Tropos Digital #4

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TROPOS CUENTOS POESIAS ENSAYOS ENTREVISTAS La Plata 2009 - Año 4 / Número 4 revista literaria UTOPIA VALOR $1

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Primer lanzamiento de Revista Tropos Digital

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TROPOSCUENTOS POESIAS ENSAYOS ENTREVISTAS

La Plata 2009 - Año 4 / Número 4

revista literaria

UTOPIA

VALOR

$1

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Nota editorial

En este momento usted tiene en sus manos el cuarto número de la revista Tropos. Así como la ve, puede parecer una pequeña revista, para el bolsillo del ca-ballero o la cartera de la dama. Pero es mucho más que eso, es el resultado del trabajo colectivo de los estudiantes que una vez más nos organizamos para dar-le cuerpo a esta publicación que apuesta a la difusión de nuestras producciones escritas. Como sostuvimos desde el pri-mer número, nuestra idea es que los estudiantes nos apropiemos de este espacio. Que lo constru-yamos, lo organicemos, propon-gamos cambios y que lo fomen-temos. Nuestro objetivo es el de seguir creciendo y eso implica que cada vez seamos más lo que debatamos las propuestas, pu-bliquemos y llevemos adelante el proyecto. En este número no sólo publican estudiantes de Fi-losofía y de Letras, sino también de Lenguas Modernas y Socio-logía. Comprobamos así que las ganas de apostarle a espacios como este se da en todas las ca-rreras. Nos parece importante que los comentarios y opiniones sobre el material que está aquí plas-mado circule. Por eso incluimos los e-mails de muchos de los que publicaron. También subi-mos todo el material al Blog de

revista para aprovechar los diferentes canales de circulación. A la revista Tropos la pensamos como una he-rramienta y no como un fin. Porque creemos que otro proyecto de universidad es posible y trabaja-mos para construirlo. Y en ese proyecto de univer-sidad que queremos, la práctica de la escritura es un punto fundamental en nuestra formación. Una formación que produzca sujetos críticos, no repro-ductores, sino productores de conocimiento. Por eso la tarea de expresar nuestras opiniones e ideas es central. Porque, como dijo Paco Urondo,” los artistas, los intelectuales, siempre han sacudido el polvo a la realidad”. Entre muchas de las cuestiones que hay que em-pezar a organizar y trabajar, estamos convencidos de que hay que abrir espacios de producción es-crita dentro de la facultad. Por eso queremos re-tomar el Taller de Escritura Creativa que pusimos en pie hace unos años. Y así avanzar con diferentes propuestas, generando las condiciones para que la producción literaria y crítica sea parte de nuestra formación. Al fin y al cabo, todo lo que encierra esta pequeña revista no cabe en su número de páginas, sino que lo excede. Ese fue siempre nuestro objetivo.

UTOPIA Humanidades y Estudiantes de Filosofía y Letras.

“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mi-meógrafo, oralmente. Mande copia a sus amigos;

nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El Terror se basa en la

incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”

(Rodolfo Walsh)

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Equipo editorial/Organización: Rodolfo Yoldi, Santiago Martínez, Fernando García, Gisela Campanaro, Marcos Illiarra, Sol Canteros, Ana Julia Quiroga, Matías Moraga, Facundo Mena.

Participaron en este número Matías Lonigro, Laura Barba, Alejandro Ferreyra, Jerónimo Corregido, Emiliano Tavernini, Anabela Ghilini, Eduardo Egoscuadra, Santiago Tabarrozzi, Lucía Alabart Lago, Federico Muttoni, Gisela Campanaro, Fernando García, Facundo Mena, Paula Caceres, Fernando Manzini, Santiago Gjuratovich, Juan Francisco Otero.

Diseño Gerardo Echeverría / [email protected]

Ilustraciones Omar Hirsig / [email protected]

Agradecimientos, a todos los que le apuestan a este espacio desde hace varios años y a quienes se animaron a publicar por primera vez. A los que nos dan una mano con el diseño, las ilustraciones y todo lo que implica llevar adelante la revista. Y también a los fanáticos de siempre.

Este número de Tropos está dedicado

a la memoria de Mario Benedetti.

(14 de septiembre de 1920 - 17 de mayo de 2009)

pág.6

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Indicepág.6 Cuentos / Escritos

Historia de los acáes. Laberintos oníricos de la vigilia.Los soles.Si el fútbol fuera literatura.Soñé que estaba muerta.

PoesíasPolaroids.Unodesonrisas.En la Piel.Horrizarnos.Alambrados

EnsayosReflexiones sobre el (re)sentimiento.

EntrevistasEntrevista a Patricia Coto.

pág.27pág.18

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Historia de los acáes

estar entrando en otra parte sin salir jamás de los acaes, de los acás. Con la vigilia entumecida, entregado a los placeres suaves y resbalando hasta caer del todo en un embudo rojo de plástico que lo arroja solemne sobre las hiedras verdes y marrones, rodando barranca abajo sin poder detenerse, como una bola de nieve verde y marrón a punto de estrellar-se contra un muro de ladrillos… Le dio una patada a la sabana desde el interior y abrió los ojos excitado, se sentó en el borde de la cama procurando no hacer contacto momentáneamente con la superficie. Inspeccionó la sala desde su ubicación y alcanzó a ver un embudo en la mesa de la cocina. Un soplido de aire glacial lo embistió y acobardado se acostó boca arriba mi-rando el cielo raso que se encontraba blanco como siempre. Poco a poco fue cediendo a la pesadez de sus parpados, el cielo raso comenzaba a desmoronarse como caspa sobre sus últimas instancias de lucidez, cerró los ojos, cruzó la puerta de salida y murió en el acto.

Federico Muttoni

[email protected]

A las nueve y media, luego de remolo-near sobre una mañana tibia se levantó sin voluntad de entregase al día de lleno. Enro-jecido por los violentos hilos de un sol que se entrometía por las rendijas de la persiana cómplice del día se arrimó con desdén al la-vabo y sin cruzar mirada con quien lo espe-raba en el espejo sumergió la cabeza en un mar sordo que lo arrancaba lentamente de sus furias nocturnas. Sus párpados tembla-ban indecisos y con el rostro mojado intento divisar el tubo de pasta dentífrica, pero des-de las baldosas emergían dos cadenas como plantas carnívoras apresándole los brazos. En la solitaria habitación de la calle pichin-cha al 600 el cielo raso desobedecía a la co-tidianeidad y parecía teñirse de un amarillo putrefacto, contaminado. El enorme sauce llorón que hacia las veces de portero, firme frente a la puerta de entrada extendía sus ra-mas por voluntad del viento acariciando así la única ventana que poseía la habitación, por donde cada vez más, se filtraban unas telas amarillas de luz amarga y vencida, des-cubriendo las moléculas en el aire, las bac-terias, los grillos invisibles de la penumbra. Cayó derrumbado, inevitablemente sobre el colchón que lo atajó de inmediato, lo abra-zó y lo arropó, por unos segundos lo único audible fue un pajarito griego que silbaba el sueño es la justicia del hombre, conforme el silbido se apagaba incrementaba una elec-tricidad en su cuerpo, la sensación física de

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Laberintos oníricos de la vigilia

camino hasta las últimas consecuencias. Salí de la luz para entrar en las sombras. La búsqueda se inició entonces; caminar en las sombras de espaldas a la luz buscando claridad, me dijo alguien que descendía de la luz. Por eso salí a buscarla. Si D/dios fuera la claridad más potente, este haz de luz no podría ser más que una ínfima parte. La gota que se revelaba a través del cristal y se frag-mentaba en miles de graduaciones de colores diferentes era lo asequible al hombre, tan breve, tan limitado, pero parte de aquella inmensidad que no alcanzaba a vislumbrar. Avanzo entonces y espero hacer la pregunta ante el ser D/dios, tal vez hacerle sonreír, simplemente... ¿Para qué ir en busca de Lo eterno si lo efímero puede llegar a convertirse en eternidad? Y cuando suene el eterno cuerno su sonido liberará el eco del original decir. Esa voz, una y otra vez, repitiéndose por todas partes. Parecía que todo iba a estallar en mil pedazos, y... de repente, la calma. Repitiéndose en el hueco del signo de pregunta está el retorno de la pregunta que se convierte en respuesta porque el preguntar vela de nieblas el tul que abriga las respuestas: ... ¿Y si tuviera la oportunidad de volver a elegir? ¿Cuál sería de los infinitos caminos en este laberinto el que tomaría? Vi la oportunidad delante de mis ojos, entornados ante el brillo de la verdad, en el sendero de los caminos que se bi-furcan, allá en el del jardín de las Hespérides, elegí el cami-no que conduce a otra verdad, la verdad de la noche, de las keres terribles que hacen visibles la luz sólo por oposición... Y llegó el momento, bajo el cielo dominado por las Nubes Magallánicas, levaron anclas y navegaron hacia Las Hespé-rides, más allá de la caída del sol...

manes Helena: [email protected] (Laura Barba)

Alejandro: [email protected] (A. Ferreyra)

No ocurre nada, el vacío de un bostezo.Esa imagen impertérrita del sueño reflejaba la ausencia de todo sentir. Completamente lejana a cualquier factor externo seguía su disolución de la materia hasta llegar a lo úni-co que realmente permanece. Así en los labe-rintos de la mente, a solas, en silencio y en-mirando para ver en la niebla, se yergue sin par en la pregunta que ya vela la respuesta. Miles de puertas se abrían y cerraban, ver-dades y falsedades se intercambiaban luga-res mutuamente. Había intentado hallar una certeza, algo inmutable, algo que no cambie. Hacia el centro del laberinto se oía un gemi-do lastimero. Recordé la última frase de un cuento; “el minotauro ni siquiera se defen-dió.”. Derecha o izquierda, se preguntaba. El viento arrecia y en la soledad de la montaña, inmutable se para sobre los pies de barro la respuesta. Acercándome o alejándome, tal vez más, del centro... La soledad se hacía sentir. Las hojas secas bajos mis pies apenas crujían. La brisa suave iba desapareciendo poco a poco y se llevaba con ella el último murmullo. Sí, ese murmu-llo del violín rasgado que tomó el interrogan-te una y otra vez subiéndolo a la siguiente escala.Insistentemente, casi con vehemencia, diría, forzaba todas las circunstancias para seguir mi búsqueda. Ya no sabía bien qué buscaba, pero eso había dejado de tener sentido, lo único que me importaba ahora era seguir el

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Los soles

precisamente a mi amigo intentaban profesarle los mis-terios del océano, el carisma de las olas y el vaivén de las corrientes. Querían enseñarle qué era el mar, a mi amigo el marplantese (las palabras traslucían recuerdos que se arrastraban en mi cerebro, como el agua que vuelve al mar después de cada ola que arrastra arena bajo la planta del pie). Ícaro (que debía su nombre a su abuelo, raíz primordial de la familia materna) había aparecido en mi vida en la es-cuela primaria. Nuestra amistad fue concisa, a la inglesa, de pocas palabras; pero en la práctica, era bien a la argenti-na: las emociones de uno las sentía también el otro, con ese arraigamiento pasional de los sudacas. Una adolescencia juntos, en la que adolecimos verdaderamente, entre bote-llas y aventuras intrincadas y caídas en la penumbra de lo inolvidable que es preferible no recordar. Y ahora, diez años después, nos reencontrábamos en el norte, bien al norte, al albedrío de las ultraístas luces de Vancouver. -Y a mi me vienen a hablar del mar, Pedro- Y a vos te vienen a hablar del mar, Ícaro. Cómo entenderlo. Un atlán-tico como vos. Pero a Ícaro, por ser tan brillante, siempre le habían pedido más de la cuenta. Por supuesto que casi todo cuanto mi amigo hacía era excepcional, pero no tan excep-cional como era de esperar en él. Desde nuestras épocas es-colares, a Ícaro se le exigía la perfección, se lo agobiaba con alcanzar la cúspide. Claro, un excelso servidor de la cultura como él... Cuando abandonó todo y se avocó a la pintura va-

Y a mí me vienen a hablar del mar, Pe-dro- suspiraba Ícaro. Mi amigo se hallaba vago y melancólico hacía ya varios días. A cien metros de las piedras en las que descan-sábamos se encabritaba la arena, oro pálido que chisporroteaba con cristalinos fuegos fatuos, incluso a aquella tardía hora. El mar arremetía una y otra, y otra vez más, ora sal-picando las rocas, ora remojando la arena de la orilla, como tratando de superar una fina línea que dividía dos mundos: el marino y el terrestre. La espuma blanca burbujeaba, la esencia de salitre se sentía en la piel. El si-lencio era el único sonido: la callada voz del mar. Los sonidos de la naturaleza no confor-man otra cosa que eso que llamamos silen-cio. El cielo puro sonreía rozando el atarde-cer de la jornada. La playa estaba vacía; una gaviota se dejó llevar por el viento, hoja en pleno otoño desde la cima del eucalipto. -Y a mí me vienen a hablar del mar, Pe-dro- repitió mi amigo. El pecho subió y bajó fragante de atardecer y salitre y mar. Y a él le venían a hablar del mar, me decía yo, jus-tamente a él. Años juntos en la vida hacían eco de esa frase. Justamente a Ícaro querían explicarle de qué se trataba el mar, precisa-

“imaginaron que todo hombre es dos hombres...”J.L. Borges

“Reposar en la perfección es el anhelo de todo el que se esfuerza por alcanzar lo sublime.”

Thomas Mann

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creatividad, puede hacernos creer que podemos pintar y vi-vir lo que se nos ocurra. No es así (yo sé que no). “Los que amamos la belleza, los artistas, nos sentimos atraídos hacia lo sublime. ¡Y a mí me vienen a hablar del mar! Los que creamos belleza somos impulsados inexorable-mente hacia lo hermoso, hacia lo perfecto. Las minucias de los hombres se desdibujan en la grandeza del cielo y el mar. Los que perseguimos la idea somos atrapados de repente por ella. Los que buscamos lo perfecto somos desconcer-tados ante la perfección. El mar es perfecto, una pintura nunca lo será. No pintaré al mar, pintaré mi visión del mar. Buscaré la belleza, pero nunca rozaré la perfección.El azul del cielo se retocaba paulatinamente. El entorno pa-recía darle la razón a mi amigo. Pero mi mente no. Pues yo conocía la retórica de Ícaro, y sus palabras se perdían siempre en locas ideas que nun-ca terminaba de comprender. Ícaro convivía con la eterna duda de los sabios, confusa amalgama: irrisoria para el ig-norante, trascendental para el intelectual. Pues conforme el saber se incrementa, también aumenta la duda y los vacíos por llenar. -Si yo te contara, Pedro. Vos debes estar pensando, este loco de Ícaro que siempre divaga y sueña pavadas. Pero no te hablo de sueños esta vez, o tal vez sí, aunque tan reales como este momento onírico que estamos viviendo ahora y acá. ¿Ahora y acá? ¡Qué términos más dudosos!... -¿Pero qué decís, che? ¿Que te anduvo pasando? Contame, viejo- más por cariño y obligación que por interés brotaban mis palabras. Aún entonces dudaba de la razón de los bohe-mios, siendo yo hombre de números. Hombre que al ver el mar sólo veía agua. -¿De verdad querés saber? Pero mirá, mirá primero como brilla el sol. ¿Lo ves, pálido y tibio? Brilla dos veces, Pedro: una en el cielo y otra en el mar. No es su reflejo, es él mismo. Él se sonríe en el agua, se envanece y se retuerce en las olas, confiado. Pero lo que ve no es su imagen, sino otro sol, otro igual a él, otro que es él. “¿Qué ves cuando te contemplas al espejo? Somos dos, la simetría que guarda la estabilidad del universo, somos la duda que la sabiduría nos provee. Parecemos uno, pero somos dos, así como el cielo y el mar parecen dos, pero son uno. Son la nada, la nada por igual, el uno en las cumbres y el otro en los abismos, llenando de silencio los vacíos. Yo

rios quedaron perplejos. ¿Vos? ¿Pintor? Sí. Él, pintor. Y de los mejores que he tenido el gusto de entender. Claro que yo, hombre de números y no de musas, poco entendía de todo eso; sin embargo, no ignoraba que las muy progresistas obras de mi amigo desper-taban odios y amores, y que los críticos de arte se agarraban de los pelos al comparecer bajo su hechizo. Pero a él poco le importaba todo esto, tan alejado del mundo como siem-pre había sido. Tan ilusorios y frágiles, sus ojos que me miraban ahora con atención en la desolada Kitsilano Beach. -Y a mi me vienen a hablar del mar, Pedro- el viento desparramó los átomos del aire. Kitsilano callaba para oír al artista.- Justa-mente a mí, Pedro. Tengo arena en la sangre, ¿sabés? Tengo sal en el corazón. Claro que sabés. Como no vas a saberlo vos... “Pero estos eruditos, hipócritas antiartís-ticos, no me entienden. Estos expresionistas confundidos no entienden al arte, Pedro, al arte. Eso es lo terrible. Mirá el mar, Pedro. ¿Lo ves, ahí, lo sentís? ¡Tan cercano y tan infinita, infinitamente lejano! Tan etéreo en este mundo tan efímero. Tan premiado en este mundo que nada tiene para darle. ¿Lo ves, Pedro? Perfecto, eso es. Perfecto. Y es-tos fools quieren una réplica, quieren una fotografía que plasme lo que el mar me hace sentir. ¡Quieren que les pinte el mar, Pedro! “¡Cómo podría yo, humano como soy, re-presentar lo supremo, lo divino! ¿Pudo Sé-mele acaso contemplar a Zeus? Pintar es como vivir. Yo vivo lo que pinto, y pinto lo que siento que vivo. En cada óleo hay horas que se escurren en minutos, en cada una de mis obras, los colores son los que veo, no los que en verdad son. ¿Cómo hacer para pintar, para vivir el mar? ¿Como hacerlo? ¡Imposi-ble! ¡Imposible! “Leci n’est pas une pipe”, dijo Magritte, y tenía razón: no podía fumar en ella. Y yo digo, pues: lo que pinto no es el mar. La soberbia humana, eufemiazada de

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desconcierto al despertar abrupto, producto de un mero sueño. Me acercaba ya a la cama cuando divisé, en la pe-numbra de mi habitación, mi trabajo (ya no mi espejo). “Espero que me creas, Pedro. En la tirante tela había nue-vos colores sobre los que yo había pintado: naranja, rojizo y violeta presentaban un atardecer en occidente, a la dere-cha. Pareceré sonámbulo, pero no lo soy; más parezco loco. ¿Pero sabés qué es lo curioso del asunto, amigo? Que yo ha-bía dispuesto un amanecer en el oriente de mi pintura.Caía el atardecer en el Pacífico, temprano y a la canadien-se. Del otro lado, Buenos Aires dormía, brumosa y envuelta en andadurías argentas. Procuré demostrar interés en las alegorías de mi viejo compañero, aunque..., ya saben, soy hombre de números y no metáforas. O solía serlo. Pedí a Ícaro que continuara. -Que iba a hacer, Pedrito. ¡Qué hacer si se encuentra la billetera llena de fósforos! Mejor te diría que atribuí al can-sancio, a la marcha continua, al estrés, a cualquier excusa, lo extrañísimo de ese episodio. Esa noche ya no dormí. Me dediqué a leer: “I feel like one who smiles, and turning shall remark, suddenly, his expression in a glass”. “Uno se queda con las palabras, Pedro. Flotan en la mente, y tal vez sin querer se manifiestan, a la larga. El día siguien-te continué con mis quehaceres, atendiendo a mis jefes, los trogloditas artísticos que creen que saben más del mar que yo, y me esforcé por olvidar lo inolvidable. Era un día casi caluroso, pero en Mar del Plata me hubiese parecido casi frío. Me refugié temprano en mi casita, y entre los altos pinos del pequeño Sunrise Park se divisaba la luna llena, redonda como un ciclo. ¿Notaste que la luna, como el sol, también es dos? Su reflejo en las superficies no hace más que delatar a su otro; y tan alta, tan vanidosa, ¡cómo si fuera diferente a nosotros! “Ya estaba tranquilo, te lo confieso. Esas aventuras su-rrealistas nos atrapan una o dos veces en la vida, pensaba. Pero después de cenar, solo y cobijado, descubrí lo terrible, lo abrumador: en el lienzo estaba plasmado el mar, entero, terminado, con un amanecer en el naciente y un rojo febo en el poniente. ¡Tan contradictorio! Pero no. Eso no termina ahí. Estaba firmada, la obra concretada, finalizada, tenía la marca de su autor. Debajo del pálido sol del este, se leía: “Ícaro G. Alfonsín”, y más abajo el corriente año, trazado con mi delgada caligrafía. El sol se suicidaba en el horizonte, como cayendo hacia un

soy dos, y te aseguro que en otro lugar igual a éste, alguien igual a mí dice lo que yo a al-guien igual a vos. Nuestra vida transcurre entre duales espejos infinitamente enfrenta-dos. Somos ecos y somos sombra. La igno-rancia y la duda son el premio del que quiere saber. ¿Que ves cuando te contemplás al es-pejo? Tal vez esperaba que dijera algo. No lo hice, esperé que siguiera con su cháchara. Me gus-taba oírlo aunque en el fondo siguiera con mi vida de cuentas, balances y mayores. Encan-tábanme sus pasionales palabras, guiadas por los impulsos intrínsecos del artista, y no por las razones del adulto. Su voz me conta-giaba, sólo temporalmente, sobre todo cuan-do se ponía tan lujuriosamente idealista, tan exultante, cuando sus casi convincentes pa-labras pasaban al margen de su propio y úni-co entendimiento de compadrito moderno. -¡Y a mí me vienen a hablar del mar, Pedro! Pensaba yo mucho en esto frente al basti-dor. Me sentaba y contemplaba los colores, hallando en ellos témperas, acuarelas, acei-tes..., pero nunca al mar. Lo observaba nar-cisamente, como si se tratara de un espejo (y tal vez lo haya sido, Pedro). Hace poco me-nos de una semana dejé el aborrecible espejo secándose, y me fundí en el sueño, el único lugar en que el artista actual puede encon-trar a su musa. Keith Road dormía temprano afuera, con la abominable frialdad con que duermen los canadienses los sábados. “Había estrellas esa noche, bendición que siempre agradezco bajo los pinos. Y los mis-mos astros contemplé de madrugada cuando me desperté, agitado por voces de mis sue-ños. No te voy a engañar. Mi propia voz en mi dormir me desveló. “Levantéme alborotado, imaginando u oyendo ruidos en la casa. Afuera todo era bruma, y corrí presuroso las cortinas (des-conozco la razón, aunque tal vez el otro lo sepa). Nadie había allí. Revisé cada rincón,

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conocí en el espejo la imagen de un ambiente diferente a mi sala de estar. Yo estaba ahí, mirándome, y lentamente extendí el brazo, milésima a milésima más cerca de lo que para la mayoría sería un frío vidrio, y cuando la brillante superficie me hubiera rozado la piel, Pedro... toqué, agarré, una mano igual a la mía. No quise oír más y me levanté, el mar a mis espaldas, atar-decido, violeta, violeta, violeta todo alrededor de Ícaro. Dije estar apurado, el ómnibus a West Vancouver que cortaba su recorrido temprano, y mil palabras que no decían nada. Y el mar, el mar. Y luego me enteré, la obra “Los soles” de Ícaro Alfonsín había sido encontrada en su casa, e iba a ser pre-miada en Buenos Aires, y mi Ícaro, pobre Ícaro, envuelto en olas y olas, y el mar, fundido para siempre en la nada de la quería ser parte, en la nada que no es otra cosa que el todo.

Jerónimo Corregido

abismo que se abría detrás de la finísima y dudosa línea entre el cielo y el mar verdeazul. El frío nórdico iba ganando lugar, y el vien-to se tornaba molesto. Me acurruqué, y miré fijo a Ícaro. -Es bastante complejo lo que contás, che. Encontrar un óleo terminado en tu propia casa firmado por vos mismo y que vos no pintaste... Qué se yo, no digo que no te crea, querido. No te quiero asustar, pero escuché de enfermedades de este tipo, similares al Alzheimer... -¡No, no, no!- protestó Ícaro.- Yo pensaba como vos, Pedro; yo también me mentí un poco. Pero a los artistas, como te dije, nos gusta lo sublime, lo bello. La verdad es alta y hermosa, es muy artística; muchos de noso-tros no somos otra cosa que meros buscado-res de la verdad. “Mi cuadro no era otra cosa que mi pro-pia visión del mar, tal como yo lo hubiera hecho, en mi propio estilo (no me hubiera salido mejor ni peor), salvo por esa notoria contradicción de soles. Y no me resulta difí-cil deducirlo ahora, bajo este cielo que hierve de tantos misterios, este infinito que a tantos necios ha tolerado..., no me resulta difícil ni raro deducir que yo mismo terminé el tra-bajo (yo mismo, es decir, el otro Ícaro). En cuanto a los soles, es evidente que yo soy el atardecer y no el amanecer. -¿Por qué? -no era la pregunta que hubiera deseado hacer, pero ante tantas revelaciones había quedado anonadado. ¿Por qué el atar-decer? Ícaro me ignoró, o nunca me oyó. -Y esa noche, esa noche volví a perderme en los suplicios del espejo. Entré a mi pequeña salita de estar a la madrugada, todas las lu-ces apagadas y algo que me parecía raro en la esencia de mi casa. Tanteando dí con la llave de la luz, y de improviso, casi violentamente, giré para darle la cara a ese que es como yo, del otro lado del espejo. Casi sin sorpresa re-

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Si el fútbol fuera literatura

sión. ¿Y quiénes son los escritores más apasionados del mundo? ¡Los argentinos, por supuesto! ¿Por qué? Porque en todas las épocas y pese a todos los obstáculos, ellos es-cribieron con sangre. Una sangre que grita, quema y com-promete. Una sangre que se desprende de las mismas letras del libro y toma contacto con las manos del lector: las vin-cula. Por eso, cuando uno lee a los escritores argentinos, esa sangre se puede palpar; se puede sentir. Nos pasa a todos: cuando terminamos alguno de sus libros, no sabemos si bai-lar un malambo en la vereda, escupirle la cara a nuestro jefe o derrumbar la Casa Rosada a chancletazos limpios. ¡Por Dios! Después de leer a Marechal, a Cortázar o a Castillo: ¿Quién no deseó ser Megafón, Oliveira o Espósito? En fin: los escritores argentinos siempre nos provocan algo; algo que es al mismo tiempo espiritual y físico; algo que acaricia como un ángel y muerde como un diablo. Así escriben los argentinos, señores; así. Y por eso yo les digo que si los escritores del planeta tuviesen su propio mundial de fútbol, la copa de oro sería siempre nuestra. Piensen. Sólo piénsenlo un minuto… En el arco: José Hernández (atajando con las boleadoras al hombro, por si hace falta). Defensa: Ernesto Sabato, José Ingenieros, Domingo Faus-tino Sarmiento (el 6 más recio; el incuestionable capitán del equipo) y Horacio Quiroga (que es nuestro, indiscutible-mente nuestro, mal que les pese a los uruguayos). Volantes de contención: Adolfo Bioy Casares (un 5 estéti-

Dudar: ese es mi verbo favorito. Aunque no sea policía ni filósofo, me la paso siempre dudando. Dudo del progreso del mundo, del sentido de la escuela obligatoria, de la noble-za de los abogados municipales y de la since-ridad de las mujeres rubias. Dudo siempre. O, mejor dicho, casi siempre; porque de una cosa sí estoy convencido: si el fútbol fuera literatura, Argentina, con los escritores que tiene, ganaría todos los campeonatos mun-diales. Epa, qué exagerado, me dirán ustedes. Yo no lo creo exagerado; insisto: si hubiera alguna fórmula mágica que convierta la ca-pacidad literaria en talento futbolero, si hu-biera alguna pócima que transforme al escri-tor en futbolista, Argentina saldría siempre campeón del mundo. En otras palabras: si los escritores del planeta participaran en un campeonato de fútbol en donde la poesía se metamorfoseara en fuerza futbolística, Ar-gentina robaría. Y, ojo; esto que digo no es sólo la expresión natural de mi narcisismo criollo. Esto que digo es para mí una certeza, una ley. Y paso a argumentarles… Es sabido que para ganar en el fútbol no alcanza con ser habilidoso: hay que tener pa-

Para Santiago Nayangore,en honor a nuestras tertulias literario-futboleras

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Voy a analizar a nuestros rivales, uno a uno, y me van a ter-minar dando la razón; ya van a ver. Empecemos por Grecia. Está bien: su delantera no está nada mal. Sófocles y Aristóteles meten miedo, claro. ¡Y Pla-tón de enganche, encima! Ni hablar del medio campo en el que reina Esquilo, o de la aguerrida defensa en donde com-baten Homero y Píndaro. Admitámoslo: es un buen equipo. Pero admitamos también esta otra cosa: su mejor jugador (Sócrates), no puede jugar… ¡Por ágrafo! Además, el estilo futbolístico de ese equipo es anacróni-co. Sus métodos son viejos; su estado físico, mediocre. Mi pronóstico es éste: Grecia termina ganando 1 a 0 en el pri-mer tiempo (gol de Aristóteles, de chilena) y Argentina lo da vuelta 3 a 1 en el segundo: dos goles de Arlt (uno desde afuera del área, otro de penal) y uno del genial Leopoldo (de palomita). Listo. Afuera Grecia. Ahora, Inglaterra. Para este partido hay que tomar recaudos especiales; y el recaudo fundamen-tal se llama así: Borges. Jorge Luis reverencia a los escrito-res ingleses y por eso hay que sacarlo; necesitamos un 10 con garra: pongamos a Oliverio. Pero analicemos al rival. Lo mejor de este equipo es su de-lantera, Dickens y Stevenson, que me hacen acordar a Allan Shearer y Michel Owen. Peligrosos los tipos. Y encima, atrás de ellos está Willy, Willy Shakespeare, de 10, dándose-las servida con toques elegantes. No va a ser fácil, no. Pero nuestra defensa estará concentradísima y saldrá al campo de juego con el cuchillo entre los dientes. ¿Un detalle? Dic-kens sale en el primer tiempo, lesionado, por patada ilegal de Sarmiento en el tobillo izquierdo… ¡Grande Mingo! ¡El árbitro no te vio! Mi pronóstico: Gana Argentina 1 a 0 con tremendo gol de Oliverio Girondo en el minuto 87. Chau Inglaterra. Ahora la gran final: Argentina Vs. Ale-mania. El partido más difícil de todos. El plantel germano da chucho. Tres delanteros: Nietzsche, Goethe y Thomas Mann. Un armador de lujo: Hermann Hesse. Un cinco ague-rrido: Günter Grass. No, no va a ser fácil. ¿Quién dijo que lo sería? Pero en este partido tendremos al mejor Borges, créanme. Jorge Luis, aleccionado por su sustitución contra Inglaterra, querrá demostrar que no es ningún pecho frío y ofrecerá lo mejor que tiene. Además, tendrá en este partido la posibilidad de impresionar a sus ídolos germanos con sus firuletes poéticos y su precisión de reloj suizo. Dos goles va a

co, de bastón y galera, a lo Redondo) y Abe-lardo Castillo (un mediocampista de quite y toque, impecable e implacable… ¡Ay cómo me hacés acordar a Maranga, Abelardito!). Volantes ofensivos: Jorge Luis Borges (un diez romántico pero aritmético, a lo Riquel-me) y Leopoldo Marechal (un poeta de potre-ro; el compañero más exquisito de Borges). Delanteros: Julio Florencio Cortázar (el 9 más alto del mundo; el mejor cabeceador del torneo) y Roberto Godofredo Arlt (¡Qué de-cir! ¡La versión literaria de Marito Kempes!). Y, por si fuera poco, contamos con un virtuosísimo banco de suplentes: Esteban Echeverría (suplente natural de Hernández); Rodolfo Walsh (polifuncional, a lo Pupi Za-netti); Oliverio Girondo (encarador endia-blado, a lo Messi); Roberto Fontanarrosa (a éste negro hay que ponerlo) y Alejandro Dolina (a éste otro negro también hay que ponerlo). ¿El Director Técnico?... ¡Quién sino Mace-donio! Preparador físico: Jacobo Fijman. (Ojo, ojo, no prejuzguen, que lo importante no es la cordura sino el corazón: a la hora de en-trenar, los muchachos necesitan un profe in-fluyente y apasionado que les ejercite tanto los músculos de cuerpo como las fibras del espíritu). Motivador metafísico: Hugo Mujica. Nada más que agregar. Ese pelado, sabe. Colaboradores técnicos: Juan Sastura-in (ameno y didáctico a la hora de explicar nuestras victorias) y Andrés Rivera (áspero y preciso, a la hora de diseccionar nuestras derrotas). ¡Mamita, qué plantel! Con este equipo ga-namos caminando las eliminatorias, y des-pués vamos al mundial y salimos campeo-nes. Sin dudas. ¿Ah, no? ¿No los convenzo? Claro: ustedes les temen a Grecia, a Inglate-rra, a Alemania… ¡Por favor! ¡¿Realmente les tienen miedo con el equipo que tenemos?!...

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Laura acababa de morir de un disparo al corazón. No ha-bía sido eso obra de un despiadado asesino, ni tampoco el más desgraciado de los incidentes: Había sido su decisión, y todavía no se arrepentía de ella. Después de todo ¿Qué caso habría tenido seguir viviendo si ya no le quedaba nada por que vivir? Es cierto que tenía a su madre, pero no pensaba que ella realmente la fuese a extrañar, pues el trabajo lo era todo para aquella mujer. La repentina muerte de su padre dejó a Laura sola en el mundo, sin amigos de ninguna clase. Cierto, siempre fue demasiado retraída, demasiado callada, pero esto solo se debía a su falta de confianza. En verdad, Laura creía que el mundo estaría mejor sin ella ¿De qué podía servir una mu-chachita torpe y despistada, que no podía ni caminar bien y nunca daba las respuestas correctas? Eran ya las tres de la tarde, y el turno de trabajo de la ma-dre de laura había terminado tres horas antes. No obstante, no aparecería por su casa hasta bien entrada la noche. Des-de el asesinato de su esposo, la prestigiosa cirujana se refu-giaba cada vez más en su trabajo y sus pacientes, llegando a su casa a altas horas de la noche, y hablando con su hija desde cierta distancia, sin siquiera mirarla. La niña sabía que la estaba evitando, pero no sabía que la razón de ello era sus ojos: Esos dulces ojos marrones que ahora estaban cargados de una profunda tristeza, la clase de tristeza que las personas no pueden soportar cuando quieren olvidar que están tristes. Laura acababa de morir, pero la muerte no iba a buscarla.

meter; uno de tiro libre y el otro gambetean-do desde afuera del área, a lo Bochini. Pero eso no alcanzará, saben, no alcanzará… Un meteórico Nietzsche dejará pagando a Her-nández con dos derechazos fulminantes a larga distancia. Dos a dos. ¿Y entonces? ¿Cómo se define esto?... Julio Florencio, se-ñores; Julio Flo Flo Florencio Cortázar, de cabeza, minuto 90. Y listo, a cobrar. Y acá se acabó el análisis, porque los demás equipos no existen. ¿Brasil? ¡Por favor! ¿Estados Unidos?... Buen equipo, sí, lástima que tengan un cubito de hielo en donde debiera estar el corazón. No pasa nada, yo sé lo que les digo; no pasa nada. Argentina campeón, señores, ¡ARGENTINA CAMPEON! Y, como diría Robertito: “que los eunucos bufen”.

Fernando [email protected]

Soñé queestaba muerta

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el grito, cerró los ojos para no ver el rostro de la mujer des-figurado por el dolor. Mas el sufrimiento traspasa todas las barreras, y los muertos no pueden fingir sordera. La cria-tura gritó como una madre por su hija. Lloró como alguien que, cuando cree haberlo perdido todo, pierde algo más, y descubre lo equivocado que estaba. ¿Cuánto tiempo estuvo allí? Tal vez una hora, tal vez cien. A laura le parecieron años. Habría salido corriendo, de no ser por que sus etéreas piernas se rehusaban a obedecerle. Todo lo que podía hacer era observar, y escuchar. Llegó a pensar que no se habían olvidado de ella, sino que la habían enviado al infierno. Y se hundió en la oscuridad, abandonando todo lo que había conocido. Un sueño profundo la embargo, junto con una sensación de inconsciencia creciente. Si aquello era la muerte, estaba bien. Podría decirle adiós para siempre a los tormentos de este mundo. No necesitaba el cielo ni el infier-no: era feliz en esa oscuridad vacía, en ese abismo infinito de la inexistencia. Lejanos gritos le fueron llegando, aunque más bajos y suaves que el más débil de los susurros. Laura no podía en-tenderlos, y además, no quería que la molestaran, menos ahora. Lentamente se fueron haciendo más fuertes y más claros, como si los dueños de esos gritos se acercaran a ella. La estaban llamando, lloraban por ella. Y ella no podía creerlo. Nadie jamás lloraba por ella, seguramente seguía en el infierno, y esta era otra de sus torturas. Sin darse cuenta abrió los ojos (se había olvidado de que estaban cerrados). Todos miraban en su dirección, sin verla, y todos vestían en distintos tonos de negro y de gris. Uno a uno se fueron acercando al ataúd, y en voz baja le dijeron “lo siento”. Todos, sin excepción se disculpaban con ella. Por no haberla tratado mejor, por no haberle sido de ayuda ante una situación tan difícil, o, sencillamente, por no haber sabido estar ahí para ella. En su desesperación, reclamaban para sí una culpa que no les pertenecía enteramente. Laura, conmovida, intentó decirles que dejaran de lamen-tarse, que había sido decisión suya, que ellos no tenían la culpa y que todo estaba bien. Pero no la escucharon (al me-nos eso no había cambiado, nadie nunca la escuchaba). Se acercó a su cuerpo, más por curiosidad que por otra cosa. ¿Cómo se vería después de muerta? Se arrepintió de inme-diato. Antes no había tenido que verlo, pero ahora ya no po-día apartar la mirada de su rostro: Estaba horrible, pálido y

Su pobre consciencia seguía atada a su in-útil cuerpo. Intentó varias veces levantarse y salir caminando. Ni el cielo ni el infierno la atraían mucho, pero cualquier cosa sería mejor que solo quedarse allí sin hacer nada. Pero nada se movió: ni su cuerpo ni su men-te: tendría que esperar y ver que pasaba.El tiempo transcurrió de un modo extraño: muchos minutos duraron años, pero las úl-timas horas se desvanecieron en un instante. La tarde dio paso al crepúsculo, y este dio paso a la noche. El mundo entero callaba, es-perando. El silencio estaba allí para honrar a la muerte, y la honraría hasta que alguien lo quebrase. Un sonido cansado y nervioso se abrió paso, y una persona entro tras el. Liliana, la madre de laura, acababa de llegar sintiéndose un tanto extraña. Su agotamiento se evidencia-ba por el tono de su piel, pálido y enfermizo, y por las profundas ojeras de su rostro. Pero quien mirara con atención, notaría algo más: una extraña inquietud, con una fuente que su dueña no conseguía determinar; la clara sensación de que algo no está bien. Caminó hasta la cocina con paso cansino, y se sorprendió al verla tan limpia. Usual-mente los platos, recién lavados, estaban se-cándose en un rincón. Pero esta vez no había señal alguna de que hubiesen sido utilizados. ¿Acaso Laura no había comido? Tal vez hu-biese terminado la cena temprano, y hasta hubiese guardado los platos. Pero no, no podía ser. Ella siempre espera-ba hasta que la vencían el hambre y el sue-ño. Siempre esperaba en vano. La madre de laura no pudo contener una mueca ante sus propios pensamientos. Se estaba sintiendo culpable, y con razón. Tal vez, si iba a verla a su habitación, si se disculpaba con ella por haberse mostrado tan distante, se sintiera mejor. Subió las escaleras, abrió la puerta de la habitación y entonces... Laura se tapó los oídos para no escuchar el

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con evidentes señales de una reconstrucción sin resultados del todo satisfactorios. Nunca se había considerado hermosa, pero compa-rado con lo que quedaba de ella, tuvo que ad-mitir que lo había sido, y mucho.Una persona de largos cabellos rubios y ojos azul claro se aproximó con aire decidido. Era Cintia, una chica astuta y bella que siempre molestaba a Laura por cualquier tontería. Siempre parecía presumir de algo (nadie nunca sabía de qué) y, por esta razón, no te-nía demasiadas amistades. Ninguna de las dos lo habría admitido nunca, pero en el fon-do, ella y Laura no eran tan diferentes. -Fuiste una tonta- dijo, y empezó a llorar- ¡De verdad fuiste una tonta!- añadió en un tono más decidido, esforzándose para conte-ner las lagrimas.- Nadie se suicida solo por que uno de los padres muere, lo tuyo fue una completa estupidez. De haber podido, Laura la habría golpeado con todas sus fuerzas. ¡¿Es que acaso ni en el otro mundo podría librarse de ella?! Intentó irse, pero, como ya le había sucedido antes, sus piernas no le respondieron. Cintia tomó aire, se secó algunas lágrimas con un pequeño pañuelo de seda, y continuó su monólogo:- Traté de que lo olvidarás. Traté de que olvidaras que siempre estabas triste. Te fastidiaba para que te enojaras con-migo y dejarás de llorar. ¡Pero pasaban los meses y seguías igual! Tal vez lo que hice no fue correcto, tal vez fui yo la tonta, tal vez hice mal, pero... ¡no podía quedarme ahí sin hacer nada! Me importabas Laura, tendrás que perdonarme si no supe demostrarlo.- Laura lloró, con lágrimas que no caían en ningún sitio y que nadie podía ver. Nunca ha-bría imaginado que todavía quedaba alguien a quien le importaba. Pensaba que estaba sola, pero una vez más, se había equivocado. La siguiente persona en acercarse para ha-blar con ella fue Tomás Jeremías (por algu-na extraña razón, nadie nunca recordaba su

apellido). Era una buena persona, y un buen deportista. Re-sultaba bastante simpático, pero su modo de hablar era algo torpe. -Laura, yo... quería decirte... no, quise decirte- comenzó in-seguro- que, bueno me gustas, o me gustabas... no sé. Pero nunca tuve... nuca pude decírtelo. Siempre estabas tan ca-llada que, bueno, me daba miedo. Perdón, debí habértelo dicho, a lo mejor servía de algo.-Antes de que Laura pudiera recobrarse de la impresión (a ella también le había gustado Tomás Jeremías, pero siem-pre lo veía tan exitoso y lleno de confianza que nunca se habría atrevido a confesárselo), su madre se dirigió a los presentes.-Laura siempre fue muy independiente, podía cocinar su propia comida y lavar su propia ropa. Pero cuando mi espo-so murió, fue más bien ella quien se ocupó de llevar la casa. Cierto, yo trabajaba, pero podría haber trabajado menos y dedicarme a mi familia un poco más. Resulta irónico que, al tratar de escapar de mi soledad, solo consiguiera quedarme más sola todavía. No fui una buena madre, y sé que me me-rezco lo que me pasó, pero aún así, me gustaría, que si mi hija puede escucharme, por favor, me perdone.Nuevamente Laura se sintió desfallecer, pero esta vez no a un mundo de oscuras tinieblas, sino a uno de sombras co-loridas pero difusas. Una imagen se formó lentamente: su madre estaba borracha frente a una botella de licor, y una de sus amigas del trabajo discutía con ella. Se veía indignada, y cada una de sus palabras estaba cargada con un alto con-tenido de reproche.-¡No podés seguir así Liliana! ¡Ya pasaron dos años!-La madre de Laura no contestó. Tenía ojeras casi tan pro-fundas como su pena, desordenados los cabellos rubios, y su rostro... Estaba más muerto que el de la propia Laura. Los ojos estaban rojos, como si hubiesen decidido cambiar-se para siempre a ese color, como si hubiesen sido así desde un principio. Faltaba carne en los huesos y espíritu en el cuerpo: Era una persona que había muerto del todo y seguía caminando.-¡Dale Lily! ¡Vámonos de este lugar! ¡Te invito a comer a casa!- Insistió la que estaba sobria.- Ya fui ayer...- Gimió Liliana- y anteayer, y también antes de eso. No quiero seguir siendo una molestia.- ¡No sos ninguna molestia! Es muy aburrido comer sola-Fue un error mencionar esa palabra. Un error inocente y ca-

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como para pensar que tenías derecho a quitarte la vida. Pero también, fuiste capaz de llorar por aquellos a los que alguna vez amaste.-Laura no contestaba, solo lloraba con todas sus fuerzas, ti-rada en el suelo. - Veamos- Continuó la siniestra parca- Egoísmo y sober-bia, con un poco de amor. No parece que seas demasiado diferente al resto de los humanos, y sin embargo, ellos de-ciden continuar viviendo pese a lo mucho que les gustaría detenerse. -¡Pero ellos no tienen tantos problemas! ¡Ni son tan inúti-les, fracasados o inservibles! -¿Te parece? Tu madre perdió a la misma persona que vos, pero decidió enfrentarlo de un modo diferente (Aunque, no mucho más saludable, debo agregar). En cuanto a lo de in-útil, fracasada, e inservible, yo diría más bien “Falible”, igual que cualquier otro ser humano. Tu madre y tus compañeros admitieron hace poco sus errores (cuando era demasiado tarde, un error típico de los humanos). Nadie es inútil por equivocarse. De hecho, nadie es inútil en lo absoluto. - De que me sirve saberlo ahora- Se lamentó la niña- Ya estoy muerta.-En cuanto pronunció estas palabras, sintió el frió metal del revolver en su frente. Se levantó del suelo de su habitación y miró el arma: Había jalado el gatillo, de eso estaba segura, pero cuando miró el cargador, se dio cuenta de que las balas habían desaparecido. ¡Que raro! Estaba segura de haberla cargado -¿Buscabas esto?- La muerte, otra vez con la capucha puesta, tenía los pequeños trozos de plomo entre sus dedos, y aparentemente se entretenía mucho jugando con ellos. - Pero ¿Cómo...? - La gente es bastante cruel al describirme. Todos pien-san que soy una especie de monstruo terrible e implacable. Pero la verdad, es que me gusta darles a las personas otras oportunidades, me hace sentir un poco menos cruel. Claro que, casi nunca monto semejante espectáculo, pero creo que valió la pena. En ese momento se abrió la puerta, y Liliana al entrar, se encontró con que su hija corría a abrazarla y no paraba de decirle lo mucho que la quería. El revolver volvía a estar guardado en su sitio, y las balas... Simplemente desaparecieron. FIN

Santiago Nicolas [email protected]

rente de toda mala intención. Pero fue de la clase de errores que hacen que los imperios caigan y las personas mueran.- Sola- La palabra repetida resonó con la fuerza de la desesperación- Estoy totalmen-te sola... Yo, siempre, estoy ¡sola!- Salió co-rriendo con todas sus fuerzas, cruzó la calle sin mirar, no vio un camión que avanzaba a toda prisa, y murió. Tan sencillo como eso, tan terrible también. Esta fue la tercera y última vez, en la que Laura no pudo irse del lugar en el que esta-ba. Solo se quedó allí, quieta, mirando. Es-taba demasiado asustada como para poder llorar. Si ella estaba muerta ¿Por qué veía todas esas cosas? ¿No podían dejarla en paz? ¿O era ese el infierno al que había sido desti-nada, donde todo era una pesadilla sin fin? Si tan solo la muerte fuese a buscarla. Y la muerte fue a buscar a alguien, pero no a ella (Todavía no). Se deslizó, envuelta en su sedosa capa negra, con la cabeza cubier-ta por una capucha del mismo color, hasta donde Liliana había estado. Tomó el alma y la guardó en un rincón (más tarde se ocupa-ría de ella). Se paró frente a la niña dijo con voz fría:- Es tu culpa. Es tu culpa que haya muerto. - ¡No es cierto!- Se defendió ella Gritando, aunque no demasiado segura de su respues-ta. -¿Ah, no?- Dijo la muerte y se bajó la ca-pucha descubriendo su rostro: El rostro de Laura.- La muerte no miente, siempre tiene el rostro de su causante. Siempre hay un cau-sante y siempre hay un rostro. - ¡No, no, no puede ser!- Sollozó Laura- ¡Esto no puede estar pasando! - Permíteme que te corrija: Esto NO DEBE-RÍA estar pasando. ¿Creíste que estabas sola y triste, y que solo por eso te podías matar? ¿Creíste que eras la persona más desdichada del mundo y que nadie jamás te iba a enten-der? ¡Fuiste lo bastante egoísta como para no preocuparte por las consecuencias de tus acciones! Fuiste lo suficientemente soberbia

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Humor

en

Pirulin, ¿por qué es unpayaso en blanco y negro?

¨Porque el arcoiris lo perdí después de esta botella.¨

¿Le parece que es un ejemplo para los pibes jugar con botellas rotas?

A la juventud le atraeel fuego y mis vidrios son muy maduros.

¡¡tenga cuidado!! mirecómo se ha cortado ya, sinobra social le saldrá caro...

No hay cortes mas dulces que las muertes que ya morí...

Y el vinito esta muy caro...

¡¡¡¡No te pierdas la proxima aventura con el loco Vargas en La Plata!!!!

G L

¨ AJES DE

OFICIO¨

2009

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Alambrados

A la diestra de tu tierra arrugados dos alambres,trigueña sombra natural que tamizan, limita artificiales contrastes, transparentes muros sonandamio de cuervos, de garras calladas bañadas en oro. Hacia el este abierto al rocío su pellejo, finge un llanto en los plomizos contornos hipócritas,mientras retorcido, se extravía un perverso reflejo de huesos. Dos alambres en su frío; se separan, se ríen, se engañansus glaciales púas, desangran cueros de corderos empañados de pueblo. Formas de oscura aleación. Sujetos, metales en toda humedad de luna enferman al final corroídos, oxidados. Tenaces lapachos huérfanos, les rozaron al oído:“Las lenguas leguas del viento, solo cardos agitaban al principio, huellas de luz”, y en su semilla atalaya silbaba la igualdad.Dos alambres, la luna, la noche, el oxido conductor…una brisa tenue, inadvertida, ah desgastado lentamente de frente las roscas ataduras,igual que de tierra sedientas raíces aniquilarán la historia.

Eduardo Egoscuadra

“(...) La ocasión es como el fierro,se ha de machacar caliente.”

Martín Fierro

Hernández, José, Martín Fierro, Buenos Aires, Editorial EUDEBA, 1962 (Cap. XXXII)*

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Polaroids

Para los estúpidos,que también se jactany se hacen llamarpterodáctilosy glorifican ataúdesy en sus sueñosno sueñanporque se comportansiemprecomo turistas japoneseso norteamericanos(1975)

la prisión -ahí-se multiplican las miradasuna, dos, mil, mil millonestodo lo capturantodo secanla publicidad mató al descansojugo de taradamuñequitas Hunter Energyla excitación(éxito)y ni se te ocurra limitarte a ser vos mismo(o sonreír autenticamente)y no fotograficamente¿que hará la Sony entonces?tal vez otra guerra(1975)

No querrás ser una Susanita¿porque ese nombre?si quiero ser una Susanitauna Susan Sontag(1975)

Fé(pillaje)Femenino(augurio)Llantén(labio, dios, baba)y caer y caer y caer(dejadme tranquilo en la selva)Veneno(cuarenta años)

Por una sola cosacambiaría la sensacióny el dolor ferhormonalpor una sola cosa los elefantes.

Amazona Magdalena

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Unodesonrisas

Si en algún momento la dama verde le sonrióNo quedan en él vestigios de sus besos.Hasta el mediodía se encuentra vital pero seDesploma cuando el sol se toma revancha de la nocheInalcanzables han de ser ya sus días de gloria,Que la pena le aflora y atolondra a másNo poder en este mediodía de otra persona;Que a pesar de todo se le quiebran las mejillasHacia arriba;Ese habitué de malos momentos sin envidia yCon resignación cae agobiado bajo el pesoDel mediodía de la otra persona.El día sólo le obsequia unos pocos plácidosMomentos; hora cuando el sol se cansa;Hora cuando el sol se levanta.Atolondrado por su despropósito palpa laSoledad en una cama siempre lista y paciente;No tiene muchos cuentos que contar niAgitaciones de amor que la agiten de vezEn cuando ; de su futura longevidad noDudamos, pero: ¿han de ser más años unaDemostración de vida de rosas?¿han de aparecer El y su cama en losLibros escritos por los vencedores?¿han de librarse batallas por él y su cama?¿han de socavar la producción huelgas enNombre de El y su cama?Un diccionario de una palabra,El día y la noche de un hombre y su cama. Juan Francisco Otero

[email protected]

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En la piel

Qué me quedaque sentarme a esperarcon las rodillas en una cueva.Qué me quedaque quedarme a espiardesde el adentro hacia afueray mirar y mirar y mirar..respirar respirar respirar.Ahora la luna mi lunaahora la piedra se vuelve mi pielmi velloMi olor se pega a la sombraacobijo un calor que sudoemano de mis pies toda mi femineidadpronta abrirmeal entero cuerpo que viene o ha de llegar.pronto.Qué más me quedaque todo lo que no puedo dejar de llevarQué más me quedade todo lo que soyLa bailarina se quedaquietael centro hacia el afuerael desgarroesperandoy a mí qué más me quedade todo lo que soy.una mujer.

Minervadelairewww.minervadelaire.blogspot.com

www.nudosjengibreanos.blogspot.com

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Horrorizarnos

Horrorizarnos,Enojarnos,Gritar;Mostrar los dientes y morder,Luchar,Ser inteligentes.Pensar,Leer,Luchar con nuestra sangre,Con nuestro cuerpo,Volvernos buenos. No sentir lastima ni compasión,Que un acto injusto nos lleve directo a la acción. Vivir es luchar yLuchar es ser libre.Solo siendo libres podemos intentar ser justosY solo siendo justosPodemos ver a la gente que nos rodea a los ojosEstando seguro de que no la estamos condenando. Hoy en día hay mucha falta de conciencia,Pero, ¿que puedo decir yo?Si solo yendo a la facultadEstoy abandonando a los que no tienen la oportunidad de terminar la escuela,Si solo comiendo Estoy abandonando a medio mundo,Lo se.

La idea no es para nada nueva,Millones de personas la pensaron antes.Muchos incluso, la escribieron o la dijeron.Pero lo que es lo grave:¿Cuantas habrán muerto Abandonadas por todos Tratando de demostrarla? Es el miedo de los pobresA lo que le deben sus riquezas los ricos. Reformulado como quierasPero la idea que subyaceNos culpa de todos modos.A los pobres, o, en otras palabras,A los que ven otro orden de las cosas, A los que anhelan otro orden de las cosas,Por si o por los demás,A los críticos,A los críticos feroces,A los justos.La misma idea podría ser dicha de otra forma: Es el miedo, la lastima y la compasión de los justos-auque esto sea una contradicción,Pues, no se puede ser justo solo en el

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pensamiento-A lo que deben sus injusticias los injustos. Y en efecto así es, Es el miedo, la lastima y la compasión Lo que nos paraliza,Lo que nos vuelven solo ojosY a lo que se deben Muchas más diferenciasDe las que estamos dispuestos a aceptar. Hay miedo, y es entendible, a la ligera,De radicalizar las propuestas.Pero como entenderlo, a ese miedo,Cuando nos damos cuentaDe que son nuestras vidasLas que se pasan mientras tanto.

vivir es pestañar, *Abrir los ojosY cerrarlosY ver.Somos por necesidadY por obligación,Estamos condenados.

No elegimos nacer.Ni donde, ni cuando.Apenas nos podemos forjar con lo que tenemos a manoY la vida es lo que hacemos,No existe un patrón,La vida no es ni existe.La vida es vivir.

Horrorizarnos II

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Y como nada se recompensa por una fuerza superior,Por lo menos no en este mundo que habitamos,Nada tiene sentido más allá de seguir pestañando. No sabemos de donde venimos Ni a donde vamosPero si en sabemos adonde estamos:Estamos acá ahora,En este mundo.Y sabemos también que la muerteNos desaparece, Sino por completo Por lo menos de este mundoQue es el que ahora nos importa. La vida, esta vida,Por lo tanto, no ofrece recompensaY a pesar de que es algo que tienta como punto de apoyo,Así es la realidad,La vida no ofrece recompensa. El mensaje es claro:Al entender la vida finita y sin sentidoSe valoriza el ahora, Es decir, lo que importa esta acá,En este mundo.Para lo demás Ya habrá tiempo de pensar. Siguiendo este paso, tenemos que entenderQue las acciones no deparan mejor o peor suerte por ellas mismasSino por su resultado,Lo cual se puede tomar de muchas formas de acción. Y acá nos chocamos con la vida.Es un llamado al movimiento.Si vemos otro orden de las cosasEs por que acciones humanasY nuestros sentidosNos pusieron en la circunstancia.Nada es natural.Nada se auto legitima.La historia es el resultado De acciones humanas.

Es fácil decirlo, entenderlo

Y creerlo;Pero hay algo que falla,Hay algo que nos falta.Por que de otra manera no se explica La situación del mundo que vivimos.Del-mundo-que-vivimos. Si la vida no tiene sentidoSi tiene al menos valor.Y el valor de la vidaEs el mismo para todas.¿Quien dice esto?Lo dice la justicia.Que no existe,Pero la pudimos inventar. Y la inventamos por que somos seres huma-nos. Y por que somos seres humanos Es necesario dejar de buscar tanto en el mas alláY empezar a buscar acá, mas cerca, en la tie-rra.Si la vida no tiene sentido, no lo tienen y ya.Pero nosotros somos seres humanos,Podemos inventarnos el sentido,Podemos inventar las palabrasY llenarlas de contenidos.Podemos decir utopíaY entender lo que decimos.Podemos educarnos. Y ese otro orden de las cosas que vemosQue no es por naturaleza ni mejor ni peorNi que se auto legitima,Será por lo menos El valor de nuestra vida.

-*vivir en minúscula en oposición a Vivir de HORRONIZARNOS.

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Horrorizarnos III

Optimismo utópicoQue nos queda cortoCuando te veo llegar, hermosa. Optimismo real sin embargo,Que hicimos nuestro.

Matias [email protected]

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Reflexiones sobre el (re)sentimiento

fumé El Capital varias veces. Me pongo un sobretodo lar-go, practico el aire ausente y despreocupado, leo a Cortázar, fumo cigarrillos (aunque no me gusta convidar), chicas, por favor, admiren mi sensibilidad, sobre todo cuando mi viejo se olvida de depositarme platita. Y sobre todo, soy tan libe-ral en el amor y en el sexo, pero solo yo ¿eh? A vos ni se te ocurra, vos sos mía. Como Juan Carlos Pelotudo, el personaje de Capusotto que quiere aprender a tocar la guitarra para ganar minitas, podríamos proponer a un muchachito de clase media prac-ticando el prestigio loco diciendo para sí “minitassss”. ¿Cuál es el inconveniente? Bien, pensemos en la diferencia entre el ardor, y el amor (abismal).

Paréntesis: El monstruito es tan perfecto que nos per-mite espacios alternativos, otorgándonos la ilusión de que pensamos por nosotros mismos. El monstruito todo lo abarca, absolutamente todo. La pregunta que debemos ne-cesariamente plantearnos es: ¿Hay posibilidad de emanci-pación? Como primera instancia, y, de ser posible ¿Cómo lograrlo? ¿Emancipación de o emancipación para? Creo que esta debe ser una de las preguntas fundamentales de la época contemporánea, donde convergen todas las discipli-nas y metodologías, desde la sociología, filosofía, psicología, pedagogías, por nombrar sólo generalidades.

“La libre elección de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos” (Herbert Marcuse)

Paréntesis II: Pensemos en la lógica cultural del ca-pitalismo, el posmodernismo, la infinita fragmentación de la realidad que hace imposible interpretarla, el auge de las luchas de las minorías, el olvido de la totalidad. ¿Totalidad?

Todos sentimos, involuntariamente e incluso contra nuestra voluntad. Cuando alguien decide sentir, ya sea por una impos-tura o por considerar al sentimiento un va-lor, y por lo tanto exhibirlo, ya no se puede hablar de sentimiento, sino de imitación de sentimiento. ¿Cuál es el inconveniente? La histeria. Durante la primera adolescencia, en plena erupción volcánica, vamos construyendo de a poco nuestra identidad, en parte, por oposi-ción a ese mundo adulto, a sus valores, reales o fantasmáticos, y tomamos consignas, dis-cursos, tópicos de identificación para marcar la diferencia. Esto es algo que las agencias de publicidad tienen muy bien trabajado, ya lo sabemos, y también sabemos que vivimos en al mundo de la imagen, que la adolescencia se extiende cada vez mas, y que estos factores se van retroalimentando y multiplicando, fil-trándose por todas las grietas posibles. Ya no se trata sólo de marcas o de moda, de zapatos y jeans o gorras, de cortes de pelo, de fumar cigarrillos para impresionar a nuestros ami-gos. Se trata básicamente del vaciamiento de las ideas, y la instalación de las consignas. La bien llamada Imagología. ¿Qué es la Imagología? Aquí lo entende-remos por lo siguiente: Las ideas reducidas a consignas, que en el imaginario colectivo responden a arquetipos de personalidad y hasta pensamientos de mundo. Me pongo una remera del Che, eso significa que me

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Si: poco a poco se ha olvidado algo funda-mental, el principio de toda crítica: que el hombre está alienado. Y comete esa verdu-ra. Si no partimos de eso, cualquier lucha (que no deja de ser legítima, claro) tiende al equilibrio del sistema, ya no se reclama por la injusticia inherente a la producción capitalista y todas sus consecuencias, si no a la integración de las minorías a ese siste-ma injusto, el de la explotación del hombre por el hombre, se pide la flexibilidad de las instituciones, la apertura democrática, pero no un cambio del sistema de producción que permite que un sector se enriquezca sin lími-tes, riqueza que se sostiene sobre la pobreza de otros. Y acá retomamos de a poco la si-tuación de vaciamiento de las ideas, para ser reemplazadas por las consignas, es decir, la esloganización del pensamiento. El gran obs-táculo que se presenta es la naturalización de la organización capitalista de la sociedad y la administración de sus bienes. Se ha ins-talado inconscientemente como el sistema más justo o al menos, potencialmente el más justo, como la evolución mas refinada de la organización social, que respeta las liberta-des individuales y fomenta la igualdad ante la justicia. Seguimos retomando y podemos mencio-nar a la industria cultural como motor ideo-lógico de esta incorporación sin negativas a la organización capitalista. No nos vamos a extender sobre este tema por ahora, pero podemos mencionar a la industria cinemato-gráfica norteamericana como el mas persua-sivo y carismático de los elementos, donde todo conduce a propagandas, groseras en su mayoría, de la American Way of Life, con un dólar y una buena idea llegarás lejos, el sexo puritano, la ética higiénica, la doctrina del trabajo, el bien y el mal, la posibilidad de la felicidad. Y así también, lo opuesto a eso.

Vamos con un ejemplo donde dialogan varias de las aris-tas antes mencionadas: la Imagología, la imitación del sen-timiento, la esloganización del pensamiento, el vacío:

Los sectores burgueses e ilustrados, estudiantes uni-versitarios, adhieren en su mayoría a la lucha por los de-rechos humanos, la memoria, la justicia y la verdad. Esto es totalmente legítimo y estimable. Es una demostración de conciencia y compromiso. Todos podemos observar las marchas por la aparición con vida de Julio López. El mos-cardón: durante el conflicto entre el sector agrofinanciero y el gobierno nacional por una ley de retenciones a la expor-tación de oleaginosas, estos sectores burgueses e ilustrados brindaron su apoyo actuando como base social del sector agro exportador, éste, a su vez, se sabe, dio apoyo al golpe de estado militar que desapareció a Julio Lopez por primera vez. Me pregunto si algunas de estas personas habrán he-cho una reflexión al respecto. Los eslóganes “Silencio K es igual a impunidad” o “30.001 desaparecidos” (este último, by Marian Grondona) ¿Qué esconden detrás? Cabe aclarar que desde esta humilde posición no se intenta ser juez ni parte de nadie, se trata de poder, poco a poco, desenmas-carar ciertos mecanismos. Una anécdota personal: cuando el gobierno decide enviar el proyecto de ley para que sea tratado en el congreso, una persona, supuestamente con-cienzuda y de heroicos valores, me dijo “¿Pero quién tiene la mayoría en el congreso? ¿Ves que la democracia no sirve para nada?”. Dejo que el lector se indigne solito. Entonces tal vez ciertas posturas, pensamientos, gustos, sentimientos, resentimientos, ropas, pulseras y peinados respondan a una construcción deliberada de la identidad, y carezcan de autenticidad. El mecanismo es el mismo en aquel que prefiera una cartera parisina y su anhelo mas preciado sea un BMW Mini-Cooper para satisfacer sus complejos de inferioridad, y aquel que prefiera practicar una meticulosa desprolijidad, hacer turismo etnográfico y abrigarse con una campera de piel de Llama para creerse pueblo. ¿Esnobismo de derecha y esnobismo de izquierda? Es lo mismo, son imposturas. Yendo un poquito mas: El mandato moral de Kant y la orden diarreica de Sade son lo mismo: imperativos.

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Citamos a Kundera, en la novela “La Inmortalidad”, acerca del homo sen-timentalis: “Lo cual no significa que el hombre que imita un sentimiento no lo sien-ta. El actor que desempeña el valor del vie-jo Rey Lear siente en el escenario, a la vista de todos los espectadores, la tristeza de un hombre abandonado y traicionado, pero esa tristeza se esfuma en el momento en que ter-mina la función. Por eso el homo sentimen-talis, que con sus grandes sentimientos nos avergüenza, acto seguido nos deja pasmados con una inexplicable indiferencia. “

Una cosa es marchar a la montaña con un fusil con la convicción de cambio, y otra muy distinta es hacerlo por estar enamorados de nuestra propia imagen de guerrilleros. La emancipación es una premisa fundamen-tal para poder develar nuestros ojos y pen-sar con lucidez, estratégicamente e incluso actuar con conciencia orgánica, lejos de be-rrinches adolescentes y caprichos imagoló-gicos autocomplacientes, de masturbaciones retóricas.

La emancipación supera a la libertad: la emancipación es la libertad de la voluntad. El inconveniente lo encontramos en todos los espectros, desde la política hasta el arte. Para ampliar el tema se recomienda la lec-tura de los autores asociados a la escuela de Fráncfort.

La igualdad precede a la libertad, y ésta exis-te en tanto se trate de la libertad de todos. Entonces, para el objetivo de una plena li-bertad, son necesarias ciertas renuncias a la libertad individual. En contraposición a esto tenemos la idea liberal de la libertad, que reduce la cuestión a la esfera privada. Vol-vemos sobre lo mismo: no se ve la totalidad. La lucha por la libertad queda reducida a la

“libertad de expresión”, que por supuesto es válida, pero tiende al equilibrio. Nos olvidamos de la igualdad. Claro que somos libres para elegir entre marcas de zapatillas, para escribir un blog, para elegir un estilo de vestimenta, para cambiar de canal, para no mirar Tinelli, para elegir en-tre Wal-Mart o Carrefour, para putear a Lanata o a Bonelli, para leer a Galeano, para ir a la feria a comprar velas, para tomar mate en la facultad, para fumar. ¡Vivimos en una co-munidad compuesta por individuos libres! ¿Y si pensamos mejor en una comunidad libre compuesta por individuos? Para esto es necesario problematizar la falsa igualdad que promueve la ideología liberal, el gran fraude epistemoló-gico que intenta convencernos de que las oportunidades son las mismas para todos. Tanto en la vereda de las per-sonas con cierta sensibilidad social como en los devotos del darwinismo social que exigen libertad para enriquecerse sin límites, y cuando la sociedad estalla de perturbación, re-claman a gritos la presencia del estado, pero un estado que vigile a su favor y cuide de sus intereses.

Para aterrizar un poco de esta densidad, lo que se tra-tó, dificultosamente de exponer, fueron ciertas reflexiones, fragmentadas, acerca de la posibilidad de no ser atravesa-dos por la industria, por el mercado, es decir, la posibilidad emancipación. Y, queda para un trabajo serio y riguroso, tratar los espacios que se presentan como alternativos a los tiempos capitalistas, y que en realidad son concesiones del monstruito para absorberlos y terminar haciendo de eso, primero un espacio de consumo, y luego dejarlo hecho tri-zas, reducido a imágenes publicitarias, a consignas. ¿Hay alguna manera de zafar? Lo mas probable es que no. Pero sí tenerlo en cuenta, no negarlo. Encender el radar, ser serios y consecuentes. Asumir nuestra ignorancia y contradicción debe ser un logro, negándolo sólo se resta, si nos conside-ramos demasiado importantes para defender nuestro (re)sentimiento, nos convertimos en obstáculos, incluso hasta llegamos a ser base social de los sectores mas recalcitrantes y fascistas de la realidad nacional.

Facundo J. [email protected]

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Entrevista a Patricia Coto

económico. No sé si es ese el problema, de no pensar-lo como una ocupación. Incluso cuando se piensa en talleres literarios, no se lo piensa como en el caso de los escultores o de los pintores, a mí eso es lo que me llama la atención, pintores que pueden hacer veinte bocetos y nunca son una obra, son bocetos, son ensa-yos, y nosotros no pensamos la poesía como ensayo.

Yo lo pensaba por el hecho de que uno, si se dice escritor desde el primer momento en que empieza a escribir, eso que escribe tiene otra altura, habla de cierto compromiso, de volver sobre el texto, de reescribirlo. Si uno se dice escritor, se compromete con lo que hace.

Vos fijate que hay dos términos, escritor y poeta. Es muy raro que quien es poeta diga de sí mismo que es escritor. Me acuerdo que, hace años, había muerto un hombre en un tiroteo de la policía y cuando hablaban de su profesión, decían que era poeta. Una cosa que llamaba la atención, porque es muy raro que se plan-tee de alguien que su actividad o su modo de vida es la poesía.

En tu Libro de Navegación ha-blás del lugar de la escritura, el lugar del escritor y su compro-miso. Yo pensaba en el hecho de llamarse escritor. Si cuando uno empieza a escribir, si ya desde ese momento debe llamarse escritor.

En el grupo Los Albañiles nos gustaba tratar ese tema. Es una cosa muy curio-sa porque, en general, en todas las acti-vidades artísticas, la persona que pinta suele decir, soy pintor; el que hace es-cultura, suele decir, soy escultor; pero es muy raro que alguien, sobre todo en poesía, que diga, soy escritor. Aun cuan-do realice esa actividad de una manera continua, puede inclusive llegar a vivir de la literatura y no harán que él diga, soy escritor. No sé cuál es la cave, es de-cir, si no lo sentimos como un trabajo, con sueldo, con todas las cargas que tie-ne un trabajo y si es pensado como una actividad que está fuera de un circuito

“Si la literatura a mí no me mueve para hacer algo, no sirve para nada. Si no hay un cambio en mi interior, no pasa nada”. En las palabras de Patricia Coto

emerge la fuerza del lenguaje, su capacidad para transformar, para crear. Fuerza que instaura espacios como éste, como Tropos; lugares donde la expre-sión no es sólo expresión, lugares donde la comunicación es la piedra de toque

para que la palabra se desnude ante un cuerpo de resonancias.Marcos Illiarra

Quiero agradecer a Patricia por su cálido recibimiento y a Javier Bibiloni por sus ideas para esta entrevista.*

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Claro. También entra en juego la idea de legitimación de los me-dios, de los medios gráficos, la idea de llegar a la publicación, la difusión, de que todos lo vean a uno como escritor. Creo que eso es lo que hace a muchos decir escri-bo, pero no soy escritor.

Es decir, todavía no estoy en un circui-to de grandes autores y tal vez uno nun-ca llegue. Es como si hubiera dos ver-siones muy fuertes, por ejemplo, la feria del libro. Cuando empezó, era del autor al lector, había muchas ediciones de au-tor y muchas editoriales chicas, todo era mucho más “artesanal”. Ahora, no son ni siquiera las grandes editoriales, son las grandes distribuidoras. Ha cambia-do tanto el panorama de la literatura, que incluso a mí me alarma cuando es-cucho “mi agente literario me aconsejó escribir sobre tal tema”. ¿Qué situación se ha dado que pueda hacer que una per-sona escriba con un tema fijo o se le de un tema?

Además, lo que son esos espacios de legitimación. La revista Ñ, por ejemplo. El suplemento ADN de La Nación.

Revistas que pertenecen a medios muy importantes, y en las que aparecen, por ejemplo, en la sec-ción de poesía de la Ñ, aparecen poemas con falta de recursos, sin metáforas. En cambio, en otros espacios, por ejemplo, la otra vez fui a un recital de poesía y ahí sí, había un trabajo sobre el poema, se privilegiaban los distintos for-

matos, había poemas chiquitos en cada mesa, en los que los autores jugaban con el ritmo, cosa que se ha dejado de lado, en fin, se da la existencia de distintos espacios.

Un circuito comercial por un lado y un circuito ar-tístico por el otro. A veces se encuentran, a veces no y cuando se da esa divergencia, ahí perdimos. Cuando se da como poesía o como novela o como cuento cosas que no lo son.Que no se toma conciencia de que son espa-cios de legitimación.

Yo, cuando veo cosas así, vuelvo a pensar, Góngora murió inédito. Cómo se divulgó su obra en forma de manuscrito o en forma oral hasta que, en un momento dado, alguien lo recopiló y lo publicó. Esa idea,¿no?, de que en el siglo que viene alguien nos va a publicar y va a rescatar lo poco o mucho que uno pueda hacer.

Cómo se rescatan los autores, por ejemplo Góngora por la generación del 27.

Sí. Cuando uno ve cosas de Miguel Hernández, cómo recupera a Góngora. Qué fuerza había en esa poesía para trascender.

lo se resta, si nos consideramos demasiado importantes para defender nuestro (re)sentimiento, nos convertimos en obstáculos, incluso hasta llegamos a ser base social de los sectores mas recalcitrantes y fascistas de la realidad nacio-nal.

-Quisiera terminar con la lectura de un poe-ma que habla de los distintos oficios de la poesía: La poesía tiene un oficio o un carna-val de oficios / antes de la muerte. / Puede ser un hombre en un umbral, / un soldado del ho-rizonte, / una constelación en el centro justo del mar, / cuando empieza la desesperanza y / los relojes se mueren. / Puede ser una vieja en viejas cocinas, / un sacerdote en un templo crujiente, / un viajero que perdió mapas y va-

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valijas. / La poesía todo trabaja y a todo se anima / mientras una olla hierve en un rincón, / lejos de la inundación y de la lluvia. La poesía, sobre todo como viene la mano, pasa a ser la cenicienta de la lite-ratura, cada vez hay menos difusión en poesía. Recién hablábamos de los suple-mentos literarios y hay muy poco. Aho-ra, se habla un poco más por el tema este de Benedetti.

El lugar desde donde se la rescata,¿no?

Claro, no por el poema en sí. Yo me río mucho con los chicos en la secun-daria, cuando un les plantea si les gus-ta la poesía y me dicen que no. Les tiro una letra de una canción de rock y es un poema. No todas, pero hay canciones de rock que son poemas impecables, enton-ces aparece esto de “ustedes dicen que no leen, pero la poesía está”. Lo bueno de la poesía es eso, como una mancha de aceite se mete y, por hay, aparece en un aviso publicitario, en una canción de rock o en esta recuperación que se hace ahora del tango, por ejemplo de Homero Manzi, un poeta tradicional. Habrá que tener la esperanza de pensar que se va a seguir filtrando y va a seguir un poco con ese espíritu de mancha de aceite que lo va tiñendo todo.

Sí querés leer la entrevista entera

entrá a revistatropos.blogspot.com

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Patricia Coto es profesora en Letras y poeta platense. Ha participado de los grupos literarios Latencia, Contrastes y Los Albañiles. Entre sus libros de poesía se encuentran: Libro del vigía (1978), Libro de la memoria (1981), Libro del espejo ardiente (1985), Libro de la frontera (1992) y Libro de navegación (2003). También publicó un ensayo sobre narrativa tradicional, De narradores populares y cuentos folklóricos argentinos (1988).

Marcos Illiarra

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Los Pájaros Perdidos.

Humor

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¿Quiénes Somos?

UTOPIA es una agrupación independiente que trabaja abriendo espacios de discusión, participación y pensamiento colectivo. Nacimos de la necesidad de generar un espacio político distinto. Luchamos cotidianamente por una universidad pública, gratuita, popular, de excelencia, científica, con una concepción humanista, latinoamericanista y antiimperialista.Este colectivo constituye una herramienta para lograr esos objetivos, bajo la forma de construcción democrática y participativa, en donde cada uno decide y es parte de la planificación y realización de todas las actividades que hacemos. Sostenemos que la mejor forma de conocer a alguien es por lo que hace y no por lo que dice de sí mismo. [email protected]

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