Un Clamor en el paraíso

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Un clamor en el paraiso En la actualidad, cuando es cada vez más difícil garantizar el bienestar de los humanos, son aún más escasas las políticas y acciones para proteger a los animales en situación de riesgo. Afortunadamente, en nuestra ciudad todavía existen espacios para albergar a los que han sido víctimas del abandono y la indolencia. Reportaje 1 Por Martha Angulo Rios

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Por Martha Angulo

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Un clamor en el paraiso

En la actualidad, cuando es cada vez más difícil garantizar el bienestar de loshumanos, son aún más escasas las políticas y acciones para proteger a los animales en situación de riesgo. Afortunadamente, en nuestra ciudad todavía existen espacios para albergar a los que han sido víctimas del abandono y la indolencia.

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Por Martha Angulo Rios

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Reportaje

Antes de llegar al Paraíso de la Mascota, el lugar se anuncia con una intensa algarabía y los ladridos, que pueden escucharse a varias cuadras de distancia, parecen a veces carcajadas y a veces lamentos largos y profundos. La mayoría de los 300 animales que habitan este lugar han sido abandonados y maltratados, y sin embargo, no dejan de extrañar la visita de algún humano, que rompa la tensión, siempre latente, entre quienes han sido obligados a vivir juntos a pesar de la diferencia de razas y temperamentos.

No existe sin embargo un mejor lugar para los perros y gatos que han sido víctimas de una sociedad donde sus necesidades y derechos no siempre son tenidos en cuenta. El Paraíso de la Mascota es una fundación creada por Ofelia Villegas, una amante de la naturaleza quien después de trabajar varios años en el Periódico El País, se retiró en 1999 y decidió dedicarse a recoger animales callejeros y llevarlos a su casa. Inicialmente se financiaba con el dinero de su jubilación y de personas simpatizantes de su causa. Hasta que en 2003 decidió crear la fundación, con el propósito de concientizar a la sociedad sobre la tenencia responsable de mascotas, la necesidad de evitar la reproducción indiscriminada y la importancia de impulsar leyes y proyectos en favor de los animales. Actualmente, en un extenso terreno ubicado en las afueras de la ciudad, varios voluntarios, entre ellos algunos veterinarios, ofrecen alimento, abrigo y atención médica, mientras que externamente se realizan campañas dar a conocer la fundación y buscar recursos.

Mi primera visita es al corral donde habitan la mayoría de los caninos; al verme entrar se agitan iniciando una rutina, que según me dice Paola, voluntaria del albergue, es ya habitual. Danzan a mí alrededor, mueven la cola y corren en círculos. Quieren llamar mi atención. Ya están acostumbrados a que la entrada de una persona es promesa de comida, juego, o mejor, el boleto de salida. No puedo evitar sentirme culpable, pues no ofrezco ninguna de estas posibilidades. Pienso entonces que por esta razón muchos terminan abandonando a sus mascotas. Ellas terminan exigiéndoles demasiado: demasiada atención, demasiada humanidad, demasiada conciencia de que están ante un ser que no admite engaños y percibe tus verdaderos sentimientos e intenciones.

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Pero el problema no está en las mascotas, sino en la forma en que son percibidas por muchas personas que las ven cómo un juguete, un adorno o un pasatiempo del que pueden deshacerse una vez se aburren. Esta percepción de los animales como seres inferiores es en parte la que motiva los múltiples maltratos a los que son sometidos. Basta observar las precarias condiciones de los caballos utilizados en la tracción de carretillas, o el uso en espectáculos públicos de especies que han sido extraídas de su hábitat natural. Es lamentable que por ejemplo en nuestra ciudad, y a pesar de las protestas de grupos ambientalistas y la presentación de varios proyectos de ley, estas prácticas no hayan sido abolidas.

Menos conocido aun es el uso de conejos, aves, ratones, caballos, monos y otro tipo de especies en el desarrollo de experimentaciones científicas. Industrias como la farmacéutica, la armamentística o la cosmética prueban diversas sustancias para verificar su eficacia o posibles perjuicios. Para esto los animales son enfermados a propósito o sometidos a dolorosas pruebas que pueden durar semanas o meses antes de terminar en la muerte.

A pesar de que en un reciente informe de la Unión Europea se reporta una ligera reducción de esta práctica en algunos países, la experimentación va en aumento en naciones como Inglaterra o España. Lo más preocupante es que en EE.UU y Francia, los países líderes en la utilización de especies en pruebas científicas, aún no se vislumbra una legislación que prohíba totalmente este maltrato atroz.

La permanencia de estas prácticas sólo demuestra el lugar secundario que ocupan los animales en nuestra sociedad. Por eso no resulta fácil mantener a flote un lugar como El paraíso de la mascota. Los recursos son escasos y las necesidades muchas, pero siempre se cuenta con personas y entidades dispuestas a colaborar. Durante todo el año se desarrollan actividades como jornadas de adopción, campañas para la recolección de alimentos y medicinas, y eventos artísticos cuyas ganancias son destinadas para esta causa. Además, quienes no quieran o no puedan adoptar tienen la opción de ayudar por medio de un aporte mensual que es destinado para los gastos de alguno de los perros y gatos que habitan el alberge.

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En el piso cubierto de pelotas y muñecos sin cabeza se hallan varios felinos, y son tantos que tengo miedo de pisarlos. De pronto escucho la voz de una joven mujer, que se acerca acompañada de Paola, una de las voluntarias del albergue.

- No, es demasiado grande, todos son demasiado grandes. Además ninguno tiene los ojos azules, y a ella no le gustará si no es así.

Paola le explica que la mayoría son grandes, mínimo de 6 u ocho meses, pero igual están saludables y pueden ser una buena compañía. Pero la mujer parece no ceder. Esta es la razón por la que este espacio está cada vez más poblado. Casi todas las personas quieren ejemplares pequeños, de buena raza y preferiblemente que no sean negros (por aquello de los agüeros).

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También es posible acudir regularmente para regalar unas horas de tiempo, bañándolos y jugando con ellos. Ese es precisamente mi papel en esta visita, y después de ver a los caninos voy al espacio dedicado a los gatos. La atmósfera cambia radicalmente, de una agitación constante a un silencio lleno de miradas penetrantes que te examinan con desconfianza y desdén. No faltan eso sí los confianzudos que refriegan su lomo contra mi pierna. Siempre me han gustado más los gatos. Me cautiva esa manera compleja que tienen de relacionarse con los humanos, el hecho de que sean ellos los que decidan cuando y como interactuar, con una independencia y altivez que parecen decirnos que somos nosotros los que le pertenecemos y obedecemos a sus órdenes. La casucha con techo de paja concentra un intenso olor a orines y heces de gato que abruma en un principio, pero después parece diluirse.

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Me acerco un poco y noto el rostro decepcionado de la mujer. No quiero hablarle pero ella es la que rompe el silencio:

- Increíble cómo se encariña uno con estos animales. Hace dos semanas al gato de nuestra casa lo cogió un carro. Me tocó a mí salir a ver qué pasaba y recogerlo. Casi me da algo. Pero la que más sufre es mi hija, se lo regale hace como un año y estaba muy encariñada con el gatico.

Se aleja de mí y continúa dando vueltas por los distintos corrales. Sabe muy bien lo que busca pero no parece estar ahí y eso parece entristecerla. Finalmente la mujer se va, con la promesa de volver pronto y culminar con la adopción.

Pero Paola sabe que esto no ocurrirá. “Esto no es como una tienda de mascotas, me dice; se trata de seres que son valiosos por lo que son y no por lo que la gente quiere que sean”. Ella ve diariamente la misma escena pero todavía no se acostumbra. Considera que todos son especiales y únicos, y eso debería bastar.

Esta ponderación de las cualidades animales es compartida por muchas personas, inclusive dentro de la comunidad científica. Existen investigaciones en las que se demuestra que hay múltiples similitudes entre la mente animal y la humana. También se ha observado lo que constituirían formas de lenguaje practicadas por especies como los monos, los delfines o las abejas.

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Se han evaluado sonidos y manifestaciones físicas por medio de las cuales estos seres se comunicarían entre ellos, e inclusive se habla de la conexión que existe a nivel psíquico entre los animales y los humanos, lo que permitiría el intercambio de mensajes. Con esto se confirma lo que afirman las organizaciones ambientalistas: que no se trata de que seamos superiores respecto a los animales, sino simplemente que poseemos características diferentes.

Algunos científicos cuestionan estos estudios, afirmando que lo interpretado como procedimientos de comunicación por medio de lenguajes no sería otra cosa que una respuesta instintiva a un conjunto de señales. Sin embargo, esto no justifica la explotación ni el maltrato, ni desestima la importancia de la conexión emocional que puede existir entre un individuo y su mascota. Lo fundamental es entender que los animales son seres con capacidad de sentir, y no accesorios que se utilizan para un entretenimiento pasajero y después se desechan como si fueran inservibles. Solamente cuando se adquiera conciencia de esto y se respete el lugar que ocupan en el mundo, se acabarán los malos tratos y el abandono. Este es el anhelo de Ofelia y Paola, quienes por ahora esperan continuar su labor por mucho tiempo más, sirviendo de voz para aquellos que no la tienen y brindándoles el amor y el bienestar que se merecen.

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