Tierra, Una Mirada Al Descubrimiento de Ameri-CA

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Un buen documento para los interesados en el descubrimiento de américa.

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  • Co-herenciaISSN: [email protected] EAFITColombia

    Toro Murillo, Alejandra"Tierra!", una mirada al descubrimiento de Amrica por el escritor Pedro Gmez Valderrama

    Co-herencia, vol. 9, nm. 17, julio-diciembre, 2012, pp. 95-114Universidad EAFITMedelln, Colombia

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=77425374005

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  • 95Revista Co-herencia Vol. 9, No 17 Julio - Diciembre 2012, pp. 95-114. Medelln, Colombia (ISSN 1794-5887)

    Tierra!, una mirada al descubrimiento de Amrica por el escritor Pedro Gmez Valderrama*Recibido: septiembre 28 de 2012 | Aprobado: noviembre 20 de 2012

    * El presente artculo se desprende de la investi-gacin Estudio crtico sobre la obra narrativa de Pedro Gmez Val-derrama realizada en 2012, adscrita al Grupo Poltica y Lenguaje de la Universidad EAFIT, cuya investigadora prin-cipal es la profesora Clemencia Ardila y los co-investigadores son Efrn Giraldo y Alejan-dra Toro.

    ** Empleada de la Univer-sidad EAFIT. Magster en Literatura Colom-biana, Universidad de Antioquia, Medelln-Colombia. Magister y estudiante de Docto-rado en Artes, lenguas y letras, modalidad Estudios Hispnicos e Hispanoamericanos, Universit de la Sorbon-ne Nouvelle - Paris 3, Francia.

    En el presente artculo se hace un anlisis del cuento Tierra!, de Pedro Gmez Valderrama, desde dos perspectivas: la de cuento histrico y

    la del erotismo. El anlisis, que evala los aspectos histricos re-creados por el autor en el relato, confronta las fuentes histricas que ste utiliza para la construccin de su cuento e intenta inda-gar en la posicin desde la que se interpretan literariamente los hechos, en la cual el erotismo es fundamental. Para, finalmente, sealar que el cuento presenta el descubrimiento de Amrica como el hallazgo de una utopa.

    Palabras clavePedro Gmez Valderrama, Tierra!, Descubrimiento de Amri-ca, Cuento histrico, Cristbal Coln

    Tierra!, a look at the discovery of America by writer Pedro Gmez Valderrama

    The current article presents an analysis of the story Tierra! by Pedro Gmez Valderrama from two perspectives: the historical tale and

    the eroticism. Throughout the text, the historical aspects recre-ated by the author are examined as well as the historical sources used to create the story. Additionally, an attempt is made to identify the stance from which the facts are literally interpreted, a stance in which eroticism is fundamental. Finally, the article concludes by pointing out the discovery of America as the find-ing of a utopia.

    Key wordsPedro Gmez Valderrama, Tierra!, The Discovery of Ameri-ca, Historical stories, Christopher Columbus

    Resumen

    Abstract

    Alejandra Toro Murillo**[email protected]

  • 96Tierra!, una mirada al descubrimiento de Amrica por el escritor Pedro Gmez ValderramaAlejandra Toro Murillo

    Introduccin

    En 1959 Pedro Gmez Valderrama1 escribe el cuento histrico Tierra!2 que recrea el momento en que se ve por primera vez a Amrica el 12 de octubre de 1492. Cuento con el que este santan-dereano se inaugura como uno de los escritores de ms prestigio en la narrativa latinoamericana y con el que inicia su constante inters en hacer una reelaboracin de la Historia a partir de la imaginacin literaria. En casi toda su cuentstica, e incluso en su nica novela La otra raya del Tigre (1977), Gmez Valderrama utiliza la Historia como fuente y tema de sus obras.

    En el cuento Tierra!, Gmez Valderrama hace una reescri-tura de los momentos previos y del instante mismo en el que por primera vez la expedicin comandada por Cristbal Coln observa tierras americanas. Sin embargo, el relato no se detiene en la mtica figura del almirante, sino que retrata al marinero Juan Rodrguez Bermejo, conocido como Rodrigo de Triana, que fue quien vio a Amrica por primera vez y dio el feliz aviso a los dems tripulantes de las carabelas.

    En el relato, Juan Rodrguez Bermejo viaja en la Pinta tendido en un jergn, en donde lo nico que ve es la luz de la luna. Esa noche delira con una fiebre generada por la angustiosa aventura de la que hace parte, ya que cada vez es ms cercana la posibilidad de traspasar los lmites del mundo y hallar la muerte, pues a pesar de todo el tiempo que llevan navegando por donde nunca nadie se haba atrevido, no han encontrado tierra. Lo nico que ven en la

    1 Pedro Gmez Valderrama (Bucaramanga 1923 - Bogot 1992). Presentado as en la solapa de la obra Cuentos completos editada por Alfaguara en 1996: Es uno de los grandes escritores de la narrativa lati-noamericana contempornea. Hombre de estado (fue ministro de educacin y de Gobierno, Consejero de estado, as como Embajador en la Unin sovitica y Espaa). Abogado, periodista y Profesor univer-sitario, hizo parte del grupo que en torno a la revista Mito ejerci una influencia determinante sobre la cultura colombiana durante la dcada de los cincuenta. Su obra mltiple poesa, ensayo, narrativa exhibe una vasta cultura, una notable imaginacin y un exquisito sentido del humor.(Gmez, 1996)

    2 Tierra..!, publicado por primera vez en una separata de la revista Mito (Gmez, 1960: 14) es uno de los textos ms difundidos de Pedro Gmez. Publicado tambin en: Coleccin de relatos El retablo de Maese Pedro (1967: 7-13); antologado por Fernando Arbelez en Nuevos narradores colombianos (1968: 5559); parte de Ms arriba del Reino, en la edicin crtica de la biblioteca Ayacucho, hecha por Jorge Elicer Ruiz (Gmez, 1977: 9-11); incluido en la antologa de Alonso Aristizbal: Pedro Gmez Valde-rrama (Aristizbal, 1992: 37-43); y primer texto en la obra Cuentos Completos editado por Alfaguara (1996: 23-26). As mismo traducido al francs, al alemn y sueco. La traduccin francesa, hecha por Roger Callois para la Revista Mercure de France 1206 (1964), lleva por ttulo el tradicional rtulo de La dcouverte de LAmrique. (Correa, 2003: 60).

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    travesa que les da esperanzas de encontrar a Cipango3 son pjaros que pasan volando cerca de las naves cada vez ms constantemente. En el delirio, Rodrguez Bermejo rememora sus momentos antes de embarcarse en esa expedicin suicida y los motivos que lo lleva-ron participar en la bsqueda. Recuerda a la mujer que posey justo antes de montarse en La Pinta y con ella evoca a todas las mujeres que disfrutaba en los puertos de su pennsula. El deseo lo invade y a medida que recuerda a la Gata Mora, a la Mari-Juana, a Giacomina la Napolitana, y a Sancha la sevillana, se masturba. Sus deseos de mujer se mezclan con los recuerdos de los episodios de su vida y de su viaje y sube la tensin que lo lleva al xtasis. Plenitud que llega justo en el momento en el que Rodrigo de Triana da el anuncio que indica que hay tierra en el horizonte.

    El relato de Gmez Valderrama logra un contraste dramtico entre la desesperanza y la agona de los marineros que viajaban en busca de Cipango, y la alegra exttica de encontrar las anheladas Indias con todo lo que ellas significaban, no slo para los descubri-dores que ven que no han sido en vano sus das de angustia, sino tambin para Espaa y los dems pases europeos, que pronto enten-deran que se trataba del encuentro de un nuevo continente lleno de riquezas naturales y culturales. Los aspectos histricos, as mismo, son retomados en el cuento con minuciosidad y se tejen de una ma-nera que sin ser lo ms notorio de la narracin, recrean ldicamente uno de los momentos ms trascendentales de la historia universal. La historia aparece como fondo y punto de partida pero a la vez se desacraliza y se reelabora. Basta ver el juego que se hace entre Rodri-go de Triana y Juan Rodrguez Bermejo, que es uno de los aspectos ms llamativos del cuento.

    Cuando se lee el cuento se tiene la impresin de que hay dos personajes en dos espacios diferentes, pero sabemos que realmente se est hablando de uno solo desde que se lee el segundo epgrafe tomado de Madariaga: Un marinero que el Diario llama Rodrigo de Triana, pero cuyo verdadero nombre parece haber sido Juan Rodrguez Bermejo, haba visto tierra desde la proa de la Pinta...

    3 Tanto Cristbal Coln como los dems expedicionarios esperaban llegar a la isla de Cipango en el continente asitico, un territorio del que haba hablado Marco Polo y que inspir a Toscanelli a decir que era una isla fertilsima de oro, perlas y piedras preciosas, y en las que templos y casas reales se cubran de oro puro (Arranz, 2003: 50).

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    (Madariaga, citado por Gmez, 1996: 23). El hecho de que final-mente el personaje que grita Tierra! en su xtasis sexual sea el mismo, que en un plano espacial que se sobrepone, ve el asomo de la primera isla descubierta, resalta una perspectiva que retoma la Historia desde los elementos ldicos que ofrece la literatura. Sin que esto implique una subvaloracin del hecho por parte del autor, para quien el descubrimiento de Amrica es una de las proezas ms grandes de la humanidad, como lo dice en el ensayo Las crnicas de Indias, origen de la narrativa latinoamericana escrito en 1984 y publicado en el libro La leyenda es la poesa de la historia:

    El descubrimiento tiene inspiracin de voluntad. Y en ese punto se sita la primera crnica de indias, el testimonio del Almirante don Cristbal Coln, autor de una hazaa tan grande que an si se la com-para con los ascensos al espacio sigue siendo mayor porque en la suya hay seres humanos. (Gmez, 1988: 126). 1. La presencia de la Historia

    Gmez Valderrama est convencido de que la Historia ofrece mltiples posibilidades a la literatura, pues presenta temas y genera inquietudes que pueden llevarse a lo literario a travs de la imagina-cin del autor. Para l sta es dinmica y se ve sujeta a modificacio-nes, por tanto al tratar temas como el descubrimiento de Amrica, se puede hacer un relato en el que desacraliza y desmitifica estos acontecimientos, reinterpretndolos en lo narrado. As lo expresa en el ensayo La historia como novela y la novela como historia de 1986, tambin incluido en el libro La leyenda es la poesa de la historia:

    Hay una razn ms para que el novelista llegue a la historia como can-tera inagotable que es, a buscar temas y personas, la historia conserva en perspectiva lo ms valioso, lo ms significativo de la naturaleza hu-mana. Esto puede ser, es, una limitacin. Ese es justamente el gran de-safo para el novelista. En este sentido la gran sentencia de Jorge Luis Borges es misteriosa y reveladora: El pasado es modificable. Hasta cierto punto, yo me arriesgara a decir que tambin lo es desde el punto de vista de la historia. Porque la historia no es inmvil, es dinmica, sigue su marcha hacia un pasado incansablemente, y en ella, en sus maneras cada da ms perfectas de interpretacin y exploracin, sur-

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    gen esos cambios que nacen tambin en la imaginacin del escritor. (Gmez, 1988: 106).

    Con estas frases Gmez Valderrama justifica lo que en adelan-te har con su obra cuentstica y novelstica: una reconstruccin y reinterpretacin de la historia, en la que se retoman hechos o perso-najes en los cuales se encuentran intersticios susceptibles de ser lle-nados por la creatividad y visin crtica del narrador4. Sin embargo, escribir o reescribir la historia desde la literatura es una tarea que presenta un reto para el cuentista, pues tiene que sujetarse a deter-minados lmites que le imponen el evento o los eventos histricos que quieren reelaborarse, adems de investigar ese pasado y compe-netrarse con l, como lo expresa en el siguiente extracto del ensayo La historia como novela y la novela como historia:

    El tiempo es por una parte pasado. Por otra, se encuentra circunscrito a un perodo, con determinadas explicaciones, con hechos mayores que son puntos de referencia. El lugar est, por otra parte, igualmente circunscrito, la narracin est hasta cierto punto condicionada a l. Estas circunstancias, a su vez, condicionan el desarrollo de la trama, as se pueda tener en ella cierta libertad. (Gmez, 1988: 119).

    Estos lmites son muy tenidos en cuenta en la construccin del cuento Tierra!. Primero, ya que retoma a un personaje alrededor del cual se dejaron muchos vacos. Conjetura, entonces, alrededor de la vida de Rodrguez Bermejo: sus motivaciones a participar del viaje y las esperanzas puestas en l, sus ideas sobre el mundo que pla-nea descubrir, el miedo y angustia ante la posibilidad de la muerte. Segundo, porque los hechos que se narran en el cuento sobre la si-tuacin en la que se circunscribe el personaje se ajustan a la relacin que da la Historia de los mismos. Para lo cual Gmez Valderrama retoma principalmente lo relatado en dos libros: la primera crnica de indias El diario de a Bordo de Cristbal Coln (1503?) y una de

    4 Adems de Tierra!, son varios los cuentos de Pedro Gmez en los que se retoman hechos o perso-najes de la Historia. Entre ellos se pueden destacar: Homenaje a Stendhal (1962); El hombre y su demonio (1953); En un lugar de las indias (1970); Corpus iuris civilis (1974); Responsabilidad de Stendhal en la batalla de Waterloo (1978); y, todos los personajes del cuento Las muertes apcrifas (1976): Cristobal Coln, Vasco Nuez de Valvoa, Napolen, Lucrecia Borgia, Mara Antonieta, El marqus de Sade, Simn Bolvar, Sthendal, Lenin, La muerte de K., Augusto Pinochet Ugarte, Mao Tse Tung, La muerte del escritor. (Cfr. Gmez, 1996).

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    las biografas ms completas de la vida de este personaje: Vida del muy magnfico seor don Cristbal Coln, de Salvador de Madaria-ga (1940). Muchos son los aspectos que coinciden entre la historia narrada por estos dos textos y el cuento, entre ellos: el ambiente y la ansiedad de los marineros y del propio almirante por llegar a tierra, el personaje principal que hace parte del registro histrico, el grito que trascendi la historia el 12 de octubre de 1492, la imagen de Cristbal Coln y la preconcepcin mtica que se tena de las indias.

    El 6 de septiembre de 1492 las carabelas se encaminaron defini-tivamente hacia su destino, al cual llegaran ms de un mes despus. Pero a medida que avanzaban en el ocano, la seguridad de encon-trar tierra se perda y lo nico que vean aquellos marineros que les daba esperanzas eran pjaros que volaban cerca de las carabelas o se posaban en las naves. En su diario, Coln habla de las aves desde el 14 de septiembre y en casi todos los das siguientes hasta el 11 de octubre, registra los pjaros y peces o hierbas que iban viendo y que fueron seal de la cercana de tierra (Cfr. Coln, 2003). La presencia de los pjaros en el diario de Coln es muy especial, pues a medida que las carabelas se internan ms leguas en el ocano, los sucesos que el genovs anota van dejando de ser la narracin exten-sa de actividades de la tripulacin o de los incidentes del viaje, para convertirse un inventario de la distancia que recorren de da y de noche y del nmero y tipos de pjaros que ven. Este es uno de los indicadores de ms impaciencia que se hallan en la bitcora del Al-mirante, junto con el motn que a principios de octubre5 se dio entre los marineros, los pjaros eran anuncio de cercana de tierra, pero sta no apareca en el horizonte. En el cuento, Gmez Valderrama retoma el motivo de los pjaros como indicador de tensin, para lo que hace mencin en varias oportunidades a este suceso. Juan

    5 El momento ms crtico de todo el viaje, segn los historiadores, se dio entre el 6 y 7 de octubre, cuando los marineros, incluyendo los hermanos Pinzn, reclaman al Almirante porque no encuentran ninguna isla. En el registro del 10 de octubre de su diario, Coln dice: Aqu la gente ya no lo poda sufrir: quejbase del largo viaje. Pero el Almirante los esforz lo mejor que pudo, dndoles buena esperanza de los provechos que podran hacer, y aada que por dems era quejarse, pues que l haba venido a las indias, y que as lo haba de proseguir hasta hallarlas con el ayuda de Nuestro Seor. (Coln, 2003: 104). Es importante comentar que el manuscrito original del diario de Coln no se conserv y que lo que perdura son las versiones del mismo hechas por Fray Bartolom de las Casas y por Diego Coln. La versin consultada es la de Las Casas, es por esto que en el diario se hace referencia al Almirante y no se narra en primera persona como es habitual en un diario.

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    Rodrguez Bermejo en su delirio escucha constantemente el aleteo de los pjaros que en ocasiones se le convierten en seres monstruo-sos debido a la angustia que lo embarga:

    Haba odo un aleteo de pjaro. No era, no poda ser una gaviota. Ha-ca mucho que las haban perdido totalmente. Pens en los pjaros monstruosos del otro mundo, en los grifos con garras de Len, en las mujeres con alas y piernas emplumadas, en las aves monstruosas de la Catedral de Sevilla. (Gmez, 1996: 23).

    As mismo, el primero de los epgrafes del cuento es: toda la noche oyeron pasar pjaros (Gmez, 1996: 23), sentencia con la que cierra el registro que hace el Almirante en su diario el martes 9 de octubre (Coln, 2003: 103).

    En Madariaga hay, adems, una descripcin de los hechos del viaje, que muestran todos esos aspectos de tensin entre los mari-neros y Coln. Este pasaje parece ser a partir del cual que Gmez Valderrama construye su relato:

    No haba hombre a bordo que no soase con tierra como el fin y pre-mio de su aventura, la clave de su futuro tesoro; pero, al correr de los das sobre el mar interminable, esta obsesin de tierra fu6 hacindose cada vez ms elemental; ya no era tanto el soporte de sus ensueos de fortuna, como el slido elemento sobre el que reposa la vida de cada cual, segura contra las asechanzas del viento, de la tormenta y del de-sierto lquido. Al alba y al anochecer las tres carabelas se reunan para otear el horizonte ms claro y transparente durante ambos crepsculos; durante el da se solan dispersar por orden de velocidades: La Pinta, generalmente en cabeza, la capitana a retaguardia, velando, siempre velando. Los pjaros constituan la mayor atraccin y sus movimien-tos se solan observar e interpretar como seales de tierra cercana [...] En tales das, o cuando vean algn pjaro del que Coln afirmaba, sabindolo o no, que no se separaba nunca ms de veinticinco leguas de tierra, haba una gran alegra a bordo; la gente iba y vena con me-jor humor y suba a los mstiles con mayor presteza [...] Pero venan las noches, una tras otra, cubrindoles con un sudario de oscuridad y encerrndoles en una bveda negativa, y entonces, perdidas en el imponente silencio del mar negro y vaco, las tres carabelas, sin otra

    6 Las citas conservan su ortografa original.

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    compaa que sus temblorosas luces y el crujido de sus propios huesos sacudidos por las olas, tenan que pasar las agonas de la duda siempre renaciente. Durante aquellas largas noches, el marinero que velaba por el deber y su compaero a quien desvelaba la angustia, iban rumiando las numerosas decepciones que pjaros, yerbas y otras seales de tierra les haban hecho pasar ya. Veran tierra jams? O estaban conde-nados a navegar para siempre en el mar interminable hasta que se los tragase a todos y no quedase de ellos ni rastro ni memoria? (Madariaga, 1940: 289-291).

    Este texto de Madariaga enfatiza en mostrar cmo la presencia de los pjaros a la vez que anunciaba tierra, generaba ms tensin en la espera. As mismo muestra cmo el miedo invada a los marineros tan permanentemente, que hasta los haca dejar en segundo plano el ansa por las prometidas riquezas de Cipango. El marinero de Pedro Gmez, cumple con la descripcin de Madariaga, pues sus deseos de ver tierra se ven acelerados por el terror de estar rumbo a su muerte y lo hacen preguntarse si seguir en ese mar interminable:

    Cuando se embarcaron la gente deca que iban buscando el fin del mundo, les despedan para la muerte, para cuando se desplomarn en la catarata interminable donde se hunde el mar... Morir aqu o all, amarrado al banco de una galera, da lo mismo... pero ya se oyen volar los monstruos. Acaso ya hemos pasado los lmites del mundo, acaso nos queda poca vida, acaso estamos muertos... (Gmez, 1996: 23).

    El personaje de Bermejo, est as mismo recreando a un per-sonaje muy singular de la historia del descubrimiento, Rodrigo de Triana, que ha pasado a la historia como el hombre que vio tierra y del que se conoce que se llam Juan Rodrguez Bermejo, natural de Sevilla:

    Su verdadero nombre era como bien se sabe, el de Juan Rodrguez Ber-mejo, vecino de los Molinos, en tierra de Sevilla. Sobre este marinero versa la leyenda slo la leyenda de que era judo y que despechado con los reyes por no haberle concedido el premio de 10.000 mara-vedes prometidos a quien primero viera tierra, se pas a frica, ha-cindose mahometano (La leyenda la recoge Oviedo, Historia, Libro II, Captulo VI). La explicacin de que la historia haya acuado el nombre de Rodrigo de Triana en lugar del de Juan Rodrguez Bermejo hay que buscarla en la anarqua ortogrfica de esa poca. Y as el ape-

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    llido Rodrguez pudo derivar con el consiguiente error ortogrfico, en Rodrigue = Rodriguo = Rodrigo. (Varela en: Coln, 2003: 104105).

    La presencia de Rodrguez Bermejo, como se ha dicho, es pecu-liar en el cuento, por la existencia a su vez de Rodrigo de Triana, que en paralelo da el grito Tierra!. Este personaje seala las licen-cias que el escritor se da con la Historia y a su vez es una muestra de cmo el escritor retoma aspectos elementales del ser humano que nunca estarn registrados en los anaqueles histricos, pero que le darn a la narracin, no slo un matiz ertico, sino tambin un carcter de profundidad. No es lo mismo pensar en un viga qu est en un mstil mirando al horizonte, que en un viga que al tiempo es un marinero como los dems, desesperado con la larga travesa y la abstinencia sexual.

    El grito Tierra!, se da en la madrugada del 12 de octubre de 1942. El 11 de octubre7 aparecen registrados los acontecimientos en el diario del Almirante, as:

    Despus del sol puesto, naveg su primer camino al Oueste. Anda-ran doce millas cada hora, y hasta dos horas despus de media noche andaran 90 millas, que son 22 leguas y media. Y porque la carabela Pinta era ms velera e iba delante del Almirante, hall tierra y hizo las seas que el Almirante haba mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se deca Rodrigo de Triana. Puesto que el Almiran-te, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra, pero llam a Pedro Gutirrez, repostero de estrados del Rey y djole que pareca lumbre, que mirase l, y as lo hizo y vdola. Djole tambin a Rodrigo Snchez de Segovia, que el Rey y la Reyna, enviaban en la armada como veedor, el cual no vio nada porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Despus de que el Almirante lo dijo, se vio una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicios de tierra; pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rog y amonstoles el Almirante que hiciesen buena guarda del castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que vea tierra le dara luego un jubn de seda, sin las

    7 No hay entrada en el diario para la fecha del 12 de octubre. Al parecer todos los sucesos quedaron registrados en la bitcora del 11 (Cfr. Coln, 2003: 104-107).

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    otras mercedes que los reyes haban prometido, que eran diez mil ma-raveds de juro a quien primero la viese. A las dos horas despus de la media noche pareci la tierra, de la cual estaran a dos leguas. (Coln, 2003: 104-105).

    La figura del Almirante, si bien no aparece como la figura prin-cipal en el cuento, no deja de ser un referente importante dentro del mismo, al que Valderrama profesa admiracin y rinde homenaje. El homenaje en este cuento no se hace directamente, sino desde el punto de vista de Rodrguez Bermejo, que lo menciona y recuerda en sus delirios. La imagen de Coln aparece como un dios en la proa de la nave capitana, mirando el horizonte. El personaje lo recuerda como el hombre convincente que con sus conocimientos en lenguas y en geografa lo hizo zarpar:

    Record, en cambio, la bota de vino que al llegar bebiera en un mesn con aquel hombre instruido, hablador de lenguas, a su llegada al puer-to. Le pareci orle hablar de nuevo, verle brillar los ojos al relatar los viajes fabulosos de Marco Polo y del Seor de Mandeville. Volvi a pensar en los techos de oro, en los vestidos de oro, en la iluminacin de los palacios con el brillo de las gemas, en los ros de miel y en los rboles que daban frutos humanos. (Gmez, 1996: 24).

    El Almirante del Mar Ocano, como tambin fue llamado Coln, es un personaje que es admirado por muchos historiadores, tanto por su actitud visionaria y obstinacin como por sus habilidades como marinero y como gegrafo. Gmez Valderrama no est exento a esa mirada que exalta, as sea en la distancia, la figura de este personaje8, tal y como lo hace Madariaga, que busca la manera de mostrarlo como un hombre que tena los conocimientos suficientes para saber muy bien cul iba a ser el resultado de su empresa.

    8 En el cuento Las muertes apcrifas (Gmez, 1996: 344-354) aparece un aparte dedicado a la muerte de Cristbal Coln, en la cual el escritor muestra al Almirante con toda la dignidad de su rango al recrear su muerte en el hundimiento de la nave La Santa Mara, de la que todos los dems marineros escapan: Contra la luz roja del atardecer sigui vindose la silueta del Almirante, rgido en su puesto hasta que el agua lo fue cubriendo. Muerte que a todas luces es ms digna para su ttulo de Almirante que la que finalmente tuvo en Valladolid el 19 de mayo de 1506. En el texto no queda claro, si la idea de esta muerte apcrifa es que ella se produzca antes del descubrimiento de Amrica.

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    2. La Amrica utpica de Gmez Valderrama

    Gmez Valderrama fue enftico al mostrar su opinin sobre el hecho del descubrimiento como una realizacin de la utopa. En sus diferentes discursos este escritor y poltico, deja ver una posicin americanista que rescata el valor del continente en sus particulari-dades. Para Gmez el descubrimiento es un hecho de carcter tras-cendental porque en l se ven cumplidos esos deseos utpicos que venan desde la Atlntida de Platn9 y que se consolidan en la obra de Toms Moro10, que retomara la imagen de la Amrica recin descubierta para construir su Utopa. En su ensayo La utopa en el descubrimiento de Amrica (1988), Pedro Gmez Valderrama pro-mulga este momento como uno de los grandes hechos del mundo en los que ha estado presente la utopa utopa que se va proyectan-do y que en un momento determinado deja de serlo para convertirse en algo real y tangible (Gmez en Ruiz, 1995: 266).

    Para el escritor, la utopa desde que apareci Amrica se rela-ciona con ella: Desde la Atlntida hasta la Utopa de Moro, que es en gran parte la Utopa Americana, hay una elipse maravillosa, en la cual se cifra todo lo que puede tener el hombre de aspiracin a la perfeccin. (Gmez en Ruiz, 1995: 267). Segn Gmez la bs-queda del hombre de un espacio que se pareciera al cielo pero que se situara en la tierra, hace que se creen estas utopas. Utopas que con Platn se establecen como sociedades perfectas y con Moro, se acercan geogrficamente al nuevo mundo. Al descubrir a Amrica y reconocerla como un nuevo continente se hace realidad el mito:

    En este momento las verdades del mundo antiguo, la aristotlica, la agustiniana, la ptolomeica, desaparecen y aparece el territorio

    9 En El Timeo y Critias, uno de los dilogos de Platn, aparece la primera referencia conocida a la At-lntida. Esto se da en una conversacin en la que Critias, alumno de Scrates, refiere la historia de una ciudad ideal presentada como la Atenas primitiva que se tuvo que enfrentar con los atlantes, personas de una ciudad martima, tambin muy organizada pero que luego es castigada por los dioses y sus tierras se hunden en el mar. (Riot-Sarcey, Bouchet, & Picon, 2002: 176177)

    10 En 1516 Toms Moro (1477/78-1535) publica el libro: De optimo reipublicae estatu deque nova insula Utopia, una obra de ficcin y poltica en la que el ingls imagina la ciudad ideal sobre la tierra con la mejor comunidad poltica: una sociedad igualitaria, justa y feliz en la que el sistema se establece a partir del bien comn y en el respeto del individuo, definido ste como un ser esencialmente poltico, capaz de controlar su destino y sus pasiones (Riot-Sarcey, Bouchet, & Picon, 2002: 235) (Trad. propia). Utopa, palabra que construye Moro a partir del prefijo griego ou y el sustantivo topos, lugar, que significara no-lugar o ninguna parte, se convirti en la manera de nombrar los lugares y sueos imposibles.

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    faltante de la esfera, ahora s definitivamente conquistado. Tal como pasa siempre en la humanidad, mientras hay verdades absolutas que se vuelven mitos otros mitos se transforman en verdades absolutas. (Gmez en Ruiz, 1995: 269).

    El descubrimiento para Gmez, es adems la culminacin de todos esos mitos de carcter enfebrecido y alucinado que se haban convertido en los temas principales durante los siglos XVI y XVII. La imaginacin de Espaa, llevaba aos dirigindose al oeste en donde se ubicaban casi todas las islas soadas (las Islas del Mar Te-nebroso, la isla de Pancaya de Evhemer de Mesina, las siete Islas de la Ciudad del Sol, las Islas Prodigiosas de Luciano). Se aliment, entonces, la imaginacin de los nautas que buscaban, como Coln, esos parajes maravillosos, con obras como las de Marco Polo11 y Sir John de Mandeville12. A esto se le agrega el mito de la existencia de seres felices e inocentes por naturaleza, anteriores al pecado origi-nal y al cristianismo, que se convertira luego en la utopa del buen salvaje:

    Mandeville tuvo un xito afiebrado y dej una huella tan profunda que sigui siempre de cerca los pasos de Marco Polo. Las maravillas orien-tales relatadas por el viajero veneciano se vieron revestidas de la audaz fbula de Mandeville, seudnimo al parecer del mdico belga Juan de Bretaa, que con base en los elementos mltiples del mundo descono-cido cre otro mundo con monstruos (gigantes y enanos, hombres sin cabeza, hombres de un solo pie inmenso, seres hermafroditas, otros que se alimentaban con aromas porque no tenan boca). En la Zoologa es-taban el Ave Fnix, los dragones, las serpientes que mordan a los hijos adulterinos, los centauros, los grifos. (Gmez en Ruiz, 1995: 272).

    Gmez afirma que luego del descubrimiento aparece la Utopa de Moro y que esta es el punto de llegada del pensamiento de Platn y el del siglo XVI. Este libro fue resultado de muchas obras y viajes,

    11 Los relatos de los viajes por Asia Central y China hechos por Marco Polo (1254-1324) fueron recogidos en su libro: Il milione (El milln) (1298?) conocido en Espaol como Los viajes de Marco Polo. Este libro fue un xito en toda Europa y fue inspirador de Cristbal Coln.

    12 Sir John de Mandeville, es el personaje central del libro Viaje de maravillas (1356?), y an se desconoce si el personaje existi o es otro el autor. En este libro Mandeville relata sus viaje por Asia, China y Egipto y entre otros asuntos, hace referencia a la circunnavegacin de la tierra. Aspecto que retomar tambin Cristbal Coln para idear su viaje (Cfr. Mandeville, 2002).

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    que incluyendo el de Coln, tenan sentidos utpicos. Viaje en el que se bas Moro para la recreacin de su lugar ideal, ya que al reto-mar de las crnicas de indias, todos los aspectos de perfeccin ideali-zada. Gmez seala, adems, una tercera utopa, la del buen salvaje. Los conquistadores, esperaban encontrar en Amrica poblaciones como las descritas por Marco Polo, pero se encontraron con salvajes dciles e ingenuos por lo general, agrupados en instituciones inco-rruptas. Tanto es as que, Moro, en su Utopa, retrata comunidades con rasgos similares a los de las culturas encontradas en Amrica.

    Considerando la visin de Amrica como la realizacin de una utopa por parte de Gmez, es lgico que l relacione la alegra de ver tierra, ese 12 de octubre de 1492, con el placer de un orgasmo. El xtasis se equipara aqu con la trascendencia del hecho para los hombres de la edad media que iban tras las tierras soadas. La utopa tambin es regida por el deseo, un deseo que es elemental y milena-rio, pues el hombre siempre ha fantaseado con encontrar un lugar de geografa rica y paradisaca y con sociedades perfectas. Coln y sus marineros no estaban exentos de la mentalidad de su poca y tam-bin iban tras esa quimera: si pensamos en Coln, encontramos la conviccin intima del Almirante, que estaba seguro de que lle-gara a la tierra prometida del antiguo testamento, vecina al paraso terrenal (Gmez en Ruiz, 1995: 276). El personaje de Gmez Val-derrama en Tierra!, es entonces un resultado del que para Gmez sera el tpico marinero del descubrimiento y un hombre espaol de la Edad Media. Un hombre que a la vez ve a Cipango como una tierra prometida, llena de riquezas y delicias, pero tambin como un mundo plagado de monstruos y seres deformes:

    Todava soaba con una espada de puo de oro, con una daga que tuviera la cruz de rubes. Pero cuando caa la noche, se le poblaba de hombres con el rostro en el vientre, con orejas que llegaban al suelo, con cabezas de perros, y le pareca que morda una sanda y al abrirla encontraba el cuerpo palpitante de un pequeo monstruo. El silbido del viento en los cordajes se le volva en un prolongado llamado de serpientes. (Gmez, 1996: 24).

    Para completar la descripcin del personaje, el escritor agrega detalles como su procedencia popular, su vida disoluta, su falta de races familiares y su partida obligada para evadir la responsabilidad por dos asesinatos que comete.

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    3. El erotismo y la trascendencia del grito

    Son diversas las interpretaciones que pueden derivarse de la lec-tura de un cuento como Tierra!, pues su calidad narrativa junto con las interpelaciones que hace al descubrimiento de Amrica, de-jan entrever un trasfondo plurisignificativo, en el que se debe consi-derar, adems, que el escritor asume frente a la Historia un rol activo que la relee y la reinterpreta. Para Gmez Valderrama la Historia est llena de misterios (de sombras, vacos, hiptesis, incluso enga-os) y es por eso que su labor se basa en hacer conjeturas, como lo seala el crtico Luis Correa Daz13:

    La conjetura histrica no es sino una manera de intentar resolver el misterio. En esto se basa su conciencia respecto a lo indisociable de la realidad (histrica) y la escritura: la historia se rescribe siempre. Cada poca la reescribe. Reescritura que a su vez, es una forma de relectu-ra (2003: 51).

    Tierra! no es slo una mirada ldica a la Historia en la que se juega con las probabilidades de lo que hubiera sido o hubiese podido pasar en esos espacios no narrados de la vida de un personaje real. Es claro que el escritor no se detendra en este hecho del pasado si no tuviera nada que decir de l. Su tarea consiste as, en una relectura, en hacer algn aporte crtico o en dar su interpretacin del suceso.

    Al respecto, Correa Daz quien hace un anlisis del cuento, expresa que la narracin, al ser enfocada en un personaje como Rodrguez Bermejo, busca mostrar la dimensin ms elemental del deseo del hombre cuando est expuesto a situaciones lmites como la locura en la que est sumergido el personaje durante esa noche que recrea el relato (2003: 67). As mismo seala la presencia de la agona y la ansiedad que predominan en el ambiente y que hacen

    13 El libro de Luis Correa Daz: Una Historia apcrifa de Amrica; El arte de la conjetura de Pedro Gmez Valderrama, es el primer estudio minucioso que se hace de un amplio conjunto de cuentos histricos de este escritor. En este estudio uno de los relatos que se analiza es Tierra! en el Captulo: Coln, des-cubrimiento y conquista (Siglo XV): Una entrada apcrifa (y amotinada) al Diario de Cristbal Coln. As mismo se trabajan los cuentos: En un lugar de las indias (Captulo: Cervantes, Colonia (siglos XVI-XVIII): El Quijote indiano y su sin par Dulcinea Caribea); Corpus Iuris Civiles (Captulo: Bello: (Post) independencia (siglo XIX); Un artculo potico-Ertico del Cdigo Civil de la Repblica de Chile); Las muertes apcrifas-Pinochet (Captulo: Pinochet, las dictaduras y la libertad (siglo XX): una tanatologa poltico-literaria) (Cfr. Correa, 2003).

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    que ese sentido orgsmico se pueda ver como una interpretacin de la hazaa del descubrimiento:

    Doble xtasis, puesto que en el cuento de Gmez Valderrama la ansie-dad aparece narrada en dos planos confluyentes: a) la obsesin colom-bina por encontrar tierra, y b) el auto /erotismo (factual y reminiscente) de Juan. Y ambos planos siguen el mismo proceso abismal de desarrollo que va desde el deseo en estado de ilusin (de fantasa, de ensoacin), hasta el deseo en estado agnico (prximo a la muerte, al fracaso). Por una parte, un proceso de distensin (de cada, de naufragio en la mar de la noche); y por otra, de tensin (de espera, de sobrevivencia). La respiracin es a la vez desesperada y anhelante, un comps que en los instantes previos del desahogo se revela como el clmax de una situacin insostenible ya por ms tiempo. (2003: 69-70)

    Es claro que para Correa Daz, el relato es una manera de mos-trar la ansiedad y culmen de una empresa tan riesgosa como la del viaje de Coln, que no slo fue difcil para el Almirante sino tam-bin para los marineros que vean apagarse las esperanzas a medida que avanzaban los das en alta mar. Es por eso que describe el deseo con un doble carcter, ese primer estado en el que la ensoacin y la fantasa impulsan el inicio del viaje y esa especie de agona a la que se acercan cuando se percibe un posible fracaso. As mismo para este crtico el erotismo del cuento, maximizado con el gesto de la pleni-tud orgsmica, es una metfora del sentido copulativo, violento y biolgico, que tuvo el encuentro entre Espaa y Amrica, del que surgirn con los aos temas como el exterminio de los indgenas, el mestizaje y el colonialismo (Correa, 2003: 82).

    El erotismo en este cuento es, sin lugar a dudas, no slo uno de los aspectos que ms aporta a la belleza esttica del mismo, sino tambin el elemento que sostiene la tensin narrativa. Este carcter ertico, desacraliza y carnavaliza la Historia, puesto que hace que se considere la humanidad del personaje y muestra los hechos de una manera menos monumental que como se inscribe en los discursos oficiales. Sin embargo, adems de las interpretaciones dadas por Co-rrea al respecto de esta obra de Gmez, se cree importante sealar una nueva posible lectura del cuento a partir del erotismo, que a di-ferencia de la del crtico chileno, no especula en lo que ser la con-quista, sino en lo que se basa en lo que sta significa para el autor:

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    el xtasis del personaje que se conjuga con el encuentro de la tierra anhelada y el deseo y la tensin en aumento son una metfora de la utopa que se conquista cuando se descubre el nuevo continente.

    Es importante recordar que en Tierra! aparece el erotismo puesto que, adems del miedo y la angustia a la que est sometido, a Rodrguez Bermejo la larga estada en alta mar lo tiene en una abstinencia que lo estremece, por lo que termina delirando, mien-tras desea y posee en su imaginacin a las mujeres que cree que no volver a ver. Recuerda el sabor a dtiles en las axilas de la Gata-Mora; recuerda las tetas gloriosas y la blandura del vientre de la Mari-Juana; con la que pas su ltima noche en Palos; recuerda a Giacomina la Napolitana, que se tenda en el suelo a hacerse amar, y recuerda a Sancha la Sevillana y sus pechos finos, a la que espera conquistar con las riquezas que consiga en Cipango. Como se puede leer en el siguiente extracto que es el desenlace del cuento:

    La mano de Rodrguez Bermejo tom un lento vaivn sobre sus ver-genzas. La respiracin se aceleraba. Ante sus ojos enfebrecidos, abier-tos en lo oscuro para perseguir las leves volutas de luz que dejaba salir la escotilla, danzaban desnudas la Mari-Juana, la Giacomina, Sancha la Sevillana. Pasaban los minutos. Los movimientos eran de una rapi-dez ms apremiante. Tal vez nunca ms ver una mujer, pero la Mari-Juana, la Mari-Juana de Cipango. El brazo poderoso se haca femenino, tomaba el ritmo del golpe de las olas. Se abra el vrtice tremendo. [] El espasmo templ rgidamente los msculos del cuerpo de Rodrguez Bermejo. Como de otro mundo, oy la voz gruesa y gritada de Rodrigo de Triana que se entraba por la escotilla. Tierra. Casi inconscien-te, en medio de su propio frenes, de la posesin de la Mari-Juana y de la Giacomina, Rodrguez Bermejo, enfermo en su litera, grit, aull llamando a todas sus mujeres Tierra! Tierra!... y sigui aullando sin moverse, con la mano puesta sobre su virilidad, mientras los marineros corran medio dormidos y se empujaban en la escalerilla para llegar al puente de la carabela. (Gmez, 1996: 25-26).

    Si se analiza en que se detiene realmente el cuento, se determina que es en el deseo. En este caso en la idea de encontrar un nuevo mundo lleno de personas, animales, plantas y sitios extraordinarios: un mundo utpico. Lo anterior, se muestra en el relato a partir de las elucubraciones enfebrecidas del marinero. Por ejemplo en el mo-mento en que piensa en los desaires de la Sevillana:

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    Cuando vuelva con la ropa de oro del Preste Juan, cuando traiga cien esclavas de Cipango, y la faltriquera llena de joyas y de monedas de oro, y una mujer-pjaro en una jaula, y un tigre que guarde por la no-che mi casa, llegar en una nave extraa, y hablar en cipangus, y t me adorars como si fuese la imagen de un santo, y me pedirs que te compre, y he de comprarte a garrotazos. (Gmez, 1996: 25).

    En este aparte es importante ver cmo el autor conjuga por un lado, el sentimiento del deseo y por otro el de las concepciones m-ticas que tiene Rodrguez Bermejo, sobre el sitio a descubrir. El amor por la Sevillana, en este caso, se une al deseo de poseer las riquezas de Cipango y de alcanzar a travs de ellas, la posesin de la mujer deseada. Los diferentes apartes en los que se muestra el delirio sexual en del personaje, sirven para enfatizar la fuerza del deseo y a la vez mostrar, a travs del padecimiento de este hombre por la ausencia de mujer, el tormento de no hallar tierra:

    Todos estaban en silencio. Dorman. Solo l, en ese instante padeca los meses sin mujer [] Tena ms necesidad de mujer que en todos aquellos das calientes, de cielo gris y pesado, de temor de seguir avan-zando. (Gmez, 1996: 25).

    La relacin de las mujeres de Bermejo, mientras se masturba y adems el grito de xtasis que se convierte en el grito tierra, tienen una obvia relacin con la mirada arquetpica mujer-tierra. Y esto se refiere tambin a la conquista, de un lado la supremaca del hombre al poseer a la mujer, del otro, el hallazgo de la tierra que ser domi-nada y la conquista de la utopa, de lo deseado-soado.14

    Conclusiones

    El tema de la utopa como el de la historia y el del erotismo, son temas recurrentes en la obra del Pedro Gmez Valderrama. Como de igual manera es recurrente la mezcla de los tres en los cuentos e incluso en la novela. De hecho, se puede decir, que hasta la forma

    14 Zoraida Cote dice que el que al final todas las mujeres se resuman en una, la Mari-Juana de Cipango, es la representacin de Amrica: Es la mujer tierra que divisan y posesionan violentamente [] hombres diferentes que son uno solo, mujeres distintas que pueden ser una sola, la tierra tan anhelada, quien es la que otorga el podero, la que es buscada afanosamente a travs de sueos utpicos y en mapas incom-pletos de la poca. (Cote, 2000: 58)

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    de la escritura de este autor es utpica, como lo plantea el crtico Pablo Montoya:

    El sueo es la mejor definicin de esta labor imaginaria. El sueo se perfila como la geografa perfecta en la que la escritura respira con am-plitud. El sueo es adems, la mejor forma en que la historia deja pal-pitar las contingencias del individuo. Por ello es posible hablar de una propuesta de escritura utpica en Gmez Valderrama. Una escritura en que la historia se despoja de su rigor cientificista y da espacio a la intimidad del hombre; en donde no desaparece el tiempo pero tampo-co las mnimas voces; en donde conviven los grandes acontecimientos con los deseos ms secretos. (2004: 100).

    De acuerdo con Montoya, el carcter de utpico en la escritura de Gmez, no est solamente dado en las convicciones ideolgicas que tiene el escritor sobre Amrica y su mirada valorativa del des-cubrimiento, de las que ya se han hablado. Hay un aspecto tambin trascendental, que es el del sueo. El aporte de Montoya, permite encontrar una nueva ratificacin de esta propuesta de lectura, pues Tierra!, est escrito tambin de esa manera utpica. En l toda la descripcin del personaje tirado en la litera y enfebrecido, se narra como una ensoacin. Una ensoacin en la cual caben los recuer-dos y fluyen los deseos y los miedos a medida que avanzan los hechos. Toda esta forma de contar, esta presentacin de la realidad, mediada desde el sueo y el sentir, construyen tambin la metfora de la utopa conquistada. Pues utopa es deseo, y el deseo es sentimiento, y aunque en el cuento se relate una historia oficial, esta no deja de estar enmarcada en las expectativas de los viajeros que se atrevieron a ir en la excursin suicida tras la bsqueda del nuevo mundo, que es la que permite que por fin se d el grito anhelado. Grito que para Gmez es un hecho notable para la historia de la humanidad:

    Desde la aparicin de Amrica, el hombre y el mundo no son los mis-mos, ni en la filosofa ni en las ciencias, ni en la religin, ni en la pol-tica. A partir del momento en que como una sombra en el mapa surge la silueta de otro continente, inicialmente un continente fantasma, despus el continente de la ampliacin del mundo, la actitud del hom-bre ante el mundo se ve transformada. Y la presencia del buen salvaje, la nueva utopa maravillosa, embelesa a los que miran el mar desde este lado, y llena de ilusin a quines lo miran desde el otro. (Gmez en Ruiz, 1995: 298).

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    Gmez Valderrama, reafirma estas palabras en Tierra, uno de los cuentos de su autora ms llamativos ya que en l confluyen sus principales intereses temticos, la destreza literaria y la calidad po-tica que le son caractersticas

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