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1 TRINIDAD I La revelación del Dios Uno y Trino 1. El conocimiento de Dios 2. Revelación del único Dios vivo y verdadero en el Antiguo Testamento 3. Revelación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en el Nuevo Testamento II Formulación dogmática trinitaria y desarrollo teológico 4. Formulaciones prenicenas del misterio divino 5. La divinidad del Hijo y el Concilio de Nicea 6. La divinidad del Espíritu Santo y el Concilio de Constantinopla 7. Tres planteamientos teológicos clásicos: San Agustín, Ricardo de san Víctor, Tomás de Aquino 8. Formulaciones sintéticas III Visión sistemática 9. Condiciones del lenguaje teológico 10. Unidad y unicidad de Dios 11. Tres personas, un solo Dios 12. Dios y el mundo Referencias bibliográficas CICat nn.198-278; 683-747. DzH nn. 10; 71-72; 75-76; 112-115; 125; 150-151; 153-155.162-176; 188.192-194; 284; 470; 501; 525-532; 800.804-807; 850; 1300.1302; 1330-1331. PAULO VI, Credo del pueblo de Dios, 30.06.1968. ARIAS REYERO, M., El Dios de nuestra fe. Dios uno y trino, CELAM, Bogotá 1991. AUER, J., Dios uno y trino, Herder, Barcelona 1988 2 . CODA, P., Dios uno y trino. Revelación, experiencia y teología del Dios de los cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 1993, CORDOVILLA PÉREZ, Á., El misterio de Dios trinitario. Dios-con-nosotros, BAC, Madrid 2012. _____, «El misterio de Dios», en ID. La lógica de la fe. Manual de Teología Dogmática, Universidad Pontificia Comillas, Madrid 2006, 89-169. COURTH, F., Dios, amor trinitario, Edicep, Valencia 1994. FERNÁNDEZ, A., Teología Dogmática. Curso fundamental de la fe católica, BAC, Madrid 2009, 215-383. FERRARA, R., El misterio de Dios: correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca 2005. GRESHAKE, G., El Dios uno y Trino. Una teología de la Trinidad, Herder, Barcelona 2000. KASPER, W., El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 2011. LADARIA, L., El Dios vivo y verdadero, Secretariado Trinitario, Salamanca 2010 4 . MÜLLER, G.L., Dogmática. Teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona 1998, 227- 253; 391-477. MATEO-SECO, L., El Dios uno y trino, EUNSA, Pamplona 2002 2 . PIKAZA, X., Enchiridion Trinitatis. Textos básicos sobre el Dios de los cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 2005. ROVIRA BELLOSO, J.M., Tratado de Dios uno y trino, Secretariado Trinitario, Salamanca 1993 3 .

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TRINIDAD

I – La revelación del Dios Uno y Trino 1. El conocimiento de Dios 2. Revelación del único Dios vivo y verdadero en el Antiguo Testamento 3. Revelación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

II – Formulación dogmática trinitaria y desarrollo teológico 4. Formulaciones prenicenas del misterio divino 5. La divinidad del Hijo y el Concilio de Nicea 6. La divinidad del Espíritu Santo y el Concilio de Constantinopla 7. Tres planteamientos teológicos clásicos: San Agustín, Ricardo de san Víctor, Tomás

de Aquino 8. Formulaciones sintéticas

III – Visión sistemática 9. Condiciones del lenguaje teológico 10. Unidad y unicidad de Dios 11. Tres personas, un solo Dios 12. Dios y el mundo

Referencias bibliográficas

CICat nn.198-278; 683-747. DzH nn. 10; 71-72; 75-76; 112-115; 125; 150-151; 153-155.162-176; 188.192-194; 284;

470; 501; 525-532; 800.804-807; 850; 1300.1302; 1330-1331. PAULO VI, Credo del pueblo de Dios, 30.06.1968.

ARIAS REYERO, M., El Dios de nuestra fe. Dios uno y trino, CELAM, Bogotá 1991. AUER, J., Dios uno y trino, Herder, Barcelona 19882. CODA, P., Dios uno y trino. Revelación, experiencia y teología del Dios de los cristianos,

Secretariado Trinitario, Salamanca 1993, CORDOVILLA PÉREZ, Á., El misterio de Dios trinitario. Dios-con-nosotros, BAC, Madrid

2012. _____, «El misterio de Dios», en ID. La lógica de la fe. Manual de Teología Dogmática,

Universidad Pontificia Comillas, Madrid 2006, 89-169. COURTH, F., Dios, amor trinitario, Edicep, Valencia 1994. FERNÁNDEZ, A., Teología Dogmática. Curso fundamental de la fe católica, BAC, Madrid

2009, 215-383. FERRARA, R., El misterio de Dios: correspondencias y paradojas, Sígueme, Salamanca

2005. GRESHAKE, G., El Dios uno y Trino. Una teología de la Trinidad, Herder, Barcelona 2000. KASPER, W., El Dios de Jesucristo, Sígueme, Salamanca 2011. LADARIA, L., El Dios vivo y verdadero, Secretariado Trinitario, Salamanca 20104. MÜLLER, G.L., Dogmática. Teoría y práctica de la teología, Herder, Barcelona 1998, 227-

253; 391-477. MATEO-SECO, L., El Dios uno y trino, EUNSA, Pamplona 20022. PIKAZA, X., Enchiridion Trinitatis. Textos básicos sobre el Dios de los cristianos,

Secretariado Trinitario, Salamanca 2005. ROVIRA BELLOSO, J.M., Tratado de Dios uno y trino, Secretariado Trinitario, Salamanca

19933.

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Cuestionario

1. Distingue y relaciona la capacidad natural humana de conocer a Dios y la que resulta de la fe como respuesta a la Revelación.

2. Señala los principales atributos del Dios revelado en el Antiguo Testamento. 3. Comenta el contenido teológico de la revelación del “nombre” de Dios en el Antiguo

Testamento. 4. Describe el dinamismo de la revelación trinitaria en la persona de Jesús de Nazaret. 5. Comenta la perspectiva trinitaria del bautismo del Señor y de su transfiguración. 6. Indica y comenta dos fórmulas trinitarias del Nuevo Testamento. 7. Ejemplifica la primitiva fe trinitaria de la Iglesia con dos autores prenicenos. 8. Identifica los diversos modos como el Concilio de Nicea define la divinidad del Hijo. 9. Comenta la fórmula pneumatológica del Concilio de Constantinopla, poniendo en evidencia

la naturaleza de su argumentación y señalando las peculiaridades de su lenguaje. 10. ¿En qué consiste la analogía psicológica de la Trinidad propuesta por san Agustín? 11. ¿Dónde radica la originalidad del planteamiento trinitario de Ricardo de san Víctor? 12. ¿Cuál es la principal aportación de santo Tomás de Aquino a la teología trinitaria? 13. Formula sintéticamente el dogma trinitario. 14. Explica el uso clásico en la teología trinitaria de los términos hipóstasis o persona, esencia,

relación, atributo, propiedad, apropiación, procesión, misión y perijoresis. 15. Describe la especificidad del lenguaje teológico al referirse al misterio divino. 16. De cara a las formulaciones incorrectas del misterio divino, comenta la relevancia de la

unidad y unicidad de Dios. 17. Presenta orgánicamente una teología de Dios Padre. 18. Explica teológicamente la generación eterna del Hijo. 19. Describe las características personales del Espíritu Santo. 20. ¿De qué manera la comunión intratrinitaria puede ser un referente teológico para la

antropología? 21. Señala los alcances y límites de las palabras “naturaleza” y “persona” utilizadas para hablar

de Dios. 22. Emite un juicio teológico sobre la crítica al monoteísmo como fuente de violencia. 23. Señala las orientaciones teológicas de dos autores modernos o contemporáneos al abordar

el misterio trinitario. 24. De cara al secularismo contemporáneo, argumenta sobre la plausibilidad de la acción de

Dios en la historia humana.

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Guión

I – La revelación del Dios Uno y Trino

Introducción. CICat 234: “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central

de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente

de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más

fundamental y esencial en la ‘jerarquía de las verdades de fe’”. Ante todo, consiste en

la afirmación del Dios único, y en su reconocimiento como Dios Padre, Hijo y Espíritu

Santo.

1. El conocimiento de Dios

Es posible identificar dos modos distintos, aunque vinculados, de conocer a Dios. El

que corresponde a la razón natural, desde la cual se alcanza la afirmación de la

existencia de Dios y algunos de sus atributos (tradicionalmente a partir de la triple vía

positiva, negativa y eminente de la analogía), y el que corresponde a la revelación.

Ambos niveles se complementan y orientan mutuamente. “Dios, principio y fin de

todas las cosas, puede ser conocido con certeza a partir de las cosas creadas con la luz

natural de la razón humana... Plugo, sin embargo, a su sabiduría y bondad revelarse a

sí mismo y los decretos eternos de su voluntad al género humano por otro camino, y

éste sobrenatural... Es, ciertamente, gracias a esta revelación divina que aquello que

en lo divino no está por sí mismo más allá del alcance de la razón humana, puede ser

también conocido por todos, incluso en el estado actual del género humano, sin

dificultad, con firme certeza y sin mezcla de error alguno” (Dei Filius, cap. 2).

Es necesario, sin embargo, reconocer que aún alcanzado cierto conocimiento de Dios,

ni lo agotamos ni le anulamos su carácter trascendente y misterioso. Dios sigue siendo

el Deus absconditus (Is 45,15), incluso dentro del conocimiento que llegamos a tener

de Él.

No es necesario contraponer a un “Dios de la fe” de un “Dios de los filósofos”. Con

todo, es verdad que el lenguaje metafísico que se desgaja del conocimiento natural es

pertinente en cuanto muestra la radicalidad del pensamiento humano de cara al

sustento radical del ser y a la trascendencia, pero también puede resultar distante. La

revelación nos presenta ante todo a un Dios que se da a conocer y se involucra con el

hombre, el Dios vivo y relacionado con el hombre, no sólo presente como Creador,

sino como quien sostiene en la existencia el universo y actúa providencialmente en el

decurso de la historia humana.

El lenguaje de la Revelación y de la Tradición es normativo para el discurso cristiano

sobre Dios. Pregunta: 1. Distingue y relaciona la capacidad natural humana de conocer a Dios y la que resulta

de la fe como respuesta a la Revelación.

2. Revelación del único Dios vivo y verdadero en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento nos da cuenta ya de la intervención de Dios en la historia

revelándose al pueblo de Israel, haciendo de él su pueblo e involucrándose

salvíficamente con el devenir de su historia.

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Es posible identificar la maduración que Israel fue viviendo de su propia fe, que le

exigió una permanente confrontación con la idea politeísta y henoteísta que dominaba

en su entorno. Israel logra identificar el vínculo profundo de Yahveh con ellos como

“su” Dios, y también lo reconoce como el único Dios vivo y verdadero. Delante de él,

todos los demás son ídolos (Cf. Sal 115).

La Alianza establece el vínculo fuerte de Dios con su pueblo. Ellos lo viven con la

obediencia de la Ley y del Culto, y reciben la promesa de la tierra y la descendencia.

Todas las instituciones de Israel y el ritmo de su vida se relacionan con Dios. Se

verifica a nivel colectivo y personal.

Se trata del Dios único. La revelación a Abraham contiene ya la afirmación fuerte del

monoteísmo. El pueblo elegido debe atender continuamente el llamado profético a

mantenerse fieles. Sólo a Él deben amar (Dt 6,4-5).

La historia completa del pueblo es interpretada a partir de la fidelidad con Dios. Para

ello se emplean hermosas figuras, como la de un esposo o una madre. Los profetas

desarrollan una continua misión de convocación a rechazara la idolatría y volver a la

fidelidad.

El Dios vivo es el Creador, del que proviene todo el universo. La vida, particularmente

la humana, brota de su propio aliento, de modo que Él es su dueño. Al mismo tiempo,

es el Dios que actúa en la historia y toma partido por su pueblo.

El Dios de Israel es un Dios compasivo y misericordioso, fiel y veraz. Su paso ante

Moisés presenta una hermosa síntesis de los atributos divinos del Antiguo Testamento:

“Señor, Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y

fidelidad” (Ex 34,5-6).

De particular densidad es la revelación del nombre de Dios que recibe Moisés. El más

genérico “el” se perfila como Yahveh, el que es. El término ha conocido diversas

interpretaciones, desde la evasión de una respuesta hasta la lectura metafísica del

existente en sí mismo. El sentido más original debe entenderse en referencia a la

fidelidad divina (es el Dios que ha estado con los padres y que seguirá estando con su

pueblo, salvándolo). CICat 206-207: “Este Nombre Divino es misterioso como Dios

es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre propio,

y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente por encima

de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su

Nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres. Al revelar

su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de siempre y para

siempre, valedera para el pasado ("Yo soy el Dios de tus padres", Ex 3,6) como para

el porvenir ("Yo estaré contigo", Ex 3,12). Dios, que revela su Nombre como ‘Yo soy’,

se revela como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo”.

De tal manera se considera relevante el Nombre, que los judíos no lo pronuncian.

La trascendencia de Dios hace que se hable también de determinadas mediaciones

(palabra, espíritu, sabiduría, ángel), que servirán como base para la explicitación de

las tres divinas personas. Algunas figuras misteriosas (“hagamos” en la creación: cf.

Gn 1,26, y los tres ángeles que visitan a Abraham: cf. Gn 18,1-16) pueden tener una

explicación en su sentido literal, pero no dejan de ser sugestivas imágenes que

anuncian la Trinidad.

Yahveh es el mismo Dios del Nuevo Testamento, pero conocido en profundidad.

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Pregunta: 2. Señala los principales atributos del Dios revelado en el Antiguo Testamento.

Pregunta: 3. Comenta el contenido teológico de la revelación del “nombre” de Dios en el Antiguo

Testamento

3. Revelación de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

Jesús revela plenamente el misterio divino. Lo hace con su presencia al interno de la

tradición judía, manteniendo la afirmación monoteísta, pero aportando la novedad

trinitaria. Toda la acción de Cristo, realizando el plan salvífico de Dios, manifiesta

también la verdad íntima de su misterio.

Dios es presentado como Padre de nuestro Señor Jesucristo. Jesús personalmente tiene

con el Padre una peculiar familiaridad, y al mismo tiempo permite a los discípulos

participar de esa intimidad. Es el Padre providente, dispuesto al perdón, que ama a los

hombres. CICat 240: “Jesús ha revelado que Dios es ‘Padre’ en un sentido nuevo: no

lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, que

recíprocamente sólo es Hijo en relación a su Padre: ‘Nadie conoce al Hijo sino el

Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera

revelar’ (Mt 11,27)”.

Jesús mismo se presenta con una autoridad inusitada, que pronto el mismo Nuevo

Testamento, en particular a partir de su resurrección, plasmó en el culto a Él como

Señor. Predica con autoridad, ejecuta signos portentosos, perdona los pecados, llama

a los discípulos de modo peculiar y forma en torno a Él un nuevo pueblo. Su autoridad

se manifiesta en la particular intimidad que tiene con Dios como su Padre, en la

corrección de la Ley apelando a su principio, pero también en el conocimiento que

tiene de las personas y en la eficacia sobre las fuerzas de la naturaleza. Como portavoz

autorizado del Reino termina por ser reconocido como divino, en particular a partir de

su resurrección de entre los muertos.

Además de revelar al Padre, Jesús anuncia el Espíritu Santo. Si en el corpus lucano

conocemos al Espíritu guiando a Jesús y a la Iglesia en el decurso de su historia, en

Juan somos testigos de su revelación solemne, tanto al presentárnoslo como el origen

del agua viva en el corazón del creyente (Jn 7,37-39) como al prometerlo como

paráclito (cf. Jn 15,26-27; 16,7-15). Las cartas apostólicas nos indicarán que por el

Espíritu Santo se proclama a Dios como Padre y se reconoce el señorío de Cristo (cf.

Ga 4,6; 1Co 12,3).

Las narraciones evangélicas contienen varias imágenes trinitarias. Destacan los

episodios del bautismo (cf. Mc 1,9-11 par) y de la transfiguración (cf. Mc 9,2-8 par),

en donde encontramos teofanías que presentan un carácter trinitario.

La fe trinitaria se fue perfilando con más claridad, especialmente en fórmulas de

diversos tipos que tenemos dispersas en el Nuevo Testamento. Las hay breves de

carácter binario y ternario, narrativas y de profesión. Se articulan también de manera

más compleja en la predicación apostólica, himnos y tejidas en torno a discursos. Es

posible mencionar Mt 28,19-20; 2Co 13,13; 1P 1,1-2; 1Co 12,4-11; Ef 1,3-14;57 Ef

4,4-6. Pregunta: 4. Describe el dinamismo de la revelación trinitaria en la persona de Jesús de Nazaret.

Pregunta: 5. Comenta la perspectiva trinitaria del bautismo del Señor y de su transfiguración.

Pregunta: 6. Indica y comenta dos fórmulas trinitarias del Nuevo Testamento.

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II – Formulación dogmática trinitaria y desarrollo teológico 4. Formulaciones prenicenas del misterio divino

En continuidad con la maduración del Nuevo Testamento, integrando tanto la línea

joánica como la paulina, los primeros padres de la Iglesia (Clemente Romano, Ignacio

de Antioquía) buscan caminos para expresar el misterio de Dios.

Ante las objeciones presentadas a la fe cristiana, los apologetas (Justino) buscan

medios de expresarla y explicarla.

Ireneo de Lyon logra una síntesis brillante en clave histórico-salvífica.

Al igual que él, Tertuliano presenta la regula fidei consistente precisamente en la

profesión de fe trinitaria, y junto con Orígenes va delineando un vocabulario técnico

para referir el misterio de Dios.

Desde este período se identifican las orientaciones heréticas que pueden darse en la

doctrina trinitaria: el subordinacionismo (entender en distinto grado la divinidad de las

personas), el sabelianismo (entender la diferencia de las personas sólo como modos de

presentarse), el triteísmo (la ruptura de la unidad sustancial).

Pregunta: 7. Ejemplifica la primitiva fe trinitaria de la Iglesia con dos autores prenicenos.

5. La divinidad del Hijo y el Concilio de Nicea

Buscando garantizar la absoluta monarquía divina, el alejandrino Arrio plantea un

esquema en el que el Hijo es entendido como una creatura, la primera y más noble de

todas las creaturas, pero finalmente creatura.

Contra él, Alejandro de Alejandría, Atanasio de Alejandría y el Concilio de Nicea

formulan la divinidad del Hijo precisando aún más el lenguaje trinitario.

Se distingue el origen propio de la creación del eterno origen del Hijo respecto al

Padre, de modo que el Padre no está nunca sin el Hijo. El credo niceno habla entonces

del Hijo “engendrado no creado”. No proviene de la nada, sino de la ousía del Padre.

La palabra “engendrado” se entiende como una realidad eterna. Contra el

subordinacionismo, se le reconoce “Dios verdadero de Dios verdadero”, y la diferencia

respecto a la creación se subraya al decir que todo fue hecho por Él. Para expresar esta

verdad, se introduce una expresión no bíblica, “homousios”, con la que se buscaba

subrayar la igual condición divina respecto al Padre. Su uso no fue fácilmente

aceptado, debido a que podía entenderse en sentido sabeliano, es decir, confundiendo

a la persona del Hijo con la del Padre.

De hecho, la condenación del arrianismo en el concilio emplea la palabra “hypostasis”

como sinónimo de “ousía”.

Pregunta: 8. Identifica los diversos modos como el Concilio de Nicea define la divinidad del Hijo.

6. La divinidad del Espíritu Santo y el Concilio de Constantinopla

En torno al Concilio de Constantinopla, los padres capadocios (Basilio Magno,

Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa) enfrentan una nueva versión del arrianismo

en el planteamiento de Eunomio. Para él, lo esencial de Dios es el no tener principio,

y dado que el Hijo tiene su principio en el Padre, no puede considerársele divino. La

refutación de Eunomio fortalece la reflexión sobre los términos usados para hablar de

Dios.

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En este mismo tiempo se desarrolla la herejía macedoniana (pneumatómacos), que

niega la divinidad del Espíritu Santo, entendiéndolo más bien como una fuerza desde

la que se eleva la alabanza al Padre. Los capadocios desarrollan una teología que

articula la pneumatología y da base a las formulaciones del Credo del Concilio de

Constantinopla.

El lenguaje propiciado en este momento es más bien litúrgico y soteriológico. Al igual

que Cristo, el Espíritu Santo es reconocido como “Señor”, identificándose lo propio

de su acción como “Vivificador”. Si el plan de Dios incluye la divinización del

hombre, y esta obra la lleva a cabo el Espíritu Santo, debe reconocérsele como divino.

En la liturgia, se le distingue no sólo como principio que mueve a los creyentes a dirigir

su alabanza al Padre, sino que Él mismo recibe también la glorificación (“recibe una

misma adoración y gloria”). No deja de recordarse su función desde el Antiguo

Testamento (“habló por los profetas”). Para hablar de su origen respecto al Padre, se

toma la expresión joánica “procedente”.

El desarrollo occidental añadió a la fórmula constantinopolitana la participación del

Hijo en la procesión del Espíritu Santo (“filioque”). Las iglesias ortodoxas rechazan

esta expresión, subrayando al Padre como fuente única de la divinidad. Ellos sólo

aceptan la intervención del Hijo en el plano económico, no en el teológico. No

obstante, la expresión debe considerarse legítima y razonable (cf. CICat 248).

Pregunta: 9. Comenta la fórmula pneumatológica del Concilio de Constantinopla, poniendo en

evidencia la naturaleza de su argumentación y señalando las peculiaridades de su lenguaje

7. Tres planteamientos teológicos clásicos: San Agustín, Ricardo de san Víctor, Tomás de Aquino

Son muchos los autores que a lo largo de la historia de la Iglesia han consagrado su

esfuerzo reflexivo a exponer el misterio de la Trinidad (Teología). Su servicio permite

a la comunidad alcanzar cierta comprensión de su fe, suscitando la admiración y

precisando el lenguaje.

Entre los padres de la Iglesia destaca san Agustín, quien consciente de que la obra de

la Creación no podía sino llevar la huella de Dios, identifica en el espíritu humano su

imagen y semejanza, de modo que de alguna manera la comparación de las divinas

personas con la estructura antropológica superior puede acercarnos a su comprensión

(doctrina psicológica de la Trinidad). Identificando en distintas triadas las funciones

superiores del alma, las refiere a las tres divinas personas (por ejemplo, mens, notitia,

amor; memoria, intelligentia, voluntas).

Entre los autores medievales, Ricardo de san Victor elabora una propuesta original

basada en el amor, señalando al Padre como el Amante, al Hijo como el Amado y al

Espíritu como el Condilecto.

Una de las más poderosas síntesis del pensamiento cristiano la elabora Tomás de

Aquino, a propósito del misterio trinitario. Asume en notable equilibrio las doctrinas

anteriores a él, y argumenta señalando lo absoluto y lo relacional en Dios. Destaca en

particular su identificación de la “persona” en Dios como “relación subsistente”.

Pregunta: 10. ¿En qué consiste la analogía psicológica de la Trinidad propuesta por san Agustín?

Pregunta: 11. ¿Dónde radica la originalidad del planteamiento trinitario de Ricardo de san Víctor?

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Pregunta: 12. ¿Cuál es la principal aportación de santo Tomás de Aquino a la teología trinitaria?

8. Formulaciones sintéticas

A lo largo de la historia, la Iglesia ha buscado establecer fórmulas que expresen de

mejor manera el misterio trinitario.

En su carta a Dionisio de Alejandría, Dionisio de Roma llama a la monarquía divina

“la enseñanza más venerable de la Iglesia” (DzH 112), denunciando tanto el tritesísmo

como el sabelianismo. Un concilio romano presidido por el mismo Dionisio señala:

“Esta es, pues, la salvación de los cristianos: que creyendo en la Trinidad, es decir, en

el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, y bautizados en su nombre, creamos sin

duda alguna que ella es una sola divinidad y potencia, majestad y sustancia” (DzH

176).

Los sínodos toledanos elaboran fórmulas semejantes. El primero: “Creemos en un solo

Dios verdadero, Padre, Hijo y Espíritu Santo… Que este Dios es único y única es la

Trinidad de su nombre divino. Que el Padre no es el Hijo, sino que tiene un Hijo que

no es el Padre. Que el Hijo no es el Padre, sino que es el Hijo de Dios… Que existe

también el Espíritu Paráclito, que no es ni el Padre ni el Hijo, sino que procede del

Padre…” (DzH 188). Particularmente luminoso es el décimo primero (cf. DzH 525-

532).

Semejante a éste, el Quicumque, que en su apartado trinitario dice lo siguiente: “Esta

es la Fe Católica: que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad.

Ni confundimos las personas, ni separamos las substancias. Porque otra es la persona

del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo: Pero la divinidad del Padre y del

Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria, es coeterna su majestad. Como el

Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el

Espíritu Santo. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo. Eterno

el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres eternos, sino

uno eterno. Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno increado y uno

inmenso. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el

Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente. Como es

Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres dioses,

sino un Dios. Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo. Y,

sin embargo, no tres señores sino un Señor. Porque, así como la verdad cristiana nos

compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor,

así la religión católica nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores. Al Padre nadie

lo hizo: ni lo creó, ni lo engendró. El Hijo es sólo del Padre: no hecho, ni creado, sino

engendrado. El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni

engendrado, sino procedente de ellos. Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no

tres Hijos, un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nada es

primero o posterior, nada mayor o menor: sino todas la tres personas son coeternas y

coiguales las unas para con las otras. Así, para que la unidad en la Trinidad y la

Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo antes. Quien quiere salvarse,

por tanto, así debe sentir de la Trinidad”.

Junto con estas fórmulas y a través de discusiones teológicas, se perfiló también un

lenguaje técnico que puede considerarse clásico. CICat 251: “Para la formulación del

dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de

nociones de origen filosófico: ‘substancia’, ‘persona’ o ‘hipóstasis’, ‘relación’, etc. Al

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hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo,

sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio

inefable, ‘infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida

humana’”.

CICat 252: “La Iglesia utiliza el término ‘substancia’ (traducido a veces también por

‘esencia’ o por ¿naturaleza’) para designar el ser divino en su unidad; el término

‘persona’ o ‘hipóstasis’ para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su

distinción real entre sí; el término ‘relación’ para designar el hecho de que su distinción

reside en la referencia de cada uno a los otros.

Pedagógicamente, la doctrina tomista de la Trinidad se solía recoger en la fórmula: en

Dios distinguimos una naturaleza, dos procesiones, tres personas, cuatro relaciones y

cinco nociones. Es decir: la naturaleza divina; la procesión del Hijo y del Espíritu

Santo (a las que, en el plano económico, corresponden las dos misiones); las personas

del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; las relaciones de Paternidad, Filiación,

Espiración activa y Procesión (espiración pasiva); las nociones de Innascibilidad,

Paternidad (exclusivas del Padre), Filiación (exclusiva del Hijo), Espiración Activa

(común del Padre y del Hijo) y Espiración Pasiva (exclusiva del Hijo).

Entre los términos técnicos, destacan:

o Naturaleza, esencia o substancia: con ello se indica lo que Dios es, la divinidad.

o Persona, hipóstasis: con ello se indica la distinción en Dios, señalando al Padre,

al Hijo y al Espíritu Santo.

o Relación: con ello se indica la referencia entre las divinas personas. Tres de

ellas son “subsistentes”, en cuanto constituyen a las personas (Paternidad,

Filiación, Espiración pasiva).

o Procesión: con ello se indica que el Hijo y el Espíritu tienen como fuente al

Padre.

o Perijóresis: con ello se indica la común participación de la esencia o vida

divina, de modo que, sin dejar de ser cada divina persona quien es, la presencia

de una conlleva la presencia de las otras.

o Atributo: con ello se indica una perfección que podemos predicar de Dios.

o Propiedad personal: con ello se indica una realidad que compete a una sola

persona.

o Apropiación: con ello se indica una acción o propiedad que, aunque en sentido

estricto compete a las tres divinas personas, por pertinencia pedagógica se

predica de una de ellas (así, del Padre la Creación, del Hijo la redención, del

Espíritu la Santificación).

Pregunta: 13. Formula sintéticamente el dogma trinitario.

Pregunta: 14. Explica el uso clásico en la teología trinitaria de los términos hipóstasis o persona,

esencia, relación, atributo, propiedad, apropiación, procesión, misión y perijoresis.

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III – Visión sistemática 9. Condiciones del lenguaje teológico

CICat 42-43: “Dios transciende toda criatura. Es preciso, pues, purificar sin cesar

nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes,

de imperfecto, para no confundir al Dios ‘que está por encima de todo nombre y de

todo entendimiento, el invisible y fuera de todo alcance’ (Liturgia bizantina. Anáfora

de san Juan Crisóstomo) con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras

humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios. Al hablar así de Dios, nuestro

lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente a Dios mismo,

sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es preciso recordar, en

efecto, que ‘entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que la

desemejanza entre ellos no sea mayor todavía’ (Concilio de Letrán IV: DS 806), y que

‘nosotros no podemos captar de Dios lo que Él es, sino solamente lo que no es, y cómo

los otros seres se sitúan con relación a Ël’ (Santo Tomás de Aquino, Summa contra

gentiles, 1,30)”. Agustín: “Si lo comprendieras, no sería Dios” (Sermones, 52,6,16).

CICat 237: “La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios

escondidos en Dios, ‘que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto’

(Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser

trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento.

Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a

la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el

envío del Espíritu Santo”.

Para hablar adecuadamente del misterio divino, el cristiano es orientado por el lenguaje

mismo de la Revelación, y el que la Tradición ha ido acuñando y ha demostrado ser

pertinente para hablar de Dios. Manteniendo una crítica prudente ante la evolución de

los términos, habrá de realizar una tarea de explicación y aún de reformulación, cuando

sea necesario, pero de tal manera que la continuidad de la fe resulte evidente.

Pregunta: 15. Describe la especificidad del lenguaje teológico al referirse al misterio divino.

10. Unidad y unicidad de Dios

“Si Dios no es único, no es Dios” (Tertuliano, Adv. Marc. 1,3).

CICat 200: “La confesión de la unicidad de Dios, que tiene su raíz en la Revelación

Divina en la Antigua Alianza, es inseparable de la confesión de la existencia de Dios

y asimismo también fundamental. Dios es Único: no hay más que un solo Dios: ‘La fe

cristiana cree y confiesa que hay un solo Dios [...] por naturaleza, por substancia y por

esencia (Catecismo Romano, 1,2,2)”.

Al confesar que Dios es uno y único, es posible reconocer también algunos de sus

atributos. “Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verdadero Dios,

inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu

Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente

simple (Concilio de Letrán IV: DS 800)”. Reconocemos tanto los atributos negativos

de Dios, que lo contrastan con el mundo, como los positivos, que ven en él en grado

eminente los trascendentales.

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La afirmación de Dios tiene repercursiones espirituales, morales y pastorales. La fe en

el único Dios se convierte en el imperativo de adorarlo y amarlo sobre todas las cosas

(cf. Dt 6,4; Mc 12,29), reconociendo su majestad, viviendo en acción de gracias,

confiando en Él, y como derivación reconociendo la unidad y dignidad de todos los

hombres y usando bien de todo lo creado (cf. CICat 222-227). Esta certeza

fundamental es el centro de toda acción eclesial.

Desde la profesión de fe en el único Dios y su acción en el mundo se reconocen como

errores el ateísmo, el deísmo, el politeísmo, el panteísmo y el agnosticismo.

Pregunta: 16. De cara a las formulaciones incorrectas del misterio divino, comenta la relevancia de

la unidad y unicidad de Dios.

11. Tres personas, un solo Dios

Contra cualquier planteamiento triteísta o societario de Dios, afirmamos que la fe en

la Trinidad no desdice la fe en el único Dios. CICat 253: “La Trinidad es una. No

confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial"

(Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten

la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: ‘El Padre es lo

mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo

que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza’ (Concilio de Toledo XI,

año 675: DS 530). ‘Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la

substancia, la esencia o la naturaleza divina’ (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS

804)”.

La unidad de Dios no niega la distinción real en Dios. CICat 254: “Las Personas

divinas son realmente distintas entre sí. ‘Dios es único pero no solitario’ (Fides

Damasi: DS 71). ‘Padre’, ‘Hijo’, ‘Espíritu Santo’ no son simplemente nombres que

designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: ‘El que es

el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es

el Padre o el Hijo’ (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí

por sus relaciones de origen: ‘El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado,

y el Espíritu Santo es quien procede’ (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La

Unidad divina es Trina”.

La explicación de la distinción se desprende de la relación entre las divinas personas.

CICat 255: “Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las

Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las

relaciones que las refieren unas a otras: ‘En los nombres relativos de las personas, el

Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin

embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree

en una sola naturaleza o substancia’ (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En

efecto, ‘en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas’ (Concilio

de Florencia, año 1442: DS 1330). ‘A causa de esta unidad, el Padre está todo en el

Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo;

el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo’ (Concilio de Florencia, año

1442: DS 1331)”.

Una teología del Padre habrá de presentar su persona como amor abismal, fontal y

fundamental, donación y entrega originaria e ilimitada, referente último y sentido

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último de toda realidad. De acuerdo con el Evangelio, el fiel vive en plena confianza

en Él, conociendo la riqueza de su misericordia y su indulgencia. La imagen

“masculina” de su paternidad, aunque en algunos puntos es vinculante en su lenguaje,

no debe entenderse como una orientación única ni identificada sexualmente. Respecto

a las otras dos divinas personas, se entiende como su eterno origen radical, fuente por

lo tanto de la alteridad y de la comunión. Respecto al mundo, como punto de partida

trascendente de su existencia y fin definitivo. De Dios proviene toda paternidad. Su

radical misterio lo identifica como “incomprensible”, pero dado a conocer

precisamente en el Hijo.

Una teología del Hijo habrá de reconocer que en Dios se da una filiación como un

“absoluto” desde el principio, Vida y Luz, identificando en Él una alteridad amable (el

Hijo amado) y la cifra de comunicación de Dios (la Palabra). Su existencia podrá ser

explicada como acogida y recepción. Lo caracterizará la mediación y el lugar central,

la obediencia y la expresión. Él es quien se encarna, quien hace ver al Padre, quien

dona al Espíritu Santo. “En el principio ya existía el que es la Palabra, y la Palabra

estaba con Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1). “A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios

unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). “Él

es el reflejo de la gloria [de Dios], Él sostiene el universo con su palabra poderosa”

(Hb 1,3). “Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; Él es anterior

a todo y todo se mantiene en él” (Col 1,15.17).

Una teología del Espíritu Santo habrá de formularse en la clave de comunión, como

simultáneo darse y recibir, como vitalidad, como unión, como perfección, como

persona-don. En el orden salvífico, de él proviene el llamar a Dios “Padre” y reconocer

a Jesús como “Señor”. De él, en particular, se habla como gracia increada. Agente de

cristificación, hace presente al Verbo en la encarnación, en las unciones sacramentales,

en la Eucaristía, en los procesos santificadores. A nivel eclesial, Él integra en la

comunión lo diverso e impulsa el dinamismo misionero.

Pregunta: 17. Presenta orgánicamente una teología de Dios Padre.

Pregunta: 18. Explica teológicamente la generación eterna del Hijo.

Pregunta: 19. Describe las características personales del Espíritu Santo.

12. Dios y el mundo

En sus acciones ad extra, las divinas personas operan en común. CICat 258: “Toda la

economía divina es la obra común de las tres Personas divinas. Porque la Trinidad, del

mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y

misma operación (cf. Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). ‘El Padre, el

Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio’

(Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada Persona divina realiza

la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo

Testamento (cf. 1 Co 8,6): ‘Uno es Dios [...] y Padre de quien proceden todas las cosas,

Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en

quien son todas las cosas (Concilio de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo,

las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que

manifiestan las propiedades de las personas divinas”. Así, la economía divina da a

conocer la propiedad de las personas divinas y su única naturaleza (cf. CICat 259).

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Expresado con una fórmula célebre de Karl Rahner, que, sin embargo, requiere sus

matices: “La Trinidad económica es la inmanente”.

Abordamos a continuación una serie de temas y de quæstiones disputatæ, que

enriquecen la perspectiva sintética.

A nivel antropológico, el misterio de la Trinidad no deja de ser una pista sugestiva

para reflexionar sobre el hombre, y el hombre para reflexionar sobre la Trinidad. La

teología de la “imagen y semejanza” resulta sumamente sugestiva. El planteamiento

personalista del siglo XX ha sabido nutrirse también de la doble línea de la “identidad”

y la “relación” como constitutivas del ser personal para profundizar en la naturaleza

humana.

Al señalar la naturaleza social del ser humano, habrá que ser cautelosos en el atribuir

a Dios un modelo societario, que derrape en el triteísmo. Será preferible hablar de la

comunión trinitaria como referente para la comunidad humana (amistad, familia,

iglesia), y no decir que la Trinidad es la “comunidad perfecta”.

Entre los términos desarrollados por la teología trinitaria destacan “naturaleza” y

“persona”. Ellos, de hecho, en la historia de las ideas, se desarrollaron en referencia al

cristianismo. Sin embargo, su propia evolución las ha distanciado de su sentido

original. “Naturaleza” entendida como la creación no significa lo mismo que

“sustancia” o “esencia”. “Persona” incluye actualmente la consideración de una

subjetividad, lo que en Trinidad daría pauta también para conceptos triteístas. Las

propuestas, sin embargo, para sustituir las palabras, han sido insuficientes, exigiendo

más explicaciones en vez de aclarar el significado. En el estado actual, parece más

conveniente mantener el uso de las palabras, realizando sobre ellas una adecuada

catequesis, que recuerde el sentido imperfecto y analógico de los términos humanos

referidos a Dios.

Los monoteísmos han sido acusados en tiempos recientes de justificar el desorden

ecológico por considerar al hombre el centro de la creación, y también de ser violentos

debido a su pretendido pensamiento único. En realidad, ninguno de los dos conceptos

corresponde al sentido original de la fe cristiana. En los aspectos que esta denuncia sea

cierta, habrán de servir como indicativos para una corrección profética.

Entre los autores del siglo XX, destaca en Trinidad la propuesta trascendental de Karl

Rahner, quien acuñó el célebre axioma: “La Trinidad económica es la inmanente y

viceversa”. Mientras la primera frase del axioma corresponde a la visión clásica del

cristianismo, la segunda compromete la diferencia entre Dios y el mundo. De cualquier

manera, su pensamiento fue una fuerte provocación para la reflexión teológica. Por su

parte, Hans Urs von Balthasar elaboró una sugestiva propuesta de la Trinidad,

siguiendo la presentación estético-dramática-lógica de Dios en su objetivo acontecer

histórico.

Nuestra cultura oscila entre un moderno secularismo militante, que tendió a orillar a

Dios fuera del ámbito público de la existencia humana, y un posmoderno pensamiento

líquido, que quita en su relativismo todo sustento definitivo a la realidad. La teología

cristiana habrá de prestar en nuestro tiempo el servicio de recordar el fundamento

radical y el sentido último de la realidad en Dios, a la vez que a proponer desde su

profesión teísta un horizonte de plenitud y realización para el hombre en la santidad y

en la comunión con Él.

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Pregunta: 20. ¿De qué manera la comunión intratrinitaria puede ser un referente teológico para la

antropología?

Pregunta: 21. Señala los alcances y límites de las palabras “naturaleza” y “persona” utilizadas

para hablar de Dios. Pregunta: 22. Emite un juicio teológico sobre la crítica al monoteísmo como fuente de violencia.

Pregunta: 23. Señala las orientaciones teológicas de dos autores modernos o contemporáneos al

abordar el misterio trinitario.

Pregunta: 24. De cara al secularismo contemporáneo, argumenta sobre la plausibilidad de la

acción de Dios en la historia humana