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EL SANDINISMOProceso Incluso

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UN CONCEPTO

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El estudio plantea un amplio análisis de los factores históricos que hicieron posible la victoria del Frente Sandinista a partir de condiciones propias de la realidad Latinoamericana y de las particularidades políticas del país latinoamericano. En este sentido, el autor concreta el papel del pensamiento político de Augusto Sandino como generador de una ideología de cambio que buscó darle solución a los problemas nacional, educativo, religioso, del desarrollo y de la democracia en Nicaragua.

Aun cuando el autor no rebasa los planteamientos conocidos sobre la génesis y evolución del proceso, sí es una síntesis clara y didáctica «sobre el mismo. En una perspectiva pedagógica me permito recomendar la divulgación y estudio del texto puesto bajo mi consideración.

WILLIAM RAMÍREZ TOBONInvestigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia y

Editor de la Revista Análisis Político

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IMPRESIÓN DE UN COLEGA

El hecho de que la Revolución Sandinista sea considerada generalmente como algo superado por la historia Nicaragüense y Latinoamericana, un intento fallido o un caso juzgado, no quiere decir, de manera alguna, que no amerite sesudos análisis, bien sea para justificarla, ubicar causas-consecuencias o señalar, imponderables estratégicos que deben ser irrepetibles.

Este trabajo del profesor Arteta es un excelente ensayo de Filosofía Política.

Apoyado en las cartas, manifiestos y proclamas de Sandino, en los escritos y relatos de los principales actores de la Revolución Nicaragüense y en más de 20 investigaciones sobre el tema, el autor logra, aplicando el método lógico-dialéctico a la historia, decantar sus propias y particulares conclusiones.

Quienes intenten establecer las perspectivas del Sandinismo en Centroamérica, ya tienen aquí un Importante trecho recorrido.

JOSÉ GABRIEL COLLEYDirector del Instituto de Filosofía " JULIO ENRIQUE

BLANCO" de la Universidad del Atlántico.

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PROLOGO

En un trabajo vibrante, apasionado, el Profesor Cristóbal Arteta traza un fresco -casi cinematográfico- sobre un capítulo aún vivo, abierto como una herida, de la historia contemporánea de América Latina.

Los "elementos del desastre" del proceso que alimentan, desde comienzos del siglo XX, las relaciones que sobre-determinaron los vínculos entre U.S.A. y Nicaragua, son tratados en un contexto metodológico global, sistemático, encontrando las coordenadas que ligan el destino individual de cada pueblo con la naturaleza continental del proyecto hegemónico norteamericano.

Con un lenguaje que mantiene su afiliación al entrenamiento didáctico, propio de una docencia consagrada, el lector es introducido al universo de las causas endógenas y exógenas que condujeron, luego del período nacionalista de Nimios < talaya, al advenimiento de la figura de Somoza y a la concepción patrimonialista que el dictador elabora del listado, reproduciendo en pleno siglo XX, como si el tiempo se hubiera detenido, rasgos del poder político medieval.

De la fuente más diáfana del doloroso lecho de Procusto a que fue sometida Nicaragua surge la recia fisonomía de Sandino, como síntesis insobornable del derecho a la soberanía nacional, a la independencia con dignidad, olvidada por muchos gobernantes de la ignominia y rescatada por honrar a Bolívar, Luperón, Martí, Hostos, etc., así como a su pueblo.

Es un hombre –así lo traza Arteta- armado de un ideal, de una doctrina cuyo núcleo básico reproduce el antiyanquismo premonitorio de los libertadores.

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Su muerte – pretendida obra maestra del imperio – resultó ser un paréntesis que sembró los ideales en la vida de nuevas generaciones.

Estas ideas-destaca el autor- se enlazan de modo natural con las formulaciones marxistas y con el pensamiento cristiano post CELAM, dando origen a un paradigma de especial originalidad. Aquí parece residir una frescura, una fortaleza, una adaptabilidad que le ha servido al frente Sandinista, no solo para avanzar política y militarmente hacia el poder sino para emprender la retirada táctica -como algunos analistas sugieren- que fue su misma derrota electoral, ante la U.N.O (oposición). Hecho que, por supuesto, también expresa el fuerte componente democrático, pluralista que permea su concepción pese a los riesgos indudables que comporta. El trabajo se plantea -aunque no alcanza a desarrollarlo- un Interrogante que interesa vitalmente a todos los pueblos de América Latina: La viabilidad de los cambios estructurales en nuestras sociedades. Dicho de otro modo ¿están condenados al fracaso, por la enfermiza obsesión hegemónica pinga» los procesos liberadores de nuestros países - aunque se lime van dentro del esquema de legítimas y elementales necesidades postergadas de justicia social y mantengan, aún, I» libertad de prensa rabiosamente enemigas y los elementos básicos de la participación democrática?

Aun después de proclamado el fin de la guerra fría, de eliminada la confrontación Este-Oeste, ¿tendría sentido real para América Latina, para sus pueblos, buscar y pelear por reconstruir o empezar una nueva historia que se ancle más a satisfacer sus necesidades sociales insatisfechas que en el mito del mercado perfecto, omnieficiente que hoy ofrecen como panacea universal los nuevos cruzados dogmáticos del Pragmatismo neo-liberal?

La historia de Nicaragua, derrotada más por su soledad que por sus errores, pone en el tapete la reflexión sobre la llamada por algunos Ley Sociológica de la Simultaneidad en los hechos

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sociales de la región, para que se consoliden. De este fenómeno hablan gentes de distinta concepción del mundo como Germán Arciniegas, Nieto Arteta y Rodney Arismendi. ¿En América Latina la solidez de las mutaciones sociales demandan implicar la dimensión continental?

Así mismo, el ensayo de Cristóbal Arteta rastrea otra lección sobre la que advirtió Bolívar cuando nos precabía de la imitación que llevaba a construir “Repúblicas Aéreas”, y que su maestro Simón Rodríguez expresó cuando advertía que “América si no somos originales nos equivocamos”.

En fin, son múltiples las inquietudes que esta obra ofrece a los lectores en búsqueda del encuentro con temáticas de actualidad, apasionantes, porque intentan iluminar experiencias colectivas ligadas indisolublemente -para bien o para mal- a nuestro propio destino como nación autodeterminada, soberana. Viable -como sociedad solidaria y humanizada- para las generaciones del nuevo siglo que ya casi emprende la marcha. De que aprendamos bien las enseñanzas -intenta decir con variadas voces este trabajo-, depende que no repitamos el pasado y rompamos definitivamente con la marginalidad, la subordinación y el atraso que nos impuso el esquema eurocentrista y la pérdida de la memoria histórica, que, a no dudarlo, nos hicieron más daño que el despojo de todos los potosí, de los intercambios desiguales y de la mismísima deuda externa.

Amílcar Guido Jiménez Decano Facultad de Derecho Universidad del Atlántico

LIMINAR

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El análisis de los condicionamientos socio-económicos, políticos, sociales y culturales que hicieron posible los cambios y transformaciones revolucionarias en Nicaragua, y el estudio del pensamiento de Sandino y su incidencia en el de los grandes ideólogos nicaragüenses nos permiten comprender en qué momento histórico de su desarrollo el pequeño país centroamericano fue sacudido por contradicciones tan esenciales y necesarias, y cómo la dinámica del enfrentamiento contra la dictadura somocista, permitió la formación de una doctrina política que alimentó la conciencia de los verdaderos actores y dirigentes del proceso.

El capitalismo nicaragüense, y su forma de expresión política, el Estado somocista, agotó las posibilidades de desarrollo que llevaba en su seno, debido al marco estructural MI que se desenvolvió y a la configuración orgánica que fue adquiriendo a raíz de su vinculación con el sistema hegemónico norteamericano. Tal situación llevó la lucha de clases a una exasperación tal, sólo comparable en América a la sufrida por la sociedad cubana en los años 50.

Para abordar el análisis de las realidades estructurales señaladas, y vincularlas con el proceso de mutaciones revolucionarias sufridas por Nicaragua en la década de los 70, es indispensable penetrar en las peculiaridades que adquirió el desarrollo del capitalismo neocolonial en ese país; así como interpretar las características de la crisis y su incidencia en la insurrección popular; comprender el alcance de los factores histórico - subjetivos y el de los perfiles ideológicos de la doctrina sandinista, lo mismo que el ordenamiento social que fue adquiriendo su evolución histórica, como resultado de la dinámica de su lucha de clases.Fuera de toda visión subjetiva, la evolución de los aspectos señalados pueden aproximarnos al entendimiento de que el proceso revolucionario sandinista no tuvo como fuente 0 raíces ideológico-políticas al marxismo, sino las concepciones nacionalistas y anti-imperialistas implícitas en pensadores latinoamericanos, como Augusto Cesar Sandino. La influencia del

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marxismo y el surgimiento de tendencias socialistas en el frente sandinista, sólo pueden entenderse como limitado de la radicalización del proceso y la agudición de la lucha de clases, ligada a la actitud de las fuerzas intervencionistas norteamericanas y a la política de hostigamiento a que fue sometida la pequeña república centroamericana.

De igual manera, el tratamiento del tema puede cimentar conceptualmente la especulación filosófica que, a la manera hegeliana, se haga sobre el futuro de un proceso, interrumpido, pero no agotado en sus posibilidades reales.

Este trabajo habrá logrado trascendencia, si contribuye a profundizar el debate sobre el tema y a ampliar el conocimiento histórico de un proceso que reviste fundamental interés para Latinoamérica y, muy especialmente, para nuestro país, urgido como está de experiencias y asimilación de las mismas para los cambios y transformaciones que nuestras realidades socio-económicas y políticas urgen.

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PRIMERA PARTEFACTORES HISTORICO-OBJETIVOS DE LA

REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE

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CAPITULO I

1.1. ASPECTOS DE LA FORMACIÓN SOCIAL LATINOAMERICANA

El peculiar desarrollo desigual de la formación social latinoamericana estuvo condicionado, desde un primer momento, por la Colonización Española y su economía agrominera exportadora, incorporando a América Latina al nuevo Sistema Capitalista Mundial en formación, y convirtiéndola, de paso, en parte de una totalidad como continente dependiente en función de los intereses de las metrópolis colonialistas (España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda).

Incorporados estos pueblos al proceso histórico de creación del mercado mundial capitalista, la economía indígena fue sustituida por la producción de metales preciosos y productos agropecuarios destinados al comercio exterior, subsistiendo relaciones precapitalistas de producción propias de algunas comunidades primitivas. Así se formó en América Latina no sólo el capital comercial, sino, fundamentalmente, un capital que se invertía en empresas mineras, agropecuarias y artesanales y que dio origen a una burguesía criolla no meramente comercial, sino productora.

De esta manera, América Latina no siguió el proceso clásico del capitalismo europeo, ya que pasó directamente de las comunidades primitivas a un capitalismo incipiente, productor de metales preciosos y materias primas, que contribuyó, desde las primeras de cambio, con su vasta producción minera, al desarrollo del capitalismo de occidente.

Obtenida la independencia política formal de España y Portugal durante el siglo XIX, nuestros países se convirtieron en dependientes de otros polos del capitalismo europeo. La burguesía criolla fue incapaz de profundizar un proceso de revolución

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democrático-burguesa a través del impulso de una reforma agraria, así como facilitar la creación de un mercado interno y [el establecimiento de las bases de una industria nacional. Propuso, en cambio, consolidar los aberrantes rasgos de nuestra economía, heredados de la Colonia, reforzando la función de países productores y exportadores de materias primas. El centro hegemónico europeo estimuló este proceso.

Por otro lado, la necesidad de incorporar adelantos en la construcción de obras de infraestructura y de importar nuevas tecnologías para incrementar la producción minera y agropecuaria, fortaleció los lazos de dependencia, porque nuestros países, debido a la carencia de industrias propias, tuvieron que recurrir a las metrópolis capitalistas avanzadas.

A fines del siglo pasado, la inversión de capital financiero, especialmente británico, cambió cualitativamente el carácter dependiente de estos países. Como semicolonias inglesas, las formas de penetración se orientaron hacia los empréstitos, el control del transporte marítimo, la exportación de maquinaria, y la venta de productos manufacturados.

La primera Guerra Mundial interrumpió la carrera inversionista inglesa y colocó a Estados Unidos en el primer plano de las inversiones y del control de las materias primas, transformando nuestras naciones de semicolonias inglesas en neo-colonias norteamericanas. Algunos países caribeños y centroamericanos, desde hacía cerca de cincuenta años, ya eran semicolonias yanquis.

Después de la segunda Guerra Mundial, fue preocupación norteamericana la inversión no sólo en materias primas, sino también en la industria que se había desarrollado a partir de la década de los años 30 del presente siglo. La dependencia económica generó un proceso de neocolonización política), caracterizado por la firma de pactos militares entre los gobiernos latinoamericanos y Estados Unidos, y la creación de Organismos

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Panamericanos que afectaron la soberanía política de nuestros países. Las conferencias de 1943 y 1947 en Río de Janeiro y la creación de la O.E.A. en 1948, cercenaron nuestra soberanía nacional y ataron nuestros países a la política internacional norteamericana.

A manera de síntesis, podemos caracterizar la formación social latinoamericana como neocolonial, con un desarrollo capitalista atrasado, desigual y "combinado" A pesar de su atraso, nuestros países no son agrarios sino urbanos, en algunos casos industrial-urbanos y en otros industrial-urbano-mineros, excepción hecha de algunos países de Centroamérica donde predominan los enclaves de plantaciones bananeras.

1.1.1. RELACIONES POLÍTICAS: CLASES, ESTADO E IDEOLOGÍA

Latinoamérica, como totalidad social, representa una unidad contradictoria donde sus componentes se interinfluyen e interrelacionan. Este planteamiento es importante para poder comprender el comportamiento tanto del sector de los explotados como el de la burguesía, el Estado, sus instituciones e ideología.

Las diferentes fracciones de la burguesía latinoamericana se han entregado, atadas de pies y mimos, al imperialismo norteamericano. Sus intereses están unidos por la relación capitalista, el reparto de la plusvalía, y, sobre todo, por la común estrategia en contra del proletariado, de las fuerzas progresistas y revolucionarias que pongan en peligro la continuidad de la propiedad privada.

La burguesía latinoamericana, especialmente el sector más dinámico de la burguesía industrial, ha entrado en un creciente proceso de asociación con el capital monopolice mundial. Esta asociación ha mermado la capacidad de maniobra de la burguesía ante el imperialismo. Sin embargo, sería un error creer que desaparecieron las contradicciones entre las distintas fracciones

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de la burguesía y las presiones de algunos Estados Latinoamericanos sobre Norte América en relación con el reparto de la plusvalía, mejores precios y demanda sostenida para las materias primas y algunos productos de exportación.

El Estado burgués latinoamericano del siglo XIX y de las primeras décadas del siglo XX, dirigido por la vieja oligarquía terrateniente en alianza con la burguesía minera, comercial, bancada y financiera, practicó la política del "laisser faire, laisser passer". A partir de la crisis mundial de 1930, como consecuencia de la disminución de las entradas fiscales provocadas por el descenso de la demanda de materias primas y la falta de divisas para importar productos manufacturados, los Estados Latinoamericanos, a través de sus gobiernos, se vieron obligados a intervenir más directamente en la economía. El sector industrial de la economía fue el privilegiado por el intervencionismo estatal mediante subsidios e impulsos de obras de infraestructura. En los últimos años, se ha producido una tendencia a la asociación de capital estatal con empresas multinacionales, conato que se ha visto reforzado con los procedimientos autocráticos de ciertos regímenes militares. Tal asociación se desarrolla a través de empresas mixtas, contratos de explotación y financiamiento imperialista de proyectos infraestructurales del Estado.

La avidez por la tasa de ganancia y el crecimiento de la acumulación de capital, han planteado la necesidad de una creciente represión, |8í como el intento de lograr el control del movimiento sindical a través del Estado para evitar las huelgas y las presiones salariales, factores que agudizan la tendencia a la disminución del ingreso.

De esta manera, el Estado no es un ente abstracto por encima de las clases, sino la expresión y representación concreta de los intereses generales de las clases dominantes. No sólo es un intermediario político-administrativo de las relaciones entre el

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imperialismo y la burguesía criolla, sino que actúa como socio directo a través de la asociación de capitales.

1.1.2. LOS MILITARES

En algunos países de América Latina, el carácter militar del régimen político ha sido uno de los rasgos fundamentales del ejercicio del poder. Ante la crisis de dirección política de los partidos burgueses tradicionales, los militares juegan un papel aparentemente autónomo, representando los intereses generales del sistema capitalista y de su sector de clase más dinámico y modernizante. Si bien es cierto que las fuerzas armadas no tienen la estructura de un partido político tradicional, la alta oficialidad actúa, de hecho, como tal: se da una estructura orgánica especial; discute los planes de gobierno y la política económica; la forma de enfrentar los conflictos sociales, la política internacional y todo lo relacionado con el quehacer político.

Los altos jerarcas militares han logrado formar una capa profesional relacionada íntimamente con el desarrollo de la actual estructura capitalista y actúan en defensa de los intereses del sector dinámico de la clase dominante, de la cual son parte activa. Su relación con la política del imperialismo yanqui es tan estrecha que no sólo se materializa en entrenamientos antisubversivos, contra las guerrillas y los movimientos sociales, sino, también, mediante el ejercicio del control ideológico y político. A pesar de tal relación, no es descartable la posibilidad de que en el interior de las fuerzas armadas surjan corrientes antiimperialistas, nacionalistas y populares.

La política económica de los regímenes militares se diseña en función de los intereses de los sectores más dinámicos de la burguesía criolla, asociada al capital monopólico internacional, para lograr una rápida acumulación de capital y aumentar la plusvalía. Para conseguir tales objetivos, no escatiman esfuerzos en aplicar una feroz política represiva contra toda inconformidad y

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contra todo movimiento social que presione para lograr aumentos salariales.

En las últimas décadas, las dictaduras militares latinoamericanas han surgido para aplastar el ascenso revolucionario de las masas, o para derribar aquellos gobiernos que, por su carácter populista o reformista, no convienen a los intereses de la burguesía y del imperialismo. Pero, se ha evidenciado un rotundo fracaso de los gobiernos militares para gobernar y solucionar los problemas más urgentes del continente, produciéndose, en consecuencia y al mismo tiempo, un descontento general por la carrera armamentista generalizada y por la tensión que ha creado en relación con los problemas fronterizos.

1.1.3. LA IGLESIA Y EL ESTADO

En las últimas dos décadas, la iglesia católica ha surgido gran relevancia social y política. Uno de los factores que explica este fenómeno esta en relación con el hecho de que muchos países latinoamericanos han estado manejados por dictaduras militares, durante las cuales los partidos políticos, inclusive los burgueses, atenúan su significación, cobrando importancia instituciones como las asociaciones, los gremios, la iglesia, etc.

El papel que ha desempeñado y desempeña la iglesia católica en nuestro continente no ha sido lo suficientemente investigado. Es necesario diferenciar entre la política de la alta jerarquía eclesiástica y las actitudes de algunos sacerdotes que desarrollan, a veces, una política abiertamente revolucionaria al lado de los explotados del campo y de la ciudad. La historia del comportamiento eclesiástico así lo demuestra: durante la época colonial la iglesia estuvo al servicio de la Corona y ligada a los intereses de la oligarquía terrateniente, a pesar de algunos roces circunstanciales sobre las formas de llevar a cabo la conquista y la colonización. Por su vinculación con los intereses de la Corona, la iglesia, como institución, se opuso a la independencia de nuestros pueblos. Sólo algunos sacerdotes criollos del bajo clero, como

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Camilo Henríquez en Chile, Hidalgo y Morelos en México, Sotomayor en Colombia, constituyeron las excepciones del proceso.

Frustrados todos los intentos por impedir la independencia, la iglesia se convirtió en aliada de los sectores más reaccionarios de la oligarquía criolla terrateniente y en un importante instrumento de imposición de las tradiciones más oscurantistas en el campo de la cultura y el dominio ideológico.

Hoy, en algunos países latinoamericanos, a pesar de las divergencias con algunos sectores políticos representantes de fracciones burguesas, existe una estrecha alianza entre la alta jerarquía eclesiástica, el Vaticano, la burguesía y el imperialismo norteamericano para impedir el ascenso de los movimientos inconformes que ponen en peligro estratégico los intereses económicos, políticos, sociales e ideológicos del polo dominante. Al mismo tiempo, un sector minoritario, pero cada vez más importante del clero, ha logrado estructurar la corriente de la "Teología de la Liberación", que, basada en los supuestos básicos de la dependencia, la alienación, la explotación y todas sus secuelas, proyecta como necesaria una sociedad diferente.

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1.1.4. FUERZAS SOCIALES

Las características generales de la sociedad latinoamericana en lo económico, político, social e ideológico definen un cuadro social integrado de la siguiente manera:

a) La burguesía criolla que, para acrecentar la acumulación de capital y aumentar la tasa de ganancias, se ha asociado con el capital monopólico internacional;b) Los terratenientes que, ante la presión salarial y reivindicatoria de los trabajadores del campo y la ciudad, se han aliado con la burguesía para trazar una común estrategia política;c) El proletariado que se encuentra integrado fundamentalmente por los obreros de las empresas manufactureras, de la construcción, del comercio y del transporte; los trabajadores asalariados en los servicios del Estado; los jornaleros de los pequeños talleres artesanales; el proletariado rural y el proletariado minero;d) El campesinado que, formado por pequeños propietarios, minifundistas, aparceros, inquilinos, está interesado en acabar con el latifundio;e) Los sectores marginales, explotados y miserables, que habitan las poblaciones urbano-periféricas;f) Las comunidades indígenas que actualmente se hallan en proceso de extinción por el estrangulador avance del desarrollo capitalista;g) Los pauperizados sectores de las capas medias asalariadas que trabajan como empleados particulares y del Estado, lo mismo que una importante franja de intelectuales y profesionales que ha hecho suya la causa de los pobres del campo, de la ciudad y de las minas, yh) Los sectores más esclarecidos política e ideológicamente del estudiantado que, al ligarse con las luchas conyunturales y estratégicas de obreros y campesinos, se convierten en detonantes del proceso revolucionario.La historia ha demostrado la incapacidad de las clases que controlan el poder político para realizar las transformaciones y

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tareas democráticas de la sociedad latinoamericana. Comprometidas como están en la tenencia de la tierra, no han podido ni querido realizar una auténtica reforma agraria. Por ser cada vez más acentuado el grado de dependencia del capital financiero, están, igualmente, incapacitadas para plegarse a una lucha contra los privilegios del imperialismo. Máxime cuando la existencia de éste es condición clave para su propia existencia.

Los roces que, a veces, se producen entre las clases dominantes latinoamericanas y el imperialismo, sólo han tendido a presionar o chantajear a este último para obtener un ámenlo más provechoso en el reparto de la renta nacional, mas nunca para romper con él.

1.1.5. LOS CAMBIOS REVOLUCIONARIOS EN AMERICA LATINA

Las transformaciones sociales para que América Latina pueda adquirir continuidad y profundidad en su desarrollo, deben lograr un carácter clasista e ininterrumpido. No deben detenerse en la mera lucha anti-imperialista y agraria, dejando intacta la propiedad de la gran burguesía nacional. Deben realizarse mediante un plan de expropiaciones de la gran propiedad privada, neutralizando los intentos de quienes se opongan a ellas. Esta misión ha de cumplirla el proletariado unido al campesinado, a los empleados y demás capas trabajadoras, a través de gobiernos comprometidos con los cambios y las tareas democráticas.

Otro rasgo sobresaliente del proceso de cambios democráticos en Latinoamérica, es su tendencia a la regionalización.

Con la Revolución Cubana, a partir de 1960, comenzó una nueva etapa política en nuestro continente que se expresó en los movimientos campesinos y en el ascenso de las luchas de las masas urbanas, cuyas expresiones más altas fueron el Cordobazo de 1968 (Argentina); las huelgas generales de Uruguay (cuatro para la misma década); la asamblea popular en Bolivia en 1971 y el proceso pre-revolucionario chileno durante el gobierno de

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Allende. Estas expresivas luchas desarrollaron su polo contradictorio con los golpes militares en Bolivia 1971; Uruguay, 1973; Chile, 1973 y Argentina, 1976.

Sin embargo, muy pronto, las confrontaciones clasistas se agudizaron manifestándose en los movimientos de masas, y su ascenso, en países como Perú, Ecuador, Colombia, México y Brasil. Pero fundamentalmente, con el triunfo de la revolución nicaragüense el 19 de julio de 1979, que estimuló el carácter permanente y regional del proceso de transformaciones políticas, al extenderse a El Salvador y Guatemala.

La relevante característica de regionalización de los cambios revolucionarios en Latinoamérica, debe analizarse como manifestación concreta de su continentalidad, lo cual no implica un estallido simultáneo. La historia ha demostrado su carácter desigual, contradictorio y articulado con el conjunto del proceso.

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CAPITULO II

1.2. CUESTIONES SOCIOECONÓMICAS

1.2.1. EL DESARROLLO ECONÓMICO, SOCIAL Y POLÍTICO DE NICARAGUA HASTA 1.979

Al igual que otros países de las áreas caribeña y latinoamericana, el desarrollo histórico de Nicaragua, como país dependiente, ha estado marcado por el impacto secular del colonialismo y del imperialismo.

Su incorporación a la división internacional del trabajo data desde la época Colonial, durante la cual, la producción de añil constituyó su principal fuente de ingresos externos, combinándose con la ganadería extensiva y los cultivos de subsistencia en una estructura productiva sumamente atrasada.

Durante el último tercio del siglo XIX, se inicia la producción cafetera en el país, alcanzando un mayor auge y desarrollo en el primer tercio del siglo XX, pero sin producir modificaciones sustanciales en la estructura heredada del período anterior. Más bien, implicó una reorientación y mayor diversificación de la vieja estructura productiva y del desarrollo de tensiones y contradicciones por el control del poder, entre los nuevos grupos de productores y los más antiguos. Esta situación explica, de alguna manera, el impulso de medidas liberales bajo las administraciones de Pedro Joaquín Chamorro (1875-1879) y José Santos Zelaya (1893-1909), tales como, la expropiación de tierras no cultivadas, pertenecientes a la iglesia, que encuentra la resistencia de los grandes latifundistas, más interesados en la ganadería y el cacao. La política reformista y las nuevas orientaciones de los grupos emergentes, se vieron, tempranamente, truncadas por la invasión norteamericana.

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Los Estados Unidos, una vez conquistado el control del Canal de Panamá, bajo la administración de Teodoro Roosevelt, quiere ampliar y preservar su monopolio sobre Centroamérica, adquiriendo, también, los derechos sobre el Canal de Nicaragua. La ocupación se inicia en el año 1909 con la ayuda de los grandes monopolios económicos del país centroamericano, como la Rosario and Light Mines Co. A partir de esa fecha, hasta 1.933, el sistema colonial de Nicaragua se apoya en la ocupación directa de los Marines con la cooperación de los defensores militares de los grandes terratenientes y ganaderos. Desde 1912 hasta 1.916, los Estados Unidos impone como presidente de Nicaragua a Adolfo Díaz, Jefe de la Sección de Contabilidad de la Rosario and Light Mines Co. En 1.914, mediante el tratado Chamorro-Bryan1, Nicaragua cedía a perpetuidad, a Estados Unidos, los derechos de construcción del canal, el Golfo de Fonseca y la Isla de Maíz.

La lucha entre liberales y conservadores, apoyados por los Estados Unidos, prosigue durante la década de los 20. Nuevamente, en 1.926, los Marines, que habían abandonado el país en Agosto de 1925, regresan para apoyar los intereses de los Estados Unidos, imponiendo por segunda vez a Adolfo Díaz como presidente (1926-1929). En 1927, el status colonial norteamericano se legaliza con otro nuevo tratado: Stinson-Moncada, en el cual se señala, entre otras cosas, la permanencia del ejército de ocupación yanqui, hasta la organización de la Guardia Nacional.

La producción de café que, en el período 1920-1930, oscilaba entre la mitad y los 2/3 de todas las exportaciones del país, durante la segunda Guerra Mundial, declina sensiblemente sin que pudiera ser compensada por otros rubros agropecuarios o mineros. El vacío habría de ser ocupado por el algodón que, gracias a su

1 Fue escrito el 5 de Agosto de 1914 entre Emiliano Chamorro en representación del gobierno de Nicaragua y William Jennings Bryan en representación del gobierno de los EE.UU. Por este acto, Nicaragua recibió tres millones de dólares que solo sirvieron para pagar deudas e intereses a banqueros norteamericanos. En 1969, los EE.UU decidieron la abrogación del tratado al no ser4les ya útil.

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crecimiento, cambió el perfil de la producción agrícola y la composición de las exportaciones.

En el período correspondiente a 1950-1965, la participación de la producción algodonera en el total de las exportaciones nicaragüenses, pasó de un 5% a un 45%, generando un prolongado y masivo proceso migratorio hacia las zonas de frontera agrícola (Nueva Segovia, Zelaya, Río San Juan) y los centros urbanos. Este fenómeno se extendió hasta la década del 70 del presente siglo, el cual fue reforzado en los años posteriores gracias al desarrollo de la ganadería de exportación y por la producción de arroz.

La expansión algodonera produjo un fuerte impacto en la estructura socio-económica del país, al impulsar las relaciones capitalistas de producción e introducir dinamismo al conjunto de la economía. Con el algodón, Nicaragua se introdujo en un rubro agrícola que no es exclusivo de las zonas tropicales del tercer mundo, sino, igualmente, de los países capitalistas avanzados. Tal circunstancia introdujo en la actividad productiva criterios de eficacia y modernización que plantearon mayores requerimientos de maquinaria y equipos para la producción.

A partir de los años 60, el desarrollo de la ganadería contribuyó a una diversificación mayor de la agroexportación, convirtiéndose la producción de carne en el 25% del valor total de la producción de alimentos, siendo Estados Unidos el principal comprador.

La apertura de la economía nicaragüense a un movimiento de inversiones industriales en plantas de montaje y elaboración de productos de origen agropecuario, se dio a partir de la creación del Mercado Común Centroamericano. El crecimiento industrial se desarrolló marcado por una fuerte dependencia externa, sobre todo la industria de papel imprentas, editoriales, sustancias y productos químicos, productos de caucho y fabricación de maquinarias. Para la época, pese a que la producción industrial nacional equivalía al 60% del valor de las importaciones

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industriales del país, no logró una capacidad de generación de empleo lo suficientemente amplia. Se calcula que la Población Económicamente Activa P E.A.- industrial, pasó del 11.6% del total en 1963 al 12-3% y al 9% en 1975. De esta manera, le correspondió al sector de servicios personales dar refugio a los trabajadores migrantes y a los nuevos flujos de la fuerza de trabajo urbano. La estructura económica capitalista creció con profundas desigualdades intersectoriales, espaciales y sociales, reforzando su subordinación al exterior. En el período que va de 1960 a 1978, Nicaragua acumuló una relación negativa de más de 8.000 millones de dólares como consecuencia del deterioro de los términos del intercambio comercial. Esos saldos negativos se sumaron a los pagos de servicios, utilidades y demás, para traducirse en saldos sistemáticamente negativos de la cuenta corriente del balance de pagos y en un creciente endeudamiento externo. La deuda externa, que en 1950 no pasaba de dos millones de dólares, era en 1960 de 22 millones, en 1970 de 145 millones, en 1974 de 466 millones y en 1977 superaba los 900 millones. Para paliar los efectos más visibles del atraso general y la vulnerabilidad externa de la economía, se necesitaba la asistencia financiera de los Estados Unidos, que, como contraprestación, exigía fidelidad a su política y el afianzamiento del anticomunismo manifiesto de la dictadura de Somoza.

Por otro lado, como base de sustentación del esquema de desarrollo nicaragüense, era necesaria una intensa explotación de la mano de obra que, en condiciones inicuas de trabajo y de vida, se conjugaba con elevados índices de desempleo, bajos ingresos, mendicidad, hacinamiento, etc.

1.2.2. EL PROLETARIADO

El capitalismo agroindustrial que se desarrolló en Nicaragua, generó un proletariado desigualmente desarrollado y con una gran inestabilidad ocupacional, que en gran parte determino su

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carácter cuantitativamente reducido, frente al gran volumen de una gran fuerza de trabajo que laboraba de manera asalariada durante no más de dos o tres meses al año, para luego volver a formas no asalariadas de prestación laboral. Se estima que en 1977 el proletariado agrícola representaba un 75% de la P.E.A. agropecuaria, aproximadamente unas 33.000 personas. El subproletariado agrícola, constituido por personas que vendían sus fuerzas de trabajo de manera estacional, sumaba el 32% de la P.E.A., aproximadamente unas 138.000personas. El semiproletariado de campesinos pobres minifundistas, cuyas familias no podían vivir del producto de sus fincas y que se veían obligados a vender su fuerza de trabajo, representaba el 38%, o sea, unas 165.000 personas.

Según investigaciones llevadas a cabo por el Ministerio de Trabajo nicaragüense, hacia fines de la década del 70, el proletariado del sector agropecuario sumaba 1/3 de la P.E.A. agropecuaria, esto es, unos 130.000 trabajadores, promedio, en el año. De éstos, unos 50.000 habían tenido empleo asalariado fijo durante todo el año, mientras que el resto funcionaba como proletariado itinerante que, finalizada la temporada de máximo empleo fijo, en las cosechas de café y algodón, pasaba a desempeñarse en los servicios urbanos, la construcción, la ganadería y la agricultura para el mercado interno. El semiproletariado o campesinos pobres que no podían vivir del producto de su finca y que se veían obligados a vender su fuerza de trabajo a otros productos, representaban las 2/3 del campesinado, o sea, unas 165.000 personas. En su conjunto, la fracción Itinerante de los obreros agrícolas y el semiproletariado de origen campesino sumarían entre 230 y 240 mil trabajadores.El proceso de proletarización de la fuerza de trabajo había sido más acentuado en el sector rural que en el urbano, a pesar de todas las limitaciones y complejidades. A fines de 1970, la clase obrera urbana sumaba unos 113.000 trabajadores, equivalentes al 20% de la P.E.A. no agropecuaria.

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La mayor lentitud del proceso de proletarización de la fuerza del trabajo en el ámbito urbano, constrastaba con los niveles de centralización en unidades dadas de capital, que eran muchos más altas en la ciudad que en el campo. A finales de la década del 70, el 75% de los trabajadores industriales se concentraba en establecimientos fabriles de más de 170 puestos de trabajo.

Para la misma época, los obreros constituían el sector de trabajadores urbanos que percibía el menor nivel de ingresos, por debajo incluso de los trabajadores de servicios personales. Los bajos niveles de ingresos se conjugaban con una fuerte inestabilidad laboral y con inicuas condiciones de trabajo, arbitrariedad patronal y un clima institucional represivo.

La alta concentración urbana de los asalariados industriales constrastaba con la dispersión de la clase obrera en el paisaje socio-económico. La masa de trabajadores no asalariados y asalariados no productivos, que convivían con aquella, la superaba holgadamente en términos absolutos y relativos.

1.2.3. LA ESTRUCTURA AGRARIA

Otra causa importante del desigual proceso de desarrollo capitalista nicaragüense, la constituyó la existencia de niveles distintos de concentración de la propiedad y la producción.

Al lado de Costa Rica en la segunda mitad de este siglo, Nicaragua era el país donde las fincas multifamiliares, pertenecientes a la gran burguesía agraria, concentraban la mayor proporción de tierra y donde las unidades familiares medianas, de la pequeña y mediana burguesía rural tenían mayor peso en la estructura de la tenencia. Pero, al mismo tiempo, era Nicaragua el país que, en la región, presentaba un ingreso familiar agrícola menor. Estos elementos sugieren que, a diferencia de lo que ocurría en Guatemala y El Salvador, la figura de la gran hacienda ya no era predominante en Nicaragua. Junto con la avanzada proletarización de los trabajadores del campo, el peso marcado de la mediana

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burguesía rural era uno de los datos centrales de la estructura agraria nicaragüense. Mientras el campesino aporta una cuarta parte de la producción total agropecuaria, la burguesía mediana aporta casi la mitad.

En el sector no agropecuario, el 54% de los establecimientos industriales, que podía ser caracterizado como artesanal, empleaba menos de cinco personas cada uno. Los establecimientos pequeños y medianos, de acuerdo con su volumen de empleo de fuerza de trabajo, constituían el 83% del total y generaban solamente un 24% del empleo y el 10% del valor agregado. La industria mediana, con el 10% de los establecimientos y el 18% del personal, generaba un 28% del valor agregado. La menor participación en la producción, frente a la señalada para el agro, no expresa forzosamente atraso tecnológico o ineficiencia productiva de los establecimientos chicos y medianos respecto de los grandes. La pequeña industria contaba con casi 8.000 establecimientos, con el 37% del empleo industrial (28.000 trabajadores) y cerca del 18% del valor bruto de producción.

En cuanto a las exportaciones industriales, el mayor volumen lo presentaba la fabricación de calzados y productos de cuero (55%), seguido por vestuarios (31%).

En general, las exportaciones de la pequeña industria eran efectuadas por comerciantes individuales que se trasladaban con las mercancías a los países vecinos. Por su magnitud y por su articulación en el conjunto de la economía, la pequeña industria satisfacía con su producción la demanda de amplios sectores del mercado y competía con la mediana y las grandes industrias por el mismo mercado, en la gestión del capitalismo nicaragüense particularmente en los sectores más dinámicos. Las orientaciones económicas de la gran burguesía terrateniente, no estuvieron totalmente liberadas de elementos precapitalistas,

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como la mediería, la aparcería y el colonato que subsistieron hasta el derrumbe de la dictadura en 1979.

La reducida participación de la gran burguesía agraria en la producción, contrasta con la elevada concentración de tierras en sus manos. La progresiva subordinación respecto del polo dinámico hegemonizado por los nuevos grupos financieros y por el Estado somocista; la falta de un proyecto alternativo de dominación y su debilidad como fracción desde una perspectiva propiamente capitalista, condicionaron su participación en el terreno político a un papel secundario.

A diferencia de la gran burguesía terrateniente, los productores pequeños no tenían acceso al crédito bancario y dependían del financiamiento de los comerciantes o del capital agroindustrial, endeudándose en un sistema de ventas, forzosamente anticipadas, de las cosechas, sin capacidad de injerencia en el precio de las mismas. La heterogeneidad de estas fracciones medias de la burguesía agraria, en lo que toca a su acceso a la tierra y a las condiciones de organización de la producción, generó diversidad y complejidad en las demandas formuladas.

Para la década de los 70, las contradicciones entre las capas medias de la burguesía agraria y la gran propiedad terrateniente se agudizaron, debido a que la expansión de la producción y el alza de los precios, estimulados por el Estado somocista, sólo favoreció los intereses latifundistas. Tal situación abonó el terreno para que el Frente de Liberación Nacional -F.S.L.N.- desarrollara una política de acumulación de fuerzas en tales sectores.

A fines de la década señalada, el campesino representaba el 51% de la P.E.A. rural, del cual 20% eran campesinos medios y el resto minifundistas en proceso de proletarización. Carentes de tierras, con condiciones primitivas de exportación, sin acceso a financiamiento o tecnología, los campesinos sufrieron, en los últimos 30 años, un acelerado proceso de expulsión de sus tierras.

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La represión, el desarraigo y el empobrecimiento del campesinado se conjugaron con el contacto directo y violento de las expresiones locales de la Dictadura, y con el poder de los terratenientes y el gran capital, ampliándose las condiciones para la incorporación de los(explotados del campo a la lucha del F.S.L.N., como, medio siglo antes, se habían incorporado al ejército anti-imperialista de Sandino.

Un fenómeno muy significativo dentro de la realidad nicaragüense lo constituyó el hecho de que las fracciones burguesas y terratenientes sólo convirtieron la política, -como práctica de organización y conducción de la sociedad- en el centro de sus preocupaciones, cuando el avance de la lucha Sandinista era irrefrenable. Esos grupos se mantuvieron más bien concentrados en su propia práctica económica, presionando al Estado, desde fuera, con demandas concretas, orientadas a la valorización de su capital y reconociendo la legitimidad del orden político de la dictadura. Sólo cuando la revolución tomó cuerpo como posibilidad real e inmediata, las contradicciones con la camarilla somocista se manifestaron en términos de diferencias políticas.

1.2.4. EL CAPITAL EXTRANJERO

El capital extranjero no alcanzó una incidencia determinante en la estructura económica de Nicaragua. Capitalistas y productores locales controlaban la propiedad de medios de producción, y las inversiones extranjeras, en sectores como el banano y la minería, fueron de un monto global reducido.

El punto máximo de la producción bananera por corporaciones norteamericanas se alcanza en 1930, pero con un peso secundario respecto del café y posteriormente del algodón y la ganadería de exportación, que siempre estuvieron a cargo de productores locales.

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La gravitación extranjera, débil en el área productiva, fue considerablemente fuerte en el ámbito de la comercialización, el financiamiento y en la determinación de los precios externos.Con el auge algodonero entre 1959 y 1969, las inversiones extranjeras incrementaron su magnitud, pero siempre dentro de una escala reducida. Pasaron de 18.7 millones de dólares a 76.3 millones y se orientaron de manera creciente hacia la industria manufacturera.

En víspera de la caída de Somoza, se estimaba que el total de las inversiones extranjeras oscilaba entre 95 y 130 millones de dólares, tendiendo a especializarse en rubros complementarios de la actividad exportadora como insumos, procesamiento y similares.

En consecuencia, la fuerte dependencia externa de la economía nicaragüense se consiguió con relativo poco capital, y a través de la circulación y realización del mismo, más que de la producción directa de artículos exportables o para el mercado interno. El imperialismo en Nicaragua fue más bien de embajadores y generales que de industriales y banqueros.

En Nicaragua, la gravitación del imperialismo se manifestó, sobre todo, como potencia político-militar. Bajo la dictadura somocista, ese país fue un obsecuente voto de Estados Unidos en los organismos internacionales, un aliado seguro para el control de la región, y territorio de reserva para un eventual segundo canal interoceánico.

Desde su independencia de España, Nicaragua ha configurado su historia en una lucha casi permanente e ininterrumpida frente a las agresiones militares norteamericanas. Siempre, fue presa fácil de las ambiciones expansionistas del Norte, conjugadas con la obsecuencia genuflexa de las clases dominantes locales.

1.2.5. EL PAPEL DEL ESTADO SOMOCISTA

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Las más sobresalientes características del Estado somocista fueron su contenido represivo y su instrumentalización para el rápido enriquecimiento de la familia Somoza.

El Estado somocista fue un producto directo de las invasiones militares norteamericanas, que sentaron las bases para la estructuración de un Estado con un poder y unos aparatos políticos, que desde su origen, estuvieron ligados a la figura de un dictador. El Estado somocista fue la forma históricamente determinada que asumió en Nicaragua el Estado capitalista, y que contribuyó decisivamente al avance, expansión, diversificación y modernización de la economía, a partir de la década de los 50.

El favoritismo del Estado hacia los grandes productores, al lado de la pérdida de tierras y del empobrecimiento creciente del campesinado y del semiproletariado, incrementó el malestar en la población rural. Para 1960 se registraron más de 200 invasiones de tierras y desalojos en la región del Pacífico y lentamente, fue creciendo la adhesión de los sectores desplazados a las filas de la oposición a la dictadura.En esa década, el Estado encaró algunas medidas redistributivas tendientes a morigerar el malestar rural e impulsar modificaciones necesarias para el desarrollo del capitalismo agroindustrial. Pero, fueron medidas de corto alcance que provocaron más frustración que soluciones y que fortalecieron el enfrentamiento de los sectores desilusionados contra el régimen. La subordinación de las tímidas políticas reformistas al proyecto de expansión y modernización del capital, aligeraron su fracaso y pusieron de relieve, una vez más, que la represión constituía la forma privilegiada de relación del Estado con las masas populares. La implantación del estado de sitio, desde finales de 1974 hasta Septiembre de 1977, serviría al régimen tanto para tratar de desarticular la organización del F.S.L.N. y cortar su enraizamiento en las masas, como para incrementar la explotación de la fuerza de trabajo.

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En el campo, la represión abierta se complementó con la represión ideológica realizada por la iglesia Católica. La jerarquía y el clero difundieron, a través de un cristianismo de sumisión y acatamiento al orden temporal, una ideología de aceptación al poder dictatorial, que presentaba a éste como producto de una voluntad divina y al intento de rebelión a la dictadura, como una insubordinación religiosa. Sin embargo, un grupo de curas jóvenes se constituyó en la excepción de los que colaboraban activamente con la élite gobernante, o, por lo menos, toleraban de una manera pasiva los excesos del gobierno.

Toda la política del Estado somocista tuvo como Norte la primacía de los intereses de la familia Somoza. El Estado no sólo fue un agente político-económico del capital, sino, también, un instrumento de enriquecimiento y acumulación de los Somoza y de sus más leales allegados. Al triunfo de la Revolución Sandinista, la fortuna Somoza se estimaba entre 500 y 900 millones de dólares, constituyendo el tercer grupo financiero del país.La dictadura Somoza empleó todos los recursos puestos a su disposición gracias al control absoluto del Estado, para implementar la privatización de los fondos públicos, la evasión impositiva, la manipulación de información, las venta-compra-reventas, la especulación con recursos públicos, etc. A su lado, hubo un conjunto de familias y de altos oficiales de la guardia Nacional que gozó de manera subordinada de grandes beneficios a cambio de su lealtad al régimen, y que se constituyó, a lo largo de casi medio siglo de dictadura, en una especie de l burguesía somocista.

La imagen generalizada de que Somoza era dueño de medio país no es real, pero sí es cierto que el somocismo era el principal accionista o propietario de los más grandes emporios económicos del país.

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CAPITULO III

1.3. INCIDENCIAS DE LA ESTRUCTURA SOCIOECONÓMICA EN LA INSURRECCIÓN POPULAR NICARAGÜENSE

En la interpretación de la Revolución Sandinista, es bastante frecuente indicar que la crisis del capitalismo dependiente nicaragüense, y su articulación con la crisis económica mundial, tuvo un efecto decisivo en el derrocamiento del régimen somocista.

Así las cosas, la crisis económica se plantea como la condición objetiva que hizo posible el desarrollo y avance de la lucha revolucionaria en Nicaragua. Sin embargo, la hipótesis misma no aparece suficientemente avalada por el desenvolvimiento real de la economía, ni por sus modalidades de articulación en la economía capitalista mundial. Pues, más bien, la caída de la dictadura somocista fue el producto de una crisis política revolucionaria, la cual, en la dinámica de su movimiento, activó una crisis económica2.

Inclusive, durante el periodo anterior al triunfo revolucionario, la economía nicaragüense se incrementó a pesar de que las tasas de crecimiento no fueron espectaculares con ritmos desiguales y erráticos. Los sectores de la producción agropecuaria e industrial fueron los más afectados por el desarrollo.

Durante la década de los años 70 se advierte una fuerte desaceleración del crecimiento. Entre 1971-1974, la tasa media anual fue de 6.4% y en 1975-1978 se redujo a 0.3%. No obstante, en los sectores productivos, la desaceleración fue mucho menos notoria: de 5.8% a 5.3% en el sector agropecuario, y de 6.7% a 5.1% en la industria manufacturera.2 Cf. Vilas, Carlos. Perfiles de la revolución Sandinista. Cuba Casa de las Américas 1984. Pág. 137…153.

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La tendencia a la desaceleración y el estancamiento fue una constante de la economía nicaragüense durante el período revolucionario, pero ello no significa crisis económica, pues el estancamiento nunca estuvo acompañado de la recesión.

La marcha de las inversiones no parece haber experimentado alteraciones relevantes en los años anteriores a la caída de la dictadura, salvo en 1978 cuando el coeficiente se mantuvo, en general, estable.

A partir de la segunda mitad de la década de 1970, se incrementó la pauperización de las masas populares y, por su puesto, su integración a la lucha revolucionaria.

Pero el empobrecimiento, la degradación del nivel de vida y la brutal represión durante la última clapa de la dictadura, no configuraron una crisis económica. Ni la crisis económica significa mucho, cuando no existen las condiciones políticas para hacer de ella un factor que impulse la revolución. Sin la confluencia de ciertas condiciones políticas, que no se generan espontánea o automáticamente por la mera dinámica de lo económico, la crisis puede ser reabsorbida por las clases dominantes y convertirse en el punto de partida de una nueva etapa de explotación social y opresión política. Una crisis económica no tiene más efecto que el de crear un terreno más propicio para la difusión de ciertos modos de actuar y pensar, de plantear y resolver las cuestiones centrales de la lucha social. Puede hacer avanzar el proceso revolucionario, pero sobre la base de una política audaz, capaz de ganar y de canalizar el descontento hacia el enfrentamiento de clases.

Nicaragua conoció la verdadera crisis económica en 1978, como capítulo o dimensión de la crisis revolucionaria que se desató a mediados de 1977. En efecto, el agravamiento de la pauperización hacia 1976-77 y la genocida represión somocista se conjugaron con el avance del F.S.L.N., que supo combinar la lucha militar con

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la organización de las masas y con la apertura hacia los sectores opositores y democráticos de la burguesía. En este contexto, las crisis económica se activa y evoluciona vertiginosamente, creciendo a medida que la lucha revolucionaria se aproximaba a la victoria. Fue el ascenso de la lucha Sandinista y la crisis política general y definitiva de la dictadura, lo que motivó la gestación y el desarrollo tan veloz de la crisis económica.

La crisis económica que se desencadenó en 1978 y que alcanzó su culminación en Abril-Mayo de 1979, no fue el resultado del funcionamiento objetivo de la economía nicaragüense, o de su articulación contradictoria al mercado mundial, sino, más bien, de la reorientación política de una parte creciente de sus recursos para intentar frenar el ascenso revolucionario, o para acelerar el enriquecimiento de los titulares del poder dictatorial y permitir la fuga de capitales ante la proximidad de la derrota. Es decir, la crisis económica se dio por la progresiva parálisis de la economía, a medida que la guerra cubría con su desarrollo al conjunto de la sociedad. En la medida en que el capitalismo tenía como una de sus bases la sustentación al Estado somocista, la bancarrota de éste arrastraba tras de sí la crisis económica.

Dos factores fueron relevantes durante la debacle económica de la dictadura: por un lado, el comportamiento del somocismo frente al conjunto de la sociedad, y, de otra parte, el miedo y la inseguridad de la burguesía, sobre todo, después del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, hecho que demostró que nadie podía sentirse a salvo de la represión somocista. La burguesía opositora, sin experiencia política y con organizaciones frágiles y recientes, no tuvo más remedio que apostar a un somocismo con Guardia Nacional, pero sin Somoza. Sólo que la dinámica del proceso que en cualquiera! de sus desenlaces polares problematizaba más aún su porvenir como clase-profundizaba su inseguridad, que se expresó económicamente en la salida de capitales hacia el exterior, la liquidación de activos y la retracción general de la actividad productiva.

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Fue la acción política de las masas y su incorporación a la lucha Sandinista, el factor fundamental que generó una crisis revolucionaria. El pueblo que salió a las calles a pelear, lo hizo porque existían las condiciones políticas creadas por casi dos décadas de lucha Sandinista, que le permitían entrever tanto la eficacia de su participación como la posibilidad del triunfo. Al calor de la lucha, los Sandinistas convirtieron los elementos cotidianos de la vida en fuerza de combate para la guerra contra el régimen.

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SEGUNDA PARTE:

LOS FACTORES HISTÓRICO- SUBJETIVOS EN LA REVOLUCIÓN NICARAGÜENSE

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CAPITULO I

2.1. PRESENCIA INTELECTUAL DE SANDINO

2.1.1. EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE SANDINO

...un humilde artesano, recolector de café en suinfancia; trabajador agrícola

en lecherías y plantaciones; cortador de bananos,ayudante de mecánica,

empleado en cuadrillas de limpieza de calles;minero, tornero, despachador

de gasolina, y General de un ejército de! pueblo,que sostuvo con su brazo armando su verdad y su

sacrificio: "Nosotros iremos hacia el sol de lalibertad o hacia la muerte y si morimos,

nuestra causa seguirá viviendo3"

Augusto César Sandino (1895-1934) no sólo fue un hombre de acción que luchó con amor por la humanidad, por su libertad y soberanía, contra todo upo de vasallaje y opresión, sino, también, un hombre de ideas, principios y valores, a pesar de no dedicarse exclusivamente al ejercicio intelectual. Con justa razón, se le considera el máximo "creador intelectual de la nacionalidad Nicaragüense", aunque sus concepciones, más allá de las fronteras de su país, se enmarcan en un contexto internacional.

El cubano José Martí, el uruguayo José Enrique Rodó, el centroamericano Rubén Darío, y Sandino constituyen la notable tradición de figuras hispanoamericanas iniciadas con Bolívar que proyectan y representan la crítica a los Estados Unidos y a su civilización anglosajona, y el reconocimiento y exaltación de los valores de la civilización latina.

3 Ramírez, Sergio. El Pensamiento Vivo de Sandino. San José, Educa, 1974, p. 10.

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El pensamiento político de Sandino se estructuró sobre un fondo profundo de antiimperialismo. Así lo confirman algunos de sus más importantes escritos4.

Para Sandino, el pueblo de Nicaragua no podía reconocer como gobiernos constitucionales a ninguno de los que habían escalado el poder desde 1909, porque habían llegado a él "apoyados por la bayoneta del imperialismo de los Estados Unidos del Norte", aunque reconocía el paréntesis nacionalista del Presidente Bartolomé Martínez en 1919.

El anti-imperialismo de Sandino tenía como sustentos la razón y el derecho, mas no- el fanatismo. Su conocimiento profundo de la realidad histórica de Nicaragua y de los demás pueblos de América Latina, señala que era poseedor de claras y profundas ideas socio-políticas. Sandino estaba hondamente convencido de que el capitalismo norteamericano había llegado a la última etapa de su desarrollo, transformándose, como consecuencia, en imperialismo y que ya no podía atender teorías de derecho y de justicia, pues pasaba, sin respeto alguno, sobre los inconmovibles principios de libertad de las fracciones de la nacionalidad latinoamericana. Por lo tanto, consideraba indispensable, más aún impertérrito, la independencia frente a las pretensiones de los Estados Unidos.

Para fundamentar teóricamente su lucha y oponerla al imperialismo norteamericano, desarrolló dos ideas fundamentales: el Indohispanismo, que se orientó hacia la formación de la conciencia hispanoamericana, y la integración latinoamericana, con la que revivía la acción bolivariana.

El Indohispanismo, que bien puede considerarse creación suya, fue expresado con mucha coherencia e intuición para caracterizar nuestra identidad histórica. El contacto intelectual con pensadores de la talla de Ugarte y Vasconcelos, y la relación directa con los soldados de Colombia, Venezuela, México, República Dominicana y con los de los países centroamericanos, lo llevaron a un 4 Ramírez, Sergio, op cit., p. 88, 64, 176.

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conocimiento profundo de la etnia y espiritualidad de Hispanoamérica, profundizando, así, la respuesta crítica a la hegemonía continental de los Estados Unidos.

La Integración latinoamericana formó parte esencial de la doctrina que le sirvió de pilar a su accionar político. Por ello, desde 1929, se dio a la tarea de realizar el supremo sueño de Bolívar, proponiendo una alianza latinoamericana que comprendía la abolición de la doctrina Monroe, la creación de una sola nacionalidad, la formación de una Corte de Justicia Latinoamericana, la integración de un sólo ejército y la de un solo comité de banqueros latinoamericanos.

Su pensamiento latinoamericanista incluía la necesidad de celebrar, periódicamente la necesidad de celebrar, periódicamente conferencias entre representantes de los países de América Latina para estrechar los lazos de solidaridad ante sus problemas, propender una confedera sindical latinoamericana y establecer el derecho de no intervención en los negocios internos de ninguna de las repúblicas indohispanas, como principio fundamental del respeto a la soberanía e independencia de los pueblos.

El pensamiento integracionista de Sandino se inspiró en los próceres y héroes latinoamericanos, especialmente en Bolívar, a quienes ponderó y exaltó en sus escritos, mostrando la existencia de una lógica relación entre sus ideas y la necesidad de mantener la independencia por la que tanto había luchado.

Siempre exigió a los Estados Unidos una frontera digna de América Latina. Al no dársele, retomó la lucha contra el imperialismo, partiendo de donde la había dejado el Libertador. El horizonte de su lucha política adquirió una dimensión internacional, cuando, en carta dirigida, el 10 de Junio de 1928, a Froilán Turcios, escribía:

"No será extraño que a mí y a mi ejército

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se nos encuentre en cualquier país deAmérica Latina, donde el invasor

asesino fije sus plantas en actitud de conquista.Sandino es indohispano y no tienefronteras en la América Latina5"

En muchos de sus discursos y proclamas, donde se llama el hijo de Bolívar, sostenía que su patria, aquella por la que luchaba, tenía por fronteras la de América Española. Por eso, comprendía que la alianza de los pueblos de América Latina y la constitución de un gran ejército latinoamericano se constituía en la única y verdadera garantía para frenar el expansionismo yanqui y mantener la soberanía de los Estados.

Como parte de su concepción internacionalista, Sandino desarrolló una clara aprehensión de la realidad histórica de Centroamérica y de la imperiosa necesidad de unidad de los pueblos centroamericanos contra los Estados Unidos. Consideraba que todos los países centroamericanos estaban obligados a ayudarse en vista del mañana que pueda traer para ellos las mismas complicaciones. La América Central debería unirse contra el invasor, en lugar de apoyar a los gobiernos que entran en alianzas con los intereses de los grandes monopolios.

E! Centroamericanismo, en el pensamiento de Sandino, tenía un hondo contenido de clase. En carta enviada a Pedro Altamirano, el 30 de Marzo de 1931, proclamaba la unión centroamericana con el nombre de "Comuneros Centroamericanos", dirigida y orientada por la acción de obreros y campesinos, y desligada de los elementos burgueses, quienes siempre habían querido obligar a la población a aceptar las humillaciones del yanqui por resultarles más favorables a sus intereses6.

2.1.2. LA ALTERNATIVA DE SANDINO

5 Ramírez, Sergio, opc. Cit., p. 140.6 RAMÍREZ Sergio, op. cit. pág 219.

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Para Sandino, el pueblo nicaragüense no podía reconocer como gobiernos constitucionales a todos aquellos surgidos tras la desaparición del régimen liberal en 1910, pues se apoyaron en las bayonetas yanquis.

Era preciso, entonces, organizar el pueblo y expulsar a las fuerzas intervencionistas para conquistar la libertad, la soberanía y la constitucionalidad. "La libertad no se conquista con flores, sino con balas", decía. La concepción ideológica desarrollada por Sandino tuvo dos objetivos constantes que no pueden desvincularse, pues permanecen indisolubles: La iberación nacional, frente al imperio, y la liberación social de las clases populares, frente a la oligarquía nicaragüense y a las proyecciones económicas del mismo imperio. Sandino configuró un proyecto-político que abarca el establecimiento de un gobierno popular e independiente; la cooperativización de la tierra en beneficio del que la trabaja; la eliminación de tratados lesivos a la soberanía nacional, el rescate de las riquezas nicaragüenses y de los recursos naturales en beneficio de la mayoría y el mantenimiento del ejército del pueblo.

La lucha por restaurar la soberanía nacional de Nicaragua, como primer paso para avanzar hacia la emancipación social, implicaba la creación de un Frente Único Anti-imperialista, conformado por amplios sectores sociales. Esta estrategia obedecía a una necesidad práctica, pues era indispensable no sólo la solidaridad continental, sino la unidad de las distintas fuerzas para proseguir la lucha de liberación.

El frente único incluiría todos los elementos cuyos intereses vitales eran contrarios a los intereses imperialistas, para que, pasando sobre sus divergencias particulares, se unificaran formando un solo ejército, con un mismo programa, una misma táctica, un objetivo común y una misma disciplina.

En su proyecto político de un gobierno nacional, sustentado en una alianza de clases, debían tener hegemonía los obreros y los campesinos.

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Esa concepción no estaba desvinculada del origen pluriclasista de su movimiento, integrado por medianos propietarios y colonos, por obreros de las minas y plantaciones, por indígenas, por ciertos terratenientes, algunos intelectuales y por numerosos artesanos de la ciudad.

El Gobierno Nacional debía emprender el desarrollo de reformas sociales, tales como la jornada de ocho horas diarias de trabajo; el establecimiento de escuelas primarias en cada empresa con más de quince operarios o familias, el reconocimiento a las mujeres del mismo salario de los varones y los derechos de huelga y de organización sindical.

Pensaba Sandino crear un modelo de producción que dependiese de un auténtico control popular, cuyo objetivo era la autogestión, es decir, que el propio pueblo, organizado, fuese el propietario de su trabajo. En suma, un modelo que elevase culturalmente a los hombres y a los indígenas marginados.

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CAPITULO II

2.2. LA FUNDACIÓN DEL FRENTE SANDINISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL

El 21 de Febrero de 1934, Anastacio Somoza García inauguró el aparato de la dictadura somocista con el asesinato de Augusto César Sandino. Veintidós años más tarde, es decir en 1956, el dictador fue ajusticiado por Rigoberto López Pérez con lo cual se reactiva la lucha guerrillera en Nicaragua. Así, para el año de 1958, surgió la guerrilla de Ramón Randales, un veterano de la guerra Sandinista, con quien vendría la sucesión de otros grupos guerrilleros que pugnaban por una salida revolucionaria a la situación del país.

La fundación propiamente dicha del Frente Sandinista de la Liberación Nacional -F.S.L.N.-, la realizan tres grandes dirigentes del proceso revolucionario en el año 1961: Silvio Mayorga, Carlos Fonseca y Tomás Borge, aunque justo es reconocer que, detrás de ellos, hubo una pléyade de revolucionarios que, aunque no participó en la reunión oficial de conformación, arrancó con los fundadores, tales como Santos López, Faustino Ruíz, Jorge Navarro, Francisco Buitrago, Iván Sánchez, Mauricio Córdoba y Germán Pomares. Muchos de ellos dieron sus vidas en el enfrentamiento contra la dictadura.

Puede afirmarse que la fundación del Frente en 1961 fue la síntesis de todas las luchas guerrilleras, de las inquietudes que existían en las ciudades, de los albores de inconformidad que había por todas partes, de las diferentes discusiones acerca de cómo afrontar la lucha, en fin, de la necesidad de respuesta histórica ante tanta opresión y represión.

La actividad política desarrollada por los fundadores, antes que surgiera la guerrilla, y la formación alcanzada por éstos, explican el

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hecho de que el Frente no haya surgido como un grupo guerrillero más, y que la derrota sufrida en 1963, en Río Coco y Bocay, no hubiese significado la derrota total del frente.Para esa época y en medio de los ríos Coco y Bocay, apareció el primer grupo guerrillero, con entrenamiento militar organizado por el F.S.L.N. y dirigido por el Coronel Santos López, quien había pertenecido a una columna guerrillera que luchó en la montaña con Augusto César Sandino. Refiriéndose a este episodio, Tomás Borge en el libro "Nicaragua: Revolución ", dice:

"No nacimos como grupo guerrillero sino como unaorganización revolucionaria que utilizaba la guerrilla

como instrumento de lucha. Esto explica por quécuando desaparece la guerrilla no desaparece elFrente Sandinista, a la inversa de lo que paso en

muchos movimientos de América Latina, quedesaparecieron porque eran exclusivamente

movimiento si guerrilleros. En la derrota del Río Coco yBocay, nos quitaron un brazo, pero bueno, los

movimientos revolucionarios verdaderos tienen laposibilidad de que ¡es vuelvan a crecer los brazos.7"

La derrota militar mencionada produjo un repliegue de la actividad militar del Frente y empujó a una posición de ribetes reformistas. A pesar de no renunciar a la convicción de la lucha armada, como forma fundamental para decidir el desenlace de la revolución nicaragüense, lo cierto fue que se interrumpió el trabajo práctico para continuar la preparación de la misma y no se supo encontrar la manera adecuada de superar la crisis interna que se presentó con el descalabro sufrido, con el consiguiente quebrantamiento moral del Frente.

Tal vez, un factor que influyó en tal situación fue el descenso que, para la misma época, se presentó en el movimiento antisomocista

7 ARIAS Pilar. Nicaragua: Revolución (Relatos de combatientes del Frente Sandinista). México, Siglo XXI, 1981 pág. 27.

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de Nicaragua con la exitosa maniobra de la camarilla de celebrar, en Febrero de 1963, elecciones para imponer como presidente a Rene Schick.

Entre 1964 y 1965, el paréntesis fue utilizado para establecer contactos con el campesinado y organizar la lucha revolucionaria. Durante este período, prácticamente se puso todo el acento en el trabajo abierto entre las masas, pero con un carácter economicista y reivindicativo, sin que el Frente lograra ganar la dirección para imprimirle una perspectiva política y revolucionaria a la lucha. En esto incidió la falta de cuadros dirigentes dotados del desarrollo adecuado y de la decisión necesaria para organizar la lucha popular. Ya a finales de 1966, comenzaron los Sandinistas a preparar nuevamente la lucha armada, pero, entre Mayo y Agosto de 1967, periodo durante el cual se desarrolló la guerrilla de PANCASAN, se produjo un nuevo revés militar.Con la derrota política-militar propinada por la Guardia Nacional en PANCASAN, terminó la actividad de la guerrilla en la montaña. Fueron muertos y capturados muchos militantes y obligado el Frente a preparar y sentar las bases de la guerrilla urbana.

Pero lo que fue una derrota militar del Sandinismo, significó una extraordinaria victoria política, porque fue el señalamiento definitivo de dos caminos: el electoral o el militar. El F.S.L.N. señaló el camino que en última instancia siguió todo el pueblo Nicaragüense: el camino de la guerra revolucionaria.

El repliegue, después de la derrota, no se dio hacia posiones conservadoras, sino para fortalecer el movimiento revolucionario. Así se organizaron escuelas militares con una disciplina muy rigurosa, se educaron los cuadros en la lucha práctica y en el enfrentamiento con el enemigo, alimentando la organización con las tradiciones heroicas del pueblo.

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Para 1969, la dirección del F.S.L.N. se propuso, además del trabajo entre el campesino y la clase obrera, profundizar el trabajo con el movimiento estudiantil, para lo cual, crea el Frente Estudiantil Revolucionario (F.E.R.) que representó un papel importante en el proceso revolucionario.

En Enero de 1970, como resultado de un golpe de infiltración, fueron detectadas casas clandestinas, encarcelados y eliminados muchos militantes, entre ellos, cuadros de dirección, cuadros intermedios, combatientes destacados del F.S.L.N. y hasta simpatizantes y colaboradores. El trabajo político realizado, prácticamente había sido desmantelado. Los pocos cuadros que quedaron se dieron entonces a la tarea de organizar entre 1971 y 1974 las bases urbanas y rurales de apoyo a la revolución, En 1971, se paralizaron todas las actividades estudiantiles en el país y se adelantó el denominado Movimiento de las Iglesias, llamado así porque los Sandinistas se tomaron varias iglesias en diversos departamentos, exigiendo la presentación en público de quienes habían sido capturados y la libertad de quienes habían pagado condena.

De esa manera, se comenzó a estructurar el movimiento de apoyo a la actividad sandinista con más contenido popular, adquiriendo un cariz diferente el trabajo y proyección del F.S.L.N., pues, comenzaron a hacerse las primeras manifestaciones de protesta y a paralizarse los colegios, en un clima de agitación que empezó a sentirse en todo el país. El carácter detonante y agitador del movimiento estudiantil fue la característica más relevante de los movimientos inconformes.

Refiriéndose a esta época, Bayardo Arce, uno de los cuadros de dirección del F.S.L.N, decía:

"En todo el Frente en Nicaragua sólo existía un arma,que era una pistola y dos armas que llegaron con otrosmilitantes del Frente: una pistola 45 y un revólver 32

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con el tambor malo8".

A pesar de la falta de armas, los sandinistas eran conscientes de que el sector prioritario para organizar la lucha revolucionaria armada y evitar un poco la represión, era la montaña. Esto lo demuestra el hecho de que, cuando a finales de 1971 tomaron el camino hacia el monte, sólo dos militantes quedaron en la ciudad.

Entre 1971 y 1973, el trabajo adquirió un carácter fundamentalmente organizativo y los militantes se dedicaron al conocimiento de caminos de la región montañosa y a la búsqueda de posibles contactos. Fueron tres años sin combate, que hicieron posible que el trabajo creciera enormemente, favorecido por las difíciles condiciones de los campesinos.

Con el terremoto que afectó a Managua en 1973, muchos cuadros regresaron a sus pueblos para refugiarse y, por propia iniciativa, comenzaron a trabajar políticamente entre las masas. En estas circunstancias de crisis, la dictadura en vez de presentar soluciones humanitarias, aumentó la jornada a 60 horas semanales sin pago de horas extras. La lucha espontánea de los obreros se incrementó contra la medida, hasta desarrollarse una huelga nacional que fue aprovechada por cuadros dirigentes del F.S.L.N. para fortalecer organizativamente el trabajo en el Frente. Para la misma época, fue organizada la primera célula cristiana encargada de organizar un movimiento cristiano y progresista.

Fue en Enero de 1974 cuando, por primera vez, la comisión de dirección de la ciudad y del campo se reunieron y decidieron dar los pasos conducentes hacia la reorganización de la guerrilla en la montaña. Con todas las dificultades que un trabajo de esa naturaleza implica, el Frente logró forjar un trabajo guerrillero de 8 Arias, Pilar, op. cit, pág 78.

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singular importancia táctica y estratégica, que unido a la creación de bases urbanas entre el proletariado, los barrios y el movimiento estudiantil, colocaban al Frente como alternativa de dirección de la lucha contra la dictadura somocista.

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CAPITULO III

2.3. OFENSIVA, INSURRECCIÓN Y VICTORIA DEL PROCESO REVOLUCIONARIO

El período va, aproximadamente, de 1974 a 1979, aunque la ofensiva propiamente dicha arranca en 1977.

Para esta época, la dictadura somocista había sido colocada, por el imperialismo, por encima de la sociedad, actuaba como expresión local y se encontraba totalmente desgastada y en pugna con todos los grupos sociales, incluyendo la burguesía.

A raíz de la formación del Mercado Común Centroamericano y de la reorientación de la inversión norteamericana, comenzó a crecer un sector comercial y a formarse una sólida economía agrícola, con una clase social que se perfiló como proyecto político y que se organizó entonces en la Unión Democrática Nacional, con Pedro Joaquín Chamorro a la cabeza. Igualmente, para la época, se había fortalecido una oligarquía financiera. Todos estos grupos estaban prestos a compartir el poder con Somoza, pero éste, en la práctica, los rechazó. Tal situación facilitó al Sandinismo derrotar la dictadura al levantar la bandera de la lucha por la democracia y la liberación nacional, uniendo a todo el pueblo.

El 27 de Diciembre de 1974, comenzó la última etapa de la lucha contra la dictadura. Los Sandinistas históricamente habían obtenido grandes logros, como reestructurar el movimiento sandinista, ganar fé y confianza en el pueblo; pero faltaba, aún, la capacidad práctica que permitiera iniciar la ofensiva. Se hacía necesario expresar la madurez, sintetizarla política y militarmente, y, al mismo tiempo, proyectar un estímulo para la agitación popular. Ello se logró, en gran parte, cuando un comando del F.S.L.N. se tomó la casa del diplomático somocista José María Castillo Quant, en momentos en que se ofrecía una fiesta al

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embajador de Estados Unidos. Entre los rehenes se encontraban familiares de Somoza y altos representantes del gobierno. Tras tres días de negociaciones, los sandinistas consiguieron sus principales demandas, y, por primera vez, mediante la lectura de uno de los documentos del 27, se denuncia toda la represión que se daba en la montaña.

La acción fue importantísima, pues levantó una ola de entusiasmo que la organización no estuvo en capacidad de canalizar por carecer de las estructuras necesarias, lo que permitió que la Guardia Nacional tomara la iniciativa y desatara una ola represiva, sobre todo contra la organización en la montaña. De esa manera, son reprimidas y destruidas las estructuras de colaboradores. En muchas zonas, donde operaba la guerrilla, se hizo necesario el desplazamiento de una zona a otra, en una actitud completamente defensiva para evitar la represión y la persecución de la Guardia Nacional. Fue tan grande la ofensiva enemiga que la guerrilla sólo se limitaba a escapar para no permitir la muerte de tanta gente. Durante estos enfrentamientos murió, en 1976, el gran dirigente sandinista Carlos Fonseca.

Después de estos hechos, la organización quedó profundamente debilitada y comenzaron a surgir en su interior distintas tendencias, creándose una situación de incertidumbre que fue aprovechada por los desmoralizados para abandonar las filas de la revolución. Según Tomás Borge, la división se presentó debido a criterios diferentes en el orden político y a fallas de carácter disciplinario que la dirección sandinista no supo manejar correctamente. Pero, muy a pesar de ello, todos continuaron luchando bajo la bandera rojinegra del Frente Sandinista de Liberación Nacional y mirando hacia el derrocamiento definitivo de la Dictadura Somocista.

La crisis que se originó en un momento en que la represión se ensañaba contra los sandinistas produjo, como consecuencia, una serie de hechos negativos, tales como el deterioro de la situación de seguridad personal de los militantes; la pérdida de muchos de

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los recursos con que contaba el F.S.L.N. y la difusión de una gran cantidad de secretos de la Organización, que, aunque, no era manejada por todos, salieron a flote como resultado de las dificultades.

A finales de 1977, el imperialismo convencido de que militarmente estaba derrotando a un sandinismo dividido, preparó as condiciones para la derrota política. Se trataba de inyectar dólares a la economía, impulsar una reforma burguesa con algunas reivindicaciones económicas políticas para el pueblo e instaurar un somocismo sin Somoza. Esta estrategia, comprendida a tiempo por los sandinistas, los llevó a preparar la ofensiva revolucionaria en beneficio de los intereses populares.

La estrategia sandinista comprendía, por un lado, vigorizar una alianza con los sectores democráticos de la burguesía nacional, a través de un grupo que apareciera dando un respaldo político al Frente y que, eventualmente, pudiera figurar dentro de un gobierno posterior al triunfo armado, y en segundo lugar, quebrar el esquema militar al enemigo, con el ataque simultáneo a varios cuarteles. Uno y otro objetivo se cumplieron, logrando excelentes resultados propagandísticos y de apoyo logístico.

La ofensiva de Octubre se convirtió en el inició de la gran ofensiva final del Frente, que hasta ese momento había estado a la defensiva. Además del impacto político que produjo, le sirvió de base a la burguesía para lanzar su propio proyecto política que desembocó en pedir un diálogo con Somoza. Ya para esta época (1978), el Frente había avanzado en el plano diplomático, estableciendo importantes contactos con personalidades de otros países, a tiempo que, en el plano interno, los contactos con los partidos de oposición burguesa mostraban buenos resultados para el avance de la revolución. Mención especial merece la relación con la Unión Democrática de Liberación -U.D.E.L.- liderada por Pedro Joaquín Chamorro, director del diario "La Prensa", y quien fuera asesinado por el hijo del Dictador, en esa época Jefe de la Escuela de Entrenamientos Básico de Infantería.

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Para la fecha del asesinato de Chamorro, la Dirección Sandinista había logrado alimentar con armas y recursos el Frente Interno de Managua, Masalla y Granada.

Posterior a las acciones de Octubre y del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, la actitud insurreccional de las masas comenzó a tener un efecto multiplicador, y a estimular e intensificar la efervescencia y la agitación en todo el territorio nacional, sin que pudieran ser controladas por el aparato militar somocista. Así ocurrió con la de Monimbó en Febrero de 1978.Para junio del mismo año, el sandinismo decidió entrar al Frente Amplio de Oposición -F.A.O.-, integrado por todos los partidos burgueses enfrentados a la dictadura, con la finalidad de fortalecerlo y comprometer la burguesía, a la caída de Somoza, en el desarrollo del programa de gobierno. Una de las acciones inmediatas del Frente Amplio, fue la preparación de la huelga nacional.

El 22 de Agosto se produjo una acción sin precedentes: la toma del Palacio Nacional en el centro de Managua, donde estaban los más poderosos representantes del somocismo. Tras 45 horas de negociaciones, el F.S.L.N. logró la liberación de 60 presos políticos, incluido Tomás Borge y Rene Núñez, dos de los más grandes dirigentes del Sandinismo, e, igualmente, la difusión radial de dos extensos comunicados y el pago de medio millón de dólares. En Septiembre, una ola insurreccional envuelve a Nicaragua, y muchas ciudades, como Estelí y León, cayeron en poder de los alzados en armas, siendo recuperadas más tarde por la fuerza somocista. Es, a partir de este momento, cuando el Departamento de Estado Norteamericano decide deshacerse de Somoza, pero conservando el somocismo, en alianza con algunas de las fuerzas tradicionales que, hasta el momento, estaban en la oposición cívica. La estrategia de los Estados Unidos de presionar hacia un plebiscito en el que se votara sí o nó a la dictadura de Somoza, no pudo abrirse paso por la negación del dictador. Tal vez fue esa la última oportunidad de desmontar el

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aparato de Somoza y tratar de conservar el somocismo. Pero la perdieron, por la resistencia terca del dictador.

La insurrección de Septiembre fue un logro histórico para el sandinismo. Con ella acumularon más experiencia militar, desarrollaron considerablemente su fuerza política nacional e internacional, aislaron y debilitaron más al somocismo y multiplicaron sus militantes y armas. El año 1979 fue el de la Victoria Sandinista. La insurrección popular no se dio en determinada región o ciudad, fue un fenómeno que se extendió por toda la geografía Nicaragüense y que comprometió, especialmente, a los más humildes, explotados y oprimidos trabajadores del campo y de la ciudad. Pero, igualmente, en ella participaron aquellos sectores que, sin representar los intereses de los explotados, tenían contradicciones, de una u otra forma, con Somoza y con el imperialismo Yanki. Fue el caso de la burguesía progresista que contribuyó, con su práctica, a forjar la gran unidad que hizo posible el derrocamiento de la dictadura, el 19 de Julio de 1979.

Desde el punto de vista histórico, la insurrección popular fue la culminación de los esfuerzos del pueblo nicaragüense por liberarse de la opresión y explotación de todo un siglo y que, durante la década de los 30, se había expresado en la lucha de Sandino contra la intervención de los marines yankis.

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CAPITULO IV

2.4. PERFILES IDEOLÓGICOS DE LA REVOLUCIÓN SANDINISTA

El proceso revolucionario Sandinista logró, en corto tiempo, definir sus propios perfiles ideológicos, convirtiéndose en un "caso revolucionario" muy peculiar de nuestra América.

La respuesta que la Revolución Sandinista dio a las cuestiones básicas del proceso revolucionario, es destacable por su originalidad y por el cúmulo de dificultades y agresiones, en medio de las cuales tuvo que desenvolverse. Cinco fueron esas cuestiones fundamentales:

a) La cuestión nacional, referida a la liquidación de la dominación imperialista y a un nuevo marco de relaciones con la economía mundial y con el sistema político internacional;b) La cuestión del desarrollo, es decir, la superación del atraso, a través de la expansión de las fuerzas productivas y de la homogenización de su estructura; c) La cuestión democrática, esto es, el desmantelamiento del Estado Somocista que sintetizaba y garantizaba la explotación de clase, el atraso económico y la dominación imperialista;d) La cuestión educativa9, como parte de la dimensión político-ideológica de la formación social, ye) La cuestión religiosa, como espacio ideológico donde se han expresado las tendencias liberadoras de la teología y las apegadas del viejo orden social.

La solución que el Sandinismo dio a los grandes interrogantes señalados, explica los éxitos alcanzados después del triunfo revolucionario, a pesar de las grandes dificultades, de las 9 Cf. VILA, Carlos, op. cit. pág. 11...51.

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contradicciones internas generadas por los intereses de clase en pugna, y de las agresiones que los dueños de las multinacionales estimularon desde el exterior.El análisis de cada uno de esos aspectos, puede aproximarnos a valorar la dimensión de un proceso que posiblemente vivan otros países de nuestro continente, claro está, con sus propias dificultades y peculiaridades.

2.4.1. EL PROBLEMA NACIONAL

En el tercer mundo, no toda revolución social es necesariamente una revolución de liberación nacional, pero, sí, toda revolución social tiene necesariamente un componente de liberación nacional. Lo nacional no se reduce a la eliminación de la dominación colonial, ni desaparece con ésta. La experiencia en América Latina enseña que la independencia política formal no implica necesariamente una verdadera emancipación de la dominación foránea, pues ésta puede continuarse por otros canales no menos decisivos.

No es la existencia de una dominación colonial directa, el elemento determinante para caracterizar una revolución como de liberación nacional, sino la existencia de la dominación imperialista que puede expresarse por las vías del colonialismo o a través de estructuras de poder formalmente autónomas. La existencia de un Estado nacional y la configuración de una estructura de poder que responda a las determinaciones locales de la lucha de clases, y el papel que uno y otro grupo social desempeñan respecto a la dominación imperialista, abren el espacio para la existencia de contradicciones entre los que están asociados de manera privilegiada al imperialismo, y aquellos que, articulados con las clases dominantes y como resultado de factores diversos, quedan relegados a posiciones secundarias. Como en Latinoamérica y el Caribe, la propiedad privada sobre los medios de producción es esencialmente de carácter imperialista, la lucha anti-imperialista, conducida por las clases populares, genera

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alteraciones profundas en las relaciones sociales de producción, merced a la nacionalización de los medios de producción, y a la creación de un área de propiedad social, como núcleo de una nueva racionalidad económica.

En países de estructura capitalista dependiente, que giran en torno al eje de la dominación imperialista, se configuran dos campos de intereses contradictorios: de un lado, las clases y fracciones que se incorporan como socios subordinados a la expansión imperialista, y, de otro lado, el complejo de clases y fracciones explotadas u oprimidas por la misma dominación. Estas últimas constituyen el campo nacional, y, muy a pesar de sus diferencias y oposiciones, se unifican en la lucha contra la subyugación que les impone el imperialismo. Mas, ello no elimina la contradicción fundamental burguesía-proletariado, ni suspende la dialéctica de su movimiento.

Por las razones expuestas, la convocatoria al enfrentamiento anti-imperialista es siempre más amplia que la que se hace para instaurar el Socialismo. Siempre, la contradicción clase-nación plantea, desde la perspectiva de la praxis política, la cuestión de cómo resolver el conflicto de clases sin deteriorar la unidad de la nación en la lucha anti-imperialista.

2.4.2 EL PROBLEMA DEL DESARROLLO

Desarrollo y subdesarrollo son dos fases de un único proceso histórico de expansión capitalista y formas de manifestarse la división internacional del trabajo. En la medida en que el atraso de las fuerzas productivas, la heterogeneidad y la desarticulación de la estructura económica, sean el producto y, al mismo tiempo, la base de sustentación del capitalismo neocolonial dependiente, la cuestión del desarrollo económico aparece como uno de los puntos centrales de los procesos revolucionarios, ligado estrechamente a la lucha anti-imperialista.

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Como los problemas del desarrollo son problemas de dominación económica, política y cultural, los interrogantes básicos -qué, cómo y para quién producir- no pueden ser encarados sino desde determinadas perspectivas y proyectos de clase.

En otras palabras, el desarrollo es parte de las profundas transformaciones que el proyecto de revolución busca introducir en todos los ámbitos de la sociedad, para crear nuevas formas y relaciones sociales de producción y liberar las fuerzas productivas de las trabas a que se hallaban sometidas.

2.4.3. EL PROBLEMA DEMOCRÁTICO

La historia ha demostrado que el ejercicio directo y absoluto del poder del Estado por reducidas camarillas, genera una verdadera personalización del poder político, favorece la manipulación de los aparatos del Estado y opera como plataforma de lanzamiento hacia el enriquecimiento y la acumulación.En determinadas coyunturas, las orientaciones del proyecto democrático-burgués tratan de democratizar los aparatos y prácticas político-institucionales, antes que otorgar dimensión material a la sociedad sobre la cual aquella se desenvuelve. Pero, en ciertos momentos, el proyecto admite elementos de democratización material, como resultado de la capacidad de presión, organización y lucha de las clases populares. Para éstas, en cambio, la democratización se plantea como una tarea de un movimiento más complejo, profundo y prolongado, que tiene como horizonte la eliminación de toda forma de explotación y opresión.El advenimiento de dictaduras y del terrorismo de listado en varios países de la región caribeña; la evidencia de las limitaciones de las perspectivas democráticas y reformistas de los grupos subordinados de la burguesía; la necesidad de ampliar las bases sociales de los movimientos revolucionarios y el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, en 1979, crearon la posibilidad de que la cuestión democrática fuera incorporada como dimensión integral de las luchas populares. Se trata de crear un

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sistema político que, a la par que impulse las transformaciones socio-económicas, abra todos los ámbitos, instancias y niveles de la sociedad -la política, la economía, la defensa y la cultura- a la amplia participación del pueblo.La concepción sandinista de democracia tiene como eje central el elevado nivel de participación popular en las cuestiones fundamentales de la vida política, económica y social del pueblo nicaragüense. Esta fue la característica sobresaliente de la lucha del F.S.L.N. contra la dictadura somocista, siendo muchas las organizaciones impulsadas para canalizar y potenciar la integración del pueblo.

Pero los sandinistas no miden la democracia únicamente en el terreno político. Para ellos, la democracia no sólo se reduce a la participación del pueblo en las elecciones, sino que significa, igualmente, la participación popular en los asuntos políticos, económicos, sociales y culturales. El inicio material de la democracia en lo económico, se da para los sandinistas cuando las desigualdades sociales comienzan a debilitarse; cuando obreros, campesinos y trabajadores mejoran sus condiciones materiales de existencia; cuando el pueblo influye, en su gobierno, para la toma de las grandes decisiones administrativas en los diferentes órdenes de la vida nacional, y cuando los trabajadores participan en la dirección de las fábricas, haciendas, cooperativas y centros culturales.

Once años de complicado cuadro de transformaciones revolucionarias, testimonian el desarrollo de la concepción sandinista sobre la democracia en los diferentes ámbitos y dimensiones de la sociedad. Por un lado, las milicias populares sandinistas hicieron posible la integración voluntaria de estudiantes, campesinos pobres, trabajadores del campo y de la ciudad, profesional y técnica a la defensa de la Revolución. Una parte muy importante del enfrentamiento a las fuerzas contra-revolucionarias y de la defensa de los centros de producción, corrió por cuenta de las milicias. Las jornadas populares de salud incorporaron a la gente a la producción de condiciones de higiene

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y de salud ambiental, a campañas) de erradicación de enfermedades endémicas, prevención de epidemias, etc. Lo que antes de la revolución eran espacios reservados para los especialistas, por ser considerados de índole técnica, se abrieron a la intervención directa de la población a través de sus organizaciones de masas.

2.4.4. EL PROBLEMA EDUCATIVO

Una vez obtenido el triunfo, los sandinistas encararon el problema educativo con audaces transformaciones, incorporando a las clases populares. En sólo cinco meses, la Cruzada Nacional de Alfabetización, redujo la tasa nacional de analfabetismo del 50.4 a 12.9% Aproximadamente medio millón de adultos fue alfabetizado.

En la educación primaria los avances fueron muy rápidos. El crecimiento acelerado de la matrícula, en todos los niveles, repercutió en las tasas de escolaridad, a pesar de que aún distan mucho de los propósitos iniciales. El presupuesto de gastos del sector educativo, que en 1978 representaba el 1.4% del P.I.B, subió a 3.4% en 1980, al 5% en 1983 y en 1985 al 11.5%.Los cambios en los guarismos han sido acelerados, pero tan importantes como ellos es que el sistema educativo en el que dicha ampliación tuvo lugar, es un sistema considerablemente diferente del que existía antes del triunfo revolucionario. Como lo anota el argentino Vilas:

"La apertura del sistema educativo no ha consistido en distribuir "mas de lo mismo", sino en poner en disposición del pueblo, y a

través de la participación activa del pueblo, "más de otra cosa10".

La concepción sandinista sobre educación se basa en el principio de que la participación efectiva y organizada de las clases populares no es posible en medio de la ignorancia. Por esa razón, la educación bajo el sandinismo pasó de ser un mecanismo de 10 VILAS, Carlos op. ctt... pág. 365.

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producción del capitalismo, a una dimensión del proceso de liberación de las grandes mayorías populares frente a las condiciones materiales e ideológicas en que se reproducían como explotados.

La participación de las organizaciones populares en el nuevo proceso educativo, rompió el esquema que mantenían, sin estrecha relación, la escuela y la comunidad. Esa intervención de las organizaciones de masas, tuvo lugar en la etapa de la definición y la ejecución de la política educativa y en la implementación efectiva del proceso educativo. A medida en que las organizaciones de masas fueron asumiendo una participación efectiva en los diferentes aspectos del proceso educativo, éste fue experimentando una fuerza tal que logró desestabilizar el sistema educativo tradicional. Tal vez, el mejor testimonio de la participación creciente de las masas en el nuevo proceso educativo fue la cruzada nacional de alfabetización y de educación popular de adultos. Del total de 80.000 alfabetizadores sólo 7,000 eran maestros de profesión. El resto estaba constituido por estudiantes de bachillerato y universitarios, empleados públicos, amas de casa, obreros, etc., sin mayor preparación pedagógica.La participación popular contribuyó al debate para delinear una educación más adaptada a la realidad nacional y al proceso revolucionario, con recursos materiales, económicos y financieros suficientes, y recursos humanos capacitados en pedagogía y esclarecidos política e ideológicamente; una educación que vinculó el estudio al trabajo, la teoría con la práctica abierta a las nuevas corrientes del pensamiento y que estimuló la creatividad y el espíritu científico de los educadores y los estudiantes; además de que innovó en sus métodos, medios y formas.

Es importante anotar cómo el desarrollo de las transformaciones educativas se vio acompañado por la contradicción entre la nueva educación liberadora y la elitista, reproductora del viejo orden social.

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Las transformaciones no sólo resultaron dentro del ámbito de la educación, sino que, así mismo, la dinámica revolucionaria alteró los límites convencionales del sistema educativo. La revolución quebró la compartimentación ficticia en escuela -ámbito de la producción, de la reproducción- y las prácticas políticas, convirtiendo todas las dimensiones de la práctica social en educativas. De esta manera, no fue la escuela, ni siquiera los C.E.P., el ámbito físico de la nueva educación, sino la sociedad toda, la revolución en todos sus aspectos.

En la relación teórico-práctica, no se trata de dos momentos diferenciados en su contenido y en su ambientación espacial, sino de una unidad dialéctica emplazada en su único ambiente, donde la teoría se desentraña de la práctica y donde la práctica es desconfiada teóricamente. Al respecto Carlos M Vilas, señala:

"La nueva pedagogía se convierteen una dimensión de la producción,

la defensa, la reconstrucción, del mismomodo y al mismo tiempo que las relaciones

de producción, las tareas de la reconstruccióny la práctica de la defensa se transforman

en ámbitos de reflexión pedagógica y de maduraciónpolítica11".

2.4.5. EL PROBLEMA RELIGIOSO

Tal vez, uno de los rasgos más significativos de la revolución sandinista ha sido el importante papel que han jugado las tendencias progresistas y libertadoras de la religión católica en su seno.

Desde la elaboración teórica de la táctica y la estrategia sandinistas y la realización de su proyecto organizativo, se deja ver 11 Vilas, Carlos, op.cit. pág. 386

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el tratamiento acertado que se le ha dado a la cuestión religiosa. Ello no podía ser para menos, pues en Nicaragua, como en todos los países centroamericanos y aún de Suramérica, los sentimientos religiosos están fuertemente arraigados en grandes sectores del pueblo. No podían los sandinistas elaborar una política para el cambio, partiendo del principio materialista "la religión como opio del pueblo" -tal vez válido para otras épocas y circunstancias, pero no para la actual-, pues, ello hubiera significado ir en contra vía de los intereses populares, tan marcados por la religiosidad imperante.

La burguesía a través del Diario "La Prensa", de las radioemisoras que aún permanecen en propiedad privada, de su presencia en algunos ámbitos de la educación privada y de su articulación con importantes sectores de la jerarquía de la Iglesia Católica, ha tratado de dificultar el avance de la revolución, manipulando los sentimientos religiosos, presentado los cambios en la esfera cultural y educativa como un proyecto de corte totalitario y ateo, encaminado a resquebrajar la familia cristiana, a minarla autoridad de los padres y a negar la conciencia del pueblo.

Esa actitud ha sido neutralizada por la participación activa de los cristianos en la revolución y de prelados religiosos que han aportado a la lucha sandinista militantes, héroes, mártires y grandes dirigentes del proceso. La presencia de ellos en la dirección de la revolución, prueba que ésta garantiza el ejercicio de la fe cristiana y que se puede ser creyente y a la vez revolucionario consecuente y que no hay contradicción insalvable en ambas cosas12. Refiriéndose a este hecho y ante las crecientes tensiones y deformación desatadas por las fuerzas contrarrevolucionarias, opuestas al proceso, el Frente Sandinista emitió en Octubre de

12 Ernesto Cardenal, sacerdote de la orden trapense, fue nombrado Ministro de Cultura; Fernando Cardenal, jesuíta responsable de la Juventud Sandinista 19 de Julio, fue coordinador de la Cruzada Nacional de Alfabetización y titular del Ministerio de Educación; Edgar Parrales , Ministro de Bienestar Social y Miguel d' Scoto, de la orden Maryknoll, Canciller del país.

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1980 un comunicado, sin antecedentes en la historia de los movimientos revolucionarios contemporáneos, en el que señalan...

"Los cristianos han sido parte integrante de nuestrahistoria revolucionaria en un grado sin precedentes en

ningún otro movimiento revolucionario de AméricaLatina y posiblemente del mundo... Los sandinistasafirmamos que nuestra experiencia demuestra que

cuando los cristianos, apoyándose en su fe, soncapaces de responder a las necesidades del pueblo yde la historia, sus mismas creencias los impulsan a la

militancia revolucionaria"... 13,

13 Citado por Lozano, Lucrecia, en De Sandíno al triunfo de la Revolución, México, Siglo XXI, 1985. pág. 307.

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A MANERA DE CONCLUSIONES

El proceso que ha vivido Nicaragua es de especial interés no sólo por la actualidad y la vigencia que le son características, sino, igualmente, por su originalidad como proyecto político y como realidad concreta.

El estudio realizado sobre él nos ha permitido llegar a una serie de inferencias que bien pueden considerarse puntos referenciales para un debate mucho más amplio y profundo:

a) La concepción teórico-política elaborada por Augusto César Sandino, a través de su práctica revolucionaria en defensa de la soberanía de Nicaragua, se convirtió, en dos décadas después de su muerte, en la base doctrinaria para que los fundadores del F.S.L.N. asimilaran los elementos sustanciales y elaboraran la política con la cual dirigieron la revolución hasta la victoria.

Sólo en la dinámica misma de la lucha, la política del F.S.L.N. ha recibido la influencia del marxismo, lo cual ha permitido el surgimiento de tendencias con claras posiciones socialistas. Sin embargo, los debates desarrollados en el Frente han logrado una notable coherencia orgánica en torno a la unidad nacional, cimentada sobre los principios de la economía mixta, el pluralismo político, el no alineamiento internacional y la participación popular en los cambios sociales.

Pero el proyecto político sandinista quebró la ortodoxia marxista, que quería crear un movimiento revolucionario con la clase obrera industrial como fuerza principal, guiada por un partido marxista-leninista clásico. Y no podía ser de otra manera la propuesta revolucionaria, pues Nicaragua, por ser un país dependiente y neocolonizado, tenía muy pocos proletarios y un número reducido de empresarios grandes. Para el año 1979, el análisis de las clases sociales indicaba que el 77% de la población estaba integrado por

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las capas medias urbanas, los pequeños productores y artesanos, el sector informal y urbano del comercio y de los servicios personales, y el campesinado. Por consiguiente, la contradicción fundamental en Nicaragua no era tanto entre burgueses y proletarios, sino entre la nación y el somocismo como representantes de la dominación imperialista.

Una de las características centrales de la originalidad en el proyecto político sandinista, se baso', en gran medida, en la capacidad del F.S.L.N. para ligar un aparato político-militar con un amplio frente de organizaciones políticas y gremiales, y en la flexibilidad doctrinaria para movilizar la gran mayoría de la nación y derrocar la dictadura somocista.

b) Durante el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios nicaragüenses, en la cuestión religiosa, se han expresado claramente las tendencias apegadas al viejo orden histórico-social, y las de la teología de la liberación como fenómeno original de nuestro continente.

La Nicaragua actual está demostrando que existe la "religión como opio del pueblo" manejada y orientada por la alta jerarquía eclesiástica, y la "religión como teología de la liberación", orientada hacia los grandes cambios y las transformaciones de la época presente. La primera es, en últimas, la expresión de los grandes centros de poder financiero y políticos en el mundo, y la segunda, de los oprimidos, sojuzgados y alienados por el gran capital, pero dueños seguros de un futuro lleno de dificultades aunque promisorio y justo.

c) Desde el mismo momento del triunfo revolucionario, 19 de Julio de 1979, hasta la victoria electoral de la Unión Nacional de Oposición, Nicaragua tuvo que enfrentar una encrucijada que se definía por la contradicción, entre seguir con creatividad y riesgo su camino original hacia estructuras de mayor justicia, dignidad y participación libre, o, por el contrario, aceptar las definiciones y las presiones militares de los listados Unidos.

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La política ensayada inicialmente por Norteamérica para neutralizar el carácter revolucionario del proceso nicaragüense, orientó su dialéctica hacia una creciente e inescrupulosa militarización para doblegarlo y hacerlo reversible. Para ello, Estados Unidos, a la par que realizaron presiones de todo tipo, se lanzó a la tarea de preparar las condiciones para una intervención militar directa, utilizando para el desarrollo de esta estrategia campañas internacionales de distorsión de la realidad nicaragüense y de las proyecciones de su política, así como la aplicación de mecanismos de presión financiera y comercial para provocar estancamientos económicos e intentos de separar al pueblo del gobierno y de crear división en la dirección del mismo.

Como complemento estratégico, conformaron un ejército de "contras" con exguardias somocitas, agentes y asesores militares argentinos, norteamericanos y hondureños, entrenados en campamentos de Florida, California y en la Escuela de las Américas del canal de Panamá.

El sandinismo, durante largo tiempo, logró enfrentar, con éxitos relativos, la política del bloqueo y del hostigamiento, gracias a la movilización popular interna, sin precedentes históricos, en defensa de la revolución y del apoyo internacional logrado, fruto de su posición de dignidad independentista, no alineada, y de su incesante, ágil e inteligente actividad diplomática. Pero, más que las fuerzas de las armas y la solidaridad internacional, el desarrollo de una política eficaz y bien manejada por la dirección del Frente Sandinista fue la clave para mantener por más de diez años un triunfo, cuyo proceso fue interrumpido por la derrota electoral del sandinismo del 25 de Febrero de 1991.Permanentemente, la progresión de la lógica militar, que conducía a la intervención directa, se enfrentó a la lógica de la negociación política del conflicto, propiciada por la iniciativa de los países del grupo de Contadora. Esta salida estratégica en favor de la no intervención y de la libre determinación de los Estados Centroamericanos y de su gestión hacia la paz en la región,

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desembocó en una interesante solidaridad mundial en el "Plan Arias o Esquipulas II", con lo cual, se logró un marco de acuerdos y compromisos, que, de alguna manera, contribuyó a quebrar la política militar intervencionista de Norteamérica en la región y a propiciar un clima de entendimiento.

d) La lucha política adelantada por el sandinismo en más de los 10 años de revolución, logró, indiscutiblemente, avances significativos en el plano económico, político, social, cultural e ideológico. Sería necio desconocerlo, como consecuencia del revés electoral sufrido por el F.S.L.N., ante la Unión Nacional de Oposición -U.N.O.- orientada por Violenta de Chamorro.Es indiscutible que la derrota del más destacado dirigente sandinista, Daniel Ortega, en el debate electoral, sólo puede explicarse como efecto de los graves problemas y dificultades que la revolución no pudo superar.

En 1984, fue posible la victoria electoral con el 67% de los votos, porque las masas, en medio de las dificultades, aún abrigaban la esperanza de un futuro promisorio, con la idea de que las elecciones quitaban al gobierno norteamericano uno de sus pretextos para intervenir e invadir: la supuesta ilegitimidad del régimen revolucionario.

La naturaleza atrasada, subdesarrollada y desigual de las fuerzas productivas nicaragüenses; su atraso tecnológico; la falta de integración espacial de su territorio; la desarticulación de sus diversos sectores productivos y la dependencia externa de su economía agroexportadora, al lado de la muy poca importancia que ha tenido el capital extranjero, especialmente norteamericano, en el desarrollo económico del país, son, sin dudas, factores que han condicionado de múltiples formas la transformación revolucionaria.

Debido a la importancia política y económica de la pequeña propiedad, la revolución sandinista ha terminado fortaleciendo a los pequeños productores, particularmente en el campo, a través

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de la reforma agraria, lo cual ha significado, al decir de Richard Harris, la campesinización de la población rural, y no su proletarización14.

De otro lado, la naturaleza heterogénea y policlasista del bloqueo de fuerza en el poder, ha impuesto un grado considerable de pluralismo político y la presencia de una oposición política aceptada y estimulada por la revolución. Esto explica la institucionalización de una democracia política con elecciones presidenciales, parlamento, pluralidad de partidos políticos, libertad de prensa y separación de las funciones de gobierno.

Por otra parte, la guerra no declarada, pero lanzada con profunda agresividad por las fuerzas contra-revolucionarias respaldadas por los Estados Unidos, ha sido, por su peligro y costo, la amenaza más grande y grave para la revolución. Durante el gobierno de Bush, la agresión norteamericana ha aumentado considerablemente, gracias a la colaboración de gobiernos centroamericanos aliados, como el de Honduras, que se ha Convertido en centro o base de ejercicios militares continuos de la oposición, y de las propias fuerzas militares norteamericanas. A más de los miles de víctimas de la guerra, los ataques han destruido o dañado una proporción muy importante de la infraestructura económica, como puentes, puestos, graneros, depósitos de agua y petróleo, centrales de energía, bases militares, aeropuertos, etc. Todo esto, al lado del bloqueo a las exportaciones, los préstamos y los créditos necesarios para el funcionamiento de la economía facilitó la caída del sandinismo.

La guerra ha agravado la situación económica a tal extremo que el gobierno se vio obligado a reducir la producción de granos básicos y productos de agroexportación, así como aumentar los impuestos y reducir los fondos para los programas de educación, salud y vivienda. Esta precaria situación económica, causante del

14 Richard, Harris y Carlos Vilas. La Revolución en Nicaragua, México, D.F. Ediciones Eva. 1985. pág. 10.

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sufrimiento del pueblo nicaragüense, y las perspectivas de una invasión y los otros factores ya analizados, influyeron en el estado de ánimo y en la conciencia de las masas, para la derrota sandinista. Pero, ¿acaso la sustitución de un régimen presidencial sandinista por uno pro-yanqui, significa la anulación del desarrollo revolucionario y la vuelta a un pasado ominoso?.

Es indiscutible que la propensión intervencionista del gobierno norteamericano pondrá énfasis en la reversión del proceso revolucionario, a través de la desmovilización de las milicias sandinistas para su derrocamiento definitivo. Pero, igualmente, el F.S.L.N. no ha dudado en hacer pública su determinación de defender la soberanía de su país y las conquistas y los logros de la revolución.

No hay dudas, Nicaragua y su revolución encaran un futuro precario e incierto. La coyuntura actual parece indicar que todo depende de la capacidad del Frente y de sus dirigentes para movilizar el pueblo, fortalecer su sistema popular de defensa nacional y apoyarse internacionalmente para evitar una invasión masiva de tropas norteamericanas y la anulación de las conquistas populares. Las dificultades que hoy vive el Sandinismo continuarán. Pero ellas, no significan la debacle del pensamiento político y filosófico que ha orientado los cambios y transformaciones en el pequeño país centroamericano. Constituyen más bien, una etapa, tal vez prolongada, de un proceso inconcluso irrefrenable hacia la independencia de Nicaragua y por el derecho de su pueblo a la paz y a la construcción de una vida mejor.

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ANEXO

MANIFIESTO POLÍTICO (1º de Julio de 1927)

El hombre que de su patria no (ni siquiera) exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera (otra), la sangre india americana, que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero; el vínculo de nacionalidad me da derecho a asumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode. Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo, dirán los oligarcas o sean las ocas del cenegal. No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el delito de la alta traición: los conservadores de Nicaragua, que hicieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían encarnizadamente, como si no fuéramos hijos de una misma nación.

Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser nicaragüense, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad, pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses. Hoy esa bandera hondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo de Marte de

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Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y la enemistad de nuestra raza.

¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro y sus secuaces, que aun quieren tener derecho a gobernar esta desventurada patria, apoyados por las bayonetas y la Springfield del invasor. ¡No! ¡Mil veces no! la revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moneada. Está en pie y hoy más que nunca fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor y de abnegación.

Moneada el traidor faltó naturalmente a sus deberes de militar y de patriota. No eran analfabetos quienes le seguían y tampoco era él un emperador, para que nos impusiera su desenfrenada ambición. Yo emplazo entre los contemporáneos y ante la historia de ese Múñanla desertor, que se pasó al enemigo extranjero con todo y cartuchera. ¡Crimen imperdonable que reclama vindicta!.

Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá el decoro nacional y que será redención para los oprimidos. Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco, y al reto del invasor cobarde y de los traidores a mi Patria contesto con mi grito de combate, y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estallar las legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrá mordido el polvo de mis agrestes montañas.

No seré Magdalena que de rodilla implore el perdón de mis enemigos, que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho en la tierra a ser semidiós. Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina,

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hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres. Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de nuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.

Yo quiero justificar (advertir) a los gobiernos de Centro América, mayormente al de Honduras, que mi actitud no debe preocuparle, creyendo que porque tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud bélica para derrocarlo. No soy un mercenario sino un patriota que no permite un ultraje a nuestra soberanía.

Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper la ligadura con que nos ha atado el nefasto Chamorrismo.

Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente en su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra divisa "Rojo y Negro" y no la violada por aventureros morfinómanos yankees traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.El mundo sería un desequilibrio permitiendo que sólo los Estados Unidos de Norte América sean dueños de nuestro Canal, pues sería tanto como quedar a la merced de las decisiones del Coloso del Norte -de quien tendría que ser tributario- los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer como dueños sin que justifiquen tal pretensión.

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La civilización exige que se habrá el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que deseen tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y así mismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.

Pueblo hermano: al dejar expuestos mis ardientes deseos de defensa de nuestra Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vuestros componentes vengan bien intencionados, pues tened presente que a todos se puede en engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos.

Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua. Patria y Libertad.-A. C. Sandino.

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ÍNDICE

UN CONCEPTO…………………………………………………………… IIMPRESIÓN DE UN COLEGA……………………………………….. IIIPROLOGO…………………………………………………………………. IXLIMINAR……………………………………………………………………. V

PRIMERA PARTEFactores histórico-objetivos de la Revolución Nicaragüense

CAPITULO I

1.1. Aspectos de la formación social Latinoamericana1.1.1. Relaciones políticas: clases, estado e ideología1.1.2. Los Militares1.1.3. La Iglesia y El Estado1.1.4. Fuerzas Sociales1. 1. 5. Los cambios Revolucionarios en América Latina

CAPITULO II

1.2. Cuestiones Socioeconómicas1.2.1. El desarrollo económico, social y político de Nicaragua hasta 19791.2.2. El proletariado1.2.3. La estructura agraria1.2.4. El capital extranjero1.2.5. El papel del estado somocista

CAPITULO III

1.3. Incidencias de la Estructura socioeconómica en la insurrección popular nicaragüense

SEGUNDA PARTE

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Factores Histórico-subjetivos de la Revolución Nicaragüense

CAPITULO I

2.1. Presencia Intelectual de Sandino2.1.1. El pensamiento político de Sandino2.1.2. La alternativa de Sandino

CAPITULO II

2.2. La fundación del frente Sandinista de liberación nacional

CAPITULO III

2.3. Ofensiva, insurrección y victoria del proceso revolucionario

CAPITULO IV

2.4. Perfiles ideológicos de la Revolución Sandinista2.4.1. El problema nacional2.4.2. El problema del desarrollo2.4.3. El problema democrático2.4.4. El problema educativo2.4.5. El problema religioso

A MANERA DE CONCLUSIONESANEXOBIBLIOGRAFÍA

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El libro EL SANDINISMO Proceso Inconcluso deCRISTÓBAL ARTETA RIPOLL, se terminó de imprimir en los

talleres de EDITORIAL ANTILLAS el 16 de Noviembre de 1992Barranquilla - Colombia

Los procesos revolucionarios en América Launa han sufrido ciertos traumas en el apogeo de su desarrollo. Los casos de Solivia y Guatemala con Paz Estensoro y Jacobo Arbenz son muestras fehacientes del trauma. Algo similar ocurrió en Colombia 3 principios de siglo y en Perú en la

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década del 30; con Uribe Uribe el primero, y Víctor Raúl Haya De la Torre el segundo. El estigma que han traído consigo los grandes movimientos reivindicatorios dan testimonio para tal afirmación.

Este libro analiza apartes de la gran hipótesis, sobre el caso específico de Nicaragua en la etapa Sandinista. La validez del estudio es universal y concatena pormenorizadamente los elementos conceptuales para darle unidad en toda su dimensión al proceso revolucionario centroamericano. El juicio crítico que le dá Cristóbal Arteta a la investigación es de sobrada objetividad no tanto por la formación integral e integrada que tiene el autor sobre la temática central de la obra, sino por al estudio en sí.

Cristóbal Arteta Ripoll es un historiador de tiempo completo que ha venido trabajando minuciosa y calladamente sobre si proceso revolucionario latinoamericano desde aquellos instantes en que Condoncarqui y Galán emitieron sus gritos emancipadores en la América del Sur. Briznas sobre el ser histórico latinoamericano su primer libro testimonia y da fé de que el autor de éste volumen es un conocedor de nuestra historia latinoamericana; por ello, se espera que el Sandinismo, proceso Inconcluso se constituya en una pieza monumental de la bibliografía histérica continental. Abel ÁvilaEscritor ColombianoBarranquilla, Noviembre de 1.892

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