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ALbeRTO PRUNeTTi AMIANTO UNA HISTORIA OBRERA PRÓLOGO De iSAAC ROSA TRADUCCiÓN De FRANCiSCO ÁLVAReZ

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Alberto Prunetti

AMIANTOUNA HISTORIA OBRERA

PrÓloGo De iSAAC roSA

trADuCCiÓn De FrAnCiSCo ÁlVAreZ

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SenSibleS A lAS letrAS, 60

título original: Amianto. Una storia operariaPrimera edición en Hoja de lata: marzo del 2020

© edizione Alegre, roma, 2014© de la traducción: Francisco Álvarez, 2019© del prólogo: isaac rosa, 2020© de la imagen de la portada: Kangah / iStock© de la fotografía de la solapa: richard nourry © de la presente edición: Hoja de lata editorial S. l., 2020

Hoja de lata editorial S. l.Avda. Galicia, 21, 4.º e, 33212 Xixón, Asturies [españa][email protected] / www.hojadelata.net

edición: Hoja de lata editorial S. l.Diseño de la colección: trabayadores culturales GlayíuCorrección: tania Galán Álvarez

iSbn: 978-84-16537-59-4Depósito legal: AS 00412-2020impreso en imprenta Mundo, Cambre, A Coruña [españa]

la traducción de este libro se rige por el contrato tipo propuesto por ACe traductores.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transforma-ción de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvolas excepciones previstas por la ley. Diríjase a CeDro (Centro español de Derechosreprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Hoja de lata emplea tipos de papel que garantizanel manejo ambientalmente apropiado, socialmentebenéfico y económicamente viable de los bosquesdel mundo.

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A los hijos de los talleres.A Sara.

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ÍnDiCe

PrÓloGo en ZOOM, de isaac rosa 11

notA sobre la banda sonora 31

Qué frío hace 33

ir, caminar, trabajar 36

el polvo se levanta 70

lluvia de verano 108

Corazón cansado 127

en un palacio de justicia 152

Como Steve McQueen 170

AGrADeCiMientoS 187

biblioGrAFÍA MÍniMA 191

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PrÓloGo en ZOOM

«Y o miraba aquellas manos callosas y pensabaque los callos en las manos de los obrerosson bonitos, al igual que las arrugas en las

caras de los viejos».leyendo estas hermosas palabras de Alberto Prunetti

sobre las manos de su padre (renato Prunetti, soldadortubero en acerías y refinerías, muerto a los 59 años por untumor resultado de su exposición al amianto), recordabaestas otras palabras de richard Sennett en El artesano:

las callosidades que se forman en las manos de quienes lasutilizan profesionalmente constituyen un caso particular detacto localizado. en principio, el engrosamiento de la piel de-bería insensibilizar el tacto, pero en la práctica ocurre lo con-trario. Al proteger las terminaciones nerviosas de la mano,las callosidades hacen menos vacilante el acto de exploración.Aunque todavía no se conoce bien la fisiología de este pro-ceso, se sabe que el callo sensibiliza la mano a pequeñísimosespacios físicos y al mismo tiempo estimula la sensibilidaden las yemas de los dedos. la función del callo en la mano escomparable a la del zoom en una cámara fotográfica.

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Desde que leí este párrafo de Sennett años atrás, me per-sigue esa imagen fascinante: el callo como un zoom, un dis-positivo de precisión en la mano del obrero. Ya que Amiantoes una novela obrera, que se diría escrita con callos en lasmanos, permítanme que escriba este prólogo en zoom, am-pliando y alejando progresivamente la imagen desde lo máspequeño y cercano. intento así ser coherente con un libroque a su manera propone un movimiento de zoom: parte deuna historia particular, individual, incluso pequeña, y vaabriendo el encuadre para mostrar mucho más: un oficio,una clase, una época, un tiempo perdido que interpela anuestro presente.

Por supuesto, empezamos este zoom mirando una mano:la mano callosa de renato.

lA MAno

renato trabaja con las manos, y ahí ya tenemos la pri-mera rareza: una ¿novela? (luego lo discutiremos) dondeel protagonista usa laboralmente sus manos para algo queno sea disparar una pistola de detective o teclear en un or-denador de intrépido reportero o indeciso novelista. Poli-cías, periodistas y escritores, los colectivos de trabajadoresmás representados en la novela contemporánea. Por elcontrario, los trabajadores manuales son sistemáticamenteinvisibilizados en la literatura actual, en correspondenciacon la forma en que son invisibilizados mediática y social-mente para no romper el espejismo tecnófilo en que vivi-mos, donde el trabajo penoso parece haber desaparecidopor el procedimiento infalible de barrerlo bajo la alfombra.

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lo que no se ve, no existe. todos trabajamos ya ante or-denadores, con el ratón en la mano y los pensamientos enla nube; los productos manufacturados vienen de no sesabe dónde o los fabrican robots autónomos; los edificiosse levantan solos igual que las calles son barridas y las ca-rreteras asfaltadas por fantasmales figuras que apenasvemos al pasar en el coche y que atropellaríamos de novestir trajes reflectantes; y en el campo la fruta se recogesola hasta que los agricultores cortan una autovía y gananunos minutos de visibilidad (¿cómo, que todavía existen,no se extinguieron ya todos?).

la mano de renato, ya se ha dicho, tiene callos. Her-mosos callos, como las arrugas de un anciano o la rugo-sidad de una corteza: marcas de vida. los callos deltrabajador (bien distintos a los callos hoy más frecuentesdel usuario de gimnasio, como diferentes son los sudoresdel trabajo y del deporte) son muchas cosas a la vez, cum-plen muchas funciones simultáneas: son un dispositivode precisión, sí, y por tanto una prueba de experiencia yun título de capacitación, resultado de años de manejar,apretar, golpear, levantar, forzar. Pero el callo es tambiénuna cicatriz, la huella que dejan el esfuerzo, la intemperiey las heridas. Son también memoria: tocar un callo esapretar una tecla que dispara recuerdos, toda la películade una vida (laboral). un callo es además un depósito derencor, a la vez que un tatuaje orgulloso. Y una contraseñade pertenencia a una clase, a la manera del dedo que apo-yamos en el lector para abrir una puerta. los integrantesde ciertos colectivos se reconocen fácilmente con solo mi-rarse las manos, lo mismo las curtidas del jornalero que

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las que nunca consiguen quitar la grasa mecánica inscritaen las huellas dactilares, o las manos irritadas por la lejíade quien limpia. Hoy mismo, los callos que el manillar ci-clista deja en las manos de los riders, para quienes tam-bién está escrita Amianto.

Cicatrices, memoria, rencor, orgullo, conciencia declase. Con estos materiales trabaja Alberto Prunetti.

el CuerPo

lo llamamos «trabajo manual» pero sería más exactohablar de «trabajo corporal». el cuerpo entero del obrero,la totalidad de su organismo al servicio de la producción:músculos, huesos, órganos, sangre, cerebro.

Y como en las manos callosas, también en el cuerpo haycicatrices, heridas, destrozos. renato tiene las manos casti-gadas por cortes, quemaduras, herramientas desviadas. Perola exposición durante años a un trabajo de gran dureza físicay ambiental le daña también los oídos, los ojos, los dientes.Cuando tiene la misma edad a la que hoy escribe su hijo,renato ya lleva audífono, gafas gruesas, dentadura postiza.un viejo prematuro. Y otro daño invisible pero que seráfatal en pocos años: los gases respirados, la microscópicapartícula de amianto alojada en sus pulmones.

no es el único: mientras seguimos su historia, defondo vemos cuerpos de obreros reventados por una má-quina, aplastados en accidentes, abrasados por el metalfundido, devorados por el dragón que reclama frecuentessacrificios. obreros intoxicados por la fábrica o por el al-cohol con que soportan el trabajo. obreros envenenados

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por la exposición a químicos, y que acabarán inválidos,enfermos crónicos, muertos. Y sus hijos, los niños que jue-gan un fútbol salvaje sobre asfalto, dentro de una fundi-ción abandonada. rodillas y codos destrozados, unaforma de ir acostumbrando sus cuerpos a los futuros acci-dentes de trabajo.

los obreros que hace décadas morían trabajando, ylos que hoy siguen muriendo por decenas, cientos: enespaña hubo el año pasado casi un millón y medio deaccidentes laborales, y setecientos muertos. repito: se-tecientos muertos. Dos trabajadores fallecidos en hora-rio laboral cada día. De ellos, de su memoria, tambiénhabla esta novela.

el trAbAjo

Al margen de bromas sobre jubilados apoyados en lavalla de la obra, pocas cosas me fascinan más que ver tra-bajar, observar los movimientos, procesos, herramientas,habilidades y trucos de un trabajador. Y no hablo de pro-fesiones en sí mismas fotogénicas, espontáneamente artís-ticas, que merecen un blanco y negro de gran formato yadornan lo mismo una portada de suplemento dominicalque un salón de clase media-alta; no me refiero a esa cues-tionable estetización del esfuerzo, la fatiga, la suciedad odirectamente la explotación y la miseria. A mí me fascinapor igual ver en acción al conductor del autobús, la cama-rera que sirve ocho mesas a la vez, el pescadero diseccio-nando un lenguado o el instalador que siempre sabe quécable cortar, el rojo o el azul. Me hipnotizan por igual el ci-

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rujano de precisión que el repetitivo operario de cadena demontaje.

(escribo estas líneas con la ventana abierta, bajo el es-cándalo de una radial que en el patio corta baldosas).

Como no espero que el lector de Amianto compartami fascinación por la actividad laboral, antes de que huyade este prólogo y de este libro, le aviso: el trabajo que aquíse nos muestra es sin duda asombroso, excita nuestra cu-riosidad, posee belleza visual, y algo más: pertenece auna estirpe mítica, desde la fragua de Vulcano, la dequienes trabajan con el fuego y transforman la materia,hacen sólido lo líquido, vuelven inseparables cuerposajenos.

el autor participa de esa fascinación, acentuada por suorgullo filial, y nos muestra con detalle y riqueza verbal arenato trabajando, soldando estructuras, tubos, depósitosde combustible donde una chispa loca podría incendiarlotodo. lo vemos con su máscara de cristales ahumados— que todo niño ha deseado portar alguna vez, y mirar aleclipse como hacía el pequeño Alberto—, dirigiendo lallama al metal, levantando chispazos azules — que no de-bíamos mirar directamente, nos advertían de niños, y gi-rábamos la cabeza al pasar junto al soldador pero nopodíamos evitar una mirada rápida—. Vemos a renatomanejar herramientas cuyo solo nombre —escofina, quénombre tan hermoso para un artilugio tan sencillo— nosatrae en nuestra ignorancia de ciertos oficios. las herra-mientas que maneja el soldador, también las que atesoraen casa, las que sigue usando en su tiempo libre, en su brevejubilación, las que hereda el hijo y que al ordenarlas, em-

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puñarlas, emplearlas, le traen de vuelta la memoria de supadre más que una fotografía o una visita al cementerio.

Para contar el trabajo, para hallar su narrativa y vol-verlo literatura, no basta con estudiar archivos, documen-tos, hemerotecas, fotografías, maquinaria y fábricas. Senecesitan sobre todo fuentes orales, testimonios que relatenla entraña de esos oficios, que los encarnen en personas;porque, de lo contrario, el trabajo, sus procesos y condicio-nes, se escurre de lo documental, se queda fuera, inaccesi-ble, incomprensible. Detrás de Amianto, como detrás delos mejores ensayos de sociología del trabajo (y ahí está loque este libro tiene también de investigación), hay muchasconversaciones, las que habrá sostenido Alberto Prunettidurante la escritura, conversaciones que siempre son másque una entrevista de documentación, con aquellos colec-tivos más invisibilizados y desatendidos: escuchar es de al-guna manera reparar.

lA FÁbriCA

no voy a confesar aquí todas mis filias, pero idénticafascinación que la observación del trabajo me produce lavisión de una gran fábrica cuyos procesos productivos ig-noro, una coreográfica cadena de montaje, un almacén delargos pasillos y estantes hasta el cielo, una estación de mer-cancías con cientos de contenedores apilados, un gran as-tillero con barquitos de juguete a medio construir, nodigamos una refinería que levanta miles de tuberías enros-cadas en un mecano fantástico, o una siderurgia, la increí-ble acería cuyo interior es el mismo infierno.

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la fábrica en todas sus formas; los lugares del trabajo,los espacios donde generaciones de mujeres y hombres sedejaron, se dejan hoy y se seguirán dejando las mejoreshoras del día, los mejores días del año, los mejores añosde su vida, y a veces la vida misma.

no conozco los paisajes industriales que recorre ydescribe Prunetti, pero no necesito buscar fotos. Me sirveel recuerdo de una mañana merodeando por el polo quí-mico de Huelva, los viejos Altos Hornos de Sagunto o lavisión nocturna de torrelavega. lugares legendarios, te-rribles, vinculados a una larga historia de esfuerzo, dedolor y muerte a menudo, de conflictos laborales, de du-rísimas reconversiones industriales. Y a la vez, lugareshermosos, estéticamente abrumadores.

los escenarios de Amianto tienen siempre altísimas te-chumbres, depósitos monstruosos, hornos y cadenas queen un descuido abrasan o trituran trabajadores. en elloshace muchísimo frío o muchísimo calor. Dominan lospueblos cercanos, las vidas y esperanzas de sus habitantes,como viejos castillos o legendarios dragones que, como eldragón de busalla, envenenan el aire y cada poco tiempodevoran vidas.

Y las ruinas, por supuesto: el paisaje de ruinas quedejaron las deslocalizaciones y cierres, las viejas fábricasdonde juegan los niños —el propio Alberto—, demolidaspor el empuje urbanizador, o blanqueadas y casi humi-lladas al convertirlas en inofensivos parques temáticos.ruinas que lo son también de un tiempo, de una épocaperdida, que deja una inevitable melancolía en los super-vivientes: la de un mundo que se desvanece con cada fá-

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brica cerrada, un sistema económico pero también polí-tico y social en que la hegemonía obrera era posible enel espacio productivo.

lA ViDA

los trabajadores que protagonizan Amianto estánvivos, no son figuras de un belén obrerista. Y lo estánmás allá de la vida laboral, aunque esta estructure deci-sivamente sus existencias y las haga en último términonarrables: contar a renato es desarrollar su currículum,su biografía obrera, la relación de oficios, empresas, ciu-dades, jornadas, obras. reconstruir una vida que parececomenzar con la temprana entrada en el mundo laboralque clausura la infancia, y concluye con el retiro delmismo mundo que apenas deja unos años finales de en-fermedad y de vacío antes de morir «como una máquinainservible». el hilo narrativo es una sucesión de contra-tos, fechas y lugares.

Pero sin reducir la vida del trabajador a su vida profe-sional: aquí está la vida plena, en toda su complejidad y ri-queza, con sus servidumbres laborales, su cansancio y sudesgaste, pero también sus momentos felices, su orgullo,su tristeza y sus fiestas, y por supuesto la amistad, la cama-radería, la solidaridad, los vínculos surgidos en la mismaintemperie techada de la fábrica, el autocuidado entre obre-ros y entre familias obreras, la esperanza colectiva, la luchaunida.

inevitable, al leer Amianto, al reconstruir la vida de re-nato a partir de su currículum, inevitable pensar en nues-

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tras propias vidas laborales, descompuestas, fragmentadas,discontinuas, inciertas; y la manera en que estas vidas la-borales resultan en nuestros relatos de vida, en la forma enque podemos (o no podemos) contarnos, cada uno y encolectivo. ¿Quién puede hoy contarse a partir de su currí-culum como todavía lo hacía la generación de renato? Sinhaber sido un obrero estático (recorrió media italia aga-rrado a su herramienta de soldar), él siempre pudo respon-der a la sencilla pregunta de «dónde estarás dentro de diezaños»: estaré soldando, aquí o allí pero soldando tubos, tra-bajando en lo mío. ¿Cuántos de nosotros podemos hoy res-ponder a la misma pregunta, cuántos podemos imaginarnuestras vidas a medio, incluso a corto plazo? ¿Sabes conseguridad en qué trabajarás el año que viene? ¿Conservaaún sentido la vieja pregunta que todavía hacemos a losniños: qué quieres ser de mayor? ¿o se ha convertido enuna pregunta subversiva, un recordatorio de que la preca-riedad y la incertidumbre es la seña de identidad de lasnuevas generaciones?

Amianto, en su reconstrucción de la vida de renato apartir de su vida laboral, nos habla de esas vidas perdidas,de esos relatos ya imposibles para tantas y tantos trabaja-dores hoy. la pérdida de la narración que dio sentido atantas vidas durante generaciones, el relato que estructu-raba, daba continuidad, sentido y futuro, y creaba tambiénsolidaridad, conciencia de clase, acción colectiva, frater-nidad. lo hace desde el actual relato roto, escribe desdeuna nostalgia que no es sentimental sino política, la con-ciencia de una pérdida, de una derrota. es decir, de unalucha pendiente, que nos interpela con fuerza.

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lA ClASe obrerA

Habrá quien quiera leer Amianto como una novela his-tórica, casi arqueológica: testimonio de una época perdida,un mundo perdido, y una clase perdida, extinta: la claseobrera. Y es cierto que se trata de un formidable retrato dela clase obrera italiana y europea durante las décadas pos-teriores a la posguerra. en el ecosistema productivo en quese mueve renato es muy fácil señalar cada parte, distingui-ble a simple vista: aquí la clase obrera, aquí el capital con sufábrica, aquí la burguesía propietaria, aquí el estado que ad-ministra sus intereses. Hasta podríamos caer en la nostalgia,como en toda mirada al pasado reciente: qué tiempos aque-llos en que todo estaba tan claro, cuando la solidaridad declase, como escribió Hobsbawn, estaba «inserta en el códigoético» de los trabajadores desde generaciones.

Pero Amianto está escrita también, o sobre todo,para la clase obrera de este año 2020. Sí, dejen de leerboquiabiertos: sigue habiendo clase obrera, no se extin-guió, no fue aplanada por el rodillo clasemedianista quenos convirtió a todos en una totalizadora clase media.es muy probable que usted que lee este prólogo y se dis-pone a leer Amianto sea clase obrera. Sigue habiendorenatos entre nosotros, incluso renatos que empuñanherramientas para soldar tubos, renatos con callos ycon enfermedades laborales, hasta renatos muertos enaccidentes laborales. Pero también hay, son mayoría, losrenatos que han diversificado y seguramente vuelto másconfusa la clase obrera hoy: todas aquellas trabajadorasy trabajadores, nacidos aquí o emigrados, que seguimos

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sin tener otro medio para vivir que nuestra fuerza detrabajo.

empezando por el autor, Alberto Prunetti, que se ads-cribe a ese precariado cognitivo que en muchos casos — enel suyo por descontado— es hijo de la clase obrera fabril ocampesina, y que a la vuelta de unas décadas se preguntacómo es posible que hoy tenga menos derechos y bienestarque sus padres. el autor tal vez no tiene callos en las manos,como no los tendrán muchos de los lectores; pero sí otrosdestrozos de un tiempo de hiperproductividad, intensifi-cación, flexibilidad, incertidumbre y ansiedad.

en la discusión actual sobre cómo redefinir la luchade clases, son necesarias lecturas como esta, que toman lamemoria de la clase obrera pasada y la infiltran en nuestraconciencia (de clase).

el CAPitAliSMo

escribe Prunetti que el amianto es un «asesino silen-cioso», un «asesino en serie implacable» con una largahistoria de «crímenes blancos»; «un culpable rodeado deindicios y numerosos cómplices que niegan cualquiertipo de responsabilidad»; «sin un final feliz, porque laamenaza aún sigue a nuestro alrededor, libre»; «un ase-sino protegido por una legión de médicos, ingenieros,asesores, empresarios…»; un material empleado en in-dustrias altamente contaminantes, que envenenan porigual a los trabajadores y las tierras, ríos, aires y mares dela provincia; y que provocó un «genocidio de trabajado-res» durante años…

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Añadan a todo lo anterior que el amianto no es pa-sado, sigue presente en nuestras vidas, está presente enmuchas construcciones y continúa envenenando silencio-samente.

Crímenes blancos, impunidad, asesino protegido pormuchos cómplices, que envenena vidas y territorios…Cualquiera diría que estamos hablando del capitalismo,de su ya largo historial de crímenes contra la clase traba-jadora y contra la naturaleza, y del actual turbocapitalismoen su última vuelta de tuerca.

¿es el amianto una metáfora del propio capitalismo?el mismo amianto que se cuela inadvertido en el orga-nismo y ennegrece las células hasta formar un tumor, ¿separece a este capitalismo que ha conquistado hasta el úl-timo resquicio de nuestras vidas, nuestras comunidades,y por supuesto nuestros cuerpos?

la historia de renato, su entrega total al trabajo, su ca-pacidad de esfuerzo y su ética del trabajo, para a cambioser machacado físicamente, enfermado y finalmente ase-sinado por ese «asesino en serie implacable», es un retratoexacto de un sistema que lleva siglos alimentándose de re-natos.

Y alimentándose de la naturaleza, esquilmándola yenvenenándola. un buen recordatorio en momentos deconciencia ambiental ante el deterioro global y el cambioclimático: no hay capitalismo sostenible, respetuoso conel medio ambiente; y las luchas de los obreros por sus de-rechos, y de los ecologistas por el planeta, son la mismalucha.

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lA HiStoriA

A partir de una historia particular, «la historia obrerade un tipo cualquiera, una historia como tantas», Prunettinos desvela una parte de la Historia con mayúscula de losúltimos setenta años. Siguiendo la vida (laboral) de renatoencontramos las vidas de tantas y tantos trabajadores, perotambién las transformaciones económicas, productivas ylaborales que han liquidado un mundo, aquel en que co-menzó a trabajar renato, y nos han dejado un nuevomundo: este en que el hijo de renato vive en la precariedady la incertidumbre, mientras el prometido ascensor social—que permitió enviar a la universidad a los hijos del pro-letariado— se avería, se queda parado, o directamente losarroja por el hueco.

en sus últimos años de actividad, renato conoció yalos cierres de fábricas, las deslocalizaciones, la externali-zación empresarial, las subcontratas, los falsos autónomos,la precariedad creciente que desde entonces no ha hechosino extenderse. renato pertenecía a una generación, laque suscribió el pacto social de la posguerra, al menos eneuropa: el gran acuerdo que, tras varias décadas sangrien-tas, proponía un modelo de convivencia pacífica dondelos trabajadores aceptaban el sistema capitalista (renun-ciando por tanto al horizonte revolucionario, que entoncesera un escenario verosímil), a cambio de ciertas «compen-saciones»: democracia, libertad, bienestar, prosperidad,derechos sociales.

¿Qué pasó para que hoy todo esté en repliegue: la de-mocracia intervenida por el poder económico, las liberta-

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des en retroceso, la prosperidad quebrada por la profundadesigualdad de la última crisis, los derechos sociales ame-nazados, la primera generación desde la posguerra que vi-virá peor que sus padres, considerablemente peor que suspadres? ¿en qué momento se quebró el pacto de posgue-rra? ¿Por qué los trabajadores seguimos sentados a la mesade negociación cuando la otra parte, el capital, hace tiempoque se levantó, puso otras reglas de juego y re anudó lalucha de clases, partiendo además con ventaja?

lA MeMoriA

Amianto es un ejercicio de memoria. la memoria per-sonal, familiar, de renato y de su hijo Alberto; pero tam-bién la memoria colectiva de toda una generación detrabajadores. Y como toda memoria colectiva, esta tambiénresponde a los tres principios que enarbola toda lucha con-tra el olvido: verdad, justicia y reparación.

Aquí hay verdad, el libro está armado a partir de unainvestigación rigurosa, exhaustiva, que lo aproxima al en-sayo y el reportaje. la verdad sobre aquellos «crímenesblancos» que afectaron y siguen afectando a miles de per-sonas en italia, muchas más en todo el mundo. la verdadsobre la muerte de renato, cuyo reconocimiento como víc-tima exige la familia ante un tribunal. la verdad sobre losresponsables, autores materiales, cómplices, encubridores.Por supuesto, Alberto Prunetti no es el primero en denun-ciarlo, hay investigadores, activistas, sindicatos y colectivosde afectados que llevan décadas luchando por conocer ydifundir esta verdad trágica.

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es también un ejercicio de justicia, aunque sea la másmodesta justicia poética que permite la literatura, en pa-ralelo a la exigencia de justicia que la familia consigue antelos tribunales. ¿Consigue? no: «justicia es no morir en eltrabajo, no morir ni ver morir a tus propios compañeros».

Y la reparación. Claro que la literatura tiene capacidadreparadora, aunque sea humilde y tardía. reparación paratantos renatos explotados, enfermos, inválidos, muertosprematuros. reparación y agradecimiento, reconocimientode deuda, de lo mucho que debemos a aquellos sobre cuyasespaldas (y manos, y pulmones, y vidas) se levantó todo loque hoy tenemos, todo lo que hoy está amenazado y debe-mos defender también por ellos, para no traicionarlos.

lA noVelA

Hacer memoria permite contar, restituir el relato. Con-tar, contarnos, para que no nos cuenten otros. Construirnuestro propio relato para no acabar comprando otros enel mercado de relatos en que vivimos. Si la crisis de la úl-tima década es, entre otras cosas, también una crisis de re-lato, si nos cuesta contar(nos) estas vidas fragmentadas,discontinuas e inciertas, Amianto es una buena propuesta,una posibilidad de relato propio.

una novela (sí, es una novela) que participa del ensayo,la investigación, el reportaje, el panfleto, la biografía o laautoficción, para lograr un texto sin género definido, en elque cabe todo (es decir, una novela).

novela manual, en el sentido de hecha con las manos:armada como una estructura de tubos soldados, enca-

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jando piezas y ajustando cada parte, con apariencia desor-denada, torrencial, pero de gran precisión estructural.Habla el autor de «no aflojar las abrazaderas de la narra-ción que aprietan como mandíbulas la pulpa leñosa de estahistoria», y lo imaginamos en efecto enroscando y atorni-llando testimonios, documentos, voces, emociones, me-táforas, hallazgos de lenguaje.

novela política, que no social, al menos como yo en-tiendo la distinción: novela política sería aquella que nosolo pone la mirada en un conflicto social (como hace labuena novela social), sino que además vuelve conflictivala propia escritura, es política en su tema pero también (oespecialmente) en su forma. novela que asume que todaimpugnación de un orden social (y Amianto lo es) pasanecesariamente por una impugnación del orden formalque lo legitima y reproduce. Y ese orden formal sería lanovela burguesa, contra la que está escrita esta novelaobrera.

novela obrera, no solo por contar una historia obreracon protagonismo obrero y conciencia de clase, escrita porun obrero (trabajador cognitivo precario se define a símismo), de familia obrera y criado en barrios obreros, yque además escribe para sus iguales, para los obrerosmuertos, para los supervivientes, y para el nuevo proleta-riado de hoy. todo esto ya sería suficiente para colocarlela etiqueta, pero si Amianto es una novela radicalmenteobrera lo es por su escritura, por sus decisiones formales,por sus elecciones estéticas que son por supuesto éticas.es una novela obrera porque evita las trampas dulces dela novela burguesa, prescinde de un realismo convencional

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(y comercial) que acaba siendo conservador y reprodu-ciendo una visión (burguesa) del mundo.

Amianto nos sirve como un manual, o más bien uncontramanual: todo lo que no hay que hacer si uno quiereescribir una novela obrera. todo aquello que solemos de-tectar en novelas sociales bienintencionadas y que no apa-rece en esta. Aquí no hay paternalismo, condescendencia,obrerismo sentimentalizado, superioridad moral. no seintenta «dar voz a los sin voz» ni devolverles la dignidad,como si no anduviesen sobrados de ambas, voz y digni-dad. no hay fácil épica, ni tampoco victimismo, no se su-brayan literariamente los aspectos trágicos. no es unanovela dramática, sombría y desesperanzadora; al contra-rio, contiene mucha luz, humor, energía, orgullo, momen-tos felices, vida.

ni hablar de estetizar todo aquello de lo que otros au-tores harían altísima literatura: el trabajo mismo, lo ma-nual, pero también la explotación, la miseria, el dolor ola muerte. lo que no significa renunciar a toda la bellezaque cabe en una historia así, que es mucha. la mirada dePrunetti no es ajena, exterior, turística. escribe desdedentro, todo el dolor es suyo, como lo es también toda ladicha.

una novela que, pese a resistirse a ser etiquetada, noestá escrita en el vacío, desde cero, sino que se vincula or-gullosamente a una tradición de literatura política y de no-velas obreras. Su genealogía es fácilmente rastreable, peroestira ese hilo rojo para traerlo a este hoy inestable, y asíescribir una novela que es también inestable, precaria,como nuestras vidas.

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termina aquí este prólogo en zoom. Desde el relatovolvemos a replegarnos hacia la memoria, la Historia, elcapitalismo, la clase obrera, la vida, la fábrica, el trabajo,el cuerpo y la mano. la mano que trabaja, la mano de re-nato.

iSAAC roSASevilla, enero del 2020

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