Tomo III, Núm. 36, 5 de setiembre de 1841 [sic]

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36 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 281 BIOGRAFIA ESPADOLA. nU T IiDU DK Cn.UIADi, E > l venerable Fray Luía de Granada nació el ailode 1504, en la ciudad de Granada, cuyo nombre lomó al profesar en la vida religiosa, dejando el de Sarria, lugar del reino de Galicia, de donde fue &establecerse su padre á aquella capital, después de la cspulsion de los moriscos, atraído por los grandes privilegios concedidos por los reyes católi- cos i los nuevos pobladores. Las luces y penetración que dcscubria desde su mas tier- na edad, y la orfandad y pobreta en que quedara por muerte de su padre, movieron a) conde dcTcndilla, alcaide entonces de la Alliambra, i acogerle bajo su protección, y i proporcionarle los primeros estudios. A los dict y nueve auos tomó el hábito de la orden de Predicadores en el convento de Santa Cruz la Real de la ciudad de Granada, donde dió tales muestras de su talento, que sus superiores le confirieron el curso de artes de aquella casa. De allí pasó al colegio de S. Gregorio de Valladolid para continuar sus estudios, en los qae sobresalió, parti- cularmente en la teología y sagrada escritura. Restituido posteriormente á Granada fue elegido en el a ¡So 1534 P°r cl general de su orden, para reparar y repo- blar el convento de Escala-celi cu la sierra de Górdova, y en aquella tranquila soledad compuso los libros de Oración y Meditación. Su sobresaliente fama y virtud le ganaron la afición de los condes de Priego, que le llevaron i su com- paBía, y allí conoció al venerable Juan de Avila, con quien tuvo particular amistad, recibiendo de él prudentes consejos y cnseBantas que corrigieron cl escesivo ardimiento de su juvenil oratoria, que le había de granjear la fama de orador eminente por todo cl orbe católico. Segunda serie. T omo III. Poco después pasó Fray Luís i fundar el convento de Badajoz, basta que el cardeual D. Enrique, infante de Por- tugal y entonces arzobispo de Kbora, movido de la celebri- dad de su elocuencia, le llamó i su capital para qnc le sirviese de guía en cl gobierno de su diócesi. Establecido con esta ocasión en aquella ciudad, fue prohijado en el con- vento que en ella habia de su orden, y clejido cabeza de la provincia por cl voto de sus naturales. Varias fueron las ocasiones que despreció Fray Luis de elevarse i las mayores dignidades de su gerarquía, siendo dignas de notarse particularmente la del obispado de Yiscu y de Braga que le ofreció la reina I)ona Catalina. Durante los diez y seis ailos que vivió en Lisboa, dis- frutó de la gloria y satisfacciones que pocos hombres alcan- zan aun cuando van en pos de ellas. Era consultado de los prelados mas célebres por su saber y virtud, honrado de la corte, adorado del pueblo, y visitado de grandes prin- cipes y de los mayores capitanes que conoció si» siglo, Andrea Doria en el mar, y cl gran duque de Alba en la tierra. El pontífice Gregorio XIII le escribió una carta en e! ano 1582, en que le dá lo» mayores y mas satisfactorios elogios por sus virtudes y sana doctrina, y el célebre pon- tífice Sisto V le quiso honrar con el capelo, haciéndole de- sistir de su intento las reiteradas súplicas de Fray Luis. Cumplido su provincialato en 1572 se retiró al con- vento de Santo Domingo de Lisboa, donde falleció en el de 1588, y sus restos mortales fueron depositados en una espetie de capilla que sirve hoy de entrada á la iglesia de dicho convento por el costado izquierdo del altar mayor. i de setiembre de 184f.

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3 6SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 281

BIOGRAFIA ESPADOLA.

n U T I iD U D K C n .U I A D i ,

E >l venerable F ray Luía de G ranada nació el ailode 1504,

en la ciudad de G ranada, cuyo nom bre lomó al profesar en la vida religiosa, dejando el de Sarria, lugar del reino de Galicia, de donde fue & establecerse su padre á aquella cap ita l, después de la cspulsion de los moriscos, atraído p o r los grandes privilegios concedidos p o r los reyes católi­cos i los nuevos pobladores.

Las luces y penetración que dcscubria desde su mas tier­n a edad , y la orfandad y pobreta en que quedara por m uerte de su padre, movieron a) conde dcTcndilla, alcaide entonces de la A lliam bra, i acogerle bajo su protección, y i proporcionarle los prim eros estudios.

A los dict y nueve auos tomó el hábito de la orden de Predicadores en el convento de Santa Cruz la Real de la ciudad de G ranada, donde dió tales m uestras de su talento, que sus superiores le confirieron el curso de artes de aquella casa. De allí pasó a l colegio de S. G regorio de Valladolid para continuar sus estudios, en los qae sobresalió, parti­cularm ente en la teología y sagrada escritura.

Restituido posteriormente á G ranada fue elegido en el a ¡So 1534 P°r cl general de su orden, para reparar y repo­b la r el convento de Escala-celi cu la sierra de Górdova, y en aquella tranquila soledad compuso los libros de O ración y M editación. Su sobresaliente fama y v irtud le ganaron la afición de los condes de Priego, que le llevaron i su com- paB ía, y allí conoció a l venerable Ju an de Avila, con quien tuvo p a rticu la r amistad, recibiendo de él prudentes consejos y cnseBantas que corrigieron cl escesivo ardimiento de su juvenil o ra to ria , que le había de granjear la fama de orador eminente por todo cl orbe católico.

Segunda serie. — T o m o III.

Poco después pasó F ray Luís i fundar el convento de Badajoz, basta que el cardeual D. E nrique, infante de Por­tugal y entonces arzobispo de K bora, movido de la celebri­dad de su elocuencia, le llamó i su capital para qnc le sirviese de gu ía en cl gobierno de su diócesi. Establecido con esta ocasión en aquella c iudad, fue prohijado en el con­vento que en ella habia de su o rden , y clejido cabeza de la provincia por cl voto de sus naturales.

V arias fueron las ocasiones que despreció F ray Luis de elevarse i las mayores dignidades de su gerarqu ía , siendo dignas de notarse particularm ente la del obispado de Yiscu y de Braga que le ofreció la reina I)ona Catalina.

D urante los diez y seis ailos que vivió en Lisboa, dis­frutó de la gloria y satisfacciones que pocos hombres alcan­zan aun cuando van en pos de ellas. E ra consultado de los prelados mas célebres p o r su saber y v ir tu d , honrado de la corte, adorado del pueblo , y visitado de grandes p rin ­cipes y de los mayores capitanes que conoció si» siglo, Andrea Doria en el m ar, y cl g ran duque de Alba en la tierra.

E l pontífice Gregorio XIII le escribió una carta en e! ano 1 582 , en que le dá lo» mayores y mas satisfactorios elogios por sus virtudes y sana doctrina, y el célebre pon­tífice Sisto V le quiso hon rar con el capelo, haciéndole de­sistir de su intento las reiteradas súplicas de F ray Luis.

Cumplido su provincialato en 1572 se re tiró a l con­vento de Santo Domingo de Lisboa, donde falleció en el de 1 588 , y sus restos m ortales fueron depositados en una espetie de capilla que sirve hoy de entrada á la iglesia de dicho convento p o r el costado izquierdo del a lta r m ayor.

i de setiembre de 184f.

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. SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

E n una u rna sencilla y elegante colocada en el centro del mausoleo se lee este epitafio.

F . LudotiCu» G e u a t e s iu e s m boicatob >m u u aCOJCS OOCTBIHAE M AJOBA' ECTWf BmACOTA

C behoiii x iii posr. max. obacoloQ0A5I SI CAEC1S VISIM MORTrtS VITA«

a D e o ISIPETRASSET.P o i m n c i A i i i c n i t a t e s A E P ir s r e Co s a t a c l a b io r

m i ii A i » D ec a í p í s t a t e r r p a o p e n e s m is e u ic o b ih a « » m g j i c * o 3 r.io«o»L «i ic c o x c io A i w iA r.tr .T A T tT o rn o « « * l u i m i r o

AETATIS SHAS LX.VX1III OLTSSIIHIHE M U m SI ARMO BEPOIILICA CBISTI MiAl'. DESIDERIO

PRID. XAl. A S . HbLXXXIX ( I ) .

JUICIO D E SUS OBRAS.

Muclias y muy apreciadles sou las oliras que campuio este ilustrado escritor, asi en latiii como en castellano. E n tre las prim eras se cuentan: 1. Siete tom os J r serm ones sobre varios a su n to s , de los cuales se hizo una estélenle edición en Amberes cu el año 1570, o tra en Lisboa en 1 5 -7 7 , y o tra en Roma en 1578. II. U n libro He varias sentencias He la orar ion y m editarion. 111. Oteo-tomo He dichos y sen­tencias Je filó so fo s, que titu ló CoM anea phSom phorum . IV. O tro tomo de lugares de la Sagrada E scritora y de Doc­to res, dividido en cuatro libro», y dirijido al papa G re­gorio M i l , con el títu lo de SyU-a locorum. En lengua cas­tellana compuso: K V arias vidas de varones «liebres, cutre ellas, la del 1*. Bartolom é de los M ártires, y la vida y elo­gio del venerable P. Juan de A vila, á quien quiso pagar este dulce tr ib u to de amistad. II. E t m em orial He la viHa cristiana , que fue impreso el año 15Gb e n tu b o * y en Sa­lam anca, y que acabó & los 7ti años de edad. III. E t Sím ­bolo Je t u f e que acabó á los 78, y fue impreso en Ambe- res en 1572 , y en Salamanca en 1582, y que según dice Antonio de Govea fue traducido en persa. IV. Tradujo al castellano con alguna» «notaciones el C om tem tus m un tli que babia escrito en latin Tomás de Kempi». V. Finalm ente compuso en Badajos á lo» ^9 años de sn edad la fin ia He P ecaJores, que dedicó á Doña E lvira de Mendosa, habién­dose im preso en 1555 en Salamanca.

El estilo de las obras de Fray Luis Je Granada es Huido, num eroso, fácil y na tural. La claridad, sencillez y propie­dad resplandece en todos sus escritos, dcsuudos de toda vot cstraojera y afectada, á la p a r que adornados de epítetos propios y oportunos, de espresiones y frases llenas de no­vedad y energía, y que dan sumo realce á la propiedad y pureza de la dicción.

No contento con im itar el estilo robusto y elevado de s u maestro el P. A vila, lo hermoseó con los resplandores y matices de su ardiente fantasía, dándole Ouidez, núm ero 1

( 1 ) E l Señor D on M is e n . S a k s » de V i m e g r a , cónsul gen era l que h a sido Je E spaña en L isboa , y hoy en M ar­sella , escribió hace tiem po a l director Je! Sem anario, noti­ciándote la existencia Je tus preciosos retío* Je Frat Leí* ■de G r a s a d a en tu iglesia de San to D omingo en Lisboa, y copiando el epitafio que arriba queda trasladado. Dicho Señor y integra m anifestaba su s tem ores de que aquella iglesia sea dem olida tom o h> h a sido y a e l resto d e l ta n - cen t o , y desaparezcan en ella la s venerables cenizas de a q u e l hom bre insigne -, de aqu í tom aba Ocasión para recitar a i Gobierno y á la s corporaciones científicas á recoger y tra sla d a r á su p a tria los despojos m ortales d e l grande orador y escritor ascético.

y grandiosidad en las clausulas, sin degenerar en la hin­chazón y afectación de los conceptos.

Pero cuando se m uestra mas sublime i incomparable penelranJo lo» coratoues de respetuosa religiosidad, es cuan­do elevándose 4 las mansiones ciérnales, rasga el misterioso velo que cubre la divinidad, y penetra la secreta profundi­dad ilc sus desiguios y el insondable piélago de sus perfec­ciones y atributos. El esp íritu de Dios parece auiinar en­tonces sus escritos, pues cu ellos se nos presenta la divini­dad como en este m undo te rrena l, dando á toda» sus par­tea vida y movimiento.

No obstante tan bello» dotes, no carece G ranada de a l- gunus defectos. La suma facilidad que poseía para amplifi­car los pensamientos y sus sobrados esfuerzos para im pri­m ir en las alm as e l fru to de su doctrina, le hacen caer algunas veces en uu.cstilo difuso, lánguido y un iform e, y recargado de frases monótonas y repetidas. De aquí la des­igualdad ó decaimiento de la fuerza y calor del estilo cu algunos lugares, porque apurada ya la m ateria , desfallece el brio y el in terés, y los últim os pensamientos am ortigua­dos euervau 4 los primeros. Entonces tiene que recu rrir á nuevas, aunque idéntica» frases; a comparaciones y símiles acaso innecesarios; á discursos contrapuestos cu tre s i cu que hecha la prim era parle se adivina la segunda como el re­verso de una moneda corriente. Sucede con estos periodos que los lectores de viva imaginación que ya de lejos ven, mas no alcanzan rl térm ino donde lia de descam ar la iiu - pncirucia de su deseo, sufren cierta molestia cu la detenida lectura de estas clausulas graves y sosegadas, y lien*» de grandes palabras que les desaniman y atontienlan. A la m a­nera de lo que acontece, dice un celebre critico nuestro, & los viajantes de la Mancha llana que padecen la pena de ver desde que salen de la potada el campanario del lugar i donde han de ir á hacer noche.

Pero cualesquiera que puedan ser sus defectos son m uy leves en comparación de su» bellezas. A dmírame en el lo - cu<iones de dulcísima elegancia, imágenes magnificas y su­blimes, una dicción siempre p u ra , castiza y escogida, y sum a claridad, riqueza y abundancia en la» espresioue» que lucen muy parecida su elocuencia t, la del celebrado San Crisóstomo. N ingún escritor le ha igualado jamás en la euerjia ron que com para las Vanidades del m undo, la feal­dad del victo la herm osura de U v ir tu d , la am argura y desesperación del m oribundo, la brevedad de la v ida, y los eternos deleites de la celestial bienaventuranza.

Sus sermones conservan aun el fuego del sentim iento que los dictó, como 4 pasar suyo cuubesa el critico francés B aillct, y reuniendo á la fuerza de la razón la de la elo­cuencia, arrebatan el espíritu del lector p o r sus bellísimas y vivas imájenes. ¡(ion que sombríos y majestuosos colores ñus traza el maginiiro cuadro de la resurrección del Dios humanado!» El sol que ocalló sus rayos en e t día de su pa­sión, ostentó sus resplandores en aquclilia m asque en todos los o tros; los cielos que se rubricrou de lu to , viendo pade- oer A su Señor por ocultar su desnudez, resplandecieron en este d ía con sobrada claridad, viéndole salir del Sepulcro vencedor. Alegróse toda la hum anidad de C risto , alegrá­ronse lodos los discípulos de C risto, alegróse el ciclo, ale­gróse la tierra , y ll»sta las puertas del intierno retem blaron de gozo.»

"Descendió, pues, el noble triunfador á los infiernos vestido de claridad y fortaleza. En el pun to que el Señor a lli bajó, luego aquella e ternal noche resplandeció, y el es­truendo de los que lam entaban cesó , y toda aquella cruel tienda de atorm entadores tembló con la bajada del Salva­dor. Alli se tu rb aro n las principes de Edoin, y tem blaron los poderes de M oab, y pasm aron los m oradores de l a tier­ra de Canaau.”

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" V lodos en medio de sus tinieblas comenzaron á m u r­m u ra r y decir: ¿quien rs este tan fuerte , tan resplande­cíanle, U n poderosol A nuía U l hom bre como este se vid en ,nuestro infierno; nunca á esta* cuevas tal persona nos envié el m undo nuestro tribu tario . Acreedor es cale uo deu­d o r; qucbranlador nuestro , uo pecador; jura parece no culpado; á pelear viene n * á penar. ¡ Decid á donde estaban nuestras guardas y porteros cuando este conquistador rom- p ié nuestras puertas y cerraduras! to m o ba entrado por fuerza? Q uien será este que lauto puede?”

l a Introducrion a l Símbolo de la fe es la obra mas copio­sa y do una sólida doclriua y erudición de este piadoso y fecundo escritor, y doudcse descubre mas gravedad, rique­za y propiedad de Icoguagc castellano cu tre lau ta diver­sidad de materias, l’cro eu doudc mas se ostenta la gala y elegancia del estilo y la propiedad y elevación de las imá­genes es en el misterio de la crcaeiou, y cuando con una magnifica p in tura declara el modo de elevarse el alm a al conocimiento de la Divinidad por contemplación de las criaturas.

"A yúdanos también para conoceros (d ice) la universa­lidad de las cria tu ras , las cuales nos dan voces que os ame­mos, y nos cnsoilau por que os habernos de am ar, ca cu la perfección de ellas rcsplaudccc vuestra herm osura y cu el uso y servicio de ella» el am or que nos lenci».....¡Que1 es Se­ño r todo esta m undo visible siuo un espejo que pusisteis dclsntc de nuestros ojos para que en el contemplásemos vuestra herm osura ! P o r que es cierto que asi como en el ciclo vos serris espejo cu que veamos las cria tu ras; asi cu este destierro ellas nos son espejo para que conozcamos á vos. ro e s según esto ¿ qué es todo este mundo visible siuo n n grande y maravilloso lib ro , que vos Señor, escribisteis y ofrecisteis 6 los ojos de todas las naciónos del m undo , asi do griegos como de bárbaros, asi de sabios como de. igno­ra ule» para que en ellos estudiasen todos y conociesen quicu vos oradea? ¿ Q ue aeran luego todas las cria tu ras de este nm udo tan herniosas y acabadas siuo una» como letras quebrados é ilum inadla que declaran bien el p rim or y sabiduría de su au lo r?¿Q uó serán tudas estas eria lu ra /sino predicadores de su hacedor, testigos de su nobleza, espejos do su hermosura, anunciadores de su gloria, despertadores denuestra pereza y estím ulos de nuestro au tor? y..... De estam anera las cria tu ras hermosa» predican vuestra hermosura, la» fuerte» vuestra fortaleza, las graudcs vuestra grandeza, laa artificiosa* vuestra sab iduría , laa resplandecientes vues­tr a claridad; la» dulces vuestra suavidad, y las bien ordena­das y proveídas vuestra maravillosa providencia."

Pero la obra mas celebrada y cu que sem bré todas las semillas de lo que dijo después cu los demas tratados es la (íu ta de Peladares, de que el misino se vanagloriaba cuando dccia ¿E * posible que yo hice este libro en ¡Badajos: ? buen ritió y (Unta Jebe de ser e l de ta la eitulad. En esta obra es en verdad donde se encuentra mas sublim idad eu los pensa­mientos y mas fuego y nervio en la espresiou. P o r ser bas­tante conocida y por no alargar demasiado este articulo, solo citarem os un párrafo en que espresa el elevado vuelo que tom an las alm as encendidas en el am or de la Divinidad.

"A llí en presencia dei Señor cantan y am an, y gimen y llo ra n , y a laban , y gózame y lian ham bre, beben y liau « d , y cou todas las fuerzas de su am or trabajan, Señor, por transform arse en vos, á quien cqnlcmplan con la fé , acatan con la hum ildad, buscan con el deseo y gozan cou la cari­dad—.. Entonces marav illándose el ánima de si misma como tales tesoros lo estaban escondidos cu los tiempos pasados, y viendo que todos los hombres son capaces de tan grande b ien , desea salir por todas las plazas y calles y d a r voces á los hombres, y d e c ir :!0 locos! y é desvariados! en que an - dais!quc buscáis; como no os dais prisa p o r gozar de tan

grande b ien !— A quien gusta la dulcedum bre esp iritual toda ra ruc le es desabrida, la compañía le es cárcel y 1» soledad tiene por paraíso, y sus deleites son estar con el Señor que am a— E l día le es cuojoso, cuando amanece coa» sus cuidados, y desea la noche quieta para gastarla con Dios... \ si la ihn.Iic fuese serena, alza lo» ojo* á m ira r I» herm osura de los cielos y el resplandor de b lu n a y las estrellas, y m ira esta* rosas m ino unas m uestras de la her­mosura del c riador; > com o á unos espejos de su gloria; como á unos interpretes y incusagcros que le traen nuevas de el; como á uno» presente» y dones que el esposo envía á la esposa para enam orarla y entretenerla, basta el d ía que se hayan de tom ar laa manos, y celebrarse aquel e terno casamiento en e l ciclo. Todo el inundo le es un libro que le parece habla siempre de Dios..— Con el dulce y blando ru ido de la noche sosegada, con la dulce música y harm o­nía de las cria tu ras , arróllase den tro de s i el alm a, y comienza á do rm ir aquel sueño velador de quien se dice: yo duerm o y vela mi corazón."

la» misma energía y fuerza de opresiones se advierte en las Meditaciones para los siete dias y siete noches de la se­mana» aventajando á todas las demás obras de Fray Luis por su estilo patético y sentim ental las dulce* y afectuosas clausulas que iluminadas cou el brillo de la» imágenes mas sublimes, dispiertau en la imaginación los sentimientos m as profundos, y penetra»» «Je compasión y tristeza el coraron y el ánim a de pesadumbre.

IIc aqni los terribles colores con que représenla el tre ­mendo dia del juicio final.

“ Aquel dia abrazará en si los dias de lodos tos siglos, presentes, pasados y venideros, porqne en él dará el inun­do en rn ta de todos estos tiempos, y e n él derram ará D iosla ira y la saña que tiene recogida en lodos los siglo». Pues ¿qué tan arrebatado saldrá entonce» aquel tan raudaloso rio de la indignación d iv ina , teniendo tantas arogidas de ira y saña, cuantos (iccados se han cometido desde el principio del m undo i1 Considera las señales espantosas que precede­rán este d ia ; por que, como dice el Salvador, antes ejtte renga ese din habrá señales en e l sa l, s u la luna y en las rslre lla s; y finalmente en todas las cria turas del cielo y de la tie rra ! porque todas ellas sentirán en fin ante» que fe­nezcan, y se estremererán y comenzarán á caer antes que cai­gan. M as los hombres andarán seros y ahilados de m uerte, oyendo lo» bram idos espantosos de la m ar, y viendo las graiidcs olas y torm entas que levautará. Y asi andarán a tó­nitos y espantados, las raras am arillas y desfiguradas, an­tes de la m uerte m uertos, y otiles del juicio sentenciados... Nadie habrá para nad ie , porque nadie bastará para sí solo.“

Gimo m uestra del estilo patético, creemos no poder presentar o tro trozo mejor que aquel que describe la co­ronación de espinas. .

"M ira la grandeza de su herm osura, la herm osura de sus ojos, la dulzura de sus palabras, su au toridad , su m an­sedum bre, su serenidad y aquel aspecto suyo de tanta ve­neración. Y después que asi lo hubieses m irado y dclcilado- Ic de ver tan acabada figura, vuelve los ojos á m irarlo tal cual lo ves, cubierto con aquella p ú rp u ra de escarnio, la cana por re tro real en la m ano, y aquella horrib le diade­m a eu la cabeza, aquellos ojos m ortales, aquel rostro d i­fun to , y aquella figura toda borrada cou la sangre. M íra­lo todo dentro y fu e ra : e l coraza»» atravesado con dolores, el qperpo Heno de llagas, desamparado de sus discípulos, perseguido de los judíos, escarnecido de los soldados, des­preciado de los pontífice», desollado del rey mism o, acu­sado injustamente v desamparado de todo favor hum ano.

Sobresale á la par que p o r el scntinñrnto , p o r la te r­n u ra de las espresione» el siguiente párrafo en que se enea*

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M 4 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

rece el dolor de la virgen cuando vid 6 Jesús caminando con la cruz A cuestas para el lu g ar del suplicio.

"Desfalleció aquí su ánima, y cubriósele la cara y todos sus virginales miembros de nn sudor de m uerte que basta­rá para acabarle la v ida, ai la dispensación divina no la guardara para m ayor trabajo y m ayor corona. Camina pues la virgen en busca del hijo dándole el deseo de verle las f a e n a s que e l dolor la quitaba. Oye desde lejos el ru ido de las arm as y el tropel de la gente y el clam or de los prego­nes con que lo iban pregonando. V i luego resplandecer los h ierros y alabardas de las lanzas que asomaban p o r lo alio... F inalm ente llegada ya donde le pudiese v e r , miranse aque­llas dos lum breras del ciclo una 6 o tra , y atraviesanse los corazones con los ojos, y hieren con su vista sus ánimas lastimadas. Las lenguas estaban enmudecidas, mas a l cora­zón de la m adre habla el del hijo dulcísimo , y le decia ¡P a ra que viniste aq u i, palom a m ia , querida mia y madre m ia! T u dolor acrecienta el mió y tu s torm entos atorm en­tan i mí. Vuélvete, madre m ia, vuelvete á tu posada; que no perteneces tu vergüenza y pureza virginal compailia de homicidas y de ladrones."

Finalm ente no podemos pasar en silencio la dolorosa imprecación que pone en la meditación del Salvador, por creerla llena de unción, de dignidad y de ternura.

"M irad, ángeles, estas dos figuras (Jesucristoy la V irgen) ¡si por ventura las conocéis! M irad, cielos, esta crueldad, y cubrios de lu to p o r la m uerte de vuestro Señor. Escureccd el a ire r la ro , porque el mundo no vea las carnes desnudas de vuestro Criador. Echad con vuestras tinieblas un m an­to sobre su cuerpo, porque no vean los ojos profanos el a r ­ca del Testam ento desnuda. ¡O cielos, que tan serenos fuis­teis criados, 6 tierra de tan ta variedad y hermosura vesti­da! ¡Si vosotros oscurecisteis vuestra gloria en esta pena! Si vosotros que erados insensibles la sentisteis A vuestro mo­do ; ¿ que hai ian las entrañas y pechos virginales de la Ma­dre?....."

No acabaríamos si hubiéramos de trasladar todas las be­llezas que derram ó en sus obras, y ron que dió riqueza, d u lzu ra , eucrgia y inagcslad á la lengón española. E l fué de los primeros oradores que contribuyeron A desarraigar del pulpito aquellos innum erables abusos que convertían los sermones en áridos discursos escolásticos de teología mo­ra l , atestados de citas de autores sagrados y profanos, y llenos de frías declamaciones, deestrañas metáforas, de ale­gorías insípidas y ridiculas alusiones; y si no podemos de­c ir que aventajase siempre á Bosuct en la magnificencia de las imágcurs, al elegante Flcchier en la refinada gracia de estilo, y en|la sublime concisión al enérgico Ilourdalouc por­que estos oradores florecieron en un tiempo y en una na­ción mas adelantada: nos podemos vanagloriar, sin presun­ción alguna, de que las obras de F ray Luis de Granada contribuyeron á form ar á aquellos célebres oradores que acaso bebieron en las fuentes de sus escritos las aguas ya saturadas de la elocuencia.

J. D F. V . V C

D IV IS IO N N A T C B A L D E L T IE M P O .

X j .s.s divisiones del tiempo que se hallan en todos los calen­darios ó almanaques están clasificadas en dias, semanas, meses y años; pero el modo de determ inar estas divisiones es m uy diferente entre las naciones de la antigüedad y aun en tre algunas de las modernas. Los judíos antiguos, asi como los que se hallan esparcidos por varias partes del m u n d o , cuentan el día principiando á cierta hora de la ta rde , y concluyendo á la misma hora de la tarde siguiente:

esta misma costum bre se usa todavía en el r itu a l y uso i de la iglesia católica. Los italianos asi como los polacos y bohemios principian á contar el dia media hora después de ponerse el sol en el dia siguiente: asi en 21 de marzo y septiembre la una empieza á las seis y media de la tarde cutre nosotros: A las doce y media de la noche llam an ello» las seis; A nuestras seis y media d ( la mañana llam an las doce, A las doce y media del dia las diez y ocho, y A las seis y inedia de la tarde concluyen las 2 ( lloras. Fu Ju n io la una cu Italia es A las 9 de la noche en tre nosotros y A me­dio dia llam an las diez y seis. En diciembre la an a de los italianos prinripia A las cinco en tre nosotros y A media no­che d ien tan las siete; A nuestro medio dia llam an las diez y nueve, y A las dos de la tarde la veintiuna. Este modo de con tar las horas del dia por estraño que parezca A los de­mas europeos y americanos es conveniente en Italia dicien­do que asi sabe cada uno lo que le queda de dia para sus negocios: tal es el efecto del hábito ó de las prim eras im ­presiones. En Boina, Florencia y M ilán la m ayor parte de relojes públicos señalan ya las horas como los nuestros.

A escepcion de Ita lia , Polonia y Bohemia todas las na­ciones que profesan la religión cristiana comieuzau el dia d v il A las doce de la noche siguiente. E l dia astronómico en los almanaques náuticos comienza A las doce del dia cuan­do el sol llega al meridiano y concluye A las doce del dia siguiente: esta advertencia acra útil A nuestros lectores si llegasen A leer rAlcillos astronómicos para erllpscs, tránsi­tos de planetas A¡c. P o r ejemplo si se leyere que un astro estará en ron junción ron o tro en diez de enero A las quin­ce horas deberá entender ei lector que la conjunción ocu r­rirá cu once de enero á las tres de la mañana.

Los antiguos Homanos dividían el dia en cuatro parles priuripales: la prim a que duraba desda las seis de la m a­ñana hasta las nueve: la I r r e ía desde las nueve hasta las do­ce: la »rula desde las doce hasta las tres de la ta rde , y la nona desde las tres hasta las seis. Este modo de con tar el espacio del dia se ha conservado en la Biblia vulgala, p a r­ticularm ente en la pasión de Cristo. La noche era dividida en las mismas cuatro horas.

I« s mahometanos dividen la noche en doce horas: la una principia al ponerse el so l, y dan las doce a l salir por la m añana, y luego cuentan otras doce horas hasta volver­se á o cu lta r el lum inar. En setiembre y Marzo las lloras del dia y de la noche son iguales, pero en el invierno las horas de la norhe son mucho mas largas que las del dia y en verano las horas del dia du ran mos que las de la noche.

Los chinos dividen el dia cu solo (lace horas, princi­piando la una á las once de la noche, á las once del dia llam an las seis, y A las orne d é la noche siguiente concluyen las doce. Este método es algo semejante al nuestro con la difcricncia de principiar el dia civil una hora antes que no­sotros, y d a r A cada hora el espacio de 120 m inutos, divi­diendo una hora en cuatro cuartos, cada u uodc los cuales es tan largo como media hora nuestra.

El modo de m edir la duración de una h o ra , fue sin duda m uy imperfecto en los tiempos rem otos, no ha­biendo quedado ninguna fradír'ou de mecanismo alguno que sirviese de reloj; y aunque habría sin duda muchos climas hermosos con u n c id o casi siempre sereno, donde la som bra Je un gnomon ú o tro cuerpo fijo pudiera señalar exactamente d curso del sol, no se sabe que hubiese sido inventado instrum ento alguno para medir el progreso de la som bra, por lo que es probable qnc la única división del tiempo usada po r los antidiluvianos, era la distinción palpable del am anecer, del medio dia y del anochecer; po r que si bubiera habido o tro método, N'oc y su familia le hu­bieran perpetuado. E l prim er instrum ento que se halla mencionado en la historia antigua para medir el tiempo es

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 485

I* clepsidra. Este era sin dada una vasija con un pequeño agujero en el fondo por el que corría una cierta cantidad de agua duran te una hora po r ejemplo, volviéndola a llenar sucesivamente. Este método seria semejante i nuestros relo­jes de a rena , pero careciendo los prim itivos habitantes del cristal transparente, la vasija del agua estaría abierta. la» habitantes del Indostan usan todavía una especie de reloj sem ejante, po rqueta desigualdad de la duración de las ho­ras de las ocho velas en que dividen el dia civ il, no les per­mite el uso de nuestros relojes. Las ocho velas están divi­didas en sesenta goríes, rada gori contiene 24 minutos. U na copa de metal con un agujerito en el cen tro , puesta en una vasija de agua se vA llenando por su propio peso has­ta que rae al fondo, y este es el tiempo de un gori ó 24 m inu tos: entonces la persona que hace la vela golpea una vasija grande de cobre rom o una paila, y cada golpe denota un gori: este es su reloj de cam pana, suficiente para un pueblo pequeño, pero muy inconveniente por que se necesi­tan seis ú ocho hom bres para el manejo de cada uno de es­tos relojes goriales.

Casi todas las naciones antiguas y modernas han arre­glado el mes por las revoluciones de la luna, siendo el pe­riodo mas fácil de averiguar por el aspecto de este satéütr. Los prim eros habitantes de la tie rra -no podían d rjar de haber observado muy p ron to la regularidad y frcriicnria de los varios ruarlos de la lu n a : los que tenían la tradiriou de descansar en el sétimo dia como los israelitas, harían uua señal sim ple, cxqrla y universal, cu el nacianlc, la creciente, el lleno y la menguante de esto segundo lum inar: y aun aquellos que no hablan recibido esta tradición, a rre ­glaron sus períodos por las limas nuevas que contaban. Los caldeos, griegos y rumanos antiguos: los inaliomclanos y Arabes; las naciones africanas y tribus am ericanas, no tiéurn basta ahora otros cAlrulo» dr tiempo que las lunas y las noches de rada ruarlo , la» rjlpHos y atenienses con­taban los meses también p o r lunas, y para seguir al mismo tiempo el nflo solar añadían los días de diferencia al fin de cada año, A daban trece meses 4 cada tercer año; pero romo este método aunque simple en la división esta sujeto 4 va­riaciones al fin de algunos años, las naciones modernas mss instruidas en la astronom ía lian adoptado la división de los meses por las revoluciones del sol.

La división del mes en semanas es m uy an tigua , y lia sido adoptada por casi todas las naciones 4 esrepciou de los antiguos griegos, de los persas y mejicanos. La semana tuvo principio entre los caldeos, los que dieron A rada dia el nom bre de uno de los siete planetas: al prim er din le lla­m aron dia del S o l, nom bre que los ingleses conservan todavía; pero habiendo cambiado los prim eros cristianos este nombre en el de dominica, A domingo en español, este ha sido mas generalmente adoptado por las nacionci eu­ropeas: el segundo dia es lunes A dia de la Luna; el tercero mArtcs ó dia de M irle ; el cuarto miércoles A dia de M ercurio ; el quinto jueves A de Jú p ite r ; el sesto viernes ó dia de V enus; y el séptimo sibado ó dia de Saturno. Los judíos principian la semana por el sábado y como la noche es entre ellos la p rim era mitad del dia redondo, segun el sentido literal de la narración jud&ica, el dia del sábado principia 4 las seis de la tarde del viernes. Los mahometa­nos principian la semana con el viernes, siendo el jueves el últim o dia. La liturgia rom ana distingue los dias de la semana con el nombre de feria p rim era , segunda &c. Los rom anos dividían el mes cu calendas, nonas e idus: llam an­do al p rim er dia de cada roes calendas, nombre derivado de una palabra que signifiraba llam ada, porque los pontí­fices tenían la prActira de llam ar al pueblo en el p rim er día de cada mes para inform arles de los dias de fiesta que en el curso del mismo habían de guardar, y como el calendario

eclesiástico formado por la iglesia cristiana prim itiva fu* arreglado p o r este método continuándose todavía en la* iglesias mayores de España y en el coro de todas las reli" giones monacales, daremos aqui una tabla de nn mes se~ gun este calendario para la inteligencia de nuestros lec­tores.

M IS D E I H I B O 29 DIAS.

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89

10111213H15ir>17181920 21 22 23 2 J 25 202728 29

j8 dias de idus.

- Kalendas Januarii............. U n dia de Kalendas.- IV n o n a s ............................ i- III nonas...............................I , ,

„ . . . >4 días de nonas.- P nd ic n o n a s ............ . . . .- Nonas Januarii.................. J-V IH idus.......................- V i l idus......................- idus.........................- V idus...........................- I V idus................. i . .- III idus...........................- Pridic idus...................- idus Januarii..............-X V II Kalendas F cb ru a rii^- X V I Kal. Fcb..............- XV Kal. Fcb..............-X IV Kal. Feb..............- X I I I Kal. Fcb.............- XII Kal. Feb..............- X I Kal. Feb.................- X Kal. Fcb..................- I X Kal. Feb.................- V I I I Kal. Fcb..............- V I I Kal. Feb........... .. .- VI Kal. Fcb.................- V Kal. Feb..................- IV Kal. Feb.................- III Kal. Feb........................- Pridic Kal. Feb................../

llG dias de Kalendas.

E S T A D O D E D A R E L I G I O N E N E L M U N D O .

H ACr. veinte siglos que no había mas religión en la tierra que la pagana, y la JudAica, la cual liabia dismi­nuido considerablemente desde la cautividad de llabilo- tiia. La distinción mas esencial en tre la religión de los judíos y la de los' jcntiles consistía en que los prim eros adora­ban 4 un solo Dios de quien habían recibido, por medio de profetas, libros y escritos que contenían los preceptos que liabian de observar, y los ritos que habían de practicar pa­ra complacerle, m ientras que los ¡entiles, aunque reconocían un Ser supremo, tribu taban adoración 4 una infinidad de dioses imaginarios y de objetos m ateriales, por no ten e r li­bros en que la voluulad de Dios estuviese manifestada. La religión tomó un nuevo aspecto con la venida de un Mesias mandado Jc l ciclo para enseñar 4 los hombres una vida eter­na en g lo ria , y m ostrarles el camino de conseguirla. í.os ju­díos rcusarou adm itir 4 aquel ministro celestial, por veniren pobreza y oscuridad en lugar de aquel poder y magestad con que creían debía venir revestido; pero los ¡entiles que no tc- oian profecías ni circunstancias anunciadas con la venida de un Irgisladdr espiritual, examinaron solo la pureza de la doc­tr in a , y bailando que la del Evangelio tenia mas derecho 4 su aprobación que ninguna o tra , la fueron abrazando basta venir 4 ser universal eu lodo el imperio rom ano que comprendía cutcftices toda la E uropa con parle de Asia y Africa. Dos lenguas eran entonces las predominantes del im­perio, la griega y la latina, y p roulo comenzaron las disen-

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286 SEMA» A RÍO PINTORESCO ESPAÑOL.

sioM ) unir* ) u dos litu rg ias, envolviendo disputas que después de dos sigloscauaarou una división, nías en ta ce­rem onia que en la sustancia.

- Enervada en parle la eficacia de la religión cristiana en Asia p o r la subversión del im perio rom ano, con el cual es­taba identificada; mucho mas por la negligencia de los m inistros griegos y latinos, y mas que todo p o r la ignoran­cia y superstición (-rosera del pueblo, estaba o puesta 4 cualquier choque que le opusiera u n hom bre atrevido. Malioma observó la ocasiou, y estando dolado de todas las cualidades que debe poseer u n im postor, se presentó al pú­blico y declaró su misión. El atrevido 4rabc no tenia talen­to s ni ¡nllucncia para predicar u n a .religión diferente, pero ten ia sagacidad bastante para descubrir abusos, resolución liara atacarlos, impudencia para proclamarse p ro lela , y fanatism o para sostener sus soñadas revelaciones. I*¡os el apóstol de Mera de las metropolitanas griega y latina, tuvo tiem po para diseminar su doctrina por gran parte del Asia, sin contradicion a lguna, y cuando se consideró poderoso po r el crecido núm ero de prosélitos tomó el sistema de propagación seguido muchos siglos antes por Moisés, Josué y David. En lugar de m inistros de par, enviados á predi­ca r la ley 4 naciones cslraujccas, 4 pie con una sola túnica y sin mas Tuerca que la de la palabra y ejemplo, como ba­ldan hecho los apóstoles ¿e l Eva u je lio , Malioma marchaba ni frente de ejércitos irresistibles proponiendo 4 los pueblos la du ra alternativa del A lcorán, ó del tr ib u to , de la escla­v itud , ó la m uerte: por este medio quedó esteudida su ley por casi tuda el Asia; llevada después por sus emires al A frica, p o r los tenientes del Califa 4 España, y por las turcos 4 la Grecia.

Ij religión cristiana continuó por varios siglo* redu­cida 4 la parte occidental del im perio rom ano bajo el ca­rácter distintivo de iglesia latina, y en gran parte del O rien­te y N orte de Europa bajo el nom bre de iglesia griega, bos­ta que por el desrubrim itiito del cabo de iluena Esperanto fue llevado e l Evangelio 4 las costas dé Asia por los portu­gueses y prom ulgado en el nuevo niuudo po r la uavega- « ion y conquistas de los españoles.

A a to m is m o tiempo se prrpsrnbn nnn nueva división en la iglesia latina con los predicadores de Lulhcro y otros gefes de ella, l’o r desgracia intervinieron intereses políticos los mas complicados, ocasionando guerras civiles y perse­cuciones crueles, las que produjeron un rom pim iento e ter­no cu tre la iglesia rom ana y las varias sectas que protes­taron contra las decretales pontificias. Estas diferencias re- 11 plQSíl8 tenían un carácter tan político , que era un dicho m uy co m ú n , que si Felipe 11 de España se hubiera hecho protestante, Holanda é Inglaterra se habrían reconciliado niaiciiiatanicntc ron el papa, y 4 esto se d e l* a tr ib u ir la anomalía de un cisma irreconciliable en tre dos iglesias que profesan e l mismo rredo sin variar una romo , y los m is­mos artículos de fé, 4 cscepciou de uno ó dos -controverti­bles en su natnraleta.

A si, pues, hallamos el presente estado de religión divi­dido en judiar, cristianos, m ahom etanos y paganos. Entre lo* judíos no hay división con respecto 4 sus artículos de fe , ni interpretación de las profecías aunque tengan cu cada nación un ritua l particular. Izis cristianos están divididos en griego», católicos, y protestantes, y estos últim os -están subdividos en sectas num erosas, en tre las que hay enemis­tad no m enor que las que todos ellos prufesau 4 los cató­licos. Los mahometanos se dividen en dos sectas: prim ero, la secta de O rnar seguida p o r los 4ral*» turcos y africanos: segundo, la *ecla de A lí , seguida por los mahometanos de Persia y de la Ind ia , y en honor de catas do» clases debe­mos observar que no hay *1 m enor odio ni persecución en­tre los que profesan el A lcorán. Los paganos se dividen: p r i­

mero en ifidoslancs, siaueses y chino»; segundo cu paga­nos que reconociendo un Ser suprem o le adoran bajo fo r ­mas materiales y groseras como el so l, el fuego, ríos, an i­males & c.: te rcero , paganos con una idea perfecta de Dios y de sos atributos y ciegamente engañados por sus fetisc», sliamaues y agoreros miserables; llenen lugares consagrados 4 los viles insectos que adoran , y algunas ceremonias reli­giosas, como los africauos i isleños del m ar pacifico: C uarto, paganos que no tienen idea clara do diviuidad alguna, lu­gares de adoración , n i ceremonias religiosas, como los in ­dios pampas y patagones co el S u r , y o tras varias tribus eu el norte de la América.

I-a tabla siguiente dá una idea la mas correcta que he­mos podido deducir de las varias relaciones sobre este p a r­ticular.

H abitantes del m undo...................................... 760.000,000

C r e e s c ia j .

Judíos.................................................................... <.000,001»Cristianos griegos................................................ 7o.l)O0,U0l)

Católicos rom anos............................ 136.000,000Pro testan tes............ .............................. 1 3 1 0 0 0 ,0 0 0

Mahometanos............................................ ... . . llu.uOli.OOÓPaganos................................................................. 310.000,000

T o t a l ................ .............................. 7 G 0 .ü 0 0 ,u 0 o

R I T O S n m Z H A U E B .

L o s ritos mas antiguos recordados en la h isto ria de las naciones sun los practicados ro n los difuntos. In s «sequios, las cerem onias, el lugar ó el modo l» n sido diferentes en­tre los nu tlgüoi y los m odernos, entre las naciones y las tribu» «alvage». Muchos suponen qdc l-l único, fui de des­tru ir ó depositar los cadáveres ha sido eu todos los tiempos el lib ra r 4 los vivos de los miasmas ofensivos y peligrosas de las m uertas; pero nosotros hallamos cu esto o tra ra tón mas noble. El padre que pierde a l heredero de sus ü lu lu i, de sus bienes y de su nom bre; la madre que llora la m uerte ■le su hijo único; la viuda que por un accidente fatal queda privada de su protector, com pañero y único consuelo en el m undo, no se aceleran 4 mover los rcslos de sus amado» objetos por tem or de conlajio, sino los depositan co paraje seguro donde i r á llo ra r sobre su sep u ltu ra , ó 4 conten­í-lar silenciosos el sepulcro donde yacen. La reina Doña Ju an a , madre del poderoso Carlos V , no perm itió jamás 3 a r sepultura á su m arido F e lip e !, mas le m antuvo siem­pre en su aposento, y le hacia llevar junto á ella cu todos sus viajes; es verdad que fue declarada loca po r esta cir­cunstancia, pero ella aunque sumameule excéntrica prue­ba que el afecto po r los finados es m uy superior a l disgusto que puede cansar la cercanía de- sus caJáveres ó a l peligro de infecriou. f'cro sin tra ta r de la» personas y solamente del lugar hallaremos que los cementerios no han sido jamás considerados como un lugar de podredum bre anim al, sino rom o la ciudad de sus antepasados, y que se consideraban obligados 4 respetar y defender como 4 su propia patria. Demos un vistazo 4 los ritos antiguos.

A brahan com pró el campo de M arpclah, y en terró cu él 4 S ara , su amada esposa, en una cueva bastante grande, para que su cadáver fuese depositado jun to 4 ella. E l pa triar­ca José llevó los hueso* del patriarca Jacob su padre desde E jipto á la iie rra de Canaán; y los Uraclitas ochenta años después los huesos del palriarca José para sepultarlos en e l

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SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 987

campo y (ierra de E p h ro o , donde repollaban en paz su» abuelos. José de Arimalea babia labrado p ara si m t sepul­cro A un lado del m onte C alvario , en el cual suplicó piadosamente fuese depositada la sagrada humanidad de Jesucristo. Estos insignes ejemplos prueban que los hebreos en lodos tiempos no solo liaban sepultura decente á los res­tos de sus finados, sino que el lu g ar estaba siempre fuera de las poblaciones, y que era reverenciado.

Los ejipeios eran tan eslremados en el respeto que pro­fesaban 6 los cadáveres de sos parientes, que no eeonomiaa- Isan gasto alguno para embalsamarlos y defenderlos de Ja deatrurcion, habiendo llegado su arte i la perfección que m uestran sus momias, lo s aborígenes de las islas Canarias siguieron la misma práctica de em balsam ar y depositar sus cadáveres en nichos separado» ó en cuevas comunes. Los asirios y babilonios cubrían los cadáveres con ce ra , prepara­ción considerada p o r ellos como trib u to de amistad antes de sepultarlos. Los griegos y los rom anos practicaban la crensarion, y recogiendo despnes las cenizas y fragmentos de los huesos medio calcinados en u rn a s , las depositaban en sepulcros privados 6 en bóveda» com unes. Alguno» rom anos, sin em bargo, no quem aban lo» cadáveres de sus parientes, pero los sepulta han en los jardines de su» casa», crijiendo ecnolafios sobre su» sepulturas.'A lgunas narionc» en la India, particularm ente á la» orilla»del Ganges, movi­dos de la mas grosera superstición, a rro jan los cadáveresá las aguas de aquel hermoso rio para ellos sagrado, donde los vivientes en tran rasi rada día á hacer aus abluciones religiosas, y á bcoderirse con su agua en espía« ion de *us transgresiones. Los abipones en la America meridional sus­penden los cadáveres de los Arboles cu una jaula ó rusta de palo» adornada ron trenca» de cabello», coran el mas »pre­ciable tribu to «|ue pueden ofrecerle». Otra* tribus del cen­tro de la América serán los cadáveres, y hecho» esqueletos los [lorien sentado», vestidos ro n un [Hincho y adornados con pluma«, en una cueva que abren cada año para m udar­los la m anta y el penacho. Lo» esquimio» y otra» tribus que habitan casi por todo el año en parages cubierto» de nieve y hielo, cubren los cadáveres ron un fuerte enrejado tío palos para que no lo» toquen las fiera». Asi, pues, vem«.s e l respeto que todas las naciones y en Unios tiempo* han pagado á los finados, y que ora sepultándolos en la tierra, ora en la nieve, ya arrojándolos at agua, ya suspendiéndo­los cu el a ire , sea reduciéndolos A cenizas, ó rellenándolos de especias, el objeto es siempre u u o , el honrar los restos m ortales de sus am igos, siguiéndose como consecuencia el lib ra r á los vivos de la corupcion atmosférica.

La prártica de sepultar á los difuntos en lugares cerca­dos, consagrados y fuera de las poblaciones es de data inme­m orial, como hcmoBneiu iouadodu A brahau, IS97 años an­tes de la era c ris tiana , la época mas antigua de la historia, porque de los antidiluvianos no sabemos nada mas de lo «pie fue revelado á Moisés, S saber; que vivían centenares de años, y que no babia mas que tina familia buena en túlla la tierra , ISoé, su m ujer, y tres hijos con sus mujeres. Los ju­díos antiguos tenían sus cementerios fuera de las poblaciones, cuando los modernos {adiós se establecen en algún país, su- prim era diligencia es com prar u n campo para cementerio, y la segunda edificar una sinagoga. Los chinos no solo tie­nen los cementerios fuera de los pueblos, sino que no cu- tie rran á nadie en sepultura que haya tenido antes otro cadáver. Los turcos, persas y lodos los mahometanos en general, son tan particulares en sus cementerios, que son estos los parages mas decentes dentro ó fuera de sus pobla­ciones. Todos están cercados y plantados de ripreses: los ricos tienen monum entos y renotafios de m arm ol, y la» sepulturas de los pobres cubiertas con llores y plantas aro­mática». Solo los m usulm anes pueden enterrarse allí; el

cadáver de u n cristiano seria una profanación, y el «le un judio una polución abominable. Lu» cristianos pueden p lan tar Arbole» en sus cementerios escepto el ciprés, pero á los judíos no les es perm itido p lan ta r árbol alguno. Mas los musulmanes ponen á la rabean de su» sepulcro» losas p e r­pendiculares con inscripciones; á los cristianos les es per» ■nítido poner losas horizontales sobre un pedestal ó dos pila­res pero los judíos están obligados á ponerla» tendidas sobre la sepultura como nosotros usamos en nuestras iglesias. T a l es la supersticiosa distinción de los mahometano» con los que pro leso u o tra religión.

Los ejipriot moderno» ó tu rros en Egipto son aun mas particulares en sus cementen«» que lo» demás sectario* del alcorán. Ademas de los cementerios particulares y p o b rf ' hay uno en el G ran Cairo para la* persona» de dignidad, y láinilias opulenta» que consiste en una plana formada fie sepulcros de diferentes dimensiones, fábrica y elegancia con una profusión de mármoles labrados, unos dorado» y o tros ton colores tan brillantes que sorpreu«leu al que por p ri­mera ven los visita. Lus pilares están casi llouos de iu srrip - cioncs árabigas, y el in terio r de las cúpulas adornado cotí esculturas cu relieve. Los que no quieren esta clase de mo­num entos, erigen do» 6 tres cuerpos de ran te ria , y sobre el uias alto ponen una lápida orizoiltal que va cnsanrbáii - dose h id a a rr ib a , y term ina en pu n ta , V toda la superficie la cubren de inscripciones ron letra» en relieve muy bien delineadas, y doradas mucha» «le rilas , y laa orillas de las lápidas [Muladas ron los colore» mas vivo». A los que m ue­ren en opinioii de Santos, la» letras «ou negra» cu campo v rn le , color privilegiailn del profeta: á los párbulo* le tro« doradas cu camp<i blanco, cuyo» do* colore» forman el em ­blema de inocencia, y a los dem ás, luv ponen en lápidas y letra» cualquiera o tro color diferente. Las piuliiras po r lo general rrp rrsrn tan anana», racimo» de ubas, llore» ó (jero­glifico» «pin Indican el a rte «1 profesión del finado.

La perniciosa costum bre de en te rra r á los muertos den­tro de laa iglesias es peculiar 6 lo» cristianas, y una pruc- hn m uy singular del pmler de U*»upcr»Üciott sobro la ra ­zón hum ana y aun soliru lo» sentimiento» mas propio» de la religión. Guando y como principió esta práctica no h r - ino» encontrado C B la historia eclesiástica, sin embargo tra ­zaremos algunas circunstancia» qnc acompañaron lo» tiem­po* imnnlinto» á su introducción. Constantino el G rande erigid ni* templo en su cap ita l, y especió su deseo de ser enterrado en rl pórtico, lo que aprobó el patriarca de O rien­te , y este fue el p rim er asalto hecho por lo» moríale» i In santa casa de Dios: sin em bargo, el real cadáver quedó en la trinchera, y algún sucesor suyo la escaló después, d i ­vo ejemplo siguieron sin duda o tros magnates, pues hay un edicto de Teodosio prohibiendo lo» entierros dentro de las iglesias y pueblos, por ser injurioso á la salu i), é im ponien­do una m ulta de la tercera parte «leí patrim onio «leí con­traventor. L 'n concilio español, en 5fi3, ordenó espresa- mente que uo se enterrase á nadie en la. iglesia, prueba de que esta práctica estaba introducida en E»paña. O tro -con­cilio, el de Xante», perm itió despuc* en te rra r cu los pó rti­co» pero no en las iglesias. Lanfranco, arzobispo de I- in lo r- bery , en *1 siglo XI, perm itió en te rra r uo solo den tro de la iglesia, sino debajo de los altares. Asi pues vemos que los difuntos (porque era su voloulad cuando vivo») fueron mi­nando desde el campo á la ciuda«! y a l pórtico basta e n tra r cu los tem plos, y de»purs de e n tra r meterse basta debajo délos altares, conviniendo basta el rincón m as sagrado de la cas» del Señor en u n suelo de corrupción anim al.

Pero como la práctica comenzó por los rico». hay so­brada razón para in ferir que el interés de parte de bi» mi­nistros de la iglesia fue perm itiendo gradualm ente e l abu- so , porque los primero» entierros traían consigo amplias

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*88 SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.

donaciones, y después crecidos derechos parroquiales.Que la costum bre ile en te rra r en la iglesia es una profa­

nación, seria fácil probarlo con argum entos teológicos, pero esta disputa nos llevaría 1 t r a ta r de asuntos agenosdeesta pu­blicación. Que es indecente no podrá ser negado sino por un fanático, ¿qué monarca perm itiría en te rra r á sus hijos en las salas en que hab ita?¿Q ué obispo ó m inistro inferior con­sentiría en te rra r en la iglesia si fuese establecido que v i­viesen den tro de ellas?

Lo cierto es que la casa de Dios se ha hecho por este abuso indecente, un lugar de h o rro r donde nadie se atreve i en tra r solo de noche sin tem blar, y no de tem or de Dios. Que es per­nicioso es inú til probar: no bace mucho tiempo que en la ciu­dad de Nantcs en Francia abriendo uua sepultura por equi­vocación se desenvolvió repentinamente un principio tan con­tagioso que quince personas que estaban preseutes murie­ron todas en menos de una sem ana, y cu diversas ocasio­nes y lugares se ha visto precisado el vecindario á dejar de concu rrir á los templos por espacio de quince dias á cau­sa de haberse reventado algunas sepulturas. Estas ratones movieron al gobierno de Espaila á prohibir tan perniciosa costum bre, sin haber conseguido desterrarla del lodo.

Las naciones modernas empiezan ya por fin c estable­cer el sistema de en te rra r en cementerios cstramuros. En Espaila y Francia esta espresameute prohibido no solo en­te r ra r rn las iglesias, siuo también dentro de las poblacio­nes. En Inglaterra no Oliste ninguna prohibición de esta es­pecie, auuque la costumbre de leuer toda la iglesia cubierta de bancos cerrados y unidos con otros no perm ite cavar el suelo sin descomponer gran parle de la en tab ladura , pe­ro m ultitud de cementerios al rededor de las iglesias y en medio de un pueblo donde se enlierrau rada año sobre trein­ta mil radávrre», rs indercute, repugnante, y degradan­te para la ciudad mas poblada, mas ric a , mas refinada y de m ayor lujo del mundo.

Un solo cementerio llamado Keusal Orcen se lia hecho hace (tocos años en Londres por una compañía de parti­culares, i media legfia de la ciudad, pero apenas hay quien quiera ser sepultado en él. Comprende un espacio de

S fanegas de tie rra , esde bella .v is ta , y muy bien cons­tru ido ■ tiene ó un lado una hermosa y prolongada colum­n a ta , y debajo de ella una serie de catacumbas donde pue­den depositarse basta 2000 ataúdes. T odo el terreno está cercado de una pared bastante alta y una gran parte con una reja de hierro de igual a ltu ra : le adornan vacias calles de cedros, pinos, cipreses y otros árboles: el coste de una sepultura com ún es de seis pesos; con privilegio de poner una lápida, quince pesos; en alguna bóveda pública, en las calalum bas, treinta pesos; y una bóveda privada para doce ataúdes en las catacumbas quinientos pesos.

En París hay cinco cementerios: el mas principal lla­mado del P . Lochaisse fue consagrado en 1 ¿U-¡. Al p rin ­cipio contenia (2 fanegas de tie rra , pero ahora se cstien- ge á mas de 100. Está situado á la falda de una colina á corta distaucia de la ciudad, y el terreno esta distribuido con mucha elegancia , y adornado con hileras de sancos, ciprés es, frutales y arbustos. Su situación pintoresca lia fijado la voluntad de los alegres franceses en depositar alli su» restos m ortales, y conservar sus nom bres á las generaciones sucesivas. Como cementerio público está des­tinado solamente p ara los finados de ciertas parroquias de la capital, pero cualquier habitante de París y aun de toda Francia puede reposar a lli ti compra el eselusivo privilegio de una sepultura ó bóveda para una familia, y siendo personas ricas, tienen por lo gcucral monum en­tos de arquitectura elegante; rapillitas sepulcrales, bó­vedas funerarias , pirám ides, obeliscos, colum uas, alta­r a . u rnas y enrejados de hierro son los ornam entos prin ­

cipales; y loa jardineros p o r una corla retribución cuidan «le las plantas y llores que adornan muchas sepulturas. Ilin se erigida en este cementerio mas de 15.UUU monumen­tos, entre los cuales se distiuguen variospor alguna pecu­liaridad en magnificencia, guato ó singularidad de nombres y epitafios. Las fosa» comunes se pueden ab rir á los cinco años, tiempo que se calcula suficiente para la descomposi­ción total de los cuerpos de aquel terreno. Los que pue­den pagar diez pesos, descansan pacificamente y separados por cinco años, y después son trasladados a l osario co­m ún; pero los que tus facultades los perm iteu adqu irir un terreno en propiedad á razón de veinte pesos vara castella­na cuadrada, pueden descansar con toda tranquilidad , y sin tem or de que n ingún pico ni tuzada se iu trusc á des­alojarlos.

En M adrid hay cinco cementerios que como los demás de España están formados en nichos, levantándose sobre la tierra en hileras ¡t una a ltu ra regular; son una especie de calalum bas al aire y privadas del h o rro r subterráneo: cada cadáver está encerrado en el único espacio que le per­tenece cu este m undo , poco mas de dos varas de largo y algo menos de una cu ancho y alto ; lugar creído suficien­te por Aristóteles para contener a Alejandro. Deposita­do borizonlalmenle el cadáver, se c ierra la en trada del nicho con cal y lad rillo , sobre la que sus herederos puc- d rn poner una losa con inscripción. Unos quinientos reales viene á ser con corta diferencia el coste de cada nicho, pe­ro pasados cuatro años se trasladan loa resto» m ortales al osario general. May también sepulturas en r l suelo para personas racuos acomodadas, y lo» cadáveres de los («obres váu á la fosa común. lasa panteones para familia y perpe­tuidad de nichos rurstan á un precio bastante elevado.

E n Lim a, capital del P erú , hay un hermoso cemen­terio situado á media legua de la ciudad. El cercado es es- parioso, la cidrada elegante, la capilla muy linda, y en el centro hay un panteón para los párvulos: parle del terre­no está destinado para la sepultura d r pobres y negro», o tra para las secciones de los nichos, de los que hay seis hi­leras. Es muy com ún fundir una plancha de bronce con la inscripción en e lla , la que o«:ii|n toda la boca del nicho. Estaba prohibido en te rra r en la ciudad, por eso se ven alli sepulcros de arxobisbos, virreyes &c. Hay varias hile­ras de árboles constantemente regados con alargeas de agua traida del Kiiuac.

E. Y.

MAU11IÜ: IMPUESTA DE LA VIUDA DL JDUDAN E HIJOS.