Trabajo Adicional sobre liderazgo - Abraham Bruno

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Universidad Cristiana Logos Curso: PTH 512 MENTORADO / LIDERAZGO Profesor: Henry Rodriguez Alumno: Abraham M. Bruno ID: 29520 Especialidad: Maestría en Liderazgo y Administración de la Iglesia 1

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Liderazgo espiritual

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Universidad Cristiana Logos

Curso: PTH 512

MENTORADO / LIDERAZGO

Profesor: Henry Rodriguez

Alumno: Abraham M. Bruno

ID: 29520

Especialidad: Maestría en Liderazgo y

Administración de la Iglesia

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12 de Mayo del 2015

a) ¿CUÁL HA SIDO EL LIDERAZGO O MENTORADO QUE USTED HA

DESARROLLADO?

Mis inicios de liderazgo se iniciaron a la edad de 15 años en el grupo de adolescentes. Fue de

una total inexperiencia porque sólo se necesitaba un poco de entusiasmo, y algunas ideas para

ciertas actividades de la edad. A los 19, ingresaba a un Seminario a prepararme para el

ministerio y de inmediato ya era maestro de escuela dominical, y predicador ocasional. No

había recibido un entrenamiento específico de liderazgo en el Seminario. Lo que más

recuerdo haber leído sobre el liderazgo fue un ensayo publicado por la Cruzada estudiantil y

profesional para Cristo. Aquello me sirvió mucho para ser el líder de jóvenes a nivel nacional

de nuestra Denominación.

Al terminar mi carrera ministerial, estuve ayudando a diversos pastores como pastor asistente

en el área de educación cristiana. A la vez era parte de un grupo de evangelismo y misiones

dedicados a apoyar diversas iglesias al interior del país. Les llevábamos clases de discipulado

y realizábamos campanas evangelísticas y puerta por puerta. También tuve la oportunidad de

ser maestro del Seminario Bíblico Wesleyano en el Perú. Poder compartir algunas

experiencias con aquellos llamados al ministerio, no me resultó fácil en su inicio porque mi

práctica ministerial era escaza y apenas contaba con 23 años de edad.

Básicamente entonces entre mis 15 y 31 años puedo señalar una etapa de un liderazgo

empírico y poco efectivo en mi propia iglesia. Estaba dedicado a ser “una buena persona”,

originar “algunas buenas ideas” para actividades juveniles, dar clases de discipulado, predicar

en iglesias “pequeñas”. Trabajaba “en equipo” con otros hermanos y hermanas para hacer

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crecer nuestros grupos, evangelizaba en los parques, en los transportes de servicio público,

enseñaba cursos en el Seminario Bíblico, pero nada de eso y más, traía un resultado óptimo

en el crecimiento de la iglesia, ni tampoco en la vida de los “entrenados”.

Todos los esfuerzos para tener “unidad” y buenos líderes, se diluían. Escuchaba y veía de

otras iglesias unas “grandes conferencias”, fundaban nuevas iglesias con más de 200

miembros, y nosotros no pasábamos de 100 en más de 30 años de existencia.

Es así que inicio una segunda etapa de mi liderazgo entre mis 31 y 41 años, pero en otra

iglesia. En este nuevo lugar tuve que ser “reeducado” desde cero. Mis años de liderazgo

juvenil y ministerial tuvieron que ser reexaminados. Me sentía como que no había aprendido

nada efectivo. Esta “iglesia nueva” contaba con 1500 miembros y más de 200 células por el

año 1991. Tuve que ir a clases de membresía para nuevos creyentes, clases para líderes,

ayudar como “Timoteo” en una célula familiar, servir como ujier en los 3 servicios matutinos

de los domingos. A los dos años era líder de una célula, un año después fui supervisor con 8

líderes a mi cargo con un promedio de 100 personas, y al poco tiempo fueron 12 con 300

personas asistiendo a las células bajo mi supervisión.

Alternativamente, seguía enseñando en un Instituto Bíblico pentecostal, pero esta vez mi

enfoque de ver el ministerio era otro, debido a que podía comparar dos experiencias en el

ministerio. Los resultados de mi liderazgo eran más efectivos. Finalmente, viene la tercera

etapa entre el año 2002 a la fecha, aquí en Estados Unidos. El desafío más grande que he

encontrado aquí es que no es fácil ser líder de un grupo tan heterogéneo por la diversidad

cultural que se encuentra en cada iglesia. No es exactamente lo mismo ser líder en un

contexto homogéneo como en mi país, y serlo en un contexto heterogéneo como en Estados

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Unidos. Por tal razón, es que debo avanzar en una mayor preparación para un liderazgo más

efectivo en este lugar.

b) ¿CÓMO HA MANEJADO SU IGLESIA ESTE TEMA TAN IMPORTANTE?

En el transcurso de los 45 años que conozco la iglesia Wesleyana en el Perú, como por estos

lugares (North Carolina), no lo ha manejado nada bien. Por un lado, puede decirse que el

liderazgo ha sido muy “paternalista”. La iglesia fue fundada por misioneros. El Instituto

Bíblico fue dirigido por misioneros. La Iglesia Wesleyana se caracteriza por su marcado

énfasis en la doctrina de santidad tal como ha sido compendiada por Juan Wesley. Los

misioneros iban por todo el mundo “promoviendo el movimiento de santidad”, pero me

parece que se alejaron de los principios de liderazgo que Wesley había enseñado.

El trabajo misionero se enfocaba en evangelizar y crecer, no obstante pudiera ser que los

principios de liderazgo no estaban bien fundamentados. Quiero creer que por ese tiempo no

había tanta información sobre el liderazgo y la administración como lo encontramos hoy. El

asunto es que aunque se nombraban “pastores locales”, el jefe máximo, la voz suprema ante

todo conflicto era “el misionero”, nombrado por “la mesa misionera” con sede en Estados

Unidos. Esta especie de paternalismo hizo a la larga mucho daño en el liderazgo local. Hubo

pastores que promovían la independencia del “gobierno extranjero”. Esta situación latente

trajo como consecuencia una serie de divisiones locales, y finalmente una división nacional.

Por procesos legales, un grupo adoptó su propia personería jurídica. Esto ocurría entre los

años 1968 al 1977. El slogan wesleyano “uno para que el mundo crea”, quedaba como una

falacia.

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Se han realizado una serie de conferencias, talleres y proyectos para una consolidación y

avance de la “obra wesleyana”, pero como que nada ha cambiado. Encontramos muchos

recursos al alcance (teológicos, bíblicos, administrativos, etc.,), y no “despegamos” del

letargo espiritual. El promedio de asistencia en las iglesias es de 60 en más de 10 años de

existencia, desde que fue fundada.

La iglesia cuenta con un Manual de Gobierno desconocido por la gran mayoría de miembros

y poco aplicado por casi todos los pastores. Se exigen reportes anuales que nunca son

comparados y analizados. Se presentan proyectos de “crecimiento integral” y la situación

general de la vida de la iglesia sigue mostrando un estancamiento en todas sus áreas. Una

generación de líderes anteriores a los 80 ya se ha jubilado o partido al presencia de Dios, y la

nueva generación no ha dado muestras de mayores cambios en el liderazgo. Muchos han

“emigrado” a otras organizaciones o han formado “iglesias independientes”.

Cada año las iglesias se reúnen para evaluar el trabajo anual, y se sigue en el mismo

continuismo de siempre. Los líderes elegidos visitan las iglesias, animan a los pastores,

motivan a los jóvenes a prepararse para el ministerio, se promueven conferencias

internacionales, se invitan a ministros con amplia experiencia en el crecimiento de iglesias; y

la situación mejora pero en escaza proporción.

Una interesante diferencia en la preparación de los pastores wesleyanos es que en Perú se

exige que obtengan una Licenciatura (4 años de estudios), mientras que aquí en EE.UU, con

sólo seis cursos uno ya puede tener una Licencia Ministerial para pastorear una iglesia. La

preparación es de énfasis pastoral sin ninguna especialidad, es decir, pastores que se

especialicen en el área de Teología, Educación Cristiana, Organización, Consejería, etc. Los

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pastores en esta área son como “Papas”, nunca piensan que pueden ser cambiados y que su

ministerio es hasta la venida de Cristo. No se atreven a preguntar a la congregación si están

“contentos” con ellos o prefieren a un nuevo pastor. Si la iglesia tuviera la opción de hacer

cambios, de seguro el 100% de pastores estaría buscando una nueva congregación o

aplicando para un trabajo secular.

c) ¿QUÉ DEFICIENCIAS ENCUENTRA USTED EN EL MENTORADO O

LIDERAZGO DE SU IGLESIA?

Muchas entre ellas:

1. Falta de un sincero liderazgo espiritual.

2. Falta de un perfeccionamiento en el ministerio.

3. Conformismo y apatía de la congregación.

4. Los padres no toman el liderazgo espiritual de la familia.

5. Falta de compromiso real de un sostenimiento bíblico de la obra del Señor.

6. Iglesias centradas sólo en la figura del pastor.

7. Iglesias apegadas a los edificios.

8. Lento crecimiento de nuevos discípulos,

9. Incapacidad para integrar a los nuevos creyentes.

10. Resistencia a cambiar estructuras organizativas no funcionales.

11. Falta de un programa de entrenamiento efectivo para líderes ministeriales y no

ministeriales.

12. Descuido del potencial de los líderes juveniles.

13. Pastores con un bajo nivel académico bíblico y teológico.

14. Falta de visión a largo plazo.

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15. Pérdida de la identidad wesleyana.

16. Egocentrismo denominacional.

17. Satanizacion de recursos seculares como la Psicología.

18. Carencia de una auditoría financiera y operativa de las congregaciones locales.

19. No saber estructurar planes de trabajo.

20. Un nulo programa de consolidación de resultados.

Personalmente creo que el trabajo de una iglesia se refleja en la cantidad de miembros

recibidos cada mes. Siempre hablamos de un “culto de celebración”, cada domingo; pero

cuando pasan 8 domingos y no hay ningún convertido, ¿se puede hablar de un “culto de

victoria”? Si contextualizamos Juan 15.8 donde Jesús menciona que a Dios le agrada que

llevemos mucho fruto, y no lo estamos haciendo. No hay un seguimiento adecuado para los

“recién nacidos”. Se espera que por la gracia de Dios puedan regresar al siguiente domingo.

Hemos sido denominados como “clubes sociales”. Es más fácil y cómodo pasar cuatro horas

de convivio después de los cultos, que soportar una predica de 45 minutos. Las reuniones

terminan con una bendición fría y apática sin ningún desafío al evangelismo o a traer nuevos

invitados.

Durante la semana hay una reunión de oración donde los 120 minutos que se permanece allí,

con las justas se dedican 15 a la oración. Las “células familiares”, son más reuniones

familiares que células. Los altares están invadidos por personas que sólo saben tocar y cantar,

sin ningún entendimiento de lo que es ministrar. Líderes viviendo en desobediencia,

fornicación y adulterio son tolerados por la necesidad de contar con un “ministerio de

música”.

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El pastorado basado en la preocupación que las reuniones salgan bien, no tendrá más

resultados que mostrar una iglesia sin visión, sin compromiso, con total apatía al trabajo de

discipulado y evangelización.

d) ¿QUÉ PIENSA QUE DEBERÍA CAMBIAR EN LA IGLESIA EN GENERAL

EN RAZÓN DEL LIDERAZGO?

Pues todo lo mencionado anteriormente. Considero que ésta generación actual

necesita más que nuestras palabras. Están necesitando ver un avivamiento de carácter

y de autenticidad. Necesitamos más que una renovada pasión y una búsqueda de la

presencia de Dios que encienda y despierte un liderazgo aletargado. Necesitamos

líderes como Samuel que no se fijen en las apariencias externas, sino en el corazón de

aquellos a quienes Dios está llamando. La forma cómo Dios mide el éxito y la

grandeza no es la misma del hombre. El éxito, de alguna forma, es dejar un legado

duradero para la Gloria de Dios que vaya más allá de nuestros logros humanos.

Necesitamos líderes que vivan vidas de humildad, santidad, honor y honestidad. Lo

que hacemos en privado afectará nuestra vida pública. Pablo menciona que somos

cartas escritas a esta sociedad que clama no sólo por respuestas espirituales, sino por

una vivencia real por quien es llamado cristiano o ministro.

Me parece muy claro que para ser un pastor efectivo es necesario ser un buen maestro.

Un maestro tiene que saber convencer, comunicar y exhortar propiamente, para

alimentar y guiar el cuerpo de Cristo hacia el cumplimiento efectivo de su misión en

este mundo. El pastor que no hace todo lo posible por mejorar, desarrollar y pulir su

estilo y método de enseñanza, nunca será un pastor y líder eficiente y efectivo. La

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predicación y proclamación del púlpito requiere del uso de diversos métodos

didácticos.

El pastor puede ser buen predicador, buen maestro, pero ¿cómo está su habilidad para

organizar un buen programa de actividades para su iglesia? ¿Sabe delegar

responsabilidad y autoridad? Pudiera ser que fuera uno de esos líderes que nunca

quieren soltar la rienda por temor de perder la autoridad pastoral. Los pastores

inseguros temen delegar responsabilidades a otros. El pastor es responsable por todo

el programa de la iglesia, pero él no lo puede hacer todo. Tiene que capacitar a

personas que estén dispuestas a servir, y tiene que confiar en ellas.

Es necesario reconocer nuestras áreas fuertes y las débiles. Aquello que sabemos que

no es nuestra habilidad, deberíamos delegarlo a otra persona. Hay ocasiones que el

líder tiene que ser seguidor, sin dejar de ser el líder. Cuando el pastor desarrolla un

equipo de liderazgo, los escoge y los capacita, para complementar y no para usurpar el

puesto, si fuera así; todas las áreas en la vida de la iglesia pueden mejorar.

El Pastor debe saber trabajar en equipo. La Palabra nos dice que él mismo constituyó

a unos apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. A esto yo le llamo un

“buffet ministerial”. Nuestra naturaleza humana tiende a aburrirse muy rápidamente.

Nos gusta lo “multitasking”, lo variado. Un equipo ministerial está conformado por

una diversidad de talentos ministeriales. Si el Pastor puede contar con un Pastor-

Administrativo, un Pastor-Evangelista, un Pastor-Maestro, un pastor-profeta (en el

buen sentido de la Palabra), un pastor-músico, un pastor de jóvenes, etc.; y actúan en

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cohesión con el único objetivo de dar la gloria a Dios en todo, entonces allí “Jehová

envía bendición y vida eterna”.

Ningún pastor debería llevar un ministerio al estilo “llanero solitario”, el único

salvador en todo, el hombre orquesta, el “papa eterno”. El pastor es creativo y

responsable, es el que fomenta y controla el ambiente en la adoración de la iglesia.

Debe trabajar muy cerca de las personas que hacen el boletín, los que dirigen la

música y estar siempre al tanto de todo lo que va a pasar. Es capaz de observar

críticamente su realidad, encontrar soluciones adecuadas para mejorarla y responder

con creatividad a los desafíos que se le presentan. Tiene una visión inspiradora, que

motiva a otros y genera confianza gracias a su integridad personal. Es capaz de guiar a

otras personas, iluminando el camino, acompañándolas en las buenas y en las malas, y

apoyándolas en los momentos difíciles.

Los principios nos han sido dados: perseverar en la doctrina de los apóstoles, en el

partimiento del pan, en las oraciones, en la comunión unos con otros. Cuatro

principios fundamentales para ver una iglesia como la de Hechos donde todos comían

con alegría y sencillez de corazón, donde se hacían muchas maravillas y señales,

donde todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas,

donde se repartía a todos según sus necesidades, donde perseveraban unánimes en el

templo, donde tenían favor con todo el pueblo y donde el Señor añadía cada día a la

iglesia los que iban a ser salvos.

e) ¿CON QUÉ TIPO DE LIDERAZGO CONOCIDO SE IDENTIFICA USTED?

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No tengo ninguno en especial, pero quiero hablar acerca de Nehemías, del liderazgo de la

primera iglesia cristiana y del pastor que tuve entre los años 1991 y 1996.

Hay diversos aspectos sobresalientes en la vida de Nehemías:

1) Un hombre de oración e intercesión.

2) Un hombre con total dependencia en Dios y discernimiento agudo.

3) Un hombre de visión.

4) Un hombre con capacidad para saber expresarse, e inteligente en solicitar ayuda.

5) Un hombre tenaz, que no le teme a los desafíos ni a las peores criticas destructivas.

6) Un hombre que sabe estructurar planes, evaluarlos y redefinirlos.

7) Un hombre con un claro conocimiento de la palabra, voluntad y poder de Dios.

8) Un hombre transparente y consistente entre lo que dice y lo que hace.

Sin pecar de orgullo, mucho de esto y más lo pude observar muy de cerca en el Pastor que

tuve entre los años 1991 a 1996. Un líder que conocía a dónde iba, sus metas, sus objetivos

eran muy claros. Sabía no sólo compartir la visión sino que el resto lo entendiera e hiciera de

esta visión, su propia visión. La congregación no dudaba que él era un canal idóneo para

escuchar la voz de Dios. Los líderes actuábamos conforme al modelo que nos hicimos de su

ministerio. Él decía: Si yo crezco, ustedes crecen; si yo gano, ustedes ganan; si yo puedo,

ustedes pueden. Los que habíamos llegado de otras iglesias recibíamos un mensaje fresco,

profundo y motivador. La gente veía y respetaba la autoridad que nos fue designada. Todos

queríamos ser como él. Este pastor podía decir: Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.

Lo que me llama la atención de la primera iglesia cristiana es que los apóstoles supieron

trabajar en equipo. El éxito de las primeras 8 mil conversiones fue el éxito de un equipo

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ministerial. Estaban tan organizados que la misma Palabra cita: No había entre ellos ningún

necesitado! Simplemente me pregunto, ¿qué sistema informático tuvieron para saber la

necesidad de más de 8 mil personas? Cualquiera que fuera, ellos supieron satisfacer el

hambre espiritual y material de la gente. A mí me gusta trabajar en equipo. Siempre es un

desafío conocer no sólo el problema espiritual de la congregación, sino también sus

necesidades económicas. Y esto es lo que adolecen la gran mayoría de iglesias hoy, no hay

palabra fresca, hay total ignorancia de lo que realmente están padeciendo las familias. La

economía es llevada de manera sospechosa donde casi nunca se informa el destino de los

diezmos y las ofrendas. Se nos hace tan necesario volver al modelo ministerial que se nos

presenta en hechos, y que podamos decir: Uno para que el mundo crea!

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