Bruno Bresani

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1 El Aroma Ellos ya no comerán más y se levantarán con el mango empuñado, para enseguida habituarse a la comida hecha por Gabriela.Cuando fueron invitados a comer apenas probaron los platos; habían percibido la diferencia en la delicadeza del condimento.Decían vengo a comer a casa y a prepararme para verte toda elegante, con ese vestido bien lindo, para que las otras mujeres te envidien. Con sus costumbres de viudas sin comer y sin vestirse.

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La comida, imágenes y sensaciones de la comida como arte

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El Aroma

Ellos ya no comerán más y se levantarán con el mango empuñado, para enseguida

habituarse a la comida hecha por Gabriela.Cuando fueron invitados a comer apenas

probaron los platos; habían percibido la diferencia en la delicadeza del condimento.Decían

vengo a comer a casa y a prepararme para verte toda elegante, con ese vestido bien lindo,

para que las otras mujeres te envidien. Con sus costumbres de viudas sin comer y sin

vestirse.

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No sé si vamos a volver a comer otra vez como aquellas obreras seducidas por su

almuerzo. No se trata de eso... escucha sin interrumpir. Primero que no me gusta ese

asunto de la comidacon todo el mundo de pie.Como yo soy tímido, acabo comiéndome

lasalas del dueño de la casa. Al cual tengo que servirle al último, y cuando lo hago sólo

encuentrolos restos de esa gente, y aun así ellos, los otros, los excluidos se besan, y

comen tierra. Y esto no es debido a las tinieblas, al contrario es por ser demasiadala clari-

dad, por eso ellos sólo están sirviéndose y sirviéndose, todos los manjares: vatapáyefó,

abaráy carurú, moquecas de siri mole, camarones, pescado, acarajé yacacá, gallina de

xinxim, arroz de haussá, además de montañas de pollos, pavos asados, piernas de cerdo y

tajadas de pescado frito para algún ignorante que no supiera apreciar el aceite de dendé.

En ese momento de éxtasis grito y con desprecio dijo:¡cansadas de dar comida al búfalo!

¡Ahora se va a comer sus carnes!¡Se va a arrancar los ojos ante este mundo, donde hay

toda clase de brutos!Lleno de sujetos capaces de cualquier ignominia llena de cachaça,

cerveza y vino portugués. Aún así permanecían sin comer, durante casi cincuenta años.

Indiferentes al confort y a las diversiones, sobrios en el vestir y en el amar.

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El Sabor

El café valía más que nuestro almuerzo. Era café con leche, era pan y queso. En las

mañanas solía ir solo y me sentaba a la puerta de la cocina, la cocinera silenciosamente

me ofrecía una taza de café, yo le preguntaba: ¿qué voy a hacer yo allí? Sólo se habla de

almuerzos y cenas, todo es una angustia. Ellas no pueden sólo comer...pero sí, al parecer

todas esas señoras sólo saben comer y moverse en la cama. No, me dijo la cocinera,

apenas se dan el tiempo necesario para comer y dormir, sin tener un solo momento para

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descansar. Porque hay poca comida y muchas bocas. En un día de hambruna siempre las

encontrarás en el puerto,me decía, y saldrán sinbarullo, ni confusión.

¡Ah!..., es ese... Oí hablar de él..., pero déjame comer con algo arisco, déjame comer de tu

mano, dejarme tomar y llévame a tu regazo, adormecerme de hambre. Al oír eso a veces

la llevaba a comer y volvían por la noche a danzar y beber, otras noches salían exhaustos

de cacao, de flores, de animales, de caminar por las calles, y luego lesllegaría la noche y

caminarían una noche cansada, una noche de pocas horas. Desayunarían finalmente

charque y mandioca con un trago de café.

¿Y no se puede hacer nada más que eso?

No y no voy a comer nada más. Ni quiero oírte hablar de comida, ni de caviar, mucho

menos de champagne.

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La Textura

Montones de espigas crecían como los cabellos que se levantaban en la cocina. Ellas se

habían sacado los anillos para ayudar a la cocinera a hacer la canjica. Mientras tanto yo le

decía: uno no hace cuestión de volverse rico, uno quiere tener porotos para comer.

En ese instante ella me respondió: ¡pero Señora, era tan bueno pasar por entre los hom-

bres! Calentarse y bañarse con agua fría, para después masticar las guayabas, comer

mangos, morder pimienta tal como mordemos la locura de una mujer que ha engordado.

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Yo le recordé, en la tarde siempre nos despiertan las ganas de comérnosla o por lo menos,

cocinarla. Si no es así,¿dónde iríamos a comer?, ¿quién prepararía dulces y saladitos?

Al fondo su hermana respondió: yo los invitoa comer con aperitivos y vino portugués.

¡Eso eshorrible, señora, horrible! Yo sólo intentaba dar de comer a la familia, siempre fui

callada y poco amistosa, y nunca le ofrecería comida pasada. Sólo quería dejar aquellos

platos enfriándose en la mesa, pero ella, la mayor. Sólosentí cuandonos tomópor el brazo,

y empezó a darnos de comer en la boca, nos pasaba la mano por la cara, nos susurraba en

la oreja: eres una jamona... tus carnes se han afirmado, tu pompa se te ha redondeado...,

esto es un postre... pronto estaremos comiendo un manjar.En ese momento la interrumpí

diciéndole:¿quién va a querer comer pan de ayer, y carne masticada, sólo sobras deun

difunto?

Nadie quiere eso...ni en un descuido. Pero al cerrar los ojos en un instante de

deseoincontenible ya no dejarían de comerse solamente a su doncella.

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La Sopa

Salíamos a las seis de la mañana para podar los sembradíos, después caminábamos a casa

para comer un plato de porotos con carne seca. Este acto era absurdo, increíble e

imposible; pero nos sentábamos y nos mirábamosa los ojos quela tierra ha de comerse. En

ese momento me decía sin respirar "Lo estoy viendo y no lo creo."

Todas las tardes nos querían obligar a comer cuando llegaban los barcos, aún cuando no

teníamos hambre, estaban ya listas la mandioca y el maíz, la batata y el "aipin", ninguno

de nosotros conseguíamos vivir sin estos platillos. Después de un tiempo cuando ya

habíamos terminado corríamos al poblado, para dormir con unas rameras, y pegar unos

tiros al aire.

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Al terminar la noche por la mañana lo único que teníamos para comer era harina, un poco

de carne seca y plátanos verdes con los que solíamos discutir problemas políticos antes de

ser engullidos por nuestras gargantas secas.

En la tarde alrededor de las ocho, ya de noche, sentimos que nos ardían los ojos y muy

asustados, tomamos un caféescuchando la radio. En ese momento le dije sin aviso previo:

me estoy muriendo de aire de mar por ese gran apetito de un sin orden, de esa

numeración absurda. Él solo me contestó a gritos:¡vivir con un genio es terrible!

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Las Lentejas

Vivo donde hay poca comida y muchas bocas. Él me preguntó:¿quién irá ahora a cocinar

sus vicios?Le recordé que durante un día de hambruna siempre encontrarías arapatel en

su apetito de crear problemas, de maleducado, de dar motivo de para las habladurías y las

burlas.

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Vengan a comer con nosotros, nos gritaron del otro lado del cuarto.Ellosvivía mudándose

de un lugar a otro, así que nadie los esperaba, solamente entraron y saludaroncon

gruñidos para después sentarse y empezar a pelear con el perro de las distancias.

Le repetían: la gente que no tienen nada que comer y por eso tiene que robar... Nos

decían:no se puede dejar morir de hambre a las mujeres...Yo mismo me voy a convertir en

un doctor de los sufrimientos, llorando todo el día, negándome a comer, enflaqueciendo,

para impedir que la desgraciada se transforme en locura. Pues dormían allá con lo peor y

morirían envueltos en llamaradas de candomblé.

Ella la de la puerta, la que sólo observaba, era de las que sólo pican, sólo bastaba verle la

cara para comprender cuáles eran sus intenciones, era una de las de poco comer, era una

de las de un adiós para siempre.

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El Pan

Al mediodía todavía andaba sin pensar, medio hambriento, me miraba en el espejo antes

de robar algo para comer, robar esos buenos platos apimentados, para también después

beber una cerveza helada y jugar atravesando las madrugadas, llorando con la esperanza

de falsificar la bebida del cabaret, para acabar la noche en los brazos de una cualquiera.

Me quedaré esperándote en casa, me dijo, vendrás a comerte a mi hermano y a mi

cuñada, junto con una sopa de cangrejos, solo así tendremos tiempo de hablar...

¿Pero por qué tanto misterio? ¿Por qué ese secreto?

Estoy probándote...

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Recuerda yo nunca fui invitada...

Volvió a reír y a fumar puros con sus guisados de pescado en el río bañado de salsa de

leche de coco... todo esto lo hacía para ya no pensar en nada, para dejar de oír y sólo me

dijo:

Quizá no sea nada.Ninguno de nosotros es un bandido, la gente no tiene qué comer y ellos

nos tienen que solucionar el problema... entraremos en su ciudad y tendrán que haber

olvidado o haber desistido, todo estojusto a las doce y media, ya que si por acaso se

atrasan, el plato sehabrá enfriado a la espera del espanto y la indignación, esto les cerrara

la garganta, les cancelará la boca amarga y no podrán creer lo que sus ojos han visto,

querrán haber nacido ciegas.

Grande fue el asombro de mi cuñada, cuando ese domingo al abordarla una vez más le

sugerí comer el alpiste de esenovio retrógrado y prepotente.De ese amanteque solamente

se dedicaa beber.

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El Vino

Vamos a comer, compañero, estamos apurados, la noche nos ha llegado, nos ha invadido

la sala con ojos desorbitados, solamente nos deja mirarhacia el mar

nocturno;silencio.Recuerden,yo sí fui invitado, y ahora los invito a ustedes.¡Poquísima

cordura!

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Yo fui a vivir con él en un rancho de paja a la mitad de la semana desordenada, llena de

lamentaciones, tristezas y llantosollozante. Embargada por el dolor que en ese entonces

era pariente de una persona encargada de atender a ciegas. Sin nada de comer. Sin nada

de beber.

La cosa está muy fea, me dijo, están sin nada para vestir y no veo motivo para castigar al

hambriento, sólo le presentaremos una familia.

¿Pero de dónde sacaran el tiempo necesario para ir a casa?

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La Espera

Vamos después de comer, vamos después dedespedirla, pero tómate un baño, que lo

necesitas.

Ya estamos en su nuevo hogar, no abandonaremos nuestros hábitos, pero si adquiriremos

otros, como el de reír a carcajadasdesbordantes, carcajadasque son como el viento que

llamaa las gallinas y a los patos a comer el maíz.

Éramos ya ocho en casa para comerel cacao de sus pies.Durantetodas sus conversaciones

nocturnas siempre nos decía, compremos una pensión, no poseemos más tierras, sólo nos

resta este papagayo, que con una voz estridente canta canciones, te lo juro. No te estoy

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engaño, no porque esté como loco y muerto de hambre, te estaría engañando. No porque

me esté desbordando, voy a comer tierra con mis dientes de agua, y a fabricar cadáveres.

Yo ya he pagado el precio de nuestra cultura, de servir a una querida amiga, de lavar los

cuerpos reposados en una cama.

¿Qué saben ellas de los olores puros? A estas locas les parece que huelen mal nuestros

besos ardientes mientras bailamos y sólo alcanzan a aplaudirnos.

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El Desmayo

Dejaron de comer tierra pero seguían comiendo jaca, mientras el bar se vaciaba, y ella les

servía rodeandola mesa y abriendo más botellas de cerveza. Sólo les susurraba a cada uno

al oído: estuvo aquí después de comer y me contó... que le hacía cosquillas para

despertarloal mediodía, justo antes de suspender el trabajo y aplastar una banana para

poderla comer, porque él ya no tenía dientes para masticarla.

Se habían encontrado durante años todos los días, habían pasado juntos todas las noches,

sin dinero y compartiendo la bebida, con sus caras enojo. Pero no preguntaba ni

protestaba, ciertamente ya se había olvidado o había desistido y más aún al oír las

campanas. Ya no servía de nada acordarse, ya tenían la boca amarga como hielo. Ellos no

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tenía otra profesión además de conversar demasiado y beber jugo mientras se

desvanecían, hundiéndose en penas ylamentaciones, flagelándose, hiriéndose con

implacable autocrítica acordándose desu degradación, de sus cuatro hijos que ya no

tenían para el desalojo.

¿Para qué tenían darle el consuelo cuando ya eran cosas muertas?

Durante esa tarde, sus rostros era impenetrables, sussilencios eran como un estruendo. El

modo que tenían de comer, sin prestarnosatención,sólo nos revelabasu tremenda

inquietud.