Un paraíso llamado Fraser Island

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TODAS UNIDAS CONTRA EL CÁNCER DE MAMA UNA PUBLICACIÓN DE 155 $65.00 $5.00 USD MENSUAL DIMSA CEO MUNDIAL DE AVON Sheri McCoy

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Revista Mujer Ejecutiva, octubre 2013. Por Jonás Alpízar. Fotografías: Andrea Iñurria. Editora: Arlenne Muñoz. Diseño Gráfico: Ixchel Ocampo.

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TODAS UNIDAS CONTRA EL CÁNCER DE MAMA

UNA PUBLICACIóN DE 155$65.00$5.00 USDMENSUAL

DIMSA

CEO MUNDIAL DE AVONSheri McCoy

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Jonás Alpízar / Fotos Andrea Iñurria

Estoy en el paraíso, o eso es lo que todos mis sentidos me hacen creer. El sonido de las olas rompiendo en las piedras aquí suena distinto. La brisa que el viento trae desde el océano huele distinto, se siente distinto.

Siempre que veo El Náufrago (Robert Zemeckis, 2000) me asalta la misma pregunta. No importa en qué momento de mi vida esté, siempre es la misma, ¿por qué Tom Hanks se ve tan desesperado por abandonar la isla desierta donde

cayó y volver a su vida cotidiana? Es decir, tiene salud, no solo adelgazó, sino hasta reafirmó sus músculos; tiene pescados que comer, una cueva, a Wilson y fuego, pero lo más importante: se des-pierta todos los días ante una visión paradisíaca, casi como la que mis ojos se esfuerzan por abarcar en este momento. El Náufrago se filmó en una isla perdida en Fiji, no en Fraser Island, Australia, donde estoy ahora, pero esto es irrelevante.

Llegar hasta este lugar fue una aventura por sí misma. No fue tanto el increíblemente largo trayecto desde México hasta Brisbane, situada en Queensland, casi en la frontera con New South Wales, y de ahí, a cuatro horas en coche, a Fraser Island, más bien fue el cambio tan drástico de paisaje, de clima y, como consecuencia, de estado de ánimo.

Situada debajo de la Gran Barrera de Arrecife de Australia, Fraser Island es la isla de arena más grande del mundo, ya que cubre una extensión de 123 kilómetros y fue llamada así en honor al Ca-pitán James Fraser, quien junto con su esposa naufragó en aguas cercanas. Los primeros habitantes de esta isla, la tribu Butchulla, la llamaban K´gari, que significa paraíso. Cuando los colonizadores europeos vieron que la madera proveniente de la isla resultaba ser muy valiosa se dedicaron a talarla. Hasta hoy el daño no se ha podido reparar, y los pocos descendientes de los Butchulla, así como las demás tribus aborígenes locales, han sido reubicados en zonas alejadas de las grandes ciudades.

Del trayecto en coche desde Brisbane, siguió un corto viaje en ferry hacia la isla. El caluroso clima que predomina en esta región es mitigado por la fresca brisa que el mar provee. Aun así, autoridades y guías sugieren el uso de gorros o sombreros, pues el rayo directo del sol puede quemar la piel en pocos minutos. Aunque reine un ambiente hippie-ecológico, la isla cuenta con

destinos

Situada en el suroeste australiano, esta playa es uno de los pocos rincones del mundo donde todavía te puedes sentir como un náufrago, perdido en un lugar del cual nunca querrías ser rescatado

La estructura ocre y oxidada deL ss Maheno contrasta con eL azuL

deL cieLo y eL turquesa de Las aguas cercanas a La costa de La isLa.

eL ss Maheno, ahora convertido en atrac-ción turística, era un barco neozeLandés

que recorría eL Mar de tasMania.

Los grandes árboLes rodeados de raMas trepadoras abundan en La seLva tropicaL

en eL centro de Fraser isLand.

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Un paraísoFraser

Islandvarios complejos hoteleros que ofrecen todas las comodidades, alguno de ellos inclusive de forma lujosa.

Se llamaba DingoLo que antes debió haber sido muy común, hoy es una visión inusual. Los pocos dingos que se aventuran a salir a las zonas habitadas, lo hacen muy cautelosamente y es casi imposible acercar-se a ellos. Mejor, porque esta especie en peligro de extinción tiene fama de ser muy agresiva. En el último censo registrado, se tenían contados 150 dingos en la isla. He leído que en Australia, en tono de chiste, hasta los apacibles koalas pueden resultar peligrosos. Será mejor no comprobarlo.

Hay pocas cosas que se deben traer a un viaje así: primero, como ya se mencionó, un sombrero; se-gundo, una buena caña de pescar. La larga costa de Fraser Island es mundialmente conocida tanto por la variedad de peces que se pueden atrapar, como por el avistamiento de grandes ballenas, quienes pasan el verano aquí, lejos del congelado ártico.

Como canta Tom Morgan, compositor aus-traliano, en The outdoor type “mentí cuando dije que era un tipo aventurero”. Y no lo soy, pero ya estando aquí, los paisajes y la natura-

leza logran que uno cambie. De repente resulta agradable pasar la noche en la intemperie, fren-te a una fogata. La idea de rentar una camioneta 4X4 y acampar en la playa resulta atrayente.

Muchas otras precauciones deben ser con-sideradas antes de embarcarse en el ferry que nos traerá a la isla. Aquí las bebidas en general, y las alcohólicas en particular, son mucho más caras que en tierra firme. A medio día, cuando no se encuentra refugio contra el sol, las cerve-zas frías puedes resultar el mejor antídoto.

Los viajes son siempre demasiado cortos, y no bien uno comienza a sentirse en casa, cuan-do ya se debe emprender el regreso. Mi última noche la paso frente al esqueleto oxidado del SS Maheno, el famoso barco encallado que se puede encontrar en gran parte de las postales de Fraser Island. Vaya fortuna que tuvo este barco al haberse convertido en un eterno residente de estas playas. Vacío la botella de cerveza Carbine Stout sin desperdiciar una gota. Imagino que me encuentro varado en esta isla y que escribo un mensaje. No buscaría ayuda, mucho menos que me rescaten, pero escribiría algo que seguramen-te comenzaría así: “estoy en el paraíso, o eso es lo que todos mis sentidos me hacen creer…”

llamado