Onírico: Un Recuerdo Gitano

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Onírico: Un Recuerdo GitanoBellos y valiosos recuerdos que pueden convertirse en un hermoso futuro.

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    RECUERDO GITANO

    Va comiendo los dulces recuerdos,

    tirando moronas al viento

    llevando a cuestas el color caf

    de los aos.

    Un da caluroso contemplaba a distancia el

    camino y debido al calor abrasador o debido

    a la confusin de mi mente me pareci ver a

    lo lejos una imagen refrescante a la

    contemplacin y algo graciosa se apareci

    ante m aquella visin.

    No era una persona comn, normal, era una

    gentil dama con una forma de ver profunda

    y radiante. Cuando estuvo ante m, sus ojos

    parecan distantes anclados al pasado.

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    Mirando atentamente logr ver una

    cristalina tristeza que rod en sus mejillas

    seguida de un lastimero suspiro. Alz su

    vista hacia m y note su suave cabello caer

    sobre su rostro con un ligero entorno gitano.

    Entonces atnito por el espectculo slo

    pude pronunciar palabras sin sonido, ella,

    sin entender mi asombro prosigui su

    camino, mas, ahora con una mirada llena de

    curiosidad al verme debajo de aquel laurel

    en medio del vaco verde del paisaje.

    Envuelto en aquella sombra me entregu a

    pensamientos propios con tanta entrega que

    ca en sueo profundo, pero sent sobre mi

    inerte cuerpo una mirada inquisitiva y

    despert ante tal hecho.

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    Al ir abriendo los ojos con lentitud vi

    nuevamente la visin borrosa sin claridad de

    aquella mujer.

    Aletargado cre que era parte de mi

    imaginacin, un juego que en mi mente me

    confunda. Sin prestar atencin e ignorando

    lo evidente, regres a mis meditaciones con

    los ojos cerrados.

    Pasando un rato, no muy largo, sent la

    misma curiosidad pesando sobre mis

    hombros.

    Tanta fue la insistencia, que fue necesario

    sacudirme el adormecimiento con ms

    agitacin de lo normal.

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    Ah estaba esa mujer, tan preciosa en sus

    labios que no mir hacia otra direccin. Se

    movan con la rapidez de cuando uno habla

    con urgencia, pero como un coro de muchas

    voces mi mente no distingua palabras, slo

    un sonido extrao.

    La extraeza no era en su forma sino en su

    ritmo, pareca que la mujer cantaba, una

    preocupada cancin, se escuchaba el

    temblar de su voz en el aire.

    Para intentar calmarla, la tom de los

    hombros, y yo an en silencio, la mir

    directamente a los ojos.

    Se silenci su voz de repente al ver mi

    serenidad. Aspir profundo la tranquilidad

    que este extrao le transmita.

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    -En aquel pasado...me gustaba...de una

    manera siniestra y silenciosa-dijo, como si

    ntima de m se tratara, pero an, como si

    comprendiera a lo que se refera.

    Llor quedamente, y sent en mis brazos

    cmo aumentaba el peso sobre ellos, al ver

    que se desvaneca sobre m, inerte, sin

    movimiento.

    Horrorizado, sin saber si mora o slo

    dormitaba, la sujete, firme y decidido.

    Entonces en mi mente se cruz un

    pensamiento, me vea a m mismo, s, era yo

    mismo, tan loco o infantil como yo mismo

    poda serlo.

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    En un camino sin destino, con una dama sin

    nombre, con lgrimas sin razones, y con un

    el pueril sentimiento de soarme literato.

    Escritor, cuando me lo repito a m, no

    suena tan magistral como cuando lo

    pronunciaste alegre en aquel paraje, verde y

    gris.

    Mas no entiendo por qu tu imagen viene a

    m, gitana y serena, y me doy cuenta que

    duele el cuello por sostener la cabeza tanto

    tiempo en un falso gesto de dignidad.

    La dama se despert, llorando mirndome

    directamente a los ojos, me suplicaba que

    rompiera el espejo del pasado, eran muchos

    los lirios de incertidumbre que florecan para

    nosotros.

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    Pero con ella frente a m, disfrutaba su bello

    color de ardua confusin, con pedazos de

    irona, y an tan cerca de ella, tena el

    pensamiento presente de conservarla a mi

    lado.

    En la tarde, tan parda y tan tibia, se hunda

    en m, mi recuerdo y su futuro, con ese elixir

    de misteriosa belleza se embotaba, a cada

    palpitar toda nocin de distancia y tiempo.

    Y no recuerdo con detalle su fisonoma, mas

    est an en mis manos el recuerdo de su

    presencia sostenindola, sus pequeos

    hombros, tan frgiles y seductores.

    Tan ma en ese preciso instante, tan ajena

    por no conocerla, ni saber su nombre.

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    Tan negro su cabello, que me perda en su

    oscuridad, no saba qu hacer, era imposible

    hablar para m, como notas de cristal, sus

    sollozos de rompan en mi corazn, dola

    escucharla, pero me daba placer verla.

    Sin tener conciencia de lo que haca, mis

    brazos se cansaban rpidamente, y despacio

    fueron cediendo espacio entre los dos, hasta

    que lleg a m, y una imperiosa fuerza me

    motiv a abrazarla.

    Tal vez ella tampoco saba lo que haca yo, o

    tal vez era lo que esperaba, pues enseguida

    sent como su entero ser, se llenaba del

    remanso y consuelo que le brindaba este

    desconocido.

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    Dej por un momento de llorar, y ahora era

    yo el que senta una profunda tristeza, por ti

    tal vez o por m, porque crea que te quera

    o incluso amaba, mas, rodeada de toda su

    presencia, record a otra ella.

    Haba sido compaera de juegos e infancia,

    haca tantos aos de aquellos sucesos, que

    ya la haba olvidado, pero el espesor de esa

    mirada presente, traa a mi memoria a la

    nia, que alguna vez me quiso, yo sin

    saberlo.

    An guardaba la nota que, ya de joven, me

    entreg llorando cuando le dije la trgica

    noticia de mi partida, con letras precisas y

    claras, escribi:

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    Ir a buscarte como siempre...... aunque

    no te encuentre aun cuando est segura...

    de que ya te has marchado...

    hasta el punto de no retorno......

    Y sent pesar por ella, por que am toda una

    vida a quien no se mereca, a quien no

    conoca amor a nadie, navegando sin dejar

    huella ni recuerdo en nadie, ni en ti, pues te

    marchaste sin remordimiento alguno.

    Mas no me dolas t, era ella, la del pasado y

    la del presente como si de una sola persona

    se tratara, convocaron en m un sentir y

    vuelco de emociones, tal vez un poco de

    amor, o tal vez cario.

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    -Es Onrico- dijo ella, trayndome de mis

    ensoaciones-

    porque Sueo que duermo en tus brazos,

    tus brazos duermen de cansancio, cansancio

    de tantos sueos...

    sueos que imaginan abrazos, abrazos que

    despiertan un sueo,

    el sueo en que duermo en tus brazos

    -lo dijo con ojos llenos de una tierna

    sonrisa.

    Atnito, me qued, al reconocer su apacible

    voz, sent calma y un poco de aturdimiento,

    y mi nimo se agit, de un modo precioso y

    brillante.

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    Esa dama era ella...y mi corazn sonro.