Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

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1 Un desarrollo materialista de algunas contribuciones recientes a la teoría del trabajo del valor 1 Andrew Brown Resumen: El artículo ofrece una interpretación y afirmación novedosas de los argumentos iniciales de El Capital, respondiendo a la cuestión fundamental, pero descuidada, de por qué el trabajo es la sustancia del valor. Los argumentos de Marx requieren que se entrelacen dos hilos filosóficos, a menudo separados en la literatura sobre el valor. El argumento de que el valor es el "contenido" intrínseco que hace que las mercancías sean intercambiables emplea el hilo del realismo. El argumento de que el trabajo abstracto es la "sustancia social" emergente del valor emplea el hilo de la dialéctica. Esta interpretación desarrolla la filosofía materialista y dialéctica de E.V. Ilyenkov y profundiza en el enfoque de la teoría del valor iniciado por Ben Fine. 1. Introducción Laibman identifica lo que denomina un "silencio sintomático" del discurso marxista respecto a una pregunta "básica" y "urgente": "¿Por qué el trabajo es la fuente y la sustancia del valor?". (Laibman, 1999, pp. 71-2). Tal vez el ejemplo más claro de ese "silencio" sea el descuido general de los argumentos iniciales de El Capital, donde se introduce realmente la "sustancia del valor". Ha habido muchas objeciones a los argumentos iniciales de Marx -desde Böhm-Bawerk (1984) hasta el presente- y el clima intelectual ha cambiado drásticamente desde la época en que Marx escribió, cuando la teoría valor- trabajo era todavía bien conocida, pero ha habido muy pocos intentos de proceder cuidadosamente a través de cada etapa del argumento de Marx, buscando explicar, ampliar y justificar su introducción y desarrollo inicial del 1 Brown, A. (2008). A materialist development of some recent contributions to the labour theory of value. Cambridge Journal of Economics, 32(1), 125-146. Traducido al español por Iván Salazar.

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Un desarrollo materialista de algunas

contribuciones recientes a la teoría del

trabajo del valor1

Andrew Brown

Resumen: El artículo ofrece una interpretación y afirmación novedosas de los

argumentos iniciales de El Capital, respondiendo a la cuestión fundamental, pero

descuidada, de por qué el trabajo es la sustancia del valor. Los argumentos de Marx

requieren que se entrelacen dos hilos filosóficos, a menudo separados en la

literatura sobre el valor. El argumento de que el valor es el "contenido" intrínseco

que hace que las mercancías sean intercambiables emplea el hilo del realismo. El

argumento de que el trabajo abstracto es la "sustancia social" emergente del valor

emplea el hilo de la dialéctica. Esta interpretación desarrolla la filosofía materialista

y dialéctica de E.V. Ilyenkov y profundiza en el enfoque de la teoría del valor

iniciado por Ben Fine.

1. Introducción

Laibman identifica lo que denomina un "silencio sintomático" del discurso

marxista respecto a una pregunta "básica" y "urgente": "¿Por qué el trabajo

es la fuente y la sustancia del valor?". (Laibman, 1999, pp. 71-2). Tal vez el

ejemplo más claro de ese "silencio" sea el descuido general de los argumentos

iniciales de El Capital, donde se introduce realmente la "sustancia del valor".

Ha habido muchas objeciones a los argumentos iniciales de Marx -desde

Böhm-Bawerk (1984) hasta el presente- y el clima intelectual ha cambiado

drásticamente desde la época en que Marx escribió, cuando la teoría valor-

trabajo era todavía bien conocida, pero ha habido muy pocos intentos de

proceder cuidadosamente a través de cada etapa del argumento de Marx,

buscando explicar, ampliar y justificar su introducción y desarrollo inicial del

1 Brown, A. (2008). A materialist development of some recent contributions to the labour theory of value. Cambridge Journal of Economics, 32(1), 125-146. Traducido al español por Iván Salazar.

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'valor' (Arthur, 2002, pp. 92-3). Dos excepciones recientes a este descuido

general sirven para indicar los problemas que este descuido ha creado.

Kliman (2000) y Moseley (2005) se preocupan directamente por interpretar

los argumentos iniciales de Marx, pero no los justifican positivamente.

Kliman argumenta, en efecto, que es necesario corregir las interpretaciones

erróneas, a menudo someras, de los argumentos de apertura de Marx que se

encuentran en la literatura, antes de una justificación más estridente de estos

argumentos. Moseley se preocupa por refutar las "reconstrucciones" teóricas

de la teoría de Marx sobre la "forma del valor", que generalmente restan

importancia a los argumentos iniciales de Marx y, en algunos casos,

prescinden por completo del trabajo abstracto como sustancia del valor.

El objetivo de este trabajo es explicar y justificar los argumentos iniciales de

El Capital de Marx, respondiendo así a la "urgente" pregunta sobre el origen

y la sustancia del valor que plantea Laibman (demostrando así que no es

"incontestable", contra Mohun, 2002, p. 204). Para ello, se entrelazarán dos

hilos filosóficos. El primer hilo es el del realismo. El argumento de Marx de

que la intercambiabilidad se posee en virtud del valor intrínseco de la

mercancía desarrolla el principio realista general de que los poderes se poseen

en virtud de estructuras o naturalezas intrínsecas. El segundo hilo conductor

es el de la dialéctica. Marx desarrolla dialécticamente el concepto inicial de

valor a través de la identificación del valor como un "congealment"2 de la

sustancia emergente y "puramente social" del trabajo abstracto. Según este

hilo, los argumentos iniciales de Marx no son, como parece sugerir Mohun,

meras "afirmaciones" (ibíd.). Por el contrario, los argumentos de Marx se

desarrollan según las relaciones internas del objeto de estudio. Ninguno de

estos dos hilos es nuevo en la literatura sobre la teoría del valor. El hilo realista

es desarrollado más claramente por el "realismo crítico" (Ehrbar, 2002;

Engelskirchen, de próxima aparición; Fleetwood, 2002). El de la dialéctica se

desarrolla con mayor claridad en la "dialéctica sistemática" (Arthur, 2002;

Reuten y Williams, 1989; Smith, 1990). Pero estos dos hilos no se han

entretejido previamente de la manera en que se hace en este trabajo; de hecho,

su relación es discutida (Brown, Fleetwood y Roberts, 2002). En

2 Congelación/congestión/coagulación. Nota del traductor.

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consecuencia, una explicación y una justificación claras de los argumentos

iniciales de El Capital han seguido siendo esquivas.

En otros lugares se ha argumentado que la filosofía materialista y dialéctica

de Ilyenkov (1977, 1982) incorpora ideas clave tanto del realismo crítico

como de la dialéctica sistemática (Brown, 2002A, 2002B; Brown, Fleetwood

y Roberts, 2002). Al basarse en la dialéctica materialista de Ilyenkov, este

documento se dará cuenta del potencial de las ideas clave del realismo y de la

dialéctica para la teoría del valor.3 La nueva explicación y justificación del

trabajo como sustancia del valor tiene el potencial de extenderse en muchas

direcciones diferentes. Una de las direcciones que sugiere este documento es

la de una "profundización" del enfoque de la teoría del valor de Marx iniciado

por Ben Fine (por ejemplo, Fine, Lapavitsas y Saad-Filho, 2004; Fine y Saad-

Filho, 2004; Saad-Filho, 2002). Como tal, el documento puede ayudar a

clarificar y potencialmente refinar significativamente la riqueza de las

contribuciones concretas basadas en el enfoque de Fine, enfatizando la

vitalidad contemporánea de la teoría del valor-trabajo de Marx.4 El

documento está estructurado de la siguiente manera. Los argumentos iniciales

de Marx en El Capital, Vol. 1, capítulo 1, se considerarán sucesivamente: la

elección de la mercancía como punto de partida (sección 2); el argumento de

que el valor se expresa mediante el valor de cambio (sección 3); la

identificación del trabajo como constituyente del valor (sección 4); la

3 La profunda contribución del filósofo ruso E. V. Ilyenkov (1977, 1982) a la filosofía marxista, denominada "dialéctica materialista", desarrolla el concepto fundacional de "trabajo" como parte de una solución original al problema de la relación entre el pensamiento y el ser (Jones, 1998). Ilyenkov desarrolla el concepto a través del compromiso con la teoría del valor de Marx. Bakhurst (1991) ofrece una introducción general; Oittinen (2000) y el simposio sobre Ilyenkov en Studies in East European Thought (2005), vol. 57, nºs 3 y 4, son útiles. Pilling (1980, pp. 198-9), Mavroudeas (1990) y Saad-Filho (2002) detallan la importancia de la dialéctica materialista para la teoría del valor. El impacto de Ilyenkov en el pensamiento occidental se ha extendido recientemente más allá de la teoría del valor. Su énfasis en la importancia social de la actividad laboral le convierte en una inspiración cada vez más destacada para la "teoría de la actividad cultural e histórica", una teoría que florece en disciplinas como los estudios de comunicación y la psicología social (Engeström, 1987; Engeström, Miettienen y Punamaeki, 1999; Jones, 2000). Este artículo se basa en la interpretación de Ilyenkov en Brown (2002A, 2002B), una interpretación que coincide ampliamente con la de Jones (1998). 4 Aunque Marx nunca utiliza la expresión "teoría del valor-trabajo", tiene una larga historia dentro de la literatura (Fleetwood, 2002, p. 83) y es, según el argumento que se expone a continuación, apropiada.

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calificación de que se trata de un trabajo "abstracto", "puramente social" y

"congealed" (sección 5); y el necesario desarrollo de la "forma de valor"

(sección 6) se pondrán de manifiesto y se afirmarán, recurriendo a los hilos

filosóficos mencionados. La última sección concluirá.

2. El punto de partida del El Capital de Marx

El punto de partida de Marx en El Capital es la mercancía como forma

elemental de la riqueza capitalista:

La riqueza de las sociedades en las que prevalece el modo de

producción capitalista aparece como "una inmensa acumulación de

mercancías"; la mercancía individual aparece como su forma elemental.

Nuestra investigación comienza, pues, con el análisis de la mercancía.

(Marx, 1976, p. 125)

Algunas características metodológicas del punto de partida de Marx pueden

expresarse en términos de realismo crítico. El punto de partida típicamente

recomendado por el realismo crítico tiene dos aspectos, uno de contraste y

otro de regularidad espontánea (Lawson, 2003, pp. 79-109). Ambos aspectos

se ejemplifican en el punto de partida de Marx. Marx comienza observando

un punto de contraste entre la sociedad capitalista y otras sociedades. Dentro

del modo de producción capitalista, en contraste con todos los demás modos,

los productos están disponibles predominantemente (y de forma regular) en

el mercado como mercancías. Partiendo de este punto de contraste inicial,

Marx pretende en El Capital desvelar el contraste esencial entre el capitalismo

y otras formas sociales.

El punto de partida de Marx de la mercancía tiene una dimensión adicional

a la del contraste, una dimensión que va más allá del realismo crítico y

requiere la consideración de la dialéctica. Según el Prefacio de El Capital de

Marx, la mercancía es la "forma celular" de la economía capitalista, haciendo

así que la economía capitalista sea análoga a un organismo (Marx, 1976, p.

90). Los argumentos iniciales de Marx en El Capital comienzan con un análisis

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que descubre el "contenido" interno de la mercancía, un contenido que es

análogo a la estructura interna de la célula. Marx sigue trazando el "desarrollo"

de la mercancía implícito en su contenido. El descubrimiento científico

moderno del genoma hace más preciso que la ciencia de la época de Marx el

papel de la estructura interna de la célula en el desarrollo orgánico, con lo

que, según el argumento que se expone a continuación, la analogía célula-

forma es aún más pertinente. La dialéctica "sistemática" y "materialista"

ofrece la siguiente elaboración del significado de esta analogía, en particular

de la noción clave de que el desarrollo está implícito en el contenido interno

de la mercancía.

La estructura interna de la célula de un organismo desarrollado contiene

aspectos, como el genoma, presentes en la fase embrionaria del organismo.

Análogamente, el contenido interno de la mercancía contiene aspectos

presentes en los inicios históricos del capitalismo. Por lo tanto, en un aspecto,

la noción de que el desarrollo está "implícito" en el contenido interno de la

mercancía es análoga a la noción de que el desarrollo de un organismo está

"implícito" en el embrión. El desarrollo "implícito" de la mercancía está, en

este sentido, relacionado con el desarrollo histórico real del capitalismo.

Además de esta vertiente histórica, hay otra vertiente sistémica en la noción

de desarrollo "implícito". La mercancía con la que comienza Marx es el

elemento más simple de la autorreproducción y el autodesarrollo del

capitalismo. En consecuencia, rastrear el desarrollo "implícito" en el

contenido interno de la mercancía es un proceso de comprensión de las

interrelaciones del sistema económico contemporáneo (es decir, de la

mercancía, el valor, el dinero, el capital y sus desarrollos posteriores). Es un

proceso que ordena, en el pensamiento, las estructuras sociales definitorias

del capitalismo en términos de sus relaciones sistémicas, su funcionamiento

para constituir un todo que se autorreproduce y se desarrolla. Estas dos

vertientes del método, la histórica y la sistémica, o la diacrónica y la

sincrónica, han provocado tensiones y debates en la literatura filosófica y

metodológica. La dialéctica "sistemática", como su nombre indica, hace

hincapié en el aspecto sistémico del método de Marx, mientras que la

dialéctica "materialista" sintetiza el sistema y la historia (véase el debate entre

Smith, 2000, y Fine, Lapavitsas y Milonakis, 2000).

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No es el propósito de este trabajo revisar los matices de ese debate

metodológico abstracto. Sólo el éxito y la persuasión de los argumentos

teóricos de Marx pueden justificar en última instancia el método y el punto

de partida elegido. Para el argumento de este trabajo basta con subrayar que

la analogía de la forma celular expresa la dimensión sistémica e histórica que

unifica los innumerables aspectos del capitalismo. Brown, Slater y Spencer

(2002) sostienen que un enfoque inspirado en el realismo crítico corre el

riesgo de no comprender adecuadamente el capitalismo como un todo que

se reproduce y desarrolla por sí mismo, ya que el realismo crítico tiende a

descuidar una dimensión unificadora y, por ejemplo, no se ha ocupado de las

cuestiones antes mencionadas que plantea la analogía célula-forma. También

se ha argumentado en otros lugares que el "realismo crítico dialéctico" de

Bhaskar (1993) cristaliza el descuido de una dimensión unificadora en una

"dialéctica" que privilegia la diferencia sobre la unidad (Brown, 1999, 2002B;

Roberts, 2001). Sin embargo, una vez que se reconoce una dimensión

unificadora recurriendo a la dialéctica, entonces los recientes desarrollos

dentro del método realista crítico pueden ser efectivamente empleados para

afirmar las etapas iniciales del argumento de Marx, como se mostrará a

continuación.

3. La existencia de la “tercera cosa”

El análisis inicial de Marx revela, de conformidad con la economía política

clásica, que la mercancía tiene dos elementos o lados básicos: valor de uso y

valor de cambio. El valor de uso es una característica del producto en todas

las sociedades (Marx, 1976, pp. 125-6). Como tal, no puede conducir la

investigación hacia el contenido interno de la forma celular específica del

capitalismo. En consecuencia, Marx se centra en el valor de cambio de la

mercancía. En primer lugar, Marx considera el valor de cambio de un tipo de

mercancía en términos de otro tipo, tomado al azar. Observa que, en general,

la relación de cambio de dos tipos de mercancías cualesquiera cambia

continuamente con el tiempo y el lugar. Dado que las dos mercancías no

parecen cambiar por sí mismas, las circunstancias externas, como los

caprichos y las circunstancias contingentes de los propietarios individuales de

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las mercancías, parecen ser suficientes para explicar la variación de su valor

de cambio. Como dice Marx:

El valor de cambio aparece en primer lugar como la relación

cuantitativa, la proporción, en la que los valores de uso de una clase se

intercambian por valores de uso de otra clase. Esta relación cambia

constantemente con el tiempo y el lugar. Por lo tanto, el valor de

cambio aparece como algo accidental y puramente relativo, y en

consecuencia un valor intrínseco, es decir, un valor de cambio que está

inseparablemente conectado con la mercancía, inherente a ella, parece

una contradicción en los términos. (Marx, 1976, p. 126)

Estas son exactamente las consideraciones que han llevado a muchos

autores, desde Samuel Bailey hasta Joseph Schumpeter (véase Furner, 2004 y

Kliman, 2000), a concluir que no tiene por qué haber ninguna tercera cosa,

ningún contenido interno, intrínseco a la mercancía y que conecte

inseparablemente la mercancía con un valor de cambio. Sin embargo, esta

conclusión contradice el análisis inicial según el cual el valor de cambio es un

aspecto intrínseco de la mercancía. En vista de la aparente contradicción,

Marx resuelve "considerar el asunto más de cerca" (ibíd., p. 126).

Marx pasa a considerar la relación de intercambio no sólo de dos tipos de

mercancías, sino de todo tipo en la economía:

Una mercancía determinada, un cuarto de trigo, por ejemplo, se

intercambia por x bota-polaca, y seda o z oro, etc. En definitiva, se

intercambia por otras mercancías en las más diversas proporciones.

Por lo tanto, el trigo tiene muchos valores de cambio en lugar de uno.

Pero x betún, y seda o z oro, etc., representan cada uno el valor de

cambio de un cuarto de trigo. Por tanto, x betún, y seda, z oro, etc.,

deben ser, como valores de cambio, mutuamente sustituibles o de

idéntica magnitud. De esto se deduce, en primer lugar, que los valores

de cambio válidos de una mercancía concreta expresan algo igual, y en

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segundo lugar, que el valor de cambio no puede ser otra cosa que el

modo de expresión, la "forma de apariencia", de un contenido

distinguible de ella. (Marx, 1976, p. 127)

Las dos conclusiones de Marx, que (i) los valores de cambio expresan algo

igual y (ii) el valor de cambio es la forma de apariencia de un contenido

distinguible de él, se explicarán y afirmarán a continuación, basándose en el

realismo crítico y la dialéctica materialista.

3.1 Los valores de cambio expresan algo igual

Para ampliar el argumento inicial de Marx sobre dos mercancías

cualesquiera, consideremos la relación de intercambio entre tres tipos de

mercancías cualesquiera. Al igual que en el caso de dos mercancías, hay, en

general, un cambio continuo de las proporciones de intercambio de

cualesquiera tres tipos de mercancías con el tiempo y el lugar. Por lo tanto,

cualquier patrón de proporciones de intercambio es, cuando se consideran

sólo tres tipos de mercancías, como cuando se consideran sólo dos tipos,

racionalmente atribuible a las circunstancias externas, no a algún supuesto

"valor intrínseco" de las mercancías. Sin embargo, consideremos ahora, con

Marx, todos los tipos de mercancías en todo el sistema económico. Sobre la

base de la consideración de sólo dos o tres tipos de mercancías, hay una clara

expectativa en cuanto a lo que se observará: las mercancías en todo el sistema

deben, en su conjunto, mostrar un conjunto de proporciones de intercambio

que cambian continuamente y al azar con el tiempo y el lugar. Esta

expectativa se basa en la apariencia, dentro del caso de dos o tres mercancías,

de que la relación de intercambio se debe enteramente a contingencias que

son externas a la naturaleza de los diferentes tipos de mercancías. Por

supuesto, cualquiera que observe un gran número de mercancías, y tenga tal

expectativa, se sorprenderá mucho.

De hecho, a través del flujo anárquico de los precios diarios del mercado

surge un patrón claro una vez que se adopta una perspectiva de todo el

sistema. Aunque, por supuesto, están sujetas a cambios, las relaciones de

intercambio medias de los numerosos tipos de mercancías en el conjunto del

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sistema económico son estables a lo largo del tiempo en relación con el flujo

puramente aleatorio esperado. La expectativa de una completa aleatoriedad,

basada en la consideración de sólo dos o tres tipos de mercancías, se

demuestra falsa. Ya no es plausible atribuir los valores de cambio únicamente

a circunstancias externas, como los caprichos de los propietarios de las

mercancías, porque las posibilidades de que tales contingencias externas

conduzcan al patrón observado en todo el sistema son insignificantes. Esta

estabilidad relativa de las relaciones de intercambio es un ejemplo de lo que

el realismo crítico denomina "demiregularidad" (Lawson, 2003, pp. 79-109).

Indica que una mercancía tiene el "poder" intrínseco de ser intercambiable

en proporciones definidas. Según el realismo crítico y la dialéctica

materialista, los poderes no surgen por sí solos, sino que se poseen en virtud

de estructuras o naturalezas intrínsecas.5 Por lo tanto, debe haber algo

intrínseco a la mercancía en virtud de lo cual tiene este poder. Debe haber,

en términos de Marx, un "contenido" interno de la mercancía llamado

"valor". Este contenido, aún por descubrir, debe ser común a todas las

mercancías y es ese "algo igual" expresado por sus valores de cambio.

Los temas de la expectativa y la sorpresa son cruciales para este argumento.

Estos temas están en el centro del desarrollo detallado de Lawson (2003, pp.

79-109) de un método inspirado en el realismo crítico. Lawson sostiene que

las sorpresas relevantes se producen cuando hay buenas razones para creer

que dos objetos o contextos son lo suficientemente similares como para

generar resultados similares. Pone el ejemplo de que el Reino Unido y

Alemania son lo suficientemente similares como para justificar la expectativa

de que deberían tener registros de productividad similares. Si los resultados

relevantes (por ejemplo, los registros de productividad del Reino Unido y

Alemania) no son similares, esto puede estimular la investigación de las causas

del sorprendente contraste. El argumento de una "tercera cosa" intrínseca a

las mercancías desarrollado anteriormente es una curiosa especie de la forma

5 La conexión entre el realismo crítico y el materialismo ha sido objeto de una profunda controversia (por ejemplo, véase el debate entre Hartwig, 2001, y Creaven, 2001). En el punto de vista dialéctico adoptado en este trabajo, el materialismo no abraza la teoría reduccionista de la identidad de la mente etiquetada como "materialismo" dentro de la filosofía dominante (véase Bhaskar, 1989, pp. 97-101). Más bien, la dialéctica materialista coincide con el realismo crítico en que las estructuras o naturalezas intrínsecas (i) se combinan para constituir las cosas y (ii) dan lugar a los poderes emergentes de las cosas (Brown, 2002B; Creaven, 2000).

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general de argumento detallada por Lawson. Dentro de esta curiosa especie,

las expectativas iniciales no se basan en una supuesta similitud. Por el

contrario, se basan en la consideración abstracta de dos mercancías que

parecen ser diferentes. La relación de intercambio fluctuante de estas dos

mercancías parece confirmar que no hay nada que compartan y que pueda

explicar su relación de intercambio. En lugar de suponer que hay objetos

similares que se espera que den lugar a resultados similares, se supone que

hay una disimilitud entre las distintas clases de mercancías. Por lo tanto, se

espera que las circunstancias contingentes sean las únicas responsables del

intercambio, de modo que las proporciones de éste sean aleatorias. Esta

expectativa se contradice sorprendentemente al considerar todos los tipos de

mercancías, en lugar de sólo dos o tres.

El argumento puede explicarse en términos de la noción realista crítica de

la "condición extrínseca para el cierre" (Bhaskar, 1978; Lawson, 1997;

Mearman, 2006). Se trata simplemente de la condición de que las influencias

externas no oscurezcan el funcionamiento de un poder determinado. Cuando

se consideran sólo dos tipos de mercancías, las influencias externas en las

relaciones de intercambio, como la personalidad y las circunstancias del

propietario individual de la mercancía, o las fuerzas cotidianas del mercado

(excedentes, cuellos de botella, etc.) no son constantes. La "condición externa

de cierre" no se cumple y, por tanto, las fluctuaciones de las relaciones de

intercambio pueden explicarse fácilmente por estas múltiples circunstancias

externas fluctuantes. Sin embargo, mientras que con sólo dos o tres tipos de

mercancías cualquier pauta que surja puede atribuirse a los caprichos de las

circunstancias externas, con todos los tipos de mercancías de la economía tal

atribución ya no es plausible. Las posibilidades de que surja una pauta

sistemática debida exclusivamente a las circunstancias externas son

prácticamente insignificantes. En este caso de muchas mercancías, la

condición extrínseca para el cierre se cumple efectivamente. Se cumple, no

manteniendo constantes o a raya las influencias externas, sino explotando la

aleatoriedad de las influencias externas: en muchos casos, se sabe que las

influencias aleatorias no conducen a ningún patrón. Esta forma de cumplir la

condición extrínseca para el cierre se puede encontrar también en el ejemplo

de Lawson (2003, pp. 86-91) sobre el cultivo de plantas. Las diferencias en la

altura que crece cualquier planta individual de una parcela, en comparación

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con una planta individual de otro cultivo, pueden atribuirse a factores

externos aleatorios. Sin embargo, las diferencias constantes en la altura media

de los cultivos entre dos grandes parcelas no pueden atribuirse a factores

aleatorios, ya que dichos factores se anulan al promediar un gran número de

ellos. En su lugar, cualquier diferencia media puede atribuirse a algún poder

que tenga una fuerza diferente en las dos parcelas, "brillando así a través" del

flujo de circunstancias: por ejemplo, el poder de un fertilizante aplicado a una

parcela pero no a la otra.

Cuando Marx, más adelante en el capítulo 1 de El Capital, pasa a considerar

el valor y el intercambio en detalle, confirma efectivamente la interpretación

desarrollada anteriormente. Sostiene que dentro de un solo intercambio de

mercancías parece que las circunstancias externas regulan la relación de

intercambio pero, al considerar una miríada de intercambios de mercancías,

"el trasfondo de esta apariencia accidental, esencialmente diferente de ella, y

que la determina, brilla inmediatamente... Queda claro que no es el

intercambio de mercancías el que regula la magnitud de sus valores, sino más

bien lo contrario, la magnitud del valor de las mercancías que regula la

proporción en que se intercambian" (Marx, 1976, p. 156). En términos del

argumento anterior, el valor "brilla" porque la condición externa de cierre se

cumple aproximadamente cuando se promedia sobre muchas mercancías. Es

notable que la frase "brilla a través" utilizada en (la traducción de Fowkes de)

El Capital para explicar las relaciones de intercambio relativamente estables

es exactamente la frase utilizada dentro del realismo crítico para explicar las

regularidades contrastivas en general (Lawson, 1997, p. 218). Dada la claridad

de esta interpretación, vale la pena subrayar que no se ha hecho en la literatura

realista crítica (compárese, por ejemplo, Ehrbar, 2005, pp. 40-50;

Engelskirchen, de próxima aparición; Fleetwood, 2002). Dentro de la

literatura más amplia, Rubin (1982, p. 110) parece acercarse a esta

interpretación, pero no reconoce el argumento como un desarrollo particular

de un principio filosófico general relativo a los poderes, un fallo típico de la

literatura en general. Así, Rubin introduce la esfera de la producción social

dentro del argumento (ibíd.), mientras que esta esfera se introduce en un

argumento separado y posterior de Marx. Rubin es el principal inspirador de

ciertas "reconstrucciones" teóricas de la teoría del valor de Marx, y el

significado completo de la interpretación errónea de Rubin, que puede

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parecer inocua en este momento, se discutirá más adelante en el curso de la

explicación de los argumentos posteriores de Marx (secciones 4, 5 y 6).

3.2 El valor de cambio es la ‘forma de apariencia’ de un contenido distinguible

Recordemos que la consideración de Marx de los valores de cambio en toda

la economía le lleva a concluir, no sólo que existe una "tercera cosa", sino

también que el valor de cambio es una "forma de apariencia" de esta tercera

cosa. A la luz del argumento anterior, la conclusión de Marx puede justificarse

como sigue. La consideración del intercambio en todo el sistema ha mostrado

que el "valor de cambio" no puede ser una referencia estrictamente precisa a

la tercera cosa que genera las relaciones de intercambio. Esto se debe a que,

aunque cualquier mercancía tiene un solo "valor", no tiene un solo "valor de

cambio". Tiene un valor de cambio de x naranjas, y un valor de cambio de y

manzanas, y un valor de cambio de z fanegas de maíz, etc. Es decir, tiene una

intercambiabilidad general en proporciones definidas, no un único valor de

cambio. Cualquier disminución en el tiempo de, por ejemplo, el valor de

cambio de la mercancía en naranjas (una disminución en x) acompañada de

un aumento en, por ejemplo, el valor de cambio de la mercancía en manzanas

(un aumento en y) hace que la intercambiabilidad general de la mercancía sea

cuantitativamente inconmensurable en el tiempo. Desde este punto de vista,

la referencia al "valor de cambio" como una única cantidad poseída por la

mercancía, comparable a través del tiempo, es un término erróneo. Sin

embargo, el argumento de Marx sobre la tercera cosa ofrece una perspectiva

diferente. A la luz del argumento de Marx, los diversos valores de cambio de

la mercancía manifiestan su valor aunque no son, estrictamente hablando,

idénticos a él. La referencia a "el" valor de cambio de la mercancía puede

entenderse, por tanto, como una referencia al "valor" que se hace en términos

de la forma en que el valor aparece en la vida cotidiana, aunque esta sea,

estrictamente hablando, una forma inexacta de referirse al "valor".6 Más

6 Furner (2004, pp. 95-7) sostiene que, en el discurso económico cotidiano, "valor de cambio" y "valor" pueden referirse simplemente a la cantidad media de dinero por la que se cambiará una mercancía, es decir, al precio medio de la mercancía. Sin embargo, Furner no tiene en cuenta las peculiaridades del dinero. Sin el concepto de "tercera cosa", el precio monetario de una mercancía es esencialmente un mero índice de la intercambiabilidad general de esa mercancía. La verdadera medida de la intercambiabilidad general de una mercancía es un vector que contiene

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adelante, en el capítulo 1 de El Capital, Marx hace explícita esta línea de

razonamiento:

Cuando…. decíamos de manera habitual que una mercancía es a la vez

un valor de uso y un valor de cambio, esto era, estrictamente hablando,

erróneo. Una mercancía es un valor de uso u objeto de utilidad, y un

"valor". Aparece como la doble cosa que realmente es en cuanto su

valor posee su propia forma particular de manifestación, que es distinta

de su forma natural. Esta forma de manifestación es el valor de cambio,

y la mercancía nunca tiene esta forma cuando se la considera

aisladamente, sino sólo cuando está en... una relación de intercambio

con una segunda mercancía de otro tipo. Una vez que sabemos esto,

nuestra forma de hablar no hace ningún daño; sirve, más bien, como

una abreviación. (Marx, 1976, p. 152; véase también Kliman, 2000, pp.

100-2)

Sobre la base realista hasta ahora establecida, es posible dilucidar más la

compleja relación entre el valor y el valor de cambio. Lawson (2003, págs. 84-

7) subraya que los temas de la expectativa, la sorpresa y la causalidad, centrales

en el método de inspiración realista crítica que él elabora, y que se han

extraído anteriormente, son temas cotidianos. Una persona puede

sorprenderse al no encontrar las llaves de su coche en el bolsillo, basándose

en las expectativas formadas por la experiencia pasada, y buscará la causa de

este resultado sorprendente. Al encontrar las llaves, la persona se sorprenderá

de nuevo si el coche no arranca y buscará las causas de este fallo. Así, en la

vida cotidiana, se presume que una ruptura sorprendente con los resultados

esperados tiene alguna causa real detrás. Así, el argumento de la existencia del

valor sigue una forma que es omnipresente en la vida cotidiana. Cuando, en

la vida cotidiana, se hace referencia al "valor" como tal, o al "valor" de las

la cantidad de todas las demás mercancías por las que se intercambiará (x manzanas, y naranjas, z fanegas de maíz, etc.). Cualquier artículo por el que se intercambie (dinero o cualquier otro) es un índice de esta medida real. Por lo tanto, la referencia al dinero es bastante irrelevante para la cuestión que nos ocupa, en contra de Furner. La importancia del dinero sólo puede introducirse después de haber desenterrado el valor, la tercera cosa (véase el apartado 6).

Page 14: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

14

cosas, las consideraciones anteriores sugieren claramente que el argumento

de la existencia del valor se reconoce implícita o tácitamente (Kliman, 2000,

pp. 101-2, y Arthur, 2002, p. 95, discuten esta presuposición tácita cotidiana

del valor, este último basándose en Hegel). Evidentemente, los individuos no

articulan explícitamente este argumento del valor, y pueden considerar

explícitamente que el "valor" es sólo una abreviatura de la cantidad por la que

se intercambia una mercancía, sin distinguir entre el "valor" y su forma de

aparición. Pero se sabe tácitamente que el valor existe. Por lo tanto, el "valor",

a diferencia del "valor de cambio", es el término cotidiano que se refiere con

precisión, aunque tácitamente, a la "tercera cosa". Lo que falta en la vida

cotidiana es el conocimiento de la identidad de la tercera cosa: se sabe

tácitamente que el valor existe, pero no qué es el valor. En esta etapa, Marx

todavía tiene que descubrir esta identidad, y por lo tanto no ha procedido

más allá del nivel del conocimiento tácito cotidiano. Marx mostrará con

mucho más detalle cómo el valor de cambio es la "forma de apariencia" del

valor en el curso de descubrir y dilucidar la identidad del valor.

4. Identificación de la tercera cosa

La identificación de Marx de la "tercera cosa" denominada "valor" procede

por un proceso de eliminación. En primer lugar, elimina cualquier aspecto

del valor de uso que proporcione la tercera cosa buscada. Al hacerlo, refuta

todas las teorías del valor basadas en la utilidad, como las que se basan en la

economía neoclásica. A continuación, argumenta que el hecho de ser

producto del trabajo es la única propiedad común que queda de las

mercancías como valores de cambio:

Como valores de uso, las mercancías se diferencian sobre todo en la

calidad, mientras que como valores de cambio sólo pueden

diferenciarse en la cantidad, y por lo tanto no contienen ni un átomo

de valor de uso... Si prescindimos del valor de uso de las mercancías,

sólo queda una propiedad, la de ser productos del trabajo. (Marx, 1976,

p. 128)

Page 15: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

15

Llamar al hecho de ser producto del trabajo la única propiedad común de

las mercancías como valores de cambio plantea la objeción obvia de que se

pueden señalar otras propiedades comunes. ¿Qué pasa con la escasez, la

utilidad, el ser apropiado (Böhm-Bawerk, 1984, pp. 74-5), el simple hecho de

existir en el planeta, el estar bajo las estrellas (Kay, 1979, señala estos últimos

ejemplos aunque sólo sea para ridiculizarlos), etc.? Esta sección desarrollará

una refutación novedosa de tal objeción, y por lo tanto afirmará el argumento

de Marx. La literatura realista existente considera a Marx como una hipótesis

(hypothesising)(en términos realistas críticos, "retroducción") de la identidad

del valor, una hipótesis que debe ser juzgada en parte por su poder explicativo

(Bhaskar, 1989; Engelskirchen, de próxima aparición; Fleetwood, 2002;

Marsden, 1998; Sayer, 1983). Sin embargo, tal interpretación (i) contradiría la

certeza casual de Marx de que "sólo queda una propiedad" (Kliman, 2000, p.

105); (ii) legitimaría la formulación de una "hipótesis" alternativa de, por

ejemplo, la teoría de la utilidad (en contra del argumento que se expone a

continuación); (iii) introduciría una hipótesis externa en el argumento en lugar

de desarrollarse dialécticamente, es decir, estrictamente según las relaciones

internamente necesarias del objeto. Al no poder encontrar una interpretación

alternativa satisfactoria del argumento de Marx, varios dialécticos

sistemáticos (por ejemplo, Arthur, 2002; Reuten, 1993; Reuten y Williams,

1989) aplican efectivamente, y de diferentes maneras respectivas, esta última

crítica (punto iii) a Marx. De este modo, desarrollan diferentes

"reconstrucciones" teóricas de la teoría del valor. En marcado contraste con

la literatura existente, la interpretación que sigue reivindicará el argumento de

Marx. En primer lugar, se establecerá una condición necesaria para la

identificación del valor; en segundo lugar, se demostrará que la refutación

materialista de Marx de la teoría de la utilidad surge de esta condición; y en

tercer lugar, se explicará la identificación de Marx del trabajo como la única

propiedad que queda después de la abstracción del valor de uso.

4.1 Una condición necesaria para identificar el valor

De acuerdo con el principio filosófico subyacente del realismo crítico y de

la dialéctica materialista, y posiblemente de acuerdo con el conocimiento

Page 16: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

16

tácito cotidiano (como se ha sugerido en la sección 3, más arriba), el patrón

de las relaciones de intercambio en todo el sistema no puede surgir sino como

efecto de algo intrínseco y característico de las mercancías que se denomina

"valor". Habiendo explicado cuidadosamente este argumento en la sección

anterior, es posible explicitar una condición necesaria para identificar el valor

que el argumento implica. Se trata de la condición de que no puede haber una

relación totalmente carente de pautas entre el valor y las relaciones de

intercambio reales que genera el valor. Por ejemplo, si la edad se considerara

un valor, las edades concretas de las respectivas mercancías deberían guardar

una relación con las relaciones de intercambio. Del mismo modo, si la altura

se considerara un valor, las alturas concretas de las respectivas mercancías

tendrían que mostrar alguna relación con las relaciones de intercambio. O

bien, si se considera que una combinación de propiedades de las mercancías

constituye un valor, éstas deben presentar un patrón colectivo con las

relaciones de intercambio. Este requisito mínimo para la identificación del

valor, derivado de los fundamentos realistas, no impone restricciones

estrictas a priori sobre la fuerza, la forma o la estabilidad de la relación real

entre los valores y las relaciones de intercambio. Es probable que la pauta

sólo sea "aproximada", más que estricta, debido a las siguientes

consideraciones realistas (i) la condición externa de cierre sólo se cumple

como una aproximación a través del promedio de un gran número de

mercancías (véase la sección 3); (ii) la estructura interna o la naturaleza del

valor puede no ser constante (en términos realistas críticos, la "condición

interna de cierre" puede no cumplirse); y (iii) no hay ninguna garantía para

especular por adelantado sobre la forma del patrón que genera el valor.

Aunque esta es sólo una condición necesaria, y no impone restricciones

estrictas a priori sobre el patrón real que debe existir, resulta suficiente para

rechazar cualquier teoría utilitaria del valor con el argumento que se expone

a continuación.

4.2 Rechazo del valor de uso como base del valor

Las propiedades comunes de las mercancías que son candidatas prima facie

a ser valor, como sugiere Böhm-Bawerk, son la utilidad, la escasez y la

apropiación. Estas propiedades se refieren a las relaciones en las que entra la

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17

mercancía como valor de uso: las mercancías confieren utilidad a la gente

como valores de uso; una mercancía es escasa en la medida en que la gente la

quiere, pero no puede usarla (consumirla); las mercancías se apropian para su

uso (consumo). El materialismo reconoce que las propiedades materiales

naturales de un valor de uso limitan y facilitan la apropiación subjetiva y social

de sus usos (Ehrbar, 2005, pp. 17-36; Fine y Leopold, 1993; Marx, 1976, p.

126). Esto significa que es autocontradictorio proponer una noción de

utilidad "puramente subjetiva" o "puramente ideal", es decir, una noción de

utilidad que se abstraiga totalmente de las propiedades materiales necesarias

para el valor de uso. El argumento marginalista o neoclásico de que la

"utilidad" marginal relativa es igual al valor de cambio relativo es, por tanto,

criticable desde el punto de vista materialista. Si la utilidad (marginal o no) ha

de ser la tercera cosa, entonces su base material, las propiedades materiales

naturales necesarias para el valor de uso, deben tener una relación pautada

con las relaciones de intercambio. Sin embargo, la naturaleza puramente

subjetiva de la teoría de la utilidad surge esencialmente de la falta de tal

patrón, es decir: (i) las diversas propiedades materiales naturales que dan lugar

a la especificidad de los diferentes tipos de valor de uso no son comunes entre

esos tipos; (ii) las variaciones en esas pocas propiedades materiales que son

comunes a todas las mercancías como valores de uso -peso, altura, edad, etc.-

muestran de hecho una relación totalmente carente de patrones con las

relaciones de intercambio (nunca se ha propuesto una teoría del valor de

peso, altura o edad). En resumen, sólo hay diferentes tipos de intercambio de

valores de uso -muy pocos constituyentes materiales del valor de uso son

comunes a todos esos tipos y estos pocos constituyentes no tienen ninguna

relación con las relaciones de intercambio.

Marx expresa el argumento en los siguientes términos: "la relación de

intercambio de mercancías se caracteriza precisamente por su abstracción de

sus valores de uso" (Marx, 1976, p. 127). Es importante aclarar que la

"abstracción" a la que se refiere Marx no es la operación mental de centrarse

en aspectos de una cosa mientras se ignoran temporalmente otros. Más bien,

esta "abstracción" se refiere a las cualidades reales de la tercera cosa que se

busca. Las propiedades "determinables" del valor de uso (las propiedades que

pertenecen al valor de uso como tal) son una condición necesaria para las

relaciones de intercambio de las mercancías: para tener el poder de

Page 18: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

18

intercambio general en proporciones definidas, un producto debe ser un

valor de uso. Esto es lo que hace que la teoría de la utilidad sea, a primera

vista, plausible. Sin embargo, las variaciones en el valor de uso de un tipo de

mercancías a otro no tienen una relación de patrón con las proporciones de

intercambio. Cualquiera que sea la tercera cosa, la potencia a la que da lugar

(la intercambiabilidad general de una mercancía en proporciones definidas)

no tiene ninguna relación con estas variaciones en las propiedades

"determinadas" del valor de uso. Así, la "abstracción completa" del valor de

uso a la que se refiere Marx es una abstracción "determinada", una

abstracción de toda variación específica del valor de uso, puesta de manifiesto

por las relaciones de intercambio de la mercancía. De este modo, es la

"tercera cosa" en virtud de la cual la mercancía es intercambiable en

proporciones definidas, y no la mente del teórico, que, por así decirlo,

"prescinde" del valor de uso.7 Por lo tanto, ninguna versión de la teoría de la

utilidad (marginal o no) puede cumplir la condición de identificar el valor

desarrollada en la sección 4.1. ¿Pero la abstracción del valor de uso no excluye

cualquier tercera cosa? Hay, según Marx, una propiedad restante.

4.3 Ser el producto del trabajo como única propiedad que queda de la mercancía

Habiendo descartado el valor de uso, por lo tanto la esfera del consumo,

Marx sigue la economía política clásica al pasar a la esfera de la producción,

afirmando que ser el producto del trabajo es la "única" propiedad que queda

de la mercancía después de la abstracción del valor de uso (ibíd., p. 128). La

afirmación de Marx hace dos afirmaciones controvertidas que se

reivindicarán más adelante: en primer lugar, que ser el producto del trabajo

es una propiedad intrínseca de la mercancía; en segundo lugar, que ésta es la

única propiedad que queda tras la abstracción del valor de uso.8 A

7 En la literatura se ha calificado de forma diversa como una abstracción "real", "actual", "material" o "práctica" (véase Murray, 2005, p. 71; Reuten y Williams, 1989, p. 64). Sin embargo, a diferencia de gran parte de la bibliografía, el énfasis que se hace aquí no está en el intercambio en sí, sino en la tercera cosa en virtud de la cual se produce el intercambio. 8 Obsérvese que la mercancía se introduce inicialmente como un producto del trabajo, abstrayéndose de los no productos, por lo que todas las mercancías consideradas son efectivamente productos del trabajo. Esta abstracción inicial de los no productos se deriva directamente del enfoque materialista en el modo de producción (aunque es un punto de

Page 19: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

19

continuación se argumentará que estas dos afirmaciones controvertidas se

derivan de la comprensión del papel singularmente creativo del trabajo en el

proceso de producción, un papel sobre el que la dialéctica materialista elabora

con gran detalle (Ilyenkov, 1977). El hecho de ser producto del trabajo es una

propiedad intrínseca de un objeto producido porque es únicamente el trabajo

el que es productivamente creativo. El trabajo reúne todos los factores de

producción (incluido el propio trabajo) realizando creativamente el proceso

de producción y, por tanto, el producto. Por lo tanto, el producto encarna,

en la forma fija de sus características materiales particulares e individuales, la

forma fluida de la actividad laboral específica y creativa que lo produjo. Como

dice Marx, "lo que en el lado del trabajador aparecía en forma de malestar9

[Unruhe] aparece ahora, en el lado del producto, en forma de ser [Sein], como

una característica fija e inmóvil" (Marx, 1976, p. 287). Caracterizar el "ser

producto del trabajo" como una propiedad de la mercancía es, por tanto,

reconocer que la forma del producto refleja la forma activa del trabajo como

aspecto unificador y determinante del proceso de producción. La referencia

a la "encarnación" del trabajo no es una metáfora vaga, sino una

caracterización precisa del producto.10

Así, se reivindica la afirmación de Marx de que ser producto del trabajo es

una propiedad intrínseca del producto. Pero, ¿en qué sentido relevante

permanece el trabajo, y no cualquier otro insumo, tras la abstracción del valor

de uso? Un sentido en el que se puede decir que otros insumos, como las

materias primas, son propiedades intrínsecas del producto es en la medida en

controversia en la literatura, por ejemplo, Böhm-Bawerk, 1984, pp. 74-5). La explicación materialista de los artículos no producidos que adoptan la forma de mercancías se hace evidente en el curso de la explicación del valor de los artículos producidos. En resumen, el valor sólo aparece a través del dinero (véase la sección 6 más adelante) y el dinero puede intercambiarse por no productos (véase Murray, 2005). 9 Unrest 10 El relato transhistórico de la encarnación del trabajo que ofrece la dialéctica materialista contradice varios relatos de la literatura. Arthur (2002, p. 169) sostiene que el "lugar apropiado" para las "consideraciones metafísicas" relativas al trabajo debería limitarse únicamente al capitalismo. Más enérgicamente, Reuten (1993) sostiene que la noción transhistórica de la incorporación del trabajo es incorrecta o "anticuada". Kliman (2000, p. 107) también sostiene que la noción de "encarnación" de Marx no es transhistórica. Sin embargo, el relato transhistórico simplemente afirma que el trabajo es el único iniciador y organizador, el único "moldeador" creativo, de la producción social en cualquier sociedad: "El trabajo es el fuego vivo que da forma", como dice Marx (1973, p. 361).

Page 20: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

20

que están físicamente presentes en el producto, aunque transformados por el

proceso de producción. Por ejemplo, la materia prima del cobre está presente,

transformada por el proceso de producción, en una tubería de cobre, y como

tal es una propiedad intrínseca de una tubería de cobre, que contribuye a sus

propiedades útiles. Sin embargo, los insumos que están físicamente presentes

en el producto, como el cobre, son constitutivos de su valor de uso. Como

ya se ha dicho, las propiedades materiales naturales que constituyen el valor

de uso no guardan ninguna relación con las relaciones de intercambio. Por lo

tanto, la abstracción del valor de uso en el intercambio es al mismo tiempo

una abstracción de todos los insumos que están físicamente presentes en el

producto a la manera del cobre. Consideremos otro sentido en el que un

insumo es una propiedad intrínseca del producto. Todos los productos

requieren intrínsecamente una cierta cantidad de lo que se denomina energía

"libre" o "disponible" para su producción (Farber, Costanza y Wilson, 2002,

p. 382). Aunque a veces se habla de una "teoría del valor-energía"

simplemente como un paso en la refutación de una teoría del valor-trabajo

(por ejemplo, Hodgson, 1981), a veces se propone seriamente, en particular

en el ámbito de la economía ecológica (Ayers, 2000; Farber, Costanza y

Wilson, 2002). Esta teoría se remonta a la doctrina fisiocrática de que la tierra

es la fuente de valor (Burkett, 2003). Sin embargo, según el argumento

realista, cualquier candidato a la condición de tercera cosa, el valor, debe ser

una propiedad intrínseca únicamente de la mercancía. Todas las cosas

materiales naturales se forman a través de procesos que requieren energía

disponible y, por lo tanto, el aporte de dicha energía natural per se no puede

ser la tercera cosa que genera relaciones de intercambio que son

características únicamente de las mercancías. El hecho de que la mercancía

requiera el gasto de una forma específica de energía humana denominada

"fuerza de trabajo", gastada en una forma social específica de actividad

laboral, es intrínseco únicamente a la mercancía, a diferencia de la necesidad

de energía per se.

Habiendo descartado otros candidatos, Marx considera evidente que el

contenido de trabajo de la mercancía, medido por el tiempo de trabajo, no se

abstrae en el intercambio. A este respecto, Marx se remite simplemente a las

conclusiones anteriores de la economía política clásica, en particular de

Ricardo. Según Marx (en la interpretación que se ofrece aquí), él y Ricardo

Page 21: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

21

están de acuerdo, en líneas generales, en que la duración del tiempo de trabajo

que produce las mercancías no tiene una relación enteramente sin patrón con

las relaciones de intercambio de las mercancías. Hay, por supuesto, muchos

casos en los que las relaciones de intercambio de una mercancía parecen tener

poca relación con el tiempo de trabajo, por ejemplo, las antigüedades, los

recuerdos, la tierra cultivada, por no hablar de aquellas cosas que no

contienen tiempo de trabajo en absoluto (por ejemplo, la tierra no cultivada).

Además, en la mayoría de los casos parece haber otros factores que

determinan de forma independiente las relaciones de intercambio, aunque el

tiempo de trabajo necesario sea uno de ellos: por ejemplo, la tasa de beneficio

(que aparentemente refleja, entre otras cosas, el nivel de presión competitiva),

el tipo de interés y el tipo impositivo. Sin embargo, estas diversas diferencias

aparentes entre las magnitudes relativas del tiempo de trabajo y las relaciones

de intercambio palidecen en relación con la abstracción total, en el

intercambio, de todas las demás propiedades determinadas que son

características de la mercancía. En concreto, esto significa que no existe una

relación pautada entre las variaciones de las relaciones de cambio y cualquier

aspecto material del valor de uso, mientras que sí puede obtenerse una

relación de este tipo entre las relaciones de cambio y los tiempos de trabajo

necesarios, aunque evidentemente no se trata de una pauta estricta. Se ha

subrayado más arriba que el argumento realista y materialista sólo requiere

que haya alguna relación pautada entre las relaciones de cambio y cualquier

candidato propuesto para ser valor; no tiene que ser una pauta estricta. El

argumento ha demostrado que el tiempo de trabajo es el único candidato que

queda para tal relación y, por tanto, por eliminación, el contenido de trabajo

de la mercancía debe ser la "tercera cosa" buscada que constituye el valor.

Aunque Ricardo siempre se sintió atraído por la teoría del valor-trabajo, su

punto de vista metodológico formalista, a diferencia del de Marx, exigía algo

más que un mero patrón. Exigía algo así como una relación funcional estable

entre las dos cantidades relevantes, una pauta estricta, que se mantuviera

cuando todos los factores relevantes (incluida la igualdad de las tasas de

ganancia del capital) se combinaran de acuerdo con su apariencia inmediata.

La incapacidad de Ricardo para encontrar ese patrón estricto queda bien

expresada por la interpretación de Stigler (1958) de que Ricardo sólo ofrece

una "teoría del valor-trabajo del 93%". Por el contrario, en el volumen 3 de

Page 22: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

22

El Capital, Marx sostiene que un patrón estricto se mantiene sólo en el

agregado (el valor agregado es igual al precio de producción agregado y la

plusvalía agregada es igual a la ganancia agregada) y sólo cuando se introducen

factores relevantes de manera diferente a su apariencia inmediata,

comprendiendo sus interconexiones dentro del sistema (Ilyenkov, 1982, pp.

223-54). Una interpretación única de estas igualdades agregadas (por lo tanto,

del "problema de la transformación"), en consonancia con este documento,

se desarrolla dentro del enfoque de la teoría del valor iniciado por Ben Fine

(por ejemplo, Fine, 1983; Fine, Lapavitsas y Saad-Filho, 2004; Saad-Filho,

2002). Fine (1983, p. 520) considera "asombroso" que las interpretaciones

predominantes del procedimiento de transformación de Marx sean tan

abrumadoramente erróneas. El abismo entre los presupuestos filosóficos de

Marx y los presupuestos positivistas (implícita o explícitamente) que

subyacen en gran parte de la erudición angloamericana, sobre todo dentro de

la disciplina económica, sirve para aliviar tal asombro. Sin embargo, estas

observaciones sobre el problema de la transformación son prematuras y no

se refieren estrictamente a los argumentos iniciales de Marx. En esta primera

etapa, Marx se ha limitado a señalar que el tiempo de trabajo necesario para

la producción es la única propiedad de las mercancías que podría tener una

relación pautada con las relaciones de cambio. Marx ha concluido, con

Ricardo, que las mercancías poseen relaciones de cambio en virtud del tiempo

de trabajo necesario para producirlas.

5. La sustancia del valor

Marx no se detiene entre el argumento elaborado en la sección 4, más arriba,

y el siguiente paso del argumento que se explicará a continuación. Nada más

afirmar que "si prescindimos del valor de uso de las mercancías, sólo queda

una propiedad, la de ser productos del trabajo", Marx añade una matización

vital: "Pero incluso el producto del trabajo ya se ha transformado en nuestras

manos" (Marx, 1976, p. 128). La transformación del producto del trabajo

sobre la que llama la atención la calificación de Marx se produce en la

abstracción del valor de uso que es inherente al intercambio de mercancías

(véase la sección 4.2). Según Marx, la abstracción del valor de uso implica la

abstracción de todos los aspectos "útiles" y "concretos" del trabajo encarnado

Page 23: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

23

en los productos. Los productos del trabajo son, por tanto, "reducidos al

trabajo humano en abstracto". Continúa:

Veamos ahora el residuo de los productos del trabajo. No queda de

ellos más que la misma objetividad fantasmal; no son más que

cantidades coaguladas de trabajo humano homogéneo, es decir, de

fuerza de trabajo humana gastada sin tener en cuenta la forma de su

gasto... Como cristales de esta sustancia social, que es común a todos

ellos, son valores, valores de mercancías. (Marx, 1976, p. 128)

La terminología de Marx rara vez se destaca y explica en la literatura. Esto

es cierto, en general, tanto del realismo crítico (pero véase Ehrbar, 2005, pp.

76-83) como de la dialéctica sistemática (pero véase Arthur, 2002). Las

respectivas interpretaciones existentes hechas desde la perspectiva de estos

dos enfoques se centran generalmente en la caracterización posterior de Marx

del valor como "forma" de una relación social, una idea desarrollada dentro

de la teoría de la "forma valor" (véase Arthur, 2002, pp. 11-15). Aunque es

importante, el énfasis en la "forma" no ayuda a explicar fácilmente por qué

Marx debería llamar al valor a un "coagulado" de trabajo abstracto, una

"sustancia social", con una objetividad "fantasmal". Tales términos no

resuenan con el materialismo. Mediante un dramático desarrollo dialéctico

del propio materialismo, el argumento que sigue explicará y justificará la

caracterización de Marx de la sustancia del valor, como un desarrollo

dialéctico más allá de los alcances de la teoría ricardiana del valor. Esta

caracterización pone finalmente al descubierto el contenido interno de la

mercancía, la forma de célula económica del capitalismo, como se afirmará

en la explicación que sigue.

5.1 Desarrollo dialéctico más allá (es decir, sublación) de la

teoría ricardiana del valor

Ricardo reconocía que la mercancía tiene una propiedad cuantitativa

general, el tiempo de trabajo necesario para su producción, que tiene una

Page 24: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

24

relación pautada con las relaciones de intercambio. Sin embargo, la refutación

materialista de la teoría de la utilidad (véase el apartado 4.2) subrayó que el

intercambio no tiene una relación determinada con el tamaño, la forma, el

peso, etc. de la mercancía. Esto significa que el intercambio no tiene una

relación determinada con el tamaño, la forma, la destreza, etc. del trabajo que

produce la mercancía. Por lo tanto, sólo la variación de la cantidad, y no de

la calidad del trabajo, tiene una relación pautada con las relaciones de

intercambio. La ausencia de una relación cualitativa tiene implicaciones

contraintuitivas para el argumento realista y materialista que se ha seguido

hasta ahora. Según el argumento materialista, la actividad o el

"funcionamiento" de un tipo estructural (por ejemplo, la estructura atómica,

o la estructura química o la estructura biológica, etc.) explican los poderes

generativos específicos de un objeto. Sin embargo, el poder de intercambio

de la mercancía en proporciones definidas se posee en virtud del trabajo en

abstracto, sin relación con ningún tipo específico de trabajo, y por lo tanto

sin relación con ningún tipo estructural específico. Por lo tanto, la

intercambiabilidad de una mercancía se debe a una cantidad pura dentro de

la mercancía que no tiene relación con el funcionamiento material de la

mercancía, ninguna relación con su estructura o sustancia material. En este

sentido, la intercambiabilidad en proporciones definidas se debe a una

presencia invisible, "fantasmagórica" o "fantasmal" dentro de la mercancía.11

Todo lo que queda de la materia de la mercancía -un resto vital- es una

cantidad pura, de base material.

¿Cómo debe caracterizarse esta cantidad pura de trabajo dentro de la

mercancía, que genera relaciones de intercambio (y por tanto constituye el

valor)? La conceptualización realizada por Ricardo y la economía política

clásica ya no es adecuada. Ricardo y la economía política clásica desarrollaron

una teoría del valor-trabajo "incorporado". Sin embargo, el trabajo dentro de

la mercancía que genera las relaciones de intercambio no puede ser encarnado

porque es una abstracción de todas las cualidades materiales, del cuerpo

material, de la mercancía, a pesar de estar situado en ese mismo cuerpo. En

lugar de estar "encarnado", el trabajo abstracto debe haberse "coagulado"

11 ‘No entra ni un átomo de materia en la objetividad de las mercancías como valores; en esto es lo directamente opuesto a la objetividad toscamente sensorial (sensuous) de las mercancías como objetos físicos’. (Marx, 1976, p. 138)

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25

socialmente como valor. La noción de "congealment" (coagulado) registra

que el trabajo abstracto fijado dentro de la mercancía no requiere ningún tipo

específico de estructura material para subsistir como entidad causalmente

potente. El trabajo abstracto, como valor, genera relaciones de intercambio

dentro de cualquier cuerpo material, independientemente de las cualidades

específicas de ese cuerpo, y es en este sentido una sustancia causalmente

potente por derecho propio. Sin relación con la sustancia material natural de

la mercancía, pero con potencia causal cuando se congrega en ella, el trabajo

abstracto, como valor, debe haberse convertido en una sustancia social

emergente.12 La investigación de la mercancía debe, por tanto, pasar de la

concepción de la causalidad propia de una estructura material natural a la

concepción propia de una sustancia social peculiar. El término "emergente"

se atribuye normalmente a propiedades o poderes. Dichas facultades suelen

corresponder a estructuras materiales, no a una sustancia social no material.

La inusual noción de sustancia "emergente" es un desarrollo conceptual

necesario para captar la peculiar ontología del valor. Este desarrollo dialéctico

del materialismo, la introducción de la noción de una "sustancia social

emergente", "coagulada" como valor, no fue soñada por la economía política

12 ‘Las mercancías poseen un carácter objetivo sólo en la medida en que son todas expresiones de una sustancia social idéntica, el trabajo humano,... su carácter objetivo como valores es, por tanto, puramente social" (Marx, 1976, pp. 138-9). Murray (1993, p. 49) sugiere que la discusión de Marx sobre la "sustancia" del valor implicada por la abstracción inherente al intercambio recuerda a propósito la famosa discusión de Descartes sobre la sustancia de la cera en las Meditaciones (Descartes, 1980, pp. 64-7). Sin embargo, la interpretación anterior subraya la importancia de la disanalogy entre la discusión de Descartes sobre la cera y la discusión de Marx sobre el valor de cambio. Para Descartes, "todos los fenómenos observados", incluyendo, por tanto, la cera, pueden ser "explicados por... el tamaño y la forma de las diversas partículas en las que ... [la materia] ... se divide" (Cottingham, 1995, p. 190). Por eso la "sustancia" de la cera no es, para Descartes, la "mente" sino la "materia". En contraste con la discusión de Descartes sobre la cera, Marx señala que el valor de cambio no puede explicarse por referencia a la materia natural y, por lo tanto, hay que invocar una nueva sustancia. La discusión de Marx es paralela a la de Descartes sobre el "pensamiento", más que sobre la cera (ibíd., p. 191; véase también Brown, 2002A, pp. 55-82, 2002B). Por supuesto, el paralelismo entre las dos discusiones no implica que cada una tenga la misma conclusión literal: el valor no es literalmente ideal, sino que es una objetividad "puramente social" y, por lo tanto, a diferencia de la "mente" cartesiana, el valor conserva una propiedad determinada y materialmente basada, a saber, una cantidad definida de tiempo de trabajo socialmente necesario.

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clásica, aunque está implícita en la teoría del valor-trabajo que la economía

política clásica descubrió.13

Rubin (1982, p. 135) critica los aspectos de los argumentos iniciales de Marx

en los que el "trabajo abstracto" aparece como una abstracción general

(ahistórica), presente en todas las formas de sociedad, es decir, como trabajo

"fisiológico" (Marx, 1976, p. 134). Esta crítica ha servido de base para muchas

críticas posteriores de la teoría del valor de Marx sobre la "forma de valor".

Pero desde la perspectiva desarrollada anteriormente, es la naturaleza

abstracta y general del trabajo que constituye el valor lo que, irónicamente,

hace que el valor sea tan absolutamente peculiar y socialmente específico. En

una comprensión materialista y realista de la causalidad, los poderes se poseen

normalmente en virtud de estructuras materiales específicas, no en virtud de

abstracciones sin estructura. La identificación de la naturaleza abstracta y

general del trabajo dentro de la mercancía que genera las relaciones de

intercambio revela, por tanto, que el valor no es un objeto de estudio

ordinario. Este es el hallazgo crucial que conduce a la sublación dialéctica de

la teoría ricardiana del valor en una dirección completamente social e

históricamente específica. La identificación del trabajo abstracto como una

"sustancia social", "coagulada" (no simplemente encarnada) en la mercancía,

articula precisamente este desarrollo dialéctico. Posteriormente, y como

desarrollo de su introducción inicial, la categoría de "trabajo abstracto" puede

desarrollarse aún más de una manera socialmente específica, mostrando que

el trabajo abstracto no es en absoluto coterminal (coterminous) con el trabajo

fisiológico (Saad-Filho, 2002, pp. 54-70). Pero en la introducción inicial, lo

crucial es la abstracción del trabajo que genera las relaciones de intercambio,

lo que implica que el valor es una sustancia social coagulada. Mientras que el

trabajo se encarna en productos dentro de todos los modos de producción,

el trabajo abstracto se convierte en una sustancia social capaz de coagularse

13 Según el relato de Marx (1976, p. 173), Ricardo y otros economistas políticos clásicos reconocen que el tiempo de trabajo determina el valor, pero "a los economistas [políticos clásicos] no se les ocurre que una distinción puramente cuantitativa entre los tipos de trabajo presupone su unidad o igualdad cualitativa y, por tanto, su reducción al trabajo humano abstracto". En consecuencia, como subraya Marx en otro lugar, "Ricardo no examina... la característica peculiar del trabajo que crea el valor de cambio o se manifiesta en los valores de cambio—la naturaleza de este trabajo", es decir, su naturaleza como "sustancia" social que es abstracta y homogénea (Marx, 1989, p. 389).

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27

como valor sólo dentro de la producción generalizada de mercancías. El

desarrollo de la especificidad social del trabajo abstracto debe esperar a que

se examine a fondo la sustancialidad emergente del trabajo abstracto.14

El desarrollo dialéctico del realismo y el materialismo necesario para

comprender la sustancia del valor significa que el valor no es simplemente

una estructura social similar a otras estructuras sociales (políticas, culturales,

jurídicas, etc.). El valor afecta causalmente a los individuos humanos no

como parte del lenguaje y la cultura, sino como generador de relaciones de

intercambio, una poderosa objetividad externa. El valor es una relación social

(como lo son las estructuras sociales en general en una concepción realista

crítica) pero es una relación social que se ha convertido en puramente

cuantitativa, desgarrada de todas las cualidades de los individuos y las cosas,

y sin embargo, a los ojos de los individuos humanos, objetivamente localizada

en el espacio, concretamente en la mercancía. La localización espacial del

valor distingue el valor de la concepción de Bhaskar (1989, p. 40) según la

cual la estructura social está "presente sólo en sus efectos" -es decir, en las

acciones humanas, los signos, los edificios, etc.- pero no está localizada

espacialmente como tal. La localización espacial del valor también contradice

la conocida alternativa al punto de vista de Bhaskar, según la cual las

estructuras sociales están constituidas por las prácticas sociales y, por lo tanto,

localizadas espacialmente (la alternativa considerada "confusión central" por

Archer, 1995). En contraste con esta visión, el valor no se localiza en los

individuos que llevan a cabo las prácticas sociales; por el contrario, se localiza

como una cantidad definida pero fantasmal de tiempo de trabajo coagulado

dentro del producto, constituyendo una poderosa objetividad, el valor-

mercancía, fuera de los individuos y que los afecta causalmente. En su estado

fluido (es decir, cuando todavía se encuentra dentro del trabajador activo en

14 Arthur (2002, pp. 153-74) subraya la especificidad social y la emergencia de la sustancia del valor de una manera diferente a la desarrollada anteriormente. Basándose en el realismo crítico dialéctico (Bhaskar, 1993), Arthur sostiene que el valor es la "presencia" emergente de una "ausencia". Como tal, el valor es una "nada determinada" (Arthur, 2002, p. 171), en contraste con la noción de valor de Marx como una cantidad determinada de trabajo abstracto. Sin embargo, la noción de valor como una "nada determinada" priva al valor, no sólo de una cualidad material determinada, sino también de una cantidad determinada y materialmente basada, por lo que se plantea la cuestión de cómo una sociedad basada en el valor podría reproducirse materialmente (la autorreproducción es el punto en cuestión en el enfoque dialéctico de Arthur de la teoría del valor).

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28

el proceso de producción) el trabajo social abstracto crea valor, pero no es

más idéntico al valor que el trabajo concreto activo es idéntico al valor de

uso.15

El desenterramiento de la sustancia del valor revela la base elemental del

capitalismo como sistema de producción generalizada de mercancías. El

trabajo social es la base activa y creativa de cualquier forma de producción

social (véase el apartado 4.3). Sin embargo, al desprenderse de los propios

productores de mercancías (haciéndolos formalmente privados e

independientes), dentro de la producción generalizada de mercancías, la

socialidad del trabajo se reduce exteriormente a la cantidad de "valor" de las

mercancías, regulando las relaciones de intercambio. La división social del

trabajo sólo se sostiene porque el tiempo de trabajo socialmente necesario

para la producción de cada mercancía ha surgido como una sustancia social,

coagulada como valor, que confiere a las mercancías el poder de intercambio

en proporciones definidas. Al realizar este poder y regular las proporciones

de intercambio, las mercancías como valores imponen externamente las

relaciones sociales de trabajo a los productores de mercancías y, por lo tanto,

hacen posible evitar el colapso económico total, aunque esté plagado de crisis.

Por lo tanto, la mercancía como valor es, en efecto, el portador y transmisor

elemental de la información necesaria para establecer la autorreproducción

de un sistema de producción de mercancías generalizado. Como portadora y

transmisora de información, la mercancía como valor es análoga a la célula

de un organismo. La comprensión de la mercancía como "forma de célula

económica" específica de un sistema social orgánico está, por tanto, al alcance

de la mano.

6. La forma de valor

15 ‘La fuerza de trabajo humana en su estado fluido, o trabajo humano, crea valor, pero no es ella misma valor. Se convierte en valor en su estado coagulado’ (Marx, 1976, p. 142). La innovadora aplicación de Engelskirchen (de próxima aparición) del realismo científico contemporáneo a la teoría del valor de Marx pasa por alto esta importante faceta de la teoría de Marx. La sugerencia de Fleetwood (2002, p. 78) de que la ontología social realista crítica está "fetichizada" por las relaciones de valor podría interpretarse como una alusión a esta faceta.

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29

Lo anterior plantea una pregunta obvia: ¿cómo puede tener efecto una

cantidad abstracta de trabajo, coagulada socialmente como valor de la

mercancía? El valor sólo puede hacerlo a través de las propias prácticas

sociales en las que influye (en este sentido, a diferencia de lo que ocurre con

la localización espacial, el valor concuerda con la concepción realista crítica

de la estructura social). Sin embargo, para influir en las prácticas sociales, el

valor debe convertirse en algo más que una mera presencia fantasmal,

también debe desarrollar una forma de apariencia. En términos hegelianos,

el valor, como trabajo abstracto coagulado, es una "esencia" que no puede

existir sin la mediación de la forma (Murray, 1993). Por lo tanto, habiendo

desenterrado la sustancia del valor, el resto de la primera parte de El Capital

traza el desarrollo y las consecuencias de la forma necesaria de la apariencia

del valor (Marx, 1976, pp. 138-234). Este desarrollo tiene aspectos históricos

y sistémicos (diacrónicos y sincrónicos), ambos esenciales según la dialéctica

materialista (Ilyenkov, 1982; Lapavitsas, 2005; Pilling, 1980). Sin embargo, el

espacio sólo permite discutir a continuación la conclusión sistémica clave de

Marx, esbozando, en términos sincrónicos, la finalización de la identificación

de la mercancía como la "forma-célula" del sistema económico capitalista.

6.1 Forma-valor y dinero

Marx sostiene que sólo porque las mercancías se intercambian

generalmente, y lo hacen a través del medio del dinero, se reconoce que

cualquier mercancía tiene valor. A través de la mediación del dinero en el

intercambio de mercancías, cada mercancía se expresa como cualitativamente

idéntica, variando sólo cuantitativamente, con cualquier otra mercancía. De

este modo, el dinero restablece firme y continuamente en la conciencia

cotidiana que todos los productos son o tienen "valor". La respuesta

cotidiana a la pregunta "¿cuánto vale una mercancía determinada?" o "¿cuál

es su valor?" se responde en términos de dinero. Como tal, el dinero no sólo

es un medio de intercambio, sino que es la única forma generalmente

reconocida y aceptada de apariencia de valor. Al hacer que el valor de las

mercancías sea evidente para los productores privados e independientes de

mercancías, es el dinero el que hace posible que el valor regule la producción

de mercancías. Sin su forma monetaria, el valor no podría influir en las

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30

prácticas sociales y no podría haber un mecanismo social por el que el trabajo

que produce mercancías se distribuya en proporciones coherentes con la

reproducción social. Sin este mecanismo social, la producción generalizada

de mercancías no sería posible. La necesidad del dinero como forma de

aparición del valor es ignorada por Ricardo,16 por la economía política clásica

en general y, de hecho, por la corriente económica contemporánea

(Lapavitsas, 2005).

Sin embargo, la necesidad de la forma monetaria del valor amenaza con

contradecir la comprensión anterior de la sustancia del valor. La necesidad

del dinero parece implicar que las mercancías individuales no son valores

antes de ser intercambiados (véase Arthur, 2002, pp. 11- 15). De ser así, el

valor de las mercancías no podría influir en el intercambio, contradiciendo el

argumento fundamental de que el valor regula las relaciones de intercambio,

una contradicción subrayada por los críticos de la teoría de la forma del valor

(Likitkijsomboon, 1995; Moseley, 2005; Saad-Filho, 2002, pp. 26-34). Para

superar la aparente contradicción es necesario distinguir entre las perspectivas

sistémica y local del valor (Brown, 2007). En primer lugar, hay que considerar

la perspectiva cotidiana y local de los propietarios de mercancías individuales

dentro de un sistema de producción de mercancías generalizado. La

necesidad de que el valor aparezca como dinero no requiere que ninguna

mercancía individual encontrada o poseída por un propietario individual de

mercancías sea realmente intercambiada. El hecho de que una mercancía

individual se intercambie o no es totalmente irrelevante para la cuestión de si

su propietario, y otros propietarios de mercancías, la reconocen como "valor"

antes de ofrecerla para su intercambio. Sin embargo, consideremos ahora una

perspectiva de todo el sistema. Es fundamental que, en el conjunto del

sistema, las mercancías en general se intercambien a través del dinero. Si no

lo hacen, el reconocimiento general por parte de los individuos de que los

productos son valores, y por lo tanto son mercancías, estará en peligro, y a

su debido tiempo la producción generalizada de mercancías se derrumbará.

16 ‘Ricardo no examina... la característica peculiar del trabajo que crea valor de cambio o se manifiesta en valores de cambio... Por lo tanto, no comprende la conexión de este trabajo con el dinero o que debe asumir la forma de dinero. De ahí que no comprenda en absoluto la relación entre la determinación del valor de cambio de la mercancía por el tiempo de trabajo y el hecho de que el desarrollo de las mercancías conduce necesariamente a la formación de dinero. De ahí su errónea teoría del dinero’. (Marx, 1989, pp. 389-90, énfasis omitido).

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31

De hecho, en condiciones normales, el intercambio generalizado de

mercancías a través del dinero se produce continuamente y, por lo tanto,

cualquier mercancía individual es reconocida por los propietarios de

mercancías como siendo o teniendo valor, expresado en términos de dinero,

antes de ser vendida. De este modo, una sociedad de producción generalizada

de mercancías afirma que una mercancía individual es un valor una vez que

la mercancía ha sido producida por el trabajo socialmente necesario. El valor

de la mercancía individual es, por tanto, causalmente eficaz, afectando a las

acciones de los productores, independientemente de que este valor se realice

finalmente en el mercado (Saad-Filho, 2002, pp. 26-34).

Así pues, la distinción entre las perspectivas sistémica y local, combinada

con la concepción adecuada de la sustancia del valor (tal y como se ha

desarrollado en la sección 5, más arriba), permite articular la necesidad de la

forma monetaria del valor, al tiempo que se mantiene la prioridad del trabajo

abstracto como sustancia del valor. Desde una perspectiva local, el valor es,

en efecto, causalmente eficaz antes del intercambio, aunque, desde una

perspectiva de todo el sistema, el valor y el intercambio coexisten

simultáneamente. Sin embargo, sigue existiendo una cuestión cuantitativa

clave. El argumento hasta ahora sólo ha establecido que el trabajo abstracto

coagulado y socialmente necesario tiene una forma de apariencia, el precio

del dinero, que es causalmente eficaz antes de cualquier intercambio

individual. No se ha establecido cómo el tiempo de trabajo regula

cuantitativamente el precio (aplicando lo que Marx llama la "ley del valor").

Más bien, el argumento ha descubierto la base abstracta y cualitativa sobre la

que descansa la relación cuantitativa entre el tiempo de trabajo y el precio. Se

ha demostrado (en contra de la teoría ricardiana del valor) que la relación

entre el trabajo abstracto coagulado y el precio es una relación de mediación

entre dos polos opuestos pero inseparables: una esencia peculiar que es

abstracta y, por lo tanto, intrínsecamente invisible (no sensorial), en un polo,

y la forma concreta y sensual de aparición de esa esencia, en el otro. El sistema

en su conjunto debe desarrollar la mediación entre estos dos polos y, por lo

tanto, sólo desplegando gradualmente el autodesarrollo del capital, como

(entre otras cosas) una mediación compleja entre el trabajo abstracto

congelado (esencia del valor) y el precio (forma del valor), Marx puede

establecer los procesos sociales interrelacionados a través de los cuales la

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32

magnitud del precio es regulada imperfectamente por la magnitud del tiempo

de trabajo congelado, procesos que incluyen la explotación (Brown, 2002A,

pp. 145-77), la formación de los precios de producción (Fine, 1983; Saad-

Filho, 2002) y las crisis (Fine, 1992).17 En esta primera fase, se pueden hacer

otras apreciaciones cualitativas cruciales, pero no cuantitativas. Las

limitaciones de espacio impiden que se analicen sólo brevemente las ideas

más importantes.

6.2 Fetichismo de la mercancía

El valor es un trabajo abstracto coagulado y puramente social en una cara

de la mercancía. Sin embargo, el valor tiene en realidad una forma de

apariencia como dinero. Esto da lugar a lo que Marx (1976, pp. 163-77)

identifica como el "fetichismo de las mercancías" (un rasgo muy discutido de

la teoría de Marx, pero que rara vez se capta adecuadamente en relación con

su articulación previa de la sustancia del valor). Dentro de la forma del dinero

se ha producido una perversidad por la que una cosa particular e individual,

un valor de uso, se ha convertido en la forma de apariencia de una sustancia

social coagulada que carece de toda particularidad e individualidad. El valor,

una abstracción social inherentemente no sensorial, adquiere perversamente

una forma sensorial en el dinero, que existe junto a las mercancías particulares

e individuales. En la experiencia y el discurso cotidianos, las delicadas

sutilezas metafísicas del valor expuestas anteriormente se pierden en favor de

la falsa impresión de que el dinero es el origen del valor o de que el material

natural de las mercancías genera sus relaciones de intercambio. El dinero

engaña a la gente en cuanto a dónde se encuentra el valor o qué es el valor,

por lo tanto en cuanto a cómo se organiza socialmente el trabajo, incluso

cuando el dinero da la forma necesaria de apariencia al valor. El dinero

17 El estudio científico de estos procesos es fundamental para la economía política, por lo que, según la concepción anterior, "la ciencia consiste precisamente en demostrar cómo se impone la ley del valor" (Marx, 1988). En contraste con la concepción anterior, Ricardo había descuidado la necesidad de mediación entre el tiempo de trabajo y el precio, y por lo tanto simplemente había tomado las categorías económicas como inmediatamente dadas, al tratar de mostrar su conformidad con el valor como tiempo de trabajo: "Es precisamente el error de Ricardo que en su primer capítulo, sobre el valor, se asumen como dadas toda clase de categorías a las que todavía hay que llegar, para demostrar su armonía con la ley del valor". (ibid.)

Page 33: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

33

aparece como algo "mágico", universalmente intercambiable, las mercancías

parecen estar dotadas de valor por el dinero. El trabajo social no se reconoce

en absoluto en el valor, a pesar de que el valor no es, en esencia, más que

trabajo social coagulado, por lo que las relaciones sociales de trabajo

expresadas por las relaciones de intercambio de las mercancías no se

reconocen como tales. Así, la forma en que aparece el valor distorsiona la

verdad de su esencia social, distorsión que sólo se ve potenciada y

desarrollada por el dinero fiduciario. Por lo tanto, la teoría científica de la

sociedad no puede ser la misma que la visión de los individuos que se forman

en el día a día de la vida capitalista.

7. Conclusión

La teoría del valor-trabajo reconoce la existencia de una relación pautada

entre el tiempo de trabajo socialmente necesario y las relaciones de

intercambio, lo que hace que la autorreproducción y el autodesarrollo del

sistema capitalista sean potencialmente inteligibles y proporciona la base

abstracta ("forma célular") desde la que realizar este potencial. Ninguna

teoría, ya sea la teoría de la utilidad o un enfoque sraffiano, identifica ninguna

propiedad característica alternativa de la mercancía que tenga una relación

pautada con las relaciones de intercambio. Esta es la razón más abstracta por

la que el trabajo es la fuente y la sustancia del valor, respondiendo a la

pregunta "urgente" (Laibman, 1999, pp. 71-2) planteada en la introducción

de este documento. La separación entre dialéctica y realismo, común en la

literatura sobre el valor, ha servido para oscurecer el significado de esta

respuesta. La dialéctica, cuando se separa del realismo, es incapaz de validar

el principio realista con el que comienza Marx. A la inversa, el realismo,

cuando se separa de la dialéctica, es incapaz de validar el desarrollo dialéctico

del valor de Marx. Sobre la base de la dialéctica materialista de Ilyenkov, este

documento ha entretejido los hilos del realismo y la dialéctica para

comprender la introducción de Marx de la peculiar ontología social del valor.

Los argumentos clave pueden recapitularse como sigue.

En primer lugar, la estabilidad relativa de las relaciones de intercambio en

todo el sistema significa que debe haber una tercera cosa, una estructura o

Page 34: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

34

naturaleza intrínseca de la mercancía, en virtud de la cual se posee la

intercambiabilidad en proporciones definidas. Los críticos que rechazan el

análisis realista o materialista de los "poderes causales" no pueden entender

este argumento. En segundo lugar, Marx sigue a Ricardo al identificar el

tiempo de trabajo necesario como la "tercera cosa", sobre la base de que es

la única propiedad característica de la mercancía que tiene una relación

pautada con las relaciones de intercambio. La identificación del trabajo como

la única tercera cosa posible, por estos motivos, no suele entenderse en la

literatura: por ejemplo, muchos intérpretes realistas consideran que Marx

ofrece una "hipótesis" de la teoría del valor-trabajo, que implícitamente (y

erróneamente) legitima las hipótesis alternativas de la tercera cosa. En tercer

lugar, Ricardo había pasado por alto la trascendental importancia causal y

social del hecho de que las relaciones de cambio no se deben a ningún tipo

específico de trabajo incorporado en la mercancía, sino al trabajo abstracto

acumulado en ella. En la abstracción de las cualidades materiales naturales,

del cuerpo natural, de la mercancía, el trabajo no se encarna, sino que se coagula

socialmente como la sustancia social emergente del valor. La encarnación del

trabajo se produce en todas las sociedades, mientras que la fusión del trabajo

abstracto es específica del capitalismo. La identificación del trabajo abstracto

como sustancia social emergente del valor es el germen del desarrollo

dialéctico de Marx más allá de (la sublación de) la teoría del valor-trabajo

ricardiana. En cuarto lugar, la teoría de la "forma del valor" es correcta al

subrayar que el valor debe adquirir una forma de apariencia en el dinero, pero

es incorrecta al argumentar que la forma del valor es anterior o sustituye al

trabajo abstracto como sustancia y medida del valor.

Los tres volúmenes de El Capital proceden inter alia a desvelar la forma real

de la relación pautada entre el tiempo de trabajo socialmente necesario y las

relaciones de cambio, dando cuenta también de las transformaciones en la

naturaleza y, por tanto, en la magnitud del trabajo abstracto (Saad-Filho,

2002, pp. 54-70). El enfoque general esbozado por Fine y Saad-Filho (2004),

Fine, Lapavitsas y Saad-Filho (2004) y Saad-Filho (2002), así como la gran

cantidad de estudios concretos sobre diversos temas de la teoría social

desarrollados por Fine, en particular, ofrecen amplios ejemplos de desarrollos

Page 35: Un desarrollo materialista de algunas contribuciones ...

35

concretos en consonancia con los argumentos de este trabajo.18 Este trabajo

más concreto puede ser potencialmente perfeccionado de forma significativa

y hacerse más accesible, dados los argumentos tan abstractos en los que se ha

centrado este trabajo. Así pues, el presente documento se ofrece, en última

instancia, como una profundización filosófica, metodológica y teórica

abstracta de un conjunto amplio y distintivo de estudios sobre el capitalismo

contemporáneo.

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