Un aplauso americano
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UN APLAUSO AMERICANO
RAFAEL INDI
UN APLAUSO AMERICANO
Aplauso americano:
dícese del gesto in crescendo o lento
en el que un espectador aplaude
y progresivamente otros se unen a él
hasta convertirlo en ovación.
Aprender a borrarse
es sólo el principio,
por eso nunca hay final;
por eso si los vencejos vuelan dormidos
despiertas describiendo círculos,
por eso si la dama se esconde
eres noche cerrada.
Forastero ante el propio septiembre
que cose las manos
para impedirte sonreír a los ángeles,
asesinos de kilómetros muertos
o raíles perdidos.
Como un pianista baila un as de picas
y sacude la lluvia de sus dedos.
Sin viaje de vuelta
en el tren sobre el agua,
[camino = destino]
guardando viajes iniciales
con disimulo
mientras cruzas la novena estación.
Nunca hay final,
y esto es sólo el principio.
El problema de los poetas
es que hablan del amor
pero escriben versos con el páncreas.
ALIANZA DE CIVILIZACIONES
“Yo no soy como te quiero”,
un día te dije.
Mientras no se descubra
la cara oculta de nuestra cara
todo marchará.
Consiste en fingir algún orgasmo,
besar sin que importe el aliento,
responder que tragas a mis amigos,
que recuerdas las canciones sin letra.
El amor es un malentendido
que evitamos deshacer.
“Yo no soy como te quiero”,
un día te dije.
Y sin quererlo, tú me seguiste.
ADAMAS
Mujer
Lunaria Iridiscente
Dibujo, Desnudo,
Derramo
Bucles, Caderas, Savia,
Cicatrices
Borra, Viste, Estanca
Atónita, Dispersa
Destrucción
VOSTALGIA
La dureza de las cosas se mide en palabras muertas,
raídos palimpsestos,
dictados de escarcha que no existen
hasta que aceptamos ser cristalinas bolas de nieve perpetua,
llenos de blancos acopios para huir del retablo del mundo,
agitados a destiempo demasiadas veces.
Olvidanza, artifugio, rosilegio....
Todas ellas lloraron y llorarán,
lloran siempre en mi lugar.
Ahora los escombros se congelan
como un jardín tallado en la piedra,
donde empieza la calle del olvido y termina la del adiós.
Antes de soltarte en el número 89
mi mano hacía escala en tus dedos,
pulsando pequeñas teclas color carne en clave de hueso.
Cabían dos octavas entre meñique y pulgar,
una entre índice y anular.
Aquellos nocturnos
podían romper sin sonar los cristales de un rascacielos
y desvelar el descanso del perfecto paria.
Empecé dejando una estela de fusas
para recordar el camino,
pero al regresar
alguien siempre las había escondido
tras un silencio con puntillo.
Memoria de viernes bemoles y sábados sostenidos,
haciéndome creer
que podía cifrar tu pulso y tu sangre
en simples segundos.
Dejaba post-its en las esquinas
para recordar el camino,
pero al volver siempre alguien los había escondido
tras un estribillo sin sentido.
Decidí tatuarme con tinta evanescente
un mapa en la espalda
mientras cambiaba escaparates por espejos de éter.
Pero siempre al volver...
Y acabé perdido junto a Elegbá
que me hizo escribir con sangre en la arena:
Ningún hombre es una isla.
Desayunando cangrejos,
discutiendo con mi eco,
desangrándome de tiempo.
Bajo los adoquines está la playa
donde nunca pasa nada
cuando siempre es de noche.
Y por fin unas luces me avistaron
después de 89 días sin escuchar barco alguno.
Me encontraron soñando
sobre un Steinway escarlata
que el céfiro trajo flotando.
Soñando con soñar sin eñe,
sólo sonar con ojos cerrados.
LACRIMANTE
Es mejor querer
que haber querido,
sin embargo
¿es mejor llorar
que haber llorado?
Ahora sabes por qué el futuro
no cabe en un pañuelo.
El problema de los poetas
es que hablan de la libertad
pero no saben vivir con un tenedor clavado en la garganta.
SANTO ENROQUE
Llegar inerme desde ninguna parte,
huir venenoso a cualquier lugar.
El gran juego hace prisioneros
en mitad de Estocolmo
lazando vencejos automáticos
con resmas de celofán.
Miss Sombra y su carmín reseco
conoce de qué lado de los charcos saltaremos,
allí donde más calan los labios.
Desnudarla es querer masturbar un relámpago,
desisto en contemplar esa opción.
Hoy me toca elegir
entre un dios o un alfil de papel
sobre un tablero donde todas las piezas
quieren matar a la reina,
como si al final de la partida
blancas y negras no acabasen en la misma caja.
PUEDES COMERME EL CORAZÓN
And now we rise,
and we are everywhere.
(Nick Drake)
Las cinco. Aún diluvia ahí fuera.
Una guitarra rota suena
y ya no quedan inocentes
cuando el cielo se llena de níquel.
La noche sobre el ancho mundo
conspira en el filamento de una bombilla.
Salimos a la lluvia privada de esta habitación
como asesinos fugitivos,
aún con sabor a sangre en la lengua,
orgullosos de nuestra hermosa naturaleza.
En esta madriguera secreta
ya no hay paredes ni escaleras,
los fantasmas procuran no molestar
cuando arrastran sus cadenas por el pasillo,
han asumido su condición
de taciturnos inquilinos.
Saben que siempre saltamos
por encima de tragedias y catástrofes,
pues de costumbre
las palabras regresan al salón de los vivos.
Pierde por fin tu nombre,
el cuerpo se parte como metralla en un abrazo.
Date prisa, porque los humanos
empiezan a sospechar de tus eclipses provocados,
y hay algo latente que escapa al control
de sus latidos aritméticos.
Ojos taxidermistas que saben hacer daño
bajo este sol de rompe y rasga
que se acerca reptando
para ajustar la soga en casa del ahorcado,
entre décadas con pies torcidos
y crímenes sin fecha de caducidad.
Obligados a un pacto con la luz
juramos no decir la verdad,
ninguna verdad,
todo menos la verdad.
Si alguna vez te aburre tu supervivencia,
puedes comerme el corazón
sin ningún remordimiento.
Yo usaré mis trucos
para poder seguir cruzando las luces de la cosecha
y coleccionar lágrimas de Casiopea
mientras cubro con nebulosa
codificadas huellas.
En ellas habita la sintaxis del crimen,
álgebra oscura.
¿Aún crees que el animal más bello
no mata por placer?
Sostén un minuto el infierno con tu mano,
caen relojes cinco palmos sobre el suelo
y el techo es algo relativo,
desata magnéticos crujidos
que tiemblan más allá de la lluvia.
Y entonces nos elevamos,
y estamos en todas partes.
Date prisa,
la tundra se extiende, imposible,
detrás de tus labios.
Esa extraña inercia de anapsique
y este ozono en la vertical
lamen hoy los tacones de mi concubina.
Nick me habló ayer
de una luna rosa que nos alcanzará,
de tiempos de licantropía:
“Reíd cuando ellos lloren,
soñad cuando sólo duerman,
vivid cuando todos mueran”.
OJO, PINTA
La noche es joven y tú te haces viejo.
Un animal
sin más fondo de armario
que esa antigua piel de astracán
que hoy reluce como oro negro.
Si siempre fuiste la risa tonta de un funeral,
el asesino que tropieza entre plateas
con el primer aplauso,
ahora eres el mendigo del andén ochenta y nueve.
Cada vez que dices adiós
firmas tu declaración de dependencia con el pasado,
por eso únicamente
te limitas a mover la mano tras el cristal
y pides cuchillos para marcar sonrisa.
Cada vez que dices adiós
aquella avenida se tuerce un poco hacia el sur,
primer desvío al desastre.
Y ahora
te viene a la memoria aquel tipo
cuya voz una vez dijo
que nunca se vuelve a un lugar ya familiar;
y recuerdas qué fácil resulta
escribir aforismos desde el exilio,
atracar con la boca bancos de sangre.
Deja de confiar en algo que nunca has tocado,
ni siquiera has visto.
Ya te recuerda que existe cada noche
al dormir de su lado,
y sabes que duele,
y ahora no escribes una metáfora.
Las metáforas no necesitan dormir de su lado.
O tal vez prefieras buscar tu alma.
Ábrete de dientes
y mira dentro frente a un espejo.
Pídele a alguien que lo haga por tí,
porque con el afán
desencajaste las mandíbulas de su lugar
y necesitas las manos para sostenerlas.
Según las descripciones,
debe tener color azul y unos veintiún gramos de peso,
miligramo arriba, miligramo abajo.
Halla lo que te hace humano
y podrás actuar como él.
Hasta entonces confía en los sentidos.
Verás que todo es piel y hueso
cuando tus ojos aprendan a mirar.
Respira el espíritu olímpico por un tabique estrecho,
como una virgen en una gang bang
que conoce de sobra el proverbio:
lo importante no es ganar, sino participar.
Y ante Emma, afilando sus armas,
la ciudad busca lanzadores de cuchillos
a los que colgar una medalla
grabada con sus viejos nombres,
recordándoles así
por qué deben sonreir
cada vez que digan adiós.
MARDI GRIS
Me senté en el banco más sucio del parque
para oler mejor las flores.
Fue domingo toda la tarde
y mi disfraz de vaquero no quería ni hablarme.
Se metió en una maleta
y con un leve espasmo
me ordenó que jamás la abriera.
Carteles de una ciudad sin párpados advierten:
Los westerns murieron con Clint Eastwood.
Desde lo alto de prismas serigrafiados
vi a mi sombrero galopando
entre estrellas de mar que nadaban a vapor
y devoraban pasos de cebra.
Sobre prados grises de alquitrán
burlamos diligencias de cien caballos
y construimos fuertes
donde no pueda alcanzarnos el último siglo.
Bajo el poncho marrón
escondemos almas de duro y grueso metal.
Carteles de una ciudad sin párpados advierten:
Los westerns murieron con Clint Eastwood.
Todos los bármanes
guardan una recortada bajo la barra,
musitan, conspiran.
— Desconfía de los tipos con bigote —
me avisaron.
Al malo le dieron whisky
y puta de ojos pardos a precio de saldo.
Al feo le ofrecieron bebida
en el abrevadero de aguas sucias.
Al bueno, directamente, lo acribillaron.
Porque nuestras balas
son versos del calibre 36
con punta hueca.
Porque un cargador
sólo se llena con vocales de plomo.
Porque no soy el único,
hay más forajidos sin disfraz.
Llamad a nuestra insurrección
la Segunda Conquista del Oeste.
Y huí del neón de los viejos salones
hasta encontrar el viejo neón de las noches.
Descubrí la soledad
de los maniquíes sin espuelas,
el fraude de los que necesitan antifaz
en este Mardi Gris.
Carteles de una ciudad sin párpados advierten:
Los westerns murieron con Clint Eastwood.
Pero Dylan Munny
ha pintado de rojo vuestras calles.
Cometisteis dos errores:
el carnaval no terminó en domingo,
pensabais que Clint había muerto.
MEMENTO VIVI
A veces me asusta la idea
de que las hélices rompan la cubierta
y sesguen la piel como cuchillas de diamante.
Seis semanas en el vórtice de un ventilador se harían cortas
si sus nanas secaran el sudor y las hojas vacías,
pero necesito saber que algo sobrevive,
que algo no sucumbe al sueño
de las cucarachas blancas.
Porque tarde o temprano
los objetos bajan la guardia,
y si ciertos muebles crujen
es por mero protagonismo.
Tal vez todo duerme, pero nada descansa.
Cuando la impostura en que crecí
se conserva tan tersa y limpia
es fácil que el silencio
manche de ginebra
los manteles de fiesta,
doblándolos o escondiéndolos en estantes altos.
Igual que banderas,
sólo saben cubrir el recuerdo
con palabras quedas,
títulos o fechas que no dicen nada de nosotros,
nos definen en la anécdota.
Me enseñaron a perder el miedo a la oscuridad
y acabé por temer sin remedio a la luz,
que sube hasta mi boca
hilando con saliva el terrible reverso.
Y sudo,
pendo de esa línea,
velo las armas
de una cubertería de plata roja,
herencia oxidada de este hotel eléctrico.
No me acostumbro a vivir
con un tenedor clavado en la garganta.
LA LÍRICA DE LAS HOCES
Emmenez-moi au pays du marveilles
Il me semble que la misère
Serait moins pénible au soleil
(Charles Aznavour)
Rota desenfocada,
seguramente en septiembre del 89.
Los álbumes son a menudo
sumideros de ventanas
con la mirada perdida.
Un niño obstinado en creer
que el océano y los televisores
se colorearon a la par
mide sus pasos:
“Antes el mundo vestía de blanco y negro”.
(Sangre o chocolate en el cuello de Helen Chandler)
La rapaz ironía del tiempo
torna en taimados a los ingenuos.
<<REW
De oídas viví aquel invierno
de muertos de permiso,
aquel socialismo de las calaveras
rutilante bajo palio.
Madre loba apaleada
se nutría de ponzoña.
“Yo soy la resurrección,
la verdad última del hombre”.
Luego una ovación
que encerraba al silencio
en la palma de la mano.
Todo era miedo, miedo,
no había nada más que miedo.
El Caudillo y sus pantanos
llevaron al desuso cualquier hipérbole.
Aprendimos la palabra revolución
mientras todo era frágil
como sueños de laca negra
de 78 revoluciones:
Emmenez-moi au pays des marveilles
Il me semble que la misère
Serait moins pénible au soleil.
En fin.
Ya se imprimieron
las más bellas elegías,
los cantos más salomónicos.
Demostramos cómo escribir
después de Auschwitz,
después de Guernica.
>>FFWD
Yo verso sobre el tiempo presente,
un panorama roto de pleno color,
la moderna policromía trazada
mediante cartas de ajuste.
¿A quién rendir cuentas
por una memoria
que no nos pertenece,
pero que dejó su tañido congénito,
funesta herencia?
Aquí la muerte no detuvo nada.
No. La muerte no interrumpe nada.
Dormir de espaldas a la marea
me hizo desconfiar
de la sonrisa de los cínicos,
de los tasadores de sueños;
explotadores en alta definición,
censores de un futuro
sellado con tristes besos.
La lírica de las hoces
ha cambiado hipérboles por metáforas
con un corte limpio sobre las dunas.
Los restos del naufragio
son los que nos hacen náufragos.
Estatuas de sal atrapadas
en la gran almadraba de pegamento,
convencidas de sus leyes de brea
al volver la cabeza.
Y los hijos de quienes
envenenaron a madre loba
hoy se sacian de ella,
chupan de su infectada ubre.
Llegué cuando la sangre
aún cuajaba en las puertas,
cuando cientos de cadáveres
hieden todavía a anonimato,
y quise saber por qué la historia
es la mejor prestidigitadora.
“Ignorad su brumosa pátina,
no conviene recordar lo nunca vivido”.
Sí, tenéis razón, obedeceremos.
Lo tomaremos al pie de la letra.
Un buen día
nos despertará
un rayo de color jade
sobre el último parpadeo
de la primavera
y sólo seréis
carne de un mal sueño
ignorado entre costuras.
La nueva luz
tatuará nuestras caras plateadas
sin dejar cicatrices,
y todo este vano pasado
arderá en el gran festival del olvido.
Porque quien recuerda la historia
está condenado a revivirla.
La gran victoria
será borraros en un aplauso.
Entonces, y sólo entonces,
seremos libres.
Descalza, arena escondida y sepia.
RUIDO BLANCO
Detener la música
es regresar al silencio incómodo de la vida.
(Una fanfarria de granizo
sobre el tejado...
La puta y su aria triste
entre bambalinas...
Un solo de teléfono
siempre agua la siesta del fauno...
Tanta gente con ojos de blues...)
Lucho contra una semana de interferencias.
C0ntra una 5emana de 1nterfer3enc1a5.
C0ntr# un^ 5em^n^ d3 1nt3rf3r3n(1^5.
El problema de los poetas
es que hablan de la belleza
pero son suicidas sin tierra.
THIS SONG IS ABOUT ADDICTION
Tu rostro es un libro
donde puedo leer extrañas notas del Bolero de Ravel.
Seriamente convocas tus piernas
en un abrazo de hiedra mal disimulado,
este síndrome de abstinencia
que sólo ellas pueden mitigar sin esfuerzo.
A veces sobrecoge tanta intimidad.
Por eso mis dedos se abandonan
al abismo de tu segunda sonrisa,
trémula y perpendicular a la mía.
El ron me presta el rojo de tus ojos,
llora por la sed del desierto
y rebosa tu sudor de cieno.
Sobre suelos de estrella restos de cristal.
He aprendido a desnudarte al azar
y escoger nuestras mejores derrotas,
reclamar cada noche cinco segundos de música
en mi Hotel Dulces Sueños.
Dos cuerpos de natural impacientes,
ingenuos aún con el artificio del mundo perfecto
y llenos de alevosía suicida
que no tenían otra opción
en la ciudad del paracaídas ardiendo.
Seriamente congrego mis piernas
en un abrazo de hiedra mal disimulado,
aquel síndrome de abstinencia
que sólo ellas pueden calmar sin esfuerzo.
A veces sobrecoge tanta intimidad.
Por eso tus dedos se abandonan
al abismo de mi segunda sonrisa,
trémula y perpendicular a la tuya.
El ron te presta el rojo de mis ojos,
llora por la sed del desierto
y rebosa mi sudor de cieno.
Sobre suelos de estrella restos de cristal.
TÚ & MR. TOM WAITS
Puntuales, los martillazos me despiertan. Primero los cuartos, después las
campanadas.
Aquella humedad seguirá creciendo mientras las tormentas escapen del
armario.
Según un estudio reciente, el orgasmo femenino posee propiedades
analgésicas.
Los gatos traman una conquista silenciosa entre las flores.
Concentración de dióxido de azufre baja, calidad del ozono excelente.
Leo en una de las puertas de un WC: Cago, luego existo.
Pienso en cuántos vídeos de japoneses habré aparecido como exótico extra.
Al teléfono resumes tus últimos días con palabras donde poder desnudarte y
sonreír.
El anillo rojo y el libro de Douve sobre el escritorio.
Todo está en el lugar correcto.
SACROMONTE
Esta ciudad se parece demasiado a nosotros.
Calle a calle competimos
en número de batallas perdidas
y luces escondidas
bajo alguna latitud incierta.
Sus noches justifican al fin
el insomnio errante
de unos bien desnacidos.
Como ella, hemos soñado ya
todos los sueños azules
que quedaban por soñar.
Esta ciudad se parece demasiado a nosotros.
CHARLOTTE
“Algún día las hormigas cobrarán su venganza”, decías,
mientras yo contaba las vueltas de aquel tiovivo.
Así pasábamos las noches,
peceras de marionetas hundidas
en mitad del Raval,
el único lugar donde los escotes
creen en Dios a su manera.
Después de tantos años
sigo aprendiendo de memoria el papel impuesto:
jugar a ser la muerte roja
en fiestas de guardar y quemar.
Tantos años intruso de la gran mascarada,
secreta bajo altos techos
y escaleras de nácar.
Necesitaréis máscaras más caras
para conservar la sonrisa.
Tantos años sin saber
que eras la mujer de ojos verdes
en aquella canción de Nacho Vegas,
esa que ofrece agua de mar
como remedio a la sed.
El problema de los poetas
es que hablan de la verdad
pero mienten creyendo tener gracia.
DISRAELI YEARS
En la edad del plasma
no hay simios contra los que luchar,
y el Dr. Zaius es ahora
la estrella de una grotesca opereta.
La epilepsia ha venido
y mañana no moriremos.
Nos sodomiza cada día
mientras llenamos de serpentinas el jardín del manicomio.
Exiliados en repúblicas de reyes ciegos,
tenemos agua y vivimos de sed,
gateamos abrazados para no caer.
Somos paisajes sin ventanas.
Quizás todo fue
temer al hombre del saco
con las sábanas cubriendo la cabeza,
para luego descubrir
sólo polvo bajo la cama.
Cruzar el negro pasillo de la casa
y no encontrar nada tras las cortinas.
El miedo ha venido
y mañana no moriremos.
Nos despierta cada tarde
mientras roncamos a la sombra de un tsunami.
Envasados al vacío de la navidad,
tenemos agua y vivimos de sed,
gateamos abrazados para no caer.
Asteriscos sobre palabras.
Las monedas nunca llegan a caer,
acaban ahogadas en la piel.
No sabemos o no queremos saber
dónde está la cara y dónde la cruz,
sólo ahogarlas en la piel.
Bailando entre besos
que duran lo que un semáforo en ámbar
se rescatan de la dermis
a cambio de libertad hipotecada en jaulas.
Porque al final
los libros no hacen tanta compañía
y estos zapatos son los más tristes del barrio.
El óxido ha venido
y mañana no moriremos.
Nos lame cada noche
mientras limpiamos de caspa los pinceles.
Coloreados en tonos sucios,
tenemos agua y vivimos de sed,
gateamos abrazados para no caer.
Tribadistas con escafandra.
Aunque envejecer carezca de premio,
al menos nos ahogaremos en el celofán azul
con una mansa mueca lazo a lazo,
prepararemos un buen regalo
e inventaremos una meta
en la que sólo se entre con los dados exactos.
Se pasa demasiado tiempo
queriendo desmontar nuestra propia burla
sin saber d-e-l-e-t-r-e-a-r el apellido de las cosas.
El silencio ha venido
y mañana no moriremos.
Nos arrulla cada madrugada
mientras lloramos bajo carne sin piel.
Bordados en tapices negro tarántula,
tenemos agua y vivimos de sed,
gateamos abrazados para no caer.
Somos lo que olvidamos.
Una posibilidad entre tres mil
para ser víctimas de un satélite muerto
y ninguna para esquivar al invierno
parece argumento suficiente
para mirar hacia arriba.
Pero Dios tiene un humor negro.
Sabe que queremos más,
por eso nos da justo lo que le pedimos.
OS LLAMARÉ BARRO
Sois dueños y señores de la tumba
en la que se revuelven mis certidumbres,
desencajándose las uñas
con la madera del ataúd,
haciendo hueco al viciado aliento,
último milímetro de mi llaga perfecta.
Los presos conocen de memoria
las arrugas de su pared,
pero aquí, esta piedra
ni siquiera envejece
con cada estío de ceniza que sestea
a la sombra del enterrador.
Quisisteis salir como una ópera de incógnito
en mitad de un martes de fuego,
rielando sobre parnasos fundidos
por el hipo del viento,
el eco que teméis porque os vence en altura.
Enfermos de asepsia decidisteis bailar
hacia dentro del paso cambiado,
posturas elegantes y abrigos de espiga.
Recordad respirar y escupir la ceniza
de veinte años de colillas
antes que la Señora Sombra sepa vuestro nombre.
Y entonces
levantasteis con pliegos de cieno un espejo
por donde pudiera entrar vuestro iris,
esperando el aplauso,
la gran ovación cerrada desde el otro lado.
Pero olvidasteis un detalle importante:
los espejos nunca devuelven la mirada a quien los construye.
Descalzo sobre cristales camináis
sin saber que la sangre es simiente
y no vino que la verdad del agua
diluye en el sueño del mundo.
¿Quién os espera al pie de los trigales rojos?
Es el pueblo de las guitarras rotas,
hijos de ese hipo
que sigue sangrando irreposable,
de mano en mano;
hijos de nosotros los muertos,
que sólo somos viento helado
en varios tomos y obras completas.
Condenados a la imposible decadencia
que aventa huesos, desiertos, silencios,
como viudos de luna.
Doblando las campanas
quizá podáis oír a la Tierra girar un segundo,
por una vez sea miércoles de ceniza
y esta puta poesía
muera tuberculosa en un rincón.
Porque de nada sirve
cuando sólo me dejó ser poema
a cambio de una muerte diaria,
interrumpida en mil horas.
Marcad la esquina de una página cualquiera,
o mejor, desdobladla.
Ya sabéis que para asesinarme os basta con romperla.
Cada vez que un libro se abre un cuerpo se exhuma.
La primavera de la llaga cerrada florecerá
aprendiendo a decir en voz alta:
“O estáis conmigo o estáis contra mí”.
El frío quiere haceros hoy bestias suaves
donde crece la garra
y los incendios combaten
detrás de una ventana abierta,
tigres que duermen entre los ojos del espejo.
Os llamaré barro aunque poetas os llaméis,
Idiotas que Sólo Buscan Nombre.
Sonreíd y contadme
que mis versos ya no son necesarios,
que el polvo es la paz.
Sonreíd y contadme
que esta piedra al fin envejece.
SIEMPRE HAY UNA
NOCHEVIEJA DORMIDA
EN CADA LABIO
El invierno es la estación de la verdad,
así la poesía empieza y acaba en él,
porque parece que algo más que otro año
morirá esta fecha en cursiva
blindada de cualquier asalto del mundo estrecho,
cualquier verso demasiado realista
que censure dobles lecturas.
Una nochevieja duerme
en cada labio cuarteado por el frío,
donde sangre y semen son sinónimos
y la vocal aguda de la desolación
no rima con un disparo.
Miss Sombra
es hoy la gran dama
en fina lencería roja,
pero su perfume barato la delata.
Miss Sombra te ofrece su mano
y te dice que nunca moriremos,
que el estrecho mundo no te reclamará.
Consigue arrancar
un sólo pedazo de liga
y el sino de la ceniza se habrá cumplido.
Repítelo despacio, porque sabes que sería la primera vez.
El milagro de la inutilidad se consagra.
EL HUMO SOBRE GÉNOVA
Bienvenidos o prohibido el paso a los extraños
Partido del NacionalDesprecio
Quién iba a decir que amor y capitalismo
comparten una similar mecánica,
que sólo más de lo mismo puede salvar su rueda.
Rompimos
la
cuarta
pared
para convenceros.
Los telones penden del escenario
como humo de confeti sobre Génova,
rasgando los doseles de la duermevela
cada cuarto creciente.
Un salto desde el faro resulta inolvidable,
la muerte del cisne un imperativo categórico.
Aquella careta de venganza
simplemente tiene hoy
una mueca más enferma de lo normal,
nada más.
Acaso el grito de Marsias vuestro retrato.
Nuestra comedia
a cara descubierta.
Nuestra paradoja
inexistente.
La tramoya colmada de piedras
y mutilaciones en primera fila por un palco reservado.
Diderot se equivocaba.
Una noche haréis abrasar los telones
y sólo será para pintar con fiebre:
Necesitamos nuevas mentiras.
TODO VA BIEN
La cara de Matías Prats
sobre los posos del café
no me deja dormir.
Seca las manos
más tibias del hemisferio norte
cuando anuncia temporal,
ahora que necesito el sándalo en la ropa.
Soy un malpensado
al pensar que vuestros informativos
quieren que la primavera
nos sorprenda viendo alguna serie
tan bien producida como el frío.
Se aplaza la revolución
por tormentas de nieve
hasta nuevo aviso.
También un misántropo
si no tengo un Smartphone con WhatsApp
ni escribo en (hasta 140 caracteres)
de qué tamaño es el nuevo juanete
de mi pie izquierdo.
Lo comprendo y deseo continuar.
E incluso puedo ser algo peor cuando afirmo
que entre verdades se van los que se alejan,
que nadie está educado para la sinceridad+.
Pensad que todo va bien.
Señalad el pecado con una cruz,
atrapadlo como a una tarántula herida
dentro de una copa de cristal
llena de humo, puesta del revés.
Escupid después al cielo
cuando henchidos de orgullo
abracéis el gris escribiendo:
“La Verdad, una cuestión de palabras”.
Pensad que todo va bien.
Yo sé que la ceguera
será la enfermedad del futuro.
Una generación perdida de hombres-topo
sobrevivirá al siglo veintiuno
escondida bajo el metro de Budapest.
Y qué triste la imposible espera.
Por una vez, mi padre se vestiría de rey.
LOS MÁS FELICES EN CONSERVA
Dime, ¿quién escribe a las mariposas?
Todos mienten,
es fácil escupir
desde
lo alto
del volcán.
Escucha, te dirán que mito y arrumbo
son dos filos de un mismo engaño,
no les creas.
La eternidad tiene sus ventajas
incluso cuando se convierte
en una forma de olvido.
Nadie escribe a las mariposas.
SESENTA SIGLOS DE SILENCIO
La poesía no es mejor que el poeta que la escribe
(Jorge Riechmann)
{En un principio fue la voz}
La voz vino del aire, de la fuga, del disturbio,
quebrada como un puente de guerra
que nadie cruzó.
Así creéis que las palabras
pueden contener la distancia, el tiempo,
cuando se hace idioma el corazón y canta,
semen de lava percutiendo
contra el brocal abierto del diamante.
La voz os dijo
que hasta en una casa incendiada
duerme el mendigo,
y tal vez porque ya sabíais
que ella era la casa y vosotros los mendigos
arrogáis el derecho de cerrarla
con llaves sin herrumbre ni fuego.
Sobre papel, no hay relieve para cicatrices,
la voz parece suficiente en el spleen de París.
Imposible que sesenta siglos estén equivocados.
Los elegidos hablan a la herida inmediata,
multiplican el instante otorgado:
una sola partida
donde guardar un as de picas en la manga.
Sólo ellos
convierten la promesa infinita
en pecios de certeza.
Por un momento
imagináis la historia sin Lili, Amarilis o Laura
y os estremece ser plagio de algo inédito,
típica pesadilla
por la que desfilan bailando espantapájaros.
Un tropo a quemarropa
que mata de lepra a las gomas de borrar
y queda más cerca de lo previsto:
entre coordenadas desordenadas
sobre una cómoda adornada
con ansiolíticos y flores rotas.
Sacudís la mejor gabardina
bajo este polen de ceniza,
estupor de las historias que remueven entrañas con sus manos
y dejan luces encendidas en una habitación vacía.
Dejáis que sobre fibras de fusión
crezca la buena hierba
vigilando la maleza,
y si fuera necesario
arrojáis a las hogueras del ocaso las rosas que pudieran brotar.
Dormís cada noche en el azogue del lago.
Cuando los pormenores cumplan su mayoría de edad
esas estrofas tendrán la solemnidad que conservan
los vestigios de una nueva Troya.
Sobrevivís en la diferencia,
necesitáis creer que al menos aquí
uno rige su destino.
El arte de la edad es no distinguir páramos de oasis.
Hace casi doscientos años,
Percy Shelley, en su Defensa de la poesía,
concluyó que el mundo
sería asunto de tinieblas
si los elegidos nunca hubieran nacido.
Pero nacieron,
y “si sus pecados fueron como escarlata,
ahora son blancos como la nieve”.
Poco importa
que Bécquer fuese un conservador,
Pound un fascista
o Milton un misógino.
El autor desaparece bajo su obra
intentando tapar con papel el agujero.
Gerardo Diego sigue cantando en aquel jardín.
Quiere que las flores rían;
desencadenar las rosas
y que las azucenas anden en camisa,
para que la sombra no sea.
Incluso Antonio Machado escribió una vez
que realmente lo humano carecía de lirismo.
Algún día
el Sicofanta pasará la cuenta
doblada hacia fuera,
por ser quien es y haber andado muchos caminos,
navegado en cien mares.
Algún día pasará la cuenta,
pero esta vez no.
La mentira es una cosa muy distinta a la ficción.
Yo una ópera de incógnito;
Yo asterico sobre palabras;
Yo mendigo del andén.
Hay nombre y apellidos detrás de esta runa;
mucho más: retales de hipotenusas.
Están dejando los vencejos de dormir
sobre un cielo violado con violeta.
Auroreaban demasiado pronto en las fauces del trémolo,
acordes que muerden
su suerte de celesta
y temen al viento
aunque sean más altos que él.
La memoria no se hizo para los pájaros.
Futuro llevará el nombre
de una batalla perdida contra el imperio del céfiro
o quizá de un lugar
donde alguien fue feliz algunas horas sin motivo.
Sí, seguramente los lunes tienen razón,
pero cuando el hombre radiocontrol
despierta describiendo círculos
es porque ha aprendido a borrarse.
{En un final, el acto}
Mañana, milagro:
el miércoles de ceniza
las letras se escriben en relieve.
Gerardo Diego
se descubre silbando algo,
vivo ya eternamente con un extraño visaje,
la mano en el juego.
Con el perihelio
amazonas del pulso rompen el nudo de contención
que el hombre radiocontrol creía seguro;
un vals de níquel
tiñe la nube mayor del skyline
y los niños encuentran el humo bajo la piedra.
Oimos a la Tierra girar un segundo,
corazón poblado de acordes
gravitando en cielos difusos,
sacro-azul crepuscular.
Todo converge allí,
en su rebosante epifanía,
en el gaudeamus de las bielas.
Nunca más imaginar un mundo para grifos de amor,
ya no queda poema.
Hoy ese extraño jardín
aparece ante vuestros iris,
tocadlo
y os sangrarán los dedos.
La rosa florece de una vez sin cadenas;
al fin las azucenas se visten de camisa.
Pero es inútil,
somos incapaces de oir la alta risa.
El blanco cubre la vida,
la nieve se torna escarcha escarlata.
No estamos preparados para la poesía.
LIBRO DE QUEJAS
Aludidos, por favor,
presenten aquí sus vindicaciones.
Se permite fijar carteles,
aparcar en triple fila,
escupir dentro sin ser residente,
la carga y descarga de cuentas no saldadas,
guardar ruido,
ensuciar la hipérbole,
sobrepasar el límite de veracidad permitido,
denunciar cualquier escándalo púbico.
Escapáis de una
impoluta cuarentena
para sostener
la mirada de mis brumas.
Esa hosca certeza me conmueve,
porque cada tachadura
es otra muesca más
en vuestro dorado revólver,
legítima coartada como trofeo.
Allí,
en la quietud envenenada
que os arriendo,
tahúres furtivos del disturbio,
deshaciendo el tálamo de las gárgolas,
definís los años por flaquezas
y trazáis un adusto contorno
de la historia oficial.
Contracrónica para un vagasueños.
No pudisteis quedaros en los márgenes,
no quisisteis aceptar la transfiguración.
Tuvisteis que elegir
ser todo lo que me huye en vano,
jugando al despiste de puro rigor,
unos proscritos residentes
del distrito del empero.
Filatelia de mis pasos en falso,
de mis paraguas olvidados,
de mis insurrecciones de la carne.
Sevilla es un paracaídas ardiendo,
senda de los elefantes que no saben morir
mientras derramo lágrimas de pan.
Noche sobre noche,
al volver a casa,
veo vuestras luces
en las ventanas aún despiertas.
Salís al balcón, y resignados,
me señaláis diciendo:
“Sigue así, tú sigue así ...”
Pero os quiero a todos sin excepción.
No sienta bien convivir con el vacío.
Los hoteles despoblados
a menudo guardan una cuchilla
en el cuarto de baño.
Aludidos, por favor,
presenten aquí sus vindicaciones.
Aludidos,
o más bien, fantasmas del alud.
Poesía
caridad mal entendida
nadie sabe dónde
empieza
un
verso
ni cómplices
ni inocentes
del Santo Enroque.
Pedir ejemplo a un poeta
pedir ejemplo a nosotros mismos.
OTRO CANTAR
Vengo del polvo,
de todo lo que muerdo
por temor a apretar los dientes un día
y ya no consiga distinguir la sangre del aliento.
Ilusorio erudito,
que creía que el mundo cabe en una vida;
que odio los prólogos y las páginas en blanco,
pues sé que son lo único
que he tenido hasta ahora.
Y ahora comprendo
que debo nacer en cada instante
y me aferraré a ello sin remedio,
esclavo de olas de cristal.
A ras de suelo
las palabras
caen
más
deprisa
que las lágrimas,
quemando naves
como pestañas lentas, sin viento.
La sed de ayer es la muerte de hoy entre saliva.
Nadie sufre excepto vosotros, poetas,
pero nadie creyó sus propios cuentos,
y estos fueron mi arrullo.
Aún ignoráis el misterio:
la ceniza sólo se escribe con ceniza.
Un humo de confeti
ensuciará vuestras manos
cuando reconozcáis en él
que no cantáis para ser escuchados,
sino para que los demás canten.
Que el tiempo dejó de ser
la arena anónima de un desierto,
mi conciencia silencio de ruinas limpias
donde el sol golpea
en puntos suspensivos.
Decid qué veis
tras el alfil de papel.
Nadie dijo que fuese fácil
aceptar vuestro viejo credo,
que la tristeza resulte un don y no un estigma.
Y ella me ha conducido hasta aquí,
alejando por defecto
a las personas que más he querido,
la última página rota
de un moleskine negro
donde siempre puede ser todavía.
Pero
¿y si en realidad pude elegir,
y no las elegí a ellas?
¿Y si todo fue parte del plan?
¿Y si la mentira inventa algo más grande que la soledad?