Filosofia Politica Del Postmodernismo

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| LA FILOSOFÍA POLÍTICA DEL POSMODERNISMO. CONSIDERACIONES CRÍTICAS EN TORNO A LA OBRA DE JEAN-FRANÇOIS LYOTARD Y GIANNI VATTIMO. T E S I N A C I E N C I A P O L Í T I C A P R E S E N T A JOSÉ LIRA ROSILES MATRICULA: 204330360 Iztapalapa, Ciudad de México, julio, 2011. MTRO. MIGUEL GÓNZALEZ MADRID ASESOR DR. GUSTAVO LEYVA MARTÍNEZ LECTOR

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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DEL POSMODERNISMO.

CONSIDERACIONES CRÍTICAS EN TORNO A LA OBRA DE

JEAN-FRANÇOIS LYOTARD Y GIANNI VATTIMO.

T E S I N A

C I E N C I A P O L Í T I C A

P R E S E N T A

JOSÉ LIRA ROSILES

MATRICULA: 204330360

Iztapalapa, Ciudad de México, julio, 2011.

MTRO. MIGUEL GÓNZALEZ MADRID

ASESOR

DR. GUSTAVO LEYVA MARTÍNEZ

LECTOR

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A Natalia, pequeña flor de abril.

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AGRADECIMIENTOS

Agradezco sinceramente al Mtro. Miguel González Madrid por su apoyo irrestricto en el

desarrollo de cada una de las etapas de esta investigación; por su valioso papel en mi

formación académica; por la disposición permanente a la enseñanza y el diálogo; por las

discusiones en clases y fuera de ellas, que constituyeron siempre un provechoso

aprendizaje; por las incontables asesorías, recomendaciones, críticas y orientación

metodológica.

Agradezco especialmente al Dr. Gustavo Leyva Martínez por sus precisas asesorías,

observaciones fundamentales y consideraciones críticas a esta investigación, con lo cual

realicé ajustes importantes; por el interés y la dedicación empleados en la lectura de esta

tesina y por introducirme a la obra de Axel Honneth, lo que además me ha motivado a

proseguir y perfeccionar mis conocimientos del idioma alemán.

Deseo agradecer al doctorando Alejandro Nava Tovar por las diversas discusiones en

torno a esta investigación, particularmente las que tuvieron como tema la modernidad y el

análisis de la obra de Jürgen Habermas y la Teoría Crítica; por la lectura de esta tesina,

sus puntuales comentarios y recomendaciones, así como la motivación para proseguir y

profundizar el estudio de determinados temas filosóficos.

Así mismo, agradezco a los siguientes catedráticos de esta universidad, quienes con sus

rigurosas clases y diversas obras representaron, durante mi etapa en la licenciatura, un

papel fundamental en mi formación académica e intelectual, puesto que he aprendido de

ellos, mediante diversos campos y enfoques, la importancia del trabajo académico

metódico, riguroso y permanente: A la Mtra. Luisa Susana Luminato Díaz, al Dr. Javier

Sánchez Pozos, al Dr. Ángel Federico Nebbia Diesing, que dejó de estar con nosotros y

cuya falta constituye una terrible ausencia, al Dr. Armando Rendón Corona y a la Dra.

Carmen Trueba Atienza. A ellos y a mis compañeros gracias por todo.

José Lira Rosiles

Iztapalapa, México

Julio, 2011.

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LA FILOSOFÍA POLÍTICA DEL POSMODERNISMO. CONSIDERACIONES

CRÍTICAS EN TORNO A LA OBRA DE JEAN-FRANÇOIS LYOTARD Y GIANNI VATTIMO.

INTRODUCCIÓN. EL DEBATE ABIERTO POR LA FILOSOFÍA POLÍTICA

POSMODERNA EN LA CIENCIA POLÍTICA .................................................................. 7

Crisis de la modernidad: Descrédito del proyecto de la Ilustración y muerte de los

«Grandes Relatos» ............................................................................................................ 10

Un mundo convertido en fábula después del naufragio de las estrategias

revolucionarias clásicas: El fin de la historia.................................................................. 17

Hacía una política crítico-democrática más allá de la fábula posmoderna:

Reapropiación del espacio público y constitución del sujeto de facto ........................... 20

CAPITULO 1. POSMODERNIDAD, POSMODERNISMO Y POSMODERNIZACIÓN: UN

DIBUJO ENCRIPTADO ............................................................................................... 25

1.1 Las teorías de la posmodernidad de Jean- François Lyotard, Gianni Vattimo y

Fredric Jameson ............................................................................................................... 27

1.2 La constelación de conceptualizaciones y esquemas ................................................ 39

1.3 Concepto de posmodernidad, posmodernismo y posmodernización ....................... 55

CAPITULO 2. FILOSOFÍA POLÍTICA POSMODERNA: POLÍTICA Y SUJETO EN UN

MUNDO NARRADO COMO FÁBULA .......................................................................... 64

2.1 Estética de lo sublime: Paralogía y disensión en la Heterogeneidad. Jean-François

Lyotard ............................................................................................................................ 65

2.2 Estética del desarraigo-oscilación: Muerte de la metafísica y sociedad de los mass

media. Gianni Vattimo .................................................................................................... 79

2.3 Estética de la confección de mapas políticos y el nuevo arte político: Fredric

Jameson ............................................................................................................................ 87

2.4 Conclusiones ............................................................................................................... 97

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CAPITULO 3. CONTRA EL POSMODERNISMO. LA CRÍTICA A LA FILOSOFÍA

POLÍTICA POSMODERNA ....................................................................................... 104

3.1 La racionalidad comunicativa y consenso versus estética paralógica y «diferencia»:

Debate entre Jürgen Habermas y Jean-François Lyotard ............................................ 104

3.2 David Harvey, Alex Callinicos, Terry Eagleton y Enrique Dussel: Contra el

posmodernismo ............................................................................................................. 119

3.3 En defensa de la intolerancia, Slavoj Žižek contra el multiculturalismo: Más allá de

la pospolítica .................................................................................................................. 133

3.4 Conclusiones ............................................................................................................. 140

CONCLUSIÓN. MÁS ALLÁ DE LA FÁBULA POSMODERNA: UN PROYECTO POLÍTICO

CRÍTICO-DEMOCRÁTICO.......................................................................................... 148

La fábula posmoderna: La hegemonía de la sociedad de consumo y el sujeto de iure 149

El debate sobre la cuestión del «cambio» en la posmodernidad: El horizonte de un

mundo más allá de la fábula posmoderna .................................................................... 158

Un antagonismo binario: Entre el ser y el tener; el sujeto de iure y el sujeto de facto; el

hacer y lo hecho .............................................................................................................. 166

La filosofía moral del posmodernismo y la constitución de un proyecto crítico-

democrático en la posmodernidad ................................................................................ 173

BIBLIOGRAFÍA GENERAL .................................................................................. 195

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“Hoy parece como si se hubieran consumido las

energías utópicas, como si se hubiesen retirado del

pensamiento histórico. El horizonte del futuro se ha

empequeñecido y el futuro de la época, como la

política, ha cambiado fundamentalmente. El futuro

está teñido de pesimismo…”.

Jürgen Habermas, 1988.

“Transformar el mundo no significa hacer cualquier

cosa. Si hay que transformar el mundo es porque hay

en él una aspiración a otra cosa, es porque lo que le

falta ya está ahí, es porque su propia ausencia está

presente ante él”.

Jean-François Lyotard, 1989.

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INTRODUCCIÓN. EL DEBATE ABIERTO POR LA FILOSOFÍA POLÍTICA

POSMODERNA EN LA CIENCIA POLÍTICA

xiste un debate muy amplio e intenso en torno a la posmodernidad. El

concepto surgió específicamente en los campos literario y arquitectónico para

generalizarse en el ámbito estético y filosófico. Jean-François Lyotard, Gianni

Vattimo y Fredric Jameson, tres teóricos de la posmodernidad cuyas obras

analizaremos, coinciden en señalar la génesis de la posmodernidad en la

transformación del sistema capitalista después de la Segunda Guerra Mundial,

cambios consolidados hacia la década de 1970. Fue en esta década cuando

comenzó a configurarse el orden sociopolítico contemporáneo. Diversos

conceptos han sido acuñados para caracterizar a este período y a la sociedad que

en él se constituyó: capitalismo tardío, capitalismo posfordista, capitalismo

multinacional, capitalismo líquido, régimen y modo de acumulación «flexible»,

globalización; modernidad reflexiva, metamodernidad, modernidad alta,

hipermodernidad, segunda modernidad, modernidad líquida; sociedad

posindustrial, sociedad de los mass media, sociedad de la información, sociedad

del espectáculo, sociedad de consumo.

Una pregunta fundamental, que debe ser resuelta en la primera parte de este

trabajo, es: ¿Qué es la posmodernidad? La solución a esta cuestión es compleja y

problemática, debido a la amplitud de fenómenos, campos y disciplinas que

comprende, sobre todo además, porque no existe dentro de esta corriente un

consenso paradigmático en torno al nacimiento, características y definición de la

posmodernidad. El origen del término recorre desde el nihilismo nietzscheano y la

filosofía posmetafísica de Heidegger; la crítica literaria de Federico de Onís en la

década de 1930 e Ihab Hassan en la década de 1970; el fracaso político de los

movimientos antimodernistas y contraculturales de 1968 y el surgimiento del arte

pop, con la disolución de la frontera entre la cultura de élite y la cultura popular.

Por otra parte, a menudo es identificado con los marcos conceptuales del

posestructuralismo francés y el pragmatismo anglosajón. De tal forma,

E

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

se observa una carencia de unidad, asistematicidad, contradicciones, antinomias e

incluso paradojas en la gama de teorías y análisis sobre lo posmoderno. Esta

gama teórica heterogénea se caracteriza adecuadamente por medio de la

metáfora: como constelación, dibujo encriptado o puzle. Por otro lado, los límites

temporales, pero sobre todo los límites temáticos de esta investigación, no

permiten abarcar en su totalidad un debate de tal magnitud. El propósito es

analizar, en términos generales, el contexto histórico y teórico en que este debate

surge para analizar las principales definiciones y caracterizaciones del

pensamiento posmoderno, con el fin de construir un concepto de posmodernidad

que podamos emplear aquí tanto en términos operativos como analíticos.

Ahora bien, ¿por qué estudiar el pensamiento posmoderno? Alberto Aziz Nassif,

en La ciencia política: Empirismo, fortaleza vacía, hibridación y fragmentos (1998),

sostiene que la ciencia política y las ciencias sociales en general, se encuentran

en una etapa de fuerte fragmentación, en una época cuyo signo es el derrumbe de

las grandes certezas y la orfandad de grandes paradigmas, lo que incide sobre los

objetos de estudio como el poder y sus problemas, las instituciones y sus

reformas, el Estado en un nuevo referente global y los nuevos actores; además de

incidir en los marcos de conocimientos y en las formas de analizar y hacer política.

Aziz Nassif considera que la época del paradigma dominante y de las fronteras

bien delimitadas en la ciencia política, estuvo representada por el behaviorismo,

con autores como Gabriel Almond, David Easton, Robert A. Dahl y Karl Deutsch.

Así mismo, el surgimiento de los procesos de descentralización, la debilidad de la

política, la hibridación, la fugacidad y la globalidad constituyen, para Aziz Nassif, el

ambiente cultural en el que la ciencia y la teoría política de principios del siglo XXI

se enfrentan. Este ambiente cultural es la posmodernidad. En este sentido, David

Lyon sostiene que la posmodernidad ha puesto en tela de juicio los modelos de

análisis social y de práctica política (2005: 27). Klaus Von Beyme señala que la

mayor parte de las ciencias sociales no se han ocupado del pensamiento

posmoderno, sino que han existido únicamente intentos aislados de recepción

(1991: 144), por otra parte, afirma que “en un mundo de pensamiento

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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fragmentado, toda ciencia debe buscar su propia posición”, incluyendo la ciencia

política, aunque señala que la mayoría de los científicos políticos se ha mantenido

al margen del cambio de paradigma a la posmodernidad (1991: 329). Estos

autores consideran que la ciencia política no debe sustraerse del debate de las

temáticas centrales de la posmodernidad.

A más de una década de la publicación de estas obras, nos preguntamos acerca

del estado del arte del posmodernismo y la pertinencia o vigencia de este debate.

Los adjetivos y calificativos para el posmodernismo vertidos en éste componen un

mosaico opalescente, ha sido declarado: “un eslogan”, “un clisé”, “un capricho

intelectual”, un concepto que “plantea más problemas que los que resuelve”. En su

momento fue declarado: “una moda teórica”, “una nueva ideología”, “un artificio de

vanguardia”, “una expresión de regresión”. Actualmente se considera un “debate

acabado” o bien “pasado de moda”; en este sentido, el filósofo Konrad Paul

Liessmann considera que esta es una discusión “ya algo desabrida” (2006: 200).

No obstante, Fredric Jameson, uno de los teóricos más notables de la

posmodernidad, señala una cuestión central: No es posible el repudio facilista y

complaciente de la posmodernidad, así mismo, es corrupta cualquier celebración

igualmente facilista de ella (2002: 49; 1991b: 101). La premisa de esta

investigación es que el análisis de la sociedad de la primera década del siglo XXI,

en términos estéticos, sociales, económicos y políticos tiene como condición

necesaria el estudio crítico de los temas centrales que se discuten profusamente

desde la década de los setenta dentro de la corriente posmoderna, como el

surgimiento del capitalismo posindustrial, posfordista, liquido o multinacional, los

procesos de descentralización de la economía y el poder, la aparición de los

nuevos movimientos sociales, la globalización; la sociedad de consumo, del

espectáculo, de los mass media; la crisis de representación y participación política

de la ciudadanía, entre otros. Sin el estudio de la discusión, los aportes y la crítica

del pensamiento posmoderno, de sus postulados teóricos y filosóficos, es

impensable emprender un análisis teórico serio de la sociedad actual; por otra

parte, me parece poco riguroso, y en efecto complaciente, simplemente condenar

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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en bloque toda una corriente de pensamiento como si en sí mismo el

posmodernismo fuese un paradigma homogéneo. Constituye una falacia del

razonamiento, generalizar una crítica a partir de la obra de un determinado autor o

corriente del posmodernismo. Esta necesidad de estudio, análisis y debate de la

posmodernidad y el posmodernismo, fue comprendida por sus principales críticos,

como Jürgen Habermas, David Harvey, Alex Callinicos, Terry Eagleton, Enrique

Dussel y Slavoj Žižek.

Siguiendo la tesis de Fredric Jameson y David Harvey, la posmodernidad como

sistema social es consecuencia de la transformación del sistema capitalista

después de la Segunda Guerra Mundial: el tránsito del régimen de acumulación

fordista-keynesiano al régimen de acumulación «flexible», que ha configurado el

capitalismo posindustrial, tardío, multinacional o líquido. Es por ello, que la

realidad que comprende abarca una amplia variedad de fenómenos y disciplinas,

lo que imposibilita restringir el debate al ámbito de la estética y la cultura, esto es,

la interpretación de la posmodernidad sólo como estilo o corriente cultural. La

posmodernidad comprende campos como el filosófico, el científico y el

sociopolítico. Lo que interesa analizar particularmente en este trabajo son las

consecuencias sociales y políticas de la posmodernidad, así como el análisis y

crítica de los postulados filosóficos y sociológicos del posmodernismo, en tanto

que el creciente privatismo, el fenómeno del consumismo, el individualismo y la

frivolidad de la vida social, rompen la posibilidad de unidad de la interacción social

y vacían la esfera pública.

Crisis de la modernidad: Descrédito del proyecto de la Ilustración y muerte

de los «Grandes Relatos»

Uno de los primeros objetivos de esta investigación es contestar a la pregunta

¿qué es la posmodernidad? El prefijo pos significa después de, por lo que hablar

de posmodernidad implica dar por hecho el fin de la modernidad. Ahora bien, el

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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análisis de las tesis del posmodernismo acerca del fin de esta etapa histórica y la

configuración de una nueva, exige precisar, en primer lugar, qué fue la

modernidad. Contestar esta pregunta ofrece no menos dificultades, el debate en

torno a la modernidad, el modernismo y el proceso de modernización es

sumamente extenso y no menos problemático, en razón de la gran variedad de

fenómenos, corrientes y disciplinas desde las que se han construido definiciones y

caracterizaciones, aunque no obstante, existe un mayor consenso en torno a las

características centrales y cesuras históricas de la modernidad, a diferencia de la

posmodernidad. Nuestro interés primario en este trabajo de investigación es

analizar los postulados filosóficos, económicos, sociales y políticos de la

posmodernidad, del posmodernismo y la posmodernización, por lo que en la

definición de la modernidad analizaremos las definiciones y caracterizaciones

clásicas del tema.

Como una primera aproximación simultánea al posmodernismo y a la modernidad,

veamos algunas definiciones de la modernidad de los principales exponentes del

pensamiento posmoderno. Jean-François Lyotard, encuentra los primeros rasgos

de la modernidad en el trabajo realizado por Pablo de Tarso (el apóstol) y San

Agustín, en el sentido de haber adaptado la tradición clásica pagana y la

escatología cristiana. Los «grandes relatos» propios del proyecto de la

modernidad, contenían, secularizado, el dispositivo escatológico cristiano, esto es,

la promesa de un espacio-tiempo de redención o fin de la historia, que en Marx,

por ejemplo, consiste en el estadio de la sociedad sin clases. La crítica a este

dispositivo escatológico es uno de los aspectos fundamentales del pensamiento

posmoderno. A su vez, Fredric Jameson en su obra Una modernidad singular

(2004: 25), observa que ya en el siglo V d.C. podemos encontrar el uso de la

palabra modernidad con el Papa Gelasio I (494-495), con un sentido de simple

distinción de sus contemporáneos respecto a los Padres de la Iglesia. No

obstante, para Jameson, la modernidad comienza a configurarse en el

Renacimiento, al presentarse como una ruptura y muerte del prolongado período

oscurantista de la Edad Media. Por su parte, Gianni Vattimo elabora un concepto

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de modernidad que no específica cesuras exactas, considera que esta definición

se encuentra presente en muchos teóricos de la modernidad: “La modernidad es

aquella época en la cual el ser moderno se convierte en un valor, es más aún, en

el valor fundamental al que todos los demás valores se refieren”, por otra parte,

también es aquella época en que la acrecentada circulación de mercancías, ideas

y la movilidad social, ponderan el valor de lo nuevo y posibilitan la identificación

del valor del sí mismo con la novedad (1996: 92; 148). Esta serie de ubicaciones

temporales discontinuas de la génesis de la modernidad, es característica del

pensamiento posmoderno en su crítica al establecimiento de cesuras históricas

exactas. Para la posmodernidad la modernidad “se manifiesta como constelación

histórica” (Von Beyme, 1991: 33).

Klaus Von Beyme considera que los criterios para la definición de la modernidad

se relacionan con la disciplina desde la que se estudia, siendo que la filosofía nos

proporciona el concepto más amplio. De este modo señala que la filosofía sitúa el

concepto de modernidad a inicios del siglo XVII, con el establecimiento de dos

tradiciones filosóficas: el empirismo de Francis Bacon con su Novum organum

scientiarum y el racionalismo de Descartes con su Discours de la méthode. En

cambio, para la Ciencia Política los criterios para definir a la modernidad son: la

racionalidad jurídica, el constitucionalismo, la democratización y la burocratización.

Para la economía, aun cuando las teorías de Adam Smith y David Ricardo

contienen elementos de modernidad, esta comienza, en sentido estricto, entre la

publicación de Eléments d´économie pure (1874) de Leon Walras y los Principles

of Economics (1890) de Alfred Marshall.

Von Beyme señala que el inicio de la modernidad parece más claro en el ámbito

del arte. El modernismo comenzó con el abandono de la perspectiva lineal por

parte del pintor Paul Cezanne, aunque en términos estéticos el modernismo

careció de un programa unitario, incluyendo tendencias contradictorias como el

cubismo, el constructivismo y el impresionismo (1991: 33). En este sentido, Jürgen

Habermas considera que la modernidad se encuentra estrechamente relacionada

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con el arte europeo. Afirma que la modernidad estética adquiere un perfil nítido

con la teoría del arte de Baudelaire, que imprimió un núcleo semántico estético al

concepto de modernidad que conservaría hasta hoy. Este impulso creció con las

corrientes vanguardistas y se consolidó con el dadaísmo y el superrealismo

(Habermas, 1988: 267; 1989: 19). Konrad Paul Liessmann, por su parte considera

que el proceso de autonomización del arte, aunque es un tema muy discutido,

representa una señal decisiva de modernidad. El arte adquiere autonomía cuando

no se encuentra determinado por obligaciones o condicionamientos religiosos o

políticos, surgiendo una conciencia artística individual. Esta liberación o

desfuncionalización comienza propiamente cuando Hegel declara la muerte del

arte, en el sentido de que éste no sería más norma ni criterio de lo absoluto, de

modo que se libera de sujeciones sociales y religiosas (2006: 47). Por otra parte,

para Liessmann, el arte moderno nace hasta inicios del siglo XX cuando surgió la

abstracción, la atonalidad y el dadaísmo. En cambio, Perry Anderson (2000)

señala que el término y la idea de modernidad no provienen de Europa ni Estados

Unidos, sino de Hispanoamérica: el término modernismo fue acuñado por el poeta

nicaragüense Rubén Darío hacía 1890 cuando inauguró un movimiento estético,

con un espíritu de independencia cultural, bajo esta denominación.

Jürgen Habermas, en su obra El discurso filosófico de la modernidad (1989),

proporciona la conceptualización clásica de la modernidad. De acuerdo con el

filósofo alemán, el sustantivo «modernitas» data de la antigüedad tardía, donde se

utilizó en sentido cronológico. No obstante, el inicio de la modernidad, como época

histórica, se ubica en torno al siglo XVI, en el que acontecen tres procesos

centrales que comportan una divisoria histórica fundamental entre la Edad Media y

la Edad Moderna: El descubrimiento del Nuevo Mundo, el Renacimiento y la

Reforma. Enrique Dussel, en “El encubrimiento del otro. Hacia el origen del “mito

de la modernidad” (1994), enfatiza el origen de la modernidad en la primera cesura

identificada por Habermas: El descubrimiento del Nuevo Mundo. Dussel sostiene

que la modernidad como concepto nació efectivamente en 1492, en las ciudades

europeas medievales, libres y centros de una enorme creatividad. La génesis de la

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modernidad comienza con la ocupación de Granada por los Reyes Católicos,

poniendo fin al sultanato de Boadbil, por otra parte, en 1492 Colón parte de

Andalucía con el propósito de arribar a la India. El descubrimiento de América es,

para Dussel, un determinante central de la modernidad, ya que es entonces

cuando Europa Occidental, al dejar de ser el mundo periférico y secundario del

mundo musulmán, se constituye como un ego descubridor y colonizador, Europa

se coloca como centro y fin del mundo.

Habermas comenta que fue hasta el siglo XVIII en que surgió un concepto claro de

modernidad. Es Hegel quien abrió el discurso de la modernidad, al comprenderla

como neue Zeit (nuevo tiempo). Con Hegel la modernidad surge como la

autoconsciencia de una nueva época, como una apertura al futuro, al desarrollo, al

progreso, por otra parte, en la modernidad surge, como primer principio, la

subjetividad. Esta autoconsciencia y el principio de la subjetividad, de la libertad

subjetiva del individuo, fueron impulsados por el contexto cultural de la Reforma y

por la consolidación del orden social surgido tras la Revolución e Ilustración

francesa. Esta última constituye un referente esencial de la modernidad. Bajo el

paradigma del racionalismo cartesiano, articuló un proyecto de emancipación a

fines del siglo XVIII, concediendo una función determinante al ámbito racional del

hombre, guiado por los principios de libertad e igualdad (Harvey, 2004: 27 y 276;

Vértiz, 2006: 206). El proyecto de la modernidad superaría a la ignorancia y la

servidumbre por la constitución del individuo como ciudadano ilustrado. En este

sentido, para Habermas el proyecto de la Ilustración es el proyecto de la

modernidad (Habermas, 1988: 273; Wellmer, 1993: 104). Por otro lado, la

consolidación del Estado-Nación y la Revolución Industrial en el siglo XIX,

constituyen el referente del corolario de la modernidad: la fe en el progreso,

espíritu que recorre la filosofía de Hegel y el positivismo decimonónico (Habermas,

1989: 18; Vattimo, 1996: 92; Marramao, 1998: 157; Callinicos, 1998: 54; Solé,

1998: 27). Capitalismo, tecnología y progreso son, en este sentido, tres referentes

esenciales de la modernidad (Jameson, 2004: 18). Racionalidad instrumental,

individualidad, secularización, burocratización, capitalismo, producción científico-

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técnica, industrialización, urbanización y progreso, son palabras que caracterizan

a la modernidad y al proceso de modernización, y son conceptos fundamentales

de la obra de Marx, Durkheim, Weber, Simmel y Pareto.

En términos arquitectónicos el espíritu de la modernidad se materializó con el

surgimiento del Art Nouveau, que empleó elementos industriales como el ladrillo

rojo y las estructuras de hierro, representación en clave futurista de los logros de

la ciudad en términos de industria y progreso (Gámez, 2006: 123). Más adelante,

este modernismo arquitectónico sería continuado por Frank Lloyd Wright, Adolf

Loos, Le Corbusier en Francia y la escuela de la Bauhaus en Alemania,

empleando nuevos materiales como vidrio, hierro, acero y cemento, inaugurando

el Estilo Internacional (Habermas, 1998: 15; Bauman, 2001: 56). El último director

de la Bauhaus, Mies Van der Rohe, se considera el creador de la gramática

arquitectónica moderna, que en Chicago implantó el modelo de edificio de

estructura de hierro y vidrio, arquetipo del horizonte de la ciudad moderna del siglo

XX. Para Alex Callinicos, el Estilo Internacional representó el medio artístico

distintivo de la burguesía de mediados del siglo XX, su arquitectura racional,

funcional y monumental fue adoptada por las corporaciones norteamericanas

como símbolo de poder y prestigio (Callinicos, 1998: 294). La modernización, se

asocia a este proceso de urbanización en las naciones industrializadas.

La modernidad también se asocia con el proceso de diferenciación de los

subámbitos de la sociedad, que había sido estudiado en los trabajos de Spencer,

Durkheim, Simmel y Weber. Posteriormente, este enfoque fue continuado por los

teóricos de la modernización: Parsons, Smelser y Levy (Von Beyme, 1991: 89;

100; Solé, 1998: 85). El proceso de diferenciación es central en la definición de

modernidad de Jürgen Habermas quien, bajo la influencia de Kant y Weber,

interpreta a la modernidad como un proceso de diferenciación formal de las

esferas de valores de la ciencia, la moral y la estética. Cada una de estas esferas

se habrían diferenciado constituyendo áreas autónomas con sus propios principios

normativos: verdad, justicia y belleza, respectivamente (Habermas, 1988: 273;

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1989: 32). Estos ámbitos se institucionalizan como competencia de especialistas,

cuyo efecto central es un aumento de la distancia entre la cultura de expertos y la

cultura popular. En este sentido, una de las preocupaciones centrales de

Habermas, es el proceso de colonización del mundo de la vida por los sistemas de

acción económica y administrativa, ante lo cual habría que defender “una

apropiación de la cultura de especialistas desde la perspectiva del mundo vital”

(Habermas, 1988: 281).

El posmodernismo ha cuestionado ácidamente al proyecto de la modernidad. Esta

corriente se caracteriza por la sensibilidad sobre el estado de crisis, extinción o

liquidación de éste. Respecto a esta sensibilidad de la crisis o fin de la

modernidad, David Lyon (2005: 60) comenta que en los primeros análisis sociales

ya se habían escuchado notas de advertencia y preocupación, sobre todo en las

obras de Marx (alienación y explotación), Durkheim (anomía), Weber

(racionalización y burocratización) y Simmel (aislamiento y fragmentación social).

Treviño Moreno (2006:18) identifica a Sören Kierkegaard (filosofía de la angustia y

crítica al industrialismo) y a Friedrich Nietzsche (muerte de Dios-nihilismo), como

filósofos representativos del malestar en la modernidad. En términos estéticos,

este malestar está representado por el cuadro de Edvard Munch El Grito, que

expresa temas como la alienación, la anomia, la soledad y la fragmentación social

(Jameson, 1991: 31). Habermas (1988: 272), por su parte, encuentra la razón de

este malestar de la modernidad en función de que en el proceso de modernización

las pautas de la racionalidad económica y administrativa que en él dominan, han

colonizado el mundo de la vida, el cual se fundamenta en otra pauta: la

racionalidad comunicativa.

Erich Fromm, en la década de 1950, había identificado como la Gran promesa de

la sociedad industrial moderna: “la promesa de dominar la naturaleza, de

abundancia material, de la mayor felicidad para el mayor número de personas, y

de libertad personal sin amenazas” (2006: 21). Fromm señaló una serie de

problemáticas que se exteriorizaron claramente a fines de la década de los

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cincuenta: pobreza, desastre ecológico, burocratización, manipulación de la

opinión pública a través de los medios de comunicación y riesgo de una

confrontación nuclear. En este sentido, David Harvey (2004: 28) señala que el

siglo XX, “con sus campos de concentración, escuadrones de la muerte,

militarismo, dos guerras mundiales, amenaza de exterminio nuclear y la

experiencia de Hiroshima y Nagasaki”, ha aniquilado el optimismo del proyecto de

la ilustración. La Gran promesa del proyecto de la modernidad fracasó. Jean-

François Lyotard describe esta crisis como un descrédito de lo que denomina las

«metanarraciones modernas» o «grandes relatos», que son: el relato de la

emancipación de la humanidad en su vertiente ilustrada; especulativa; marxista y

capitalista: el primero fundado en el papel determinante de la razón contra la

ignorancia y la servidumbre; el segundo, en la realización de la Idea, de lo

Universal; el tercero, en la emancipación de la explotación y alienación por la

acción de la vanguardia revolucionaria y finalmente; el cuarto, en la emancipación

de la pobreza a través del desarrollo tecno-industrial. En este sentido, Alain

Touraine, en su obra ¿Qué es la democracia? (2006), reconoce una época de

inquietudes y temores, debido a que la racionalidad técnico-industrial, la

burocracia entendida como autoridad legal-racional y la estrategia de liberación

basada en la revolución social, se encuentran en una crisis evidente.

Un mundo convertido en fábula después del naufragio de las estrategias

revolucionarias clásicas: El fin de la historia

Comprendida dentro del «gran relato» de la emancipación de la humanidad del

proyecto de la Ilustración, la teoría marxista de la revolución social tenía como

objetivo la emancipación del proletariado de la enajenación y la explotación

mediante la acción de una vanguardia cuyo objeto era dirigir a la clase obrera. La

constitución del partido tenía como propósito tomar el poder del Estado, concebido

como una instancia central para la transformación de la sociedad. De este modo,

la vanguardia revolucionaria conduciría al proletariado a una transformación de

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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una «clase en sí» a una «clase para sí». Esta estrategia revolucionaria clásica

tuvo como correlato la doctrina materialista de la historia que señalaba un proceso

de tránsito de la sociedad capitalista a una socialista primero, comunista después,

impulsado por las contradicciones intrínsecas del capitalismo, la lucha de clases y

la acción revolucionaria de la clase obrera. Esta teoría, que corresponde a un

enfoque ortodoxo del marxismo, ha entrado en la actualidad en una crisis y

descrédito evidente.

El correlato íntimo de esta crisis es el desarrollo y hegemonía del sistema

capitalista, proceso acompañado de decenas de movimientos revolucionarios que

trataron de resistirlo, cuyos grandes hitos son la Revolución de Octubre, la

Revolución China, la Revolución Cubana y los diversos movimientos de guerrillas

de liberación nacional, así como los movimientos estudiantiles y populares

desarrollados en las décadas de 1960 y 1970. Finalmente, la caída del Muro de

Berlín y la disolución de la URSS en 1989 generaron una sensibilidad cuyo

referente es el fracaso histórico del proyecto de cambio social, liberación y

emancipación fundado en la estrategia revolucionaria basada en la acción

consciente de la clase obrera encabezada por una vanguardia, con la contraparte

del triunfo del sistema capitalista y la democracia liberal.

Jürgen Habermas, a pesar de afirmar que su intención no es abandonar el espíritu

del marxismo occidental (1988: 184), defendiendo al proyecto de la modernidad, al

concepto de razón y la Ilustración, tomó distancia del paradigma productivo y de

los enfoques basados en la centralidad de la sociedad del trabajo, para pasar a la

problemática de un mundo vital, caracterizado por la racionalidad comunicativa,

que es colonizado por los imperativos de los sistemas económico y administrativo.

Así mismo, las teorías posmodernas han abandonado también el enfoque teórico

basado en el mundo de la sociedad del trabajo que dominó el desarrollo de la

modernidad, en este caso con un espíritu neoconservador. El paradigma

posmoderno, después de declarar la muerte del proyecto ilustrado y el descrédito

de los «grandes relatos», fortalece la hegemonía de la idea del triunfo del

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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capitalismo global y la democracia liberal fundada en la derrota del comunismo

realmente existente, que tiene como correlato la crisis de las estrategias

revolucionarias clásicas. El enfoque conservador ha identificado esta temporalidad

como el fin de la historia o el fin de las ideologías.

Gianni Vattimo comenta que Friedrich Nietzsche, un filósofo fundamental para el

pensamiento posmoderno, afirmó en El crepúsculo de los ídolos: “El mundo

verdadero se ha convertido en fábula”. Para Vattimo, el mundo posmoderno se ha

transformado en fábula, la reificación es el paradigma posmoderno en el que el

mundo es reducido al dominio del valor de cambio. La crítica al capitalismo de la

modernidad tardía, a la sociedad de consumo, en razón de una sociedad basada

en el dominio de la existencia fundada en el valor de uso, es desacreditada por su

fracaso práctico y su trasfondo metafísico. En Vattimo subsisten las nociones de

libertad y emancipación, bajo la guía de un nihilismo activo como la última

oportunidad del posmodernismo. Pero esta libertad y emancipación no plantean la

superación de la sociedad capitalista actual, sino que se conciben posibles dentro

de la lógica de la tecnología de la sociedad capitalista y el efecto de desarraigo

que éstas producen. En el pensamiento de Lyotard, la fábula posmoderna es esta

descripción la muerte de las metanarraciones, que tiene como moraleja el fin de la

emancipación y un horizonte en el que el hombre no ocupa un lugar central. En la

obra de Lyotard se configura un dispositivo nihilista, la muerte de la esperanza. En

la posmodernidad, “la superioridad de la democracia capitalista ya no se

cuestiona” (Lyotard, 1998b: 138), incluso el último Lyotard, llegó a admitir que no

existe actualmente una alternativa política a la misma (1998b: 85, 95).

De tal modo, arribamos a un verdadero fin de la historia y a la articulación de un

posmodernismo conservador. El mundo como fábula, constituido tras la liquidación

del proyecto ilustrado, de la era de la muerte de la metafísica, de la muerte de los

metarrelatos, es una época en el que el sujeto apático, apolítico e individualista

extremo predomina, bajo el cuestionamiento a la misma naturaleza humana

respecto a la capacidad para cambiar. Los grandes proyectos colectivos se

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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ausentan junto con la política, al tiempo que la sociedad de consumo, el desastre

ecológico, el individualismo, la pospolítica y el abandono del espacio público se

consolidan. El mundo como fábula es una noche, como cree Alain Badiou (2008),

una noche que llega cuando la política se ausenta y todo principio de alternativa

desaparece en el horizonte de la temporalidad irrebasable de la democracia

capitalista-liberal. Este es el posmodernismo neoconservador, que no elabora una

crítica a la sociedad de consumo, ni concibe la pertinencia ni la vigencia de tal

crítica, en un discurso revestido de una ironía escéptica.

Hacía una política crítico-democrática más allá de la fábula posmoderna:

Reapropiación del espacio público y constitución del sujeto de facto

En la obra ya citada de Touraine encontramos una aguda crítica a las estrategias

revolucionarias clásicas. Touraine desconfía ampliamente de la estrategia

marxista y aún de aquellas que, aunque no basadas en aquella teoría, diseñaron

su proyecto de transformación en la oposición y confrontación directa entre clases

sociales que conforman un mapa político en el que podemos identificar una parte

dominada y otra dominadora. Touraine rechaza esta visión, porque conlleva a

imprimir a los movimientos una lógica de exclusión, cuestión contraria a la

democracia. No obstante, introduce una distinción entre las dirigencias y las bases

de los movimientos sociales, siendo que a menudo las primeras, en nombre de las

bases, derrocaron oligarquías siguiendo la estrategia del establecimiento de

dictaduras del proletariado o de gobiernos nacionalistas de corte autoritario, por lo

que, desde la génesis del movimiento, se habría establecido una estrategia

contraria a la democracia. Finalmente, las dirigencias triunfantes pretendieron

constituirse en la expresión directa de un pueblo o clase, configurando así

regímenes autoritarios, y en un caso extremo en regímenes totalitarios. Lo que

Touraine reconoce de estos procesos es el «deseo de liberación» que impulsa a

las masas, siendo que éste representa la condición necesaria de cualquier

régimen democrático: “No fue la clase obrera la que alimentó a los totalitarismos

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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fascistas y ni siquiera a los comunistas, fueron unas élites en el poder que

hablaron en nombre de una nación, una clase o una religión” (2006: 145). Jean-

François Lyotard da cuenta también de que los regímenes creados a través de

procesos revolucionarios se degradaron en un poder constituido contrario a este

«deseo de liberación»: Berlín (1953), Budapest (1956), Checoslovaquia (1968),

son representativos de la rebelión de los obreros contra el partido. Finalmente, la

conclusión lógica de la argumentación de Touraine lo llevó a afirmar que la

revolución, entendida como se ha plateado arriba, es contraria a la democracia.

Este es el escenario teórico-práctico de la posmodernidad: Deslegitimación de las

estrategias y proyectos modernos de cambio social y hegemonía del pensamiento

neoconservador. Frente a ello, las preguntas que han motivado esta investigación

son las siguientes: ¿Es el capitalismo neoliberal, la mercantilización generalizada

de la vida social, la crisis de participación y legitimidad de las instituciones, el

desastre ecológico y la pobreza extrema el correlato inevitable de la sociedad

actual?, en otras palabras: ¿otro mundo es posible? La presente investigación

teórica explora ir más allá del pensamiento de Lyotard y Vattimo en su faceta

neoconservadora, en la que el horizonte de emancipación es disuelto por la

condición posmoderna. Jameson, en su obra El giro cultural (2002), identifica a

esta visión de la inevitabilidad del triunfo del capitalismo consumista y de la

degradación ecológica con una cierta debilidad del pensamiento y la imaginación.

Siguiendo este razonamiento, en Una modernidad singular (2004) Jameson

vincula esta crítica a la noción del «fin de la historia», como excluyente de la

articulación de un proyecto político contemporáneo que incluya las nociones de

futuro y cambio radical. En este sentido, las preguntas más importantes que

constituyen el planteamiento del problema de esta investigación son las

siguientes: ¿Cuáles son las características de la sociedad, el Estado y el capital en

la posmodernidad?, ¿cuál es la caracterización del sujeto y la política en este

periodo?, ¿cuáles son las implicaciones políticas de la posmodernidad?, ¿cómo

entender la dialéctica del «deseo de liberación» en la posmodernidad?, ¿cuáles

son las contribuciones teóricas del pensamiento posmoderno que nos hace

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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replantear la teoría del cambio social?, y aún más importante, ¿cómo se configura

y constituye el sujeto del cambio social en la posmodernidad?, ¿cuál es el

horizonte teórico-práctico para la constitución de un proyecto crítico-democrático

más allá de la fábula posmoderna?

El capítulo primero tiene como propósito definir el concepto de posmodernidad. En

razón de la diversidad de disciplinas, enfoques y teorías de lo posmoderno se hará

una revisión lo más extensa que sea posible dentro de los límites temporales de

esta investigación. Se estudiarán en primera instancia los conceptos y

caracterizaciones de la posmodernidad de tres de los principales representantes

de esta corriente: Lyotard, Vattimo y Jameson. Más adelante, analizaremos la

constelación de conceptualizaciones que se han construido sobre este fenómeno.

Finalmente, elaboro una definición de los conceptos de posmodernidad,

posmodernismo y posmodernización con el fin de utilizarlos en este trabajo tanto

con fines operativos como analíticos.

Considero fundamental analizar detenida y detalladamente las «teorías de la

posmodernidad» de los tres principales teóricos ya mencionados. Toda vez que ya

definimos el concepto de posmodernidad, de modo que evitemos la polisemia del

término, podremos apreciar la riqueza y multidimensionalidad de estas teorías.

Elaboro este análisis no con un afán meramente enciclopédico o monográfico,

como la variedad de temas y caracterizaciones del fenómeno en la obra de estos

autores podría sugerir, sino siguiendo la idea de señalar las líneas argumentativas

centrales y las principales tesis, con especial énfasis en los fundamentos

filosóficos del posmodernismo y los aspectos económicos y sociopolíticos de la

posmodernidad. Una conditio sine qua non de la crítica es la comprensión, y sin

ésta, carece de validez y seriedad toda crítica al pensamiento posmoderno. Esta

será la materia del segundo capítulo, donde las consecuencias económicas,

sociales y políticas de la posmodernidad, se expresan siempre en el pensamiento

posmoderno como una estética: Estética de lo sublime: Jean-François Lyotard;

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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estética del desarraigo-oscilación: Gianni Vattimo; y Estética de la confección de

mapas políticos: Fredric Jameson.

Una vez que se ha establecido claramente la definición de la posmodernidad, y se

han analizado las principales teorías que integran este enfoque, confrontaremos al

pensamiento posmoderno con sus principales críticos. En primera instancia,

analizaremos el ataque de la Teoría Crítica, esto es, la confrontación clásica en el

debate en torno a la posmodernidad entre Jürgen Habermas y Jean-François

Lyotard, así como diversos análisis en torno a esta discusión. Enseguida se

estudian las críticas de David Harvey, Alex Callinicos, Terry Eagleton, Enrique

Dussel y Slavoj Žižek con el fin de elaborar una reconstrucción de la crítica a las

teorías posmodernas evaluadas en el capítulo anterior.

Finamente, analizaremos lo que hemos identificado como un mundo convertido en

fábula, es decir, la sociedad posmoderna: la sociedad pospolítica, del dominio del

capitalismo neoliberal, el sujeto remitido a los valores de la sociedad de consumo

y el abandono del espacio público. Este análisis será llevado en términos más

sociológicos, en el que responderemos a las siguientes preguntas: “¿Cuál es la

condición humana propia de la posmoderna sociedad de consumo?, ¿cuál es la

condición de la subjetividad en la época posmoderna?” En este punto

reflexionaremos en términos teóricos acerca de la cuestión del «cambio social» y

de la caracterización de una sociedad más allá de la fábula posmoderna,

respondiendo a las preguntas: “¿Es posible pensar en un más allá de la sociedad

de consumo posmoderna?, ¿cómo puede pensarse el cambio social en la

posmodernidad, después de la muerte de los metarrelatos y el naufragio de las

estrategias revolucionarias clásicas?, ¿Es posible sostener aún la vigencia de la

categoría emancipación? Finalmente, la tesis de la investigación es que siendo la

posmodernidad un orden social, económico y político consolidado en la década de

1970, la construcción teórica de un proyecto colectivo de cambio social expresa

necesariamente esta transformación empírica, de modo que los principios para

una política critico-democrático en la posmodernidad son: 1) Pluralismo-disolución

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José Lira Rosiles Introducción. El debate abierto por la filosofía política posmoderna en la ciencia política

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del sujeto monocentrado; 2) Conciencia de la particularidad del sí mismo; 3)

Muerte de las vanguardias; 4) Desontologización de la historia; 5) Fluidificación-

descentralización del poder; 6) Importancia de la cibernética y las tecnologías de

la comunicación y; 7) Fin de los proyectos de Revolución Social global. Estos

principios, constituyen el horizonte teórico-práctico para la constitución de un

proyecto político crítico-democrático en la posmodernidad. Así mismo, representan

la sustancia de una ética y praxis democrática en la articulación de la estrategia

política, considerando una de las contribuciones normativas esenciales del

pensamiento posmoderno: el reconocimiento de la inconmensurable diversidad de

luchas, lenguajes y proyectos que no pueden ser ya más subsumidos dentro de un

proyecto de corte autoritario y vertical. En su lugar, el horizonte que se dibuja

descansa en el dialogo y el acuerdo intersubjetivo, cuestión en la que coinciden

tanto los pensadores posmodernos como sus críticos, y que constituye el fin de

una práctica política democrática.

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CAPITULO 1. POSMODERNIDAD, POSMODERNISMO Y

POSMODERNIZACIÓN: UN DIBUJO ENCRIPTADO

Este capítulo tiene como propósito definir el concepto de posmodernidad. Se

analizan primero los conceptos de posmodernidad de Jean-François Lyotard,

Gianni Vattimo y Fredric Jameson. Enseguida, la constelación de conceptos y

caracterizaciones de esta fase histórica. Finalmente, se define el concepto de

posmodernidad, posmodernismo y posmodernización, con el propósito de

emplear estos conceptos en términos analíticos y operativos en la presente

investigación, intentando con ello evitar la ambigüedad o su entendimiento desde

los diversos significados que puede tener en función de la corriente o disciplina

en que se les interprete.

l término posmodernidad ha generado un debate caleidoscópico que

comprende campos que van desde la literatura, pintura, arquitectura, música

y cine, es decir, el campo estético, hasta el filosófico, científico y sociopolítico.

Este debate ha sido comparado con un dibujo encriptado (Wellmer, 1993:52) y con

un puzle (Lyon, 2005:33).1 No es la intención, ni el espacio lo permite, abarcar en

su totalidad un debate tan extenso como comprensivo, que abarca tan diversas

disciplinas, y en del cual se ha vertido un auténtico río de tinta. David Lyon, en su

obra Posmodernidad (2005), afirma que intenta lo imposible: exponer brevemente

qué es la posmodernidad, precaución que retomamos aquí.

1 No obstante, Wellmer advierte que esta analogía puede resultar en parte engañosa, ya que en un dibujo

encriptado el observador puede descubrir esto o aquello en un juego en el que lo ambiguo se encuentra dentro del fenómeno óptico. En cambio, en aquella constelación espiritual que es la posmodernidad, aun si la ambigüedad estuviera localizada en el fenómeno mismo, el observador no está situado externamente al dibujo, sino que estaría formando parte de él, por lo que no podría observarlo en su totalidad. Lo que Wellmer quiere decir es que no puede decirse nada revelador acerca de la posmodernidad a no ser que se haga desde una perspectiva teórica que al mismo tiempo ofrezca una imagen o representación del presente. Lo que me parece importante de esta metáfora empleada por Wellmer, es que denota la complejidad de esa constelación, compuesta por una heterogeneidad de conceptos y formas de pensamiento que giran en torno al prefijo pos (Wellmer 1993: 52). Por otra parte, la palabra inglesa puzzle ha sido castellanizada como puzle. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, sólo posee una acepción o significado: rompecabezas (juego).

E

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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La intención es introducirnos, en términos generales, al contexto en el cual este

debate surge para analizar las principales definiciones y caracterizaciones del

pensamiento posmoderno. Considero esencial analizar los conceptos de tres de

los principales exponentes de esta corriente: Jean-François Lyotard, Gianni

Vattimo y Fredric Jameson. El propósito es construir un concepto de

posmodernidad con el fin de emplearlo en este estudio, intentando con ello evitar

la ambigüedad o su entendimiento desde los diversos significados y

caracterizaciones que puede tener en función de la corriente o disciplina en que se

le interprete. No obstante, este estudio no se llevará cabo desde la perspectiva de

construir una síntesis de las estrategias o teorías posmodernas, cuestión

extremadamente difícil e incluso muy probablemente imposible, en función de las

paradojas, contradicciones y antinomias dentro del pensamiento posmoderno.2

Por otra parte, entre los estudiosos de la posmodernidad existe un debate en torno

a la pertinencia de conferir un estatus conceptual al término, cuando no de plano

se le niega. En palabras de Urdanibia (1990: 45), ha predominado un uso

operativo del término, más que un uso analítico. Es decir, se ha utilizado el término

para denotar un cierto estado, condición o conciencia, más que una realidad

histórica plenamente establecida e identificable. Lo que aquí se pretende es

conceptualizar a la posmodernidad de modo que podamos emplear el término con

fines tanto operativos como analíticos. En suma, conceptualizar aquél dibujo

encriptado o puzle que es el pensamiento posmoderno. Enseguida, entonces,

analizaré los distintos conceptos de posmodernidad de tal modo que, entre la

diversidad de planteamientos, podamos encontrar la estructura o los ejes

fundamentales del pensamiento posmoderno, que lo distinguen claramente de la

modernidad y el modernismo.

2 “El posmodernismo es un fenómeno tan variado que todo lo que se asegure de una obra está casi

destinado a ser falso en otra”; “Si el posmodernismo cubre todo, desde el punk rock hasta la muerte de la metanarrativa, desde las revistas de historietas hasta Foucault, entonces resulta difícil ver cómo un único esquema explicativo puede llegara a hacer justicia a una entidad tan raramente heterogénea” (Eagleton, 1988:13 y 45, respectivamente).

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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1.1 Las teorías de la posmodernidad de Jean- François Lyotard, Gianni

Vattimo y Fredric Jameson

Esencialmente, el posmodernismo temprano fue considerado como un movimiento

estético, con manifestaciones que se hicieron notar de modo prioritario en la

arquitectura y en la literatura, posteriormente en música, pintura y cine. Poco

después esta corriente de pensamiento se expresó en el campo de la filosofía, las

ciencias sociales y la política (Von Beyme, 1991; Anderson, 2000; Liessmann,

2006). Algunas veces es entendido como sinónimo de posestructuralismo francés

e identificado con la obra filosófica de Michel Foucault, Jacques Derrida, Jean

Baudrillard, Emmanuel Lévinas y Gilles Deleuze. Las obras de otros pensadores

han sido identificadas como parte de las teorías posmodernas, aunque éstos se

han distanciado del concepto: Niklas Luhmann, Ulrich Beck, Richard Rorty y

Zygmunt Bauman (Urdanibia, 1994:64; Lyon, 2005:35).

Albrecht Wellmer, en su análisis acerca de ese dibujo encriptado que es el

pensamiento posmoderno, encuentra en Jean-François Lyotard la “más completa

expresión hasta la fecha” del «movimiento de búsqueda» de esta corriente (1993:

58). Por otra parte, Perry Anderson señala que La condition posmoderne fue la

primera obra filosófica que adoptó la noción de posmodernidad, la cual denotaba

para Lyotard una trasformación general de las circunstancias humanas; por otro

lado, señala que “hasta el día de hoy sigue siendo quizá el libro más citado sobre

el tema” (2000: 40). En este sentido, David Lyon comenta que esta obra

popularizó el terminó posmodernidad (2005: 34). Por lo tanto, en esta

investigación considero indispensable estudiar el pensamiento de este filósofo

francés, cuya obra suscitó un encendido debate en el que el filosofo alemán

Jürgen Habermas encabezó la crítica.

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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Jean-François Lyotard, en La condition posmoderne (1998a),3 define a la

posmodernidad como: “El estado de la cultura después de las transformaciones

que han afectado a las reglas del juego de la ciencia, de la literatura y de las artes,

a partir del siglo XIX”. Estas transformaciones son en el campo económico lo que

Daniel Bell y Alain Touraine denominaron sociedad posindustrial. Lyotard analiza

en esta obra las consecuencias de estos cambios en términos culturales,

específicamente en relación con el saber, es decir, la epistemología. Por otra

parte, en la obra de Lyotard se articula una visión de lo posmoderno que no

responde a una delimitación temporal estricta, en cambio, afirma que posmoderno

no significa reciente, ni tampoco una época, sino: “otro estado de la escritura, en

sentido amplio” (1998b: 71); “más bien un modo (es el origen latino de la palabra)

en el pensamiento, en la enunciación, en la sensibilidad” (1999: 35). El pos indica

una conversión, una nueva dirección, dentro de una sucesión diacrónica de

períodos, esto es, dentro de una concepción no lineal del tiempo (1999: 90). El

término posmodernidad entonces es utilizado por Lyotard para denominar un

cierto estado, denota una sensibilidad de que algo no marcha ya en la

modernidad, por lo que el estado del pensamiento posmoderno es, precisamente,

la crisis de la modernidad (1998b: 74). En este sentido, el concepto de

posmodernidad en Lyotard, más que ser producto de una conceptualización

3 Lyotard señaló que esta obra se concibió como un informe del saber en las sociedades más desarrolladas,

propuesto al Counseil des Universités del gobierno de Quebec. En este sentido comenta que es un escrito de circunstancias (1998a:11). No obstante, su importancia en la consolidación del paradigma de la posmodernidad es fundamental. Anderson señala que tres años antes de la publicación de esta obra Lyotard había asistido a un simposio organizado por el teórico literario Ihab Hassan, quien en 1971 fue uno de los primeros en adoptar teóricamente la noción de posmodernidad, aunque en términos estrictamente estéticos como veremos más adelante. Por otra parte, para Anderson, esta obra realizada por encargo oficial, es una guía poco fiable para captar la postura intelectual más general de Lyotard, ya que una de las cuestiones centrales a la que la obra se limita es el destino epistemológico de las ciencias naturales, un tema en el que Lyotard era un lego y, en este sentido, Anderson cita una confesión realizada posteriormente por aquél en una entrevista: “Me inventé historias, me refería a una cantidad de libros que nunca había leído, y por lo visto eso impresionó a la gente; todo eso tiene algo de parodia […]. Es simplemente el peor de mis libros, que son casi todos malos, pero éste es el peor” (Anderson, 2000:40). Ahora bien, consideremos que esta declaración contiene una buena dosis de ironía y espíritu lúdico, típico en la obra de Lyotard: “Como presunto filósofo y escritor, confieso que no tengo posibilidad alguna de evitar ser un impostor” (1992:20). En este sentido, en la misma introducción a La condition posmoderne, Lyotard realiza una aclaración que Anderson no considera ni cita: “Queda añadir que el informador es un filósofo, no un experto. Éste sabe lo que sabe y lo que no sabe, lo sabe aquél. Uno concluye, el otro interroga, ahí están dos juegos del lenguaje”.

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sistemática, es decir más que ser un término analítico, es un término operativo y,

por otra parte, más que señalar una «nueva época» denota una condición

(Urdanibia, 1994: 42).

El concepto de posmodernidad es desarrollado por Lyotard en dos dimensiones: la

estética (literatura, cine, pintura) y la epistemológica (cuestión de la legitimación

del saber). En términos del arte, el concepto de posmodernidad es orientado a dar

cuenta de lo impresentable en la representación misma a través de una estética

de lo sublime, ámbito creativo de la posmodernidad, en oposición a la nostalgia o

melancolía del arte moderno. Dentro de la segunda dimensión, el saber, el análisis

se enfoca a la «crisis de las metanarraciones» y al dominio de los «criterios

performativos» en la investigación científica, para poner énfasis nuevamente en la

faceta creativa de lo posmoderno, específicamente con relación a la proposición

de «nuevas reglas de juego».

Lyotard vincula la cuestión del saber con el problema de la legitimación, siendo

fundamental este concepto para el entendimiento de la noción del «fin de las

metanarraciones». El saber no es entendido aquí únicamente como el saber

científico, sino que comprende la ética y la moral, es decir, la filosofía. Lyotard

postula que el estatuto del saber se encuentra desequilibrado y su unidad

especulativa rota. Este desequilibrio es analizado principalmente en cuanto a la

relación conflictiva entre saber científico y saber narrativo. La cuestión de la

legitimación se produce en la ciencia en cuanto ésta no sólo está interesada en

enunciar regularidades sino que busca lo verdadero y, en este sentido, el saber

científico no puede determinar lo verdadero sin recurrir a otro saber: el narrativo.4

4 Respecto a la relación de los diversos campos de conocimiento con la narrativa, Habermas afirma: “Pero

tampoco el pensamiento conceptual, ni siquiera en los ámbitos de la filosofía, de las ciencias sociales y humanas, e incluso en la física, mantiene el lenguaje teórico su autonomía frente a los elementos figurativos, metafóricos e, incluso, míticos. No hay una lengua exclusivamente conceptual” (1988:47); “Ya sabemos, al menos desde la obra de Mary Hesse, que también el lenguaje de los científicos está recorrido por metáforas […]” (1988:194). En este sentido, Vásquez Rocca (2006:46) considera que el interés por lo literario y artístico no tiene porque implicar un apresurado abandono del modelo discursivo y analítico característico de la filosofía, sino el acceso a un punto de vista más completo, otro límite crítico. Sostiene la tesis de que la «estetización generalizada», constituye una revitalización para la filosofía, trascendiendo el ámbito restringido designado por el paradigma cientificista y la tradición moderna. La tesis entorno a una

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La ciencia moderna es, para Lyotard, una clase de discurso que recurre a

metarrelatos para justificarse, estos son: la dialéctica del espíritu, la hermenéutica

del sentido y la emancipación del sujeto razonante o trabajador.5 Por metarrelato

o gran relato, Lyotard entiende a las narraciones que tienen función legitimante o

legitimatoria. John Stephens y Robyn McCallum señalan al respecto que las

metanarraciones o los metarrelatos son “un esquema de cultura narrativa global o

totalizador que organiza y explica conocimientos y experiencias” (1998: 6); un

ejemplo extraordinario de ello –pero no único– es la ciencia constituida en la

cultura occidental –sobre todo con el triunfo del paradigma empirista en el siglo

XX– la cual se asume como neutra, rigurosa y universal.6

Precisamente, la Idea de metarrelato proporciona legitimidad porque invoca lo

universal; es la base del proyecto de la modernidad (la realización de la

universalidad). Lyotard considera que el origen filosófico del metarrelato se

encuentra en la escatología cristiana que la modernidad laica comporta. ¿En qué

consiste la escatología propia del metarrelato? El dispositivo escatológico: “narra

la experiencia de un sujeto afectado por una falta y profetiza que esta experiencia

acabará en los confines de los tiempos con la remisión del mal, la destrucción de

la muerte y la vuelta al hogar del Padre” (1998b: 71). Es así, como podemos

encontrar los primeros rasgos de la modernidad en el trabajo realizado por Pablo

de Tarso (el apóstol) y San Agustín, en el sentido de haber adaptado la tradición

clásica pagana y la escatología cristiana. De este modo, el gran relato moderno

«estetización generalizada» es uno de los motivos de la crítica al posmodernismo (véase el capítulo tercero de este trabajo). 5 Perry Anderson señala que la noción de las metanarraciones fue formulada por primera vez por Lyotard en

su obra Instructions païennes (1977). En el origen este término se refería a una metanarración «maestra»: el marxismo (2000:44). En La condition posmoderne, como vemos, se extiende el catálogo de metanarrativas de la modernidad. Por otra parte, Erich Fromm reflexionó en la década de 1950 acerca de la Gran promesa de progreso ilimitado, propio de la sociedad industrial moderna: “la promesa de dominar la naturaleza, de abundancia material, de la mayor felicidad para el mayor número de personas, y de una libertad personal sin amenazas” (2006:21). Esta Gran promesa es lo que Lyotard llama Grand relato. 6 Vásquez Rocca (2011: 67) define a los metarrelatos como: “las verdades supuestamente universales,

últimas o absolutas, empleadas para legitimar proyectos políticos o científicos. Así por ejemplo, la emancipación de la humanidad a través de la de los obreros (Marx), la creación de la riqueza (Adam Smith), la evolución de la vida (Darwin), la dominación de lo inconsciente (Freud), etc. […]. El metarrelato es la justificación general de toda la realidad, es decir, la dotación de sentido a toda la realidad”.

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contiene, secularizado, el dispositivo escatológico cristiano. Por ejemplo, en el

caso del gran relato del marxismo el dispositivo escatológico lo constituye la

promesa de la sociedad sin clases, antes que la familia, la propiedad y el Estado

(Lyotard, 1998b: 72). Esta temporalidad paulatinamente liberadora, es

característica de la noción lineal del tiempo en la modernidad, a la cual Giacomo

Marramao (1998: 155) y Gianni Vattimo (1996: 15), junto con Lyotard, encuentran

su origen en la concepción escatológica propia del cristianismo y el hebraísmo

(Éxodo como relato de liberación y redención; historia como relato de la salvación-

redención).

Lyotard afirma que el proyecto de la modernidad no ha sido abandonado ni

olvidado sino que ha sido liquidado por sus efectos prácticos.7 Uno de estos

efectos, es Auschwitz: se trata del crimen que abre la posmodernidad. Otro factor

que da razón de esta liquidación es el triunfo de la tecnociencia capitalista, cuyos

progresos materiales no vienen acompañados de una mayor libertad, ni de un

caudal de riqueza mayor y mejor distribuida. La liquidación del proyecto de la

modernidad acelera el proceso de deslegitimación del que da testimonio lo

posmoderno. En este sentido, de acuerdo con Lyotard, simplificando al extremo,

podemos definir como posmoderna la incredulidad respecto a los metarrelatos: “la

función narrativa pierde a sus functores8, el gran héroe, los grandes peligros, los

7 Fromm señaló una serie de problemáticas que se exteriorizaron claramente a fines de la década de los

cincuenta, las cuales comportaron el fracaso de la Gran promesa: pobreza, el desastre ecológico, burocratización, manipulación de la opinión pública a través de los medios de comunicación y riesgo de una confrontación nuclear (2006: 22). 8 En lógica proposicional, [un functor es un] signo que enlaza las proposiciones entre sí, como por ejemplo

la disyunción débil (v), el bicondicional (↔) o la barra de Sheffer (|). También recibe el nombre de conectiva o constante lógica. No obstante, el concepto de functor es mucho más amplio que el de conectiva, ya que, al estar vinculado al concepto de función, hace referencia a operadores semánticos también presentes en otras ramas de la lógica, como la lógica de clases o la lógica de predicados. Así, pues, además de las conectivas, también son functores los operadores (la unión, la intersección, la complementación), los relatores (la predicación, la pertenencia, la inclusión, la equivalencia) y los functores determinativos (el descriptor y el abstractor)” (Véase Enciclopedia Filosófica Symploké, la voz “Functores” [en línea], <http://symploke.trujaman.org/index.php?title=Functor>). Gilles Deleuze y Félix Guattari dicen al respecto que “el objeto de la ciencia no son conceptos, sino funciones que se presentan como proposiciones dentro de unos sistemas discursivos. Los elementos de estas proposiciones se llaman functores. Una noción científica no se determina por conceptos, sino por funciones o proposiciones. Se trata de una idea muy variada, muy compleja, como ya se desprende del empleo respectivo que de ella hacen las matemáticas y la

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grandes periplos y el gran propósito” (1998a: 10).9 En función de lo anterior,

Lyotard comenta que se han producido lamentaciones por la pérdida de sentido

que la posmodernidad entraña. Este lamentarse consiste en dolerse porque el

saber ya no sea principalmente narrativo, no obstante esto es una inconsecuencia.

Es una inconsecuencia porque el saber narrativo no valora el problema de su

propia legitimación, sino que ésta se acredita así misma a través de la pragmática

de su transmisión, sin recurrir a la argumentación y transmisión de pruebas.10 Si el

científico interroga al saber narrativo encontrará que este no está sometido a

argumentaciones o pruebas. Esto, en general, no significa que no haya relatos que

no puedan ser creíbles, la decadencia de los grandes relatos no impide que

existan millares de historias y narraciones que forman parte del entramado de la

vida cotidiana.

La deslegitimación de los metarrelatos tiene su correspondencia en la crisis de la

filosofía metafísica y en la institución que la sustentaba, basada en el modelo

especulativo originado en la Universidad alemana de principios del siglo XIX.

Estas transformaciones en el campo del saber, son consecuencia directa de la

transición a la edad posindustrial, cuyo correlato cultural es la posmodernidad.

Lyotard identifica a la década de 1950 como el inicio de estas transformaciones en

Europa. Las innovaciones tecnológicas inciden sobre el saber científico, en la era

posindustrial predomina el saber como valor de cambio, esto es como producción

para el consumo. Lo que observa Lyotard es una creciente exterioridad del saber biología; sin embargo esta idea de función es lo que permite que las ciencias puedan reflexionar y comunicar. La ciencia no necesita para nada a la filosofía para llevar a cabo estas tareas. Por el contrario, cuando un objeto está científicamente construido por funciones, un espacio geométrico por ejemplo, todavía hay que encontrar su concepto filosófico que en modo alguno viene implícito en su función. Más aún, un concepto puede tomar como componentes los functores de cualquier función posible sin adquirir por ello el menor valor científico, y con el fin de señalar las diferencias de naturaleza entre conceptos y funciones” (Deleuze y Guattari, 2003). 9 “[…] el ocaso de los discursos universalistas (las doctrinas metafísicas de los tiempos modernos: los

discursos del progreso, del socialismo, de la abundancia, del saber” (Lyotard, 1991: 11). Como veremos en el capítulo tercero de esta investigación, Habermas considera que no debe resultar extraño que teorías como las de Lyotard ganen influencia, en razón de lo que este filósofo alemán considera el agotamiento de las energías utópicas ante el fracaso práctico en el siglo XX de las esperanzas basadas en el papel de la ciencia, la técnica y la razón articuladas en el siglo XIX (véase Habermas, 1988: 116). 10

Lyotard analiza esta cuestión en relación con la pragmática de los relatos populares del pueblo cashinahua (1998a: 47 y 1999: 42-43; 55-57).

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respecto al sabiente, en la que queda disociada la relación entre saber adquirido y

la formación (Bildung) del espíritu.11 Más importante aún, el saber adquiere

importancia como mercancía informacional indispensable para la producción y las

decisiones de gobierno, por lo que éste se encuentra, en la sociedad posindustrial,

en el centro de la competición mundial por el poder. Otro factor es el redespliegue

del capitalismo liberal avanzado después de la crisis del keynesianismo y del

comunismo real, que conllevaron a un auge del individualismo consumista. Así, en

el ámbito de los sujetos, la crisis de las grandes narraciones determina que los

objetivos teleológicos son confiados a cada individuo, con lo que cada uno se ve

“remitido a sí mismo, sabiendo que ese 'si mismo’ es poco”. No obstante, estos

son dos factores que explican sólo en parte este proceso de deslegitimación, el

cual halla sus gérmenes en el nihilismo inherente a los grandes relatos producidos

en el siglo XIX.

El principio de legitimidad, después del ocaso de los metarrelatos reside en el

criterio de performatividad, es decir, en el criterio de la eficiencia. Cuando el

Estado y las empresas han abandonado el relato de legitimación en cualquiera de

sus versiones, Lyotard afirma que lo único creíble es el poder. La legitimación

reside ahora en el poder, basado en la performatividad, en la optimización de las

actuaciones. Finalmente, Lyotard advierte que de este cuadro se puede inferir una

impresión pesimista, dada la renuncia al proyecto moderno de emancipación

universal. Los diálogos y proyectos son remitidos al ámbito local, particular, nunca

a lo universal, entendido como unidad de lo diverso, como política del terror.

Lyotard comenta que este pesimismo constituyó la inspiración de la generación de

comienzos del siglo XX en Viena: Musil, Kraus, Loos, Schoenberg y filósofos como

Mach y Wittgenstein.

Siguiendo el razonamiento expuesto por Lyotard, Gianni Vattimo (1990: 73)

reafirma el concepto de posmodernidad y la idea de que la modernidad ha

concluido. Aquí, el tránsito de la sociedad moderna a la posmoderna se vincula

11

"El saber es y será producido para ser vendido, y es y será consumido para ser valorado en una nueva producción; en los dos casos, para ser cambiado” (1998a: 16).

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directamente con la crisis del concepto de «Historia». Vattimo denuncia el carácter

ideológico de éste, siendo que el concepto hegemónico de historia se encuentra

centrado en occidente. Este concepto de historia es unificador, y posee la

pretensión de ser un punto de vista supremo (Vattimo, 1996: 13). No hay historia

única, sino una diversidad de imágenes del mundo propuestas desde diversos

enfoques (Vattimo, 1990: 76). Lo central es que la crítica al concepto de historia

conlleva a la crisis de la idea de progreso. La historia, entonces, no avanza hacia

un fin, no realiza un «plan de emancipación». Así, la historia es denunciada por

Vattimo como una construcción de occidente, donde predomina un cierto ideal de

hombre, en suma, un particularismo con pretensiones de universalidad.12 De este

modo, la poshistoria representa el carácter de la posmodernidad y su «ruptura

radical» con la modernidad.

En términos sociales, la posmodernidad emerge con el predominio de los mass

media, lo que es denominado por Vattimo como la irrupción de « la sociedad de

comunicación».13 Ésta se caracteriza por “la intensificación del intercambio de

informaciones y por la tendencial identificación (televisión) entre acontecimiento y

noticia” (Vattimo, 1990: 89). El efecto directo de los mass media ha sido la

«explosión», la «exteriorización», de Weltanschauungen (concepciones del

mundo). Cuando diversas subculturas pueden tomar la palabra, el efecto general

es que la sociedad se exterioriza como compleja-caótica, no como más informada

o más ilustrada, lo que no permite hablar de una «sociedad transparente» (1990:

78). Lo determinante en el paso a la sociedad posmoderna, es la multiplicación

vertiginosa de las comunicaciones, que hace posible la exteriorización y

confluencia de diversos discursos y subculturas. En lo anterior, debemos entender

la idea lyotardiana de fin de las metanarraciones a las que Vattimo concibe como

12

“La historia, lo opuesto a la historia con minúscula, es un asunto teleológico para el posmodernismo”; “Una rama del posmodernismo ve la historia como un asunto en constante mutación, exuberantemente múltiple y de final abierto, una serie de coyunturas o discontinuidades que sólo una violencia teórica puede juntar en la unidad de una narración única” (Eagleton, 1998: 77 y 78, respectivamente). 13

De acuerdo con David Harvey en la obra de Lyotard encontramos más de un indicio que el modernismo ha cambiado porque “han cambiado las condiciones técnicas y sociales de la comunicación” (2004: 68). Veremos que en la obra de Vattimo, este cambio en el mundo de la comunicación como génesis de la posmodernidad es absolutamente central.

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concepciones unitarias. Lo que Vattimo ataca es el principio de una realidad. ¿En

qué sentido se entiende lo anterior? Se entiende como el dominio de una

concepción única de la realidad, interpretación o Weltanschauung. Vattimo crítica

esta realidad y la relaciona con el concepto lyotardiano de nostalgia: su ataque es

contra una realidad, sólida, unitaria, estable y «autorizada». La realidad

posmoderna sería entonces producto del cruzamiento de múltiples imágenes,

interpretaciones y re-construcciones, distribuidas por los mass media en su lógica

de competencia y, lo más interesante, sin coordinación central.

Hasta aquí, la posmodernidad en voz de Lyotard y Vattimo. Analizaremos ahora la

obra de Fredric Jameson, de quien Perry Anderson comenta: “Ningún otro autor

ha producido una teoría tan penetrante o general de las dimensiones culturales,

socioeconómicas y geopolíticas de la posmoderno”.14 Por otra parte, Von Beyme

considera que su obra constituye una especie de marxismo posmodernizado

(1991: 155).15 Fredric Jameson, en su obra Una modernidad singular (2004),

afirma que no es posible simplemente continuar con la modernidad como si no

hubiesen sucedido transformaciones que han configurado lo que se denomina

posmodernidad, por lo que establece como cuarta máxima de la modernidad:

“Ninguna «teoría» de la modernidad tiene hoy sentido a menos que se pueda

aceptar como hipótesis de una ruptura posmoderna con lo moderno” (2004: 86).

Fredric Jameson rechaza restringir a la posmodernidad en el ámbito de la

ideología cultural o como descripción de una determinada estética o estilo (1991a:

101; 2002: 17), su hipótesis es que la posmodernidad es producto de las

transformaciones en el orden social y económico que se ha denominado también

sociedad posindustrial; de consumo; del espectáculo o de los medios de

14

Perry Anderson (en la introducción a Fredric Jameson (2002), El giro cultural. Escritos seleccionados sobre el posmodernismo 1983-1998, Manantial, Buenos Aires, pp. 11-14). 15

En Francia el neomarxismo fue sujeto a un proceso de posmodernización, habiendo tenido su expresión en la New Left Review, que bajo la influencia de Michel Foucault y Lyotard comportó un fin de las esperanzas revolucionarias y la despedida definitiva del sujeto revolucionario. Se transitó entonces del neomarxismo al posmarxismo (Von Beyme, 1991: 121). No obstante, aquí veremos que la obra de Jameson es crítica de la corriente posmoderna francesa.

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comunicación. Jameson considera a la posmodernidad como un concepto

periodizador, que da cuenta de las pautas culturales de esta nueva etapa del

capitalismo, de la transformación del modo de producción capitalista después de la

Segunda Guerra Mundial, denominada también como “capitalismo tardío o

multinacional”. Jameson, parte de la teoría de Ernst Mandel, desarrollada en su

obra Late capitalism, en la que definió una tercera fase del capitalismo originada

en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque rechaza que deba

designarse esta etapa como “posindustrial”, sino como capitalismo multinacional,

ya que este concepto denota la ampliación del capital hasta territorios antes no

mercantilizados. Por otra parte, esta tercera fase del capitalismo se caracteriza

también por una gran red informática y comunicacional descentralizada (1991a:

85). Siguiendo la teoría de Mandel, Jameson establece que la posmodernidad es

la lógica cultural del capitalismo avanzado. Durante la década de los setenta,

señala, se establece un nuevo orden internacional, caracterizado por la

dominación económica y militar de Estados Unidos en el que surgen procesos

como el neocolonialismo, la Revolución Verde, los avances tecnológicos e

informáticos, la globalización, el consumo de masas, la escisión entre capital

financiero y capital productivo y, la comercialización de la cultura. En este período

surge un nuevo tipo de sociedad, y de acuerdo con Jameson, en este diagnóstico

coinciden pensadores tanto marxistas como no marxistas.

Jameson afirma que el posmodernismo no es concepto aceptado, tampoco es

entendido de manera generalizada. Crítica su repudio facilista y complaciente, así

mismo, califica como corrupta cualquier celebración igualmente facilista de la

posmodernidad (2002: 49; 1991b: 101). Admite que, como cualquier otro, se ha

cansado del eslogan del posmodernismo, deplorando sus giros y usos incorrectos,

además de que es un concepto que “plantea más problemas que los que

resuelve”. No obstante, defiende el concepto, ya que caracteriza la situación de

manera eficaz y económica: “Tenemos que ponerle un nombre al sistema” (2002:

74). Ahora bien, lo fundamental en el concepto de posmodernidad según

Jameson, es que tiene consecuencias políticas, ya que las diversas posiciones

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que se adopten hacia él implican la articulación de visiones de la historia en las

que se evalúa el momento social en el que vivimos. Desde este enfoque es como

Jameson evalúa el pensamiento de Lyotard, del que, afirma, no puede analizarse

adecuadamente en términos únicamente estéticos, sino que lo central es que éste

diagnóstica un nuevo sistema social más allá del capitalismo clásico. De este

modo, problemas aparentemente sólo estéticos tienen consecuencias políticas,

concretamente, Jameson identifica a las tendencias posmodernas con los

procesos de descentralización y con la institucionalización de grupos pequeños

(2002: 70). Por otra parte, coincide con Lyotard en su noción de crisis de la

metanarraciones, vista por él como una crisis de los cánones, ya que en la

sociedad posmoderna no existen lenguajes normativos en términos globales, ya

que los mismos pasan a ser uno más entre todos los estilos locales-tribales.

Jameson identifica y adjetiva diversas posturas y análisis sobre la posmodernidad,

entre ellas: la antimoderna representada por Ihab Hassan; la proposmoderna de

Tom Walfe; la premoderna de Jürgen Habermas y; la antiposmoderna, también de

Habermas. Para Jameson lo fundamental de estas cuatro posturas es la

aceptación que hacen de forma explícita o implícita del término posmodernidad, ya

que coinciden en el diagnóstico de una ruptura entre los momentos moderno y

posmoderno, independientemente de la evaluación que hagan de ambos (2002:

45), por otro lado, considera que estas posturas son “susceptibles de una

expresión políticamente progresista o políticamente reaccionaria”.

En términos sociales, en la posmodernidad surgen fenómenos como la aparición

de nuevos tipos de consumo; un ritmo cada vez más rápido de cambios en la

moda y los estilos; la penetración de los medios de comunicación en la sociedad

en general; y el desarrollo de las grandes supercarreteras y la cultura del

automóvil (2002: 37). En términos estéticos, Jameson afirma que el

posmodernismo puede encontrarse en todas las artes: En arquitectura, Robert

Venturi, Charles Moore, Michael Graves y Frank Gehry; en cuyos edificios la

percepción del volumen y el espacio se desvanecen, pero más importante aún, es

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su carácter populista, con la generación de una corriente denominada arquitectura

pop, cuyas obras se encuentran insertadas en zonas comerciales, de comida

rápida y zonas de moteles, en este sentido, un edificio emblemático del

posmodernismo es el Bonaventura Hotel, de John Portman en Los Angeles. Lo

que distingue a la arquitectura posmoderna de la moderna es el abandono de la

aspiración utópica del espacio arquitectónico (2002: 50; 1991a: 88); en poesía,

John Ashbery; en pintura, Andy Warhol y en general el arte pop;16 en música, John

Cage, el rock punk y el new wave; en el cine, Jean-Luc Godard;17 y en literatura la

nueva novela francesa (2002: 17)18. La década de 1970 representa el período

transicional clave puesto que es en este período cuando la estética del alto

modernismo, que en su origen se había presentado como un arte de oposición,

subversivo ante la sociedad como el expresionismo abstracto, la poesía de Pound,

Eliot o Wallace Stevens, las obras de Stravinsky, la literatura de Joyce, Proust y

Mann, se habían ya institucionalizado, convertido en el establishment, dominando

la academia, los museos y las redes de galerías de arte, por lo que una nueva

generación de poetas, pintores y músicos iniciaron un movimiento de ruptura ante

tal ambiente asfixiante (2002: 16). En términos de teoría contemporánea, la

16

De acuerdo con Ian Chilvers el arte pop (pop art) es un término acuñado por el crítico inglés Lawrence Alloway para designar al movimiento que se desarrollo de 1950 hasta comienzos de 1970 en Gran Bretaña y Estados Unidos, centrado en la imaginería del mundo del consumo y la cultura popular. Una característica del arte pop fue el rechazo a cualquier diferenciación entre el buen y el mal gusto. Chilvers comenta que inicialmente en los Estados Unidos se consideró al arte pop como una reacción frente al expresionismo abstracto. En Estados Unidos, la representación más importante de esta corriente son las serigrafías de Andy Warhol, representando latas de sopa y las pinturas basadas en los cómics de Roy Lichtenstein (Chilvers, 2007: 754). 17

Jean-Luc Godard es típico representante vanguardista y progresivamente –a partir de 1967-68– pasa de un radicalismo formal (característico de la ola francesa del “Nouvelle Vague” en los años de 1950-1960) a un radicalismo político (al tipo de “cine militante” proclive al maoísmo) compartido por otros cineastas como el polémico Roman Polanski (nacido en París, de ascendencia polaca y con ancestros judíos) y el francés François Truffaut (el iniciador del movimiento “nouvelle vague”, crítico del academicismo y convencionalismo del cine francés de mediados del siglo XX). 18

La “nueva novela” (nouveau roman) francesa de Alain Robbe-Grille, Nathalie Sarraute, Claude Simon, Michel Butor y Samuel Beckett, que Jean Paul Sartre calificó como “antinovela”, ha sido un intento de reinvención de la historia a partir de estructuras discursivas organizadas por métodos de composición numérica-geométrica, y que fue una novedad en la segunda mitad del siglo XX, y aún continúa como tal en la obra de autores como Michel Tournier, Georges Perec y Michel Houellebecq (al respecto, véase Jameson, 2002: 17); más sobre el tema en el libro de Leo Pollmann, Nueva novela en Francia y en Iberoamérica, Gredos, España, 1971.

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posmodernidad no se define por los discursos sistémicos e integrados, como lo

fueron, por ejemplo, la obra de Wittgenstein o la filosofía analítica. En la

posmodernidad se ha configurado un nuevo discurso, asociado a la filosofía

francesa, concretamente a la obra de Michel Foucault. Jameson afirma que lo

propiamente posmoderno en la obra de Foucault, consiste en que no podemos

catalogarla únicamente como filosofía, historia, ciencia política o teoría social.

Como hemos visto la hipótesis central de Jameson es que el posmodernismo

como lógica cultural del capitalismo avanzado, es producto principalmente de las

transformaciones en el orden económico-social producidas después de la

Segunda Guerra Mundial. En este cuadro, Jameson nos previene de

conceptualizar esta transición en términos de una ruptura radical, sino más bien

debe ser entendido como una reestructuración de elementos ya dados, sobre todo

en el campo de la estética y la filosofía, donde encontramos rasgos propiamente

posmodernos. Estos rasgos o pautas, de estar subordinados, pasan a ser

dominantes, a ser rasgos centrales de la producción cultural. Por ejemplo, las

obras de Flaubert, Mallarmé y Mann, además de los filósofos a los que Ricoeur

clasificó como la filosofía de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud. Ácidamente,

Jameson señala que los intelectuales posmodernos le deben a estos tres filósofos,

obediencia conjunta (2002: 83).

1.2 La constelación de conceptualizaciones y esquemas

El conjunto de teorías y conceptualizaciones heterogéneas de posmodernidad,

serán analizadas aquí no en modo progresivo y lineal, sino que me parece más

adecuado, utilizar como metáfora la palabra constelación, en razón del carácter

discontinuo, contradictorio y no lineal de este conjunto. Como hemos mencionado

ya, la posmodernidad abarca diversos campos disciplinarios, desde la estética

hasta la filosofía, la ciencia y la política, por lo que los conceptos aquí referidos

necesariamente reflejarán esa diversidad, con lo cual, esperamos conseguir una

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visión amplia del fenómeno, para finalmente construir un concepto de

posmodernidad.

Albrecht Wellmer, en su obra Sobre la dialéctica de la modernidad y

posmodernidad. La crítica de la razón después de Adorno (1993), señala que el

prefijo pos forma parte de una red de conceptos y formas de pensamiento cuyo

referente común es la consciencia de encontrarse en el umbral de una sociedad

cuyos contornos aún no son claros, pero parece apuntar a la extinción del

proyecto histórico de la modernidad. Señala que las teorías posmodernas tienen

como temática recurrente la crítica a las nociones de razón y del lenguaje, siendo

que una de las proclamas centrales del posmodernismo es la muerte de la

modernidad. Wellmer comenta que los epitafios para la modernidad están repletos

de sarcasmo, acritud y odio: “Nunca un proyecto comenzado con tan buenas

intenciones –hablo del de la Ilustración europea- fue llevado a la tumba entre

tantas maldiciones” (1993: 104). Wellmer interpreta a la posmodernidad, no en

términos sociológicos, sino como un proyecto: el de la «autosuperación de la

razón». De este modo, el posmodernismo tiene un tema de fondo central: la crítica

a la razón «totalizadora». La posmodernidad sería entonces un movimiento de

búsqueda de una razón como juego de racionalidades plurales, asentada en una

tolerancia reciproca de los discursos y no como una razón ideal que comporte una

reconciliación de los juegos de lenguaje (1993: 112).

David Harvey, en su obra La condición de la posmodernidad (2004), delimita a

ésta como una condición histórico-geográfica específica. Siguiendo el análisis de

Jameson, en torno a la posmodernidad como producto de las transformaciones en

el modo de producción capitalista después de la Segunda Guerra Mundial,

sostiene que ésta etapa histórica nace de la crisis de hiperacumulación del

régimen de acumulación fordista-keynesiano, cuyo auge se ubica entre 1945 y

1973.19 Este régimen se basó en el dominio del Estado keynesiano, con un poder

19

Harvey adopta el enfoque de la escuela de la regulación, la cual entiende al régimen de acumulación como un periodo estable entre la acumulación y el consumo, como una correspondencia entre las condiciones de producción y las condiciones de reproducción de los asalariados. El régimen de acumulación, implica un

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amplio de regulación monetaria, fiscal y política, además un trabajo organizado

cuya disciplina se estableció en el New Deal de Franklin D. Roosevelt y por la

función corporativa de los sindicatos. El trasfondo de este proceso fue la

consolidación de la hegemonía económica, financiera y militar de Estados Unidos.

De 1965 a 1973 comenzó a gestarse la crisis del régimen de acumulación fordista

y del boom de la posguerra. La rigidez que comenzó a dominar la economía

determinó que, con el fin de mantener los compromisos del Estado keynesiano, se

imprimiera moneda, con lo que se desató la ola inflacionaria. 1973 fue el momento

culminante de la espiral inflacionaria y año además en que la OPEP desató la

crisis petrolera al incrementar los precios del petróleo. De este modo, en 1973 se

exteriorizó una profunda crisis de sobreacumulación; fiscal y de legitimación. La

respuesta a esta crisis, afirma Harvey, fue la articulación de un régimen de

acumulación «flexible», el cual se caracteriza: “por la emergencia de sectores

totalmente nuevos de producción, nuevas formas de proporcionar servicios

financieros, nuevos mercados y, sobre todo, niveles sumamente intensos de

innovación comercial, tecnológica y organizativa” (2004: 170). El capital adquiere

mayor movilidad y recurre al capital financiero como poder coordinador. El sistema

financiero se desreguló y adquirió una importancia fundamental en la economía

mundial, lo que para Harvey significa un mayor potencial para la formación de

crisis monetarias y financieras, por otra parte, el incremente en la capacidad de

movilidad del capital ha aumentado su poder sobre los Estados Nación.20 Por otro

lado, el empleo regular transita hacia los contratos de medio tiempo, subcontratos

o trabajo temporal, es decir, hacia la precarización laboral, la caída del nivel

modo de regulación, que significan las normas, leyes y hábitos que garantizan la unidad del proceso de producción y su estabilidad durante un determinado periodo. Harvey pondera estos términos por su valor heurístico (2004: 144). Por otra parte, comenta que en 1914 inició simbólicamente el fordismo, cuando Henry Ford estableció la jornada de cinco dólares y ocho horas en Michigan. El régimen de acumulación fordista, implicó la constitución de un nuevo tipo de sociedad racionalizada y modernista, basada en el consumo masivo 20

“Esto implicaría que el sistema financiero ha alcanzado un grado de autonomía de la producción real sin precedentes en la historia del capitalismo, que de esta manera entra en una era de riesgos financieros igualmente sin precedentes” (Harvey, 2004: 218). En efecto han ocurrido importantes crisis del capitalismo financiero neoliberal durante la década de 1990 y la primera del siglo XXI, la más reciente la crisis financiera originada en Estados Unidos en 2008 a raíz de la especulación en el sector inmobiliario.

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salarial y la seguridad laboral. Al mismo tiempo, Harvey señala que el mercado

laboral se ha reestructurado, con un mayor peso del sector de los servicios. Por

otra parte, en términos políticos, la posmodernidad se caracteriza por la llegada

del neoconservadurismo, representado por los gobiernos de Ronald Reagan y

Margaret Tatcher. El neoliberalismo tendría como eje la política económica

poskeynesiana de ataque a los salarios reales y el poder que los sindicatos habían

adquirido en el periodo de la posguerra, a través de las políticas de austeridad, el

recorte fiscal y el abandono del compromiso social.

La transición hacia un régimen de acumulación «flexible», fundado en la

inestabilidad y fragmentariedad, que ponderada la aceleración del ritmo de

innovación de las mercancías y la integración de nichos de mercado

especializados, como respuesta a la crisis de sobreacumulación del régimen de

acumulación fordista, no operó sólo en términos económicos, sino además en su

correspondiente modo de regulación social y política. La tesis central de Harvey,

es que el posmodernismo es un movimiento estético que nace de la crisis de

hiperacumulación que culminó en 1973, que con su celebración de la diferencia, lo

transitorio, el espectáculo y la moda, y en general con la creciente mercantilización

de la cultura, mimetiza estéticamente al nuevo régimen de acumulación «flexible»

(2004: 334).

Para 1960, cuando comienza la crisis del régimen de acumulación fordista,

surgieron diversos movimientos contraculturales y antimodernistas, los cuales

adoptaron lógicas antiautoritarias, un lenguaje iconoclasta y una crítica a la vida

cotidiana generada por los imperativos de la modernidad racional-técnico-

burocrática, el Estado y las instituciones sociopolíticas. Estos movimientos

contraculturales y antimodernos fueron el sustrato de 1968, el cual, para Harvey,

constituye el precursor político y cultural del posmodernismo. De este modo,

sostiene que entre 1968 y 1972 surgió el posmodernismo de la crisálida del

movimiento antimoderno. El posmodernismo nació de la derrota política de 1968

(2004: 55). No obstante, encontramos una cesura histórica sorprendentemente

exacta en la obra del arquitecto Charles Jencks, de quien Harvey cita:

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

43

“El fin simbólico del modernismo y el tránsito al posmodernismo se

produjeron a las 15:32 horas del 15 de julio de 1972, cuando el complejo

habitacional Pruitt-Igoe en St. Louis (una versión premiada de la

«máquina para la vida moderna» de Le Corbusier) fue dinamitado por

considerárselo un lugar inhabitable para las personas de bajos recursos

que alojaba” (Harvey, 2004: 56).

En adelante, la arquitectura de la Bauhaus, la arquitectura funcional, cedería ante

el nuevo paradigma Learning from Las Vegas, del arquitecto Robert Venturi.

Harvey comenta que el posmodernismo arquitectónico sostiene una visión

fragmentada de lo urbano, recuperando las historias locales y las necesidades y

fantasías particulares, en contraste con los grandes proyectos de la arquitectura

moderna, comprendidos en un proyecto social (2004: 85). De este modo el

posmodernismo arquitectónico defiende la autonomía del espacio y una

construcción basada en un estilo ecléctico y ornamental. En términos estéticos,

Harvey señala, siguiendo a Jameson, que el posmodernismo denota la disolución

de las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular, por lo que se presenta

como un movimiento antiaurático y antivanguardista.21 El posmodernismo se

enfoca a la producción cultural de acontecimientos, espectáculos, happenings e

imágenes de los medios. En el campo filosófico, Harvey afirma que el

posmodernismo denota la mezcla del pragmatismo norteamericano, el

posestructuralismo y el neomarxismo que elaboran una crítica de la razón

abstracta y una profunda aversión a los proyectos de emancipación social a través

de la ciencia, la razón y la tecnología. La deconstrucción como movimiento

iniciado por Derrida, a fines de 1960, caracteriza también al posmodernismo. Para

Derrida, el collage es una forma esencial del discurso posmoderno. El

21

Siguiendo la tesis de Jameson, identifica al modernismo alto como la estética propia del establishment que ejerció hegemonía después de 1945: “La gran literatura modernista de Joyce, Proust, Eliot, Pound, Lawrence, Faulkner –juzgada alguna vez como subversiva, incomprensible o perturbadora- fue canonizada por el establishment (en las universidades y revistas literarias más importantes)” (2004: 53, cursivas de Harvey).

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posmodernismo, pondera la fragmentación, la discontinuidad, el pluralismo, el

reconocimiento de otras voces.

En su obra Los orígenes de la posmodernidad (2000), Perry Anderson elabora un

minucioso análisis de la genética del término. Señala que la noción de

posmodernidad emergió en Hispanoamérica en los años treinta del siglo XX con

Federico de Onís, quien denominaba así a la corriente conservadora dentro del

propio modernismo, cuyas características eran el perfeccionismo del detalle y el

humor irónico. Frente a esta corriente, de Onís propuso un ultramodernismo que

llevara a éste a una nueva culminación a través del trabajo poético de las

vanguardias, con obras de alcance universal. El concepto de posmodernidad

introducido por de Onís, no tuvo una difusión más amplia en el ámbito

hispanoamericano. Veinte años después, el término posmodernidad fue utilizado

por Arnold Toynbee como categoría histórica, en el octavo volumen de su Estudio

de la historia, para describir a la época iniciada con la guerra franco-prusiana y el

proceso del auge de la clase obrera industrial en Occidente. Para Anderson las

deficiencias empíricas de la obra de Toynbee y sus conclusiones proféticas

contribuyeron al aislamiento de su obra. En Norteamérica, el término fue

introducido por el poeta Charles Olson, crítico del racionalismo humanista, en

quien encontramos un uso más adecuado del término, como descripción de un

mundo más allá de la era de los descubrimientos y de la Revolución Industrial. No

obstante, Anderson señala que las ideas estéticas de Olson no cristalizaron en

una doctrina concreta, con el inicio del ambiente anticomunista en Estados Unidos,

su poesía se volvió más irregular y aforística. En 1959 el término reapareció en la

obra de C. Wright Mills para designar una era en las que los ideales del liberalismo

y el socialismo estaban a punto de derrumbarse.

Ahora bien, Anderson comenta que el termino posmodernidad alcanzó una

difusión más amplia hasta los años setenta. En 1972 apareció en Nueva York la

revista Boundary 2, bajo el subtitulo “Journal of Posmodern Literature and Culture”,

con el reconocimiento de la influencia de la poesía de Charles Olson y la escuela

de poetas de Black Mountain. La contribución de Boundary 2, de acuerdo con

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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Anderson, fue estabilizar la idea colectiva de lo posmoderno, aunque la revista

literaria finalmente se decantó en un existencialismo sartreano y próximo también

a Heidegger. Entre los primeros colaboradores de esta revista se encontraba el

crítico literario Ihab Hasan, quien adoptó la categoría foucaultiana de ruptura

epistémica para definir al pensamiento posmoderno y su juego de indeterminación

e inmanencia. En el análisis de Hasan, Anderson señala que tres nombres

aparecían constantemente: el compositor John Cage, el pintor Robert

Rauschenberg y el diseñador Buckminster Fuller. No obstante, Hassan rechazó

analizar las consecuencias político-sociales de la posmodernidad, debido a la

aversión que sentía hacía la política. Posteriormente, en 1987 en su obra The

Postmodern turn, Hassan se distanció de la corriente posmoderna. Acusó al

posmodernismo de haber tomado un rumbo equivocado que lo condujo a

convertirse en una bufonada ecléctica. Por otra parte, Anderson señala que desde

el ámbito de la arquitectura en la década de los setenta el concepto fue adoptado

por Charles Jenks en su obra Language of Post-modern Architecture (1997), para

quien lo posmoderno en términos arquitectónicos consistía en un estilo de doble

codificación que apelaba simultáneamente a la sensibilidad educada y al gusto de

las masas. De acuerdo con Anderson, esta tesis había sido inspirada por la obra

Learning from Las Vegas (1972) del arquitecto Robert Venturi, un manifiesto

arquitectónico en el que se criticó a la arquitectura moderna, es decir, el Estilo

Internacional inaugurado por Mies Van der Rohe. Para Venturi la arquitectura

debía insertarse dentro de lo urbano sin las aspiraciones puristas del modernismo

arquitectónico, fundando un nuevo estilo basado en lo decorativo y asociando a la

arquitectura con las artes gráficas y la escultura. Con este antecedente puede

entenderse la obra de Charles Jenks, para quien finalmente en la década de los

ochenta lo posmoderno se materializó en una sociedad mundial de tolerancia

plural, que ofrecía una superabundancia de ofertas posibilitada por la sociedad de

la información.

Para Anderson la obra de Venturi y Jencks fue fundamental para que la

arquitectura portara la insignia de lo posmoderno, siendo el primer ámbito al que

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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suele asociarse a éste concepto desde entonces (2000: 37). El siguiente referente

esencial es la obra La condition posmoderne (1979) de Lyotard y la obra de

Fredric Jameson, cuyos conceptos de posmodernidad ya hemos analizado.

Anderson señala que la aparición de la posmodernidad corresponde a la década

de 1970, en la que identifica tres coordenadas históricas nuevas: La primera, la

liquidación de la tradición aristocrática en la Europa continental después de la

Segunda Guerra Mundial, proceso acompañado por la extinción de la burguesía

como clase poseedora de una moral propia y conciencia de sí misma, en su lugar

aparece un conjunto fluctuante de actores: ejecutivos, auditores, administradores y

especuladores del capital sin identidad estable ni estabilidad en la estructura social

(2000: 118). Otra dimensión del fin del mundo burgués es la liquidación de todo

establishment academicista al que un arte de vanguardia pudiera cuestionar. La

segunda coordenada histórica señalada por Anderson, es la evolución de la

tecnología, particularmente considera que un avance tecnológico fundamental que

provocó un salto cualitativo en el poder de comunicación de masas es la televisión

a color. Para Anderson la televisión a color, cuya masificación se consolido en la

década de 1970, representa la innovación tecnológica fundamental de lo

posmoderno, ya que en adelante la posmodernidad se constituiría también como

una maquinaria de imágenes, de modo que el entorno posmoderno está

constituido por un Niágara de cháchara visual (2000: 122).22 Ahora bien, la imagen

es sobre todo mensaje, y estos mensajes transmiten ideología en el sentido

completo del término. De este modo, la cultura posmoderna es ante todo la cultura

del espectáculo (2000: 156). La tercera coordenada histórica son los cambios

políticos de la época, coincidiendo con Harvey, entiende al posmodernismo como

producto de la derrota de los movimientos político-subversivos en la década de

1970, de modo que en la siguiente década la ofensiva de la derecha se expresó

en los procesos de privatización y ataque a la clase obrera de los gobiernos de

Reagan y Tatcher, en los que se constituyó el orden neoliberal. Anderson señala

que para la década de 1980 se consolidó el triunfo universal del capital y la

22

“La llegada de lo posmoderno ha instalado el dominio de las imágenes como nunca antes” (Anderson, 2000: 156).

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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cancelación de alternativas políticas. En suma, estas tres coordenadas históricas

caracterizan el surgimiento y consolidación de la posmodernidad, a las que

Anderson resume así: “la posmodernidad surgió de la constelación de un orden

dominante desclasado, una tecnología mediatizada y una política monocroma”

(2000: 126). En suma, para Anderson la posmodernidad es propia de sociedades

capitalistas de una riqueza sin precedentes y con niveles de consumo muy

elevados.

David Lyon, en su obra Posmodernidad (2005), afirma que este concepto ha

suscitado desde la década de los ochenta un debate importante en una gran

variedad de disciplinas, desde la geografía hasta la teología y de la filosofía a la

ciencia política, cuyo antecedente fue la controversia que tal término suscitó en el

arte, la literatura, arquitectura y cine. Identifica a Jean-François Lyotard, Jean

Baudrillard, Jaques Derrida, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Gianni Vattimo y

Richard Rorty como pensadores posmodernos. Señala que como concepto

socioanalítico cobró relevancia desde la década de los ochenta, siendo rechazado

por varias corrientes y pensadores, quienes acuñaron otros sustantivos, prefijos y

adjetivos para denotar al fenómeno posmoderno: modernidad alta, que expresa

una idea de madurez de la misma; modernidad tardía, que sugiere una etapa final;

hípermodernidad, para denotar que ciertos rasgos presentes marginalmente en la

modernidad que hoy predominan; metamodernidad, que expresa que las

condiciones propias de la modernidad se han transformado; y modernidad

reflexiva, que postula la autoconciencia de la modernidad misma (2005: 17). Lo

que tenían en común tales términos era el rechazo de la idea de que la

modernidad se habría detenido.

Lyon defiende el concepto de posmodernidad y critica su rechazo fácil al calificarla

como moda o capricho intelectual. La posmodernidad es producto de una serie de

procesos fundamentales que tuvieron lugar hacia fines del siglo XX, de modo que

no se puede considerar la situación actual como una mera prolongación de la

modernidad, incluso con cambios de mera forma. Esos cambios fundamentales

fueron señalados en la década de los setenta por Daniel Bell, que utilizó el término

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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“posindustrialismo” para describir la nueva realidad en la producción en la que el

sector de servicios se había convertido en predominante, además del auge de las

tecnologías de la comunicación y la información, que configurarían una “sociedad

de la información”, concepto del que el análisis de Lyotard parte, aunque sin la fe

en el progreso del que esta noción estaba imbuida. Lyon afirma que la

posmodernidad está íntimamente relacionada con el nihilismo occidental,

generado cuando la razón moderna se cuestiona así misma. Respecto a la

génesis de lo posmoderno, menciona a pensadores como Friedrich Nietzsche y su

filosofía nihilista; a Martin Heidegger y su amplia influencia en el pensamiento de

Gianni Vattimo, con la negación de entender el fin de la modernidad como un

escenario de decadencia y colapso cultural; George Simmel, con su análisis de lo

social no desde un punto de vista comprehensivo, sino fragmentario y la pérdida

de sentido en el mundo posindustrial. Este nihilismo posmoderno analizado por

Lyon expresa la crisis de la metanarraciones de La condición posmoderna de

Lyotard. La idea de progreso y razón entran en crisis. La primera dimensión

cuestionada es la noción de un conocimiento o cultura universal; la segunda, el

progreso basado en la tecnociencia, que generó un desastre medioambiental; y

tercera, la dimensión de la legitimación política, cuya crisis se refleja en la

desmotivación del ciudadano-trabajador.

En Lyon encontramos una importante distinción entre posmodernidad,

posmodernismo y posmodernización. Sostiene que la posmodernidad denota el

auge de las tecnologías de la información y la comunicación, que facilita la

extensión de las relaciones sociales en el fenómeno propio de la globalización, en

un ambiente de sobreproducción de imágenes, objetos y diferencias (2005: 99).

Para Lyon el rasgo esencial de la posmodernidad es la comunicación,

especialmente a través de las redes informáticas; por otra parte, se caracteriza por

el surgimiento de nuevos movimientos sociales relacionados con problemas

étnicos, ecológicos y de género y; finalmente, expresa el dominio del consumismo,

que ha llegado a eclipsar la posición central de la producción. La sociedad de

consumo, es una categoría fundamental para entender el fenómeno de la

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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posmodernidad, ya que es el consumo lo que domina la existencia y lógica social

de los sujetos posmodernos. Ello determina el cuestionamiento de los anteriores

modelos de análisis social y práctica política. De este modo, Lyon defiende la

utilización del concepto de posmodernidad en todo intento de describir el cambio

cultural, aunque niega que la posmodernidad sea una sociedad completamente

nueva o que podamos identificar alguna sociedad con este concepto. La

posmodernidad para Lyon, denota aquel estado de crisis de la modernidad, la

aparición de nuevas tecnologías y formas de relacionarse socialmente.

El posmodernismo, que acentúa lo cultural, cuestiona todos los principios de la

ilustración europea: “El posmodernismo se refiere aquí a fenómenos culturales e

intelectuales, a la producción, consumo y distribución de bienes simbólicos” (2005:

26).23 El eslogan propio de este posmodernismo es “Aprender de Las Vegas”, o

de los indígenas, la naturaleza o lo que sea, agrega Lyon, ya que en un ambiente

en que los discursos proliferan y se multiplican, el logocentrismo queda

desacreditado. El estilo propio de este posmodernismo es el collage. Finalmente,

la posmodernización se refiere a los procesos de movilidad y flexibilidad en la

producción industrial, el predominio de los trabajadores de la información y la

tecnología como principal factor de la innovación en los métodos de producción y

la creación de nuevas formas y vías de relacionarse socialmente (2005: 108).

En términos cercanos a Jameson, Anderson y Lyon, Terry Eagleton, en su obra

Las ilusiones del posmodernismo (1998), define a la posmodernidad como un

periodo histórico específico y al posmodernismo como una forma de la cultura

contemporánea. En este trabajo, Eagleton usa indistintamente ambos conceptos.

Señala que la posmodernidad es un estilo de pensamiento que desconfía de las

nociones de verdad, razón, identidad y objetividad, la idea de progreso universal o

emancipación y de los grandes relatos. En este sentido, considera al mundo como

contingente, inexplicado, diverso, inestable, indeterminado; con un escepticismo

en torno a la objetividad de la verdad, la historia y las normas. Como Jameson,

23

Esta distinción es hecha por Lyon con un propósito analítico, con un carácter aproximativo, ya que señala que lo cultural es indisociable de lo social.

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Eagleton considera que la posmodernidad tiene un sustrato material: una nueva

forma de capitalismo en Occidente relacionado con la importancia de la

tecnología, el sector de servicios, finanzas e información, y con la sociedad de

consumo. En este sentido, encontramos en Eagleton la reafirmación de la tesis de

que la posmodernidad no es meramente un estilo, sino una realidad social: “Parte

del poder del posmodernismo es el hecho de que existe, mientras que considerar

existente el socialismo es más discutible” (1998: 13). Como estilo cultural, el

posmodernismo denota un arte sin profundidad, descentrado, sin fundamentos,

autorreflexivo, juguetón, ecléctico, pluralista, que rompe con la distinción entre la

alta cultura y la cultura popular.

Klaus Von Beyme, en su obra Teoría política del siglo XX. De la modernidad a la

posmodernidad (1991), señala que en las ciencias sociales las teorías

posmodernas se impusieron en contra de los conceptos de sistema y totalidad,

resaltando en cambio su carácter compilatorio. Por otro lado, evalúa la

problemática en torno a la periodización de la posmodernidad, ya que “un

pensador posmoderno consecuente no puede aceptar una época posmoderna

claramente delimitada” (1991: 145). Comenta que Charles Jencks situó su

nacimiento en 1960, y que otras situaciones históricas se consideran como

cesuras, tales como el activismo de la generación de 1968 o la demolición de

edificios representativos de la modernidad clásica en St. Louis en 1972. La tesis

principal de Von Beyme es que la posmodernidad no comporta un paradigma

completamente nuevo que reemplace a la modernidad, sino que representa la

radicalización y culminación de sus principios. Siguiendo esta idea, señala que

puede entenderse la paradoja del futuro anterior de Lyotard cuando éste afirmó:

“Una obra no puede convertirse en moderna si, en principio, no es ya

posmoderna” (Lyotard, 1999: 23). En este sentido, la posmodernidad no comporta

una negación completa de las conquistas de la modernidad, los principios

modernos que han tenido continuidad en el pensamiento posmoderno son: el

antievolucionismo, el método comparativo (método de la diferencia) y la

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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diferenciación de las subesferas de la sociedad, aunque señalando la primacía de

la cultura.

Von Beyme caracteriza a la sociedad posmoderna como sumergida en una época

de hedonismo dominada por el yo minimalista, que vive en apatía y falta de

compromiso social. Este individualismo hedonista de la sociedad posmoderna

tiene como contraparte los encounter groups y las terapias de felicidad, cuya

expresión vital es el art pop (1991:154). En este sentido, en la posmodernidad el

conflicto entre política y economía no aparece ya como dominante, sino las

relaciones de intercambio entre la cultura y la economía, en las que la cultura es

sometida a un proceso de comercialización. En términos sociales, la

posmodernidad comporta el dominio de la sociedad multicultural y el debilitamiento

de las fronteras del Estado-nación, imperando como paradigma los procesos de

descentralización y localismo.

El posmodernismo no surgió como un grupo paradigmático compacto, sino que

éste se articuló en varios momentos. El primer concepto que logró tener influencia

fue el de poshistoria, creado por el filósofo francés Antoine Augustin Cournot

durante el Segundo Imperio. Después vendrían conceptos que lograrían

imponerse rápidamente como sociedad posindustrial, posfordismo,

posmaterialismo hasta llegar al posfeminismo. El posmodernismo, denota un

desencantamiento de la filosofía, situando como centro una pulsión lúdica. En la

articulación del pensamiento posmoderno influyeron las ciencias naturales y la

teoría del arte (1991: 323). Los principios relevantes del pensamiento

posmoderno, de acuerdo con Von Beyme, definidos negativamente en referencia a

su distanciamiento de la modernidad, son: Indeterminación, fragmentación,

hibridación, disolución del canon, pérdida del yo, ironía, carácter de constructo e

inmanencia. A su vez, identifica seis rasgos característicos: 1) La revolución del

concepto de tiempo y la conciencia de vivir en una época de transformación

histórica. En este sentido se el posmodernismo percibe una aceleración de la

vivencia del tiempo que se potencia en esta fase histórica. Esta aceleración se

manifestó en el arte en el happening: “la posmodernidad ha aprendido a vivir con

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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la vivencia de lo efímero”.24 2) La acentuación en la irreligiosidad de la

modernidad. Se renuncia a la búsqueda de un sentido global, de una teleología; al

ámbito de la trascendencia e incluso a la imposibilidad de encontrar normas

comunes; 3) la distancia irónica y el placer por lo lúdico. El pensamiento

posmoderno se distancia de la seriedad moral de la modernidad clásica, lo que

exaspera a los defensores de su proyecto, como Habermas; 4) la aceptación de la

sociedad de consumo posindustrial; 6) el abandono del concepto de sociedad,

sobre todo desde el enfoque deconstructivista y la obra de Niklas Luhmann y; 6) el

rechazo a una relación instrumental con la naturaleza (1991: 169).

De este modo, el pensamiento fragmentado de la posmodernidad se opone a la

formación de teorías integradas, siendo que en la modernidad tardía se convirtió

en anacrónica la idea de “una ciencia, un método y un paradigma teórico”. Los

principios de la «teoría política posmoderna» son: 1) desustancialización del

poder. El análisis del poder y la dominación en la modernidad clásica se concibió

en términos verticales, en la posmodernidad se entendió como análisis reticular,

horizontal, sin que se verifique una sede espacial, institucional del poder, en

cambio este funciona a través de una estructura reticular, de un modelo de

macrocontrol descentralizado que caracteriza al Estado posmoderno25; 2) fin de la

teoría de la revolución. Los pensadores posmodernos consideran a la teoría de la

revolución como parte de una tentación totalitaria, se ponderan en cambio las

transformaciones en el aquí y el ahora por medio de la actividad. En este sentido

también caen bajo sospecha el internacionalismo y el cosmopolitismo de la

modernidad clásica, caso de Antonio Negri cuando señala el “fin del

internacionalismo obrero”; 3) intensificación del concepto de pluralismo, que ha

mostrado dificultad para integrarse en un una teoría de la decisión democrática,

cuestión que podemos ejemplificar con el flujo conflictivo de un universo

24

Esta caracterización de la temporalidad como aceleración o fugacidad es fundamental en el concepto de sociedad liquida de Zygmunt Bauman. Conceptualmente Bauman rechaza la noción de posmodernidad, optando por el término modernidad líquida. (Véase Bauman, 2006 y el último capítulo de este trabajo). 25

Característico es el modelo pospanóptico de poder descrito por Bauman o el Imperio de Hardt y Negri. La posmodernidad también ha dispuesto una fluidificación del poder, en este sentido, el modelo de poder liquido de Bauman es representativo (Véase Hardt y Negri, 2002; Hardt y Negri, 2004).

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heterogéneo de juegos de lenguaje no sometidos a un lenguaje común ni a la

noción de consenso, en la filosofía de Lyotard; el siguiente principio se encuentra

íntimamente relacionado con el anterior; 4) revalorización de las minorías y crítica

al principio de mayoría. Finalmente, la filosofía posmoderna con la postulación de

la muerte de las metanarraciones y la construcción de un pensamiento

posmetafísico comporta el fin de las teorías de la legitimidad, ya que estas son

consideradas por los teóricos posmodernos, como parte de las narraciones

emancipatorias míticas.

Zidane Zeraoui (2006) analiza a la posmodernidad por medio del concepto de

paradigma de Thomas S. Kuhn. La época contemporánea es el escenario de la

transición entre dos paradigmas, una época, por lo tanto, de incertidumbre y

relatividad. Zeraoui, esboza los paradigmas de la posmodernidad en diversos

campos y disciplinas. En la ciencia el paradigma posmoderno se caracteriza por la

interdisciplinariedad, indeterminación, inestabilidad y caos como principio de

creatividad, no reduccionista ni determinista. En política el paradigma posmoderno

se caracteriza principalmente por la crisis de los sistemas autoritarios que permite

la irrupción de nuevos actores sociopolíticos tales como las redes no

gubernamentales, a su vez por los sistemas de consenso; los sistemas disipativos;

el poder descentralizado; disolución de las fronteras; paridad hombre-mujer; y el

lema “pensamiento global, acción local”. En el ámbito de la economía, se

caracteriza por: la mundialización de la economía; el modelo de producción

flexible; la incertidumbre y; el desarrollo a través de la información y la tecnología.

Finalmente, en términos sociales, el paradigma posmoderno expresa la tendencia

al refuerzo de los lazos comunitarios y el sentimiento localista, así como:

flexibilidad en las costumbres, conciencia de la cuestión ambiental, reconocimiento

de las limitaciones de la ciencia y el asociacionismo libre.

Cárdenas Bonilla (2006) considera que el concepto de posmodernidad se refiere al

planteamiento del pluralismo ideológico con la ponderación de pequeñas

narrativas culturales y étnicas frente a las políticas etnocentristas y redentoras; al

antiuniversalismo; y al rechazo hacia las viejas formulas para alcanzar el bienestar

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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sociopolítico, ya que la modernidad fue incapaz de cumplir sus promesas: No se

alcanzó mayor libertad, educación y distribución de la riqueza y, por otra parte, el

desarrollo de las ciencia y la tecnología ha conllevado a una profunda

desestabilización de los ecosistemas y un avance significativo en armamento y

sistemas de inteligencia militar no comparada con la investigación médica, que

adolece de falta de financiamiento.

Rocha Gámez (2006: 122) define a la posmodernidad como un periodo que

“afecta a los niveles como el cultural, filosófico y político con aspectos críticos y

autocríticos inconclusos de la modernidad y con que se niega a examinar los

orígenes o los fines […]”. En el arte, el término se utiliza para caracterizar a

artistas o escritores no tradicionales ni conservadores, cuya obra emplea términos

y conceptos como trasnacional, globalizado, intercultural y mediatización de la

cultura. El arte posmoderno, inicia con la corriente del Funk Art, cuyo objeto

estético eran temas urbanos de finales de los cincuenta: miedo a la muerte,

aborto, violencia e injusticia social. Posteriormente, a principios de la década de

los sesentas, surgió el pop art, movimiento considerado como rebelde y crítico

hacia el consumismo. Con el pop art se constituye una de las principales

características del arte posmoderno, el uso de imágenes de los medios de

comunicación, con la consolidación de los mass media, aunado a una sensibilidad

acerca de la vaciedad del sí mismo. Gámez señala que el pop art entró en una

fase de declive a fines de los años setenta, surgiendo otras expresiones como el

performance, cuyas representaciones abordaban temas como el racismo, la

homosexualidad, el sida, entre otros, en el contexto del surgimiento del feminismo,

la guerra de Vietnam, los movimientos antinucleares y feministas. Otros

movimientos que representan el arte posmoderno son: el earth art, el body art, el

hiperrealismo, el high tech, el anti-diseño y el arte de internet.

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1.3 Concepto de posmodernidad, posmodernismo y posmodernización

Existe un debate en torno a la posibilidad o no, de otorgarle un status conceptual a

tal término posmodernidad. Michel Maffesoli descarta la posibilidad de otorgarle tal

estatus, ya que entiende a la posmodernidad como “el conjunto de categorías y

sensibilidades alternativas a las que prevalecieron durante la modernidad” (1990:

104). De este modo, para Maffesoli, lo que denota el término posmodernidad es

una toma de perspectiva, una categoría mental que permite entender la saturación

de un epistema. Lo que el término denota aquí es la sensibilidad de estar situados

frente el fin de una época y el nacimiento de otra, de la que pueden identificarse

ciertas pautas como el pluralismo, eclecticismo, relativismo, equivalencias e

intercambiabilidad.

Urdanibia (1994) analiza también la dificultad de construir un concepto de

posmodernidad, ya que se le ha empleado para señalar una sensibilidad de una

condición, más que una nueva época, lo que evidentemente le obligaría a llevar a

cabo un esfuerzo periodizador. Urdanibia coincide con Maffesoli en torno a que lo

posmoderno denota un estado de crisis, en el que se elabora una negación del

estado precedente (la modernidad), pero sin llegar a la afirmación de un espacio

nuevo, sino a la conciencia de estar situados frente al imperio de “la incertidumbre,

el escepticismo, la diseminación, las situaciones derivantes, la discontinuidad, la

fragmentación, la crisis […]” (1994: 69). Las consecuencias de lo anterior, en el

terreno de lo artístico, conllevan a fenómenos como el pastiche, el collage, en

suma, a una posición escindida y esquizofrénica. ¿Por qué escindida y

esquizofrénica? Porque esta crisis, en la que no podemos encontrar un destino

seguro en el horizonte vislumbrado, constantemente nos remitimos al pasado a

buscar la seguridad de los modelos y cánones establecidos. Fredric Jameson

(1991: 45) coincide en este diagnóstico, denominando como pastiche a la práctica

posmoderna que consiste en la imitación de estilos caducos, ante el ocaso del

estilo único modernista. Esta postura, como se analizará con detalle más adelante,

es rechazada por Lyotard, al denunciar el recurso a la nostalgia, a los cánones, lo

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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que constituye un deseo endémico de realidad totalmente contrario a la estética

de lo sublime, al espíritu de la posmodernidad.

Por su parte, Patxi Lanceros (1990) señala que el término posmodernidad se

muestra esquivo conceptualmente, ya que lo caracterizan límites difusos y una

ubicación variable. La posmodernidad adopta como principios la fragmentariedad,

discontinuidad y deconstrucción, lo que determina que no podamos hablar de

unidad, aquí el centro del problema. La afirmación más interesante de Lanceros es

que “no existe posmodernidad” sino una “multiplicidad de estrategias parciales que

carecen de estrategia común” (1990: 142). Estas estrategias, van desde Nietzsche

y Baudelaire, pasando por Wittgenstein y Heidegger, hasta llegar a la informática

(Lyotard y Vattimo). Es aquí, cuando encontramos en Lanceros una oposición

nítida de la posmodernidad a la modernidad, ya que lo moderno estuvo dominado

por la intención de unidad, principio generador de un proyecto, esto es el proyecto

de la modernidad, el proyecto de la Ilustración.

¿Se puede otorgar un estatus conceptual al término posmodernidad? Klaus Von

Beyme señala: “la investigación empírica no puede prescindir de la formación de

conceptos abstractos” (1991: 20). En este sentido, es fundamental la defensa que

hace Fredric Jameson (2002) del principio de abstracción, el cual: “es un recurso

que nos permite ver en los dominios aparentemente autónomos e inconexos, los

ritmos y secuencias ocultas de cosas que por lo común sólo recordamos aisladas

y una por una” (2002: 58). Jameson refuta a los pensadores posmodernos que le

“declararon la guerra” a todo principio de totalidad, sobre todo en términos

conceptuales. Encontramos aquí una teorización en defensa de la

conceptualización del término posmodernidad, puesto que Jameson señala que

hay una aparente contradicción en el intento de unificar un campo y la lógica

misma de la sustancia de ese campo. Esto es, el argumento de que siendo que el

conjunto de las teorías posmodernas está caracterizado por una lógica de la

diferencia o diferenciación, y por la completa heterogeneidad y emergencia de

subsistemas aleatorios e inconexos de todas clases, existe una contradicción y,

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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aun más, un ejercicio de violencia y dominación en el intento de reducir y excluir la

constelación de juegos y diferencias en un sistema unificado.

La pregunta que Jameson afronta es: “¿existe algo contradictorio y extraviado en

construir un sistema unificado de la diferenciación?” Jameson afirma que no,

refuta a los creen lo contrario argumentando que existe una confusión entre

niveles de abstracción, ya que al conceptualizar un sistema que produce

diferencias, no por ello deja de producirlas, además de que los detractores de este

intento suponen que el concepto debe ser en especie como el objeto que trata de

teorizar, noción sumamente errada para Jameson, ya que “no se supone que el

concepto de perro ladre o el de azúcar tenga un sabor dulce” (2002:60). De esta

forma, el concepto de posmodernidad, en la construcción abstracta de su objeto,

no tiene que corresponder con la sustancia del mismo, es decir, no tiene reflejar

propiamente, en sí mismo, toda la gama de estrategias o juegos del lenguaje

propios de la constelación de teorizaciones y reflexiones en torno a lo

posmoderno. En esta reflexión de Jameson, encontramos argumentos sólidos

para emprender la construcción de un concepto de posmodernidad. En todo caso,

Jameson nos previene de fetichizar el concepto de posmodernidad, de modo que

identifiquemos o reemplacemos con éste a la realidad misma.

Los principios que permiten reconocer al pensamiento posmoderno son los

conceptos de diferencia, heterogeneidad, diversidad, pluralismo, fragmentariedad

e indeterminación. Así mismo, éstos se oponen nítidamente a los defendidos en la

modernidad, en la que el mundo es entendido como “totalidad, como sistema de

relaciones jerárquicamente ordenadas” (Gargani, 1998: 19). El cosmos geométrico

de la modernidad, se afinca en los principios de universalización, historia, razón,

unidad y progreso. Los pensadores posmodernos emblemáticos son Jean-

Franҫois Lyotard, Gianni Vattimo y Fredric Jameson. Michel Foucault, Emmanuel

Lévinas, Jacques Derrida, Jean Baudrillard y Gilles Deleuze son considerados

como precursores del posmodernismo e incluso como filósofos posmodernos,

aunque la mayoría negaron o rechazaron considerarse como tales. Niklas

Luhmann, Ulrich Beck, Richard Rorty, Gilles Lipovetsky y Zygmunt Bauman, son

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José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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considerados también como pensadores de la posmodernidad, a pesar del

rechazo de la mayor parte de ellos a identificarse con esta corriente o seleccionar

otras categorías y conceptos para describir fenómenos que son objeto también del

análisis posmodernista.26

Como hemos mencionado, a pesar de que el concepto de posmodernidad ha sido

utilizado más como un concepto operativo que como uno analítico, los anteriores

son principios y análisis fundamentales para construir un concepto de

posmodernidad. Con base en la discusión analizada en este trabajo y el

pensamiento de los filósofos posmodernos, pretendo definir un concepto de

posmodernidad que pueda utilizar en este trabajo con fines tanto operativos como

analíticos.

La posmodernidad es un periodo histórico articulado en la década de 1970 como

producto de la crisis en el sistema capitalista keynesiano-fordista, que comportó el

tránsito hacia un régimen de acumulación «flexible». Este régimen se caracteriza

por el fin del Estado social-keynesiano, el incremento de la movilidad del capital, la

desregulación financiera y la precarización laboral. Por otra parte, durante este

periodo es fundamental el desarrollo y predominio del sector de servicios de la

economía, las tecnologías de la información y la comunicación, la sociedad de

consumo y el Estado neoliberal. En términos políticos denota la hegemonía del

neoconservadurismo en los gobiernos occidentales, los procesos de

descentralización del poder, el surgimiento de los nuevos movimientos sociales, la

crisis de participación política o crisis de motivación en la ciudadanía, la crisis de

las estrategias de cambio social basadas en el marxismo o la idea de revolución

social sistémica, así como el auge de enfoques liberales basados en el pluralismo,

el multiculturalismo y la descentralización. Otros conceptos que han sido utilizados

para describir este periodo son: capitalismo tardío, capitalismo multinacional,

26

En el caso de Richard Rorty, ha sido puesto en entredicho su comprensión dentro de esta corriente, y ni siquiera él estaba interesado en descifrar el significado preciso de “posmoderno” (Fortanet, 2005), no obstante, algunos lo encasillan como un pensador que comulgó con el discurso posmoderno para abandonarlo tempranamente (Rivera, 2011), al negar a la filosofía toda fundamentación metafísica y ontológica, por lo que se le ha reconocido como un “pragmático posmoderno”.

Page 59: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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capitalismo líquido; sociedad posindustrial, sociedad de los mass media, sociedad

de la información, sociedad del espectáculo, sociedad de consumo; modernidad

reflexiva, metamodernidad, modernidad alta, hípermodernidad, segunda

modernidad, globalización, modernidad líquida.

El posmodernismo es una corriente de pensamiento estético, filosófico y político

guiada por los principios de diferencia, heterogeneidad, diversidad,

fragmentariedad y discontinuidad. En términos filosóficos, denota los enfoques

basados en las metodologías de la deconstrucción, la genealogía y la

hermenéutica, así como el rechazo a la filosofía del Iluminismo; a los conceptos de

razón instrumental, totalidad y sistema. Por otra parte, denota también la filosofía

posmetafísica. En el ámbito estético, comporta el dominio de la cultura pop, en

función del creciente proceso de comercialización de la cultura basado en la

indistinción entre cultura de élite y cultura popular. Este proceso tiene como

correlato la extinción de un establishment academicista en el ámbito estético, así

mismo, el abandono del manifiesto y vanguardia artísticos.

La posmodernización es el proceso en las sociedades en vías de desarrollo en el

que se verifica el tránsito hacía un régimen de acumulación «flexible», el

predominio de las tecnologías de la información y la comunicación, las cuales son

fundamentales para la lógica del desarrollo del capitalismo tardío multinacional.

Por otra parte, denota la articulación de una sociedad de consumo y la

consolidación del Estado neoliberal por medio del proceso de privatización y

desregulación de sectores de la economía, llevando a su fin a las políticas

económicas de corte keynesiano, es decir, el fin del Estado benefactor. De este

modo, la posmodernización no es un proceso etnocéntrico, ya que se ha verificado

en naciones en América Latina y Europa del Este, principalmente a través de las

políticas de ajuste impulsadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco

Mundial desde la década de 1980.

Page 60: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

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Cuadro I. Los campos conceptuales/temáticos de la posmodernidad/posmodernismo*

*Fuente: Elaboración propia con base en la bibliografía general de este trabajo.

Sociedad-sujeto Economía Política Estética Filosofía

Sociedad de la

Información (Daniel

Bell).

Sociedad de la

comunicación:

exteriorización de

Weltanschauungen

(concepciones del

mundo) - dominio de

los mass media.

(Vattimo).

Sociedad del

espectáculo (Guy

Debord).

Sociedad de consumo,

Sociedad liquida-

Vivencia de lo efímero

(Bauman).

Disolución del sujeto

monocentrado:

constelación

heterogénea de

subjetividades, códigos

y juegos de lenguaje.

Existencia dominada

por la dimensión del

tener - Sujeto de iure-

sociedad de

espectadores- Yo

minimalista-

Hedonismo (Fromm,

Von Beyme, Bauman,

Holloway).

Modelo de producción

posfordista-producción

individualizada.

Posindustrialismo-

predominio del sector de

los servicios (Bell,

Touraine).

Capitalismo tardío o

multinacional.

Globalización-Producción

descentralizada. (Mandel,

Jameson).

Modelo de producción

«flexible»-flexibilización y

precariedad del trabajo:

Transito del capitalismo

pesado al capitalismo

fluido. El capital está

caracterizado por el

descompromiso. Los

contratos son flexibles o no

existen. Trabajo flexible,

precario, sujeto a la

clausula “hasta nuevo

aviso” (Bauman, Jameson,

Anderson, Harvey).

Fin del Estado benefactor y

consolidación del Estado

neoliberal.

Permanencia y dominio de

la innovación-

experimentación con fines

performativos y

comerciales (Lyotard).

Interacciones acentuadas

entre la economía y la

cultura: comercialización

de la cultura. (Jameson).

Modelo Reticular de poder

(desustancialización del

poder). Bauman:

Pospanóptico; Negri-Hardt:

Imperio; Holloway: poder

ubicuo.

Multiculturalismo-

comunitarismo. Pluralismo-

diversidad-heterogeneidad de

un universo de grupos

sociopolíticos.

Descentralización-localismo.

Descentralización e

institucionalización de grupos

pequeños

Crisis del Estado soberano

moderno. Debilitamiento de

las fronteras del clásico

Estado-nación.

Crisis de legitimación del

sistema político y crisis de

motivación en la ciudadanía

Crisis de las estrategias

revolucionarias clásicas-crisis

de la teoría de la revolución-

posmarxismo

Movimientos sociopolíticos

posmodernos. Movilización

desde abajo a partir de casos

concretos, objetivo: espacios

para el ejercicio de la

autonomía. Movimientos:

lésbico-gay-transgénero;

ecologismo (Greenpeace);

feminismo; ciberactivismo

(Wikileaks-Annonimous);

movimientos ciudadanos

convocados por redes sociales:

Facebook-Twitter

(Revoluciones democráticas

en Medio Oriente: Egipto,

Yemen, Túnez, Libia;

Movimiento 15-M en España).

Estética de lo sublime:

experimentación-innovación

no performativos (paralogía).

Estética de la oscilación o del

desarraigo (Vattimo).

Pop art: Disolución de la

frontera entre cultura de élite y

de masas, obra de Andy

Warhol. Precursores:

surrealismo, dadaísmo y

neoexpresionismo. Dominio

del collage como estilo.

(Jameson, Von Beyme, Lyon).

Arquitectura: Renuncia a la

aspiración utópica del espacio

arquitectónico.

Desvanecimiento de la

percepción del volumen y el

espacio: John Portman,

Charles Jencks, Robert

Venturi y Frank Gehry.

Edificio emblemático de la

posmodernidad: Hotel

Bonaventura, (John Portman,

Los Ángeles).

Música: John Cage, Philip

Glass, el rock punk y el new

wave. Cine: Godard, David

Lynch. Blade Runner, Himmel

über Berlin, Pulp Fiction, The

Matrix. Series de televisión:

The Real Thing. Literatura:

Umberto Eco, la nueva novela

francesa. Fotografía: Cindy

Sherman. Otros movimientos

en el arte: el earth art, el body

art, el hiperrealismo, el high

tech, el anti-diseño y el arte de

internet. (Harvey, Lyon,

Žižek, Liessmann).

Metodología:

Deconstrucción-

genealogía-

Hermenéutica

(Derrida, Foucault).

Método de la

diferencia, se

abandona la

búsqueda del

consenso universal y

la concordancia.

(Luhmann).

Posmetafísica-

Disolución del

principio de Unidad

(Habermas, Lyotard,

Vattimo). Muerte de

las metanarraciones:

fin de la escatología

judeocristiana.

Paralogía:

Heterogeneidad de

los «juegos de

lenguaje» y

paralogía (Lyotard).

Rechazo de los

conceptos de

totalidad y sistema.

Antiprincipios:

Indeterminación,

hibridación

fragmentación,

inestabilidad, caos,

ironía,

constructivismo

(Von Beyme).

Page 61: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles I. Posmodernidad, posmodernismo y posmodernización: un dibujo encriptado

61

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Page 64: Filosofia Politica Del Postmodernismo

CAPITULO 2. FILOSOFÍA POLÍTICA POSMODERNA: POLÍTICA Y SUJETO EN UN

MUNDO NARRADO COMO FÁBULA

Una vez definido el concepto de posmodernidad, analizaremos las teorías de

tres de sus principales exponentes. Estas teorías se presentan bajo la

dimensión de una determinada estética, como expresión en las artes del

mundo posmoderno. Las consecuencias políticas de las teorías de la

posmodernidad se dividen en dos grupos: quienes encuentran al mundo

posmoderno como el escenario de la muerte de las nociones de

emancipación y cambio social, es decir, el mundo narrado como fábula; y

quienes sostienen la posibilidad de dibujar un horizonte de libertad más allá

del capitalismo tardío multinacional.

emos definido en el capitulo anterior a la posmodernidad como: “Un periodo

histórico, cuya articulación se consolidó en la década de 1970, caracterizado

por el predominio de las tecnologías de la información y la comunicación, la

sociedad de consumo y el Estado neoliberal”. Cuando se comprende de esta

forma a la posmodernidad podemos delimitar adecuada y coherentemente sus

características en el campo estético, filosófico, económico, político y social, a

diferencia de la visión de diversos teóricos de la posmodernidad que no ofrecen

una delimitación histórica concreta para este período, lo que dificulta el análisis de

sus consecuencias políticas y sociales. Entendiendo a la posmodernidad como

una manifestación de la mutación del modo de producción, comprende diversos

fenómenos sociales y disciplinares. Esta diversidad se refleja en el conjunto de

teorías que versan sobre esta fase histórica. En el estudio de la riqueza disciplinar

y temática de las teorías de la posmodernidad, es de especial interés para esta

investigación el análisis de las consecuencias políticas de este periodo histórico.

Siguiendo este propósito deben leerse las propuestas del posmodernismo.

H

Page 65: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

2.1 Estética de lo sublime: Paralogía y disensión en la Heterogeneidad. Jean-

François Lyotard 27

El fundamento de la teoría posmoderna de Lyotard es el ataque a la filosofía

metafísica en la expresión de ideas como unidad y universalidad, en este contexto

se inscriben las ideas del fin de las metanarraciones, del horizonte de

universalidad y emancipación general de la humanidad, del deseo de totalidad, de

unidad entre concepto-representación y del determinismo, propio de la teoría de

sistemas y del estructuralismo. Cuando Lyotard se pregunta por qué filosofar en la

época posmoderna, responde que es necesario ante la pérdida del sentido de

unidad: “La filosofía nace en el luto de la unidad, en la separación y la

incoherencia […]” (1989:102). El acto filosófico se constituye ante la pérdida de

sentido y la muerte de la idea de universalidad y unidad, esto es, ante la muerte de

la metafísica: “[…] el tiempo de los sistema de la metafísica ha pasado ya”

(1989:141). La escena posmoderna proyecta una constelación heterogénea de

juegos del lenguaje que constituyen auténticas nubes de pensamiento, nunca

sujetas a ser integradas en su totalidad en un sistema de pensamiento (1992:20).

La posmodernidad sólo tiene como horizonte la innovación en el campo del arte y

el saber, la investigación como exploración de lo inestable, y un consenso

obtenido localmente, sujeto a la rescisión y nunca objeto de un proyecto universal

que se desenvuelve a través de una política del terror.

La dimensión artística (literatura, cine, pintura) y la epistemológica (cuestión de la

legitimación del saber), han sido las dimensiones en que se ha puesto más énfasis

en la filosofía de Lyotard, desarrolladas en la obra que popularizó el concepto de

27

Jean-François Lyotard (1924-1998) es considerado por Wolfgang Welsch como uno de los filósofos más influyentes en los últimos decenios del siglo XX. Procedente de la tradición fenomenológica, en 1979 obtuvo proyección internacional al iniciar el debate filosófico de la posmodernidad. Welsch considera que la filosofía de Lyotard ha dado un nuevo impulso a la filosofía del lenguaje y a la filosofía social, así como a la discusión estética. De 1954 a 1964, fue miembro del grupo marxista Socialisme ou barbarie; de 1966 a 1972 profesor en las universidades de Nanterre y Vincennes; de 1972 a 1987 profesor extraordinario en la Universidad París VIII. Finalmente, Lyotard fue uno de los fundadores del Collège International de Philosophie en París. Sus obras principales son Economía libidinal (1974), La condición posmoderna (1979), La diferencia (1983) y Moralidades posmodernas (1993) (Welsch, 2005:1374-1376).

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

66

posmodernidad, La condition posmoderne (1998a). En los estudios sobre el

posmodernismo una obra filosófica fundamental para entender el pensamiento de

Lyotard ha sido menos citada y estudiada: Le différend (1991).28 En este trabajo,

cuyo original en francés apareció en 1983, Lyotard reflexiona en torno al concepto

de la Diferencia en el ámbito de la filosofía del lenguaje. La explicación que

proporciona Lyotard de la sociedad se inscribe en el acento que hace sobre la

importancia creciente del lenguaje en la sociedad actual. Pone el acento

particularmente en los actos de habla y, dentro de éstos, su pragmática.

Lyotard postula que la sociedad debe explicarse a través de una pragmática de las

partículas lingüísticas ya que “el lazo social está hecho de 'jugadas' de lenguaje” y

“los juegos de lenguaje son el mínimo de relación exigido para que haya sociedad”

(1998a:37).29 En un acto del habla se define un lazo social, ya que al comunicarse

el individuo se sitúa automáticamente como destinador (emisor), destinatario

(receptor) o referente (tema).30 Una proposición está sometida a un régimen, el

cual establece un conjunto de reglas que determinan cómo se constituye, esto es

a lo que Lyotard llama pragmática. Esta pragmática no tiene que ver con las reglas

gramaticales o de sintaxis, sus reglas son transmitidas a través del relato

(1998a:48).

El primer nivel de la pragmática de las partículas lingüísticas es el de la frase o

proposición que siempre se encuentra en función de un régimen. El régimen

establece las reglas de formación y enunciación de la proposición. Es en este

28

En la segunda edición de Gedisa se defiende la traducción de Le Différend por La Diferencia, en razón de las críticas que consideraban que este término no se adecuaba lo suficiente al original francés, la edición argumenta que de acuerdo con el Diccionario Larousse el término le Différend se traduce por la diferencia, significando también litigio, desavenencia o controversia (Lyotard, 1991). 29

Por otra parte, Lyotard aclara que no toda relación social es de este orden, comenta que esa cuestión quedará pendiente en La condición posmoderna. 30

“Una proposición presenta aquello de que se trata, el caso, ta pragmata, que es su referente; lo que significa el caso, el sentido, der Sinn; aquél a quien se dirige el significado del caso; el destinatario; aquel o en nombre de aquel por el que se expresa lo significado del caso, el destinador (…). Una proposición puede implicar varios referentes, varios sentidos, varios destinatarios, varios destinadores” (Lyotard, 1991:27). En este pasaje Lyotard define los cuatro elementos de una proposición, en la cual se constituye un lazo social (véase también Lyotard, 1991:161).

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

67

sentido como debemos entender la noción de juegos del lenguaje, concepto

rescatado de Wittgenstein, que se refiere a la determinación de las diversas

categorías de enunciados en reglas que especifican sus propiedades y usos, tal

como se hace en el ajedrez con el conjunto de reglas que determina el movimiento

de las piezas.31 Lyotard advierte que la noción de juegos del lenguaje construida

por Wittgenstein, no se refiere a juegos que realice la gente utilizando lenguajes

concretos como instrumentos (1992:19).32

La pragmática del lenguaje enunciada por Lyotard determina que un enunciado

debe ser considerado como una jugada hecha en un juego. Ahora bien, existe una

diversidad inconmensurable de regímenes heterogéneos de frases o juegos de

lenguaje, y entre una frase y otra sometidas a regímenes distintos existe un

abismo. De acuerdo con Lyotard dos proposiciones de régimen heterogéneo no

son completamente traducibles la una a la otra. Es este el espacio-tiempo de la

génesis de la diferencia.

¿Qué es la diferencia? “Es un caso de conflicto entre (por lo menos) dos partes,

conflicto que no puede zanjarse equitativamente por falta de regla de juicio

aplicable a las dos argumentaciones […]” (1991:9). La diferencia nace cuando

existe un conflicto entre dos argumentaciones sujetas a dos regímenes distintos, la

cual no puede superarse, ya que el régimen de frase en que se trate de dirimir

este conflicto no puede dar cuenta de ambos regímenes, por lo que se cometerá

necesariamente una sinrazón contra uno de los argumentos al no ser formulada

en términos de su juego de lenguaje, esto es, en el esquema de formación de sus

enunciados, frases y formulaciones. En otras palabras, la diferencia no puede

nunca solucionarse a través de un litigio, porque no existe una regla de juicio

31

“Wittgenstein centra su atención en los efectos de los discursos, nombrando los distintos tipos de enunciados que localiza, enumera algunos de los juegos de lenguaje” (Lyotard, 1998a:27). Por otra parte, Anderson señala que el pluralismo cognitivo de la propuesta de Lyotard en la noción de juegos del lenguaje, era una noción “añeja” en el mundo anglosajón, pero novedosa para el público francés (Anderson, 2000:40). 32

“Los juegos de lenguaje no son juegos, sino formas de vida: conjunto de actividades lingüísticas y no lingüísticas, de instituciones, prácticas y significaciones que en ellas se «encarnan» y toman cuerpo”. De este modo interpreta Albrecht Wellmer la noción de juegos de lenguaje en la filosofía de Wittgenstein (1993:82).

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

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aplicable a dos argumentaciones que corresponden a regímenes heterogéneos, si

una regla de juicio es aplicada para zanjar la diferencia necesariamente se le

infiere una sinrazón a una de las dos argumentaciones.33 Para Lyotard hablar es

combatir, los actos del lenguaje proceden de una agonística general. La diversidad

y diferencia entre los juegos de lenguaje no es armónica, los lenguajes mantienen

entre ellos relaciones y están relaciones son conflictivas. En este sentido

desestima a la teoría de la comunicación en tanto que hace énfasis solamente en

los enunciados en tanto comunican información, sin atender la cuestión de la

diferencia, del conflicto.

En esta serie de razonamientos encontramos también el fundamento filosófico del

ataque de Lyotard a la filosofía especulativa, a la metafísica, a las nociones de

universalidad y totalidad.34 No existe un lenguaje, un género de discurso. Existe un

universo inconmensurable de proposiciones (que representan un lazo social)

sometidas a regímenes heterogéneos: “no existe un régimen de proposiciones o

un género de discurso que goce de una autoridad universal” (1991:10); además:

“no hay unificación ni totalización posibles de los juegos de lenguaje con un

metadiscurso” (1998a:70). Ahora bien, ¿en qué consiste esta inconmensurabilidad

de los regímenes heterogéneos de frases o proposiciones? Consiste en una

comprensión del mundo, de la sociedad, como una urdimbre de nombres propios a

los que ninguna proposición puede agotar y a los que ninguna descripción puede

dar una representación total (1991:99). Esta unificación sólo es posible a través de

una política del terror. Ahora bien, ¿qué es el terror? “Se entiende por terror la

eficiencia obtenida por la eliminación o por la amenaza de eliminación de un

«compañero» del juego de lenguaje al que se jugaba con él” (1998a:114).

33

“Resulta una sinrazón del hecho de que las reglas del género del discurso según las cuales se juzga no son las del discurso juzgado o las de los géneros de discursos juzgados” (1991:10). Por otra parte, en Lyotard encontramos un pasaje en el que, en términos muy sencillos, expone lo que es la Diferencia: “Admitamos a continuación que empieza a jugar con pelotas de tenis en compañía de alguien. Se sorprende al observar que no aparenta jugar al tenis, con pelotas, como usted hubiera pensado, sino que casi las trata como peones de ajedrez. Uno u otro de los dos se queja de que «esto no es un juego». Hay diferendo.” (1998b:101). 34

Véase Lyotard, 1989:141.

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69

Entonces, el primer nivel de la pragmática de las partículas lingüísticas es la

proposición, la frase. El segundo nivel está representado por la heterogeneidad de

los regímenes de frases o juegos de lenguaje. El tercer nivel se constituye en el

concepto de género de discurso. ¿Qué es el género de discurso? Es la instancia

donde la heterogeneidad de regímenes de frases es sometida prescriptivamente a

un fin, a través del «eslabonamiento» de estos regímenes. El género de discurso

es el ámbito de la estrategia, de la política. A su vez, no existe un único género de

discurso, así como no existe un único régimen de frase. Existe una

heterogeneidad de géneros de discurso, en el que el éxito de un género, esto es la

victoria de un modo de «eslabonamiento» de regímenes de frases, supone la

exclusión de los demás.

Aquí se articula una tesis central en la filosofía posmoderna de Lyotard: la

imposibilidad de un «metalenguaje». Esta tesis encuentra su fundamento en el

segundo y tercer nivel de la pragmática de las partículas lingüísticas. Primero, la

heterogeneidad de los regímenes de frases no puede ser sometida a una sola ley,

a un solo régimen, a menos de neutralizar a través de una política del terror, esta

heterogeneidad, neutralizando cada régimen a través de la sinrazón. Segundo,

existe una diversidad de géneros de discurso, en los que la idea de unidad o

superioridad es anulada. ¿Cómo es que Lyotard refuta la noción de un género

supremo de discurso? Rechaza esta noción recurriendo a la aporía de Russell,

que establece que si el género que pretende tener el fin superior pertenece al

conjunto de los géneros, su finalidad es una finalidad entre las demás, siendo así

que es falso que su respuesta sea suprema; por otra parte, si el género se declara

fuera del conjunto de los géneros, no abarca todas la finalidades, porque exceptúa

del conjunto la suya, por lo que se deslegitima.

No obstante, en la filosofía de Lyotard no observamos una configuración utópica

de lo social, en la que géneros que «eslabonan» regímenes heterogéneos de

frases circulan libremente. Finalmente, se verifica el dominio, el éxito, de un

género de discurso. Un género de discurso afirma su hegemonía, lo que

constituye para Lyotard una injusticia para los demás géneros. ¿Cómo entender

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esta injusticia? La injusticia surge del hecho de que él género subordina el

universo heterogéneo de frases atendiendo a un fin, que es un fin distinto del

conjunto de fines del universo heterogéneo de los géneros de discurso.35 Hay

también no sólo una injusticia, sino despotismo, cuando se constituye un género

como el “género entre los géneros”, esto es, como una instancia de universalidad

(1991:182).

Ahora bien, podemos pensar que el momento de la hegemonía de un género de

discurso es el momento de la política, pero para Lyotard la política no constituye

un género. No puede serlo debido a que ésta supone la existencia de un lenguaje

y de un género. Entonces, ¿cuál es el lugar y función de la política en la filosofía

posmoderna de Lyotard? Para Lyotard, en Le Différend, la cuestión de la política

concierne al «eslabonamiento» de frases, a la concatenación que un género de

discurso someta a un conjunto heterogéneo de frases con el propósito de

conseguir un fin. La función de la política es «eslabonar», salvando el vacío que

hay entre cada régimen de frase: “Toda la política se refiere a la forma en que se

encadena una frase actual por medio de otra frase” (1999:41).36 Lo que posibilita

este eslabonamiento, es la capacidad que tienen las frases para establecer

uniones (1992:22).

A partir de esta perspectiva puede inferirse en la obra de Lyotard la idea de una

comunidad abierta, que estaría caracterizada por el predominio de diversos juegos

del lenguaje no sometidos a la autoridad ni legitimación de un metalenguaje

universal, que tuviera como propósito su unificación o totalización en detrimento

de su particularidad. En este sentido, Lyotard propone: “…guerra al todo, demos

testimonio de lo impresentable, activemos los diferendos…” (1993:26). Ahora bien,

Lyotard reflexiona en torno de la situación de este mundo posmoderno de lo

heterogéneo y lo múltiple. La clase de los decididores, que es la clase

predominante en un sistema social basado en el criterio de performatividad,

35

David Harvey señala que, sorpresivamente, Lyotard introduce una noción universalista que parece quedar indemne al ataque radical de Lyotard hacia este tipo de conceptos: La Justicia (Harvey, 2004:70). 36

Lyotard utiliza también como metáfora la noción de laguna, para señalar este vacío, (véase 1992:54).

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integra estas nubes de juegos de lenguaje a través del sistema input/output, lo que

comporta para Lyotard una política del terror basada en la unificación de la

diversidad, donde incluso el consenso es utilizado con fines performativos, esto

es, con el fin de garantizar el mejor funcionamiento del sistema social.37 Incluso

para Lyotard el efecto de la introducción de las tecnologías telemáticas resultarán

nuevas tensiones en el sistema, las cuales mejorarán su funcionamiento, aún

cuando en estas nuevas tecnologías se encuentre una esperanza de liberación y

enriquecimiento de las interacciones entre subjetividades (1998a:115).

La descomposición de los grandes relatos conlleva la disolución del lazo social.

Esto no conduce a que la sociedad se convierta en una masa de átomos

individuales, ya que el individuo no se encuentra aislado, sino que forma parte de

un cañamazo de relaciones complejas, esto es, el individuo siempre está colocado

en un determinado punto sobre los circuitos de comunicación, que colocan a éste

en la posición de destinador, destinatario o referente. El individuo está situado

sobre puntos en los que pasan mensajes de naturaleza diversa y aunque se trate

de alguien desfavorecido, no importa cuánto, no se está desprovisto de poder

sobre esos mensajes (1998,37).

Por otra parte, Lyotard hace un llamado a activar los diferendos y a dar testimonio

de lo impresentable. Esta activación de los diferendos se da en el campo del

conocimiento, a partir de la crisis de las narraciones en el saber científico, con la

proliferación de discursos de saber: “Bastaría, en definitiva, con maravillarse ante

esta variedad de clases discursivas como se hace ante la de las especies

vegetales o animales” (1998a:55). La proliferación de discursos de saber es así

mismo una proliferación de los juegos del lenguaje. Es la forma narrativa la que, a

diferencia del saber científico, admite una pluralidad de juegos del lenguaje, esto

es, la narración permite una combinación de enunciados denotativos,

prescriptivos, deónticos, interrogativos, valorativos, etc.

37

“La verdadera fiabilidad del sistema, es para lo que él mismo se programa, como una máquina inteligente, es la optimización de la relación global de sus input con sus output, es decir, su performatividad” (1998a:30).

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Ahora analicemos el ámbito del pensamiento experimental en Lyotard. En el arte

la estética de lo sublime es un concepto fundamental.38 La relación sublime entre

concepto y representación es desdoblada por Lyotard en dos modos, por una

parte se puede acentuar la imposibilidad de la presentación del concepto: “Lo

sublime apela más bien a una ontología negativa. Lo que no impide que se espere

de las artes este absurdo: que den testimonio en lo sensible (lo visual, lo literario,

lo musical…) de que algo falta a lo sensible o lo excede” (1998b:164); y por otra, la

facultad de concebir y la invención de nuevas reglas de juego, en la pintura, en el

arte u otras áreas. Esto es una dialéctica entre la melancolía y la inovatio, entre el

disgusto y el ensayo.

Konrad Paul Liessmann señala que la estética de lo sublime, en el sentido de dar

expresión a lo irrepresentable, es un teorema central de la teoría del arte moderno.

Considera que Lyotard ha retomado el concepto kantiano de lo sublime y lo ha

radicalizado.39 Una cuestión interesante que Liessmann señala es que en la

noción de estética de lo sublime de Lyotard encontramos como consecuencia un

choque frontal entre razón y arte, en tanto que la primera exige representaciones

de lo absoluto, que el arte no puede efectuar (Liessmann, 2006:30). Ahora bien,

para Lyotard la estética moderna, en tanto estética de lo sublime, se desenvuelve

dentro del ámbito de la melancolía, de la nostalgia, donde lo impresentable es

alegado tan sólo como contenido ausente: “La «presencia» de lo absoluto es lo

contrario de la presentación” (1998b:28).40 Este es el fundamento del ataque de

Lyotard al realismo que “sólo puede evocar la realidad en el modo de la nostalgia

38

Ian Chilvers, al definir el concepto de lo sublime en términos estéticos, afirma que esta noción se generalizó en el siglo XVIII como un nuevo concepto estético que pretendía ser distinto de lo bello, denotando las ideas de temor e inmensidad. Señala a la obra de Burke: Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello (1757), como la más destacada sobre el concepto de lo sublime, en la que Burke defiende el poder de la sugestión para estimular la imaginación. Chilvers considera que la moda de la noción de lo sublime ayudó a conformar la actitud que condujo al romanticismo (Chilvers, 2007: 920). 39

Alex Callinicos afirma que Lyotard aparta la connotación religiosa y metafísica del concepto de lo sublime en Kant, para considerar como esencial la noción de inconmensurabilidad, como incapacidad de experimentar la totalidad (Callinicos, 1998: 16).

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o de la burla, como una ocasión para el sufrimiento más que para la

satisfacción”.41 Es en este sentido en el que Albrecht Wellmer afirma que es en la

crítica de la representación donde encontramos la clave de la estética de la

posmodernidad de Lyotard, una estética sin tristeza, sin la ilusión de una

reconciliación de los juegos de lenguaje, que con alegre osadía carga con la

pérdida de sentido de los grandes valores y de la realidad misma (1993:59).

Lo posmoderno se encuentra dentro de la lógica del ensayo, de la

experimentación, alegando lo impresentable en la presentación misma. Un artista

posmoderno está en la posición de un filósofo, comenta Lyotard, su actividad es

experimental y no está guiada por las reglas ya establecidas: “Debemos encontrar

nuevas sendas para poder acercarnos a nuevas nubes artísticas y a nuevas nubes

de pensamiento” (1992:69). Hace un llamado al pintor o al novelista a interrogar

las reglas del arte de pintar o narrar tal como les han sido legadas, a contra

corriente de la tendencia que identifica a principios de la década de los ochenta, a

una tendencia a la relajación, esto es, la exigencia de terminar con la

experimentación en las artes y otros campos. Lo que comporta esta tendencia es

un llamado al orden, a la unidad, a la seguridad, incluso a la necesidad de

“encontrar un público” (1999:14). El público es presentado aquí, en la época de

crisis de las grandes narraciones, que ofrecían sentido a la existencia, como

“dominado por la angustia y la depresión”, poseído por un deseo endémico de

realidad. Así, el reclamo de realidad es la necesidad de unidad, simplicidad y de

comunicabilidad, aspectos de los cuales la posmodernidad no puede ya dar razón.

En el campo de la pragmática del saber científico posmoderno pondera su

naturaleza experimental, innovadora, paralógica. Ahora bien, Lyotard elabora una

fundamental distinción entre innovación y la paralogía: La innovación es utilizada y

alentada por el sistema con fines performativos; la paralogía es una jugada

41

Albrecht Wellmer señala que la negación de la presentación y la negación de la realidad en la estética de los sublime de Lyotard significa una negación de sentido. Existe una concordancia de Lyotard con Adorno cuando entienden la negación de sentido como el principio del arte moderno: “Para Adorno, la obra de arte es la presencia sensorial y aparente de algo no pensable ni representable, la realidad en estado de reconciliación; para Lyotard, el arte señala alusivamente algo pensable que no es representable” (1993:64).

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distinta, hecha dentro de la pragmática de los saberes (1998a:110). De este modo

la pragmática de la investigación científica, en cuanto a la búsqueda de nuevas

argumentaciones, de pruebas, implica la invención de nuevas jugadas e incluso de

nuevas reglas de juegos de lenguaje, lo que implicaría un cambio de juego

(1998a:82). Luego entonces, la pragmática del saber científico dista mucho de ser

compatible con el criterio de performatividad. La ciencia posmoderna es

discontinua, paradójica, catastrófica. De ello dan testimonio Heisenberg, Gödel, B.

Mandelbrot y R. Thom. Así, la ciencia posmoderna descrita por Lyotard dista

mucho del modelo de ciencia estable y de los postulados deterministas. Para el

determinismo todo input encontrará su correspondencia en un determinado output,

lo que supone la estabilidad del sistema. La ciencia posmoderna obedece más a la

idea de sistema abierto, en el cual la legitimación sólo puede fundarse en la

paralogía, esto es, por la invención de nuevas reglas de juegos del lenguaje.42 La

ciencia moderna reacciona ante lo anterior, en el entendido de que es un desorden

a la razón, pero finalmente para Lyotard es el modo en que la ciencia progresa.43

Ahora bien, la estética de lo sublime, en tanto horizonte experimental paralógico

de la posmodernidad, ha sido criticada en tanto expresión de la intención de

Lyotard de transitar hacía una modernidad radicalizada, ya que la experimentación

y la innovación son dos categorías que en un profundo sentido pertenecen al

espíritu de la modernidad. De este modo, Fredric Jameson, en su obra Una

modernidad singular (2004), considera a este filósofo francés como la

quintaesencia del modernismo, puesto que la estética de lo sublime constituye un

dispositivo estético modernista en sentido completo. Esta noción, que postula la

presencia lo irrepresentable en la presentación misma, fue recuperada por Lyotard

de la filosofía de Immanuel Kant, lo que para Jameson, constituye un error

42

“No nos toca de realidad sino inventar alusiones a lo concebible que no puede ser representado” (1999:26). 43

Richard Rorty (1988: 256-257) critica esta visión de la ciencia de Lyotard, ya que considera inválida su argumentación, construida a partir de intereses de diversas disciplinas científicas (por ejemplo los fracta, las catástrofes o las paradojas pragmáticas), intereses de los que Lyotard infiere la pretensión de que la ciencia esté descubriendo de algún modo que debería aspirar a una revolución permanente, en el sentido kuhniano. Rorty considera que la aspiración a acumular paralogía tras paralogía no forma parte de las preocupaciones de la ciencia contemporánea.

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histórico, ya que el sistema kantiano no debería formar parte de “una ideología

tardomodernista antipolítica y puramente estetizante” (2004: 149). Por otra parte,

para Jameson la categoría kantiana de lo sublime, es el espacio del modernismo

en un sentido amplio (2002:139). Así, la filosofía de Lyotard no ha podido

escindirse de categorías modernistas como la innovación: “La fuerza del

imperativo de innovar o «hacerlo nuevo» […] siempre ha parecido constituir la

lógica fundamental del modernismo” (Jameson, 2004:131; 2002:46). De este

modo, se comprende cómo, en la obra de malicioso título, La posmodernidad

(explicada a los niños), Lyotard concibe a ésta no como fin del modernismo, sino

como su estado naciente, de modo que: “una obra no puede convertirse en

moderna si, en principio no es ya posmoderna” (1999:23). Lyotard postula así la

paradoja del futuro anterior: “Posmoderno será comprender según la paradoja del

futuro (pos) anterior (modo)” (Lyotard, 1999:23).44 Para Fredric Jameson, postular

el posmodernismo como el precedente del verdadero modernismo, fue una

postura convenientemente escandalosa, clasifica a Lyotard más que como

proposmodernista como promodernista (Jameson, 2002:48).45 Albrecht Wellmer,

coincide con la conclusión de Jameson, la estética lyotardiana aparece como un

modernismo estético radical, como un modernismo consciente de sí mismo: “el

posmodernismo ha seguido siendo en gran medida un modernismo estético, o al

menos, un movimiento anclado profundamente en la modernidad estética”

(1993:58 y 106).

Finalmente, después de haber analizado la filosofía de Lyotard, sólo resta

preguntarnos: ¿qué lugar tiene la pregunta acerca de la posibilidad de otro

mundo? ¿Cuál es el lugar de la emancipación en la sociedad posmoderna de la

red de juegos de lenguaje heterogéneos? ¿Cuál es la condición humana propia

de la posmodernidad? En la filosofía de Lyotard, los grandes relatos han muerto,

pero ello no significa que no existan más narraciones. El relato propiamente

44

Cursivas de Lyotard. 45

En esta interpretación coincide Anderson quien, al analizar la estética de lo sublime, comenta: “Lo posmoderno no venía después de lo moderno, sino que era un movimiento de renovación desde dentro de la modernidad misma […]” (2000:46).

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posmoderno es la fábula.46 La fábula posmoderna no posee las características de

los grandes relatos, se diferencia de éstos porque en su narrativa no encuentra

lugar el ideal de emancipación. Por lo tanto, en esta narración no tiene lugar la

esperanza: “la esperanza es la de un sujeto de la historia que se promete o a

quien se le ha prometido una perfección final. La fábula posmoderna narra otra

cosa completamente distinta” (1998b:73). Esta fábula constituye un nihilismo

definitivo: No hay remisión, conciliación, emancipación: la esperanza ha muerto.

Lyotard afirma que esta narración provoca en el pensamiento posmoderno un

estado de sufrimiento, llamado en estos tiempos crisis, malestar o melancolía. La

filosofía de Lyotard constituye un nihilismo definitivo, que Lyotard reconoce en la

generación de comienzos del siglo XX en Viena: Musil, Kraus, Loos, Schoenberg y

filósofos como Mach y Wittgenstein. ¿Por qué no Nietzsche, cuando es

considerado como el primer filósofo posmoderno en tanto antimoderno? Porque

para Lyotard Nietzsche no logra superar el romanticismo propio de los grandes

relatos modernos y por tanto, la escatología cristiana que encuentra como raíz de

éstos: una remisión final, un reencuentro con el Padre, con el gran Otro. El

nihilismo activo del ditirambo nietzscheano, el “decir sí a la vida”, está diseñado

para la espera de un nuevo Dios a los ojos de Lyotard: el Übermensch

(superhombre).

Alain Badiou, en su obra Pequeño Panteón portátil (2008), concibe este nihilismo

lyotardiano como una noche. Esta noche es la que cae sobre la política, la cual

deja de ser un género de discurso. Badiou considera que la desesperanza que

recorre la obra de Lyotard, es la que nace de la política que se va. Aún más,

observa que ésta noche se constituye también por el abandono de todo principio

de alternativa radical al capitalismo, siendo que para Lyotard lo fundamental era la

meditación en torno a cómo “asumir la noche sin venirnos a menos” (2008:48). Por

otra parte, Badiou reconoce un profundo acuerdo con Lyotard en su interpretación

46

Fábula significa, en su acepción literaria: “(del lat. fabŭla) 1.f. Breve relato ficticio, en prosa o verso, con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados” Diccionario de la Real Academia Española.

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del mundo como una urdimbre de nombres propios a la que ninguna proposición

única puede agotar. Lyotard utiliza la expresión inconmensurabilidad para

caracterizar a las nubes de pensamiento, es decir, la constelación heterogénea de

juegos de lenguaje. Esta inconmensurabilidad es para Badiou, lo infinito, categoría

con la que se retiene “la soberanía ontológica de lo múltiple” (2008:54). Hemos

visto que para Lyotard la sociedad es concebida como un monstruo de redes de

juegos del lenguaje heteromorfos. Albrecht Wellmer, en este sentido, encuentra en

la obra de Lyotard una crítica a la razón totalizadora, en su lugar, Lyotard defiende

un pluralismo irreducible de juegos de lenguaje (1993:57). De este modo podemos

afirmar que el pluralismo, lo múltiple, lo heterogéneo, son principios centrales de la

obra de Lyotard, y una de las contribuciones centrales al pensamiento y práctica

política de la posmodernidad.

No obstante, la ontología múltiple, las nubes de pensamiento, no pueden ser

expresadas en términos políticos, ni concebir alternativas radicales al sistema

social posmoderno. La fábula posmoderna es un nihilismo definitivo, comporta la

muerte del Übermensch y la escatología cristiana, es un relato en el que el hombre

no constituye un referente central.47 En este sentido, Lyotard comprende la

condición posmoderna, en la que los objetivos teleológicos son confiados a cada

individuo, con lo que cada uno se ve “remitido a sí mismo, sabiendo que ese 'si

mismo’ es poco”. El correlato de este cuadro pesimista es la apología que el último

47

Perry Anderson cree que el tránsito de Lyotard desde un socialismo revolucionario, de su etapa como miembro del grupo Socialisme ou Barbarie hacia un nihilismo hedonista, se encuentra explicado por la evolución de la Quinta República. De acuerdo con Anderson, el consenso gaullista de la década de los setenta, había convencido a Lyotard de que la clase obrera estaba integrada al capitalismo. Este tránsito de Lyotard, se encuentra marcado por su obra Economie Libidinale (1974), en que transcribe la economía política a una economía libidinal en la que, de acuerdo con Lyotard, los trabajadores vivían un goce o delectación masoquista con el capital, es decir, el capital es deseado por aquellos a quien domina (Anderson, 2000:43). En este sentido, Alex Callinicos sostiene que las tesis de Lyotard a fines de 1970, ajenas para entonces a su etapa en Socialisme ou Barbarie, corresponden al consenso establecido entre la intelectualidad parisiense, quienes a fines de la década del setenta, abandonaron el marxismo tras el desencanto de 1968. Esta sería la generación de los nouveaux philosophes, quienes contribuyeron a convertir a la intelectualidad parisiense, en su mayoría marxista, al liberalismo. Callinicos señala que para 1986, cuando tuvieron lugar una serie de manifestaciones estudiantiles en París, Lyotard había llegado a desconfiar de toda forma de acción política, por lo que Callinicos considera que la oposición en Lyotard se entiende exclusivamente en términos estéticos, a pesar del rechazo del filósofo francés a la estetización de la política (Callinicos, 1998: 70 y 311).

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Lyotard elabora una apología en torno a la democracia liberal: “Exprésese

libremente, tenga el mismo valor que sus ideas, que sus opiniones, comuníquelas,

[…], atrévase, dialogue, […]. Estos mandamientos de la democracia liberal son

buenos” (1998b:85). Por último, Lyotard incluso afirma que no hay alternativa

política para la democracia liberal (1998b:95). Wellmer, identifica esta postura

política de Lyotard como un liberalismo político pos-utópico (1993:57).

Ahora bien, ¿cuál es el orden sociopolítico que se constituye en la era de la

muerte de las metanarraciones, en el que el individuo es remitido a sí mismo? El

sistema constituido por la democracia capitalista. Para Lyotard este sistema nunca

es sujeto a una conmoción radical, sino solamente a revisión, por lo que cualquier

alternativa es descartada, sólo queda lugar para la alternancia. El sistema

generado por la democracia capitalista exige el reconocimiento de la diversidad

con un fin performativo, esto es, para perfeccionar su funcionamiento: “En cuanto

a nosotros, sea cual sea nuestra intervención, antes de hablar o actuar; sabemos

que será tomada en cuenta por el sistema como una contribución posible a su

perfeccionamiento” (1998b:140).48 El multiculturalismo, la diversidad, es

reconocida y alimentada por el sistema en tanto en cuanto no cuestione las reglas

del mismo, por lo que la diferencia siempre es sometida a vigilancia y control: “el

sistema acalla los ruidos, los vigila, en todo caso” (1998b:139). El sistema posee

mecanismo de solución a los problemas derivados del reconocimiento de lo

diverso, pero siempre dentro de las reglas de juego que impone, siempre dentro

del consenso del sistema (1998b:139). ¿Por qué en Lyotard se insinúa una

apología a este sistema? Porque en la era del fin de la escatología moderna, este

sistema abierto proporciona un margen de incertidumbre, que permite la

generación de crítica y el juego de la diferencia que a su vez permite la generación

de nuevas ideas, esto es a otros enunciados y otras reglas de juego (1998a:115),

aunque reconoce el precio que hay que pagar por ello: alimentar la

performatividad del sistema. Cuando arribemos a la crítica de la sociedad

48

En este sentido: “El sistema tiene necesidad de esas críticas, objeciones, trabas, litigios o incluso discrepancias: mejoran sus resultados.” (1998b:46).

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posmoderna del filósofo Slavoj Žižek, veremos que cercana es al cuadro dibujado

por Lyotard en el que la política posmoderna aparece como una estrategia de

gestión de la diferencia, con el fin de que ésta no cuestione al sistema, sino que lo

perfeccione.

2.2 Estética del desarraigo-oscilación: Muerte de la metafísica y sociedad de

los mass media. Gianni Vattimo 49

El último Lyotard, apologista de la democracia liberal al tiempo que declaraba la

muerte de los proyectos de emancipación, la muerte de la esperanza, desautorizó

la interpretación de Richard Rorty de La Diferencia en torno a que esta obra podía

tener alcance emancipatorio: “no creo que sea justo que Rorty u otros se permitan

ver en la defensa que hago del diferendo resonancias de izquierdas, de

revolucionario, hasta de terrorismo…” (Lyotard, 1998b:95). En este sentido, la

filosofía de Vattimo recupera elementos importantes de la filosofía lyotardiana,

pero cuestiona el nihilismo radical en el que Lyotard encalla. Vattimo encuentra en

el Ge-Stell heideggeriano una oportunidad de emancipación y libertad,

posibilitados por el desarraigo y la oscilación producida en el mundo posmoderno

de los mass media.

Hemos visto que uno de los fundamentos de la filosofía posmoderna de Lyotard es

el ataque al pensamiento metafísico. En el pensamiento de Vattimo tiene también

un lugar central la crítica a la metafísica. Así, afirma que el pensamiento

49

Enrique Dussel comenta que Vattimo nació en Torino, Italia, en 1936. Estudió a los clásicos bajo la conducción de su maestro Luigi Pareyson, y posteriormente a Heidegger y Nietzsche, bajo la conducción de H. G. Gadamer, como becario en Heidelberg desde 1961. Señala que del ámbito estético se traslada progresivamente al ético. Dussel, crítica la obra de Vattimo, a su Ética de la interpretación y su defensa de la posmodernidad, a los que contrapone su Ética de la Liberación y el proyecto de la Trans-modernidad (Dussel, 1999. Véase también el capítulo tercero de este trabajo). Ruth Otte comenta que Vattimo es un destacado representante de la filosofía italiana de nuestros días. Señala que su concepto de pensamiento débil, en el que combina la hermenéutica filosófica con la crítica nietzscheana y heideggeriana a la metafísica, le ha otorgado un reconocimiento internacional. Vattimo imparte clases en la universidad de Turín y participa en el debate cultural y político de Italia en su calidad de columnista del periódico La Stampa. Entre sus obras principales están: La aventura de la diferencia (1980), El pensamiento débil (1983), El fin de la modernidad (1985), La sociedad transparente (1989) y Ética de la interpretación (1996) (Otte, 2005: 2174-2175).

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posmoderno adquiere coherencia y rigor, con relación a la problemática

heideggeriana del fin de la metafísica y la filosofía nihilista nietzscheana (Vattimo,

1996:9).50 En este sentido, el ataque a la metafísica por parte de la filosofía

contemporánea no se asienta en razones teoréticas, sino ante todo en razones

éticas (1998: 63). Una cuestión fundamental, es que tras este

desenmascaramiento de la metafísica no se encuentra la intención de encontrar

un fundamento más auténtico. Para Vattimo el motivo del ataque a la metafísica

es desenmascararla como una manifestación de violencia. ¿En qué consiste esta

manifestación de violencia? “[En] tapar y borrar los derechos de lo sensible y de lo

caduco en la afirmación de esencias universales y abstractas […]” (1998:70).

Consecuentemente, Vattimo ataca a la filosofía metafísica de la historia, que en su

variante positivista o idealista concebía a la historia como un proceso de

ilustración y emancipación de la razón en sentido evolutivo, es este un mito que ha

perdido legitimidad (1990: 127).

En la obra de Vattimo la crisis de los metarrelatos adquiere la forma de una

desmitificación de la desmitificación, que vendría a ser el posmodernismo. El mito

constituye una narración (1990:121), y un ejemplo de ésta es la idea de que la

racionalidad científica es la base sobre la que se artícula la organización de la

cultura europea. Aún más, la idea de que la razón occidental es una

desmitificación, adquiere también el carácter de mito. De este modo, la

experiencia contemporánea se encuentra marcada por el desvelamiento de la

desmitificación como mito, y en este sentido es como debe reflexionarse la

50

De acuerdo con Dussel en Ser, historia y lenguaje en Heidegger (1963), que Vattimo escribe a los 27 años, se define la ontología hermenéutica heideggeriana como una “superación de la metafísica”, a la que identifica como el primer sustrato de la obra de Vattimo. Por otra parte, en aquél texto se perfila la interpretación heideggeriana de Nietzsche que recorre la obra de Vattimo (Dussel, 1999: 14). Respecto a la centralidad de Nietzsche para el posmodernismo filosófico, Callinicos señala: “El pensamiento de Nietzsche resulta esencial para las discusiones contemporáneas acerca de la modernidad y la posmodernidad, y quienes detectan el surgimiento de una época posmoderna por lo general repiten argumentaciones inicialmente elaboradas por Nietzsche […]”. Estas argumentaciones, descansan en tesis como la postulación del sujeto como una construcción histórica contingente, la postulación de una realidad heterogénea y plural, y a partir de esta tesis, la defensa del perspectivismo, el reconocimiento de todo pensamiento como una interpretación, la verdad es considerada como voluntad de poder (Callinicos, 1998: 55; véase el capítulo tercero de este trabajo).

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cuestión de la secularización. De acuerdo con Vattimo la secularización de la

cultura no implica el destierro de los contenidos religiosos de la tradición, sino su

persistencia oculta como huellas o como modelos encubiertos o distorsionados. La

desmitificación de la desmitificación como el momento propiamente posmoderno,

conduce a un concepto de verdad y de ontología «débil». Después de la muerte

de la metafísica, del descrédito del mito y de la desmitificación del mismo, el sujeto

moderno no puede buscar fundamentos absolutos ni certezas primeras: “no

encuentra la seguridad del cogito cartesiano, sino las intermitencias del corazón

proustiano, los relatos de los media, las mitologías evidenciadas por el

psicoanálisis” (1990:132).

Friedrich Nietzsche tiene amplia influencia en el pensamiento de Vattimo.51 De

acuerdo con éste: “se puede sostener legítimamente que la posmodernidad

filosófica nace en la obra de Nietzsche” (1996:145).52 La posmodernidad nace con

la conclusión nihilista de la filosofía nietzscheana de la disolución del principio de

verdad y la muerte de Dios. Este es el primer aspecto de la influencia de Nietzsche

en el pensamiento de Vattimo: la muerte de la metafísica. El filósofo del eterno

retorno y el Übermensch, rechaza la noción de fondo auténtico, por lo que no se

puede desenmascarar a la metafísica recurriendo a un fundamento más auténtico

(Vattimo, 1998:66). Esta es la idea de la muerte de Dios, de la desvalorización de

todos los valores supremos: “Dios muere en la medida en que el saber ya no tiene

51

De acuerdo con Enrique Dussel la centralidad de Nietzsche en el pensamiento de Vattimo, corresponde al segundo estrato de su obra, que comienza en 1972 con la publicación de su cuarto libro El sujeto y la máscara. Nietzsche y el problema de la liberación (1999:22). Aquí, Vattimo rescata el dualismo antagónico e irresoluble que Nietzsche interpreta como El origen de la tragedia en el teatro griego: lo apolíneo (razón) y lo dionisíaco (embriaguez, pasión). De acuerdo con Nietzsche, la tragedia termina cuando el racionalismo socrático triunfa a través de la estética de Eurípides (Nietzsche, 2007: 100). Dussel comenta que para Vattimo, la máscara de Apolo es la apariencia en la “unidad de la razón”, mientras que la vitalidad dionisiaca, “permite crear, vivir, diferenciarse” (Dussel, 1999: 22). Finalmente, Dussel encuentra que el sistema de la razón socrática es visto por Vattimo como fundamento del desarrollo de la historia de la civilización occidental decadente, lo que considera como una pretensión romántica y eurocéntrica. Por otra parte, acusa a Vattimo de fundamentar su interpretación en las primeras obras de Nietzsche y no saber interpretar al último y definitivo Nietzsche (1999: 26 y 55). 52

Vásquez Rocca (2011: 70) concuerda con Vattimo en encontrar el origen del posmodernismo en Nietzsche, ya que su filosofía es la primera en demostrar “el agotamiento del espíritu moderno” y la configuración de un nihilismo triunfante después de la muerte de Dios. La filosofía de Nietzsche, constituye un documento temprano y fundamental del posmodernismo.

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necesidad de llegar a las causas últimas” (Vattimo, 1996:27). En este sentido,

cuando la experiencia no es la proporcionada por la metafísica, el momento del

nihilismo consumado es el momento en que Nietzsche afirma: “El mundo

verdadero se ha convertido en fábula”. Para Vattimo la fábula describe una

experiencia que no es “ya auténtica”, una experiencia posmetafísica. Por otra

parte, el mundo posmoderno como fábula, es el mundo de la reificación

generalizada, donde en el mundo es reducido al valor de cambio (1996:30). Ahora

bien, para Vattimo una reapropiación entendida como una crítica al horizonte

sustraído al valor de cambio para sustituirlo por una existencia fundada en el valor

de uso, ha perdido relevancia no sólo por sus efectos prácticos, sino también se

ha revelado como superflua en tanto se ha desenmascarado su trasfondo

metafísico.53 Para Vattimo el mundo convertido en fábula es al mismo tiempo el

mundo en que opera el debilitamiento de la realidad, de la verdad y del ser, lo cual

posee una consecuencia liberadora, puesto que este mundo no sólo es rigidez

alienada, sino también movilidad de lo simbólico, es decir, la liberación de las

diferencias. Este es el momento del nihilismo consumado o activo, y es el sentido

en que Vattimo afirma que “el nihilismo consumado es nuestra única chance…”

(Vattimo, 1996:24).54

En segundo lugar, aunado a la muerte de la metafísica, en Nietzsche encontramos

la idea de que no se puede salir de la modernidad en términos de superarla,

puesto que esta es una categoría típicamente moderna. Con Nietzsche no

encontramos una salida a la modernidad en términos de superación crítica, en

cambio recurre al mito y al arte (1996:147). El pos de posmoderno implica no sólo

una despedida respecto de la modernidad, sino la sustracción de la lógica del

desarrollo y la superación. De este modo, Vattimo interpreta la noción del eterno

retorno, como fin de la época de superación. La superación, en el sentido de

encontrar lo nuevo sobre nuevos fundamentos, es rechazada por el pensamiento

posmoderno y marca el fin de la época en que el ser es concebido “bajo el signo

53

“El esfuerzo para sobrepasar la alienación entendida como reificación o como obnubilación de la subjetividad se desarrolló siempre en el siglo XX en la dirección de la reapropiación” (Vattimo, 1996:30). 54

Cursivas de Vattimo.

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del Novum” (1996:148).55 La filosofía de la mañana, es un pensamiento ajeno al

origen o al fundamento. Así, para Vattimo el pensamiento posmoderno es un

pensamiento de la fruición. Después de la muerte de la metafísica, en que no se

puede captar ningún fundamento último o trascendente, queda el Andenken

(rememoración). El Andenken implica el abandono de toda concepción

funcionalista del pensamiento, por lo que no se puede plantear una transformación

práctica de la realidad. La fruición o rememoración (Andenken), no tiene la función

de preparar otra cosa, sino que “tiene un efecto emancipador en sí misma”

(1996:156).

Ahora bien, David Lyon afirma que una de las formas de abordar la

posmodernidad es en torno al debate sobre la realidad: “Uno de los temas más

básicos del debate posmoderno gira en torno a la realidad, o irrealidad, o

multiplicidad de realidades” (2005:28). Ya hemos visto como Lyotard aborda esta

cuestión desde la estética de lo sublime, la cual muestra lo poco de realidad que

tiene la realidad, en razón de la existencia de lo impresentable en la

representación misma. No obstante, sabemos que el nihilismo de Lyotard no

permite ver en la estética de lo sublime la configuración de un horizonte

emancipatorio. En la filosofía de Gianni Vattimo, la pérdida de sentido de la

realidad, fundamento de su análisis de la sociedad posmoderna, posee un alcance

emancipador. ¿Qué entiende Vattimo por emancipación y libertad? Después de la

muerte de la metafísica, en la posmoderna condición de la verdad, la realidad y el

ser como débiles, la emancipación y la libertad no representan una lógica de

reapropiación, en el sentido de una superación de la sociedad de los mass media,

del dominio del mundo como valor de cambio. Como veremos, en Vattimo estas

nociones no tienen correspondencia en una emancipación política, sino en una

emancipación basada en el desarraigo, posibilitada por el dominio de la tecnología

en la modernidad tardía.

55

Cursivas de Vattimo.

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84

El principio de desarraigo (dépaysement56) es la liberación de las diferencias, de

los dialectos locales.57 En el mundo de la «comunicación generalizada» se

produce un estallido de una multiplicidad de racionalidades locales, que

cuestionan la idea de unidad, a favor de la particularidad y la contingencia: “la

radio, la televisión y los periódicos se han convertido en los componentes de una

explosión y multiplicación generalizada de Weltanschauungen: de visiones del

mundo” (1990:79).58 La tecnología de la sociedad de los mass media, aparece

aquí como un potencial de libertad (1996:30). Es este el sentido en que Vattimo

entiende al pensamiento posmoderno, como un pensamiento del Ge-Stell,

categoría heideggeriana que se refiere al desarrollo tecnológico de la sociedad. El

mundo posmoderno como fábula, como dominio de la sociedad del valor de

cambio, de la sociedad de los mass media, no es sólo el lugar de la rígida

alienación, sino que “se trata de descubrir y preparar la manifestación de las

chances ultrametafísicas o posmetafísicas de la tecnología mundial” (1996:158).

Una cuestión importante es que esta liberación de las diferencias no constituye

una apología de espontaneismo irracional. Los dialectos tienen para Vattimo una

gramática y una sintaxis, y su liberación posibilita que éstos tomen la palabra, lo

que no constituye un acto espontáneo de irracionalidad. En este punto, ¿cómo se

entiende el principio de desarraigo? Este se produce por el efecto de

autoconciencia de la multiplicidad de su contingencia y particularidad, esto es, el

reconocimiento de las distintas subculturas de no ser la única y, por lo tanto, la

conciencia de historicidad y limitación. Lo particular toma conciencia de sí mismo

como tal, lo que implica el abandono de las pretensiones de universalidad de la

propia Weltanschauung. El desarraigo en la era posmetafísica es también la crisis

56

Extrañamiento en francés. 57

El énfasis en la diferencia y pluralidad son identificados por Dussel como el tercer estrato de la obra de Vattimo, que comienza en 1980 con la publicación de La aventura de la diferencia, donde desarrolla un pensar triangular, cuyos ángulos están constituidos por Nietzsche-Heidegger-capitalismo y modernidad tardía: “Contra la metafísica, la diferencia, la multiplicidad, la apariencia, el abandono de fundamentación, la disgregación de la unidad, la disolución de la forma y la jerarquía, la destitución de la presencia son interpretados como 'positividad'.” Por otra parte, Dussel señala que desde 1970 la Filosofía de la Liberación plantea la cuestión de la diferencia desde la periferia mundial (1999: 27). 58

Cursivas de Vattimo.

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del humanismo y el sujeto fuerte (Vattimo, 1996:46). La conciencia de ser parte

de una multiplicidad, deja atrás la concepción del sujeto fuerte, por la noción de

ontología débil.

La lógica del desarraigo, constituye el sustrato de la experiencia estética de la

sociedad de la comunicación generalizada. La estética posmoderna se

fundamenta en el extrañamiento y la oscilación, en un sentido constitutivo,

esencial, y no provisional (1990:147). Vattimo afirma que el sentido del ser o los

rasgos más relevantes de la existencia característica de nuestra época, se

anuncian y anticipan en la experiencia estética. El filósofo italiano se pregunta

acerca de la cuestión del arte en la sociedad de la comunicación generalizada. La

idea que guía la reflexión es que en la sociedad de los mass media, se modifica la

esencia del arte, en función de las transformaciones de las condiciones técnicas

de reproducción y del goce estético. En la posmodernidad, la estética

comprendida dentro de la tradición metafísica que va de Aristóteles a Hegel, que

entiende al arte como el espacio de conciliación y perfección, es abandonada. La

gran obra de arte, como espacio de belleza y catarsis se desvanece en los medios

reproductibles de la sociedad de los mass media, como el cine, en los que los

productos estéticos se caracterizan por la precariedad y superficialidad, que son

las características exigidas para convertirse en objetos de consumo corriente. La

perennidad, profundidad y autenticidad como elementos constitutivos de la obra

estética y la catarsis aristotélica, entendida como purificación perfecta, no son

posibles en la experiencia estética posmoderna. La catarsis únicamente puede

tener lugar si a ésta se le entiende como ejercicio de finitud, como el

reconocimiento de los límites de la existencia humana (1990:145). Ahora bien, la

tesis central de Vattimo, es que la estética del desarraigo, constituida en la

precariedad y superficialidad, no es necesariamente signo o manifestación de

alienación, sino que da lugar al debilitamiento de la realidad, que como hemos

visto, tiene para este filósofo consecuencias emancipantes, ya que es en el

desarraigo, en el reconocimiento de ser parte de una multiplicidad, en que en el

arte se constituye el espacio para la creatividad y la libertad.

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La estética del desarraigo corresponde a la cultura de masas en tanto no

comprende la existencia de un mundo o de lo “bello”, sino una multiplicidad de

mundos. Este proceso es el paso de la utopía a la heterotopía. Vattimo afirma que

lo bello en Kant es objeto de una experiencia de comunidad, no obstante en la

posmodernidad se vive un proceso de multiplicación y plurificación del mundo

imparable. A partir de esta tesis, Vattimo elabora una crítica al retorno a la estética

kantiana de Habermas. Primero, por su íntima relación con la metafísica: “el

kantismo y el neokantismo son precisamente momentos de ese pensamiento

metafísico más allá del cual se había propuesto ir Heidegger” (Vattimo, 1996:130);

y segundo, en tanto que lo bello consiste en una experiencia de comunidad.

Vattimo acusa a Habermas de mantener una ceguera en torno a la cuestión de la

cultura de masas y la estética, proceso del que “no quiere” reconocer un alcance

real, en consecuencia con lo que Vattimo denomina “sus prejuicios teóricos”, esto

es, su rechazo de la posmodernidad: “Vivimos la experiencia de lo bello como

reconocimiento de modelos que hacen mundo y comunidad sólo en el momento

en que estos mundos y estas comunidades se dan explícitamente como múltiples”

(1990:165). Para Vattimo, si es que se piensa hablar de verdad de la experiencia

estética en la posmodernidad, ésta se encontraría referida al coleccionismo, a la

movilidad de las modas, al museo y en última instancia al mercado, como espacio

de circulación de objetos en los que la distinción entre valor de uso y valor de

cambio ha perdido relevancia, no necesariamente en términos de intercambio

monetario sino también simbólico. La estética de la cultura de la sociedad de

masas, se constituye en lo efímero, lo ecléctico y la imposibilidad de reconocer en

sus productos cualquier noción de esencialidad, no se puede hablar ya de lo bello

como manifestación de una verdad a través de un objeto sensible, ya que ello

corresponde a la estética metafísica de la tradición.

Recapitulando, la sociedad posmoderna y la experiencia estética en la era de los

mass media, se constituyen en el predominio de lo múltiple, lo diferente, y en esto

descansa la idea de libertad posmoderna de Vattimo, la cual, reconoce, es

problemática. Lo es porque en la sociedad aún existe una nostalgia por los

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horizontes cerrados, esto es, por las «concepciones unitarias», por las

«metanarraciones» de la modernidad, por lo que Lyotard denominó el deseo

endémico de realidad. “La experiencia de la angustia es la experiencia de

«desarraigo»”, del Un-zu-Hause-sein59 heideggeriano (1990:140). La experiencia

de la angustia, del desarraigo, del ser remitido a “sí mismo”, es una consecuencia

de la sociedad posmoderna en la filosofía de Lyotard y Vattimo. Ambos filósofos

consideran que en la posmodernidad, tras la muerte de la metafísica, no se puede

esgrimir fundamentos últimos o defender esencias absolutas, pero para Vattimo si

se explicita el carácter plural de los relatos, actúa un elemento liberador contra la

rigidez del relato monológico, tal como Lyotard lo ve en el reconocimiento de la

heterogeneidad de los juegos de lenguaje. No obstante, esta libertad posmoderna

es problemática en tanto en cuanto constituye una «oscilación» entre la

pertenencia y el desasimiento. Esto es por la autoconciencia de la particularidad

propia dentro de la multiplicidad. Finalmente, para Vattimo no existe una garantía

de que los mass media produzcan el efecto anteriormente señalado, por el

contrario pueden presentarse como la voz del Gran Hermano o sumergirse en la

banalidad estereotipada, en el vacío de significado.60

2.3 Estética de la confección de mapas políticos y el nuevo arte político:

Fredric Jameson

59

Expresión que Vattimo cita de El ser y el tiempo de Heidegger, literalmente significa “no estar en casa”. 60

El análisis de Habermas es pesimista en relación con la esperanza de libertad que encontramos aquí, aunque la reconoce: “La red de comunicaciones de los medios electrónicos de comunicación de masas, tejida de una forma cada vez más espesa, está hoy día organizada de tal modo que, a pesar de que técnicamente representa un potencial de liberación, sirve más para controlar la lealtad de una población despolitizada que para someter los controles estatales y sociales […]” (Habermas, 2002:16). En este diagnóstico coincide Giovanni Sartori, quien en su obra Homo Videns (1998), argumenta que particularmente la televisión, más que impulsar la formación de una opinión pública informada y la democracia política, se ha convertido en un medio de dominio simbólico sobre las masas, transformadas en homo videns, por lo que: “Al final, el poder pasa al Gran Hermano electrónico” (Sartori, 1998:130). El diagnóstico de Sartori, en torno al Internet también tiene esta perspectiva pesimista.

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La obra de Fredric Jameson constituye una crítica fundamental a la filosofía

posmoderna de Lyotard y Vattimo, cuyas obras articulan de diversas maneras una

negación de la noción de cambio o ruptura del orden social posmoderno. La obra

de Jameson representa un análisis de la condición social y estética de la

posmodernidad que no puede ser ignorado en la reflexión de las posibilidades de

cambio social en la actualidad. De acuerdo con Perry Anderson, Jameson se

consolidó como el primer crítico literario marxista del mundo. En 1982 pronunció

su primera conferencia sobre la posmodernidad, en un momento en que las

primeras nociones de lo posmoderno comenzaron a circular por los departamentos

de literatura. En la obra de Anderson Los orígenes de la posmodernidad (2000)

encontramos un análisis detallado de las fuentes e influencias teóricas del

pensamiento de Jameson. Una de las influencias decisivas fue su trabajo en la

universidad de Yale, donde enseñaba el arquitecto Robert Venturi, autor del

manifiesto Aprender de las Vegas (1972), de modo que Jameson se encontró en

uno de los centros intelectuales de la discusión entre la modernidad y la

posmodernidad.61 La arquitectura y la categoría de espacio, son dos cuestiones

fundamentales para comprender la teorización de Jameson sobre la

posmodernidad, así como su propuesta política, lo que por otra parte le confiere

un matiz particular a su obra. En este sentido, Anderson señala que cuando

escribió La condition posmoderne, Lyotard no estaba al corriente de que el término

se empleaba en arquitectura, además de que nunca había escrito nada sobre este

ámbito. Como hemos visto, en las obras de Lyotard y Vattimo, no encontramos

teorizaciones acerca de la posmodernidad en el ámbito arquitectónico.

Por otra parte, para Anderson, la obra de Jameson representa la culminación del

marxismo occidental, es decir, el marxismo de Lúkacs, Korsch, Gramsci, Adorno,

Horkheimer, Sartre, Lefebvre y Marcuse, cuyo teorización de la sociedad

capitalista se desarrollo con un especial énfasis en el ámbito cultural,

61

La arquitectura fue fundamental para la evolución intelectual de Jameson: “La arquitectura, el aguijón que impulsó a Jameson a avanzar más allá de lo moderno, permaneció siempre en el centro de su visión de lo que vino después” (Anderson, 2000:81).

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concretamente en la estética. Jameson ofrece una interpretación histórica de la

posmodernidad de corte marxista, comprendiéndola como el periodo histórico

generado después de las transformaciones en el modo de producción capitalista

después de la Segunda Guerra Mundial, consolidado en la década de 1970. Para

Anderson, Jameson ofrece una interpretación revolucionaria de esta fase histórica,

al criticar las conclusiones conservadoras de la obra de otros autores

posmodernos, de modo que en su obra encontramos una reflexión consistente

acerca de una política crítica en el capitalismo posmoderno.

Una de las cuestiones centrales en la teoría posmoderna de Jameson es la crítica

a la práctica estética posmoderna, a través del concepto de pastiche.62 Utiliza este

término, que proviene de las artes visuales, para caracterizar al posmodernismo.

El pastiche “es la imitación de un estilo peculiar o único, el uso de una máscara

estilística, discurso en una lengua muerta” (2002:22). Cuando el pastiche se

convierte en la práctica estética en la posmodernidad, la invención de nuevos

estilos y mundos se termina, por lo que se constituye el predominio de la imitación

de estilos muertos (1991a:44; 1991b: 37). En este sentido, ironiza la presencia de

la categoría kantiana de lo sublime en la filosofía de Lyotard: “la cita de

autoridades del pasado es poco más que una especie de pastiche” (2004:149). El

fundamento de este argumento es que los estilos estéticos fundamentales ya han

sido inventados, siendo que sólo es posible una cantidad limitada de

combinaciones. La estética de lo sublime de Lyotard y su llamado a inventar

nuevas reglas del juego, ha fracasado en el diagnóstico de Jameson de la estética

posmoderna, donde en cambio ha triunfado el deseo endémico de realidad y la

nostalgia. Y es precisamente en la nostalgia donde observa el desarrollo de la

estética posmoderna, concretamente en el ámbito cinematográfico, donde el cine

62

Pastiche: (Del Fr. pastiche). 1. m. Imitación o plagio que consiste en tomar determinados elementos característicos de la obra de un artista y combinarlos, de forma que den la impresión de ser una creación independiente (Diccionario de la Real Academia Española). Ian Chilvers (2007: 718) define al pastiche (o pasticcio) como una obra que, con frecuencia con propósitos fraudulentos, imita el estilo de un artista en particular, copiando y combinando partes de las obras auténticas.

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de la nostalgia ha colonizado los filmes, como si existiera una incapacidad de

elaborar representaciones estéticas de la experiencia posmoderna (2002:171).63

De acuerdo con Fredric Jameson, toda teoría del posmodernismo es una

predicción del futuro, ya que cualquier intento de definición de la posmodernidad

es inseparable del análisis de hacia dónde se dirige ésta (2002:78).64 En este

sentido, la posmodernidad que Jameson ve triunfar es la asociada a la sociedad

de consumo y al capitalismo multinacional avanzado, en la que la experimentación

artística fue incorporada a la lógica capitalista, concretamente en la producción de

mercancías, con lo que se verifica una “intensificación dialéctica del impulso

modernista hacia la innovación” (2002:45). La muerte de la estética de lo sublime

en la posmodernidad mediante la lógica cultural de la sociedad de consumo,

comporta en la teoría de Jameson una mutación en el ámbito de la cultura

originada por una fusión entre la “alta cultura” y la “cultura de masas”. Este

proceso es la progresiva mercantilización de la cultura o la transformación de lo

económico en una variedad de formas culturales, fenómeno íntimamente

relacionado con otro proceso, el del dominio de la imagen en la sociedad

posmoderna, que ha sido denominado también como la sociedad del espectáculo.

De este modo se configura el posmodernismo cultural, cuya máxima es “Aprender

de Las Vegas”, con una fascinación por lo kitsch, los moteles y la publicidad y la

cultura Reader´s Digest (1991:13). Para Jameson la obra de Andy Warhol es

fundamental para la comprensión de esta etapa cultural del capitalismo, puesto

que ésta gira en torno a la mercantilización y la cultura pop: El bote de sopa

Campbell y la botella de Coca-Cola expresan el fetichismo de la mercancía. Para

Jameson la estética del modernismo clásico surgió como arte de oposición-

desafío, su espíritu era considerado como subversivo al orden establecido,

causando escándalo al público de las clases alta y media, educado en los valores

63

Lyotard ya había calificado a este cine como pornográfico, ya que está enfocado a satisfacer aquel “deseo endémico de realidad” del público: “Lo pornográfico es emplear al cine y la fotografía con esta finalidad” (Lyotard, 1999:16). 64

Jameson irónicamente señala el riesgo de esta predicción, ya que en todo caso se realiza con una baraja defectuosa (2002:78).

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de la moral victoriana. Una de las tesis importante de Jameson es que la estética

posmoderna carece de este espíritu subversivo o de escándalo: “hay muy poco en

la forma o el contenido del arte contemporáneo que la sociedad actual considere

intolerable y escandaloso” (1999:36), en cambio hay una relación íntima entre

posmodernismo y sociedad de consumo.

Otro tema central en la obra de Jameson es la reflexión en torno al

posmodernismo arquitectónico, en este sentido la categoría de espacio es

fundamental.65 Reconoce que su concepción del posmodernismo emergió a partir

de los debates en arquitectura (1991a:11). Su argumento principal es que la

posmodernidad ha determinado una mutación en el espacio, que ha trascendido la

capacidad del cuerpo humano para situarse en un espacio susceptible de ser

cartografiado. A diferencia del espacio clásico de la modernidad, nos encontramos

ante un hiperespacio que rebasa la capacidad perceptiva de nuestra sensibilidad

(1991a:88). Esta tesis es inferida por Jameson del ámbito arquitectónico de la

posmodernidad. Considera al Westin Bonaventure Hotel de John Portman, en Los

Angeles, como un edificio emblemático de este período. Argumenta que la

arquitectura posmoderna sostiene una retórica populista, en coherencia con la

indistinción entre cultura de élite y cultura de masas, frente al modernismo

arquitectónico del Estilo Internacional de Le Corbusier y Mies Van der Rohe.

Frente al lenguaje utópico de la arquitectura moderna, el posmodernismo

arquitectónico sostiene la idea de Aprender de Las Vegas: “insertándose en el

tejido heterogéneo de la zona comercial y el paisaje de moteles y comidas rápidas

de la ciudad norteamericana posterior a las superautopistas” (1999:50). El

65

David Harvey señala que las categorías espacio-tiempo son conceptos básicos de la existencia humana. Sostiene que la definición de estos conceptos debe determinarse por las condiciones materiales de un determinado periodo histórico, es decir, la concepción del espacio-tiempo depende de las condiciones materiales del sistema social: “En suma, cada modo de producción o formación social particular encarnará un conjunto de prácticas y conceptos del tiempo y el espacio”; “La historia del cambio social está capturada en parte por las concepciones del espacio y el tiempo, y los usos ideológicos para los cuales se esgrimen aquellas concepciones. Más aún, cualquier proyecto para transformar la sociedad debe captar el espinoso conjunto de transformaciones de las concepciones y prácticas espaciales y temporales” (2004:228 y 243, respectivamente). Respecto a la importancia de esta categoría en la obra de Jameson: “Los dilemas que expone Jameson son exactos y apresan el impulso de la sensibilidad posmoderna en cuanto al significado actual del espacio en la vida política, cultural y económica” (2004:337).

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

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Bonaventure Hotel, representa para Jameson un intento de ser un espacio total,

una suerte de ciudad en miniatura. Los accesos al edificio son principalmente

laterales y traseros (a diferencia del Estilo Internacional y el gran simbolismo y

visibilidad de la entrada principal), lo que expresa su aspiración a no ser parte de

la ciudad sino a sustituirla. El diagnóstico anterior parece ser confirmado para

Jameson, primero en que la superficie vidriada el edificio repele la ciudad y genera

cierta agresividad hacia el Otro y, segundo en que este elemento disuelve la

estructura del hotel en el entorno mismo de la ciudad. Ahora bien, en el interior, se

dificulta la percepción del volumen y la desorientación predomina. Para Jameson

el Bonaventure Hotel es la representación arquitectónica de la dificultad de la

mente humana posmoderna de captar “la gran red comunicacional global,

multinacional y descentrada en que estamos atrapados como sujetos individuales”

(2002:32).

Hemos señalado que en la interpretación de Jameson de la posmodernidad como

lógica cultural del capitalismo tardío, la red de tecnologías de la información y la

comunicación es considerada una característica esencial de esta etapa. Como

hemos visto, para Gianni Vattimo estas tecnologías tienen un papel determinante

en su análisis de la posmodernidad, al posibilitar la exteriorización de visiones del

mundo. Jameson no es optimista en este sentido, argumenta que la tecnología no

es una causa primera, sino el resultado del desarrollo capitalista. Rechaza

considerar a ésta como determinante en última instancia para la vida social actual

o para la producción cultural (1991b: 63). A pesar de que en su obra Una

modernidad singular (2004), califica como pastiche la cita de autoridades del

pasado, recurre al concepto de lo sublime en el pensamiento de Edmund Burke e

Immanuel Kant para describir el efecto de las tecnologías de la información y la

comunicación en la posmodernidad. Jameson nos dice que para Burke lo sublime

se relaciona directamente con el terror, el asombro y espanto al vislumbrar “el

resplandor fugaz de algo cuya enormidad sobrepasa toda la vida humana”

(1991a:76). Lo sublime kantiano es entendido por Jameson de manera muy

cercana a la interpretación de Lyotard, como una incapacidad de la representación

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

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de captar lo absoluto. En este sentido, para Jameson, la enorme red de

tecnologías de la información y comunicación descentralizadas, en la

posmodernidad, superan la percepción humana, siendo que nuestra

representación de ellas es imperfecta, a modo de lo sublime en Kant y su

imposibilidad de representar una totalidad. La representación que se consiga

realizar de esta red descentralizada sería una figura distorsionada de algo más

profundo: el sistema mundial del capitalismo multinacional en la posmodernidad.

Este sistema es interpretado por Jameson como una red descentralizada de poder

y control que “resulta casi imposible de concebir para nuestro entendimiento y

nuestra imaginación” (1991a:85).

Por otra parte, la ciudad posmoderna es el escenario de un carnaval de

heterogeneidades y diferencias, en el que el sujeto se descentra en función de un

hiperconsumo individual (2002:102). El período de la muerte de Dios y de la

metafísica, es decir, la posmodernidad, llevó a un vacío existencial caracterizado

por la ansiedad y crisis, en términos políticos este pesimismo se tradujo en

términos de apatía política. De este modo en la posmodernidad se configura una

comunidad pospolítica, remitida a sí misma (2000:64). El fin de la modernidad,

viene acompañado de un retorno de la conciencia de la naturaleza en dos

sentidos, el primero, en que los desarrollos tecnológicos han destruido la ecología

planetaria; y segundo: “En la desilusión respecto a la capacidad de la gente para

cambiar, para actuar o para lograr algo sustantivo por la vía de una práctica

colectiva” (2000:55). No obstante, Jameson observa que este vacío es colmado y

neutralizado por la cultura consumista. La heterogeneidad de discursos,

subjetividades y estilos sujetos a la lógica del consumo tienen como correlato la

ausencia de un gran proyecto colectivo.

Jameson identifica al posmodernismo como «La lógica cultural del capitalismo

avanzado». Esta lógica cultural, se nutre del espíritu que constituye la estética de

lo sublime: la innovación y la experimentación. La producción estética es integrada

en la producción de mercancías con el objetivo de “producir nuevas oleadas de

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

94

refrescantes géneros de apariencia cada vez más novedosa” (Jameson, 1991a:18;

2002:36). La innovación y la experimentación se transforman en “un arsenal de

técnicas probadas y confiables y ya no se empeña en alcanzar la totalidad estética

o la metamorfosis sistémica y utópica de las formas” (Jameson, 2004:143). De

este modo, la experimentación y la innovación integradas en la lógica del consumo

capitalista son performativas, es decir, garantizan la continuidad y perfección del

sistema. Jameson observa que la dinámica de esta performatividad, es impulsada

y financiada por el propio sistema en las investigaciones y producciones en el

ámbito estético, particularmente el arquitectónico. Es entonces, cuando todo se

encuentra sometido al cambio perpetuo de la moda y la imagen mediática, se

produce la impresión de que nada puede entonces cambiar. Esta tesis se

relaciona para Jameson con la idea de Althusser de que cada modo de

producción, produce su propia temporalidad. La temporalidad de la

posmodernidad es el fin del cambio, la permanencia de lo Mismo, a través de la

Diferencia absoluta, fundamento del revival de la idea hegeliana del fin de la

historia en la obra de Kojève y Fukuyama (2000:32). Por otra parte, Jameson

sostiene la tesis más general de que en la posmodernidad el tiempo se ha

transformado en espacio, mismo que, como hemos visto, es susceptible de ser

comprendido por medio de una estética cartográfica y un nuevo arte político.

Para Jameson el escenario desmoralizador y deprimente de la posmodernidad, del

capitalismo multinacional descentrado, constituye un momento de verdad. Es

posible una nueva forma de política radical cultural, cuyo tema central es la

cuestión espacial (1991b: 82). El hiperespacio posmoderno descrito por Jameson,

trasciende la capacidad del cuerpo humano para organizar su percepción

espacialmente. Sobre lo que era la ciudad, se despliega una nueva escala

descentralizada y global (2000:24). Así, nuestra mente es incapaz de cartografiar

nuestra posición en la gran red de comunicación descentrada, multinacional y

global. De este modo, la nueva forma de política cultural radical debe adoptar la

forma de una estética de los mapas cognitivos. ¿Qué es la estética de los mapas

cognitivos? Fredric Jameson admitió que mapeo cognitivo es una expresión

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cifrada de conciencia de clase aunque en el sentido de la necesidad de que ésta

fuera de un nuevo tipo, “hasta ahora no imaginado” (2002:73). Es una estética

porque en el proyecto de una nueva forma de política cultural radical, Jameson

resalta las dimensiones pedagógicas y cognitivas de un nuevo arte político.

Evidentemente, esta estética cultural radical, se contrapone directamente con la

noción moderna de la autonomía del arte, a la que Jameson crítica al señalar que

más bien su cuasi-autonomía ha sido destruida ya por la lógica del capitalismo

avanzado, esto es por la mercantilización, el pastiche y el dominio de la cultura de

masas (1999a:106). El objetivo de la estética de los mapas cognitivos es que el

sujeto adquiera consciencia de su lugar respecto a la totalidad en la

posmodernidad, en el hiperespacio de la red descentrada del capitalismo

multinacional. Esta estética cartográfica, constituye para Jameson la pauta para la

construcción de una cultura política que permita a los sujetos una representación

(consciencia) de su lugar en el sistema global y de este modo, la consciencia de

las posibilidades de acción y lucha.66

Encontramos en Jameson una defensa del pensamiento utópico, en “tiempos

propicios para el antiutopismo”, en el que pensamiento neoconservador y

posmodernismo convergen. Esta defensa descansa en la idea de que el

pensamiento utópico nos permite concebir la posibilidad de sistemas alternativos

al actual, una cuestión que como hemos visto se encuentra deslegitimada en la

filosofía de Vattimo, en donde el sentido de la libertad posmoderna no puede

entenderse bajo la lógica del cambio social o la reapropiación. En la obra de

Jameson este pensamiento posmetafísico-posmoderno se da la mano con el más

emblemático de los neoconservadurismos antipolitizantes, cuya fuente en este

caso es el pensamiento de Heidegger-Nietzsche, en este sentido Jameson es

66

En Harvey encontramos señalada esta importancia del espacio y la lucha, relacionada además con la temporalidad: “los movimientos mismos deben enfrentarse a la cuestión del valor y su expresión, así como a la necesaria organización del espacio y el tiempo adecuados a su propia reproducción”; “la transición del fordismo a la acumulación flexible, tal como se ha dado, debería implicar una transición en nuestros mapas mentales, en nuestras actitudes políticas y en las instituciones políticas” (Harvey, 2004:265 y 338, respectivamente). En Jameson encontramos una de las primeras condiciones de esta organización espacial: la consciencia respecto a la totalidad espacial.

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contundente: “una filosofía como la de Heidegger es, en nuestro tiempo, falsa e

ideológica, antipolítica, cuando no fascista y decisionista, distractora del

compromiso político […].” (2000:76). Por otra parte, crítica al esteticismo

antipolítico de Lyotard cuyo tema central es la muerte de las metanarraciones,

postula ir más allá del posmodernismo neoconservador para el que no es posible

articular un «gran proyecto colectivo» en términos de una transformación sistémica

de la sociedad. La teoría posmoderna de Fredric Jameson se encuentra recorrida

por un deseo utópico que va más allá de la ideología del fin de la historia y la

muerte de los metarrelatos.

En este sentido comenta que cualquier esfuerzo utópico por concebir una

sociedad más allá de la actual sociedad de consumo posmoderna, ya sea en

términos prácticos o teóricos, es desacreditada por la acusación de ser una

fantasía que contiene un dispositivo jacobino e incluso estalinista (2000:57).

Jameson postula que toda experiencia política tiene un carácter utópico, incluso el

fascismo o el racismo; reconoce que esta afirmación es escandalosa desde luego,

pero ésta es una tesis importante en la obra de Slavoj Žižek, controvertido crítico

de la posmodernidad.67 Veremos más adelante la cercanía del análisis de Žižek

con el de Jameson. Para Žižek, los ideales utópicos presentes en el fascismo, no

son fascistas en sí mismos, sino que lo que convierte en fascista a un proyecto

colectivo es la configuración y el fin al que son sometidos estos ideales, presentes

también en las ideologías de derecha e izquierda, tal como las nociones de

solidaridad o libertad –que en sí mismas no son fascistas- (Žižek, 2008:22). Aquí

Jameson encuentra otra de las antinomias de la posmodernidad, el rechazo al

pensamiento utópico desde una ideología que refuerza la lógica de la sociedad

pospolítica que en sí misma no es ajena a los dispositivos utópicos, por ejemplo

en la fantasía utópica de gratificación y consumo que la sociedad de mercado

sería capaz de generar: “todo antiutopismo político activo u operativo […] tendrá

67

Esta tesis también es insinuada por Habermas: “Desde el comienzo del siglo XIX, la «utopía» es un concepto de lucha política que todos usan contra todos. […] Como todos están infectados del pensamiento utópico, nadie quiere ser un utópico” (1988:114).

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que revelarse tarde o temprano, como una vibrante forma de utopismo genuino”

(2000:68). Por otra parte para Jameson el sujeto pospolítico es objeto también de

un miedo a la utopía, caracterizado por una completa ansiedad en torno a lo que

se “perderá” en el transcurso de una transformación intensa de la sociedad en

términos de valores, prácticas, pasiones y hábitos. Jameson encomienda a los

sectores progresistas del Primer Mundo diagnosticar este miedo y ansiedad ante

la utopía: “Hay que llevar a cabo una terapia colectiva con las propias víctimas de

la despolitización, lanzar una mirada rigurosa a todo lo que fantaseamos como

mutilador, opresivo, lúgubre y depresivo […] de una transformación social”

(2000:63).68 Finalmente, de un modo muy sugerente, Jameson afirma: “Las

ontologías del presente exigen arqueologías del futuro, no pronósticos del pasado”

(2004:180).

2.4 Conclusiones

Una constante del posmodernismo es el ataque al pensamiento metafísico en

relación con las nociones de totalidad, universalidad y unidad. La construcción de

un pensamiento posmetafísico es central en la filosofía de Lyotard y Vattimo. De la

disolución de los principios metafísicos emerge una constelación de

subjetividades, discursos, símbolos y prácticas heterogéneas no susceptibles a ser

homogeneizadas autoritariamente (política del terror). En la obra de Lyotard Le

différend encontramos la defensa a la particularidad de esta constelación de

subjetividades y discursos, entendidos como juegos de lenguaje. Un juego de

lenguaje comporta un particularismo esencial, producto del régimen al que está

68

Aquí pareciera sorprender la idea de terapia colectiva, que quizá sea una analogía a la idea de conciencia de clase. Ahora bien, esta idea del conservadurismo de las masas coincide con el análisis de John Holloway en Cambiar el mundo sin tomar el poder: “Es mucho más probable que suprima consciente o inconscientemente la repulsión o el desacuerdo, ya sea para tener una vida tranquila o, mucho más simple aún, porque simular que no ve o no siente los horrores del mundo le proporciona beneficios materiales directos” (2005:25). En este sentido Erich Fromm considera que: “en la vida se requerirían cambios tan enormes que la gente prefiere una catástrofe futura al sacrificio que tendría que hacer hoy en día”; “cada paso nuevo encierra el peligro de fracasar, y esta es una de las razones por las que se teme a la libertad” (2006:29 y 109).

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sometida su construcción y enunciación. De tal forma que, dos juegos de lenguaje,

en su particularidad esencial, no son completamente traducibles el uno al otro.

Existe un abismo, una inconmensurabilidad, entre un juego de lenguaje y otro.

Este pluralismo, en la filosofía de Vattimo, se constituye como consecuencia de la

muerte de la metafísica, en que la realidad, la verdad y el ser son debilitados. Una

realidad débil cataliza el movimiento de lo simbólico, en el que un conjunto

heterogéneo de Weltanschauungen (visiones del mundo) es exteriorizado,

liberado. Dialectos y racionalidades locales son liberados y en este efecto Vattimo

observa una consecuencia emancipadora.

En cuanto a la sociedad posmoderna, una constante en la obra de Lyotard,

Vattimo y Jameson es el reconocimiento del triunfo del capitalismo tardío, la

sociedad de consumo y la democracia liberal. Los imperativos performativos del

capitalismo tardío son dominantes en lo social, lo estético y lo epistemológico.

Ahora bien, para Lyotard, Vattimo y Jameson la estética posmoderna se encuentra

dominada por el valor de cambio, la producción artística se dirige a satisfacer el

deseo endémico de realidad de la subjetividad posmoderna, instalándose en el

ámbito de la melancolía o nostalgia y el pastiche. Este fenómeno se caracteriza

como una creciente comercialización de la cultura, proceso en que la disolución de

las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular determina el nacimiento del

arte pop. De esta forma, hay una relación íntima entre posmodernismo y sociedad

de consumo: el posmodernismo se constituye como la lógica cultural del

capitalismo tardío. Como lógica cultural, comprende no sólo a la estética, sino

como hemos visto, también la epistemología y la arquitectura.

En relación con el sujeto, en la era posmoderna, de la hegemonía de los valores

individualistas, el imperio del valor de cambio y la sociedad de consumo, éste es

remitido a sí mismo, conducido siempre bajo el horizonte de la performatividad.

Para Jameson la ciudad posmoderna es el escenario de un carnaval de

heterogeneidades y diferencias, en el que el sujeto se descentra en función de un

hiperconsumo individual. Tras la muerte de Dios, de los grandes relatos y de una

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

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realidad estable; la inseguridad, la angustia, el malestar y la depresión, constituyen

el horizonte ontológico del sujeto posmoderno. Este es el sustrato de la

pospolítica, central en la obra de Jameson y ya esbozada en la de Lyotard, al

entender a la constelación plural de subjetividades como conducida siempre bajo

los criterios performativos del sistema social, económico y político de la

posmodernidad.

Ante ello, en la filosofía de Lyotard y Vattimo se configura un dispositivo

conservador: «la fabulación del mundo». La fábula posmoderna, es la narración

del fin de la emancipación y los proyectos de cambio social. Con Lyotard, el

horizonte posmoderno corresponde a un libre movimiento de juegos de lenguaje

no sometidos a un metadiscurso o a un género de lenguaje, es decir, a un

proyecto político global. En términos estéticos, ante el dominio de lo melancólico,

la estética de lo sublime debe dar cuenta de lo irrepresentable a través de una

inovatio paralógica que es ajena a este sentimiento. Para Vattimo la

exteriorización-liberación de visiones del mundo, posibilitado por una ontología

débil, tiene un alcance emancipador. Una estética del desarraigo-oscilación,

constituida a través de la tecnología del capitalismo tardío, concretamente los

mass media, tiene un efecto liberador y emancipativo, pero ésta es una

«emancipación» que no tiene correspondencia en el ámbito socioeconómico, que

no se comprende dentro de un movimiento de cambio respecto a la sociedad

posmoderna y al imperio del valor de cambio. El mundo como fábula, comporta la

muerte de la esperanza, el proyecto de un mundo en el que el valor de cambio no

hegemonice lo social. Ante ello, la obra de Jameson resulta fundamental. La crítica

a la fábula posmoderna, a la deslegitimación de los proyectos colectivos de

cambio social, al dominio del valor de cambio en la vida social y en el ámbito

estético, y a la hegemonía de la pospolítica, representan la esencia de su obra.

Sin duda, el pensamiento de Jameson comporta un referente determinante en la

crítica al posmodernismo conservador y en la reflexión teórica acerca de un

mundo más allá de la fábula posmoderna. •

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

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Cuadro II. Teorías de la posmodernidad: Lyotard, Vattimo y Jameson.

Posmodernidad/

Posmodernismo Jean-Franҫois

Lyotard Gianni Vattimo Fredric Jameson

Filosofía

Ataque a la metafísica:

Crítica a las nociones de

unidad, universalidad y

razón.

Muerte del proyecto de la

modernidad: «fin de las

metanarraciones».

Pragmática de los actos

de habla, constelación

heterogénea de juegos

de lenguaje, no integrada

sistémicamente a través

de una política del terror:

Le Différend

Fábula posmoderna: fin

de la esperanza y de los

proyectos de

emancipación humana.

Ataque a la metafísica:

Nietzsche- Heidegger.

Muerte de Dios y

«nihilismo consumado»

Desontologización de la

historia.

Ataque al principio de

una historia y una

realidad. Realidad

posmoderna: Ontología

y pensamiento débil.

Fábula posmoderna:

Potencial liberador del

desarrollo tecnológico del

capitalismo tardío.

Rechazo a las categorías

de cambio o superación.

Crisis de los cánones, no

existen lenguajes

normativos en términos

globales, ya que los

mismos pasan a ser uno

más entre todos los

estilos locales-tribales.

La posmodernidad no se

define por discursos

sistémicos e integrados.

Nuevo discurso,

asociado al

posestructuralismo

francés.

Crítica a la fabulación del

mundo. Defensa

pensamiento utópico, los

proyectos de

emancipación y cambio

social.

Estética

Estética de lo

sublime

Expresión de la

imposibilidad de

representación de lo

absoluto.

Su fin es la paralogía:

invención (inovatio) de

«nuevas reglas de

juego» (paralogía).

Opuesta a la melancolía

o nostalgia del arte

moderno y al deseo

endémico de realidad de

su público.

Lógica del

posmodernismo: ensayo

y experimentación

Estética de

oscilación-

desarraigo

Liberación de las

diferencias, de los

dialectos locales en un

mundo de

«comunicación

generalizada». Los mass

media comportan un

potencial emancipador.

El desarraigo-oscilación,

desfondamiento o shock,

se produce por el efecto

de autoconciencia de la

multiplicidad de la

contingencia y

particularidad:

reconocimiento de las

Estética de

confección de mapas

políticos: Nuevo arte

político.

La posmodernidad como

la lógica cultural del

capitalismo avanzado.

Crítica a la estética

posmoderna: Predominio

del pastiche (imitación de

estilos). Muerte de la

estética de los sublime.

Política cultural radical

cuyo centro es la

cuestión espacial:

Cartografiar la gran red

de comunicación

descentrada,

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

101

Fuente: Elaboración propia con base en la bibliografía de este trabajo.

paralógicos. distintas subculturas de

no ser la única y, por lo

tanto, la conciencia de

historicidad e limitación.

multinacional y global.

Sociedad-política

La sociedad se explica a

través del lenguaje:

constelación

inconmensurable de

juegos de lenguaje.

Los diálogos y proyectos

son remitidos al ámbito

local, particular, nunca a

lo universal, entendido

como unidad de lo

diverso, como política del

terror.

Individualismo, el sujeto

es remitido a sí mismo.

Triunfo del capitalismo

liberal y la tecnociencia.

Surgimiento de la

sociedad de los mass

media.

Exteriorización de

Weltanschauungen

(concepciones del

mundo). Se exteriorizan

discursos y subculturas.

La sociedad se

exterioriza como

compleja-caótica.

Cruzamiento de múltiples

imágenes,

interpretaciones y re-

construcciones,

distribuidas por los mass

media en su lógica de

competencia y, lo más

interesante, sin

coordinación central.

Ciudad posmoderna:

Carnaval de

heterogeneidades y

diferencias, en el que el

sujeto se descentra en

función de un

hiperconsumo individual

Individuo dominado por

la crisis, ansiedad y

apatía política.

Hegemonía de la

pospolítica. Procesos de

descentralización y con

la institucionalización de

grupos pequeños.

Elaboración de mapas

cognitivos (consciencia

de clase) frente al

hiperespacio de la

posmodernidad.

Economía

Sociedad posindustrial

Sociedad de de los

medios de comunicación;

consumo o del

espectáculo.

Capitalismo tardío o

multinacional. Sociedad

de consumo; del

espectáculo o de los

medios de comunicación.

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José Lira Rosiles II. Teorías de la posmodernidad: Un mundo narrado como fábula

102

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Page 104: Filosofia Politica Del Postmodernismo

CAPITULO 3. CONTRA EL POSMODERNISMO. LA CRÍTICA A LA FILOSOFÍA

POLÍTICA POSMODERNA

Una vez que se ha establecido claramente la definición de la posmodernidad,

y se han analizado las principales teorías que integran este enfoque,

confrontaremos al pensamiento posmoderno con sus principales críticos. En

primera instancia, analizaremos el ataque de la Teoría Crítica, esto es, la

confrontación muy conocida entre Jürgen Habermas y Jean-François Lyotard.

Enseguida se estudian las críticas al posmodernismo de David Harvey, Alex

Callinicos, Terry Eagleton y Enrique Dussel. Finalmente se confronta a la

posmodernidad con la crítica aguda y radical del controvertido filósofo Slavoj

Žižek.

3.1 La racionalidad comunicativa y consenso versus estética paralógica y

«diferencia»: Debate entre Jürgen Habermas y Jean-François Lyotard

avid Lyon comenta que a fines del siglo XX se produjo un debate entre los

partidarios de la reconciliación con la modernidad y aquellos que creían que

ésta había llegado a fin (2005:71). Este álgido debate, que no estuvo exento de

acusaciones mutuas y adjetivos, está representado por la discusión entre Jean-

Franҫois Lyotard y Jürgen Habermas. De acuerdo con Perry Anderson la discusión

entre estos dos filósofos consolidó el debate en torno a la posmodernidad “con el

cuño de la autoridad filosófica” (2000:65), además de que la crítica de Habermas

representó el primer ataque crítico consistente a esta corriente de pensamiento.

En una carta a Thomas E. Carroll, incluida en la obra de malicioso titulo de La

posmodernidad (explicada a los niños) (1999), Lyotard elabora una breve crítica

en torno a los críticos de la posmodernidad y a los supuestos adeptos a la misma,

como la corriente arquitectónica identificada con el término que habría

abandonado a la Bauhaus, es decir, con el Estilo Internacional, el proyecto

arquitectónico moderno. En esta obra Lyotard dice a Carroll: “He leído a un

pensador que goza de reputación asumiendo la defensa de la modernidad contra

aquellos que él llama neoconservadores” (1999:12). Este reputado pensador, es el

D

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105

filósofo alemán Jürgen Habermas. Lyotard evalúa el fundamento de la crítica de

Habermas a la corriente posmoderna: desembarazarse del proyecto inconcluso de

la modernidad, del proyecto de las Luces. Para los filósofos de la posmodernidad,

la obra de Habermas se presenta como una reivindicación del programa de

emancipación de la modernidad (Vattimo, 1990:159).

Un año después de la publicación de La condition posmoderne, el 11 de

septiembre de 1980, Habermas pronunció en la ciudad de Frankfurt un discurso

titulado La modernidad: un proyecto inacabado.69 En este discurso confronta

directamente a la corriente posmoderna, evaluando la cuestión sobre la tesis del

fin de la modernidad. Sostiene que la modernidad como proyecto nace en el siglo

XVIII con la filosofía de la Ilustración. El proyecto de la modernidad consiste “en

desarrollar las ciencias objetivadoras, los fundamentos universalistas de la moral y

el derecho y el arte autónomo […]” (1988:273). El espíritu de este proyecto

descansa en la liberación de las potencialidades cognitivas de sus formas

esotéricas, con el propósito de configurar racionalmente las relaciones vitales, es

decir, el mundo de la vida. Habermas interpreta a la modernidad como un proceso

general de diferenciación formal de esferas vitales: la ciencia, la moral y la

estética. Cada una de estas esferas se habrían diferenciado constituyendo áreas

autónomas con sus propios principios normativos: verdad, justicia y belleza,

respectivamente. Estos ámbitos se institucionalizaron como competencia de

especialistas, cuyo efecto central es un aumento de la distancia entre la cultura de

expertos y la cultura popular.

Ahora bien, Habermas reflexiona en torno a la crisis o malestar de la modernidad

que constituye un motivo fundacional de la filosofía posmoderna. Afirma que este

molestar tiene como origen el proceso de modernización social, basado en la

lógica de racionalidad económica y administrativa. Estas lógicas se afianzan en el

69

Anderson considera que existe un malentendido en torno a este discurso, ya que por la proximidad de las fechas se considera como una respuesta a La condition posmoderne de Lyotard. Anderson señala que probablemente Habermas desconocía esta obra, siendo que en este discurso reaccionaba ante la exposición de la Bienal de Venecia de 1980 en que se expuso la posmodernidad bajo la influencia del arquitecto Charles Jencks, cuya obra era entonces desconocida a su vez para Lyotard (Anderson, 2000:54).

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desarrollo económico capitalista y las organizaciones estatales, respectivamente.

La problemática se genera del hecho de que ambos sistemas han efectuado una

colonización del mundo de la vida el cual se fundamenta en otra lógica: la

racionalidad comunicativa. Habermas sostiene que se debe aprender de los

extravíos del proyecto de la modernidad, en lugar de darlo por perdido, para ello

argumenta que ante el distanciamiento de la cultura de los expertos y la cultura

popular se debe defender “una apropiación de la cultura de especialistas desde la

perspectiva del mundo vital” (1988:281). Para Habermas este propósito se

conseguirá cuando la modernización capitalista pueda orientarse también por

otras vías no capitalistas y el mundo de la vida genere instituciones que limiten la

dinámica de los sistemas económico y administrativo.

Habermas señala que la crisis de la modernidad ha generado corrientes críticas

con el modernismo a las que califica siempre como variantes de una postura

general conservadora. Identifica específicamente tres conservadurismos: a) Los

jóvenes conservadores. Habermas considera que este grupo se ha apropiado de

la modernidad estética, descubriendo una subjetividad descentrada. Identifica a

este grupo con la línea que va de George Bataille a Foucault y Derrida, cuyas

obras están recorridas por el espíritu dionisiaco de un Nietzsche redescubierto en

los años setenta, y en este sentido, sostienen principios antimodernos. Crítica

especialmente al posestructuralismo francés y su crítica radical a la razón

(1988:91)70; b) Los viejos conservadores. Este grupo se caracteriza por su rechazo

a la modernización cultural y al proceso de diferenciación y autonomización de la

ciencia, la moral y el arte, recomendando un retorno a las posiciones anteriores a

la modernidad. En esta línea identifica a Leo Strauss, Hans Jonas y Robert

Spaemann; c) Los neoconservadores. Aceptan el proceso de la modernización

70

Una cuestión que a Habermas le preocupaba era la amplia influencia que había ganado el posestructuralismo en las universidades alemanas (1988:190). Alex Callinicos (1998:78) considera que las intervenciones de Habermas contra el posestructuralismo poseen un carácter político, ante el resurgimiento en la década de 1970 de tendencias del pensamiento conservador que implican un rechazo de la modernidad. En este sentido, Terry Eagleton (1998:47) al interpretar al posmodernismo como producto de la debacle histórica de la izquierda pos-1960, señala: “Occidente está ahora realmente lleno de jóvenes zombies que lo saben todo sobre Foucault […]”. La influencia del posestructuralismo francés en los jóvenes es una de las preocupaciones centrales de Habermas.

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social y la diferenciación de las esferas vitales, recomendando una política de

suavización de los contenidos problemáticos de la modernidad cultural, ya que

Habermas considera que esta corriente adjudica las problemáticas generadas por

la modernización social a la modernidad cultural. Identifica en esta línea al primer

Wittgenstein, al medio Carl Schmitt y al último Gottfried Benn. Esta línea, anuncia

el rechazo al proyecto de la modernidad.

La posmodernidad es identificada dentro del tercer grupo. Habermas sostiene que

el «pos» expresa una separación del pasado, un distanciamiento y una

experiencia de discontinuidad, sin que se le pueda dar un nombre al presente

(1988:11). Son gestos de despedida apresurada, propios de períodos de

transición, no obstante, afirma irónicamente que los diversos «pos» no son sólo

denominaciones oportunistas “de quienes a toda costa quieren mantenerse a la

última” (1991:14), por lo que hay que tomarlos en serio, a modo de sismógrafos

del espíritu de una época. Este espíritu descansa en una crítica radical a la razón

y a la configuración de un pensamiento posilustrado. Habermas incluso reconoce

que una de las motivaciones para rescatar el concepto de racionalidad como clave

de su teoría social crítica, representada por su obra Teoría de la acción

comunicativa, fue el auge de las ideologías neoconservadoras a partir de 1973 y

las reflexiones implícitas en ella, como el abandono de la modernidad, la

democracia radical y la Ilustración (1988:150). No obstante, considera que este

movimiento posee un momento de verdad: la crítica de la Ilustración exterioriza y

señala las limitaciones de la Ilustración, lo que deviene útil en la elaboración de

una autocrítica de la modernidad, ante quienes rechazan abandonar su proyecto:

”Resulta excesivamente fácil ceder al impulso de denunciar los rasgos de un

espíritu del tiempo oscurecido en su propio irracionalismo” (1988:260).

Ahora bien, Habermas señala que esta crítica, propia del posestructuralismo

francés, conlleva no sólo al abandono de Descartes, sino también de sus virtudes,

como el pensamiento metódico, la responsabilidad teórica y el igualitarismo

científico, por lo que la escena del posmodernismo se caracteriza por la anarquía.

Por otra parte, argumenta que esta cruzada contra la razón instrumental se ha

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convertido en una totalidad con rasgos autoritarios (1988:106).71 A esta cruzada

contra la razón, Habermas responde con dos señalamientos fundamentales: El

primero, es que el logocentrismo occidental debe poco a la razón, ya que se

elaboró una “reducción cognoscitiva del concepto de razón”; el segundo, es que:

“el carácter unilateral cognitivo-instrumental del concepto moderno de racionalidad

refleja la unilateralidad objetiva de un mundo vital capitalista en proceso de

modernización” (1988:108). En este sentido, considera que la filosofía y las

ciencias sociales, más que superar el logocentrismo, pueden contribuir a hacer

accesibles las dimensiones de la razón, poniendo en movimiento las

interrelaciones entre lo cognoscitivo-instrumental con lo moral-práctico. Por otra

parte, una de las características del pensamiento posmoderno que hemos

analizado es la crítica a la noción de sistema, en cambio, pondera lo fragmentario,

lo contradictorio e incluso lo paradójico. En este sentido, Habermas afirma que el

abandono de una filosofía sistemática no es una novedad posmoderna, sino que

después de la muerte de Hegel, la primera generación de sus discípulos tomaron

consciencia de que no era posible sostener con buena consciencia sistemas

filosóficos, por lo que considera que todos los filósofos que rechazan a éstos son

contemporáneos de los jóvenes hegelianos. Para Habermas la renuncia a todo

pensamiento filosófico sistemático es una condición de todo trabajo que se aparta

de un enfoque fundamentalista y se inserta en la compleja red de las ciencias

sociales y humanas, con una consciencia de falibilidad (1988:192).

Habermas comenta que la expresión posmoderno empezó a utilizarse

restringidamente en los años cincuenta y setenta en el ámbito literario de América

para denominar nuevas variantes dentro del espectro de la modernidad tardía. El

posmodernismo se convirtió en una consigna política cuando la expresión fue

apropiada por dos grupos: los neoconservadores y el movimiento arquitectónico

que renunció a los fundamentos morales de la arquitectura moderna. En su trabajo

Arquitectura moderna y posmoderna (1988), Habermas analiza la postura de este

71

Habermas señala ácidamente: “Y conviene que recordemos que Francia no es solamente la patria de Descartes, de la Revolución y de la Declaración de los Derechos Humanos, sino que también es el país del que partieron los cruzadas…” (1988:108).

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segundo grupo. Califica a Robert Venturi, autor del manifiesto Aprender de las

Vegas, como conservador y artista pop, quien inauguró un eclecticismo irónico:

“hasta obtener textos estridentes, como si brillaran con tubos de neón” (1998:15).

Lo que Habermas reprocha a Venturi es que la arquitectura que inaugura, no tiene

como problema central la descolonización de mundos vitales destruidos, sino la

cuestión meramente “estilística”. De este modo, la arquitectura posmoderna se

acompasa con el neoconservadurismo en tanto que transforman en cuestiones de

estilo problemas de otro orden. Recordemos que Venturi rompió con la

arquitectura del Estilo Internacional de Frank Lloyd Wright y Mies van der Rohe, y

su espíritu utópico en la construcción de lo urbano. Habermas considera que esta

arquitectura surgió del espíritu vanguardista, siguiendo la línea tradicional del

racionalismo occidental y consiguiendo desde el comienzo traspasar las fronteras

nacionales. La arquitectura moderna también se conoció como arquitectura

funcional, Bauhaus o Estilo Internacional. En este sentido, Habermas afirma que el

adjetivo funcionalista, suscita ideas falsas, por un lado, la arquitectura ha sido

siempre, más que ningún otro, un arte vinculado a una finalidad; por otro,

considera que la arquitectura moderna creó un estilo estético propio derivado de

las exigencias de la aparición de nuevos materiales y técnicas, de modo que “el

funcionalismo de esta arquitectura coincide con la lógica interna de una evolución

artística” (1988:22). No obstante, la arquitectura moderna dejó en la penumbra la

problemática de la colonización del mundo vital por los imperativos de los sistemas

económico y administrativo, por lo que valora positivamente las iniciativas de una

arquitectura comunal, en la que la población afectada es incorporada en los

procesos de planificación urbana.

Otra dimensión en la que Habermas ataca al posmodernismo es en torno a la

utopía. Señala que este término ha sido utilizado como concepto de lucha política

desde comienzos del siglo XIX. Cita a Tomas Moro, Campanella y Bacon, como

creadores de utopías como relatos ficticios, sin conexión con el devenir histórico;

además de los que fueron señalados por Marx y Engels como socialistas utópicos:

Robert Owen, Saint-Simon, Fourier y Proudhon, quienes concibieron a la ciencia,

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la técnica y la planificación como instrumentos infalibles en el dominio de la razón

sobre la naturaleza y la sociedad, no obstante esta utopía fue hecha añicos en el

siglo XX (1988:116). Habermas considera que es hasta el siglo XX con Ernst

Bloch y Karl Mannheim cuando la utopía se mezcla con el pensamiento histórico.

Ahora bien, señala que el espíritu de la época se relaciona con el agotamiento de

las energías utópicas, ya que han ganado influencia las teorías que señalan la

desviación o el fracaso de las esperanzas modernistas basadas en la ciencia, la

tecnología o el dominio de la razón. En este pasaje, Habermas no cita a Lyotard,

pero perfectamente esta crítica se ajusta al espíritu de la idea de la muerte de las

metanarraciones. Ahora bien, ante esta consciencia de un espíritu de época

posutópico, Habermas es tajante: “Considero que esta tesis de la aparición de la

posmodernidad carece de fundamento” (1988:117). Sostiene que el espíritu de la

época no ha cambiado, así mismo, la conciencia histórica no ha perdido las

energías utópicas en modo alguno.

Ahora bien, Habermas señala que lo que llegó a su fin fue una utopía concreta, la

se cristalizo en torno a la sociedad del trabajo. En la modernidad clásica, el trabajo

adquirió una centralidad fundamental, de modo que las esperanzas utópicas se

dirigieron hacía el ámbito de la producción. En este sentido, el Estado social fue la

respuesta al impulso de la utopía de la sociedad del trabajo, fundando su

legitimidad del sufragio universal y su alianza con sindicatos y partidos obreros. El

Estado social dependía de un fuerte aparato intervencionista sobre la economía y

la sociedad, pero con el objetivo de garantizar la coexistencia pacífica entre

democracia y capitalismo. El Estado social mostró sus límites históricos frente al

capital, en relación con las inversiones privadas, la crisis de los presupuestos

públicos y el estancamiento económico en la década de 1970. Muestra sus límites

porque no puede garantizar las pautas de la inversión capitalista ni garantizar el

puesto de trabajo como si fuera un derecho civil. Ante la crisis del Estado de

bienestar, Habermas señala el ascenso del neoconservadurismo con el Estado

Neoliberal. Sus representantes son los gobiernos de Margaret Tatcher y Ronald

Reagan. Considera que el neoconservadurismo se caracteriza por tres

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componentes: a) Política económica orientada hacia la capitalización y la oferta,

reactivando el proceso de acumulación; B) política neocorporativa para

desvincular a la administración de la voluntad de las mayorías; y C) Una política

cultural que opera en dos frentes: El primero, un descrédito de los intelectuales

defensores del modernismo y del proyecto de la ilustración, vistos como amenaza

para una opinión pública despolitizada; segundo, fortalecimiento de una ética

convencional, patriótica y de la cultura popular (1988:126).

El pasaje anterior es fundamental para la idea a la que Habermas llega aquí, ya

que hasta ahora habíamos analizado el neoconservadurismo sólo en términos

filosóficos y arquitectónicos: la corriente posmoderna y su crítica contra los

intelectuales defensores del proyecto de la modernidad, está comprendida dentro

de la ofensiva cultural neoconservadora del Estado neoliberal. Finalmente,

Habermas argumenta que un proyecto de Estado social reflexivo, enfocado hacía

la sujeción del sistema capitalista así como a un desarrollo burocrático-

administrativo desmedido, no puede mantener el trabajo como punto central de

referencia (1988:129). Para ello, debe producirse una nueva división de poderes,

en que la solidaridad, se afirme contra el poder del capital y la administración

estatal. Esta dimensión solidaria, se mueve dentro de la autonomía inviolable de

los estilos vitales, de las subculturas tradicionales, esto es, en el microámbito de

las comunicaciones cotidianas. Para Habermas, pueden configurarse ámbitos

públicos autónomos, constituido por formas de autoorganización social. De este

modo, la problemática se traslada del ámbito de la sociedad del trabajo a la

sociedad de la comunicación. Normativamente, el contenido utópico de esta

sociedad de la comunicación, es remitido a las condiciones necesarias y generales

que garanticen la formación discursiva de la voluntad, en la que son los

participantes mismos quienes avalúan las posibilidades de una vida mejor de

acuerdo con sus propias necesidades e iniciativas (1988:134).

Otra obra importante en el ataque de Habermas a la posmodernidad es

Pensamiento posmetafísico (1991). Esta obra debemos confrontarla

concretamente con la filosofía de Lyotard y Vattimo. Habermas, analiza cuatro

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movimientos filosóficos característicos del siglo XX: la filosofía analítica, la

fenomenología, el marxismo occidental y el estructuralismo. Dentro de estos

movimientos, existen cuatro motivos de ruptura: El primero, es el pensamiento

posmetafísico, que se refiere, de acuerdo con Habermas, a que después de Kant

no puede haber metafísica en el sentido de ideas definitivas o integradoras.

Habermas afirma que la metafísica es la tradición del idealismo que se remonta de

Platón, pasando por San Agustín y Santo Tomás, hasta Kant, Fichte y Hegel

(1991:39). Dos aspectos relevantes del pensamientos metafísico son: el

pensamiento identitario (progresiva integración del todo al Uno, que es el principio

y origen, llámese Dios creador trascedente o Ser; y el idealismo, de origen

platónico). En la era del pensamiento posmetafísico, la filosofía abandona su

pretensión de ser ciencia primera, para ser remitida a la función de intérprete, que

no puede reclamar ante la ciencia, la moral o el arte un acceso privilegiado a “no

se sabe qué esencialidades” o a la verdad (1991:28; 48). No obstante, en

Habermas, la filosofía posmetafísica no abandona el concepto de totalidad, que es

entendido como condición de definición del conocimiento, aunque advierte que no

debe confundirse con la totalidad del todo-Uno propia del pensamiento metafísico.

La filosofía posmetafísica tampoco abandona el concepto de razón. El segundo

motivo, es lo que Habermas denomina el giro lingüístico, que consiste el tránsito

de la filosofía de la conciencia a la filosofía del lenguaje. Considera que este giro

es positivo debido a que ha permitido a la filosofía superar las aporías de la

filosofía de la conciencia, no obstante crítica que desde este enfoque se elabore

una comprensión ontológica del lenguaje que se autonomiza frente a los procesos

mundanos de aprendizaje propios del lenguaje. Aquí se proporciona el ejemplo de

Wittgenstein y su noción de los juegos de lenguaje que, como hemos visto, forma

parte esencial de la noción de paralogía en la filosofía de Lyotard. El tercer motivo

es el carácter situado de la razón, que ha producido efectos positivos sobre la

filosofía, al desanimarla de sus elevadas pretensiones, obra de los conceptos

escépticos de razón. No obstante, Habermas rechaza la crítica radical a la razón

que equipara a ésta con la represión. La crítica radical a la razón, en este sentido,

está representada por la noción de Lyotard de la política del terror, como hemos

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visto. Finalmente, el cuarto motivo consiste en la inversión del dominio de la teoría

sobre la praxis. Para Habermas, estos cuatro motivos abordan una serie de

temáticas que no envejecen, tal como la disputa en torno a la unidad de la razón

en la pluralidad de sus voces.

¿En qué reside la crítica de Lyotard a Habermas? Hemos visto que Lyotard no

cree que el proyecto de la modernidad haya sido olvidado o relegado, sino que

éste fue liquidado, uno de los nombres que representa lo anterior es Auschwitz:

“Se trata del crimen que abre la posmodernidad” (1999:31). Específicamente, en

su ataque a la filosofía de Habermas, Lyotard se enfoca a la crítica de la noción de

consenso, esencial en la Teoría de la Acción Comunicativa. Para Lyotard, lo que

aquél filósofo lamenta es que en la modernidad la vida se ha fragmentado en

especialidades independientes bajo la competencia de los expertos, de modo que

elabora un reclamo a las artes y la experiencia para que tiendan puentes entre el

discurso ético y el estético. Hemos visto la crítica extrema a la que Lyotard

sometió a la categoría de unidad y totalidad, de las que el pensamiento

posmoderno no puede ya dar cuenta.

De acuerdo con Habermas una de las intenciones al escribir Teoría de la acción

comunicativa era “elaborar el contenido normativo de la idea del entendimiento

implícito en los lenguajes y en las comunicaciones” (1988:154). Afirma que en todo

acto de habla es inherente un telos de acuerdo, un fundamento normativo, el cual

es acreditado por un consenso racional. Para Habermas existe un conocimiento

intuitivo acerca de los presupuestos de la argumentación, estos son presupuestos

comunicativos universales e imprescindibles (1988:196).72 Sostiene que los juegos

de lenguaje descansan sobre la cuestión del consenso, ya que en todo acto de

habla hay un reconocimiento de cuatro pretensiones de validez: 1) La

comprensibilidad, que se salda fácticamente; 2) la verdad de los enunciados, que

se comprueba sólo en los discursos 3) la corrección o adecuación de su parte

constitutiva performativa, es decir, la pretensión de corrección de las normas de

72

“Hay estructuras comunicativas que son comunes a todos los mundos vitales” (Habermas, 1988:169).

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acción, que se comprueba como el punto anterior; y 4) la veracidad del sujeto

hablante, que se salda en las interacciones, en que a la larga se prueba si el

hablante participa «de verdad» o simula la acción comunicativa (2002:28). Para

Habermas sólo esta estructura de la comunicación garantiza la posibilidad de

alcanzar discursivo un consenso, que puede ser considerado como racional.

Ahora bien, Lyotard sostiene que el acto de habla basado en la pragmática de las

partículas lingüísticas se refiere a la formulación de reglas del lenguaje y la

conformidad del destinador y del destinatario en cuanto a ellas. Aquí el consenso

en cuanto a las reglas del lenguaje comporta una modalidad prescriptiva, más no

denotativa, esto es, de ellas no se puede decir que son falsas o verdaderas, sino

justas o injustas. Por otra parte, lo que señala es una crisis del principio de un

metalenguaje universal. La legitimación no puede obtenerse por medio de la

discusión, de la regla del consenso. La propuesta de Habermas es atacada por

Lyotard en dos aspectos: el primero, es que la idea de consenso implica que todos

los interlocutores pudieran ponerse de acuerdo acerca de las metaprescripciones

universalmente válidas para todos los juegos del lenguaje; el segundo es que el

consenso es una parte en el proceso del dialogo, en cuanto a las reglas del juego

del lenguaje en que los interlocutores se comunican, el consenso aquí no es el fin,

el fin es la paralogía. Lyotard sentencia: “Unanimidad sobre el principio de que la

unanimidad es sospechosa” (1998b:15). Los juegos de lenguaje son heteromorfos

y proceden de reglas pragmáticas heterogéneas (1998a:117).

Así, una política del consenso para Lyotard conllevaría a violentar la

heterogeneidad de los juegos de lenguaje, implica una intención de unidad,

haciendo imposible la invención, antes tratada, ya que “…la invención siempre se

hace en el disentimiento” (1998a:11). Así, no se debe esperar que exista la menor

reconciliación entre los diversos juegos del lenguaje. No es posible ni una

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unificación ni una totalización de los mismos en un metadiscurso, tal como fue

intentado por la teoría del sistema-sujeto.73

El consenso que propone Lyotard, es en cuanto a las reglas que definen cada

juego, un consenso de carácter local, nunca universal y sujeto a rescisión.74 Ello

conlleva al respeto a la multiculturalidad, a la multiplicidad de individuos y a la

heterogeneidad de sus prácticas sociales. Implica la renuncia a la política moderna

de unificación de los proyectos y prácticas sociales en un proyecto universal que

violente su heterogeneidad. La subsunción de lo particular en lo universal es el

origen de la política del terror y del proyecto totalitario.

Análisis acerca del debate Habermas-Lyotard

Richard Rorty (1988) considera que la defensa de Habermas del proyecto de la

modernidad, desde el punto de vista de un incrédulo Lyotard, constituye la

construcción de una metanarrativa más, aun más general que la marxista o la

freudiana: una metanarrativa de la emancipación. A su vez, para Habermas

cualquier pensamiento que abandone las nociones que han definido a la historia

de las democracias occidentales desde la Ilustración debe considerarse como

neoconservador. Rorty señala que en La condition posmoderne Lyotard intenta

destruir la teoría comunicativa habermasiana al pretender demostrar que el

consenso es un estado particular en la discusión, más no constituye su fin. El fin

de la discusión, como hemos visto, no es el consenso sino la paralogía. Ahora

bien, para Rorty el motivo de la acusación de Habermas a Foucault, Deleuze y

Lyotard de ser filósofos neoconservadores es que no ofrecen ninguna razón

teórica que indique una dirección de lo social. Rorty expresa su acuerdo con

Habermas en la crítica al corpus teórico foucaultiano, alejado de los problemas

sociales intrínsecos a la modernidad, propio de una filosofía que observa

desapasionadamente el orden social actual. Para Rorty, Foucault y Lyotard

73

Más adelante Lyotard menciona: “El principio de unitotalidad, o la síntesis bajo la autoridad de un metadiscurso del saber es inaplicable” (1998a:77). Perspectiva que comparte con Habermas. 74

“No nos parece posible ni prudente elaborar el problema de legitimación en el sentido de búsqueda de un consenso universal, por medio del diálogo de argumentaciones, como lo quiere Habermas” (1998a:117).

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parecen temer a verse comprometidos en una metanarrativa más acerca del

sujeto y su devenir. En la consideración final de Rorty en torno al debate

Habermas-Lyotard, utiliza un juego de palabras referido a la estética de lo bello y

la estética de lo sublime. Considera que si bien el intelectual expresa una

necesidad especial por lo sublime; una necesidad por lo inefable, por lo que se

encuentra más allá de los límites (nueva jugada o nuevo juego del lenguaje:

paralogía), ello no corresponde a un propósito social, sino a un momento

romántico e idiosincrático del intelectual, de modo que los propósitos sociales se

cumplen, siguiendo a Habermas: “descubriendo bellos modos de armonizar los

intereses”, más que apartarse de ellos a través de una práctica paralógica.

David Harvey, por su parte, señala que Habermas defiende el proyecto de la

Ilustración frente a un posmodernismo cuyo horizonte es el relativismo y el

derrotismo. Ante la defensa del proyecto de la modernidad y la construcción de la

Teoría de la acción comunicativa, comenta que sus críticos son más numerosos

que sus defensores (2004:70). Harvey argumenta que Habermas defiende el

proyecto de la modernidad más allá del escepticismo frente a sus objetivos y un

cierto pesimismo en cuanto a las posibilidades de llevarlo a cabo en las

condiciones económicas y políticas de la sociedad contemporánea. En este

sentido, David Lyon (2005:73) señala que para Habermas la modernidad es un

proyecto inacabado, que quizá pueda realizarse a través de la acción

comunicativa. Lo que Habermas teme, nos dice, es que el auge de las políticas de

la identidad y los tribalismos combatan la idea de razón. De este modo, para

Habermas, el proyecto moderno todavía puede llevarse a cabo mediante una

teoría de la comunicación con el fin de buscar instrumentos de comprensión

mutua. Consecuentemente, encontramos una defensa de la razón en su relación

con la capacidad de comunicación lingüística (Von Beyme, 1991:254).

Fredric Jameson (2002) analiza la defensa de Habermas de la modernidad y su

repudio a la teoría y práctica del posmodernismo. Jameson comenta que para

Habermas el posmodernismo es condenable por su función políticamente

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reaccionaria en su intento de desacreditar de modo global el modernismo que él

asocia con la Ilustración burguesa y su espíritu universalizador y utópico. Jameson

(2002:44) explica que el ataque de Habermas encuentra explicación en su visión

de la historia que procura mantener la promesa del liberalismo y la defensa del

carácter utópico de los principios surgidos de la primera ideología burguesa

universalizadora que son: la igualdad, los derechos civiles, el humanitarismo y la

libertad de expresión, a pesar del fracaso de estos ideales en el desarrollo mismo

del capitalismo. Por otra parte, señala que la situación nacional en la que

Habermas piensa es la República Federal Alemana, inmersa en un ambiente de

represión e intimidación intelectual de la izquierda, por lo que le concede razón en

que, al menos en esta realidad nacional, la defensa de las formas anteriores al alto

modernismo aún conservan algo del poder subversivo que ha perdido en otras

latitudes y que, en este sentido, un posmodernismo que procure debilitar ese

poder merezca el diagnóstico de Habermas. No obstante, respecto a ello,

Jameson afirma que no es válido en términos generales, sino siempre locales.

Ahora bien, para este crítico literario la discusión Habermas-Lyotard caracteriza

las antinomias de la posmodernidad. La filosofía de Lyotard, la defensa del

conjunto heterogéneo e inconmensurable de juegos de lenguaje, frente a la

filosofía de Habermas, que defiende una unidad que declara no violentar ese

conjunto. Para Jameson (2000:20) las abstracciones no dialécticas de identidad y

diferencia, son el lugar de la antinomia, más que de la contradicción.

Von Beyme (1991) considera que el escenario de una constelación de juegos de

lenguaje fluyendo conflictivamente sin un horizonte de consenso, sin la aceptación

de unas reglas mínimas, es el escenario de una lucha de todos contra todos, cuyo

desenlace es la sociedad despolitizada y la hegemonía de grupos con menos

escrúpulos. En este sentido, señala que Lyotard ha exagerado al polemizar con

Habermas al acusarlo de ejercer violencia contra los juegos de lenguaje con sus

reglas de discurso. Von Beyme observa que en las ideas sobre la resistencia y la

contraopinión pública de Lyotard subyacen unas cuantas reglas básicas como:

“autodeterminación racional, búsqueda democrática de decisiones, resolución no

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José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

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violenta de conflictos.” De esta forma, el debate de Lyotard contra Habermas se

encuentra caracterizado por una estilizada diferencia, pero para Von Beyme “el

disenso respecto a Habermas es en realidad mínimo” (1991:190).

Otro autor que analiza críticamente el debate entre Jürgen Habermas con la

filosofía posmoderna es Perry Anderson, quien sostiene que éste defiende un

concepto de modernidad adoptado acríticamente de la filosofía kantiana y la

sociología weberiana, es decir, la modernidad como un proceso de diferenciación

formal de las esferas de valores de la ciencia, la moral y la estética. Cada una de

estas esferas se habrían diferenciado constituyendo áreas autónomas con sus

propios principios normativos: verdad, justicia y belleza, respectivamente

(2000:56). Anderson comenta que el proyecto de la modernidad se basaba en la

comunicación entre estas esferas de valores autónomos y el mundo de la vida,

una interacción mutua cuyo fin sería el enriquecimiento de ambas dimensiones.

Para Anderson, Habermas ha introducido un ideal de naturaleza ilustrada ajeno a

la obra de Weber: “la intercomunicación de las esferas de valor autónomas como

recursos intercomunicativos con el mundo vivencial” (2000:57); este propósito

constituye una combinación entre dos principios antinómicos: la especialización y

la popularización. Anderson duda acerca de la posibilidad de tal combinación, de

tal modo que más que un proyecto inacabado, le parece “un proyecto inviable”.

Por otra parte, rechaza la etiqueta de pensamiento conservador que Habermas,

adjudica a la línea de pensamiento que va de Bataille a Foucault, además de

etiquetar como posmodernos a una serie de pensadores que se han encontrado

entre los críticos más feroces a esta corriente de pensamiento. Para Anderson

esta etiqueta conlleva dos problemas centrales: el primero es que adjudicar

negativamente el adjetivo de posmoderno a una serie de pensadores críticos de la

modernidad y sus principios equivale a oscurecer la cuestión; y segundo,

Anderson acusa a Habermas de abandonar la idea de posmodernidad a la

derecha, construyéndola como una figura del neoconservadurismo, a diferencia de

Fredric Jameson, cuya obra es concebida por Anderson como la culminación del

marxismo occidental y la constitución de una interpretación de la posmodernidad

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útil a un enfoque teórico revolucionario. Para Anderson el aporte fundamental de la

obra de Jameson es la comprensión de la sociedad actual en el marco de las

transformaciones en el modo de producción capitalista después de la Segunda

Guerra Mundial y, por otra parte, la construcción de un corpus teórico que permita

entender a la posmodernidad como un sistema de carácter global, susceptible de

ser cartografiado por el universo heterogéneo de subjetividades que viven en él.

Anderson crítica a Habermas y a Lyotard ya que le sorprende que, a pesar de

tener ambos una formación marxista no menos sólida que la de Jameson,

aportaran muy poco de este enfoque a sus teorías sobre la posmodernidad, de

modo que no construyeron una interpretación histórica de este periodo.

3.2 David Harvey, Alex Callinicos, Terry Eagleton y Enrique Dussel: Contra el

posmodernismo 75

David Harvey, en su obra La condición de la posmodernidad (2004), considera que

el posmodernismo, con su énfasis en la diferencia, en las dificultades de la

comunicación y por su interés en una diversidad de culturas y lugares, ejerce una

influencia positiva. El posmodernismo, pondera la fragmentación, la

discontinuidad, el pluralismo, el reconocimiento de otras voces. Este aspecto, para

Harvey, le confiere su «perfil radical», ya que reconoce múltiples formas de

otredad que surgen de las diferencias de subjetividad:

“Una modalidad de pensamiento que es anti-autoritaria e

iconoclasta, que insiste en la autenticidad de otras voces, que

celebra la diferencia, la descentralización y la democratización

del gusto, así como el poder de la imaginación sobre la

75

El orden en que se coloca a Harvey, Callinicos e Eagleton, corresponde a las fechas originales de publicación de sus obras en inglés, citadas aquí, que no corresponde a las castellanas: David Harvey, The condition of postmodernity (1989); Alex Callinicos, Against postmodernism: a marxist critique (1991); Terry Eagleton, The illusions of postmodernism (1996). No es el caso de la obra de Enrique Dussel, quien se coloca al final por el desarrollo lógico de la argumentación.

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materialidad, tiene que tener un filo radical, aun cuando se le

utilice de forma indiscriminada” (2004:385).

No obstante, sostiene que el posmodernismo «guetifica» a esa diversidad en una

otredad opaca, en un juego de lenguaje, en resistencias locales, con un aumento

de la importancia de la comunidad, la localidad o la nacionalidad ante la

fragmentación que nutre al capitalismo móvil y a un régimen de acumulación

«flexible», negando su articulación y acceso a fuentes más universales de poder.

Específicamente, las resistencias locales son ponderadas por un ala radical del

posmodernismo, no obstante: “Es difícil evitar el deslizamiento hacia el

parroquialismo, la miopía y la auto-referencialidad frente a la fuerza

universalizante de la circulación del capital” (2004:383).

Considera que el posmodernismo ha llevado las cosas “demasiado lejos”, ya que

antepone la estética a la ética, acentúa lo efímero y defiende una postura

deconstruccionista que bordea el nihilismo y disuelve las bases para una acción

razonada. De este modo, se ha articulado una retórica posmoderna, que rechaza

la metateoría que permite explicar los procesos económico-políticos, por lo que no

permite enfrentar las realidades de la economía política y el poder global.

Considera que el posmodernismo constituye una estetización de la política, la

economía y la vida social, en la que no es posible articular una política coherente:

“En épocas de confusión e incertidumbre, el recurso a la estética (cualquiera que

sea su forma) se vuelve más pronunciado” (2004:359). Por otra parte, señala que

un ala ha adaptado desvergonzadamente al movimiento al mercado, la búsqueda

de ganancias y la cultura empresarial, como parte de un neoconservadurismo

reaccionario.

Por otra parte, Harvey introduce una tesis interesante, considera que el trabajo de

Marx sobre la modernización capitalista, es ilustrativo de las raíces de la

sensibilidad del modernismo y del posmodernismo: el individualismo, la alienación,

la fragmentación, la innovación, el desarrollo especulativo, cambio social pautado

por la crisis, etc. Por lo tanto, concluye que hay más continuidad que diferencia en

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el transito del modernismo al posmodernismo, ya que éste último constituye una

crisis particular del primero, que pone énfasis en realidades características de la

modernidad como lo fragmentario, efímero y caótico.76 No obstante, Harvey crítica

que el posmodernismo ha elaborado una caricatura grosera del movimiento

modernista, ya que éste también era un movimiento en el que se desarrollaron

varias corrientes, siendo que los posmodernos en ocasiones cometen la falacia de

aislar un ala del modernismo para generalizar un crítica a todo el movimiento.

Sostiene que los metarrelatos que los posmodernos desacreditan, eran “mucho

más abiertos, más matizados y sutiles de lo que suponen sus críticos” (2004:136).

En términos arquitectónicos, Harvey crítica el rechazo fácil del modernismo, ya

que considera que los modernistas encontraron la forma de manejar los problemas

urbanos generados por el proceso de modernización capitalista, por lo que:

“culpabilizar a la forma física de los males sociales supone sustentar el

determinismo ambiental más vulgar que pocos estarían dispuestos a aceptar en

otras circunstancias […]” (2004:137). Después de todo, comenta Harvey, los

arquitectos posmodernistas, aun cuando han modificado la estética del Estilo

Internacional, han adoptado los logros técnicos de éste.

Una crítica más tajante es la que elabora Alex Callinicos en su obra Contra el

posmodernismo (1998), donde niega que vivamos en una “nueva era”

posindustrial y posmoderna. Critica la tesis de Fredric Jameson entorno al

capitalismo multinacional, ya que ésta muestra inconsistencias tales como su

ubicación en el periodo 1940-1960. Para Callinicos, Jameson hace un uso informal

de las fuentes económicas, por lo que su tesis en torno a una transformación

cultural, como ruptura histórica, comporta una intuición crítica más que una

76

Harvey señala que esta temática se encuentra contenida en la definición de modernidad de Baudelaire, en su ensayo El pintor de la vida moderna (1863): “La modernidad es lo efímero, lo veloz, lo contingente; es una de las dos mitades del arte, mientras que la otra es lo eterno y lo inmutable” (2004:25). En la obra de Gustave Flaubert, encontramos también estas nociones, por lo que Harvey afirma: “Flaubert analiza el problema de la representación de lo heterogéneo y lo diferente, de lo simultáneo y lo sincrónico, en un mundo donde tanto el tiempo como el espacio son absorbidos por los poderes homogeneizantes del dinero y el intercambio de mercancías” (2004:291). Por otra parte, elementos estéticos propios del modernismo, como el collage, son apropiados por el movimiento posmodernista (2004:371).

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cuestión inferida de la investigación empírica de la economía mundial

contemporánea (1998: 253). Contra nuestra definición de la posmodernidad,

construida en el capítulo primero, considera a la posmodernidad como una

construcción meramente teórica (no como un sistema económico y social

plenamente reconocible), cuyo principal interés es ser un síntoma del talante

actual de la intelectualidad occidental. Identifica tres partes esenciales del

posmodernismo: la filosofía posestructuralista, el arte posmoderno y la teoría de la

sociedad posindustrial. En términos generales, Callinicos considera al

posmodernismo como un producto intelectual derivado por la retirada de los

movimientos laborales occidentales y la dinámica sobreconsumista de la era

Reagan-Tatcher, un producto intelectual que fracasa como filosofía, estética y

teoría social.

Políticamente, Callinicos cree que el fracaso de la revolución socialista y de los

movimientos sociales de 1968, es lo que ha contribuido a la difundida aceptación

de la creencia en una época posmoderna. Para Callinicos, la trayectoria política e

intelectual de Lyotard representa este proceso. Como ya hemos visto, Lyotard

pasó de ser miembro del grupo Socialisme ou Barbarie a fines de la década del

setenta, a abandonar al marxismo tras el desencanto de 1968. Lyotard formó parte

de los nouveaux philosophes, quienes contribuyeron a convertir a la intelectualidad

parisiense, en su mayoría marxista, al liberalismo. Callinicos comenta que para la

década de los ochenta, la generación del 68 comenzó a entrar en edad madura,

habiendo perdido toda esperanza en la posibilidad e incluso deseabilidad de la

revolución socialista, por otra parte, habían llegado a ocupar algún tipo de

ocupación profesional, gerencial o administrativa, convirtiéndose en los miembros

de la nueva clase media.77

77

Jaime Osorio (2009) considera que el desencanto y escepticismo de una generación de intelectuales ubicados en el amplio espectro de la izquierda, después del fin de la primavera de Praga y el mayo francés en 1968, respecto al socialismo en la Unión Soviética y Europa del Este, confluyó en la gestación del planteamiento de los nouveaux philosophes y el posmodernismo. La derrota de los ideales revolucionarios después de 1968, constituye el clima político de la creación de un “pensamiento desde la derrota”. Lo novedoso en el trabajo de Osorio es la identificación de un proceso similar en América Latina, donde

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En términos filosóficos, Callinicos señala que la fuente central del posmodernismo

es el posestructuralismo francés representado por Deleuze, Derrida y Foucault,

cuyas teorías se desarrollaron entre 1950 y 1970. El posmodernismo se habría

apropiado del corpus teórico posestructuralista, cuyas aporías son evidenciadas

por Callinicos, y sus principios fundamentales como el antirrealismo y el

pluralismo, por lo que Lyotard y Baudrillard son considerados por este autor como

meros epígonos de esta corriente, además de que considera su éxito como

“absolutamente desproporcionado en relación con el escaso mérito intelectual de

sus obras” (1998: 320). Para Callinicos, Lyotard y Baudrillard han transitado desde

fines de los años setentas, de una posición política explícita a una especie de

posé estética basada en la negación de transformación de la realidad social

existente, por lo que los acusa de “tañer la lira, mientras arde Roma”. Por otra

parte, Callinicos considera que los argumentos de los filósofos posmodernos, son

repeticiones de la filosofía nietzscheana, como el abandono de la categoría de

sujeto, que se considera como una construcción histórica contingente, como una

ficción; la postulación de una realidad heterogénea y plural, y a partir de esta tesis,

la defensa del perspectivismo, el reconocimiento de todo pensamiento como una

interpretación, la verdad es considerada como voluntad de poder. Por otra parte,

respecto a la incredulidad frente a las grandes narraciones, núcleo de la filosofía

de Lyotard, señala que su crítica es tan antigua como la Ilustración misma.

En términos estéticos, Callinicos duda de la “supuesta novedad” del arte

posmoderno, citando a Eugene Lunn, identifica cuatro rasgos centrales del

modernismo, del arte que aparece en Europa a fines del siglo XIX: 1) Auto-

consciencia estética o auto-reflexividad; 2) simultaneidad, yuxtaposición o

montaje; 3) paradoja, ambigüedad e incertidumbre; y 4) Eliminación del sujeto

individual o personalidad (deshumanización) (1998: 37). Callinicos, sostiene que el

posmodernismo, más que comportar una ruptura, constituye una continuidad de la

después de la ebullición política y teórica que siguió al triunfo de la revolución cubana, prolongado hasta el fin del gobierno de Salvador Allende en Chile (1973); las políticas contrainsurgentes y regímenes militaristas, inauguraron un período de reflujo teórico, que comenzaría a revertirse sólo hasta fines de la década de 1980.

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revolución modernista y una apropiación de los motivos del modernismo. Como ya

hemos visto uno de los aspectos centrales de la estética posmoderna, señalada

por Jameson, es la superación o fusión de la división entre la “alta cultura” y la

“cultura popular”, como característica esencial del pastiche, como imitación de

estilos muertos (parodia). Para Callinicos, la parodia es característica entre los

grandes modernistas, como James Joyce y T.S. Eliot. El Ulises de Joyce: “crea un

mundo que existe en y mediante los múltiples usos del lenguaje: voces, parodias

de estilos” (1998:40), por otra parte, comenta que T.S. Eliot, intentó incorporar el

ritmo de la música popular londinense a sus poemas y La consagración de la

primavera de Stravinski, está basada en gran parte en música popular. Señala al

dadaísmo, al constructivismo y al surrealismo como vanguardias que utilizaron las

técnicas modernistas para superar la brecha entre arte y vida. Por otra parte, otro

proceso fundamental en la obra de Jameson es la progresiva y creciente

mercantilización de la cultura como fenómeno propiamente posmoderno, cuyo

máximo representante es el pop art y la obra de Andy Warhol. Callinicos, sostiene

que no hay nada nuevo en este proceso de mercantilización, ya que la

transformación de la obra de arte en mercancía fue un requisito indispensable

para emancipar al arte de la religión, es decir, que era un requisito en el proceso

de autonomización del arte.

Callinicos considera que es en la arquitectura donde el posmodernismo ha

alcanzado un mayor perfil, no obstante considera que es debatible que los estilos

posmodernos en este ámbito representen una auténtica ruptura cultural. Citando a

Ghirardo y Frampton, Callinicos encuentra que la arquitectura posmoderna no

anuncia una nueva estética, sino que proporciona el empaque necesario, para

diferenciar un rascacielos de otro en el sentido de que la individualidad del edificio

es un factor de importancia en el mercado. De este modo, el arquitecto

posmoderno es reducido a la función de diseñador de exteriores. Por otra parte, la

«doble codificación», que de acuerdo con Charles Jencks, caracteriza al

posmodernismo arquitectónico, es uno de los rasgos que definen al modernismo:

“simultaneidad, yuxtaposición o montaje”.

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En Las ilusiones del posmodernismo (1998), Terry Eagleton considera al

posmodernismo como una forma de cultura contemporánea, producto de una

nueva forma de capitalismo en Occidente después de 1970. En esta obra crítica

ácidamente, en un tono lúdico e irónico, uno a uno los principios y falacias del

posmodernismo. Sostiene que el posmodernismo está caracterizado por una

contradicción central que determina que su rechazo no sea sencillo, ni de

simplemente adoptar una postura pro o antiposmoderna: a la vez que progresista,

es reaccionario. Esta contradicción deviene de la naturaleza de las actuales

sociedades capitalistas, que son “a la vez libertarias y autoritarias, hedonistas y

represivas, múltiples y monolíticas” (1998:194). Reconoce que su tratamiento de

este período histórico es más en contra que a favor, ya que: “sería bastante peor

que ser deshonesto en estas circunstancias renunciar a la visión de un sociedad

justa y así aceptar el terrible desastre que es el mundo contemporáneo”

(1988:14).78 Aunque por otro lado, rechaza que su trabajo ofrezca una renovada

alternativa al posmodernismo “como si lo pudiésemos hacer mejor”.

El ataque de Eagleton al posmodernismo se enfoca a sus consecuencias teóricas

y políticas, entendiendo que su génesis corresponde a la derrota política de la

izquierda en la década de 1960. Condena al posmodernismo por haber producido

un movimiento caracterizado por un relativismo cultural y un escepticismo

paralizante: Constituye la ideología de una época histórica específica de

Occidente, que se desliza de los marcos interpretativos y de acción enfocados en

la producción a las preocupaciones por el cuerpo y la sexualidad, cuyo máximo

represente es la filosofía foucaultiana.

Uno de los postulados del posmodernismo que es evaluado por Eagleton, en

primera instancia, es la idea de la disolución del sujeto. El posmodernismo ha

ayudado a exteriorizar y dar voz a sectores humillados y despreciados, a

temáticas relativas a la sexualidad, al género y a lo étnico. Considera que este es

el «único» y más duradero logro de los posmodernos. No obstante, esta

78

“Y si la creatura es tan diversa, resulta difícil ver cómo se puede tener una posición, a favor o en contra, no más de lo que se puede estar a favor o en contra del Perú” (Eagleton, 1998:45).

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celebración de las diferencias y heterogeneidades son entendidas por Eagleton,

como un sustituto a las formas clásicas de radicalismo, que responden a

categorías como clase, Estado, ideología y revolución. De modo que las

discusiones sobre el feminismo y la etnicidad son populares, porque no son

anticapitalistas y se ajustan al ambiente de pensamiento posradical. Por otra parte,

señala que una celebración de lo marginal y minoritario es “suficientemente

absurda”, ya que los marginales y minoritarios incluyen a la burguesía

internacional, grupos neonazis, y lúdicamente incluye a “cazadores de OVNI”

(1998:19). Esta celebración de lo fragmentario deviene de la disolución del sujeto

monocentrado, del sujeto cartesiano. Eagleton sostiene que cuando el sujeto es

descentrado o disuelto (como lo ha hecho la filosofía posmoderna), la noción de

totalidad cae con él. De este modo, no existe ya un agente político definido para

transformar la totalidad; simultáneamente, en realidad no existe totalidad para ser

transformada.

Eagleton ataca la crítica posmoderna a las categorías de totalidad y sistema.

Acusa a los radicales de izquierda de encontrar “un consuelo muy necesario” en

descartar la idea de sistema y totalidad, ya que proporciona una base ontológica a

los propios límites políticos. Cuando las “micropolíticas” constituyen el horizonte de

la política posmoderna, entonces la antitotalidad opera a un nivel estratégico antes

que teórico. Eagleton afirma que estos postulados, el descrédito teórico de la

noción de totalidad y sistema, corresponden a la época de derrota política de la

izquierda y a la incapacidad de entender al capitalismo como totalidad (1998:29).

De este modo, ante el abandono de las categorías de sistema, totalidad y sujeto,

los radicales de izquierda pueden «gozar» de la ambigüedad y la indeterminación.

Una de las consecuencias más claras de este ambiente de derrota es la perdida

en la fe en la idea de teleología, de la construcción de una acción histórica con

propósitos. El correlato de esta sensibilidad es el pensamiento antiutópico, la

ausencia de algún otro para el sistema dominante. Eagleton señala, que los

teóricos posmodernos más desesperados ante el desvanecimiento de un horizonte

ajeno al actual, pueden encontrar la materialización del utopía en el sistema

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actual, por ejemplo: “las inestabilidades y trasgresiones del orden capitalista, el

hedonismo y la pluralidad del mercado, la circulación de intensidades en los

medios de comunicación […]” (1998:40). Particularmente, el último punto resulta

ilustrativo para una crítica a la estética de la oscilación-desarraigo de Vattimo,

quien encuentra una chance posmetafísica en el efecto de extrañamiento y

exteriorización de Weltanschauungen producida por los mass media. La

oscilación-desarraigo comporta un potencial de carácter liberador-emancipativo.

De este modo, observamos claramente como la filosofía de Vattimo, desacredita la

articulación utópica de un sistema alternativo al actual, pero canaliza esta

aspiración utópica al sistema actual mismo.

Otra crítica de Eagleton al posmodernismo se enfoca a lo que Habermas identifica

como el giro lingüístico. También el ambiente de derrota política, determina la

atención hacia el lenguaje: “Si ya no es posible transformar nuestros deseos

políticos en acción, entonces podemos dirigirlos hacia el signo, purgándolo, por

ejemplo, de sus impurezas políticas […]” (1998:39). El argumento anterior, no

comporta un desprecio de Eagleton por el lenguaje, sino que critica la canalización

de las energías políticas frustradas hacia el lenguaje, el cual puede convertirse,

señala, en un fetiche, como cualquier otra cosa. En términos generales, la filosofía

posmoderna pondera principios como diferencia, indeterminación, fragmentación,

hibridación e inestabilidad. No obstante, Eagleton señala que el tratamiento de

estos principios es ortodoxo, ya que su tratamiento teórico los constituye como

prescripciones morales universales, de modo que caracteriza al posmodernismo

por medio de un oxímoron: Es una heterodoxia ortodoxa, que excluye “con toda la

certidumbre de un geómetra euclidiano y toda la autoridad de un arzobispo” temas

más generales como las clases sociales, la justicia o las reflexiones en torno a la

naturaleza humana (1998:51-52). Las prescripciones del posmodernismo,

adquieren nitidez en su vertiente política, en la que Eagleton observa que una

fundamentación ontológica se desliza al celebrar la diferencia y la pluralidad como

fundamentos éticos de la política, de modo que se ha operado un movimiento del

ámbito descriptivo al prescriptivo. Finalmente, con relación a la crítica del

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posmodernismo al concepto de Historia, como un proceso unilineal y progresivo,

Eagleton había identificado una rama del posmodernismo que concibe la historia

como un asunto “en constante mutación, exuberantemente múltiple y de final

abierto”, que no puede someterse por medio de la violencia teórica a una

narración única (1998:78). De este modo, señala que la historia posteleológica, se

convierte en una galaxia de coyunturas aisladas, un racimo de eternos presentes.

Eagleton, crítica fuertemente esta visión, ya que existe una continuidad histórica

en relación con la escasez y la explotación. Mientras se declara el fin de la Historia

y la explosión de miles de historias y Weltanschauungen, la historia del capitalismo

y su opresión continúan sólidamente.

Finalmente, otro crítico fundamental del posmodernismo es Enrique Dussel. Una

cuestión importante y necesaria, en primer término, es entender su concepción de

la modernidad, distinta de cómo la hemos planteado hasta ahora. Dussel desdobla

el concepto de modernidad en dos paradigmas. El primero, denota su núcleo

primario y positivo, racional y emancipador, en un sentido de la Aufklärung

kantiana.79 Esta es la modernidad que nace con la Reforma y el Renacimiento, y

cuyo espíritu recorre la obra de Habermas. El segundo, denota un significado

secundario y negativo, la “otra-cara” de la modernidad: El mito irracional de la

modernidad. La tesis de Dussel, es que la modernidad nace efectivamente en

1492, en las ciudades europeas medievales, libres y centros de una enorme

creatividad. La modernidad nace cuando Europa se confronta, vence y controla al

“Otro”, es entonces cuando se descubre como un ego descubridor y colonizador.

Por una parte, en enero de 1492 los Reyes Católicos ocuparon Granada, poniendo

fin al sultanato de Boadbil, terminando con la Edad Media. Hasta entonces para

Dussel Europa Occidental había sido un mundo periférico y secundario del mundo

musulmán (1994:103). La modernidad nace cuando Europa Occidental sale de la

estrechez a la que el mundo musulmán la había apresado. Por otra parte, en 1492

Colón parte de Andalucía con el propósito de llegar a la India, para Dussel, Colón

79

“La emancipación como 'salida' de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo histórico del ser humano” (Dussel, 1994: 175).

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129

como descubridor posee los ojos del “primer moderno”.80 A fines del siglo XV

España era la única potencia europea con capacidad de realizar conquistas

territoriales externas (1994:9). Esta experiencia, que no es sólo de descubrimiento

sino de “conquista”, es determinante en la constitución del ego moderno. América

Latina, es un momento constitutivo de la modernidad, como su Alteridad

esencial.81 Europa se constituye como centro de la historia desde Adán y Eva, con

exclusión de otras culturas. Dussel sostiene que América Latina, antes que África

y Asia, fue la primera colonia de la Europa moderna.

La modernidad no sólo desarrolla un concepto emancipador, sino que constituye

también un “mito” victimario y destructor. En la conquista, el Otro es negado,

subsumido. La primera experiencia moderna fue de la superioridad violenta del

“Yo” europeo sobre el “Otro” primitivo e inferior. Dussel afirma que la conquista de

América, es la proto-historia de la constitución del ego cogito, de la constitución de

una subjetividad como “voluntad de poder”. Al mismo tiempo, desde 1492 el

proceso de modernización es caracterizada por Dussel, como una colonización del

mundo de la vida. El mundo de la vida (Lebenswelt) del indio fue colonizado

literalmente, caracterizándose por la subsunción-alienación del “Otro”, en términos

de actividad productiva y reproductiva. De esta colonización surgió la mestiza

América colonial. Por lo tanto, 1492 es también el origen de un mito irracional. El

mito de la modernidad es el proceso de violencia y guerra ejercida sobre el “Otro”,

presentada como emancipación civilizadora y desarrollo. Para Dussel el

sufrimiento del conquistado es entendido, en este mito irracional, como un

sacrificio necesario de la modernización. El mito de la modernidad, presenta a la

modernización como desarrollo, civilización y progreso sobre una subjetividad

menos desarrollada, pero oculta el proceso de dominación y violencia sobre ella.

Se justifica la violencia de la dominación por su función civilizadora, e incluso el

80

“Colón –hemos dicho- es el primer hombre 'moderno', o mejor, es el inicio de su historia.”; “Colón fue 'inicialmente' el primer moderno […]” (1994:30 y 34, respectivamente). 81

Dussel señala que tanto para Hegel como para Habermas el descubrimiento de América no es un determinante constitutivo de la modernidad. Dussel intenta mostrar lo contrario (véase también Dussel, 1999:32).

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dominado es presentado como culpable de su dominación, en función de su

ignorancia y barbarie ante los ojos los hombres modernos.

Dussel plantea la superación de la modernidad europea, que ejerce una

dominación hacia el mundo periférico, aunque por motivos diferentes que los

filósofos posmodernos. Dussel comparte la crítica del posmodernismo contra la

razón dominadora, victimaria y violenta, pero no la crítica contra la razón en

cuanto tal, desde el irracionalismo de la inconmensurabilidad: “Contra el

racionalismo universalista no negaremos su núcleo racional sino su momento

irracional del mito sacrificial” (1994:22). Dussel no rechaza el núcleo emancipador

racional ilustrado de la modernidad, tal como la filosofía de Lyotard o Vattimo. Por

otra parte, critica a la discusión sobre la modernidad y la posmodernidad, tanto en

Habermas, Lyotard, Vattimo y Rorty, acusándolas de ser filosofías eurocéntricas o

norteamericanas que carecen de una consciencia mundial; a la vez que carecen

de una económica, esto es, una articulación de su pragmática (comunidad de

comunicación) con la reproducción de la vida humana real (1999:39 y 61).

Concretamente, señala que lo que carecen las reflexiones sobre el capitalismo

tardío (Spätkapitalismus), es el análisis de la articulación entre el sistema

posindustrial centrado en el capital financiero trasnacional y la economía de

servicios, y el capitalismo periférico industrial del que sistemáticamente transfiere

valor a través de la sobre-explotación de obreros asalariados, lo que genera un

fenómeno enorme de marginalidad periférica. El análisis de Dussel pondera la

inclusión del mundo periférico, y no partir exclusivamente desde la opulenta

sociedad posmoderna, en la construcción de un proyecto de realización del núcleo

racional de la modernidad, este es el sentido de su concepto de Trans-

modernidad.

Desde este enfoque crítica la obra y propuestas de Vattimo. Coincide en su

declaración del fin de la modernidad (como crepúsculo de la modernidad europea)

y el ataque a la razón totalizante que excluye la exteriorización de las diferencias:

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José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

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“admitiremos la crítica del 'racionalismo del terror' […]” (1999: 42).82 No obstante,

sostiene que es necesario profundizarla y otorgarle un sentido mundial. Por otra

parte, crítica la tesis de la razón débil como síntoma del crepúsculo de la razón, en

cambio pondera la afirmación de una “razón liberadora” (razón ética), de una Ética

de la Liberación, que a través del reconocimiento de la dignidad negada del Otro,

abra camino hacia una Trans-modernidad (1999:39). Dussel comenta que en

1976, antes del auge del posmodernismo filosófico, cuando escribió su Filosofía

de la liberación, indicó que ésta era posmoderna, en el sentido de la necesidad de

superar la modernidad. Cuando Dussel lee a Lyotard se percató de que la

posmodernidad que teorizaba no lo era al modo europeo-norteamericano, por ello

introdujo después el concepto de Trans-modernidad, como proyecto de superación

de la modernidad, para distinguirse de los posmodernos. La Trans-modernidad

como proyecto es la inclusión de la Alteridad negada, del “Otro” en-cubierto

(1994:74). Este proyecto no rechaza al núcleo racional de la modernidad, ya que

éste denota “la emancipación de la humanidad del estado de inmadurez cultural,

civilizatoria” (1994: 147). Rechaza al mito de la modernidad, que victimiza al Otro

periférico, encubierto como costo de la modernización. Este es el mito irracional

que debe ser superado, por medio de un acto de liberación, racional y práctico-

político hacia una civilización transmoderna, donde el capitalismo es superado

mediante el horizonte constitutivo de la democracia popular, la justicia económica

y la ecología. La Trans-modernidad, comporta para Dussel:

“Un proyecto de racionalidad ampliada, donde la razón del Otro

tiene lugar en una 'comunidad de comunicación' en la que todos

los humanos […] puedan participar como iguales, pero al mismo

tiempo en el respeto a su Alteridad, a su ser-Otro, 'otredad' que

debe estar garantizada hasta en el plano de la situación ideal del

82

"Estamos con Vattimo y Lévinas, en cuanto al peligro de una razón estratégico-instrumental, económico-militar, y otras, que oprime a la periferia desde 1492, y que se acentúa en el presente […]” (Dussel, 1999: 43).

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habla (para hablar como Habermas) o en la 'comunidad de

comunicación ideal' o 'trascendental' (de Apel)“ (1994:167).

La teoría de la comunicación, que Dussel bosqueja, constituye un medio para

realizar un dialogo entre culturas, como condición necesaria del proyecto de la

transmodernidad. La razón discursiva implica el reconocimiento del Otro como

persona, como igual. En este sentido, intenta superar las teorías de la

comunicación de Habermas y Lyotard, ya que atacando al primero, rechaza que

ésta se caracterice por un optimismo fácil de un universalismo racionalista

abstracto, que confunde universalidad con eurocentrismo y desarrollismo

modernizador; y atacando a Lyotard y la corriente filosófica que inaugura, no se

caracteriza por la irracionalidad, la incomunicabilidad o la inconmensurabilidad de

los juegos de lenguaje. La Trans-modernidad es una co-realización analéctica

(sincrética o híbrida) de la modernidad: del centro y la periferia, la cultura

occidental y las culturas del Tercer Mundo, de las diversas razas y etnias. Dussel

cree en una mundialidad Trans-moderna, en la que se afirma dialógicamente la

razón del “Otro”.83

Diagrama I. La Trans-modernidad (Dussel, 1994: 179)

83

Recordemos que Fredric Jameson había considerado que era falso tanto un rechazo facilista de la posmodernidad, como una celebración igualmente facilista de la misma. El análisis y crítica del posmodernismo de Enrique Dussel, cumple con esta advertencia. En la exposición de su propuesta considera: “Es necesario saber discernir lo positivo de la crítica de los posmodernos, lo positivo de la modernidad, y la afirmación de lo valioso de la exterioridad del mundo de la vida del Sur, para imaginar un proyecto de liberación, alternativo, ético y necesario para la mayoría de la humanidad […]” (1999:63).

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Este diagrama elaborado por Dussel, ilustra diáfanamente su análisis, crítica y

propuesta en torno a la modernidad europea y periférica. La línea superior que va

de “a” hacia “C” representa a la primera: Desde la postrimería de la premodernidad

medieval “a”; el descubrimiento del nuevo mundo “A”; el Renacimiento y la

Reforma “R”; la Ilustración “K”; hasta la modernidad europea actual “B”. Aquí, la

modernidad puede tomar tres direcciones, la primera “P”, representa a la

posmodernidad que como se ve abandona abruptamente el trayecto histórico de la

modernidad. La segunda dirección, corresponde al proyecto habermasiano de la

realización de la modernidad a través de la racionalidad comunicativa “C”. La parte

superior del diagrama, representa el debate clásico entre la modernidad y la

posmodernidad, considerado por Dussel como eurocéntrico. La tercera dirección

constituye la propuesta de Dussel, para la cual se considera, en la parte inferior,

otra línea paralela que representa la historia de América, Asia y África, desde el

momento de la colonización en primer lugar de América “D”; la historia colonial y

dependiente mercantilista “e”; la historia del mundo periférico al capitalismo

industrial “f”; hasta “E” el mundo periférico actual. “F”, representa el proyecto

dependiente del “Nuevo Orden Mundial”. Las relaciones entre la línea superior y

la inferior se caracterizan por la dominación “1”, “2” y “3”. La propuesta de Dussel,

la Trans-modernidad “G”, constituye en efecto una co-realización analéctica entre

ambas líneas: “B” y “E”→ “G”, a través de la solidaridad del centro con la periferia

“i” y la praxis de liberación y realización de la Trans-modernidad “h”.

3.3 En defensa de la intolerancia, Slavoj Žižek contra el multiculturalismo:

Más allá de la pospolítica

Slavoj Žižek es un polémico filósofo, crítico de las teorías de la posmodernidad, de

las tesis multiculturalistas y de las políticas liberales basadas en ellas. El análisis

de este filósofo es cercano a la crítica de Fredric Jameson en torno a la

posmodernidad asociada a la sociedad de consumo y el capitalismo multinacional

avanzado. En su Defensa de la intolerancia (2008) la política posmoderna es

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José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

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entendida como una pospolítica que constituye una forma de negación de lo

político, puesto que en ella el conflicto entre visiones ideológicas es reemplazado

por “la colaboración entre los tecnócratas ilustrados y los liberales multiculturales”

(2001:10; 2008:31), lo que constituye la muerte de la verdadera política. La

pospolítica opera en el ambiente del fin de las ideologías, en el universo

posideológico, en el que la idea del triunfo del capitalismo y la democracia liberal

parecen incuestionables y su transformación impensable. La pospolítica se

encarga de la gestión del conflicto en el marco de las relaciones socioeconómicas

capitalistas, de modo que no desborden o cuestione a éstas, neutralizando

amenazas de desestructuración del orden social.84

Žižek somete a una aguda crítica lo que denomina el universo pospolítico

multiculturalista de la tolerancia-con-la-diferencia que no excluye a nadie, con su

correlato de la unidad en la diferencia (“todos iguales, todos diferentes”). Este

«reconocimiento» de la diversidad, de la reivindicación de la cultura y forma de

vida de una constelación de grupos y subgrupos, sólo es posible en la

globalización capitalista y sus tres referentes universales: mercado, derechos

humanos y tolerancia (2008:52). Es este el sentido en el que Lyotard afirma: “Lo

que ha encontrado el capitalismo cultural es su mercado de singularidades.”

(1998b:15). Por otra parte, este reconocimiento de la diferencia se hace en un

plano horizontal, de modo que se desvanece al antagonismo social vertical, esto

es, la oposición entre el capital y grupos marginales (2005:56)

Žižek reconoce un importante impacto liberalizador en el reconocimiento de

grupos considerados hasta entonces como apolíticos como los gays, feministas,

ecologistas, etc., ya que se dio un proceso de subjetivación política. No obstante,

la perversidad de la pospolítica consiste en que todo el aparato de expertos y

trabajadores sociales que moviliza para la puntual reivindicación de las demandas

de una determinada minoría (convertida en víctima), quede en eso, en una mera

84

El tema del gerencialismo en la posmodernidad es tratado en la obra de Lyotard al analizar la relación entre el gobierno y los conocimientos. Por otra parte Lyon comenta: “En un mundo dirigido por el mercado, cada vez más se buscan soluciones gerencialistas a los dilemas contemporáneos” (2005:87).

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José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

135

reivindicación, de modo que el crítico social radical multiculturalista, que cree

subvertir el orden social, en realidad lo apuntala (2008:40). La pospolítica es aquí

el arte de lo posible, la neutralización de los conflictos para que éstos no

desborden el orden social. El correlato de esta política del reconocimiento, es que

el mercado siempre tiene una respuesta puntual a las “demandas” de cada grupo

y subgrupo, en términos de mercancía y consumo, por lo que impera una lógica de

consumismo pasivo y apolítico. Esta es la imagen que habíamos analizado

anteriormente en la filosofía de Lyotard, en la que la comunidad abierta,

constituida por redes de juegos del lenguaje heteromorfos, las nubes de juegos de

lenguaje son procesadas a través del sistema input/output con fines performativos,

esto es, con el fin de garantizar el mejor funcionamiento del sistema social: “el

sistema tiene necesidad de esas críticas, objeciones, trabas, litigios o incluso

discrepancias: mejoran sus resultados” (1998b:46).

En la época posmoderna del fin de las metanarraciones, de las grandes palabras y

relatos que en la modernidad proporcionaron esperanza a las masas, todo objetivo

elevado es visto como una forma de terrorismo en contra de las diversas

subjetividades, en su lugar, predomina el remitirse a una vida de placer y

consumo, por lo que Žižek identifica al sujeto de la sociedad de consumo con la

idea nietzscheana del Último Hombre. Para Žižek, las políticas del reconocimiento

de los diversos estilos de vida se adaptan perfectamente con este cuadro de la

sociedad despolitizada, puesto que esta sociedad le confiere status determinado a

cada grupo y subgrupo social desde el punto de vista de la justicia social, en este

caso un status de víctima. Esta despolitización impera en el ámbito político y sobre

todo en el ámbito económico.

Por otra parte, en la sociedad multicultural, en la que se reconocen una gran

diversidad de grupos y subgrupos, la mercancía y el consumo, esto es la lógica del

capital, actúa como fuerza homogeneizadora de lo social, lo que lleva a Žižek a

afirmar que “el multiculturalismo es la demostración de la homogeneización sin

precedentes del mundo actual” (2008:59). Recordemos que este es el diagnóstico

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de Fredric Jameson de la ciudad posmoderna, como escenario de un carnaval de

heterogeneidades y diferencias, en el que el sujeto se descentra en función de un

hiperconsumo individual (2002:102). No obstante esta exteriorización de visiones

del mundo, “ninguna sociedad ha estado nunca tan estandarizada como esta, y de

que la corriente de temporalidad humana, social e histórica no ha fluido nunca de

un modo tan homogéneo” (2002:29).85 Para Jameson la heterogeneidad de

discursos, subjetividades y estilos tiene como correlato la ausencia de un gran

proyecto colectivo. El mundo del capitalismo tardío, es el mundo de la identidad,

es por ello mismo, el mundo de una constelación fragmentaria de identidades, lo

que permite hablar de los Otros, y hablar de mí mismo como estudiante,

trabajador, hombre, es decir, identificarme y formar parte de esa sociedad

multicultural. Holloway (2005) señala que este principio de identidad es básico

para la organización social capitalista.

En su crítica al multiculturalismo Žižek afirma que en éste existe un enfoque

soterrado, paternalista, colonizador y racista, ya que trata al Otro como un ser

autóctono al que hay que conocer y “respetar” (2008:56). El multiculturalismo

promueve la eurocéntrica distancia y respeto hacia las culturas locales no

europeas, el multiculturalista se constituye aquí como un observador privilegiado

desde su posición de referente universal.86 Por otra parte, cuando el

multiculturalista se encuentra con el Otro real “se acaba la tolerancia”, condenando

temas como la pena de muerte, las mujeres veladas, la ablación, etc. Lo aquí

observamos es un conflicto irresoluble en el concepto de diferencia y respeto

hacia el otro: “¿Significa esto también (respeto o reconocimiento hacia): tipos

agradables y brutales, pobres y ricos, víctimas y torturadores?” (2005:56).87 La

85

En este sentido, Holloway afirma: “un mundo de la identidad absoluta es también por eso un mundo de la diferencia absoluta” (2005:101). 86

Lyotard era consciente de la hipocresía y banalidad del enfoque multiculturalista: “Si eres mujer, irlandesa, además presentable, vagamente profesora en Brasil, lesbiana y que escribe libros no académicos, entonces eres un auténtico pequeño flujo bueno. Interesas al capital cultural.” (1998b:15) 87

Žižek proporciona también el extremo de este razonamiento: “¿Deberíamos mostrar respeto hacia el

abismo de la Alteridad radical, inscrita en la personalidad de Hitler, y presente en todos sus actos malvados?” (2005:58). Otra dimensión del reconocimiento del Otro es a su vez el reconocimiento de

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intención del multiculturalismo denunciada por Žižek es la de respetar y tolerar la

experiencia del Otro, en cuanto este no expresa realmente su otredad. Además,

se da también el caso contrario, en que en nombre del reconocimiento y el no

pretender imponer los propios valores al Otro, se llegan a tolerar violaciones a los

derechos humanos. Lo que Žižek hace notar aquí es que existe un íntimo

antagonismo en la interacción entre dos culturas, siendo que la única

comunicación posible en la que se deriva de “la solidaridad en la lucha en común”

(2008:61).

Žižek critica otra contribución del pensamiento posmoderno: el rechazo, la

deslegitimación de los discursos fundamentalistas. El fundamentalismo constituye

una negación de la diferencia a través de una política autoritaria y

homogeneizante, en palabras de Lyotard, una política del terror. Dentro del

enfoque multiculturalista, Žižek encuentra una contradicción en este ámbito, ya

que el fundamentalismo que encontramos en gran diversidad de culturas étnicas,

serán apreciadas por el multiculturalista siempre y cuando se trate de Otro

auténtico. Por otra parte, el grupo fundamentalista puede adoptar

convenientemente las estrategias posmodernas de la política identitaria y escudar

su fundamentalismo en el argumento de que es una minoría amenazada que

defiende su cultura (2008:49). Para Žižek la elección fundamental no es la que

postula la oposición entre democracia liberal contra fundamentalismo, sino

capitalismo contra su Otro, que se trata de corrientes marginales, como el

movimiento antiglobalización (2005:46).

El concepto central para comprender la crítica de Žižek al multiculturalismo

posmoderno es el de lo político. Así mismo, para entender a éste hay que

introducirnos en otro concepto fundamental en la filosofía de Žižek, el de acto. Es

en el concepto de acto donde se nota la gran influencia de Lacan en su

minorías, sus símbolos y dialectos locales, en este sentido, Eagleton afirma: “Podría verse una celebración de lo marginal y lo minoritario como positivos en sí mismos, una perspectiva suficientemente absurda, por supuesto, puesto que los marginales y las minorías habitualmente incluyen neonazis, cazadores de OVNI, la burguesía internacional y aquellos que creen que hay que azotar a los delincuentes hasta que la sangre les corra por los muslos” (1998:19).

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pensamiento. Lacan definió un acto como un imposible. El acto no se realiza

siguiendo una serie de reglas ya dadas, el acto crea un corto-circuito,

estableciendo con ello las condiciones de su propia posibilidad. (2008:103). El acto

constituye un corto-circuito al sistema, por lo tanto siempre todo acto es

revolucionario: “Este acto «imposible» es el que tiene lugar en todo auténtico acto

revolucionario” (2005:26). No obstante, el acto no implica la solución o victoria

garantizada de uno de los opuestos, el acto es: “un paso hacia el vacío, sin

ninguna garantía de éxito” (2005:119).

Respecto a la noción de lo político Žižek rescata este concepto de Jacques

Rancière, para quien lo político apareció por primera vez en la antigua Grecia,

cuando los hombres que pertenecían a los demos exigieron no sólo ser

escuchados, sino que se postularon como los representantes de la sociedad en su

conjunto, es decir se presentaron como la verdadera universalidad (2008:25).

Aquí se constituye una no-parte de la sociedad, o una parte que rechaza su

función o lugar en la misma, como universal desde su particularidad,

cortocircuitando el dualismo universal-particular.

Lo político comporta una acción desestabilizadora puesto que altera el orden

social. Lo político, constituye así, en términos lacanianos, el arte de lo imposible,

puesto que transforma los parámetros de lo que se considera posible en el orden

social existente, por consiguiente, el acto político es también un acto

revolucionario. Este acto ético-político es el lugar donde se constituye la libertad

“efectiva”: “precisa y únicamente como la capacidad de “trascender” las

coordenadas de una situación dada (…) esto es, la capacidad de redefinir la

situación misma dentro de la cual se actúa” (2001:135). La libertad efectiva, es la

elección de “lo imposible”, ya que se constituye cuando se trascienden las

coordenadas de una situación dada, así esta libertad representa un acto ético-

político.

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Es este el sentido de la pregunta que Žižek elabora: “¿cómo reinventar el espacio

político en las actuales condiciones de la globalización?”. Como reacción, la

política antidemocrática es vista aquí como una exigencia de retorno a la

normalidad y que cada quién regrese a su lugar en la estructura, en palabras de

Lyotard: “Que cada uno exprese su singularidad. Que hable en su sitio en la red

del sexo, etnia, lengua, edad, clase social, inconsciente. La verdadera

universalidad, de la que hablan ahora, es la singularidad” (1998b:15). Lo político,

en cambio, va más allá de la estructura social presente, es el “arte de lo imposible”

que surge cuando una no-parte de la sociedad se proclama desde su

particularidad como un referente universal; negando el sitio estructural que le

corresponde como grupo, con la consiguiente desestabilización del orden social.

Pero, ¿cómo se configura esta universalidad desde la no-parte de la sociedad?

Cuando una reivindicación particular funciona como una condensación metafórica

de una oposición global entre Ellos, lo que comienza a representar la dimensión

universal que una particular reivindicación contiene (2008:40). El momento

verdaderamente político sería aquel en que una reivindicación específica va más

allá de la mera negociación de intereses y se constituye como esta condensación

metafórica que comporta la reestructuración de todo el espacio social. Es en el

momento de la «verdadera politización», cuando aparece una dimensión de

universalidad.

¿Pero qué idea de universalidad es la que se elabora aquí, en el sentido de que el

pensamiento posmoderno había declarado el fin de la idea de unidad y

universalidad? En la idea de universalidad elaborada por Žižek descansa en un

reconocimiento de la diferencia y diversidad de luchas, en las que el momento de

condensación metafórica se afinca en un reconocimiento de un antagonismo

común, el antagonismo de los grupos marginales en contra del capital (2005:57).

Es el antagonismo el fundamento de la noción de universalidad en el pensamiento

de Žižek, y es en el acto ético-político donde se produce un momento de

universalidad. El acto ético-político comporta además una radical re-politización de

la economía (2008:110), de modo que la globalización capitalista, el mercado y el

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consumo no son vistos como instrumentos neutrales en la política del

reconocimiento e interacción entre la constelación caleidoscópica de identidades.

La noción de acto-ético político lleva a Žižek a enfrentarse al concepto de

democracia. Žižek ataca a la democracia representativa liberal, a la que considera

el principal fetiche político de la actualidad. Es la democracia liberal el instrumento

desactivador del antagonismo social, ya que en el momento electoral, la jerarquía

social se suspende y los ciudadanos devienen en mera multitud contabilizable, con

lo que el antagonismo queda también suspendido (2005:66). Lógicamente, el

concepto de acto ético-político, en tanto que acto revolucionario, que transforma

las coordenadas del conflicto en que se expresa, antagoniza con la democracia

representativa liberal, que en ningún momento corto-circuita la relación social

global: “el acto no puede encajar en los límites de la democracia (entendida como

sistema positivo de legitimación del poder mediante elecciones libres)” (2005:119).

3.4 Conclusiones

Una de las coincidencias entre Habermas y los filósofos posmodernos, es el

ataque a la razón entendida como totalización, que Lyotard llama política del terror

y Habermas pensamiento identitario; y el ataque a la metafísica, entendida como

un conjunto de ideas definitivas e integradoras. Una de las coincidencias más

interesantes entre Habermas y Lyotard, es el énfasis de ambos filósofos en el

ámbito de la comunicación y el lenguaje, con sus matices y diferencias

sustanciales claro, pero ambas propuestas giran en torno a la idea de un

entendimiento intersubjetivo por medio del lenguaje y la comunicación. Para

Habermas, el consenso debe tener rasgos universales, para Lyotard el consenso,

esencialmente flexible, está remitido a lo local, pero lo importante es notar que

ambas propuestas descansan sobre la idea del dialogo, el entendimiento y el

acuerdo no coercitivos entre los sujetos, ambos enfoques reconocen y celebran la

capacidad de comunicación y pacto. Es en este sentido que Klaus Von Beyme ha

encontrado las diferencias entre Habermas y Lyotard, como producto de una mera

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estilización, ya que ambas propuestas comportan la autodeterminación racional,

búsqueda democrática de decisiones y resolución no violenta de conflictos. Así

mismo, se entiende también la propuesta de la Trans-modernidad de Enrique

Dussel, a pesar de su crítica a la filosofía de Habermas y Lyotard como

“teorizaciones europeizantes sin consciencia mundial”. El dialogo y el acuerdo es

consustancial a la Trans-modernidad, como proyecto de racionalidad ampliada en

una comunidad de comunicación que no excluye la razón del Otro. Este énfasis

en el dialogo y el acuerdo, central en la obra de Lyotard, Habermas y Dussel, es

fundamental para esbozar el horizonte de la política en una época en la que se

exterioriza una multiplicidad de visiones del mundo, de juegos del lenguaje.

En la obra de Habermas encontramos una de las defensas más nítidas, y críticas,

a los principios ilustrados de la modernidad. No obstante, su rechazo a los

postulados del posmodernismo es más tajante, en cambio otros pensadores como

David Harvey, Terry Eagleton y Slavoj Žižek encuentran un aspecto positivo e

incluso radical en las tesis del posmodernismo, principalmente por el énfasis en la

diferencia y el reconocimiento de una gama amplia y heterogénea de

subjetividades y lenguajes. Sus reflexiones, coinciden completamente con la tesis

de Fredric Jameson: No es posible el repudio facilista y complaciente de la

posmodernidad, así mismo, es corrupta cualquier celebración igualmente facilista

de ella (2002:49; 1991b:101).

Ahora bien, una crítica general al posmodernismo es la estetización a la que

conlleva, en términos políticos, económicos y sociales. Los postulados de la

discontinuidad, fragmentación, nihilismo y rechazo a cualquier principio universal,

termina disolviendo las bases para cualquier acción política razonada. Se advierte

sobre la problemática de integración en un proyecto global de un universo

heterogéneos de juegos de lenguaje, de subjetividades que rechazan referentes

universales, lo que conduce a una completa despolitización. De tal modo que

posmodernismo y neoconservadurismo convergen. Otro aspecto en el que

coinciden los críticos del posmodernismo es en cuanto a su genética como

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paradigma cultural y político: La derrota de la generación de 1968, la extinción

Estado social de bienestar y el descrédito del enfoque teórico y práctico del

marxismo clásico. El fin del Estado de bienestar tiene como correlato el ascenso

del neoconservadurismo con el Estado neoliberal. La comprensión de Habermas

respecto a ello es clara: la corriente posmoderna y su crítica contra los

intelectuales defensores del proyecto de la modernidad, está comprendida dentro

de la ofensiva cultural neoconservadora del Estado neoliberal.

En este sentido es indispensable la crítica de Slavoj Žižek, quien reflexiona en

torno a la política en el ambiente posideológico de la posmodernidad, es decir, del

mundo convertido en fábula. Esta pospolítica ha asimilado el reconocimiento de la

diferencia, de la individualidad, aunque como lo había advertido antes Lyotard, en

términos siempre performativos y en el contexto ideológico del triunfo

incuestionable de la democracia capitalista tras el fin de la política de bloques. Por

otra parte, la obra de Žižek pone en evidencia el carácter conflictivo de una política

basada en el principio de la diferencia, ya que se requieren de ciertos referentes

comunes para llevar a cabo un proyecto político más general. Una política basada

en la identidad y el respeto a la diferencia, puede conllevar a discursos y proyectos

fundamentalistas.

Así mismo, los críticos del posmodernismo, insisten en restarle cualquier

originalidad a esta corriente. En términos económicos, entienden a la

posmodernidad como una radicalización de las tendencias del proceso de

modernización, y en términos culturales como una radicalización o énfasis de

elementos propios del modernismo. La respuesta a esta última acusación, la

encontramos en la obra de Lyotard, para quien se observan elementos de la

posmodernidad en distintas épocas, siendo que elementos que son secundarios

en una formación social particular o un periodo histórico, devienen centrales en

una nueva época. Los críticos no obstante, entienden siempre al posmodernismo

como una continuidad, en el mejor de los casos, o una llana reproducción en el

peor, de los postulados del posestructuralismo francés y la filosofía nietzscheana.

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143

Cuadro III. Crítica a la filosofía y teoría sociopolítica del posmodernismo

Campo Autor Crítica

Filosofía

Jürgen Habermas

La crisis o malestar de la modernidad, que constituye un motivo

fundacional de la filosofía posmoderna, tiene como origen el

proceso de modernización social, basado en la lógica de

racionalidad económica y administrativa. Ambos sistemas han

efectuado una colonización del mundo de la vida el cual se

fundamenta en otra lógica: la racionalidad comunicativa.

Posmodernismo como sismógrafo del espíritu de la época.

Caracterizado por una crítica radical a la razón y el pensamiento

posilustrado. El posmodernismo conduce a la anarquía: abandono

del método y la responsabilidad teórica.

David Harvey

El posmodernismo denota la mezcla del pragmatismo

norteamericano, el posestructuralismo y el neomarxismo; elabora

una crítica de la razón abstracta y una profunda aversión a los

proyectos de emancipación social a través de la ciencia, la razón y

la tecnología con una postura deconstruccionista que bordea el

nihilismo y disuelve las bases para una acción razonada; rechaza

la construcción de metateorías que permiten explicar los procesos

económico-políticos de la posmodernidad.

Alex Callinicos

El posmodernismo es producto del fracaso de la revolución

socialista y los movimientos sociales de 1968, y del contexto de

sobreconsumismo en la década de los ochenta en la era Reagan-

Tatcher; un producto que fracasa como filosofía, estética y teoría

social. El posmodernismo se “apropió” del corpus teórico del

posestructuralismo francés: principios del antirrealismo y

pluralismo. Considera a Lyotard y Baudrillard como meros

epígonos del posestructuralismo.

Los argumentos de los filósofos posmodernos, son repeticiones de

la filosofía nietzscheana, como el abandono de la categoría de

sujeto, que se considera como una construcción histórica

contingente, como una ficción; la postulación de una realidad

heterogénea y plural. La crítica a las metanarraciones data de la

Ilustración misma.

Terry Eagleton

Filosofía posmoderna: Contra el Iluminismo, pondera: la

contingencia, indeterminación e inestabilidad. Escepticismo sobre

la objetividad de la verdad, la historia y las normas. Eagleton

caracteriza al posmodernismo con un oxímoron: Es una

heterodoxia ortodoxa, censura y excluye las cuestiones más

generales y universales, como la clase y la justicia. Falacias del

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José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

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posmodernismo: antiesencialismo, antiteleologismo,

antiuniversalismo, declaración de la muerte de los metarrelatos.

El posmodernismo es producto de la derrota política de la

izquierda. Proporciona “una base ontológica sólida” ante la

incapacidad de articular un proyecto global de una sociedad

alternativa a la actual.

El cuerpo, una preocupación central del posmodernismo. Después

de la derrota de los años 60, del enfoque en la producción se pasa

a la perversión, de Guevara se transita a Foucault.

Enrique Dussel

La discusión modernidad-posmodernidad representada por

Habermas, Lyotard, Vattimo y Rorty es eurocéntrica (o

norteamericana), sin consciencia mundial, ni de las cuestiones en

torno al capitalismo y marginalidad periférica.

Comparte la crítica de los posmodernos a la razón violenta y

dominadora, pero no al “núcleo racional ilustrado” que constituye el

potencial emancipador de la modernidad.

Estética

Jürgen Habermas

El posmodernismo tiene su origen en el ámbito literario de América

en los 50´s y 70´s, pero es convertido en una consigna cuando es

adoptado por los neoconservadores y los arquitectos escindidos de

la Bauhaus.

Con la crisis en la década de 1970, el ascenso del

neoconservadurismo y la constitución del Estado neoliberal,

representados por los gobiernos de Reagan y Tatcher, el

posmodernismo constituye la ofensiva cultural del

neoconservadurismo.

David Harvey

La posmodernidad nace de los movimientos contraculturales y

antimodernos y del fracaso de 1968. El posmodernismo se enfoca

a la producción cultural de acontecimientos, espectáculos,

happenings e imágenes en los mass media. Las corrientes

estéticas posmodernas se adaptan al mercado, la búsqueda de

ganancias y la cultura empresarial

Estetización de la ética, la política, la economía y la vida social.

Alex Callinicos

El arte posmoderno, no constituye una ruptura con el modernismo,

sino que es una continuación de la revolución modernista. Duda de

la “supuesta novedad” del arte posmoderno, identifica cuatro

rasgos centrales del modernismo, también reclamados por los

posmodernos, del arte que aparece en Europa a fines del siglo XIX:

1) Auto-consciencia estética o auto-reflexividad; 2) simultaneidad,

yuxtaposición o montaje; 3) paradoja, ambigüedad e incertidumbre;

y 4) Eliminación del sujeto individual o personalidad

(deshumanización). La parodia, característica del arte

Page 145: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

145

posmoderno, de acuerdo con Fredric Jameson, es considerada por

Callinicos como central entre los grandes modernistas, como

James Joyce y T.S. Eliot. Tampoco la mercantilización de la

cultura, es un proceso propio de la posmodernidad, sino que fue

una consecuencia lógica del proceso de autonomización del arte.

Terry Eagleton

Arte posmoderno: Carente de profundidad, descentrado, sin

fundamentos, derivado, ecléctico, juguetón, pluralista. Rompe con

las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular. Ha producido

un rico, audaz y exuberante cuerpo de obras, revestidas de una

celebración exagerada de lo kitsch y un relativismo cultural.

Política-

sociedad

Jürgen Habermas

Auge de las ideologías neoconservadoras a partir de 1973,

abandono de la modernidad, la democracia radical y la ilustración.

Propuesta: Defensa del proyecto de la modernidad, mediante la

apropiación de la cultura de los expertos desde la perspectiva del

mundo vital. Este propósito se conseguirá cuando la modernización

capitalista pueda orientarse también por otras vías no capitalistas

y el mundo de la vida genere instituciones que limiten la dinámica

de los sistemas económico y administrativo.

David Harvey

El «perfil radical» del posmodernismo se origina en el

reconocimiento al principio de la pluralidad y la diversidad. No

obstante, «guetifica» los juegos de lenguaje y las resistencias

locales, al negar su articulación en instancias más universales.

Predominio del individualismo, alienación y fragmentación.

Hegemonía del neoconservadurismo en el Estado poskeynesiano,

políticas de austeridad, recorte del gasto social y caída salarial.

Alex Callinicos

Niega que nos encontremos en una “nueva era” posindustrial y

posmoderna. Critica la tesis de Fredric Jameson entorno al

capitalismo multinacional, ya que ésta muestra inconsistencias

tales como su ubicación en el periodo 1940-1960.

Acusa a Jameson de hacer un uso informal de las fuentes

económicas, por lo que su tesis en torno al posmodernismo como

una transformación cultural, como ruptura histórica, comporta una

intuición crítica más que una cuestión inferida de la investigación

empírica de la economía mundial contemporánea.

Page 146: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

146

Terry Eagleton

Su “único y más duradero logro” es que «ayudó» a exteriorizar las

cuestiones de la sexualidad, del género y de lo étnico en la agenda

política. Pero ello es un sustituto a las formas clásicas de

radicalismo político, basado en las nociones de clase, Estado,

ideología y revolución.

Celebración posmoderna de las minorías y grupos marginales:

Perspectiva absurda, puesto que marginales y minorías incluyen a

la burguesía internacional y a grupos neonazis. El posmodernismo

político prescribe éticamente la diferencia y la pluralidad.

Slavoj Žižek

Muerte de la política. En la posmodernidad hegemoniza la

pospolítica, la negación de lo político.

El triunfo del capitalismo y la democracia liberal es incuestionable y

su transformación impensable.

Arquitectura

Jürgen Habermas

Renuncia a los fundamentos morales del modernismo

arquitectónico. Robert Venturi, conservador y artista pop. La

arquitectura posmoderna transforma en cuestiones estéticas el

problema central de la colonización del mundo vital.

La calificación de la arquitectura del Estilo Internacional suscita

ideas falsas, ya que la arquitectura ha sido siempre, más que

ningún otro, un arte vinculado a una finalidad.

Propuesta de Habermas: Constitución de una arquitectura

comunal, en que la población correspondiente es incorporada en

los procesos de planificación urbana.

David Harvey

Crítica al rechazo fácil de la arquitectura moderna, la cual encontró

la forma de manejar los problemas urbanos generados por el

proceso de modernización.

El posmodernismo arquitectónico sostiene una visión fragmentada

de lo urbano, recuperando las historias locales y las necesidades y

fantasías particulares, en contraste con los grandes proyectos de la

arquitectura moderna, comprendidos en un proyecto social

Los arquitectos posmodernos, ha adoptado los logros técnicos del

Estilo Internacional, aún cuando hayan adoptado otra estética.

Page 147: Filosofia Politica Del Postmodernismo

José Lira Rosiles III. Contra el posmodernismo: La crítica a la filosofía política posmoderna

147

*Fuente: Elaboración propia con base en la bibliografía de este apartado.

Bibliografía consultada

Callinicos, Alex (1998), Contra el posmodernismo, El Áncora Editores, Bogotá.

Eagleton, Terry (1988), Las ilusiones del posmodernismo, Paidós, Buenos Aires.

Jameson, Fredric (2000), Las semillas del tiempo, Trotta, Madrid.

― (2002), El giro cultural. Escritos seleccionados sobre el posmodernismo 1983-1998, Manantial,

Buenos Aires.

Habermas, Jürgen (1988), Ensayos políticos, Península, Barcelona.

― (1990), Pensamiento posmetafísico, Taurus, México

― (2002), Teoría y praxis. Estudios de filosofía social, Tecnos, Madrid.

Harvey, David (2004), La condición de la posmodernidad, Amorrortu, Buenos Aires.

Holloway, John (2005), Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy,

Herramienta-Universidad Autónoma de Puebla, Buenos Aires.

Lyotard, Jean-François (1998b) Moralidades posmodernas, Tecnos, Madrid.

― (1999), La posmodernidad (explicada a los niños), Gedisa, Barcelona.

Osorio, Jaime (2009), El megarrelato posmoderno, Crítica y emancipación, No. 2, Año I, Primer

semestre, pp.141-155.

Rorty, Richard (1988), “Habermas y Lyotard sobre la posmodernidad”, en Giddens, Anthony,

Habermas, Jürgen, et. al., “Habermas y la modernidad”, Cátedra, Madrid, pp. 253-276.

Touraine, Alain (2006), ¿Qué es la democracia?, Fondo de Cultura Económica, México.

Žižek, Slavoj (2001), Amor sin piedad. Hacia una política de la verdad, Síntesis, Madrid.

― (2005), Bienvenidos al desierto de lo real, Akal (cuestiones de antagonismo social), Madrid.

― (2008), En defensa de la intolerancia, Sequitur, Madrid, 2008.

Alex Callinicos

En la arquitectura el posmodernismo ha alcanzado un mayor perfil.

Niega que el posmodernismo arquitectónico represente una

auténtica ruptura radical. El arquitecto es reducido a la función de

diseñador de exteriores, en una época en que la individualidad del

edificio es un factor fundamental en el mercado.

La «doble codificación», que de acuerdo con Charles Jencks

caracteriza al posmodernismo arquitectónico, es uno de los rasgos

que definen al modernismo: “simultaneidad, yuxtaposición o

montaje”. En la arquitectura, se presentó la más importante

mercantilización del modernismo. El Estilo Internacional,

representó el medio artístico distintivo de la burguesía de mediados

del siglo XX, su arquitectura racional y monumental, fue adoptada

por las corporaciones norteamericanas como símbolo de poder y

prestigio.

Page 148: Filosofia Politica Del Postmodernismo

CONCLUSIÓN. MÁS ALLÁ DE LA FÁBULA POSMODERNA: UN PROYECTO POLÍTICO

CRÍTICO-DEMOCRÁTICO

En este capítulo se analiza el mundo convertido en fábula, es decir, la

sociedad de la pospolítica, del dominio del capitalismo neoliberal, del

sujeto remitido a los valores de la sociedad de consumo y del abandono

del espacio público. Este análisis será llevado en términos sociológicos.

Se analiza la tesis del posmodernismo neoconservador de Lyotard y

Vattimo: la fabulación del mundo como narración antiutópica de la

sociedad contemporánea. Se detallan los principios fundamentales de la

posmodernidad en términos político-sociales, para concluir con una

reflexión acerca de la constitución, y sujeto, de un proyecto crítico-

democrático más allá de la sociedad de consumo y la pospolítica.

n la sociedad posmoderna el consumo y el consumismo se han constituido

como un referente esencial, sustituyendo el lugar central que el trabajo y la

producción ocuparon durante la modernidad. David Lyon (2005: 19) afirma que “el

consumismo y el consumo son motivos posmodernos centrales”, de modo que la

condición posmoderna no puede entenderse sin el capitalismo de consumo. En el

análisis de las principales teorías de la posmodernidad, encontramos, en términos

sociológicos, esta realidad fundamental que tiene consecuencias epistemológicas,

artísticas, filosóficas y políticas. Este es uno de los temas que otorga unidad a las

discusiones dentro de la corriente posmoderna, el constante e incisivo

reconocimiento de que la sociedad en que vivimos se encuentra caracterizada por

el triunfo del mercado, la sociedad de consumo y el capitalismo multinacional

descentralizado.

Con relación a la sociedad posmoderna una constante en la obra de Lyotard,

Vattimo y Jameson es el reconocimiento del triunfo del capitalismo tardío, la

sociedad de consumo y la democracia liberal. Los imperativos performativos del

capitalismo tardío son dominantes en lo social, lo estético y lo epistemológico.

Para Lyotard una de las características centrales de la posmodernidad es la

consolidación del capitalismo liberal avanzado después de la crisis del

E

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

149

keynesianismo y del comunismo real, que conllevaron a un auge del

individualismo consumista. El sistema generado por la democracia liberal

capitalista exige que la ciencia, la estética y la subjetividad, después de la muerte

de los metarrelatos, se dirijan hacia fines performativos, esto es, que el thelos de

su actividad perfeccione su funcionamiento. En este sentido, la posmodernidad

que Fredric Jameson ve triunfar es la asociada a la sociedad de consumo y el

capitalismo multinacional avanzado, en la que la experimentación artística fue

incorporada a la lógica capitalista. Hemos señalado que Jameson interpreta a la

ciudad posmoderna como el escenario de un carnaval de heterogeneidades y

diferencias, en el que el sujeto se descentra en función de un hiperconsumo

individual. La sociedad posmoderna es la sociedad de consumo, donde todo lo

fragmentario, lo heterogéneo, lo disperso y lo plural se convierten en opciones de

mercado. La heterogeneidad inconmensurable de los juegos de lenguaje es

funcional al capitalismo de consumo, puesto que éste los transforma en nichos de

mercado.

La fábula posmoderna: La hegemonía de la sociedad de consumo y el sujeto

de iure

Uno de los teóricos de la sociedad de consumo posmoderna es Zygmunt Bauman

quien, en su obra modernidad liquida (2006), utiliza la metáfora de la liquidez para

captar la naturaleza de la sociedad contemporánea. Argumenta que esta

modernidad liquida o fluida es en muchos sentidos «nueva», aunque menciona

otros conceptos que han sido utilizados para definir ésta fase: posmodernidad,

segunda modernidad, modernidad tardía, sobremodernidad o fin de la historia.88

88

Al referirse a la época contemporánea en su obra La globalización. Consecuencias humanas (2001), Bauman utilizó las expresiones “época moderna tardía o posmoderna”, no obstante más tarde rechazó utilizar el concepto de posmodernidad argumentando que “la sociedad que ingresa al siglo XXI no es menos “moderna” que la que ingresó al siglo XX; a lo sumo, se puede decir que es moderna de manera diferente”. Bauman sostiene que la modernidad continúa porque no se ha detenido el proceso de modernización, es decir, de la búsqueda del aumento de la producción o la competitividad, a través de diseños nuevos y mejorados (2006: 33).

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

150

Uno de los temas centrales para comprender la teorización de Bauman sobre la

sociedad posmoderna es el estudio de las categorías espacio-tiempo.

Recordemos que en la obra de Fredric Jameson y David Harvey ambas categorías

son centrales, ya que en términos cualitativos se encuentran determinadas por el

sistema social, concretamente por el modo de producción. Harvey, señala que en

respuesta a la crisis de sobreacumulación del régimen de acumulación fordista en

1973, el capital implementó un régimen de acumulación «flexible», cuyas

cualidades claras son la fragmentariedad, descentralización, desterritorialización y

amplia capacidad de movilidad. Esta transición al régimen de acumulación

«flexible» se caracterizó por una radicalización de la «compresión espacio-

temporal»: ”Utilizo esta noción para referirme a los procesos que generan una

revolución de tal magnitud en las cualidades objetivas del espacio y el tiempo que

nos obligan a modificar, a veces de manera radical, nuestra representación del

mundo” (2004: 267). Para Harvey, la historia del capitalismo se había

caracterizado por esta «compresión espacio-temporal», por una aceleración en el

ritmo de la vida: la aceleración y la velocidad determinaron la conquista del

espacio.89 Ahora bien, la transición al régimen de acumulación «flexible» ha

radicalizado esta supremacía del tiempo sobre el espacio: “Hemos asistido a otro

feroz aniquilamiento del espacio por el tiempo” (2004: 324). Esta radicalización se

89 La lamina 3.1 de su obra La condición de la posmodernidad describe la conquista del tiempo sobre el

espacio: “1500-1840, la mejor velocidad promedio para los coches tirados por caballos y los barcos de vela era de 10 millas por hora; 1850-1930, las locomotoras de vapor viajaban a un promedio de 65 millas por hora, y los barcos a vapor a 36 millas por hora; 1950-1959; aviación de hélice, 300-400 millas por hora; 1960-1969, aviación de turbina, 500-700 millas por hora” (2004: 268). Las innovaciones tecnológicas en el transporte son fundamentales en la historia de la modernidad, Habermas comenta: “Por muchos testimonios literarios sabemos que los primeros tranvías revolucionaron la experiencia del tiempo y del espacio de los contemporáneos. El tranvía no creó la consciencia moderna del tiempo; pero en el curso del siglo XIX se convierte literalmente en el vehículo mediante el que la conciencia moderna del tiempo se apodera de las masas —la locomotora se convierte en símbolo popular de una vertiginosa movilización de todos los aspectos de la vida, que es interpretada como progreso” (Habermas, 1989: 79). Esta consciencia de la modernidad en términos de velocidad, constituye el espíritu del Manifiesto Futurista de Filippo Tommasso Marrinetti, quien frente a una literatura inmóvil y onírica, expresó en 1909: “Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad”. La conquista de la velocidad, del tiempo sobre el espacio se halla expresada en el siguiente pasaje: “Queremos ensalzar al hombre que lleva el volante, cuya lanza ideal atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera, sobre el circuito de su órbita”.

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

151

basa en la introducción de nuevas formas de organización y tecnologías

productivas que han determinado una disminución vertiginosa en los tiempos de

rotación de la producción, el intercambio y el consumo.

El análisis de Bauman, se entiende en este contexto. Señala que en la

modernidad el tiempo adquiere historia al separarse y conquistar el espacio. En la

modernidad la aceleración y la velocidad alcanzadas por los avances tecnológicos

sobre la rigidez del espacio determinaron su conquista. Lo determinante para

Bauman es que la velocidad y la rápida movilidad se convirtieron en un

instrumento del poder. La temporalidad veloz conquistó completamente al espacio

en la modernidad, cuando el dominio de la señal electrónica permitió alcanzar la

velocidad de la luz. Bauman utiliza la noción de pospanóptico para definir la

naturaleza del poder en la época contemporánea.90 La característica central del

pospanóptico es la ubicuidad en razón de su extraterritorialidad: “el poder puede

moverse con la velocidad de una señal electrónica […] la gente que maneja el

poder […] puede ponerse en cualquier momento fuera de alcance y volverse

absolutamente inaccesible” (2006: 16). La huida, la fluidez, el descompromiso, es

ahora la técnica del poder de una élite nómada y extraterritorial, que puede

dominar sin tener que cargar con las funciones administrativas, gerenciales o

bélicas.91 El símbolo del poder es lo liviano, lo fluido. El poder se ha vuelto líquido,

90

Bauman explica que la metáfora del panóptico fue utilizada por Michel Foucault para describir el paradigma del poder en la modernidad. La idea del panóptico proviene del modelo carcelario diseñado por Jeremy Bentham, cuya característica central es la consciencia de vigilancia permanente y la amenaza siempre real del castigo. El panóptico es para Bauman el paradigma de poder de la modernidad sólida o pesada (Bauman, 2001: 48) 91

“La producción, reestructuración y crecimiento de la organización espacial es algo eminentemente problemático y muy caro, retenido en vastas inversiones en estructuras físicas que no pueden moverse, y en infraestructuras sociales que siempre cambian con lentitud” (Harvey, 2004: 258).

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

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afirma Bauman.92 Los dominados, en cambio, son aquellos que carecen de los

medios para moverse rápido, es decir, que están atados al espacio, al territorio.93

El proceso de fluidificación no sólo caracteriza al poder, sino también al capital. El

capital fluido, como el poder liquido, no se encuentra atado en términos

territoriales, es inconstante y volátil (2006: 130).94 El capitalismo pesado se

extinguió junto con el Estado benefactor y sus políticas keynesianas, ahora, el

capitalismo fluido propio del Estado neoliberal, tiene como característica central el

descompromiso. Bauman, señala que el nuevo arte gerencial tiene como principal

objetivo lograr el mayor rendimiento a través del adelgazamiento o cierre de

unidades no eficientes. Las empresas sustituyen el compromiso duradero por una

política de evasión y la posibilidad de huir en cualquier momento.95 El capitalismo

92

“En cuanto al poder, se aleja a toda vela de la calle y del mercado, de las asambleas y de los parlamentos, de los gobiernos locales y de los nacionales, más allá del alcance del control de los ciudadanos, hacia la extraterritorialidad de las redes electrónicas” (Bauman, 2006: 45). 93

“El capital es cada vez más global; ellos, sin embargo, siguen siendo locales” (Bauman, 2001: 17; 2006: 177). En este sentido Harvey señala que la conquista del espacio por el tiempo y la velocidad no comporta una disminución de la importancia del primero. El poder desterritorializado y móvil aún se enfoca al control del espacio y ello es fundamental para la lucha de clases. La acumulación flexible, con la movilidad y extraterritorialidad del capital es central en los conflictos con los sindicatos, Estados y fuerzas de trabajo rebeldes (Harvey, 2004: 325). 94

Ludolfo Paramio (2002) proporciona una interpretación de la fluidificación del capital en términos de la desregulación financiera. Paramio, analiza el tránsito de las políticas económicas basadas en tasas de cambio fijas, ancladas al patrón oro, hacia la desregulación financiera que encuentra su origen en la formación en la década de los setenta del euromercado de Londres, que atrajo, ante todo, a un creciente número de empresas y bancos norteamericanos, en el contexto de las restricciones que el gobierno de Estados Unidos impuso a las salidas de capital para evitar una reducción vertiginosa en sus reservas de oro. El euromercado indujo movimientos hacia la desregulación, con la eliminación de los controles de capitales, en el mercado de Nueva York en 1974 y en Londres en 1979. La lógica que subyace a este proceso es que la desregulación hace a los países atractivos para los inversionistas, ante las posibilidades de rentabilidad basadas en rápidos movimientos y ausencia de controles. Este proceso indujo a una dinámica de desregulacionista, en la que los Estados pierden autonomía fundamentalmente en términos del establecimiento soberano de la política económica. Este proceso fue acompañado por la consolidación de la nueva ortodoxia neoliberal y la tesis, ampliamente refutada por los hechos, de que la desregulación de los movimientos de capital impulsaría el crecimiento económico. Paramio sostiene que la desregulación fracasó, ya que es intrínseca a ella la alta vulnerabilidad ante las crisis monetarias y las estampidas de capitales (Paramio, 2002: 16). 95

De este modo, para Bauman el símbolo del capitalismo de la modernidad sólida era la fabrica fordista, la cual ataba al espacio al capital y requería una relación a largo plazo con los trabajadores: “Capital y trabajo estaban unidos, podríamos decir, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, y hasta que la muerte los separase” (2006: 154). Otro personaje emblemático es Nelson Rockefeller cuyas inversiones en pozos petroleros, maquinaria y edificios, simbolizan también al capitalismo pesado. El símbolo del

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fluido implica el dominio de los contratos flexibles, es decir, la incertidumbre y la

precariedad laboral. Por lo tanto, el capitalismo fluido exige la configuración de un

Estado neoliberal. Cuando el capital tiene la capacidad moverse a la velocidad de

una señal electrónica incrementa sincrónicamente su capacidad de presión y

extorsión a los agentes locales de la política, es decir, los gobiernos se someten a

los dictados de las empresas trasnacionales ya que siempre existe la amenaza de

una estrepitosa fuga de capitales.96 Los gobiernos intentan que sus países sean

lugares atractivos para el capital fluido a través de políticas laborales y marcos

legales que garanticen la flexibilidad laboral y en general condiciones para el

desarrollo de la “libre empresa” como menores impuestos o regulaciones: “La

“flexibilidad” es el eslogan del momento” (2006: 172). El Estado neoliberal, debe

asegurar mantener buenos niveles de competitividad.97

El poder líquido y el capital fluido han sido teorizados bajo el marco teórico de la

globalización, entendida como una intensificación de las relaciones económicas

entre actores que no son fundamentalmente los Estados: “internacionalización de

capitalismo liquido o fluido es Bill Gates, caracterizado por su capacidad de invertir en lo transitorio y fugaz dentro de una red de opciones siempre variable (2006: 135). 96

“Hasta cierto punto, los crecientes poderes de coordinación que posee el sistema financiero mundial han surgido a expensas del poder del Estado nacional para controlar el flujo de capital y, por lo tanto, su propia política fiscal y monetaria”; “el fracaso del keynesianismo-fordismo, evidentemente, significó un desplazamiento hacia el fortalecimiento del capital financiero frente al Estado nacional” (Harvey, 2004: 189). Por otra parte, las evaluaciones del capital trasnacional, acerca de los gobiernos nacionales, su orientación política y económica, no es construida necesariamente de modo racional, sino que depende de las apreciaciones subjetivas de agencias y consultorías cuya guía desde luego no es siempre la objetividad, integradas además por miembros de administraciones económicas de naciones como Estados Unidos, además de la corrupción que prevalece en el sector, cuyo caso emblemático fue Merrill Lynch y otras consultoras que abiertamente mintieron sobre la situación de Enron, WorldCom y Xerox, para garantizar su valor en la bolsa (Paramio, 2002: 16). La irracionalidad predomina en el comportamiento del capital fluido, de modo que De Sebastián (1997) ha acuñado el término capital neurótico, para explicar la estrepitosa salida de capitales en la crisis mexicana de 1994, ya que México había liberalizado el sector financiero, reducido drásticamente su inversión, tenía ya un presupuesto equilibrado, no obstante, De Sebastián demerita el comportamiento del capital ante lo que considera fue una devaluación torpe de la administración zedillista. Sin embargo, me parece que De Sebastián no considera adecuadamente la variable política, es decir, el enrarecido ambiente político que caracterizó todo 1994, además del levantamiento zapatista, que alcanzó tempranamente una proyección internacional. 97

Harvey señala que aunado a la fragmentación y disolución de las barreras del espacio, se incrementa la preocupación por acentuar las cualidades del espacio, de diferenciarse, con el fin de mostrarse atractivos para un capital desterritorializado, o en palabras de Bauman líquido (Harvey, 2004: 327).

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la producción, las finanzas y el comercio de los países. Este es un proceso que

abarca el crecimiento de las corporaciones multinacionales y estas situaciones

que incrementan la interdependencia económica de los Estados” (Pearson y

Rochester, 2000: 635); “intensificación de las relaciones que tienden a rebasar los

límites tradicionalmente puestos por los Estados hasta la constitución de un

mundo en el cual prevalecen libres relaciones entre sujetos que tendencialmente

no son en primer lugar los Estados, sino las entidades económicas” (Salvadori,

1997: 17). El poder líquido y el capital fluido, determinan la muerte de la soberanía

que nació paralelamente con el Estado moderno hacia el siglo XVI, y que fue

teorizada por el derecho natural racional en términos de una legitimación de la

fuerza en autoridad política. El Estado moderno, con la capacidad soberana de la

determinación de la economía nacional, con plena autodeterminación, se extingue

con el ascenso de la ortodoxia desregulacionista y neoliberal. El Estado

posmoderno, no detenta ya una soberanía en términos absolutos, lo que Salvadori

llama soberanía total, sino que se transforma en un centro de regulación y

administración, con una soberanía demediada o aparente ante un poder

económico globalizado (Salvadori, 1997: 28). El capital líquido, trasnacional o

multinacional, limita de forma drástica la actuación de los gobiernos, ante la

perspectiva de una estrepitosa fuga de capitales, como castigo a decisiones

soberanas contrarias a la ortodoxia variable con relación a los niveles de deuda,

déficit e inflación. El tránsito del Estado moderno al Estado posmoderno o

neoliberal tiene consecuencias no sólo en términos de la soberanía, sino además

en términos de democracia, ya que para Paramio son el mercado internacional, y

las fuerzas económicas trasnacionales las que imponen un límite externo a las

políticas económicas instrumentadas desde diversos enfoques ideológicos, ya que

todo gobierno debe considerar las variables de la estabilidad monetaria y el control

del déficit, además de asegurar un ambiente competitivo y una estabilidad

macroeconómica y política. En todo caso, bajo la desregulación financiera, las

crisis económicas recurrentes y la creación de empleos precarios, flexibles y con

baja remuneración, se genera una percepción negativa en la ciudadanía, que es

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frustrada sistemáticamente en sus expectativas de mejoría económica y social, por

lo que Paramio encuentra una relación íntima entre la crisis contemporánea de la

democracia representativa y sus instituciones y el proceso de globalización (2002:

16).

Las tesis anteriores son fundamentales para el análisis construido por Bauman,

quien profundiza en las consecuencias sociales del tránsito del Estado moderno al

Estado posmoderno-neoliberal. Para Bauman este último desregula y privatiza las

responsabilidades hacia los individuos, de modo que los problemas que son

generados socialmente son remitidos a la responsabilidad de cada individuo, por

lo que se quiebra el vínculo entre las elecciones individuales y los proyectos y

acciones colectivos. La modernidad siempre ha sido, de acuerdo con Bauman, un

proceso de individuación. Se le da el derecho a cada sujeto de ser diferente y a

elegir o tomar sus propios modelos de felicidad y estilo de vida que le sea más

conveniente. Pero sincrónicamente las agencias de acción colectiva son disueltas

por el poder líquido, de modo que el individuo es remitido a sí mismo y su

responsabilidad. Para Bauman, en la modernidad liquida, hay una desintegración

de la trama social y de las agencias de acción colectiva (2006: 19).

El sujeto que es producido por este sistema es el individuo de iure, cuyas

problemáticas vitales, generadas por problemas creados socialmente, no son

responsabilidad de las instituciones o del Estado, sino de él mismo. Los problemas

que son producidos colectivamente y que causan derrotas y problemas a este

individuo, son entendidos por él como producto de su propia indolencia. Su

respuesta ante ello es esforzarse aún más, y en ello se explica el boom y éxito

comercial de la literatura de auto-ayuda (Bauman, 2006:43).98 Esta es la realidad

del individuo remitido a sí mismo. Por otra parte, el modo de vida paradigmático

para los sujetos es la existencia como consumidor y no como productor. Los

98 Vásquez Rocca (2011:71) encuentra que la cultura posmoderna acentúa un individualismo extremo que

apunta hacía la permisividad y hedonismo, terreno fértil para las consignas cosméticas: “mantenerse siempre joven, se valoriza el cuerpo y adquieren auge una gran variedad de dietas, gimnasias de distinto tipo, tratamientos revitalizantes y cirugías estéticas”.

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sujetos se encuentran inmersos en una lógica de consumo compulsivo y un anhelo

por adquirir lo nuevo y mejor: “compramos en la calle y en casa, en el trabajo y el

ocio, despiertos y en sueños” (2006:79). Bauman, encuentra un trasfondo

psicológico en esta conducta patológica: el deseo de certeza. En un mundo donde

la velocidad, la fugacidad y el descompromiso son las coordenadas de lo social, la

mercancía ofrece la ilusión al sujeto de iure, al consumidor, de que posee

capacidad de elección, de modo que para Bauman el acto de consumo es un rito

de exorcismo de la inseguridad y la incertidumbre. No obstante, toda mercancía

tiene fecha de caducidad y así el deseo se transforma en una compulsión

patológica.99

Ahora bien, el abandono del espacio público por los sujetos de iure tiene como

correlato la constitución de nuevos espacios que sustituyen a la comunidad y la

interacción entre los ciudadanos: los templos del consumo. Estos espacios ofrecen

seguridad y libertad a quienes pueden consumir: la libertad de escoger entre un

sinfín de opciones de mercancías. Por otra parte son espacios seguros,

sanitizados, libres de todo peligro exterior. Lo que Bauman observa con

preocupación es que estos espacios purificados constituyen una nueva comunidad

en la que el conflicto y la necesidad de negociación se desvanecen: los sujetos de

iure comparten los mismos objetivos. Los templos de consumo no son espacios

para la interacción, sino para la acción: la acción del consumo. En este sentido,

Bauman señala que estos espacios son un no-lugar.

De este modo podemos contestar ya a una de las preguntas centrales de esta

investigación: ¿Cuál es la condición humana propia de la posmoderna sociedad de

99

En la obra de Harvey encontramos otra explicación al auge del consumismo con el régimen de acumulación «flexible», la disminución del tiempo de rotación del capital (clave en la rentabilidad del capital), con las nuevas tecnologías productivas como la robotización o automatización conllevan a una disminución simultánea del tiempo de rotación del consumo, con lo que disminuye el tiempo de vida promedio de las mercancías (obsolescencia planeada del consumo –moda y publicidad para acelerar el cambio-), cuyo caso emblemático es el software. “En momentos de dificultad económica e intensificación de la competencia, los capitalistas individuales se ven forzados a acelerar la rotación de sus capitales; aquellos que mejor pueden intensificar o acelerar la producción, la comercialización, etc., son los que están en mejor posición para sobrevivir” (Harvey, 2004: 255).

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

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consumo?; ¿Cuál es la condición de la subjetividad en la época posmoderna?

Inseguridad, angustia, incertidumbre y desprotección son las experiencias a las

que están sometidos los individuos de iure en la era del capitalismo fluido. De

acuerdo con Bauman, esta condición se expresa adecuadamente bajo la noción

de precariedad: “Los empleos seguros en empresas seguras resultan solamente

nostálgicas historias de viejos” (2006: 171). En este sentido David Lyon afirma:

“Los conceptos de pleno empleo, carrera profesional planificada y seguridad del

empleo son en buena medida un recuerdo” (2005:81). Frente a la muerte de las

grandes narraciones y la explosión de un universo fluctuante de visiones

heterogéneas y fragmentarias, se produce en el sujeto un vértigo frente a la

relatividad. La gama de opciones que el mercado le ofrece y la fugacidad de las

mercancías y modas con fecha de caducidad tienen como resultados la

incertidumbre, duda y ansiedad (Lyon, 2005: 118).100 El nihilismo propio de la

época, ha provocado una crisis y un malestar: el sujeto es remitido a sí mismo.

Este diagnóstico ya había sido elaborado a fines de los años cincuenta por Erich

From, para quien el capitalismo industrial había producido sujetos “solitarios,

angustiados, deprimidos, destructivos y dependientes”. Lo que observamos es que

la posmodernidad ha implicado una radicalización de la condición descrita por

Fromm. Se ha radicalizado porque aunado a la continuidad y evolución de la

lógica de la sociedad de consumo, se ha desmantelado además el Estado de

bienestar, el Estado social. La incertidumbre y el riesgo definen a la sociedad

posmoderna. Bauman nos dice que el capitalismo fluido se guía por el arte del

descompromiso, cuyo máximo principio es la flexibilización y la reducción de

costos. El Estado posmoderno o neoliberal, ha desregulado y privatizado la

responsabilidad por los problemas generados por este sistema. La consecuencia

generada por la modernidad liquida, es entonces el deterioro de los vínculos

100

Otra dimensión de esta realidad es que el capitalismo tiene una constante necesidad de crear nuevas necesidades, nuevas líneas de productos, a través del cultivo de deseos, gustos y necesidades en el consumidor. Esta función del capitalismo reside en la problemática de la conservación de la rentabilidad, lo que “lleva al capitalista a una acelerada carrera de exploración de otras posibilidades” (Harvey, 2004: 127).

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humanos y, en consecuencia, la desintegración de los valores comunitarios y

solidarios.

El debate sobre la cuestión del «cambio» en la posmodernidad: El horizonte

de un mundo más allá de la fábula posmoderna

¿Es posible pensar en un más allá de la sociedad de consumo posmoderna?,

después de la muerte de los metarrelatos y el naufragio de las estrategias

revolucionarias clásicas, ¿cómo puede pensarse el cambio social en la

posmodernidad? ¿Es posible sostener aún la vigencia de la categoría

emancipación? Sabemos que el ideal ilustrado de la emancipación es rechazado

por Lyotard. No es posible un nihilismo activo, un “decir sí a la vida”, que

constituye el romanticismo del que está revestido el nihilismo nietzscheano.

Vattimo, cuestiona el nihilismo radical de Lyotard, no obstante en su obra crítica

sistemáticamente los planteamientos de cambio social entendidos como una

superación de la sociedad de consumo posmoderna, por lo tanto como un

planteamiento imbuido de un espíritu modernista. Para Vattimo, la libertad y

emancipación puede ser posibilitada por las tecnologías de la información y la

comunicación de la posmodernidad, en otras palabras: postula que la libertad es

posible en el desarrollo tecnológico del capital. En este sentido, parece que nos

encontramos ante un verdadero fin de la historia. Una sociedad más allá del

capitalismo de consumo, multinacional y posmoderno no puede ser formulada, ni

siquiera es legítimo plantear esta cuestión en la filosofía de Lyotard y Vattimo. De

modo que es válida la acusación de Enrique Dussel al posmodernismo, al que

considera convertido en aliado coyuntural del capitalismo neoliberal (tardío,

flexible, líquido) (1999: 42). Por su parte Bauman argumenta que en la sociedad

contemporánea la pregunta por un mundo mejor no forma parte de ninguna

agenda, el cambio o el mejoramiento de la vida ha sido privatizado y desregulado,

ya que de ser un proyecto de naturaleza colectiva, ha sido remitido al individuo,

con sus capacidades y recursos limitados (2006: 144). En la posmodernidad, el

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cambio por una sociedad más justa y más equitativa ha dejado de ser un proyecto

colectivo, es un proyecto remitido a los deseos y capacidades individuales.

En este sentido, Fredric Jameson comenta perspicazmente: “Hoy día, parece que

es más fácil imaginarse la completa degradación de la tierra y la naturaleza que el

derrumbe del capitalismo tardío; tal vez esto se deba a cierta debilidad de nuestra

imaginación” (2002:77). Por otra parte, para Lyon, la sociedad posmoderna donde

la elección individual y el consumo constituyen los rasgos dominantes, en

combinación con la crisis de las metanarraciones y la pérdida de fundamentos y

nociones universalistas en el campo del conocimiento y la ciencia, constituyen un

“cóctel que aturde y paraliza rápidamente” (2005: 123). El pensamiento pos-

metafísico de Vattimo y Lyotard constituyen efectivamente esta parálisis del

pensamiento, la cancelación de la imaginación, la muerte de la esperanza, es

decir, constituyen un fin de la historia: el mundo convertido en fábula. La

fabulación del mundo, es la expresión narrativa anti-utópica que nace de la

intersección entre neoconservadurismo y posmodernismo.

No obstante habrá que preguntarse si la fábula posmoderna no es en sí misma

una metanarración. Lyotard ya había señalado perspicazmente en La

posmodernidad (explicada a los niños), que probablemente la idea del fin de las

metanarraciones sea en sí misma un Gran Relato (1999: 40). En todo caso esta

metanarración posmoderna del fin de la esperanza y los proyectos colectivos, se

encuentra sostenida por el pensamiento neoconservador: no es posible plantear

un más allá de la creciente mercantilización de la vida, la destrucción ecológica, la

explotación y la violencia que el capitalismo y la sociedad de consumo

encarnan.101 En la obra de Perry Anderson, esta fábula posmoderna se resume en

101

Perry Anderson sostiene esta tesis, ya que de acuerdo con el análisis de Lyotard, la fábula es posmoderna porque carece del horizonte de emancipación, pero para Anderson: “La fábula posmoderna seguiría siendo un gran relato aunque estuviera exenta de este tema” (2000: 51). No obstante, Anderson no señala en esta obra que Lyotard había sugerido explícitamente esta conclusión en La condition posmoderne. En Cambio, Osorio (2009) reconoce que esta conclusión se encuentra en la obra de Lyotard, a la que señala como el

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una frase: “Democracia liberal como el horizonte irrebasable del tiempo. No podía

haber nada más que capitalismo. Lo posmoderno era la condena de ilusiones

alternativas” (2000: 66). Ahora bien, el ensayo de una reflexión acerca de una

sociedad más allá del capitalismo tardío, implica a elaborar un análisis teórico

acerca de ésta, en otras palabras, la reflexión en torno a una sociedad que por lo

menos ahora no existe como tal, aunque podemos encontrar espacialidades y

prácticas no hegemónicas, fragmentarias e intermitentes que constituyen su

germen. Los críticos de este argumento señalan inmediatamente que lo que en el

fondo se plantea es la configuración de una utopía. ¿El pensamiento utópico,

como la proyección teórica de una sociedad distinta, representa negativamente

sólo una deriva del pensamiento? ¿Cuál es el sentido de recuperar el concepto de

utopía? Encontramos en el pensamiento de Fredric Jameson y Slavoj Žižek una

defensa del pensamiento utópico, contra la condición estructural del

posmodernismo, que es la imposibilidad de articular un «gran proyecto colectivo»

en términos de una transformación sistémica de la sociedad. El posmodernismo es

una consciencia anti-utópica, en este sentido Habermas señala: “Hoy parece como

si se hubieran consumido las energías utópicas, como si se hubiesen retirado del

pensamiento histórico” (1988: 115). Jameson considera que los planteamientos

utópicos son útiles e instructivos, ya que nos permiten ejercitar la reflexión acerca

de las características y horizontes de alternativas políticas. Habermas argumenta

que las utopías tienen una función práctica: penetrar como orientación en los

movimientos sociales (1988: 45); “el exuberante pensamiento utópico parece tener

la función de exponer alternativas de acción y posibilidades de juego que

trascienden las continuidades históricas.” (1988: 114).102

megarrelato posmoderno, fundado en la resignificación de los pequeños relatos, el rechazo a la noción de totalidad y la ponderación de las categorías de fragmentación, contingencias, discontinuidades y lo incierto. 102

En este sentido, Miguel González Madrid, señala: “Un proyecto de transformación puede sonar utópico por su alcance radical y la previsión de etapas para las cuales no existe aún un umbral […]. En la actualidad, el riesgo de adoptar una posición utópica es alto, pero hasta Marx admitió una cierta dosis de riesgo, porque si bien las utopías generalmente 'llegan a nosotros como mensajes apenas audibles procedentes de un futuro que tal vez nunca llegue a hacerse realidad', la doble necesidad de 'luchar para llegar a existir, para seguir existiendo, para ser el futuro que acontece', por un lado, y de imaginar cómo podría ser ese futuro,

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Lo fundamental es señalar, que este ejercicio de reflexión y planteamiento de

alternativas políticas no es una actividad meramente especulativa, un relato

ficticio, no es la descripción literaria del paraíso: el espacio-tiempo de la aponía y

la ataraxia.103 No es el relato escatológico judeocristiano, es ante todo un análisis

de las posibilidades de cambio a partir del contexto histórico concreto, en otras

palabras, una evaluación de las alternativas políticas en la sociedad posmoderna,

un análisis del cambio a partir del estudio de lo real y con ello la inclusión de

posibilidades alternativas en el decurso histórico, es en este sentido en que

Habermas afirma: “En la consciencia histórica políticamente activa hay implícita

una perspectiva utópica” (1988: 115), y como podemos observar, el espíritu de la

propuesta de Dussel: “Después del 'fin de la modernidad' es necesario imaginar una

utopía histórica de vida, una 'transmodernidad' planetaria, mundial […]” (1999: 63).

Una obra cuyo análisis es fundamental para la construcción de una teoría que

plantee el cambio social en la posmodernidad es Cambiar el mundo sin tomar el

poder (2005), donde John Holloway rechaza el encierro teórico propio de la

filosofía contemporánea, especialmente las conclusiones desoladoras de la obra

de Michel Foucault, así como una postura de amargura política. Su reflexión

teórica parte de la negatividad, del rechazo de la sociedad de consumo y el

capitalismo tardío; el rechazo de un nosotros a la mercantilización de la vida, la

destrucción ecológica, la explotación y la violencia propios de la sociedad

contemporánea. Esta negatividad se expresa con toda su realidad y fuerza en el

grito. El grito es el rechazo al mundo convertido en fábula, a la sociedad de

consumo posmoderna. Pero el grito, no es sólo negatividad, es proyección

simultánea hacía otra realidad: “Desde la perspectiva del grito, entonces,

abandonar la esperanza no es una opción” (2005: 119). Esta es una de las ideas

más importantes de su pensamiento: la noción de la bidimensionalidad del mundo.

por otro, nos induce a no vivir soñando, sino a soñar en un carril de vida práctica, de una vida en la cual lo que se impone como meta presupone un constante hacer colectivo” (2007:13). Esta conexión con la vida práctica es la que en este trabajo defiendo. 103

“Ausencia de dolor” y “tranquilidad del alma”, respectivamente.

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El grito expresa una tensión entre dos realidades, entre lo que es, y lo que puede

llegar a ser.104 En el análisis de Holloway, esa sociedad en que se proyecta una

Otredad radical, es el espacio del anti-poder, esto es, la disolución de las

relaciones de poder y las estrategias de cambio social centradas en el Estado.105

Por su parte, Eduardo Villareal Ríos reflexiona en el artículo Tres tesis sobre los

cambios en la posmodernidad (2006) acerca de los excluidos en la sociedad de

consumo consolidada en la lógica de la mundialización capitalista. Nuevos dioses

son adorados en la era posmoderna: el gozo-consumo y la rentabilidad del capital.

En este sentido, se pregunta acerca del lugar de la liberación en la sociedad

actual. La Teología de la Liberación (TL) se había planteado como estrategia: “la

emancipación de todo un país a través de la toma del poder por la vía armada”

(2006: 198). Esta estrategia ha mostrado sus límites históricos, lo que por otra

parte no determina la muerte de la noción de liberación. Villareal Ríos afirma que

es necesaria la consolidación de un nuevo modelo supeditado a valores éticos y

humanos, y no a los valores del capital. La vía radical ha dejado su lugar a las

acciones dentro de la sociedad civil organizada, en la que habría que plantear una

estrategia libertaria: “si ésta no se encuentra, habrá que inventarla”. Para este

sacerdote de la TL, la época de transición que representa la posmodernidad no

debe ser lugar para el silencio y la reclusión, sino “para la creatividad, la búsqueda

de opciones y para construir nuevos fundamentos” (2006: 202).

Ahora bien, la reflexión y análisis teórico en torno a una sociedad más allá del

capitalismo de consumo representa un choque directo con la filosofía posmoderna

conservadora de Vattimo y Lyotard. Este choque concretamente se da con

relación a una categoría fundamental: El cambio. Primero, para Vattimo el pos de

104

“Si todavía no somos, entonces nuestro no-ser-todavía ya existe como proyecto, como desbordamiento, como empuje hacia más allá” (Holloway, 2005: 222) 105

El antipoder, en tanto proyecto del establecimiento de relaciones sociales de naturaleza predominantemente no coercitiva y basada en la “dignidad”, es sumamente importante en la reflexión teórica de Holloway en Cambiar el mundo sin tomar el poder, no obstante el análisis de este concepto excede los límites y la temática de este trabajo, por lo que no será tratado aquí.

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posmoderno implica no sólo una despedida respecto de la modernidad, sino la

sustracción de la lógica del desarrollo y la superación. La superación, en el sentido

de encontrar «lo nuevo» sobre nuevos fundamentos, es rechazada por el

pensamiento posmoderno. Vattimo encuentra este espíritu en el pensamiento

crítico de la modernidad de Nietzsche y Heidegger, cuya filosofía no puede

entenderse bajo la noción de una superación de la modernidad, sino en términos

de una relación crítica: “De la arquitectura a la novela, la poesía y las artes

figurativas, el período posmoderno muestra como su rasgo común y más

imponente el esfuerzo por sustraerse a la lógica de la superación, del desarrollo y

de la innovación” (Vattimo, 1996: 97). La tesis de Vattimo es que la

posmodernidad no se presenta como una novedad respecto a lo moderno,

constituyéndose dentro de la lógica de la modernidad, sino que la posmodernidad

implica una disolución de la categoría nuevo, es decir, como un fin de la historia

(Vattimo, 1996:12).106 La poshistoria, esto es, el fin de las concepciones unitarias,

representa el carácter distintivo de la posmodernidad y su «ruptura radical» con la

modernidad.

Observamos cómo la cuestión acerca del cambio y la superación es concebida por

Vattimo como parte esencial del espíritu y proyecto de la modernidad. Así mismo,

ambos términos, en tanto intrínsecamente modernos, estarían estrechamente

relacionados con otras categorías como innovación y experimentación, ya que

para Vattimo la modernidad es una época en que la acrecentada circulación de

mercancías y de las ideas, además de la acrecentada movilidad social, pondera el

valor de lo nuevo y posibilitan la identificación del valor del ser mismo con la

106 Recordemos que la noción de “fin de la historia” en la filosofía de Vattimo carece aquella connotación conservadora de la afirmación de Francis Fukuyama. Para Vattimo fin de la historia significa el reconocimiento de la pluralidad de historias y visiones del mundo, es decir, la disolución de la historia como proceso unitario. En este sentido disolución significa ruptura de la unidad y no un simple y llano fin (Vattimo, 1990: 70). Esta tesis de Vattimo es interpretada del mismo modo por Vázquez Rocca: “Con la deslegitimación de la racionalidad totalizadora procede lo que ha venido en llamarse el fin de la historia. La posmodernidad revela que la razón ha sido sólo una narrativa entre otras en la historia; una gran narrativa, sin duda, pero una de tantas” (2011: 66).

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novedad (Vattimo, 1996: 92). En este mismo sentido, considera a lo nuevo y

original, como componentes del culto moderno al genio creador (Vattimo1990: 74).

Los términos en que está plateado el análisis en la obra de Vattimo, es cercano a

otros autores: Klaus Von Beyme considera que la innovación es un concepto

central de la modernidad, que junto con el desarrollo técnico fue concebida como

fuerza impulsora (1991: 41). Habermas señala que la ruptura del mundo moderno

con el mundo de la Edad Media y la antigüedad se concibió como una transición

hacia lo nuevo, con la esperanza de que el futuro será distinto (1988: 113), de este

modo entiende al espíritu de la modernidad como: “un espíritu dado a la

innovación, al experimento y a la aceleración” (1990: 13). Liessmann, al analizar la

función de lo nuevo y lo innovador en el pensamiento de Theodor Adorno, señala

una cuestión de no poca importancia: “lo nuevo es lo mejor, pues de otro modo el

progreso sería impensable como idea, o al menos no sería legitimable. La idea de

lo nuevo se constituye así en motor decisivo de la Modernidad, que siempre tiene

que retirarse de lo antiguo” (2006: 146). En este sentido, Vattimo afirma: “Pero

cabalmente la fe en el progreso, entendida como fe en el proceso histórico […], se

identifica pura y simplemente con la fe en el valor de lo nuevo” (1996: 91). Así,

podemos afirmar que la innovación es la conditio sine qua non del progreso. Ahora

bien, Liessmann cita lo obra de Boris Groys, Sobre lo nuevo. Ensayo de una

economía cultural, donde plantea el problema de la naturaleza de la innovación

en la posmodernidad, conduciendo a ésta a una trampa histórico-conceptual: La

posmodernidad representa una ruptura con la modernidad, pero aunque se

presente como algo nuevo sigue sujeto a ella; o bien, encaja en el conjunto de la

tradición modernas, comportando uno de sus numerosos renacimientos, de modo

que entonces la posmodernidad no es posmoderna (Liessmann, 2006: 216). Es en

este sentido, como Wolfgang Welsch concibe también a la posmodernidad como

una modernidad radical (Liessmann, 2006: 201).

De esta forma, las categorías de cambio, superación o ruptura son entendidas

como parte sustancial del espíritu moderno, de modo que la búsqueda de un

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proyecto de cambio o superación del mundo convertido en fábula deviene en un

intento de restauración o radicalización de la modernidad y su espíritu. Así es

como lo interpreta Fredric Jameson: “Pero el Novum puede adoptar muchas

formas. La noción de ruptura revolucionaria es una más, y no la más desdeñable

de ellas; puede realizarse a cualquier nivel, de la política a la filosofía” (2000: 142).

Para Jameson, la noción de algún tipo de ruptura radical, absoluta, es parte de

configuraciones tanto idealistas como materialistas. Considera que el pensamiento

de la posibilidad de una posibilidad, hace que el pensamiento antimetafísico siga

siendo un proyecto moderno, aún en términos residuales (2000: 142). Esta

consideración, está presente en la obra de Lyotard: “La idea misma de

modernidad está estrechamente atada al principio de que es posible y necesario

romper con la tradición e instaurar una manera de vivir y de pensar absolutamente

nueva” (1999: 90).

Ahora bien, ¿Plantear el cambio, la ruptura o la superación del mundo convertido

en fábula implica sostener el renacimiento, restauración o radicalización del

espíritu de la modernidad? Sostengo que una cuestión fundamental, es que

constituye un error analítico relacionar tan estrechamente la noción de cambio o

ruptura con el espíritu de la modernidad, y aún más su relación con las nociones

de innovación y experimentación tal como fueron entendidas en el modernismo,

ante todo, con relación a la categoría de lo nuevo y lo mejor. Queda claro que el

motor de la modernidad fue su espíritu de progreso, la búsqueda de lo mejor a

través de la experimentación y la innovación, no obstante aquí habrán de servirnos

dos teorías que diáfanamente demostraran dos modelos de cambio o ruptura: el

funcional o performativo y el paralógico o disruptivo. Primero, en la estética de lo

sublime propuesta por Lyotard, la innovación es paralógica, esto es, no

performativa, no funcional al sistema. La innovación que nace en el disentimiento

comporta el surgimiento de una nueva jugada, esto es, un nuevo juego del

lenguaje que queda fuera de la lógica del sistema. En este sentido se distingue de

la innovación funcional a la sociedad de consumo posmoderna, una innovación de

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carácter performativo, en palabras de Vattimo: “en la sociedad de consumo, la

renovación continua (de la vestimenta, de los utensilios, de los edificios), está

fisiológicamente exigida para asegurar la pura y simple supervivencia del sistema;

la novedad no tiene nada de “revolucionario”, ni de perturbador […]” (1996: 14).

La inovatio lyotardiana, no se encuentra revestida por la noción de

performatividad, progreso o superación. En segundo lugar, otro referente del

modelo de cambio o ruptura no performativos es la filosofía política de Slavoj

Žižek. Hemos mencionado que el concepto fundamental en la filosofía de Žižek, el

de acto. El acto aparece como un imposible. El acto no se realiza siguiendo una

serie de reglas ya dadas, el acto crea un corto-circuito, estableciendo con ello las

condiciones de su propia posibilidad (2008: 103). No obstante, el acto no implica la

solución o victoria garantizada de uno de los opuestos, el acto es: “un paso hacia

el vacío, sin ninguna garantía de éxito” (2005: 119). Es decir, el acto ético-político

es no-paralógico, comporta la noción de disrupción, en términos de Žižek, un

corto-circuito sistémico despojado del espíritu de la modernidad. Tanto en la

filosofía de Lyotard como en la de Žižek encontramos el fundamento para un

modelo de cambio o ruptura ajenos a la lógica de la innovación-experimentación

del espíritu de la modernidad. El cambio o ruptura paralógicos (no performativos),

es ajeno al espíritu moderno de progreso, es contrario a la búsqueda de lo mejor,

lo nuevo u original con una funcionalidad sistémica, performativa; a las certezas

históricas u ontológicas, éste el modelo de transformación no-performativa hacía

una sociedad más allá de la fábula posmoderna.

Un antagonismo binario: Entre el ser y el tener; el sujeto de iure y el sujeto

de facto; el hacer y lo hecho

En este trabajo hemos llegado a la elaboración de una crítica del posmodernismo,

como la corriente de pensamiento filosófica, estética, pero sobre todo para

nosotros política de la posmodernidad. Concretamente, la crítica tiene como centro

las tesis del posmodernismo conservador, que excluyen toda lógica de superación

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o cambio de la sociedad capitalista posmoderna. La posmodernidad constituye

una radicalización de los valores y prácticas del capitalismo industrial de la

modernidad. Sus valores dominantes son el individualismo, el consumo-

hedonismo, la apoliticidad, la indiferencia y el remitirse a sí mismo. Estos valores

sociopolíticos constituyen las coordenadas existenciales del sustrato biológico de

la pospolítica. En consecuencia, la pospolítica se afinca en una cultura política

posmoderna cuyos valores hemos enunciado. Esta tesis guarda coherencia con la

idea de Jameson del posmodernismo como lógica cultural del capitalismo

avanzado.

Bauman afirma que una de las preguntas más acuciantes y difíciles de contestar

no es qué debe hacerse para cambiar el mundo sino ¿quién va a hacerlo? (2006:

142). Buscamos entonces las coordenadas de una subjetividad crítica más allá de

los valores de la sociedad posmoderna, más allá de la cultura política de la

posmodernidad, por lo que una de nuestras preguntas centrales es: ¿Quiénes

constituyen la subjetividad crítica en el mundo-fábula posmoderno? ¿Cuáles son

las coordenadas de esta subjetividad crítica? Ahora bien, ¿Por qué seguir

pensando en términos de la categoría de sujeto? ¿No es que la filosofía

posestructuralista había declarado su muerte? Para Jameson, la subjetividad es

un asunto objetivo. Sujeto e identidad subsisten aún después de un desastre

(2000: 23). Holloway, por su parte, reflexiona acerca de la tesis del

posestructuralismo foucaultiano en torno al sujeto como constructo social, como

producto de una historia de subjetivación a la que Occidente sometió al hombre.

No obstante, sostiene: “Nosotros estamos aquí como punto de partida porque no

podemos comenzar con honestidad desde ningún otro lugar. […] Sólo podemos

comenzar desde donde estamos, desde donde estamos y no queremos estar,

desde donde gritamos” (2005: 16-17).

Un referente central en la crítica a los valores de sociedad de consumo de la

modernidad (radicalizados en la posmodernidad), es la obra de fines de la década

de 1950: ¿Tener o ser?, donde Erich Fromm señala que las premisas psicológicas

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principales del sistema capitalista son dos: La búsqueda del máximo placer

(hedonismo radical), entendido como la meta de la vida, de la felicidad, y la idea

de que el egoísmo-individualismo produce armonía y paz (egotismo ilimitado).

Estas dos orientaciones psicológicas básicas se consolidan cuando en el siglo

XVIII, la conducta económica se separó de la ética y los valores humanos. De

acuerdo con Fromm, existen dos modos fundamentales de la experiencia, dos

tipos distintos de la estructura del carácter: el tener y el ser. El predominio de una

de estas dimensiones del carácter humano determina el pensamiento y los actos

del individuo, a sí mismo, este carácter está determinado por la estructura

económica de la sociedad, a lo Fromm denomina el carácter social. Fromm,

observó que el tener es la principal orientación de la sociedad capitalista

occidental, el modo de existencia de tener constituye al Homo consumens, guiado

por la búsqueda egoísta del placer y las acciones individualistas. En

consecuencia, la existencia como tener, tiene una íntima relación con la naturaleza

de la propiedad privada y el consumismo. Recordemos que Bauman identifica una

compulsión patológica en el comportamiento de los sujetos de iure posmodernos,

este patrón conductual patológico ya había sido identificado por Fromm como una

de las características centrales de la sociedad de consumo: “Adquirir → tener y

usar transitoriamente → desechar (o si es posible, realizar un cambio provechoso

para comprar un modelo mejor) → una nueva adquisición, constituyen el circulo

vicioso de consumir y comprar” (2006: 79). Para Fromm la naturaleza del consumo

nace de un estímulo pasivante, es decir, un estímulo fundado en lo transitorio, que

exige que constantemente se cambie su intensidad y tipo, de modo que el acto de

consumo, siendo que el producto consumido tiene fecha de caducidad en función

de la moda, se constituye en la necesidad de sentir nuevos estímulos que

reemplazan a los rápidamente agotados por el acto de consumo anterior. Así, se

observa que el capitalismo industrial genera un tipo de consumo patológico,

basado en el dominio del carácter mercantil, cuya naturaleza reside en

relacionarse con el mundo como valor de cambio. Este consumo patológico,

determina que las relaciones con las cosas y las personas se caractericen por la

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fragilidad: “Son totalmente desechables, junto con sus amigos o amantes, que

también son desechables, ya que no hay ningún vínculo profundo con ellos” (2006:

144).107 De tal modo, la dimensión del tener constituye una relación con el mundo,

con las personas, las cosas y el lenguaje basadas en la cosificación, ya que para

concebir que se tiene, el sujeto tiene que considerar así mismo y al objeto como

permanentes, ante lo que se pregunta: ¿son el sujeto y el objeto permanentes?

Para Fromm, la noción de tener se basa en una ilusión, la existencia de una

sustancia permanente e indestructible. El lenguaje producido por la existencia

como tener, comprende a las palabras como reflejo de sustancias fijas, utilizando

preferentemente sustantivos antes que verbos, de modo que las personas pueden

identificarse con un nombre, lo que genera un sentimiento en el sujeto mismo de

ser una sustancia duradera e indestructible, no obstante para Fromm: “las cosas

sólo son procesos”. En consecuencia, cuando el lenguaje corresponde al tener, los

sustantivos, nombres y palabras describen una realidad cosificada¸ basada en las

nociones de inmutabilidad y certeza. De este modo, el sujeto orientado por la

dimensión del tener se relaciona con el mundo, el saber y las personas bajo las

anteojeras de la cosificación: Yo tengo conocimiento, yo tengo esposa, yo tengo

auto, y como hemos visto, en última instancia existe una identidad entre el sujeto y

su posesión: “el sujeto no soy yo, sino que yo soy lo que tengo”; “Los

consumidores modernos pueden identificarse con la fórmula siguiente: yo soy = lo

que tengo y lo que consumo” (2006: 43 y 83).

En relación antagónica, la existencia como ser, se constituye mediante un proceso

vivo, productivo, a deferencia de la existencia como tener, que se basa en las

relaciones cosificadas, muertas. Un sujeto orientado por el ser es activo, lo que

para Fromm, quiere decir productivo, teniendo como condición la independencia,

libertad y uso de la razón crítica. Por otro lado, la combinación entre la orientación

107

Aquí es importante señalar que esta caracterización se agudiza con el régimen de acumulación «flexible» y el aumento de la rotación del capital y bienes de consumo en la posmodernidad: “Significaba algo más que tirar a la basura bienes producidos […]; significaba también ser capaz de desechar valores, estilos de vida, relaciones estables, apego por las cosas, edificios, lugares, gente y formas de hacer y de ser tradicionales” (Harvey, 2004: 316).

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

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de los individuos y la estructura socioeconómica es denominada por Fromm, el

carácter social. Una característica importante de la constitución de un carácter

social enfocado al ser, es que el hombre es productivo, de relaciona y solidariza

con los demás, por lo tanto, Fromm pondera la función de la participación política y

la democracia, no sólo en términos políticos sino económicos. Ello le lleva a

valorar el papel de la ciudadanía para constituir una democracia participante, que

supere la democracia espectadora propia de la existencia como tener, de la

democracia capitalista industrial. Por otro lado, Fromm aclara que esta democracia

participante, no es la democracia populista (2006:171). Esta democracia

participante se constituiría a través de la formación de miles grupos de debates,

simultáneamente, con una descentralización de las instancias de gobierno, que a

nivel distrital permitan la participación activa en los asuntos públicos.

De esta forma, la subjetividad crítica en la sociedad posmoderna, como el sustrato

vivo de un proyecto político critico-democrático más allá de la fábula posmoderna,

debe expresarse necesariamente en la dimensión del ser, como sujeto productivo,

participativo, solidario. En este contexto, Bauman sostiene que el individuo de

facto, es el polo opuesto al individuo de iure, al sujeto funcional al sistema

capitalista multinacional posmoderno. El individuo de facto, es consciente de su

capacidad de controlar su destino y tomar elecciones en libertad (2006: 44). En

consecuencia, podemos afirmar que el individuo de iure, es el sujeto como

consumidor, orientado en la dimensión del tener. Por otra parte, el individuo de

facto, es el sujeto como productor, orientado en la dimensión del ser. Ahora bien,

para Bauman no existe una solución biográfica a problemas sistémicos, es decir,

los problemas del capitalismo tardío no pueden ser solucionados por un individuo

de facto. Es función de la política, traducir el universo de problemas privados a la

esfera pública donde se debe buscar, negociar y acordar soluciones públicas. La

tesis central de Bauman es que hay que repoblar la esfera de lo público,

doblemente abandonada por una parte, por los ciudadanos desinteresados y, por

otra, por un poder fluido, cuya técnica de poder es el descompromiso. La

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

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condición para recuperar la esfera pública y la política como negociación y

acuerdo de intereses de sujetos distintos es su constitución como ciudadanos

(2006: 46). Para Bauman, la ciudadanía en sí misma no es el objetivo, sino que los

individuos que hayan recuperado sus herramientas y capacidades ciudadanas

serán los únicos a la altura de la tarea de transitar hacia una existencia de facto.

Por otra parte, el grito, la negatividad, que es el punto de partida de Holloway,

como proyección hacía un sistema alternativo y una Otredad radical, no sólo es un

ejercicio de imaginación o sublimación de la realidad capitalista que se rechaza, es

sobre todo, una posibilidad de hacer –potentia- (2005: 44). El hacer es definido por

Holloway como una negatividad práctica, es decir, la materialización de un ir más

allá de la realidad del capitalismo tardío. Este ir más allá no es simplemente un

ejercicio de imaginación, entonces, su posibilidad depende de su existencia real

en el presente, pero esta existencia es negativa: existe en una forma de ser

negado (2005: 63).108 El hacer, es social, y es la razón de que Holloway parta de

la pregunta acerca del nosotros. El hacer es la puesta en práctica, por nosotros,

de la esperanza de cambiar el mundo. El trasfondo de este argumento, es por

supuesto la unidad entre teoría y praxis. Ahora bien, para Holloway el hacer se

encuentra caracterizado por un ir más allá; el sujeto que realiza esta praxis posee

“la habilidad de negar lo que existe y de crear algo que todavía no existe” (2005:

49).

De acuerdo con Holloway, la sociedad de consumo del capitalismo tardío

multinacional, comporta una escisión entre el hacer –potentia- y lo hecho –

potestas-. Aquí Holloway, al distinguir ambas dimensiones, sigue paralelamente

las dos orientaciones existenciales descritas por Fromm: ser y el tener. Lo hecho

es el dominio de la mercancía, en un mundo cosificado, del valor de cambio sobre

el hacer humano, convirtiéndolo en trabajo enajenado. Holloway platea la 108

“Lo que existe depende para su existencia de lo que existe sólo bajo la forma de su negación. Ésta es la debilidad de cualquier sistema de dominio y la clave para comprender su dinámica. Ésta es la base de la esperanza”; “Lo que existe en el modo de ser negado no es sólo un proyecto: existe” (Holloway, 2005: 64 y 304).

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emancipación del poder-hacer como el momento del anti-poder, como la

disolución del poder-sobre, es decir, de la dominación, de la explotación, de la

lógica del capital. No obstante, para Holloway el momento del dominio del hacer,

no significa el fin de la historia, el triunfo inexorable de la dimensión humana de la

existencia. El hacer, siempre se encuentra en una relación antagónica indisoluble

con el poder-sobre, con lo hecho, con la existencia en la dimensión del valor y la

dominación. La subjetividad misma sólo puede existir antagónicamente, su

carácter es esquizoide, debatiéndose entre relaciones sociales caracterizadas por

la lucha entre el poder-hacer y el poder-sobre; la idea de una subjetividad

emancipada, coherente y autónoma es para Holloway falsa (2005: 66).109

De este modo, lo que observamos es que si lo que se proyecta es una sociedad

más allá de los valores socioeconómicos de la posmodernidad, se requiere un

cambio en las orientaciones que guían la acción de los individuos, como Fromm

pensaba. Fromm sostenía que el tener era una de las posibles orientaciones para

las acciones del individuo, siendo que en las sociedades capitalistas occidentales

existe una dificultad en comprender otro modo de orientarse. En este sentido,

hasta ahora hemos encontrado uno de los antagonismos clave en las sociedades

contemporáneas: la dialéctica entre el tener y el ser, entre lo hecho y el hacer,

entre los sujetos de iure y los sujetos de facto. Habermas, en la construcción de su

Teoría de la acción comunicativa, niega la pertinencia del antagonismo capital-

trabajo, frente a ello la triada antagónica que hemos descrito, indudablemente

constituye un referente para una teorización del cambio social en la

posmodernidad.

109

David Harvey señala que los presupuestos psicológicos en relación con la posmodernidad se relaciona con la esquizofrenia. En el caso del análisis de Harvey este carácter psicológico se deriva de la fragmentación e inestabilidad del lenguaje y de los discursos, no de una dimensión dual de la realidad ni de un conflicto antagónico interiorizado en la existencia del sujeto. Por otra parte, Harvey comenta, siguiendo a Hassan, que la condición psicológica de la modernidad se caracterizó en cambio por la paranoia: “El modernismo giraba en gran medida en torno de la búsqueda de un futuro mejor, aun cuando la constante frustración de ese objetivo llevara a la paranoia” (2004: 71).

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José Lira Rosiles IV. Más allá de la fábula posmoderna: Un proyecto político crítico-democrático

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La filosofía moral del posmodernismo y la constitución de un proyecto

crítico-democrático en la posmodernidad

La reflexión que nos resta, después de esbozar las coordenadas de una

subjetividad crítica del mundo pospolítico de la posmodernidad, es responder a la

siguiente pregunta: ¿Cuál es el panorama que queda a los movimientos sociales

en la posmodernidad, en la era de la incertidumbre y la muerte de los grandes

relatos? Una de las consignas ideológicas de la pospolítica posmoderna es que

“los problemas deben ser enfrentados individualmente” (Bauman, 2006: 35). El

pensamiento conservador se enfoca a restaurar la idea de sociedad civil en un

tono apolítico, fundamento del ataque a las políticas liberal-multiculturales, que

hemos visto en la obra de Slavoj Žižek. Ahora bien, el posmodernismo no es un

paradigma homogéneo, comporta diversas corrientes, campos, disciplinas e

interpretaciones. Hemos identificado en el pensamiento de Lyotard y Vattimo una

conclusión conservadora comprendida en la corriente de pensamiento filosófico y

político que es producto de las transformaciones del sistema capitalista después

de 1970. Para David Harvey existe un potencial radical en el posmodernismo, que

no obstante es disuelto por la pospolítica y las teorizaciones conservadoras:

“Todo el bagaje de ideas asociadas con el posmodernismo, en manos de sus

partidarios más responsables, podría desplegarse en función de objetivos

radicales y, por lo tanto, ser considerado como parte de un impulso fundamental

hacia una política más liberadora” (Harvey, 2004: 385). Así, debemos analizar

hasta qué punto, una serie de principios y realidades de la posmodernidad y el

posmodernismo determinan una reconsideración teórico-práctica para un proyecto

político crítico-democrático en las sociedades contemporáneas.

1. Pluralismo-disolución del sujeto monocentrado. Wolfgang Welsch sostiene que

la posmodernidad es la constitución de una pluralidad radical, que comprende

formas de razón diferentes y autónomas que no se pueden dominar unas a otras.

La posmodernidad defiende el juego de una multiplicidad de concepciones, juegos

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de lenguaje y formas vitales heterogéneas.110 Anderson señala que lo posmoderno

no se constituye en un universo delimitado, sino que pondera la mezcolanza, los

entrecruzamientos, lo híbrido y el batiburrillo, así mismo surgen nuevos polos de

identificación opositora: el sexo, la raza, la ecología, la orientación sexual, la

diversidad regional o continental (2000: 128 y 142). Para Jameson, la

posmodernidad es el espacio en que fluye una heterogeneidad de códigos en las

jergas disciplinarias y profesionales. Es el espacio de la afirmación étnica, sexual,

racial o religiosa, lo que constituye en sí mismo un fenómeno político que nos

remiten al espacio de la micropolítica (1991a: 43). David Harvey sostiene: “La idea

de que todos los grupos tienen derecho a hablar por sí mismos, con su propia voz,

y que esa voz sea aceptada como auténtica y legítima, es esencial a la posición

pluralista del posmodernismo” (2004: 65).111 Este conjunto heterogéneo de

subjetividades, es uno de los aspectos que Alberto Aziz identifica como los nuevos

movimientos sociales, reto para el análisis de la ciencia política fragmentada e

hibrida de la posmodernidad (Aziz, 1998: 25).

En consecuencia, el posmodernismo postula el descentramiento del sujeto o la

disolución del sujeto monocentrado. Un referente central de estas teorizaciones

sobre la pluralidad es la filosofía de Lyotard, para quien la posmodernidad

representa la exteriorización de una constelación heterogénea de juegos de

lenguaje, no susceptibles a ser centralizados u homogeneizado por un juego de

lenguaje específico, a menos que se instrumente una política del terror. En este

sentido, podemos interpretar y comprender como Holloway, afirma que el nosotros

del que parte su análisis “es un nosotros confuso. Somos una primera persona del

plural indistinta, una mezcla amorfa y posiblemente discordante […]” (2005: 18). El

110

Analizado y citado en Liessmann, 2006: 201. 111

Para Harvey el pluralismo radical y la idea de un poder oblicuo y una resistencia oblicua constituye una parte fundamental del pensamiento radical posmoderno, que también ha sido llevado hasta el corazón del propio marxismo. De este modo, cita la obra The crisis of historical materialism, en la que Aronowitz afirma: “Las luchas de liberación múltiples, locales, autónomas que se dan a lo largo del mundo posmoderno vuelven absolutamente ilegítimas todas las encarnaciones de los discursos dominantes” (Harvey, 2004: 65). La cercanía del pensamiento de Aronowitz con el de Holloway es completamente diáfana.

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argumento de Holloway, aunque se distancia de la crítica a la noción de sujeto,

elaborada por el posestructuralismo francés, sigue la noción del fin del sujeto

monocentrado: “Por supuesto, este nosotros no es un sujeto puro y trascendente:

no somos el Hombre, ni la Mujer, ni la Clase Obrera, al menos no por el momento”

(2005: 18). Es decir, Holloway rechaza la concepción de un sujeto metafísico. De

esto modo, el nosotros antagónico se expresa en una multiplicidad de resistencias,

a las que no puede imponerse una única unidad o identidad; por ejemplo, a la

unidad a priori de la clase trabajadora.112 Holloway afirma que “este antagonismo

existe en la forma de una multiplicidad de antagonismos, que existe una gran

heterogeneidad de conflictos. Existe, en verdad, un millón de formas de

resistencia, un mundo de antagonismos inmensamente complejo” (2005: 72).113

Para Holloway, hay una riqueza infinita de la lucha, someter a esta constelación

heterogénea de resistencias a la lucha de clase o al partido, constituye “una

violencia absurda”. Lo posmoderno es la defensa al derecho de ser diferente, de

no ser sometido a un proceso de uniformización y homogenización. Ahora bien,

hemos visto que en el pensamiento de Žižek, Jameson y Holloway, la constelación

heterogénea de identidades, la multiplicidad de visiones del mundo, tiene como

requisito la estandarización y homogeneización del mundo. Así mismo, este

universo heterogéneo de subjetividades es producto de la modernidad misma,

entendida como proceso de individuación. La inconmensurable heterogeneidad-

diversidad es producto de la modernidad, el capital y el mercado y es el punto de

partida para cualquier análisis crítica de la posmodernidad.114 Específicamente

para Holloway, el origen de esta riqueza caótica de luchas tiene que ver con un

112

Bauman afirma: “Abandonen toda esperanza de unidad, tanto futura como pasada, ustedes, los que ingresan al mundo de la modernidad fluida” (2006: 27). 113

“[…] podrás ver un mundo de lucha: las municipalidades autónomas en Chiapas; los estudiantes de la UNAM, los estibadores de Liverpool, la ola de demostraciones internacionales contra el poder del capital dinero, las asambleas barriales y los piqueteros en Argentina, las luchas de los trabajadores migrantes, las de los trabajadores en todo el mundo contra la privatización”; “Las personas tienen millones de maneras de decir no” (Holloway, 2005: 226 y 295). 114

“La individualización ha llegado para quedarse; todo razonamiento acerca de los medios de hacer frente a su impacto sobre el modo en que llevamos adelante nuestras vidas debe partir de la aceptación de ese hecho” (2006: 43).

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antagonismo binario, la separación del hacer de lo hecho, es decir, la

fragmentación del flujo social del hacer. Esta constelación heterogénea de luchas

debe ser comprendida dentro de la lucha general contra los valores y prácticas del

mundo dominado por el valor de cambio.

2. Conciencia de la particularidad del sí mismo. Uno de los principios fundamental

de la teoría posmoderna de Vattimo es el principio de desarraigo, producto de la

liberación de las diferencias, de los dialectos locales. En el mundo de la

«comunicación generalizada» de la sociedad de los mass media se produce un

estallido de una multiplicidad de racionalidades locales, que cuestionan la idea de

unidad, a favor de la particularidad y la contingencia. El principio de desarraigo

comporta la autoconciencia de la multiplicidad de su contingencia y particularidad,

esto es, el reconocimiento de las distintas subculturas de no ser la única y, por lo

tanto, la conciencia de historicidad y limitación. Lo particular toma conciencia de

sí mismo como tal, lo que implica el abandono de las pretensiones de

universalidad de la propia Weltanschauung. El hombre, de acuerdo con Vattimo,

adquiere conciencia de que su historia es sólo una historia entre otras (1996: 16).

En este sentido, para Jameson, para una población mundial y multicultural, “los

lenguajes de la Atenas de Pericles no pueden ya ser más normativos que los de

otros estilos tribales” (2000: 24). Esta cuestión propia de la posmodernidad, la

conciencia del sí mismo, el reconocerse en toda la contingencia y particularidad,

es fundamental en la comprensión de los grupos políticos como un movimiento

dentro de un conjunto de movimientos, como un grupo entre otros grupos. La

conciencia del sí mismo, es una de las dimensiones en que se expresa el

siguiente punto: la muerte de las vanguardias o del héroe de la historia.

3. Muerte de las vanguardias o del mito del héroe histórico. De acuerdo con

Jameson, la concepción modernista de un estilo único, con el ideal colectivo de

una vanguardia política o artística (la avantgarde), se sostiene o derrumba con la

noción de subjetividad monocentrada (2004: 38). En su lugar se ha producido una

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explosión de lenguajes y códigos en toda la gama de lo social: cultural, sexual,

racial, religiosa, intelectual, disciplinaria. En este sentido, Anderson señala que

desde los años setenta la idea de vanguardia o genio individual se ha hecho

sospechosa (2000: 128). Un sujeto particular, identificado como el portador de la

razón y del proyecto de cambio social en clave de emancipación como espacio-

tiempo de la redención-salvación, es un sujeto metafísico, platónico, señala

Vattimo (1996: 19). Esta cuestión es señalada por Alex Honneth (2009: 154), para

quien una de las tesis irreversibles, consecuencia de la era posmetafísica que

vivimos, es la pérdida de una vez por todas, de la posibilidad de legitimar

narrativamente el curso de la historia humana en razón de un sujeto

supraindividual. En este sentido se entiende que para Holloway no hay un sujeto

que pueda adoptar el punto de vista de la totalidad, llámese vanguardia intelectual,

clase obrera militante o partido, que sea el portador de la conciencia de clase, o

que tenga un acceso privilegiado a la razón o a la verdad. La vanguardia se

constituye como una élite ilustrada o consciente, adoptando la forma del héroe o

de un deus ex machina (2005: 130). Las implicaciones de una política establecida

por una vanguardia son evidentes: distinción entre los integrantes de la élite

ilustrada o consciente y las masas a “liberar”; jerarquización del movimiento;

exclusión automática de grupos o sujetos que no coincidan con los postulados de

la vanguardia. De este modo, el grito no es el de una vanguardia: No existe héroe;

“No puede haber, por consiguiente, una vanguardia no-fetichizada que conduzca a

las masas fetichizadas” (2005: 213). Para Holloway, el sujeto del cambio somos

nosotros, en nuestra existencia alienada, dislocada, esquizoide, contradictoria;

asumiendo nuestra responsabilidad, no siendo objetos de una conducción.

4. Desontologización de la historia. La posmodernidad no tiene como horizonte el

tránsito hacia un espacio-tiempo de redención. El dispositivo escatológico

judeocristiano “narra la experiencia de un sujeto afectado por una falta y profetiza

que esta experiencia acabará en los confines de los tiempos con la remisión del

mal, la destrucción de la muerte y la vuelta al hogar del Padre” (Lyotard, 1998b:

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71). Este dispositivo, constituye el corazón del proyecto de la modernidad y su

disolución se encuentra en el centro del espíritu posmoderno. La crítica a la

escatología judeocristiana en la filosofía de Lyotard y Vattimo es clara: la historia

no es la historia de la salvación. La reapropiación del sentido de la historia es para

Vattimo sólo posible en tanto que se acepte que esta no tiene “una perentoriedad

metafísica y teológica” (Vattimo, 1996: 31). Este argumento se reproduce

teóricamente en la obra de Holloway y Bauman. El primero señala que la reflexión

en torno a un mundo más allá de la sociedad capitalista actual no implica que “en

algún momento accederemos a un mundo verdadero, a alguna tierra prometida, a

un final feliz”.115 Por su parte, Bauman señala que una de las características de la

modernidad liquida, es la decadencia de la ilusión de la modernidad temprana: “la

creencia de que el camino que transitamos tiene un final, un telos de cambio

histórico alcanzable […] una especie de sociedad buena, justa y sin conflictos en

todos o algunos de sus postulados”, en cambio: “Hoy viajamos sin una idea de

destino que nos guíe” (2006: 34 y 143). Ahora bien, en Holloway encontramos un

análisis de otra consecuencia de la disolución del dispositivo escatológico-

metafísico, la deslegitimación de la tesis del materialismo histórico que creyó

comprender las leyes del movimiento del proceso histórico, es decir, la sociedad

se desarrolla de acuerdo con leyes objetivas.116 Así, el materialismo histórico

estableció la idea del tránsito inevitable, en función de la lucha dialéctica entre

capital y trabajo, de la sociedad capitalista a un estadio socialista primero, y

comunista después, de tal modo que, la historia estaba de nuestro lado (Holloway,

2005: 182). La concepción de la historia como sujeta a leyes que determinan su

movimiento, se desvanece al mismo tiempo que la idea de la historia, como

historia de la salvación de la humanidad: “Nuestra lucha es inherente y

115

En esta página más adelante afirma: “No necesitamos la promesa de un final feliz para justificar el rechazo de un mundo que sentimos equivocado” (2005: 15). 116 En este sentido, Von Beyme señala que en el neomarxismo “la búsqueda de las leyes del movimiento de

los movimientos sociales se declaró fracasada”, aunado a una escisión entre teoría y praxis expresada en una distancia entre la teorización científica y la práctica política, y el abandono progresivo de la teoría de la revolución y la teoría de la crisis fundamentada en la idea de la caída tendencial de las tasas de beneficio (1991: 104; 109).

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profundamente incierta” (2005: 203). La desontologización de la historia, aunado a

la deslegitimación de las vanguardias, conlleva también a replantear el papel del

intelectual en el movimiento hacia una sociedad más allá de la fábula

posmoderna.117 Axel Honneth explica que la crisis de legitimación en el

conocimiento científico (explicada por Lyotard como una muerte de las

metanarraciones), tiene como consecuencia que en principio ninguna forma de

saber está dotada de una capacidad cognoscitiva superior, sino que en la realidad

social existe un conjunto de clases de saber articulados lingüísticamente, de los

que, para el posmodernismo, no podría distinguirse racionalmente cuál es el que

puede reclamar de modo legitimo su validez, sino que Honneth señala que Lyotard

y Rorty determinaron que este reclamo se salda fácticamente. Una de las

consecuencias de este principio es que el intelectual no puede proclamar

racionalmente a priori, ante la constelación heterogénea de luchas, un acceso

privilegiado a la razón, de modo que su función sea la de ilustrar, iluminar y en

última instancia conducir la acción de las masas enajenadas. Si han sido

desacreditadas las teorías que concebían la historia como sujeta a leyes de

movimiento, de modo que sea el inevitable el tránsito de un estadio histórico al

otro, el intelectual no puede poseer la certeza en torno al desenlace del conflicto,

más que ser un legislador es un intérprete. Es este el sentido en que Holloway

afirma: “hemos perdido toda certeza” (2005: 309), no obstante, este argumento no

comporta en su obra un rechazo a la reflexión teórica, sino que esta sea utilizada

por una vanguardia como un poder-sobre respecto al movimiento, de tal modo que

los diversos lenguajes y subjetividades sean sometidas y jerarquizadas; en otras

palabras, la articulación de un metalenguaje que homogenice la constelación

heterogénea de juegos de lenguaje, de dialectos locales. De esta forma, tanto al

comienzo como al final de Cambiar el mundo sin tomar el poder, Holloway no

117

Son ilustrativas las declaraciones siguientes: “No soy un productor de concepciones del mundo; quisiera producir algunas verdades pequeñas y no la gran verdad […]. En todo caso, en lo que a mí respecta, he prescindido ya de la aspiración filosófica a la verdad que es tan enfática. Este concepto de verdad de los antiguos es la última parte del mito y usted sabe bien que yo no quiero regresar a esta situación, como tampoco quiere el espíritu de la época”; “No me siento vanguardia ni sueño con el sujeto revolucionario” (Habermas, 1988: 175 y 223).

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ofrece una respuesta específica al cómo llevar a cabo esta acción, en el sentido

de proporcionar el plan estratégico y táctico concreto: “¿Cómo se puede cambiar

el mundo sin tomar el poder? La respuesta es obvia: No lo sabemos” (2005: 44).

5. Fluidificación-descentralización del poder. Para Holloway, el poder no es algo

que pueda simplemente tomarse, puesto que éste no es algo que una persona o

institución particular posean, no es una cosa, sino una relación, un proceso. El

poder reside en la fragmentación de las relaciones sociales, cuyo origen es la

separación el antagonismo binario entre el hacer y lo hecho. De esta forma,

elabora una crítica a las estrategias revolucionarias cuyo objetivo es tomar el

control del Estado, en el sentido de que el Estado es la instancia central del poder.

Siendo que el poder expresa una fragmentación de las relaciones sociales, al

mismo tiempo estaría caracterizado por la ubicuidad. No obstante, aquí se

constituye una tesis fundamental: un poder ubicuo genera una resistencia ubicua

(Holloway, 2005: 226). En este sentido, Bauman considera que si ya no se puede

hablar hoy de revoluciones sistémicas es porque “no existen edificios para alojar

las oficinas del sistema, que podrían ser capturadas e invadidas por los

revolucionarios […]” (2006: 11). Como hemos visto, Bauman utiliza la noción de

pospanóptico para definir la naturaleza del poder en la época contemporánea. La

característica central del pospanóptico es la ubicuidad en razón de su

extraterritorialidad. La huida, la fluidez, el descompromiso, es ahora la técnica del

poder de una élite nómada y extraterritorial, que puede dominar sin tener que

cargar con las funciones administrativas, gerenciales o bélicas, el símbolo del

poder es lo liviano, lo fluido, afirma Bauman.

6. Cibernética-tecnologías de la comunicación. Como hemos visto, Perry Anderson

establece como una de las coordenadas de la posmodernidad la aparición de la

televisión. Los medios masivos de comunicación, son un motivo central de la obra

de Gianni Vattimo, ya que sostiene que éstos tienen el potencial de exteriorizar

visiones del mundo (Weltanschauungen), comunidades, idiomas y símbolos.

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Ahora bien, el desarrollo tecnológico de la posmodernidad ha comenzado a

eclipsar el lugar dominante de la televisión, en su lugar, la computadora personal,

el internet y el ciberespacio han comenzado a ser el centro de la reflexión

posmoderna. En su obra Homo Videns, Giovanni Sartori afirma: “Las nuevas

fronteras son Internet y el ciberespacio, y el nuevo lema es «ser digitales»” (1998:

53), y ya en 1997 pronosticaba que la mayoría de la población de los países

desarrollados tendría en casa un mini-ordenador conectado a internet, lo que se

ha verificado completamente hacía la segunda década del siglo XXI.118 Lyotard

había afirmado en La condition posmoderne que la tecnología podía ser útil para

los grupos que discuten las metaprescripciones en la medida en que se logrará un

mayor acceso a las memorias y bancos de datos.119 Con la aparición de sitios

como Wikipedia, el amplio proceso de digitalización del conocimiento y la

consolidación de bases de datos de instituciones públicas estatales y de

organismo internacionales deberíamos reconsiderar la importancia de esta

observación de Lyotard, ya que en 1989 el Internet aún era patrimonio de las

instituciones estatales y las universidades. En este sentido, Sartori afirma que una

de las posibilidades positivas del Internet en su uso por los usuarios para adquirir

información y conocimientos, no obstante, su perspectiva es que este tipo de

usuario no será predominante, sino más bien los analfabetas culturales que harán

de Internet un instrumento de ocio. Von Beyme consideró, en 1991, que sólo hasta

entonces los piratas informáticos habrían respondido con confianza al aumento del

118

Carlota Solé argumenta que hasta la revolución informática e informacional que cobraron auge desde la década de 1980, los excluidos eran los no educados o no concienciados, ahora: “Los excluidos son las personas no conectadas a través de redes informacionales, básicamente para recibir y procesar información, aun cuando no generen necesariamente conocimiento” (Solé, 1998: 265). 119

En este argumento Von Beyme observa un rasgo ilustrador en la filosofía de Lyotard. Esta interpretación también es sostenida por Albrecht Wellmer, para quien la propuesta de Lyotard en torno al fortalecimiento de la opinión pública por medio de un libre acceso a los ordenadores y bancos de datos, es una concesión al “universalismo democrático de la Ilustración” y una “sorprendente” confirmación de la noción fundamental de la obra de Habermas: la racionalidad comunicativa (1993: 109). David Harvey, ironiza sobre esta «propuesta radical» (comillas de Harvey) de Lyotard, considerándola una tontería, ya que supone que la población tiene igualdad de acceso a las tecnologías, además de que, por otra parte, “es instructiva, porque permite entender cómo hasta el más resuelto de los posmodernistas, en última instancia, debe hacer algún gesto universalizante (La apelación de Lyotard a un concepto prístino de justicia) […]” (2004: 138, véase también 391).

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pluralismo en el campo cibernético y que “raramente utilizan sus posibilidades en

nombre de la «resistencia»”, aunque no deja de señalar que en la posmodernidad

“bajo las condiciones de la sociedad tecnocratizada existen posibilidades de

oposición” (1991: 186). Esta cuestión parece haber terminado con la organización

Wikileaks y el grupo Anonymous, los casos de rebelión popular en el mundo árabe

y el movimiento 15-M en España. Holloway afirma: “Es claro, por ejemplo, que

Internet está permitiendo la creación de nuevos mosaicos en la formación de la

lucha colectiva” (2005: 302). En el mundo posmoderno, del auge de las

tecnologías de la información, de las relaciones sociales a distancia, ¿Se ha

conseguido una mayor libertad? Lo cierto es que David Lyon (2005: 83) comenta

que un mundo individualizado, privado e incierto, existe la necesidad de una

mayor vigilancia, aunque no exista un organismo concreto responsable de la

misma. Las relaciones sociales canalizadas a través de los ordenadores (pensemos

en la redes sociales como Facebook) posibilitan la creación de bases de datos que

contienen millones de perfiles de los individuos, que pueden tener como fin no sólo

la vigilancia gubernamental, sino que se utilizan comercialmente al describir el

consumo y los estilos de vida de los individuos. Aquí, Lyon hace notar que la

descentralización es compatible con un mayor control general” (2005: 83).

7. Fin de los proyectos de Revolución Social global. De acuerdo con Klaus Von

Beyme las teorías posmodernas del cambio social han abandonado en proyecto

de una revolución social global y una evolución lineal, en cambio, se pondera la

resistencia de miles de fragmentos de la sociedad, y se revalorizan los procesos

de politización (1991: 276). Los conflictos políticos, no se codifican en términos de

conflicto o lucha de clases, sino en términos de sexo, edad y lugar. Por otra parte,

los nuevos movimientos sociales, no poseen como eje de acción la crítica a la

propiedad, sino que ésta puede enfocarse tanto a instituciones privadas como a

estatales. Greenpeace es para Von Beyme la organización de resistencia “por

excelencia de la posmodernidad”. La teoría moderna de los movimientos sociales,

es objetivista, explica el origen de los movimientos en las divisiones sociales con

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el objetivo de lograr una participación en el poder a través de un equilibrio entre la

movilización desde arriba y participación desde abajo. La teoría posmoderna de

los movimientos sociales, es subjetivista, explica la génesis de los movimientos a

partir de protestas desencadenadas por casos concretos, en que los sujetos

participan al verse afectados.

La filosofía moral del posmodernismo. El horizonte democrático en la

sociedad contemporánea.

Es diáfano el panorama político-social de la posmodernidad; éste descansa en la

bancarrota histórica de las estrategias clásicas de cambio social y la muerte de las

metanarraciones, es decir, de las grandes palabras que impulsaron la participación

política en la modernidad. El individuo posmoderno, remitido a sí mismo, cuyos

referentes existenciales son la inseguridad y la incertidumbre, se encuentra con

que debe enfrentar individualmente problemas creados por un sistema social

fundado en la privatización, la desregulación y el descompromiso. La constitución

del ciudadano como un individuo apático, no participativo, remitido al consumo y al

espectáculo como actividades sociales y ontológicas esenciales, es decir,

constituido como sujeto de iure, es un proceso político consustancial en las

sociedades occidentales en los últimos cuarenta años. Así mismo, esta clase de

ciudadano constituye la condición necesaria en el dominio de la democracia

elitista, en que los votantes no establecen las prioridades de la agenda política, ni

toman decisiones políticas, sino que tienen la única función de elegir entre

distintas élites políticas en elecciones competitivas sobre la base del sufragio

universal (Cohen y Arato, 2000: 25). Así entendida, la democracia se transforma

sólo en un método para elegir entre líderes políticos y “ofertas electorales”. A

modo del mercado, el ciudadano se convierte en consumidor. Esta es la noche del

posmodernismo neoconservador, el mundo convertido en fábula es una ideología

conservadora. Un proyecto critico-democrático, que vaya más allá de la

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constitución del mundo como fábula, tiene que ver en cambio con una clase de

sociedad y un conjunto de fines morales.

¿Es posible superar la constitución del mundo como fábula? La ideología del

posmodernismo neoconservador afirma que no. No es posible platear un cambio,

una ruptura, una superación del sistema social del capitalismo multinacional

posmoderno. No es posible, porque postular que sí lo es representa revivir el

proyecto de la modernidad. De tal forma, el mundo y la historia son clausurados.

El capitalismo depredador y deshumanizador, la devastación ecológica y la

pobreza extrema, se constituyen como fenómenos irrebasables del tiempo. No

obstante, hemos tratado de construir aquí el esbozo de una superación de tal

constructo ideológico. Ante el predominio de los sujetos de iure y la pospolítica, la

política debe consolidarse como una actividad fundamental en la crítica a ésta

realidad posmoderna. La reapropiación del espacio público y la constitución de un

sujeto de facto, orientado por las dimensiones ontológicas del ser, y sociales del

hacer, se realizan a través de una actividad central: la política.

Una cuestión política central en la teoría posmoderna es la defensa del

reconocimiento de un mundo heterogéneo, de una constelación inconmensurable

de subjetividades, de juegos de lenguaje, de Weltanschauungen, que no pueden

ser comprendidas bajo una sola categoría o noción de sujeto. Lo posmoderno es

la defensa al derecho de ser diferente, de no ser sometido a un proceso de

uniformización y homogenización. Axel Honneth (2009) identifica a este

reconocimiento como la ética del posmodernismo, cuyo núcleo es la defensa

moral de lo particular, lo no-idéntico.120 La pragmática de las partículas lingüísticas

que defiende Lyotard y la Teoría de la acción comunicativa de Habermas, en sus

postulados esenciales comportan diferencias irreconciliables, como por ejemplo

con relación a la razón o la cuestión del consenso. Lo que me parece central aquí,

reconociendo siempre las diferencias sustanciales entre ambas teorizaciones, es

120

Recordemos que para Terry Eagleton (1998) el posmodernismo, con su celebración de la diferencia y la pluralidad, se ha movido del ámbito descriptivo al prescriptivo, constituyendo una ética política.

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que tanto la propuesta de Habermas como la de Lyotard acentúan el papel del

lenguaje y la comunicación en la posmodernidad. Tanto la pragmática de los

juegos de lenguaje como la Teoría de la acción comunicativa ponderan los

esfuerzos por asegurar una comprensión recíproca. Ambas propuestas dibujan un

horizonte de dialogo no coercitivo, no autoritario. La comunicación, el dialogo y el

acuerdo, son necesarias en época posmetafísica donde circula y exterioriza un

inconmensurable conjunto heterogéneo de juegos de lenguaje, de subjetividades y

discursos, que no pueden a priori reclamar legítimamente una validez normativa,

en sentido autoritario (política del terror, para Lyotard). Axel Honneth interpreta a

la acción comunicativa habermasiana como un proceso de formación discursiva de

voluntades ligado a la idea trascendental de un discurso libre de dominación; así

mismo, interpreta a la pragmática de las partículas lingüísticas como un proceso

de formación discusiva de voluntades orientado por el principio normativo de un

libre discurso, como condición necesaria y previa para el reconocimiento de un

diferendo. Ahora bien, Honneth señala que a diferencia de Lyotard, Habermas ha

estado convencido desde el principio de la necesidad de una teoría de la moral

para un proyecto de ética discursiva, como determinante de la posibilidad de

concurrencia igualitaria de la constelación inconmensurable de juegos de lenguaje,

del pluralismo de ideales de vida y orientaciones de valor. Para Honneth, la ética

filosófica lyotardiana, expuesta principalmente en Le différend, podría

desarrollarse como una crítica al predominio de determinados juegos de lenguaje

hacia la apertura de la comunicación social a juegos de lenguaje antes excluidos,

como posibilidad de los sujetos de articular públicamente sus intereses y

necesidades. Honneth considera inevitable este desarrollo en la filosofía moral

lyotardiana si se sostiene la crítica a la «injusticia» que se constituye cuando se

verifica el dominio de un género de discurso, de un juego de lenguaje, sobre la

exclusión, supresión o no reconocimiento de determinados juegos de lenguaje que

contienen una pretensión de verdad.

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Ahora bien, ¿cómo se traduce el principio posmoderno de pluralidad radical con el

problema de la organización democrática de grupos? Klaus Von Beyme se

pregunta si acaso el concepto extendido de pluralismo puede asimilarse en la

teoría política. Señala que la ciencia política el concepto de pluralismo sigue

vinculado al de la modernidad clásica en la medida en que se ha inclinado por la

limitación de éste. Para Von Beyme el pluralismo radical que postula el

pensamiento posmoderno ha potenciado la tolerancia en términos de ciencia, pero

“difícilmente puede convertirse en la base de una teoría de la decisión

democrática.” El escenario de una constelación de juegos de lenguaje fluyendo

conflictivamente sin un horizonte de consenso, sin la aceptación de unas reglas

mínimas, es el escenario de una lucha de todos contra todos, cuyo desenlace es

la sociedad despolitizada y la hegemonía de grupos con menos escrúpulos (Von

Beyme, 1991: 189). En efecto, un pluralismo radical en términos de la filosofía

lyotardiana de un juego conflictivo entre un universo de juegos de lenguaje no

sometidos a un código común o un metalenguaje constituye una clara dificultad

para su integración en una teoría de la decisión democrática.

Albrecht Wellmer se plantea esta cuestión, la de la traducción de la filosofía

epistemológica de Lyotard a la praxis política. Wellmer señala que una filosofía

política de un pluralismo de los juegos de lenguaje, se traduciría como una

pluralidad de instituciones (formales e informales, locales y centrales, temporales y

duraderas). Un pluralismo institucional de esta naturaleza, se constituiría como

expresión de la autoorganización democrática de sociedades y grupos, no

obstante aquí introduce una idea fundamental: Esta autoorganización democrática,

“no sería posible a menos que la acción comunicativa en el sentido de Habermas

se convirtiera en el mecanismo usual para coordinar la acción, y esto sería

imposible si los individuos no tuvieran la oportunidad de adquirir costumbres de

trato racional con los conflictos […]” (1993: 109). De este modo, Wellmer sostiene

que no podemos ir más allá del universalismo democrático ilustrado sin hacerlo

nuestro otra vez de una forma nueva. Un universalismo democrático en la

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posmodernidad no es posible sin unos elementos comunes, sin un sustrato común

de costumbres: “costumbres de autodeterminación racional, de toma democrática

de decisiones, y de control no violento de conflictos” (1993:110). Así mismo, la

reflexión política de una razón pluralista, conlleva a reconocer que no puede haber

una superación de los procesos de diferenciación de la modernidad, de la

existencia de una pluralidad de esferas vitales, para restaurar un estado de

armonía generalizada. Para Wellmer no debemos despedirnos del universalismo

democrático ilustrado, ni del proyecto de Marx de una sociedad autónoma, ni de la

razón, sino de pensar otra forma del universalismo político-moral de la Ilustración,

lo que es identificado por este filósofo como “el impulso posmoderno hacia la

«autosuperación de la razón»”. Lo que quiere decir Wellmer con lo anterior, es que

se debe abandonar una noción ideal de razón que actué como instancia de

reconciliación entre juegos de lenguaje, para arribar a una «tolerancia reciproca»

de los discursos. De este modo, el concepto de razón es disuelto en un conjunto

de racionalidades plurales (1993:112).

¿Un proyecto crítico-democrático, fundado en el reconocimiento de la pluralidad y

la diferencia, constituye la exteriorización y confluencia de una cacofonía de

voces? ¿Es la integración de minorías, pero qué minorías? Recordemos que

Eagleton (1998: 19) señala con ironía el riesgo de caer en el absurdo con una

celebración absoluta de lo marginal y minoritario, ya que “los marginales y

minoritarios incluyen a la burguesía internacional y a grupos neonazis. Una política

basada en el respeto total a la diferencia y el respeto hacia el otro, también es

ácidamente criticada por Žižek: “¿Significa esto también (respeto o reconocimiento

hacia): tipos agradables y brutales, pobres y ricos, víctimas y torturadores?” (2005:

56). De acuerdo con Jameson, una política de grupos solo empieza a tener un

carácter radical cuando éstos llegan a la definición de un problema común y a la

necesidad de establecer «interrelaciones estratégicas». Esta forma de

organización no supone la articulación de una estructura de partido o de una

formación militar que reprima las diferencias de los grupos. Un proyecto de política

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de grupos, implica una negociación compleja entre todas las diferencias

individuales. Ahora bien, para Jameson una política de esta naturaleza se

identifica con una política de la diferencia. Hemos visto que Jameson considera

como una de las antinomias de la posmodernidad el conflicto binario diferencia-

identidad, que cuando se plantea en términos antitéticos, conduce a una parálisis

del pensamiento posmoderno (2000: 68).121 Jameson afirma que la condición

necesaria para la articulación de una política de la diferencia es la Identidad. En su

análisis, así como en el de Žižek, la sociedad de consumo posmoderna se

encuentra caracterizada por la homogeneización o la estandarización social, al

tiempo que por la exteriorización de una constelación de visiones del mundo. Esta

estandarización es llevada a cabo por el mercado.122 Jameson explica que una

política nunca puede articularse entre sujetos con una diferencia absoluta y

radical, por lo que afirma: “Es solo sobre la base de la Identidad que la Diferencia

puede transformarse productivamente en un programa político” (2000: 67).

No obstante, en última instancia encontramos en Holloway una crítica a las

políticas de grupo y las identidades heterogéneas, en razón de que identificarse

como trabajador, estudiante, mujer, blanco o negro, permite hablar de Otros, y no

de un nosotros. Para Holloway la identificación se relaciona íntimamente con la

reificación del sujeto, por lo que “el nosotros-que-queremos-cambiar-el-mundo no

puede ser definido” (2005: 101). Un mundo en que nos identificamos es un mundo

fragmentado, propio de individuos atomizados y es la condición necesaria para la

organización social capitalista, tal como lo hemos visto también con Jameson y

Žižek. Para Holloway la subjetividad es y no es, es una subjetividad

121

Para Eagleton esta parálisis se entiende como una rigidez binaria, en los binomios identidad y no-identidad, unidad y diferencia, sistema y el Otro (1998: 50-51). 122

Eagleton coincide en la tesis de Jameson y Žižek: “[…] si el planeta se está convirtiendo en un lugar tristemente idéntico tiene que ver más con las operaciones del capitalismo transnacional y las formas culturales que produce en su expansión […]” (1998: 31). Eagleton afirma que el posmodernismo ayudó a consolidar este proceso en el ámbito local, regional e idiosincrático, al integrarse a la lógica del mercado (1998: 54).

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antidefinicional, quien reconstruye el flujo social del hacer.123 No obstante, en la

articulación de una política crítica en la posmodernidad, por el momento no

podemos partir de esta subjetividad antidefinicional, propia de un espacio-tiempo

en que el flujo social del hacer no esté fragmentado. En realidad, esta política

parte de esta fragmentariedad, de la atomización imperante en el mundo de la

fábula posmoderna, es decir, del sujeto producido por la sociedad de consumo del

capitalismo tardío, el sujeto enajenado, dañado, dislocado o reificado: “La

individuación ha llegado para quedarse; todo razonamiento acerca de los medios

de hacer frente a su impacto sobre el modo en que llevamos adelante nuestras

vidas debe partir de la aceptación de ese hecho” (Bauman, 2996: 43). Este es

nuestro punto de partida, no un sujeto puro o trascendente, un héroe que se

coloque por encima/fuera de la sociedad posmoderna, es decir una vanguardia o

una élite. Esta idea no se encuentra en contradicción con el análisis de Holloway,

para quien “no hay áreas de existencia libres de capitalismo ni esferas

privilegiadas de vidas no fetichizadas” (2005: 139); por otra parte, “en lugar de

mirar al héroe con verdadera consciencia de clase, un concepto de revolución

debe partir de las confusiones y contradicciones que nos despedazan a todos”

(2005: 212).124 El sujeto producto de un mundo convertido en fábula, de un sujeto

producido por la sociedad de consumo posmoderna, es nuestro punto de partida.

Para Holloway, un análisis que tenga como propósito la reflexión en torno a

cambiar el mundo, no debe tener como punto de partida el trabajo alienado, sino el

123

El paralelismo con la dimensión del ser en Fromm es sorprendente: “El ser humano vivo no es una imagen muerta, y no puede describirse como cosa. De hecho, el ser humano no puede describirse”; “En la estructura de tener, dominan las palabras muertas; en la estructura del ser, domina la experiencia viva e inexpresable” (Fromm, 2006: 91 y 92). 124

En este sentido Holloway afirma: “No sólo es una lucha contra un enemigo externo (el capital) sino también contra nosotros mismos, simplemente porque nuestra existencia en el capital significa que el capital está dentro nuestro” (2005: 239). Por otra parte, Eagleton ataca el principio de la antidefinición: “Una identidad razonablemente segura, opuesta a otra cohesionada de manera paranoica, es una condición necesaria para el bienestar humano, y los posmodernos que no reconocen este hecho son moralmente irresponsables. Ni un sujeto que no se puede nombrar en lo absoluto a sí mismo ni otro que pueda nombrarse demasiado bien están en condiciones de ser agentes efectivos de la transformación social” (Eagleton, 1998: 185).

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hacer, el poder-hacer. Esta dificultad, se relaciona con el carácter esquizoide de la

subjetividad crítica en la posmodernidad, existir en el capital pero también contra

el capital; ser parte de la constitución del valor y al mismo tiempo estar más allá

del valor. Nuestro planteamiento es que un proyecto político crítico-democrático en

la posmodernidad es articulado por esta subjetividad esquizoide, alienada, en el

sentido de ir más allá de la sociedad actual, de ponderar las dimensiones del

hacer, de la existencia como ser y no como valor. Llegamos a la conclusión de que

no existe una subjetividad pura, ya sea completamente alienada o emancipada. La

subjetividad contemporánea existe como una lucha entre dos ámbitos de la

existencia: la existencia de iure y la existencia de facto; el poder-hacer y el poder-

sobre; el ser y el tener. Debemos partir del sujeto alienado, que articula un

proyecto crítico de sociedad que cuestiona los valores y prácticas de la sociedad

de consumo del capitalismo tardío, del dominio de la existencia como tener y no

como ser. La subjetividad alienada, que no puede ser sometida a un lenguaje o

subsumida autoritariamente a un proyecto de una vanguardia iluminada, es el

sujeto del cambio social en la posmodernidad. El reconocimiento de las

diferencias, de los diversos lenguajes y en una compleja negociación y articulación

de visiones del mundo heterogéneas, en torno a un proyecto de una sociedad más

allá del mundo como fábula es el punto de partida. El horizonte, es el tránsito

hacia una sociedad en la que se destruya la fragmentación del flujo social del

hacer, en que no hablemos de sujeto sino de subjetividad en movimiento, tal como

Holloway teoriza, tendrá que ver con una ontología del futuro, pero no del

completo sustrato real del que, por ahora, esta política crítica parte, es decir, de la

subjetividad dislocada dominada por la lucha entre, por un lado, por el valor y la

existencia como tener; y, por otro, por el hacer y la existencia como ser.

Un proyecto político crítico-democrático tiene como coordenadas centrales la

articulación y la negociación compleja entre diferencias. Se renuncia a que un

juego de lenguaje, un movimiento, se constituya a priori y en sentido coercitivo-

autoritario (política del terror), bajo la pretensión, en sentido homogeneizante y

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vertical, de ser el representante de un todo, como el poseedor de verdades

elevadas a dogmas incuestionables, en una perspectiva ontológica y social

transhistórica. Así mismo, esta es la condición necesaria de una política que

neutralice, democráticamente, tendencias tribales y fundamentalistas. Aquí es

donde se exterioriza la importancia de la ética del posmodernismo, de la que Axel

Honneth identifica como núcleo la defensa moral de lo particular, lo no-idéntico,

como posibilidad de exteriorización, reconocimiento y confluencia igualitaria de

juegos de lenguaje socialmente suprimidos y excluidos. La praxis comunicativa

tiene una función vital en este proyecto basado en el dialogo y el acuerdo, entre

una pluralidad de subjetividades que reconocen su particularidad y contingencia

como parte de un conjunto de visiones y discursos (consciencia de la

particularidad del sí mismo), constituyendo un puente entre la constelación de

juegos de lenguaje, dialectos locales y subculturas. Este es el horizonte de la

integración de grupos críticos en la posmodernidad. Estos grupos se orientan

hacia la constitución de una subjetividad de facto, una subjetividad cuyas

coordenadas son el ser y el hacer, cuyo espacio natural no es el no-lugar sino el

espacio público. Una cuestión central en la posmodernidad es el reconocimiento

de un mundo heterogéneo, de una constelación inconmensurable de

subjetividades que no pueden ser comprendidas bajo una sola categoría o noción

de sujeto. Este es el punto de partida para una política crítico-democrática en la

posmodernidad, y una contribución central del posmodernismo, el reconocimiento

del universo heterogéneo de subjetividades y proyectos, así como abandono de

todo proyecto político de naturaleza autoritaria y homogeneizante. Al mismo

tiempo, constituye una condición central para que esta política crítica se defina

como democrática.

El proyecto político crítico-democrático en la posmodernidad debe centrarse en la

construcción de prácticas sociopolíticas supeditadas a valores éticos y humanos,

que constituyen la condición necesaria para la existencia plena de una praxis

democrática. Este proyecto tiene como horizonte la reapropiación del espacio

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público, la politización y la búsqueda de espacios y prácticas sociales ante la crisis

de las instituciones de la democracia representativa, a través de la constitución de

una ciudadanía participativa, contra el sujeto de iure de la pospolítica del

hegemónico sistema neoliberal tras la crisis del paradigma keynesiano y del

Estado social. Esta ciudadanía, necesariamente tiene como sustrato al sujeto de

facto, orientado en las dimensiones del ser y del hacer, es decir, de una praxis

solidaria de un individuo constituido como productor y no como mero consumidor.

Así mismo, esta ciudadanía participante cuestiona principalmente al paradigma de

la democracia elitista, en que el ciudadano es reducido a la calidad de votante

periódico entre distintas élites políticas en elecciones competitivas, sin vínculo con

la determinación de las prioridades de la agenda política y del proceso de

adopción de decisiones políticas. Esta participación es cada vez más apremiante

en función del tránsito del Estado soberano moderno hacia un Estado

administrativo, sometido a los imperativos de fuerzas extraterritoriales que ejercen

un poder de control y determinación en la orientación de las políticas económicas,

políticas y sociales. Este es el contenido y sustancia de un proyecto crítico-

democrático en la posmodernidad.

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