Trekking Marruecos con Huwans

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El HUNDO 1 SEPTIEMBRE 2013 www .ocholeguas.com VIAJES 133

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Artículo de El Mundo sobre un trekking en el atlas con www.huwans.es

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El HUNDO 1 SEPTIEMBRE 2013 www.ocholeguas.com

VIAJES 133

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UEVA YORK. La ciudad de los rascacielos atesora increíbles espacios verdes

ENOTURISMO. Escapadas con sabor a vino por las principales denominaciones de origen de nuestra geografía

NUEVA ZELANDA. Exploramos Abel Tasman, la reserva natural más accesible de las antípodas

ARRUEC Una aventura por el Alto Atlas, a caballo entre la nieve y la arena, para explorar el mundo perdido de los bereberes y sus tradiciones

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2 VIAJES EL MUNDO. MARTES 24 DE SEPTIEMBRE DE 2013

11111111111 El v. AJE llll m m fllllm rrm n1•m lllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll

10 IMPRESCINDIBLES la aventura. El entorno natural. el contacto humano y la inmersión en otras costumbres y culturas es la

esencia de este viaje y lo que lo convierte en una aventura enriquecedora. Ha de tenerse en cuenta que el nivel de confort a veces es básico, pero por ello también la experiencia resulta genuina. Además, ayuda a mantener la mente abierta para este viaje fuera de lo convencional y ba~ado en el intercambio y los momentos compartidos.

El equipaje. Nada de maletas rígidas. Mejor un petate o mochila de trekking que no supere los 15

kilos. Las mulas portarán el grueso de la carga, pero no hay que abusar de ellas.

El material. Ya se sabe, botas de montaña, ropa cómoda para las caminatas, forro polar para las

noches frías, gafas de sol, gorra y cantimplora. También es útil una linterna o frontal para las noches en las que se duerme en campamento o se hace vivac.

Por si acaso. Se recomienda llevar un botiquín personal con tiritas, analgésicos y los medicamentos

que el viajero precise normalmente. También repelente de mosquitos y crema de alta protección solar.

la gastronomía. Es uno de los puntos fuertes. Nada reconforta tanto como un delicioso almuerzo marroquí

después de una dura marcha. Las comidas, siempre con recetas tradicionales, resultan variadas y abundantes, con platos calientes y productos frescos.

Antes de que caiga la noche, las jalmas se tienden a los pies de este Imponente macizo que cuenta con algunas de las cumbres más altas del norte de A frica. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: CRISTINA CANOEL

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MARR U E(QS Entre la cumbre del Toubkal y las inmediaciones del Sahara, esta cordillera despliega un paisaje prehistórico, salpicado de poblados bereberes donde la vida late como antaño

El ALTO ATLAS, ESE MUNDO PERDIDO

NOELIA FERREIRO Caminar bajo un sol cegador por los pliegues de la montaña, atibo­rrarse a dátiles a la sombra de un algarrobo, cargar las mulas, com­partir una velada con una familia bereber, saborear un té a la menta en una jaima cercana a las estre­llas, hasta donde llega mitigado el canto del muecín desde los solita­rios poblados del valle.

Tan próximo y tan distante, Ma­rruecos esconde una naturaleza prehistórica a pocos kilómetros de Marrakech. Un mundo perdido en el Alto Atlas y urdido con sus pai­sajes, sus gentes y sus costumbres. Es el mundo al que pertenece Has­sun , el guía de montaña que va 1ln h ndo paso por los cerros y co­l! u lo , mi11ntras desgrana la cultu­' 1 "' h 1111 i 1 del lugar, los matices d t 1 ,, 1!111" ón, reafirmándose en

11 111 11 11 1"" • 11 territorio aislado, v• 1 ' hostil , que a menu-

do pasa desapercibido en el con­junto de su país y que es, sin em­bargo, la espina dorsal que moldea su geografía. Porque Marruecos, más .allá de la vorágine de las me­dinas con aroma a espe.cias y a piel curtida; y más allá de sus encala­dos pueblos marineros amtados por el Atlántico, es también ese otro exótico portal de entrada a África alfombrado de paisajes líri­cos que descienden desde las cor­dilleras hasta los oasis del desierto.

Avanzar por esta serranía es su­mergirse en el silencio y la senci­llez de las pequeñas cosas, dejando atrás cualquier idea de lo que lla­mamos civiliZación. En este rincón del mundo tan próximo a nuestro ajetreo de tuits y whatssaps, los pi­cos nevados acercan aire fresco a las aldeas que cuelgan de la pen­diente, las casas se construyen con la roca y la arcilla extraídas de la tierra, y los lugareños seleccionan las hierhas silvestres pnra preparar

remedios medicinales y tintes na­turales para las alfombras.

Por ello no sólo iniciamos un trekking por uno de los tramos más bellos del Alto Atlas. Empren­demos también un paseo por la tra­dición bereber, y con ello, un fasci­nante retorno a la vida tal como fue en sus inícios. La vida que late intacta a poco más de dos horas de casa.

En el rocoso valle de Ourika da comienzo la caminata por este de­safiante macizo al que los berebe­res bautizaron como Idraren Dra­ren (montaña de montañas). El Al­to Atlas, que es en realidad una subcordillera del Atlas, constituye la cadena montañosa más alta del norte de África y también, porqué no, una de las más imponentes del mundo.

Así lo asegura Hassan nada más iniciar la travesía, poco antes de explicar que estos picos escarpa­dos que, a lo largo de mil kilóme-

tros, atraviesan Marruecos en dia­gonal, conforman también una ba­rrera natural, e incluso climática, entre las costas mediterráneas del norte y las arenas del Sabara del sur. El Alto Atlas se despliega des­de las cumbres blancas del Yebel Toubkal, el pico más alto, hasta las gargantas verticales del Dadés y el Todra. Y en el camino alterna la ro­ca volcánica cortada por los fríos y los vientos; los riscos inhóspitos salpicados de cultivos diminutos; y los valles verdes, como auténticos oasis, donde crecen casi de milagro olivos, membrillos, almendros y nogales. Más allá ya todo será in­mensidad árida, la antesala del ma­yor desierto del mundo ...

La vida bereber Poco después de partir, las mulas se quedan atrás. Lógico, si se tiene en cuenta que sobre sus lomos se ha cargado y amarrado el equipo logistico del viaje: las mochilas de los caminantes, las tiendas de cam­paña con sus colchonetas, la comi­da y el agua, los aperos de cocina, la carpa estilo bereber ... Toda una casa a cuestas para estos animali­tos tercos y resistentes que pueden soportar hasta 120 kilos de peso, razón por la que en algunos tramos son el único medio capaz de lidiar con las cabriolas del terreno.

No es el caso en este momento, aún en las faldas, donde el trekking se hace suave y pausado para dis­frutar del panorama. Porque en es­ta zona, todavia baja, merece la pe­na caminar despacio a la vera de

las acequias rebosantes de agua fresca, aspirando las ráfagas de la­vanda y tomillo que llegan de no se sabe dónde y sorteando los retorci­dos enebros. Sólo así se hace más llevadero el ascenso hasta los 1.600 metros por el puerto de Tazgart, en dirección al primero de los desti­nos: el pintoresco pueblo de Tas­selt, donde aguarda la convivencia con una familia bereber.

Comienzan entonces las prime­ras muestras de vida en el Alto Atlas. Pequeñas aldeas que se afe­rran tenazmente a las laderas con un perfil tan cobrizo como el de la tierra. Casas humildes de adobe y caña que lucirían mimetizadas con el entorno de no ser por sus puer­tas pintadas de azul, como manda la costumbre de esta etnia que, só­lo en Marruecos, constituye el60 por ciento de la población.

Y comienza también el desfile de escenas cotidianas. Mujeres que acarrean sobre la espalda enormes fardos de forraje para alimentar el ganado; hombres con un séquito de ovejas que entorpecen el paso por los caminos polvorientos; ni­ños que exhiben sus raídas camise­tas del Bar¡;a a la salida de la es­cuela eoránica; niñas que se arre­molinan en tomo a estos forasteros que trastocan su rutina, tendiendo hacia ellos, como un reclamo, sus manitas dibujadas de henna.

Así se avanza poco a poco, al pa­so de estos pequeños poblados congelados en el pasado. Más tar­de, cuando el hambre aceche, ha­brá que hacer un alto para desean-

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El agua. Aunque suele ser potable, se emplearán pastillas purificadoras para prevenir percances. Las

aldeas no disponen de agua corriente, con lo que habrá que extraerla de una fuente.

la integración. Acompañar durante unos días a una familia bereber es una oportunidad fantástica para

experimentar otros modos de vida. Nada como intercambiar sonrisas, hablar con ellos a través de gestos o con la traducción del guía y ayudarles con sus quehaceres.

El respeto. Los bereberes son conservadores en la indumentaria y esto ha de tenerse en cuenta.

Durante el Ramadán no pueden comer ni beber hasta la caída del sol, pero esto no afecta a los viajeros.

Con los niños. A menudo se acercarán a saludar, formando una algarabía inocente. Es muy tentador

regalarles caramelos, pero se aconseja no hacerlo para no incitar a malas costumbres. Mejor ofrecérselos a los padres.

la responsabilidad. De todos depende el logro de un viaje respetuoso con las personas y con el

medio ambiente. Por ello, además de las precauciones con residuos y basuras, los caminantes dispondrán de un jabón de aceite de argán fabricado por una cooperativa local de mujeres, y que no contamina. Es un detalle que refleja el espíritu de Huwans, que desde hace 30 años predica y practica un turismo responsable. El viajero vive una experiencia distinta y permite a las poblaciones locales beneficiarse de su visita . •

sar bajo unos olivos espigados, mientras el equipo se toma su tiempo en preparar el almuerzo, y las mulas, liberadas por un rato de su carga, pastan para recuperar f4erzas. Es el momento del ajetreo de las cazuelas en pleno campo, a cielo abierto, pero con la misma profesionalidad que en un restau­rante Michelin. Una sopa o harira, con sus garbanzos y habichuelas; una colorida ensalada de tomate, pepino, pimiento y remolacha; y un exquisito guiso de verduras y

CONTRASTE. Más allá de la vorágine de medinas con aroma a especias y de los pueblos marineros del Atlántico, este pars es también ese otro exótico portal de entrada a Atrica alfombrado de paisajes lrricos que descienden desde las cordilleras hasta los oasis del desierto

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El azul de las puertas, como marca la tradición bereber, es el único color discordante en las aldeas cobrizas que trepan por las laderas.

keftas, que son albóndigas de car­ne picada mezcladas con hierbas y especias. De postre, fruta, dátiles y un tiramisú bereber preparado con esmero por Alí, el amo de los pu­cheros.

Después de semejant manjar, claro, cuesta reemprender la cami­nata, pero apenas queda un último trecho por el valle de Ait Bousaid hasta llegar a Tasselt. Un tramo que el guía Hassan aprovecha para contar curiosidades del Alto Atlas. Por ejemplo, que hasta hace muy poco era un territorio olvidado, con caminos de herradura impractica­bles para el común de los mortales, a excepción, por supuesto, de los bereberes que -rie Hassan, seña­lando a sus pies- suben y bajan las montañas sin más calzado que unas chanclas de goma.

Hasta que llegó la primera carre­tera que atravesó la región y que fue construida a principios del si­glo XX sobre el puerto de Tizi n'Test. Entonces el senderismo, que antes era dominio exclusivo de escaladores profesionales que se enfrentaban al Toubkal (4.167 me­tros) o al Mgoun (4.068 m), pasó a estar al alcance de todos los nive­les, incluido éste que nos ocupa.

En Tasselt la familia recibe a los caminantes con la algarabía de una fiesta. Cuatro besos de bienvenida, el té con menta de rigor y un aperi­tivo de pan recién horneado para untar con aceite de oliva, mante­quilla casera y miel extraída de las flores silvestres. En la mesa acom­paña Houcine, el padre, y Jamaa, la madre, mientras Wardia, la hija mayor, prepara las dependencias de la casa: el patio emparrado don­de tendrán lugar las comidas; las habitaciones provistas tan sólo de alfombras y cojines donde tender­se; las letrinas y el hamman, que nunca falta en las casas marro-

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IJJjjJJIJIJ El V 1 AJE llililii!]Jiilllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll fllTil nJ lllllllllllllllllllllillllllllJillllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll quíes, pues es costumbre darse es­tos baños de vapor que eliminan la piel muerta al menos una vez en semana. Nada de agua corriente, ni mucho menos, qué irrisorio, de co­bertura para el móvil.

Tasselt es el típico pueblo bere­ber del Alto Atlas, encaramado a una colina y rodeado de pastos y cultivos. Una imagen bucólica, sí, pero que tal vez contrasta con esa otra idea romántica que retrata a los bereberes como gentes nóma­das que, envueltas en sus turban­tes, cruzan el desierto en camello. Cierto es su origen comerciante: fueron ellos quienes abrieron las antiguas rutas entre el África Occi­dental y el África Subsahariana, y también los responsables de llevar al norte aquellos productos desco­nocidos, exóticos, procedentes de más allá del Sahara.

Pero hoy los bereberes, que son herederos de una lengua antiquísi­ma y de una cultura milenaria, vi­ven de manera sedentaria. Y su quehacer fundamental es la prácti­ca de una agricultura de subsisten­cia, principalmente en Marruecos y Argelia. En estas laderas extrema­damente fértiles han desarrollado durante generaciones unos siste­mas de riego en canales que les permite aprovechar el agua de los ríos y arroyos para cultivar sabro­sas frutas y hortalizas. Luego cada familia tiene una vaca, algunas ca­bras y ovejas, y un puñado de galli­nas. Nada más. Lo necesario para comer todos los días, para vivir por y para la tierra.

Los días siguientes transcurrirán integrados en la vida cotidiana de esta familia bereber. Hay mucho que hacer desde bien temprano en

la mañana y cada cual tiene sus funciones asignadas. Ayudar a Wardia con la siega, en pleno apo­geo de la cosecha; subir a por agua a la fuente del pueblo, acompaña­dos por las pequeñas de la casa, Salima y Jadja, que con tan solo cinco y siete años cargan a sus es­paldas aparatosos bidones de diez litros; amasar el pan con Jamaa, de cuya cocina emana ya el olor al ri­co cous-cous que ha preparado pa­ra el almuerzo.

Alturas de vértigo En otras épocas del año habrá que eliminar también las malas hierbas del huerto, o preparar las zonas pa­ra la trilla, o recolectar los frutos secos, o acumular la leña con la cu­al habrá que calentarse durante el duro invierno El tiempo, definitiva­mente, tiene otros parámetros en este rincón del Alto Atlas. La des­pedída de esta encantadora familia incluye cantos del folclore bereber y cálidos abrazos. Pero aguarda la recta final: la ascensión hasta una altura de 2.100 metros, donde se instalará la jaima y el campamento.

Por el valle de Ait Inzal comien­za el espectáclilo de los robles y las adeHas que irán dejando paso a los matojos espinosos de las grandes latitudes, donde los picos se alzan repentinamente hasta alcanzar al­turas de vértigo. Aquí también ha­bita la fauna propia del Alto Atlas: águilas reales, quebrantahuesos y alimoches que planean sobre las rocas peladas. Y también muflones y serpientes pequeñas y asustadi­zas porque las más grandes, cuen­ta Hassan, son cazadas para las exhibiciones de la caótica Djemaa el-Fna de Marrakech. En las aldeas

los bereberes, que dejaron hace tiempo de ser nómadas del desierto, practican una agricultura de subsistencia.

Cómo llegar: La compañía Ryanalr (www.ryanair.com) tiene vuelos baratos a Marrakech desde varias ciudades españolas. El viaje: La agencia

Huwans ofrece el programa 'Encuentros y momentos compartidos bereberes', de 8 días, para grupos de 5 a 15 personas. Una ruta de senderismo moderado por el Alto Atlas, acompañados por un guía local y por mulas que llevan el equipo.

Dormir y comer: En casa de una familia bereber, en campamento o haciendo vivac, todo organizado por Huwans. Las comidas son preparadas por un cocinero durante el 'trekking' y por la propia familia bereber. Más información: Tfno: 91372083 y en www.huwans.es

de Tichki y A'it Ali se montarán las tiendas de campaña para las dos últimas noches del viaje. En medio de grandes pastos y con fastuosas vistas a los valles. En estas cum­bres donde la vegetación desapare­ce habrá que conformarse con los colores minerales de la tierra: el ro­jo intenso del hierro, el verde del óxido de cobre.

Después, con la oscuridad noc­turna, alumbrados ya sólo por el bríllo de la luna, será un buen ejer­cicio calcular la distancia que nos separa del cielo, mucho menor que . la que nos aleja de ese otro mundo nuestro dominado por el ruido y por la prisa.