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    Mariano Moreno (Buenos Aires, 17781811)

    Plan Revolucionario de Operaciones (1810)

    Prlogo a la traduccin de

    El contrato social de Jacobo Rousseau

    (1810)

    Cosa funesta-Fragmento-

    Viva la patria, aunque yo perezca. Mariano!La luz del camarote cae oblicua, como una lluvia sobre laspalabras del enfermo que intenta, sin lograrlo, incorporarseen el lecho. Su hermano se acerca con un vaso de agua, ycon una mano lo empuja suavemente, sin esfuerzo, como siel enfermo no tuviera ya peso, para que vuelva a recostarse.

    Me cago en Saavedra y en todos sus antepasados, y en elhijo de puta de Funes, y en todos esos provincianitos imber-bes que me han enviado a este lecho de mala muerte. Ma-nuel, te imagins que volviramos ahora a Buenos Aires.Qu susto se llevaran todos nuestros enemigos de vermeaparecer as, como un fantasma! No hables ms, Mariano, que ests muy dbil. Ya hemosarreglado con el capitn un desembarco de urgencia en San-ta Catalina; all te podrn atender. Adems, tenemos amigosque nos recibirn de buena gana.Guido oye la conversacin a un costado de la cama, y se sor-prende con lo que escucha sobre el desembarco, interroga aManuel con los ojos y con un gesto, queda clara la mentira:

    el capitn sigue negndose a esa escala imprevista. Que nova a ir parando en cada puerto si algn pasajero se enferma,dice el capitn, y que ya le estaban haciendo el viaje suficien-temente difcil con tantas quejas. Los amigos saben que lasuerte de Mariano ya est echada; y tal vez lo estuviera anantes de embarcarse rumbo a Londres. Los tres hombrescomparten el silencio a la luz de la vela del camarote, que daun tono amarillo y ocre sobre los pocos objetos del recinto: lacama del enfermo, una mesa de trabajo con un libro abierto

    junto a uncuaderno y una pluma descansando en el tintero, un armariosin espejos, una pequea fuente con agua, las dos maletascasi sin tocar. Un silencio interrumpido slo por los insultosde Mariano cada vez que recuerda a sus enemigos: Saavedra,

    Funes, Rivadavia.Parece una lista del infierno que pasa por la cabeza enfebre-cida del enfermo, que oscila con las olas, de la tranquilidad ala violencia. De pronto, se calma y llama, en un susurro:

    - Manuel, acercate.El hermano se aproxima al lecho, intentando no mirar o al

    menos, no mirar de frente esa tez amarilla, del color deltrigo seco, en la que resaltan unos ojos todava demasiado vi-vos, la boca temblorosa por la que cae un hilo de saliva haciael mentn, la lengua (esa lengua que supo ser filosa como lamejor de las espadas) cansada, a la que le cuesta cada pa-labra. Con cada frase el moribundo va dejando un pedazo desu cuerpo. Manuel se obliga finalmente a mirar, a fijar en sumemoria los rasgos del Mariano que desea que se recuerde,y que plasmar en leo apenas llegue a Londres.- Hermano: te pido una sola cosa. Nada debe faltarles a Ma-riquitay a mi hijo; necesito que te hagas cargo de su suerte. No ten-go mucho: debers administrar mis bienes como ms con-venga.Pobres, tuvieron la desgracia de este padre y esposo siempreocupado, que la patria, que la revolucin, que los enemigos...Al menos, merecen algo mejor luego de mi muerte.- Mariano, te vas a sanar, ya vers. No me hagas prometeralgo que no quiero tener que cumplir.- La promesa, Manuel. Slo tu palabra me traer algo de paz.No se le niega la voluntad a un moribundo.- Est bien. Te lo prometo. Pero ahora no habls ms, porDios, y descans, que buena falta te hace.Manuel pone la mano sobre el hombro del enfermo, gira lacabeza con un gesto de dolor y se dirige al hombre joven quelos acompaa:- Guido, salgamos un momento a cubierta. Moreno, en su ca-

    marote, desobedece, como siempre ha desobedecidolas rdenes de los mdicos. Se incorpora a medias, como unrbol que desafa la tormenta, e intenta escribir, traducir alpapel la maraa de palabras que se arremolinan en su cabe-za. En otros tiempos, esa misma voluntad lo haba alentadoa seguir cada maana y cada noche; ahora lo somete a unaagona interminable.De pronto, el mundo se convierte en un vendaval que lo le-vanta del lecho, enloquecido; ya no hay voz en su gargantasino quejidos roncos y gritos de poseso. Sale as a cubierta,con la mirada perdida entre la fiebre y los demonios, a clamarpor los sueos nunca cumplidos.- Manuel: que se ha salido tu hermano, y viene hecho unafuria.Entre Guido y Manuel Moreno aferran el dbil cuerpo de Ma-riano, que se deja agarrar como una cuerda y cae desmayadomientras lo retornan al lecho del que ya no vuelve a levantarse.

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    PLAN DE OPERACIONESQue el gobierno provisional de las Provincias Unidas delRo de la Plata debe poner en prctica para consolidar la

    grande obra de nuestra libertad e independencia.-Fragmento-

    Seores de la Excelentsima Junta Gubernativa de las Pro-

    vincias Unidas del Ro de la Plata:

    Volar a la esfera de la alta y digna proteccin de V. E. los pen-samientos de este Plan, en cumplimiento de la honorable

    Taller de Comprensin y Produccin de Textos

    TECNICATURA SUPERIOR EN PERIODISMO DEPORTIVO Facultad de Periodismo y Comunicacin Social UNLP

    Los hroes de mayo

    Diego Golombek (Buenos Aires 2004)Cosa funesta

    Fragmento

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    comisin con que me ha honrado, si no es ambicin del de-seo, es a lo menos un reconocimiento de gratitud a la Patria;ella solamente es el objeto que debe ocupar las ideas de todobuen ciudadano, cuya sagrada causa es la que me ha estimu-lado a sacrificar mis conocimientos en obsequio de su liber-tad, y desempeo de mi encargo. Tales son los justos motivosque al prestar el ms solemne juramento ante ese SuperiorGobierno hice presente a V. E., cuando, en atencin a las ob-

    jeciones que expuse, convencido de las honras, protest V.E. que nunca podran desconceptuarse mis conocimientos, siellos no llegaban a llenar el hueco de la grande obra.En esta atencin y cumplimiento de mi deber, sera un reo delesa patria, digno de la mayor execracin de mis conciudada-nos, indigno de la proteccin y gracias que ella dispensa a susdefensores, si habindose hecho por sus representantes enmi persona, la confianza de un asunto en que sus ideas hande servir para regir en parte mvil de las operaciones que hande poner a cubierto el sistema continental de nuestra glorio-sa insurreccin, no me desprendiese de toda consideracinaun para con la Patria misma, por lisonjear sus esperanzascon la vil hipocresa y servil adulacin de unos pensamientos

    contrarios, que en lugar de conducirla a los grandes fines dela obra comenzada, slo fuesen causa de desmoronar los d-biles cimientos de ella; y en esta virtud, el carcter de la co-misin y el mo, combinando un torrente de razones, las msslidas y poderosas, uniformando sus ideas, me estrechanindispensablemente a manifestarme con toda la integridadpropia de un verdadero patriota.La verdad es el signo ms caracterstico del hombre de bien;la resignacin, el honor y la grandeza de nimo en las arduasempresas, son las seales ms evidentes de un corazn vir-tuoso, verdadero amante de la libertad de su patria; tales sonlos principios que me he propuesto seguir para desenvolverel cmulo de reflexiones que me han parecido ms condu-centes para la salvacin de la Patria, en el presente plan, sin

    que preocupacin alguna poltica sea capaz de trastornar nitorcer la rectitud de mi carcter y responsabilidad.El emprendimiento de la obra de nuestra libertad, a la ver-dad, es tan grande, que por su aspecto tiene una similitud conlos palacios de Siam, que con tan magnficas entradas, nopresentan en su interior sino edificios bajos y dbiles; pero laProvidencia que desde lo alto examina la justicia de nuestracausa, la proteger, sin duda, permitiendo que de los desas-tres saquemos lecciones las ms importantes. Porque aun-que algunos aos antes de la instalacin del nuevo gobiernose pens, se habl, y se hicieron algunas combinaciones pararealizar la obra de nuestra independencia; diremos que fue-ron medios capaces y suficientes para realizar la obra de la

    independencia del Sud, pensarlo, hablarlo y prevenirlo? Qusacrificios hemos hecho, en qu emprendimientos, que seansuficientes para que podamos tributarnos loores perpetuospor la preferencia de la primaca? Qu planos y combina-ciones han formado ms laboriosas reas, para evitar que sedesplome un edificio que sin pensar en la solidez que debeestribar sus cimientos, queremos levantar con tanta preci-pitacin? Permtaseme decir aqu, que a veces la casualidades la madre de los acontecimientos, pues si no se dirige bienuna revolucin, si el espritu de intriga y ambicin sofoca elespritu pblico, entonces vuelve otra vez el estado a caer enla ms horrible anarqua. Patria ma, cuntas mutacionestienes que sufrir! Dnde estn, noble y grande Washington,las lecciones de tu poltica? Dnde las reglas laboriosas de

    la arquitectura de tu grande obra? Tus principios y tu rgi-men seran capaces de conducirnos, proporcionndonos tusluces, a conseguir los fines que nos hemos propuesto.En esta verdad las historias antiguas y modernas de las re-

    voluciones nos instruyen muy completamente de sus hechos,y debemos seguirlos para consolidar nuestro sistema, puesyo me pasmo al ver lo que llevamos hecho hasta aqu, perotemo, a la verdad, que si no dirigimos el orden de los sucesoscon la energa que es propia (y que tantas veces he habladode ella) se nos desplome el edificio; pues el hombre en ciertoscasos es hijo del rigor, y nada hemos de conseguir con la be-nevolencia y la moderacin; stas son buenas, pero no para

    cimentar los principios de nuestra obra; conozco al hombre,le observo sus pasiones, y combinando sus circunstancias,sus talentos, sus principios y su clima, deduzco, por sus ante-cedentes, que no conviene sino atemorizarle y obscurecerleaquellas luces que en otro tiempo ser lcito iluminarle; midiscurso sera muy vasto sobre esta materia, y no creyndoloaqu necesario, no trato de extenderlo, pero deduciendo laconsecuencia tendamos la vista a nuestros tiempos pasadosy veremos que tres millones de habitantes que la Amrica delSud abriga en sus entraas han sido manejados y subyuga-dos sin ms fuerza que la del rigor y capricho de unos pocoshombres; vase pueblo por pueblo de nuestro vasto conti-nente, y se notar que una nueva orden, un mero mandato

    de los antiguos mandones, ha sido suficiente para manejarmiles de hombres, como una mquina que compuesta de in-mensas partes, con el toque de un solo resorte tiene a todosen un continuo movimiento, haciendo ejercer a cada una susfunciones para que fue destinada.La moderacin fuera de tiempo no es cordura, ni es una ver-dad; al contrario, es una debilidad cuando se adopta un siste-ma que sus circunstancias no lo requieren; jams en ningntiempo de revolucin, se vio adoptada por los gobernantesla moderacin ni la tolerancia; el menor pensamiento de unhombre que sea contrario a un nuevo sistema, es un delitopor la influencia y por el estrago que puede causar con suejemplo, y su castigo es irremediable.Los cimientos de una nueva repblica nunca se han cimen-

    tado sino con el rigor y el castigo, mezclado con la sangrederramada de todos aquellos miembros que pudieran impe-dir sus progresos; pudiera citar los principios de la poltica yresultados que consiguieron los principales maestros de lasrevoluciones, que omito el hacerlo por ser notorias sus his-torias y por no diferir algunas reflexiones que se me ofrecenacerca de la justicia de nuestra causa, de la confianza quedebemos tener en realizar nuestra obra, de la conducta quenos es ms propicia observar, como igualmente de las demsmximas que podrn garantizar nuestros emprendimientos.En esta atencin, ya que la Amrica del Sud ha proclamadosu independencia, para gozar de una justa y completa liber-tad, no carezca por ms tiempo de las luces que se le han en-

    cubierto hasta ahora y que pueden conducirla en su gloriosainsurreccin. Si no se dirige bien una revolucin, si el espritude intriga, ambicin y egosmo sofoca el de la defensa de lapatria, en una palabra: si el inters privado se prefiere al biengeneral, el noble sacudimiento de una Nacin es la fuentems fecunda de todos los excesos y del trastorno del ordensocial. Lejos de conseguirse entonces el nuevo estableci-miento y la tranquilidad interior del Estado, que es en todostiempos el objeto de los buenos, se cae en la ms horrendaanarqua, de que se siguen los asesinatos, las venganzas per-sonales y el predominio de los malvados sobre el virtuoso ypacfico ciudadano.El caso y la fatalidad son las disculpas de la indiscrecin y laflaqueza. El hombre animoso hace salir a luz los ocasos para

    utilizarlos, y sus enemigos son los que se rinden al yugo dela fatalidad. El que tiene gran corazn, espritu y alma ele-vada, manda a la fortuna, o ms bien la fortuna no es sino lareunin de estas cualidades poderosas, pero como su brillo

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    amedrenta al vulgo y excita la envidia, ser feliz quien puedahermanarlas con la moderacin que las hace excusables.No admiremos la Providencia ni desconfiemos de ella, re-cordando que de las fatalidades ms desastradas, saca lasgrandes e importantsimas lecciones que determinan el des-tino del mundo. La mano dio luz al sol y a los astros, y hacegirar los cielos, humilla a veces los tronos, borra los impe-rios, as como desde el polvo encumbra a lo sumo de la gran-

    deza a un mortal desconocido, demostrando al Universo quelos mortales, los imperios, los tronos, los cielos y los astros,son nada en comparacin de su poder.Sentemos ante todo un principio: la filosofa que reina eneste siglo demuestra la ridiculez de la grandeza y las con-tingencias a que est expuesta. La insubsistencia perpetua ycontinuada de la corona de Espaa, lo est evidenciando; lafamilia real envilecida, haba ya dejado de serlo y perdido susderechos; el 25 de mayo de 1810, que har clebre la memo-ria de los anales de Amrica, nos ha demostrado esto, pueshace veinte aos, que los delitos y las tramas de sus inicuosmandones y favoritos le iban ya preparando este vuelco.Por mejor decir, no se la ha destronado ni derribado del solio,

    sino que se la ha hundido debajo de las plantas; y jams pudopresentarse a la Amrica del Sud oportunidad ms adecuadapara establecer una rplica sobre el cimiento de la modera-cin y la virtud.La familia de los Borbones estaba en el suelo, y ninguno desus cobardes amigos acudi a tiempo a darle la mano; no eramenester ms que dejarla dormir y olvidarla.As, pues, cuando las pasiones del hombre andan sueltas,cun horrible, pero cun interesante, es el observarle! En-tonces sale a lo claro lo ms escondido de su corazn, enton-ces la vista puede seguir por las vueltas y revueltas de aquellaberinto inescrutable los estragos del odio, los arrebatos dela ambicin, el desenfreno de la codicia, los mpetus de vana-gloria y los proyectos de engrandecimiento.

    Hay hombres de bien (si cabe en los ambiciosos el serlo) quedetestan verdaderamente todas las ideas de los gobiernosmonrquicos, cuyo carcter se les hace terrible, y que quisie-ran, sin derramamiento de sangre, sancionar las verdaderaslibertades de la Patria; no profesan los principios abomina-bles de los turbulentos, pero como tienen talento, algunasvirtudes polticas, y buen crdito, son otro tanto ms de te-mer; y a stos sin agraviarlos (porque algn da sern tiles)debe separrselos; porque, unos por medrar, otros por man-tenerse, cules por inclinacin a las tramas, cules por laambicin de los honores, y el menor nmero por el deseo dela gloria, o para hablar con ms propiedad, por la vanidad dela nombrada, no son propios por su carcter para realizar la

    grande obra de la libertad americana, en los primeros pasosde su infancia.A la verdad, me rebajara de mi carcter y del concepto quese tiene formado hacia mi persona si negase los obstculose inconvenientes que atropellando mis deseos desconsola-ban mi nimo, aunque conceba algunas veces medios paraallanarlos. Otros, en mi lugar, lejos de confundirse transfor-maran, como hace la verdadera destreza, los obstculos enmedios, hollaran los estorbos, y aun los procuraran paracomplacerse en superarlos; en fin, yo titube en medio delas mayores dificultades, temiendo el empezar, y ansiando elacabar, excitado por mi adhesin a la Patria, contenido porlos escrpulos y agitado entre la esperanza del xito y el te-mor del malogro.

    En esta virtud, habindome hecho cargo de todo, resolventregarme a la marea de los acontecimientos, porque lasempresas arduas siempre presentan grandes dificultades, y,por consiguiente, grandes remedios; pues huir cuando se va

    a dar la batalla, no slo es cobarda sino aun traicin; y eneste estado me puse en manos de la Providencia, a fin de quedirigiese mis conocimientos acerca de la causa ms justa yms santa, pues si se malograse el fruto de mis intentos, larecompensa, creo, quedara cifrada en la gloria de haberlosemprendido.En cuya atencin y consecuencia, la sensibilidad y una extre-mada energa son los elementos ms grandes de la natura-

    leza y los ms propios para realizar una grande obra, porqueentonces los nimos generosos se desenvuelven en medio delas ms horrorosas tempestades, aumentando sus fuerzas aproporcin de los peligros que los amenazan, y consiguien-temente unos hombres de este corazn son capaces de lasacciones ms heroicas, y aun de conducir con su poltica lastramas ms largas y formales, donde se cifre la vida de unhombre y el destino de un Estado.No se me podr negar que en la tormenta se maniobra fuerade regla, y que el piloto que salva el bajel, sea como fuere, esacreedor a las alabanzas y a los premios; este principio esindudable, mxime cuando se cie a la necesidad absolutacomo nico medio para la consecucin de lo que se solicita.

    Las mximas que realizan este plan y hago presentes son, nodigo las nicas practicables, sino las mejores y ms admisi-bles, en cuanto se encaminen al desempeo y gloria de la liden que estamos tan empeados. Quin dudar que a las tra-mas polticas, puestas en ejecucin por los grandes talentos,han debido muchas naciones la obtencin de su poder y desu libertad? Muy poco instruido estara en los principios de lapoltica, las reglas de la moral, y la teora de las revoluciones,quien ignorase de sus anales las intrigas que secretamentehan tocado los gabinetes en iguales casos: y, diremos poresto que han perdido algo de su dignidad, decoro y opininpblica en lo ms principal? Nada de eso: los pueblos nuncasaben, ni ven, sino lo que se les ensea y muestra, ni oyenms que lo que se les dice.

    En el orden moral, hay ciertas verdades matemticas en quetodos convienen, as como todos admiten los hechos incon-testables de la fsica. Pregntesenos a cada uno qu figuratiene el sol, y responderemos unnimes que redonda; pre-gntesenos tambin sobre los bienes de la esclavitud y malesde la libertad, y nos parecern stos preferibles a aquellos,porque siendo poco numerosos unos y otros, queremos na-turalmente la mayor suma de bienes, de la cual slo hay queseparar una cantidad pequea de males.Pero cuando vengamos a los medios de formar la mayorsuma de estos bienes, y la segregacin ms considerable deestos males, entonces falta la unanimidad, el problema divi-de las opiniones y los debates comienzan.

    Tal sera el estado en que nos encontraramos, si no nos unie-sen generalmente los intereses de la Patria; y quin de vo-sotros, seores, sera capaz de poner en cuestin la libertad yfelicidad de ella, no teniendo sino unos conocimientos super-ficiales de las causas secretas de la revolucin? Acaso senecesit ms fortaleza el 25 de mayo de 1810, para derribarlos colosos de la tirana y despotismo; que se necesita paraerigir los cimientos de nuestro nuevo edificio? Desembarce-se el suelo de los escombros, quiero decir; concluyamos connuestros enemigos, reformemos los abusos corrompidos ypngase en circulacin la sangre del cuerpo social extenuadopor los antiguos dspotas, y de este modo se establecer lasanta libertad de la Patria.Y en consecuencia creera no haber cumplido, tanto con la

    comisin con que se me ha honrado, como con la gratitudque debo a la Patria, si no manifestase mis ideas segn ycomo las siente el corazn ms propias, y los conocimientosque me han franqueado veinticinco aos de estudio constante

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    sobre el corazn humano, en cuyo, sin que me domine la va-nidad, creo tener algn voto en sus funciones intelectuales; ypor lo contrario, si moderando mis reflexiones no mostraselos pasos verdaderos de la felicidad, sera un reo digno de lamayor execracin; y as no debe escandalizar el sentido demis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a todacosta, aun cuando tengan semejanza con las costumbres delos antropfagos y caribes. Y si no, por qu nos pintan a la

    libertad ciega y armada de un pual? Porque ningn Estadoenvejecido o provincias, pueden regenerarse ni cortar sus co-rrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre.Hablemos con franqueza: hasta ahora slo hemos conocidola especulativa de las conspiraciones, y como tal cuando tra-tamos de pasar a la prctica nos amilanamos. Pues no; noson stas las lecciones que nos han enseado y dado a co-nocer los maestros de las grandes revoluciones; fjese la vis-ta sobre los anales de las historias del Norte, de la Francia,etc., y aun de la misma Espaa, y se observar las tramas yastucias polticas, nicamente dirigidas a conseguir por todocamino aquellos fines a que han aspirado.Se ha repetido muchas veces, que la necesidad es madre de

    la industria, y que su carcter halageo, pintado con los be-llos colores de una filosofa sutil, invierte su estudio y destre-za por medio de la seduccin y la intriga, teniendo a veces suorigen ms o menos noble, segn las circunstancias.ltimamente, demos un carcter ms solemne a nuestroedificio, miremos slo a la Patria, y cuando la Constitucindel Estado afiance a todos el goce legtimo de los derechosde la verdadera libertad, en prctica y quieta posesin, sinconsentir abusos, entonces resolvera el Estado Americanoel verdadero y grande problema del contrato social; pues es-tablecer leyes cuando han de desmoronarse al menor mpe-tu de un blando cfiro, depositndolas dentro de un edificio,cuyos cimientos tan poco slidos no presentan an ms quevanas y quimricas esperanzas, exponiendo la libertad de la

    Patria, la impotencia, que quiz al menor impulso de nues-tros enemigos, envolvindonos en arroyos de sangre, tre-molen otra vez sobre nuestras ruinas el estandarte antiguode la tirana y despotismo; y por la debilidad de un gobiernose malograra entonces las circunstancias presentes, y msfavorables a una atrevida empresa, que se inmortalizara enlos anales de Amrica, y desvanecidas nuestras esperanzasseramos vctimas del furor y de la rabia.Y en consecuencia de todo lo expuesto, pasando ya a la expo-sicin de los artculos que contiene la comisin de mi cargo,por el orden y segn instruye su contenido, dice:Artculo 1: En cuanto a la conducta gubernativa ms conve-niente a las opiniones pblicas, y conducente a las operacio-

    nes de la dignidad de este Gobierno, debe ser las que instru-yen las siguientes reflexiones:1) Sentado el principio que en toda revolucin hay tres

    clases de individuos: la primera, los adictos al sistema quese defienden; la segunda, los enemigos declarados y cono-cidos; la tercera, los silenciosos espectadores, que man-teniendo una neutralidad, son realmente los verdaderosegostas; bajo esta suposicin, la conducta del Gobierno entodas las relaciones exteriores e interiores, con los puertosextranjeros y sus agentes o enviados pblicos y secretos, yde las estratagemas, proposiciones, sacrificios, regalos, in-trigas, franquicias y dems medios que sean menester poneren prctica, debe ser silenciosa y reservada, con el pblico,sin que nuestros enemigos, ni aun la parte sana del pueblo,

    lleguen a comprender nada de sus enemigos exteriores e in-teriores podran rebatirnos las ms veces nuestras diligen-cias; lo segundo, porque adems de comprometer a muchosde aquellos instrumentos de quienes fuese preciso valernos

    ocasionndoles su ruina, tambin perderamos la proteccinde tales resortes para en lo sucesivo, y lo que es ms, la opi-nin pblica; y lo tercero, porque mostrando slo los buenosefectos de los resultados de nuestras especulaciones y tra-mas, sin que los pueblos penetren los medios ni resortes deque nos hemos valido, atribuyendo stos sus buenos efectosa nuestras sabias disposiciones, afianzaremos ms el con-cepto pblico, y su adhesin a la causa, haciendo que tributen

    cada da mayor respeto y holocausto a sus representantes; yas obviaremos quiz las diferentes mutaciones a que estexpuesto el Gobierno.

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    3) En todos los empleos medios, despus que se hallenocupados por stos, la carrera de sus ascensos debe ser muylenta, porque conceptuando que el establecimiento radica-do de nuestro sistema, es obra de algunos aos, todos aspi-raran a generales y magistrados; y para obviar esto debenestablecerse premios, como escudos, columnas, pirmides,etc., para premiar las acciones de los guerreros, y adormecer

    con estos engaos a aquellos descontentos que nunca faltan,y exigen por su avaricia ms de lo que merecen. Pues enqu se perjudica a la Patria que un ciudadano lleve el brazolleno de escudos, ni que su nombre est escrito en un parajepblico, cuando de ello no resulta gravamen al erario? Y ascon stos debe ser la conducta segn y como llevo referido.

    4) Con los segundos debe observar el Gobierno una con-ducta muy distinta, y es la ms cruel y sanguinaria; la menorespecie debe ser castigada, y aun en los juicios extraordina-rios y asuntos particulares debe siempre preferirse el pa-triota, porque, siendo una verdad el ser amante a su Patria,es digno a que se le anteponga, y se forme de l no slo elmejor concepto, sino que tambin se le proporcione la mejorcomodidad y ventajas: es lo primero; y lo segundo, porque

    aprisionando ms su voluntad, se gana un partidario y oradorque forma con su adhesin una parte slida de su cimiento.

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    Prlogo a la traduccin deEl contrato social

    La gloriosa instalacin del gobierno provisorio de Buenos Ai-res ha producido tan feliz revolucin en las ideas, que agitadoslos nimos de un entusiasmo capaz de las mayores empresas,aspiran a una constitucin juiciosa y duradera que restituya alpueblo sus derechos, ponindolos al abrigo de nuevas usur-

    paciones. Los efectos de esta favorable disposicin seran muypasajeros, si los sublimes principios del derecho pblico con-tinuasen misteriosamente reservados a diez o doce literatos,que sin riesgo de su vida no han podido hacerlos salir de susestudios privados. Los deseos ms fervorosos se desvanecen,si una mano maestra no va progresivamente encadenando lossucesos, y preparando, por la particular reforma de cada ramo,la consolidacin de un bien general, que haga palpables a cadaciudadano las ventajas de la constitucin y lo interese en su de-fensa como en la de un bien propio y personal. Esta obra es ab-solutamente imposible en pueblos que han nacido en la escla-vitud, mientras no se les saque de la ignorancia de sus propiosderechos que han vivido. El peso de las cadenas extingua hastael deseo de sacudirlas; y el trmino de las revoluciones entre

    hombres sin ilustracin suele ser que, cansados de desgracias,horrores y desrdenes, se acomodan por fin a un estado tanmalo o peor que el primero a cambio de que los dejen tranquilosy sosegados.

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    La Espaa nos provee un ejemplo muy reciente de esta ver-dad: cuanto presenta admirable el herosmo de los pueblosantiguos se ha repetido gloriosamente por los espaoles ensu presente revolucin. Una pronta disposicin a cuantos sa-crificios han exigido, un odio irreconciliable al usurpador, unafirmeza sin igual en los infortunios, una energa infatigableentre los cadveres y sangre de sus mismos hermanos; todognero de prodigios se repeta diariamente por todas partes;

    pero como el pueblo era ignorante, obraba sin discernimien-to; y en tres aos de guerra y de entusiasmo continuado nohan podido los espaoles erigir un gobierno que merezcasu confianza, ni formar una constitucin que los saque de laanarqua.Tan reciente desengao debe llenar de un terror religioso,a los que promuevan la gran causa de estas provincias. Envano sus intenciones sern rectas, en vano harn grandesesfuerzos por el bien pblico, en vano provocarn congresos,promovern arreglos y atacarn las reliquias del despotismo;si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus dere-chos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede ylo que se le debe, nuevas ilusiones sucedern a las antiguas,

    y despus de vacilar algn tiempo entre mil incertidumbres,ser tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir latirana.En tan crticas circunstancias todo ciudadano est obligadoa comunicar sus luces y sus conocimientos; y el soldado queopone su pecho a las balas de los enemigos exteriores, nohace mayor servicio que el sabio que abandona su retiro yataca con frente serena la ambicin, la ignorancia, el egos-mo y dems pasiones, enemigos interiores del Estado, y tantoms terribles, cuanto ejercen una guerra oculta y logran fre-cuentemente de sus rivales una venganza segura. Me lison-

    jeo de no haber mirado con indiferencia una obligacin tansagrada, de que ningn ciudadano est exceptuado, y en estamateria creo haber merecido ms bien la censura de teme-

    rario, que la de insensible o indiferente: pero el fruto de mistareas es muy pequeo, para que pueda llenar la grandezade mis deseos; y siendo mis conocimientos muy inferioresa mi celo, no he encontrado otro medio de satisfacer ste,que reimprimir aquellos libros de poltica que se han miradosiempre como el catecismo de los pueblos libres, y que porsu rareza en estos pases son acreedores a igual considera-cin que los pensamientos nuevos y originales.Entre varias obras que deben formar este precioso presente,que ofrezco a mis conciudadanos, he dado el primer lugar alContrato Social, escrito por el ciudadano de Ginebra, JuanJacobo Rousseau. Este hombre inmortal, que form la ad-miracin de su siglo, y ser el asombro de todas las edades,

    fue, quiz, el primero que disipando completamente las tinie-blas con que el despotismo envolva sus usurpaciones, pusoen clara luz los derechos de los pueblos, y ensendoles elverdadero origen de sus obligaciones, demostr las que co-rrelativamente contraan los depositarios del gobierno.Los tiranos haban procurado prevenir diestramente estegolpe, atribuyendo un origen divino a su autoridad; pero laimpetuosa elocuencia de Rousseau, la profundidad de susdiscursos, la naturalidad de sus demostraciones disiparonaquellos prestigios; y los pueblos aprendieron a buscar en elpacto social la raz y nico origen de la obediencia, no reco-nociendo a sus jefes como emisarios de la divinidad, mientrasno mostrasen las patentes del cielo en que se les destinabapara imperar entre sus semejantes; pero estas patentes no

    se han manifestado hasta ahora, ni es posible combinarlascon los medios que frecuentemente conducen al trono y alos gobiernos.Es fcil calcular las proscripciones que fulminaran los ti-

    ranos contra una obra capaz por s sola de producir la ilus-tracin de todos los pueblos; pero si sus esfuerzos lograronsubstraerla a la vista de la muchedumbre, los hombres deletras formaron de ella el primer libro de sus estudios; eltriunfo de los talentos del autor no fue menos glorioso porser oculto y en secreto. Desde que apareci este preciosomonumento del ingenio, se corrigieron las ideas sobre losprincipios de los estados, y se generaliz un nuevo lenguaje

    entre los sabios, que, aunque expresado con misteriosa re-serva, causaba zozobra al despotismo y anunciaba su ruina.El estudio de esta obra debe producir ventajosos resultadosen toda clase de lectores; en ella se descubre la ms vivay fecunda imaginacin; un espritu flexible para tomar todassus ideas; un corazn endurecido en la libertad republicana yexcesivamente sensible; una memoria enriquecida de cuantoofrece de ms reflexivo y extendido la lectura de los filsofosgriegos y latinos; en fin, una fuerza de pensamientos, una vi-veza de coloridos, una profundidad de moral, una riqueza deexpresiones, una abundancia, una rapidez de estilo y sobretodo una misantropa que se puede mirar en el autor como elmuelle principal que hace jugar sus sentimientos y sus ideas.

    Los que deseen ilustrarse encontrarn modelos para encen-der su imaginacin, y rectificar su juicio; los que quieran con-traerse al arreglo de nuestra sociedad, hallarn analizadoscon sencillez sus verdaderos principios; el ciudadano cono-cer lo que debe al magistrado, quien aprender igualmentelo que puede exigirse de l; todas las clases, todas las eda-des, todas las condiciones participarn del gran beneficio quetrajo a la tierra este libro inmortal, que ha debido producir asu autor el justo ttulo de legislador de las naciones. Las quelo consulten y estudien, no sern despojadas fcilmente desus derechos; y el aprecio que nosotros le tributemos serla mejor medida para conocer si nos hallamos en estado derecibir la libertad que tanto nos lisonjea.Como el autor tuvo la desgracia de delirar en materias re-

    ligiosas, suprimo el captulo y principales pasajes donde hatratado de ellas. He anticipado la publicacin de la mitad dellibro, porque precisando la escasez de la imprenta a unalentitud irremediable, podr instruirse el pueblo en los pre-ceptos de la parte publicada, entre tanto que se trabaja laimpresin de lo que resta. Feliz la patria si sus hijos sabenaprovecharse de tan importantes lecciones!