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    Revista NmesisRevista de los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales

    de la Universidad de ChileN VI (2007-2008)

    La Educacin como sntomaVas para repensar el sujeto en Amrica Latina

    La educacin como Sntoma

    Direccin:

    Comit Editorial

    Colaboradores:

    Fotograas:

    Diseo, Diagramacin y Edicin:

    Vas para repensar el sujeto en Amrica Latina

    Nicols Angelcos, Brbara Foster, Rodrigo Gonzlez, Isidora Iigo, Alvaro Jimnez,

    Macarena Orchard, Javiera Pea, Pablo Prez, Violeta Rabi, Juan Pablo Rodrguez,

    Camilo Smbler, Tamra Ramos.

    Pablo Briceo, Pablo Cristi, Alejandra Mallol, Alberto

    Mayol, Juan Jos Rivas, Ivo Tejeda, Luis Hernn Vargas.

    Cristian Carreo y Richard Rojas, estudiantes de Arquitectura Universidad ARCIS

    Nmesis es publicada gracias al aporte econmico del Departamento de

    Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

    [email protected]

    [email protected]

    Sebastin Prez S.

    Angel Spotorno Lagos

    N VI( 2007 - 2008)

    Nmesis

    Revista de los Estudiantes de Ciencias Sociales

    de la Universidad de Chile

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    RESENTACIN

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    11DEBATE CENTRAL

    LVARO JIMNEZ MOLINA

    CAMILO SMBLERR.

    RODRIGOYAEZ ROJAS.

    DANIELFAUR POLLONI.

    Entrevista a Juan Garca Huidobro

    JUAN GONZLEZ, RODRIGO CORNEJO,RODRIGO SANCHEZ, JUAN PABLO C.

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    EDITORIAL

    Quin dijo educacin?Ideologa y hegemona del discurso

    Discursos, hegemonas y subjetivacionesen la postdictadura chilena.

    Intervenciones a propsito del debate sobre educacin

    Perspectivas y signicados del Movimiento

    Nacional de Estudiantes Secundarios chilenos.

    Crticas y desaos de la educacin rural.Identidad, conocimiento eectivo y participacin.

    Toda la vida es ahora.Ventanas abiertas mirando al postmodernismo

    desde la casa de un educador popular sudamericano.

    La educacin est empezando a ser un lugar de conficto social

    mucho ms relevante que antes.

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    PRESENTACIN.

    Cada nmero de Revista Nmesis constituye, para bien o para mal, una instancia crucialen el desarrollo de este proyecto iniciado aos atrs. Si en un principio se trat de su lanzamiento

    y luego de su posterior reundacin, el momento actual tampoco constituye una trivialidad en ellargo recorrido de su consolidacin: el sexto nmero de Nmesis marcara un paso importante en lainstitucionalizacin de la revista.

    Es indudable que un juicio de tal tipo encuentra sus condiciones de validez, con el correr deltiempo, en el propio desarrollo histrico de la revista de aqu en adelante. Sin embargo, la vinculacinde Nmesis al Departamento de Sociologa de la Universidad de Chile, y el nanciamiento queesta implica, soluciona buena parte de los problemas que la revista tuvo que sortear en sus nmerosanteriores. En este sentido, contar con tal soporte econmico signica ampliar las posibilidades de

    cumplir los objetivos que Nmesis se plantea, en la medida que permite consolidar la publicacinperidica de la revista, aportando, en parte, a la encarnacin social que una institucionalizacinimplica.

    Sin embargo, tal vinculacin no slo presenta benecios concretos. Presenta, a su vez, desaos,los cuales salen a la luz al tener claro los objetivos que la revista se plantea. Nmesis, posterior a sureundacin, emergi como un espacio de discusin organizado por los propios estudiantes, en elcual tiene lugar la conuencia de los intereses propiamente acadmicos vinculados a la reexinpoltica respecto de las sociedades histrico-concretas. El posicionamiento en el cual se inscribe laRevista Nmesis, lejos de ser una postura apologtica de la situacin contempornea, constituye un

    posicionamiento crtico respecto del desarrollo social, es decir, busca dar cuenta de las tensiones ycontradicciones de las ormaciones sociales, as como de las grietas de legitimidad que muestran, congrado variable de luminosidad, las imposibilidades estructurales de realizacin de las promesas quecada sociedad levanta para s.

    Para materializar tales objetivos se ha organizado la reexin crtica desde los propiosestudiantes, privilegiando una vocacin interdisciplinaria a n de superar los mltiples tecnicismosque operan como clausura en el quehacer disciplinar de las Ciencias Sociales. Junto con ello, Nmesisha pretendido insertarse en el espacio pblico de la Facultad, como una plataorma reexiva dirigidapor los estudiantes, e interpelando tanto a los acadmicos, como a los actores sociales relevantes de

    acuerdo a las tensiones y conictos que sean objeto de reexin. En suma, lejos de buscar construiralgo cercano a la tan reerenciada comunidad acadmica, Nmesis ha buscado constituir y potenciaruna masa crtica (quizs el verdadero carcter de las comunidades acadmicas), en la cual se disputenlas diversas interpretaciones y lecturas de los enmenos sociales, a partir siempre del dilogo crticoe interdisciplinario.

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    Entre los desaos planteados a la Revista Nmesis emerge, en primer lugar, la necesidadde mantener autonoma editorial para poder realizar y materializar las intenciones que el proyectoNmesis enarbola, de modo explcito, desde su reundacin el ao 2002. En segundo lugar, el hechode vincularse a un Departamento en particular, presenta las condiciones propicias para abandonar lavocacin interdisciplinaria a la que la revista apuesta. De este modo, la propia interdisciplinariedad se

    torna en un desao a concretar.Ahora bien, la superacin de ambos desaos supone la participacin activa de los estudiantes

    para asumir el proyecto y dirigir la revista en los prximos aos. Sin embargo, un paso previo dicerelacin con la insercin eectiva en el espacio pblico de la Facultad, asegurando un nivel mnimode conocimiento de la revista por parte de los estudiantes. Es esta insercin una de las pretensionesque ha resultado ms dicil materializar. Diversas estrategias se han ensayado, sin embargo, no existe,al parecer, mejor estrategia que la publicacin peridica de la revista y a ello es que contribuye lavinculacin de Nmesis al Departamento de Sociologa. Con todo, (sin el nimo de ser majadero,sino por el contrario, entico), sin la participacin activa e interdisciplinaria de estudiantes que

    encarnen este proyecto, todos los esuerzos desarrollados hasta el momento quedarn vacos. Tanvacos como el espacio de la reexin crtica en nuestro contexto cotidiano, el que, so pretexto decienticidad, abandona tales pretensiones en aras de una insercin virtuosa en el mercado, ampliandoel conocimiento tcnico en detrimento de la pregunta molestosa, incmoda, mas necesaria, por lascondiciones sociales y, undamentalmente, polticas en las que se inscribe tal insercin.

    De este modo, no podemos ms que renovar la invitacin a todos aquellos que quieranparticipar en Nmesis, para seguir avanzando en su -al parecer- interminable, pero siempre necesariocamino de la consolidacin en el espacio pblico de la Facultad y, con ello, contribuir, en parte, alreposicionamiento del pensamiento crtico en la reexin contempornea.N

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    EDITORIAL.

    Existe un consenso social bsico respecto del lugar central que juega la educacin en lapromocin y consolidacin del desarrollo. Situacin que, si bien, pudiera parecer marcadamenteactual, no constituye ninguna novedad puesto que histricamente, tanto a nivel de discurso pblicocomo a nivel de sentido comn, la educacin se ha interpelado como un engranaje crucial a la hora dearticular los objetivos mltiples del desarrollo, sea cual sea el estilo al que se apunte o del que se trate.En este sentido, no es por casualidad que en los tiempos actuales, denidos con los rimbombantesatributos de sociedad de la inormacin o sociedad del conocimiento, la educacin sea concebidacomo una inversin en capital humano (negando de paso los procesos de explotacin de trabajovivo, asumindolo como trabajo muerto bajo la orma de capital: aqu el adjetivo humano no marcamayor dierencia), la cual contara con altsimas tasas de rentabilidad, al permitir el mejoramiento de la

    economa a travs de los vnculos entre escolaridad, empleo, productividad y comercio. Lo que quedade maniesto es la importancia que asume la educacin como instancia ormativa de tal tipo de capital

    y, por tanto, la centralidad en los estilos de desarrollo que a tal imagen de sociedad apuntan.

    Ahora bien, ms all de los r iesgos reduccionistas de tal concepcin, que bajo la orma de uneconomicismo exacerbado reduce la educacin y su produccin social a mero engranaje del procesoproductivo, lo cierto es que tambin se ha interpelado a la educacin como un espacio de articulacinde las distintas eseras de la sociedad: no slo para generar la uerza de trabajo necesaria, sino quetambin como institucin que permite la reproduccin cultural y la construccin de ciudadana, atravs de la entrega de valores propios de cada ormacin social. En suma, se la ha interpelado como

    espacio privilegiado de produccin y reproduccin social, proceso ormativo de los individuos ensujetos, dispuestos a participar en las dinmicas sociales en su conjunto.

    De este modo, tampoco resulta extrao que la educacin ocupe un lugar central y transversalen las agendas de gobierno. Sin embargo, los principios que guan tal orientacin no son ajenos alhorizonte normativo hegemnico circunscrito en la imagen de sociedad ms arriba reseada, enla medida que es dentro de sus mrgenes desde donde se levantan las propias promesas del modelode desarrollo. Es as como, a partir de la articulacin econmica virtuosa prometida a partir de lainversin en educacin, se ha pretendido no slo reducir los niveles de pobreza, sino que tambin

    reducir los grados de desigualdad social.Apuntando a ampliar la cobertura y las condiciones de acceso -sobre todo a nivel bsico y

    medio-, adems de la diversicacin del sector proesional, en tanto ormacin de capital humanoavanzado, se ha pretendido generar estructuras de oportunidades sucientemente capaces de permitirel desarrollo de potenciales individuales y reducir los eectos reproductivos de la desigualdad en el

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    mbito de la educacin. En otras palabras, siguiendo los ejes de calidad y equidad se ha pretendidoavanzar en la construccin de una sociedad equitativa, eje discursivo en el que se deposita el carcterdemocrtico de buena parte de las sociedades latinoamericanas.

    Sin embargo, hace ya algn tiempo en Amrica Latina en general y Chile en particular, sevienen instalando cuestionamientos recurrentes en torno a los lmites de la promocin de equidad

    que el mismo estilo de desarrollo promete a travs de la educacin. Sucesivos debates sobre resultadosen las mediciones de calidad de la enseanza y seleccin universitaria, problemas de nanciamiento,hasta conictos del colegio de proesores, cuestionamientos que ueron instalados pblicamentepor los estudiantes secundarios el ao 2006, evidencian elementos estructurales que tensionan a lasociedad del conocimiento y sus promesas, dando cuenta de los magros resultados que las reormaseducativas han tenido.

    En primer lugar, se podra apuntar el cuestionamiento a la promesa de movilidad social quepermitir a la educacin. En este sentido, si bien el ideario liberal y la orientacin de las polticas socialesse dirigen a generar mejores condiciones de equidad, esto es, igualdad de oportunidades, lo cierto es

    que en trminos de oportunidades eectivas de movilidad social, el panorama es bastante distinto, porno decir unesto. Tal como lo han mostrado una serie de estudios recientes sobre estraticacin socialen Chile, la educacin presenta altos componentes adscriptivos, en el sentido que las caractersticas delhogar de origen condiciona desde ya el nivel mximo de escolaridad de los hijos.

    De este modo, si el sistema educativo no es capaz de amortiguar las dierencias sociales,se producen circuitos estraticados de socializacin, generando, a su vez, cierres sociales a partirde recursos desigualmente distribuidos en estos circuitos. No se trata, indudablemente, slo deconocimientos o competencias, sino que recursos de todo tipo: capital social, cultural, simblico, etc.De esta manera, la educacin, lejos de constituirse en resorte de movilidad social, suerte de autopista

    concesionada que permita transitar por las dierentes capas sociales o al menos generar las condicionespara ello, contribuye a mantener la estructura social y por cierto la distribucin del poder.

    Por otra parte, se podra apuntar el cuestionamiento a la promesa de integracin social quepermitira la educacin, cruzado por las diversas ormas de exclusin social. Si bien, la educacinpermite, en principio, la colocacin de mano de obra a lo largo de la estructura ocupacional, esto es,integracin sistmica, sta no decantara y no es ninguna novedad, en integracin social. sta ltimarequiere de aquello que Habermas sintetizara como reproduccin simblica de los mltiples mundosde la vida: compartir un saber cultural comn, reorzamiento de vnculos legitimados socialmente yormacin de estructuras de personalidad habilitadas para desarrollar procesos comunicativos. Ms allde compartir o no tales planteamientos, lo cierto es que los peridicos inormes del PNUD, desde1998 en adelante, han mostrado desde distintas perspectivas los dcit de la sociedad chilena en cadauno de esos mbitos, en el marco de lo que denominaron en un principio como el malestar de lamodernizacin, rebautizada polticamente como paradojas de la modernizacin.

    Si bien todos sabemos las grandes dierencias entre malestares y paradojas, lo que queremosplantear es que la educacin no ha estado ajena a los procesos de modernizacin. La conocida crisisde la educacin pblica y la prolieracin masiva de empresas de educacin, impuestas polticamente

    y legitimadas legalmente, son muestras de ello. Sin embargo, la ecacia de los dispositivos ideolgicos

    ha contribuido a que la educacin sea concebida como una mercanca transable en el mercado y, portanto, dispuesta para todos segn la capacidad de pago o endeudamiento amiliar respecto del valor decambio de los dierentes grados de calidad que el mercado educativo orece.

    Un eje de modernizacin que ha pretendido sortear tales dcit educativos (y su correlatoen trminos de la integracin social, sin el xito constantemente celebrado), es la introduccin y

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    masicacin de los llamados cdigos de la modernidad (principalmente tecnologas de inormaciny comunicacin), tanto dentro de las aulas como uera de ellas. Es as como en el contexto actual setiende a privilegiar una enseanza de habilidades, bajo la orma de competencias, en detrimento decontenidos, estructurando un currculo ms exible, adaptable a los cambios, con una uerte improntaen el manejo de los ya mencionados cdigos. Aqu la ormacin de capital humano avanzado se verebasada por el carcter simblico del que son envestidas estas competencias, las cuales pretendenuncionar como mecanismos de integracin al moderno espacio pblico contemporneo, aquel quese juega en la trastienda del juego por el poder, atiborrado por los temas de trascendencia cibernticacomo lo son las particularidades mltiples de la sociedad civil.

    Es as como la celebrada reduccin de la brecha digital se ha constituido no slo en la imagenilustrativa de la ampliacin de la calidad, sino que tambin como puente de insercin en la vidapropiamente moderna. Queda, entonces, la pregunta ingenua si es que tal situacin permite generarintegracin social e incorporacin eectiva al espacio pblico, el de verdad por cierto: aquel donde sedisputan las orientaciones instituyentes del orden social y sus undamentos estructurales.

    En suma, lo que parece ocurrir es que el sistema educativo pasa a ser simultneamente unmecanismo de integracin sistmica (en el mejor de los casos) y de segmentacin social (prcticamente,en todos los casos). El correlato es el reorzamiento de una asincrona entre el acceso a la inormacin

    y el acceso al poder.

    Con todo, ms all del lugar comn que en la actualidad encuentra el hecho que la educacinreproduce las condiciones sociales de origen del individuo, limitando las posibilidades de constitucindel espacio educativo como plataorma de integracin virtuosa y resorte de movilidad social, tantolas maniestaciones contrarias a tales situaciones como las respuestas a las mismas, e incluso el propio

    debate sobre educacin, han estado preadas de visiones reduccionistas.

    En primer lugar, si bien hemos planteado que la educacin constituye una materia transversala los gobiernos de turno, lo cierto es que la emergencia de tal temtica a luz pblica, como tema deconversacin social, y justamente como materia perentoria en la agenda de gobierno actual, ha sido,en buena parte, eecto del movimiento estudiantil del ao 2006. Tal movimiento marcara un puntode inexin al tomar en cuenta lo que haba sido el mapa de la accin colectiva hasta ese momento.Como es sabido, una de las principales consecuencias de las transormaciones estructurales implantadasen Dictadura dice relacin con la des-estructuracin y desarticulacin de actores sociales importantesen trminos de su capacidad de accin histrica: no slo el movimiento obrero y campesino, sino

    tambin el movimiento estudiantil y la presencia del proesorado. De esta manera, ms all de ladesarticulacin propiamente poltica, se imprime racionalidad instrumental a las estructuras basales deconstitucin de tales actores, posicionando a las lgicas de mercado como mecanismos privilegiadosde coordinacin social, las cuales no estuvieron (y no estn) ajenas en la educacin. Lo que sobrevienees un escenario restringido en trminos polticos y opaco en lo que a accin colectiva se reere, conun estilo de desarrollo protegido y no cuestionado.

    Sin embargo, para muchos, el movimiento secundario ue ms all de la reivindicacinsectorial y economicista, para plantear temas undamentales del rgimen educacional. Del mismomodo, constituira una experiencia de articulacin social con nuevas ormas de ejercicio poltico,deslumbrando a buena parte de la intelectualidad local, sin proundizar en la gran legitimidad alcanzadaen amplios sectores, aunque hasta cierto punto movilizada por los medios de comunicacin.

    Ahora bien, ms all de revisar los logros eectivamente alcanzados en trminos de las metaspropuestas o realizar una retrospeccin apologtica, suerte de extraccin de recetario de buenas

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    prcticas, es posible plantear que el propio movimiento se constituye como un tipo de posicionamientoposible y, a la vez, como un objeto en disputa que maniesta las tensiones estructurales del rgimeneducacional.

    En este sentido, una consecuencia importante del movimiento secundario es que, en tantomovimiento social, tuvo la acultad de tomar elementos del sentido comn y ponerlos en disputa. As,el hecho que la educacin est en crisis, en la medida que reproduce el desigual orden social (cuestinque para las Ciencias Sociales no debiera constituir ningn hallazgo) y que ms an es la calidad loque estara siendo la piedra de tope y, al mismo tiempo, el quid que permitira la salida de tal crisis,pas a constituirse en un lugar comn, alcanzando con ello amplio consenso. Lo anterior no es trivial,en la medida que instala una sospecha respecto de las tensiones que se despliegan tras el discurso dela calidad, en la medida que, si bien, la gran mayora de los actores se reeren a la calidad, la signicande modo distinto.

    Sin embargo, hay que ser bastante cuidadosos para no reicar posicionamientos; ya que no

    es simplemente la calidad, sino que lo que se intenta hegemonizar es el propio movimiento social,interpretando su malestar, bajo la orma o, ms bien, bajo los diversos contenidos de la calidad: ya seareducindola a cuestiones de acceso y cobertura, ya sea exigiendo el cumplimiento de las promesasen materia de desigualdad social o el aseguramiento de condiciones inraestructurales mnimas delos recintos educacionales, etc. En otras palabras, el hecho que la reexin sobre la educacin yeventualmente el movimiento de estudiantes secundar ios, se reduzcan a la calidad de la misma, no esotra cosa que el resultado de luchas hegemnicas, maniestacin de relaciones de poder.

    De ah entonces que el impacto del movimiento de estudiantes secundarios sobre lalegitimidad del estilo de desarrollo no haya sido del todo des-estabilizador como se pens, ya que,

    en ningn momento la resultante se escap de las coordenadas establecidas por el propio estilo dedesarrollo: equidad y calidad, an cuando se pusieron de maniest tensiones como las apuntadas msarriba.

    Una instancia crucial en todo este proceso ha sido la creacin del Consejo asesor presidencialpara la calidad de la educacin, inaugurando as nuevas ormas de resolucin de conicto por partedel sistema poltico, ya que tal rmula se ha ensayado nuevamente en atencin al movimiento de lostrabajadores subcontratistas de CODELCO. Lo que parece ser comn en ambas situaciones, y portanto, pasara a ser una caracterstica de la propia rmula poltica, es que a travs de estos consejosse redenen las problemticas o las demandas: en un caso el malestar de la educacin se reduce a

    calidad, en el otro, la protesta de los trabajadores subcontratistas se reduce a equidad. Con ello loque se hace es demarcar los lmites de las discusiones, los alegatos y todo aquello que pueda sercatalogado como ruido, para enmarcarlos o normalizarlos en las ya conocidas coordenadas discursivashegemnicas del estilo de desarrollo: calidad y equidad. El resultado es que, si bien, se atienden lasdemandas y se intentan mecanismos de resolucin parciales, la discusin del propio estilo de desarrollo

    y sus condiciones estructurales quedan excluidas de ser siquiera tematizadas: pasan a ormar parte delhorizonte de sentido (ideolgico, construido hegemnicamente) desde donde los hablantes racionalesse salen al encuentro en tales consejos asesores.

    Tal clausura se ve reorzada en la dinmica interna de las discusiones de los consejos. Yes que si bien se incorporan actores de la llamada sociedad civil, el criterio de seleccin opera poruna representatividad espuria, de ah que se vean insuadas tanto posiciones polticas socialmenteminoritarias como criterios tecnicistas monopolizados por los especialistas. En otras palabras, senormaliza hegemnicamente la correlacin de uerzas desencadenada por el propio movimientosocial.

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    En tales circunstancias, no resulta extrao que el propio debate abierto sobre educacin hayaquedado reducido: ya sea que se trate de un tecnicismo excluyente o un lxico ampliado, pero vacode contenido concreto, el debate sobre educacin se ha desplazado, a grandes rasgos, desde cuestionesrelativas a accesos y coberturas (modos contemporneos de reerenciar la igualdad, bajo la orma deequidad), hacia cuestiones no menos conusas y nebulosas como la mentada calidad de la educacin,

    pasando por los inaltables ndices e indicadores que nos hablan de cunto suben los que suben ycunto bajan los que bajan. As, queda en entredicho la posibilidad de articular una reexin msamplia, toda vez que la discusin pareciera cerrase sobre s misma.

    En su lugar, la intencin de Revista Nmesis para el debate central de su sexto nmero estematizar la educacin en Chile y Amrica Latina desde una perspectiva crtica, dando cuenta detensiones que se desempean en la articulacin de la educacin con la dinmica social en su conjunto.En otras palabras, invita a pensar la Educacin como un espacio en el cual no slo se reproducen lascondiciones sociales de origen, sino tambin como un espacio desde donde es posible deconstruir lastensiones y conictos de poder ancladas en el seno de las sociedades latinoamericanas.

    Es as como los artculos que conorman el debate central del presente nmero transitan desdeel anlisis e intervenciones respecto del espacio poltico en torno al cual emerge el discurso sobreeducacin o las llamadas verdades educativas, desentraando los nexos hegemnicos que las soportanal tiempo que le dan orma, hasta la revisin de la experiencia de articulacin y desarticulacin delmovimiento de estudiantes secundarios, pasando por las problemticas y principales de la educacinrural y la educacin popular. Finaliza el debate central con una entrevista realizada por miembros delcomit editorial a Juan Eduardo Garca Huidobro, quien presidi el Consejo Asesor para la Calidadde la Educacin.

    Por otra parte, y tal como en su nmero inmediatamente anterior, el sexto nmero derevista Nmesis contiene tres secciones, adems de su debate central. En la seccin terica tienelugar un artculo que entrega un anlisis del marxismo analtico y los alcances y aportes de este parala teora de clases sociales; en la seccin metodolgica tienen lugar dos artculos, el primero de ellosse aboca a la problemtica de la causalidad en Sociologa, mientras que el segundo indaga en lasposibilidades de la llamada investigacin dialctica. Finaliza el presente nmero de Nmesis con unartculo libre orientado a indagar en el enmeno ocularcentrismo y el surgimiento de la perspectivaen el Renacimiento italiano.

    A continuacin los dejamos entonces con el sexto nmero de Revista Nmesis y su debatecentral titulado La Educacin como sntoma: vas para repensar el sujeto en Amrica Latina. N

    Sebastin Prez S.Director Revista Nmesis.

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    DEBATE CENTRAL

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    Quin dijo educacin?Ideologa y hegemona del discurso1*

    lvaro Jimnez Molina2**

    No me parece que sea de ningn modolegtimo haber escrito que las estructuras no bajana la calle, porque si hay algo que demuestran losacontecimientos de mayo es precisamente que las

    estructuras bajan a la calle () no prueba otra cosa sinoque, simplemente, lo que muy a menudo es () interno a

    lo que se llama el acto, es que se desconoce a s mismo.Jacques Lacan

    Slo s que no LOCE.Grati Pingino

    Gobernar, educar, analizar: mtiers imposibles, deca Freud. Intentar esbozar algunosproblemas que subyacen al lugar de la educacin, en relacin a los discursos hegemnicos que entorno a ella se han generado en Amrica Latina, enatizando sus consecuencias en la constitucinde subjetividades, as como su carcter sintomtico. El modo como la educacin se ha vuelto unsignicante que circula en la mayora de los discursos polticos contemporneos, se articula a travs de

    procesos metonmicos o metaricos. Los eectos estructurales que traen aparejados estas operacionespueden ser reconocidos en la conormacin del movimiento de estudiantes secundarios del ao 2006.En la base de esta reexin se encuentra la apelacin conceptual a lo que puede ser enunciado comoclnica de lo social: uturo anterior de los imposibles.

    De reormas estructurales y educacin.I.

    Los reordenamientos econmicos y sociales acontecidos durante el ltimo tercio del sigloXX no slo se ligan a cambios en el orden de la produccin -la apertura de la economa mundial,la reorganizacin de los mercados laborales y la deslocalizacin-, sino que tambin reconguran las

    prcticas polticas, las subjetividades y la cultura. Tales reordenamientos a nivel estructural, cultural yde la subjetividad individual y colectiva deben ser distinguibles de las construcciones ideolgicas quebuscan naturalizarlos. En eecto, tales transormaciones han ido acompaadas de la articulacin discursiva

    y normativa implicada en la idea de sociedad delconocimiento, a partir de lo cual se ha planteadola centralidad de la educacin en la ormacin de recursos humanos capaces de participar activamenteen los nuevos modos de la produccin y del trabajo. Sin embargo, los procesos de globalizacin queoperan como contexto histrico de la mentada sociedad del conocimiento implican la marginalizacinde amplios sectores de la poblacin mundial, exclusin articulada en orma ecientemente simblica(a dierencia de las ormas clsicas de exclusin vinculadas a la dominacin y explotacin). La sociedadglobal existe, pero como construccin ideolgica, en la medida en que no da cuenta del conjuntode la realidad social, ocultando las contradicciones propias a su instalacin dirigida por el proyecto

    * El presente artculo constituye una versin corregida y ampliada de la presentacin realizada en la I Jornada de Dis-cusin organizada por la Revista Nmesis como instancia preparatoria para su presente nmero, la cual llev por ttuloLa educacin como sntoma. Vas para repensar el sujeto en Amrica Latina.** Estudiante de Psicologa, FACSO, Universidad de Chile. [email protected]

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    neoliberal. El discurso neoliberal, como todo discurso hegemnico ideolgico, naturaliza el ordenhistrico-social y sus tensiones inherentes.3

    Histricamente presenciamos no slo un cambio en el modelo societal o el tipo de modernidad,sino tambin y por sobre todo una transormacin del modelo de desarrollo (modernizacin) delas sociedades. En el contexto de la sociedad postindustrial, la educacin aparece como el medioprivilegiado para sostener una dinmica productiva que omente la equidad social y una democraciasin exclusin. Dicho de otro modo, los procesos educativos aparecen como el gran eslabn necesariopara articular los distintos objetivos del desarrollo.4

    En Amrica Latina la educacin ha sido histricamente el lugar desde el cual se erigen lasesperanzas del progreso y el desarrollo en base a un modelo democrtico. Durante los siglos XIX yparte del XX se acentuaba la modernizacin en uncin a la expansin de los cdigos culturales demodernidad, de modo tal de construir una masa ciudadana y homogeneidad cultural. Las ideologasdel desarrollo (aos 50 y 60) sostuvieron una concepcin instrumental de la educacin a partir dela cual se tratara de ormar recursos humanos para la industrializacin y su mercado laboral: modosecientes, se pensaba, para promover la movilidad social. As pues, en la educacin se deposita la

    responsabilidad de modelar sujetos e introyectar en ellos la inestable articulacin de los espacioseconmico, poltico, social y cultural; se busca la constitucin de actores capaces de sobrellevarla ormulacin de un modelo propio de modernidad, la construccin de democracias polticas eintegracin social, as como tambin la reinsercin en la economa mundial.

    Ahora bien, la plataorma desde la cual se ha pensado ltimamente el lugar de la educacinen gran parte de Amrica Latina se erige a partir de reormas estructurales que en los aos ochenta noslo aparecen como solucin de una crisis econmica prounda, sino como motor de una ideologaque sostiene un modelo de sociedad que dene sus orientaciones normativas a partir de principios

    y mecanismos de mercado. En este sentido, el caso de Chile resulta ilustrador. Durante la dcada delos 80 se lleva a cabo un reordenamiento del sistema educativo mediante la aplicacin de principios

    neoliberales a las polticas educacionales, hecho que nalmente desemboca todos somos testigos deello- en una crisis de la educacin pblica, donde el sistema educativo pasa a ser simultneamente unmecanismo de integracin y de segmentacin. Para paliar esto de algn modo, durante la dcada delos 90 el Estado intentara promocionar polticas de equidad y calidad a partir de un aumento delgasto pblico en educacin5, pero sin perturbar los pilares del sistema educativo y pasando por altoproblemas tales como la distribucin social de los capitales culturales o simblicos.

    Ante este panorama, las preguntas que han tenido cabida tanto desde las instituciones de lasCiencias Sociales como desde las polticas de gobierno apuntan a interrogar por la eectividad de laeducacin en la contribucin a generar sociedades ms equitativas, con mayor integracin social, ms

    3Tal discurso conunde la estructura de las sociedades con el mercado: con una rmula econmica de acumulacin(del capital), instrumentalidades o contenidos particulares (inormacin, conocimiento), o ormas especcas de relacinsocial (aldea global, sociedad del conocimiento). Vase Manuel A. Garretn, La sociedad en que vivi(re)mos. LOM,Santiago, 2000, pp. 25-40.4Vase Martn Hopenhayn y Ernesto Ottone, El gran eslabn. Educacin y desarrollo en el umbral del siglo XXI. FCE,Mxico D.F., 2002, pp. 75-100. Segn las estadsticas, eectivamente existe una correlacin positiva entre ms educaciny ms equidad. Los pases con mayor diusin de logros escolares tienden a ser ms igualitarios en su estructura social. Sinembargo, si bien en Amrica Latina las nuevas generaciones alcanzan un mayor nivel educacional que las anteriores, lasbrechas en logros educativos segn ingreso, clase social, adscripcin tnica o localizacin territorial persisten. De hecho,la brecha entre el 25% ms rico y el 25% ms pobre de la poblacin se ha acrecentado durante los ltimos aos en laregin. El mayor nasis en la eciencia del gasto y la modernizacin de la gestin en educacin se traduce en despla-

    zamiento de la necesidad de igualdad social. Existe, por lo tanto, una dicultad en depositar demasiadas expectativas en laeducacin, puesto que es un proceso que depende de muchas mediaciones y actores. Vase Martn Hopenhayn, AmricaLatina: desigual y descentrada. Norma, Buenos Aires, 2005.5Gasto pblico que en Amrica Latina en general resulta insuciente. Por ejemplo, el 85% de los jvenes en los pasesde la OCDE completa estudios secundarios, mientras que menos de un tercio de los jvenes latinoamericanos alcanzatal nivel educativo. Esta brecha resulta dicil de revertir en la medida en que los pases industr ializados gastan alrededorde seis veces ms en educacin que los pases en desarrollo. Datos en www.eclac.org

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    democrticas y participativas. Las respuestas provenientes del discurso hegemnico giran en torno aargumentos tales como que la integracin simblica compensara de alguna manera la desigualdaden acceso a bienes materiales, o que la base material y simblica de las democracias ya no descansaraexclusivamente en un tipo de economa o de institucionalidad poltica, sino tambin en el usoampliado del conocimiento y la inormacin.6 Pero en Amrica Latina los proyectos de integracinsimblica, sostenidos por sobre todo en base a la accesibilidad a bienes de consumo, denotan una altade integracin social. La modernizacin -ya lo demostr Freud- no redime del malestar (y ni siquieraen algunos casos mejora la calidad de vida).7

    Uno de los principales problemas que conlleva la operacin neoliberal descrita -y que nopuede ser obviado- es que tal operacin, por un lado, deviene inevitablemente en una naturalizacindel orden social (ideologa) que opera no slo a nivel institucional o poltico sino tambin, y porsobre todo, cotidiano o espontneo y, por otro lado, implica la instalacin de parmetros discursivosque sancionan todo argumento poltico que est dispuesto a entrar en disputa, como verosmil oinverosmil, cerrando as el orden del discurso (hegemona).8 Por lo tanto, mi conviccin es que detrsde todo discurso en torno a la educacin hay, necesariamente, un discurso y diagnstico (poltico e

    ideolgico) de la poca, la sociedad y los sujetos que en ella se constituyen. La educacin siempreha sido un campo undamental para el mantenimiento y reproduccin social, cultural e ideolgicadel orden establecido, siendo por ello un escenario privilegiado donde se maniestan de manerasintomtica los conictos propios a dicho orden. De modo que es desde estas tensiones que meinteresa interrogar crticamente a los discursos hegemnicos y las construcciones ideolgicas en tornoa la educacin.Dicho de otro modo, histricamente la educacin constituye un plano desde el cual esposible repensar crticamente lo social.

    De las cadenas (signicantes) del discurso.II.

    En las sociedades modernas la produccin del conocimiento se encuentra bajo procedimientosde exclusin social, undamentados y ejecutados en ormas de control de la produccin del discurso.As, los discursos aparecen controlados por mecanismos de produccin de subjetividad capaces dedenir lo que es verdadero, lo que es posible de conocer y a los sujetos que son capaces de participaren este proceso social.9 Ahora bien, es necesario reconocer la centralidad de los procesos discursivosen la construccin de los vnculos sociales, es decir, cmo los procesos discursivos orman parte dela estructuracin de la vida social en cuanto tal. Las relaciones de representacin no son un nivelsecundario que reejara una realidad social primaria que se constituye en otra parte como unasuerte de realidad noumenal, sino el terreno mismo en el cual se constituye lo social. As pues, toda

    transormacin poltica tiene lugar como desplazamiento al interior del proceso de representacindiscursiva.Una ormacin discursiva implica un conjunto de reglas que determina las acciones que las

    implementan, las distorsionan o las subvierten, en la interaccin y articulacin entre una pluralidad dediscursos, donde los signicantes son los que se ponen en juego en los procesos discursivos mismos.10

    6M. Hopenhayn y E. Ottone, Op. Cit., pp. 101-104.7La denominada tercera revolucin industr ial se va instalando en Amrica Latina tal como histricamente avanz laindustrializacin, esto es, agudizando la heterogeneidad estructural, produciendo desigualdades a travs de la segment-acin productiva, el acceso restringido al mercado y la incorporacin tecnolgica. A n de cuentas, segmentacin delmismo bienestar que prometa.8

    En este sentido, la CEPAL aparece como una institucin a interpelar, por cuanto ha articulado el discurso de la im-portancia del conocimiento y la innovacin como ejes del desarrollo y la equidad, pero sin cuestionar el texto mismodesde donde se instala el orden de la discursividad hegemnica reerida a la educacin (de ah su apelacin acrtica a lamentada sociedad del conocimiento). Vase el inorme de CEPAL/UNESCO, Educacin y conocimiento: eje de latransormacin productiva con equidad. Versin digital en www.eclac.org9Vase Michel Foucault, El orden del discurso. Tusquets, Barcelona, 1999, pp. 14-23.10De aqu en adelante sern importantes estas premisas: las unidades de la estructura del signicante estn sometidas a

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    Lo relevante aqu es reconocer que si la educacin es representada como un componente esencialde la democracia en las sociedades modernas, el sentido del trmino y la representacin especcaque hace posible slo puede emerger a partir de una posicin dierencial respecto a otros trminosdel campo social, transormndose en uno de los nombres de aquella plenitud de lo social que lademocracia intenta lograr, operacin realizada a travs de una relacin de equivalencia con todos losotros trminos que pertenecen a ese discurso. Dicho de otro modo, educacin no es sinnimo deequidad, ciudadana, modernizacin, etc., pero lo que da su dimensin especca (ideolgica)al discurso que la dene es que cada uno de estos elementos discursivos no se clausuran en su propiaparticularidad dierencial sino que uncionan tambin como nombres alternativos para la totalidad deequivalencias que entre todos ellos constituyen; es decir, todos los trminos de la equivalencia apuntana una plenitud ausente: la democracia como condicin de una sociedad moderna desplegada en todassus potencialidades normativas.

    El punto crucial es notar que aquella articulacin signicante de la que es parte la educacinresponde a la lgica de la hegemona.11 En eecto, toda sociedad es una pluralidad de grupos y demandasparticulares. En este contexto, la educacin se concibe hoy en da como el gran eslabn desde el cual

    se pueden articular las demandas de una pluralidad de grupos sociales. Pero a travs de su equivalencia,las particularidades no permanecen simplemente como tales, sino que adems constituyen eectosuniversalizantes. De ah que lo universal sea un lugar vaco que pasa a ser llenado por un particularque a travs de una cadena de equivalencias pasa a representar a lo universal mismo, constituyendo asuna relacin hegemnica. Desde Gramsci podemos denir a la hegemona como aquella situacinque se crea a partir de la elevacin de un particular a la categora de universal; hegemona es, entonces,la superacin de la dialctica particularidad/universalidad a travs de una cadena de equivalencias.En sntesis: la relacin por la que una dierencia particular asume la representacin de una totalidadimposible e inconmensurablerespecto a ella, eso es una relacin

    hegemnica.Lo que es constitutivode la relacin hegemnica es quelos elementos y dimensiones quele son inherentes estn articuladospor vnculos contingentes.Por ello la hegemona essiempre metonmica. Pero todahegemona intenta retotalizar

    y hacer necesarios los vnculoscontingentes en que se basa su

    poder articulador (totalizacinmetarica). Cunto ms extensasea la cadena de equivalencias queun sector particular represente ycunto ms se transormen sus

    la doble condicin de reducirse a elementos dierenciales y de componerse segn leyes de orden estructural (combi-nacin o sustitucin). En todo proceso simblico, tanto intrasubjetivo como social, se maniestan los procedimientosmetarico y metonmico, demostrando cmo los signicantes adquieren su propia coherencia de la red de los signi-cantes, de manera autnoma con respecto al signicado. Por ejemplo, los sujetos imaginan que poseen el sentido de sus

    prcticas, pero en realidad estn determinados por el lugar que ocupan en la estructura, es decir, por el signicante. VaseJacques Lacan, La instancia de la letra en el inconsciente o la razn desde Freud. En Escritos, 1. Siglo XXI, BuenosAires, 2002, pp. 473-509.11 En adelante, la teora de Laclau ser la base de mi argumento. Vase Ernesto Laclau, Misticismo, retrica y poltica.FCE, Buenos Aires, 2002; Contingencia, Hegemona, Universalidad. Dilogos contemporneos en la izquierda. FCE,Buenos Aires, 2004; Populismo: qu hay en el nombre?. En L. Aruch (comp.), Pensar este tiempo: espacios, aectos,pertenencias. Paids, Buenos Aires, 2005, pp. 23-46.

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    objetivos en un nombre para un proyecto emancipatorio global, ms indenidos sern los vnculosentre ese nombre y su signicado original especco y ms se aproximar al estatus de signicantevaco. Toda relacin hegemnica requiere la produccin de signicantes tendencialmente vacos,cuya uncin es renunciar a su identidad dierencial a n de representar la identidad puramenteequivalencial al interior de un espacio comunitario. Todas las sociedades a partir de sus movimientosinherentes tienden a generar signicantes tendencialmente vacos, por medio de los cuales intentanrepresentar lo que la sociedad carece, su plenitud ausente.

    Sostengo que la educacin, en tanto que gran eslabn al interior de la cadena discursiva(metonmica) del desarrollo, ha venido apareciendo como ese nombre que sintetiza un proyectoemancipatorio global; sostengo que es posible pensar a la educacin como un signicantetendencialmente vaco, en la medida en que se depositan all una pluralidad de demandas reeridas a lamodernizacin, tanto en sus objetivos de equidad (igualdad de oportunidades y compensacin de lasdierencias), como de ciudadana (transmisin de valores y ormacin democrtica) y competitividad(habilidades para desempearse productivamente en el mundo moderno).

    Pero este signicante no opera slo a nivel institucional, sino tambin, y por sobre todo,

    en lo cotidiano, lo que demuestra que la ideologa opera tambin a un nivel prerreexivo en tantopresupuestos implcitos en las prcticas sociales. En este sentido, dicha ideologa espontnea o cotidiananos obliga a poner el nasis no en el saber conciente de los sujetos, sino ms bien en una antasaideolgica inconsciente, que a manera de un saber prerreexivo se imprime en las actitudes y prcticascotidianas cristalizando las condiciones simblicas bajo las cuales se produce y reproduce un sistemade dominacin que debe legitimar la desigualdad que genera.12

    El nuevo consenso educativo de la centralidad de la educacin descansa en el supuesto deque el mundo ha uniormado su modelo econmico. Por cierto, el privilegio otorgado a la educacinpuede ser deseable, pero es discutible, por cuanto la posicin de poder de ciertas sociedades rente aotras, la naturaleza de la distribucin de la riqueza, etc., pueden ser ms inuyentes que la calidad o

    equidad de la educacin. De modo que se hace visible cmo es que la coherencia que puede teneruna ormacin discursiva es slo una coherencia hegemnica e ideolgica.13

    Pero a qu me reero cuando hablo de carcter ideolgico del discurso?. La operacinideolgica por excelencia consiste en atribuir la imposible uncin de cierre imaginario a uncontenido particular que es radicalmente inconmensurable. En otras palabras, el eecto ideolgicoconsiste en la creencia en que hay un ordenamiento social particular que aportar la transparencia dela comunidad: lo que la distorsin ideolgica proyecta en un objeto particular es la plenitud imposiblede la comunidad. Por lo tanto, hay ideologa siempre que un contenido particular se presenta comoms que s mismo. La ideologa es una gura discursiva a travs de la cual se eecta por medio de unmontaje imaginario la representacin de las relaciones sociales, escena teatral en que lo real de la

    violencia primordial de las relaciones sociales (la explotacin, la opresin, el cinismo desigualitario)

    12 De hecho, si se le preguntara a un ciudadano comn y corriente acerca de lo primero que se le viene a la cabezacuando escucha hablar de desigualdad social, lo que va a responder ser probablemente dierencias de acceso a la edu-cacin, por sobre las dierencias de ingresos y alta de oportunidades. Vase MIDEPLAN, Percepciones culturales de ladesigualdad. Gobierno de Chile, 2000.13 Ahora bien, una ideologa no necesariamente es alsa (de hecho, la educacin puede ser quiz el gran eslabn quetodo lo resuelve); lo relevante no es el contenido, sino el hecho de que el orden ideolgico se constituye a partir del

    momento en que dicho contenido verdadero o also- es uncional respecto de las relaciones de dominacin, ocultandosu lgica misma de legitimacin. De modo que para uncionar el campo ideolgico incorpora rasgos en los cuales lamayora dominada pueda reconocer sus intereses autnticos. En tal sentido, las ideas dominantes no son en sentidoestricto las ideas de la clase dominante, puesto que se introduce una serie de intereses y aspiraciones de los dominados,rearticulndolos para hacerlos compatibles con las relaciones de dominacin. Asimismo, la hegemona slo es ecienteen la medida en que se borra a s misma: un mnimo de naturalizacin es condicin de la operacin hegemnica (lalgica perversa del s lo saben, pero an as lo hacen).

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    se oculta.14 En este sentido, la representacin discursiva es sntoma de un real, es su localizacinsubjetiva como desconocimiento. Sin embargo, el nivel undamental de la ideologa no es el de unailusin enmascaradora del estado real de cosas, sino el de una antasa inconsciente (o antasma: $ a) que estructura nuestra realidad social misma: la realidad es una construccin de la antasa que noscapacita para enmascarar lo real de nuestro deseo. Si para el marxismo clsico, la ideologa consisteen una mirada parcial de la totalidad de las relaciones sociales; para la perspectiva lacaniana, la ideologa

    opera como una totalidad que desmiente su propia imposibilidad. De este modo, el antagonismo sociales eso real, el espectro de lo real orcluido.

    Las visiones sobre educacin que sostienen los sistemas polticos contemporneos tiendena ormar parte de una ideologa que busca ocultar los problemas y contradicciones que emergenprecisamente como eecto de tales visiones. Como en toda ideologa, existe el problema delocultamiento o negacin inconsciente de las contradicciones y tensiones que acompaan a tododiscurso. Un rasgo ideolgico que reside en la visin hegemnica actual de la educacin en AmricaLatina se observa en la racionalidad instrumental que le es propia: la modernidad se identica amodernizacin, la educacin se reduce a sistema escolar y preparacin para el mercado laboral, eldesarrollo se equipara a crecimiento econmico, la ormacin e instruccin es reducida a adquisicinde conocimientos, la igualdad se dene como equidad en el plano socioeconmico y como simplerespeto al multiculturalismo. De este modo, lo que acontece es un desconocimiento de los procesoshistricos en uncin de un discurso normativo que no considera las tensiones y contradicciones entretodas las dimensiones mencionadas.

    Un signicante como educacin es otante, por cuanto su sentido ser dierente en losdiscursos liberales, conservadores, o socialistas, pero su centralidad es la misma en todos esos discursos.Su carcter otante y su vaciamiento son parte de la misma operacin discursiva. En un mundoen que los procesos de globalizacin transgreden constantemente los lmites de las comunidadesparticulares, se dan las condiciones histricas para el desarrollo de cadenas cada vez ms extendidas de

    equivalencias. Las sociedades latinoamericanas han sido creadas e instituidas histricamente desde elEstado, experimentando la imposicin siempre parcial y limitada- de la modernidad preindustrial eindustrial, nunca perteneciendo por completo a este tipo de modernidad, y sin embargo, las cadenassignicantes modernas las atravesaron. En sntesis, la educacin es un signicante otante que puede serllenado por distintos intereses y demandas que se encuentran al interior de un conicto hegemnicoque hoy ms que nunca hay que pensar.

    Del sujeto an cuestionado.III.

    La historia de la modernidad es la historia de las representaciones de sujeto en el mundo lahistoria de la modernidad es la historia de la produccin de sujetos.La modernidad -las modernidades-es la matriz societal en que se constituyen subjetividades tanto desde la vertiente racional-instrumental,identitaria-colectiva, como pulsional-aectiva.15 En este contexto, la educacin aparece como bisagrapara compatibilizar grandes aspiraciones modernas: la produccin de recursos humanos, la constitucinde ciudadanos y el desarrollo de sujetos autnomos.No hay educacin que no sea a la vez un proyectode socializacin, de integracin y, por sobre todo, un proyecto de subjetivacin. Lo deca Althusser:toda ormacin social debe reproducir las condiciones de su produccin, y tal reproduccin se aseguraen y bajo las ormas de la ideologa. El punto es que, a dierencia de lo planteado por Althusser, enel capitalismo contemporneo no se trata de interpelacin de los individuos como sujetos, sino de

    14Vase Louis Althusser, Ideologa y Aparatos ideolgicos de Estado. En S. iek (comp.), Ideologa. Un mapa de lacuestin. FCE, Buenos Aires, 2004, pp. 115-155. Lo real -en sentido lacaniano- no es la distr ibucin eectiva u objetivade lo social (simblico), sino el ncleo traumtico del antagonismo social, esa x desmentida por la cual la visin de larealidad es deormada anamrcamente.15M. A. Garretn, Op. Cit.

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    interpelacin de los sujetos en tanto individuos.16El tipo de subjetividad que se produce hoy es el eectoideolgico de una totalidad social hegemnica clausurada bajo la orma de un sistema de equivalenciasabstractas: de los objetos en el mercado, de los sujetos ciudadanos en el Estado, de los consumidores enel mercado y en su Industria Cultural. Una consecuencia de ello es que se debe repensar la educacindesde el eje de la subjetivacin. Los problemas que se presentan en las sociedades latinoamericanasactuales tienen que ver con las dicultades de procesar la subjetividad, la cual no es una materia prima

    anterior a la vida social, sino una construccin cultural.17 Pareciera existir una imposibilidad inherenteal sujeto contemporneo al ciudadano interpelado ideolgicamente- de constituirse soberanamente apartir de la razn, el Estado-Nacin, el trabajo, la economa o la poltica: descentramiento histrico quedisloca colonizando los dierentes campos del orden social. La subjetividad est demasiado ragmentadapara ser absorbida por un sistema centralizado. Por lo tanto, no se trata de racionalizar la educacinslo en uncin de criterios de ecacia y calidad, sino de generar mecanismos de sentido para acogerla subjetividad y su crisis inherente (en la medida en que es parte de la modernidad misma).

    En la actual conguracin hegemnica la idea de sociedad es reemplazada por la imagen delmercado en tanto suma de individuos moralmente autnomos. Lo que a las Ciencias Sociales se lestiende a escapar, es el hecho de que el capitalismo es la primera orma de sociedad, el primer modode produccin que ha logrado capturar algo constitutivo de la propia conormacin de la subjetividad.Es la primera vez en la historia que hay una suerte de coincidencia entre la estructura del sujeto yuna orma de dominacin que ha sabido apoyarse en ella como en ninguna otra. Contra la tesisque sostiene que el capitalismo normalizara a los sujetos al nivel de sus deseos sobrecodicando, sedebe dar cuenta del hecho de que el capitalismo de hoy es ms bien nmade justamente porque atravs de la lgica del ideal annimo del mercado asume el valor de la alta inherente en el sujetocomo aquello que no puede ser obturado. De ah que la nocin lacaniana de sujeto barrado ($)tenga ms utilidad conceptual, prctica y poltica que nunca, dado que aparece en tanto experienciadel antagonismo como lmite interno que impide al campo simblico realizar su identidad plena.

    En tal sentido, puesto que he abierto la pregunta por la uncin inherentemente subjetivante de laeducacin en la modernidad, cabe la pregunta de si el sujeto es el mero resultado del proceso desubjetivacin, de interpelacin ideolgica en el sentido althusseriano, de asuncin de una posicinestructural, o la nocin de sujeto barrado al igual que la nocin hegeliana del sujeto en tantonegatividad absoluta- plantea una alternativa a la metasica sustancialista. Mi nocin reerencial delsujeto apunta a que ste, ms que aquello que aparece como producto de la subjetivacin, es el nombredel vaco que no puede ser llenado, el punto de racaso de la subjetivacin. El vaco estructural, laalla en el orden simblico, es la condicin de emergencia del sujeto y de la accin poltica queproduce el cierre siempre provisorio de la estructura. Todo sujeto, en la medida en que representa unadislocacin en el interior de la estructura, es por denicin poltico, y su identidad (siempre en cierta

    medida ideolgica) se conorma como parte del eecto de transormacin producido por el procesode articulacin hegemnica.

    16L. Althusser, Op. Cit. La idea de interpelacin en tanto individuo (ciudadano), la matriz liberal que le subyace, y susconsecuencias para la constitucin del movimiento secundario ue desarrollada por Camilo Smbler en Discursos,hegemonas y subjetivaciones en la postdictadura chilena, artculo incluido en este nmero de Revista Nmesis. Sinembargo, lo que yo entiendo por sujeto (y subjetivacin) es muy distinto a lo que se plantea en dicho artculo, impli-cando conclusiones distintas.17Vase Norbert Lechner, Las sombras del maana. En Obras escogidas, 1. LOM, Santiago, 2006, p. 480. En este sen-tido, el PNUD aparece como institucin a interpelar, por cuanto ha articulado -bajo el alero de Lechner- un discurso

    en torno a la tensin modernizacin/subjetividad, resituando el eje de la subjetivacin en trminos de integracin sociale identidades colectivas, por sobre la lgica de los sistemas uncionales autonomizados (economa, educacin, etc.). Sinembargo, tal perspectiva es an insuciente puesto que la subjetividad queda reducida a una uncin agencial (propia decierta Sociologa) o modelo yoico (homogeneizante) del sujeto, lo cual termina por empobrecer el carcter singular ysubversivo del sujeto (el deseo). Habermas, por ejemplo, no problematiza el precio que debe pagar el sujeto por su accesoal lenguaje, ni la suerte de transparencia que ste podra alcanzar en el interior de una accin comunicativa. Habermasno reconoce aquel precio que es el traumatismo de la castracin simblica: el paso de S a $.

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    de aqulla. En eecto, la movilizacin pingina representa el proceso ms relevante que se conozcadesde el inicio de la postdictadura chilena en relacin a la constitucin de un actor social al interiorde las prcticas educativas. Gracias a los pinginos el movimiento estudiantil demostr que puedeser algo ms que una ormacin de masa, y en ello jug un papel importante el hecho de que sudemanda ue esencialmente democrtica, en la medida en que se mantuvo a distancia respecto a unaposible identicacin con otras demandas; es decir, a partir de articularse en uncin de una lgica dela dierencia y no de la equivalencia-, el movimiento pingino no se identic con una demandapopulista que unicara a travs de una cadena de equivalencias dierentes demandas provenientes dediversos grupos sociales.20 Se trata, en suma, de un sujeto democrtico, en tanto sujeto de una demandaconcebido como particularidad dierencial, y no de un sujeto popular.

    Considero que la emergencia del movimiento pingino, que tiene ya antecedentes en el ao2001, slo ue posible gracias a dos hechos undamentales: por un lado, debido a que la educacin

    ya estaba instalada en el centro del orden del discurso social hegemnico y, por otro, gracias a quela educacin es ya por s misma condensadora de una pluralidad de demandas. En otras palabras, el

    movimiento pingino ue posible en gran parte debido a que supo articular un discurso instituyente

    en torno al signicante otante que representa la educacin, dotndolo de contenido all dondeantes haba vacuidad tendencial. Lo especco de la equivalencia metonmica- es la destruccin delsentido a travs de su misma prolieracin. Lo que hicieron los pinginos ue ir llenando de sentidoa un signicante que apareca cada vez ms vaco, prctica que se llevo a cabo a travs de demandaspuntuales que nada tenan que ver con la cadena equivalencial que estaba constituida.

    Qu nos ensea esto? Ante todo que no se debe oponer estructura y acontecimiento,puesto que la estructura implica siempre un registro de acontecimientos. Sin duda el movimientopingino ue un eecto poltico en trminos de acontecimiento; ue un acontecimiento porque nadiesaba muy bien qu es lo que se estaba produciendo, y por eso slo hoy podemos analizarlo enperspectiva. Lo relevante es poder entender dicho acontecimiento como un sntoma de la poltica

    actual, un sntoma no de la sociedad en cuanto tal, sino del tipo de lazo social que dene el discursohegemnico. No es precisamente esto lo que quiso demostrar Lacan con su teora de los cuatrodiscursos?21

    Cada uno de los discursos designa un lazo poltico. En el discurso del amo se trata de laautoridad poltica sostenida por el antasma ideolgico; en el discurso universitario se trata de lanorma pospoltica experta; en el discurso histrico se trata de la lgica de la protesta y la resistencia,de la demanda que no quiere ser realizada porque si se cumpliera totalmente perdera su dimensinmetarica universal: la demanda de educacin, estaba en ltima instancia realmente relacionada conla educacin? Lo crucial es el pasaje del discurso del amo al discurso universitario como discurso

    20En esto me baso en el trabajo de Esteban Radiszcz, Chili 2006: la rvolte des pinguins ou dune politique qui ne seraitpas dhomognisation. En M. Zaropoulos & P-L. Assoun (eds.), Figures cliniques du pouvoir. Anthropos, Paris, en

    prensa. Agradezco al proesor Radiszcz sus valiosos comentarios.21 Vase Jacques Lacan, El reverso del psicoanlisis. Paids, Buenos Aires, 2004. Lacan intenta demostrar que las estruc-turas s bajan a la calle, es decir, los cambios estructurales pueden explicar los estallidos sociales como los de mayo del68. Los discursos implican una ormalizacin hecha a partir de la identicacin reudiana entre la estructura del incon-sciente y la estructura de la organizacin social; escriben una lgica colectiva a travs de una logicacin del lazo social:la lgica del signicante determina y dir ige las relaciones sociales del mismo modo en que estructura como un lenguajeal inconsciente de los sujetos. Vase Eric Laurent, Lacan y los discursos. Manantial, Buenos Aires, 1992, pp. 11-45.

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    hegemnico en la sociedad contempornea, a travs del cual el discurso cientco y tcnico legitimalas relaciones de dominacin.22 El discurso universitario es la versin moderna del discurso del amo,

    y este pasaje est mediado por la emergencia del Estado moderno en tanto nuevo amo dirigido porel saber de la burocracia: el saber (S2), que ocupa el lugar del agente, es el verdadero dominante deldiscurso del amo moderno bajo el auspicio del saber omnipotente de la burocracia, convirtiendoen sujeto ($) a aquello que es producido.23 En sntesis, el amo moderno est justicado por su saber

    experto: el poder moderno es saber (es, como deca Foucault, el saber-poder disciplinario, y hoy dela biopoltica).

    Por cierto, no se debe entender la produccin del sujeto como mera subjetivacin, puestoque el sujeto producido no es simplemente la subjetividad que surge como resultado de la operacindisciplinaria del saber-poder, sino su resto, lo que se resiste a la simbolizacin del saber-poder. Ellugar de la produccin no representa simplemente el resultado de la operacin discursiva, sino msbien su resto insimbolizable (objeto a), que se resiste a ser inscrito en la red discursiva: lugar deuna prdida, parte maldita que es el lugar de los sujetos, los mismos que aparecieron en mayo del2006 en las calles de Santiago. El movimiento pingino es un sntoma del discurso universitario. Eldiscurso universitario, al ubicar en el lugar de agente al saber, y al dirigir su prdica a los estudiantes,se propone la produccin de sujetos cuya uncin ser la de seguir alimentando un saber que sepropone como totalidad. Pero en la medida en que la produccin del sujeto siempre produce un restoinsimbolizable, ese resto retorna como acontecimiento. En otras palabras, no hay totalidades simblicassin agujeros; el orden hegemnico (el capitalismo) est dislocado por lo real, y queda siempre abiertoa retotalizaciones hegemnicas contingentes, dado que, en tanto totalidad y orden del discurso, es sloresultado de estabilizaciones hegemnicas parciales.24 De modo que el movimiento pingino emergicomo una consecuencia no esperada del discurso universitario, como su sntoma molesto.

    Ahora bien, existe una impotencia constitutiva de los sujetos producidos por el discursouniversitario. En eecto, la impotencia del movimiento pingino para cambiar las cosas una vez que

    el aparato burocrtico absorbi su demanda, aplicando la lgica del mismo discurso hegemnico, es laimpotencia propia del sujeto histrico.25 En el discurso histrico, el sujeto cuestiona incesantementela posicin del amo ($ S1) y, en nombre de su sntoma, va a buscar al amo para producir el saber,pero hay una impotencia del sujeto para mantenerse en su posicin y ocupar el lugar del amo. Elmovimiento pingino permite pensar en una posible redenicin de las ormas tradicionales deejercer la ciudadana en el contexto democrtico, pero ello no se traduce en un cambio inmediatode las ormas de subjetivacin ideolgica. Mediante la seduccin histrica, el movimiento pingino

    22 De hecho, la nocin de ideologa en las sociedades modernas corresponde a la poca de la disolucin del rolhegemnico del discurso del amo: se habla de ideologa en el punto en que sta empieza a perder su carcter inmediatonatural y es vivida como algo articial que legitima las relaciones de dominacin.23 Vase Slavoj iek, La dominacin hoy: del amo a la universidad. En S. iek, Violencia en acto. Paids, BuenosAires, 2004, pp. 103-149. El discurso universitario reprime su dimensin de posicin poltica basada en el poder, presen-tndose como simple posicin epistemolgica ante un estado de cosas objetivo. Por ejemplo, el experto que deendeajustes econmicos como si se tratara de una necesidad impuesta por conocimientos tcnicos desprovistos de todo sesgoideolgico, oculta la serie de relaciones de poder y creencias ideolgicas que sostienen el uncionamiento neutral delmercado. Es el neopositivismo en poltica. Basta con leer el inorme de Expansiva, Somos ms, queremos ms y podemosms. Versin digital en www.expansiva.cl. Esto demuestra que la lucha poltica por la hegemona ideolgica se juegaen la apropiacin de trminos que espontneamente aparecen como apolticos. As, la alianza poltica entre posicionesantagnicas (derecha e izquierda polticas) se hace posible gracias a un signicante que se sita por eecto hegemnicoe ideolgico- en el lmite de la poltica y la prepoltica: educacin.24La condicin de toda sutura hegemnico-ideolgica es la imposibilidad de cierre constitutivo de todo sistema de

    signicacin poltica; el discurso siempre racasa en hacer lazo social: he ah la razn de sus sntomas. Conclusin: lasociedad no existe. Y no existe porque no hay posibilidad de superar el antagonismo, aquel ncleo traumtico cuyasimbolizacin siempre racasa.25En la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile hay pintado un mural donde se representa a los estu-diantes junto a otros sectores sociales en un acto de reivindicacin social. Lo ms notorio es que el mural tiene escritola rase La historia es nuestra y la hacen los pueblos. Me parecera ms ajustado que este mural dijera: La histeria esnuestray la hacen los pueblos.

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    logr cuestionar el modelo democrtico liberal que promueve un modelo de participacin ciudadanareducida a la actividad electoral, subvirtiendo as los procedimientos de regulacin de los discursos queimponen a los individuos una identicacin a ciertos tipos de enunciacin prohibindoles cualquierotro; logr subvertir la lgica del modelo de gestin, la mediacin de los especialistas, y con ellologr subvertir el orden del discurso en cuanto a sus procedimientos de exclusin que prescriben elnivel tcnico necesario para participar en l; incluso logr por momentos constituir una identidad

    popular (sin ser populista) en la medida en que unic sectores histricamente excluidos con lossectores medios y acomodados; pero esto no implica necesariamente una redenicin de lo polticoen el marco de la poltica liberal, sino que ms bien la cuestion, la sancion, la critic, pero paraque esta nalmente se rearmara y consolidara, en primera instancia a partir de un Consejo AsesorPresidencial por la Calidad de Educacin, y en segunda instancia por un Acuerdo por la Calidadde la Educacin, todo ello enmarcado en un pacto social de escenas teatrales de unin de todaslas manos bajo el guin del bacheletismo-aliancista, nueva orma chilena de la tercera va y ltimobastin del trnsito del avanzar sin transar, al transar sin parar. Si bien los pinginos apelaron a queotro orden pblico es posible, no tendamos a creer que conguraron uno nuevo, eso es ingenuo.

    Ante la prdida de consistencia de la ecacia cohesiva del poder de la ideologa, el amoeleva un nuevo signicante que reestabiliza la situacin y la vuelve legible (punto de capitonideolgico); luego el discurso universitario produce una nueva trama de saber que sostiene dichalegibilidad. En tal sentido, la accin del amo es la condicin de posibilidad del discurso universitario,accin que no agrega ningn nuevo contenido, sino que eleva un signicante (contingente) queconvierte el desorden en orden (del discurso). Y es eso lo que nos ensea la nocin gramscianade guerra de posicin: un desplazamiento poltico-discursivo en uncin de una lgica quetrasciende toda identidad preconstituida, una manera de entender la historicidad dominada por unatensin irreductible entre metora y metonimia.26 Ciertamente los pinginos lograron articularprcticas micropolticas sosticadas, a travs de las cuales pudieron sobrellevar las estrategias del poder

    instituido generadas desde los discursos del gobierno, los partidos polticos y la prensa con el n deabsorber, despotenciar o simplemente deslegitimar sus protestas y demandas.27 Lograron masicarsesin constituir masa, es decir, sin generar la gura de un lder car ismtico que paralizara y personalizarasu movilidad, desmarcndose incluso del paternalismo que quiso adoptar el gobierno rente a ellos,pudiendo sostener as demandas econmicas, de inraestructura, de calidad en educacin, de cambiosconstitucionales y administrativos que les permitieron subvertir los procedimientos internos de control,unidad y coherencia de las signicaciones del discurso, subvirtiendo as su juego de identidad a travsde la prolieracin de sus demandas (demandas que, sin embargo, no cayeron en un juego equivalencial

    26Se puede criticar que esto es reduccionista y ahistrico: reduccionista, por cuanto el movimiento pingino aparece

    como mero eecto estructural y no como verdadero sujeto-agente; ahistrico, por cuanto la historia aparecera comomero resultado de mecanismos estructurales. Pero esto se puede desmentir. Primero, porque el estructuralismo nuncapropuso la desaparicin del sujeto, sino que interroga por las condiciones de su dependencia al signicante. Cuandolas estructuras bajan a la calle se demuestra el desconocimiento de la estructura misma del acto. Segundo, porque lavariabilidad histrica est determinada por un movimiento ormal de sustituciones, sin que ese movimiento sea capazde determinar cules son sus contenidos reales. Con un historicismo radical, nos quedamos sin historia. La historicidadimplica una relacin dialctica con un ncleo ahistrico, no en tanto que esencia subyacente, sino como lmite queimpide todo intento de integrarlo dentro del orden simblico: lo real como trauma que no se deja articular en lacadena signicante. Los signicantes otantes dan cuenta de una experiencia de limitacin histrica. Como no se vincu-lan a un objetivo social o poltico particular, tiene lugar un conicto hegemnico que producir vnculos contingentes:es porque hay lmite estructural que la variacin histrica resulta posible. La eliminacin de este lmite impedira decir

    cualquier cosa sobre la historicidad de las actuales estructuras de poder. Sin embargo, queda pendiente un problema:tanto el anlisis del discurso hegemnico como el del discurso ideolgico se sostienen en la supremaca del signicante,cules son las consecuencias para la crtica del discurso hegemnico e ideolgico pensar la lgica de las ormacionesdiscursivas ms all de la monarqua del signicante? pueden salir del modelo de las relaciones de dominacin pararedenirse en trminos de una analtica de las relaciones de poder, o estn todava ancladas en la hiptesis represiva?.Asimismo, puede la teora de la hegemona superar su dcit normativo?.27E. Radiszcz, Op. Cit.

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    populista).28 Pero contrario a lo que se tiende a creer, no por ello se articul una crtica prounda aldiscurso hegemnico, cuando en el hecho estaban dadas las condiciones de hacerlo, en la medida enque ocupaban el lugar estructural que dene una de las piedras angulares de la reproduccin de dichodiscurso: la educacin, gran eslabn del progreso, signicante otante que regula el orden del discurso.En suma, el movimiento pingino no pudo escapar a sus condiciones de posibilidad histricas: si bienllen de contenido a un signicante tendencialmente vaco a travs de sus demandas democrticas,

    en ningn momento subvirti la existencia misma de ese signicante otante, que regula en tantogran eslabn la cadena metonmica del orden del discurso sobre educacin en el contexto dela sociedad del conocimiento, es decir, no resignic dicho signicante en trminos polticos queescapen a la ideologa hegemnica.

    No se debe caer en la tentacin de comprender el movimiento pingino como acontecimientouera del orden del discurso, como una suerte de agente histricamente indeterminado. Pensaraquello sera precisamente caer en la trampa del discurso capitalista, esencialmente des-socializante

    y deshistorizador.

    El tipo de subjetividad que se produce en este tipo de sociedades es una de las principalesormas de capital que permiten al capitalismo seguir su curso de reproduccin. El discurso capitalistaoculta al sujeto que detrs de su posicin libre de agente (por ejemplo, en el mercado) se encuentrareprimido el hecho de que est determinado por las relaciones de dominacin, suponiendo ademsque el objeto a (plus de goce) puede ser integrado.29 Por lo tanto, se debe redenir el diagnsticodel malestar en la cultura a partir de la constatacin del hecho de que la lgica del capitalismocontemporneo no es una lgica del consumo, sino ms bien del deseo. Si el capitalismo ha llegado a

    una ase en que pareciera no necesitar el ocultamiento de sus intereses, si el capitalismo es la panaceade la razn cnica, se debe precisamente a esa lgica del deseo.30Las demandas estudiantiles, si bien contienen una crtica potencial al orden econmico

    neoliberal, y tambin a su soporte tcnico (por ejemplo, al querer participar activamente en la reormade la ley orgnica constitucional de educacin, LOCE), y si bien de algn modo intentaron reelaborarlos modos tradicionales de accin poltica, sin embargo, no lograron intervenir sobre las coordenadasculturales del orden ideolgico hegemnico, ni mucho menos lograron redenir las condiciones delorden de la subjetivacin. Los pinginos no lograron tomar la cadena metonmica por su eslabn msuerte (S1); no lograron, a n de cuentas, deshacerse de las cadenas: los pinginos siempre continuaronalienados al S1.

    De todo esto hay una leccin muy importante que aprender: hoy el paso ms importante esel de cuestionar y deconstruir el consenso democrtico-liberal que se asume como pos-ideolgico.Antes de eso, cualquier lgica de articulacin poltica est condenada al racaso. Dicho de otromodo, el intento de undar la voluntad revolucionaria en una totalizacin metarica que evite elparticularismo de las variaciones hegemnicas, termina necesariamente en un racaso. La tarea escuestionar las coordenadas ideolgico-hegemnicas, y si hoy uno sigue directamente el llamado paraactuar, ste ser un acto inscrito dentro de las coordenadas de la hegemona ideolgica y su metstasis.El movimiento pingino, con todo lo subversivo que signic, no pudo dejar de actuar en cierta

    28Vase el documento elaborado por estudiantes secundarios en Noviembre del 2005, Propuesta de trabajo de estudi-

    antes secundarios de la R.M. Versin digital en www.opech.cl29Vase Andr Soueix, Il discorso del capitalista. En Revista La psicoanalisi, N 18, 1995, pp. 47-54.30Vase Slavoj iek, Le dsir, ou la trahison du bonheur. En Le magazine littraire, N 455, 2006, pp. 30-33. El dis-curso capitalista puede ser ledo como el discurso del racaso de la castracin (eje a $). De ah que pueda repensarsela nocin marxista de etichismo de la mercanca en uncin de la desmentida (Verleinung) reudiana, operacininconsciente que subyace a todo enmeno ideolgico. Vase Guy Lrs, Lecture du discours capitaliste selon Lacan.En Revista Essaim, N 3, rs, Paris, 1999, pp. 89-109.

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    orma la compulsin a la repeticin que subyace a las condiciones de la hegemona. 31Y precisamentede eso se trata en el discurso psicoanaltico: cesar la estructura de la compulsin a la repeticin; enlugar de repeticiones y actuaciones, se reserva un lugar para descirar aquello que se est depositandoen tales repeticiones, interrogar la raz del despliegue del signicante y proponer una experienciasubjetiva por la cual se reconozca la dependencia a dicho signicante, pero para subvertirlo. Lo que eldiscurso del analista produce es el signicante amo (S1), sntoma inconsciente al cual el sujeto estaba

    atado sin saberlo. En suma, la gran carencia del movimiento estudiantil es que no asumi su propiadestitucin subjetiva.

    Este diagnstico no signica que deseche el movimiento secundario. Al contrario, rescato elhecho de que el movimiento nos ense que an persiste el deseo de subversin en la subjetividadcontempornea; y nos ense cmo pueden ser ledas las coordenadas de su racaso. Y es que el racasomismo del movimiento es la posibilidad de dar cuenta del retorno de lo reprimido: la educacin nopuede compensar las desigualdades de la sociedad; el problema es de la estructura social, y su solucin

    no pasa por una parte de ella.32

    Del deseo como actor poltico.V.

    Los procesos que se dan en el mbito de la educacin estn en relacin con el contextosocial, poltico y econmico como totalidad y, en este sentido, orman parte de las contradicciones,conictos, malestares y sntomas propios del sistema social latinoamericano.

    Amrica Latina es una de las regiones ms desiguales del mundo. Pero la desigualdad noslo ha aectado la condicin material de los sujetos, sino tambin sus ormas de pensar y construirimaginarios. Ciudadana y democracia continan en el centro de las luchas polticas latinoamericanas,articulando las coordenadas y los sentidos del cambio social. Pero en la medida en que el devenir

    latinoamericano se inscribe en la lgica del capital transnacional, el paso autonomizado de la economaengulle con indierencia las demandas sociales.La despolitizacin actual de lo poltico puede ser leda como un eecto del operar ideolgico.

    Por ello se debe resituar lo poltico en el espacio de la produccin cultural, por cuanto el problemano es de un cierto modelo de gestin, sino una cuestin ideolgica. Como deca Lechner, lucharcontra la naturalizacin es luchar contra la desubjetivacin.33 Precisamente una lnea de discusin aretomar se vincula a los problemas que representa la racionalidad instrumental, la cual no garantiza

    31Esto implica una conclusin muy distinta a las ideas sostenidas por los miembros del movimiento estudiantil bajo laconsigna de somos demasiado jvenes, no podemos esperar ms: de lo que se trata hoy ya no es de reivindicar la a-mosa XI tesis de Marx. Lo que ha demostrado el racaso del movimiento estudiantil es todo lo contrario: ya no se trata

    de cambiar el mundo a partir de un paso irreexivo y desgastante a la accin, sino que se trata de pensarlo, interpretarlo.Si usted est desesperado por ayudar a los ms necesitados, entonces inscrbase a Greenpeace o a voluntariados comoUn techo para Chile, campaas que son apoyadas y promovidas por los medios, con tal de que se mantengan dentrode un cierto lmite (que es la condicin de su constitucin misma). La negatividad contenida all es tan dbil que escilmente absorbida por los discursos hegemnicos, contribuyendo as con sus condiciones de reproduccin. La nuevatica capitalista, mascarada humanitaria de la caridad, es parte del juego que oculta la explotacin econmica subyacente.El dilema poltico de nuestra poca, caracterizada por la migracin cada vez mayor de los signicantes, es si la prolier-acin de nuevos actores sociales extender las cadenas metonmicas de equivalencia que permitirn el surgimiento devoluntades colectivas ms uertes, o se disolvern en nuevos particularismos que el sistema podr integrar y subordinarcilmente. Una lgica de la pura dierencia supone una sociedad dominada por la administracin, donde la poltica noes posible. Una lgica de la pura equivalencia implicara la prdida completa de signicado de la demanda social, y con

    ello la disolucin de los lazos sociales. Ni discurso institucionalista (lgica pospoltica de la pura dierencia: la liberal ydespolitizada administracin pragmtica de cosas de un Tony Blair) ni discurso populista (lgica de la pura equivalencia:la teatralidad pattica de Hugo Chvez). Esa es la tarea poltica de hoy.32 En la medida en que la educacin se reduzca a un simple vehiculizador de correcciones sistmicas slo se puede llegara resolver problemas de equidad, no problemas de igualdad (que requieren de la constitucin de actores sociales). Laideologa opera ragmentando las posibilidades de encausar intereses con bases comunes.33N. Lechner, Op. Cit., pp. 577-578.

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    la vigencia y consolidacin de valores que apunten a una radicalizacin democrtica y la construccinde proyectos histricos, sino que ms bien agudiza las tensiones entre ratio y subjetividad constitutivasde la modernidad. La cada vez mayor incapacidad para concebir los problemas de nuestras sociedadesen clave poltica, como problemas que requieren decisiones no meramente tcnicas, debilita la eserapblica democrtica debido a la alta de un debate agonstico en torno a las alternativas posibles alorden hegemnico, diuminndose la rontera entre derecha e izquierda y resultando cada vez ms

    irrelevante dicha esera.La poltica debe expresar sintomticamente los problemas culturales y sociales. Lo que seorcluye con el rechazo de la dimensin inherentemente antagnica de la sociedad es a n de cuentasel deseo que se juega en la creacin de identidades polticas o colectivas. No es posible comprenderla poltica sin el reconocimiento del deseo como actor esencial en la constitucin del orden social.La cuestin undamental para la poltica democrtica moderna no es cmo erigir un consensoracional, sino -como lo sostiene Chantal Moue- transormar (sublimar) el antagonismo potencialen agonismo, movilizando el deseo hacia propsitos democrticos.34 Se debe rescatar la nocinreudiana de conicto en tanto tensin entre el orden instituido de lo homogneo y la condicininstituyente, inherentemente subversiva y promotora de la dierencia, del deseo. El deseo, verdadero

    motor de la subversin del sujeto, es constitutivamente poltico.Ante la ausencia de debate sobre los undamentos de lo social; ante la prdida de los reerentesutpicos y del ideal emancipatorio; ante las crisis institucionales e identitarias; ante la cada de losgrandes movimientos sociales y la ragmentacin social encubierta por una cultura democrticaque desmiente el conicto -y en donde no hay tiempo ni espacio para la crtica; ante todo ello quNmesis nos va quedando? Asumir la subversin inherente al deseo, deseo de deseo que a travsdel lazo aectivo que instaura desterritorializa: eso es lo que los pinginos, seguramente sin saberlo,aprovecharon.

    La historia demuestra que aunque la economa sea el soporte material y la poltica un teatrode acontecimientos, el conicto principal tiene lugar en el discurso. Por el deseo podemos an ser

    realistasy pedir lo imposible.N

    c.t.a

    34Vase Chantal Moue, Polticas y pasiones: las apuestas de la democracia. En L. Aruch (comp.), Pensar este tiempo:espacios, aectos, pertenencias. Paids, Buenos Aires, 2005, pp. 75-97.

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    Discursos, hegemonas y subjetivacionesen la postdictadura chilena.

    Intervenciones a propsito del debate sobre educacin35*

    Camilo Smbler R.36**

    La teora materialista de que los hombresson producto de las circunstancias y de la educacin, y deque por tanto, los hombres modicados son productos decircunstancias distintas y de una educacin modicada,olvida que son los hombres los que hacen que cambienlas circunstancias y que el propio educador necesita ser

    educado.Karl Marx.

    Pero la libertad sigue siendo una ambiguapromesa de la cultura mientras la existencia de sta

    depende de la realidad vanamente conjurada y, en ltimainstancia, mientras la libertad depende de la disposicin

    sobre el trabajo de otros.Theodor W. Adorno.

    Introduccin.I.

    Hay acuerdos sonoros, bulliciosos, estridentes, casi dir a escandalosos. Son de aquellos queen su despliegue escnico alcanzan un mximo de resonancia, visibilidad y teatralidad, incluyendo ensu montaje ritual brazos en alto, entonacin del himno patrio y, por supuesto, la inaltable proclamacinde los intereses supremos de la nacin. La agenda meditica de la poltica encuentra en ellos suinatigable uente de sustento. Hay otros, por el contrario, que se gestan y mueven soterradamente,en las trastiendas de lo visible y lo sensible, pero que marcan una presencia permanente, inquieta,soocante e invasiva sobre lo cotidiano, sus sujetos, relaciones y orientaciones. Estos que no se

    resuelven en ocinas o salones ministeriales, sino ms bien en el terreno mismo de la historia son,para el ejercicio de la poltica, los indispensables.Uno de esos acuerdos se sita hoy en Chile en el mbito de la educacin. En eecto,

    prcticamente nadie pareciese dudar en la actualidad sobre la relevancia de la educacin, atribuyndoleuna necesaria promocin en tanto vehculo de una serie de atributos sociales positivos: herramientainstrumental ormadora de capital humano avanzado y competente para una insercin idnea en losmercados de trabajo globalizados, plataorma de trayectorias de movilidad ascendente y avances enmateria de equidad social, espacio de diusin de valores cvicos y ejercicio de prcticas democrticas,entre otros. La educacin, de este modo, se concibe hoy como el gran eslabn que permitiraarticular virtuosamente dinamismo econmico, integracin social y ortalecimiento de la democracia;

    permitiendo con ello, adems, un ingreso sustentable de las sociedades latinoamericanas en las redesinternacionales de produccin y diusin del conocimiento caractersticas de la nueva ase de la35*El presente artculo constituye una versin corregida y ampliada de la presentacin realizada en la II Jornada de Dis-cusin organizada por la Revista Nmesis como instancia preparatoria para su presente nmero, la cual llev por ttuloEducacin, ms all de la calidad: Actores, Hegemona y Tensiones en el modelo de desarrollo chileno.36** Licenciado en Sociologa, Universidad de Chile. [email protected]

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    modernidad esto es, la llamada sociedad del conocimiento37.E