Un recuerdo en palabras

Por: Agua de Coco Aca

Entre las prisas y las obligaciones, me sentía abrumado. Necesitaba salir de la rutina, un fin de semana solo, lejos de la realidad. Hice unas llamadas, conté dinero, prepare maletas y pase por mis amigos. Dos amigas y tres amigos que estaban más emocionados que yo. Tomamos la libre, teníamos tiempo y era un excelente momento para ponernos al tanto, sobre las prisas de toda nuestra generación de casarse.

Todos concordábamos en algo, o ellos vivían muy de prisa o nosotros "nos estábamos quedando". Entre risas y platicas serias, leímos un letrero y todos gritamos de la emoción, fue ahí la primera vez que sonreí en toda la semana. De inmediato sentimos el calor y el olor a brisa del mar, todo era hermoso, la gente nos sonreía de vuelta como si supieran que no eramos de por aquí (quien sabe tal vez si era muy evidente). Bajamos las maletas en el hotel, nos habían comentado cual era el antro de moda, así que todos nos subimos a cambiar.

El cuarto en diez minutos era un desastre, la ropa estaba en el piso, el baño estaba empapado, las toallas en los sofás y era algo histórico que las mujeres tardaran menos de una hora en estar listas (casi nos ganaban). A nuestros veintiocho años sentíamos la misma emoción de ir al antro por primera vez.

Llegamos al antro, estaba infestado, por un momento sentí que los años me pesaban en mi cuerpo, al ver niños entre quince y dieciocho años rogando a los cadeneros que los dejaran pasar. En seguida de eso, se nos permitió la entrada, subimos aproximadamente veinte escaleras para pagar la entrada al antro, (lo cual incluía barra libre).

En el momento en que entramos una amiga tomo de mi mano y me llevo directamente a tomar el primer shot de tequila de la noche, no distinguía caras aunque no conocía a nadie, todo se movía muy rápido y la música estaba tan fuerte que mi cuerpo sentía ganas de bailar por si solo.

Nos bajamos a la pista y las mujeres que estaban ahí no nos quitaban la mirada de encima lo cual me hacia sentir "de vuelta". Bailamos hasta que se escucho un sonido estilo camión y todos los que estaban ahí empezaron a gritar y a alzar manos, veía como unos preparaban sus celulares para tomar fotografías y en el fondo solo distinguía antorchas prendidas a fuego intenso que se acercaban a donde estábamos.

Era un sujeto pintado completamente de color plata, con plumas en la cabeza y lasers en las manos. Todo el mundo estaba vuelto loco por lo que estaba pasando, hasta yo mismo, hubo un momento en el que deje que la música se apoderara de mi y desperté en la cama del hotel. 

Parecía haber sido una buena noche cuando observe a las mujeres aun vestidas y maquilladas dormidas en el cuarto vecino. Eran las doce de la tarde y mi cabeza parecía querer explotar, reconocí los síntomas y desperté a todos. Les dije que debíamos comer, todos amanecieron de la misma forma, como si alguien nos hubiera dado una paliza en la cabeza la noche de ayer (pero seguro fue la barra libre)

Nos bañamos de prisa y pusimos ropa de playa, bajamos a toda prisa a buscar hidratantes y comida, me dolía la mandíbula de tanto sonreír hasta que tuve que abrir la boca de la sorpresa cuando me sirvieron lo que había pedido. AGUA DE COCO y unos camarones a la diabla que tuve que soplar hacia dentro por lo picosos que estaban. Disfrutamos el día, nos tomamos fotos con la hermosa vista de la bahía, nos metimos al mar y nos acostamos en las hamacas a platicar hasta que se metiera el sol.

Me encontraba tan feliz, estaba orgulloso de haber tomado un día para visitar ese paraíso, todo me parecía hermoso (sobre todo las mujeres). Y ese pequeño viaje, esa merecida escapada, ese respiro de mi trabajo, ese pretexto para ver a mis amigos, fue el mejor recuerdo que tengo de Acapulco.

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