Una balacera abolirá en azar Libro taller 3

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La Colección Librotaller, como su nombre lo indica, pone los recursos y talentos de que dispone La Imprenta, al servicio directo de las comuinidades organizadas, los colectivos, las personas. Cumpliendo en parte con las transferencia de conocimientos que, en Socialismo, debe acompañar toda labor humana. Los autores o compiladores, son hacedores del libro... el libro que imaginan.

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Ukumarito (voz quechua), representación indígena del oso frontino, tomada de un petroglifo hallado en la Mesa de San Isidro, en las proximidades de Santa Cruz de Mora. Mérida – Venezuela.

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder

Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el perro y la rana, con el apoyo y la

participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela; tiene como objeto fundamental

brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se

ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso

a la publicación de autores, principalmente inéditos. A través de un Consejo Editorial Popular,

se realiza la selección de los títulos a publicar dentro de un plan de abierta participación.

La Colección Librotaller, como su nombre lo indica, pone los recursos y talentos de que dispone La Imprenta, al servicio directo de las comuinidades organizadas, los colectivos, las personas. Cumpliendo en parte con las transferencia de conocimientos que, en Socialismo, debe acompañar toda labor humana. Los autores o compiladores, son hacedores del libro... el libro que imaginan.

Fundación Editorial el perro y la ranaRed Nacional de Escritores de Venezuela

Imprenta de Mérida. 2010Colección Librotaller

Una balacera abolirá el azar Librotaller3D o r a n g e l G o u v e i a

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder

Popular para la Cultura a través de la Fundación Editorial el perro y la rana, con el apoyo y la

participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela; tiene como objeto fundamental

brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. Este sistema se

ramifica por todos los estados del país, donde funciona una pequeña imprenta que le da paso

a la publicación de autores, principalmente inéditos. A través de un Consejo Editorial Popular,

se realiza la selección de los títulos a publicar dentro de un plan de abierta participación.

La Colección Librotaller, como su nombre lo indica, pone los recursos y talentos de que dispone La Imprenta, al servicio directo de las comuinidades organizadas, los colectivos, las personas. Cumpliendo en parte con las transferencia de conocimientos que, en Socialismo, debe acompañar toda labor humana. Los autores o compiladores, son hacedores del libro... el libro que imaginan.

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Imprenta de Mérida. 2010Colección Librotaller

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Librotaller 3

Colección LibrotallerLibrotaller 3

Estudiantes de la Facultad deHumanidades de la ULADaniel ArellaElisa Rincón

José ContrerasJosé Manuel López

Luis Miguel RamírezRafael Álvarez

Yesyka QuinteroZayda Paredes

Facilitador: J.R.C.

© Fundación Editorial el perro y la rana, 2010Ministerio del Poder Popular para la Cultura

Centro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, El Silencio, Caracas – Venezuela 1010

Telfs.: (0212) 377.2811 / [email protected]

[email protected]://www.elperroylarana.gob.ve

Ediciones Sistema Nacional de Imprentas, MéridaCalle 21, entre Av 2 y 3. Centro Cultural Tulio Febres Cordero, nivel sótano

Mérida – [email protected]

[email protected]://www.elperroylarana.gob.ve

Red Nacional de Escritores de Venezuela

Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida – FUNDECEM

Edición al cuidado de los participantes

IlustracionesJoan Brossa

Franklin FernándezHermes Leonardo Pérez

Depósito Legal: LF40220108002059ISBN: 9789801410829

[Ensayos y versiones de un crimen. O la literatura criminal]

Una balacera abolirá el azar

D o r a n g e l G o u v e i a

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Librotaller 3

Colección LibrotallerLibrotaller 3

Estudiantes de la Facultad deHumanidades de la ULADaniel ArellaElisa Rincón

José ContrerasJosé Manuel López

Luis Miguel RamírezRafael Álvarez

Yesyka QuinteroZayda Paredes

Facilitador: J.R.C.

© Fundación Editorial el perro y la rana, 2010Ministerio del Poder Popular para la Cultura

Centro Simón Bolívar, Torre Norte, Piso 21, El Silencio, Caracas – Venezuela 1010

Telfs.: (0212) 377.2811 / [email protected]

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Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida – FUNDECEM

Edición al cuidado de los participantes

IlustracionesJoan Brossa

Franklin FernándezHermes Leonardo Pérez

Depósito Legal: LF40220108002059ISBN: 9789801410829

[Ensayos y versiones de un crimen. O la literatura criminal]

Una balacera abolirá el azar

D o r a n g e l G o u v e i a

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En las bibliotecas están los mayores criminales de la historia jamás juzgados.Enrique Lihn

¿Cuál es la diferencia entre robar un banco y fundarlo?Ricardo Piglia

La literatura es un crimen social por escrito.Sade

La meta es, por cierto, un modo adverbial. La acción sigue el desarrollo de la frase y se agota en ella.

Juan Calzadilla

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1ra. COMBINATORIA/ LA PESQUISA - LAS DECLARACIONES

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1 [EL LUGAR] ¿Dónde murió?

Mirando por su ventana al despertar, su morada reposaba perezosamente sobre el silencio.

Incinerado con sus restos, lanzado por las rejas del pretil olvidado.

Sobre las manos de aquel viejo, que pensaba que ya estaba muerto.

En el sótano del teatro, cubierto por una manta, la oscuridad era total y una gota de agua fría le caía sobre la frente.

Bajo la alfombra del sótano que sirve de techo, igualmente, al cielo falso den-tro de su cabeza.

Murió al despertar aquella tarde, mientras miraba insomne cómo el cielo se le abría hasta el infinito.

2 [LAS FORMAS DEL CRIMEN, LA COLECCIÓN DE HECHOS] ¿Cómo murió?

Atravesando el filo oxidado del puñal, su cuerpo muerto en retazos, vomitó sobre el asfalto, en el que estaban los otros pedazos de carne.

La sangre de cuatro víctimas corría por las grietas de sus viejas manos. Sus pasos cada vez más lentos, no lograron llegar a la puerta, y de un solo golpe cayó. Estremeciendo el silencio absoluto.

El hombre despareció dentro de su frac mostaza, cuál globo asmático, hasta convertirse en lo más ínfimo, en un grano dorado y brillante del tamaño de Júpiter: un zarcillo colgado sin oreja, como un papagayo sin niño.

Una bala lo había alcanzado cuando intentaba ver quién lo seguía detrás de los escombros, el humo y el zumbido que la intriga deja por encima de las sombras.Suave y lívida, puso el aire en su lugar, luego el destiempo le sobrevino como un beso de la histeria.

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1 [EL LUGAR] ¿Dónde murió?

Mirando por su ventana al despertar, su morada reposaba perezosamente sobre el silencio.

Incinerado con sus restos, lanzado por las rejas del pretil olvidado.

Sobre las manos de aquel viejo, que pensaba que ya estaba muerto.

En el sótano del teatro, cubierto por una manta, la oscuridad era total y una gota de agua fría le caía sobre la frente.

Bajo la alfombra del sótano que sirve de techo, igualmente, al cielo falso den-tro de su cabeza.

Murió al despertar aquella tarde, mientras miraba insomne cómo el cielo se le abría hasta el infinito.

2 [LAS FORMAS DEL CRIMEN, LA COLECCIÓN DE HECHOS] ¿Cómo murió?

Atravesando el filo oxidado del puñal, su cuerpo muerto en retazos, vomitó sobre el asfalto, en el que estaban los otros pedazos de carne.

La sangre de cuatro víctimas corría por las grietas de sus viejas manos. Sus pasos cada vez más lentos, no lograron llegar a la puerta, y de un solo golpe cayó. Estremeciendo el silencio absoluto.

El hombre despareció dentro de su frac mostaza, cuál globo asmático, hasta convertirse en lo más ínfimo, en un grano dorado y brillante del tamaño de Júpiter: un zarcillo colgado sin oreja, como un papagayo sin niño.

Una bala lo había alcanzado cuando intentaba ver quién lo seguía detrás de los escombros, el humo y el zumbido que la intriga deja por encima de las sombras.Suave y lívida, puso el aire en su lugar, luego el destiempo le sobrevino como un beso de la histeria.

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Envenenada. Unas gotas de cianuro se les deslizaron por la nariz. Lentas toca-ron la garganta, hasta hacerse del cuerpo completo.

3 [EVIDENCIAS, PISTAS Y DESPISTES] ¿Qué se encontró en el lugar?

Un atlas de anatomía recortado como un collage, cubriendo el ataúd sobre la mesa, como papel de regalo. Adentro, el detective bostezaba como un vampiro.

Un zapato roto y unos calcetines malolientes.

Unos zapatos ortopédicos vinotinto y un hueco en el vidrio de la ventana, no se supo si fue hecho por una bala o una piedra.

Animales verdes degollados, cigarrillos, gasolina, cuerdas y relojes amarillentos, en medio de un gemido en llamas.

Una bolsa llena de caracolas que al oír lo trasladaban al lugar de su nacimiento.

Un pañuelo rojo, de esos que utilizan los magos, como si hubiese querido des-aparecer a la misma muerte.

4 [COSAS PARA INVESTIGAR, DECIR, NARRAR / PRIMERAS SUPOSICIONES] ¿Qué dejó el asesino o asesina en el lugar?

/ ¿Fue una persona?

En aquella habitación sólo quedó un suspiro y un fuerte olor a ron barato. La niña gritaba despavorida mientras dos señoras calmaban su respiración.

Algunos pantalones entrecortados, manchas y una silueta descolorida, acom-pañada del criminal espejo que estalló en pedazos.

Los pelos de una barba hacían fiesta sobre la humedad que rondaba el cuerpo. Una araña empezó a salir de la boca del cadáver, toda la situación parecía cosida con hilo y aguja con el pulso del mejor sastre, que hoy bordaba crímenes.

El asesino, después de ocultar la evidencia, recordó que no había matado a nadie aún, y se metió un tiro para que hubiese una víctima “no fue un suicidio –a pesar de los que ustedes crean señores– fue el crimen perfecto”, rezaba la nota que se encontró en el bolsillo del pantalón. El detective después de leer la nota sonrió y sus labios entreabiertos se cicatrizaron como una costra.

Una declaración entre la punta del cuchillo y la nuca del occiso, una declara-ción de fricción, y de fuerza y creencia. De la hermosa nuca había comenzado a brotar la sangre, empapando el arma blanca completamente, incluso la parte limpia que llegó a salir por el cuello y que el asesino al ver el filo intacto soltó horrorizado, según declaración del inspector público.

Las huellas de los perros conducían al precipicio donde se cree los albatros y los humanos pactan.

5 [¿HAY UNOS HECHOS?, “¿HAY UNA HISTORIA?”, ¿LA OTRA HISTORIA ES DE ESE QUIÉN? / LA INFAMIA DEL AZAR, O EL

AZAR DE LA INFAMIA] ¿Quién y cómo encontró el cuerpo? / ¿Quién vio a la víctima viva por última vez?

En medio de una emboscada, los alacranes hallaron el huidizo y colorado cuer-po, que resbalaba y resbalaba, sus insípidos pasos en el estribo con cara de payaso. El payaso fue el último en ver el cuerpo.

El vigilante seguía en la ronda monótona acompañado por las agujas del reloj, era casi imperceptible la presencia de este hombre que se mimetizaba con el ambiente de luces, tramoyas y carteles. La eficacia de la cotidianidad lo hacía un micrófono encendido, un súbito hálito caliente le hizo saber que algo andaba mal, miró al suelo y vio que sus botas estaban cubiertas de líquido visceral, siguió las huellas y consiguió al cadáver tendido.

El cuerpo del occiso fue encontrado a orillas del rio a carcajada de la boca del testigo que no pudo soportar la vergüenza de la muerte.

Fueron los vecinos quiénes tras el fuerte estruendo salieron furiosos y des-cubrieron la cruel escena. –Y pensar que apenas hace tres días estuvimos charlando en aquel café.

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Envenenada. Unas gotas de cianuro se les deslizaron por la nariz. Lentas toca-ron la garganta, hasta hacerse del cuerpo completo.

3 [EVIDENCIAS, PISTAS Y DESPISTES] ¿Qué se encontró en el lugar?

Un atlas de anatomía recortado como un collage, cubriendo el ataúd sobre la mesa, como papel de regalo. Adentro, el detective bostezaba como un vampiro.

Un zapato roto y unos calcetines malolientes.

Unos zapatos ortopédicos vinotinto y un hueco en el vidrio de la ventana, no se supo si fue hecho por una bala o una piedra.

Animales verdes degollados, cigarrillos, gasolina, cuerdas y relojes amarillentos, en medio de un gemido en llamas.

Una bolsa llena de caracolas que al oír lo trasladaban al lugar de su nacimiento.

Un pañuelo rojo, de esos que utilizan los magos, como si hubiese querido des-aparecer a la misma muerte.

4 [COSAS PARA INVESTIGAR, DECIR, NARRAR / PRIMERAS SUPOSICIONES] ¿Qué dejó el asesino o asesina en el lugar?

/ ¿Fue una persona?

En aquella habitación sólo quedó un suspiro y un fuerte olor a ron barato. La niña gritaba despavorida mientras dos señoras calmaban su respiración.

Algunos pantalones entrecortados, manchas y una silueta descolorida, acom-pañada del criminal espejo que estalló en pedazos.

Los pelos de una barba hacían fiesta sobre la humedad que rondaba el cuerpo. Una araña empezó a salir de la boca del cadáver, toda la situación parecía cosida con hilo y aguja con el pulso del mejor sastre, que hoy bordaba crímenes.

El asesino, después de ocultar la evidencia, recordó que no había matado a nadie aún, y se metió un tiro para que hubiese una víctima “no fue un suicidio –a pesar de los que ustedes crean señores– fue el crimen perfecto”, rezaba la nota que se encontró en el bolsillo del pantalón. El detective después de leer la nota sonrió y sus labios entreabiertos se cicatrizaron como una costra.

Una declaración entre la punta del cuchillo y la nuca del occiso, una declara-ción de fricción, y de fuerza y creencia. De la hermosa nuca había comenzado a brotar la sangre, empapando el arma blanca completamente, incluso la parte limpia que llegó a salir por el cuello y que el asesino al ver el filo intacto soltó horrorizado, según declaración del inspector público.

Las huellas de los perros conducían al precipicio donde se cree los albatros y los humanos pactan.

5 [¿HAY UNOS HECHOS?, “¿HAY UNA HISTORIA?”, ¿LA OTRA HISTORIA ES DE ESE QUIÉN? / LA INFAMIA DEL AZAR, O EL

AZAR DE LA INFAMIA] ¿Quién y cómo encontró el cuerpo? / ¿Quién vio a la víctima viva por última vez?

En medio de una emboscada, los alacranes hallaron el huidizo y colorado cuer-po, que resbalaba y resbalaba, sus insípidos pasos en el estribo con cara de payaso. El payaso fue el último en ver el cuerpo.

El vigilante seguía en la ronda monótona acompañado por las agujas del reloj, era casi imperceptible la presencia de este hombre que se mimetizaba con el ambiente de luces, tramoyas y carteles. La eficacia de la cotidianidad lo hacía un micrófono encendido, un súbito hálito caliente le hizo saber que algo andaba mal, miró al suelo y vio que sus botas estaban cubiertas de líquido visceral, siguió las huellas y consiguió al cadáver tendido.

El cuerpo del occiso fue encontrado a orillas del rio a carcajada de la boca del testigo que no pudo soportar la vergüenza de la muerte.

Fueron los vecinos quiénes tras el fuerte estruendo salieron furiosos y des-cubrieron la cruel escena. –Y pensar que apenas hace tres días estuvimos charlando en aquel café.

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El cuerpo de las dos niñas que en principio él estaba cuidando también desa-parecieron. Tres caramelos a medio comer yacían en el fondo, donde abejas aturdidas comenzaban a despertarse.

Una fotografía solamente, hallada debajo de unos papeles regados alrededor del cuerpo. Una instantánea donde la víctima lucía muy alegre y con los mismoszarcillos puestos que ahora y la misma vestimenta, al menos del busto hacia arriba. A ésta la había visto un vigilante aburrido que, al ver el cuerpo movién-dose aún alrededor de la sangre, apenas pidió ayuda.

6 [LAS COSAS, LAS PALABRAS DE LAS COSAS / SU IMAGEN] ¿Qué instrumento(s) se usó para darle muerte?/ ¿cómo

supone o concluye que esto se hizo?

Usó un cuchillo, pero lo usó sólo para herirla, dijo el inspector. La siguió por todas partes. Le preguntó la hora y esperó a que, asustada, empezara a correr para clavarle el cuchillo en la nuca. Así de sencillo, la dejo morir. Quizá las cosas no le salieron como esperaba, al asesino. No puede saber que el cuchillo quedó completamente ensangrentado, concluyó.

Este es el caso en que no se usó ningún instrumento, asesino no hubo, tal vez casi un muerto. Primero amordazó y ató a la víctima a una silla, frente a la víctima, sentado, igualmente, el asesino le fue cortando las pestañas, una por una, con un cortaúñas, que previamente usó para pellizcarle a la víctima sus labios tasajeados que no pudieron balbucear el maldito nombre secreto. Cuando el asesino tuvo todas las pestañas recolectadas en su mano, se las introdujo dentro de la camisa por la abertura del pecho y pidió un deseo. La víctima murió instantáneamente y no hubo derramamiento de sangre, por primera vez.

No usó el filo oxidado, prefirió agarrar una soga deslastrada que estaba sujeta en la cabeza del cuervo degollado. Luego de tomar la soga la trozó en dos pedazos, con uno se amarró las piernas y el otro lo usó para lanzarse al gemido en llamas.

Él era un astro en eso de desaparecer dentro de su propio truco. Cargaba como siempre un gotero, qué simple y sencillo; una gota que mata. Esperó que se cayera la luz y envió el veneno dentro del cuerpo; ni un tren, ni una bala, corren tan rápido.

El veneno que a trasluz la risa deja colar como acertijos en los rostros encen-didos de la noche y a los puñales ya dejan absueltos.

Nadie podía creer que aquel grato presente sería tan mortal. Esa inocente margarita resultó ser la más mortal de las flores; una demoníaca creación que sólo él conocía. Un aroma traído de sus ancestros que paraliza lentamente los latidos del corazón, dándole a la víctima sólo el tiempo suficiente para darse cuenta de que ya no estaba en este mundo.

7 [LA DECLARACIÓN MENTIDA / LOS CANDIDATOS” , LOS SUJETOS] ¿Sospechosos? /¿Testigos?

Eso que dijo el inspector no puede ser así, yo vi que esa muchacha no tenía reloj, cuando salió con el muchacho de la salita de las fotos la vi mirar el reloj de la pared. Esta mujer, mayor, es una de las testigos de la tienda de fotos. Junto a otras dos señoras, también mayores y de apariencia viudas, son las únicas testigos de ese lugar. Estas dos no se fijaron en nada.

Aquel señor de traje blanco, paso lento y suave hablar, no podía ser el creador de semejante crimen, sólo empuñó el martillo y partió su cráneo como una almendra ante nuestros ojos.

Él nunca terminó de morir completamente, aunque fuese hecho muerto ante los párpados de la ley. El otro lado de sí mismo, su otro yo, como un voyeur ca-taléptico, conservó la mano del asesino, apuñalando su cuerpo –aún después de desangrarse hasta el bazo– un cuerpo que ya ni siquiera parecía un cuerpo, sino una piñata vanguardista en el cumpleaños de la muerte.

El mago era el último a su lado, el que la quebraba y jugaba con ella sobre el es-cenario. El oficial se negaba a explicar el crimen, se increpaba y fumaba haciendo orquesta con el ruido del ventilador de la sala, ¡qué tormento! –susurraba.

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El cuerpo de las dos niñas que en principio él estaba cuidando también desa-parecieron. Tres caramelos a medio comer yacían en el fondo, donde abejas aturdidas comenzaban a despertarse.

Una fotografía solamente, hallada debajo de unos papeles regados alrededor del cuerpo. Una instantánea donde la víctima lucía muy alegre y con los mismoszarcillos puestos que ahora y la misma vestimenta, al menos del busto hacia arriba. A ésta la había visto un vigilante aburrido que, al ver el cuerpo movién-dose aún alrededor de la sangre, apenas pidió ayuda.

6 [LAS COSAS, LAS PALABRAS DE LAS COSAS / SU IMAGEN] ¿Qué instrumento(s) se usó para darle muerte?/ ¿cómo

supone o concluye que esto se hizo?

Usó un cuchillo, pero lo usó sólo para herirla, dijo el inspector. La siguió por todas partes. Le preguntó la hora y esperó a que, asustada, empezara a correr para clavarle el cuchillo en la nuca. Así de sencillo, la dejo morir. Quizá las cosas no le salieron como esperaba, al asesino. No puede saber que el cuchillo quedó completamente ensangrentado, concluyó.

Este es el caso en que no se usó ningún instrumento, asesino no hubo, tal vez casi un muerto. Primero amordazó y ató a la víctima a una silla, frente a la víctima, sentado, igualmente, el asesino le fue cortando las pestañas, una por una, con un cortaúñas, que previamente usó para pellizcarle a la víctima sus labios tasajeados que no pudieron balbucear el maldito nombre secreto. Cuando el asesino tuvo todas las pestañas recolectadas en su mano, se las introdujo dentro de la camisa por la abertura del pecho y pidió un deseo. La víctima murió instantáneamente y no hubo derramamiento de sangre, por primera vez.

No usó el filo oxidado, prefirió agarrar una soga deslastrada que estaba sujeta en la cabeza del cuervo degollado. Luego de tomar la soga la trozó en dos pedazos, con uno se amarró las piernas y el otro lo usó para lanzarse al gemido en llamas.

Él era un astro en eso de desaparecer dentro de su propio truco. Cargaba como siempre un gotero, qué simple y sencillo; una gota que mata. Esperó que se cayera la luz y envió el veneno dentro del cuerpo; ni un tren, ni una bala, corren tan rápido.

El veneno que a trasluz la risa deja colar como acertijos en los rostros encen-didos de la noche y a los puñales ya dejan absueltos.

Nadie podía creer que aquel grato presente sería tan mortal. Esa inocente margarita resultó ser la más mortal de las flores; una demoníaca creación que sólo él conocía. Un aroma traído de sus ancestros que paraliza lentamente los latidos del corazón, dándole a la víctima sólo el tiempo suficiente para darse cuenta de que ya no estaba en este mundo.

7 [LA DECLARACIÓN MENTIDA / LOS CANDIDATOS” , LOS SUJETOS] ¿Sospechosos? /¿Testigos?

Eso que dijo el inspector no puede ser así, yo vi que esa muchacha no tenía reloj, cuando salió con el muchacho de la salita de las fotos la vi mirar el reloj de la pared. Esta mujer, mayor, es una de las testigos de la tienda de fotos. Junto a otras dos señoras, también mayores y de apariencia viudas, son las únicas testigos de ese lugar. Estas dos no se fijaron en nada.

Aquel señor de traje blanco, paso lento y suave hablar, no podía ser el creador de semejante crimen, sólo empuñó el martillo y partió su cráneo como una almendra ante nuestros ojos.

Él nunca terminó de morir completamente, aunque fuese hecho muerto ante los párpados de la ley. El otro lado de sí mismo, su otro yo, como un voyeur ca-taléptico, conservó la mano del asesino, apuñalando su cuerpo –aún después de desangrarse hasta el bazo– un cuerpo que ya ni siquiera parecía un cuerpo, sino una piñata vanguardista en el cumpleaños de la muerte.

El mago era el último a su lado, el que la quebraba y jugaba con ella sobre el es-cenario. El oficial se negaba a explicar el crimen, se increpaba y fumaba haciendo orquesta con el ruido del ventilador de la sala, ¡qué tormento! –susurraba.

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Persecución distorsionada la que transparentes personajes andaban por la avenida sórdida. Mientras saltaban en la orgía criminal y sólo fue observado por lápidas escombradas que se encontraban en el lugar que nunca existió.

El hombre que acababa de llegar, no estaba solo, varios gatos le seguían con su mirada desde el tejado. El sudor del cigarrillo apagó entonces toda duda.

8 [LA PERIPECIA, LA TORCEDURA / LAS COMPAÑIAS, LAS DEPENDENCIAS, LOS INTERESES / LAS OTRAS CIRCUNSTANCIAS]

¿Cómo pudo haberse salvado? / ¿Quién le hubiese salvado? / ¿Qué hizo en caso de haberse salvado?

Guardado en el buzón del celular descargado, estaba el mensaje de ella; el que había esperado desde que regresara de aquel bar, donde a los más el licor hace evadir estos actos, es decir, estos que terminan escribiendo flojas noveletas de crimen.

Sigue su camino con el habitual paso lento que lo caracterizaba, para dar el redoble de campana de la iglesia de la esquina. Miró el pueblo desde lo alto de la torre pensando en el porqué de aquel extraño sueño.

Con gafas y sin traje, su antigua pareja asistió al evento de esa noche. Andaba dopado por las pastillas que hacían dique a la depresión. No era fácil ver a su mujer en una tarima exhibiéndolo todo. Metió la mano en su bolsillo y se cortó los dedos, recordaba que llevaba una navaja, disimuló el dolor mirando al teatro, de repente posó su mirada en otra chica de dedos cortados. Asentó y desvió su mirada. Hubiera hecho cualquier cosa por salvar a la mujer que quería. Sí, si Helena no hubiese ido a la Magia no hubiese muerto –exclamaba sobre la tumba el día del funeral.

La única forma de que se hubiese salvado es que no hubiese nacido, aún así se ahorcaría con su cordón umbilical para culpar a su madre de haberlo lan-zado a las manos de su asesino treinta años después, cuando su cuerpo fue encontrado apuñaleado en la habitación de la calle 5, donde vivía con su gato que se llama Carizú, curiosamente el segundo apellido del asesino, quien tenía también un gato que se llamaba Comotú.

Luego de estar sujetado a las deslastradas sogas empujó a todos sus despre-ciables allegados para que le acompañasen a cortarle las piernas a la vida. Y el muerto bufón escupiese sobre todos los personajes de esta historia.

La muchacha asesinada era parte de un grupo de lectura de una librería del centro. La tarde en que fue asesinada iba camino a reunirse con sus compañeros de lectura. Era, dijeron en la librería, una muchacha burlona, que tenía que ser recogida en su trabajo por el distribuidor principal de la librería, según acotó la cajera. Como se sabe de sus papeles y por el cronograma de lecturas, la mucha-cha debía presentarse para terminar la farsa en que estaba metida.

Murió por ser hábil en el espacio y dejarse tapar con mantas sin saber quién la tocaba.

Murió porque se encaletó la muerte para siempre.

La mató para que llegara primero.

No murió porque la historia era toda una mentira.

Simplemente murió por pendejo.

Murió porque al final todo lo bueno se acaba.

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Persecución distorsionada la que transparentes personajes andaban por la avenida sórdida. Mientras saltaban en la orgía criminal y sólo fue observado por lápidas escombradas que se encontraban en el lugar que nunca existió.

El hombre que acababa de llegar, no estaba solo, varios gatos le seguían con su mirada desde el tejado. El sudor del cigarrillo apagó entonces toda duda.

8 [LA PERIPECIA, LA TORCEDURA / LAS COMPAÑIAS, LAS DEPENDENCIAS, LOS INTERESES / LAS OTRAS CIRCUNSTANCIAS]

¿Cómo pudo haberse salvado? / ¿Quién le hubiese salvado? / ¿Qué hizo en caso de haberse salvado?

Guardado en el buzón del celular descargado, estaba el mensaje de ella; el que había esperado desde que regresara de aquel bar, donde a los más el licor hace evadir estos actos, es decir, estos que terminan escribiendo flojas noveletas de crimen.

Sigue su camino con el habitual paso lento que lo caracterizaba, para dar el redoble de campana de la iglesia de la esquina. Miró el pueblo desde lo alto de la torre pensando en el porqué de aquel extraño sueño.

Con gafas y sin traje, su antigua pareja asistió al evento de esa noche. Andaba dopado por las pastillas que hacían dique a la depresión. No era fácil ver a su mujer en una tarima exhibiéndolo todo. Metió la mano en su bolsillo y se cortó los dedos, recordaba que llevaba una navaja, disimuló el dolor mirando al teatro, de repente posó su mirada en otra chica de dedos cortados. Asentó y desvió su mirada. Hubiera hecho cualquier cosa por salvar a la mujer que quería. Sí, si Helena no hubiese ido a la Magia no hubiese muerto –exclamaba sobre la tumba el día del funeral.

La única forma de que se hubiese salvado es que no hubiese nacido, aún así se ahorcaría con su cordón umbilical para culpar a su madre de haberlo lan-zado a las manos de su asesino treinta años después, cuando su cuerpo fue encontrado apuñaleado en la habitación de la calle 5, donde vivía con su gato que se llama Carizú, curiosamente el segundo apellido del asesino, quien tenía también un gato que se llamaba Comotú.

Luego de estar sujetado a las deslastradas sogas empujó a todos sus despre-ciables allegados para que le acompañasen a cortarle las piernas a la vida. Y el muerto bufón escupiese sobre todos los personajes de esta historia.

La muchacha asesinada era parte de un grupo de lectura de una librería del centro. La tarde en que fue asesinada iba camino a reunirse con sus compañeros de lectura. Era, dijeron en la librería, una muchacha burlona, que tenía que ser recogida en su trabajo por el distribuidor principal de la librería, según acotó la cajera. Como se sabe de sus papeles y por el cronograma de lecturas, la mucha-cha debía presentarse para terminar la farsa en que estaba metida.

Murió por ser hábil en el espacio y dejarse tapar con mantas sin saber quién la tocaba.

Murió porque se encaletó la muerte para siempre.

La mató para que llegara primero.

No murió porque la historia era toda una mentira.

Simplemente murió por pendejo.

Murió porque al final todo lo bueno se acaba.

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Pensó en por qué los ojos del asesino tenían el mismo brillo que los de su hijo, aunque nunca hubiese tenido uno.

¿Quién me mató?.

En la risa que traía consigo el asesino.

Porque la muerte es el gemido, el gemido silencioso que se caga en la vida.

2da. COMBINATORIA / LAS HIPÓTESIS

[10 x 1]

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Pensó en por qué los ojos del asesino tenían el mismo brillo que los de su hijo, aunque nunca hubiese tenido uno.

¿Quién me mató?.

En la risa que traía consigo el asesino.

Porque la muerte es el gemido, el gemido silencioso que se caga en la vida.

2da. COMBINATORIA / LAS HIPÓTESIS

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A/ EL SEÑOR INSPECTOR INTRODUCIENDO UN ALACRAN EN EL ATAÚD CON UN MENSAJE DE LA VÍCTIMA

Mirando por su ventana al despertar, su morada reposaba perezosamente sobre el silencio.

Atravesando el filo oxidado del puñal, su cuerpo muerto en retazos, vomitó sobre el asfalto, en el que estaban los otros pedazos de carne.

Un atlas de anatomía recortado como un collage, cubriendo el ataúd sobre la mesa, como papel de regalo. Adentro, el detective bostezaba como un vampiro.

En aquella habitación sólo quedó un suspiro y un fuerte olor a ron barato. La niña gritaba despavorida mientras dos señoras calmaban su respiración.

En medio de una emboscada los alacranes, hallaron el huidizo y colorado cuer-po, que resbalaba y resbalaba, sus insípidos pasos en el estribo con cara de payaso. El payaso fue el último en ver el cuerpo.

Usó un cuchillo, pero lo usó sólo para herirla, dijo el inspector. La siguió por todas partes. Le preguntó la hora y esperó a que, asustada, empezara a correr para clavarle el cuchillo en la nuca. Así de sencillo, la dejo morir. Quizá las cosas no le salieron como esperaba, al asesino. No puede saber que el cuchillo quedó completamente ensangrentado, concluyó.

Eso que dijo el inspector no puede ser así, yo vi que esa muchacha no tenía reloj, cuando salió con el muchacho de la salita de las fotos la vi mirar el reloj de la pared. Esta mujer, mayor, es una de las testigos de la tienda de fotos. Junto a otras dos señoras, también mayores y de apariencia viudas, son las únicas testigos de ese lugar. Estas dos no se fijaron en nada.

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A/ EL SEÑOR INSPECTOR INTRODUCIENDO UN ALACRAN EN EL ATAÚD CON UN MENSAJE DE LA VÍCTIMA

Mirando por su ventana al despertar, su morada reposaba perezosamente sobre el silencio.

Atravesando el filo oxidado del puñal, su cuerpo muerto en retazos, vomitó sobre el asfalto, en el que estaban los otros pedazos de carne.

Un atlas de anatomía recortado como un collage, cubriendo el ataúd sobre la mesa, como papel de regalo. Adentro, el detective bostezaba como un vampiro.

En aquella habitación sólo quedó un suspiro y un fuerte olor a ron barato. La niña gritaba despavorida mientras dos señoras calmaban su respiración.

En medio de una emboscada los alacranes, hallaron el huidizo y colorado cuer-po, que resbalaba y resbalaba, sus insípidos pasos en el estribo con cara de payaso. El payaso fue el último en ver el cuerpo.

Usó un cuchillo, pero lo usó sólo para herirla, dijo el inspector. La siguió por todas partes. Le preguntó la hora y esperó a que, asustada, empezara a correr para clavarle el cuchillo en la nuca. Así de sencillo, la dejo morir. Quizá las cosas no le salieron como esperaba, al asesino. No puede saber que el cuchillo quedó completamente ensangrentado, concluyó.

Eso que dijo el inspector no puede ser así, yo vi que esa muchacha no tenía reloj, cuando salió con el muchacho de la salita de las fotos la vi mirar el reloj de la pared. Esta mujer, mayor, es una de las testigos de la tienda de fotos. Junto a otras dos señoras, también mayores y de apariencia viudas, son las únicas testigos de ese lugar. Estas dos no se fijaron en nada.

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Murió por ser hábil en el espacio y dejarse tapar con mantas sin saber quién la tocaba.

En lecho de su muerte pensó. –¿Por qué nunca cocí los agujeros de mi ropa interior?.

B/ ABRIR LA ALMENDRA CON UN CORTAÚÑAS Y ENCONTRAR UN CADÁVER DENTRO

Incinerado con sus restos, lanzado por las rejas del pretil olvidado.

La sangre de cuatro víctimas corría por las grietas de sus viejas manos. Sus pasos cada vez más lentos, no lograron llegar a la puerta, y de un solo golpe cayó. Estremeciendo el silencio absoluto.

Un zapato roto y unos calcetines malolientes.

Algunos pantalones entrecortados, manchas y una silueta descolorida, acom-pañada del criminal espejo que estalló en pedazos.

El vigilante seguía en la ronda monótona acompañado por las agujas del reloj, era casi imperceptible la presencia de este hombre que se mimetizaba con el ambiente de luces, tramoyas y carteles. La eficacia de la cotidianidad lo hacía un micrófono encendido, un súbito hálito caliente le hizo saber que algo andaba mal, miró al suelo y vio que sus botas estaban cubiertas de líquido visceral, siguió las huellas y consiguió al cadáver tendido.

Este es el caso en que no se usó ningún instrumento, asesino no hubo, tal vez casi un muerto. Primero amordazó y ató a la víctima a una silla, frente a la víctima, sentado, igualmente, el asesino le fue cortando las pestañas, una por una, con un cortaúñas, previamente usó para pellizcarle a la víctima sus labios tasajeados que no pudieron balbucear el maldito nombre secreto. Cuando el asesino tuvo todas las pestañas recolectadas en su mano, se las introdujo dentro de la camisa por la abertura del pecho y pidió un deseo. La víctima mu-rió instantáneamente y no hubo derramamiento de sangre, por primera vez.

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Aquel señor de traje blanco, paso lento y suave hablar, no podía ser el creador de semejante crimen, sólo empuñó el martillo y partió su cráneo como una almendra ante nuestros ojos.

Sigue su camino con el habitual paso lento que lo caracterizaba, para dar el redoble de campana de la iglesia de la esquina. Miró el pueblo desde lo alto de la torre pensando en el porqué de aquel extraño sueño.

Murió porque se encaletó la muerte para siempre.

Que nunca debió haber nacido ni haber escuchado el orgasmo de su madre en el momento de su concepción.

Sobre las manos de aquel viejo, que pensaba que ya estaba muerto.

El hombre despareció dentro de su frac mostaza, cuál globo asmático, hasta convertirse en lo más ínfimo, en un grano dorado y brillante del tamaño de Júpiter: un zarcillo colgado sin oreja, como un papagayo sin niño.

Unos zapatos ortopédicos vinotinto y un hueco en el vidrio de la ventana, no se supo si fue hecho por una bala o una piedra.

Los pelos de una barba hacían fiesta sobre la humedad que rondaba el cuerpo. Una araña empezó a salir de la boca del cadáver, toda la situación parecía co-sida con hilo y aguja con el pulso del mejor sastre que hoy bordaba crímenes.

El cuerpo del occiso fue encontrado a orillas del rio a carcajada de la boca del testigo que no pudo soportar la vergüenza de la muerte.

No usó el filo oxidado, prefirió agarrar una soga deslastrada que estaba sujeta en la cabeza del cuervo degollado. Luego de tomar la soga la trozó en dos pesazos, con uno se amarró las piernas y el otro lo usó para lanzarse al gemido en llamas.

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Él nunca terminó de morir completamente, aunque fuese hecho muerto ante los párpados de la ley. El otro lado de sí mismo, su otro yo, como un voyeur ca-taléptico, conservó la mano del asesino, apuñalando su cuerpo –aún después de desangrarse hasta el bazo– un cuerpo que ya ni siquiera parecía un cuerpo, sino una piñata vanguardista en el cumpleaños de la muerte.

Con gafas y sin traje, su antigua pareja asistió al evento de esa noche. Andaba dopado por las pastillas que hacían dique a la depresión. No era fácil ver a su mujer en una tarima exhibiéndolo todo. Metió la mano en su bolsillo y se cortó los dedos, recordaba que llevaba una navaja, disimuló el dolor mirando al teatro, de repente posó su mirada en otra chica de dedos cortados. Asentó y desvió su mirada. Hubiera hecho cualquier cosa por salvar a la mujer que quería. Sí, si Helena no hubiese ido a la Magia no hubiese muerto –exclamaba sobre la tumba el día del funeral.

La mató para que llegara primero.

Pensó en por qué los ojos del asesino tenían el mismo brillo que los de su hijo, aunque nunca hubiese tenido uno.

D/ SIN VÍCTIMAS TAMBIÉN HAY MUERTES

En el sótano del teatro, cubierto por una manta, la oscuridad era total y una gota de agua fría le caía sobre la frente.

Una bala lo había alcanzado cuando intentaba ver quién lo seguía detrás de los escombros, el humo y el zumbido que la intriga deja por encima de las sombras.

Animales verdes degollados, cigarrillos, gasolina, cuerdas y relojes amarillen-tos, en medio de un gemido en llamas.

El asesino, después de ocultar la evidencia, recordó que no había matado a nadie aún, y se metió un tiro para que hubiese una víctima “no fue un suicidio

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–a pesar de los que ustedes crean señores– fue el crimen perfecto”, rezaba la nota que se encontró en el bolsillo del pantalón. El detective después de leer la nota sonrió y sus labios entreabiertos se cicatrizaron como una costra.

Fueron los vecinos quiénes tras el fuerte estruendo salieron furiosos y des-cubrieron la cruel escena. –Y pensar que apenas hace tres días estuvimos charlando en aquel café.

Él era un astro en eso de desaparecer dentro de su propio truco: un mago. Cargaba como siempre un gotero que simple y sencillo, una gota que mata. Esperó que se cayera la luz y envió el veneno dentro del cuerpo; ni un tren ni una bala corren tan rápido.

El mago era el último a su lado, el que la quebraba y jugaba con ella sobre el escenario. El oficial se negaba a explicar el crimen, se increpaba y fumaba haciendo orquesta con el ruido del ventilador de la habitación, ¡qué tormento! –susurraba.

La única forma de que se hubiese salvado es que no hubiese nacido, aún así se ahorcaría con su cordón umbilical para culpar a su madre de haberlo lan-zado a las manos de su asesino treinta años después, cuando su cuerpo fue encontrado apuñaleado en la habitación de la calle 5, donde vivía con su gato que se llama Carizú, curiosamente el segundo apellido del asesino, quien tenía también un gato que se llamaba Comotú.

No murió porque la historia era toda una mentira.

¿Quién me mató?.

E/ LOS PUÑALES ABSUELTOS

Bajo la alfombra del sótano que sirve de techo, igualmente, al cielo falso den-tro de su cabeza.

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Suave y lívida, puso el aire en su lugar, luego el destiempo le sobrevino como un beso de la histeria.

Una bolsa llena de caracolas que al oír lo trasladaban al lugar de su nacimiento.

Una declaración entre la punta del cuchillo y la nuca del occiso, una declara-ción de fricción, y de fuerza y creencia. De la hermosa nuca había comenzado a brotar la sangre, empapando el arma blanca completamente, incluso la parte limpia que llegó a salir por el cuello y que el asesino al ver el filo intacto soltó horrorizado, según declaración del inspector público.

El cuerpo de las dos niñas que en principio él estaba cuidando también des-aparecieron. Tres caramelos a medio comer yacían en el fondo donde abejas aturdidas comenzaban a despertarse.

El veneno que a trasluz la risa deja colar como acertijos en los rostros encen-didos de la noche y a los puñales ya dejan absueltos.

Persecución distorsionada la que transparentes personajes andaban por la avenida sórdida. Mientras saltaban en la orgía criminal y sólo fue observado por lápidas escombradas que se encontraban en el lugar que nunca existió.

Luego de estar sujetado a las deslastradas sogas empujó a todos sus despre-ciables allegados para que le acompañasen a cortarle las piernas a la vida. Y el muerto bufón escupiese sobre todos los personajes de esta historia.

Simplemente murió por pendejo.

En la curiosidad que traía la risa del asesino.

F/ CÓMO PARA DESAPARECER LA MISMA MUERTE

Murió al despertar aquella tarde, mientras miraba insomne cómo el cielo se le abría hasta el infinito.

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Envenenada. Unas gotas de cianuro se les deslizaron por la nariz. Lentas toca-ron la garganta, hasta hacerse del cuerpo completo.

Un pañuelo rojo, de esos que utilizan los magos, como si hubiese querido des-aparecer a la misma muerte.

Las huellas de los perros conducían al precipicio donde se cree los albatros y los humanos pactan.

Una fotografía solamente, hallada debajo de unos papeles regados alrededor del cuerpo. Una instantánea donde la víctima lucía muy alegre y con los mis-mos zarcillos puestos que ahora y la misma vestimenta, al menos del busto hacia arriba. A ésta la había visto un vigilante aburrido que, al ver el cuerpo moviéndose aún alrededor de la sangre, apenas pidió ayuda.

Nadie podía creer que aquel grato presente sería tan mortal. Esa inocente margarita resultó ser la más mortal de las flores; una demoníaca creación que sólo él conocía. Un aroma traído de sus ancestros que paraliza lentamente los latidos del corazón, dándole a la víctima sólo el tiempo suficiente para darse cuenta de que ya no estaba en este mundo.

El hombre que acababa de llegar, no estaba solo, varios gatos le seguían con su mirada en el tejado. El sudor del cigarrillo apagó entonces toda duda.

La muchacha asesinada era parte de un grupo de lectura de una librería del centro. La tarde en que fue asesinada iba camino a reunirse con sus compañeros de lectura. Era, dijeron en la librería, una muchacha burlona, que tenía que ser recogida en su trabajo por el distribuidor principal de la librería, según acotó la cajera. Como se sabe de sus papeles y por el cronograma de lecturas, la mucha-cha debía presentarse para terminar la farsa en la que estaba metida.

Murió porque al final todo lo bueno se acaba.

Porque la muerte es el gemido, el gemido silencioso que se caga en la vida.

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Es bueno tener suerte; tener demasiada no conviene, y ayudar a la suerte es peligroso.

Rodolfo Walsh

COMUNICADO

Informa la Oficina de Prensa de la Policía Metropolitana que fue localizado muerto, en circunstancias extrañas, un joven de nombre Iván de Jesús Torres, de 25 años, con una herida de bala a la altura del femoral derecho, con orificio de salida.

A su lado izquierdo, en el suelo, fue hallado un revólver de juguete.

El Universal, Caracas, 2-10-83.Juan Calzadilla

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[α x 10 ± 3]3ra. COMBINATORIA/ LAS VERSIONES

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D.A.A.R./ E1-C2-A3-D4-C5-B6-C7-D8-B9-B10 (ABCDE)

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Bajo la alfombra del sótano que sirve de techo, igualmente, al cielo falso den-tro de su cabeza.

El hombre despareció dentro de su frac mostaza, cuál globo asmático, hasta convertirse en lo más ínfimo, en un grano dorado y brillante del tamaño de Júpiter: un zarcillo colgado sin oreja, como un papagayo sin niño.

Un atlas de anatomía recortado como un collage, cubriendo el ataúd sobre la mesa, como papel de regalo. Adentro, el detective bostezaba como un vampiro.

El asesino, después de ocultar la evidencia, recordó que no había matado a nadie aún, y se metió un tiro para que hubiese una víctima “no fue un suicidio –a pesar de los que ustedes crean señores– fue el crimen perfecto”, rezaba la nota que se encontró en el bolsillo del pantalón. El detective después de leer la nota sonrió y sus labios entreabiertos se cicatrizaron como una costra.

El cuerpo del occiso fue encontrado a orillas del rio a carcajada de la boca del testigo que no pudo soportar la vergüenza de la muerte.

Este es el caso en que no se usó ningún instrumento, asesino no hubo, tal vez casi un muerto. Primero amordazó y ató a la víctima a una silla, frente a la víctima, sentado, igualmente, el asesino le fue cortando las pestañas, una por una, con un cortaúñas, previamente usó para pellizcarle a la víctima sus labios tasajeados que no pudieron balbucear el maldito nombre secreto. Cuando el asesino tuvo todas las pestañas recolectadas en su mano, se las introdujo dentro de la camisa por la abertura del pecho y pidió un deseo. La víctima mu-rió instantáneamente y no hubo derramamiento de sangre, por primera vez.

Él nunca terminó de morir completamente, aunque fuese hecho muerto ante los párpados de la ley. El otro lado de sí mismo, su otro yo, como un voyeur ca-taléptico, conservó la mano del asesino, apuñalando su cuerpo –aún después de desangrarse hasta el bazo– un cuerpo que ya ni siquiera parecía un cuerpo, sino una piñata vanguardista en el cumpleaños de la muerte.

La única forma de que se hubiese salvado es que no hubiese nacido, aún así

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se ahorcaría con su cordón umbilical para culpar a su madre de haberlo lan-zado a las manos de su asesino treinta años después, cuando su cuerpo fue encontrado apuñaleado en la habitación de la calle 5, donde vivía con su gato que se llama Carizú, curiosamente el segundo apellido del asesino, quien tenía también un gato que se llamaba Comotú.

Murió porque se encaletó la muerte para siempre.

Que nunca debió haber nacido, ni haber escuchado el orgasmo de su madre en el momento de su concepción.

R -- R.A./ A1-E2-C3 -- E4-F5-A6-A7-F8-C9-E10 (ACEF)

Mirando por su ventana al despertar, su morada reposaba perezosamente sobre el silencio.

Suave y lívida, puso el aire en su lugar, luego el destiempo le sobrevino como un beso de la histeria.

Unos zapatos ortopédicos vinotinto y un hueco en el vidrio de la ventana, no se supo si fue hecho por una bala o una piedra.

Una declaración entre la punta del cuchillo y la nuca del occiso, una declara-ción de fricción, y de fuerza y creencia. De la hermosa nuca había comenzado a brotar la sangre, empapando el arma blanca completamente, incluso la parte limpia que llegó a salir por el cuello y que el asesino al ver el filo intacto soltó horrorizado, según declaración del inspector público.

Una fotografía solamente, hallada debajo de unos papeles regados alrededor del cuerpo. Una instantánea donde la víctima lucía muy alegre y con los mis-mos zarcillos puestos que ahora y la misma vestimenta, al menos del busto hacia arriba. A ésta la había visto un vigilante aburrido que, al ver el cuerpo moviéndose aún alrededor de la sangre, apenas pidió ayuda.Usó un cuchillo, pero lo usó sólo para herirla, dijo el inspector. La siguió por

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todas partes. Le preguntó la hora y esperó a que, asustada, empezara a correr para clavarle el cuchillo en la nuca. Así de sencillo, la dejo morir. Quizá las cosas no le salieron como esperaba, al asesino. No puede saber que el cuchillo quedó completamente ensangrentado, concluyó.

Eso que dijo el inspector no puede ser así, yo vi que esa muchacha no tenía reloj, cuando salió con el muchacho de la salita de las fotos la vi mirar el reloj de la pared. Esta mujer, mayor, es una de las testigos de la tienda de fotos. Junto a otras dos señoras, también mayores y de apariencia viudas, son las únicas testigos de ese lugar. Estas dos no se fijaron en nada.

La muchacha asesinada era parte de un grupo de lectura de una librería del centro. La tarde en que fue asesinada iba camino a reunirse con sus compañeros de lectura. Era, dijeron en la librería, una muchacha burlona, que tenía que ser recogida en su trabajo por el distribuidor principal de la librería, según acotó la cajera. Como se sabe de sus papeles y por el cronograma de lecturas, la mucha-cha debía presentarse para terminar la farsa en que estaba metida.

La mató para que llegara primero.

En la risa que traía consigo el curioso asesino.

J.E./ D1-F2-F3-C4-B5-D6-D7-C8-A9-D10 (ABCDF)

En el sótano del teatro, cubierto por una manta, la oscuridad era total y una gota de agua fría le caía sobre la frente.

Envenenada. Unas gotas de cianuro se les deslizaron por la nariz. Lentas toca-ron la garganta, hasta hacerse del cuerpo completo.

Un pañuelo rojo, de esos que utilizan los magos, como si hubiese querido des-aparecer a la misma muerte.

Page 38: Una balacera abolirá en azar Libro taller 3

El vigilante seguía en la ronda monótona acompañado por las agujas del reloj, era casi imperceptible la presencia de este hombre que se mimetizaba con el ambiente de luces, tramoyas y carteles. La eficacia de la cotidianidad lo hacía un micrófono encendido, un súbito hálito caliente le hizo saber que algo andaba mal, miró al suelo y vio que sus botas estaban cubiertas de líquido visceral, siguió las huellas y consiguió al cadáver tendido.

Él era un astro en eso de desaparecer dentro de su propio truco. Cargaba como siempre un gotero, qué simple y sencillo; una gota que mata. Esperó que se cayera la luz y envió el veneno dentro del cuerpo; ni un tren, ni una bala, corren tan rápido.

El mago era el último a su lado, el que la quebraba y jugaba con ella sobre el es-cenario. El oficial se negaba a explicar el crimen, se increpaba y fumaba haciendo orquesta con el ruido del ventilador de la sala, ¡qué tormento! –susurraba.

Con gafas y sin traje, su antigua pareja asistió al evento de esa noche. Andaba dopado por las pastillas que hacían dique a la depresión. No era fácil ver a su mujer en una tarima exhibiéndolo todo. Metió la mano en su bolsillo y se cortó los dedos, recordaba que llevaba una navaja, disimuló el dolor mirando al teatro, de repente posó su mirada en otra chica de dedos cortados. Asentó y desvió su mirada. Hubiera hecho cualquier cosa por salvar a la mujer que quería.

Sí, si Helena no hubiese ido a la Magia no hubiese muerto –exclamaba sobre la tumba el día del funeral.

Murió por ser hábil en el espacio y dejarse tapar con mantas sin saber quién la tocaba.

¿Quién me mató?.José M./ B1-A2-D3-B4-A5-C6-E7-E8-D9-F10 (ABCDEF)

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Incinerado con sus restos, lanzado por las rejas del pretil olvidado.

Atravesando el filo oxidado del puñal, su cuerpo muerto en retazos, vomitó sobre el asfalto, en el que estaban los otros pedazos de carne.

Animales verdes degollados, cigarrillos, gasolina, cuerdas y relojes amarillen-tos, en medio de un gemido en llamas.

Algunos pantalones entrecortados, manchas y una silueta descolorida, acom-pañada del criminal espejo que estalló en pedazos.

En medio de una emboscada, los alacranes hallaron el huidizo y colorado cuer-po, que resbalaba y resbalaba, sus insípidos pasos en el estribo con cara de payaso. El payaso fue el último en ver el cuerpo.

No usó el filo oxidado, prefirió agarrar una soga deslastrada que estaba sujeta en la cabeza del cuervo degollado. Luego de tomar la soga la trozó en dos pedazos, con uno se amarró las piernas y el otro lo usó para lanzarse al gemido en llamas.

Persecución distorsionada la que transparentes personajes andaban por la avenida sórdida. Mientras saltaban en la orgía criminal y sólo fue observado por lápidas escombradas que se encontraban en el lugar que nunca existió.

Luego de estar sujetado a las deslastradas sogas empujó a todos sus despre-ciables allegados para que le acompañasen a cortarle las piernas a la vida. Y el muerto bufón escupiese sobre todos los personajes de esta historia.

No murió porque la historia era toda una mentira.

Porque la muerte es el gemido, el gemido silencioso que se caga en la vida.

Murió al despertar aquella tarde, mientras miraba insomne cómo el cielo se le abría hasta el infinito.Una bala lo había alcanzado cuando intentaba ver quién lo seguía detrás de los

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escombros, el humo y el zumbido que la intriga deja por encima de las sombras.

Una bolsa llena de caracolas que al oír lo trasladaban al lugar de su nacimiento.

Las huellas de los perros conducían al precipicio donde se cree los albatros y los humanos pactan.

El cuerpo de las dos niñas que en principio él estaba cuidando también des-aparecieron. Tres caramelos a medio comer yacían en el fondo donde abejas aturdidas comenzaban a despertarse.

El veneno que a trasluz la risa deja colar como acertijos en los rostros encen-didos de la noche y a los puñales ya dejan absueltos.

El hombre que acababa de llegar, no estaba solo, varios gatos le seguían con su mirada desde el tejado. El sudor del cigarrillo apagó entonces toda duda.

Guardado en el buzón del celular descargado, estaba el mensaje de ella; el que había esperado desde que regresara de aquel bar, donde a los más el licor hace evadir estos actos, es decir, estos que terminan escribiendo flojas noveletas de crimen.

Murió porque al final todo lo bueno se acaba.

Pensó en por qué los ojos del asesino tenían el mismo brillo que los de su hijo, aunque nunca hubiese tenido uno.

Mistique-YK/ C1-B2-B3-A4-D5-F6-B7-B8-D9-A10 (ABCDF)

Sobre las manos de aquel viejo, que pensaba que ya estaba muerto.

La sangre de cuatro víctimas corría por las grietas de sus viejas manos. Sus pasos cada vez más lentos, no lograron llegar a la puerta, y de un solo golpe cayó. Estremeciendo el silencio absoluto.Un zapato roto y unos calcetines malolientes.

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En aquella habitación sólo quedó un suspiro y un fuerte olor a ron barato. La niña gritaba despavorida mientras dos señoras calmaban su respiración.

Fueron los vecinos quiénes tras el fuerte estruendo salieron furiosos y des-cubrieron la cruel escena. –Y pensar que apenas hace tres días estuvimos charlando en aquel café.

Nadie podía creer que aquel grato presente sería tan mortal. Esa inocente margarita resultó ser la más mortal de las flores; una demoníaca creación que sólo él conocía. Un aroma traído de sus ancestros que paraliza lentamente los latidos del corazón, dándole a la víctima sólo el tiempo suficiente para darse cuenta de que ya no estaba en este mundo.

Aquel señor de traje blanco, paso lento y suave hablar, no podía ser el creador de semejante crimen, sólo empuñó el martillo y partió su cráneo como una almendra ante nuestros ojos.

Sigue su camino con el habitual paso lento que lo caracterizaba, para dar el redoble de campana de la iglesia de la esquina. Miró el pueblo desde lo alto de la torre pensando en el porqué de aquel extraño sueño.

Simplemente murió por pendejo.

En lecho de su muerte pensó: –¿Por qué nunca cocí los agujeros de mi ropa interior?.

Matriz: “Grupo de cantidades, términos o elementos, dispuestos por series en líneas horizonta-

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- ANTES DE LA TRASPOSICIÓN [6 x 10]

y

En la risa asesina.

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- ANTES DE LA TRASPOSICIÓN [6 x 10]

y

En la risa asesina.

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les y columnas verticales”. Propiedades para las teorías, para las determinantes.[Lo hueco, el origen]

Teoría: “Conocimiento especulativo independiente y puramente racional.”[La ley… la religión, la ciencia]

Parámetro: “Cantidad constante que entra en la ecuación de algunas curvas.”[El proceso seguido, la locura, las costumbres, los controles, la muerte]

Azar: “Casualidad, caso fortuito. Desgracia imprevista”[La interrelación, captura, de la realidad nunca catalogada]

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NOTICIA

Que esa clase esté temperamentalmente inclinada al asesinato es una connotación importante, que deberá tenerse en cuenta cada vez que se encare la lucha contra ella. No para duplicar sus hazañas, sino para no dejarse conmover por las sagradas ideas, los sagrados principios y, en general, las bellas almas de los verdugos.

Rodolfo Walsh (Obviamente sobre la oligarquía)

Los civiles son gente uniformada también.Nicanor Parra

A partir de una lectura de Cuento para tahures 1, entendido el límite de los elementos necesarios a la narrativa policial y asumiendo la hipótesis de una narrativa criminal, analógica, más humana y para el uso; El 23 de junio del corriente, a las 10:00am, pasadas, junto con ocho (8) participantes (4 suje-tos + 2 yuntas), estudiantes de la Universidad de Los Andes, matriculados en distintas carreras de la Facultad de Humanidades; dimos inicio a un ensayo de escritura sustentado metodológicamente –en parte– en las posibilidades combinatorias dadas por el cálculo de matrices dentro de las matemáticas de los conjuntos.

Sospechando toda teoría arbitraria, más allá de la calidad de la observancia: Espéculo de los elementos de una serie dada y de todas las posibles combi-naciones resultantes de la aplicación de normativas para relacionar casos; que disminuye la diferencia entre los elementos componentes –azar de por medio– y establece no más que términos y parámetros “últimos”.

Decidimos, para este ensayo y los posibles subsiguientes de igual signo: a) obviar los procesos definidos en la literatura relacionada con dichas combi-natorias matemáticas, y b) obviar de igual modo la teoría del género –dada bajo parámetros académicos similares… de ese signo.

1. Rodolfo Walsh, “Cuento para tahúres”, Cuentos reunidos. Caracas, Fundación Editorial el perro y la rana, 2009. Pp.189-194.

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Ejercitamos respuestas a ciertas preguntas “generadoras”, ubicadas aza-rosamente, desde el cuento leído y en la narrativa criminal corriente al uso: la prensa, la literatura, el cine, aquel y este cuento leído… Las respuestas –soluciones que no son solución– se ubicaron en sus celdas dentro de la ma-triz de acuerdo a cierta letra-vector elegida por cada participante; entre seis (6) posibles: (A, B, C, D, E ó F). Esta cantidad de posibilidades (columnas de la matriz) fue determinada por el número de participantes que acudió al ensayo. Las combinatorias serían siempre, obviamente indeterminadas.

En la exposición del ensayo avistábamos, para la muestra, seis (6) partes o formas del conjunto, de las cuales permanecen en este libro cinco (5). Con un trío (3) de variaciones importantes:

a) Proponíamos la visibilidad constante de lo progresivamente escrito por los participantes, unas veces desconociendo estos la letra-vector de los textos y otras conociendo de antemano la celda-destino de los mismos. Esto intentaba evitar la posible parametrización de la escritura a partir de la respuesta anterior en la misma columna y al mismo tiempo evitar el automatismo (tan de moda aún), forzando la visión continua del proceso en sí. Las respuestas se dieron antes de tomar el cartón con la letra dibujada, para las preguntas impares, y luego de tomarlo, para las preguntas pares (tal como estaba propuesto), Pero al no contar con la hoja gigante que esto supone, los resultados fueron, intuimos, otros.b) La secuencia de esa muestra sufrió también alteraciones con respecto a lo propuesto: Otra lectura del conjunto, dada por el conjunto mismo y no por fórmulas.c) Las diez (10) preguntas que nos hicimos, no necesitaron juntarse a otras dos (2) “preguntas bajo la manga” que traíamos de casa: x1) ¿Quién mató a la víctima?, no hecha por forzar la sujeción del sujeto por quien narra, gesto que, en este ensayo, creemos apega a la teoría y x2) ¿Quién o qué era el occiso?, no hecha por haber sido su respuesta independien-temente expuesta, por lo que la pregunta obligaría al reacomodo de los personajes, sin que haya justicia en ese forzado de barra.

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Declarábamos al principio del ejercicio que quien narra en este ensayo podía ser: criminal, cronista, testigo, víctima, y hasta policía; Pensando en el ángulo múltiple –matricial– del hecho de narra un crimen. Declarábamos jugar –de nuevo– al arte contra su teoría, a exacerbar el ángulo, a la arbitrariedad del ojo, de su posición en el plano, de su cobertura. Declarábamos también que el crimen podía ser un personaje y que no nos interesaba el final, que no buscamos cuentos, sino alguna pequeña novela-parodia libre y a la vez sujeta a sí…

Ensayamos tres (3) combinatorias en este expediente:La 1ra, son textos colectivos escritos simultáneamente; la 2da, muestra con-juntos, también colectivos, re-escritos aleatoriamente; y la 3ra combinatoria, es el reacomodo de las escrituras individuales, da cuenta de miradas aparen-temente ubicuas, pero realmente extraviadas en el atisbo, entre las variables y las coordenadas.Dejamos como apéndice, para el divertimento y las neurosis, la matriz del ensayo.

Ahora: tarde-noche del mismo día 23, no sabemos ni queremos ubicar en la lectura de autos, elemento alguno o combinación de ellos, que nos permi-ta precisar la re-dimensión ajustada al cálculo inferido los días 21 y 22 (lo intuido), sospechamos la certeza próxima: Cualquier lectura que modifique, corrija y/o ajuste la declaración, nos dejaría aún en el tablero, siendo sujetos de la continuidad del proceso, de algo que está ya escrito y re-escrito.

Nos es grato que los muchachos se pusieran pa la cosa, y más aún, que en el camino dejaran de fraguar crímenes concretos (teóricos) y terminaran dejándose escribir poesía contra las leyes.

El 24 de junio les tocó a los participantes hacer el libro, ponerle el piquete… multiplicar el juguete.

A los “candidatos” que el azar ponga para lectores del volumen –más cúbico que cuadrado… Ahí les dejamos el muerto.

J.R.C.

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Se terminó de imprimir en junio de 2010en el Sistema Nacional de Imprentas Mérida - VenezuelaLa edición consta de 300 ejemplaresimpresos en papel Ensocremi 75gr

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DORANGEL GOUVEIA (El Baúl, Edo. Cojedes, 1932)Graduado en ciencias matemáticas, escritor de alucinada ficción poli-cial, también fue detective privado de infidelidades y traiciones. Para ganarse la vida hizo actos de magia itinerante en fiestas de niños.Ricardo Piglia lo recuerda “como una persona que no se sabía si era un asesino que escribía o un escritor que mataba”. Publicó su primer libro

en 1963; una novela de ciencia ficción blanda titulada La cosa, “obra que representa una rareza suma dentro del panorama de la ciencia ficción latinoamericana” (CF Re-view). Trata sobre los OSNIS (Objetos submarinos no identificados) y sus conexiones misteriosas con castores para construir una Nueva York flotante, como una isla sobre los náufragos de Sodoma. Colaboró con Cara de poker; revista sobre quinielas, juegos de envite y azar y prestidigitación. Fue conocido en la escena del cómic underground como el creador de la pieza El vampiro de fuego; ésta narra la historia de un vampiro enano que les lee Heráclito a sus víctimas antes de dejarlas sin sus líquidos, “Una metafísica visceral de la inmortalidad” (Contranorma. Revista de filosofía). A punta de errores ortográficos preconscientes inventa otra lengua, comparada por el filólogo mexicano Jon Juarez de Jesús con la palengua de Xul Solar, por lo incomunicable en su estructura lingüística.

Estos textos inéditos de Dorangel Gouveia, se cree fueron escritos y re-escritos du-rante su periplo, entre manicomios y prisiones (1973 – ¿1985?), por haber desapare-cido con un pase de manos, a una niña que sólo se encuentra en sus sueños. Estos escritos constituyen la justificación de ese crimen no premeditado. La fuente de esta noveleta free-jazz, criminal, esquizofrénica, son unos curiosos papeles hallados en un sobre, luego de que el autor se fugara de la Penitenciaría General “Juan Pablo II” de Mérida, con otros cuarenta reos, en el solsticio de verano de 1984, el día que sus custodios menos lo esperarían. A uno de los prófugos (Jordan Casanueva, natural de Puerto Cabello, destructor de sombreros, hoy occiso) le había confiado sus notas, organizadas en matrices, bajo el nombre de Una balacera abolirá el azar, con un signo distintivo e idéntico en todas las hojas:

Casanueva dejó el manuscrito con una nota que advierte su amenaza a las puertas de alguna imprenta. Al autor se le vio por última vez en aquella fuga. No se sabe nada más de él, tampoco de aquellos testigos. Algunos legos lo suponen vendiendo agudos helados en las sequías occidentales de Venezuela.