Un Matrimonio Desconocido de Ana Bolena

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UN MATRIMONIO DESCONOCIDO DE ANA BOLENA – MIGUEL ADOLFO VEGA CÁRDENAS De las reuniones sociales a las que asisto, las más agradables son las realizadas con ocasión de los concursos de caballos peruanos de paso en el fundo Palo Marino de Trujillo. Allí, entre la brisa marina y el suave murmullo de los cañaverales del Cortijo, siempre he encontrado a antiguos compañeros de colegio y universidad con quienes es muy grato hablar de pisos y de aires, de suavidad y arrogancia y de docilidad y nobleza de los ejemplares equinos concursantes, además de compartir buena comida y mejor bebida dentro de un bello ambiente campestre. Pero indudablemente las conversaciones a todo sol y a todo viento con antiguos amigos de aula resultan de las más agradables, sobre todo cuando se trata de recordar viejos tiempos guardados en la memoria casi como una religión. El ayer tiene su encanto y hay que rendirle merecido culto y respeto. Siempre o casi siempre me encuentro allí con José Luís Holguín del Río, hombre de campo, gran conocedor y aficionado de nuestro caballo peruano de paso, mozo cunda y de todo juego en sus años juveniles. José Luis es muy conversador y tiene muy buena memoria: Oye Vega te acuerdas lo de Ana Bolena, me dijo una vez, y vino a mi memoria un bochornoso incidente vivido durante una clase de Religión dictada por el pulcro hermano Maya. Los involucrados: Holguín, Vega, Velásquez, Valle y Vera; dos culpables, un inocente y dos discretos testigos de primera mano, respectivamente. El perfumado hermano Maya ponía mucha pasión en los egregios personajes religiosos cuyas biografías ejemplares nos relataba en clase, como ejemplo a tenerse en cuenta. Estoy seguro que estaba dispuesto abatirse a duelo de caballeros con quién se atreviera maltratar el honor de sus santos predilectos. Recuerdo claramente que en una de sus clases se ocupaba de uno de los Papas más santo y sabio de la historia de nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, cuyo nombre, como se comprenderá y sospechará, no recuerdo ni falta que hace para este caso.

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UN MATRIMONIO DESCONOCIDO DE ANA BOLENA – MIGUEL ADOLFO VEGA CÁRDENAS

De las reuniones sociales a las que asisto, las más agradables son las realizadas con ocasión de los concursos de caballos peruanos de paso en el fundo Palo Marino de Trujillo. Allí, entre la brisa marina y el suave murmullo de los cañaverales del Cortijo, siempre he encontrado a antiguos compañeros de colegio y universidad con quienes es muy grato hablar de pisos y de aires, de suavidad y arrogancia y de docilidad y nobleza de los ejemplares equinos concursantes, además de compartir buena comida y mejor bebida dentro de un bello ambiente campestre.

Pero indudablemente las conversaciones a todo sol y a todo viento con antiguos amigos de aula resultan de las más agradables, sobre todo cuando se trata de recordar viejos tiempos guardados en la memoria casi como una religión. El ayer tiene su encanto y hay que rendirle merecido culto y respeto.

Siempre o casi siempre me encuentro allí con José Luís Holguín del Río, hombre de campo, gran conocedor y aficionado de nuestro caballo peruano de paso, mozo cunda y de todo juego en sus años juveniles. José Luis es muy conversador y tiene muy buena memoria: Oye Vega te acuerdas lo de Ana Bolena, me dijo una vez, y vino a mi memoria un bochornoso incidente vivido durante una clase de Religión dictada por el pulcro hermano Maya. Los involucrados: Holguín, Vega, Velásquez, Valle y Vera; dos culpables, un inocente y dos discretos testigos de primera mano, respectivamente.

El perfumado hermano Maya ponía mucha pasión en los egregios personajes religiosos cuyas biografías ejemplares nos relataba en clase, como ejemplo a tenerse en cuenta. Estoy seguro que estaba dispuesto abatirse a duelo de caballeros con quién se atreviera maltratar el honor de sus santos predilectos.

Recuerdo claramente que en una de sus clases se ocupaba de uno de los Papas más santo y sabio de la historia de nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, cuyo nombre, como se comprenderá y sospechará, no recuerdo ni falta que hace para este caso.

El hecho es que Holguín debió estar conversando con su compañero de carpeta o tal vez completamente desatento al tema y el hermano Maya lo notó e indignado quiso sorprenderlo. Holguín que sabe del Papa que estamos tratando, peguntó el hermano. Holguín se puso de pié, se quedó en la luna y para mí que recién se enteraba que se estaba tratando sobre la ejemplar vida de un santo varón: Se casó con Ana Bolena….. fue su respuesta.

Lo dicho por José Luis fue suficiente para que el hermano entrara en trance de incontrolable ira y vehemente indignación. Un Papa de la talla del que se estaba tratando, casado con Ana Bolena, era demasiado para él. No lo pudo resistir. Yo entre en pánico, me quedé mudo al notar que estaba claro que el hermano había oído que alguien de mi entorno le había soplado a Holguín con mala intención, pero como siempre aquí en la tierra justos pagan por pecadores, el hermano culpó directamente a Velásquez, quien por estar desatento no comprendió el porqué fue echado tan injustamente del salón. Todo sucedió muy rápido, en forma sorpresiva y violenta. El hermano Maya estaba seguro de lo que hacía, en ese momento nadie lo hubiera podido convencer de lo contrario.

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Lo curioso es que José Luis hasta ese día de nuestro encuentro en la Asociación de Criadores y Propietarios de Caballos Peruanos de Paso de La Libertad, estaba seguro que quién le había gastado tan infeliz broma era Velásquez y se quedó muy sorprendido cuando le confesé que yo había sido quien le había soplado lo de la célebre Reina inglesa Ana Bolena, de tan escandaloso y trágico fin. Para ello tengo testigos que también pasaron buen susto temiendo ser culpados por el hermano Maya. A mi lado Valle y a mi tras Vera me escucharon claramente.

El haber confesado una culpa después de tanto tiempo da tranquilidad a mi alma que ya va siendo tiempo de ponerla en carrera de salvación.

No creo que sea oportuno ni mucho menos necesario o elegante, después de más de medio siglo, pedir públicas disculpas a mis queridos compañeros Holguín y Velásquez por haberlos involucrado en una palomillada colegial la cual hoy tal vez les cause mucha gracia; y a mis amigos Valle y Vera por el incomodo momento que pasaron. Ninguno de ellos jamás me hubiera denunciado, ni aún bajo tortura. Estoy seguro.

Pero a quién debí pedir perdón es al hermano Pedro Maya, nuestro exquisito profesor de religión que con tanta convicción nos daba lecciones de moral y profundo respeto a nuestra Santa Iglesia Católica.

No se puede dejar de sentir nostalgia cuando se recuerda a un verdadero amigo como lo fue, para mí y para todos, Jorge Rosendo Vera Pérez. En el oído todavía tengo el timbre de su inconfundible voz ya apagada para siempre, cuando conversaba en forma muy apresurada con Lucho Velásquez, quién también gastaba el mismo ritmo y estilo, dando la impresión de que alguien había encendido una manilla de cohetecillos chinos cuando animadamente los dos charlaban.

Terminar poniéndose triste es el riesgo que asiste a todo el que hurga en los recuerdos más queridos de la vida.