaba las pérdidas del negocio. La propiedad del taller se heredaba de padres a hijos. Los maestros dirigían y

controlaban el gremio.

El oficial era el trabajador experto del taller, recibía un salario por su trabajo. En teoría, podían convertirse en

maestros y abrir su propio taller. Para ello tenían que

realizar una obra maestra, que debía pasar el severo examen

de los maestros. Pero estos no solían aprobarlas para evitar que aumentara la competencia.

El aprendiz era un joven que quería aprender el oficio y

trabajaba durante varios años en el taller sin percibir salario. Por lo general, cada taller tenía un solo aprendiz que vivía

en la casa del maestro y era mantenido por él.

Como las actividades urbanas requerían nuevos conocimientos, por ejemplo, llevar libros de cuentas, escribir cartas o

redactar inventarios, los burgueses fundaron las primeras escuelas urbanas. Allí se estudiaba ciencia antigua y árabe.

Las escuelas podían depender de los obispos o de los ayuntamientos.

En el siglo XIII, se fundaron las primeras universidades. Eran

centros de enseñanza, como las escuelas, pero estructuradas como un gremio; se trataba de una corporación de maestros y estudiantes

con plena capacidad de organizar la docencia e impartir títulos o

certificados válidos para toda Europa. Los títulos estaban sometidos a la suprema autoridad del Papa. Sin embargo, tanto maestros como

estudiantes deseaban escapar del control de la Iglesia.

Los estudios se agrupaban en torno a cuatro facultades: la de artes, en la cual se enseñaban los fundamentos básicos de la gramática,

retórica, dialéctica, aritmética, geometría, música y astronomía, y

las de derecho, medicina y teología.

La crisis del Siglo XIV

La expansión europea comenzó a detenerse hacia fines del siglo XIII y luego empezó una etapa de retracción y crisis.

Entre los motivos se encuentran que la población aumentó en mayor

medida que el alimento que se producía. Los suelos se agotaron y bajó

su rendimiento. A esta situación se le suman una serie de malas cosechas, producto del cambio climático que generó un descenso de la

temperatura en toda Europa. Las guerras y los conflictos además de la

escasez y hambruna generalizada, hicieron que la población

disminuya, se debilite y se enferme con facilidad.

Entre 1348 y 1351 se extiende por toda Europa la peste bubónica o

peste negra. Esta enfermedad transmitida por roedores o pulgas,

afectó a millones de personas.

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La disminución de la población generó caída de la recaudación de impuestos, por tal motivo, los señores decidieron

incrementar los tributos para mantener sus ingresos. Este aumento de los impuestos generó la reacción violenta de los

campesinos y artesanos.

Los reyes de Europa Occidental habían perdido poder frente a los señores feudales desde el siglo IX. Pero desde la crisis

del siglo XIV pudieron fortalecer su autoridad con el declive del poder de los señores.

En toda Europa florecieron las monarquías a través de alianzas con los burgueses que contaban con el poder económico de

sus múltiples riquezas.

El fin de los tiempos medievales

Hacia 1453, Constantinopla había sido sitiada en muchas ocasiones por diversos conquistadores: persas, avaros, árabes,

búlgaros, rusos y turcos. En 1204, la ciudad fue despojada de sus riquezas y quedó debilitada. En 1453, los turcos tomaron

la ciudad de Constantinopla y la Edad Media llegó a su fin.

Se inició otra época que puso en contacto culturas diferentes. Esta nueva etapa estuvo caracterizada por la expansión

territorial de los reinos europeos.

La crisis del siglo XIV provocó que se modifique la forma en que los hombres entendían el mundo. Comenzó a gestarse

una visión del mundo más centrada en el ser humano, la vida terrenal y el disfrute de los bienes materiales.

Bibliografía

-AA VV: “Ciencias Sociales 1. Santillana en línea”. Editorial Santillana, 1° edición, CABA, 2014.

-AA VV: “Ciencias Sociales 1. Sociedades y espacios geográficos en la actualidad. Historia de las civilizaciones de la

Edad Antigua y el mundo feudal”, Puerto de Palos, 1° edición, CABA, 2015.

-Cristófori, A y Zappettini, Ma. C. (coords.): “Ciencias Sociales 1 De los comienzos de la historia y la geografía humanas

hasta el fin de la Edad Media”, Editorial Aique, 1° edición, CABA, 2009.

- Páginas web.

Páginas web para visitar

“La edad Media en 10 minutos” https://www.youtube.com/watch?v=DjdFLJT5lhY

“La Edad Media. ¿Qué es el feudalismo?” https://www.youtube.com/watch?v=ZK05C7t50dI

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Unidad 2

La Europa moderna y el encuentro de dos mundos

En los siglos XV y XVI en Europa se produjeron importantes transformaciones que dieron inicio a la Edad Moderna. El feudalismo

entró en una profunda crisis. En su lugar se fueron conformando estados más grandes gobernados por reyes. Al mismo tiempo,

avanza el capitalismo.

Con la reforma protestante aparecieron nuevas iglesias que rompieron con la unidad del cristianismo. En esta época comienza un lento proceso de renovación cultural, social, económica y política. Los estados se expandieron y

conquistaron nuevas tierras. Al mismo tiempo se avanzó hacia una ciencia atea, basada en la experimentación y no en la religión,

mientras se renueva totalmente el arte y la filosofía.

Temas: Las monarquías de los siglos XV y XVI. Crisis del cristianismo. Absolutismo. Expansión ultramarina europea. España y

Portugal. El desarrollo del comercio internacional: comercio triangular. El pensamiento político y la revolución científica. El arte:

Renacimiento y Barroco.

El fortalecimiento de los reyes en los siglos XV y

XVI Como leímos en la unidad anterior, desde fines del siglo XIV el poder de las monarquías se fue fortaleciendo. Los estados

modernos se caracterizaron por la centralización del poder político en torno a la figura del rey, que era el único que

tomaba las decisiones. Todos los habitantes del reino debían obediencia al monarca. Par lograrlo, los reyes se valieron del derecho, la burocracia administrativa (funcionarios encargados de hacer cumplir las órdenes en todo el territorio), el

ejército, los impuestos y la diplomacia.

El matrimonio entre la reina Isabel de Castilla y Fernando de

Aragón sentó las bases para la unificación del actual territorio español. Conocidos como los Reyes Católicos, se

caracterizaron por la persecución a las minorías étnicas y

religiosas y por darle un nuevo impulso a la Reconquista, es decir, la conquista de las tierras habitadas por los musulmanes

desde el siglo VIII.

El control de la península ibérica se vio acompañado por la unificación religiosa y por el establecimiento del castellano

como lengua oficial.

A comienzos del siglo XVI, Carlos V, nieto de los Reyes

Católicos, era el monarca de un imperio muy poderoso. Ya no hablamos de reinos separados (Castilla, Aragón, Navarra,

Granada, etc.), sino del imperio Español.

La unidad territorial española fue relativa, ya que se mantuvieron las autonomías regionales y no se logró controlar en

forma eficiente la enorme extensión de sus posesiones.

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La crisis del cristianismo

Desde el siglo XI el papado centralizó la autoridad sobre el resto de la Iglesia y concertó el poder político y territorial,

colocándose en una posición similar a la de los reyes más poderosos.

Los cuestionamientos al funcionamiento y al dogma de la Iglesia existían desde la Edad Media. Las ordenes mendicantes y algunos movimientos consideraban que los principios del ideal de pobreza y sencillez, no se respetaban en la jerarquía

de la Iglesia. La crisis del siglo XIV no hizo más que profundizar esas diferencias.

Al mismo tiempo, la aparición de la burguesía chocaba con la teoría de los tres órdenes (clero, nobleza y campesinado) ya que este nuevo sector, con poder económico creciente, no encontraba un sector al cual pertenecer.

Esta situación alentó nuevas formas de religiosidad que respondiera a las necesidades espirituales de amplios sectores de

la sociedad.

En 1517 un monje alemán llamado Martin Lutero hizo pública sus críticas a la Iglesia y desencadenó la reforma protestante. El hecho

que desencadenó su crítica fue la venta de las indulgencias, es decir, la

compra venta del perdón de los pecados a través de una suma grande de dinero. El pecador adinerado podía comprar así su perdón sin necesidad

de arrepentirse.

Para Lutero no era necesario el intermedio de los sacerdotes de la Iglesia entre Dios y sus fieles. El bautismo y la lectura de la Biblia

otorgaban el acceso directo a Dios. Por tal motivo, el celibato impuesto

a los sacerdotes era innecesario ya que, leyendo la biblia, cualquiera

podía desempeñar sus funciones.

Su concepción de la Iglesia, horizontal, se contrapone a la estructura rígida y jerárquica del papado.

Los seguidores de Lutero comenzaron a llamarse protestantes, y los cristianos que siguieron acompañando a la Iglesia

papal fueron llamados católicos. Las ideas de Lutero se expandieron rápidamente gracias a la imprenta.

Otras corrientes protestantes fueron surgiendo al calor del luteranismo, las principales, el calvinismo y el anglicanismo.

Juan Calvino fue un teólogo francés que proponía un modo de vida muy riguroso y ascético. Para él, los hombres eran

pecadores por naturaleza y Dios, todopoderoso.

El anglicanismo nació de la decisión de rey inglés Enrique VIII de divorciarse de su primera esposa, la católica y

española, Catalina de Aragón. El papa no permitió el divorcio, entonces el rey decidió crear su propia religión liderada por

él mismo.

El protestantismo dio lugar al surgimiento de grupos religiosos disidentes que fueron llamados sectas y combatidos ferozmente. Muchos de ellos debieron emigrar a América, como los puritanos y los menonitas.

La Iglesia católica, en tanto, no se mantuvo quieta. Se generaron transformaciones dentro de la institución conocidas

como contrarreforma.

A partir de la reforma protestante, la cuestión religiosa produjo conflictos que derivaron en guerras. Como se creía que el

poder político de los reyes provenía de Dios, cualquier cuestionamiento a la autoridad política era considerado un asunto

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religioso. En el Sacro Imperio alemán, en Francia y en los Países Bajos, crueles guerras se llevaron adelante por los

conflictos entre católicos y protestantes cuando algunos príncipes decidieron cambiar de religión e imponerla en sus

reinos.

El absolutismo

Desde mediados del siglo XVI en la mayoría de los estados europeos los monarcas intentaron centralizar el poder y

ejercerlo de manera autoritaria. A esta forma de gobierno, en la que el monarca no tiene restricciones legales o culturales,

se la conoce como monarquía absoluta.

Los reyes intentaron limitar los derechos de las asambleas que representaban a la sociedad y avanzar sobre las libertades

garantizadas tradicionalmente. En todos los estados, la población se rebeló de diferentes formas ante

esta situación.

En Francia la nobleza, la burguesía y el campesinado vieron con molestia los intentos de los reyes Luis XIII y su sucesor, Luis XIV, por imponer el absolutismo.

El reinado de Luis XIV, pese a los levantamientos que soportó, fue el que más se acercó al ideal

absolutista. Sus sucesores, Luis XV y Luis XVI no tuvieron las cualidades de su predecesor para gobernar y sufrieron las presiones que la nobleza ejerció para recuperar el poder que detentaban en la

época medieval.

En Inglaterra, la presión de la sociedad fue más efectiva que en Francia. El Parlamento gozaba de amplios poderes. Por otro lado, la burocracia era muy reducida. Esto generaba que la administración de los territorios la encabecen los

terratenientes llamados gentry. Sumado a lo anterior, la inexistencia de un ejército permanente generaba que los reyes

necesitaran de sus vasallos si se producía una guerra.

La expansión ultramarina

Desde fines del siglo XV el espacio controlado por Europa se amplió considerablemente, como resultado de las exploraciones que realizaron Portugal y España. Posteriormente, otras monarquías europeas se sumaron.

Entre los factores que impulsaron estos viajes se destacó la búsqueda de nuevas rutas comerciales que conectaran a

Europa occidental con Asia para acceder al comercio de especias. Pimienta, clavos de olor, nuez moscada, canela y jengibre eran muy valorados y necesarios ya que, además de condimentar, permitían conservar los alimentos.

En el siglo XV los turcos tomaron la ciudad de Constantinopla, lugar por donde transitaban las rutas comerciales. Los

impuestos que exigían para circular por allí hicieron que el comercio se volviera más caro. Entonces los reinos con salida al mar, España y Portugal, comenzaron a buscar otras rutas para llegar al mismo lugar. Esto fue posible gracias a la

mejora de los mapas y a los instrumentos de navegación, como la

brújula y el astrolabio. Además se construyeron embarcaciones más

seguras y mejor equipadas para la navegación oceánica, loa galeones y las

carabelas.

La búsqueda de especias, de metales preciosos para acuñar moneda, de seda

y objetos de lujo para la nobleza y los burgueses adinerados encabezan las necesidades de los europeos. Pero, otro factor para la expansión fue la

religión. Conseguir tierras para evangelizar y difundir la religión católica

fue un objetivo que nació en la época de las cruzadas y que se intensificó en

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la lucha contra los musulmanes durante la Reconquista.

Los primeros navegantes partieron de Portugal. El objetivo era bordear las costas de África y llegar a la India. Así los

portugueses pudieron abastecerse de las especies y otros objetos de lujo como la seda y las piedras preciosas.

A partir de allí Portugal se convirtió en un imperio y se dedicó a controlar las regiones hacia el lejano oriente. En lugar de

establecerse formalmente en los territorios conquistados, crearon factorías o puertos fortificados que les sirvieron como

base y pactaron acuerdos con los gobernantes locales para asegurarse el comercio.

Los españoles tardaron más que los portugueses en iniciar la búsqueda de nuevas rutas. Esto se debió a las luchas que

mantenían con los musulmanes.

En 1483 la reina Isabel recibió de parte del marinero Cristóbal Colón el proyecto para llegar al lejano oriente no por el

este (bordeando las costas de África), sino por el oeste, cruzando el océano Atlántico.

Luego de varios años, idas y vueltas, en 1492 zarpó la expedición que llegaría, el 12 de octubre, a las islas del Caribe.

Colón realizó cuatro viajes en total. Sus viajes y las tierras que fue encontrando generaron rivalidades y conflictos entre

españoles y portugueses por el dominio de las tierras. El papa debió intervenir para limar las asperezas. El Tratado de Tordesillas otorgaba a España la tierra situada a 900km oeste de las islas Azores, y a Portugal el espacio situado al este de

esa línea imaginaria.

A partir de la segunda parte del siglo XVI otras potencias se sumaron a la expansión colonial. Inglaterra logró ocupar algunas islas del Caribe, colonias en la India y en Norteamérica. Los holandeses controlaron regiones de Centroamérica,

sur de África y sudeste asiático. Los franceses, tomaron posesión del actual Canadá.

El desarrollo del comercio internacional

Durante el siglo XVI el comercio internacional experimentó un notable crecimiento. El imperio portugués y el imperio

español fueron la base de ese crecimiento y su población incorporó rápidamente los nuevos productos de las colonias.

Ambos reinos impusieron un mercado monopólico de los intercambios comerciales con sus colonias. Esto significa que

las regiones conquistadas solo podían comerciar, comprar y vender, con sus puertos.

Si bien ambos países se apoyaban en las teorías del mercantilismo, que postulaba la necesidad de evitar la salida de los metales para soportar los gastos, los derroches no pudieron evitarse en los intercambios con otros países europeos y

asiáticos.

Los intercambios comerciales dieron lugar a un comercio triangular. Este consistía en el siguiente circuito comercial: los comerciantes europeos compraban en África esclavos a cambio de textiles, armas, pólvora y

manufacturas. Esos esclavos los vendían en las plantaciones del Caribe y de Norteamérica. Allí

también vendían manufacturas. A cambio, trasladaban a Europa los productos americanos que

comenzaban a apreciarse: café, tabaco, cacao, azúcar y algodón.

Por otro lado, las ciudades italianas que habían dominado el circuito del Mediterráneo y sus rutas

comerciales fueron perdiendo preponderancia frente a los Países Bajos. Amberes y Ámsterdam

se convirtieron en un centro financiero y comercial.

Los holandeses, además, comenzaron a dedicarse a otra actividad rentable: la piratería. En esta

labor fueron acompañados por franceses pero principalmente ingleses.

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Las zonas que atacaban los piratas fueron el Caribe y el sector entre las islas Azores y el puerto de Cádiz.

En muchos casos la piratería contaba con la aprobación y estímulo de los estados rivales de España. La patente de corso

era una autorización formal que extendían algunos gobiernos a los piratas para que capturaran y saquearan las naves españolas. Los corsarios entonces contaban con el beneplácito de sus reyes e incluso fueron premiados con títulos de

nobleza.

En ocasiones, los piratas y corsarios se dedicaron también al contrabando, es decir, al comercio ilegal que eludía el monopolio español.

El desarrollo del mercado interno

Los campos europeos sufrieron innovaciones y modificaciones para mejorar su rendimiento. Estos cambios, como por

ejemplo los cercamientos de los campos comunales, generaron la expulsión de muchos campesinos que se dirigieron a las

ciudades. Por otro lado, aparecen nuevos consumos y gustos que no se pueden satisfacer en las aldeas campesinas. De esta

manera, la economía deja de ser autosuficiente.

Las ciudades sufren un crecimiento demográfico notable. Esto generó que aumenten la demanda de manufacturas, que

debían ser más baratas y por ende, de menor calidad que las que producían los artesanos tradicionales.

Así comenzó un nuevo sistema de trabajo, base del futuro sistema capitalista: el sistema domiciliario. Los comerciantes

compraban las materias primas, las distribuían entre los trabajadores, coordinaban la producción y luego vendían los

productos terminados. Las familias campesinas se convirtieron en los trabajadores de este nuevo sistema en sus tiempos

libres a cambio de un salario.

El pensamiento político y científico

En las ciudades, contrariamente a la idea de que el orden social había sido creado por Dios, las normas eran el resultado de la decisión de los individuos que componían la sociedad. Las instituciones podían ser modificadas según la voluntad de

sus miembros y la pertenencia a las ciudades derivaba de una especie de contrato entre sus integrantes, con derechos y

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obligaciones. En contraste con la sociedad jerárquica del feudalismo, los miembros de las ciudades eran considerados

hombres libres e iguales.

A partir del siglo XVI distintos pensadores comenzaron a elaborar teorías acerca de la sociedad y la política. Estas ideas

fueron la base del pensamiento político moderno.

Entre los siglos XVI y XVII tuvo lugar un intenso desarrollo teórico y experimental de algunas disciplinas como la física,

la matemática y las ciencias de la naturaleza. Los avances se produjeron gracias a la nueva actitud que existía frente al

saber. Esto implicaba el cuestionamiento de las explicaciones religiosas sobre los hechos de la realidad.

Para estos hombres se podía acceder al conocimiento a través de procedimientos empíricos, es decir, gracias a la

observación de la realidad y la experimentación. Por medio de estos recursos podían descubrirse las leyes universales

que gobernaban el universo. Así como la política empezaba a independizarse de la religión, de la misma manera el

conocimiento también se fue desvinculando de las ideas religiosas.

Los adelantos alcanzados en estos siglos fueron tan importantes y novedosos que permiten hablar de una verdadera

revolución científica.

El arte

Los nuevos valores y actitudes también se expresaron a través del arte. Las obras artísticas dejaron de centrarse en temas

religiosos y comenzaron a tratar temáticas profanas, es decir, no sagradas, que reflejaban la existencia natural del hombre y aspiraban a representar la realidad de una manera más objetiva. Sin embargo, continuaron realizándose obras religiosas,

aunque éstas manifestaban los estilos y las técnicas típicas de la nueva concepción del arte. En el siglo XVI,

especialmente a partir de la reforma católica, los valores cristianos siguieron fijando los límites morales a los que debían

atenerse los artistas.

El arte de los siglo XVI y XVII exhibió un profundo interés por el individuo, como lo ponen de manifiesto los retratos y

autorretratos.

En gran medida el auge de las actividades artísticas, principalmente de la pintura y las letras, estuvo vinculado con la expansión económica y el ascenso social de la alta burguesía. Para este grupo, el arte significó la posibilidad de obtener

mayor prestigio social y de perdurar en la sociedad, incluso después de la muerte. Éstas eran formas de trascendencia

profana, muy diferentes de la preocupación religiosa por la salvación.

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Los burgueses más ricos de Italia y Países Bajos se dedicaron a proteger e impulsar el arte. En otros países, los mecenas

del arte fueron la Iglesia, los reyes y la nobleza.

Con el paso del tiempo el mercado para las obras de arte se fue ampliando, a través de la divulgación de grabados y pinturas baratas. También con la difusión masiva de libros que generó la aparición de imprenta. En el teatro, por último,

fueron muy exitosas las obras de caballería, picaresca y novela pastoril.

El Renacimiento

En el siglo XV surge en Italia, particularmente en Florencia, el movimiento artístico conocido como Renacimiento. Luego

se extendió a Roma, Francia, Inglaterra, Hungría, España, Portugal y Polonia, a través de numerosos artistas quienes se

trasladaron al extranjero para poner sus habilidades al servicio de mecenas de las cortes.

Este movimiento artístico y cultural debe su nombre a la pretensión de recuperar la cultura de la antigüedad clásica,

griega y romana. Una de sus principales características fue la exaltación del ideal de belleza clásico.

A partir del Renacimiento surgió una nueva representación de la realidad, que se manifestó en la aplicación de la

perspectiva. Se trataba de un conjunto de reglas gráficas fundadas en la observación, el cálculo y las proporciones que

daba realismo a las representaciones artísticas. La perspectiva reemplazó a las imágenes planas y unidimensionales del

arte medieval. El realismo se expresó también en la tridimensionalidad y el volumen de las figuras representadas. En

pintura se incorporaron paisajes y espacios exteriores, incluso como fondo de los retratos.

La simetría fue una de las principales aspiraciones de los arquitectos, quienes consideraban que las construcciones debían

obedecer a un ordenamiento racional y a un diseño geométrico.

Los artistas de esta corriente se caracterizaron por su capacidad para abordar con un grado de excelencia equivalente

diversas ramas del arte e incluso de la ciencia. Sus máximos referentes fueron Miguel Ángel Buonarroti, Leonardo Da

Vinci y Rafael Sanzio.

La Gioconda, obra de Da Vinci Fragmento de la obra en la Capilla Sixtina, pintada por Miguel Ángel

El barroco

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Otro estilo artístico característico de la época fue el Barroco, cuya etapa de auge se ubica en el siglo XVII. También

surgió en Italia, desde donde se expandió por Europa, con particular éxito en Francia y en las colonias americanas de

España y Portugal.

Contrariamente al realismo postulado por el Renacimiento, el Barroco se caracterizó por la exageración, las emociones y

la fantasía en lugar de la razón. Eso explica que haya sido el estilo escogido por las cortes monárquicas, que buscaban

reforzar y exaltar la figura real, y por la iglesia Católica, que en su lucha contra el protestantismo encontró en el Barroco

un medio excepcional para la difusión de la fe.

Los artistas barrocos continuaron con los temas y el realismo del Renacimiento, pero les añadieron movimiento y

claroscuros, una técnica que a través de fuertes contrastes entre luces y sombras logra dar luminosidad a las obras. Todas

las piezas de arquitectura barroca tenían decoración excesiva.

En pintura, sus principales exponentes fueron Caravaggio, Diego Velázquez y Rembrandt. El barroco también se

manifestó en la literatura, como lo evidencia la obra de Luis Góngora.

Vocación de San Mateo, Caravaggio

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Representación de la Virgen en la escuela Cuzqueña (Perú)

Bibliografía

-AA VV: “Historia. Las sociedades de América y Europa entre el siglo XV y fines del siglo XVIII” 1° ed. Buenos Aires,

Santillana, 2010.

-Razeto, Nora: “Historia 2. Europa y América entre los siglos XV y XVIII”. 1° ed. San Isidro, Puerto de Palos, 2011.

-Rizzi, Analía: “Historia 2. Una historia para pensar. Moderna y Contemporánea” 1° ed. Buenos Aires, Kapelusz, 2009.

- Páginas web.

Páginas web para visitar

-“La expansión europea siglo XV y XVI” https://www.youtube.com/watch?v=nqaQikbY0nU

-“El descubrimiento de América” https://www.youtube.com/watch?v=FdizSgFEuR8

-“El renacimiento” https://www.youtube.com/watch?v=q4DEwnXd8Hc

-“El arte Barroco” https://www.youtube.com/watch?v=5wsQ7FNAawI

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Unidad 3

LOS PUEBLOS INDÍGENAS AMERICANOS Entre los siglos XIII y XIV se desarrollaron las tres principales culturas urbanas de América, en las regiones de Mesoamérica y los

Andes. Los mayas, los aztecas y los incas fueron pueblos con sociedades complejas, economías diversificadas y formas particulares

de relacionarse con el mundo natural y sobrenatural

Temas: Los mayas. Las ciudades- Estado. Conocimientos y creencias. La economía agrícola y el comercio. El imperio azteca:

sociedad y creencias. Los calpullis. Técnicas agrícolas. La ciudad de Tenochtitlán. Arte azteca. Los incas: el imperio andino.

Sociedad, creencias, economía. El trabajo. Los pueblos indígenas del actual territorio argentino.

Los mayas en Mesoamérica

Se distinguen tres períodos en el estudio de los pueblos mayas. El primero es el período preclásico o agrícola (2000 a.C. – 320 d.C.), caracterizado por la

aparición de las primeras formas de agricultura y sedentarismo. Las otras dos

etapas son el período clásico o imperio antiguo (320-987) y el período posclásico

o imperio nuevo (1000-1687)

Durante el período clásico, los pueblos mayas ocuparon la región del Petén, y las

ciudades más importantes fueron Tikal, Palenque, Bonampak y Copán. En el

período posclásico se localizaron en las tierras bajas del norte, donde florecieron

las ciudades de Mazapán, Chichén Itzá y Uxmal.

Esta civilización alcanzó un importante desarrollo artístico y arquitectónico entre

los años 300 y 1400.

Las ciudades- Estado

La organización política maya se basaba en una serie de ciudades-Estado, independientes, relacionadas entre sí por lazos comerciales, religiosos, culturales y defensivos. Cada ciudad-Estado tenía su propio gobernante, llamado halach huinic,

encargado de dirigir el culto religioso, legislar y organizar la defensa militar de la ciudad.

En las ciudades vivía el grupo gobernante, los nobles, que cumplían funciones militares, de gobierno y religiosas. Los sacerdotes, además de dirigir las complicadas ceremonias, eran quienes sabían descifrar y escribir los jeroglíficos.

Aunque no eran nobles, los comerciantes y los artesanos especializados también vivían en las ciudades. Los

campesinos y artesanos vivían fuera de la ciudad. Cultivaban sus parcelas y también trabajaban las tierras de los nobles,

realizaban trabajos de construcción y prestaban servicio militar. Además, pagaban tributo. Por último, se encontraban los

esclavos.

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Conocimientos y creencias

Los mayas tuvieron un sistema de escritura que consistía en una combinación de símbolos fonéticos e ideogramas, es

decir, permitían representar tanto sonidos como ideas o palabras abstractas. Fue utilizado en estelas de piedra, escalinatas, pinturas y cerámicas. Pero sobre todo, en libros llamados códices, que estaban hechos de largas tiras de papel1 plegado y

solía versar sobre temáticas religiosas o históricas. Si bien se hizo un notable avance en la interpretación de la escritura

maya, todavía no se pudo descifrar del todo.

En cuanto a los conocimientos matemáticos, desarrollaron un sistema de numeración vigesimal (es decir, basado en

veinte dígitos) que combinaba tres signos y tenía la particularidad de contar con la noción del cero. Crearon dos

calendarios de gran precisión: el ritual y el solar.

Aplicaron los conocimientos matemáticos a las observaciones astronómicas, que se vinculaban con la astrología.

Además, creían que a través de la adivinación se comunicaban con sus dioses.

1 El papel que conocemos hoy fue inventado por los chinos. El papel que usaban los mayas era realizado con las fibras vegetales del maguey.

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Los mayas practicaban el juego de pelota, un juego sagrado que simbolizaba la lucha entre el bien y el mal. Los jugadores

debían golpear una pelota pesada de caucho con la cintura, las rodillas, los hombros y los codos, para lograr pasarla por un

aro de piedra colocado sobre una pared, a gran altura.

La economía agrícola de los mayas

La base de la economía de los pueblos mayas era la agricultura. Como vivían en una región selvática, muy calurosa y húmeda, los mayas utilizaban una técnica de preparación del

suele conocida como roza o milpa. Esta consistía en cortar los

árboles y la maleza utilizando hachas, quemar los restos para limpiar el terreno y abonarlo con las mismas cenizas obtenidas

de la quema. Esta forma de agricultura desgastaba rápidamente

los suelos, de manera que al cabo de dos o tres años el rendimiento era mínimo, por lo cual la tierra debía ser

abandonada, dejada en barbecho, y debía realizarse una nueva

roza en otro espacio agrícola.

Así cultivaban maíz, calabaza, porotos, tomate, mandioca, batata y cacao. En los hoyos cavados depositaban tres o cuatro semillas de maíz junto con semillas de calabaza y porotos, plantas

trepadoras que se enredaban en las cañas del maíz y crecían junto con ellas. De esta manera, aprovechaban al máximo el

suelo cultivado. También cultivaban henequén y algodón para obtener fibras vegetales utilizadas en la confección de

vestimentas.

El comercio

El comercio era una actividad clave entre los mayas.

Los mercaderes recorrían grandes distancias, a veces a

través de calzadas terrestres o de canales y ríos que cruzaban en canoas. El intercambio de productos se

hacía por medio del trueque. Entre los productos más

apreciados se encuentra la obsidiana, vidrio volcánico

procedente de las tierras altas, muy filoso, utilizado en adornos y cuchillos. Este raro producto era considerado

de gran lujo y otorgaba prestigio a quien lo poseía. De

las tierras altas procedían los caparazones marinos del Pacífico, las plumas de quetzal, el tinte púrpura de los

moluscos y bienes realizados con maguey y jade. De las

tierras bajas se comercializaban cal, sal, cerámica, policromo, caparazones del Caribe y del Golfo, pieles,

plumas, tejidos de algodón, tabaco, cacao y vainilla,

entre otros.

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El imperio azteca

Uno de los imperios americanos desarrollados en el valle central de México fue el de los mexicas o aztecas. Antes de

ellos, el centro urbano Teotihuacán ejerció una gran influencia económica y cultural sobre el resto de las culturas urbanas

del valle de México, durante los siglos V y VI.

Alrededor del 1325, los mexicas se instalaron en el centro de México, en una

isla del lago Texcoco, donde fundaron la ciudad de Tenochtitlán.

Inicialmente, se encontraban bajo el dominio de los tepanecas, un Estado cuya capital era la ciudad de Tula. Hacia el 1430, los mexicas, en alianza

con las ciudades de Texcoco y Tlacopán, vencieron a los tepanecas

organizando un imperio que se expandió territorialmente, junto con su

lengua, el náhuatl.

Una vez consolidado el imperio, la máxima autoridad fue ejercida por el

hueytlatoani, jefe del ejército y sacerdote máximo, así como juez supremo.

Además, en todas las ciudades había gobernadores, llamados tlatoque.

El poderío militar mexica estaba ligado al extraordinario poderío económico,

ya que gracias a las conquistas militares sometían a distintos pueblos que debían pagar tributos al imperio.

La sociedad mexica

Entre los mexicas, la sociedad estaba dividida en dos grandes grupos: la minoría dominante de los pipiltin, que recibía

tributos y servicios del grupo mayoritario macehualtin. Este último grupo estaba integrado principalmente por campesinos, aunque también había artesanos y comerciantes. Los macehualtin poseían sus propios medios de producción:

tierras, en el caso de los campesinos, y herramientas, en el caso de los artesanos. Los comerciantes, o pochtecas, podían

ser muy ricos y vivir cómodamente al modo de los pipiltin.

El último grupo de la sociedad mexica eran los esclavos tomados prisioneros durante las guerras, que en su mayoría eran

sacrificados.

Creencias e ideología

En el ámbito educativo, sabemos que los niños eran instruidos por sus padres hasta que llegaban a la adolescencia.

Entonces, podían entrar a una escuela que tenía cada calpulli, donde aprendían varios oficios y se preparaban para la

guerra, o bien podían ir a un colegio para futuros sacerdotes, donde se les enseñaba retóricas y rituales, entre muchos otros

conocimientos. Entre esos conocimientos se encontraba un sistema matemático basado en el número 20.

También hacían observaciones astronómicas, y gracias a ellas desarrollaron un preciso calendario solar, además de un

calendario religioso de 260 días, que parece estar basado en los movimientos del planeta Venus.

La religión tenía un papel central en el pueblo azteca. Era de gran importancia Quetzalcóatl, dios de la sabiduría y la

civilización, representado por una serpiente emplumada. Otras deidades importantes eran Tláloc, dios de la lluvia y la

fertilidad; Xochipilli, dios de las flores y de las artes; Xipe Tótec, deidad de las cosechas y las enfermedades; y

Tezcatlipoca, patrón de la noche, la belleza, la enemistad y la adivinación.

Los mexicas estaban convencidos de su destino conquistador. Según un relato compuesto hacia 1430, los mexicas

habían sido informados por el sacerdote Huizilopochtli (luego deificado como dios principal, de la guerra y el Sol) que el

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dios Tetzahuitl Teotl había escogido liberarlos de la opresión y darles prosperidad. Para ello, los mexicas debían

rebelarse contra el dominio tepaneca y expandir su dominio sobre otros pueblos de México.

Los aztecas pensaban que había que ofrecer constantes sacrificios humanos a los dioses, ya que estos se alimentaban de

sangre y corazones, y así se aseguraban que el Sol siguiera saliendo. Para tener siempre esclavos disponibles para esos

sacrificios, era necesario tener guerras. Como muchas veces se vivían tiempos de paz, los aztecas y sus vecinos instrumentaron mecanismos para obtener esclavos: las guerras floridas. En esas guerras, que surgían de la necesidad de

tener sacrificios, y no de un conflicto con otro pueblo, los aztecas y los pueblos vecinos se enfrentaban para obtener un

botín apto para sacrificar: una buena cantidad de guerreros capturados al bando contrario. De esta manera ambos pueblos

tenían esclavos para sacrificar, y con ellos creían tener satisfechos a sus dioses.

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SACRIFICIOS LUEGO DE LAS GUERRAS FLORIDAS

Los calpullis

La mayoría de la población, los macehualtin, estaba organizada en clases, llamados calpullis. Cada uno integrado por personas emparentadas entre sí: todos sus miembros

reconocían un dios común y un antepasado común, mítico o

real.

La mayoría de los calpullis eran rurales, pero también loa

había urbanos, localizados en los distintos barrios de las

ciudades. En estos, sus integrantes tenían garantizado l

espacio para vivir en el barrio y el aprendizaje de un oficio, ya que una característica particular de estos calpullis era la

pertenecía a un oficio específico, como comerciantes,

artesanos y también de servicios (constructores, aguateros, etc.) También existían calpullis semiurbanos, integrados por

cazadores, recolectores y pecadores.

En todas las ciudades había una plaza central utilizada como mercado. El intercambio se realizaba a través del trueque,

aunque también se utilizaban granos de cacao como unidad de medida, en una función similar a la de la moneda.

Los macehualtin debían pagar tributos, servir en el ejército y realizar servicios al Estado (como la construcción de templos

y palacios, y como cargadores). Los calpullis eran la organización social encargada de que se cumplieran esas

obligaciones.

Las técnicas agrícolas

La base de la economía mexica era la agricultura, especialmente del maíz, el cereal más utilizado en la alimentación

mesoamericana. Otros cultivos importantes eran: algodón, cacao, calabaza, chile, tomate y ají. También se explotaba el maguey, en las zonas semiserranas del norte del valle de México, del cual aprovechaban las fibras para la construcción, y

la pulpa, para la elaboración de bebidas alcohólicas.

La producción agrícola utilizaba el riego con agua de los lagos y lagunas de la región, por medio de canales. Además

construían terrazas para aplanar la superficie y distribuir el agua de riego de manera pareja.

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Los mexicas desarrollaron una técnica agrícola muy particular: el cultivo en chinampas. Las chinampas eran similares a

balsas artificiales, contraídas con tierra, ramas y plantas que flotaban en los canales y acequias de las ciudades. La tierra

de las chinampas era muy fértil y mantenía una humedad constante.

CHINAMPAS

La ciudad de Tenochtitlán

Tenochtitlán, la capital mexica, era una ciudad que llegó a tener 300.000 habitantes, mientras en la misma época Londres

tenía sólo 80.000. Fue construida sobre una isla, en medio del lago Texcoco, y estaba unida a tierra firme a través de

calzadas. La ciudad, atravesada por canales incluía un centro público, donde estaban los templos, los palacios y el

mercado, y los barrios, donde vivían las personas.

En los barrios vivían las personas comunes, los macehualtin. Cada barrio tenía su propio amarradero de canoas, sus tierras

para huertos y casas y una plaza, donde sus habitantes realizaban fiestas. En general, cada barrio correspondía a un

calpulli, es decir que tenía una especialización por oficio.

Las calzadas terrestres se dirigían todas desde y hacia el centro político de la ciudad. Su construcción se realizó con el

tributo en trabajo de los macehualtin y requería un constante mantenimiento. También se construyeron acueductos para

traer agua desde los manantiales.

El mercado de Tlatelco era el lugar de los intercambios comerciales. Allí se ofrecían toda clase de productos, desde

alimentos vendidos por sus propios productores hasta objetos de lujo procedentes de lugares lejanos. Alrededor de sesenta

mil personas lo visitaban por día. El palacio del emperador era un edificio de dos plantas que albergaba los tribunales de justicia, los consejos, los cuartos para huéspedes, los depósitos para los tributos y talleres de artesanos. Un lugar especial

era la Casa de los Cautivos, donde se alojaba a los prisioneros destinados al sacrificio. Además, el palacio tenía un

zoológico y diez estanques llenos de aves acuáticas.

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Los canales eran utilizados para el

cultivo en chinampas, a la vez que

constituían el medio de comunicación entre los distintos

barrios. Para el transporte de

personas y productos se usaban canoas. A través de los canales

también se sacaban los desperdicios

de la ciudad.

La ciudad tenía un sector sagrado, integrado por 78 edificios. El más

importante era el Templo Mayor,

que en su parte superior tenía dos santuarios. Uno estaba dedicado a

Tlaloc, el dios de la lluvia, y el otro

a Huitzlopochtli, el dios de la guerra.

El arte de los aztecas: los dioses de piedra

La civilización azteca se caracterizó por ser una de las culturas más creativas y originales de América

precolombina. Durante el período postclásico, que se dio

entre los años 1250 y 1521, los aztecas levantaron grandiosos edificios, tallaron la piedra con maestría y

crearon hermosas vasijas de cerámica.

Arte y religiosidad

El arte de los aztecas fue un arte religioso y social, dado que pretendía mediante sus manifestaciones favorecer al

Estado, pero también representar mitos, dioses, leyendas y,

por añadidura, la vida de los soberanos más poderosos y

representativos.

La escultura azteca, en general, estaba inserta en las

monumentales edificaciones que se levantaban para la práctica religiosa. Las divinidades que representaban

fenómenos naturales o simplemente a la Tierra, el Sol y la Luna, eran esculpidas en piedra, con un alto sentido del

realismo. Esto quiere decir que los dioses, guerreros o reyes que esculpieron tenían proporciones humanas correctas,

aunque la expresión de su rostro, el ropaje y el movimiento de los miembros podían infundir temor, respeto u otro

sentimiento a quien los observara.

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Los incas, un imperio andino

A partir del año 1300, los incas organizaron un gran imperio,

el Tawantisuyo, que dominó un extenso territorio desde el

actual Ecuador hasta el noroeste argentino. La capital era la ciudad de Cuzco, en el centro del actual Perú. Esta ciudad era

considerada “El ombligo del mundo”.

La autoridad máxima del imperio era el Inca, considerado

“hijo del Sol”, su cargo era hereditario y su persona,

considerada sagrada.

Los incas ejercieron su poder sobre una gran cantidad de comunidades. Impusieron el idioma quechua, el culto al sol y

la exigencia de tributos. Para ejercer el control, el imperio se

dividió en cuatro regiones o suyus. A su vez, cada una de estas regiones estaba subdividida en unidades menores, bajo

la autoridad de un curaca llamadas ayllus. Los curacas se

ocupaban del cumplimiento de los tributos y ejercían el control militar. Si ocurrían sublevaciones, los incas

trasladaban masivamente a la población rebelde; así rompían

los lazos de estas comunidades con su lugar de origen.

Una sociedad jerarquizada

La organización social incaica era jerárquica. El Inca y su linaje o

panaca residían en el Cuzco y representaban el sector de mayor poder

en esta sociedad.

Luego había una nobleza de funcionarios del Estado y del culto. Los

nobles incas vivían con lujo gracias a los recursos producidos en las tierras del Inca y del Sol. Residían en Cuzco, en imponentes palacios y

cumplían funciones administrativas, militares y religiosas. Podían tener

varias esposas.

El resto de la sociedad se agrupaba en los ayllus, comunidades

campesinas que se consideraban descendientes de un antepasado en

común y estaban bajo el control de un curaca. Por último, los yanas

eran aquellos servidores de la nobleza que habían sido desvinculados de

sus comunidades de origen.

Las creencias incaicas

Aunque sobreviven pocos templos de la cultura incaica, sus ruinas y los testimonios dan cuenta de la importancia de la religión para este pueblo. Los incas eran politeístas. La religión estaba jerarquizada, igual que la sociedad. Existían

deidades mayores, como el Sol o Inti, que era muy importante para la agricultura, y Viracocha, héroe civilizador que

había traído a la humanidad elementos fundamentales: la palabra, la agricultura y el tejido. También existían deidades

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menores asociadas a serpientes, aves y felinos.

Pachacamac, dios de las tormentas y los terremotos, y

Pachamama, diosa de la tierra y la fertilidad son algunos de

ellos.

Tradicionalmente, cada ayllu tenía sus propios dioses

locales y mallqui, momias sagradas de los antepasados a quienes se les rendía culto para asegurarse la continuidad y

protección de la comunidad. Este culto, local, se subordinó

al culto oficial de los dioses (especialmente al de Inti) pero

nunca desapareció hasta los tiempos de la conquista.

Además, entre los incas había lugares sagrados, los huacas,

donde se rendía culto a los antepasados. Los incas también

practicaban la adivinación: “leían” las hojas de la coca, las

entrañas de los animales y la forma de caminar de algunos insectos.

Una economía agrícola

La región andina tiene una gran variedad ecológica, según la altitud y la cercanía a la costa de cada zona. Por eso cada

ayllu enviaba campesinos a trabajar como colonos en regiones ecológicas diferentes. De este modo, cada ayllu obtenía

distintos productos a través del intercambio, lo que hacía innecesaria la práctica del comercio. Este sistema de máximo

aprovechamiento de recursos ecológicos es conocido como modelo de archipiélago vertical.

La técnica agrícola que

utilizaban las comunidades andinas

era el cultivo en

terrazas o andenes.

La creación de terrazas en las laderas de las

montañas se realizaba

mediante el aplanamiento de la

tierra y el sostén de

esos grandes “escalones” con

piedras y maderas,

para aprovechar al

máximo la poca tierra disponible y el agua,

que se distribuía a través de canales construido para tal fin.

En los Andes se empleaban instrumentos como la azada y la taclla, un palo cavador que se hundía profundo en la tierra

con ayuda del pie. Sus principales cultivos eran la papa, el maíz y la quinua, ajíes, batatas, calabazas y porotos.

Las comunidades andinas también practicaban la ganadería. Criaban llamas, vicuñas y alpacas, pero solo para

aprovechar su lana y como animales de carga.

Vemos entonces, que en una sociedad tan centralizada en la agricultura, la tenencia y el uso de la tierra eran factores económicos fundamentales. Cada ayllu recibía una porción de la tierra para el cultivo, que no pertenecía al curaca sino a

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toda la comunidad. Si la producción de esta tierra se incrementaba, su comunidad ganaba prestigio. Por lo tanto, cada

individuo estaba obligado a trabajar en esta actividad y a destinar parte de su producción al Estado.

Los habitantes del imperio estaban unidos por relaciones de reciprocidad, que era una tradición andina muy antigua basada en la idea de brindar ayuda a los miembros de un mismo grupo. Si una persona asistía a otra, podía contar con un

servicio similar más adelante.

Los incas adaptaron esta filosofía al ámbito estatal argumentando que, cuando se pedía a las personas que cumplieran tareas (como dedicarse a tareas de construcción), se las recompensaría más adelante con redistribución de recursos en

tiempos de escasez.

Sin embargo, no todo el trabajo se relacionaba con la reciprocidad: también existía el yanaconazgo, según el cual una

persona perdía el vínculo que lo unía con su comunidad y debía trabajar para los nobles. Esta situación solo podía ocurrir

por expresa voluntad del Inca.

El trabajo como tributo

La mita, era un sistema de trabajo obligatorio, rotativo y por turnos, el cual estaban obligados a realizar todos los varones

adultos de los ayllus. Este sistema, que originalmente era utilizado por los curacas de cada región para obtener el trabajo

de los ayllus, se extendió a toda la región andina bajo la dominación inca. Fue la instrumentación estatal de la

reciprocidad.

Mediante la mita, los trabajadores salían de los ayllus en turnos rotativos y realizaban un trabajo temporario para el

Estado. Estos trabajos podían ser agrícolas, en las tierras del Inca o del Sol; artesanales (tejido, orfebrería, etc.) en la

construcción de obras públicas (caminos, edificaciones estatales, etc.) o en la extracción de metales preciosos (plata).

Durante el turno de la mita, el alimento, vestido y abrigo era proporcionado por el Estado. El trabajo era realizado con

herramientas y materiales del Estado. En el caso de los yanas, el sujeto nunca volvía con su comunidad.

Los incas no tuvieron un sistema de escritura. Para registrar la contabilidad de los tributos, los incas utilizaban los quipus,

sistema de registro en

el que se anudaban

cordones de diferentes tamaños y

colores. El grosor de

cada cordón, su color y los lugares donde

se realizaban los

nudos eran las

indicaciones para

“leerlos”. Los funcionarios especializados en el conocimiento de los quipus eran los quipucamayac.

Grandes monumentos en las alturas

Gracias a la eficiente administración del imperio, los emperadores podían encargar la construcción de imponentes obras,

muchas de las cuales existen en la actualidad. Los edificios simples como las casas de los campesinos solían estar hechos

de adobe (ladrillos de barro mezclados con paja). En cambio, para las estructuras monumentales se usaba la piedra. Los enormes bloques de piedra, traídos de lugares recónditos del imperio, se tallaban con cuidado, como si fueran piezas de un

rompecabezas, y encajaban sin necesidad de unirlos con algún tipo de pegamento. Utilizaban un sistema perfeccionista de

piedras cóncavas y convexas.

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MACHU PICCHU

SITIO DEL Qoricancha. LOS ESPAÑOLES Y CRIOLLOS CONSTRUYERON UNA BASÍLICA CRISTIANA SOBRE BASES DEL TEMPLO A INTI.

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Los pueblos indígenas del actual territorio argentino

Se calcula que el actual territorio argentino estuvo poblado desde hace unos 13.000 años. Ésa es la antigüedad que tienen

los restos hallados en el sitio Piedra Museo de la provincia de Santa Cruz.

Mucho tiempo después, cuando llegaron los españoles en el siglo XVI, la población indígena era numerosa y estaba

integrada por diversos pueblos que desarrollaron diferentes formas de organización social y política. Algunos mantuvieron

un modo de vida semisedentario, dedicándose a la caza y a la recolección. Otros, en cambio, construyeron poblados permanentes en donde practicaban la agricultura y el pastoreo del ganado.

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Los tehuelches, cazadores recolectores

Para buscar su alimento, los grupos cazadores-recolectores debían desplazarse por el territorio. Pero no lo hacían sin

rumbo: tenían identificadas zonas de caza y de recolección hacia donde se dirigían. Para eso tenían dos formas de

asentamientos. Los campamentos de base eran sitios donde vivían de manera bastante estable. De ahí salían los grupos

de cazadores que recorrían el territorio en busca de animales para cazar, mientras que las mujeres, los niños y los ancianos se quedaban en la espera del resultado de la expedición. Pero también, los cazadores armaban campamentos estacionales

en sus lugares de caza. Una vez finalizada la expedición, los campamentos se desarmaban y cada hombre volvía con sus

familias.

Cuando algún grupo no encontraba

alimento en sus territorios de caza,

tenían que pedir permiso a pueblos vecinos para entrar en los suyos.

Pero a veces, se introducían sin

autorización y eso llevaba a la

guerra. Estos enfrentamientos no duraban mucho tiempo, y cuando se

resolvía los grupos podían volver a

cazar juntos.

Los tehuelches se desplazaban

estacionalmente por la Patagonia. En

el verano, llegaban hasta cercanías de la cordillera de los Andes, y en

invierno se asentaban en la costa del

océano Atlántico.

Las principales presas de los tehuelches eran guanacos, pumas y

ñandúes que cazaban con boleadoras, lanzas, arcos y flechas. Las mujeres y los niños ayudaban a los hombres formando

un círculo alrededor del animal para cercarlo, y se ocupaban de cazar animales más pequeños como zorrinos y

quirquinchos. También recolectaban raíces y semillas para elaborar harina.

Vivían en toldos construidos con pieles de animales y sostenidos por armazones de madera y huesos. En cada toldo vivía

una familia formada por padres, hijos y abuelos. La reunión de varios toldos se llamaba tolderías, y reunía unas 100

personas. Las viviendas eran de fácil construcción para poder desarmarlas y trasladarlas. Los toldos tenían forma

triangular y una abertura en la cima para que saliera el humo del fogón que se prendía en su interior.

Los yámanas, cazadores en canoas

Los yámanas habitaron el extremo sur de Tierra del Fuego y la zona de las islas y canales que se encuentran alrededor de

ella. Este pueblo se destacó por desarrollar hábilmente la navegación. En la zona donde vivían, los recursos terrestres eran

escasos: sólo en invierno podían cazar guanacos y recolectar hongos, frutos y raíces. Pero en las costas obtenían

mariscos, peces, lobos marinos, nutrias y aves que cazaban para alimentarse.

Para desplazarse por el agua, construyeron canoas con la corteza de árboles grandes. También fabricaron armas, como el

arpón de hueso.

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Se organizaban en familias que se

desplazaban constantemente. Cuando se

detenían en algún lugar, construían chozas circulares u ovaladas en las

orillas del agua. Luego las cubrían con

hojas y ramas si era verano, o pieles en invierno. Cuando salían en canoa, iba

toda la familia. La mujer se sentaba en

la parte posterior, desde donde remaba y

piloteaba la nave.

El hombre iba al acecho de los animales,

portando sus armas. Los niños, mientras

tanto, se ocupaban de cuidar el fuego que encendían en el centro de la

embarcación.

Entre los yámanas, no había jefes de ningún tipo. Solamente los chamanes y

los ancianos tenían una especial influencia en el grupo.

Los diaguitas, agricultores en la montaña

En el noroeste del actual territorio argentino vivían los diaguitas, un pueblo agricultor que desarrolló un sistema de cultivo

similar al inca: construyeron escalones sobre las laderas de las montañas y cerros que cubrían con tierra y regaban a través de canales que llevaban el agua desde los ríos hasta los cultivos. Estas construcciones eran terrazas de cultivo, y allí

desarrollaron maíz, zapallo, papa, poroto y quinua.

Además de la agricultura, los diaguitas recolectaron frutos silvestres, y

domesticaron animales que les

proporcionaban lana, leche, carne y

transporte.

Para almacenar y transportar los granos

fabricaron cerámicas y vasijas.

Con este sistema económico, los diaguitas fueron sedentarios y construyeron viviendas

sólidas y duraderas utilizando piedra. En

cada casa vivía una familia, y todas ellas

formaron aldeas.

Además construyeron corrales, depósitos

para almacenar los granos, murallas o

pucarás para defenderse y lugares de culto.

Entre sus cultos más importantes se encuentra las ceremonias para la Pachamama o Madre Tierra. Todas las actividades,

desde el cultivo y el pastoreo hasta la construcción de edificios, eran organizadas por los jefes de la comunidad, quienes

además se encargaban de distribuir las tierras de cultivo entre las familias de la aldea.

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Los guaraníes

Los guaraníes formaban parte de una cultura mayor, los tupí-

guaraní, que habitaban Brasil. Llegaron al noroeste de Argentina

navegando distintos ríos. De esa manera se extendieron por Bolivia,

Paraguay y Uruguay.

Las comunidades eran sedentarias y se dedicaban a la agricultura.

Cultivaban batata, maíz, zapallo, poroto y maní. Como vivían en la

selva desarrollaron la técnica de cultivo llamada “milpa” o “de

roza”. Para ello, talaban una parcela de monte y luego quemaban

los restos. En época de lluvias, sembraban utilizando un palo

cavador y dejaba semillas en ese agujero. Luego de tres años, abandonaba la parcela y buscaban nuevas tierras para cultivar. Para

conservar y transportar los alimentos, hacían vasijas y cestas

tejidas.

Otras actividades eran la caza, la pesca y la recolección. Con armas como arco y flecha cazaban tapires, coatíes, monos, ciervos, osos hormigueros y otros animales. También fueron hábiles canoeros y construyeron embarcaciones para

desplazarse por los ríos.

La aldea guaraní incluía de cuatro a ocho casas grandes, donde vivían familias extensas. Utilizaban hojas de palmera y

cortezas de árboles entrelazados. En el centro había un espacio común para las actividades sociales y ceremoniales.

Alrededor construían murallas o empalizadas de troncos, de tres metros de altura, para protegerse de otros pueblos. Los

jefes eran muy poderosos, y el pueblo debía edificar la vivienda y cultivar las tierras de los caciques.

Creían en Tubá, dios creador de todo lo existente. Con los rayos, Tubá hacia llover y madurar los cultivos.

Bibliografía

-AA VV: “Ciencias Sociales 1. Santillana en línea”. Editorial Santillana, 1° edición, CABA, 2014.

-AA VV: “Activados. Ciencias Sociales 1. Maravillas del mundo: Sociedades y espacios geográficos en la actualidad.

Historia de las civilizaciones de la Edad Antigua y el mundo feudal”, Puerto de Palos, 1° edición, CABA, 2015.

-AA VV: “Ciencias Sociales 7”, Kapelusz, 1° edición, CABA, 2012.

-AA VV: “Ciencias Sociales 1 ES”, Estrada, 1° edición, San Isidro, 2010.

-Cristófori, A y Zappettini, Ma. C. (coords.): “Ciencias Sociales 1 De los comienzos de la historia y la geografía humanas hasta el fin de la Edad Media”, Editorial Aique, 1° edición, CABA, 2009.

-Razeto, Nora: “Historia 2. Europa y América entre los siglos XV y XVIII”. 1° ed. San Isidro, Puerto de Palos, 2011.

- Páginas web.

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Unidad 4

La expansión y conquista de América Hacia el siglo XV, los europeos desconocían la existencia del continente americano. La llegada a América y la exploración del

territorio pusieron a los españoles en contacto con una cultura totalmente distinta de la suya. Las relaciones que se establecieron

entre estos dos mundos tan diferentes provocaron cambios fundamentales tanto para las poblaciones nativas como para las

sociedades europeas. En este capítulo estudiaremos de qué modo se instalaron los europeos en América, como fueron recibidos por

los aborígenes y qué función cumplió la Iglesia en este proceso.

Temas: la exploración de las nuevas tierras. La conquista de las sociedades aborígenes americanas. La evangelización de los

aborígenes. Conquista del Imperio Azteca, la resistencia de los mayas, la conquista de los Incas. Las fronteras. El impacto de la conquista. La fundación de las ciudades. La instalación en Brasil. La formación del Imperio español. La creación de instituciones.

Brasil y Norteamérica.

La exploración de las nuevas tierras

De la América indígena a la América colonial

Como puede observarse, los españoles y europeos que, desde el siglo XVI en adelante iniciaron su expansión hacia América, no “descubrieron” un “nuevo”

continente. Estas tierras ya habían sido descubiertas por otros hombres que crearon

desde grandes y poderosos imperios hasta pequeñas sociedades nómades de cazadores recolectores. Pero ¿Qué paso con todos ellos cuando los europeos

arribaron a América? La gran mayoría fueron desestructurados, saqueados,

destruidos y asesinados por los europeos. Posteriormente hubo un breve período

caracterizado por una especie de intercambio recíproco entre españoles e indígenas, pero rápidamente se iniciaron campañas de conquista y los pueblos indígenas que se

opusieron a la invasión, perecieron en ella. Finalmente, se inició un nuevo período

caracterizado por la organización del sistema colonial que comenzó luego de que los españoles consiguieron controlar y someter los territorios invadidos.

Primer período: el encuentro de dos mundos

Luego de las expediciones que Colón realizara a América, decenas de aventureros europeos emprendieron el viaje hacia tierras americanas. Estos primeros contactos entre americanos y europeos fueron devastadores. Los territorios ocupados

fueron saqueados y las poblaciones indígenas que allí vivían se quedaron rápidamente sin alimento. Además, los barcos

europeos trasladaron importantes enfermedades de un continente a otro. Las sociedades indígenas desconocían esas enfermedades y, por lo tanto, no se encontraban inmunizadas. Cientos de miles de indígenas murieron a causa del

paludismo, la peste, la lepra, la fiebre tifoidea, la tos ferina, la difteria, el sarampión, la varicela, pero sobre todo

por la viruela. Además, la mayoría de los europeos que llegaban a los nuevos territorios trataban como inferiores a los que en ellos residían. Así justificaban un genocidio lento pero sostenido. Las peores crueldades humanas se manifestaron

en ese entonces con el pretexto de que las poblaciones indígenas eran pecadores, seres humanos inferiores y salvajes. Los

indígenas eran devorados por los perros o mutilados y torturados por los colonizadores.

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Pero esa manera violenta y destructiva de ingresar a los territorios no podría sostenerse mucho tiempo. A mediano y largo

plazo, los saqueos y asesinatos privaron a los españoles de alimentos y mano de obra para producirlos. Si continuaba el

saqueo la comida y todo tipo de sustento material tendería a exterminarse. Si los europeos seguían asesinando a las poblaciones locales, nadie más que ellos podría continuar sembrando la tierra o recolectando alimentos. Desde ese

momento, los europeos desarrollaron otras modalidades de relacionarse con los pueblos indígenas e intentaron un

intercambio más respetuoso y recíproco. Sin embargo, esto terminaría rápidamente, cuando la Corona española ordenó

invadir y controlar toda la superficie territorial americana que fuese posible.

Segundo período. Invasión y ocupación europea del territorio

americano.

Las primeras expediciones europeas al continente americano la llevaron a cabo navegantes y aventureros españoles. Aunque lo hacían en nombre de la Iglesia Católica y del Rey de España, éstos no eran milicias reales o papales sino

hombres independientes que se lanzaban a explorar (lo que para ellos era) un “nuevo” territorio.

Estos primeros viajeros retornaban al continente europeo llevando noticias de los territorios americanos. Todos ellos les comunicaron a los reyes de España que se trataba de un enorme continente, con Imperios y sociedades desarrolladas. Si se

las conquistaba y doblegaba se podría conseguir muchísimas riquezas para la monarquía de España. Fue así que las

nuevas expediciones ya no serían emprendidas sólo por aventureros en busca de fortuna, sino que también comenzarían a

enviarse delegaciones reales: los funcionarios del rey y sus ejércitos. En la segunda oleada de viajes hacia América viajaron militares, navegantes, científicos, escritores y religiosos, con explícitas órdenes de actuar en nombre del rey y

en beneficio del imperio español.

En éste período los españoles ingresaron a diversos territorios. Desde el Caribe ingresaron al valle de México. Años más tarde iniciaron un largo período de expediciones hacia el sur y llegaron a la región andina gobernada por los incas.

Posteriormente, los españoles fueron instalándose en el actual territorio argentino.

Para los españoles no fue nada fácil ingresar a estos territorios. En la mayoría de las ocasiones, los pueblos indígenas se rebelaron y resistieron. En otras circunstancias, algunos pueblos se aliaron con los españoles para derrotar imperios

locales. Por ejemplo, los llamados Tlaxcaltecas eran un pueblo mexicano indígena sometido al poder imperial azteca.

Cuando Hernán Cortés (invasor y colonizador del imperio azteca) llegó con sus hombres al valle de México, los

Tlaxcaltecas decidieron aliarse a los españoles para derribar juntos a los aztecas.

Cada zona colonizada tuvo sus propios conflictos y su dinámica de colonización. Entre el siglo XVI y XVII,

Centroamérica, México, la región andina y el centro-norte del actual territorio argentino, los españoles consiguieron

establecer su dominio.

Sin embargo, los reyes de España

no fueron los únicos interesados en

el nuevo territorio. La mayoría de las nuevas monarquías europeas

aceptaron, aunque de mala gana,

que era España la que tenía mayor

derecho a invadir América. De todas formas, solicitaron el permiso para

ingresar al continente. Fue el Papa

quien estableció qué territorios podía invadir España y qué

territorios podían invadir el resto de

los países interesados. Así fue que

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Europa se dividió el continente americano. Portugal invadió la región oriental del actual territorio brasilero. Holanda,

Francia e Inglaterra intentaron asentarse, sin mucho éxito, en las actuales Guayanas. A su vez, Inglaterra fue

estableciéndose al norte del Valle de México, en el actual territorio estadounidense. Y Francia logró conquistar, tiempo

después, la actual Canadá.

Así fue como Europa conoció otro continente, para ellos nuevo. Y lo llamó “el nuevo continente” en oposición al “viejo

continente” que era Europa.

Desde el inicio de la conquista de América, la evangelización y enseñanza de la religión católica fue un elemento esencial

y una de las principales razones que la justificaron.

Cuando Colón llegó a América e informó a los reyes españoles, el papa Alejandro VI les otorgó a los monarcas españoles

el dominio sobre las tierras “descubiertas” y les exigió el envío de misiones para evangelizar a los nativos. Cuarenta años después, una vez denunciados los maltratos y abusos que los indígenas sufrían a mano de los españoles, el papa Pablo III

declaró que los indígenas eran libres, podían poseer bienes y debían ser evangelizados.

La evangelización debía llevarse a cabo con misiones de distintas órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, jesuitas),

especializados en esa tarea.

La conquista de los aztecas, los mayas y los incas

En febrero de 1519 salió de la Habana una expedición comandada por Hernán Cortés y se componía de 600 hombres.

En su camino, llegaron a un poblado de totonacas, quienes informaron a los expedicionarios sobre las abundantes riquezas

del imperio Azteca y del esplendor de su capital, Tenochtitlán. También resultó de mucha ayuda la intervención de la

Malinche, quien funcionó como intérprete al aprender el castellano.

El 8 de noviembre de 1519, los españoles llegaron a Tenochtitlán donde fueron muy bien recibidos por el emperador,

Moctezuma. Pero la convivencia fue muy breve. Luego de enfrentamientos, Cortés tuvo que retirarse.

Con ayuda de nativos enfrentados a los aztecas, preparó una nueva ofensiva. El ataque sobre Tenochtitlán rindió sus

frutos: las enfermedades y falta de agua, la escasez de alimentos, el hacinamiento y el hostigamiento constante lograron

vencer la resistencia azteca. E 13 de agosto de 1521 en imperio quedó sometido a Cortés. Desde entonces, Tenochtitlán se

llama México.

En 1524 Cortés mandó una expedición hacia las tierras de los mayas. Esta expedición, a cargo de Pedro de Alvarado,

tuvo 300 indígenas colaboradores.

La resistencia maya fue efectiva y se mantuvo con fuerza durante más de cinco años en la actual Guatemala. Hacia 1541 pudo, Francisco de Montejo, vencer la resistencia en Yucatán. Sin embargo, la resistencia maya se mantuvo durante

muchos años más.

Los españoles conocían la existencia del Imperio Inca desde comienzos del siglo XVI. En 1532, un contingente al mando

de Francisco Pizarro arribó a territorio incaico.

A diferencia de lo que sucedió con Cortés, los españoles no encontraron muestras de amistad entre los pueblos nativos.

Pero no pudieron llegar en mejor momento: existía un conflicto dinástico por la sucesión del emperador. Los hermanos

Huáscar y Atahualpa peleaban por el derecho a suceder a su padre. Este conflicto, en el que resultó triunfante Atahualpa,

facilitó la conquista por los españoles.

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Pizarro y sus hombres capturaron a Atahualpa, atacándolo por sorpresa. Con el emperador sometido, exigieron un rescate

que consistía en los metales preciosos necesarios para llenar una habitación entera. A pesar de que los indígenas

cumplieron el cometido, Pizarro decidió ejecutar al emperador.

A partir de entonces, la conquista fue rápida. En noviembre de 1532, Pizarro llegó a Cuzco y estableció un emperador

títere, Manco Capac, hijo de Huáscar. Al poco tiempo, Manco Capac descubrió la estrategia y comenzó a preparar una

sublevación. Pero la rebelión fue sofocada. Para 1572, el virrey Toledo logró vencer las últimas resistencias incas cuando

apresó y ejecutó al cabecilla indígena, Túpac Amaru.

Las fronteras

En los sitios donde se fueron asentando, los conquistadores españoles recibieron noticias sobre la existencia de metales

preciosos en lugares cada vez más alejados. Esto los alentó a continuar los viajes de exploración por distintas regiones. En

algunas zonas, encontraron tan deseados tesoros. En otras, en cambio, al no encontrarlos, se apropiaron de las tierras y

sometieron a las poblaciones nativas, exigiéndoles trabajo forzoso o tributos.

Pero también hubo zonas donde la población indígena presentó mayor resistencia al avance español. La conquista fue

muy resistida en zonas habitadas por grupos indígenas seminómades. Allí se establecieron fronteras que delimitaron los

territorios bajo dominio español e indígena.

En un primer momento, la vida en esos espacios fue sumamente violenta; más tarde, hubo períodos de mayor tranquilidad.

Con el tiempo, la vida en las fronteras se caracterizó por relaciones de lo más diversas, basadas en el intercambio de

bienes entre españoles e indígenas.

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El impacto de la conquista

La conquista produjo una profunda diminución de la población indígena. Esta situación se puede equiparar a la caída

demográfica que sufrió Europa en el siglo XIV.

Entre sus causas, las armas de fuego que utilizaban los españoles fueron superiores a las lanzas, arcos y flechas con los

cuales los indígenas se defendían.

Por otro lado, las enfermedades que los españoles les contagiaban a los nativos fueron brutales. Los organismos de los

indígenas no estaban preparados para enfrentar las enfermedades que los conquistadores portaban. De esta manera, se

produjo una expansión rápida de los virus.

Diversos factores modificaron el modo de vida de los nativos. La exigencia de pagar tributos, en trabajo o en especies,

tuvo un impacto muy fuerte en la vida cotidiana y las tradiciones de los indígenas.

También hubo cambios importantes en cuanto a la vida espiritual. Los indígenas estuvieron obligados a adoptar la religión

católica y abandonar sus cultos tradicionales, aunque mantuvieron sus prácticas religiosas de manera oculta.

El mestizaje fue otra de las principales consecuencias de la conquista. La escasez de mujeres españolas en las

expediciones generalizó las uniones entre españoles y nativas. Los hijos de estas parejas eran mestizos y ocupaban en la

sociedad un lugar intermedio, entre los blancos y los indígenas.

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La fundación de ciudades

No todos los conquistadores españoles

vinieron al Río de la Plata movidos por el

mismo motivo, es decir, metales preciosos.

Solís y Magallanes llegaron a estas playas con el fin de buscar un paso que permitiera

unir el Atlántico con el Mar del Sur. Los

náufragos de Solís en Santa Catalina, Alejo García y sus compañeros, atravesaron el

Chaco en busca del Rey Blanco y sus

tesoros. Idéntico objetivo movió a Sebastián Gaboto a quedarse en estas tierras, siendo

que debía de llegar a las Molucas, siguiendo

el derrotero de Magallanes. Por su parte,

Pedro de Mendoza, por el litoral y Francisco de Aguirre por los Andes llegaron con el

objeto de establecer colonias de agricultores

españoles, pero ambos miraron hacia el norte buscando ansiosamente una

comunicación con el Perú que los llevara

hacia la tierra prometida. Por otro lado, Diego de Rojas y Núñez del Prado, desde el

Perú miran hacia el sur, con el mismo

interés.

Los conquistadores encontraron de todo, menos el oro. La colonia del Plata fue

catalogada, en aquel tiempo, como pobre y

los colonos tuvieron que importarlo todo, pues todo faltaba si se exceptúa la feracidad

de su tierra y la abundancia de peces en sus

ríos, lagos y lagunas y de presas para la caza

en sus campos. Hacia esos bienes que les prodigaba la naturaleza se orientaron

entonces los conquistadores.

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Corrientes conquistadoras

Podemos decir que los puntos por donde penetraron los conquistadores a nuestro país, fueron tres: Por el Río de la Plata

(Corriente del Este), por el valle de Humahuaca (Corriente del Norte) y por los Patos y Uspallata (Corriente del Oeste) y

fue la primera de éstas, la primera región ocupada por el conquistador español.

Corriente del Este

Fuerte Sancti Spíritus (1527/1530). Fundado por Sebastián Gaboto, para custodiar el paso a la Sierra de la Plata por el río

Paraná. Fue desmantelado en 1530.

Puerto de Santa María del Buen Ayre (1536/1541). Fundado por Juan de Garay para custodiar la Cuenca del Plata y el

Atlántico Sur. Fue despoblada en 1541 y sus pobladores trasladados a Asunción del Paraguay en 1580).

Casa Fuerte Corpus Christi (1536/1541). Fuerte instalado por Juan de Ayolas como base para la exploración de áreas

intermedias hasta la sierra de la Plata. Fue desmantelada en1541.

Puerto de Nuestra Señora de la Esperanza (1536/1537). Fundado por Pedro de Mendoza como Puerto de escala

intermedia. Fue desmantelado en 1537.

Nuestra Señora de la Candelaria (1537/1541). Ciudad fundada por Juan de Ayolas como base de operaciones para las

exploraciones de áreas intermedias. Desmantelado en 1541.

Asunción del Paraguay (1537). Ciudad fundada por Juan De Salazar con la finalidad de poblar el norte de la Cuenca del

Plata.

Puerto San Francisco (1552). Hoy Sao Francisco do Sul. Fundado Mencía Calderón para facilitar el ingreso al Paraguay

desde el Atlántico. Ocupado por Portugal y luego por Brasil, después del Tratado de Tordesillas.

Ontiveros (1554/1557). Ciudad fundada por García Rodríguez de Vergara como población intermedia entre San

Francisco y Asunción. En 1557 fue trasladada a Ciudad Real del Guayrá.

Ciudad Real del Guayrá (1557/1631). Ciudad fundada por Ruy Díaz De Melgarejo como ciudad intermedia entre

Asunción y San Francisco. Fue despoblada en 1631.

Villa Rica del Espíritu Santo (1570/1631). Fue fundada por Ruy Díaz De Melgarejo como población intermedia entre

Asunción y San Francisco. Fue despoblada en 1631.

Santa Fe (1573/1651). Ciudad fundada por Juan De Garay como puerto de escala en el río Paraná y población establecida

en el área intermedia. . En 1651 fue trasladada a su actual emplazamiento.

Zaratina de San Salvador (1574/1577). Fue fundado por Juan Ortiz de Zárate como puerto de acceso desde el Río de la

Plata. Fue desmantelado y despoblado en 1577.

Santiago de Jerez (1579/1620). Ciudad fundada por Ruy Díaz de Guzmán como cabecera de la población del Alto

Paraguay. Fue abandonada en 1620.

Buenos Aires (1580). Fundada por Juan De Garay como puerto sobre el Río de la Plata y cabecera de las rutas hacia el

interior.

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Concepción del Bermejo (1585/1633). Ciudad fundada por Alonso de Vera como cabecera del Chacho y escala en la ruta

entre Paraguay y Perú. Fue despoblada en 1633.

Corrientes (1588). Ciudad fundada por Juan Torres de Vera y Aragón como puerto de escala hacia el Perú y cabecera

regional.

Montevideo (1726). Ciudad fundada en 1726 por Bruno Mauricio de Zavala luego de desalojar a los portugueses, que el

22 de noviembre de 1723 bajo el mando del maestre de campo Manuel de Freytas fundaran un Fuerte en ese lugar,

contraviniendo lo dispuesto por medio del Tratado de Tordesillas.

Corriente del Norte

Del Barco (1549). Fundada por Núñez del Prado en Tucumán mientras buscaba la Sierra de la Plata, para confirmar la

ocupación de la zona.

Santiago del Estero (1553). Fundada por Francisco de Aguirre para reemplazar a Del Barco cuando ésta fue despoblada.

Londres (1558). Fundada en la actual Catamarca por Juan Pérez de Zurita para constituirse, junto con Córdoba de

Calchaquí y Cañete de Ibatín, en un cinturón defensivo de la ciudad de Santiago del Estero, durante la revolución

calchaquí (1560/1567).

Córdoba de Calchaquí (1559/1567). Fundada por Juan Pérez de Zurita para la defensa de la región durante la Guerra

Calchaquí (1560/1567).

Cañete de Ibatín (1560/1567). Fundada en la actual provincia de Tucumán por Juan Pérez de Zurita para establecer

contacto con Perú.

San Miguel de Tucumán (1565). Fundada por Diego de Villarroel en el mismo lugar que ocupara la despoblada Cañete de

Ibatín y con el mismo fin de ésta, mantener expedito el camino hacia Perú.

Talavera (1567). Fundada por Juan G. Bazán en la actual provincia de Salta., Córdoba (1573). Fundada por Jerónimo Luis

de Cabrera mientras buscaba una salida directa por agua, que le permitiera liberar a las comarcas del Tucumán de su

dependencia del comercio con Perú.

Salta (1582). Fundada por Hernando de Lerma, mientras buscaba la Sierra de la Plata.

Catamarca (1583). Fundada por Fernando de Mendoza de Mate de Luna.

Todos los Santos de la Nueva Rioja (1591). Fundada por J. Ramírez de Velazco como Fuerte para defender la zona de los

ataques de los nativos.

San Salvador de Jujuy (1593). Fundada por Francisco de Argañaraz.

Corriente del Oeste

Mendoza (1561). Fundada por Pedro del Castillo a pedido de los aborígenes huarpes de la zona que solicitaron la ayuda de los españoles y que luego se integraron con ellos para la explotación de la tierra. El 28 de marzo de 1562, Juan Jufré la

traslado a su actual ubicación, dándole el nombre de Ciudad de la Resurrección, aunque la costumbre popular siguió

llamándola Mendoza.

San Juan de la Frontera (1562). Fundada por Juan Jufré y Montesa para asegurar la conquista de Cuyo.

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San Luis de la Punta (1594). Fundada por Luis Jufré de Loayza y Meneses como punto de apoyo entre Mendoza y

Córdoba.

La penetración española por la región de Cuyo, fue la más pacífica de todas. Se hallaba unida al Tucumán por bien afianzadas rutas por donde salían los vinos que desde principios de la conquista comenzaron a enviarse hasta más allá de

las 400 leguas de distancia. A Cuyo, acudían comerciantes de casi todo el resto de las regiones en demanda de sus

productos y fue así que desde entonces, se erigió en una de las zonas más ricas y prósperas del Plata.

Es interesante ver, en esta secuencia donde hemos expuesto el orden en que fueron fundadas las ciudades, los objetivos

que tuvo la Corona española para la conquista y colonización de estas tierras en América. Muchas veces frustrados y

alterados por la ambición de sus enviados, que postergaron sus responsabilidades colonizadoras, para embarcarse en locas

aventuras en busca de tesoros y riquezas, todas ellas guardan una lógica, que explica sus objetivos fundacionales:

*. “Abrir la tierra”: Directiva que consta en casi todas las Capitulaciones, es decir, fundar puertos de acceso para facilitar

la llegada de naves con las fuerzas necesarias para el afianzamiento de su presencia soberana.

*. Establecer caminos y rutas hacia el interior, el norte y el oeste para encauzar el comercio hacia esos vírgenes y prometedores mercados.

*. Fundar poblados a lo largo de esas rutas, para ejercer el dominio real de esas comarcas.

*. Instalar retenes armados para evitar incursiones (especialmente de portugueses) que intenten establecerse en estas tierras.

La instalación en Brasil Durante los últimos años del siglo XV, los españoles y portugueses protagonizaron expediciones de reconocimiento de la

costa del Brasil, hasta que la demarcación del tratado de Tordesillas otorgó a la Corona portuguesa la posesión de esos

territorios.

La conquista del interior de Brasil fue lenta. Durante más de treinta años, los portugueses no encontraron allí metales

preciosos ni civilizaciones sedentarias para exigirles tributos o servicios laborales. Por lo tanto, la ocupación se concentró

en establecimientos en la costa atlántica que funcionaron como núcleos de comunicación y lugares de producción de

ciertos bienes con destino a mercados europeos.

En ese período, la principal actividad de la región era la extracción del palo Brasil, un árbol del cual se extraía una

sustancia para teñir telas.

La explotación del palo Brasil generó un tipo de relación distinta con los nativos. Estos vínculos fueron menos

conflictivos que con el imperio español. Incluso, existieron alianzas con las comunidades para enfrentarse a los

holandeses y franceses, quienes por su parte, también pretendían establecerse allí.

La producción de azúcar se inició en 1516 en Pernambuco y prosperó rápidamente en el nordeste de Brasil, gracias al suelo y clima favorables. Al principio, los colonizadores obligaron a los indígenas a trabajar en las plantaciones y tomaron

a sus mujeres como concubinas o esclavas.

Esta situación provocó numerosas sublevaciones indígenas. A los colonos se los conocía como bandeirantes que se agrupaban en destacamentos o bandeiras, desde los cuales organizaban expediciones de castigo en territorio indígena para

tomar prisioneros a los jóvenes y adultos que les podrían resultar útiles para trabajar en las plantaciones.

Con el tiempo, las plantaciones necesitaron una mayor cantidad de trabajadores. Para eso, trajeron esclavos desde las

posesiones portuguesas en África.

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Tercer período. Organización del sistema colonial hispano

Pero para España y el resto de los países europeos que invadieron el continente, de nada servía la ocupación de nuevos territorios si no se organizaba un sistema colonial que garantizara la extracción de la mayor cantidad de riquezas que

ofrecía América. Los territorios debían ser declarados parte de los reinos europeos y organizados como colonias. En ellas

se debía instalar una serie de instituciones (políticas, económicas y religiosas) que sometieran las poblaciones indígenas al

poder europeo.

Ahora bien… ¿Cómo organizar un sistema colonial? El sistema colonial español se instaló en toda la región comprendida

entre México y el actual territorio argentino. En cada región invadida, los españoles fundaban una ciudad. Utilizando

mano de obra indígena o esclava, comenzaban a construir la plaza de la ciudad, las iglesias, las viviendas, etc.

En cada fundación fue muy importante la presencia de curas y religiosas católicos. Estos se encargaron de establecer

contacto directo con los indígenas. Algunos aprendieron sus idiomas y se informaron sobre sus religiones. Los religiosos

españoles intentaron que las poblaciones locales abandonaran sus cultos y sus creencias religiosas. Algunos de ellos se negaron rotundamente y, otros aceptaron evangelizarse pero, cuando podían, seguían practicando sus cultos y creencias.

Es decir, el primer paso para establecer un sistema colonial era pacificar las poblaciones locales y conseguir que éstas

cooperaran con el imperio español. Esto se logró a partir del accionar de los religiosos. Pero también de los funcionarios

y las milicias reales.

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Los funcionarios debían establecerse en el territorio americano y crear un sistema político-institucional que les

permitiera controlar tanto al territorio invadido como a las poblaciones locales, con el fin de convertirlas en vasallos del

rey de España. Para ello, se crearon dos tipos de instituciones políticas coloniales: los virreinatos y las gobernaciones. En efecto, el enorme territorio controlado por españoles fue gobernado a partir de un grupo de instituciones denominadas

“virreinatos”. Desde el siglo XVI al siglo XVIII, España creo varios virreinatos. En la región mesoamericana (México e

islas caribeñas), creó el Virreinato de Nueva España. Entre la región mexicana y la región andina crearon el Virreinato

de Nueva Granada y la región andina (actual Ecuador, Perú, Bolivia y Chile) y austral (actual territorio argentino) fue

gobernada y administrada por el Virreinato del Perú que, en el año 1777 se dividió en dos virreinatos: el Virreinato del

Río de la Plata y el Virreinato del Perú.

Al mando de los virreinatos se encontraban los virreyes, que eran los representantes de los reyes

españoles en América, y un grupo de funcionario

reales cercanos al virrey. Sin embargo, los territorios controlados a partir del establecimiento

de virreinatos eran demasiado amplios. Para poder

controlarlo con mayor efectividad, los diferentes virreinatos fueron divididos en gobernaciones

coloniales. Al mando de cada una de ellas estaba el

gobernador y sus funcionarios que debían

obediencia al virrey. Cada gobernación se encargaba de controlar cierta porción de territorio

invadido. Había entidades institucionales de menor

escala, poder y alcance, como las intendencias y

las capitanías. Todas estas entidades

institucionales y políticas, eran defendidas por un

grupo de guerreros o militares, aunque éstos durante la colonia no formaban parte de ningún

ejército regular y/o estructurado.

La nueva organización social que se gestó en los

territorios americana invadidos por España, estuvo caracterizada por ser una estructura fuertemente

jerarquizada. Los estratos más altos de la población

estaban compuestos exclusivamente por españoles (funcionarios reales, militares, religiosos). Los

sectores más bajos de la población era la gran

mayoría indígena. Los más pobres estaban

sometidos a trabajar para los españoles. Algunos señores étnicos, curacas o las familias de la nobleza

indígena, lograron conservar algunos privilegios. Sin embargo, la mayoría de ellos fueron perdiéndolos con el tiempo.

Pero esta estructura social fue complejizándose a lo largo de los años. En primer lugar comenzaron a nacer hijos de españoles en el territorio americano. A éstos se los denominó como criollos. Alguno españoles tuvieron hijos con

indígenas. A estos hijos nacidos de españoles e indígenas se los conoció como mestizos. Al continente americano fueron

trasladados inmensas poblaciones de esclavos traídos a la fuerza desde África. La población esclava, denominada “negra”, era una de las más sometidas y explotadas. Muchos de ellos tuvieron hijos con indígenas o con españoles. A

éstos se los denominaban “mulatos”. El sistema colonial creó el llamado sistema de castas. En la cúspide se encontraban

los blancos (españoles y criollos). Luego estaban las “razas” consideradas “puras” (las poblaciones indígenas locales

llamadas “indios”). La casta menos favorecida fueron los mestizos, los negros y los mulatos. Los españoles intentaron evitar el contacto entre diferentes “castas”. Por ejemplo, los negros no podían vivir junto a los indios o junto a los

mestizos.

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Ahora bien ¿Para qué evangelizar y pacificar las poblaciones locales? ¿Para qué organizar el territorio en diferentes

virreinatos y gobernaciones? ¿Para qué crear un sistema de jerarquización social basado en la división de castas? Pues

bien… la respuesta es la siguiente: para extraer todo el oro y la plata que hubiese en América y enviarla a Europa. Esto significa que el principal objetivo de la organización del sistema colonial fue, desde siempre, extraer las riquezas

que el continente americano podía ofrecer. Ya no se trataba de conquistar nuevas tierras. Ya no se trataba de promover

la producción agrícola. En aquel entonces (siglo XVI), en los inicios del comercio mundial, lo importante era conseguir metales preciosos (oro y plata). América albergaba grandes yacimientos metalíferos y España creó un sistema de

extracción para aprovecharlos.

En las grandes minas de oro y plata (ubicadas en el Virreinato del Perú y en el Virreinato de Nueva España), trabajaban

grandes cantidades de poblaciones indígenas en condiciones infrahumanas. Esto provocó una nueva caída demográfica, sobre todo en la región andina que los españoles intentaron detener al comenzar el siglo XVIII. Para poner en marcha la

extracción minera hizo falta que el resto de las regiones no-mineras contribuyeran realizando otras actividades como la

producción agrícola y ganadera, la construcción de caminos, el comercio regional e interregional, etc. Esto quiere decir que en torno a la actividad minera florecieron otras actividades que, de diferente manera, contribuían a la extracción

minera.

Podría decirse entonces que éstas son las características del sistema colonial hispanoamericano que crearon los españoles

para someter, controlar y explotar el territorio americano y las poblaciones que vivían en el.

Aunque con ciertas modificaciones, este sistema colonial funcionó en los territorios americanos gobernados por España

durante más de 300 años. Se debe comprender que la instauración del sistema colonial garantizó la opresión de los

españoles sobre las poblaciones indígenas, lo que continuó con el proceso de extinción o desestructuración de las

sociedades americanas.

La Iglesia

España y Portugal eran monarquías profundamente católicas. Por tal motivo, la Iglesia llegó a sus territorios dominados y

no se separó del Estado. Además de justificar la conquista y dominación de los nativos, la Iglesia tenía como preocupación la expansión de otras religiones y cultos. Protestantes, judíos y musulmanes fueron perseguidos y

controlados a través de instituciones como la Inquisición.

La estructura de la Iglesia

Para convertir a los indígenas y cubrir las necesidades espirituales de los colonos se creó el clero secular. Como cabeza

del clero secular encontramos los arzobispados y los obispados.

Toda población contaba con su iglesia, y todas las personas debían ir a misa los domingos. Los sacerdotes de cada

localidad estaban obligados a controlar y vigilar la moral de los pobladores.

Las distintas órdenes religiosas, como los jesuitas, los franciscanos y los dominicos, constituyeron el clero regular. Estos

religiosos dependían del general de su orden y no del rey. Tal motivo, no se les permitió formar parte de las parroquias. Esto generó que debían recorrer el territorio donde se encontraban los indígenas independientes y a quienes reunían en

reducciones o misiones.

En estas misiones los sacerdotes predicaban la religión católica y evangelizaban a los indígenas. Muchas órdenes

respetaron costumbres indígenas e incluso, los defendían frente a los abusos de los españoles.

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La evolución administrativa en Brasil

Portugal decidió organizar su colonia en una serie de capitanías, extensos territorios que se otorgaban en concesión

hereditaria a los conquistadores. Este sistema no fue muy exitoso. Las extensiones de las capitanías eran muy grandes, el

costo de establecer ciudades, conseguir mano de obra e iniciar la explotación de la tierra era muy elevado y, además, se

debía hacer frente a los ataques de los pueblos nativos.

Poco tiempo después, la Corona revocó todas las capitanías. Con el tiempo, esos territorios fueron dando origen a

provincias y estados.

En marzo de 1549 se fundó la primera capital de Brasil, San Salvador de Bahía. La administración colonial fue ampliada

con varias instituciones similares a las del imperio español, como el Consejo Ultramarino y el nombramiento de virreyes.

Sin embargo, las principales ciudades continuaron gozando de facultades para gobernarse mucho más amplias que las del

sistema hispánico.

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Las colonias inglesas

A diferencia de la colonización española, dirigida por el gobierno, la colonización inglesa fue efectuada por compañías

privadas y por individuos. La Corona simplemente firmaba contratos y se les dejaba plana libertad para disponer de los

recursos, administrar y gobernar. Dado que en el territorio norteamericano no había metales preciosos ni grandes masas de población para dominar, la colonización implicaba grandes riesgos y gastos y el gobierno no estaba dispuesto a

afrontarlos.

Para los empresarios, la formación de colonias les garantizaba libertad para sus

negocios y para practicar su culto religioso.

Así, muchos protestantes que se oponían a

las políticas religiosas en Inglaterra se

trasladaron a América.

Durante el siglo XVII, 13 colonias se

conformaron en América. Cada una tuvo gobiernos autónomos. Pero desde 1660, la

Corona empezó a interesarse en esos

gobiernos. Así, el rey comenzó a nombrar

gobernadores y funcionarios.

El gobierno inglés, intentó uniformar el

culto religioso y la administración de las

colonias, pero los colonos se opusieron.

En la metrópoli, a diferencia de España y

Portugal, no surgieron organismos

especializados en los asuntos coloniales. Además del rey, distintas oficinas

funcionaron como órganos de consulta.

En la primera mitad del siglo XVII, el control gubernamental se hizo más intenso,

sobre todo con la presencia de tropas, debido

a las luchas con los franceses y los españoles. Esto provocó la oposición creciente de los colonos, que culminó con la

independencia.

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Bibliografía

-AA VV: “Historia. Las sociedades de América y Europa entre el siglo XV y fines del siglo XVIII” 1° ed. Buenos Aires,

Santillana, 2010.

-Razeto, Nora: “Historia 2. Europa y América entre los siglos XV y XVIII”. 1° ed. San Isidro, Puerto de Palos, 2011.

-Rizzi, Analía: “Historia 2. Una historia para pensar. Moderna y Contemporánea” 1° ed. Buenos Aires, Kapelusz, 2009.

- Páginas web.

Páginas web para visitar “El Imperio español” https://www.youtube.com/watch?v=_yHnapH819o

“Hernán Cortés y la conquista de México” https://www.youtube.com/watch?v=O1tGxRRBscI

“la Invasión de Perú” https://www.youtube.com/watch?v=oeFOFTYQO9Y

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Unidad 5

La economía colonial, trabajo y sociedad El sistema económico de la Corona española en América se caracterizó por la extracción de productos de la tierra en las regiones

ricas en metales preciosos la principal actividad fue la minería. En las zonas donde este recurso era escaso o no existía, la economía

fue agropecuaria.

España estableció un comercio monopólico que generó la reacción de la población local: el contrabando.

La conquista y colonización, por otra parte, generó una sociedad fuertemente jerarquizada. El color de la piel generó diversos derechos y obligaciones.

Temas: la producción minera. El comercio monopólico, el contrabando. Las manufacturas comerciales. La producción agraria.

Ciudades y población. Trabajo indígena: encomienda, mita, trabajo misionero. El trabajo esclavo. Sociedad colonial: mestizaje y

blanqueamiento, las castas.

La producción minera

Las riquezas minerales que podía ofrecer el continente americano eran uno de los principales incentivos que tuvieron los

europeos para arriesgarse a emprender los viajes al nuevo mundo.

Los pueblos originarios ya conocían y explotaban algunos yacimientos de plata y oro, aunque este último metal era menos

abundante. En un primer momento, los conquistadores simplemente se apropiaron de los metales atesorados por las

sociedades indígenas. Esta etapa, que duró muy poco, fue conocida como la del saqueo.

Los conquistadores también presionaron a los indígenas para que revelaran de dónde procedían los metales que utilizaban

en sus adornos. Con esta información, emprendieron una ininterrumpida búsqueda y hallaron nuevos yacimientos que, a

partir de entonces, les permitieron desarrollar la actividad minera en forma intensa.

Durante la segunda mitad del siglo XVI, se descubrieron minas de oro y plata en distintas

regiones de América. Los hallazgos más

importantes fueron Zacatecas (1545, México) y Potosí (1545, Bolivia). A partir de entonces,

comenzó la etapa de explotación de los

yacimientos. Inicialmente se explotó los minerales de la superficie, que se agotó muy pronto. A partir

de 1570, comenzaron a hacer túneles más

profundos para buscar nuevas vetas del metal.

La Corona española era la única dueña de las riquezas mineras. Los conquistadores que poseían

minas sólo tenían derecho a la explotación y

estaban obligados a pagar un impuesto a la Corona. Conocido como el quinto real, equivalía a un 20%

del producto.

La plata fue la principal fuente de riqueza minera

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para los españoles. En cambio, Portugal se benefició con el oro hallado en las minas brasileñas de Minas Gerais durante el

siglo XVII.

La puesta en producción de las minas demandó un gran esfuerzo humano y material. A lo largo del siglo XVI, los españoles utilizaron el trabajo indígena, al que fueron organizando de distintas maneras, algunas forzadas y otras libres,

para extraer el mineral. Esta organización supuso movimientos de población permanente desde las comunidades indígenas

hasta los yacimientos.

El reclutamiento forzoso de aborígenes fue una práctica común en los centros mineros. Las condiciones de trabajo en las

minas eran durísimas. Los trabajadores eran obligados a descender hacia el interior de la mina por escaleras de madera

muy precarias y obtenían el mineral mediante el corte de grandes trozos en la pared. Estos trozos se partían en pedazos

más pequeños, que se llevaban a la superficie. La humedad del lugar y la oscuridad de los socavones, sumados a la falta

de instrumental para facilitar la extracción, hicieron que la mortandad entre los trabajadores fuera muy alta.

La concentración de trabajadores indígenas y de españoles ávidos de riquezas, contribuyó a la formación de importantes

espacios económicos. Para abastecer de alimentos, ropa y otros bienes a quienes habitaban y trabajaban en los centros mineros, surgieron explotaciones agrícolas y ganaderas; también se activó la producción de manufacturas en otras

regiones coloniales. Con el tiempo, se construyeron caminos que unían estos centros con los puertos de embarque de

donde salían los productos que se destinaban a la explotación.

El comercio entre España y América

La Corona española controló el comercio colonial a través de un régimen conocido como monopolio2. Para garantizar el

cumplimiento de los controles comerciales y evitar que los piratas atacaran sus barcos, crearon el sistema de flotas y

galeones. A partir de este sistema, las mercaderías para América comenzaron a embarcarse en un solo puerto español,

Cádiz. Una vez por año partía una flota de barcos de carga que llegaba al Mar Caribe protegida por navíos de guerra o galeones. En el Caribe, la flota se dividía: una parte se dirigía al puerto de Veracruz, México, donde las mercaderías se

distribuían por todo el Virreinato de Nueva España; y la otra llegaba a Cartagena de Indias, Colombia, para distribuirse

por todo el cono sur.

Esta forma de comercio encarecía notablemente los productos. Su principal objetivo era evitar la participación de otras

potencias europeas interesadas en el comercio con las colonias americanas.

2 Situación de mercado en que la oferta de un producto se reduce a un solo vendedor.

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El contrabando

El aumento de la demanda de bienes en Hispanoamérica, sumado a los altos precios de las mercaderías y a la lentitud del

sistema de flotas y galeones, debilitó el comercio monopólico.

La presión de las restantes potencias europeas, que por entonces tenían un desarrollo económico mayor al de España,

contribuyó al crecimiento de una práctica que se generalizó en los territorios coloniales: el contrabando.

La Corona española era incapaz de controlar efectivamente el cumplimiento de sus rígidas prohibiciones. A través del

contrabando, los comerciantes en América lograban adquirir mercancías a mejores precios. De esta forma, resolvían las

necesidades de la población con bienes que España no subministraba y obtenían mayores ganancias.

En áreas como el Caribe y el Río de la plata era frecuente la presencia de barcos de otros países que ofrecían distintos

productos. El 1680, en el Río de la Plata, los portugueses fundaron Colonia del Sacramento, que se convirtió en una base

importante del comercio ilegal. Las mercancías que llegaban a Buenos Aires por la vía del contrabando se introducían

hacia el interior del territorio en carretas o a lomo de mula.

En el siglo XVII Potosí ya se había convertido en una gran ciudad, que conformaba un importante mercado. Pronto se

convirtió en un centro urbano muy poblado.

Buenos Aires, en cambio, era una aldea pequeña y pobre, que quedaba

excluida del comercio legal entre

España y América.

Por esos años, los habitantes de Bs.

As. Encontraron sus medios de vida

en la ruta del contrabando que se estableció entre Potosí y el océano

Atlántico. Por el puerto de Bs. As.

salían metales que se dirigían rumbo

a Europa de forma clandestina. Esta explotación ilegal no era castigada

por la Corona y, mucho menos, por

los funcionarios locales. Todos sabían que era fundamental

custodiar la zona para evitar el

avance de Portugal. De este modo,

no se evitaba el contrabando pero se aseguraba la vigilancia a bajo costo de ese lugar estratégico.

Para Europa en general, y España en particular, la plata y oro americano, generó un impacto sin precedentes en la

actividad mercantil. Sin embargo, hacia el 1600 esa actividad comenzó a declinar. Entre los factores encontramos: A- cada

vez se utiliza más la plata en las colonias por el crecimiento de estos poblados. B- el ataque de piratas ingleses, franceses

y holandeses; C- los metales eran confiscados por las deudas que tenía la Corona.

La plata permanecía poco tiempo en España: la Corona, involucrada en varias guerras, utilizaban los metales para

financiar los ejércitos. Por otro lado, ni España ni Portugal tenían producción industrial propia. Por tal motivo, no podían

abastecer ni al consumo propio, ni el de las colonias. De esta manera, los proveedores fueron de otras naciones.

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Las manufacturas coloniales

Aunque España abastecía a sus colonias de manufacturas europeas y especialmente de telas de lujo, estas resultaban

demasiado caras para la mayor parte de la población. Por tal motivo, comenzó una producción local para vender en el

mercado interno.

En América existía una larga tradición indígena y los españoles supieron aprovecharla. Los grandes talleres, conocidos

como obrajes cumplían la función de producir textiles similares a los europeos pero con precios más accesibles. Este

sistema era similar al de una fábrica: reunía a cientos trabajadores bajo un mismo techo y existía cierta división del

trabajo.

La producción estaba destinada a los españoles en América, por lo que fue necesaria la utilización de materias primas,

tecnologías y especialistas españoles. Pero los trabajadores eran indígenas.

Los obrajes entraron en decadencia hacia el siglo XVII. El atraso de la tecnología, la competencia con la pequeña

producción campesina y la merma en la provisión de trabajadores, explican esta situación.

La producción agraria

Como vimos, la mayoría de los pueblos indígenas eran agricultores. En algunos casos, habían desarrollado complejas

tecnologías de producción de alimentos que aseguraban su eficaz abastecimiento. Con el desarrollo de los mercados mineros y las ciudades, ese alimento ya no alcanzaba. Por otra parte, los europeos introdujeron cultivos y ganado que las

comunidades indígenas tardaron tiempo en aceptar.

Las actividades agrícolas se desarrollaron en grandes extensiones de tierra cuyos propietarios eran los descendientes de

los conquistadores o las órdenes eclesiásticas. Entre ellas se organizaron haciendas, estancias y plantaciones.

Las haciendas se caracterizaron por su gran extensión y volumen de producción. Producían trigo, maíz, vid, frutales y

caña de azúcar. Utilizaron técnicas europeas como el arado y criaron caballos, vacas, ovejas y mulas. Del ganado obtenían

carne, leche, cuero y sebo. Las mulas eran para el transporte. Los dueños de las haciendas vivían en las ciudades y dejaban

la administración a cargo de los capataces.

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Las estancias se dedicaban al ganado, sobretodo vacuno. A diferencia de las haciendas, no eran todas de grandes

dimensiones. La carne se vendía en las ciudades y los cueros se exportaban a Europa. A finales del siglo XVIII se

introdujo la técnica del salado, pudiéndose exportar de esa manera las carnes.

Las estancias fueron las explotaciones agrícolas características de la actual Argentina.

Además de haciendas y estancias, existían pequeños productores independientes. Los campesinos, sin esclavos ni

trabajadores indígenas, tenían menos excedentes para vender en el mercado, ya que la mayoría de la producción estaba

destinada al consumo familiar.

Las plantaciones fue la forma característica de explotación en las zonas cálidas. En las Antillas, en Venezuela. Brasil y

Cuba se cultivaban cacao, azúcar, tabaco y algodón en un sistema que combinaba la gran propiedad y el empleo de mano

de obra esclava.

Otra característica de las plantaciones es el monocultivo, la especialización en un único cultivo.

Era una empresa bastante compleja. Necesitaba del trabajo esclavo y maquinarias caras. Debido a la alta mortandad y

baja natalidad de los esclavos, los propietarios debían reponer la mano de obra continuamente. El trato que les daban a los esclavos africanos era muy duro. Por tal motivo, buscaban escaparse y crear pequeñas comunidades escondidas, llamadas

quilombos.

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Ciudades coloniales

Los conquistadores fueron

grandes fundadores de

ciudades, tal y como vimos en la unidad anterior.

Desde las ciudades

organizaron la conquista y la administración de los

territorios. Allí se

instalaron las autoridades e

instituciones y mercados

de diversa importancia.

Además, las ciudades eran

el sitio donde los españoles recreaban un ámbito de

vida afín al de su cultura

de origen. Allí los usos y costumbres, la arquitectura

y arte de europeos y

americanos se fueron

mezclando, pero las ciudades se mantuvieron

como un espacio europeo.

Dada la importancia de las comunicaciones con España a través del océano, los españoles le prestaron especial atención a las ciudades portuarias. En esas ciudades la sociedad era muy especial. La población estaba habituada a tratar con

mercaderes y marineros de diverso origen y eran muchos los extranjeros que terminaban asentándose en ellas. Debido al

peligro que implicaba la existencia de piratas y corsarios, muchas ciudades tenían murallas y fuertes.

En la sociedad colonial, las jerarquías sociales se definían por la pertenecía a una raza, caracterizada por los rasgos

físicos, entre ellos el color de piel. Las personas blancas, nacidas en Europa o América eran consideradas españolas y se

ubicaban en un lugar superior. Aunque ser español no era una condición suficiente para ser rico y poderoso. Estos

conformaban una élite.

Muchos españoles que llegaron a América eran modestos y buscaban fortuna. Luego de la conquista, con la formación del

comercio y la economía minera, los comerciantes comenzaron a ocupar un lugar preponderante, con riqueza y poder.

El prestigio comenzó a ser un valor importante para la sociedad colonial. Muchos comerciantes y hacendados ricos ingresaron a sus hijos al claro o las carreras militares o legales por el prestigio (no así la riqueza) que otorgaba a sus

miembros.

Los hombres de la elite buscaban mantener su lugar de privilegio. Las alianzas entre familias era una forma de que la

riqueza (que se heredaba de manera igualitaria entre todos los hijos) no se perdiera. Por eso la elección del cónyuge, la

opción por la vida religiosa o la profesión, eran decisiones familiares y no individuales.

Solamente los hombres españoles podían ser funcionarios de mayor jerarquía, como virreyes, gobernadores y

funcionarios de las audiencias. En los cabildos, en cambio, predominaban los criollos (nacidos en América), que se

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consideraban vecinos. Los españoles pobres, aunque eran considerados “gente decente”, quedaban excluidos de esos

cargos y no eran “vecinos”.

El trabajo indígena: encomienda, mita y trabajo en

las misiones jesuíticas

Los españoles necesitaron mano de obra para sus explotaciones. Las sociedades indígenas formaron parte del botín de la

conquista, aunque obtener su trabajo no fue una tarea fácil.

Desde antes de la llegada de los españoles, los indígenas estaban habituados a pagar tributos, entre ellos, en trabajo. Sin

embargo, para los aztecas y los incas estos formaban parte de una lógica de reciprocidad: los indígenas trabajaban pero los gobernantes devolvían el trabajo invertido, por ejemplo, auxiliando en épocas de sequia. Pero en la sociedad colonial,

esta solidaridad no existía y los indígenas obtenían escasas o nulas compensaciones por sus esfuerzos.

La organización del trabajo fue variando: al sistema de encomienda le sucedió la aplicación de un tributo y la

instauración del sistema de trabajo por turnos, o mita.

La encomienda consistía en la cesión de un grupo de

indígenas a un particular, generalmente como premio por

sus servicios militares. El encomendero tenía derecho al trabajo indígena, a que le entregaran parte de su

producción en bienes o en dinero. Como contrapartida, los

encomenderos tenían la obligación de proteger y

evangelizar a los indígenas.

A mediados del siglo XVI las denuncias por los malos

tratos sufridos por los indígenas, generó la instauración de

turnos de trabajo rotativo llamado mita. Su implementación exigió un durísimo esfuerzo para las

comunidades indígenas.

Los hombres entre 18 y 50 años debían concurrió cada siete años a trabajar a las minas y permanecer allí durante

12 meses. El traslado involucraba a toda la familia que

debía sostener los gastos. La jornada laboral era de sol a sol, trabajaban una semana y descansaban dos. El trabajo

minero era muy duro y la mano de obra siempre resultaba

insuficiente. Por otro lado, la economía agrícola indígena

se vio perjudicada por la merma de trabajadores.

A diferencia de las encomiendas, que se encontraban en

las zonas mejor controladas por los españoles, las

misiones jesuíticas se establecieron en áreas de frontera. Los indígenas que ingresaban en las misiones quedaban

fuera de las encomiendas y de la mita y, en general, vivían

mejor que el resto de los aborígenes sometidos.

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El trabajo esclavo

A medida que el sistema colonial se fue afianzando, la mano de obra indígena resultó insuficiente y los españoles

recurrieron a la importación de esclavos de África.

El tráfico de esclavos fue de las actividades más redituables. Los portugueses se especializaron en la “caza” y en el tráfico

de hombres para ser vendidos como esclavos.

Los esclavos, en su mayoría hombres, eran trasladados en barcos negreros y vendidos en los puertos americanos, como si

fueran objetos, sin derechos ni legislación que los ampare. En las plantaciones se hizo un uso intensivo y despiadado de

los esclavos. Trabajaban sin descanso a lo largo de todo el día, por lo cual la mortandad era altísima.

En el Río de la Plata, en cambio, con la ausencia de haciendas y plantaciones las condiciones de vida eran menos crudas.

Por lo general se dedicaban al servicio doméstico y el trabajo en las estancias. La división en ladinos (que dominaban el

castellano) y bozales (esclavos recién llegados, desconocedores del idioma), su estado de salud y su edad hacían variar el

precio final en la venta de estos seres.

Aunque no muy frecuentemente, los esclavos podían alcanzar su libertad de dos maneras. Algunas veces, los amos

decidían manumitir a sus esclavos por cariño y reconocimiento. En otros casos, podían comprar su libertad gracias al ahorro de “premios” monetarios o propinas a lo largo de su vida. También podían utilizar en la compra loa ahorros de sus

esposas o esposos libres.

Sociedad colonial: mestizaje y blanqueamiento

En los inicios de la sociedad colonial, españoles, indígenas y negros constituían los tres grupos principales. Como vimos,

los españoles estaban conformados por los nacidos en España (peninsulares) y los nacidos en América (criollos); eran el grupo privilegiado que podían ocupar cargos públicos, pertenecer a la Iglesia y portar armas. Los indígenas, aunque en

una posición desfavorable, estaban reconocidos por las leyes. En cambio la población negra, al ser esclavos, no tenían

derechos.

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Estos tres grupos tenían contacto y se mezclaron rápidamente. A veces las uniones fueron involuntarias y por la fuerza. La

mezcla entre españoles, indígenas y negros dio origen al mestizaje.

La sociedad colonial era, en la práctica, más flexible de lo que parecía. El mestizaje, que producía hijos con condiciones distintas a los de sus padres, muestra que la movilidad social era posible entre generaciones. La riqueza económica podía

ayudar a un individuo a “blanquearse socialmente”, y aun teniendo antepasados indígenas o negros, ser aceptado

socialmente.

Las migraciones internas, muy frecuentes, también podían ocultar los orígenes de los individuos. Por otro lado, el tener

dinero permitía comprar ropas y zapatos de los blancos.

Las castas

A lo largo del siglo XVIII las autoridades españolas intentaron imponer una clasificación de acuerdo con el origen social,

llamada “castas”. Se nacía dentro de una casta, y supuestamente cada individuo debía casarse y vivir dentro de la casta. La clasificación original de españoles, indígenas y negros debió incluir, con el tiempo, a mestizos (hijo de blanco e

indígena), mulato (español y negro) y zambos (indígena y negro).

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Bibliografía

-AA VV: “Historia. Las sociedades de América y Europa entre el siglo XV y fines del siglo XVIII” 1° ed. Buenos Aires,

Santillana, 2010.

-Razeto, Nora: “Historia 2. Europa y América entre los siglos XV y XVIII”. 1° ed. San Isidro, Puerto de Palos, 2011.

-Rizzi, Analía: “Historia 2. Una historia para pensar. Moderna y Contemporánea” 1° ed. Buenos Aires, Kapelusz, 2009.

- Páginas web.

Páginas web para visitar “Explotación colonial” https://www.youtube.com/watch?v=uS6eSVaTlTU

“Estructura económica del Virreinato” https://www.youtube.com/watch?v=kiEPGPW0xQk

“La sociedad colonial” https://www.youtube.com/watch?v=XJ1CM1LzeL4

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Unidad 6

Europa en el siglo xviii: la ilustración y las revoluciones burguesas

La importancia del uso de la razón y las ideas que surgieron con el Renacimiento en el siglo XV alcanzaron su apogeo en el siglo

XVIII, cuando se expandió en Europa el movimiento cultural conocido como Ilustración.

A partir de 1780 Inglaterra experimentó una profunda transformación en la economía y la sociedad, conocida como Revolución

Industrial. En Francia, la revolución que estalló en 1789 terminó con el absolutismo y el antiguo régimen. Significó la puesta en práctica de

valores de la Ilustración, y sirvió como modelo para los diferentes movimientos revolucionarios que estallaron dentro y fuera de

Europa.

Temas: Ilustración, fisiocracia y liberalismo. Revolución Industrial. Revolución francesa

Las nuevas ideas del siglo XVIII: la ilustración

El movimiento ideológico que dio al siglo XVIII el nombre de “siglo de las luces” es conocido como Ilustración o Nuevas

Ideas. Se produce la Ilustración en Europa Occidental, especialmente en Francia, seguida de Inglaterra, Alemania y

Holanda. Pero tuvo una rápida expansión, pasando por encima de los límites nacionales y de las prohibiciones que sobre su difusión intentaron hacer algunos gobiernos. A través de libros, folletos y periódicos se conoció por toda Europa y

llegó a América.

Fue la base ideológica de las revoluciones liberales de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX (Revolución de las colonias inglesas en América del Norte, Revolución Francesa, Revolución de las colonias españolas de América) y su

influencia se prolongó hacia los siglos XIX y XX a través del liberalismo.

Características de la ilustración

1) La negación de la autoridad y de la tradición como fuente de conocimiento. Se rechazan los prejuicios y las

afirmaciones basadas solamente en la autoridad de quien las dice. Esto implicaba desconocer a la religión como fuente para obtener un conocimiento verdadero. Las opiniones del Papa, de los obispos o de los sacerdotes no tienen por qué ser

verdaderas, por lo tanto la Iglesia puede equivocarse. Los pensadores de la Ilustración están en contra de la superstición,

los milagros, la intolerancia y la educación religiosa. Se desarrolló, pero en muy pocos casos, el ateísmo, es decir el

rechazo a la idea de un dios creador y ordenador del mundo.

2) Desarrollo del espíritu crítico: se pone en duda todo conocimiento y nada se da por cierto si no es demostrable.

Consideran que la crítica y la duda permiten avanzar en el conocimiento que el hombre tiene del mundo que le rodea. La

posibilidad de expresar dudas y criticar iba acompañada por la lucha por el derecho de expresarse libremente, algo difícil en las monarquías absolutas.

3) La razón es la guía superior del conocimiento: se rechaza la existencia de ideas innatas. Mediante el razonamiento el

hombre puede descubrir las leyes que rigen el universo. Los pensadores del siglo XVIII, desarrollando las ideas de la Revolución Científica del siglo XVII, creen que el universo es como una máquina compuesta de piezas o partes que se

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ajustan entre ellas y funcionan de acuerdo a ciertas reglas (las leyes naturales). La tarea del investigador, del científico, es

la de descubrir esas reglas mediante un método de investigación basado en la observación y la deducción.

4) Confianza en la ciencia y en el progreso. Los intelectuales del siglo XVIII observaron cómo se producían nuevos descubrimientos, se inventaban maquinas y se aumentaba la cantidad de conocimientos que el hombre tenía. Esto provocó

un gran optimismo sobre las posibilidades que el hombre tenía de seguir avanzando en el conocimiento. Pero para ellos

este conocimiento tenía que estar basado en reglas precisas y exactas.

5) Búsqueda de la felicidad; en el siglo XVIII existía la firme creencia de que el hombre tiene una tendencia natural a

buscar la felicidad y la sociedad y el gobierno deben hacer todo lo posible para que así sea. Creían en un “derecho a la

felicidad”. La felicidad se identifica con el placer y especialmente con el goce de lo material. La búsqueda del placer

individual no es malo, por el contrario, se considera positivo porque el deseo de algo que da placer mueve al hombre a conseguirlo y lo impulsa a trabajar, producir o investigar para conseguir satisfacer ese deseo y obtener placer.

La difusión de las ideas de la Ilustración

Los salones de la aristocracia, los cafés (una novedad del siglo), las sociedades de lectura, las academias científicas y las

publicaciones, ya sea de libros o de periódicos, fueron los instrumentos a través de los cuales se difundieron las ideas de la

Ilustración.

Las gentes dedicadas a las letras tomaron la costumbre de reunirse para hablar. La costumbre de tomar café acababa de

introducirse en Europa y en Francia, desde los primeros años del reinado de Luis XV, hubo lugares públicos llamados

cafés en la ciudad de París. Allí los intelectuales se reunían a charlar y debatir rodeados de la concurrencia; cuando pronunciaban alguna frase que era ingeniosa era recogida por los presentes y difundida por toda la ciudad.

También se hizo costumbre que algunos personajes importantes, generalmente nobles, recibieran a escritores y científicos

en su casa, se servía una comida y luego se charlaba durante horas. Los escritores leían sus obras, se discutía sobre literatura, teatro, filosofía y hasta política. Las dueñas de casa se disputaban el honor de tener como invitados a los

intelectuales más célebres del momento.

Las nuevas ideas económicas

En el transcurso del siglo XVIII algunos autores formularon nuevas ideas sobre la generación de la riqueza. Se destacan

los franceses Quesnay y Gournay que pertenecían a la fisiocracia, y el inglés Adam Smith.

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Los fisiócratas

Las ideas de la fisiocracia giraban en torno a cuatro temas: la naturaleza, la libertad, la tierra y el despotismo legal.

Los fisiócratas creían en la existencia de leyes naturales que regían no sólo la naturaleza sino la sociedad y la economía.

Sostenían que el hombre recibía de la naturaleza la propiedad exclusiva sobre su persona y también de las cosas que

pudiera adquirir mediante su trabajo y esfuerzo.

Para ellos la forma más autentica y representativa de la propiedad es la propiedad de la tierra; consideraban que la

agricultura era la única actividad generadora de riquezas y por lo tanto los dueños de las tierras son los únicos que pueden

enriquecer al país.

Los fisiócratas son

contrarios a toda

reglamentación de la economía por parte del

estado. Una reglamentación

puede afectar el normal

desarrollo de las leyes naturales. Su fórmula

es “laissez faire, laissez

passer” (dejar hacer, dejar pasar).

Eran partidarios de la

monarquía absoluta, donde el rey tenía una autoridad superior y por encima de los intereses de los particulares. El rey debía regirse por las leyes

naturales tratando de no entorpecer su cumplimiento inevitable.

Quesnay se interesaba sobre todo por la agricultura y dio origen a la corriente de pensamiento que se llamó fisiocracia, o

sea, gobierno de la naturaleza. Para Quesnay la tierra era la única fuente de riqueza, porque el cultivo de la tierra produce todo aquello que puede desearse. Los agricultores son los únicos a quienes realmente puede llamarse productores; cuando

él hablaba de agricultores no se refería a los trabajadores sino a los propietarios de las tierras. Estos no deben ser

molestados por ninguna traba de parte del estado, quien no debe fijar precios a los productos agrícolas y debe dejar que los productos circulen libremente. Sostiene que no debe ponerse impuestos a la compra y venta de los productos de la

tierra, sino al suelo.

El liberalismo económico: Adam Smith

Smith conoció el pensamiento de los fisiócratas en un viaje realizado a Francia. Adhirió a sus ideas básicas, pero les dio

mayor profundidad y rigor científico. Para los fisiócratas la fuente de riqueza era la agricultura. Para Adam Smith el que genera riqueza es el trabajo, sea aplicado a la agricultura o a la industria o la pesca, etc. En su principal obra escrita “La

riqueza de las naciones”, dedica varios capítulos a analizar y describir la forma en que el trabajo es más eficiente y por lo

tanto capaz de crear más riqueza. Consideraba que la división del trabajo y la especialización de cada uno en una tarea

determinada aumentaban la eficiencia.

El gobierno debe abstenerse de dirigir la economía: debe dejar que los individuos se muevan por su cuenta, guiados por su

interés personal. El estado sólo debe dedicarse a mantener el orden, hacer respetar las leyes, proteger la propiedad privada

y facilitar la producción.

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Por lo tanto no se debe limitar ni poner trabas a las actividades privadas. Debe dejarse en libertad de acción a los agentes

económicos (productores, consumidores, empresarios, trabajadores) para que compitan entre ellos tratando de obtener

cada uno el mejor resultado para obtener bienestar. Estas ideas serán la base ideológica del liberalismo económico del siglo XIX y del neoliberalismo del siglo XX.

De la revolución industrial a la revolución francesa

La llamada “Edad Moderna” comenzó luego de que el mundo se “globalizara”, es decir luego de que algunos estados de

Europa Occidental invadieran y colonizaran el continente americano. Pero la modernidad, como forma de experiencia económica, social, política y cultural, triunfó y se consolidó a partir de dos grandes revoluciones: la Revolución Industrial

y la Revolución Francesa.

La Revolución Industrial

La revolución productiva

Durante el siglo XVII, las dos grandes y poderosas potencias europeas (Portugal y España) atravesaron por una

importante crisis económico-política y comenzaron a perder su dominio sobre Europa primero y sobre sus territorios coloniales americanos después. En ése contexto, Gran Bretaña se preparaba para convertirse en potencia europea y

mundial, superando a sus adversarios. ¿Cómo lo logró? El siglo XVII también fue para la isla inglesa un tiempo de crisis

política: las monarquías que detentaban el poder absoluto (absolutismo) se vieron cuestionadas por los miembros del parlamento inglés cuya participación estaba limitada por el rey. Pero a finales del siglo XVII, los conflictos entre el rey y

el parlamento se resolvieron a favor de este último, creándose en la isla una Monarquía constitucional, única en su

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época. De esta manera, Inglaterra entraba al siglo XVIII con una relativa pacificación de los conflictos políticos, y con una

situación favorable para algunos miembros de la burguesía que el parlamento inglés en parte representaba.

En el terreno económico, tanto en Gran Bretaña como en el resto de Europa y del mundo, las sociedades continuaban siendo principalmente rurales. Las innovaciones técnicas y la maquinaria utilizada en la producción agrícola no lograban

superar los déficits productivos, tampoco pudieron detener las malas cosechas que fomentaban -por lo general- crisis

cíclicas de hambrunas que afectaban principalmente a la población campesina. Pero al promediar el siglo XVIII esta situación comenzaría a cambiar. En efecto, hacia 1760, en Inglaterra se produjeron una serie de cambios que aumentaron

la productividad de la tierra. Esto se logró a partir de la aplicación en el proceso productivo agrícola de un grupo de

innovaciones técnicas. A su vez, se eliminó el barbecho, se implementó un nuevo sistema de rotación de cultivos y se

utilizaron nuevos abonos naturales como fertilizantes. Paralelamente, se labraron tierras antes no utilizadas y se tuvo un cuidado más intensivo del ganado como fuente de alimentación y/o como animal de tiro. Todo esto generó un aumento de

la producción alimenticia, aumento que generó de manera inmediata el mejoramiento de la calidad de vida de la mayor

parte de la población y la consiguiente suba demográfica.

Algunos demógrafos consideran al siglo XVIII como uno de los períodos en los que la humanidad alcanzó picos de

crecimientos nunca antes vistos. Esta suba demográfica sostuvo la producción alimenticia en alza, ya que se necesitó más

alimento para satisfacer a una población en permanente crecimiento. La demanda de productos alimenticios propició la valorización monetaria de la tierra ya que el gobierno y los sectores más ricos de la población comenzaron a

interesarse en poseer la mayor parte de los territorios productivos. Fue así que el parlamento inglés sancionó una serie de

leyes para que los grandes terratenientes pudieran hacerse del poder de las tierras que estaban en manos campesinas. A

este conjunto de leyes se las conoce como leyes de cercamiento de tierras que, básicamente, eran leyes que permitían a los ricos terratenientes y a los miembros del gobierno adueñarse de las tierras comunales campesinas.

Pero ¿por qué el gobierno inglés y los terratenientes poderosos estaban tan interesados en poseer las tierras comunales de

los campesinos? Porque poseer la tierra significaba -en aquel entonces- poseer el medio de producción que se necesitaba para poner en marcha la producción masiva de alimentos. Esa producción masiva era vendida a una población en

permanente crecimiento. Lo obtenido en la venta de esos alimentos sería acumulado por los grandes terratenientes y

utilizado para incentivar otros tipos de emprendimientos con fines lucrativos.

De manera paulatina, la propiedad comunal y compartida de la tierra comenzó a desaparecer. Este proceso de

expropiación y venta de tierras, que se conoce como ‘acumulación originaria’, dio origen a la propiedad privada de la

tierra en el marco del auge de las relaciones sociales capitalistas. Se pusieron en venta territorios comunales con el

objetivo de lograr una mayor productividad de la tierra y colocar lo producido en un mercado en permanente crecimiento.

Como podemos observar, la primera gran transformación que caracterizó a la Revolución Industrial en Inglaterra

comenzó en el sector rural y fue el resultado de diversos factores.

Las innovaciones técnicas y el surgimiento de la fábrica capitalista.

El cercamiento de tierras dejó a cientos de miles de campesinos sin un lugar donde vivir y sin trabajo a partir del cual

sustentarse. ¿Dónde fueron esos campesinos? ¿Cómo lograron sobrevivir? La mayor parte de los campesinos sin tierras migraron a las grandes ciudades. Pero ¿qué hacían en las ciudades? ¿Dónde trabajaban? Los campesinos devenidos en

individuos sin tierra, se convirtieron en obreros de las fábricas que se multiplicaban en las nuevas ciudades industriales

de Inglaterra. Es más, sin estos campesinos convertidos en obreros fabriles, la revolución industrial no hubiese sido posible.

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Las innovaciones técnicas

Hasta el siglo XVIII, las formas de energías más utilizadas por todos los seres humanos de todas las sociedades del

mundo era la fuerza animal y humana. Las máquinas aún no se utilizaban en los procesos productivos. Pero entre finales

del siglo XVII y principios del siglo XVIII, en Inglaterra se comenzaron a construir máquinas que aprovechaban otro tipo

de energía: el vapor. En efecto, en 1698, Thomas Savery inventó la bomba de vapor con el objetivo de extraer agua de las profundidades de las minas de carbón. Posteriormente, entre 1712 y 1769, Thomas Newcomen y James Watt

perfeccionaron la bomba de vapor y crearon una máquina de vapor de ciclo continuo. Con el tiempo, la máquina de vapor

comenzó a reemplazar la energía humana o animal en muchas actividades. Por otro lado, las viejas maquinarias de madera fueron sustituidas por las de hierro.

Además, se creó el telar mecánico, el barco a vapor y el ferrocarril. La aplicación de estas innovaciones provocó un

enorme aumento de la producción. ¿Cómo fue eso posible?

Antes de estos descubrimientos la forma de producir era principalmente artesanal y estaba basada en la industria

domiciliaria. ¿Qué quiere decir esto? Significa que todo lo que se producía estaba bajo el control del artesano o del

campesino y eran las unidades domésticas o familiares las que se encargaban de la confección de los productos, utilizando energía humana y/o animal. Lo producido por artesanos y campesinos estaba destinado, principalmente, para el consumo

familiar o para una venta mínima. La cantidad, la calidad de lo producido y la forma en la que se confeccionaban los

productos eran cuestiones que decidían los artesanos y los campesinos.

Pero cuando se utilizaron lo nuevos descubrimientos e innovaciones técnicas a la producción, las formas de producción

artesanales y la industria domiciliaria entró en crisis y comenzó a desaparecer paulatinamente. ¿Por qué? Porque ya no

era el ser humano ni sus animales los que controlaban el proceso productivo, sino la capacidad y eficiencia de las

máquinas y no cualquiera podía comprar esas nuevas maquinarias que duplicaban o triplicaban la producción. Sólo los adinerados (inversionistas, terratenientes, miembros del gobierno) podían costear la compra de las nuevas máquinas. Y así

fue como la producción artesanal y campesina entró en una profunda crisis de la cual no logró salir jamás.

Pero, si las unidades domésticas dejaron de controlar el proceso productivo y la industria domiciliaria comenzó a desaparecer ¿Dónde se producía? En las fábricas.

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El surgimiento de la fábrica

¿Cómo fue posible que surgieran las fábricas? Antes del surgimiento de las máquinas el trabajo se desarrollaba dentro de

los hogares. Pero a partir del surgimiento de las innovaciones técnicas y de la nueva maquinaria, el trabajo comenzó a

desarrollarse en grandes talleres en los cuales cabían las máquinas. Sin embargo, no cualquiera podía acceder a ellas,

sólo aquellos que contaban con el dinero o el crédito necesario para comprarlas pudieron crear y sostener sus propios talleres.

Con el tiempo los talleres fueron agrandándose cada vez más y, poco a poco, se convirtieron en inmensos emplazamientos

llenos de máquinas que producían de manera sistemática y a gran escala. De esta manera, llegaban al mundo las primeras grandes fábricas de la industria capitalista.

En Inglaterra florecieron las ciudades que albergaban las nuevas fábricas. La gran mayoría de las fábricas utilizó máquinas

a vapor. Fue así que el cielo inglés se llenó de chimeneas y de humo. El crecimiento urbano ligado al desarrollo fabril fue vertiginoso y desordenado. En los suburbios de Manchester, Londres y Liverpool se construyeron enormes instalaciones

alrededor de las cuales se asentaron los trabajadores: el obrero fabril. Ese era el paisaje de la ciudad inglesa al finalizar el

siglo XVIII.

Algunas conclusiones

¿Dónde trabajaban los campesinos sin tierra que migraron hacia las ciudades? pues bien, ya conoces la respuesta: en las grandes fábricas que fueron creándose a partir de la aplicación de las máquinas y de innovaciones técnicas a la

producción.

¿Cómo se relacionan los cambios en el ámbito rural con el origen de la industria capitalista? Sin el aumento de la producción agrícola y la consecuente suba de la demanda de los productos alimenticios no se hubiese producido la

valorización de la tierra. Ésta última aseguró que terratenientes y emprendedores consideraran a la tierra un medio

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fundamental para fomentar sus propias ganancias. Pero para hacerse con el poder de las propiedades comunales

campesinas, los terratenientes, emprendedores y burgueses utilizaron su influencia en el parlamento inglés con el objetivo

de que éste promulgada una serie de leyes que permitían el cercamiento y expropiación de tierras a la población campesina. Las tierras expropiadas fueron utilizadas para producir de manera sistemática y a gran escala utilizando las

nuevas maquinarias e innovaciones técnicas. Los campesinos que se quedaron sin tierra, debieron migrar a las ciudades y

se convirtieron en la mano de obra de las nuevas fábricas urbanas, dando origen al proletariado. Es decir, la producción agrícola producida en el ámbito rural no sólo otorgó a los grandes terratenientes enormes riquezas que luego utilizaron

para poner en marcha a los grandes talleres y fábricas, sino que la población rural expulsada de la tierra (los campesinos)

se convirtieron en la fuerza de trabajo que las nuevas instalaciones fabriles precisaron para producir a gran escala.

Las ramas de la producción industrial

Ahora bien ¿Qué hacían los obreros proletarios en las nuevas industrias? ¿Qué producían? En su primera fase, la industria capitalista inglesa se especializó en una serie de ramas particulares: textil, siderurgia y combustible (carbón).

En relación a la producción textil, Inglaterra fue una de las

primeras potencias occidentales en abandonar la confección de prendas de lana y comenzar a utilizar el algodón. Pero ¿de

dónde sacaba el algodón? Es decir ¿de dónde obtenían los

dueños de las fábricas textiles la materia prima con la cual trabajaron sus obreras y obreros en la confección de vestimenta?

Para poder obtener el algodón necesario a bajo precio, a lo largo

del siglo XVIII, Inglaterra compró esclavos de África y los

transportó hacia sus colonias en Norteamérica. En ellas crearon grandes plantaciones algodoneras en las que trabajaron

cientos de miles de esclavos africanos en condiciones

infrahumanas, y sometidos a todo tipo de maltratos. El algodón producido en América era trasladado a Inglaterra y, en la isla, el

algodón era elaborado y convertido en todo tipo de manufactura

textil: vestimentas, sabanas, cortinas, etc.

Paralelamente, Inglaterra también desarrolló la industria

siderúrgica. Utilizando la máquina a vapor y el fuego, llegaron a producir toneladas de hierro. Para sostener esta

producción se necesitaba de inmensas cantidades de carbón que se extraía de minas en donde trabajaban hombres, mujeres

y niños en terribles condiciones laborales. La industria de carbón sostuvo a la industria siderúrgica y ésta permitió el desarrollo y la construcción de ferrocarriles y vías férreas. La construcción de ferrocarriles revolucionó la vida de los

hombres y de las sociedades de manera radical. En efecto, por primera vez en la historia, la creación de trenes permitió

que tanto los hombres como los productos e insumos circularan con enorme rapidez a lo largo de grandes extensiones. Las consecuencias de la invención del ferrocarril son infinitas y sin éste, la revolución industrial no hubiese sido posible

porque… ¿de qué otra manera iba a distribuirse todo aquello que se producía en las fábricas? De esta manera, los

ferrocarriles se convirtieron en un medio de transporte rápido, eficaz y económico para transportar hombres, insumos

productivos, alimentos, textiles y todo tipo de manufacturas.

Del mercado interno al mercado externo

Ahora bien, sabemos que el ferrocarril y los nuevos medios de transporte, como el barco a vapor, facilitaron la

distribución y venta de productos pero… ¿dónde y cómo se vendía lo producido en las industrias inglesas? En primer

lugar, la producción de nuevas maquinarias y de ferrocarriles alentó la producción de hierro. La producción de hierro

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alentó a su vez la producción del combustible que se necesitaba para producir dicho hierro: el carbón. Simultáneamente,

el carbón era necesario para poner en marcha máquinas que funcionaban a vapor. Es decir, para existir, la industria debió

poner en marcha otras industrias y, en un primer momento, la misma puesta en marcha de la industria sostuvo la venta

y la compra de lo producido por cada una de esas industrias.

Pero, una vez satisfechas las necesidades del propio circuito industrial ¿Dónde se vendía lo que producían, por ejemplo,

las industrias textiles? Se vendía en dos tipos de mercado: en el mercado interno y en el mercado externo o, dicho de otra manera: al interior del territorio inglés y en otros países del mundo. En efecto, Inglaterra logró colocar sus productos en

un mercado nacional (o interno) que, hacia finales del siglo XVIII, se encontraba fuertemente consolidado. Pero éste no

era suficiente para vender todo lo que se producía. Para lograr un máximo poder de venta, los productos ingleses debían

ser exportados a otras regiones del mundo y ser colocados en otros mercados. Para hacer triunfar su industria, Inglaterra necesitaba asegurar su participación en el mercado internacional. Fue así que, entre finales del siglo XVIII y principios del

siglo XIX, el gobierno inglés comenzó la búsqueda de nuevos mercados, lo que condujo a una agresiva política de

expansión sobre las colonias de otros imperios. Esto fomentó el desarrollo de conflictos bélicos entre diferentes potencias europeas que se disputaban el control de las colonias asiáticas, africanas y americanas. Un nuevo imperio comenzaría a

forjarse (el inglés) y tanto España como Portugal fueron perdiendo el poder en sus colonias a manos de Inglaterra.

Como podemos observar, tanto las innovaciones técnicas aplicadas a la agricultura y a la producción en general, como las nuevas maquinarias y medios de transporte, fueron puestos al servicio de la producción masiva con el fin de colocar

dicha producción en un mercado interno y externo, es decir, con el fin de vender la mayor cantidad de productos

posibles en Inglaterra, en Europa y en el mundo; intentando conseguir la mayor cantidad de riquezas posibles.

La sociedad industrial

La sociedad inglesa comenzó a organizarse en torno a la fábrica. Ésta demandaba cada día más trabajadores que, generalmente, eran antiguos campesinos a los que se les había quitado la tierra luego de la aprobación de las leyes de

cercamientos. Los trabajadores fabriles recibían por su labor un salario que apenas les alcanzaba para subsistir o ni si

quiera. Además, las jornadas de trabajo eran extensísimas, de 14 a 16 horas diarias y las condiciones laborales eran

paupérrimas. En las fábricas trabajaban niños, hombres y mujeres. Algunas fábricas empleaban una importante cantidad de niños porque se les pagaba poquísimo, eran más dóciles que los trabajadores adultos y se los podía utilizar

para llegar a lugares muy pequeños dentro de las minas de carbón. Por su parte, los castigos físicos a las obreras y obreros

eran muy frecuentes. Así las cosas, las enfermedades y el debilitamiento físico prematuro eran frecuentísimos entre los trabajadores por varias razones: trabajaban en pésimas condiciones sanitarias, recibían un bajísimo salario (por lo que no

podían comprar suficiente alimento) y recibían golpes y severos castigos. Además, los trabajadores vivían en barrios

obreros, barrios que no tenían ni agua potable ni un sistema de cloacas apropiado.

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Entre los sectores obreros y los miembros de las clases más poderosas (nobles, funcionarios reales, terratenientes,

banqueros y burgueses) se encontraba un sector social medio, hoy conocido como “clase media”. En general, este sector

social estaba conformado por pequeños y medianos industriales y/o comerciantes, intelectuales, científicos, ingenieros, arquitectos, médicos, empleados administrativos, etc. Al principio, el sector medio no era realmente muy numeroso, pero

con el tiempo fue ampliándose. Sin embargo, este sector no llegaba a ser muy poderoso.

Ahora bien ¿Quiénes eran los dueños de las grandes fábricas? ¿Quiénes eran el sector más beneficiado de la nueva sociedad industrial? En los capítulos anteriores, hemos visto cómo entre finales de la Edad Media y comienzos de la Edad

Moderna, surgía en Europa un personaje social muy particular: el burgués. Era aquel que no se dedicaba a sembrar la

tierra, no era campesino pero tampoco era noble. El burgués podía ser un artesano exitoso, un banquero, un comerciante,

un intelectual, un escritor, un artista reconocido, etc. Era aquel sujeto cuya actividad principal no se encontraba ligado a la producción agrícola, pero tampoco era beneficiario de las herencias y riquezas de la nobleza real. Su vida se centró en la

producción de ganancias, en las actividades lucrativas. A partir de ellas accedió a una serie de propiedades pero, sobre

todo, logró amasar una serie de ganancias a partir del comercio, ganancias que le permitieron: comprar tierras o máquinas y crear grandes emplazamientos fabriles. Como dijimos con anterioridad, en Inglaterra un grupo importante de burgueses

había logrado formar parte del parlamento y, junto a la nobleza, influenciar las decisiones tomadas por el rey. Es

importante resaltar que Inglaterra fue el primer país que le permitió a la clase social burguesa formar parte del

poder político.

Este sector social, llamado burguesía, fue el que se benefició con la ley de cercamiento de tierras porque fueron ellos los

que se quedaron con las tierras de los campesinos. Fueron ellos, también, los beneficiarios de las riquezas que daba la

venta de los productos agrícolas. Fueron ellos los que con esas ganancias compraron costosísimas máquinas, fueron ellos los que emplearon a obreros y obreras (niños o adultos) y los mantuvieron trabajando en pésimas condiciones y,

finalmente, fueron ellos los que se beneficiaron de las riquezas adquiridas a partir de lo que en estas fábricas se producía

así también como la que se extraía de la venta de sus productos tanto en el mercado interno como en el mercado externo. En definitiva fue la burguesía industrial inglesa la que salió triunfante de este proceso y, lo que nació entre el siglo

XVIII y XIX fue una sociedad capitalista industrial, basada en la explotación de trabajadores asalariados.

Las consecuencias sociales y políticas de la revolución industrial

Las condiciones precarias en las cuales trabajaban los obreros en las fábricas generaron importantes tensiones entre éstos

y sus patrones, los burgueses. Fue esta la causa principal que explica la aparición de organizaciones de trabajadores cuyo objetivo principal era lograr un aumento de salario, la reducción de la jornada laboral y mejores condiciones

de trabajo. En sus inicios (finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX) estas organizaciones fueron muy débiles y

poco efectivas ya que sus manifestaciones y demandas eran violentamente reprimidas por el gobierno inglés y por los

patrones fabriles. Pero al promediar el siglo XIX, las organizaciones obreras se fortalecieron y, esporádicamente, conseguían aumentos de salario, reducción de la jornada de trabajo, etc. Fue este el surgimiento de los primeros

sindicatos obreros. Paralelamente, algunos trabajadores plantearon la necesidad de crear partidos políticos obreros para

tener algún tipo de injerencia y presencia en el parlamento inglés. Tanto los partidos políticos obreros como las organizaciones sindicales protagonizaron importantes luchas por los derechos de los trabajadores y se interesaron lo

más que pudieron en la vida política inglesa.

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Uno de los primeros movimientos obreros fue el Ludismo.

Este movimiento se denominó de esa manera en honor a

quien inspiró el accionar del movimiento: Ned Ludd, un obrero textil que a fines del siglo XVIII, quemó el telar de su

patrón, incitando a los demás trabajadores a actuar como él.

Este tipo de comportamiento era bastante comprensible. En efecto, como la implementación de las máquinas por parte de

los burgueses había sustituido a los trabajadores en

determinadas actividades y reducido el control y el

protagonismo en el proceso productivo, los obreros identificaron a las máquinas como sus principales enemigos.

Este movimiento, se caracterizó por quemar las máquinas

de los patrones y fue la primera gran reacción contra el avance de la industrialización.

Otro movimiento obrero muy reconocido en Inglaterra fue el

cartismo. Se desarrolló a mediados del siglo XIX. Su organización fue mucho más fuerte y sofisticada que el ludismo y tuvo como objetivo transformar el régimen político

inglés por vía revolucionaria. Muchos de los cartistas se reconocían como socialistas utópicos. El movimiento se

denominó de esta manera porque su programa social y político era la “Carta del Pueblo”. En la carta se reclamaba el

sufragio universal para los hombres y el voto secreto, elecciones limpias y abiertas. Esta carta adquirió una importante popularidad y cientos de miles de obreros en toda Inglaterra apoyaron un petitorio que hacía dicha carta y que sería

presentada al Parlamento. El cartismo logró juntar más de un millón de firmas, pero el parlamento negándose a tratar la

carta en sus sesiones, reprimió violentamente al movimiento. Pero aunque este no logró su objetivo (cambiar el sistema político inglés por vías revolucionarias), el cartismo logró que el Parlamento inglés aprobaran leyes que prohibían que

niños y mujeres trabajaran en las minas, que las jornadas laborales para niños se dejaran a 5 horas y se dispuso una

jornada laboral de diez horas para mujeres y hombres adultos. Finalmente, se implementó el sufragio secreto.

La Revolución Francesa

Como dijimos anteriormente, durante el siglo XVIII Europa y el mundo entero experimentaron un importante aumento

demográfico debido, mayormente, al mejoramiento de la producción agrícola que se había generado, en parte, por la

aplicación de innovaciones técnicas al proceso productivo. Hemos visto que algunos países, como Inglaterra, pudieron

aprovechar ese aumento demográfico enviando a mucho de los campesinos a trabajar a las nuevas industrias que se desarrollaban en las ciudades. Otros países de Europa desviaron parte de su población a sus colonias o a colonizar nuevos

territorios. Pero Francia fue uno de los pocos países que no contó con ninguna de las tres opciones. Tenía poquísimas

colonias, no había desarrollado aún una economía industrial y no tenía ningún territorio que ocupar y/o colonizar. De esta manera, la presión demográfica se sentía cada vez más en Francia: un país rígidamente jerarquizado en estamentos

o “estados”, gobernada por un poderoso Estado Absolutista.

El primer Estado estaba constituido por el clero y el segundo por la nobleza. Ambos eran el sector social más privilegiado

del país. Estaban exentos de todo tipo de impuestos y eran los propietarios de la mayor cantidad de tierras francesas. La nobleza se quedaba con un tercio de lo que se cosecha en las tierras y el clero gozaba de la percepción del diezmo que era

un impuesto cobrado a los campesinos y se llamaba “diezmo” porque representaba la décima parte del producto de las

cosechas). El primer y segundo Estado (nobleza y clero) no representaban más que un 3% de la población francesa.

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El tercer Estado, en cambio, constituía la mayor parte de la población y era un sector social muy heterogéneo. Compuesto

por burgueses, comerciantes,

sectores populares urbanos, campesinos, artesanos, hacia fines

del siglo XVIII cuestionaron la

sociedad estamental que los relegaba a una situación ruinosa y que les

impedía ascender socialmente, y

comenzaron a protagonizar una serie

de conflictos que desembocarían en una gran revolución.

Pero dentro de este estamento, había

muchas diferencias. El tercer estado estaba representado por la alta

burguesía, la baja burguesía, los

comerciantes y artesanos y, finalmente por campesinos y

sectores populares urbanos. Como

se verá a continuación, esta

heterogeneidad social, hizo que la Revolución Francesa, tomara

diversos y diferentes desarrollos.

Los tres estados: nobleza, burguesía y campesinado.

A principios del siglo XVIII, el conjunto de nobles franceses detentaban el poder económico y político junto al Monarca.

En muchas ocasiones, cuando el poder del rey se debilitaba, la nobleza era el único sector social que tomaba las decisiones económicas y políticas más importantes.

Pero el aumento del comercio internacional que se inició entre el siglo XVI y XVII, permitió cierta acumulación de

capitales que favoreció la conformación de poderosos grupos de comerciantes, fabricantes y banqueros. Todos ellos comenzaron a crear una nueva clase social: la alta burguesía. Si bien no podían convertirse en nobles -porque a pesar de

poseer dinero su origen social era mucho más modesto (algunos de ellos con padres o abuelos campesinos)-, se

relacionaron con ellos por medio de las uniones matrimoniales, comprando títulos de nobleza, ocupando cargos en el

Estado o comprándole tierras a nobles empobrecidos. De esta manera, la alta burguesía fue ocupando ciertos espacios de poder que antes sólo podía detentar la nobleza o la familia real. La nobleza debió aceptar el ascenso de la burguesía ya que

no podía expulsarla sin sufrir las consecuencias si se considera que eran las actividades lucrativas de la alta burguesía las

que mantenía, en parte, a la nobleza ociosa.

El desarrollo del comercio interno garantizaba a la alta burguesía grandes riquezas. Pero una parte importante de estas

riquezas era desviada a los impuestos al comercio que sostenían a los nobles y al Estado Absolutista. La burguesía

comercial era la más perjudicada por dichos impuestos.

Debajo de este sector social (alta burguesía) se ubicaban los artesanos, los tenderos, los maestros y los asalariados que

también debían pagar importantes impuestos para mantener a la nobleza y al Estado.

Pero la inmensa mayoría de la población era campesina. Entre ellos también había una cierta diferenciación social. Había

quienes poseían tierras, otros que debían alquilarlas y otros que ni siquiera podían hacerlo. Pero más allá de estas

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diferencias, los campesinos representaban el sector social que más soportaba los tributos o impuestos que debían pagarle

tanto al clero como a la nobleza.

A lo largo del siglo XVIII, el descontento campesino podía controlarse, ya que el aumento de la producción agrícola garantizó una cierta estabilidad alimenticia para ellos. Pero en el último tercio de este siglo, comenzaron una serie de

crisis productivas que se incentivaron por las guerras en las que Francia participaba junto a otras potencias extranjeras.

Esto generó escasez generalizada de alimentos, a la que se le agregaba una suba de precios y de impuestos que la nobleza había decretado para financiar la guerra. En este contexto, Francia quedó sumergida en una bancarrota financiera, y el

descontento popular creció.

El poder del monarca y de los nobles estaba a punto de ser fuertemente cuestionado. Pronto comenzaría un

importante proceso revolucionario que lograría asestar un golpe mortal al Estado Absolutista, a la monarquía

francesa y a los nobles que la sostenían.

El poder de las ideas

Nuevas corrientes de pensamiento influenciaron los procesos revolucionarios que estaban a punto de desatarse a finales

del siglo XVIII en Francia. Como vimos en apartados anteriores, entre el siglo XVII y XVIII hubo importante progresos

científicos y tecnológicos (como por ejemplo: las máquinas a vapor, el telar mecánico, etc.). Estos avances científicos y

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tecnológicos se fundaron en la defensa del racionalismo, del empirismo y el pragmatismo. El primero afirmaba que

toda la realidad puede ser científicamente analizada racionalmente, esto es: utilizando el razonamiento lógico y

argumentativo. El segundo postulaba que era la experiencia de los hechos lo que producía el conocimiento y, el tercero, defendía que el grado de valor de una teoría residía en su dimensión práctica. Estos postulados afirmaban que la forma

más apropiada del saber era aquel que procedía de la observación y de la experiencia, algo que se oponía fuertemente a la

noción del origen divino de las cosas, del mundo pero, sobre todo, del poder.

Fue así que, poco a poco y a partir de estas nuevas ideas, algunos pensadores comenzaron a imaginar formas de gobiernos

fundadas en la voluntad de la mayoría, en la igualdad ante la ley, en la defensa de la libertad individual, etc. Esto daría

como resultado la fundación de una nueva teoría política que se difundió exitosamente por la sociedad occidental e

inspiró la gran mayoría de los procesos independentistas, nacionalistas y estatistas del siglo XVIII y XIX, denominada Ilustración. Entre los pensadores más destacados se encuentra Montesquieu, quien fue el creador de la teoría de la

división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Por su parte Jean Jacques Rousseau imaginó una estructura de poder

democrático que considerara al pueblo como depositario del poder y a los gobernantes como simples funcionarios suyos. Por último es necesario mencionar aquí al francés Voltaire, en cuyo conjunto de escritos defendió el valor de la razón y de

la ciencia, lanzando violentas críticas contra la iglesia católica a la que responsabilizaba de sostener una estructura social

injusta.

Este conjunto de ideas dieron origen al llamado liberalismo político, que instaló la idea de que el depositario del poder

no era el rey o la nobleza sino el pueblo, y que el pueblo sólo había delegado su poder a dicha nobleza y/o monarca, pero

si estos no gobernaban de acuerdo a la voluntad popular, el pueblo tenía el derecho legítimo a rebelarse. Y así sucedió: el

pueblo francés se rebeló.

Estalla la revolución

Ante la gravísima situación económica, el rey de Francia Luis XVI propuso una reforma administrativa que consistía en

crear un impuesto que, por primera vez en la historia, deberían pagar el clero y la nobleza. Pero éstos se negaron. Ni el

clero ni la nobleza estaban dispuestos a pagar impuestos.

Por ello este sector presionó para que se convocaran a los Estados Generales con el objetivo de detener la iniciativa del Rey. ¿Qué eran los Estados generales? Se trataba de una institución de carácter consultiva, conformada por los

representantes de los tres Estados. Cuando se trataba de tomar decisiones de mayor importancia, se debía consultar a los

representantes de cada uno de los Estados (primer estado, segundo estado y tercer estado). Cada uno de los Estados sesionaba de manera separada y tenía la misma cantidad de representantes, emitiéndose un voto por Estado.

Pues bien, el clero y la nobleza intentaron detener la iniciativa del rey llamando a una reunión de los Estados Generales,

sabiendo que tendrían la mayoría. Pero, en esta coyuntura, el Tercer Estado aprovechó para reclamar lo siguiente: que se

deliberara conjuntamente y no por separado, que tuvieran el derecho a elaborar leyes y a votar impuestos, así también como a duplicar sus representantes, ya que afirmaban, con razón, que el Tercer Estado representaba a la mayoría de la

población. Aunque el Tercer Estado no logró cumplir más que el último de sus objetivos, la Revolución había comenzado.

En efecto, en mayo de 1789 debían reunirse los tres Estados para debatir un conjunto de decisiones que debían tomarse para solucionar la crisis financiera y política en la que se encontraba el país. El tercer Estado propuso que se debatiera

conjuntamente. El clero y la nobleza se negaron y el tercer estado se autoproclamó, el 17 de junio de 1789, Asamblea

Nacional, por considerarse representativo de la población francesa en general. Este fue el primer gran acto

revolucionario, ya que por primera vez en la historia se tomaban decisiones independientes de la voluntad del rey.

La asamblea Nacional juró no disolverse hasta que se dictara una Constitución y por ello pasó a llamarse Asamblea

Nacional Constituyente: así nacía el primer órgano revolucionario.

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Pero el Rey ordenó la disolución de dicha asamblea y las tropas reales se concentraron en París y en Versalles para

defender a la monarquía. Esto fomentó el estallido de un gran movimiento popular compuesto por un importante sector

burgués politizado que entregó panfletos revolucionarios a todos los habitantes de París, de Versalles y de otras ciudades francesas. En las calles, el movimiento revolucionario se difundía a partir de discursos callejeros, revueltas y acalorados

debates.

En este contexto de efervescencia popular, el precio del pan subió hasta alcanzar su punto más alto. Esto generó que una multitud enfurecida atacara la Bastilla, fortaleza medieval que representaba el poder real por excelencia, en donde se

encerraban prisioneros y se guardaban armas. A este suceso histórico se lo conoce como la “toma de la Bastilla”. Ese día,

la población sustrajo más de 50.000 fusiles, liberó a los prisioneros, se repartieron granos, harinas y alimentos entre los

pobres.

La Asamblea Nacional Constituyente procedió a crear la Guardia Nacional y puso al mando al general Lafayette, un

héroe de la independencia norteamericana. Además se creó un nuevo órgano de gobierno representativo, una especie de

concejo municipal llamado La Comuna de París.

La oleada de rebeliones se trasladó del campo a la ciudad, y los campesinos atacaron los castillos y quemaron los registros

señoriales (donde se detallaba quiénes eran los deudores y qué cantidad debían pagar). La Asamblea sancionó decretos y

leyes que eliminaron la servidumbre, los privilegios señoriales. Se decretó la disolución del diezmo. En este contexto,

muchos nobles y religiosos debieron partir al Exilio.

Pero una de las proezas más importantes que hizo la Asamblea Nacional Constituyente, fue la Declaración de los

Derechos del Hombre y del Ciudadano. Por medio de esta declaración quedaron establecidas: la libertad y la igualdad

de los hombres ante la ley y la posibilidad de acceso a cargos públicos, la inmovilidad de la propiedad privada, la libertad de conciencia y de prensa. Esta declaración es considerada como la defensa política de los intereses de la burguesía

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francesa ya que en ella se defendía la propiedad privada, la libertad individual y la posibilidad de acceder a cargos

públicos.

Sin embargo el rey decretó la ilegalidad de la Declaración. Esto desencadenó importantes motines en París y en varias ciudades. Pero la más importante fue una manifestación liderada por mujeres que se dirigió al Palacio de Versalles, en

donde se encontraba el Rey de Francia Luis XVI, y lo obligó a que aprobara el documento. A su vez, este grupo de

mujeres logró que el rey se trasladara a París y estuviera bajo la vigilancia de la Asamblea Nacional Constituyente.

Pero prontamente comenzaron a manifestarse las diferentes posiciones entre los distintos sectores revolucionarios.

La revolución, dividida.

Día a día, las demandas populares que fomentó y alentó la primera fase de la Revolución Francesa, se expresaron por

medio de las sociedades barriales y de los clubes. Había algunos sectores revolucionarios profundamente radicalizados

que proponían la plena participación de toda la población en la toma de decisiones. Además fueron los primeros en solicitar la abdicación del Rey.

Ante las demandas y revueltas de este sector popular radicalizado, la Asamblea Nacional Constituyente y la Comuna de

París (que eran órganos revolucionarios mucho más moderados), declararon la Ley Marcial y comenzó una fuertísima

represión sobre el pueblo revolucionado. Posteriormente la Asamblea (cuyos miembros representaban a la alta burguesía), acordó con el rey que se decretaría el fin del Estado Absolutista y se implementaría una monarquía parlamentaria.

Además se sancionó una primera constitución que establecía la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial).

Pero la monarquía constitucional duró realmente poco. Cuando en 1792 Francia declaró la Guerra Austria, no tardó mucho tiempo en ser invadida por tropas austro – prusianas que ocuparon el norte de Francia. Esta situación volvió a

encender el ánimo popular, y una gran movilización responsabilizó al rey por la invasión. El rey fue destituido y

encarcelado. En éste contexto la Asamblea Nacional Constituyente llamó a elecciones para conformar una Convención

que debía revisar la Constitución y reformarla incluyendo a los sectores antes excluidos. La nueva convención fue elegida

por sufragio universal masculino y, en septiembre de 1792, se estableció en Francia la primera República. A finales de

ese mismo año algunos sectores que formaban parte de la Convención descubrieron una serie de cartas que el Rey de

Francia, Luis XVI, le había enviado al rey prusiano para expresarle su interés en terminar con los movimientos revolucionarios. En 1793, La Convención condenó al Rey de Francia a morir en la guillotina.

Luego de la muerte del Rey, Francia estuvo gobernada por un sector revolucionario moderado (conocidos como

girondinos). Pero éstos fueron rápidamente desplazados por un sector radicalizado: los jacobinos, que iniciaron un conjunto de reformas profundas. Entre ellas se encuentra el aumento de los salarios y el reparto de tierras a campesinos.

Pero el gobierno de los jacobinos también fue destituido y los miembros de la alta burguesía tomaron el poder

nuevamente. Redujeron los salarios, expulsaron a los sectores más populares del movimiento revolucionario, se inició una

importante persecución a los opositores políticos jacobinos y, en 1795, se sancionó una nueva Constitución que detuvo el avance de las reformas y cambios revolucionarios. Pero, años más tarde, cuando en las elecciones volvieron a triunfar los

sectores más radicalizados (jacobino), miembros de la alta burguesía invitaron a un prestigioso militar a intervenir en

dicha situación: era Napoleón Bonaparte que, en 1799, encabezó un golpe de Estado y la República Democrática Francesa fue derrotada.

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Napoleón Bonaparte sancionó una nueva constitución que le permitió

ejercer los tres poderes de manera simultánea. A su vez tomó una serie de

medidas que privilegió a la alta burguesía y controló la reacción de los sectores de izquierda o radicalizados.

Al comenzar el siglo XIX, el gobierno de Bonaparte había logrado resolver

las tensiones sociales y políticas a favor de la alta burguesía. Logrado esto, Napoleón comenzó a expandirse por toda Europa y, de esta manera,

difundió las ideas de la revolución por todo el territorio al que lograba

expandirse. Y, aunque en junio de 1815, las tropas francesas fueron

derrocadas, el legado de la Revolución Francesa se había extendido por todo el mundo.

El legado de la revolución

Tras la Revolución Francesa quedó claro que ningún rey o gobernante podría ejercer su poder sin el consentimiento

popular. Por primera vez en la historia de la humanidad se ponía en duda la autoridad de un sector social que había

gobernado durante siglos y que, por lo general, era una parte pequeñísima de la población: el rey, el alto clero y la

nobleza.

Esta nueva situación fue fomentada y respaldada por una serie de pensadores que difundieron ideas republicanas y

democráticas, creando complejísimos sistemas de pensamiento que sentaron las bases teóricas de los nuevos movimientos

que proclamaban la constitución de Repúblicas basadas en el poder de las mayorías populares y que lucharon por el sufragio universal, por el libre acceso a cargos políticos, por la libertad de prensa y expresión, por la igualdad de los

hombres ante la ley.

Sin embargo, si la Revolución Francesa intentó sentar las bases para un reparto de las riquezas un tanto más equitativo, ésta no pudo eliminar las diferencias sociales al interior de una sociedad profundamente jerarquizada. No pudo porque, en

realidad, jamás fue su objetivo. A la revolución francesa la protagonizó un sector de la población que venía

conformándose desde el siglo XIV: la burguesía. Mayormente, este sector social estaba representado por poderosos

empresarios, mercaderes, terratenientes y artesanos bien posicionados; y aunque también estaba conformado por la llamada pequeña burguesía o baja burguesía (pequeños artesanos y mercaderes, intelectuales y artistas, etc.), la burguesía

no se encontraba representada por los sectores urbanos más pobres, menos aún por la masa campesina despojada de tierra

o con una mínima fracción de ella.

Por todo esto, es preciso recordar que la Revolución Francesa fue protagonizada por este sector y, en función de esto,

defendió sus intereses particulares, intereses cuya realización -al promediar el siglo XVIII- se encontraba restringida, por

el rey, por el clero y por la nobleza. La burguesía, sin embargo, formuló sus intereses particulares como los intereses de toda la población. Por ejemplo, afirmó que la propiedad privada era un valor universal que debía defenderse, dejando de

lado a otros sistemas de propiedad de la tierra como la propiedad comunal campesina. Fue por ello que Karl Marx,

fundador del Socialismo Científico, afirmó que el “artilugio” de la burguesía consistía, justamente, en hacer generales sus

intereses particulares.

De todas maneras, las revoluciones burguesas en Francia supusieron un gran avance en la conquista por la libertad de

todos los hombres y fue el inicio de instituciones que proclamaron la necesidad de asegurar la participación popular en las

decisiones políticas.

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Bibliografía

-AA VV: “Historia. Las sociedades de América y Europa entre el siglo XV y fines del siglo XVIII” 1° ed. Buenos Aires,

Santillana, 2010.

-Razeto, Nora: “Historia 2. Europa y América entre los siglos XV y XVIII”. 1° ed. San Isidro, Puerto de Palos, 2011.

-Rizzi, Analía: “Historia 2. Una historia para pensar. Moderna y Contemporánea” 1° ed. Buenos Aires, Kapelusz, 2009.

- Páginas web.

Páginas web para visitar

-“Revolución industrial” www.youtube.com/w atch?v=sOb59ALkGnc

-“Revolución Francesa” https://www.youtube.com/ watch?v=SzdcRYLHKpo

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Unidad 7

Las reformas del siglo xviii en América Ante la creciente ineficacia de su sistema administrativo, en el siglo XVIII, la Corona española y la portuguesa realizaron una serie

de reformas tanto en España como en América. El objetivo era mejorar el sistema defensivo, aumentar la recaudación de impuestos y

acrecentar el control de la metrópoli.

Temas: crisis del antiguo régimen. Reformas en España. Reformas borbónicas en América.

Crisis del antiguo régimen

España y las reformas borbónicas España experimentó desde los primeros años del siglo XVIII un profundo debilitamiento político económico ante el

avance comercial e industrial de Inglaterra y Francia, países que intensificaron su presencia en las colonias americanas, lo

que puso en claro que el sistema colonial español tenía que ser modificado o sería desplazado.

La situación política de España se agravó en 1700 cuando enfrentó el problema de la sucesión del trono, al morir el

último monarca español de la familia de los Habsburgo, Carlos II, quien heredó el reino al nieto del monarca francés Luis

XV, Felipe de Anjou.

Esta decisión creó un conflicto militar entre España y Austria, ya que el emperador Leopoldo, hijo de una princesa española, pretendía la Corona española para su hijo Carlos de Austria. En la guerra de sucesión se manifestaron, por un

lado los intereses de los Habsburgo apoyados por Inglaterra, Holanda y Portugal y por otro lado el de los Borbones que

buscaban iniciar una reforma de la administración interna y colonial de España.

Los Borbones franceses promovieron la alianza con los españoles para enfrentar la presencia inglesa en España y

América, su interés radicaba en mantener y utilizar el sistema colonial español para sus propios intereses.

Después de trece años de guerra, España firmó el tratado de Utrecht (1713) donde se establecía que Felipe V, primer

monarca Borbón, fuera reconocido rey de España y de las colonias en América, a cambio de la renuncia a sus derechos a la Corona de Francia, la pérdida de sus dominios en Europa (los ducados de Milán y de Cerdeña, los reinos de Nápoles y

Sicilia), y se reconocía el derecho de Inglaterra a efectuar el abastecimiento de esclavos negros en América durante 30

años.

Inglaterra rompió fácilmente los obstáculos impuestos por el monopolio español en cuanto al comercio marítimo, sobre

todo en las Antillas, la zona que utilizaban los ingleses para incursionar hasta la parte oriental de América del sur. De

igual forma, mantenía sus agentes comerciales en las ciudades españolas de Cádiz y Sevilla, que eran encargados de buscar cualquier medio para expedir sus mercancías a las colonias españolas, recibiendo a cambio de ello metales

preciosos sin pagar ningún tipo de flete.

Con el objetivo de contrarrestar tan graves problemas, los Borbones desarrollaron durante el siglo XVIII una serie de

reformas económicas y administrativas, cuya finalidad principal era proteger y revigorizar la economía de España y la de

las colonias.

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Se establecieron como prioridades: recuperar las concesiones otorgadas a Inglaterra, eliminar los canales de contrabando

en Sevilla, Cádiz y en las colonias; terminar con los prestanombres andaluces y sevillanos que sirvieron como

intermediarios de los intereses extranjeros, fomentar e impulsar las actividades agrícolas y manufactureras en la península, para que los artículos españoles, y no los de los países extranjeros, construyeran las bases del intercambio comercial en las

colonias, así como mejorar y ampliar el sistema de extracción de recursos económicos de las colonias para cubrir la

demanda de la metrópoli.

Las reformas borbónicas son llevadas a cabo por la dinastía de los Borbones, y son una serie de reformas administrativas,

políticas, militares, religiosas y culturales llevadas a cabo en América Hispánica. Estas reformas responden a una nueva

manera de concebir el estado, donde se trata de centralizar el poder, estas van ligadas a las ideas de la Ilustración y por

ende de la formación de los estados modernos con todo lo que ello implica.

En un primer momento las reformas Borbónicas fueron hechas por el rey Felipe V y fueron básicamente de corte

administrativo, para luego poder permitirse reformas mayores. El segundo momento de las reformas, fue bajo el reinado

de Carlos III de Borbón, aquí fue donde se endurecieron las medidas, sobre todo en algunos aspectos particulares como en el área política y en el área militar. En el primero de los casos, se buscaba centralizar el poder, es decir, el rey comienza a

estar presente en áreas que antes no lo estaba. En el segundo caso, se debió a la invasión inglesa en la Habana.

Por último, las reformas más fuertes de todo el período se llevaron a cabo luego de la visita de José de Gálvez, enviada por el rey en la década de 1770. Es en este período que disminuye el poder de los virreyes y se implementan las

intendencias y los subdelegados. Esta decisión molesta a los poderes locales ya que pierden su autonomía, pero

precisamente de eso se trataba, centralizar el poder en el rey.

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Las reformas Borbónicas y su influencia en la

América Española

En primera instancia, se puede apreciar que algunas de las reformas borbónicas generan cierto malestar en las poblaciones

locales, esto porque se comienza a tener un control que antes no se tenía tan estrictamente. Los primeros en manifestar su

incomodidad fueron los virreyes, ya que el poder de estos fue limitado a través de las intendencias. Estos dejan de tener el poder que tenían antes, él mismo queda concentrado en las intendencias y en otros cargos que fueron creados como:

gobernaciones, alcaldías mayores y corregimientos. En este sentido se dividía el poder político de los virreyes hacía otros

cargos como los mencionados anteriormente, es decir que se ve un aumento en el aparato estatal, que por ende es un estado moderno. De todas formas esta división no tuvo mucho éxito por desconocimiento de los límites de las

jurisdicciones pero sí creo un ambiente tenso en los pobladores de las colonias.

Con el fin de poder controlar el contrabando para el que era utilizado el puerto de Buenos Aires se crea el virreinato del Río de la Plata, conformado con los territorios de la actual Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia. Esto para poder

recaudar impuestos en dicho puerto que antes no se podía hacer porque no había un control sobre lo que entraba y salía.

También se creó el virreinato de Nueva Granada, estos dos virreinatos eran la separación de lo que antes se conocía como

el virreinato del Perú. Esta habilitación oficial del puerto de Buenos Aires genera malestar en el virreinato del Perú ya que le deja de ser el principal puerto entre las colonias y la metrópolis, debido a que las rutas de navegación comienzan a

cambiar.

También se elimina el sistema de flotas, es decir que los barcos deberían empezar a navegar de a uno, esto genera cierto desabastecimiento en las colonias, ya que los barcos comienzan a ser asaltados, para evitar esto España permite el

comercio con otros países, demostrando cierta debilidad por parte de la Corona.

En el ámbito económico los tributos dejaron de cobrarlos funcionarios privados, para comenzar a hacerlo funcionarios

directos de la Corona. En materia más específica, se aumentan los impuestos, se permite el libre comercio entre las colonias, se prohíbe la creación de industrias y de actividades agrícolas que compitan con la metrópolis. Obviamente que

la suba de impuestos es un factor que molesta a la población, más cuando tienen tantas prohibiciones de navegación,

comercio, entre otras.

En el ámbito religioso, el rey decide echar a los jesuitas de América en el año 1767, porque estos tenían una tendencia en

todo momento a evocar el poder absoluto del Papa. Esto era visto como una intromisión a las decisiones del rey. Es decir

que lo jesuitas cuestionaban al rey en sus decisiones evocando el poder divino del Papa. Por esas fechas se presentaron

unas revueltas que fueron atribuidas a la expulsión de los jesuitas.

Pues bien, con todo lo expuesto anteriormente se puede notar que las mayorías de las reformas Borbónicas implementadas

no son vistas como beneficiosas para las poblaciones locales. El poder español se va debilitando a medida que las

reformas son implementadas, esto de la mano de nuevas ideologías provenientes de España. Las reformas culturales

generan nuevos pensamientos, nuevos cuestionamientos sobre el dominio español en América.

Si bien el estado español logro consolidar su economía y posicionarse ante el mundo gracias a sus colonias,

particularmente de América, de todas formas no logro que sus “ciudadanos” –entiéndase la población nativa de América- se sintieran como pertenecientes al reino sino que muy por el contrario con sus actitudes y reformas comenzó a despertar

en estos un sentimiento independentista y nacional, se comienzan a sentir usufructuados por la Corona, es decir que tienen

más obligaciones que derechos, sobre todo porque los criollos son imposibilitados de obtener cargos políticos, además de que se comienza a formar una clase intelectual que de la mano de la Revolución Francesa, la Revolución de Haití y la

Ilustración comienzan a emanciparse del pensamiento colonial.

Profesora Eliana Marina Ifrán - Escuela Secundaria Euforión

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Bibliografía

-AA VV: “Historia. Las sociedades de América y Europa entre el siglo XV y fines del siglo XVIII” 1° ed. Buenos Aires,

Santillana, 2010.

-Razeto, Nora: “Historia 2. Europa y América entre los siglos XV y XVIII”. 1° ed. San Isidro, Puerto de Palos, 2011.

-Rizzi, Analía: “Historia 2. Una historia para pensar. Moderna y Contemporánea” 1° ed. Buenos Aires, Kapelusz, 2009.

- Páginas web.

Páginas web para visitar -“Reformas borbónicas” https://www.youtube.com/watch?v=1HmIp-UoZdw