Una noche de amor

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Serian cerca de las 7 de la tarde, ya había llevado a mis ovejas al corral cuando los vi, la verdad no había nada de especial en ellos, eran dos viajeros más que venían a cumplir con el censo. Sin embargo algo ocurría que hizo que todos nos acercáramos, ella era serena y calma a pesar de su estado muy avanzado de gravidez, él era recio y fuerte a pesar de que ya no era muy joven, sólo ellos y su burro, un bulto con mínimas pertenencias y una bella sonrisa de gratitud al recibir amparo en un rincón del pesebre. Yo corrí a mi casa y traje algunos trapos que pudieran servir, Rebeca la vaquera ayudaba a improvisar un lugar en el rincón del heno, el parto era inminente. La noche se hizo, pero algo ocurrió que el aire era tibio a pesar del invierno, los animales estaban quietos pero atentos, sabían que algo ocurriría, la luna y las estrellas, en especial una grande y brillante que yo antes no había visto observaban desde el cielo. Fue entonces cuando nació, callado, iluminado por los ojos de su madre y la sonrisa del padre. Caí de rodillas, en un instante todo lo comprendí, sin arrogancia, con claridad. Nacía, hermoso el hijo del amor, el Hijo de Dios. Por eso hoy deseo que en el corazón de todos y cada uno de nosotros, no sólo hoy, pero si cada día renazca el amor. Sólo él salva. Max Burillo V. Navidad del 2011.

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Serian cerca de las 7 de la tarde, ya había llevado a mis ovejas al corral cuando los vi, la verdad no

había nada de especial en ellos, eran dos viajeros más que venían a cumplir con el censo.

Sin embargo algo ocurría que hizo que todos nos acercáramos, ella era serena y calma a pesar de su

estado muy avanzado de gravidez, él era recio y fuerte a pesar de que ya no era muy joven, sólo

ellos y su burro, un bulto con mínimas pertenencias y una bella sonrisa de gratitud al recibir amparo

en un rincón del pesebre.

Yo corrí a mi casa y traje algunos trapos que pudieran servir, Rebeca la

vaquera ayudaba a improvisar un lugar en el rincón del heno, el parto

era inminente.

La noche se hizo, pero algo ocurrió que el aire era tibio a pesar del

invierno, los animales estaban quietos pero atentos, sabían que algo

ocurriría, la luna y las estrellas, en especial una grande y brillante que

yo antes no había visto observaban desde el cielo.

Fue entonces cuando nació, callado, iluminado por los ojos de su madre y la sonrisa del padre.

Caí de rodillas, en un instante todo lo comprendí, sin arrogancia, con claridad.

Nacía, hermoso el hijo del amor, el Hijo de Dios.

Por eso hoy deseo que en el corazón de todos y cada uno de nosotros, no sólo hoy, pero si cada día

renazca el amor.

Sólo él salva.

Max Burillo V.

Navidad del 2011.