UNA LÍNEA DE POLVO_ARTE Y DROGAS EN COLOMBIA_SANTIAGO RUEDA FAJARDO

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    138 //CALLE14 // volumen 4, nmero 4 // enero - junio de 2010

    RESEA

    Rafael Mauricio MndezUniversidad Distrital Francisco Jos de Caldas / [email protected]

    Es docente de la Facultad de Artes ASAB de la Universidad Distrital Francisco Jos de Caldas. Estudi Filo-

    sofa y Letras en la Universidad de los Andes y Bellas Artes en la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido

    coordinador del Proyecto Curricular de Artes Plsticas y Visuales de la Facultad de Artes ASAB (2008-2009).

    Ha publicado narraciones, ensayos y recopilaciones en los que predomina la investigacin histrica. Entre sus

    publicaciones se encuentra la novela La Otra muerte de Mara, Vidas de los santos patronos e Historias Mnimas.

    Actualmente realiza estudios de maestra en la Universidad UniRio en Brasil.

    UNA LNEA DEPOLVO: ARTE Y

    DROGAS ENCOLOMBIASANTIAGO RUEDA FAJARDOEDITORIAL: ALCALDA MAYOR,FUNDACIN GILBERTO ALZATE AVENDAO

    FECHA DE EDICIN: 2009

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    Detalle de la cartula del libroUna lnea de polvo: Arte y drogas en Colombia, Santiago Rueda Fajardo, Fundacin Gilberto Alzate Avendao,

    Alcalda Mayor de Bogot, 2009.

    Una lnea de polvo: arte y drogas en Colombia

    Son ya, por fortuna, innumerables las reflexiones que

    desde todos los mbitos se han aventurado con el

    propsito de dar cuenta de la complejidad de nuestros

    procesos histricos. Se han construido todo tipo de

    hiptesis al respecto, desde las afirmaciones extremas

    que quieren ver en nuestra experiencia colectiva una

    suerte de designio fatdico e inapelable acudiendo

    para ello al recurso de la predestinacin o la determina-

    cin gentica, hasta aquellas que consideran al trans-

    curso de la historia objetiva y objetivable el territorio

    a indagar, que nos enfrenta a un espectro nutridsimo,

    capaz de sofocarnos.

    Sin embargo, en medio de semejante complejidad,

    parecera haber un punto comn, que ya no se discute:

    a lo largo y ancho de la historia de Colombia podemos

    constatar la carencia de un ethossecular, de una

    sociedad civil, de una construccin colectiva que iden-

    tifique y sostenga. Simple y escuetamente, no hemosconstruido una nacionalidad.

    Por supuesto, desde los primeros balbuceos republi-

    canos hasta el presente, se ha intentado resolver esta

    dificultad, pero por mltiples razones que compro-

    meten, entre otras, nuestra especificidad geogrfica y

    las circunstancias concretas que determinaron nuestros

    procesos de conquista y colonizacin los recursos

    empleados para ello no han sido suficientes. Se trat

    de conducir los destinos de un pueblo profundamente

    atvico, disperso a lo largo y ancho de un territorio

    sumamente difcil y con unas condiciones de comu-

    nicacin e intercambio casi nulas, sin el asomo de un

    mercado interno comn, sin intercambio sustancial de

    intereses, tradiciones y propsitos, y los hombres pbli-

    cos del momento apostaron todas sus cartas al efecto

    nacionalizador del Estado.

    Creyeron tuvieron que creer que en nuestro caso

    la experiencia de identidad colectiva la fisionoma

    cultural que caracteriza a una nacin y de la cual se

    desprende un modelo especfico de organizacin y

    administracin llegara con el tiempo; que sera

    el resultado de ese mismo modelo, y de su aplica-

    cin correcta y perseverante. El proyecto nacional,

    el ethossecular al que nos referamos, la nacin

    propiamente dicha, sera el resultado de aplicar una

    frmula. Y por supuesto, en ese entonces como ahora,

    la estrategia fracas; porque los encargados de su

    aplicacin sucumbieron ante la envergadura de su

    desafo, o porque actuaron de manera irresponsable

    y corrupta. Pero, sobre todo, porque las frmulas,

    incluso las ms inteligentes y bienintencionadas, son

    nicamente un instrumento, una simplificacin, un

    esquema. Y una nacin no lo es. Es un cuerpo vivo,

    palpitante, convulso, imprevisible, complejsimo,

    desafiante, que no se deja encajonar en un juego de

    palabras, por ms que tal juego haya sido el producto

    del trabajo de comisiones, grupos de sabios, expertos

    internacionales o consultores infalibles.

    Por otra parte, afianzando y multiplicando los efectos

    disociadores de esta ideologizacin de la vida indi-

    vidual y colectiva, nuestra historia se ha convertido

    en el escenario de una especie de dramtica disocia-

    cin. Mientras la cotidianidad pragmtica del pas, por

    circunstancias de apremio sumamente agresivas, se ha

    visto obligada a contemporizar con el estado de cosas

    imperante en el capitalismo industrial y sus lgicas de

    violencia implcita y global, la estructura espiritual de

    la inmensa mayora de los colombianos se encuentra

    anclada en el ms recalcitrante feudalismo. En gran

    medida, ese singular sincretismo de lo moderno y lopremoderno, tan caracterstico en la vida pblica de

    nuestro pas, la confluencia de dos rdenes del mundo

    tan virulentos y antagnicos, dan cuenta de la espe-

    cial envergadura de la barbarie en Colombia. Porque,

    si a la carencia de una nacionalidad genuina unimos la

    coexistencia esquizoide de modalidades de conducta

    modernas y postmodernas, con estructuras simblicas

    de corte seorial, catlicas, arcaizantes y, por ende,

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    En el frente, caricatura con motivo de la Cumbre Internacional

    Antidrogas, Chcolo. Fuente: peridico El Espectador, 18 de febrero de

    2009.

    a-democrticas, estamos en capacidad de enfo-

    car, con un mnimo de precisin, el vrtigo de nuestra

    cotidianidad. Los tres grandes ciclos de confrontacin

    reciente, la Violencia bipartidista, la Violencia revo-

    lucionaria y la Narcoviolencia que se implican y

    constituyen mutuamente, pueden ser analizados, de

    manera provechosa, en este contexto.

    El libro Una lnea de polvo, presentado por el historiador

    Santiago Rueda, se ubica precisamente en la comple-

    jidad de este ltimo momento de nuestro carcter

    conflictivo. Con un tratamiento responsable de los

    antecedentes y del desarrollo del problema, as como

    una slida reflexin en torno a los alcances y connota-

    ciones conceptuales de su objeto de estudio, el texto

    nos acerca, desde la perspectiva de la produccin

    artstica, a esta experiencia colectiva, una de las ms

    perturbadoras de nuestra historia. Fruto de la lgica

    imperante del capitalismo moderno, se trata de un

    modelo de sociedad que al convertir a los dems en

    su instrumento para la satisfaccin de fines egostas

    hace que de su propia constitucin emane un continuo

    implcito de violencia, el ciclo narcotraficante, que se

    afianza y consolida.

    El afn y la posibilidad del enriquecimiento instantneo

    el nico posible para las grandes masas de poblacin

    que se encuentran excluidas de las ofertas de movilidad

    socioeconmica modernas se convierte en una cultura

    de la facilidad, del descreimiento y del cinismo, que

    precipita a un sinnmero de cuerpos humanos a la atro-

    cidad y al terrorismo. Con el nimo de abreviar hasta la

    caricatura las vas de enriquecimiento y movilidad social,y con el propsito de pagar los costos de la guerra,

    pesada carga para todos los actores involucrados, el

    narcotrfico y sus correlatos macabros, el secuestro,

    la extorsin y el desplazamiento, hicieron su aparicin.

    Rpidamente transformado en un hecho cultural de

    carcter global y en una actividad econmica descomu-

    nal, ha penetrado todos los sectores de la sociedad y ha

    marcado la idiosincrasia misma de la nacin.

    As las cosas, el campo de la representacin simblica

    en sus ms diversas posibilidades, como nos lo presenta

    el autor, asumi la responsabilidad de reflexionar al

    respecto, y de presentar a la sociedad colombiana un

    estremecido reflejo de sus laberintos y convulsiones.

    Urga la consolidacin de un texto que reflexionara con

    propiedad, desde la perspectiva de los estudios hist-

    ricos y crticos sobre artes, acerca de este fenmeno

    y que, adems, supiera sortear las tentaciones de la

    inmediatez, la truculencia y la banalidad. Es ese ejercicio

    de tomarle el pulso al presente y de salir del silencio

    en palabras del autor, el que se nos presenta en esta

    publicacin. Nos alegra constatarlo, y nos parece que

    su aparicin va a contribuir de manera muy sensible

    al afianzamiento de una cultura crtica y reflexiva, que

    haga un aporte al proceso conjunto de construir una

    nacin genuina, incluyente y justa.

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