TRUEBA, Antonio de. Libro de Los Cantares

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Litreratura española; Poesía; Romanticismo

Transcript of TRUEBA, Antonio de. Libro de Los Cantares

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  • W "OS* ^ O B R A S D. Antonio de Trueba |:

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  • O B R A S DE DON ANTONIO DE TRUEBA

    El L ibro de los Cantares

    CANCIONES PRIMAVERALES

  • O B R A S D B DON ANTONIO DE T R U E B A

    T O M O I

    EL LIBRO DE LOS CANTARES

    CANCIONES P R I M A V E R A L E S

    NUEVA EDICIN

    C O R R E G I D A ! Y AUMJ

    M A D K I D LIBRERA DE A N T O N I N O ROME'l

    Calle de Preciados, nm, 23

  • Es PROPIEDAD DKI. EDITOR

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  • Antonio d e T m e b a

    La' vida del ilustre literato vizcano, c u y a s -obras selectas publicamos hoy, puede condensarse en dos fechas y en un centenar de ttulos: el 24 do Diciembre de 1821, en que ocurri sunacimiento; el 10 de Marzo de 1889, en que acaeci su muerte, y los ttulos de las numerosas obras con que enri-queci ia literatura espaola.

    Los que deseen conocer intimidades de su exis-tencia podrn encontrarlas muy tiernas y verdicas -en varias de sus obras; los que quieran conocer al -detalle la historia de sus primeros aos y el des-arrollo de sus aficiones literarias, deben consultar la autobiografa escrita para La Ilustracin Espa -ola, y de la cual tomamos los prrafos que siguen:

    El lugar de mi nacimiento fu Monte]lao, fe ligresa del concejo de Graldames, en las Encarta--ciones de Vizcaya, de donde era mi madre, Marta de la Quintana, y me llevaron de un ao al inme-diato concejo de Sopuerta, en cuyo barrio de San-ta Gadea, de donde era mi padre, Manuel de Truo-ba, me cri y anduve la escuela, siendo mis maes-tros D. Jos de Sagarminaga y ^ Q ^ s m s Santa-

  • 2 OBEAS DE A. DE TEEBA

    coloma, el primero de los cuales ha prolongado-su vida hasta los ochenta y nuevo anos, felicidad que su discpulo le envidia, aunque Dios sabr lo-que se hace si no se la otorga.

    A la edad de quince aos, con motivo de ten el-la guerra civil trazas de durar algunos ms y an-dar los carlistas vueltas con que yo tena ya la. talla, y tenindola no importaba que no tuviera, edad para manejar el fusil, me enviaron Madrid mis padres, aunque los callos que tena en las ma-nos y el min polvo rojo do mineral de hierro-que tena en la ropa, probaban que les haca falta, para manejar la azada y las layas, y andar la. venera con mi mulita.

    En el comercio de ferretera primero, en la ca-1 lo de Toledo, nm. 81, y luego en la de Esparte-ros, nm. 11, permanec cosa de diez aos, aprove-chando el poco tiempo que m dejaban libre el trabajo y el sueo, para echar algn aadido lo que haba aprendido en la escuela y los castaares, de Sopuerta.

    Por fin dej el comercio y me dediqu la lite-ratura, porque ste era en m vicio irresistible,, iniciado aun antes de abandonar Vizcaya. Y de este vicio me hubiera dejado arrastrar aun sabien-do lo que ahora s y entonces ignoraba, sea que principios de 1889 se puede decir en Espaa la que Fgaro deca en 1836, sea que la literatura es aqu un modo de vivir con 'que no se puede-vivir.

    Hacia 1851 publiqu mis primeros libros, que fueron El Cid Campeador y El libro de los_ cantares,.

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 3

    que me valieron 2.000 reales cada Tino, y aun el se-gundo me cost, aos despus, algunos miles do reales para reivindicar su propiedad literaria, que el editor entenda haberle vendido por completo, y no como yo entenda, por una sola edicin.

    En 1853 entr en la redaccin de La Correspon-dencia Autgrafa de Espaa, fundada por el seor D. Manuel Mara de Santa Ana, y que- algunos aos despus se hizo tipogrfica, y permanec all hasta 18D2, publicando en este tiempo varios l i -bros, entre ellos los Cuentos populares, los Cuentos campesinos y los Cuentos de color de rosa.

    En ocasin de celebrarse en Vizcaya, en Julio de 1862, Juntas generales so el rbol de Ghier-nica, me vi sorprendido el da 29 con un telegra-ma en que so me anunciaba que el Seoro me ha-ba nombrarlo por aclamacin su archivero y cro-nista, propuesta de varios apoderados que saban se iba dar cuenta de una exposicin con ms de dos mil firmas, encaminada anlogo fin.

    Aquel destino, que, volviendo al poeta su tie-rra natal, realizaba sus ms fervientes aspiraciones, prodjole durante algunos aos tranquilo bienes-tar; pero la revolucin de 1868 y el levantamiento carlista, que fu resultado de la misma, le priva-ron de l, y Antonio de Trueba tuvo que regresar Madrid y consagrarse la produccin incesante para poder atender las atenciones de la vida, por muy reducidas que fueran las de su hogar y muy limitada su familia, constituida slo por su esposa y una hija, en la que el poeta haba cifrado todos sus amores.

  • 4 OBRAS DE A. DE TEOEBA

    De esta circunstancia, as como de los humildes orgenes de su vida literaria, arranca, para bien de las letras, la copiosa produccin debida su fe-cunda pluma y la existencia de esas obras que co-rren de mano en mano, y se hallan destinadas la perpetuidad, y que se titulan: El libro de los canta-res, Fbulas de la educacin, El libro de las Monta-as, Cuentos populares, Cuentos del hogar, Cuentos de color de rosa, Cuentos campesinos, Cuentos de ma-dres hijos, Nuevos cuentos populares, Madrid por fuera, Narraciones populares, El gabn y la chaque-ta, Mari Santa, De flor en flor, El libro de los recuer-dos, Cuentos populares de Vizcaya, Cuentos de vivos y muertos, Arte de hacer versos al alcance de todo el que sepa leer, as como su incansable colaboracin en La Ilustracin Espaola y otros muchos neri-dicos y revistas de carcter literario.

    El restablecimiento de la normalidad poltica en Espaa le devolvi su cargo de archivero del Seoro de Vizcaya, y entre los trabajos que el mismo le ocasionaba y los del peridico El Noticie-ro Bilbano, vio transcurrir los ltimos aos de su existencia, que tuvo trmino en Bilbao, en 10 de Marzo de 1889. La regin vascongada, objeto de los amores de

    Trueba, no ha sido ingrata con l, y en 10 de No-viembre de 1895 inaugurbase en los jardines de Albia, cerca de la casa en que muri Trueba, una hermosa estatua labrada por el insigne escultor Mariano Benlliure, obra presentada en la Exposi-cin nacional del mismo ao, en la que obtena con aplaso unnime la medalla de honor.

  • T R U E B A JUZGADO POB EL P A D R E FBANCISCO BLANCO

    Antes que Antonio de Truba fuese universal-mente conocido por sus cuentos, haba hecho su entrada en el mundo de las letras con El libro de los cantares (1851), que alcanz en breve tiempo ocho ediciones, nmero casi fabuloso inverosmil en Espaa, donde la aficin la lectura es tan exi-gua. Y no slo los espaoles, sino los extranjeros r y relativamente ms los extranjeros que los espa-oles, enaltecieron y propagaron esos cantares, quo su autor dio la luz pblica sin sospechar tan benvola acogida.

    La poesa popular tiene sus achaques y sus pun-tos luminosos; pero nuestro siglo ha tratado de rehabilitarla, ora embelleciendo sus mitos, ficcio-nes y leyendas, ora archivando con supersticioso cuidado cuanto ella anima con su aliento. El poeta que entre los esplendores de una civilizacin refi-nada como la que alcanzamos, reproduce en s los

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    rayos y propiedades de aquella musa impersonal y colectiva que acompaa y dirige las nacionalida-des en su infancia, constituye un caso anormal y simptico, por la ley de los contrastes, para ol complicado criterio de la poca literaria ms ajena la sencillez rstica y primitiva. Esto explica en parte la popularidad de que disfrut Trueba, ol cual comenz escribir sus Cantares, sin haber asistido ningn aula de Retrica, estando de de-pendiente en una ferretera de la corte, y coden-dose diario con el vulgo indocto, que conoca y amaba al to Antn antes que supieran de l los literatos de oficio. A l salir de la obscuridad, Ins coplas do Trueba obtuvieron los sufragios do l,s clases ilustradas, y el fingido ciego se vio ensalza do en los peridicos y ledo en todas partes...

    . Bienaventurados los que creen, Palo seco, La se-rrana, La gorra de pelo, La mancha de la mora, La ordenanza militar, son ttulos de otros tantos can-tares ms menos valiosos, impregnados de dulco y exquisita sencillez, de los que el ltimo podra emparejar con las mejores baladas alemanas; nin-guno quiz es tan delicado ni tan genuinamente espaol como La perejilera.

    Una de las dos excelentes cualidades que en Trueba se admiran es la fecundidad, no estril como tantos otros, sino siempre igual s misma, dcil incansable ayuda-del ingenio. Hermanos do padre, hijos del corazn ms que de la inteligencia estos libros son tan unos en el objeto y en la forma, de tal modo reflejan los mismos sentimientos y

  • EL LIBRO DE.LOS CANTARES I

    aspiraciones, que juzgar al primero que se nombro -es juzgar los dems. Slo una lnea divisoria pudiera trazarse que separara las narraciones go -nuinamente vascongadas de las que presentan ca-rcter ms abstracto y universal. Esta separacin no pasa de recurso metdico, porque'en la realidad aio est tan definida y terminante.

    Trueba fu, antes que nada, el felicsimo intr-prete de un gran pueblo donde viven todas las v ir -tudes domsticas y patriarcales, todo el aliento de una raza virgen indomable, todos los tesoros do la vida cristiana en su ms alto grado de pureza. l , que los conoca como pocos, que respir aque-llas auras de suave y delicado perfume, supo tam-bin comunicar con la magia de la descripcin y el entusiasmo las emociones de su alma, y lia in-mortalizado los lugares donde se desliz su infan-cia, los valles risueos, las casitas blancas, el insu-perable conjunto formado por la hermosura de la Naturaleza unida la hermosura moral. El afecto casto, ideal y pursimo de los amantes y esposos; la tranquilidad plcida inalterable del hogar do-mstico; la sencillez y el pudor, todo lo que trans-forma y ennoblece: ese es el patrimonio de aque-lla privilegiada raza, esos los elementos que com-ponen las relaciones de Trueba, cautivando insen siblemente la curiosidad y la simpata. A l yer aquellos ancianos, candidos inocentes como ni-os; aquellas madres, tan ricas de amor y de l-grimas; aquellos jvenes, que casi desconocen los caminos de la disolucin, con su eterna alegra y sus patriarcales regocijos, no hay corazn que no.

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    se conmueva ni frente que no se incline. La felici-dad, que tan mal se remeda en las grandes metro' polis del lujo y la ostentacin, vive escondida en el despreciado recinto de esas aldeas, en esos cora-zones cerrados la ambicin y al crimen. Semejan-tes escenas no se fingen, ni se pintan sin haberlas visto; hay aqu algo tan natural, tan humano in-imitable, que excluye toda idea de invencin y su-perchera.

    Esta predileccin no llega confundirse con el exclusivismo, porque tambin supo Trueba cam-biar el escenario de su montaa por el de las lia nuras de Castilla, pintando bajo otra forma la grandeza y el herosmo, las virtudes modestas y la desconocida ventura. En los Cuentos campesinos hay tanto que sentir y admirar como en los mejo-res de Trueba, con no hacerse casi mencin en ellos de las costumbres vascongadas. La felicidad domstica es un cuadro tan natural y tan ingenuo, que no descubre el ms mnimo rastro de esa afectacin de que tanto ablan los crticos, quie-nes pueden contestar con sus personas El to Ca-chaza y compaeros. Para hacer reir quien no tenga ganas, ah estn Los Tomillares con el Con-de de Picos Altos, donde se retratan al vivo la fa-tuidad pedantesca de los que especulan con la can-didez de los pueblos. Nada, en fin, cabe idear ms dramtico y sentido que Los borrachos, cuento en que Trueba se excede s mismo, y que nadie acaba de leer sin lgrimas en los ojos, ante la h o -rrible tragedia final con que quedan castigados los vicios y condescendencias del desdichado Lorenzo.

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    Las Narraciones populares, los Cuentos populares\ y algunos otros sueltos y por el mismo estilo, cons-tituyen una variante muy digna de consideracin en las obras de Trueba. Ms curiosos que sentidos,, con ms ingeniosidad que belleza descriptiva, des-envulvense en el pas abstracto donde coloca el. vulgo todo lo que inge; y aunque alguna vez pa-recen circunscritos determinada localidad, nunca, e para reproducirla y grabarla en el nimo del, lector. Las fbulas inventadas por la experiencia, y el conocimiento de la vida; los relatos fantsti^ eos con que se embellece el prosaico mundo en que nos movemos; las inocentes mentiras con que la. piedad ha procurado sensibilizar los misterios y verdades de la religin: tales son las fuentes do donde sac Trueba esta porcin de sus cuentos, tan. apreciable acaso, aunque no tan apreciada, como las dems. A quin no cautiva aquella credulidad infantil que se trasluce en la descripcin de porme-nores en los razonamientos y en el estilo del autor? -Y cuando quiere ser malicioso en medio de su can-didez constante, no parece convertirse en un nue-vo La Fontaine, con sus inimitables y al parecer-antitticas perfecciones? De m s decir que he re-cordado muchas veces la nawet dol gran fabulista, al leer los Cuentos y Narraciones populares, y no. conozco autor alguno que le vaya tan los alcan-ces como Trueba, quien probablemente no pens, nunca, en imitarle.

    Hasta tal punto se identific el simptico autor-vascongado con lo humilde y lo pequeo en todas, sus fases, que no acert escribir novelas de ver~

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    xlad, aunque otra cosa indiquen las proporciones materiales de alguna de sus obras.

    . -Hay corazones de hielo que tienen por ridculo todo lo que es tierno y afectuoso, y miden las afec-ciones de los dems por el rasero de las propias. -Hay crticos que traducen por zalameras y oe-ces lo que en Trueba son desahogos legtimos dol "sentimiento, y sonren desdeosos ante el candor y la inocencia. Iluso y optimista llaman otras vo-ces al autor por haberse empleado en pintar las costumbres de un pueblo modelo; mas como esos seores, no lo reconocen tal, no lo han visto, se empean en su negati va porque s, juran quo eso pueblo no existe sino en la fantasa de sus admira-dores. Pero cabalmente el distintivo de Trueba es -el realismo, voces exagerado, que coloca par do la virtud el vicio y descubre en la vida rural, no slo sus encantos, sino tambin su parte ms pro-saica, desconocida para los forjadores de glogas - idilios empalagosos; salvo que con no faltar la verdad, con no omitir Trueba nada en sus descrip-ciones, brota de ellas cierta hermosura ideal, do que sin motivo ninguno se le hace cargo, como si fuese defecto imperdonable.

    No hay forma de demostrar muchos ignorantes presumidos de doctos, que en Espaa existen an residuos do las virtudes y grandezas de otros tiempos. Trtase de visionarios los que en ellas creen, los que las ven y las admiran, cuando, en lo que Trueba se refiere, habra podido las ms veces citar los tipos y originales cuyos retratos nos

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    ofrece en sus narraciones; tal es el sello de fideli-dad y exactitud que las avalora. Caso de ser exclu-sivamente obra de su imaginacin, descubriran cr l, si no las dotes de observador entendido, al ge ms admirable infrecuente: el genio creador de los grandes artistas, con lo que nada perdera er el cambio.

    {La literatura espaola en el siglo XIX.)

  • DON ANTONIO DE TBTJEBA

    Al correr de la pluma escribo estos renglones, y empe-zar por decir por qu los escribo, y por qu los escribo al correr de la pluma.

    Supe que escritores insignes iban tomar parte en este tema del certamen: ELOGIO DE TBTXEBA (1), y me reserv el papel de espectador entusiasta de sus trabajos.

    Pero ltima hora me ha asaltado esta idea: perturba-da la vida social de Espaa por la terrible epidemia con que Dios nos ha visitado, es posible, quiz probable, que la perturbacin haya alcanzado esos trabajos y los haya dejado en suspenso.

    Por esta razn, y por solo esta razn, me convierto de espectador en actor, y semejanza de los obreros rezaga-dos del Evangelio, tomo la pluma la hora undcima (2) ,

    No se trata, por fortuna, de unos de esos autores, espe-

    (1) Asi se lo escribieron al Sr. Trueba. (2) Los trabajos en espaol deban estar en poder de D. Narciso

    Daz de Escobar, Malaga, el 25 de Agostn de 1885; el 22 se escribi y para hablar con toda propiedad, se improvis este articulo.

    DE

    POR EL

    EXCMO. SR. D. JOS DE LLZANA Marqus de Casa-Torre.

  • 14 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    ci de maquinistas de la literatura, empeados en violen-tar y trastornar por el camino naturalista, por el transcen-dental, por el erudito por otro, las leyes naturales, como-un ingeniero, por ejemplo, eleva, fuerza de maquinaria y artificios, las aguas de un ro, en vez de dejarlas correr por su cauce natural; que hacer en pocas horas (ni en mu chas horas) el elogio de tales autores sera empresa supe-rior mis fuerzas. Se trata, por el contrario, de un au-tor eminentemente popular... y le conozco... y conozco sus obras... Qu ms necesito, aun con toda mi inhabilidad cuestas, para escribir su elogio en poqusimas horas y encerrado en cortsimos renglones?...

    Oh! Qu espectculo tan triste ofrece la vista y la consideracin de las gentes una grande, una grandsima parte de los escritores contemporneos, ocupados en re-bajarlo todo, en desprestigiarlo todo, en destruirlo todo!

    Esfurzanse unos en desprestigiar la autoridad de la Iglesia, otros la del Estado, estos los representantes de la autoridad en tal forma de gobierno, aquellos los que la representan en la otra... El prestigio del talento, el de la cuna, el de las riquezas adquiridas honradamente, el de la virtud misma, corren la misma suerte que el del principio de autoridad... Para combatir al adversario se hiere su reputacin y su honra y se le pon-e en ridiculo, en vez de contestar sus argumentos...

    Quien haya atravesado ese rido desierto de negacio-nes y ruinas morales encontrar, por feliz contraste, en el tema propuesto, descanso para su fatigado espritu y claro manantial de hermosos y dulces afectos, en que apa gar la sed de sil alma-

    Porque Trueba no ha puesto jams sus honradas manos en la obra de destruccin que me he referido, y adems, porque el nombre del autor de El libro de los cantares y los Cuentos de color de rosa ha pasado ya las fronteras de nuestra patria y los mares de nuestro continente, y pasar

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 15-

    maana, nico y solo quiz,entre los vascongados de la actual generacin, las fronteras del tiempo; y los hombrea, cuyo nombre y cuyas obras pasan las naciones extran-jeras y las futuras edades, son como los embajadores y-representantes que un pas enva esos pueblos ex-tranjeros y esas generaciones venideras, y su honra y su nombre son, hasta cierto punto, el nombre y la honra, de su pas, y es virtud enaltecerlos, y deber que obliga,, el patriotismo, j . satisfaccin dulcsima para el alma...

    Trueba, lo he indicado antes, es autor eminentemente-popular, y en este concepto debe considerrsele y juzgr-sele. Los cuentos son su gnero predilecto. Su incompa-rable Libro de los cantares, sin esfuerzo alguno, puede in--cluirse en este gnero. Muchos de esos cantares, La vida de Juan Soldado, La mancha de la mora, etc., etc., sou hermosos cuentos, puestos en hermossimo verso inimi table dilogo.

    Puede decirse que no se ha dado hasta nuestra poca, ese gnero y sus afines la poesa popular, los canta-res, los cuentos..., toda la importancia que de derecho, les corresponde en la repblica de las letras; y puede-aadirse que nadie ha llegado en aquel gnero la altu ra que hallegado Trueba, por su profundo conocimien--to de la materia, por su admirable manera de cultivarla,, por su prioridad en este cultivo, por su fecundidad.

    Quien fije su atencin en el bellsimo prlogo de El ll-oro de los cantares sobre la poesa popular y en otros so bre los cuentos de varias colecciones de stos, compren--der, sin ms que eso, su profundo conocimiento de la, materia; quien haya ledo sus libros, confesar, al recor--darlos con indefinible encanto, que es feliz como nadie al llevar la prctica las ideas emitidas en los prlogos ci-tados; y reconocer al propio tiempo su fecundidad, si considera que esos libros, aparte de otros trabajos sueltos>. forman ms de veinte volmenes.

  • 16 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    Trueba ha sido, en suma, el.primero que ha dado al g-nero literario de los cuentos las condiciones importan-cia que hoy tiene y el que mejor lo ha cultivado. El que desconozca sus obras, habr dejado de leer una de las p-ginas de la historia contempornea de la literatura patria: la que contiene esa parte importante de esta literatura, creada por l, desarrollada por l, imitada luego por mu -chos, ms menos felizmente.

    Fernn Caballero es el nico que podra compartir con Trueba esta gloria; pero ni sus cuentos son tan numero-sos como los del novelista vascongado, ni llegan, sobre todo (hablo de las condiciones del gnero), la pei'feccin alcanzada por stos. Estn tomados literalmente, puede decirse, de boca del pueblo. Trueba, por el contrario, ade ms de dar sus cuentos un fin moral, que no todos tie nen en su origen, les presta forma literaria acabadsima, ms acabada que la que crey deber dar los suyos la insigne escritora andaluza.

    Y no se crea que ese trabajo esmerado les hace perder "nada de su naturalidad. Podemos comparar los cuentos populares ( los que entre stos estn tomados real y ver-daderamente del pueblo), examinndolos en su origen, con los diamantes en bruto, y al autor de que ellos se -apodera pai-a convertirlos en gnero literario, con el dies-tro lapidario, que saca luz las bellezas que se escondan en aquellas toscas piedras. Y as como la forma debida al trabajo de ste llega parecemos la verdadera y natural forma del diamante, as la forma literaria que da Trueba los cuentos populares, y no la que anteriormente tuvie -ran, parece, y es, su forma natural.

    Poqusima importancia tuvo anteriormente este gne-ro. Muy poco valen, en efecto, considerados lit3rari.am.en te, los antiqusimos cuentos de D. Juan Manuel, por ejem po, ni los de M Patrauelo de Timoneda, que no pasan, -muchos de ellos, de dos docenas de lneas En Italia de-

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 17

    hieron su boga los de Bocaocio una cualidad buena; la magia de su estilo, y otra mala, lo obsceno de sus chis-tea. Y en Francia y en todas partes particip este g-nero de esa ltima condicin, que pareca inherente l: l color verde muy subido.

    Reconocida hoy la importancia de ese gnero literario: y cambiadas sus condiciones, lo cultivan todos los pue-blos. Los cuentos de Trueba siguen traducindose, sin embargo, y ms de una vez he ledo en los mismos su plementos hojas literarias de Le Fgaro, de Pars, tra-ducciones de algunos de ellos; entre otras, y hace muy poco tiempo, una, admirablemente hecha, del titulado El'ngel y el Diablo (1).

    Un sabio y virtuoso agustino, poeta laureado, novelis ta insigne, admirador entusiasta y feliz imitador de True-ba, el P. Muios Senz, ha encerrado en pocas lneas, y sas escritas incidentalmente, el juicio ms exacto que puede hacerse de los cuentos de Trueba. Dice as .el docto agustino: Conocido es el cuento de Trueba titulado L A RESURRECCIN DEL ALMA, bellsimo, cristiano y patritico como todos los suyos, y en el cual pinta al vivo al indiano que vuelve de Amrica, con el alma muerta. (Bevista Agustiniana, pg. 86.) Bellsimos, cristianos y patriticos :son,en efecto, todos los cuentos de Trueba.

    Bellsimos con la belleza propia de este gnero literario, y principalmente por la encantadora naturalidad de su estilo,, que supone espontaneidad y sentimiento en la. con-cepcin, y facilidad, en la que comprendo la gracia inimi-table-de sus dilogos, en la ejecucin. Otra cualidad,, dig-na de notarse y admirarse en quien tuvo por. aulas y Universidades la tienda de un comerciante, es la gran correccin del lenguaje. - Cristianos y patriticos, porque en ellos se refleja, como

  • 18 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    en- claro espejo, el alma de-su autor, sencilla, cristiana. y amantsima de su pas.

    Soando con ste (prlogo de El libro de los cantares)' escribi en Madrid sus primeras obras, y al venir Bil-bao, llamado por LAS JUNTAS GENERALES DE GUERNI-CA, para desempear el cargo de Archivero y Cronista del' Seoro, vio cumplidos sus sueos y satisfechos todos sus. deseos.

    Cuando dio cuenta de ese proyecto al gran poeta, gran-crtico y venerable anciano D. Juan Eugenio Hartzen-busch, censur ste su resolucin y trat de apartarle de-ella. En Madridle dijoba conquistado usted ya un gran nombre literario, y est en camino de hacerlo ms. grande aun; al retirarse su provincia, estrecha usted voluntariamente los horizontes por donde puede volar su ingenio, y le corta las alas, privndole de estmulos y alientos. Mirado desde aqu, su nobilsimo pas no tiene-pero; metido en l, tropezar usted con las miserias y pa-sioncillas con que es forzoso tropezar en todo pueblo re-lativamente pequeo, por noble que sea el carcter de sus. habitantes. Ni ser usted para ellos lo que es esta dis-tancia...su mismo renmbrele har tal vez blanco predi-lecto de los tiros de cualquier Erostrato de campanario!-

    Las palabras del bondadossimo y experimentado Hart-zenbusch, que hacan, de ordinario, honda impresin en-Trueba, resbalaron esta vez sobre su corazn, enamorado-de Yizcaya, como resbala el agua sobre la tersa superficie-de una losa...

    Vino Bilbao, y al recibirlo el Diputado general de-turno, D. Antonio Lpez de Calle, le manifest que lo que-principalmente esperaba de l Vizcaya era que siguiese-honrndola con los frutos de su ingenio, como la haba, honrado hasta entonces. As lo ha hecho. Su pluma ha abandonado tambin, ms de una vez, el ameno campo de-las ficciones, para prestar su pas servicios excepcio-

  • EL LIBEO DE LOS CANTARES 19

    nales en el campo de la realidad, como cuando su bos-quejo de la organizacin social y familiar de Vizcaya vali sta mencin honrossima en la Exposicin Uni-versal de Pars de 1869, y entoDces y despus los aplau-sos de los sabios de todos los pases, y cuando las provin-cias hermanas, en la ocasin ms grave y solemne de su historia, en los das tristes de 1876, le encomendaron, eligindole entre los vascongados, la redaccin de una splica y una defensa en favor de Los F U E R O S , para elevarla las Cortes del JEteino.

    Otros servicios no menos importantes, aunque ms mo-destos y menos conocidos, ha prestado tambin su pluma.

    Como colaborador literario del peridico menos polti-tico entre los peridicos polticos, El Noticiero Bilbano, ha hecho de su Soja Literaria plantel de jvenes escri-tores, quienes ha servido de gua con su ejemplo, con sus consejos, con oportunas correcciones en los escritos que le presentaban. Los frutos conseguidos en este ma-gisterio y la experiencia adquirida en l le sugirieron la idea de escribir dos libritos eminentemente prcticos: El arte de hacer versos (publicado ya) y El arte de escri-bir en prosa.

    Su constante colaboracin literaria en un peridico de gran circulacin en el pas, como es el indicado, le ha dado tambin participacin grandsima en la obra impor-tante de formar y educar el sentido literario del pblico. Nadie ms propsito para esto que Trueba, escritor hon-radsimo, y adems correcto en su lenguaje y de estilo fcil, claro, ameno y de naturalidad encantadora.

    Aunque parezca todo esto poco importante los que, mutilando la universalidad de los conocimientos huma-nos, vinculan la importancia en uno otro orden de s-tos, despreciando los dems, y entre ellosquizla literatu-ra, no lo es para los que tenemos idea menos errnea del universo y del hombre, elegimos puntos de vista ms ge-

  • 20 OBEAS DE A. DE TRUEBA

    nerales y comprensivos, y reconocemos, por tanto, la importancia de la literatura (como la de los dems rde-.nes de conocimientos) en l vida de las naciones y de los individuos.

    . En carta fechada en 1 de Noviembre de 1884 que el pa-dre Muios Senz (y cito su testimonio por las excep-cionales condiciones ya enumeradas que en l concurren) dirigi Trueba, algunos de cuyos prrafos public la Prensa, le deca que tena ardientes deseos de escribir-le, aunque no le conoca,personalmente, por la gran sim-pata hacia l que le haba inspirado la lectura de sus obras, y aada que el hermoso corazn de Trueba se retrata en sus libros. As es la verdad, y antes lo he in-dicado.

    Se enlazan en Trueba, por feliz combinacin, los senti mientos del hombre honrado con el alma del poeta. Le atrae irresistiblemente lo que es bello y lo que es bueno, y siente el placer inefable de gozar con la dicha ajena.

    El da que se inaugur la fbrica de hierro de Sestao, denominada Vizcaya, deca yo uno de sus principales

    . accionistas: Da de gran alegra es este para ustedes, los accionistas de la Vizcaya, y, sin embargo, entre los invi tados la fiesta de la inauguracin hay uno que disfru -tara en ella ms que todos ustedes: D. Antonio de

    .Trueba. Mi insuficiencia, agravada con la premura, ya explica-

    cada, del tiempo, no me ha permitido hacer cumplida mente su retrato como escritor y como hombre, ni hacer cumplidamente su elogio en ambos conceptos. Abrigo, sin embargo, la conviccin de que Trueba es como lo he descrito* y no de otra manera, y de que decir lo que es, es hacer su mayor elogio.

  • POR MANUEL OSSORIO Y BERNRD

    I

    El genio tradujo al genio, y hoy renace en una estatua Antn el de los cantares, el hijo de las montaas, el afable, el dulce, el bueno, el que es honra de Vizcaya, gloria de nuestro Parnaso y de la espaola patria. Benlliure, sin conocerle, supo adivinar su alma, interpret en suaves lneas la dulzura en l innata, la no fingida modestia, la laboriosa constancia. Dile reposo su cuerpo; pero en sus dulces miradas

  • .. OBRAS DE A, DE TRUEBA

    que algo persigue se observa en lo que la vista alcanza; el ro de claras linfas, la aldea de blancas casas, el severo campanario, la tierra que esconde avara restos de generaciones que cobija una cruz Santa; el amor la familia, los anhelos por la patria, . las bellezas que las tierras ofrecen al contemplarlas, tesoros de la poesa, halagos de la esperanza, pasiones por l sentidas y con candidez narradas-Despus,alfundi.r,,1a.efigie,. . cobr mayQ'r.-semj.anz.a... -. - , pues la dureza.del,bronce. , su gran carcter, retrata. . Honra al escultor insigne , : , que en su juventud .gallarda . cie su inspirada f r e n t o , lauros que sju genio,ensalzan. Plaza al gran artista que honra la tierra valenciana;,...., : unamos sjempr,e su nombre ;- ; merecidas alabanzas; . .. ^ .. / pero dej adme TA momento que de l me, aparte, y que vaya evocar gratos recuerdos junto su tranquila.estatua. ..

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 22

    I I

    Los aos se han sucedido, pero aun siguen en el alma, ual si de ayer mismo fueran,, recuerdos que nunca pasan. T, llorando ingratitudes de.pasiones exaltadas, -"volviste Madrid j trayendo tus dos^prendas ms caras. Yo tu lado, y como siempre, escuchando en tus, palabras lecciones de mansedumbre y de dulces esperanzas . " '

    La pobre patria sufra : y su seno desgarraban, >. -aqu el bando absolutista,'.. all ambiciones bastardas de los regeneradores . que causaron tantas lgrimas. ,]Das'sin sol!, quo un poeta entonces denominaba; ; noche eterna sin aurora, dolores sin esperanza^ r algo siniestro y sombro; como terrible.amenaza contra el honor, da existencia, y la integridad de Espaa. Presidiarios evadidos tripulando sus -fragatas: -

  • 4: OBEAS DE A. DE TEUEBA

    el cantn en una villa y ia rebelin en varias. lOunto sufras entonces, y con qu fervor alzabas tu dulce mirada al cielo pidindole por la patria! Despus, ahogando tristezas, volviendo la vida prctica, buscbamos juntamente, con el alma desgarrada, el pan nuestro, que las letras nos proporcionan y tasan, y en largusimos paseos, huyendo de la algazara de Madrid, nos comprendamos, sin hablar una palabra, por comunidad de ideas, por impresiones anlogas, por amistades comunes y por comunes desgracias. Los mismos faustos sucesos la vez nos alegraban, las mismas desdichas siempre arrancaban nuestras lgrimas;, y resucitando historias, evocando glorias patrias, analizando la herencia de las letras castellanas, t, ms anciano, narrndome impresiones de tu infancia; yo, ms constante en la brecha, y en las lides literarias,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    contndote pequeneces que t nunca sospecharas; t, soando en el destierro con tu querida Vizcaya; yo, sin tener el consuelo de poder recordar nada, porque en mi niez errante recorr toda la patria y s dnde fu mi cuna porque papeles lo cantan, no por las tiernas, memorias que en la niez nos halagan, en la juventud nos siguen y en la vejez nos encantan. Cuntas veces embebido, pendiente de tus palabras, siguiendo tu pensamiento, fui quien primero admirara tus novelescas ficciones en la verdad cimentadas, aquellos cuentos que dejan impresiones siempre gratas, y en los que rendiste culto las pasiones ms sanas, sencillos como un idilio y puros como t alma! I Cuntas veces, conmovidos por lecturas literarias, tu voz, de emocin rendida, ahogbase en tu garganta, y yo senta en mis ojos cmo el llanto se agolpaba,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    y t dejabas el libro, ; y yo, sin decirte nada,' ni aparentaba- advertirlo ni continuar te incitaba!...

    Hoy, maestro, tu ausencia lloro; apagoso 'tu pal abra y, do la ludia rendido, -tu cuerpo -tierra descansa; mas tu espritu-'respira 1 : en cieseriosas cartas, : que oculto /como ol avaro sus ricos-tesobs'guarda.' ; " ' Patrimonio 5 d-mis hijos - -sern sus-sentidas1 pgin'asj-'-pues si la- amistad do Tniba antes alegr m i casa, & -hoy tu recuerdo ennoblece 5 1 todos cuantos te aman. " '

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

  • PRLOGO DE I i SEGUNDA EDICIN

    El pueblo es un gran poeta, porque posee en alto grado el sentimiento, que, en mi concepto, es el alma de la poe sa. Su expresin es comnmente desaliada; pero en cambio siente mucho y apenas hay gnero de poesa que no le sea familiar. Por la maana le veris en una proce-sin elevando piadosos himnos la MADRE DEL AMOR HERMOSO, dulcsimo nombre que el instinto potico del pueblo cristiano ha dado la Madre de Jess; por la .tar-de le hallaris en las riberas del Manzanares entonando seguidillas llenas de picaresca sal, y por la noche le oiris cantar su amor bajo la ventana de su novia, suavi-zando con sus lgrimas las cuerdas de su guitarra; unas veces respeta la gramtica y otras la destroza: tan pron-to se remonta las nubes como se arrastra por el suelo; ora s pdico como una virgen, y. luego es obsceno como una ramera; pero casi siempre es original y poeta; en

    ;todo halla poesa, todo es objeto de.sus cantares. El pueblo va narrando en verso la historia de su cora-

    zn, en presencia de los sucesos, como narraba Ercilla, el

  • 30 OBRAS DE A . DE TRUEBA

    poeta oriundo de mis queridas montaas, la conquista de Arauco.

    En las coplas populares veo yo algo ms que clopas: veo amores desdeados y amores correspondidos, traiciones y fidelidades, placeres y dolores, alegras y tristezas. Cada copla popular es para m un captulo de la historia de un corazn.

    Los recuerdos de mi niez suministran ejemplos que justifican estas opiniones.

    En la falda de una de las motaas que cercan un valle de Vizcaya hay cuatro casitas, blancas como cuatro pa-lomas, escondidas en un bosque de castaos y nogales; cuatro casitas que desde lejos slo se ven cuando el otoo ha quitado los rboles sus hojas. All pas los primeros quince aos de mi vida.

    En el fondo del valle hay una iglesia, cuyo campana-rio rompe la bveda de ramaje y se alza majestuoso sobre los nogales y los fresnos, como si quisiera significar que le voz de Dios se eleva sobre la Naturaleza; y en aquella iglesia se dicen dos misas los domingos: una en cuanto sale el sol, y la otra dos horas despus.

    Los jvenes nos levantbamos con el canto de los paja-ritos y bajbamos misa primera, cantando y saltando por los sombros rebollares, y los ancianos bajaban luego misa mayor. Mientras iban sta nuestros padres y nuestros abuelos, sentbame yo bajo unos cerezos que haba frente la casa paterna, porque desde all se des-cubre todo el valle que finaliza en el mar, y poco despus iban buscarme cuatro cinco muchachas, coloradas como las cerezas que pedan sobre mi frente, como los airosos lazos de sus largas trenzas de pelo, y me hacan componerles coplas para cantar sus novios por la tarde al son de la pandereta, bajo los nogales donde bailbamos lo jvenes y conversaban los ancianos, regocijndose con nuestro regocijo.

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES '31

    Recuerdo que un da una de aquellas muchachas esta-ba muy triste, porque su novio iba ausentarse por largo tiempo, y deseaba un cantar que expresase su tristeza, y que instancia suya compuse. Pocos das despus, aque-lla misma muchacha ya no necesitaba mi ayuda para can-tar sus tristezas. Conforme se haban aumentado stas, se haba aumentado su aptitud para cantarlas, porque la poesa es hija del sentimiento. Sus cantares, lo mismo que el que yo le compuse, no tardaron en ser populares en el valle.

    Otra maana vi sentada, bajo los rboles que dan som-< bra la iglesia de mi aldea, una joven forastera de tan peregrina hermosura, que jams se apartar suimagen de de mi memoria.

    No comprend entonces el sentimiento que me inspir pero, concluida la misa, segu con la vista aquella joven hasta que la vi desaparecer all lo lejos, en el laberinto de una arboleda, y volv casa posedo de una tristeza que en muchos das no me fu dado vencer. Durante aquellos das, sentado en la cumbre de una colina, desde donde se descubra el camino que tom la peregrina fo-rastera, compuse muchos cantares que expresaban algo de lo que mi corazn senta. Diez aos ms tarde, pasan-do por un pueblo de Castilla, o con profunda emocin uno de aquellos cantares una joven que estaba tendien-do ropa la orilla de un arroyo.

    Una tarde, cuando doraba la cumbre de las montaas el sol de los muertos, que as se llama en mi pas los ltimos resplandores que el sol despide al- tocar en el ocaso, me hallaba yo conversando en casa de un rico la-brador de mi aldea, con una nia de quince aos, dulce y delicada como una sensitiva. La nia cosaal lado de un balcn. Una voz melanclica, en la que reconoc la de. uno de mis compaeros, que me haba revelado su amor la nia y la oposicin que en los padres de sta en-=

  • 32 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    contrabata causa de su pobreza, cant en el castaar in-mediato:

    Ojos de color de cielo, azules como los mos, na perdis las esperanzas, que yo no las he perdido.

    La nia se estremeci al oir este cantar, y me pareci que asomaban dos lgrimas sus ojos azules. Entonces, respetando su emocin, me desped de ella, y al pasar bajo sus balcones, la o cantar con acento tembloroso y conmovido:

    No pierdo las esperanzas, ni t las pierdas, amor, que t slito, slito, reinas en mi corazn.

    Aquella nia, dulce personificacin del sentimieuto y - la pureza, es el tipo que despus he tenido presente al pintar las vrgenes de ojos azules que ocupan el primer trmino en mis desaliados cuadros.

    Una noche de Noviembre me alejaba yo de mi aldea. Jtal vez, Dios mo, para nunca ms volver! Caminaba, ca-minaba por el valle arriba con los ojos arrasados en lgri-mas. Comenzaban cantar los gallos, ladraban los perros, lloraban los crabos en la montaa, gema el viento en las copas de los nogales y muga furioso el ro, despen-dose por el valle abajo; pero dorman apaciblemente los lloradores de la aldea, excepto mis padres y mis her-manos, que, asomados la ventana, seguan llorando el

    ruido de mis pisadas, prximo desvanecerse entre los rumores del valle. Iba dejar atrs la ltima casa de la aldea, cuando se asom su ventana una de aquellas mu-chachas que tantas veces haban ido buscarme bajo los cerezos, y se despidi de m sollozando. Al trasponer una colina, prximo perder de vista el valle, o un canto le-

  • E L L I B R O D E L O S C A N T A R E S 33

    jano y me detuve. Aquella misma muchaolia me enviaba su ltimo adis en un cantar tan bello como el sentimien-to que le inspiraba!

    Ms tarde, cuando pude darme razn de ciertas cosas que antes no haba comprendido, y cuando quise exami-nar la poesa desde el punto de vista del arte, evoqu to dos estos recuerdos y... he aqume dijela historia de los cantares populares!

    Machas veces, soando con mi pas, que ese es mi sue o perpetuo, me figuro el momento en que Dios me per-mita tornar al valle en que nac Cuan do eso sucedame digo, habr ya arrugas en mi frente y canas en mi cabe-za. Ser un da de fiesta aquel en que yo torne mi valle nativo, y al trasponer la colina desde la cual se descubre por completo, oir repicar las campanas misa mayor. Qu dulcemente resonarn en mi odo aquellas campa-nas, que tantas veces me llenaron de alborozo en mi ni-ez! Penetrar en el valle con el corazn palpitante, la respiracin difcil y los ojos arrasados en lgrimas de re-gocijo. All estar, con su blanco y sonoro campanario, la iglesia donde vertieron sobre, la frente de mis padres y la ma el agua santa del bautismo: all estarn los no-gales y los castaos cuya sombra bailbamos los domin-gos por la tarde; all estar la seve donde mis hermanos y yo buscbamos nidos de pjaros y hacamos silbos con la corteza del castao y del nogal; all, sobre las estra das, estarn los manzanos cuya fruta derribbamos pe-dradas mis compaeros y yo cuando bamos la escuela; all estar la. casita blanca donde nacimos mis abuelos y mi padre, y mis hermanos y yo; all estar todo lo que no siente ni respira; pero dnde estarn, Dios mo, todos aquellos que con lgrimas en los ojos me dieron la despe dida tantos aos h! Seguir, seguir por el valle abajo. jConocer el valle, pero no sus moradores! Ved si habr entre los dolores un dolor mks/^S^M^s l mo! Las

    E L LIBRO D E LOS C A N T A R E S 8

  • 34 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    gentes reunidas en el prtico de la iglesia esperando e momento de entrar misa, se asomarn al pretil que da sobre la calzada, y otras gentes se asomarn las venta-nas, todas para ver pasar al forastero. Y ni ellas me cono cern, ni yo las conocer; que aquellos nios, y aquellos mancebos, y aquellos ancianos, no sern los ancianos, ni los mancebos, ni los nios que yo dej en mi valle nativo! Seguir, seguir tristemente por el valle abajo.Todo lo que senta exclamarse ha transformado ha muerto! Qu es lo que conserva aqu puros inmaculados los sen-timientos que yo infund?Y entonces alguna aldeana, entonar algunos de aquellos cantares en que yo encerr los sentimientos ms hondos de mi alma, y al oira, mi corazn querr saltar del pecho, y caer de rodillas, y si la emocin y los sollozos no embargan mi voz, exclama-r:Santa y tres veces santa; bendita y tres veces ben-dita la poesa, que inmortaliza el sentimiento humano!

    Desde mi niez ha sido mi embeleso la poesa popular; desde mi niez han derramado en mi alma inefables de licias esas coplas desaliadas, pero ingenuas y frescas y gratas como las alboradas de [San Juan, que el. pueblo compone y canta para expresar sus alegras y tristezas, sus placeres y sus dolores, sus amores y su fe, su patrio tismo y sus glorias. Por eso he compuesto este libro.

    No busquis en este libro erudicin ni arte. Buscad re-cuerdos y corazn, y nada ms. Quince aos h que dej mi solitaria aldea; quince aos h que en lugar de cantar bajo los cerezos del pas nativo, canto en esta Babilonia que se alza orilla del Manzanares; y, sin. embargo, aun me entretengo en contar desde aqu los rboles que soni brean la casita blanca donde nac y morir, si Dios quie-re; aun se parecen mis cantares los de quince aos h. Qu entiendo yo de griego ni de latn, de preceptos de Aristteles ni de Horacio? Habladme de cielos y mares azules, de pjaros y enramadas, de mieses y rboles car-

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 35

    gados de dorada fruta, de amores y alegras y tristezas del pueblo honrado y sencillo, y entonces os comprende-r, porque de eso nada ms entiendo.

    La mayor parte de los versos que contiene este libro se han compuesto de memoria, soando con mi pas, y va-gando por el Retiro, por la Florida, por la Montaa del Prncipe Po, por la Casa de Campo, por la Virgen del Puerto, por las praderas del Canal, por Lavapis y el Bar-quillo, por dondequiera que cantan pjaros y ostenta el pueblo sus virtudes y sus vicios, que de todo tiene el no-ble pueblo espaol. Con este sistema ha perdido el arte, pero ha ganado el sentimiento.

    En resumen: he compuesto mis cantares como s, la buena de Dios, como el pueblo compone los suyos.

    Si en E L LIBRO DE LOS CANTARES he cantado y he llo-rado muchas veces las dichas y las desdichas ajenas, tam-bin he cantado y he llorado las mas, porque en mi vida hay algo que cantar y mucho que llorar!

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    i ai

    ANTN EL DE LOS CANTARES

    I

    Vosotros los que bajis el domingo por la tarde bailar en las alegres praderas del Manzanares, no habis visto en la Florida, medio oculta entre el ramaje, la pobre casita blanca de Antn el de los cantares? Sobre la puerta una parra sas hojas pomposa esparce, ora brindndome sombra, ora racimos brindndome, y mi ventana se inclinan los guindos y los perales

    (1) Por la numeracin arbiga que llevan las composiciones se bailarn ntegros en el Apndice los cantares glosados, y cuantas aclaraciones han parecido al autor convenientes.

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    para que su dulce fruta desde la ventana alcance.

    En torno de mi casita exhalan su olor fragante siemprevivas y claveles, azucenas y rosales, y cuando el alba despunta, msica vienen darme entre la verde enramada de mi ventana, las aves-A la ventana me asomo apenas el da nace, para entonar desde all la salutacin del ngel nuestra santa Patrona, la del histrico adarve, y un himno de bienvenida al sol de Dios cuando sale: y sin envidia contemplo el regio alczar gigante que seorea mi dulce ribera del Manzanares. Noble reina de Castillal yo te tributo homenaje, porque su Dios y su Rey reverenciaron mis padres, porque adems de ser reina el corazn tienes grande, porque adems de ser buena eres mujer y eres madre; mas yo, aunque pobre, no envidio

    . tus opulentos alczares,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    pues la paz del corazn no est en las moradas reales, que est en la casita blanca de Antn ol de los cantares.

    I I

    En el fondo de mi alma hay dolores muy grandes! .Unos los saben los hombres; otros, slo Dios los sabe! Mas rara vez mis dolores recordar en mis cantares, que ya no tengo esperanza de que los alivie nadie; y... dnde el mortal est que al atravesar el vallo no ha encontrado entre las flores alguna espina punzantel Dos cantos son el destino que al Seor le plugo darme, pues, nio inocente, ya cantaba en las soledades que con sus eternas olas el mar do Cantabria bate. Quin te ha enseado cantar me preguntan todos. Nadie:

    .yo canto porquo Dios quiero, yo canto como las aves. Si alguien pregunta quin soy al escuchar mis cantares, oid la sencilla historia

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    con que debis contestarle: Por la oi'illita del ro, la orilla del Manzanares, al comps de mi guitarra me fui cantando una tarde, y vi en la Virgen del Puerto, la sombra de los rboles, un nio que sonrea en el seno de su madre. Latiendo mi corazn de gozo, fui acariciarle, porque los nios hermosos se parecen los ngeles, y con los ngeles sueo vagando en mis soledades. Echme sus bracecitos al cuello el nio al instante, poniendo en mi faz morena su labio rosado y suave, y al tornar al dulce seno de su madre, exclam:Madr pues si es un ciego que ve, Antn el de los cantares!

    I I I

    Y o soy un ciego que ve; la verdad dijo aquel ngel. Con mi guitarra apoyada sobre el corazn amante, cuyos ardientes latidos son sus nicos compases,

  • E L L I B R O D E L O S C A N T A R E S

    me veris siempre vagar desde la ciudad al valle, desde la choza del pobre al palacio del magnate, llorando con los que lloren, cantando con los que canten, que mi rstica guitarra es el eco perdurable de todas las alegras y de todos los pesares. Mis cantos entonar en el sencillo lenguaje del labrador y el soldado, de los nios y las madres, de los que no han frecuentado doctas universidades, de todos los quo no entienden pomposas y cultas frases. Pues me basta que se entiendan, y alguna lgrima arranquen, y agiten los corazones con sentimientos leales, la benfica sombra de las encinas del valle, en las veladas de invierno en torno de los hogares. Y o ensalzar en ese idioma la fe y los santos combates de los soldados de Cristo con el sacrilego alarbe; yo cantar los heroicos esfuerzos de nuestros padres

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    para domar las soberbias legiones de Bonaparte; y la hermosura del cielo, y las flores de los valles, y el amor, y la inocencia, todo lo hermoso y lo grande, en mi rstica guitarra tendr un eco perdurable. En la populosa villa no habr verbena, ni baile, ni serenata, ni fiesta en que yo alegre no cante. Para m una historia tienen cada plaza y cada calle, que el amor y el herosmo me han mostrado sus anales, y en ellos he hallado historias aun no contadas por nadie. Los de corazn sensible, si esas historias os placen, cercad la casita blanca de Antn el de los cantares.

    I V

    |Oh Virgen de la Almudena, que desde tu antiguo adarve presides, siglo tras siglo, las fiestas del Manzanares! Invoque el cantor pagano sus falsas divinidades, que yo soy cristiano, y debo

  • EL LD3R0 DE LOS CANTARES

    la inspiracin demandarte. Prstame, santa Patrona, aliento para que ensalce la fe y la gloria del pueblo que patrocinas amante. Dbil, inocente nio, vertiendo llanto raudales, me arranc la desventura del regazo de mi madre, y busqu en tu villa quien mis lgrimas enjugase. Quince aos h que discurro por sus plazas y sus calles, como mis padres honrado, y pobre como mis padres. A veces me faltan fuerzas para seguir adelante, y nadie sostiene al pobre Antn el de los cantares; pero el amor de mi alma tu noble villa comparte con el valle solitario donde me pari mi madre. Y o la amo, porque sus muros adorna tu santa imagen, porque sus campos Isidro hizo que fructificasen, porque en sus templos oraron Caldern, Lope y Cervantes, porque dio la ciencia sabios y la independencia mrtires. Dame fe, santa Patrona,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    y ardiente inspiracin dame para que en tan noble empresa mi corazn no desmaye, que yo har todos los das, orillas del Manzanares, frescas guirnaldas de flores que el santo muro engalanen, y un dulce canto tu gloria alzar maana y tarde, de pechos la ventana, Antn el de los cantares.

  • 2

    EL RAMO DEL SOLDADO

    I

    Un soldado me dio un ramo yo le recib con pena, porque quien prenda recibe se obliga dar otra prenda. Ay, las encinas del valle vieron durante una siesta que en vano esta ley tirana opuse mi resistencia! Un sabio refrn nos dice: ddivas quebrantan peas, y... no es muclio que quebranten corazoncitos de cera! Pobre de m cuando al cura se lo confiese en la iglesia! |Pobre de m si lo saben mi madre y mis compaeras,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    que en ddivas de soldado no fa ninguna de ellas! El domingo por la tarde, en el baile de las eras, mis compaeras cantaban, al son de la pandereta, que de mano del soldado nunca vino cosa buena.

    I I

    BU'CO la paz en el sueo, y si duermo, duermo inquieta. Ay, triste de m, si entonces mi madre al lecho se acerca, porque le dir dormida lo que le callo despierta! En vano con mi ignorancia disculpar mi flaqueza, que mi madre muchas veces me dijo, al ver mi inocencia: Lucero de la maana, sol de mis ojos, mi prenda, si el aliento do los hombres nunca empaa tu pureza, t sers siempre el espejo donde tu madre se vea. Un soldado te da flores, y t, nia, las aceptas, sin saber que flores pide quien da flores doncellas... dolo del alma ma,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    nunca admitas sus ofertas, que de mano del soldado nunca vino cosa buena!

    I I I

    Alienas despunta el alba, como el amor me desvela, me voy con mi cantarito coger la agua serena... Ay, cmo cantan las aves! ay, cmo el aura refresca! ay, cmo huelen las flores! ay, cmo todo se alegra! Mi corazn solamente est lleno de tristeza, pues al despuntar el alba, como durante la siesta, ya nadie me ofrece ramos de flores en la arboleda! Una corona de flores ofrezco la Magdalena si en mi ceguedad me gua, porque de amor estoy ciega! Llorando paso los das, llorando la noche entera, y al verme llorando siempre, mi madre se desconsuela... Pobre madre, pobre madre, bien dijiste, verdad era, que de mano del soldado nunca vino cosa buena!

  • OBRAS D E A. DE TRUEBA

    I V

    Y a cantan los pajaritos en la vecina arboleda; ya amanece, y las campanas tocan' misa primera... Cmo no me lia despertado, como siempre me despierta al rayar el alba, el toque de tambores y cornetas?... Pero qu cantar es ese que cantan junto mi reja? Amorcitos de soldado son amorcitos que vuelan, pues en tocando la marcha, qudate con Dios, morena. Se ha marchado! Se ha marchado y me escarnece la aldea!! dnde ocultar mi deshonra? dnde ocultar mi vergenza? Madre, cuando el sol asome ven mi alcoba, y en ella encontrars un cadver que otro cadver encierra!... Pobre madre, pobre madre, bien dijiste, verdad era, que de mano del soldado nunca vino cosa buena!

  • 3

    LA PRIMERA VERBENA

    La primera verbena que Dios, enva es la de San Antonio de la Morida.

    I

    Entre flores y ramas tienes tu ermita, glorioso San Antonio de la Florida; ramas y flores te dan, Santo bendito, tu dulce nombre.

    Bien haya el arquitecto que edificara tu templo entre las flores y entre las ramas; hermoso emblema

    JSIi LIBRO D I ! LOS C A N T A R E S i

  • O B R A S D E A . D E T R U E B A

    del patrn de los nios y las doncellas!

    Tras las floridas lomas de Sumas-aguas se hunde el sol entre nubes de oro y de ncar; su luz postrera brilla en el santo muro de la Almudena.

    Siempre que el sol se esconde,. Virgen Mara, melanclica y triste queda tu villa... Santa Patrona, que el sol para tu villa nunca se esconda!

    Sobre el dorado alczar que el cerro ocupa, vertiendo resplandores sale la luna, y en las tranquilas ondas del Manzanares sus rayos brillan.

    Repican las campanas de San Antonio, todos los corazones laten de gozo, todos los labios publican de las almas el entusiasmo.

    T a bajan por la cuesta de San Vicente .

  • E L L I B R O D E L O S C A N T A R E S

    doncellas y mancebos cantando alegres; ya el pueblo invade la florida ribera del Manzanares.

    Virgen de la Almudena, santa Patrona, que la luna esta noche su luz no esconda, pues ilumina la primera verbena que Dios enva.

    I I

    Oh, qu azul es el cielo de nuestra patria! Azul como tus ojos, nia del alma, virgen hermosa, dbil enredadera que en m te apoyas.

    Oh, qu serenas brillan luna y estrellas! Qu bien huelen las flores de la pradera! Qu perfumadas refrescar mi frente vienen las auras!

    Gloria al Seor que puso mi pobre cuna donde hay estas estrellas,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    y hay esta lana, y hay estas flores, y hay estas dulces auras, y hay estas noches.

    Todos se regocijan en la verbena: todos, mozos y ancianos,' varones y hembras, cantan y bailan, comen, beben y ren amores tratan. .

    Para tratar amores, unos anhelan las misteriosas sombras de la arboleda;' los otros buscan las praderas en-donde brilla la luna.

    Y en el prado florido en la arboleda, la luz de la lana en las tinieblas, qu bien, Dios santo, se comprenden los pechos enamorarlos! . El Oriente se inunda

    de resplandores, estrellas y luceros su luz esconden, las aves cantan, aqu suenan clarines, all campanas.

  • E L L I B R O D E L O S C A N T A R E S

    Y por ver los encantos de la ribera, y escuchar los cantares que en ella suenan, los moradores del alczar se asoman los balcones.

    Oh, qu hermosa es la vida, pues la engalana cada veinticuatro horas una alborada! Oh, si tuviera cada veinticuatro horas una verbena!

    T i l

    Repican las eampanas de San Antonio, y el templo abre sus puertas los devotos... Bendito sea el patrn de los nios y las doncellas!

    De agradecidas madres son donativo esas flores que adornan el santo nio. El nio hermoso que sonre en los brazos de San Antonio.

    Y en el altar pusieron

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    esas guirnaldas las tiernas doncellitas enamoradas, que al Santo deben el ver correspondido su amor ardiente.

    Veis esa hermosa joven que llega al templo conduciendo en sus brazos un ngel bello? Pues es la madre con quien todas las noches suea ese ngel,

    y cumplir viene un voto que al Santo hizo estando moribundo su dulce hijo, sin esperanza yiendo el fruto bendito de sus entraas!

    Veis esa hermosa virgen cuya mejilla se pone colorada cuando la miran? que al altar llega, cargadita de rosas y de azucenas?

    Pues sabed que en la villa cuentan que un voto .hizo al Santo bendito si hallaba novio, y desde entonces

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    Ta un mancebo su reja muerto de amores.

    Hijos de la armona, nobles hermanos, ofrenda de cantares traed al Santo, que hoy es la fiesta del patrn de los nios y las doncellas.

  • 4

    DESDE BALCN BALCN

    I

    Desde mi balcn te veo cara cara y frente frente, cuando riegas los jazmines y la albaca y los claveles que tu habitacin perfuman porque en tu balcn florecen. Me parecen muy hermosas las flores que regar sueles, pero t, flor de las flores, ms hermosa me pareces; y por eso todas horas en tu balcn quiero verte, y por eso, ay Dios, por eso enamorado me tienes! Me muero por confesarte lo que el corazn te quiere,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    pero es la calle tan ancha, que mis palabras se pierden entre tu balcn y el mo por ms que la voz esfuerce, y no te puedo decir lo que mi corazn siente.

    I I

    Cuando cierras los cristales de tu balcn, me parece que la luz del sol se apaga, que una obscura noche viene, y fijo mis tristes ojos en la muselina tenue que te recata la vista del que se muere por verte. A veces la agita el viento, y la levanta otras veces... Ay, si vieras qu ilusiones entonces forja mi mente! Me figuro que es ta mano quien la cortinilla mueve, porque tus ojos me buscan y tu corazn me quiere; pero recuerdo en seguida que ignoras mi amor ardiente, pues velo el fuego del alma con un semblante de nieve, y no te puedo decir lo que mi corazn siente.

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    I I I

    Desde mi balcn descubro el blanco lecho en que duermes, no bien le abandonas y abres tu balcn cuando amanece. La confusin y el desorden que en l mis ojos advierten me revelan que tus sueos son agitados y breves. Qu inquietudes te desvelan de qu mal adoleces? Acaso, como yo, el alma enferma de.amores tienes? Acaso en el lecho lloras, como tambin me sucede, esperanzas amorosas que en l nacen y en l mueren? Ven llorar en mi seno, pobre trtola doliente... Pero mi acento amoroso en el espacio se pierde, y no te puedo decir lo que mi corazn siente.

    I V

    Blanca paloma encerrada, rompe esas tiranas redes y ven buscar el cielo que mi corazn te ofrece.

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    La juventud es herniosa; pero se marcha y no vuelve, y es triste pensar en ella cuando pas estrilmente. Las almas como la ma hasta el dolor embellecen; ven mi lado, y el arte que Dios me ense te ensee, y vers cmo los cielos ms azules te parecen, ms floridas las praderas, ms perfumado el ambiente, ms placentera la vida y menos triste la muerte... Pero, |ay Dios, en el espacio estas palabras se pierden, y no te puedo decir lo que mi corazn siente!

  • LOS OJOS DE LA. MORENA

    I

    Tus ojos, morena, me encantan m aun ms que las rosas, aun ms que el jazmn, aun ms que las perlas, aun ms que el rub. Por eso sin ellos no puedo vivir, por eso los mos se fijan en ti, por eso sus rayos quisiera morir, por eso me encuentro contento, y feliz si t la ventana te dignas salir, si t una mirada me das desde all! Morena, por eso te vuelvo decir:

  • EL LIBEO DE LOS CANTARES

    I I

    Rondando tu calle, cantando feliz la sal y la gracia que Dios puso en ti, las noches enteras estoy, serafn, y rabia tu madre diciendo que as en toda la noche la dejo dormir; mas nada me importan, sufriendo por ti, el aire y la lluvia y el fiero mastn que suele tu madre soltar al oir mis tiernos cantares, oh, rosa de Abril ! La luz de tus ojos me lleva tras s, pues soy mariposa y anhelo morir en ella abrasado, que es dulce ese fin y... ya te lo he diclio mil veces y mil: tus ojos, morena, me encantan m.

  • LA NIA DE OJOS AZULES

    I

    Ved la dulce nina de ojos azules, risuea como el cielo cuando no hay nubes; vedla qu hermosa, vedla coloradita como las rosas! Fu ayer San Antonio do la Florida, que da el Santo bendito novio las nias, y un lindo novio le sali al dar la vuelta do San Antonio. Por eso est contenta, por eso canta como los pajaritos

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    por la maana; que era muy triste sin tener un mal novio cumplir los quince. El novio que la nia sali ayer tarde jura que la idolatra porque es un ngel, y ella es tan nia que cree sus juramentos pie juntillas. Nia, palabras dulces no te seduzcan, pues en el Diccionario las hay de azcar; prndate de hechos, pues en el Diccionario no se hallan esos. Si un galn te abandona, no te d pena: pronto encontrars otro que ms te quiera; pues, nia hermosa, tienes ojos azules, ojos de gloria.

    I I

    Nia de ojos azules, ojos de gloria, si estabas colorada como las rosas,

  • O B R A S D E A . D E T R U E B A

    hoy ests, nia, como las azucenas descolorida. Un besito apostemos que adivino por qu tienes ol rostro descolorido... Por ms que calles, en este mundo, nina, todo se sabe. Sales todas las noches tu ventana, y los hondos suspiros que en ella exhalas van la ma y me lo cuentan todo, todito, nia. Tienes enferma el alma de mal de amores: quieres y no te quieren... picaros hombres! As son todos: la que quiere mucho la quieren poco." No me admira el mal pago de tus amores, que amores de este mundo buscan los hombres, y en mi concepto, los tuyos se parecen los del cielo. Quin espera en amores

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 65

    ta l lar la dicha cuando llora por ellos la pobre nia, la nia hermosa, la de ojitos azules, ojos de gloria!

    Te he visto en la Almudena muchas maanas los pies de la Virgen arrodillada. Por qu escondas la cara con el velo de tu mantilla? Nia, ge me figura... Dios me perdone! que mezclabas con llanto tus oraciones. Qu le pedas la santa Patrona de Madrid, nia? Le pedas venganza contra el ingrato /n^3-^J^

    I I I

    que su amor te rehusa, que un da acaso ante la santa Patrona de la villa fe te juraba? Pero tus dulces ojos bien claro dicen

    35L L I B R O D E LOS C A N T A R E S . 7

  • OBEAS DE A. DE TRUEBA

    que es amor, no venganza, lo que t pides. Quien tu amor siente, en lugar de vengarse perdona y muere. Ay Dios, quin fuera dueo de tu amor, nia, como aquel que te puso descolorida, que te desdea, que ha trocado las rosas en azucenas! Porque tienes el alma que yo ambiciono, y el amor de los ciclos miro en tus ojos, pues, nia hermosa, tienes ojos azules, ojos de gloria.

    I V

    Silencio!... [Las. campanas tocan muerto! Si habr muerto la nia de ojos de cielo? Sin duda es e l l a , . . . que no la ho visto h.das en la Almndena, que no se oyen suspiros en su ventana, que estn mustias .las flores

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    que ella regaba, que su cabello adornaba con tristes rosas de muerto!... Y o la hubiera querido con alma pura, como quieren las almas como la suya; pero esa nina me dijo: Un amor basta para una vida. Vengan ingratitudes otras mujeres; poro... bendita aquella qno amando muero, por ms que el mundo siembro irona y burlas en su sepulcro! Ms all del martirio se encuentra un cielo donde los nobles mrtires tienen asiento, donde halla siempre amor de los amores quien de amor mucre. Y en l est la nia dosventurada que llor en la Almudena muchas maanas, la nia hermosa, la de ojitos azules, ojos de gloria.

  • 7

    LA NIA DE OJOS NEGROS

    Ria do catorce abriles, hermosa como ol lucero, graciosa como las gracias, pura como el ngel bello que baja todas las noches velar tu dulce sueo, escchame, no desoigas, mis amorosos consejos por correr tras las pintadas mariposas del.otero, que si mis consejos oyes y nunca te apartas de ellos, nunca en ti los desengaos derramarn su veneno. Tu amor es tu dulce madre; tus esperanzas, el cielo; tu anhelo, las mariposas; tu mundo, el nativo pueblo;

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    mas... (pronto do otros amores sentirs vago deseo, y pronto otras esperanzas so albergarn en tu pecho, y pronto agitar tu alma vendr diferente anhelo, y pronto por otro mundo vagar tu pensamiento! Pues bien: cuando experimentes, nina, ese cambio funesto no des la confianza libre morada en tu pecho; no te fies de los hombres aunque digan bien te quiero.

    I I

    Tal consejo dio su madre una nia de ojos negros, y la nia prometi no olvidar aquel consejo. Meses y meses pasaron, y aun aos pasando fueron, y lo que su madre dijo iba la nia sintiendo. Soaba todas las noches, y en sus agitados sueos veces la oy su madre nombrar un gentil mancebo con quien la nia en l soto busc nidos otro tiempo. Hija del alma^-la dijo,

  • 70 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    sueas, y el soar no es bueno. Cuidado no bebas agua cuando te vayas al lecho, ni duermas ninguna noche con la mano sobre el seno. No importa, madre, que suee, que son muy dulces mis sueos, contest la hermosa nia, dando un suspiro muy tierno. Y sigui todas las noches al acostarse bebiendo^ y quedndose dormida con la mano sobre el pecho, y torn decirle entonces su madre con ms empeo: - N o te fes do los hombres aunque digan bien te quiero.

    I I I

    Junto una cruz del Calvario que hay orillita del pueblo, encontr un mancebo un da la nia de ojos negros, y en cuanto la vio la dijo: Morena, por ti me muero! La nia, que aquella noche soara con el mancebo, mostr ol enojo en los labios y en los ojos el contento; mas como el galn siguiera en sus amantes requiebros,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    con juramentos de amores respondi sus juramentos; pues no hay doncella cristiana que dicindola un mancebo: Por esta cruz te lo juro, no le responda:Te creo - ; C u m o la doncella tenga virgen de amores el pecho, como haya venido al mundo bajo este bendito cielo, como el mancebo haya visto por el cristal de sus sueos, que es de todos los cristales l cristal ms embustero. Ved de qu sirvi la nia, la nia de ojos negros, que su madre todas horas lo estuviera repitiendo: No te fes de los hombres aunque digan bien te quiero.

    I V

    Una noche de verano, do estas noches que tenemos en esta tierra llorada por romanos y agarerios, en esta tierra bendita por los ngeles del cielo; una de estas bellas noches fu la nia de ojos negros A respirar el ambiente

  • 72 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    de las dehesas y los huertos junto una cruz del Calvario-que hay orillita del pueblo; y junto la cruz bendita parse y al mismo tiempo, Por esta cruz te lo juro oy decir un mancebo, quien respondi en seguida, una doncella: - T e creo. A l oir estas palabras cay desmayada al suek), y al recobrar el sentido.... hall el Calvario desierto,, y cantaban la alborada los pajaritos parleros. Entonces, con lento paso, con el corazn deshecho, con lgrimas en los ojos, tom el camino del pueblo murmurando:Madre ma, bien me dijiste diciendo: No te fes de los hombres aunque digan bien te quiero.

    V

    La que compr desengaas-en los amores primeros, en los amores segundos desengaos va vendiendo. Pues decs una morena: Morena, por ti me muero y

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    y al mismo tiempo i una blanca le decs ni ms ni menos. Si os engaan las doncellas, tened paciencia, mancebos, que aquellos que hierro matan justo es que mueran hierro. Si por esta ley juzgamos la nia de ojos negros porque engaa dos galanos, poca pena le impondremos. La nia de ojos azules venga el desamor muriendo, que es su alma como sus ojos, como sus ojos de cielo; la de ojos negros le venga hiriendo como la hirieron, que es su alma como sus ojos, como sus ojos de fuego. A dos calles diferentes tiene rejas su aposento, y si Juan engaa en unas, en otras engaa Pedro; y si Pedro miente mucho, no miente Juan mucho menos, pues os bien se rijan ellas por la ley que hicieron ellos; que ellos fueron, no su madre, los que la nia dijeron: No te fes de los hombres aunque digan bien te quiero.

  • 8

    A LA ORILLA DEL ARROYO

    I

    Tina maana do Mayo, una maana muy fresca, entrme por estos valles, ntreme por estas vegas. Cantaban los pajaritos, olan las azucenas, eran azules los cielos y claras las fuentes eran. Cabe un arroyo ms claro que un espejo de Venecia, hallara una pastorcica, una pastorcica bella. Azules eran sus ojos, dorada su cabellera, sus mejillas como rosas y sus dientes como perlas. Quince aos no ms tendra

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    y daba placer el verla, lavndose las sus manos, peinndose las sus trenzas.

    I I

    Pastor cica de mis ojos admirado la dijera - , Dios te guarde por hermosa: bien te lavas, bien te peinas. Aqu te traigo estas flores cogidas en la pradera; sin ellas ests hermosa, y ostarslo ms con ellas. No me placen, mancebico - respondime ladoncella, no me placen, que me bastan Jas flores que Dios me diera Quin te dice que las tienes? Quin te dice que eres bella? Me lo dicen los zagales y las fuentes de estas vegas. As habl la pastorcica entre enojada y risuea, lavndose las sus manos, peinndose las sus trenzas.

    I I I

    Si no te placen las flores vente conmigo siquiera, y all, bajo lqs encinas,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    sentadicos en la hierba, contarte muchos cuentos, contarte cosas buenas. Pues eso menos me place, porque el cura de la aldea no quiere que con mancebos vayan al campo doncellas. Tal dijo la pastorcica, y no pude convencerla con esta y otras razones, con esta y otras promesas. Partme desconsolado, y prorrumpiendo en querellas, llor por la pastorcica que sin darme otra respuesta, sigui cabe el arroyuelo entre enojada y contenta, lavndose las sus manos, peinndose las sus trenzas.

    I V

    Entrme por estos valles, entrme por estas vegas; mas... mi corazn estaba mundose de tristeza, que odiosas me eran las flores y odiosas las fuentes me eran! Torn cabe el arroyuelo donde la doncella viera... El arroyo encontr al punto, mas no encontr la doncella!

  • . " EL LIBRO DE LOS CANTARES

    Pasaron das y das, y hasta semanas enteras, y yo no paso ninguna sin que al arroyo no vuelva; pero ay!, que la pastorcica mis ojos aqu no encuentran, lavndose las sus manos, peinndose las sus trenzas.

  • 9

    AMOR SIN ESPERANZA

    I

    Calle arriba, calle abajo, las doce y sereno cantan los serenos de la calle, " de la calle do la Palma, y el barrio do Maravillas, cuando los serenos callan, vuelve quedar en silencia, cual si nadie le habitara. A.y, qu fra est la noche! Ay, qu terrible es la escarcha! Ay, cmo soplan los cierzo?, los cierzos del Guadarrama! Y , sin embargo, un mancebo asoma por la empinada calle de Santa Luca, y al comps de su guitarra, on la esquina de la calle, de la calle de la Palma, as lamenta la muerte de sus dulces esperanzas:

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    Morena resalada, flor de las flores, rosal de los rosales, sol de los soles, deja que un triste al pie de tus balcones por ti suspire!

    Ya que mis esperanzas has marchitado, ya que no han de ceirte nunca mis brazos, deja que llore, y llorando, mi pecho se desahogue.

    San Isidro bendito, nunca llegaras, pues en tu romera vi la tirana, de cuyos labios tras la esperanza brotan los desengaos.

    Ay!, al pasar el ro debieron darme sepultura las ondas del Manzanares, pues el desvo da muerte ms penosa que no los ros.

    Fueron mis esperanzas . sueos falaces, relmpago que brilla slo un instante;

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    flores de almendro que nacieron temprano, se helaron presto.

    II

    Dicen que muchas chicas hay en el barrio ms lindas que las rosas de Abril y Mayo; pero yo digo que ninguna tan linda como t he visto.

    As, nia, no extraes si da y noche vengo llorar debajo de tus balcones; si llorar vengo mi perdida esperanza de ser tu dueo.

    Nia, te dije un da, como me quieras, vivirs mi lado como una reina, pues sabe, nia, que ni Isabel segunda tendrs envidia.

    Y aunque en una guardilla juntos vivamos, . nuestros dulces amores la harn palacio, pues segn dicen,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES 81

    los que se quieren mucho son muy felices.

    As te dije, nia. Quin me dijera que aquellas esperanzas hermosas, eran ores de almendro que nacieron temprano, se helaron presto!

    I I I

    Tengo diecisis aos! Ay qu desdicha, tan pronto la esperanza llorar perdida, soar un cielo, y, al despertar, hallarse con un infierno!

    Si bajo tus balcones lloro mis penas, no busco ya tus ojos tras las vidrieras, pues ya no espero que te asomes verme como otro tiempo.

    ]\eses y meses hace que vengo verte, y hace que no te veo , . meses y meses; lo cual es prueba

    EL L I B R O D E LOS C A N T A R E S 0

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    de' que de mi amor fino ya no te acuerdas! .

    Cmo soplan los cierzos del Guadarrama! La sangre se me hiela, la voz me falta... Permita el cielo que desde aqu me lleven al cementerio!

    Que es para m la vida pesada carga, porque para m han sido las esperanzas flores de almendro que nacieron temprano, se helaron presto.

    Call el mancebo, y la calle qued muda y solitaria, y sigui soplando el cierzo y aumentndose la escarcha. Poco despus los serenos, sobre las losas heladas, vieron un cuerpo sin vida al lado de una guitarra. Ay! Era un pobre mancebo quien dio muerte temprana, ms que el fro de la noche, un amor sm esperanza!

  • 1 0

    B I E N A V E N T U R A D O S

    LOS QUE CREEN

    Aunque viva engaado poco me importa, que tambin el engao tiene su gloria.

    I

    Duerme, nio del alma, no tengas miedo por ms que el viento silbe y aullen los perros; duerme, que al nio mientras duerme le guardan los angelitos.

    As cant una noche mi dulce madre, procurando dormirme con sus cantares, y fui quedando

  • 84 OBKAS DE A. DE TRUEBA

    poco poco dormido con aquel canto.

    Hasta que empez verse la luz del da, dicen que el viento estuvo silba que silba, y aun aseguran que estuvieron los perros aulla que aulla.

    Mas yo pase en un sueo toda la noche, junto mi cuna oyendo dulces canciones, junto m viendo un ngel que velaba mi dulce sueo.

    Y desdo aquella noche durmi tranquilo bajo el ala del ngel el pobre nio. Santa creencia! la madre que la infunde bendita sea!

    I I

    Tal vez encuentres, hijo de mis entraas, ms espinas que flores en tu jornada; pero, hijo mo, ' i : l , i : n i v i i x

  • EL LIBRO DE IOS CANTARES

    piensa que estn las palmas tras el martirio!

    As me dijo un da mi dulce madre, convertidos sus ojos en dos raudales; as me dijo cuando dej la tierra por que suspiro.

    Ay mis montaas verdes! ay mis cantares! ay mi casita blanca! ay mis nogales! ay mis castaos, en donde yo jugaba con mis hermanos!

    Hallo tantas espinas en mi jornada, que el corazn me duele, me duele el alma! Si alguien lo duda, en mi frente est escrito con una arruga!

    Mas si Dios me da penas, s yo las bendigo, porque crecen las palmas tras el martirio. Santa creencia! la madre que la infunde bendita sea!

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    III

    Si el amor, hijo mo, llama tu pecho, no olvides que su origen est en los cielos, y ten presente que la mujer es dbil y el hombre es fuerte.

    As me escribi un da mi dulce madre... Coronada de gloria por ello se halle, que desde entonces or el amor del ngel troqu ol del hombre.

    En el amor contemplo la dulce esencia de lo ms santo y puro que hay en la tierra, y ol amor pago con lo que hay en la tierra ms puro y sano.

    La mujer mis ojos es dbil planta de eternos huracanes amenazada, y as procuro su generoso apoyo ser en el mundo.

    Esta dulce creencia

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    me proporciona mil goces inefables que el vulgo ignora... Santa creencia! la madre que la infunde bendita sea!

    No llores, hijo mo, cuando yo expire, que si mueren los cuerpos, las almas viven, y al fin y al cabo, la prdida es un poco de polvo vano.

    As me escribi un da mi dulce madre, de su existencia el trmino viondo acercarse... Mi madre es muerta, pero yo todas horas hablo con ella.

    Exhalan cada da su ltimo aliento seres por quienes late mi amante pecho; mas no me importa, que les hablo y me escuchan todas horas.

    Cuando un ramo de flores pongo en su tumba,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    su nombre defiendo de la impostora, un tierno voto de gratitud me envan llenos de gozo.

    Santa creencia! Nunca de m se aparte, que los seres amados hace inmortales. Santa creencia! la madre que la infunde bendita sea!

  • 11

    PALO SECO

    I

    Mano y alma te ofrezco, Pepa querida, que ya me va cansando la soltera; mas es preciso que antes de todo sepas cuntas son cinco. Antes que nos casemos cuentas ajusta; mira que Dios me ha dado muy malas pulgas, y si me engaas te rompo las costillas ^ con una estaca. Si es que no te has mirado nunca al espejo,

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    antes que el trato admitas debes hacerlo; luego no vengas con que tu cara vale muchas pesetas.

    II

    Una vez solamente quise de veras, y perd desde entonces mi fe en las hembras; pero t puedes probarme que unas santas sois las mujeres. Aunque no me disgusten los cuerpos buenos, busco en la mujer alma, no busco cuerpo, que para carne..., en las carniceras venden bastante. Conque ya sabes, Pepa, que si te tuerces, no faltar un garrote que te enderece, por ms que vengas con que tu cara vale muchas pesetas.

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    I I I

    As, cuntas son cinco dijo su novia un galn que por seas naci en Daroca, y era tan bruto, que dejaba la sombra por ir al bulto. Si el lector me pregunta: Y usted qu piensa del que con un garrote su casa amuebla?, le dir:Gusto de semejante mueble pero sin uso. Porque si las mujeres dan tropezones, tienen la culpa de ello los picarones, que las marean conque su cara vale muchas pesetas.

  • 1 2

    EL ADOLESCENTE

    I

    Quince aos cumplidos tiene y no s cmo llamarle; no s si infante mancebo, no s si mortal ngel, pues las pasiones del hombro comienzan dominarle y aun su corazn perfuma la inocencia del infante. Mirad con cunta ternura da un dulce beso su madre, y mirad cmo sus ojos buscan, tmidos y amantes, al mismo tiempo esa virgeu que asoma entre los rosales. No sabe lo que ambiciona, mas la ambicin le combate; no sabe lo que desea, mas que algo desea sabe. Ay si pudiera volar como las guilas reales!

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    II

    All abajo en la arboleda discurre un inquieto enjambre do nios, que en los dos lustros acaso ninguno raye. Al l hay fuentes cristalinas, all hay flores odorantes, all hay pjaros cantores, all hay toldos de ramaje, y desde all se ve ol sol en Occidente ocultarse; pero los nios enturbian los cristalinos raudales, no hacen caso de las flores que huella su planta errante, mandan los pajaritos con la msica otra parte, y dejan que el sol so esconda sin detenerse mirarle. Pero el bello adolescente se despide de su madre y vaga por la arboleda con languidez inefable. Fuentes, flores, pajaritos, ramas, sol, todo le place; todo lo contempla, todo tiene para l un lenguaje que no comprende y le encanta, que le anima y que lo abate, que le hao^aosjftr 'Oltrflmundo

  • '4 OBRAS DE A. BE TRUEBA

    y bendecir ste le hace. Ved aqu la diferencia que separa ambas edades: alma pequea, la infancia; la adolescencia, alma grande; la una, sin aspiraciones indefinibles, constantes; . la otra quisiera volar como las guilas reales.

    I I I

    Mas qu siente ese mancebo de la infancia al separarse? Qu ambiciona? Qu desea? Ni l mismo acaso lo sabe! El crculo de montaas en que est encerrado el valle parece al adolescente el recinto de una crcel. Ese recinto es estrecho; quiere ms campo, ms aire, ms cielo, ms horizonte, medita empresas muy grandes, y en espacio tan mezquino esas empresas no caben. Preguntadle qu es amor, y os dir que no lo sabe; preguntadle qu mujer preferencia debe darse: si la mujer de ojos garzos la de ojos do azabache,

  • EL LIBEO DE LOS CANTARES

    si la de tez de azucena la mox*ena inflamable, si la que raye en los quince la que en los treinta raye, si la virgen sin mancilla la meretriz infame; preguntdselo, y tambin os dir que no lo sabe. Lo que os dir solamente es que desea esparciarse, es que desea volar como las guilas reales.

    I Y

    Lo que sabe ese mancebo es que un deseo constante, vago, misterioso, intenso, voluptuoso, inexplicable, se~ha apoderado de su alma y sin tregua la combate; lo que sabe ese mancebo es que los hombres no nacen para atravesar el mundo sin impelerle adelante, para no dejar su huella impresa en ninguna parte, para tornar a l a nada sin ser llorado por nadie; lo quo sabe ese mancebo es que Dios no ha dado en balde el corazn los hombres;

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    S O l d l u i l 3U Ss XlSfilOO 1

    lo que ese mancebo sabe es que necesita un ser hermoso que lo idolatre como Isabel Marcilla, como no idolatra nadie; lo que sabe ese mancebo que, al dar un beso su madre* clava la vista en la virgen que asoma entre los rosales, es que en un crculo estrecho le falta luz, le falta aire, es que desea volar como las guilas reales.

  • 1 3

    LA PEREJILERA

    A l salir el sol dorado esta maana te vi cogiendo, nia, en tu huerto matitas de perejil. Para verte ms de cerca en el huerto me met y sabrs que ech de menos mi corazn al salir. T debiste encontrarle, que en el huerto lo perd. Dmele, perejilera, ,^f$5> que te le vengo pedir.

    E L LIBRO D E LOS C A N T A R E S 7

  • 1 4

    LA AUSENCIA

    I

    Cuando voy por estos valles, cuando voy por estas vegas, acude el llanto mis ojos y mi pecho la tristeza, porque recuerdo.que un da, de placer el alma llena, soamos dichas celestes juntos en estas praderas. Dnde ests, paloma ma, que solitario me dejas vagar por aqu en las dulces maanas de primavera? Las maanitas de Mayo son, alma ma, muy bellas si el amor las acompaa, y muy tristes si las deja;

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    pues cuando es azul el cielo, cuando hay lirios y azucenas, cuando los pjaros cantan, cuando el sol brilla y no quema, y cuando de hojas y flores se visten las arboledas, el amor para las almas es necesidad suprema. Y consientes que mis ojos sigan llorando tu ausencia? Ojos que te vieron ir por esas mares afuera, cundo te vern volver, para alivio de mis penas!*

    II

    Torna estos valles tranquilos y alegra con tu presencia mi corazn, que so muere, que se muere de tristeza! Y si no fueron mentidas tus amorosas promesas; si fu el corazn, no el labio, el que en estas arboledas me jur cien y cien veces amor y constancia eterna, aqu encontrars la gloria ms cumplida de la tierra. Si un corazn necesitas que tu corazn comprenda, si necesitas un alma

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    de esas que su gloria encuentran en la adoracin ardiente de todo cuanto se eleva por generoso y por bello sobre la vulgar miseria, ese corazn y esa alma en estos valles te esperan. Cansados estn mis ojos do llorar tu larga ausencia! Ojos que te vieron ir por esas mares afuera, cundo te vern volver, para alivio de mis penas!

  • 1 5

    LA SERRANA

    i

    All bajo en el valle tengo una choza; manzanitos floridos le dan su sombra, y entre las ramas cantan all las aves por la maana.

    A l lado de mi choza mana una fuente, una fuente fresquifca como la nieve, y mi ventana trepan darme flores las pasionarias.

    Slo falta mi choza, y el alma busca, una cara de cielo como la tuya.

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    Serrana hermosa, deja tu serrana, vente mi choza.

    I I

    Esos ojos de cielo dicen, serrana, que el amor es la gloria que ms te agrada. Sigeme al valle, que amor de los amores all he de darte.

    Vers qu envidia tienen tus compaeras cuando al bajar misa tu dicha vean. Vers qu ingratas parecen estas sierras las serranas.

    Como que t mereces un paraso, paraso es la choza con que te brindo. Serrana hermosa, deja tu serrana, vente mi choza.

  • 1 6

    LA ROSA ENTRE LAS ROSAS

    I

    Muy temprano vienes, nia, por estos jardines bellos, por esta obscura arboleda, por estos lindos paseosl Llevas rosas en la falda, llevas rosas en el pecho... jPobre de la hermosa nia si la ven los jardineros! l a s rosas de estos rosales no robes, nia, su dueo, pues en tus mejillas tienes rosas de color ms bello, de ms virginal pureza, de ms vida, de ms precio; ni dejes tan de maana Ja blandura de tu lecho,

  • 104 OBRAS DE A. DE TRUEBA

    la custodia de tu madre, la dulce paz de tu sueo, pues aunque en estos jardines es el ambiente muy fresco, cantan muy dulces las aves, son claros los arroyuelos, es toda perfume el aura y es todo flores el suelo, pudieran equivocarte con las rosas los mancebos, y alguno de ellos cogerte y deshojarte en su seno: porque las nias son flores que hasta las deshoja el viento,

    I I

    Pero si las bellas rosas no son el nico objeto por quien dejas tan temprano-la blandura de tu lecho, la custodia de tu madre, la dulce paz de tu sueo; si buscas tan de maana algn gentil jardinero que te regala las rosasj con que adornada te veo, no le busques tan temprana en estos jardines bellos, en esta obscura arboleda, en estos lindos paseos, que eres una fresca rosa

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    de los jardines del cielo, y los jardineros gustan rosas del jardn ajeno. Eres dbil como nia y l fuerte como mancebo; quin sucumbir en la lucha, la nia el jardinero? Y si en la lucha sucumbes, di, qu ser de ti luego, y qu de la dulce madre que, al coronarte de besos, te llama su luz, su gloria, su vida, su Dios, su cielo? Oh nia, torna su lado, torna al abrigo materno, porque las nias son flores que hasta las deshoja el viento

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    AINABCO CELENIO

    I

    Ay, buen Inarco, la necedad es muy difcil de exterminar, pues como planta nociva, va reproducindose que es por dems! En todas partes el necio da tormento al pobre hijo de Adn que hombres sensatos desea hallar. Ah!, si volvieras t por ac,

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    cmo te habas de horripilar viendo tan rara fecundidad! Y o soy un mozo de un natural dulce y pacfico como el que ms, y tanto, tanto, que de causar dao una mosca soy incapaz. Cuando dos rien con terquedad y me preguntan cul de ellos va errado, siempre digo imparcial que los que rien errados van. De aqu se infiere que en censurar faltas ajenas no hallo solaz. Acaso, acaso, tendr yo ms que una pelota jugada mal! Pero contiene la sociedad en que vivimos cfila tal

  • OBRAS DE A. DE TRUEBA

    de mentecatos, que fuera ya majadera ver y callar.

    II

    Sin ir ms lejos, tres das h hall en la calle de Fuencarral un vil retoo del charlatn que en aqueL sitio te hizo rabiar con su maldita locuacidad.

    Ah!, qu modelo para copiar al presumido y al holgazn, y al embustero, y tantos ms que enumerarlos es necedad, porque es el cuento de no acabar. A l verle, es claro, como que el tal hasta los pelos me tiene ya con sus embustes

  • EL LIBRO DE LOS CANTARES

    y su sobar, por medio, medio de un lodazal la otra acera me quise echar. Si acaso piensas que fu eficaz este recurso, piensas muy mal, pues aquel brbaro sigui detrs con tanta, tanta celeridad, que todava ignoro cul fuimos ms listo, yo en escapar l en asirme por el gabn.-

    I I I

    I Hola!me dice, de