Traducciones de los clásicos. ¿Por qué? ¿Cómo se hacen ......

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TRADUCCIONES DE LOS CLÁSICOS. ¿Por qué? ¿Cómo se hacen? ¿Hay algo que decir? ANTONIO GUZMÁN GUERRA Universidad Complutense de Madrid Pretendo en este artículo llamar la aten- ción sobre el por qué sigue despertando inte- rés la traducción la literatura greco-latina en- tre el público general. En realidad va a ser una reflexión en voz alta sobre un fenómeno que ya nadie puede negar: los escritores gre- co-latinos han ido calando poco a poco entre los ciudadanos cultos de nuestro país. Puede incluso hablarse de un relativo éxito en el catálogo de diversas editoriales. Son textos que la gente lee, y sólo porque existe merca- do están algunas empresas dispuestas a fo- mentar colecciones de literatura clásica. Es esperanzador y gratificante comprobar que cuando las autoridades ministeriales parecen decididas a erradicar nuestras materias en los planes de estudio, la gente común, la gente corriente y moliente, se interesa por nuestra literatura, por todo lo que representan en nuestra cultura. De manera que no cabe en- gañarnos. Nuestros Horneros, Hesíodos, Só- focles, Eurípides, Tucídides, Platones, Lucia- nos, Cicerones, Virgilios, Ovidios, Tácitos, Lucanos, etc., son libros que atraen la curio- sidad de no pocos lectores medios de nuestra sociedad. Y no me refiero sólo a colecciones vene- rables como la BCG, de la que acaba de pu- blicarse como sabemos el volumen 270 de la serie, destinada en principio a los especialistas o profesionales del griego y del latín. Hablo de empresas como Ediciones Clásicas, con un catálogo nutridísimo de publicaciones, hablo de una Editorial Akal, que cada día di- versifica y enriquece también su catálogo, ha- blo de una empresa como la renovada colec- ción Austral de Espasa Calpe; hablo en fin de series como las de Ediciones Cátedra o Alianza Editorial, etc. Me consta incluso que cuantas más em- presas editoriales se percatan de este fenó- meno, más y más se publica, y más y más se lee. Podríamos decir que nos hallamos ante una especie de competencia positiva, una eris buena —que nos diría Hesíodo. Se com- prueba que no importa que haya en el merca- do tres recientes Píndaros, o cuatro Tucídi- des, o tres excelentes Metamorfosis de Ovidio para que todas ellas se vendan y se vendan bien. Y si se venden es porque se leen. Y si se leen es porque hay lectores. Y si hay lectores es porque son textos válidos. Y si son textos válidos es porque nuestras "humanidades" no están desahuciadas, sino que gozan de una renacida vitalidad. Y podemos hacer la contraprueba. Mien- tras haya empresas privadas que apuesten por editar nuestros textos es porque circulan. No les quepa la menor duda. Por otra parte, y aunque voy a centrarme sólo en la literatura, no deben creer que el fe- nómeno se limita a las grandes obras litera- rias, ni siquiera a los antiguos autores. Proli- feran también los ensayos a cargo de nues- tros especialistas, como por ejemplo los es- tudios temáticos sobre la novela antigua, so- bre los sistemas políticos de la antigüedad, sobre la sociedad griega, sobre los relatos de viaje, sobre el arte clásico, los volúmenes de antologías de literatura griega y latina, y — cómo no, sobre mitología—; se publican gran- des diccionarios y guías iconográficas, se editan a los filósofos, y hasta algunas grandes enciclopedias que incorporan las modernas técnicas multimedia se interesan por recoger ;8jieronymus omplutensis 87

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TRADUCCIONES DE LOS CLÁSICOS.¿Por qué? ¿Cómo se hacen? ¿Hay algo que decir?

ANTONIO GUZMÁN GUERRAUniversidad Complutense de Madrid

Pretendo en este artículo llamar la aten-ción sobre el por qué sigue despertando inte-rés la traducción la literatura greco-latina en-tre el público general. En realidad va a seruna reflexión en voz alta sobre un fenómenoque ya nadie puede negar: los escritores gre-co-latinos han ido calando poco a poco entrelos ciudadanos cultos de nuestro país. Puedeincluso hablarse de un relativo éxito en elcatálogo de diversas editoriales. Son textosque la gente lee, y sólo porque existe merca-do están algunas empresas dispuestas a fo-mentar colecciones de literatura clásica. Esesperanzador y gratificante comprobar quecuando las autoridades ministeriales parecendecididas a erradicar nuestras materias en losplanes de estudio, la gente común, la gentecorriente y moliente, se interesa por nuestraliteratura, por todo lo que representan ennuestra cultura. De manera que no cabe en-gañarnos. Nuestros Horneros, Hesíodos, Só-focles, Eurípides, Tucídides, Platones, Lucia-nos, Cicerones, Virgilios, Ovidios, Tácitos,Lucanos, etc., son libros que atraen la curio-sidad de no pocos lectores medios de nuestrasociedad.

Y no me refiero sólo a colecciones vene-rables como la BCG, de la que acaba de pu-blicarse como sabemos el volumen 270 de laserie, destinada en principio a los especialistaso profesionales del griego y del latín. Hablode empresas como Ediciones Clásicas, conun catálogo nutridísimo de publicaciones,hablo de una Editorial Akal, que cada día di-versifica y enriquece también su catálogo, ha-blo de una empresa como la renovada colec-ción Austral de Espasa Calpe; hablo en fin de

series como las de Ediciones Cátedra oAlianza Editorial, etc.

Me consta incluso que cuantas más em-presas editoriales se percatan de este fenó-meno, más y más se publica, y más y más selee. Podríamos decir que nos hallamos anteuna especie de competencia positiva, una erisbuena —que nos diría Hesíodo. Se com-prueba que no importa que haya en el merca-do tres recientes Píndaros, o cuatro Tucídi-des, o tres excelentes Metamorfosis de Ovidiopara que todas ellas se vendan y se vendanbien. Y si se venden es porque se leen. Y si seleen es porque hay lectores. Y si hay lectoreses porque son textos válidos. Y si son textosválidos es porque nuestras "humanidades"no están desahuciadas, sino que gozan de unarenacida vitalidad.

Y podemos hacer la contraprueba. Mien-tras haya empresas privadas que apuesten poreditar nuestros textos es porque circulan. Noles quepa la menor duda.

Por otra parte, y aunque voy a centrarmesólo en la literatura, no deben creer que el fe-nómeno se limita a las grandes obras litera-rias, ni siquiera a los antiguos autores. Proli-feran también los ensayos a cargo de nues-tros especialistas, como por ejemplo los es-tudios temáticos sobre la novela antigua, so-bre los sistemas políticos de la antigüedad,sobre la sociedad griega, sobre los relatos deviaje, sobre el arte clásico, los volúmenes deantologías de literatura griega y latina, y —cómo no, sobre mitología—; se publican gran-des diccionarios y guías iconográficas, seeditan a los filósofos, y hasta algunas grandesenciclopedias que incorporan las modernastécnicas multimedia se interesan por recoger

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en sus CD-ROM el acervo de nuestras disci-plinas.

Es, sin embargo, en el campo de las tra-ducciones de textos clásicos donde mejor seevidencia que nuestros autores atraen al lec-tor moderno. Veamos un poco en detalle lasituación. No hay prácticamente ningún gé-nero literario que quede desenganchado deesta feliz coyuntura. Nunca ha habido simul-táneamente tantas y tan buenas traduccionesde la litada o de la Odisea, ni de Hesíodo, ni delas Argonáuticas de Apolonio de Rodas. Y aúnmás significativa es lo que ocurre con el teatrogriego. Disponemos de casi media docena debuenas traducciones de las tragedias de Sófo-cles, no menos de todo o parte de Eurípides yde Aristófanes. Y no quiero dejar de recordar elverdadero éxito de difusión que suponen esosAristófanes y Plautos, Sófocles y Eurípides quepor decenas de miles de ejemplares leen nues-tros mismos estudiantes con motivo de los fes-tivales de Segóbriga y otros teatros escolares. Ypasando a la filosofía, ¿sabían ustedes que Pla-tón se nos ha convertido en un best-seller? Aleditarse la traducción de algunos de sus diálogosno ha habido que esperar siquiera un año paratener que proceder a su reimpresión. De mane-ra similar, un diálogo como el banquete ha sidomúltiples veces editado en muy pocos años. In-cluso una obra tan poco breve como la Repú-blica ha alcanzado unas tiradas que para síquerrían algunos de los más postmodernistas ypublicitados de nuestros escritores. En el ám-bito de la literatura latina el panorama es igualde halagüeño. Ni imaginarse pueden las reedi-ciones contemporáneas de una obra como laEneida, el Satiricon o el Asno de oro. No menoséxito ha alcanzado la poesía de Horacio o deCatulo.

Incluso la multimilenaria colección de Alian-za 100 supo dar acogida entre sus títulos a algu-nos de nuestros autores o temas clásicos en cla-ra relación de tú a tú con los más afamadosautores de la literatura universal de todos lostiempos y países.

En fin, acudiré a unas lúcidas páginas delProfesor Kennet Dover, del Corpus ChristiCollege de Oxford, que apuntaba en su"Classics as an Activity" algunas reflexionesacerca del sentido que puede tener hoy día laactividad de los filólogos clásicos. Entre otrascosas dice: "We need good translations, perhaps

fresh translations as often as once in every generation,

to keep pace with the changes in our own language".

Pasemos ahora a considerar ¿cómo se hanhecho algunas de las mejores traducciones? Pa-ra la ocasión he seleccionado sólo tres ejem-plos, que considero emblemáticos: una tra-ducción de la épica de Hornero, una del trá-gico Esquilo, y finalmente una del texto filo-sófico de Platón.

1. HOMERO: ODISEA(Pabón-Fernández Galiano)

[Como se sabe, la traducción es de D. José Manuel,y la introducción —a la que corresponde la siguientecita— de D. Manuel].

Pabón en su traducción ya decía:

Puesto que el traductor ha de tender a recogertodos los valores del original, es claro que no debe-ría prescindir del verso, que es uno de ellos. Contratal consideración cabe únicamente oponer que lasdificultades de la traducción en verso son tan gran-des que el éxito en la empresa sólo se consigue consacrificio de la fidelidad y pérdida de otras calidadesmás íntimas y preciosas que la forma métrica...

Ahora Galiano añade:

Admitido que los poetas deban traducirse enverso, nadie negará la conveniencia de que la com-binación métrica empleada en la traducción sea lamisma que se encuentra en el original; pero aquísurge una gran dificultad cuando se trata del trasla-do de los poetas antiguos, porque las lenguas mo-dernas carecen en general del elemento esencial dela versificación griega y latina, que es la cantidad si-lábica... Pero el verso de seis acentos tiende a divi-dirse en dos octosílabos conforme al tipo Ínclitas ra-%as ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, y es además

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demasiado rotundo y solemne para empleado enlargas series sin que adolezca de insoportable mo-notonía.

Porque si traducir es reproducir el original enpalabras que despierten en el nuevo lector evoca-ciones o asociaciones parecidas a las que el originalprovocaba en otros, no cabe duda de que quien ha-ya de reproducir el verso empleará el verso. Pero¿qué tipo de verso? No, desde luego, el endecasíla-bo, si se ha de juzgar por anteriores fracasos. Nimenos la silva, como el Brócense, ni ningún metroheterogéneo. Y muchísimo menos, el romance.

Y continuaba, sobre el método de Pabón:

¿Que a la larga resulta monótono? Natural-mente. Pero ¿no ocurre lo mismo con todos losmetros y ritmos? ¿Hay quién pueda leerse de un ti-rón la litada y la Eneida, la Andromaque o la Arauca-na} Además esta monotonía —que pudiera sertambién un incentivo para auditorios populares—se salva en gran parte con un hábil juego de pausasy cesuras.

Terminando con la noticia de haber sometido laversión paboniana a la prueba de los números en elsentido indicado por fray Luis de León ("el quetraslada ha de ser fiel y cabal y, si fuera posible,contar las palabras para dar otras tantas y nomás..."): en esta traducción hay unas cien palabraspor cada ochenta de Hornero, lo cual es muy acep-table.

[Galiano] La reducción de los pies a cinco evitaversos demasiado largos..., y obliga al traductor, yaceñido por la mayor síntesis de las lenguas clásicasen relación con la nuestra, a ingeniárselas en buscade concisión y exactitud...

Pero hay otra singularidad que nos distingue...,nuestras conversaciones y discusiones sobre el temahan sido infinitas y nos han hecho gozar muchísimoa lo largo de los años... él, [Pabón] por ejemplo,optaba siempre por el hiato, mientras yo prefería lasinalefa, cosa después de todo lógica en personas detemperamento pausado como el suyo y arrebatadocomo el mío...

El problema es muy subjetivo y se relaciona ín-timamente con el oído subjetivo de cada cual. Enmi introducción a la misma [traducción de Colu-mela (pp. 30-31)] cuento que en un principio medediqué a perseguir ferozmente los hiatos hasta queno quedaron, entre dos palabras, más que la hurga(verso 122) y a Hele (156), pero luego me entregué auna caza de ciertas sinalefas...

En el artículo que tengo en prensa para el ho-menaje a Ramón Aramón, titulado "Traduccionsrítmiques i geni de la Uengua", hago, en relacióncon el curioso problema de la relativa falta de pala-bras agudas en castellano, que convierte en torpesnuestros ensayos yámbicos y anapésticos, mientrasque en catalán es menos grave la penuria de llanaspara los ensayos hexamétricos....

2. ESQUILO: TRAGEDIAS(Adrados)

Hemos partido del hecho, muchas veces des-conocido a efectos prácticos en época moderna, deque la tragedia es antes que nada poesía; y, concre-tamente en el caso de Esquilo ecos literarios y crea-ciones atrevidas de un carácter muy sintético. Lastraducciones en prosa no sólo eliminan el carácterpoético del original, sino que incurren constante-mente en la paráfrasis, aclarando lo que es oscuromediante ampliaciones, generalizaciones y rodeos.Se llega así a una sintaxis plana y vulgar, que enmodo alguno intenta verter los efectos de estilo delautor; y su mundo de imágenes y su sentido plásticoy concreto de la realidad es sustituido por banalida-des sin contorno.

Creo, por el contrario, que el miedo a dejar untexto oscuro no debe hacernos renunciar al intentode acercarnos en la medida de lo posible al ideal dedar nueva vida a los procedimientos literarios deEsquilo. Sus tragedias eran ya oscuras para suscontemporáneos —Aristófanes es un buen testigode ellos— y esta oscuridad es consustancial con suestilo y su intención. Cuando alcanza un límite in-superable puede ayudarse al lector con una nota, entodo caso: creo que esto es más honrado que intro-ducir en el texto glosas antipoéticas y que desnatu-ralizan los pasajes en cuestión o que sustituir unasimágenes por otras o por expresiones abstractas.

El único recurso que cabe emplear para traducira Esquilo con eficacia es, creemos, el de intentar re-producir sus efectos de estilo con los recursos delespañol que producen resultados análogos. El hi-pérbaton griego es reproducible en español encierta medida, desde luego, muchísimo mejor queen francés, en alemán o en inglés: no hemos de de-saprovechar esa ventaja, que nos viene de haber te-nido una tradición de poesía culta que encuentra sucifra suprema en Góngora. No hemos tampoco derenunciar a los anacolutos, a la desconexión sintác-tica que se encuentra en ciertos pasajes, etc.; ni alempleo de un léxico poético que refleje el de Es-

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quilo, que ya empicaba un léxico poético arcaizante;ni a las audacias creativas, ni a la inserción de imá-genes que no son frecuentes entre nosotros, etc.

Todo esto nos conduce a la necesidad de haceruna versión poética: sólo en poesía y no en prosa,es dable en español utilizar los recursos menciona-dos y otros. Si el resultado tiene un aspecto entrearcaizante, críptico y audaz, tanto mejor, pues éstees precisamente el de las obras de Esquilo.

Es, por tanto, falsa la apreciación vulgar de quesólo una versión en prosa puede aGcrcarse al idealde la literalidad. Por el contrario, debe renunciar pa-ra empezar a utilizar los recursos mencionados, quetambién están en el texto de Esquilo. En cuanto a latraducción palabra por palabra, puede que a vecessea más asequible en prosa que en verso, pero hayque decir que, en general, tampoco esto es verdad.Pues la prosa tiene sus propias leyes que obligan a laparáfrasis, introducción de nexos, etc. Y cuando —como hacemos en los coros— se traduce en versosde sílabas fijas, esto obliga a un esfuerzo de rigorpara reproducir la concentración del verso de Es-quilo sin añadidos inútiles.

Aparte de todo esto, es claro que la traducciónen verso tiende antes que nada a salvar la existenciade un principio rítmico. Naturalmente, no mediantela creación de versos castellanos que reproduzcancon el acento los tiempos marcados del verso anti-guo, como se ha intentado a veces, sino utilizando,repetimos, recursos propios del castellano.

Hay que hacer una distinción entre los coros yel diálogo, escrito en trímetro yámbico, verso mu-cho menos tenso y más conversacional.

Los coros los traducimos mediante versos cas-tellanos, normalmente con los imparisílabos (de 5,7, 9 y 11 sílabas o combinaciones de los mismos),liemos procurado que de una manera sistemáticacada colon griego sea vertido por un verso fijo enespañol; por ejemplo, los trímetros (yámbicos y tro-caicos) se traducen por versos de catorce sílabas; losdímetros yámbicos y trocaicos, los glicónicos y dí-metros coriámbicos, los dímetros jónicos y anapés-ticos, por de once sílabas; las formas catalécticas deestos últimos versos, por de nueve; los doemíacos,monómetros anapésticos, dodrantes e itifálicos, porde siete; el adonio, el reiziano y el baqueo, por decinco. Pero como la riqueza de metros griegos esinfinitamente superior a la de los castellanos, surgendificultades en ocasiones; por ejemplo, para un dí-metro yámbico hipercataléctico hay que elegir entrelos versos de once y catorce sílabas. En estos casoshemos procurado que si hay una distinción en grie-go entre dos cola (entiéndase versos) contiguos, lahaya también entre los españoles que los traducen.

Incluso hemos llegado a traducir el dímetro yámbi-co sincopado por un verso de nueve sílabas parahacer contraste con uno no sincopado traducidopor un verso de once sílabas. También hay una lige-ra diferencia en el número de sílabas cuando unverso está repartido entre dos actores. Sin necesida-des de este tipo, los doemios han sido vertidos aveces por versos de seis sílabas. La extensión de losversos españoles es en todo caso semejante a la delos cola griegos.

Un recurso adicional, empleado raramente, es ladivisión de un verso en dos mediante una cesuramarcada por un trazo oblicuo. Esto lo hago paramarcar el ritmo, basado en la oposición de pies,dentro de los dímetros doemíacos; en alguna oca-sión, en cola a base de créticos o baqueos. Tambiénalguna vez introduzco el signo de cesura cuando setrata de cola compuestos que comportan dentro desí una diferencia de ritmo. I ín cuanto a los cola ca-talécticos, los marcamos sangrando la línea.

Queda con esto dicho que respetamos la res-ponsión de estrofa y antístrofa: los versos se co-rresponden exactamente (y procuramos también lacorrespondencia en cuanto a orden de palabras, en-cabalgamientos, vocabulario, etcétera, cuando la hayen el original). La única libertad que nos hemospermitido es una subdivisión interna entre los colacorrespondientes de estrofa y antístrofa cuando elloes exigido por los distintos grupos de palabras enque se organizan; por ejemplo, la párodo del Aga-menón comienza su primera estrofa con un verso de11-7-5 sílabas y la antístrofa responde con 11-5-7.Son casos muy excepcionales.

Pasando ahora a hablar del diálogo en trímetrosyámbicos (en tetrámetros trocaicos muy excepcio-nalmente), en él nuestra versión se rige por un prin-cipio diferente. Creemos que en este caso la intro-ducción de un verso castellano uniforme —queforzosamente habría de ser el endecasílabo o el ale-jandrino— daría al conjunto una monotonía y unarigidez de que carece el metro griego, infinitamenteflexible. Sigo por ello un sistema de prosa-poéticaque ya ensayé en traducciones del E/tipo rey, de Só-focles, y el Hipólito de Eurípides... y que tiene mu-chos puntos comunes con la versión de la Ilíada, deD. Daniel Ruiz Bueno, aparecida en esta mismacolección. Trato de llevarlo aquí al extremo de rigory disciplina.

Empleo los versos imparisílabos arriba mencio-nados, más otros formados por agregación de losmismos, pero escritos todos a la manera de la prosa.Tiene ello la ventaja de una fusión estrecha entre losversos, no separados rígidamente por la pausa final:entre los elementos constitutivos de un verso y los

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versos independientes no hay fronteras exactas, da-do que las pausas son más o menos marcadas segúnlos casos. Al contrario, un mismo grupo de sílabaspuede descomponerse de maneras diversas, porejemplo, el verso de catorce puede subdividirse endos de nueve y cinco o de cinco y nueve o de sietey siete. A veces se conservan los hiatos internos opuntuaciones internas fuertes; es decir, es factibleconservar en ocasiones el tono más coloquial.

Además, los elementos métricos, que predomi-nan, pueden combinarse en ocasiones con otrosamétricos de sílabas pares o de uno o tres sílabas,que cumplen igual función de romper el poetismoexcesivo en ciertos momentos. Por ejemplo, "seconjuraron, siendo antes enemigos, fuego y mar, ymostraron su fe aniquilando la miserable armada delos griegos", forma un grupo de 5-7-4-11-11 sílabas;"pronto veremos si son ciertos los relevos de lasantorchas luminosas", uno de 9-4-9; etc. Con mu-cha frecuencia, el elemento amétrico es el inicial: "elIda, al monte 1 lermeo de Lemnos"; (3-7); "mujer,hablas sensatamente" (3-7); etc. De esta manera selogra, creemos, un instrumento expresivo que, sindejar de ser poético, tiene una mayor flexibilidadque el verso propiamente dicho. Exige, eso sí, dellector un esfuerzo considerable para lograr la escan-sión adecuada, a fin de determinar dónde comienzaun nuevo ritmo y de ver si hay que respetar el hiatoo si se hace sinalefa.

Con toda la dificultad que pueda arrastrar con-sigo este sistema de traducción —y me refiero aho-ra a todos sus aspectos—, creo que merecía la penaintentarlo, al menos como ensayo, para superar elprosaísmo de las versiones normales. Alcanza, ade-más, un alto grado de literalidad, mucho mayor queel de las versiones que conozco. EUo lleva natural-mente sus contrapartidas, pero, aunque choquen algusto literario de algunos y a su sentido de la len-gua, no son arbitrarias, sino que forman un con-junto de elementos coherentes, cuya intención esaproximar la traducción, como queda dicho al ori-ginal. De otra parte, la traducción es en todo casomenos oscura que el original, pues presenta comobase la elección de una interpretación entre lasmúltiples posibles en muchos pasajes. Las notascontribuyen a aclarar el sentido elegido.

No he ahorrado esfuerzo por lograr captar elsentido original de los pasajes difíciles, que abundantanto por razón del estilo mismo de Esquilo comode la conservación deficiente del texto (sobre todode los coros) muchas veces.

3. PLATÓN: REPÚBLICA(Pabón-Fernández Galiano)

Nosotros no hemos querido permitirnos taleslibertades (se refiere a una cita anterior a Cornford];no nos hemos propuesto hacer hablar a Platón co-mo a un profesor o periodista de nuestros días. "Ennuestra opinión —decíamos en Emérita XV 1947,288— nada hay más equivocado que una traduc-ción en que se intente suplir lo que el autor diceentre líneas o adaptar sus palabras a un lenguaje oestilo 'moderno', lodo lo que no sea darnos a Pla-tón tal como es, con sus anacolutos, sus vagueda-des, sus redundancias, sus amplificaciones, susequívocos TOtUTCl o EKEÎva y su monótono, y a ve-ces ingenuo, juego de preguntas y respuestas, es pa-ra nosotros una mixtificación enteramente recusa-ble. Y al leer tantas y tantas traducciones moder-nas... se nos vienen sin querer a las mientes aquellaspalabras de Bentley: "A fine poem, Mr. Pope, but youmust not call it Homer"...

Quizá esta manera de proceder reste populari-dad a nuestra version; pero creemos mantenernoscon ello más fieles al pensamiento y la dicción pla-tónica. El lector debe tener en cuenta constante-mente que está leyendo una obra correspondiente aun mundo cultural lejano y cuya manera de expre-sarse está de acuerdo con concepciones estilísticasno del todo afines a las nuestras: en vez de traer aPlatón al lenguaje del mundo moderno, quizá serátal vez mejor trasladarnos al suyo por medio de lareproducción aproximada de su estilo.

En otras palabras: si es preciso tomar partidopor una de las dos sectas de los 'helenizantes' y los'modernistas', que describen con fina ironía1 Iigham y Bowra en la página LXV de The OxfordBook of Greek Verse in Translation (Oxford, 1938),nosotros optamos por la primera.

Hasta aquí el testimonio de tres excelentestraductores. Pero convendrá que nosotrosmismos digamos algo. Si es que hay algo quedear. Recapitulando, pues, vemos algunasideas claras:

a) por su complejidad, la traducción no essólo cuestión de competencia lingüística en las dos

lenguas. En su proceso intervienen ademáscuestiones culturales, de concepción delmundo y de distinta estética cultural; los co-nocidos fenómenos de diatopía y diacroníaintercultural.

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b) una polaridad importante se plantea

implícitamente en si la traducción debe

orientarse prioritariamente hacia el original

(traducción retrospectiva) o hacia el lector de la

LD (traducción prospectiva). Dado el carác-

ter esencialmente canónico de nuestros tex-

tos como obras literarias, la mayoría de

nuestros traductores se inclinan por la prime-

ra opción. En tal sentido, por ejemplo, Ga-

liano habla de traducciones "helenizantes"

frente a traducciones "modernistas". En todo

caso, también se percibe una cierta sensibili-

dad por el lector, en quien se busca generar

una impresión similar a la que pudiera recibir

el lector u oyente de época antigua ante el

original (Galiano y García Calvo).

c) Se ha ba r run tado , al m e n o s in nuce, el

prob lema de las equivalencias. D e hecho las

distintas opin iones se balancean entre una

equivalencia de con ten ido (literalista) y una

equivalencia funcional (dinámica). E n algu-

nos t raductores aparece clara la conciencia de

que, en poesía al m e n o s , la " fo rma" es tam-

bién parte sustancial del "contenido". Como

decía Lasso1 haciéndose eco de las reflexio-

nes de Humboldt , "la lengua es la casa del

ser, y si éste, inquilino inquieto, se muda de

casa, resulta que es ya otro ser".

d) Es de destacar igualmente el enorme

esfuerzo y finura con que algunos autores

han abordado los problemas de la métrica clási-

ca. A pesar de la insalvable diferencia entre

una métrica de naturaleza cuantitativa (basada

en la oposición de cantidades silábicas) y

cualquier sistema rítmico del castellano, no se

han escatimado esfuerzos en trasladar estos

efectos poéticos, que son esenciales, por

ejemplo, en la tragedia, al texto castellano:

responsión estrófica, juegos de hiatos, sinale-

fas, cesuras, etc.

e) Clara conciencia de que interesa mucho

respetar el estilo literario del original, sin acudir

1 J. Lasso de la Vega: "La traducción de laslenguas clásicas al español como problema" Eclás(1967) 50-52, pp. 87-140.

a perífrasis ni explicitaciones aclaratorias.

Cuando la oscuridad del original es consus-

tancial con el estilo de la obra y del autor,

merece la pena respetarla al máximo.

Todos estos son logros de nuestros mejo-

res traductores. Precisamente de ahí surge

nuestro convencimiento de que la práctica de

la traducción en el ámbito de la filología grie-

ga debe hacerse valer en el foro de la Teoría

de la Traducción moderna.

Mas va siendo hora de que pasemos a

nuestro segundo punto.

4. EL CASO DE

AGUSTÍN GARCÍA CALVO

Hemos elegido dos de sus traducciones,

que sepamos las dos últimas; una de la litada

de Hornero, del año 95, y la reciente del De

rerum natura, de 1997, similares y distintas en-

tre sí por diversas consideraciones.

4.1. El dialecto de los héroes

de la litada, o el "traductor inventor"

Todos sabemos que la literatura occiden-

tal comienza con la litada, manantial de

nuestra tradición literaria; pero quizá conven-

ga sólo recordar que para los griegos Horne-

ro fue en realidad un punto de llegada de una

larga serie de aedos que, de manera oral, se

fueron transmitiendo sus relatos; siendo esta

oralidad y una cierta transmisión formularia

dos de las notas que mejor definen el carácter

de estos poemas, junto a su carácter de poe-

sía en verso hexamétrico. Pero lo que aquí

nos interesa es pasar revista a cómo ha lleva-

do a cabo García Calvo su traducción:

Con esto entramos en las aclaraciones tocantesal sentido de esta versión y al uso que de ella puedahacerse, si es que hay, con todas las aclaraciones yen contra de los enormes impedimentos, algunosque puedan leerla de veras, sentirla sonar, enten-derla y disfrutarla.

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Kl propósito preciso pues que tiene esta ver-sión, un propósito que, al empezar, yo mismo nome había formulado, y del que sólo después, segúnavanzaba, me fui dando cuenta de que la estaba ri-giendo desde el principio, es el de ofrecer en caste-llano algo que pueda darles a los hablantes actualesdel esp. of. cont. una impresión análoga a la que eltexto homérico les ofrecía a los hablantes de la koinèo griego uniformado de por el siglo lila, de C; paralos que el lenguaje de I Iomcro estaba doblementelejos, lo uno, como dialecto poético artificial, y elotro, porque, al cabo de 5 siglos, las mutaciones dela sintaxis, el vocabulario, la flexión y formación depalabras, y hasta la fonémica, habían sido tales des-de el jonio que pudieron hablar los amigos de I Io-mero hasta el ático convertido en lengua comúnque los más de ellos hablaban, que apenas puedepensarse que entendieran esa lengua, si no es que aalgunos de ellos se les seguía enseñando en las es-cuelas.

Para acercarme pues a tal propósito, tenia quefabricar un dialecto, [de ahí lo de 'inventor'] que,aunque sin contar con una educación escolar co-rrespondiente, y siendo reconociblemente castella-no, produjera a mis lectores una medida de extrañe-za y artificio equivalente a la que a los lectores me-dio, en Alejandría o en Pcrgamo o en Atenas, debíaproducirles la lectura de la litada en aquel siglo.

Puede haber sido un intento más o menos in-sensato o atinado, pero, en todo caso, lo que deboadvertir desde aquí a los lectores es que es inútilque intenten la lectura de esta litada sin haberse fa-miliarizado lo bastante con el dialecto en que estáescrita. A ayudarles en el proceso de acostumbra-miento van las aclaraciones que enseguida pongo.

Desde luego, el ponerme a escribir una litada enesp. of. cont. se me apareció desde el principio co-mo ridículo y ajeno a mi deseo: es como si uno sepusiera a escribir, en el lenguaje de los periódicos ode los manuales escolares, una explicación de 'loque Hornero dice', pero en modo alguno una ver-sión de la litada que se lanzara a hacer algo seme-jante a lo que la litada está haciendo en griego ho-mérico.

Y es aquí el momento de advertir a los lectoresque, a pesar de que disponemos de tantas traduc-ciones en español, como aquella benemérita enhendecasílabos sueltos de D. José Goméz Ilermo-silla, con la que de niño entré por primera vez en lalitada, y la del Padre Daniel Ruiz Bueno, que, en misaños de Salamanca, nos acompañaba amablementeen la lectura del libro III, y que publicó luego (se-gún el modelo de V. Bérard para la traducción fran-cesa de la Odisea) una litada rítmica, en verso a la

llana, fragmentos de hendecasílabos y alejandrinosescritos como prosa, y luego otras en prosa y, lasmás recientes y doctas, la del Dr. López Kyre y ladel Dr. Crespo Gücmes, y además las otras versio-nes en prosa o verso inglesas, alemanas, catalanas,italianas, ello es que, durante la fabricación de estalitada (para evitar, sin duda, que "me alterasen elpulso" y me desviasen del intento), no he consulta-do traducción en lengua moderna alguna.

Kilo, de paso, no puede menos de haber aca-rreado alguna consecuencia indeseable, como seráque se me haya escapado algún gazapo, que otro al-gún error paladino de interpretación de palabra ofrase (o alguna interpretación de pasaje dudoso queotros entendidos, desde Aristarco hasta el presente,puedan haber acertado a resolver mejor), que con-fío en que los estudiosos, si es que esto ha de en-contrar lectura, me harán notar y que haya lugar acorregir para nuevas ediciones.

Porque es que, aunque a mí mismo no deje deasombrarme un poco que una traducción fiel, engran medida literal, esté sonando en dáctilos caste-llanos y hasta con asonancias de romance, debe ellector saber, por si lo duda, que esta versión es, enefecto, si no siempre literal, escrupulosamente fiel.

La fabricación de este dialecto se ha hecho acu-diendo a procedimientos muy diversos: uno, el ar-caísmo, que tal su castellano se mantiene en generalalejado de nosotros algún que otro siglo; otro, el re-curso a formas marginales del castellano, no acogi-das en la Literatura central ni luego en las Acade-mias, pero que había yo en tiempos oído en boca degente de mi tierra; y otro, la invención analógica y elestiramiento de las posibilidades de sintaxis y hastamorfología del castellano; todo ello, sin embargo,manteniéndome de un lenguaje que, al menos quelas partes "efectivas" de la frase, esto es, aquellasque dicen lo que tiene que decir, que hacen lo queen la marcha de la acción tiene que hacer, resultainteligible para cualquier hablante del español nodemasiado ensordecido por la I jteratura y las reglasde escuela y academia.

Pero esos alejamientos y extrañamientos dellenguaje se reparten en esta versión de diferentesmodos en las varias regiones de la gramática y delléxico.

Kn cuanto a la sintaxis, es la homérica (porqueasí lo era sin duda la de la épica aédica que él sigue)sumamente sencilla, en el sentido de que es muy li-neal o continuativa, con escasa subordinación nicomplejidad en la construcción de frase.

Si alguna complicación hay, es "en onda másamplia", en pasajes en que viene a intercalarse unafrase o serie de frases dentro del decurso de otras,

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con ocasional anacoluto o perdida del hilo; y así, enesos pocos casos, lo he mantenido, haciendo másuso del signo de paréntesis de lo que se suele.

l,o cjue no es esa sintaxis es yuxtapositiva, sinoque las frases, casi sin excepción, están explícita-mente enlazadas una con la otra por medio de unaartillería de partículas coordinantes, típica y peculiardel griego antiguo y difícil de reproducir en otraslenguas.

Hasta aquí la cita, un poco larga, pero ne-cesaria. De manera que García Calvo nosbrinda una traducción orientada al lector, entanto que ha buscado producir "a mis lecto-res una medida de extrañeza y artificio equi-valente a la que los lectores medios, en Ale-jandría o en Pérgamo o en Atenas debía pro-ducirles la lectura de la litada en aquel siglo[III a.C.]". Este esfuerzo de García Calvoconlleva un cierto asombro, al comprobarque "una traducción fiel, en gran medida lite-ral, esté sonando en dáctilos castellanos yhasta con asonancias de romance". Tambiénintroduce un recurso al eco de la oralidad,mediante la invención analógica y el estira-miento de las posibilidades de la sintaxis yhasta la morfología del castellano.

García Calvo es quien más se demora enjustificar su sintaxis (lineal, aunque no yuxta-positiva, y con escasa subordinación), el usode las partículas, la puntuación, el empleo delos tiempos verbales, la sintagmática, etc.

En paralelo a lo hasta ahora visto estaríala "traducción" de los epítetos, donde GarcíaCalvo ha llevado a cabo un auténtico derro-che de creación poética; oigan sólo algunosejemplos de las monedas recién salidas de laceca de Agustín, antes de que otros se lasapropien y ya se devalúen: Apolo es lueñijleche-ro, el mar milborboriáento o vinulento, el piélago

es nuncaricanso, las naves son rumbivalinas o

rumbiligeras, o incluso córvidas o belniveleñas, el

barco marcaminero o ¡évedo, Zeus es el nubipasto-

reante I pastor de nublados o cabrillante/ cabrilámpi-

go, o es lámpigo, a Héctor denomina crestiga-

llardol'crestúrgidol' crestiférvido, e incluso yelmiga-

llardo I yelmirisado I yelmo-de-ondas, Hefesto es el

ilustre Zambitalón, el sueño sinsóndigo, aunque

a veces mejor ambrósego o melífrono (yo preferi-

ría melipensante) el venablo longuisombrío/ largui-

sombre (los dobletes dependen del segmentode verso en que se hallen, los acentos y elritmo de la cadencia), Afrodita es milrisueñalrisondd (aunque a mí me siga gustando másamanledelasonrisd), a los dos Ayantes les dicedualmente "a vos ambos"', un héroe (por ejem-plo Glauco) es vérviro, mientras que Iris lamensajera es rauda-andarina/'viento-su-paso/'pie-

raudo I'céleres-pasos. La cítara de Apolo es belve-

riverba, y a los aqueos (¡se lo han merecido sinduda!) los llama en II 235 melones. Y cuandose refiere a los corceles ¿es que no se los oyecorrer más y levantar más veloz polvaredacuando García Calvo nos dice que son casqui-rraudosI casquelitrascos o casquirrudosI casquivo-

lantes? Debo adverar que hay muchos otrosepítetos y muy variegados, que se asemejanmás de cerca al género de la jitanjáfora, y quepor descontado no podrá encontrar el lectoren el DllAE —ni siquiera en su versión CD-ROM.

4.2. La "ciencia canta" en elDe rerum natura: traductor/editor/autor

Si en el apartado anterior hemos podidoapuntar algún indicio de la labor de GarcíaCalvo como traductor "inventor" de un dia-lecto, ahora pretendo presentarlo bajo el do-ble prisma de "editor-autor". Para ello me heservido de la versión que García Calvo acabade brindarnos del De rerum natura, extensopoema en seis cantos y unos 6.000 versos de"épica científica", un texto dedicado sistemá-ticamente a la física y a la explicación mate-rialista del universo.

García Calvo adquiere el compromiso depreparar una versión de esta obra "con suritmo y lo más fiel a su estilo". Y a partir deaquí es cuando empiezan a surgirle algunaspreguntas. No ya tanto esas que habitual-mente suelen asaltar al traductor en los mo-

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mentos previos a iniciar su tarea (del tipo,por ejemplo, de si ha de hacerse una traduc-ción prospectiva o retrospectiva, de si enprosa o en verso, fidelidad al autor/fidelidadal lector, etc.) sino una cuestión que resultaconsustancial todavía para quienes nos dedi-camos a traducir obras de autores clásicos: lafijaáón del texto original.

Porque debo recordar ante un público sinduda heterogéneo como el que lee esta re-vista que algunas de las grandes obras de laantigüedad greco-latina siguen planteandoproblemas de transmisión y de fijación tex-tual. García Calvo se percató de que el poemade Lucrecio estaba "mal transmitido y seguíapoco bien editado todavía; de manera que nopodía, en verdad, hacer una versión a nuestralengua si no lograba, a la par, resolver la mu-chedumbre de dudas y de errores que el textolatino me ofrecía y rehacer, en la medida demis fuerzas, una edición crítica del poemamejor que las usuales".

Resumido en dos palabras, el texto delpoema tal y como nosotros lo tenemos nosha llegado a través de dos mss. principales (elms. O, codex Ijeidenüs 30, del s. IX, y el llama-do ms. Q, codex ljeidensis 94, de los siglos IXo X). Avive el seso el amodorrado lector yadvierta que ya han pasado mil años desdeque el autor Lucrecio o su secretario dejararedactado el original. Hay un tercer ms. im-portante del XV, de Poggio Bracciolini, delque a su vez derivan múltiples apógrafos, de-teriores en general. Sobre ellos se confecciona-ron las primeras ediciones impresas, a partirde 1473, hasta llegar al hito de la edición deLachmann en 1850. En la fotocopia anexatienen el estemma más detallado y verosímil.

No quisiera entrar en cuestiones eruditas,pero déjenme mencionar sólo un detalle paraque tomemos todos conciencia de hasta quépunto puede llegar a ser ardua la tarea de un"traductor" de lenguas muertas. Tiene quever con esa "'minucia" que llamamos ortogra-fía. Lo haré citando nuevamente a García

Calvo. "De manera que, como tenemos datosy testimonios bastantes para saber cuál era laescritura que en tiempos de Lucrecio y Cice-rón se usaba y correspondía bien al estado dela lengua, y a pesar de que sigue dominandoen nuestras ediciones actuales la resignación aimprimir los viejos autores republicanos conla ortografía imperial de la escuela de Quinti-liano y más aún de la de Probo, he queridoaquí, en lo que podía, restituir el texto de huiredo a

la escritura que le corresponde".

El caso es que este texto de García Calvose aparta en más de 500 pasajes de lo que senos ofrece en otras ediciones de Lucrecio.

Pero vayamos a otro aspecto aún mássingular. ¿Con qué fundamento puede decirseque un traductor de finales del siglo XX senos metamorfosea en autor? Pienso que almenos lo es en un doble sentido. Primero,porque en general cualquier traductor recreaen cierto modo un nuevo original al llevar acabo su traducción, pero también en otrosentido más estricto, en tanto que GarcíaCalvo ha llevado a cabo un acto de osadíamuy propio de su capacidad y su talante. EsteLucrecio de García Calvo tiene unos 90 ver-sos más que los textos de otras ediciones.Tradicionalmente se admite la existencia dealgunos pasajes donde se detecta que hay unalaguna, es decir, que sabemos que esporádi-camente faltan algunos versos, originadas pordeterioros materiales en el encabezamiento yfinal de alguna hoja del ms. etc. Pues bien, enestos casos García Calvo, "mejor que dejar eltexto con sus llagas abiertas y sus asteriscos,he preferido arriesgarme, tras invocar a losmanes de Lucrecio, a llenarlas con el númerode versos que parecía corresponder y con elargumento y sentido que en general se dejadeducir del contexto con relativa certidum-bre. Puede parecer algo presuntuoso que secrea uno dotado de tanto arte, o más bienamaestrado en tanta fidelidad, como paratomar la voz del poeta y seguirle el paso en

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sus ausencias. Pero, en todo caso, a nadie vana hacerle gran mal esos versos añadidos...".

No teman demasiado, porque no voyahora a recitárselos; aunque sí me gustaríaque mentalmente tomaran nota de lo que esteempeño de García Calvo supone. Es un actode osadía intelectual notable y un indicio ex-tremo del grado de sintonía con que un tra-ductor que se precie puede llegar a alcanzarcon el autor de la obra que traduce.

5. ¿QUERELLA O CONCORDIA?

Ni los antiguos debemos recelar de losmodernos, ni éstos asemejarse demasiado alnuevo rico y su "vellón de oro" que cree ha-berlo descubierto todo ex novo. A medida quese van abriendo o expandiendo los diversoscampos de investigación parece natural reco-nocer una cierta especificidad metodológica acada parcela de estudio. Pero no creemos queconvenga a nadie adoptar posturas de recelo.

Pienso que, de un lado existe la necesidadde que la filología griega se incorpore a lasnuevas corrientes de los estudios de traduc-tología. Debe y puede hacerlo sin complejos,en tanto que su larga experiencia de prácticatraductográfica le ha hecho acumular un cau-dal de saberes importantísimo. Pero tambiéndebe hacerlo con la apertura de mente nece-saria que le permita asimilar los nuevos enfo-ques de la moderna traductología.

En este sentido me gustaría contribuir adespertar en los filólogos clásicos, cuya com-petencia lingüística está más que probada, laconciencia de que debemos reflexionar yocuparnos sobre los aspectos más teóricos dela traducción. Nuestra contribución en estecampo nuevo puede ser importante, y porotro lado cabe esperar incluso que de ella sederiven mejoras para nuestras prácticas comotraductores, y de otra parte, incorporando anuestros usos y prácticas traductológicas loslogros que en los recientes estudios de Teoría de la

Traducción pueden considerarse aprovecha-bles. Así se llegará a un cierto punto de en-cuentro en el que comprobaremos que ni to-do lo que los modernos teóricos nos presen-tan es absolutamente nuevo ni deja de repo-sar sobre algunas intuiciones de los antiguos,y que tampoco los profesionales de la filolo-gía clásica podemos seguir manteniéndonosal margen de las nuevas corrientes. Cuandomenos, se trata de poder estar en la contro-versia. Pensamos que también para los auto-res clásicos, si el siglo XXI será algo, ha deser además el siglo de la traducción y de sutraductología.

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