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FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007 - 1 - ROSA FALCÓN Buenos tardes. Sólo agradecer la presencia de Álvaro Pombo hoy entre nosotros, en el Foro Complutense, en esta tarde llena de palabras con la que comenzamos el ciclo de “Escritores en la biblioteca”. Quiero agradecer también a Dámaso López porque fue una idea suya desde el comienzo invitar a Álvaro. Bienvenidos a esta nueva edición del Foro, en un año muy literario. Hemos preparado un programa heterogéneo, con diversos autores, periodistas, poetas, cineastas también, directores de cine, guionistas, y espero veros a menudo durante todo el invierno. Muchísimas gracias. Y cuando quieras, tienes la palabra. DÁMASO LÓPEZ Rosa, muchísimas gracias por tus palabras de inauguración de este nuevo ciclo, nuevo año (...). Yo voy a ser muy breve porque aquí lo que nos interesa y lo que nos reúne hoy es escuchar las palabras que nos va a dedicar Álvaro Pombo. ¿No se oye? Voy a gritar. Lo más importante que he dicho hasta ahora es bienvenidos y buenas tardes, eso sí lo repito y es lo que debe quedar. Lo siguiente es que inauguramos año e inauguramos ciclo (...) y también de Álvaro Pombo hoy. Soy de cierta manera el responsable indirecto, porque el directo es él porque fue el que pidió que (...) aquí, a fin de cuentas. Pero resulta que esto parece que lo hubiéramos pensado para hablar de la última novela de Álvaro Pombo, y no es así, está pensado hace prácticamente un año, y, curiosamente, (...) porque había leído una novela llena de santanderinismo que era La ventana norte, y todavía no habíamos acabado de comentar esta novela y de aprovechar todos esos rincones y todos esos sabores y ya había otra novela, y ahora cuando ya (...) recibe nada menos que el premio Planeta, es decir, que esto ha sido un cresccendo, desde el momento en que decidimos invitar a Álvaro Pombo, resulta que él mismo se ha encargado de que (...) sean progresivamente más contundentes y más atractivas. La verdad es que (...) la literatura de Álvaro Pombo, que es lo que nos reúne aquí hoy, yo creo que es una de esas cosas que han ido con el tiempo creciendo en inmensidad, en interés, en calidad, en público, y yo creo que eso es en parte o de una manera fundamental porque los mundos que crea en sus libros (...), porque su prosa no deja sin analizar ningún rincón de los (...) humanos, porque tiene (...) análisis de las

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FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007

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ROSA FALCÓN

Buenos tardes. Sólo agradecer la presencia de Álvaro Pombo hoy entre nosotros,

en el Foro Complutense, en esta tarde llena de palabras con la que comenzamos el ciclo

de “Escritores en la biblioteca”. Quiero agradecer también a Dámaso López porque fue

una idea suya desde el comienzo invitar a Álvaro.

Bienvenidos a esta nueva edición del Foro, en un año muy literario. Hemos

preparado un programa heterogéneo, con diversos autores, periodistas, poetas, cineastas

también, directores de cine, guionistas, y espero veros a menudo durante todo el

invierno. Muchísimas gracias. Y cuando quieras, tienes la palabra.

DÁMASO LÓPEZ

Rosa, muchísimas gracias por tus palabras de inauguración de este nuevo ciclo,

nuevo año (...). Yo voy a ser muy breve porque aquí lo que nos interesa y lo que nos

reúne hoy es escuchar las palabras que nos va a dedicar Álvaro Pombo. ¿No se oye?

Voy a gritar. Lo más importante que he dicho hasta ahora es bienvenidos y buenas

tardes, eso sí lo repito y es lo que debe quedar.

Lo siguiente es que inauguramos año e inauguramos ciclo (...) y también de

Álvaro Pombo hoy. Soy de cierta manera el responsable indirecto, porque el directo es

él porque fue el que pidió que (...) aquí, a fin de cuentas. Pero resulta que esto parece

que lo hubiéramos pensado para hablar de la última novela de Álvaro Pombo, y no es

así, está pensado hace prácticamente un año, y, curiosamente, (...) porque había leído

una novela llena de santanderinismo que era La ventana norte, y todavía no habíamos

acabado de comentar esta novela y de aprovechar todos esos rincones y todos esos

sabores y ya había otra novela, y ahora cuando ya (...) recibe nada menos que el premio

Planeta, es decir, que esto ha sido un cresccendo, desde el momento en que decidimos

invitar a Álvaro Pombo, resulta que él mismo se ha encargado de que (...) sean

progresivamente más contundentes y más atractivas.

La verdad es que (...) la literatura de Álvaro Pombo, que es lo que nos reúne aquí

hoy, yo creo que es una de esas cosas que han ido con el tiempo creciendo en

inmensidad, en interés, en calidad, en público, y yo creo que eso es en parte o de una

manera fundamental porque los mundos que crea en sus libros (...), porque su prosa no

deja sin analizar ningún rincón de los (...) humanos, porque tiene (...) análisis de las

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relaciones humanas que (...) mapa de las posibles elecciones y de las posibles formas en

las que los seres humanos (...) en la familia, en la sociedad, en la amistad, en el viaje, en

los trabajos, es decir, que abarca (...).

Y esto para presentar a un autor que además es muy representativo de Santander.

Ya he mencionado una novela que (...) Santander. Y resulta que es que aquí hay una

especie de confabulación general para que (...) nos sintamos en casa y que el propio

Álvaro Pombo se sienta en casa para hablarnos de una cosa que no ha querido

desvelarnos muy bien, pero el título es muy prometedor. Lo único que nos ha dicho es

que se ha puesto una corbata de tonos azules porque esta tarde es una tarde con (...) y

porque todo (...) intelectual, como él muy bien sabe, tiene ese elemento de fascinación y

de que tiene que convencer al público, lo cual será lo normal sabiendo que es el maestro

en este caso. Pero el título de la conferencia, y con esto ya me callo y cumplo con lo

primero que dije (...) a Álvaro Pombo, el título es “Autopromoción y autoconocimiento,

un ejemplo de autor”. Espero que nos guíe, y yo creo que debemos intentar disfrutar de

las palabras que nos va a dedicar.

ÁLVARO POMBO (escritor)

Muchas gracias, Rosa, y muchas gracias, Dámaso, por esta presentación y por

incluirme en este ciclo de conferenciantes, literatos, poetas, cineastas y toda clase de

cosas. Me siento muy honrado de venir aquí, y buenas tardes a todos los que están

presentes.

Voy a permitirme comenzar esta taurina conferencia con las palabras del

presidente Chávez, con las palabras que el presidente Chávez dijo ayer en el acto de la

toma de posesión de su segundo mandato como presidente de Venezuela. El presidente

Chávez subió al podio y dijo: “Lo que estará pensando mi mamá si me ve aquí. Estará

diciendo mi mamá: ¿Qué va a decir ése ahora?”. Dijo de todo, por lo que oímos, por lo

menos dijo de todo, absolutamente de todo. No cantó, pero salvo cantar unos corridos

mexicanos o esas cosas que él canta espléndidas, salvo cantar, dijo de todo, pero

empezó diciendo esto, y después de una larguísima introducción mencionando autoridad

por autoridad, que duró como cinco minutos la cosa, pero a mí me divirtió mucho la

frase inicial. Pero, naturalmente, el problema es que yo hoy, comentando con un

colombiano a la hora de tomar café por la mañana qué gracioso era el presidente

Chávez, claro, noté que torcía el gesto. Claro, vivido en televisión puede ser realmente

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cómico. Qué estará diciendo mi mamá. Qué va a decir éste ahora. Era realmente una

ocurrencia graciosa. Tenía ese punto, todo el acto del presidente Chávez tenía ese punto

que admirablemente capturó don Ramón María del Valle Inclán en Tirano Banderas,

que es esta cosa, y lo digo con el máximo respeto y admiración, pero también es esa

cosa, digamos, sudamericana un poco y tan única que nos produce a los españoles, a los

gallegos, por así decirlo, tanta fascinación y que nos parece tan colorista. Nos

encontramos en un mundo que es de color, en un mundo en color, bueno, son de color,

claro, los venezolanos son coloreados. No son completamente blancos, no es que sean

tampoco... Claro, también nosotros tenemos color blanco. Qué cosa racista me está

saliendo ahora, me está saliendo un rasgo racista y muy santanderino, por otra parte, una

cosa muy santanderina me está saliendo ahora que Santander está tan de moda. Pero, en

fin, me ha parecido muy oportuno empezar con qué diría mi madre si me viera ahora

mismo en esta conferencia, y qué irá a decir, sobre todo. Yo mismo, aunque lo he

escrito y lo tengo aquí escrito, siempre me pregunto qué irá a pasar en cada conferencia

a la que voy, qué irá a pasar. Bueno, pues irá a pasar lo que (...).

Esta conferencia se titula “Autoconocimiento y autopromoción, un ejemplo de

autor”. El autor soy yo, y se me han olvidado las gafas, las de leer. Yo hablo mucho,

pero voy a leer un poco también, al principio sobre todo. Voy a leer lo que tengo aquí y

luego después elaboramos sobre todo esto.

He caído en trance, en un estado de suspensión, un estado de congelación, estoy

en plena hibernación mental, como una gran osa blanca que pierde en un solo invierno,

de una sola tocada, media tonelada en puras grasas. Cuando este fenómeno afecta a un

autor famoso, ya mayor como yo y ya famoso, se denomina “autopromoción”. No todos

los autores alcanzan este estado autopromocional propiamente dicho. Estoy hablando de

los grandes mamuts, de las grandes superficies, las grandes ventas al por mayor y al

detalle, de dos en dos, de seis en seis, de cien en cien, para cestas de Navidad y regalos

de empresa, listas de bodas y comuniones, estoy hablando, en una palabra, del premio

Planeta 2006.

Necesito traer directamente a colación este asunto porque parece ser un tema de

gran interés puesto que todos los entrevistadores que (...) estos dos meses de intensa

promoción desean informarse acerca de cómo un autor famoso, yo, con tiradas

razonables de unos 30.000 ejemplares, pasa a una cadena de producción como la del

Grupo Planeta. En la medida en que yo me he presentado a ese premio y me presto

gustosamente a ser promocionado por el Grupo, puede hablarse de autopromoción en el

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sentido de aquellas actividades que un individuo realiza para aumentar su prestigio o su

dinero o ambas cosas. Los políticos se autopromocionan en sus campañas, las grandes

estrellas de Hollywood se autopromocionan yendo y viniendo por el mundo y, en estos

últimos años, también los autores literarios, los escritores, han empezado o hemos

empezado a autopromocionarnos en un sentido que era totalmente ajeno para los

grandes escritores españoles de hace treinta años.

El primer fenómeno autopromocional de escritores conocido en el mundo

hispano fue el llamado “boom”. (No hay nada tan terrible como la presbicia. Nunca me

ha importado ser miope y lo he sido toda mi vida, pero la presbicia o la vista cansada es

una lata). El célebre boom de los autores hispanoamericanos de los 70 (García Márquez,

Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Onetti, etcétera) fue un fenómeno autopromocional

organizado desde una agencia literaria barcelonesa, como todos ustedes saben, la de

Carmen Balcells, y este mismo sentido promocional lo tuvieron dos grandes premios de

la España de los años 50 que fueron el premio Nadal, sobre todo el premio Nadal, y el

premio Planeta; el premio Planeta cumple este año 55 ediciones. El premio Planeta y el

premio Nadal fueron dos fenómenos muy curiosos. Después vino el premio de Seix

Barral de Biblioteca Breve, pero entró ya más bien en los años 60 y en la época del

boom, pero los grandes premios eran el premio Nadal, que se celebraba el 6 de enero, el

día de Reyes, y el premio Planeta, que todos los años se celebra, caiga el día que caiga,

el día de Santa Teresa porque la abuelita de Lara se llamaba Teresa y ellos celebran esa

fiesta de Santa Teresa. Esta mezcla de lo familiar y lo gigantesco es muy característica

del Grupo Planeta, que es un grupo muy interesante. Santa Teresa de Jesús. Éstas son

cosas que todos ustedes conocen perfectamente y yo no voy a hacer sociología de este

asunto, nada más me limito a situarme yo mismo en esta historia de los premios.

Yo voy a exponer aquí lo que sucede, lo que me sucede a mí (voy a hablar de mí

mismo descaradamente), a un autor de mi edad, cuando se encuentra en una situación de

autopromoción de este tamaño. Claro, estamos hablando de una primera edición de

200.000 ejemplares, y, naturalmente, estamos sobre todo hablando de que hay pilas de

libros míos en los Corté Inglés, en las librerías y en todas partes, y también de otros

autores anteriores. Desgraciadamente, ya se acabó todo, ya no puedo ganar el premio

Planeta 2007. Se acabó. Claro, ¿qué me pasará ahora desde el cielo? ¿Es esto el final? A

lo mejor esto es el final de una brillante carrera que se acaba ahora. ¿Qué más puedo

esperar? Esto es mucho, eh. ¿Volverá algún libro mío a vender 200.000 ejemplares?

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Bueno, prosigo la lectura. Yo me he permitido relacionar para esta conferencia

este tema de la autopromoción o de la promoción con un tema central en la cultura

occidental que es el tema del autoconocimiento o, si ustedes prefieren, el autoengaño, es

decir, en última instancia, una experiencia de promoción con la experiencia de la

autobiografía o la experiencia que cada cual tiene de sí mismo, el autoconocimiento que

el yo empírico, cada uno de nosotros, tiene de sí mismo. Podría decirse que la clase de

filosofía que se hace depende de la clase de hombre que se es, parece que la clase de

literatura depende de la clase de hombre que se es. La palabra “carácter”, se decía, es el

estilo, el carácter es el estilo, el estilo es el hombre, es decir, el carácter es la marca que

individualiza a un personaje. ¿Y la clase de autopromoción que uno acepta o en la que

uno se sube depende también de la clase de hombre que se es? Es evidente que no. Uno

no controla su autopromoción, su promoción a gran escala, salvo negativamente. No

puede, por ejemplo, tratar de reducir al máximo la presentación de su intimidad en

público, bueno, uno puede no contar ciertas cosas, pero acaba uno contándolo todo,

acaba uno haciéndose fotografiar en Interview, como esta chica gallega, de alguna

manera. Entonces, la cuestión es ¿proporciona la autopromoción a gran escala el

correspondiente autoconocimiento? El tema del autoconocimiento, del conocimiento de

uno mismo es un tema muy antiguo en la filosofía y la literatura, es el (...) de siempre,

“conócete a ti mismo”, (...) es un tema de la filosofía clásica y que ha llegado a nuestros

días. Y ahora vamos a tratar de estos dos temas, uno es el autoconocimiento y otro es la

promoción, es decir, la fama.

Claro, yo soy un poeta, entonces, hay un texto de Rilke que siempre cito en este

contexto, y es que era un poeta y odiaba “lo poco más o menos”. Yo odio lo poco más o

menos, y me gustaría poder ser preciso. (...). Yo odio (...) poco más o menos. Me

gustaría poder ser preciso en un asunto en el que es complicado ser preciso. No es difícil

ser preciso acerca de uno mismo, acerca del autoconocimiento, pero ¿qué pasa con esta

gigantesca promoción de uno mismo a la que uno gustosamente se somete

presentándose a un premio como el Planeta y ganándolo? Hay algo, he escrito aquí, hay

algo en la autopromoción mundial, digámoslo así, o por lo menos de gran escala, que

cubre Hispanoamérica también, que pertenece al reino correoso y viscoso de lo poco

más o menos, por eso digo que es que lo del poco más o menos... Claro, vamos a ver,

adviertan ustedes los dos adjetivos calificativos contradictorios. “Correoso” significa

duro, que no cede. He dicho “correoso” y “viscoso”. “Viscoso” significa justo lo

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contrario, lo que cede, lo que engulle, lo metaestable; la miel, la baba o la mierda son

productos viscosos. Duro y blando a la vez, y bajo el mismo aspecto.

Alcanzado un cierto punto de la edad literaria, y mental y sentimental, la

autopromoción, la promoción de uno mismo se presenta en parte como una sima, como

un fondo, como un pozo. Yo digo aquí “bienaventurados los que alcanzan el fondo de

los pozos porque ellos poseerán las alturas de los cielos”, pero no está del todo claro.

Yo tengo aquí un libro, el libro de Protocolos que reúne mis poesías, el último de esta

colección se titula Protocolos para la rehabilitación del firmamento, que es un libro que

se rehabilita en el cielo, y no el cielo de los ángeles, sino el cielo de (...). ¿Y qué pasa

con este pozo de la autopromoción? ¿Uno se ahoga? ¿Cuál es el problema que yo

conozco de la promoción? Bueno, el problema tal y como yo lo veo es que ni se llega al

fondo del pozo del todo, uno no se ahoga y aniquila, ni tampoco pierde la cabeza del

todo en este sagrado éter, por ejemplo, y tampoco la plenitud del espíritu se torna en

locura para el autopromocionado. Y esto quiere decir que con facilidad el

autopromocionado se vuelve un perfecto gilipollas. Se puede ver. Claro, ¿de qué clase

de gloria y fama estamos hablando aquí? Ahora iremos viendo este tema.

En esta conferencia o esta circular en la cual yo doy vueltas y vueltas en torno a

los conceptos de conocimiento de uno mismo y autopromoción como fama o nombre o

renombre, me presento aquí ante ustedes, en esta sala de la vieja universidad central,

para hacer un autoanálisis. Ese autoanálisis confío que sea divertido, que sea detallado y

divertido en el sentido de Thomas Mann, que siempre decía que no hay nada

verdaderamente divertido que no haya sido minuciosamente elaborado,

meticulosamente elaborado. Yo he elaborado concienzudamente a lo largo de mi vida,

desde muy joven, y también este último pasaje de mi vida, he reelaborado toda mi vida

y también este último pasaje que comienza el 15 de octubre con la concesión del Planeta

y que llega hasta hoy. Así que les voy a dar a ustedes ahora una visión de toda esta

situación, voy a dar un listado de emociones positivas y negativas de la autopromoción

a la que yo mismo he estado sometido.

Empezamos. Uno: una sensación de aumento cuantitativo. Estoy en todas partes,

se me oye más, se me ve más, soy más. Dos: esta sensación me gusta mucho, me siento

inflado, inflamado, bienamado incluso, preguntado, más que nunca. Cuando yo he

hecho otras promociones de otros libros míos, pero es una cosa que dura una semana,

dos semanas, la gente viene y me pregunta cosas acerca de mi libro, pero es que aquí me

preguntan muchísimo y tengo que repetir varias veces, muchas veces las mismas cosas.

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Tres: una sensación de cambio cualitativo (primero teníamos cuantitativo), soy

más, soy de otra manera, me apayaso. Me lo ríen, me gusto, me recreo en mi suerte,

como los toreros. Torearía seis toros a puerta cerrada y los demás, la plaza entera, todo

el mundo estaría pendiente. Estoy fuera de mí. Está fuera de sí, se ha trastornado. Vanity

makes a rare turkey-cock of him. En (…) cree porque le engañan, sir Toby y el otro

personaje le engañan y dejan caer una carta que presuntamente la duquesa (...) ha

dejado diciendo que le ama, y entonces pues Gaborio lee la carta, dice: “Dios mío, qué

cosas me dice”. Y Shakespeare comenta: “Vanity makes a rare turkey-cock of him”,

una especie de gran pavo real inflado.

Cuarta emoción: recorro mentalmente, sin consultar ningún papel ni ordenador

ni documento, el tiempo transcurrido desde el 15 de octubre al 11 de enero y pienso cuál

es la descripción de mí mismo que más he utilizado estos días y meses. No hay duda:

payaso, histrión, actor, impostor, showman, torero. Aquí yo he traído un poema que

comentaré más adelante que es el poema del Café de Chinitas. Es importante ese poema

porque en este poema, que luego lo comentaré, pero aquí yo pongo esto: “Al dar las

cuatro en la calle, se salieron del café y era Paquiro en la calle un torero de cartel”.

Bueno, yo soy un torero de cartel ahora. Este poema del Café de Chinitas, que es una

canción popular, es muy interesante porque se pasa de la privacidad de pronto a la

publicidad. Estamos dentro del Café de Chinitas que es como la casa, en Andalucía

estos cafés son las casas porque en las casas no estaban, estaban en los cafés. “En el

Café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: “Soy más valiente que tú, más torero y más

gitano”. En el café de Chinitas dijo (...) a Frascuelo: “Soy más valiente que tú, más

gitano y más torero”. Sacó Paquiro el reloj y dijo de esta manera: “Este toro ha de morir

antes de las cuatro y media”. Y ahora sale, hasta aquí estábamos en el interior y ahora

sale. “Al dar las cuatro en la calle (las cuatro de la madrugada o cuando fuera, por la

tarde, no sé) se salieron del café y era Paquiro en la calle un torero de cartel”. Yo

supongo que sólo las personas un poco mayores aquí percibirán la importancia de un

torero de cartel. Claro, eso sí que es fama y gloria, ser un torero de cartel, pero es

autopromoción, la promoción, los carteles. Yo soy también Paquiro un poco, soy ahora

un torero de cartel. Siempre quise ser Paquiro y ahora, durante un breve período de

tiempo, soy Paquiro.

La palabra “payaso” es polisémica, designa a un hombre que hace el payaso para

hacer reír y, por consiguiente, hace payasadas adrede, eso está bien, es uno que hace

reír, pero también designa a un hombre que es un payaso, es decir, que hace payasadas

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pero cree que lo que hace es muy inteligente, no se da cuenta. En la expresión “fulano

es un payaso” hay un sentido literario figurado, un imbécil, un insignificante que se cree

el rey del mundo, y un payaso es a la vez un hombre que hace reír a los niños y a los

grandes. En Las golondrinas: “Oh, pobre payaso, el mundo entero es tuyo. Para ti sale y

brilla el sol”.

Quinta emoción: el vacío. Yo no soy, naturalmente, ninguna de las cuatro

precedentes que sin embargo son manifestaciones mías, todo esto que hemos tocado

aquí de más, de menos, etcétera, y que me pertenecen y en ellas me reconozco, me

reconozco en el abismo de mi mismidad contradictoria. Pero también me reconozco en

el abismo de mi mismidad cómica, que es quizá la más constante de mi vida. Estoy

acostumbrado a aparecer entre grupos de personas y ahí hacer gracia: representar,

recitar, dar conferencias, lo llevo haciendo casi desde que tenía diez años. Me gustaría

ahora poder asegurar ante ustedes que esto es fruto de mi vanidad insondable, pero no

sería del todo verdad. Hay otro lado sencillamente expresivo, expostulativo o como se

quiera decir, una especie de salida a dextra que he ejercitado toda mi vida con público y

sin él. Esto quiere decir que he hablado mucho solo, he discurseado solo (...) o El Retiro

o Martín de los Heros o la Casa de Campo, y también discurseo cuando dicto y

mimiqueo y me paseo y represento a los personajes que cuento.

Entonces, ¿qué diferencia hay entre público y privado? La definición de

autopromoción en nuestros días es la presencia personal de un autor ante un público con

objeto de vender su obra. La idea central en las autopromociones va de selling of an

offer, el famoso libro que recordarán, The selling of a president. Esto es una novedad

para los escritores, pero, claro, antiguamente hay que pensar que de La revista de

Occidente, de la época de Ortega y Gasset, se tiraban 3.000 ejemplares de los que iban

1.500 (es un dato que tengo no sé dónde), 1.500 se iban a Argentina y a México, me

parece, a Hispanoamérica en general, y 1.500 se distribuían por aquí, por la península,

3.000 ejemplares. Es decir, de cualquier articulito que yo escriba ahora, que se publica

en El País, por ejemplo, o en El Mundo, salen 500.000 ejemplares de ese periódico.

Ningún miembro de la generación del 98 ni de la generación del 27 editó nunca nada

parecido, no pasó nunca de unas ediciones de 5.000 o 10.000 ejemplares. Sigue siendo

eso verdad para muchos autores, pero, a la vez, oímos hablar de contratos millonarios en

América, hemos oído hablar del boom y yo mismo ahora estoy en un boom de 200.000

ejemplares. Bueno, esto es sin duda curioso.

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¿Modifica esto el conocimiento de mí mismo? ¿Modifica esto el quehacer

literario?, ¿o lo deja igual? ¿O qué ocurre? El tema que aquí tenemos presente y el que

vengo yo a tratar hoy de alguna manera biográfica o autobiográfica es el tema de la

industria cultural versus el mecenazgo. Porque, naturalmente, los escritores nunca

hemos sido autosuficientes. Por supuesto, los clásicos no eran autosuficientes, quiero

decir que ni Quevedo, ni Góngora, ni Cervantes (pobre Cervantes) eran autosuficientes.

Hay que recordar que Virginia Woolf decía que había que tener a room of (...), y no me

acuerdo de la cifra que daba en libras, 500 libras al año (habría que corregir la

inflación), pero, claro, vivía en un mundo ya, es curioso, en el que una habitación,

porque era una mujer, hay que recordarlo, las mujeres no tenían habitaciones propias en

la época de Virginia Wolf, y la época de Virginia Woolf llega al año 1945, que me

parece que muere, o 1943, es que es antesdeayer. Tenía que tener una habitación propia,

es decir, tenía que tener autonomía financiera. Las historias dramáticas, por ejemplo, de

James Joyce sacando dinero a su hermano, pues son muy curiosas. Hay que tener un

mecenas, hay que tener una financiera, hay que tener alguien que financie, alguien que

sostenga la labor del espíritu, que no se sostiene solo. Una novela que tardas catorce

años en escribirla, tienes que sostenerte dando clases de inglés o de francés en París.

Pero, claro, eso era una miseria, era una cifra miserable, cuatro perras que sacaba para

nada, para comprarse corbatas concretamente, corbatas de colores, porque era un

irlandés presumido Joyce y se compraba corbatas. Entonces, los escritores nunca hemos

sido independientes salvo si vivíamos de otras cosas como el periodismo, la banca, la

edición, por ejemplo, (...) Steven o José Antonio Muñoz Rojas; en la edición, Elliot, en

parte, pero también estuvo en la banca, estuvo en Lloyds mucho tiempo, algún tiempo

por lo menos, y luego después entró en (...) pero porque había estado en la banca

primero, porque sabía de bancos, porque sabía de editoriales. Hay que recordar que el

mecenazgo, la dependencia de unas personas se extiende, naturalmente, muy hacia atrás

en la Historia, pero afectó directamente a personas como Kant, por ejemplo, y afectó

directamente a los románticos, a los grandes filósofos románticos alemanes, a Fizte. De

Fizte no me acuerdo ahora mismo, pero Schelling, por ejemplo, y Hegel, todos ellos

dependían pesadamente, gravemente de un valedor, y, por supuesto, Mozart y,

naturalmente, Beethoven. La independencia del artista en el romanticismo empieza a ser

una rebelión contra el mundo pero es una rebelión contra la dependencia, y por eso una

rebelión fracasada en último término, que el arte mismo tiene respecto de su centro.

Entre el mecenazgo y la industria cultural, yo decididamente prefiero la industria

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cultural, con todos los defectos que tenga, porque la industria cultural es la industria

cultural y, claro, no todo el mundo accede.

La otra rúbrica de esta conferencia, el otro tema era el autoconocimiento.

¿Produce conocimiento de uno mismo este proceso de promoción o no? Yo tengo que

reconocer que aparte de las debilidades y placeres, digamos de la vanidad, del (...) que

proporciona esto de que la gente se interese muchísimo por cómo escribes o por cómo

tal o cual, aparte del (...) no produce ningún nuevo conocimiento de uno mismo. La

promoción no aumenta nuestro conocimiento de nosotros mismos en absoluto, aunque

haya alguna analogía, porque, efectivamente, autoconocerse es en gran medida

autopromoverse, dirigirse hacia uno mismo de alguna manera. “Me he seducido a mí

mismo desde lejos”, decía Nietzsche, y decía que en lo que consistía un proyecto de uno

mismo era en una especie de seducción que uno hacía de uno mismo desde lejos, y,

efectivamente, así funcionamos los seres humanos. Los seres humanos no somos

animales de realidades, sino animales de proyectos, de irrealidad. Un proyecto es una

realidad a hacer, pero en cuanto tal pertenece a la irrealidad, es un ente, si se quiere, de

razón. (...) tiene tanto interés, como se decía antiguamente, lo que tiene objetividad de

momento sólo en el más allá, el más allá que vamos a alcanzar, y no es una realidad. El

hombre es un animal de realidades, decía (...), pero es también y en el mismo sentido un

animal de irrealidades porque se seduce a sí mismo desde la irrealidad de quien no es

que quiere llegar a ser.

Estos días estamos viendo en Madrid una película curiosa que se llama El gran

silencio, cuyos protagonistas son trapenses franceses. El interés de esa película, lo que

dice la tesis de la película es que hay que hacer un gran silencio en uno mismo, en el yo

empírico, en el yo de cada cual, en la corriente de cada conciencia, que hay que domar

la corriente de conciencia para escuchar lo que hay detrás del ruidoso yo empírico y del

mundo circundante. ¿Y hay algo detrás?, ¿hay algo detrás o no? Los trapenses y los

místicos de todos las épocas y tiempos (y en esto los místicos cristianos no son

diferentes de los místicos, por ejemplo, budistas) han siempre pretendido, han siempre

mantenido que mientras estamos sumergidos en el yo empírico, en el yo cotidiano, en la

corriente de la conciencia, estamos sometidos a una sensación de gran presión y de gran

ruido y que hay que hacer el silencio, el gran silencio, la gran retirada del mundo. ¿Para

oír qué? Para oír el número, para oír lo que está más allá del fenómeno que antes se

llamaba el número, el mundo numeral. Pero está por ver si hay algo o no hay nada. En

esa película se ha fotografiado... No se puede fotografiar o representar la experiencia

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espiritual de los trapenses, lo único que se puede hacer, y hacen, es fotografiar lo que se

ve que hacen. Pues lo que se ve que hacen es muy raro porque están callados, por de

pronto. Básicamente lo que se ve que hacen es estar callados, y comen en silencio,

tienen un día a la semana de vacaciones. Gran silencio e industria cultural son

posiciones antitéticas, y ahora verán por qué traigo esto a cuento. Es muy probable que

los veintitantos cartujos de la película no distinguieran entre ser fotografiados y un día

de asueto en la nieve en el cual se les permite hablar, porque una de las cosas que hacen

es patinar cuando salen un día (los domingos, no sé qué día es), entonces patinan por

ahí, se caen, son como niños, se ríen mucho porque se caen, son personas ingenuas. Lo

que se ve es eso, que se divierten bastante, por lo visto, porque yo no he visto la peli

pero me la han contado, y se empujan, pero es una cosa infantil un poco. Claro, luego

inmediatamente se termina eso, las horas de reposo, y entonces tienen que volver.

¿Qué relación hay entre el gran silencio...? Claro, porque, con todas las reservas

del caso, cada escritor serio, y yo soy un escritor serio, como otros escritores que

ustedes irán viendo este año, vive su rutina de creación como una inmersión en un

peculiar gran silencio, no místico, desde luego, pero sí el gran silencio de lo

inarticulado, lo por articular. (...) Here I am having had 20 years, the years of the great

World War (…) trying to use the words and discovering every attempt is a new kind of

failure, a (…) into the unarticulated, “Aquí estoy, habiendo tenido 20 años, los años de

la Gran Guerra, entre las dos guerras, tratando de usar las palabras y descubriendo que

en cada nuevo esfuerzo por usar las palabras es un fracaso de un tipo distinto, y lo que

es importante es que llega una especie de raíz de la (...) dentro de lo inarticulado”. Él

entendía que una de las tareas que hace cualquier escritor serio es structuring fair

dialect of the tribe. “Purificar el dialecto de la tribu” es una de esas frases interesantes,

porque, efectivamente, los escritores no escribimos un lenguaje, por ejemplo,

matemático, no tenemos un lenguaje especial como tienen los músicos que es el

lenguaje de los sonidos reglados, nosotros usamos el lenguaje de la tribu, el lenguaje

que se habla, el español común y corriente, y Hegel entendía que lo que hacía un

escritor era purificar este justo dialecto de la tribu, que es una manera digamos

exagerada de decirlo, pero ciertamente entendemos lo que quiere decir. Bueno, pues

esta travesía, esta especie de gran travesía por lo inarticulado y por el lenguaje común,

ahí estamos y de ahí partimos para expresar lo más personal, y esta travesía es una

actividad secreta y silenciosa aun cuando uno lo haga en voz alta. “Converso con el

hombre que siempre va conmigo –decía Antonio Machado–. Quien habla solo espera

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007

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hablar con Dios un día”. “Converso con el hombre que va siempre conmigo” es hablar

solo, hablar solo es hablar en voz alta y es realmente debatir.

La cuestión de la industria cultural es justo lo contrario de esta actividad que

todo escritor serio inmediatamente reconoce. Quiero decir que todo escritor serio de un

modo u otro se encierra en una cartuja propia, de alguna manera, y tiene la experiencia

del gran silencio, de, bueno, vamos a ver, qué puedo decir o qué soy capaz de decir.

Entonces, frente a esto está este gran follón que a unos afecta más o que unos disfrutan

más que otros, porque no todo el mundo gana el premio Planeta 2006, ni yo tampoco el

año próximo lo ganaré ya. El asunto éste, como todos sabemos, es que el buen paño en

el arca no se vende, y que en cuanto a la distribución o difusión de la obra literaria, o de

cualquier tipo de obra, estamos ante el libro como objeto de consumo, o sea, el libro es

un objeto de consumo más, es una cosa más que te venden por ahí.

¿Qué hemos aprendido o qué les he dicho a ustedes de valor en todo esto que

hemos hablado aquí? Pues poco, como pueden ver, poco. He descrito, eso sí, con

habilidad, supongo, y sobre todo con veracidad, mi situación como escritor, y he dicho

que, junto con esta especie de gran promoción, todo escritor sabe que cuando esto se

termine ya se terminó, para mí y para otras personas. Hay que meterse en casa de alguna

manera y hay que entrar en un silencio en el cual uno se enfrenta con lo que quiere decir

y con el material que tiene que es el lenguaje, que es el dialecto de la tribu, y ahí está un

año o año y medio hasta que sale otro libro, si sale.

Frente a esta actividad del autor visto por dentro, visto desde dentro, el autor

visto desde fuera, firmando libros o contestando conferencias o saliendo como yo en la

tele, que estoy todo el día en la tele. Llevo una temporada que no salgo del plató, estoy

todo el día en el plató, con una corbata, con otra corbata, con una chaqueta, con otra

chaqueta, que si me dan polvo de arroz para la nariz, que si me hace el maquillaje de

fondo Roberta. Estoy todo el día en la tele, pero eso realmente es una gansada, es una

payasada. Yo lo hago bien, yo lo hago muy bien, pero es una payasada. Hay gente que

se pone nerviosa como un flan. Yo he visto ponerse como un flan a actores, a actrices

ponerse nerviosas a la hora de salir en la televisión, sin embargo a mí me es

absolutamente..., cuantas más miles de personas tengo delante, menos nervioso me

pongo, es una especie como de innata... caradura, yo creo, de cemento, papo, se llama

también, de alguna manera.

Todo lo que se ha dicho aquí en este rato es que el escritor es un ser interior que

trabaja de interioridades, de interiores que trabaja en privado, pero que en el mundo

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007

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contemporáneo ha tenido que sustituir al mecenas, que era un señor que le protegía, por

la industria cultural. Yo lo prefiero. Sin esa industria cultural, que no es ni académica, ni

de circuitos literarios, sino de masas, no puede sobrevivir un novelista, pero es evidente

que hay muchos excelentes y estupendos novelistas que sí sobreviven, y que son

excelentes, sin haberse entregado nunca a este asunto de la mercadotecnia como yo, por

ejemplo. Luego, la mercadotecnia, la venta del libro hecha a gran escala, a esta gran

escala que es la que es divertida, tiene un aspecto cuando se aplica a la obra literaria de

venta del alma al diablo.

Me permito recordar en este contexto que el lamento de Fausto, en las páginas

finales del doctor Fausto, de Thomas Mann, (...), es una cita del compositor alemán

figurado, contada por su amigo (...). Aquí tenemos, en las últimas páginas, que (...) ha

reunido a sus amigos muniqueses en una especie de abadía retirada en donde vive y

compone la música dodecafónica de Schendel, concretamente, que es un poco la idea, es

un músico imitado de Schendel y de (...), y se supone que va a darles una primera

interpretación al piano del lamento de Fausto. Pero lo que sale es realmente el lamento

de (...) que ha vendido su alma al diablo por el siguiente motivo. Es un pasaje largo y yo

he elegido sólo un trozo que voy a leer a continuación. “Sabed, pues, buenos y virtuosos

amigos, refugiados en el regazo de Dios, que desde el año 21 de mi vida vivo aparejado

con Satanás y que, guiado por la intrepidez, arrogancia y temeridad deliberados, con el

propósito de conquistar fama en este mundo, concluí con Satanás pacto y alianza, de

modo que durante un período de 24 años todo lo que he dado de mí, y que los demás

hombres han considerado con justificada desconfianza, sólo he podido darlo (es música

dodecafónica, es toda la invención del salto de la música melódica a la música serial),

sólo he podido darlo con ayuda del diablo. El diablo es el único que hoy puede dar

aliento a grandes obras y empresas”. Consideremos este texto, es un texto interesante

porque lo que dice es con el propósito de conquistar la fama en este mundo, y esto, por

supuesto, parece poca cosa.

Ya conocemos el mito del Fausto de Goethe y el Fausto de Marlowe, por

ejemplo, el mito de Fausto es la historia del hombre que vende su alma al diablo, se

supone que ésta es la figuración, para tener la eterna juventud, para estar eternamente

joven. La versión de Thomas Mann es quién quiere ser realmente joven, por favor, qué

pesadez, de ninguna manera. Lo que quiere comprar y le compra al diablo no es eterna

juventud, es decir, tener el cutis estirado, como yo tengo mismamente, que tengo un

cutis tan estirado, eso no tiene ningún interés; lo que le compra al diablo, lo que le

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007

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vende el diablo es tiempo, tiempo puro, tiempo de inspiración, tiempo inspirado para

inventar formas nuevas musicales, y posiblemente también literarias, porque el arte

antes de la Segunda Guerra Mundial, es decir, en los años 20 de los principios de siglo,

había llegado a un gran impasse, a una gran dificultad, el arte musical pero también el

arte literario. No es casual que una obra importante de ese período sea (...), por ejemplo,

que es realmente casi inaccesible al lector ordinario, o sin casi, y a mi juicio me parece

un error, de la misma manera que hoy en día se está diciendo que la música

dodecafónica y serial de (...) de alguna manera fue un error de la música experimental.

Pero no vamos a entrar en ese asunto, el asunto que sí es interesante es que la venta del

alma al diablo es una manera simbólica de decir que el arte necesita de un mantenedor,

de un aliento que no proceda del acto mismo de la creación, que la creación solamente

puede, digamos, avanzar si el diablo nos ayuda. ¿Pero qué es el diablo? Pues ya,

naturalmente, no es el diablo con los cuernos y el rabo. Thomas Mann lo representa de

varias maneras. El diablo puede ser, por ejemplo, el gran capital, el diablo puede ser el

dinero, el diablo pueden ser las industrias culturales, la fama. Hemos pasado de ser un

torero de cartel, que dentro de lo que cabe era una cosa inocente y es una cosa inocente.

Claro, es muy distinto, Paquiro, cuando salen todos en la calle, el hermano era un

pobrecillo y Paquiro era un torero de cartel, las cosas como son, pero, claro, eran otros

tiempos; ahora la diferencia está en la fama mundial.

Pero la pregunta aquí es muy interesante. ¿He vendido yo mi alma al diablo?

¿He vendido yo mi alma a la industria cultural para alcanzar la fama? Yo no la he

vendido porque he hecho lo que siempre hacía, pero qué duda cabe de que he sido

tentado por la gloria a gran escala. Hay que pensar estas cosas. Parece de alguna manera

poco lo de la fama por vender el alma, es decir, venderse uno mismo, pero, claro, aquí

lo que estamos diciendo, aquí la clase de venta realmente interesante es la que hizo (...),

el doctor Fausto en el caso de Mann, o yo mismo, porque lo que hemos vendido, lo que

hemos entregado a la industria comercial es un producto complejo. Thomas Mann hacía

de (...) que hacía música dodecafónica, música complicada, y yo hago unas obras más

sencillas pero ciertamente con cierta complicación. No es Matilde Asensi lo que escribo,

sino que es otra cosa, sin demérito de lo otro. Yo he vendido genuinamente un esfuerzo

literario serio y lo he vendido para alcanzar la fama yo también.

Aquí hay varias cosas. No sé cómo ando de tiempo. Son las ocho y media

¿Cómo vamos? ¿Tenemos que terminar ya o...? Porque yo tengo aquí bastantes cosas.

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Tenemos que hacer un poquito de coloquio, quizá sería bonito hacerlo. Pero voy a ver si

redondeo esto.

Otra versión de la fama o de la gloria es la que, por ejemplo, aparece en el

poema de Unamuno, en Salamanca. “Del corazón en las honduras guardo tu alma

robusta. Cuando yo me muera guarda, dorada Salamanca mía, tú mi recuerdo. Cuando

el sol al acostarse encienda el oro secular que te recama, con tu lenguaje del eterno

heraldo di tú qué he sido”. Aquí está esa fama clásica. En la antigüedad clásica la fama

era el recuerdo que se tenía del hombre famoso. No había quizá trascendencia, en el

mundo pagano no había trascendencia, pero el recuerdo de la figura famosa era

importante.

Yo, aparte de terminar, me voy a permitir leer algo. Porque, claro, ésta es una

conferencia muy personalizada, la esencia de la fama es ser percibido, entonces, éste

poema que voy a leer, que es de mi primer libro de poemas que se llamaba Protocolos,

se titula “Enumeración por el alma de un intelectual apolítico”. Y me preguntabas antes

por mi actitud política y de España, bueno, pues este personaje que sale aquí soy yo

antes de ir a Inglaterra, a la pérfida Albión, es decir, éste soy yo. Éste es un personaje

que se disuelve en la no fama, en la nada, sin embargo sale el tema de (...) percibido.

Enumeración por el alma de un intelectual apolítico: “Un error parroquial multiplicó

los difuntos. Según se dijo, ambos habían muerto. Tuvo un traje marrón, coleccionó

aforismos, sus manos fueron una mentira piadosa. En el armario hallamos dos pares de

zapatos. Florecen los geranios en las ventanas del valle. En la pulcritud opalina de esta

ciudad limpia y vacua, en una hoja de papel (...). Pidió prestadas 825.471 pesetas. Oh,

vana gloria subcutánea de sus adolescentes. Eligió pensamientos abstractos y numerosas

contradicciones de gran mérito. También (...) la existencia entre (...) Es un documento

apaisado de 500 hojas vivaces. Oh, crisantemos, demasiado visibles y demasiado caros.

Hubo que desempeñar sus apotegmas. Encontramos alrededor de 3.000 verdades

selectas. No es fácil decir qué edad tendría. En primavera coleccionó aforismos”. He

aquí un testimonio caligráfico. Aquí, esto es del año 1973, es decir, que yo era unos

cuantos años más joven, tenía treinta o treinta y tantos años, y aquí está recogida esa

mezcla. Pidió prestadas 825.471 pesetas, hubo que desempeñar. Estaba empeñado,

había empeñado el reloj de su abuelo en el Monte de Piedad de Madrid, el reloj del

abuelo Gonzalo, y lo tuvo que ir a desempeñar, y, después, tenía la papeleta de la casa

de empeño en el bolsillo, necesitaba apoyo económico, y hubo que desempeñar los

apotegmas y (...), ser percibido. Este tema de la fama y del ser y ser percibido ha estado

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presente en mi obra desde siempre. Y yo creo que lo voy a dejar aquí y vamos a ver

alguna cosa porque, si no, no vamos a dar lugar a nada de charla.

Ha sido una conferencia, como ven, pobre, pero honrada, pobre pero honrada.

Quiero decir que, efectivamente, Dámaso, siento decirte que he tenido una tarde...

ROSA FALCÓN

Ha sido una conferencia muy divertida.

DÁMASO LÓPEZ

..., pero los aplausos no dejan duda. Puedes interpretar...

ÁLVARO POMBO (escritor)

Yo lo interpreto, o sea, si os ha gustado me alegro muchísimo.

DÁMASO LÓPEZ

Y yo creo que ahora es el momento (...) que podemos emplear en hablar (...)

ÁLVARO POMBO (escritor)

A mí sí me gustarían algunas preguntas acerca de esto, de esto que hemos venido

hablando aquí, que realmente se resume en dos ideas. El escritor hace un trabajo muy

interior, el trabajo de la creación es realmente interior, y luego lo vende y, con suerte, se

convierte, por ejemplo, en el premio Planeta 2006, y entonces tiene 200.000 ejemplares

en la calle. Yo digo que esto no cambia a un escritor, a mí no me ha cambiado, pero, sin

embargo, qué duda cabe de que es un efecto muy raro y es un efecto moderno, un efecto

contemporáneo, es la vida de la industria cultural tal y como existe hoy en día, que es

muy distinta de la que existía incluso hace treinta años, muy diferente.

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DÁMASO LÓPEZ

Yo creo que (...) una historia muy bonita, además de (...). Mientras se animan me

gustaría preguntarte. Tú has mencionado al diablo como esa especie de algo abstracto,

digamos, como ese mantenedor ajeno al impulso creador pero necesario. Eso me

gustaría que nos lo explicaras un poco más porque me ha parecido muy interesante.

ÁLVARO POMBO (escritor)

La última parte del asunto estaba dedicada al dopaje, es decir, estaba dedicada al

doping. Traía el ejemplo clásico de Ben Johnson, el velocista, el atleta que era el cuarto.

Ser el cuarto velocista del mundo es una cosa increíble, pero más veloz que él todavía

era el hijo del viento. El hijo del viento era Carl Lewis, que era el segundo. Entonces, yo

hubiera hecho lo mismo que Ben Johnson, yo me hubiera dopado hasta morir. Yo de

hecho tuve un problemas con las anfetas cuando nadie me conocía, un problema fuerte.

En mi generación tomábamos muchas anfetas para estudiar, para preparar oposiciones,

y las anfetas se vendían en las farmacias sin receta. Yo durante muchos estuve

enganchado a las anfetas y después, como en Inglaterra no se podían conseguir, a la

cafeína, al Pro Plus, se llamaba, que era cafeína en pastillas, en tabletas. Estuve

enganchado, pero era ¿de dónde sacaré un plus? Porque todo el asunto era ¿alcanzaré la

fama sólo trabajando? Porque lo tenemos claro en el caso de Ben Johnson. Ser el cuarto

es maravilloso, ser el cuarto velocista del mundo nos deja completamente boquiabiertos

a todos los presentes y al mundo entero, es correr como un animal salvaje, es

maravilloso, es como una pantera maravillosa, pero de todas maneras, aun corriendo así

y todo, era el cuarto. Carl Lewis era el hijo del viento. ¿Se puede competir con el hijo

del viento?, ¿Ganar al hijo del viento o morir? Yo ciertamente hubiera competido y

hubiera caído.

Hubo una época, cuando era muy joven, en que estaba convencido de que mi

destino era acabar epiléptico en el (...) y tener una isquemia cerebral, y tuve un brote

epiléptico a consecuencia de las anfetaminas, por ejemplo, muy joven, hace muchos

años. Nosotros o yo por lo menos no tomaba anfetaminas para irme de marcha, Dios del

cielo, todo menos irse de marcha, todo menos salir. Tú le preguntas a la juventud ahora

qué te gusta hacer. “Nos gusta salir”. Y yo cada vez que me dicen que les gusta salir yo

digo “Será entrar. Cómo te va a gustar salir”. Ellos llaman salir a irse de marcha. A mí

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no me gustaba nada salir, me gustaba entrar, y cerrados en la cápsula inmovilizada (...)

tentaciones sexuales, porque las anfetaminas inmediatamente te convierten... Sartre

tomaba kilos y kilos de Coridrane hasta pelarse la lengua. Coridrane era anfetamina más

ácido acetilsalicílico. ¿Y por qué? Pues el motivo era porque mediante el Coridrane

lograba convertirse en una pura voz que profiere. Otro personaje introducido, otro

personaje que tenía este mismo tema, la interioridad profunda proferidora constituía el

mundo filosófica y literariamente, y la fama. Ya me he pasado de contestar.

ROSA FALCÓN

¿Hay alguna pregunta en el público?, después de esta original e irónica

conferencia porque hay mucho detrás.

- Buenas tardes. Mi nombre es Cristina, y es la primera que vengo a una

conferencia de este estilo, pero escuchándole me parece muy interesante y muy

divertido (...) Me gustaría preguntarle si pudiera decidir y poder presentarse al premio

2007 del Planeta, ¿se presentaría?

ÁLVARO POMBO (escritor)

Sí, seguramente sí, y esto dice poco de mí.

ROSA FALCÓN

Lo dice todo.

ÁLVARO POMBO (escritor)

Y todo lo malo, dice todo y todo lo malo, porque, claro, pero qué es eso, (...)

imbécil, pero cómo es posible. La respuesta es sí.

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ROSA FALCÓN

O sea, que ha sido una experiencia agradable.

ÁLVARO POMBO (escritor)

Más que agradable, ha sido muy agradable, pero es que eso es lo malo, claro. Me

he encontrado muy despierto, muy jaleado. Han venido los palmeros, he estado durante

dos meses jaleado por los palmeros, como el Papa. Claro, eso es muy agradable. Es el

gran silencio. Los palmeros son, por ejemplo, las personas que condujeron al crimen al

pobre Farruquito, fue la hybris. Los griegos lo tenían muy claro, en Grecia se tenía muy

claro esto. La hybris era un desmesurado afán, creencia en el desmesurado poder que

tiene la conciencia individual frente a los dioses, frente al destino. Y, naturalmente,

ahora ese tema del dopaje es uno de los temas más interesantísimos que hay en el

mundo, porque el tema del dopaje, no el tema sólo de las drogas que toma la gente

joven y demás, que lo toman en parte para olvidar o por salir, sino el tema del dopaje

que toman auténticos deportistas o personajes que realmente ya tienen un enorme nivel,

pero falta un plus, hay un plus. Claro, la culpa la tiene el barón de (...) cuando se le

ocurrió esa nefasta y malvada idea del (...), eso es el elogio del plus. Plus, lo más plus.

Esto es una cosa terrible porque, claro, no basta correr divinamente. Una persona

que en una de las carreras populares de Madrid llega, como llega, por ejemplo, Ernesto,

entre los 50 primeros en una carrera de 10 kilómetros, la media del maratón de

Moratalaz, una persona que llega como mi amigo Ernesto entre los 50 primeros,

haciendo los entrenamientos normales de una persona que tiene familia y que tiene que

hacer otras cosas, corre como un gamo, es una cosa maravillosa, pero, claro, no es

suficiente. González, por ejemplo, el corredor González, no me acuerdo cómo se llama

de nombre, José Luis González tuvo, y tiene posiblemente hoy en día, un problema

gravísimo con este asunto. Era un corredor magnífico, pero en sus declaraciones de esa

época decía: “No, yo quiero el oro”. No alcanzó el oro y se retiró antes del oro, pero era

un corredor increíble. El plus es lo que es la complicación. Vivimos en un mundo que

nos impulsa. Me ha preguntado si me presentaría otra vez al premio Planeta. Hombre,

me presentaría otra vez a cualquier cosa que me diera una tirada de 200.000 ejemplares,

y, a la vez, posiblemente no me presentaría, o sea, tendría que pensar de otra manera.

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No me pienso apear tampoco. Yo trabajo y trabajo mucho, yo soy un trabajador. Pero es

el plus. Es un asunto complicado, por eso me pareció que era interesante para la

conferencia, lo que pasa es que no he acabado de resolver el asunto. Me pareció que el

tema era interesante para una conferencia universitaria...

- O no tiene solución.

ÁLVARO POMBO (escritor)

O no tiene, a lo mejor, solución.

ROSA FALCÓN

Bueno, Álvaro, ¿tú escribes, como dice García Márquez, que escribe para que le

quieran?

ÁLVARO POMBO (escritor)

No, a mí no me pasa eso, no, pero sí escribimos todos... A mí eso, bueno, si

escribe para que le quieran, me parece admirable, pero, vamos, yo no creo que sea así el

asunto. Yo creo que eso es porque García Márquez es mejor escritor que teórico. Así

como su obra es maravillosa, a mí no me parece... No es para que me quieran, el asunto

es que uno escribe con la conciencia de la intersubjetividad porque el lenguaje es una

estructura intersubjetiva, es más, uno escribe para ser famoso, por ejemplo, y no es para

que lo quieran. Es que es un fenómeno complicado. Uno primero escribe porque no

puede evitarlo y porque es lo único que sabe hacer, por ejemplo, y ya hay un aspecto de

desarrollo, de hipertrofia de una facultad y de una cosa que uno hace muy bien. A mí

me han reído siempre las gracias, por ejemplo. Yo desde muy pequeño, desde los trece o

los doce años, me decían que escribía bien, y lo decían los curas en el colegio, entonces

escribes por ese motivo. Porque me quieren. A mí no me gusta esa expresión, lo

reconozco, esa frase de García Márquez a mí no me gusta porque no es del todo verdad.

Escribiría si me odiaran también, y aunque me odien, bueno, toda la derecha me odia y

FORO COMPLUTENSE “Escritores en la Biblioteca”: ÁLVARO POMBO Jueves, 11 de enero de 2007

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(...). Todos los que aman a Castro le aman a él, frente a eso están todos los que odian a

Castro. O sea, que a mí no me salen las cuentas de esa manera, yo no diría eso.

ROSA FALCÓN

Está bien eso de que también escribe aunque le odien.

ÁLVARO POMBO (escritor)

Sin duda, sin dudarlo.

ROSA FALCÓN

Yo no sé, Dámaso, si tú quieres o alguien quiere intervenir.

- Que si de todos los libros que ha escrito, éste en su opinión merece el premio

ÁLVARO POMBO (escritor)

Éste es el que presentaba al premio, claro. Yo creo que éste es un buen libro y yo

siempre digo que es mi mejor libro, pero realmente forma parte de la última etapa de mi

vida, de los libros de mi última etapa que empieza realmente en el noventa y tantos, en

1992 o por ahí. Yo soy un escritor tardío, quiero decir que soy muy viejo, tengo sesenta

y siete años ahora mismo, pero quiero decir que yo he tenido la fama muy tarde. Yo soy

un escritor que he tardado mucho y he tenido la fama después del año 1992 hasta ahora,

los trece últimos años, cuando ya era muy mayor, entonces, mis mejores libros los he

escrito en esta última década, desde 1992 hasta ahora, de manera que, claro, a lo mejor

algún otro hubiera podido ser el premio. Específicamente no hay nada en el libro, el

libro es un libro más de mi canon, por así decirlo, quiero decir que está hecho con la

misma seriedad e incluso los tics de los otros.

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DÁMASO LÓPEZ

Bueno, pues entonces yo creo que hemos visto, hemos escuchado con (...) esta

conferencia, y, además, uno de los muchos talentos de Álvaro, (...) de esa manera, yo

creo que no es solamente dar conferencias sino que las interpreta.

ÁLVARO POMBO (escritor)

Es un show.

DÁMASO LÓPEZ

Un talento realmente (...). Entonces, yo creo que le debemos despedir con un

fuerte aplauso.

ROSA FALCÓN

Sólo unas palabras para invitarles a la próxima conferencia, que tendrá otro tono

muy diferente porque se trata de Luis García Montero, poeta y Premio Nacional de

Poesía, el jueves día 18, a las siete de la tarde. Muchísimas gracias.