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UNIVERSIDAD FINIS TERRAE ESCUELA DE LITERATURA LINGÜÍSTICA II BEATRIZ QUIROZ PROYECTO DE INVESTIGACIÓN ANÁLISIS A LA COLUMNA DE OPINIÓN LA RECTA PROVINCIADE ANTONIO GIL A PARTIR DEL APARATO FORMAL DE LA ENUNCIACIÓN DE BENVENISTE. 1

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UNIVERSIDAD FINIS TERRAE

ESCUELA DE LITERATURA

LINGÜÍSTICA II

BEATRIZ QUIROZ

PROYECTO DE INVESTIGACIÓN

ANÁLISIS A LA COLUMNA DE OPINIÓN “LA RECTA PROVINCIA”

DE ANTONIO GIL A PARTIR DEL APARATO FORMAL DE LA

ENUNCIACIÓN DE BENVENISTE.

P

ABLO BILBAO

JOSÉ PEDRO JARPA

13 DE DICIEMBRE DE 2007

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ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN………………………………………………..3

II. MARCO TEÓRICO……………………………………………...4

III. METODOLOGÍA………………………………………………. 8

IV. RESULTADO ANÁLISIS……………………………………… 9

V. CONCLUSIONES…………………………………………….. 12

VI. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………… 14

VII. ANEXO…………………………………………………… 15

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I. INTRODUCCIÓN

Motivados por la teoría de la enunciación de Benveniste formulada en El aparato

formal de la enunciación (1966) abordaremos la columna de opinión Recta Provincia

aparecida todos los jueves en el diario Las últimas noticias del escritor Antonio Gil, a través

de los aspectos que constituyen la subjetividad del lenguaje, dentro del proceso de la

enunciación. La forma en que el sujeto se posesiona de la lengua.

Para el análisis que pretendemos realizar, nos fijaremos en las marcas deícticas de

persona, considerando la importancia de la primera (yo) y la segunda (tú), más que la tercera

(él). Esto nos permiten comprender la postura que toma el sujeto dentro del enunciado escrito,

ya que de esta manera nos acercaremos a una visión más clara sobre las características del

discurso planteado, intentando lograr conclusiones que sean comunes dentro de los textos

analizados. Además, incluiremos los modos enunciativos (elocutivo, alocutivo y delocutivo)

para ver la manera en que se instaura el sujeto en su enunciado.

Asumiendo que nuestro estudio se desarrolla a partir de un enunciado escrito,

proponemos que el problema de la subjetividad se manifiesta de forma clara porque,

considerando las características de una columna de opinión, en este tipo de enunciado no hay

una relación directa con el interlocutor; este se va descubriendo a medida que el propio

locutor lo permite.

También incluiremos ciertas perspectivas que sirven para complementar la teoría de

Benveniste, como la de Ducrot. Esta perspectiva se puede considerar para lograr una visión

más amplia del objeto de estudio, pero sin perder el enfoque central que proviene de la teoría

de Benveniste.

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II. MARCO TEÓRICO

Para la realización de esta investigación, nos centraremos en la Teoría de la

enunciación (1966) de Émile Benveniste. Nos interesa esta teoría porque el sujeto se

manifiesta como el objeto de estudio y el centro para entender el fenómeno de la enunciación.

A partir de esta visión de la teoría de Benveniste que se preocupa de las marcas formales en el

uso podremos abordar con mayor profundidad la subjetividad del locutor.

“El acto individual por el cual se utiliza la lengua introduce primero el locutor como

parámetro en las condiciones necesarias para la enunciación. Antes de la enunciación,

la lengua no es más que la posibilidad de la lengua. Después de la enunciación, la

lengua se efectúa en una instancia de discurso, que emana de un locutor, forma sonora

que espera un auditor y que suscita otra enunciación a cambio” (Benveniste 84)

Desde aquí, podemos ver que Benveniste nos trata de mostrar al sujeto como aquel

que es capaz de hacerse cargo de la lengua y manifestarla en un momento, y con una

intención determinada. El enunciado adquiere un significado de acuerdo con lo que está

sucediendo, pero siempre a partir de la visión de un sujeto que Benveniste llama locutor. Este

locutor al que se hace referencia es el que produce un enunciado y siempre se está dirigiendo

a un alocutor o a algo que está fuera de una instancia de diálogo. Desde aquí, las columnas de

Antonio Gil nos parecen útiles para nuestro problema de investigación, ya que en ella

podemos ver como operan las relaciones que el locutor manifiesta en su enunciado.

“En tanto que realización individual, la enunciación puede definirse, en relación con la

lengua, como un proceso de apropiación. El locutor se apropia el aparato formal de la

lengua y enuncia su posición de locutor mediante indicios específicos, por una parte, y

por medio de procedimientos accesorios por otra.” (Benveniste 84)

Como ya hemos mencionado anteriormente, Benveniste reconoce ciertas marcas

formales que adquieren sentido en el proceso de apropiación de la lengua.

Hay pues que distinguir las entidades que tienen en la lengua su estatuto pleno y permanente y

aquellas que, emanadas de la enunciación, sólo existen en la red de “individuos” que la enunciación

crea y en relación con el “aquí-ahora” del locutor (Benveniste 87)

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El locutor permite que se construya un contexto al utilizar marcas deícticas de

ostensión que definen el espacio y el tiempo de un enunciado. Pero hemos considerado las

marcas deícticas de persona para desarrollar nuestro análisis.

Estas marcas definen tanto la relación que hay con un alocutor, como la manera en que

un sujeto se posiciona en su enunciado. Ya delimitado nuestro objeto de estudio: subjetividad

del locutor en un enunciado, es necesario dar algunas nociones de las marcas que permitirán

el análisis: las marcas deícticas de persona

Los deícticos de persona son elementos formales que nos permiten establecer la

relación que existe entre un locutor (yo) y un alocutor (tú) en un enunciado y en un

determinado contexto.

Para mayor claridad extraeremos la definición que hace Gerardo Álvarez en el capítulo

“el texto y en el enunciado” en su libro Textos y discursos (1996)

Deícticos de persona. Un elemento formal como el pronombre “yo” no puede ser interpretado

sino en relación con la situación del discurso: la relación “yo- tú” se produce y se reactualiza en cada

enunciación. El individuo que toma la palabra se apropia de la forma “yo” ( o “nosotros) , y en ese

mismo momento designa al otro como tú ( o “ustedes). Toda persona puede ser “ yo” o “tú” según el

papel que le toca en cada enunciación. “ yo” y “tú” designan, entonces, posiciones en el diálogo real o

imaginario. ( Álvarez 22)

El locutor logra apropiarse de su enunciado a través de estas marcas, ya posee un

abanico de posibilidades que variará según la estrategia comunicativa que emprenda. Este

abanico de posibilidades se denomina modos enunciativos

MODOS ENUNCIATIVOS

Estos modos definen como se posiciona el locutor en su enunciado, según el propósito

que esté establezca, al estar dentro del aparato formal de la enunciación dependen de los

pronombres personales y las flexiones verbales.

El modo elocutivo se centra en el yo, el locutor se incluye totalmente en su

enunciado y se logra distinguir mediante las marcas formales de la primera persona (yo, me, a

mi) En contexto: desea asumir su discurso y dar una impresión de sinceridad, de intimidad o

de subjetividad elegirá el modo elocutivo ( Álvarez 26) Antes de pasar a la definición de

modo alocutivo, es pertinente detenernos para tantear el problema de nuestra investigación.

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La Recta provincia de Antonio Gil al ser una columna de opinión subordina claramente a que

el modo elocutivo sea el que opere con mayor predominio. Pero en este caso hay una variante

que distorsiona su enunciado, en ningún momento existe una posición clara de este modo, se

apela al alocutor como miembro de su enunciado borrando el “yo” de la primera persona

singular para transformarlo en un discurso centrado en el “nosotros”. Esto se podría explicar

con la definición del modo alocutivo, este modo apela al tú con la intención de borrar al

sujeto enunciador (en este caso Gil)

En contexto: Si desea focalizar su discurso en el destinatario para implicarlo, para

incitar una acción, elegirá el modo alocutivo. Ejemplo: Fume cigarrillos Pall-Mall (Álvarez

26) El ejemplo de Álvarez es más bien curioso: podría remitir a una objetividad-subjetiva del

locutor, no existe una postura ideológica pero si ínsita a que el alocutor realice lo que propone

en su enunciado. La problemática que exponíamos más arriba sobre el desdoblamiento que

hace Gil de estos dos modos, se puede explicar sencillamente, pero primero debemos terminar

de definir el modo delocutivo, este se centra en el o ello (no persona) para darle un aspecto

impersonal borrando las marcas del yo y el tú, en el caso de nuestra : investigación hemos

encasillados dentro de este modo al sujeto que apela en su enunciación por lo general al ser

una persona pública a quien se remite en estas columnas, podemos inferir que la elección de

este modo para con el implicado, es lo contrario a lo que pasa al establecer cercanía con el

alocutor cambiando el “yo” por el “nosotros”. En este caso se busca establecer una distancia

entre locutor y sujeto del enunciado.

Volviendo a la problemática de los modos enunciativos en La recta Provincia,

debemos partir de la base de que los tres modos pueden operar simultáneamente en un

enunciado, pero siempre es uno el que domina, y entonces, será este el que le dará su carácter

al texto.

Benveniste distingue entre una enunciación hablada y otra escrita. En la segunda, el

escritor se enuncia escribiendo y, dentro de su escritura, hace que se enuncien individuos.

(Benveniste 91) El análisis de un enunciado escrito, como ocurre en este caso, supone una

mayor importancia en las distintas marcas que hemos mencionado anteriormente, ya que las

ideas expresadas permiten un mayor reconocimiento de la subjetividad del locutor al que

hacemos referencia.

Tomando en cuenta otro punto de vista, relacionado con el análisis de la subjetividad

en el lenguaje, se encuentra la exposición que realiza Alejandro Raiter sobre las teorías de

Benveniste y Ducrot. Según Raiter, hay una diferencia fundamental entre las teorías de estos

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dos lingüistas, a pesar de que sus bases están plenamente relacionadas por las influencias de

Bajtín y el estructuralismo:

(…) Por un lado tenemos un objeto de estudio configurado por las marcas que el locutor

deja en su discurso, por lo tanto solo estudiable en aquellos discursos en los que tales marcas

se hacen presentes (Benveniste). Por otro lado aparece un concepto más amplio, más

abarcativo de la enunciación, entendida también como proceso único e irrepetible pero, de

alguna manera, independiente de las manifestaciones del sujeto. Un proceso por el cual

todos los enunciados son estudiables porque solo a través de él adquieren un sentido que ha

dejado de depender del mundo, de las condiciones de verdad, de los referentes concretos del

lenguaje (Ducrot). (Raiter 127)

De acuerdo con esto, podemos considerar ciertas ideas que son útiles para definir al

locutor de Benveniste. Sabemos que Ducrot no considera al sujeto como el objeto principal de

su teoría, ya que tiene un mayor interés por los aspectos que constituyen el significado del

propio enunciado; el sentido. Pero acercando esta teoría a la propuesta de Benveniste, nos

encontramos con que Ducrot vuelve a definir ciertas características. De esta manera, distingue

entre locutor, enunciador y sujeto empírico. Para fines de nuestro trabajo esto puede resultar

interesante de tomar en cuenta, ya que reconoce de mejor manera lo que planteaba Benveniste

en este sentido.

El locutor de Ducrot, siguiendo lo que menciona Raiter, es aquel que se hace

responsable de la enunciación, tiene marcas de primera persona. El enunciador, en cambio, es

todo aquel que le da origen a los puntos de vista del enunciado. Mientras que el sujeto

empírico es el autor físico y real, que puede resultar un tanto más interesante para nuestro

análisis, a pesar de que no interesa a la lingüística. Así como hay, según Benveniste, un

locutor y un alocutor, para Ducrot también existen tres nuevas categorías que definen al

alocutor. Primero está el oyente, es el que recibe de manera empírica al enunciado. El

alocutario (alocutor) es la persona a la cual se dirige explícitamente el locutor, con marcas de

segunda persona. Por último, el destinatario, es la persona a la cual se dirigen los argumentos

de los enunciadores.

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III. METODOLOGÍA

A) Corpus

El corpus de nuestra investigación se compone de tres columnas (La recta provincia)

realizadas entre el 8 de febrero del 2007 y el 14 de junio del mismo año publicadas todos los

jueves por el diario Las últimas noticias. El criterio de selección fue una mezcla entre el

argumento de las columnas y las fechas más próximas en el momento de su selección,

llegamos a interesarnos en estas columnas por la manera en que el locutor (Antonio Gil) juega

según su postura ideológica con el uso del “yo” y “tú” desde el “ellos” y el “nosotros.”

Para el análisis clasificaremos las columnas

La primera titulada “ Zamorano en la pisadera” del 8 de febrero será A

La segunda titulada “ Carta abierta a Sakarach” del 3 de mayo será B

La tercera titulada “ La basura ardiente” del 7 de junio será C

B) Caracterización del contexto

La recta provincia viene apareciendo desde principios del año 2005 en el diario Las

últimas noticias todos los jueves en la sección cultural con una extensión de más menos 600

palabras. Apelando por la contingencia y la actualidad al ser La recta provincia una columna

que ofrece una descarnada crítica social. [ir a página 21 para ver formato original de La recta

provincia]

C) Unidades y categorías de análisis

Básicamente enfocaremos nuestro análisis en las marcas deícticas de persona más

representativas para identificar como se posiciona Gil (locutor) en su enunciación a través de

los modos enunciativos (elocutivo, alocutivo, delocutivo) presentes en el aparato formal de la

enunciación.

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IV. RESULTADOS ANÁLISIS

( ANÁLISIS A FONDO DENTRO DEL ANEXO : CORPUS)

EN EL TEXTO A

Chile es un país prodigioso que nunca termina de sorprendernos (flexión de primera

persona plural). Ahora resulta que un ex futbolista, que no se (flexión de tercera persona

singular, delocutivo) baja de su Porsche ni para orinar, muy prisco nos (pronombre personal)

enseña (flexión de tercera persona, singular) a los santiaguinos a andar en micro. Muestra

(flexión de tercera persona, singular) planos del Transantiago, muy amablemente balbucea

(flexión de tercera persona, singular) vaguedades, llama (flexión de tercera persona, singular)

a confiar en el nuevo sistema de transporte urbano de nuestra (flexión de primera persona

plural) capital, invita (flexión de tercera persona, singular) a informarse sobre éste en la

potente red telefónica creada para tales efectos, conmina (flexión de tercera persona,

singular) a tener fe en las bondades del cambio y remarca (flexión de tercera persona,

singular) la urgencia de prepararse para él. Error. ¿Conocen (flexión de segunda persona

plural) a algún chileno que se haya preparado alguna vez para algo?

Acá lo interesante es la forma en que el locutor se refiere al modo elocutivo. Parte el

enunciado apelando a su particular nosotros para luego aprovechando la instancia de

interrogación desprenderse de su discurso y apelar a la flexión de segunda personal plural de

modo alocutivo : ¿ Ustedes conocen a algún chileno…?

En el sentido del enunciado esto podría explicarse de la siguiente manera: si nos

fijamos en las marcas del modo delocutivo aún en este párrafo el locutor se refiere a marcas

generales más bien objetivas ( conmina, invita, remarca,etc) Pero luego de la marca del modo

alocutivo ya mencionado se refiere particularmente y de manera explícita lo que sería – según

Ducrot – el destinario, que en este caso es Iván Zamorano.

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Leyenda Modos Enunciativos

Modo AlocutivoModo ElocutivoModo Delocutivo

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EN EL TEXTO B

Señor Rafael Maureira Trujillo, Sakarach:

Nosotros (flexión de primera persona, plural) no nos (pronombre personal)

conocemos (flexión de primera persona, plural) y es muy probable que nunca en la vida

lleguemos (flexión de primera persona, plural) a vernos (flexión de primera persona, plural).

En rigor, lo que a usted (pronombre personal) le ocurra no debiera importarnos (flexión de

primera persona, plural) en lo absoluto a nosotros (pronombre personal). Le escribimos

(flexión de primera persona, plural), sin embargo, fíjese (flexión de segunda persona singular)

bien, simplemente porque no creemos (flexión de primera persona, plural) ser mejores

personas que usted (pronombre personal). Ni creemos (flexión de primera persona, plural)

que nuestra sociedad, en su conjunto, con su hipocresía bestial, lo sea. Sabemos (flexión de

primera persona, plural) que todos los seres humanos debemos (flexión de primera persona,

plural) luchar diariamente contra terribles demonios. Cada quien tiene el suyo, y de eso

conoce usted (pronombre personal) mejor que nadie.

En este ejemplo vemos la problemática ya esbozada en el marco teórico, el paso de un

modo a otro en el juego más significado que existe entre locutor y alocutor. Si nos fijamos,

cuando dice “nosotros no nos conocemos” está involucrando solamente a los dos

participantes del enunciado (Gil y Sakarach), pero inmediatamente después. Cuando dice: “En

rigor, lo que a usted (pronombre personal) le ocurra no debiera importarnos (flexión de

primera persona, plural) en lo absoluto a nosotros.” (Pronombre personal).

Si nos regimos estrictamente a las características del género epistolar este siempre

apela al diálogo interno y personal entre un yo y tú. La razón que justifica la presencia del

nosotros en una carta que ha empezado directamente desde el yo, podemos inferir que tiene

que ver con las motivaciones de cercanía que el locutor quiere establecer con el alocutor

utilizando – las ya mencionadas- estrategias comunicativas que parecen pertinente operar en

este enunciado.

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EN EL TEXTO C

En prosa, Isabel Allende, igual que Juana de Arco, de entrada iría entera al sacrificio

de las llamas. Tomo tras tomo, al resplandeciente hornillo, señora, esas malas copias suyas de

García Márquez. Especialmente esas porquerías inventadas hace poco por las editoriales y

ejecutadas oportunistamente por usted (pronombre personal), en la línea de Harry Potter,

destinadas a esquilmar los bolsillos de los incautos cabros chicos con tonteras amazónicas y

boberías varias con dragones y héroes impúberes. Todo al fuego. Está bien: dejemos (flexión

de primera persona, plural) a un lado “La casa de los espíritus”, por si alguna vieja

menesterosa lo necesita en su brasero.

Otra postura significativa que encontramos en el locutor se presenta en este fragmento,

si nos fijamos parte hablando de Isabel Allende desde la tercera persona a través del modo

delocutivo para luego aplicar el proceso inverso que vimos en el ejemplo del texto A : se

dirige directamente a ella de manera despectiva : “señora, esas malas copias suyas de García

Márquez”. Especialmente esas porquerías inventadas hace poco por las editoriales y

ejecutadas oportunistamente por usted (pronombre personal)”

Podemos apreciar el cambio abrupto desde el modo delocutivo ( Isabell Allende

objetivamente) para luego mediante la marca usted como ponombre personal pasar al modo

alocutivo.

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V. CONCLUSIONES

Al ser este nuestro primer trabajo de investigación, la primero barrera que debimos

sortear fue la compleja tarea de acotar nuestro objeto de estudio. En un principio nuestra

ingenuidad conceptual pretendía fundir las teorías de Bajtin sobre los géneros discursivos, el

sentido de Ducrot y sumándole a ello nuestro interés principal: aplicar todas las normativas

del aparato formal de la enunciación en las columnas de Antonio Gil. Tras los consejos y

conversaciones con la profesora guía logramos establecer un propósito claro.

¿En qué consiste su trabajo de investigación? En búsqueda de la subjetividad del locutor

decidimos aplicar los modos enunciativos en las columnas de Antonio Gil a partir de las

marcas deícticas de persona que identificamos.

Cómo hipótesis puede sonar un poco rígido y sin mucha profundidad a lo que se refiere a

términos estrictamente literarios, pero no, parafraseando a Halliday lo que permitió este

trabajo fue: “entender el sistema desde el uso” .Ya con el trabajo terminado podemos hacer

una retrospectiva y asombrarnos del como marcas tan comunes como las que revisamos aquí

pueden definir los múltiples propósitos de un locutor.

Todo este aparataje formal de la enunciación deja las puertas abiertas para abordar lo aquí

visto desde otras perspectivas de estudio : el problema de los géneros discursivos de Bajtin

que Gil tiene mucho que ofrecer desde ahí, también podemos establecer el rol del “ lenguaje

y hombre social” de Halliday en estas columnas de opinión o como el enunciado rompe todas

las máximas propuestas por Paul Grice, a partir de que su discurso se construye en base a la

ambigüedad ( cfr Grice) de esa forma un sinfín de posibilidades que tanto la lingüística como

al teoría literaria no los permitan.

Nos despedimos con la frente en alto y con la satisfacción de haber realizado un trabajo a

conciencia superando nuestras limitaciones al enfrentarse ante lo desconocido y abstracto que

parecía hasta ayer la lingüística: ese proceso que partió por el hoy lejano mes de marzo

concluye con lo más complejo, si ayer reflexionar, teorizar, desarrollar y reconocer conceptos

a partir de las nociones del lenguaje que Saussure, Martinet, Jackobson y Hjemslev

complicaban cada día más permitió establecer lazos y diferencias con los estructuralistas

norteamericanos : Sapir y Bloomfield que ya proponía ciertas ideas del lenguaje en sociedad

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como el fin que este debía cumplir. Pienso que fue lo que nos permitió entender la llegada del

rupturista Chomsky con su fantástica teoría de la “competencia lingüística” y la

descontextualización del lenguaje para luego retomar directamente la línea de lingüística II: el

lenguaje en contexto (o como dice el ridículo pero pertinente subtitulo del ramo: “La lengua

revelada”) desde la escuela anglosajona de los filósofos del lenguaje: Austin, Searle y Grice

que ya proponían las nociones de lo que la pragmática desarrollaría tiempo después , hasta

llegar – después de este brevísimo recorrido por el universo de Beatriz Quiroz – a nuestro

objeto de estudio : Benveniste y su teoría de la enunciación quien junto a Ducrot fueron los

encargados de definir la subjetividad del locutor que le permite posicionarse en su enunciado

o el sentido que este enunciado adquiera al ser emitido en el contexto adecuado.

En un principio este enfoque de la aplicación de las teorías nos desarmó todo el aparataje

conceptual – abstracto que tanto nos había costado adquirir. Pero era necesario,

completamente necesario y vuelvo a lo que Searle también se proponía: “desde el uso

entender el sistema”.

Trabajo de investigación a partir de la aplicación de los modos enunciativos del Aparato

formal de la enunciación de Benveniste. Desde lejos parecía una empresa imposible de

evadir, no éramos capaces de profundizar a partir de marcas – ayer – desconocidas, pero hoy

desde adentro. Ya está listo, bien o mal, pero se logró. Queda como experiencia que una

buena metodología y la aplicación de aspectos formales dejan un abanico abierto para en un

futuro no muy lejano, enfrentarnos cara a cara sin temores ante cualquier trabajo de

investigación que se nos presente en el camino.

Podría sonar irónico, pero es un triste adiós del ramo de lingüística (la primera guillotina

de la escuela) justo cuando las cosas empezaban a revelarse por si solas logrando relacionar y

diferenciar todas las teorías revisadas, llega a su fin, un fin didáctico y académico – por ciento

– porque al menos nosotros nos vamos cargados hasta los dientes con las nociones del

lenguaje para aplicarlas en teoría litería. Con esta nueva forma de enfrentar los textos y

comprender el lenguaje que significó el ramo de lingüística.

Espero que se comprenda la informalidad aplicadas en este apartado, pero era algo que

debíamos expresar. A pesar de todas las vicisitudes que nos mantuvieron alertas hasta el

último día, queríamos realizar un trabajo final como el ramo lo merece: preciso, claro y

ordenado.

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VI. BIBLIOGRAFÍA

Álvarez, G.: “El texto y su enunciación”, en: Textos y discursos. Introducción a la lingüística

del texto. Concepción: Universidad de Concepción, 1996.

Benveniste, Émile: “El aparato formal de la enunciación”, en Problemas de lingüística

general II, Madrid, Siglo XXI, 1987

Raiter, A. y J. Zullo: “¿Quién habla cuando hablamos? La enunciación, en Sujetos de la

lengua. Introducción a la lingüística del uso. Buenos Aires: Gedisa, 2004.

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VII. ANEXO: CORPUS

Zamorano en la pisadera

Jueves 8 de febrero de 2007

Chile es un país prodigioso que nunca termina de sorprendernos (flexión de primera

persona plural). Ahora resulta que un ex futbolista, que no se (flexión de tercera persona

singular) baja de su Porsche ni para orinar, muy prisco nos (pronombre personal) enseña

(flexión de tercera persona, singular) a los santiaguinos a andar en micro. Muestra (flexión de

tercera persona, singular) planos del Transantiago, muy amablemente balbucea (flexión de

tercera persona, singular) vaguedades, llama (flexion de tercera persona, singular) a confiar

en el nuevo sistema de transporte urbano de nuestra (flexión de primera persona plural)

capital, invita (flexión de tercera persona, singular) a informarse sobre éste en la potente red

telefónica creada para tales efectos, conmina (flexión de tercera persona, singular) a tener fe

en las bondades del cambio y remarca (flexión de tercera persona, singular) la urgencia de

prepararse para él. Error. ¿Conocen (flexión de segunda persona plural) a algún chileno que

se haya preparado alguna vez para algo?

¿Alguien imagina que realmente este destacado y potentado ex deportista sepa

(flexión de tercera persona, singular) cómo diablos llegar, en esas dichosas micros verdes o

moradas o celestes, desde Franklin a Huechuraba o desde el Faro de Apoquindo a la avenida

Gabriela, en La Florida? Nadie. Sin embargo, una camionada de plata habría cobrado el ex

goleador por ser el rostro televisivo de este puzzle de transbordos y colores y cuadrantes con

que se pretende hacer comprensible esa carbonada que supuestamente nos (pronombre

personal) hará felices.

Iván Zamorano había conseguido (flexión de tercera persona, singular) bastante

credibilidad entre muchos de nosotros (pronombre personal), principalmente gracias a su

preocupación por los niños. Como embajador de la Unicef y como hombre de intachable

conducta, el ex delantero había construido una imagen de sí mismo equidistante entre un

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Leyenda Modos Enunciativos

Modo AlocutivoModo ElocutivoModo Delocutivo

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campeón del balompié y un Superman de la infancia desvalida. Con este revoltijo en que se

nos (pronombre personal) ha metido ahora de puro cantor, aunque mejor pagado que Michael

Jackson, tengan (flexión de segunda persona, plural) por seguro que buena parte de su

imagen se va a ir a las pailas.

En unos días más, cuando el caos se apodere de la ciudad y los viejos de la

construcción deambulen como zombies a las cinco de la mañana por las avenidas y

cincunvalaciones de la periferia sin saber qué cresta hacer, cuando los atochamientos del

metro se conviertan en hormigueros angustiantes, cuando el colapso de los primeros días de

funciones del Transantiago llegue a su clímax y haga falta buscar un responsable, ¿a quién

creen (flexión de segunda persona plural) que le van a echar la culpa? En lo general, sin duda

alguna a la agencia publicitaria encargada de explicar el infernal mecanismo y, en lo

particular, no al ministro Espejo, sino al pelotudo que puso la cara en la tele.

Los chilenos somos (flexión de primera persona, plural) así: “era bueno haciendo

goles, luciendo su talento pichanguero en Europa, haciéndose sus chasquillitas coquetonas y

luciendo la Roja de todos, pero explicando lo inexplicable con una tarjeta bip en la mano, la

verdad es que no dio pie en bola”. Para ser justos, ni Dios lo haría, pero pasado mañana,

mientras el ex capitán de la Selección se desplace raudo en su deportivo que cuesta como

veinte buses verdes con choferes y todo, por la orilla del mar, acompañado de una bella y

rubia modelo, los perdidos capitalinos vagarán, aturdidos, por el laberinto de recorridos

incomprensibles y se agolparán como ovejas en las esquinas. Entonces, tengan (flexión de

segunda persona plural) por seguro, más de alguno se acordará entre dientes de la señora

Alicia, la madre de todas las cazuelas.

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Carta abierta a Sakarach

Jueves 3 de mayo de 2007

Señor Rafael Maureira Trujillo, Sakarach:

Nosotros (flexión de primera persona, plural) no nos (pronombre personal) conocemos

(flexión de primera persona, plural) y es muy probable que nunca en la vida lleguemos

(flexión de primera persona, plural) a vernos (flexión de primera persona, plural). En rigor, lo

que a usted (pronombre personal) le ocurra no debiera importarnos (flexión de primera

persona, plural) en lo absoluto a nosotros (pronombre personal). Le escribimos (flexión de

primera persona, plural), sin embargo, fíjese (flexión de segunda persona singular) bien,

simplemente porque no creemos (flexión de primera persona, plural) ser mejores personas

que usted (pronombre personal). Ni creemos (flexión de primera persona, plural) que nuestra

sociedad, en su conjunto, con su hipocresía bestial, lo sea. Sabemos (flexión de primera

persona, plural) que todos los seres humanos debemos (flexión de primera persona, plural)

luchar diariamente contra terribles demonios. Cada quien tiene el suyo, y de eso conoce usted

(pronombre personal) mejor que nadie.

El motivo de la presente no es otro que alertarlo, señor Maureira, en un momento de tan alto

riesgo para su vida como éste. Hoy, en su huida, está corriendo usted (pronombre personal)

sobre hielo delgadísimo. Cualquiera que lo encuentre se sentirá autorizado por Dios y por los

hombres a eliminarlo sin piedad. Y a sentirse, tras su acción, heroico y liviano, como tras

haber eliminado a una serpiente, una araña de rincón o cualquier otro ser venenoso y dañino

de la especie que sea. Si la justicia lo ha condenado a veinte años de cárcel, sepa (flexión de

segunda persona plural) usted (pronombre personal) que los medios de comunicación y la

opinión pública lo han condenado a muerte. La calle es hoy su verdadero patíbulo. Desde

pequeños vengadores de barrio hasta policías de gatillo fácil, pasando por linchadores de

población, lo esperan. El acecho es feroz y no conoce tregua. Está en cada esquina, en forma

de un puñal, una pistola o un bate de béisbol.

Una amenaza mortal se cierne sobre su integridad desde el mismo instante de su fuga. Ha

caído, por propia voluntad, del sartén a las brasas. Y seguramente lo sabe. Comprendemos

(flexión de primera persona, plural) que se resista a vivir las próximas dos décadas en prisión.

Sabemos (flexión de primera persona, plural) que está en la naturaleza humana buscar la

libertad, que para muchos es más valiosa que la vida misma. Pero va usted (pronombre

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personal) solo, con un magro capital de fuga de un millón y medio de pesos, que no es gran

cosa para un fugitivo buscado por cielo, mar y tierra. Entréguese (flexión de segunda

persona). Aún está a tiempo. Busque (flexión de segunda persona) una institución eclesiástica

y póngase bajo su protección. Que se haga pública su entrega sólo una vez que autoridades

espirituales reconocidas le hayan dado refugio. Querrán “suicidarlo”, señor Maureira, cuando

lo capturen (flexión de segunda persona). Ésa es la orden tácita, no dicha, el memorando

invisible que circula por todo el territorio, y usted (pronombre personal) seguramente debe

(flexión de segunda persona singular) intuirlo. Vuelva (flexión de segunda persona singular) a

ponerse en manos de la justicia ordinaria. Es el único sitio seguro, hoy, para alguien en su

situación. No tiene, créanos (flexión de primera persona plural), ninguna otra salida.

Sepa (flexión de segunda persona plural) que resolvimos (flexión de primera persona plural)

redactar esta misiva no por simpatías personales hacia usted, (pronombre personal) que no las

tenemos, sino movidos por un básico sentido de justicia y humanidad. No habrá escondites

para Sakarach mientras respire. Ninguna puerta es de salida para alguien que carga con sus

estigmas. Abandone (flexión de segunda personal) su inútil fuga hoy mismo. Ya el tiempo le

dará algo de esa paz que cree haber perdido para siempre, y la serenidad necesaria para mirar

en su conciencia y encontrarse allí con el ser humano que es, más allá de sus ya juzgadas

debilidades y miserias.

La basura ardiente

Jueves 7 de junio de 2007

Vamos (flexión de primera persona, plural) a confesarlo de una buena vez: la crisis del

gas que hoy se cierne sobre nuestras duchas y desayunos nos (pronombre personal) invita,

inevitablemente, a mirar nuestra muy modesta biblioteca con nuevos ojos. Ahí, apilados en

los estantes, más que obras del espíritu, vemos (flexión de primera persona, plural) ahora

estacionada una buena cantidad de calorías. A falta de gas, en la biblioteca hay combustible

suficiente como para calentar varios nescafés y hasta para preparar unos huevos fritos si

llegara el dramático caso a un punto in extremis.

La poesía -salvo la de Jaime Hales, la del sobrevaluado seudopoeta argentino Juan

Gelman, la del falsario e inefable uruguayo Benedetti y la de un puñado monstruoso de

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innombrables, que van desde ya sin titubear a la hoguera- no se toca, señores. Antes la muerte

por hipotermia que la incineración de esos amados volúmenes que tanto nos han hecho soñar,

aun en las peores noches de angustioso invierno.

En prosa, Isabel Allende, igual que Juana de Arco, de entrada iría entera al sacrificio

de las llamas. Tomo tras tomo, al resplandeciente hornillo, señora, esas malas copias suyas de

García Márquez. Especialmente esas porquerías inventadas hace poco por las editoriales y

ejecutadas oportunistamente por usted (pronombre personal), en la línea de Harry Potter,

destinadas a esquilmar los bolsillos de los incautos cabros chicos con tonteras amazónicas y

boberías varias con dragones y héroes impúberes. Todo al fuego. Está bien: dejemos (flexión

de primera persona, plural) a un lado “La casa de los espíritus”, por si alguna vieja

menesterosa lo necesita en su brasero.

Luego avivaríamos (flexión de primera persona, plural) la llama con las obras

invertebradas de Luis Sepúlveda, dejando para el último, claro está, “El viejo que leía novelas

de amor”, a la espera de un milagro en las largas tuberías transandinas. Todo Proust y sus

tiempos perdidos los apartamos (flexión de primera persona, plural) para hacer unas

crujientes tostadas, aunque, por su extensión, bien nos (pronombre personal) darían hasta para

preparar unos porotos con riendas y nos (pronombre personal) sobraría para freír unas

sopaipillas e incluso para pasarlas con chancaca. Pérez Reverte, salvo las aventuras del

capitán Alatristre, se pone también en la pira. Igual suerte dispondríamos (flexión de

primera persona, plural) para el cerro de biografías mentirosas que nos han regalado hasta la

saciedad en los últimos meses. Monumentos al narcisismo de unos vejetes lateros que

servirían, si se terciara la ocasión, para cocinar unos ravioles o hacer hervir una sopa de

cebolla. Los ensayos políticos recientes, del color que sean, también serían desalojados: se

irían derechito a crepitar con sus obviedades bajo la marmita. No se perdería nada, en

absoluto.

Capaz que lleguemos (flexión de primera persona, plural) a septiembre sin alcanzar lo

medular de la colección que hemos (flexión de primera persona, plural) acopiado a lo largo de

los años. Nos (pronombre personal) hacemos (flexión de primera persona, plural) cargo de la

barbarie que encierra esta declaración desesperada, pero la necesidad tiene cara de hereje y la

producción de basura libresca ha sido de una abundancia injustificable. Como el cura y el

barbero del “Quijote”, iríamos (flexión de primera persona, plural) apartando los tomos para

alimentar la fogata. Y, por cierto, antes de que se nos (pronombre personal) adelanten con la

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preguntita obvia, hay que agregar: sí, también la propia obra va al fuego, pero tengan (flexión

de segunda persona, plural) por seguro que la reservaríamos (flexión de primera persona,

plural) para el final. Y sólo para chambrear un preciado vino Montes Alpha, regalo de nuestro

amigo Adolfo Guzmán. Como ven (flexión de segunda persona, plural), pasar un invierno con

crisis energética nos (pronombre personal) puede obligar a radicales definiciones literarias.

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