Tiempo gracia esta terminado
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EL TIEMPO DE GRACIA ESTA TERMINANDO
Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. (Luc. 21: 31)
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Las Sagradas Escrituras revelan claramente que el carácter de Dios es amor,
(1ª Jn. 4: 8), sin embargo, ese amor se expresa en justicia y misericordia hacia
el ser humano, esto fue lo que realmente ocurrió en la cruz del calvario al
momento de hablar de la mayor manifestación y demostración del amor de
Dios por el hombre, (Jn. 15: 13; 3: 16) donde la justicia y la misericordia divina
se encontraron y besaron. (Sal. 85: 10)
Por otro lado, las Sagradas Escrituras nos revelan que Dios no tolera el pecado,
ama al pecador pero aborrece el pecado, es muy santo para mirar la maldad
de los habitantes de la tierra, de esta forma y a través del tiempo le ha
entregado oportunidades al ser humano para que éste enmiende sus caminos
delante de él, para que la transgresión y el camino del mal el hombre pueda
abandonar completamente.
En su carácter de gobernante supremo, Dios no puede seguir tolerando por
más tiempo este estado de cosas como las que en estos momentos persisten
sobre la tierra, donde la maldad de los hombres, mujeres y niños está
alcanzando niveles muy peligrosos, extraños e incomprensibles para la razón
humana y acercándose nefastamente al límite de lo permitido y tolerado por
Dios.
Se puede apreciar hoy, como la maldad se está escapando rápidamente del
control y la mano restrictiva del poder de la autoridad, este espectáculo
repugnante que ofrecen los moradores de la tierra a las entidades superiores
del universo no puede seguir por mucho más tiempo desarrollándose, Dios es
amor, es misericordioso y justo, pero no olvidemos que también es fuego
consumidor, (Heb. 12: 29) Dios de orden y de paz.
El gobierno de Dios se fundamente en justicia, verdad y misericordia y ese
gobierno no solo incluye a los moradores de la tierra, sino también a los
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habitantes del cielo y los innumerables mundos no caídos del vasto universo
creado, los cuales permanecen leales al gobierno de Dios y por tal razón esa
misma misericordia y justicia divina no permitirán por más tiempo que siga el
mal y todo este actual orden de cosas sobre la tierra.
Sin embargo, Dios no se levanta de su lugar y destruye al hombre de forma
inmediata sin mediar ninguna advertencia a éste, Dios destruye el pecado y la
maldad pero al estar el ser humano unido a esa iniquidad y de persistir el
hombre en el camino del mal, también tiene que ser destruido junto al pecado.
De esta forma y antes que Dios pueda intervenir, poniendo fin a la maldad del
hombre, él advierte de las peligrosas y fatales consecuencias de persistir en
ese camino, de esta forma, le concede al ser humano un tiempo de
misericordia, un tiempo de gracia que éste puede emplear para reflexionar,
cambiar y enmendar su vida retornando a Dios y a una vida conforme a los
principios divinos.
Pero realmente ¿Qué es un tiempo de gracia? ¿Cómo podemos definir un
tiempo de gracia y misericordia para el hombre? como ya lo hemos
mencionado, es un tiempo que Dios concede al hombre, un tiempo inmerecido,
por eso, se habla de gracia, el cual consiste en un período de tiempo
compuesto por algunos días, meses o incluso hasta años o siglos de tolerancia
y paciencia divina.
Cuando Dios concede un tiempo de gracia al ser humano, esto implica a su
vez, una verdad presente donde el llamado de Dios es a retornar a los caminos
de esa verdad transgredida, de allí, que los tiempos impuestos por Dios no han
sido los mismos a través de la historia del hombre, en cada tiempo han existido
condiciones diferentes y la verdad para cada tiempo o tramo de la historia no
ha sido la misma.
Aunque la verdad de Dios es una sola y objetiva, sin embargo, el hombre nunca
ha sido conocedor y portador de toda esa verdad, la verdad es progresiva
(Prov. 4: 18) y el hombre ha conocido solo parte de esa verdad, la verdad que
Dios ha permitido que conozca hasta ese momento y tiempo particular.
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Un tiempo de gracia también implica un determinado mensajero, el cual es
portador de esa verdad presente o mensaje divino llamando al hombre al
arrepentimiento y exhortándole a volver a Dios, de esta forma, cada tiempo ha
tenido una verdad llamada la verdad presente y al hombre indicado para ese
tramo del tiempo en particular.
Sin embargo, un tiempo de gracia definido incluye además, condiciones
sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas específicas y bien
definidas, las cuales en su conjunto conforman la sociedad que está siendo
amonestada por Dios y cuyos caminos esta debe de enmendar, la verdad
presente para una sociedad determinada puede ser impopular pero se
encuentra por sobre las ideas y principios de los hombres, mientras que el
mensajero es parte de esa sociedad contemporánea en que vive.
Cuando la sociedad en cuestión ha llegado a los límites permitidos por la
justicia y misericordia divina, Dios se manifiesta desde el alto cielo, Dios no
puede permitir que la maldad continúe desarrollándose por más tiempo entre
los hombres, cuando éstos han quitado completamente a Dios de sus vidas, los
límites de la transgresión y la crueldad llegan a niveles mortales y peligrosos y
al punto permitido, de esta forma Dios determina y le pone fin a la maldad del
hombre evitando que el mal pase los límites de las restricciones divinas fijando
un plazo señalado para la intervención y la justicia divina.
Ese plazo señalado, tiene todos los elementos de la justicia y la misericordia de
Dios, existe un tiempo definido, teniendo este tiempo un comienzo, una cierta
duración y un final, un mensajero que llama al arrepentimiento y expone la
verdad presente que ha sido transgredida para que todos aquellos que deseen
ser salvos encuentren misericordia y la prolongación de la existencia concedida
por la gracia infinita.
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Durante todo ese tiempo el hombre debe de reflexionar seriamente en sus
caminos, no descuidando el mensaje, llamado y las solemnes advertencias
hechas por Dios por medio de sus siervos que él envía, durante ese tiempo
debe de existir una reforma completa y radical de la vida y un retorno a Dios
sin condiciones, el abandono del pecado y de las prácticas que acarrean la ira
divina sobre la maldad debe de ser depuesta, el arrepentimiento, la confesión
del pecado y el abandono de este debe constituir el primer paso en el retorno a
Dios y del camino del bien.
Tiempo de gracia personal y global
Sin embargo, tenemos que distinguir en las Escrituras y profecías dos aspectos
importantes en cuanto al tiempo de gracia. La Biblia revela que efectivamente
existe un tiempo de gracia personal o individual y un tiempo de gracia
colectivo, universal y escatológico como humanidad en cuanto a su término y
la forma como Dios actúa entregando las condiciones que él establece en cada
uno de ellos para la salvación del ser humano.
Dios concede un tiempo de gracia individual o personal a todo ser humano sin
importar la raza, credo, nacionalidad, sexo o su condición social mientras éste
está vivo, mientras dura la vida del hombre sobre la tierra, sus hechos,
palabras y pensamientos determinarán su carácter y posterior sentencia
divina, vida eterna o muerte eterna. (Rom. 2: 7-8; Mat. 12: 33-37; Ecl. 12: 13-
14)
Cada persona puede nacer y llegar a su vejez y aquello será su tiempo de
gracia, todo el trayecto de su vida, sin embargo, la vida puede verse
interrumpida por un accidente, como le aconteció al rey Ocozías (2º de Rey. 1:
1-4) o alguna enfermedad como la que tuvo el rey Ezequías, a quien se le
prolongó su vida y con ello su tiempo de gracia, (Isa. 38: 1-22) pero en lo
general, el tiempo de gracia terminaría en ese punto o tiempo de vida vivido.
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La enfermedad y la muerte campean en el mundo, y cuán poco
sabemos acerca del momento cuando terminará nuestro tiempo de
gracia... Cuántas personas, si fueran llamadas en este momento a
rendir cuentas, lo harían con pesar, remordimiento y aflicción, porque
el tiempo de gracia que Dios les había dado lo emplearon
abundantemente en complacer al yo. Los intereses eternos del alma han
sido descuidados temerariamente para realizar cosas sin importancia. La
mente se mantiene ocupada, tal como Satanás se propone que esté, con
intereses egoístas, mientras el tiempo se desliza hacia la eternidad sin que se
realice ninguna preparación para el cielo. (A fin de conocerle. Jueves 11 de
noviembre calculad el costo.)
Pero también existe un tiempo de gracia escatológico y profético, donde la
humanidad en su conjunto se le concede un determinado tiempo de
misericordia que puede consistir en años o siglos antes que Dios intervenga de
manera definitiva en los asuntos de la tierra. Esto no implica que si es un
tiempo de gracia colectivo como humanidad, la salvación también lo sea,
aunque Cristo hizo provisión para todos en el momento de morir, sin embargo,
la aceptación y preparación es personal y no colectiva. Al final del tiempo, el
pueblo de Dios es llevado a las mansiones del cielo de forma colectiva, pero la
preparación para ese evento masivo es individual.
El tiempo de gracia que analizaremos en este estudio corresponde a este
último, el que nos es dado como humanidad y señalado de manera
escatológica a través de las profecías del tiempo del fin registradas
especialmente en los libros de Daniel y Apocalipsis.
La rebelión de de Lucifer y el primer tiempo de gracia
Sin embargo, contar con un tiempo de gracia no es únicamente propio de los
habitantes de la tierra, la primera vez que se tiene esta idea o concepto de un
tiempo de gracia se produce en el cielo mismo en el contexto de la rebelión de
Lucifer.
Desde el mismo comienzo de ésta rebelión, Dios ha tenido que tratar con el
mal por primera vez en la historia de la eternidad, nunca antes se había visto
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una situación y estado de cosas como las que se dieron, de descontento, dudas
y la división entre los habitantes del cielo.
Con las intenciones ocultas de atentar en contra del gobierno de Dios y con ello
amenazando la estabilidad de todo el universo, Lucifer llevó a delante una
rebelión que traería terribles consecuencias, insospechadas en el momento, no
solo para él y los ángeles que logró poner de su parte, sino que estas mismas
consecuencias se materializarían, tiempo después y de manera trágica sobre la
tierra y sus moradores.
Dios no intervino de manera inmediata poniendo fin a esta situación
enfrentando de lleno al ángel rebelde, se le concedió un determinado tiempo
de gracia a Lucifer y a sus ángeles para que éste lograra exponer claramente
sus verdaderas intenciones ante todo el universo y lograr arrepentirse y
desistir de sus intenciones evitando el trágico fin que le esperaría no solo a él
sino también a todos aquellos que se unieran a su rebelión.
Dios permitió que Satanás siguiese con su obra hasta que el espíritu de
desafecto se trocó en una activa rebelión. Era necesario que sus planes se
desarrollasen en toda su plenitud, para que su verdadera naturaleza y
tendencia fuesen vistas por todos. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 21)
Dios podía emplear sólo aquellos medios que fuesen compatibles con la verdad
y la justicia. Satanás podía valerse de medios que Dios no podía usar: la lisonja
y el engaño.
Había procurado falsear la palabra de Dios, y había tergiversado el plan de
gobierno divino, alegando que el Creador no obraba con justicia al imponer
leyes a los ángeles; que al exigir sumisión y obediencia de sus criaturas,
buscaba solamente su propia exaltación. Por lo tanto, era necesario demostrar
ante los habitantes del cielo y de todos los mundos que el gobierno de Dios es
justo y su ley perfecta. Satanás había fingido que procuraba fomentar el bien
del universo. El verdadero carácter del usurpador, y su verdadero objetivo,
debían ser comprendidos por todos. Debía dársele tiempo suficiente para que
se revelase por medio de sus propias obras inicuas.
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La discordia que su propio proceder había causado en el cielo, Satanás la
atribuía al gobierno de Dios. Todo lo malo, decía, era resultado de la
administración divina. Alegaba que su propósito era mejorar los estatutos de
Jehová. Por consiguiente, Dios le permitió demostrar la naturaleza de sus
pretensiones para que se viese el resultado de los cambios que él proponía
hacer en la ley divina. Su propia labor había de condenarle. Satanás había
dicho desde el principio que no estaba en rebeldía. El universo entero había de
ver al engañador desenmascarado. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 22)
La inspiración nos revela que Dios soportó por mucho tiempo a Lucifer en el
cielo ¿Cuánto tiempo? no se ha revela el tiempo exacto, en términos de la
eternidad ni en los nuestros, que persistió todo este estado de cosas, sin
embargo, ese tiempo, fue el tiempo de gracia concedido a este ángel para su
arrepentimiento.
Con gran misericordia, según su divino carácter, Dios soportó por
mucho tiempo a Lucifer. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18)
Durante los días de esa eternidad, se hicieron todos los esfuerzos posibles para
convencerlo de su error, consejos, concilios, los ángeles leales trataban con él
pero en vano, se le hizo ver lo que acontecería en el porvenir y los peligros de
esta rebelión, Lucifer no podía ver el fin y ni siquiera él mismo estaba
completamente convencido de sus planes y donde terminaría.
El espíritu de descontento y desafecto no se había conocido antes en el cielo.
Era un elemento nuevo, extraño, misterioso e inexplicable. Lucifer mismo, al
principio, no entendía la verdadera naturaleza de sus sentimientos; durante
algún tiempo había temido dar expresión a los pensamientos y a las
imaginaciones de su mente; sin embargo no los desechó. No veía el alcance
de su extravío. Para convencerlo de su error, se hizo cuanto esfuerzo podían
sugerir la sabiduría y el amor infinitos. Se le probó que su desafecto no tenía
razón de ser, y se le hizo saber cuál sería el resultado si persistía en su
rebeldía. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18)
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Reunidos en concilio celestial, los ángeles rogaron a Lucifer que desistiese de
su intento. El Hijo de Dios presentó ante él la grandeza, la bondad y la justicia
del Creador, y también la naturaleza sagrada e inmutable de su ley. Dios
mismo había establecido el orden del cielo, y, al separarse de él, Lucifer
deshonraría a su Creador y acarrearía la ruina sobre sí mismo. Pero la
amonestación, hecha con misericordia y amor infinitos, solamente despertó un
espíritu de resistencia. Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo
prevaleciese, y se afirmó más en su rebelión. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág.
14)
El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, a
fin de que en su presencia él pudiese manifestar cuál era el verdadero lugar
que ocupaba su Hijo y manifestar cuál era la relación que él tenía para con
todos los seres creados. El Hijo de Dios compartió el trono del Padre, y la gloria
del Ser eterno, que existía por sí mismo, cubrió a ambos.
Alrededor del trono se congregaron los santos ángeles, una vasta e
innumerable muchedumbre, "millones de millones," y los ángeles más
elevados, como ministros y súbditos, se regocijaron en la luz que de la
presencia de la Deidad caía sobre ellos. Ante los habitantes del cielo reunidos,
el Rey declaró que ninguno, excepto Cristo, el Hijo unigénito de Dios, podía
penetrar en la plenitud de sus designios y que a éste le estaba encomendada
la ejecución de los grandes propósitos de su voluntad.
El Hijo de Dios había ejecutado la voluntad del Padre en la creación de todas
las huestes del cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas tributar homenaje y
lealtad. Cristo había de ejercer aún el poder divino en la creación de la tierra y
sus habitantes. Pero en todo esto no buscaría poder o ensalzamiento para sí
mismo, en contra del plan de Dios, sino que exaltaría la gloria del Padre, y
ejecutaría sus fines de beneficencia y amor.
Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo, y postrándose
ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se postró con ellos, pero en
su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la
lealtad luchaban contra los celos y la envidia. La influencia de los santos
ángeles pareció por algún tiempo arrastrarlo con ellos. Mientras en melodiosos
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acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de alegres
voces, el espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser
entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor
hacia el Padre y el Hijo. Pero luego se llenó del orgullo de su propia gloria.
Volvió a su deseo de supremacía, y nuevamente dio cabida a su envidia hacia
Cristo.
El compartía los designios del Padre, mientras que Lucifer no participaba en los
concilios de Dios. ¿"Por qué -se preguntaba el poderoso ángel- debe Cristo
tener la supremacía? ¿Por qué se le honra más que a mí?" (PP. Cap. 1 El origen
del mal. Pág. 14, 15, 16)
Si Lucifer hubiera desistido de sus propósitos, Dios lo abría restituido en su
puesto de primer ángel en el cielo, hubiera sido perdonado y restaurado como
al principio.
Lucifer quedó convencido de que se hallaba en el error. Vio que "justo es
Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras" (Sal. 145:
17), que los estatutos divinos son justos, y que debía reconocerlos como tales
ante todo el cielo. De haberlo hecho, podría haberse salvado a sí mismo y a
muchos ángeles.
Aún no había desechado completamente la lealtad a Dios. Aunque había
abandonado su puesto de querubín cubridor, si hubiese querido volver a Dios,
reconociendo la sabiduría del Creador y conformándose con ocupar el lugar
que se le asignó en el gran plan de Dios, habría sido restablecido en su puesto.
(PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 18, 19)
Sin embargo, durante todo este tiempo de gracia que se le concedió y donde
Dios permitió que estas cosas persistieran por algún tiempo, Lucifer estuvo
dispuesto a apartarse de su mal camino, lamentablemente el orgullo se lo
impidió, pero como todo tiempo de gracia que Dios concede en su misericordia
no es eterno sino que este llega a su fin, el tiempo de gracia concedido a este
ángel había llegado lamentablemente a su término, así, llegó el momento de
tomar una decisión final y radical que afectaría los destinos eternos de estos
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ángeles rebeldes y de su caudillo, su tiempo de gracia había llegado
inevitablemente a su epílogo.
Había llegado el momento de hacer una decisión final; él debía
someterse completamente a la divina soberanía o colocarse en abierta
rebelión. Casi decidió volver sobre sus pasos, pero el orgullo no se lo
permitió. Era un sacrificio demasiado grande para quien había sido honrado
tan altamente el tener que confesar que había errado, que sus ideas y
propósitos eran falsos, y someterse a la autoridad que había estado
presentando como injusta. … Defendió persistentemente su conducta, y se
dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador.
Así fue como Lucifer, el "porta luz," el que compartía la gloria de Dios, el
ministro de su trono, mediante la transgresión, se convirtió en Satanás el
"adversario" de Dios y de los seres santos, y el destructor de aquellos que el
Señor había encomendado a su dirección y cuidado.
Rechazando con desdén los argumentos y las súplicas de los ángeles leales, los
tildó de esclavos engañados. Declaró que la preferencia otorgada a Cristo era
un acto de injusticia tanto hacia él como hacia toda la hueste celestial, y
anunció que desde ese entonces no se sometería a esa violación de los
derechos de sus asociados y de los suyos propios. Nunca más reconocería la
supremacía de Cristo.
Había decidido reclamar el honor que se le debió haber otorgado, y asumir la
dirección de cuantos quisieran seguirle; y prometió a quienes entrasen en sus
filas un gobierno nuevo y mejor, bajo cuya tutela todos gozarían de libertad.
Gran número de ángeles manifestó su decisión de aceptarle como su caudillo.
Engreído por el favor que recibieran sus designios, alentó la esperanza de
atraer a su lado a todos los ángeles para hacerse igual a Dios mismo, y ser
obedecido por toda la hueste celestial. (PP. Cap. 1 El origen del mal. Pág. 19,
20)
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De esta forma, Lucifer es enfrentado de manera definitiva a tomar una
decisión, someterse al gobierno de Dios o rebelarse abiertamente. Aquél
tiempo de gracia concedido misericordiosamente había transcurrido para él y
sería apreciado tan solo una vez que este hubiese terminado, pero para
entonces, ya sería demasiado tarde para él y la hueste de ángeles que le
seguía.
Satanás tembló al contemplar su obra. Meditaba a solas en el pasado, el
presente y sus planes para el futuro. Su poderosa contextura temblaba como
si fuera sacudida por una tempestad. Entonces pasó un ángel del cielo.
Lo llamó y le suplicó que le consiguiera una entrevista con Cristo. Le
fue concedida.
Entonces le dijo al Hijo de Dios que se había arrepentido de su
rebelión y deseaba obtener nuevamente el favor de Dios. Deseaba
ocupar el lugar que Dios le había asignado previamente, y permanecer
bajo su sabia dirección.
Cristo lloró ante la desgracia de Satanás, pero le dijo, comunicándole
la decisión de Dios, que nunca más sería recibido en el cielo, pues
éste no podía ser expuesto al peligro. Todo el cielo se malograría si
se lo recibía otra vez, porque el pecado y la rebelión se habían
originado en él.
Las semillas de la rebelión todavía estaban dentro de él. No había tenido, en el
curso de su rebelión, motivo alguno para actuar de esa manera, y había
acarreado ruina sin esperanzas, no sólo para sí mismo, sino para las huestes de
ángeles que habrían sido felices en el cielo si él se hubiera mantenido fiel. La
ley de Dios podía condenar, pero no perdonar. (HR. Cap. 3 Las consecuencias
de la rebelión. Pág. 26, 27)
De esta forma, la Biblia nos revela el comienzo de este gran conflicto que se
originó en el cielo, nos enseña y advierte, entre otras cosas, que todo tiempo
de gracia que Dios concede a sus criaturas comienza y llega penosamente a su
fin, todo tiempo de gracia de alguna u otra forma concluye, y que de no hacer
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caso de las advertencias divinas, puede llegar a tener consecuencias trágicas y
eternas para las criaturas, como las acontecidas en este caso, ese tiempo
concedido puede durar muchos años o quizás siglos, pero como sea, se nos
revela y advierte que por más tiempo que este pueda durar, llega
inevitablemente a su término, y con ello el reloj de la misericordia y paciencia
divina marca la medianoche para la existencia cuyas consecuencias pueden
ser trágicas y eternas.
El tiempo de gracia revelado y concedido a Adán y Eva
El desarrollo de este gran conflicto originado en el cielo y su traslado a la tierra
con la posterior y trágica caída de Adán y Eva, (Gén. 3: 1-24) la entrada del
pecado y la muerte y su expulsión del Edén, han llevado a Dios a conceder
también un tiempo de gracia a la humanidad, (Gén. 3: 15) un tiempo de gracia
destinado a que el hombre pueda retornar a Dios, aceptando su plan de
salvación para su elevación y restauración del pecado hasta la erradicación
completa del mal sobre la tierra con la destrucción final del pecado y del autor
del mal, (Mal. 4: 1) así como de todos sus seguidores en un tiempo
escatológico que Dios ha determinado que esto acontezca.
La primera indicación que el hombre tuvo acerca de su redención la oyó en la
sentencia pronunciada contra Satanás; en el huerto. El Señor declaró: "Y
enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar." (Gén. 3: 15.) Esta
sentencia, pronunciada en presencia de nuestros primeros padres, fue una
promesa para ellos. Mientras predecía la lucha entre el hombre y Satanás,
declaraba que el poder del gran adversario sería finalmente destruido.
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Adán y Eva estaban como criminales ante el justo Juez, y aguardaban la
sentencia que merecía su transgresión; pero antes de oír hablar de la vida de
trabajo y angustia que sería su destino, o del decreto que determinaba que
volverían al polvo, escucharon palabras que no podían menos que infundirles
esperanza. Aunque habrían de padecer por efecto del poder de su gran
enemigo, podrían esperar una victoria final.
Cuando Satanás supo que existiría enemistad entre él y la mujer, y entre su
simiente y la simiente de ella, se dió cuenta de que su obra de depravación de
la naturaleza humana sería interrumpida; que de alguna manera el hombre
sería capacitado para resistir su poder.
Sin embargo, cuando el plan de redención se dió a conocer, Satanás se
regocijó con sus ángeles al pensar que por haber causado la caída del hombre,
podía ahora hacer descender al Hijo de Dios de su elevada posición. Satanás
declaró que hasta la fecha sus planes habían tenido éxito en la tierra, y que
cuando Cristo tomase la naturaleza humana, él también podría ser vencido, y
así se evitaría la redención de la raza caída.
Los ángeles celestiales explicaron más completamente a nuestros
primeros padres el plan que había sido concebido para si su
redención. Se les aseguró a Adán y a su compañera que a pesar de su
gran pecado, no se les abandonaría a merced de Satanás. El Hijo de
Dios había ofrecido expiar, con su propia vida, la transgresión de
ellos. Se les otorgaría un tiempo de gracia y, mediante el
arrepentimiento y la fe en Cristo, podrían llegar a ser de nuevo hijos
de Dios. (PP. Cap. 4 El plan de la Redención. Pág. 51, 52)
El tiempo de gracia en la era antediluviana
Sin embargo, y hasta que ese día no llegue de manera definitiva, cuando Dios
intervenga de forma global, destruyendo al pecado para siempre, ha tenido
que conceder tiempos de gracia parciales en ciertos períodos de la historia de
la humanidad, como lo fue en la era antediluviana. Aquella raza poderosa de
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seres humanos dedicó su poder, fuerza e inteligencia al invento y desarrollo del
mal en todas sus formas conocidas, que llegó finalmente a un índice peligroso
de maldad sobre la tierra y que alcanzó los límites espirituales, éticos y
morales permitidos por Dios. (Gén. 6: 1-8, 11-13)
Esta raza poderosa superando aquellos límites permitidos de maldad y
transgresión en abierta rebelión contra Dios, se les concedió un tiempo de
gracia prudente antes de ser destruidos para siempre de sobre la tierra,
durante ese tiempo deberían de cambiar sus vidas aceptando el plan de Dios.
De esta forma, vemos como ya en ese tiempo, Dios escoge a un mensajero y
envía finalmente un último mensaje de advertencia, un mensaje impopular
para la época, que la tierra sería destruida por un diluvio de agua y que todo lo
que tenga aliento de vida sería destruido. (Gén. 6: 12-13)
Aquél tiempo de gracia para aquella primera y temprana etapa de la
humanidad, Dios permitió que se conociera, tanto su comienzo como su final,
120 años (Gén. 6: 3) Dios le dijo a Noé que sería el tiempo de gracia destinado
finalmente a esa era. Desde que comenzara a correr el tiempo con Adán en
adelante, hasta que el diluvio llegara en los días de Noé, aproximadamente
transcurrirían 1656 años de vida antediluviana, de los cuales los últimos 120
serían destinados a un tiempo de gracia definitivo.
La Biblia nos revela que el diluvio se produce en el mes segundo a los
diecisiete días de ese mes, teniendo Noé 600 años de vida. (Gén. 7: 6, 10-12)
Si tomamos los años de vida de Noé como línea de tiempo cronológica para
esa era, podemos calcular el año o los años de vida que tenía el Patriarca
cuando éste es llamado por Dios a su ministerio para dar el mensaje para
aquella época, si el diluvio se produce cuando Noé tenía 600 años de edad, eso
significa que en esa fecha terminan los 120 años de gracia y misericordia para
aquel tiempo. Si a los 600 años le restamos los 120 de gracia, nos lleva al año
480 de la vida de Noé, que sería el año en esta línea de tiempo, o bien, los
años que tenía el Patriarca cuando Dios lo llamó (Gén. 6: 1-10) y que a su vez,
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sería el tiempo cuando comenzarían a correr los 120 años de gracia y
misericordia para el mundo antediluviano.
Ciento veinte años antes del diluvio, el Señor, mediante un santo
ángel, comunicó a Noé su propósito, y le ordenó que construyese un
arca. Mientras la construía, había de predicar que Dios iba a traer sobre la
tierra un diluvio para destruir a los impíos, Los que creyesen en el mensaje, y
se preparasen para ese acontecimiento mediante el arrepentimiento y la
reforma, obtendrían perdón y serían salvos. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 81)
Señales y eventos previos a la catástrofe
Antes que se cumpliera aquél tiempo de gracia de 120 años de misericordia,
hubieron eventos y señales que anunciarían que ese fin se acercaba. La
misma descendencia de Adán se convertiría en señal para esa catástrofe,
Matusalén sería uno de los últimos Patriarcas antediluvianos que viviera sobre
la tierra de entonces y para cuando éste muriera, sería señal que el diluvio
estaba cerca, viviendo un total de 969 años, (Gén.5: 21, 25-27) Matusalén
muere en el mismo año del diluvio o cuando Noé tenía 600 años, la
desaparición de este hombre de Dios daba testimonio que los 120 años de
gracia llegaban de esta manera a su fin.
En medio de la corrupción reinante, Matusalén, Noé y muchos más, trabajaron
para conservar el conocimiento del verdadero Dios y para detener la ola del
mal. … Enoc había repetido a sus hijos lo que Dios le había manifestado
tocante al diluvio, y Matusalén y sus hijos, que alcanzaron a oír las prédicas de
Noé, le ayudaron en la construcción del arca. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 81)
Pero también encontramos que muchos rechazaron el mensaje de la época,
120 años despreciados y a quienes predicaban hicieron mofa, escarnio y se
burlaron de manera grotesca. (2ª Ped. 3: 1-7)
Al principio, pareció que muchos recibirían la advertencia; sin embargo, no se
volvieron a Dios con verdadero arrepentimiento. No quisieron renunciar a sus
pecados. Durante el tiempo que precedió al diluvio, su fe fue probada, pero
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ellos no resistieron esa prueba. Vencidos por la incredulidad reinante, se
unieron a sus antiguos camaradas para rechazar el solemne mensaje.
Algunos estaban profundamente convencidos, y hubieran atendido la
amonestación; pero eran tantos los que se mofaban y los ridiculizaban, que
terminaron por participar del mismo espíritu, resistieron a las invitaciones de la
misericordia, y pronto se hallaron entre los más atrevidos e insolentes
burladores; pues nadie es tan desenfrenado ni se hunde tanto en el pecado
como los que una vez conocieron la luz, pero resistieron al Espíritu que
convence de pecado.
No todos los hombres de aquella generación eran idólatras en el sentido
estricto de la palabra. Muchos profesaban ser adoradores de Dios. Alegaban
que sus ídolos eran imágenes de la Deidad, y que por su medio el pueblo podía
formarse una concepción más clara del Ser divino. Esta clase sobresalía en el
menosprecio del mensaje de Noé.
Al tratar de representar a Dios mediante objetos materiales, cegaron sus
mentes en lo que respectaba a la majestad y al poder del Creador; dejaron de
comprender la santidad de su carácter, y la naturaleza sagrada e inmutable de
sus requerimientos.
A medida que el pecado se generalizaba, les parecía cada vez menos
grave, y terminaron por declarar que la ley divina ya no estaba en vigor; que
era contrario al carácter de Dios castigar la transgresión; y negaron que sus
juicios se harían sentir en la tierra. Si los hombres de aquella generación
hubieran obedecido la ley divina, habrían reconocido la voz de Dios en la
amonestación de su siervo; pero al rechazar la luz sus mentes se habían vuelto
tan ciegas, que creyeron de veras que el mensaje de Noé era un engaño.
No fueron las multitudes o las mayorías las que se colocaron de parte de lo
justo. El mundo se puso contra la justicia y las leyes de Dios, y Noé fue
considerado fanático. Satanás, al tentar a Eva para que desobedeciese a Dios,
le dijo: "No moriréis." (Gén. 3:4.) Grandes hombres del mundo, honrados y
sabios, repitieron lo mismo. "Las amenazas de Dios -dijeron- tienen por fin
intimidarnos y nunca se realizarán. No debéis alarmaros.
17
Nunca se producirá la destrucción de la tierra por el Dios que la hizo ni el
castigo de los seres que él creó. Podéis estar tranquilos; no temáis. Noé es un
descabellado fanático." El mundo se reía de la locura del iluso anciano. En vez
de humillar sus corazones ante Dios, persistieron en su desobediencia e
impiedad, como si Dios no les hubiera hablado por su siervo.
Pero Noé se mantuvo como una roca en medio de la tempestad. Rodeado por
el desdén y el ridículo popular, se distinguió por su santa integridad y por su
inconmovible fidelidad. Sus palabras iban acompañadas de poder, pues eran la
voz de Dios que hablaba a los hombres por medio de su siervo. Su relación con
Dios le comunicaba la fuerza del poder infinito, mientras que, durante ciento
veinte años, su voz solemne anunció a oídos de aquella generación
acontecimientos que, en cuanto podía juzgar la sabiduría humana, estaban
fuera de toda posibilidad.
El mundo antediluviano razonaba que las leyes de la naturaleza habían sido
estables durante muchos siglos. Las estaciones se habían sucedido unas a
otras en orden. Hasta entonces nunca había llovido; la tierra había sido regada
por una niebla o el rocío.
Los ríos nunca habían salido de sus cauces, sino que habían llevado sus aguas
libremente hacia el mar. Leyes fijas habían mantenido las aguas dentro de sus
límites naturales. Pero estos razonadores no reconocían la mano del que había
detenido las aguas diciendo: "Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante." (Job
38:11)
A medida que transcurría el tiempo sin ningún cambio visible en la naturaleza,
los hombres cuyo corazón a veces había temblado de temor comenzaron a
tranquilizarse. Razonaron, como muchos lo hacen hoy, que la naturaleza está
por encima del Dios de la naturaleza, y que sus leyes están tan firmemente
establecidas que el mismo Dios no podría cambiarlas. Alegando que si el
mensaje de Noé fuese correcto, la naturaleza tendría que cambiar su curso,
hicieron que ese mensaje apareciera ante el mundo como un error, como un
gran engaño. Demostraron su desdén por la amonestación de Dios haciendo
18
exactamente las mismas cosas que habían hecho antes de recibir la
advertencia.
Continuaron sus fiestas y glotonerías; siguieron comiendo y bebiendo,
plantando y edificando, haciendo planes con referencia a beneficios que
esperaban obtener en el futuro; y se hundieron más profundamente en la
impiedad y el obstinado menosprecio de los requerimientos de Dios, para
mostrar que no temían al Ser infinito. Afirmaban que si fuese cierto lo que Noé
había dicho, los hombres de fama, los sabios, los prudentes y los grandes lo
habrían comprendido. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 82, 83, 84,)
Mientras que su tiempo de gracia estaba concluyendo, los
antediluvianos se entregaban a una vida agitada de diversiones y festividades.
Los que poseían influencia y poder se empeñaban en distraer la atención del
pueblo con alegrías y placeres para que ninguno se dejara impresionar por la
última solemne advertencia. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 93)
De esta forma, las burlas, las mofas, el desprecio del mensaje divino, los
hombres de Dios que estuvieron hasta el último momento de este mensaje, la
misma vida antediluviana, las obras, los razonamientos de la época frente al
anuncio inminente de un gran diluvio, la vida social, espiritual y moral,
revelaban que aquél tiempo de gracia y misericordia divina se acercaban a su
fin.
El fin del tiempo de gracia antediluviano
Las Escrituras nos revelan que finalmente ese tiempo de gracia y misericordia
se cumplió llegando lamentablemente a su epilogo tal como fue anunciado y
que efectivamente vino el diluvio sobre la tierra destruyéndolo todo, geografía,
vegetación, clima, hombres y animales, salvo aquellos que creyeron el mensaje
y entraron al arca, (Gén. 6: 8,9, 14-22; 7: 1-24) la hora final había llegado para
19
aquella poderosa raza de seres humanos, aquella hora de la cual se burlaron y
despreciaron llegó finalmente a su medianoche eterna.
Solamente ocho almas de la enorme población antediluviana creyeron
y obedecieron la palabra que Dios les habló por labios de Noé.
Durante ciento veinte años el predicador de la justicia amonestó al mundo
acerca de la destrucción que se aproximaba; pero su mensaje fue desechado y
despreciado. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 92)
Su tiempo de gracia estaba a punto de concluir. Noé había seguido
fielmente las instrucciones que había recibido de Dios. El arca se terminó en
todos sus aspectos como Dios lo había mandado, y fue provista de alimentos
para los hombres y las bestias. Y entonces el siervo de Dios dirigió su
última y solemne súplica a la gente. Con anhelo indecible, les rogó
que buscasen refugio mientras era posible encontrarlo. Nuevamente
rechazaron sus palabras, y alzaron sus voces en son de burla y de mofa. (PP.
Cap. 7 El diluvio. Pág. 85)
La semana de prueba ¿una demora?
Cuando se cumplió el plazo fijado por Dios, Noé, junto a toda su familia y los
animales entraron en el arca, sin embargo, el diluvio no se precipitó de manera
inmediata en el momento en que Dios les cerró la puerta, (Gén. 7: 16) sino más
bien, este se produce siete días más tarde. Según la cronología bíblica, cuando
Noé entró en el arca éste tenía 600 años de edad, en el mes segundo a los 17
días de ese mes vino el diluvio, (v. 6, 11) lo que implica que el Patriarca entró
con su familia y los animales el día 10 de ese mismo mes.
Ese día, Dios le dice a Noé que abría una aparente demora, (v. 1-4) es decir,
que después que él entre en el arca, pasarían aún siete días más antes que el
diluvio venga sobre la tierra, los cuales sumados al día 10, cuando recién Noé
entró en el arca, nos lleva al día 17 de ese mismo mes, que fue el día en que se
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precipitan las aguas y se hace efectivo el juicio sobre los hombres y mujeres de
aquella época, es decir, después de una semana. (v. 10-16)
Si esto fue una demora o tardanza en los planes de Dios, no alteró en nada el
plazo fijado de los 120 años, estos se cumplieron o terminaban de forma
exacta el día 17 del segundo mes del año 600 de la vida de Noé, esta semana
adicional formaba parte del plan de Dios y no una tardanza real sino más bien
era una tardanza aparente, era parte del tiempo de los 120 años. Si hubiera
sido una tardanza real, esta se hubiera extendido más allá de los 120 años
establecidos por Dios como tiempo de gracia y misericordia para esa raza.
Durante siete días después que Noé y su familia hubieron entrado en el arca,
no aparecieron señales de la inminente tempestad. Durante ese tiempo se
probó su fe. Fue un momento de triunfo para el mundo exterior. La aparente
tardanza confirmaba la creencia de que el mensaje de Noé era un error y que
el diluvio no ocurriría. A pesar de las solemnes escenas que habían
presenciado, al ver cómo las bestias y las aves entraban en el arca, y el ángel
de Dios cerraba la puerta, continuaron las burlas y orgías, y hasta se mofaron
los hombres de las manifiestas señales del poder de Dios. Se reunieron en
multitudes alrededor del arca para ridiculizar a sus ocupantes con una audacia
violenta que no se habían atrevido a manifestar antes. (PP. Cap. 7 El diluvio.
Pág. 86, 87)
Ese tiempo de gracia se cumplió, no solo en el evento sino también en el
tiempo que Dios había establecido para el mundo de entonces, desde que Dios
llamó a Noé a los 480 años de la vida de éste, comenzaron a correr los 120
años que nos llevan a esta instancia con esta semana incluida. Terminada
aquella semana, al octavo día se desata la gran catástrofe que pondría fin al
mundo de entonces (Gén. 7: 6-24) aquél tiempo de gracia no se extendió más
allá de la fecha establecida por Dios.
Pero al octavo día obscuros nubarrones cubrieron los cielos. Y
comenzó el estallido de los truenos y el centellear de los relámpagos. Pronto
grandes gotas de agua comenzaron a caer. Nunca había presenciado el
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mundo cosa semejante y el temor se apoderó del corazón de los
hombres.
Todos se preguntaban secretamente: "¿Será posible que Noé tuviera razón y
que el mundo se halle condenado a la destrucción?" El cielo se obscurecía cada
vez más y la lluvia caía más aprisa. Las bestias rondaban presas de terror, y
sus discordantes aullidos parecían lamentar su propio destino y la suerte del
hombre. Entonces "fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las
cataratas de los cielos fueron abiertas." (Vers. 11.) El agua se veía caer de las
nubes cual enormes cataratas. Los ríos se salieron de madre e inundaron los
valles. Torrentes de aguas brotaban de la tierra con fuerza
indescriptible, arrojando al aire, a centenares de pies, macizas rocas,
que al caer se sepultaban profundamente en el suelo.
La gente presenció primeramente la destrucción de las obras de sus manos.
Sus espléndidos edificios, sus bellos jardines y alamedas donde habían
colocado sus ídolos, fueron destruidos por los rayos, y sus escombros fueron
diseminados. Los altares donde habían ofrecido sacrificios humanos fueron
destruidos, y los adoradores temblaron ante el poder del Dios viviente, y
comprendieron que había sido su corrupción e idolatría lo que había provocado
su destrucción.
A medida que la violencia de la tempestad aumentaba, árboles, edificios, rocas
y tierra eran lanzados en todas direcciones. El terror de los hombres y los
animales era indescriptible. Por encima del rugido de la tempestad podían
escucharse los lamentos de un pueblo que había despreciado la autoridad de
Dios. El mismo Satanás, obligado a permanecer en medio de los
revueltos elementos, temió por su propia existencia. Se había
deleitado en dominar tan poderosa raza, y deseaba que los hombres
viviesen para que siguieran practicando sus abominaciones y
rebelándose contra el Rey del cielo.
Ahora lanzaba maldiciones contra Dios, culpándolo de injusticia y de crueldad.
Muchos, como Satanás, blasfemaban contra Dios, y si hubiesen podido, le
habrían arrojado del trono de su poder. Otros, locos de terror, extendían
las manos hacia el arca, implorando que les permitieran entrar.
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Pero sus súplicas fueron vanas. Su conciencia despertó, por fin, y se
convencieron de que hay en los cielos un Dios que lo gobierna todo. Le
invocaron con fervor, pero los oídos del Creador no escuchaban sus súplicas.
En aquella terrible hora vieron que la transgresión de la ley de Dios
había ocasionado su ruina. Pero, si bien por temor al castigo reconocían su
pecado, no sentían verdadero arrepentimiento ni verdadera repugnancia hacia
el mal. Habrían vuelto a su desafío contra el cielo, si se les hubiese librado del
castigo. Así también cuando los juicios de Dios caigan sobre la tierra antes del
diluvio de fuego, los impíos sabrán exactamente en qué consiste su pecado: en
haber menospreciado su santa ley. Sin embargo, su arrepentimiento no será
más genuino que el de los pecadores del mundo antiguo.
Algunos, en su desesperación, trataron de romper el arca para entrar en ella;
pero su firme estructura soportó todos estos intentos. Otros se asieron del
arca hasta que fueron arrancados de ella por las embravecidas aguas
o por los choques con las rocas y los árboles. Todas las fibras de la
maciza arca temblaban cuando era golpeada por los vientos inmisericordes, y
una ola la arrojaba a la otra. Los rugidos de los animales que estaban dentro
del arca expresaban su miedo y dolor. Pero en medio de los revueltos
elementos el arca continuaba flotando con toda seguridad. Ángeles muy
poderosos habían sido enviados para protegerla.
Los animales expuestos a la tempestad corrían hacia los hombres, como si
esperasen ayuda de ellos. Algunas personas se ataron, juntamente con sus
hijos, en los lomos de poderosos animales, sabiendo que éstos eran tenaces
para conservar la vida, y que subirían a los picos más altos para escapar de las
crecientes aguas. Otros se ataron a altos árboles en la cumbre de las colinas o
las montañas; pero los árboles fueron desarraigados, y juntamente con su
cargamento de seres vivientes fueron lanzados a las bullentes olas.
Sitio tras sitio que prometía seguridad era abandonado. A medida que las
aguas subían más y más, la gente huía a las más elevadas montañas en busca
23
de refugio. En muchos lugares podía verse a hombres y animales que
luchaban por asentar pie en un mismo sitio hasta que al fin unos y otros eran
barridos por la furia de los elementos.
Desde las cimas más altas, los hombres contemplaban un enorme
océano sin playas. Las solemnes amonestaciones del siervo de Dios
ya no eran objeto de ridículo y mofa. ¡Cuánto habrían deseado estos
pecadores condenados a morir que se les volviera a deparar la
oportunidad que habían menospreciado! ¡Cómo imploraban que se les
diera una hora más de gracia, otra manifestación de misericordia, otra
invitación de labios de Noé! Pero ya no habían de oír la dulce voz de
misericordia. El amor, no menos que la justicia, exigía que los juicios
de Dios pusiesen término al pecado. Las aguas vengadoras barrieron el
último refugio, y los que habían despreciado a Dios perecieron finalmente en
las obscuras profundidades. (PP. Cap. 7 El diluvio. Pág. 87, 88, 89)
Hoy permanecen solamente las evidencias imborrables, petrificadas y
estampadas como en un gran libro de texto al natural al cual el tiempo no ha
podido modificar de aquel gran cataclismo universal que modificó radicalmente
la superficie, clima, geología y estructura de la tierra para siempre. Los restos
fósiles de plantas, arboles, insectos y animales, se aprecian aún sobre la tierra
permaneciendo como únicos testigos y convertidos ahora en predicadores
silenciosos e irrefutables de aquella catástrofe universal como una solemne
advertencia para todos los hombres de la actualidad, que existió una época en
el pasado que tuvo su tiempo de gracia y misericordia y que este llegó
inevitablemente a su fin determinando así, el ocaso de toda una civilización.
Esta gran catástrofe también nos revela que los tiempos y cronologías divinas
se cumplen de manera precisa en su evento y tiempo, nos revelan que la
agenda divina no conoce premura ni demora, que lo que Dios dice se cumple
en el momento y tiempo en que él lo determinó y de la forma como lo planificó.
La destrucción de Sodoma y Gomorra y su tiempo de gracia
Una vez que Noé y sus hijos salieron del arca, comenzaron sobre la tierra
nuevas condiciones de vida, no solamente geográficas y climáticas, sino
24
también sociales, donde el vigor físico comenzó a disminuir y la edad de los
hombres empezó a reducirse drásticamente.
La orden de Dios, así como al comienzo de la creación, (Gén. 1: 28) fue de
multiplicarse sobre la tierra, así también lo sería después del diluvio, (Gén. 9:
1-7) los hombres habrían de multiplicarse sobre la faz de toda la tierra, de esta
manera comienzan a surgir variados grupos familiares en diferentes lugares,
(Gén. 10: 1-32) sin embargo, algunos de ellos, como los descendientes de Cam
y su hijo Canaán, se agruparon en la llanura de Sinar convirtiéndose en los más
depravados de la zona.(Gén. 8: 20-27; 10: 15-20)
Sin embargo, nuevamente comienzan a desarrollarse y manifestarse sobre la
tierra de aquel entonces el mal en todas sus formas, nuevamente los hombres
comenzaron a despreciar a Dios y apartarse de sus caminos. Los habitantes de
la llanura comenzaron a llegar a traspasar los límites de la paciencia divina
hasta donde Dios puede tolerar el mal.
Sodoma y Gomorra y todas las ciudades de aquel lugar llegaron a un punto en
su maldad, depravación y corrupción del cual no habría ya retorno y cuyas
consecuencias serían desastrosas, (Gén. 13: 13; 18: 20-21) el mal en estas
ciudades cananeas había llegado a niveles tan peligrosos cuyas prácticas
morales de sus habitantes llegó al límite de la paciencia divina.
LA MÁS bella entre las ciudades del valle del Jordán era Sodoma, situada en
una llanura que era como el "huerto de Jehová" (Gén. 13:10) por su fertilidad y
hermosura. Allí florecía la abundante vegetación de los trópicos. Allí
abundaban la palmera, el olivo y la vid, y las flores esparcían su fragancia
durante todo el año. Abundantes mieses revestían los campos, y muchos
rebaños lanares y vacunos cubrían las colinas circundantes.
El arte y el comercio contribuían a enriquecer la orgullosa ciudad de la llanura.
Los tesoros del oriente adornaban sus palacios, y las caravanas del desierto
proveían sus mercados de preciosos artículos. Con poco trabajo mental o físico,
se podían satisfacer todas las necesidades de la vida, y todo el año parecía
una larga serie de festividades.
25
La abundancia general dio origen al lujo y al orgullo. La ociosidad y las
riquezas endurecen el corazón que nunca ha estado oprimido por la necesidad
ni sobrecargado por el pesar. El amor a los placeres fue fomentado por la
riqueza y la ociosidad, y la gente se entregó a la complacencia sensual. "He
aquí -dice Ezequiel,- que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia,
hartura de pan, y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas; y no corroboró
la mano del afligido y del menesteroso. Y ensoberbeciéronse, e hicieron
abominación delante de mí, y quitélas como vi bueno." (16: 49, 50.)
Nada desean los hombres tanto como la riqueza y la ociosidad, y, sin embargo,
estas cosas fueron el origen de los pecados que acarrearon la destrucción de
las ciudades de la llanura. La vida inútil y ociosa de sus habitantes los hizo
víctimas de las tentaciones de Satanás, desfiguraron la imagen de Dios, y se
hicieron más satánicos que divinos.
La ociosidad es la mayor maldición que puede caer sobre el hombre; porque la
siguen el vicio y el crimen. Debilita la mente, pervierte el entendimiento y el
alma. Satanás está al acecho, pronto para destruir a los imprudentes cuya
ociosidad le da ocasión de acercarse a ellos bajo cualquier disfraz atractivo.
Nunca tiene más éxito que cuando se aproxima a los hombres en sus horas
ociosas. Reinaban en Sodoma el alboroto y el júbilo, los festines y las
borracheras. Las más viles y más brutales pasiones imperaban desenfrenadas.
Los habitantes desafiaban públicamente a Dios y a su ley, y encontraban
deleite en los actos de violencia. Aunque tenían ante sí el ejemplo del mundo
antediluviano, y sabían cómo se había manifestado la ira de Dios en su
destrucción, sin embargo, seguían la misma conducta impía. (PP. Cap. 14 La
destrucción de Sodoma. Pág. 152, 153)
Estos niveles peligrosos de maldad, corrupción y depravación al interior de
estas ciudades cananeas, estaban siendo fielmente monitoreados por Dios,
(Gén. 13: 13; 18: 20-21) así, cuando el mal entre los hombres requiere de la
intervención divina es porque que se ha llegado a una condición tal, que
resulta imposible de describir y se hace imperativo, por el bien general, poner
fin a tales prácticas y de quienes las llevan a efecto.
26
De esta forma, Dios decide poner fin a estas cinco ciudades cananeas, sin
embargo, antes de hacerlo, les daría un determinado tiempo de gracia antes
de efectuar sus juicios destructivos sobre sus moradores. Desde que
comenzara nuevamente el desarrollo de la vida, del momento en que los
hombres salieron del arca y estos habitantes se unieran en el valle de Sinar
dando origen a las familias de los cananeos, habían transcurrido
aproximadamente unos 400 años hasta el momento en que fueron destruidas.
Dios tenía que advertir a estos moradores de su peligroso estado moral y que
su maldad sería castigada de forma trágica, fue así, que con la llegada de Lot y
el testimonio de Abraham, éstos habitantes conocerían al Dios del cielo y la
verdadera religión, desde el momento en que Lot se separa de su tío Abraham
y decidiera habitar cerca de Sodoma y Gomorra (Gén. 13: 1-13) comenzaría a
correr el tiempo de gracia para estas ciudades.
Cuando Lot se trasladó a Sodoma, la corrupción no se había generalizado, y
Dios en su misericordia permitió que brillasen rayos de luz en medio de las
tinieblas morales. Cuando Abrahán libró a los cautivos de los elamitas, la
atención del pueblo fue atraída a la verdadera fe. Abrahán no era desconocido
para los habitantes de Sodoma, y su veneración del Dios invisible había sido
para ellos objeto de ridículo; pero su victoria sobre fuerzas muy superiores, y
su magnánima disposición acerca de los prisioneros y del botín, despertaron la
admiración y el asombro. Mientras alababan su habilidad y valentía, nadie
pudo evitar la convicción de que un poder divino le había dado la victoria. Y su
espíritu noble y desinteresado, tan extraño para los egoístas habitantes de
Sodoma, fue otra prueba de la superioridad de la religión a la que honró por su
valor y fidelidad.
Melquisedec, al bendecir a Abrahán, había reconocido a Jehová como la fuente
de todo su poder y como autor de la victoria: "Bendito sea Abram del Dios alto,
poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus
enemigos en tu mano." (Gén. 14:19, 20.) Dios estaba hablando a aquel pueblo
por su providencia, pero el último rayo de luz fue rechazado, como todos los
anteriores. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 153, 154)
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Para cuando Sodoma y Gomorra fueron destruidas, Abraham ya tenía 99 años
de edad, (Gén. 17: 1; 18: 1-33; 19-20) de manera que, para cuando se cumple
la promesa del nacimiento de Isaac, el hijo de la promesa, éste tenía 100 años,
(Gén. 21: 1-5) por lo cual, Isaac nació un año después de la destrucción de
Sodoma y Gomorra, desde aquella destrucción habían transcurrido tan solo un
año hasta su nacimiento. Ahora, si retrocedemos en el tiempo y tomando
como línea de tiempo los años de vida de Abraham, para cuando nace Ismael
el hijo del Patriarca y de Agar, éste tenía 86 años de edad, (Gén. 16: 16) para
ese entonces Abraham y Lot ya estaban viviendo separados y Lot se
encontraba viviendo en Sodoma.
Si contamos desde el nacimiento de Ismael, teniendo el Patriarca 86 años de
edad, hasta la destrucción de Sodoma y Gomorra, donde Abraham tenía para
entonces 99 años el cual fue el año de la catástrofe para estas ciudades, nos
da un total de 13 años.
Sin embargo, y de la manera como lo hemos mencionado, el tiempo de gracia
para estas ciudades comenzaría a correr a partir de la llegada de Lot, la Biblia
revela que éste se encuentra viviendo en Sodoma mucho antes del nacimiento
de Ismael, para ser más preciso desde el momento en que subieron de Egipto
en el tiempo de la gran sequía y hambre en la tierra. (Gén. 12: 10-20; 13: 1) La
Biblia señala que en ese tiempo subieron de Egipto y deciden separarse, a
consecuencia de una rencilla entre sus pastores que finalmente llevó a la
decisión de la separación y donde Lot escoge como tierra para vivir todo el
valle donde se encontraban estas ciudades. (Gén. 13: 2-18)
Para cuando acontece aquello, Abraham tenía 75 años de edad (Gén. 12: 4) y
al parecer, estos eventos no pasaron de ese tiempo, (Gén. 12: 19-20; 13: 1-6)
de esta forma, si tomamos este año de la edad de Abraham (75) como la fecha
en que Lot se separó de su tío y decide vivir en el valle y con ello dando
comienzo al tiempo de gracia para Sodoma y Gomorra hasta que este concluye
definitivamente cuando Abraham tenía 99 años, encontramos que nos da un
total de 24 años, los cuales serían el tiempo de gracia y misericordia destinado
a los moradores del valle.
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Durante estos 24 años que conformaron este tiempo de gracia para los
habitantes de estas cinco ciudades (Gén. 10: 15-20; 19: 22-29; Jud. 7) que
finalmente fueron destruidas, se produjeron diferentes acontecimientos que
hacían presagiar que su tiempo estaba finalizando rápidamente, señales
precursoras se manifestaron previas a la gran catástrofe.
Señales de la destrucción de Sodoma y Gomorra
Uno de los primeros eventos que se produce al comenzar ese tiempo de gracia
fue de origen natural, una catástrofe que llevó a toda la tierra de Canaán a
sumirse en una terrible y devastadora sequía y hambre. (Gén. 12: 10) También
encontramos que el índice de maldad de sus habitantes había aumentado a
niveles peligrosos, acercándose al límite de la inmoralidad “permitida” por
Dios. (Gén. 13: 13; 18: 20) durante ese tiempo también encontramos que se
producen problemas que llevan a uniones políticas entre ciertos reyes los
cuales finalmente terminan en guerra. (Gén. 14: 1-24)
Otro acontecimiento que ocurrió fue el nacimiento de Ismael, Dios le había
prometido a Abraham que tendría un hijo según la carne, (Gén. 12: 1-3; 15: 1-
21) y que llevaría su propia sangre, era considerado éste, el hijo de la promesa
debido a la edad avanzada tanto de Abraham como de Sara su esposa.
Frente a la duda, estos deciden tener un hijo de la esclava Agar, la egipcia,
donde el Patriarca debía de allegarse a ella, de esta unión nació Ismael, (Gén.
16: 1-16) que más tarde y en la historia traería serios conflictos, pero este no
era definitivamente el cumplimiento de la promesa.
De manera que, antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra o que terminara
el tiempo de gracia para ellas, apareció el falso hijo de la promesa, como una
falsificación o imitación de aquella promesa que Dios les hiciera. Antes que
naciera Isaac, el verdadero heredero y cumplimiento de la promesa divina,
Dios tenía que preparar el escenario, destruyendo la maldad, la corrupción, la
inmoralidad y depravación de ese tiempo.
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Fue así, que al año siguiente de la destrucción de Sodoma y Gomorra y de
todas las ciudades de la llanura, nació Isaac, cumpliendo Dios su promesa en el
tiempo señalado y planificado por Dios y no antes. (Gén. 18: 14; 21: 1- 7)
Una notable señal, previa a la destrucción de Sodoma y Gomorra se produce
con la llegada de tres seres divinos al lugar de los hechos, (Gén. 17: 1; 18: 1-3;
16-33; 19: 1) Cristo y dos ángeles se hacían presentes, los dos mensajeros
divinos enviados por Dios tienen la misión se proteger a Lot y su familia y de
sacarlos de la ciudad previa a su destrucción final, (Gén. 19: 1-29) y con tal
misión se dirigen hacia Sodoma (Gén. 18: 21-22) mientras que Cristo (Jehová
Gén. 18: 33) permanecía con Abraham y le revelaba lo que acontecería (v. 16-
22)
Aquí encontramos que se produce una intercesión de parte del Patriarca ante
Dios por los moradores de Sodoma y Gomorra, donde Abraham se convierte,
en esa instancia, en un tipo o figura de Cristo como sumo sacerdote frente a
Dios intercediendo previo al juicio final. (Gén. 18: 23-33)
Todos estos eventos no fueron por casualidad, revelaban que algo de mayor
gravedad acontecería en la tierra en el lugar donde se encontraba concentrada
toda la actividad y prosperidad humana, Mesopotamia se convertiría en testigo
de cómo una gran catástrofe pondría fin a cerca de cuatro siglos de
prosperidad y de terrible inmoralidad y creciente maldad.
Finalmente el tiempo de gracia para Sodoma y Gomorra llegó a su término, 24
años de gracia y misericordia fueron despreciados por los habitantes de la
llanura, finalmente y después de tanto tiempo el reloj marcaba la medianoche
para aquellas personas que se vieron envueltas en los actos más depravados,
pervertidos y cuyo índice de maldad alcanzó niveles peligrosos traspasando los
límites de la paciencia divina. (Gén. 18: 20-21; 19: 1-29)
Y ahora se acercaba la última noche de Sodoma. Las nubes de la
venganza proyectaban ya sus sombras sobre la ciudad condenada. Pero los
hombres no las percibieron. Mientras se acercaban los ángeles con su misión
destructora, los hombres soñaban con prosperidad y placer. El último día fue
como todos los demás que habían llegado y desaparecido. La noche se cerró
30
sobre una escena de hermosura y seguridad. Los rayos del sol poniente
inundaron un panorama de incomparable belleza. La frescura del atardecer
había atraído fuera de las casas a los habitantes de la ciudad, y las
muchedumbres amantes del placer se paseaban gozando de aquel momento.
A la caída de la tarde, dos forasteros se acercaron a la puerta de la ciudad.
Parecían viajeros que venían a pasar allí la noche. Nadie pudo reconocer en
estos humildes caminantes a los poderosos heraldos del juicio divino, y poco
pensaba la alegre e indiferente muchedumbre que, en su trato con estos
mensajeros celestiales, esa misma noche colmaría la culpabilidad que
condenaba a su orgullosa ciudad. (PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág.
154)
Aquella última noche no se distinguió porque se cometieran mayores
pecados que en otras noches anteriores; pero la misericordia, tanto
tiempo despreciada, al fin cesó de interceder por ellos. Los
habitantes de Sodoma habían pasado los límites de la longanimidad
divina, "el límite oculto entre la paciencia de Dios y su ira." Los fuegos
de su venganza estaban por encenderse en el valle de Sidim.
Los ángeles manifestaron a Lot el objeto de su misión: "Vamos a destruir este
lugar, por cuanto el clamor de ellos ha subido de punto delante de Jehová; por
tanto Jehová nos ha enviado para destruirlo." Los forasteros a quienes Lot
había tratado de proteger, le prometieron a su vez protegerlo a él y salvar
también a todos los miembros de su familia que huyeran con él de la ciudad
impía. La turba ya cansada se había marchado, y Lot salió para avisar a sus
yernos. Repitió las palabras de los ángeles: "Levantaos, salid de este lugar;
porque Jehová va a destruir esta ciudad." Pero a ellos les pareció que Lot
bromeaba. Se rieron de lo que llamaron sus temores supersticiosos. Sus hijas
se dejaron convencer por la influencia de sus maridos.
Se encontraban perfectamente bien donde estaban. No podían ver señal
alguna de peligro. Todo estaba exactamente como antes. Tenían grandes
31
haciendas, y no les parecía posible que la hermosa Sodoma iba a ser destruida.
(PP. Cap. 14 La destrucción de Sodoma. Pág. 156, 157)
"El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar." Los claros rayos matutinos
parecían anunciar sólo prosperidad y paz a las ciudades de la llanura. Empezó
el ajetreo de la vida diaria por las calles; los hombres iban por sus distintos
caminos, a su negocio o a los placeres del día. Los yernos de Lot se burlaban
de los temores y advertencias del caduco anciano.
De repente, como un trueno en un cielo despejado, se desató la tempestad. El
Señor hizo llover fuego y azufre del cielo sobre las ciudades y la fértil llanura.
Sus palacios y templos, las costosas moradas, los jardines y viñedos, la
muchedumbre amante del placer, que la noche anterior había injuriado a los
mensajeros del cielo, todo fue consumido. El humo de la conflagración
ascendió al cielo como si fuera el humo de un gran horno. Y el hermoso valle
de Sidim se convirtió en un desierto, un sitio que jamás había de ser
reconstruido ni habitado, como testimonio para todas las generaciones de la
seguridad con que el juicio de Dios castiga el pecado. (PP. Cap. 14 La
destrucción de Sodoma. Pág. 160)
La destrucción de Sodoma y Gomorra nos revela también que todo tiempo de
gracia que Dios ha concedido a los hombres en lo pasado no es eterno, sino
más bien que este tiene un determinado plazo y llega a su fin, nos revela que
todo tiempo de gracia y misericordia tiene un comienzo y un final y que los
tiempos establecidos por Dios para destruir el pecado y la maldad de los
hombres se cumplen en el tiempo y momento preciso y el indicado por la
agenda divina.
Egipto y los siete tiempos de gracia
El tiempo de gracia concedido a Egipto en los días de José, es otra muestra de
cómo los tiempos establecidos por la divinidad se cumplen. Dios advirtió a
Faraón que vendría una gran catástrofe sobre la tierra de entonces, una gran
sequía azotaría la región provocando hambre y gran necesidad entre la gente
32
de aquel tiempo y sumiendo al mundo de entonces en una gran crisis producto
de la escases de alimentos. (Gén. 41: 1-36)
La advertencia fue hecha en sueños entregados a Faraón, a través de símbolos
y figuras se revelaba lo que acontecería sobre la tierra y el tiempo relacionado
con la gran crisis que vendría, siete vacas gordas y siete vacas flacas, así como
siete espigas altas con gran cantidad de grano y siete espigas estériles, ambos
sueños se referían al mismo acontecimiento.
Según la interpretación que se hace de estas figuras en los sueños, tanto las
siete vacas gordas y las siete espigas con fruto representaban siete años de
gran abundancia en la tierra de Egipto, mientras que las siete vacas flacas y
las siete espigas sin fruto simbolizaban también siete años que vendrían tras
los primeros, de gran escases y hambre sobre la tierra. (v. 25-32)
De no hacer los preparativos necesarios para enfrentar la catástrofe, sufrirían
las terribles consecuencias de una de las sequías más devastadoras y el
hambre más severo que se haya producido hasta allí. (v. 30-31) De esta
manera, los hombres de entonces contarían primero con siete años de gran
abundancia sobre la tierra de Egipto antes que llegara el desastre.
Este tiempo de gracia, los primeros siete años, comenzarían para el tiempo en
que José estuviera preparado para convertirse en el gran líder y administrador
de Egipto quedando de esta manera al frente para lidiar con la catástrofe y
preparándose en los primeros siete años de abundancia. (v. 33-57)
Vendido por sus hermanos, pasó a través de grandes pruebas que en su
fidelidad y lealtad a Dios fue privado de siete años de libertad, acusado
injustamente fue encarcelado en Egipto. (Gén. 37: 1-36; 39: 1-23) Sin
embargo, todo esto formaba parte del plan de Dios para preparar a José a
través de duras pruebas para lo que vendría más adelante sobre la tierra.
Enfrentar una crisis como la que vendría, requería de un hombre de Dios y
preparado en su fuero interno para convertirse finalmente en el hombre de su
tiempo.
De esta forma, entra José en el escenario, al ser sacado de la cárcel, y
convertido en el segundo hombre más poderoso de todo Egipto, después de
33
Faraón, comenzaría el tiempo de gracia que duraría tan solo siete años en los
cuales habría gran abundancia para preparar los siete años que vendrían
después, de sequía, escases y hambre.
La Biblia nos revela que estos eventos se cumplieron de la forma como fueron
anunciados, los siete años de abundancia y prosperidad, comenzaron con la
llegada de José al frente de todo Egipto, para luego finalizar como Dios lo había
anunciado y comenzarían los siete años de sequía. Todo se cumplió en el
evento y el tiempo señalado. Nuevamente la Biblia nos revela que el tiempo
de gracia y misericordia que Dios concede a los hombres, antes que se
produzcan los juicios divinos, no es eterno, y que la misericordia celestial se
prolonga solamente por un cierto espacio de tiempo, comienza y termina. En
este caso puntual, aunque vino la tragedia, no se sufrió al punto de poner la
existencia humana en peligro por la escasez de alimento, debido a que se hizo
una preparación previa al hacer caso de las advertencias que Dios hacía y al
poner al hombre que Dios había escogido para ese momento, así José, estaba
en el lugar correcto en el momento indicado por Dios y debidamente preparado
para hacer frente a esa crisis.
Imperios, culturas y civilizaciones y su tiempo de gracia
También la Biblia nos revela que cada, civilización, cultura, imperio, pueblo y
nación que se levantó en la tierra como tal, fue según la voluntad de Dios,
nadie que ha llegado al poder mundial lo ha hecho con su propia fuerza, Dios
ha permitido según los planes y agenda divina que así aconteciera. (Dan. 4: 17,
25-31, 35; 2: 20-22; Isa. 40: 12-31; 45: 1-7)
La historia muestra como cada imperio y civilización llegó al máximo de su
poder y luego desapareció de la tierra para convertirse y formar parte de los
anales de la historia humana, dejando tras sí tan solo ruinas, escritos y la
influencia de su cultura y religión que persiste en el tiempo pero ya sin el poder
como en su tiempo lo fuera.
¿Por qué no se convirtieron en imperios mundiales eternos?, ¿por qué
desaparecieron de la tierra? ¿Por qué solamente encontramos ruinas, que la
arqueología nos ha hecho recordar que existieron alguna vez? cada imperio y
34
civilización ha existido por un determinado tiempo, ascenso, apogeo y caída
pareciera ser el ciclo natural pero no una línea continua hacia la inmortalidad
¿por qué?
Dios ha determinado un tiempo de gracia para las grandes naciones e
imperios, culturas y civilizaciones que se han levantado sobre la tierra, ninguna
de ellas ha resultado ser en el tiempo inmortal como era la ambición y deseo
de sus monarcas y emperadores, perpetuarse en el tiempo semejante a una
divinidad.
Las profecías nos revelan cómo cada uno de estos imperios ha emergido y
caído para luego ser reemplazado por otro que ocupa su lugar en la historia,
(Dan. 2: 1-49) cada uno contó con un determinado tiempo de gracia, en cada
uno de ellos siempre hubo un siervo de Dios que amonestó contra la iniquidad,
la idolatría, la transgresión y llamó al arrepentimiento, pero fueron rechazados
y donde los mensajes y advertencias provenientes del cielo despreciados.
Al ser superados los índice de maldad y de transgresión, al ser cometidos los
más terribles, crueles y repugnantes actos que la imaginación pueda concebir
o imaginar, el deterioro progresivo y rápido de la moralidad con sus peligrosas
consecuencias, la separación y rechazo de Dios, la blasfemia de querer ser
inmortales ocupando el lugar que solamente le corresponde a Dios, (Isa. 14: 1-
23; Ez. 28: 1-19) de esta forma, esas naciones, imperios y civilizaciones
traspasaron los límites impuestos por la administración divina y el tiempo de
gracia para ellas llegó a su fin sobre la tierra.
Esta es la razón por la cual los hombres en la actualidad no se explican cómo
ciertas civilizaciones del pasado desaparecieron de la tierra teniendo todo a su
favor para perpetuarse en la línea del tiempo, condiciones geográficas y
climáticas privilegiadas, conocimientos científicos avanzados como en
astronomía y matemáticas, de esta manera y tras investigaciones, estudios y
conclusiones de nuestro tiempo, los motivos para su desaparición se atribuyen
a cualquier causa menos a la verdadera.
Al mirar hacia el pasado, encontramos las evidencias que aún permanecen
como mudos testigos de lo que realmente sucedió, la civilización ante
35
diluviana, los habitantes de Mesopotamia con Sodoma y Gomorra, Egipto,
Asiria, Babilonia, Medopersia, Grecia y Roma, figuran en la secuencia y lista de
las grandes civilizaciones que han desaparecido de la tierra, al analizar cada
una de ellas nos daríamos cuenta que cada una tuvo un tiempo de gracia y
misericordia antes que se pronunciara y ejecutara la sentencia divina (Dan. 5:
24-31)
Otras civilizaciones como los hititas, indígenas, y los grandes pueblos
precolombinos de America del Sur llegaron finalmente a su extinción,
desapareciendo para siempre y dejando tras sí, solo aquello que fue la causa
principal de su exterminio, la idolatría en todas sus formas, altares de sangre
donde las vidas humanas eran sacrificadas por cientos de miles a las
divinidades paganas para aplacar la ira de sus dioses.
Babilonia y su tiempo de gracia
Babilonia se cuenta entre una de las civilizaciones más destacadas y conocidas
de la historia pasada, la profecía bíblica la menciona en reiteradas ocasiones y
es uno de los imperios que se le concedió un significativo tiempo de gracia y
misericordia para conocer al Dios del cielo. Tiempo de gracia que llegó y
lamentablemente finalizó, cuyas consecuencias fueron trágicas, dejando a esta
brillante civilización en ruinas, de las cuales nunca más se levantaría y que
solamente la historia nos haría recordar.
El imperio neo babilónico, bajo Nabopolazar, el padre de Nabucodonosor que
más tarde se convertiría en el rey de Babilonia, surge en el año 605 ac.
Derrotando al imperio Asirio y al Faraón Necao en la batalla de Carquemis,
convirtiéndose, en ese tiempo, en el único imperio cuya hegemonía
prevalecería sobre los demás pueblos. Su apogeo y surgimiento fue anunciado
en los tiempos de Isaías, donde el profeta ya en sus días y bajo el imperio
Asirio profetizó el surgimiento de esta gran nación. (Isa. 13: 1-22)
Babilonia sería un imperio que tendría un papel significativo en el cumplimiento
y desarrollo de la profecía bíblica, convirtiéndose en una figura escatológica del
mundo y de los poderes del mal en contra de Dios, su ley y la iglesia
36
remanente en el tiempo del fin. Babilonia en sus días incorporó como parte de
su territorio y súbditos al pueblo de Israel, a través de una serie de campañas
Nabucodonosor sitió a Jerusalén hasta que en el año 587 ac. fue conquistada y
destruida de manera definitiva junto con el templo de Salomón.
El tiempo de gracia entregado a Babilonia comenzaría desde el momento en
que la religión y conocimiento del Dios verdadero le fueren revelados. Desde
el instante en que el pueblo de Israel fuera llevado en cautiverio, (Jer. 39: 1-10;
52: 4-30) Babilonia tendría entre ella a los siervos del Dios del cielo, como lo
fueron Daniel y sus compañeros, así como algunos otros más, que darían un
poderoso testimonio a favor de la verdadera religión y del verdadero Dios.
Por otro lado, la fidelidad de aquellos siervos del Dios del cielo sería probada
en medio de la más grande idolatría (Dan. 1: 1-21) de esta forma, Babilonia
conocería la gracia destinada a ella. (Dan. 2: 24-28, 46-49; 3: 13-30; 4: 1-37) y
su tiempo de misericordia comenzaría a correr.
Sin embargo, aquél tiempo de gracia entregado a Babilonia no se prolongaría
por mucho tiempo en la historia, llegaría a su fin de una manera trágica y
destructiva para aquél imperio que despreció las advertencias del Dios del
cielo, tras cometer el último acto que rebasó la copa de la misericordia divina y
traspasó los límites permitidos por Dios, Babilonia sentenció finalmente así su
suerte para la eternidad.
Sin saber que aquella noche sería la última de su historia, el rey Belsasar
cometió un acto de sacrilegio y profanación, al mandar traer los vasos y
utensilios sagrados del templo de Dios que su padre había llevado de Jerusalén
a Babilonia al momento de destruir la ciudad y profanar el templo. (Dan. 1: 1-2)
aquellos utensilios serían utilizados aquella noche en una festividad, pero no
era cualquier festividad, era un banquete de naturaleza religiosa y se
encontraba dedicada a la adoración de los dioses de Babilonia y este rey, a
través de este acto, unió lo sagrado con lo profano y lo pagano. (Dan. 5: 1-4)
Este era un culto donde lo divino y lo pagano se mezclaban a la vez a través de
una festividad.
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Estos utensilios simbolizaba en el momento, la presencia divina y Dios no
habita entre los demás dioses como igual a ellos, por eso, aquella noche
Babilonia sentenció su suerte para la eternidad y su tiempo de gracia finalizó.
(Dan. 5: 5-28) En esa misma noche los ejércitos medos ingresaban a la ciudad
desviando el cauce del río Éufrates y la noche del año 538 ac. Babilonia cayó
para siempre. (Dan. 5: 30-31)
La profecía bíblica anunciaba el fin del tiempo de gracia para Babilonia y la
liberación del pueblo de Dios regresando este nuevamente a su tierra, el
profeta Isaías anunciaba ya en sus días que se levantaría un gran imperio
sobre la tierra, pero también profetizaba de su caída, (Isa. 13 y 14) aunque él
no revela ningún tiempo para tal evento, sin embargo, es el profeta Jeremías
quién revela el fin del tiempo de gracia destinado a Babilonia y la hora de su
juicio, así como su castigo, el cual se produciría al termino de los 70 años de
cautividad del pueblo de Israel en la tierra de los Caldeos, (Jer. 23: 1-8; 30: 1-
10; 25: 1-11, 12-14) de manera que, para cuando estuviera cerca la liberación
del pueblo de Israel, la principal señal sería la caída de Babilonia que
correspondería con el fin de su tiempo de gracia anunciada por el profeta
Jeremías. (Dan. 5: 5-31; 9: 1-2)
De esta forma, el tiempo de gracia y misericordia entregado a Babilonia sería
de aproximadamente 70 años, comenzando estos con la cautividad de Israel
hasta el momento y el tiempo en que Israel, según lo indicaba la profecía,
debía de retornar a su tierra.
Sin embargo, fue el profeta Daniel, quién para ese entonces ya anciano y aún
cautivo en Babilonia, se dió cuenta que algo acontecería en sus días, que el
tiempo y la profecía que hablaban del juicio a Babilonia y la liberación de Israel
se habían cumplido, fue el estudio de la palabra de Dios quién reveló al profeta
los tiempos que éste estaba viviendo y la verdad presente para su época.
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La caída de Babilonia, nos revela una vez más que todo tiempo de gracia
comienza y llega a su fin, sucedió antes de este imperio y con ella la historia se
vuelve a repetir una vez más. Este acontecimiento también fue profetizado
con anterioridad a su caída, donde se anuncia que Babilonia sería destruida y
nunca más se levantaría de sus ruinas, (Isa. 13: 9-22) así como el escarnio
contra el mismo rey de Babilonia. (14: 1-23) De esta forma, la caída de
Babilonia obedece a un juicio y sentencia divina que ya estaban profetizadas
que acontecería, (Jer. 25: 10-14; 50: 1-46; 51: 1-64) al finalizar su tiempo de
gracia, se revelaba con ello que únicamente era el cumplimiento de la profecía
en el momento, tiempo y espacio que lo indicaban la agenda divina.
Israel y su tiempo de gracia, los 70 años de cautiverio
Dios no solamente concedió un tiempo de gracia y misericordia para las
naciones, pueblos y civilizaciones cercanas a Israel, sino también lo hizo para
con su propio pueblo. Israel fue el pueblo escogido por Dios para ser la nación
a través de la cual el resto del mundo conocería la verdadera religión y al Dios
del cielo y finalmente la salvación llegara a todos los extremos de la tierra.
Sin embargo, y lamentablemente Israel no llegó a cumplir su misión, se
aislaron del mundo. Tras continuas rebeliones y terribles apostasías se
apartaron de su cometido, por ello, Dios mandaba continuamente a sus siervos
los profetas con mensajes de amonestación y suplicas para advertirles de los
peligros que entrañaba aquella actitud espiritual, así como los reiterados
llamados para que retornaran a los caminos del bien y al pacto de su Dios.
De esta manera, Dios toleró por mucho tiempo a la nación Judía, desde que
esta fuera sacada y liberada de la esclavitud egipcia, demostró incredulidad,
falta de fe, su relación con Dios se manifestó en una continua rebelión que a
través de caudillos apostatas los llevaron a su destrucción y perdición con el
alto costo de cientos y miles que perecieron. (Ex. 32: 25-29; Núm. 16: 1-50) La
experiencia del éxodo revela esta persistente tendencia por la cual finalmente
no entraron a la tierra prometida y no alcanzaron el descanso que Dios quería
entregarles. (Heb. 3: 1-19; 4: 1-13)
39
Terribles y espantosas apostasías marcaron la historia de este pueblo, una de
las más graves se vivió en los días del profeta Elías y en los tiempos del profeta
Jeremías y sus contemporáneos, esta última apostasía recibió una severa
amonestación y se les advirtió, a través de los profetas que Dios levantó, (Jer.
1: 1-13) que de persistir el pueblo en aquellos caminos las consecuencias
serían catastróficas para la nación. (Jer. 1: 14-19)
A través del ministerio del profeta Jeremías y otros más, Dios hizo saber al
pueblo lo que vendría sobre ellos, el mensaje no solo llegaría hasta el pueblo
en sí, sino también a las autoridades religiosas y políticas de la nación, estas
fueron advertidas de los peligrosos caminos en los cuales estaban transitando,
pero lamentablemente rechazaron el mensaje para su tiempo y en su lugar
creyeron a los falsos profetas que les anunciaban paz y seguridad frente al
peligro que tenían en frente. (Jer. 36: 1-32: 28: 1-17)
Dios les concedió un determinado tiempo de gracia antes que los juicios
divinos fueran finalmente ejecutados sobre la nación, nadie sospechaba
siquiera la gravedad de tales juicios y los consideraron como si Dios nunca
haría tales cosas. Este tiempo de gracia para la nación comenzaría desde el
momento en que Dios enviara a sus profetas a advertirle al pueblo de las
consecuencias de la rebelión y de la apostasía en que se encontraban y
amonestarlo para que dejara los malos caminos y se volviera al Dios
verdadero, (Jer. 3: 1-25; 4: 1-4) desde allí en adelante comenzarían a correr los
días de gracia para la nación.
También se le advirtió al pueblo que ese tiempo de gracia concluiría con el sitio
de Jerusalén a manos de los caldeos, que en ese momento era el instrumento
divino para ejecutar el juicio divino sobre la impenitente ciudad, Dios envió un
libro con un mensaje escrito para que fuera leído, (Jer. 36: 1-32) pero el libro
fue quemando a manos de la autoridad política de la nación, con lo cual
revelaban que no existía disposición siquiera de escuchar la amonestación, al
parecer la suerte de la nación estaba sentenciada por sus propios líderes y
habitantes.
40
Al concluir la paciencia y misericordia divina, y con ello finalizar su tiempo de
gracia (Jer. 25: 15-38) la nación fue abandona a su suerte, terribles eventos
sucedieron de allí en adelante, todo aquello que Dios les había advertido que
acontecería se cumplió de forma terrible sobre el pueblo.
Con el sitio de Jerusalén, al concluir su tiempo de gracia a manos de Babilonia,
nadie entraba ni salía de la ciudad, con ello sobrevino la sed (Lam. 4: 4) y el
hambre, (Jer. 52: 4-6) el cual este último, llegó a tales niveles que, el estiércol
de animal llegó a tener un gran valor comestible para preservar la vida, (v. 4-5)
la situación era insostenible al interior de la ciudad, (v. 3-9) las mismas
mujeres, bajo la desesperación y el dolor extremo del hambre, a escondidas
cocinaron a sus propios hijos, (v. 9-10;) el canibalismo se despertó como fiero
instinto de supervivencia, (Jer. 19: 8-9) los cuerpos muertos quedaban sobre la
tierra sin recibir sepultura y servían de alimento a las aves del cielo, (Jer. 19: 6-
8; 16: 4) aquello ocasionaba la descomposición de estos, los cual traía como
consecuencia inmediata la pestilencia, y la muerte a su vez, por dolorosas
enfermedades e infecciones. (Jer. 16: 4)
Por otro lado, el templo de Salomón, (el santuario) que era considerado como
una maravilla, fue completamente destruido y quemado por los caldeos (Sal.
74: 1-11; La. 4: 1; Dan. 1: 1-2; Jer. 52: 12-13) y la verdad de Dios fue echada
por tierra por el enemigo.
De esta forma, el tiempo de gracia había terminado para Jerusalén y la
misericordia divina, por tanto tiempo despreciada, terminó por apartarse
finalmente de la ciudad, desde allí en adelante, serían llevados en cautiverio a
Babilonia, a una tierra lejana y extraña. (Sal. 137: 1-9; Jer. 25: 10-12; 29: 1-10;
52: 12-30) Por largos 70 años, toda aquella generación moriría en el exilio
(Dan. 9: 1-2) y los que retornarían serían los hijos que nacieron en el cautiverio
babilónico.
De esta forma, una vez más vemos como la misericordia divina es concedida y
quitada de los hombres, vemos como los tiempos que Dios establece como
gracia para los impenitentes y transgresores comienzan y llegan a su término,
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todo se cumple según lo indica la profecía divina. La destrucción de Jerusalén
el año 587 ac. por Nabucodonosor, rey de Babilonia y las terribles calamidades
que sobrevinieron a la ciudad revelan hasta el presente, que el tiempo de
gracia que Dios concede no es eterno, sino que éste comienza pero llega
inevitablemente a su fin.
Las 70 semanas de tiempo profético y el último tiempo de gracia
Durante largos 70 años, Israel tuvo que aprender por medio del dolor, la
lección de la idolatría, lágrimas y aflicciones grabaron el mensaje divino y por
medio del cautiverio babilónico el pueblo de Dios aprendió finalmente la
lección que Dios quería enseñarles.
Aunque fueron llevados en cautiverio, Dios les prometió que de allí los sacaría
una vez concluido el período de los 70 años y retornarían así a su propia tierra.
(Jer. 25: 10-14; 29: 1-14; 30: 1-24; 31: 1-26) Pero de allí en adelante, se les
concedería la última oportunidad a la nación, después del retorno, Israel viviría
el último tiempo de gracia para permanecer como el pueblo escogido por Dios,
ya no habría más misericordia y a Israel se le prolongaría su tiempo de gracia,
(Jer. 31: 1-6) según la profecía, este tiempo se extendería por 70 semanas de
tiempo profético.
Este tiempo de gracia para el pueblo judío comenzaría una vez finalizado el
largo período de cautiverio de 70 años, (Dan. 9: 1-2) cuando ese tiempo
termina, Dios le revela al profeta Daniel, aún en el exilio, que el tiempo de la
liberación y retorno a su tierra habían llegado.
Fue así, que en el capítulo 8 del libro a Daniel se le revela al profeta una serie
de símbolos que éste no alcanzó a comprender en la visión, entre lo que más
llamó la atención del profeta, fue la actividad del cuerno pequeño y el largo
período de las 2300 tardes y mañanas, el ángel le advierte que la visión era
para el tiempo del fin, que en sus días él no podría comprender lo que estas
visiones encerraban. (Dan. 8: 15-19, 26-27; 12: 4, 9-10)
Aunque se le mandó que hiciera comprender la visión a Daniel, el ángel Gabriel
sólo le dio a éste una explicación parcial. Cuando el profeta vio las terribles
persecuciones que sobrevendrían a la iglesia, desfallecieron sus fuerzas físicas.
42
No pudo soportar más, y el ángel le dejó por algún tiempo. Daniel quedó "sin
fuerzas," y estuvo "enfermo algunos días." "Estaba asombrado de la visión -
dice;- mas no hubo quien la explicase."
Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: "Haz que éste entienda la
visión." Esa orden debía ser ejecutada. En obedecimiento a ella, el ángel, poco
tiempo después, volvió hacia Daniel, diciendo: "Ahora he salido para hacerte
sabio de entendimiento;" "entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la
visión." (Daniel 8: 27, 16; 9: 22, 23, V.M.) Había un punto importante en la
visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se
refería al tiempo: el período de los 2.300 días; por consiguiente, el ángel,
reanudando su explicación, se espacia en la cuestión del tiempo:
"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa
ciudad.... Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para
restaurar y edificar a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas,
y sesenta y dos semanas; tornaráse a edificar la plaza y el muro en tiempos
angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al
Mesías, y no por sí.... Y en otra semana confirmará el pacto a muchos, y a la
mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda." (Daniel 9: 24 - 27.)
El ángel había sido enviado a Daniel con el objeto expreso de que le explicara
el punto que no había logrado comprender en la visión del capítulo octavo, el
dato relativo al tiempo: "Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas;
entonces será purificado el Santuario." Después de mandar a Daniel que
"entienda" "la palabra" y que alcance inteligencia de "la visión," las primeras
palabras del ángel son: "Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo
y sobre tu santa ciudad."
La palabra traducida aquí por "determinadas," significa literalmente
"descontadas." El ángel declara que setenta semanas, que representaban 490
años, debían ser descontadas por pertenecer especialmente a los judíos. ¿Pero
de dónde fueron descontadas? Como los 2.300 días son el único período de
tiempo mencionado en el capítulo octavo, deben constituir el período del que
fueron descontadas las setenta semanas; las setenta semanas deben por
43
consiguiente formar parte de los 2.300 días, y ambos períodos deben comenzar
juntos.
El ángel declaró que las setenta semanas datan del momento en que salió el
edicto para reedificar a Jerusalén. Si se puede encontrar la fecha de aquel
edicto, queda fijado el punto de partida del gran período de los 2.300 días.
Ese decreto se encuentra en el capítulo séptimo de Esdras. (Vers. 12 - 26.) Fue
expedido en su forma más completa por Artajerjes, rey de Persia, en el año 457
ant. de J. C. Pero en Esdras 6:14 se dice que la casa del Señor fue edificada en
Jerusalén "por mandamiento de Ciro, y de Darío y de Artajerjes rey de Persia."
Estos tres reyes, al expedir el decreto y al confirmarlo y completarlo, lo
pusieron en la condición requerida por la profecía para que marcase el
principio de los 2.300 años. Tomando el año 457 ant. de J. C. en que el decreto
fue completado, como fecha de la orden, se comprobó que cada especificación
de la profecía referente a las setenta semanas se había cumplido.
"Desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusalem hasta el
Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas" -es decir
sesenta y nueve semanas, o sea 483 años. El decreto de Artajerjes fue puesto
en vigencia en el otoño del año 457 ant. de J. C. Partiendo de esta fecha, los
483 años alcanzan al otoño del año 27 de J. C. (Véase el Apéndice, así como el
diagrama de la pág. 374.) Entonces fue cuando esta profecía se cumplió. La
palabra "Mesías" significa "el Ungido." En el otoño del año 27 de J. C., Cristo fue
bautizado por Juan y recibió la unción del Espíritu Santo.
El apóstol Pedro testifica que "a Jesús de Nazaret: . . . Dios le ungió con el
Espíritu Santo y con poder." (Hechos 10: 38, V.M.) Y el mismo Salvador declara:
"El Espíritu del Señor está sobre mí; por cuanto me ha ungido para anunciar
buenas nuevas a los pobres." Después de su bautismo, Jesús volvió a Galilea,
"predicando el evangelio de Dios, y diciendo: Se ha cumplido el tiempo." (S.
Lucas 4:18; S. Marcos 1: 14, 15, V.M.) (CS. Cap. 19 Una profecía significativa.
Pág. 372-375)
44
De esta forma, se le revela a Daniel lo que acontecería de allí en adelante, 70
semanas de tiempo profético serían concedidas a los judíos como tiempo de
gracia y misericordia, durante este tiempo toda y cada una de las
predicaciones y mensajes serían llevados y dirigidos exclusivamente al pueblo
judío, la profecía señalaba que durante este tiempo era el tiempo de gracia
destinado a Israel.
"Y en otra semana confirmará el pacto a muchos." La semana de la cual se
habla aquí es la última de las setenta. Son los siete últimos años del período
concedido especialmente a los judíos. Durante ese plazo, que se extendió del
año 27 al año 34 de J. C., Cristo, primero en persona y luego por intermedio de
sus discípulos, presentó la invitación del Evangelio especialmente a los judíos.
Cuando los apóstoles salieron para proclamar las buenas nuevas del reino, las
instrucciones del Salvador fueron: "Por el camino de los Gentiles no iréis, y en
ciudad de Samaritanos no entréis." (S. Mateo 10: 5, 6.)
"A la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda." En el año 31 de
J. C., tres años y medio después de su bautismo, nuestro Señor fue crucificado.
Con el gran sacrificio ofrecido en el Calvario, terminó aquel sistema de
ofrendas que durante cuatro mil años había prefigurado al Cordero de Dios. El
tipo se encontró con el antitipo, y todos los sacrificios y oblaciones del sistema
ceremonial debían cesar. (CS. Cap. 19 Una profecía significativa. Pág. 375)
De esta forma, y como lo señalaba la profecía, el tiempo de gracia para Israel
constaba de 70 semanas proféticas o 490 años, matemáticamente estos
finalizarían el año 34 dc. Ese sería el año anunciado por la profecía para
perdonar a tu hermano, Jesús de alguna forma lo ilustró mediante el perdón
por una cierta cantidad de tiempo. Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino
hasta setenta veces siete. (Mat. 18: 15-22) lo que equivale a 490 veces y
nos lleva a los 490 años o 70 semanas que fueron dedicadas exclusivamente al
pueblo judío.
Las setenta semanas, o 490 años concedidos a los judíos, terminaron, como lo
vimos, en el año 34 de J. C. En dicha fecha, por auto del Sanedrín judaico, la
nación selló su rechazamiento del Evangelio con el martirio de Esteban y la
persecución de los discípulos de Cristo. Entonces el mensaje de salvación, no
45
estando más reservado exclusivamente para el pueblo elegido, fue dado al
mundo. Los discípulos, obligados por la persecución a huir de Jerusalén,
"andaban por todas partes, predicando la Palabra." "Felipe, descendiendo a la
ciudad de Samaria, les proclamó el Cristo." Pedro, guiado por Dios, dio a
conocer el Evangelio al centurión de Cesarea, el piadoso Cornelio; el ardiente
Pablo, ganado a la fe de Cristo fue comisionado para llevar las alegres nuevas
"lejos . . . a los gentiles." (Hechos 8: 4, 5; 22: 21, V.M.) (CS. Cap. 19 Una
profecía significativa. Pág. 375-376)
Desde el monte de los Olivos, Jesús reveló a sus discípulos la destrucción final
de Jerusalén, aunque la profecía anunciaba 70 semanas o 490 años de tiempo
de gracia, los cuales terminaban el año 34 dc. Aún así, la misericordia divina
prolongó los juicios sobre la ciudad por 40 años más, sin embargo, la paciencia
divina llegaría definitivamente a su fin.
Dios aplazó sus juicios sobre la ciudad y la nación hasta cosa de
cuarenta años después que Cristo hubo anunciado el castigo de
Jerusalén. Admirable fue la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su
Evangelio y asesinaran a su Hijo. La parábola de la higuera estéril representa el
trato bondadoso de Dios con la nación judía. Ya había sido dada 31 la orden:
"Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?" (S. Lucas 13: 7), pero la divina
misericordia la preservó por algún tiempo. Había todavía muchos judíos que
ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no
habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían
rechazado. Por medio de la predicación de los apóstoles y de sus compañeros,
Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cómo se habían
cumplido las profecías, no únicamente las que se referían al nacimiento y vida
del Salvador sino también las que anunciaban su muerte y su gloriosa
resurrección.
Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres; pero cuando,
conociendo ya plenamente la luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la
luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida, entonces se hicieron
cómplices de las culpas de los padres y colmaron la medida de su iniquidad.
(CS. Cap. 1 El destino del mundo predicho. Pág. 30, 31)
46
Durante tres años, el Señor de la luz y de la gloria estuvo yendo y viniendo
entre su pueblo. "Anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos del
diablo," curando a los de corazón quebrantado, poniendo en libertad a los
cautivos, dando vista a los ciegos, haciendo andar a los cojos y oír a los sordos,
limpiando a los leprosos, resucitando muertos y predicando el Evangelio a los
pobres. (Hechos 10: 38; S. Lucas 4: 18; S. Mateo 11: 5.) A todas las clases
sociales por igual dirigía el llamamiento de gracia: "Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar." (S. Mateo 11: 28.)
A pesar de recibir por recompensa el mal por el bien y el odio a cambio de su
amor (Salmo 109: 5), prosiguió con firmeza su misión de paz y misericordia.
Jamás fue rechazado ninguno de los que se acercaron a él en busca de su
gracia. Errante y sin hogar, sufriendo cada día oprobio y penurias, sólo vivió
para ayudar a los pobres, aliviar a los agobiados y persuadirlos a todos a que
aceptasen el don de vida. Los efluvios de la misericordia divina eran
rechazados por aquellos corazones endurecidos y reacios pero volvían sobre
ellos con más vigor, impulsados por la augusta compasión y por la fuerza del
amor que sobrepuja a todo entendimiento. Israel empero se alejó de él,
apartándose así de su mejor Amigo y de su único Auxiliador. Su amor fue
despreciado, rechazados sus dulces consejos y ridiculizadas sus cariñosas
amonestaciones.
La hora de esperanza y de perdón transcurrió rápidamente. La copa
de la ira de Dios, por tanto tiempo contenida, estaba casi llena. La
nube que había ido formándose a través de los tiempos de apostasía y
rebelión, veíase ya negra, cargada de maldiciones, próxima a estallar
sobre un pueblo culpable; y el único que podía librarle de su suerte
fatal inminente había sido menospreciado, escarnecido y rechazado, y
en breve lo iban a crucificar.
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Cuando el Cristo estuviera clavado en la cruz del Calvario, ya habría
transcurrido para Israel su día como nación favorecida y saciada de
las bendiciones de Dios. La pérdida de una sola alma se considera como una
calamidad infinitamente más grande que la de todas las ganancias y todos los
tesoros de un mundo; pero mientras Jesús fijaba su mirada en Jerusalén, veía la
ruina de toda una ciudad, de todo un pueblo; de aquella ciudad y de aquel
pueblo que habían sido elegidos de Dios, su especial tesoro.
Los profetas habían llorado la apostasía de Israel y lamentado las terribles
desolaciones con que fueron castigadas sus culpas. Jeremías deseaba que sus
ojos se volvieran manantiales de lágrimas para llorar día y noche por los
muertos de la hija de su pueblo y por el rebaño del Señor que fue llevado
cautivo. (Jeremías 9: 1; 13: 17.) ¡Cuál no sería entonces la angustia de Aquel
cuya mirada profética abarcaba, no unos pocos años, sino muchos siglos! Veía
al ángel exterminador blandir su espada sobre la ciudad que por tanto tiempo
fuera morada de Jehová. Desde la cumbre del monte de los Olivos, en el lugar
24 mismo que más tarde iba a ser ocupado por Tito y sus soldados, miró a
través del valle los atrios y pórticos sagrados, y con los ojos nublados por las
lágrimas, vio en horroroso anticipo los muros de la ciudad circundados por
tropas extranjeras; oyó el estrépito de las legiones que marchaban en son de
guerra, y los tristes lamentos de las madres y de los niños que lloraban por pan
en la ciudad sitiada. Vio el templo santo y hermoso, los palacios y las torres
devorados por las llamas, dejando en su lugar tan sólo un montón de
humeantes ruinas. (CS. Cap. 1 El destino del mundo predicho. Pág. 22, 23)
Señales de la destrucción de Jerusalén
Antes de su destrucción final, aparecieron en Jerusalén señales que anunciaban
su inminente juicio venidero, estas señales proclamaban que su tiempo de
gracia, prolongado milagrosamente por la “extraña” misericordia divina,
llegaba definitivamente a su fin y para la eternidad.
Jesús declaró a los discípulos los castigos que iban a caer sobre el apóstata
Israel y especialmente los que debería sufrir por haber rechazado y crucificado
48
al Mesías. Iban a producirse señales inequívocas, precursoras del espantoso
desenlace. La hora aciaga llegaría presta y repentinamente.
Y el Salvador advirtió a sus discípulos: "Por tanto, cuando viereis la
abominación del asolamiento, que fue dicha por Daniel profeta, que estará en
el lugar santo (el que lee, entienda), entonces los que están en Judea, huyan a
los montes." (S. Mateo 24: 15, 16; S. Lucas 21: 20.) Tan pronto como los
estandartes del ejército romano idólatra fuesen clavados en el suelo sagrado,
que se extendía varios estadios más allá de los muros, los creyentes en Cristo
debían huir a un lugar seguro. Al ver la señal preventiva, todos los que
quisieran escapar debían hacerlo sin tardar. Tanto en tierra de Judea como en
la propia ciudad de Jerusalén el aviso de la fuga debía ser aprovechado en el
acto. Todo el que se hallase en aquel instante en el tejado de su casa no debía
entrar en ella ni para tomar consigo los más valiosos tesoros; los que
trabajaran en el campo y en los viñedos no debían perder tiempo en volver por
las túnicas que se hubiesen quitado para sobrellevar mejor el calor y la faena
del día. Todos debían marcharse sin tardar si no querían verse envueltos en la
ruina general. (CS. Cap. 1 El destino del mundo predicho. Pág. 28, 29)
Aparecieron muchas señales y maravillas como síntomas precursores
del desastre y de la condenación. A la media noche una luz extraña brillaba
sobre el templo y el altar. En las nubes, a la puesta del sol, se veían como
carros y hombres de guerra que se reunían para la batalla.
Los sacerdotes que ministraban de noche en el santuario eran aterrorizados
por ruidos misteriosos; temblaba la tierra y se oían voces que gritaban:
"¡Salgamos de aquí!" La gran puerta del oriente, que por su enorme peso era
difícil de cerrar entre veinte hombres y que estaba asegurada con formidables
barras de hierro afirmadas en el duro pavimento de piedras de gran tamaño, se
abrió a la media noche de una manera misteriosa. - Milman, History of the
Jews, libro 13.
Durante siete años un hombre recorrió continuamente las calles de Jerusalén
anunciando las calamidades que iban a caer sobre la ciudad. De día y de noche
49
entonaba la frenética endecha: "Voz del oriente, voz del occidente, voz de los
cuatro vientos, voz contra Jerusalén y contra el templo, voz contra el esposo y
la esposa, voz contra todo el pueblo." - Ibid., libro 13.
Este extraño personaje fue encarcelado y azotado sin que exhalase una queja.
A los insultos que le dirigían y a las burlas que le hacían, no contestaba sino
con estas palabras: "¡Ay de Jerusalén! ¡Ay, ay de sus moradores!" y sus tristes
presagios no dejaron de oírse sino cuando encontró la muerte en el sitio que él
había predicho. (CS. Cáp. 1 El destino del mundo predicho. Pág. 32, 33)
Finalmente, Jerusalén quedó entregada a su propia suerte a pesar de haber
señales que anunciaban la inminente destrucción no fueron reconocidas como
tales, su tiempo de gracia llegaba lamentablemente a su fin.
La longanimidad de Dios hacia Jerusalén no hizo sino confirmar a los judíos en
su terca impenitencia. Por el odio y la crueldad que manifestaron hacia los
discípulos de Jesús rechazaron el último ofrecimiento de misericordia. Dios les
retiró entonces su protección y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y la
nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido. Sus
hijos menospreciaron la gracia de Cristo, que los habría capacitado para
subyugar sus malos impulsos, y estos los vencieron. Satanás despertó las más
fieras y degradadas pasiones de sus almas.
Los hombres ya no razonaban, completamente dominados por sus impulsos y
su ira ciega. En su crueldad se volvieron satánicos. Tanto en la familia como
en la nación, en las clases bajas como en las clases superiores del pueblo, no
reinaban más que la sospecha, la envidia, el odio, el altercado, la rebelión y el
asesinato. No había seguridad en ninguna parte. Los amigos y parientes se
hacían traición unos a otros. Los padres mataban a los hijos y éstos a sus
padres. Los que gobernaban al pueblo no tenían poder para gobernarse a sí
mismos: las pasiones más desordenadas los convertían en tiranos. Los judíos
habían aceptado falsos testimonios para condenar al Hijo inocente de Dios; y
ahora las acusaciones más falsas hacían inseguras sus propias vidas. Con sus
hechos habían expresado desde hacía tiempo sus deseos: "¡Quitad de delante
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de nosotros al Santo de Israel!" (Isaías 30: 11, V.M.) y ya dichos deseos se
habían cumplido. El temor de Dios no les preocupaba más; Satanás se
encontraba ahora al frente de la nación y las más altas autoridades civiles y
religiosas estaban bajo su dominio. (CS. Cap. 1 El destino del mundo predicho.
Pág. 31, 32)
Así, el año 70 dc. Jerusalén fue destruida completamente por el ejercito
romano, la destrucción fue tal, que no quedó nada en pie, de la misma forma
que Jesús lo había profetizado. (Mat. 24: 1-2) Los sobrevivientes fueron
llevados y vendidos como esclavos y nunca más Israel habitó en su tierra. Bajo
la hegemonía del imperio romano, se cumplió la profecía anunciada por Cristo
sobre los juicios destructivos y de esta forma concluye de manera definitiva el
tiempo de gracia concedido a Israel.
Desde allí en adelante nunca más pasaría a ocupar un lugar significativo en la
profecía y dejaría de ser el pueblo escogido por Dios, aunque su rechazo como
nación se cumplió de manera profética el año 34 dc. al fin de las 70 semanas,
la misericordia divina se había prolongado sobre esta por un tiempo más, pero
aunque así fue, la paciencia divina y el último y extremo palazo llegó también a
su fin.
Israel no comprendió las profecías que eran para su tiempo, no reconocieron
las señales de los tiempos y rechazaron al Mesías prometido, así, su tiempo de
gracia había concluido de la peor manera posible y nunca más serían el pueblo
escogido de Dios para llevar el evangelio de salvación al mundo entero. Todos
los privilegios que se le entregaron fueron despreciados y mirados en menos
por lo cual, otros llegarían y pasarían a ocupar su lugar en la profecía y en el
tiempo.
Estos acontecimientos nos revelan que todo lo que Dios anuncia que vendrá se
cumplirá de una u otra forma sobre los hombres, todo tiempo de gracia que
Dios concede, por más extenso que éste sea, llega inevitablemente a su fin y
aquí se cumple una vez más, en vano fueron las lecciones de la historia pasada
51
que lamentablemente volvieron a repetirse… … que todo tiempo de gracia
comienza y llega a su fin.
El tiempo de gracia a escala global
Todos estos acontecimientos que hemos visto hasta aquí, nos hablan de un
tiempo de gracia concedido en ciertos períodos de la historia de la humanidad,
pero que de alguna forma no han implicado el fin total de la civilización o del
presente orden de cosas como las conocemos, sino más bien, han sido
solamente juicios parciales y puntuales, geográficamente determinados.
Aunque el diluvio implicó una destrucción global mediante el agua, aún así, el
mal y el pecado no fueron erradicados de la tierra y Lucifer y sus ángeles
continuaron con sus propósitos y planes, después de esta catástrofe el mal se
desarrolló nuevamente y nos llevó a la destrucción de Sodoma y Gomorra.
De manera que, estos tiempos de gracia que Dios ha concedido solamente han
sido eventos parciales y no globales que impliquen la erradicación y
destrucción completa del mal en todas sus formas, ese tiempo aún no llegaría
y estos juicios parciales limpiaban el camino hacia el cumplimiento y desarrollo
de las profecías que nos llevarían al fin del tiempo de gracia escatológico y
global.
Cada uno de los distintos períodos importantes de la humanidad estuvieron
marcados por grandes cataclismos o catástrofes significativas como lo fueran
el diluvio universal y la destrucción de Sodoma y Gomorra, así como también
estuvieron precedidos por un tiempo de gracia y misericordia para la
humanidad de entonces.
Sin embargo, y lo que resulta interesante notar es que estos acontecimientos
se producían en lugares geográficos determinados y específicos donde la vida
y la civilización humana se desarrollaban, lugares que concentraban a la mayor
cantidad de la población mundial de la época o del mundo habitado y conocido
de entonces como lo fue Mesopotamia, cuna de todas las civilizaciones o del
tiempo antediluviano donde el mundo habitado se concentraba en un solo
continente conocido como pangea. Aunque después del diluvio, y habiéndose
52
separado los continentes, aún así, la población humana siguió concentrada en
ciertos lugares geográficos específicos.
De esta forma, el tiempo de gracia entregado a la humanidad va, desde lo más
particular a lo más general, ese tiempo de gracia particular, geográfico, era
considerado de forma “global” para la población mundial y geográficamente
extendida del momento, haciéndose más general o amplio en la medida que la
población mundial se extendía. En otras palabras, en la medida que los
hombres se multiplicaban sobre la tierra y se concentraban en ciertos lugares
geográficos para vivir, el mal también se extendía a esos lugares, por lo cual
los juicios divinos descendían sobre aquellas zonas donde se concentraban la
población humana y la maldad de los hombres se desarrollada.
Estas condiciones las podemos describir mediante el uso de cuatro círculos,
uno dentro de otro, en los círculos interiores no se podría hablar de un tiempo
de gracia global o mundial, abarcando a todo el planeta o mucho menos a un
fin del mundo, debido a que en estos primeros círculos el mundo se encontraba
en su pleno desarrollo y expansión y habitado solo en ciertas zonas geográficas
y por lo mismo, la maldad no se encontraba multiplicada. Además la obra de
Dios se circunscribía solo a la zona expandida o al mundo habitado de
entonces.
Pero en el círculo más externo, sí podemos llegar a hablar de un tiempo de
gracia mundial y del fin del mundo, pues éste círculo representaría al mundo
contemporáneo, globalizado y poblado hacia los cuatro vientos del cielo donde
ahora la maldad se ha desarrollado y multiplicado a niveles tan peligrosos que
ha llegado al límite de lo que la divinidad puede permitir.
También la obra de Dios y su pueblo se ha extendido en la misma proporción
llegando casi a todos los rincones del planeta y alcanzando niveles globales y
no regionales o locales como lo fue en épocas pasadas o en el mismo comienzo
de la historia bíblica.
Sin embargo, y en la medida que el tiempo y los siglos han transcurrido, hoy el
mundo se encuentra poblado en su plenitud, según era la orden de Dios al
comienzo (Gén. 1: 28) de la humanidad, pero junto a esta explosión
53
demográfica, el mal también se ha desarrollado y hecho extensivo a todos los
rincones de la tierra y este, a diferencia del tiempo pasado, no se localiza en un
lugar geográfico determinado como lo fue en su comienzo, sino en todo el
mundo, de allí que el tiempo de gracia concedido esta vez a los hombres
alcance con ello dimensiones globales, de modo que, el tiempo de gracia
actual tiene connotaciones mundiales y donde podemos ahora hablar, no del
fin de una determinada civilización, sino del mundo entero.
Esta es la razón por la cual los símbolos contenidos en las visiones del libro de
Daniel eran figuras no tan complejas de interpretar, en ese tiempo la obra de
Dios era local y especifica así como la extensión de los poderes del mal que en
esos momentos estaba en el contexto de la Babilonia literal la cual abarcaba
un determinada zona geográfica del mundo habitado.
Por otro lado, las visiones del libro del Apocalipsis se tornan mucho más
complejas y difíciles de interpretar, con lo cual se revela con esto, que los
poderes del mal allí representados y su extensión, así como la obra de Dios y
de su pueblo son de naturaleza mundial y no local. Apocalipsis describe un
escenario globalizado para el desarrollo y cumplimiento de las profecías
relacionadas con el fin del mundo.
Este concepto, ahora global, de un tiempo de gracia se circunscribe en el
contexto del plan de la redención, con la muerte de Cristo en la cruz del
Calvario y dejando atrás los rituales simbólicos, según fue tipificado en el
santuario terrenal, y a partir de la entronización de Cristo en el santuario
celestial dando inicio a su ministerio en el lugar santo, comenzaría el tiempo de
gracia esta vez para todo el mundo.
Todas las visones del libro de Apocalipsis y los acontecimientos que este
revela, comienzan a partir del momento en que Cristo es entronizado (Apoc. 4
y 5) con lo cual nos lleva al año 31 dc. donde Jesús, después de ascender
comienza su ministerio celestial.
Esta es la razón por la cual una vez que resucitó, Cristo habló que el evangelio
ahora sería llevado al mundo entero (Hech. 1: 6-8) alcanzando dimensiones
globales y desde el monte de los Olivos profetizó este mismo escenario, (Mat.
54
24: 14) que antes que venga el fin y con ello los juicios de Dios, el mundo
entero conocería la verdad. De manera que, desde allí en adelante estaríamos
hablando del círculo más externo y con ello del fin del mundo.
Los 2300 días proféticos y el comienzo del último tiempo de gracia
El ministerio de Cristo en el santuario celestial estaba conforme a los rituales
simbólicos del santuario terrenal que tipificaban aquella instancia celestial.
Según el santuario terrenal, este tenía dos compartimentos llamado el lugar
santo y el segundo el lugar santísimo, en el primero los sacerdotes entraban
todos los día en lo que se conocía como el servicio diario, mientras que en el
lugar santísimo solo una vez al año en el día de la expiación, el día 10 del
séptimo mes del calendario litúrgico judío.
El servicio del primer departamento comenzaría con la entronización de Cristo
a su ministerio celestial, que se extendería por 1813 años a contar del año 31
hasta 1844 dc.
Durante todo este tiempo se llevó el evangelio a todo el mundo conocido de
entonces, comenzando con los discípulos y siglos más tarde, con la iglesia
perseguida, concentrándose primordialmente en el viejo continente, hasta ese
momento aún no podríamos hablar en términos realmente globales.
Con el descubrimiento de América en 1492, Cristóbal Colón abrió una nueva
ruta para colonizar el nuevo mundo, lo cual permitió a la iglesia perseguida en
Europa por casi 1260 años, encontrar tiempo después, un refugio en las costas
de lo que más tarde sería Norteamérica. Al terminar el largo período de los
1260 días proféticos los cuales se cumplen en 1798 dc. se iniciaba lo que la
profecía denomina el tiempo del fin, (Dan. 7: 8, 24-25; 8: 7-13, 14-19; 12: 4, 9)
con la herida de muerte papal, (Apoc. 12: 6, 13: 3, 9-10) en ese año,
comenzaría para el mundo el último período de tiempo profético que concluiría
con la segunda venida de Cristo.
Sin embargo, la profecía de Daniel nos revela que el santuario sería purificado
al término de los 2300 días proféticos (Dan. 8: 14) y la purificación de este,
según lo indicaban los servicios del santuario terrenal, se realizaban el día de la
55
expiación. Según los cálculos realizados, estos se inician en el mismo tiempo
en que comienzan las 70 semanas proféticas dadas a Israel, el año 457 ac. y se
extenderían por largos 2300 años, esto nos lleva más allá de la era cristiana
concluyendo específicamente en 1844 dc.
En ese año comenzaría la purificación del santuario o el día de la expiación, el
cual era considerado como un día de juicio, donde Cristo pasaría al segundo
compartimento del santuario celestial, pero este era el último servicio anual
según las fiestas litúrgicas del santuario terrenal con lo cual se revela que esta
etapa sería la última antes que Cristo venga. Así, en 1844 comenzaría la
última etapa del tiempo de gracia para dar término definitivo a la historia de la
humanidad, para ese año, los 1260 días proféticos ya habían concluido hacía
46 años en 1798 y antes que llegara esa fecha, la persecución en Europa había
concluido 22 años antes, en 1776, lo cual concordaba con las declaraciones de
Cristo que aquellos días serían acortados. (Mat. 24: 21-22)
De manera asombrosa, en ese mismo año (1776) en que terminaba la
persecución en Europa, se firmaba la declaración de independencia de los
EE.UU. (Apoc. 13: 11) que nacían como nación libre, formada por aquellos
primeros colonos inmigrantes que buscaban libertad de conciencia, de esta
forma, surge la segunda bestia de Apocalipsis 13 que llegaría a ocupar un lugar
importante en el desarrollo de la profecía apocalíptica del tiempo del fin
desarrollando una actividad vicaria a favor de la segunda bestia, pero a escala
global. (v. 12-17)
Al cumplirse los 2300 días en 1844, podríamos hablar de aquí en adelante y
con toda autoridad, recién de un escenario globalizado y del fin del mundo, así
lo presentan las profecías del Apocalipsis al referirse al comienzo de la hora de
este juicio haciendo alusión a las profecías de Daniel, en Apocalipsis 14 se
habla de un triple mensaje angélico que comienza con la proclamación a escala
mundial del inicio de la hora del juicio, antes que Cristo venga, en la voz del
mensaje del primer ángel, cuya amonestación es a escala global, la cual se
extendería en el tiempo con los otros dos mensajes angélicos. (Apoc. 14: 6-9)
¿Cuándo termina el tiempo de gracia?
56
En los eventos que acontecieron en la historia pasada, Dios reveló lo que sería
un determinado tiempo de gracia parcial para esas generaciones, reveló el
comienzo y fin de aquella misericordia divina. En el caso del diluvio universal
Dios le reveló a Noé que sería un tiempo de 120 años y seguramente el
Patriarca en sus cálculos conoció la fecha de término de ese período.
En el caso de Sodoma y Gomorra se les concedió 24 años de misericordia antes
de ser destruidas, los cuales comenzarían a partir de la entrada de Lot en la
llanura, y en el caso del pueblo de Israel, Dios les entregó suficiente
información para conocer, tanto el comienzo como el final de aquél tiempo de
gracia definitivo para la nación, comenzando a partir del año 457 ac. y se
extenderían por 490 años hasta el 34 dc. los cuales correspondían con las 70
semanas.
De esta forma, y para nuestros días, el tiempo de gracia, ahora entregado a la
humanidad, es sobre un escenario globalizado, donde esta vez, implicaría el fin
del mundo, de este período conoceríamos solamente el comienzo de aquél
tiempo, que de manera sorprendente fue anunciado junto al comienzo del
mismo período de tiempo de gracia destinado al pueblo judío el año 457 ac.
donde los 2300 días proféticos que eran para nuestra época, dentro del tiempo
del fin, revelan, al término de estos en 1844 dc. el comienzo del juicio divino y
con ello el comienzo del último tiempo de gracia destinado a la humanidad.
Pero debemos de comprender que la profecía no revela de forma matemática
la fecha en que termina este tiempo de gracia, iniciado en 1844, Dios no
permitió que eso ocurriera, de haber el hombre conocido aquella fecha de
término del juicio en el cielo o día de la expiación, éste jugaría con Dios y la
salvación a través de un arrepentimiento y acercamiento falaz hacia Cristo.
Por otro lado, y aunque no conocemos la fecha o tiempo exacto del fin del
tiempo de gracia, sin embargo, ¿Podemos conocer el tiempo o la época en
que éste período de gracia mundial llegará a su fin? ¿Podemos identificar los
tiempos en que vivimos y saber interpretar las señales, acontecimientos que se
producirán en nuestros días previos al fin de esa instancia? aunque el tiempo
de gracia llegará a su fin de forma repentina e inesperadamente ¿Sabremos
reconocer por las señales que ese fin se acerca?
57
¿Sin embargo, podemos ahora aprender para nuestro tiempo de los
acontecimientos y hechos que marcaron la historia pasada, relacionados con
los tiempos de gracia y misericordia que se les concedió a los hombres en los
distintos períodos en que Dios se manifestó desde el cielo con juicios
destructivos? ¿Qué nos enseña al presente la historia pasada?
¿La profecía nos revela las señales y acontecimientos que se desatarán sobre
la tierra, previos al fin del tiempo de gracia? ¿Le advertirá Cristo a los
habitantes de la tierra que su ministerio celestial está próximo a su fin y con
ello, el término definitivo del tiempo de gracia para la humanidad?
Señales del fin del tiempo de gracia
Aunque conocemos solamente la fecha del inicio de este tiempo de gracia, no
conocemos la fecha del término de este juicio divino que sellará finalmente los
destinos eternos de cada ser humano sobre la tierra. Las Sagradas Escrituras
revelan que efectivamente ese fin se producirá y una vez concluido Cristo
vendrá, Apocalipsis revela las impresionantes escenas que se desarrollarán
sobre la tierra cuando ese tiempo de gracia finalice el cual es presentado de
forma escatológica a través de una revelación que muestra que efectivamente
acontecerá. (Apoc. 8: 1-5; 6: 14-17; 15: 1, 5-8; 19: 1-2; 22: 10-11)
Cuando un tiempo de gracia concluye, es porque llegó la hora o se hace
imperativa la intervención divina en los asuntos de los hombres, revelando que
la maldad y el pecado llegaron a límites extremadamente peligrosos y la
sociedad ha madurado en el conocimiento del árbol de la ciencia del mal.
Durante los días previos al diluvio universal y de la destrucción de Sodoma y
Gomorra, Dios intervino cuando la maldad había llegado al nivel permitido,
(Gén. 6: 1-7, 11-13; 13: 13; 18: 20-21)) por lo tanto, existen determinados
factores que revelan que el tiempo de gracia que Dios concede a los hombres
está llegando a su fin.
La maduración del mal
58
Cuando Dios intervino en los días de Noé y del Patriarca Lot respectivamente,
la maldad de los hombres se circunscribía solamente al lugar geográfico donde
la civilización estaba concentrada y desarrollada, pero el tiempo de gracia
destinado al mundo revela que la maldad se encuentra ahora desarrollada y
multiplicada a escala global. (Mat. 24: 12)
Los símbolos proféticos que acompañan a las profecías para este tiempo del
fin, son complejos y difíciles de interpretar, por otro lado, la representación que
la Biblia realiza del mal en los comienzos de este, es a través de una serpiente
(Gén. 3: 1) revelando simpleza, “inocencia” y falta de experiencia.
Pero la identificación que la profecía hace del mal para el fin del tiempo, nos
revela que la iniquidad y los poderes de las legiones del mal han sufrido una
impactante e importante metamorfosis, muy compleja y aguda, dirigiéndose a
una maduración total, ya no es una simple y bella serpiente, sino más bien,
una bestia compleja, peligrosa y agresiva. (Apoc. 12, 13, 17)
El apóstol Pablo advirtió de estos tiempos en que el mal estaría maduro,
haciendo de los tiempos del fin los más peligrosos de toda la historia de la
humanidad. (2ª Tim. 3: 1-5) La profecía apocalíptica revela poco antes que
termine el tiempo de gracia, que los poderes que se desarrollarían sobre la
tierra en orden de batalla contra Dios, su ley y la iglesia remanente,
alcanzarían dimensiones globales y complejas y la sociedad mundial sobre los
cuales estos poderes gobernarían bajo un nuevo orden mundial (NOM) habrían
llegado a su maduración total, tiempos en que el pecado sería considerado
como una ciencia, virtud, y parte de los derechos de los hombres. (Apoc. 9: 20-
21; 14: 15-18)
Así, el fin del tiempo de gracia en la actualidad se cumplirá de forma análoga al
tiempo en que Cristo vino por primera vez. Para esa época, el tiempo del
cumplimiento de ese evento estaba maduro y esto implicaba que la sociedad
en términos generales y los poderes del mal que gobernaban para ese
entonces habían alcanzado maduración, llegando a los niveles y límites
permitidos por Dios.
59
Los símbolos proféticos que revelan los poderes para esa época y tiempo del
primer advenimiento de Cristo, están representados por una bestia espantosa
e indescriptible, (Dan. 7: 7-8, 15-25) si tomamos la serie desde Babilonia hasta
Roma, como lo hace la profecía, nos daremos cuenta que contando desde
Babilonia en adelante, los símbolos comienzan a tornarse cada vez más
complejos en la medida que se avanza y donde aparece cada vez un nuevo
elemento incorporado al símbolo profético haciéndolo más complejo en su
interpretación.
Esto revela progreso, evolución, complejidad y maduración, terminando la serie
con la bestia espantosa y muy distinta a todas las demás (v. 19) la cual
simboliza a Roma imperial que era el poder reinante para cuando Cristo vino
por primera vez, esta criatura, a diferencia de las demás, como el simple león
alado, el oso y el leopardo, (v. 4, 5, 6) se torna muy compleja y agresiva al
punto que es indescriptible.
Así, bajo esta figura profética se produce el cumplimiento de las profecía que
revelan la llegada del Mesías príncipe, la sociedad se encontraba lista y
madura en todos sus aspectos, el pecado y la maldad, la depravación, la
inmoralidad, las enfermedades, la obra e influencia de los demonios era tal,
que requerían con urgencia de la intervención divina.
Pero, como las estrellas en la vasta órbita de su derrotero señalado, los
propósitos de Dios no conocen premura ni demora. Por los símbolos de las
densas tinieblas y el horno humeante, Dios había anunciado a Abrahán la
servidumbre de Israel en Egipto, y había declarado que el tiempo de su estada
allí abarcaría cuatrocientos años. "Después de esto -dijo Dios,- saldrán con
grande riqueza." Y contra esta palabra se empeñó en vano todo el poder del
orgulloso imperio de los faraones. "En el mismo día" señalado por la promesa
divina, "salieron todos los ejércitos de Jehová de la tierra de Egipto." Así
también fue determinada en el concilio celestial la hora en que Cristo
había de venir; y cuando el gran reloj del tiempo marcó aquella hora,
Jesús nació en Belén.
60
"Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo." La
Providencia había dirigido los movimientos de las naciones, así como
el flujo y reflujo de impulsos e influencias de origen humano, a tal
punto que el mundo estaba maduro para la llegada del Libertador. Las
naciones estaban unidas bajo un mismo gobierno. Un idioma se
hablaba extensamente y era reconocido por doquiera como la lengua
literaria. De todos los países, los judíos dispersos acudían a Jerusalén para
asistir a las fiestas anuales, y al volver a donde residían, podían difundir por el
mundo las nuevas de la llegada del Mesías.
En aquel entonces los sistemas paganos estaban perdiendo su poder sobre la
gente. Los hombres se hallaban cansados de ceremonias y fábulas. Deseaban
con vehemencia una religión que dejase satisfecho el corazón. Aunque la luz
de la verdad parecía haberse apartado de los hombres, había almas que
buscaban la luz, llenas de perplejidad y tristeza. Anhelaban conocer al Dios
vivo, a fin de tener cierta seguridad de una vida allende la tumba.
Al apartarse los judíos de Dios, la fe se había empañado y la esperanza casi
había dejado de iluminar lo futuro. Las palabras de los profetas no eran
comprendidas. Para las muchedumbres, la muerte era un horrendo misterio;
más allá todo era incertidumbre y lobreguez. No era sólo el lamento de las
madres de Belén, sino el clamor del inmenso corazón de la humanidad, el que
llegó hasta el profeta a través de los siglos: la voz oída en Ramá, "grande
lamentación, lloro y gemido: Raquel que llora sus hijos; y no quiso ser
consolada, porque perecieron." Los hombres moraban sin consuelo en "región
y sombra de muerte." Con ansia en los ojos, esperaban la llegada del
Libertador, cuando se disiparían las tinieblas, y se aclararía el misterio de lo
futuro. (DTG. Cap. 3 El cumplimiento del tiempo. Pág. 23, 24)
En el tiempo del nacimiento de Cristo, la nación estaba tascando el freno bajo
sus amos extranjeros, y la atormentaba la disensión interna. Se les había
permitido a los judíos conservar la forma de un gobierno separado; pero nada
podía disfrazar el hecho de que estaban bajo el yugo romano, ni avenirlos a la
restricción de su poder. Los romanos reclamaban el derecho de nombrar o
remover al sumo sacerdote, y este cargo se conseguía con frecuencia por el
61
fraude, el cohecho y aun el homicidio. Así el sacerdocio se volvía cada vez más
corrompido. Sin embargo, los sacerdotes poseían aún gran poder y lo
empleaban con fines egoístas y mercenarios. El pueblo estaba sujeto a sus
exigencias despiadadas, y también a los gravosos impuestos de los romanos.
Este estado de cosas ocasionaba extenso descontento. Los estallidos populares
eran frecuentes. La codicia y la violencia, la desconfianza y la apatía espiritual,
estaban royendo el corazón mismo de la nación.
El odio a los romanos y el orgullo nacional y espiritual inducían a los judíos a
seguir adhiriéndose rigurosamente a sus formas de culto. Los sacerdotes
trataban de mantener una reputación de santidad atendiendo
escrupulosamente a las ceremonias religiosas. El pueblo, en sus tinieblas y
opresión, y los gobernantes sedientos de poder anhelaban la venida de Aquel
que vencería a sus enemigos y devolvería el reino a Israel. Habían estudiado
las profecías, pero sin percepción espiritual. Así habían pasado por alto
aquellos pasajes que señalaban la humillación de Cristo en su primer
advenimiento y aplicaban mal los que hablaban de la gloria de su segunda
venida. El orgullo obscurecía su visión. Interpretaban las profecías de acuerdo
con sus deseos egoístas. (DTG. Cap. 2 El pueblo elegido. Pág. 22)
El cumplimiento del tiempo había llegado. La humanidad, cada vez más
degradada por los siglos de transgresión, demandaba la venida del Redentor.
Satanás había estado obrando para ahondar y hacer insalvable el abismo entre
el cielo y la tierra. Por sus mentiras, había envalentonado a los hombres en el
pecado. Se proponía agotar la tolerancia de Dios, y extinguir su amor por el
hombre, a fin de que abandonase al mundo a la jurisdicción satánica.
Satanás estaba tratando de privar a los hombres del conocimiento de Dios, de
desviar su atención del templo de Dios, y establecer su propio reino. Su
contienda por la supremacía había parecido tener casi completo éxito. Es cierto
que en toda generación Dios había tenido sus agentes. Aun entre los paganos,
había hombres por medio de quienes Cristo estaba obrando para elevar el
pueblo de su pecado y degradación. Pero eran despreciados y odiados. A
muchos se les había dado muerte. La obscura sombra que Satanás había
echado sobre el mundo se volvía cada vez más densa.
62
Mediante el paganismo, Satanás había apartado de Dios a los hombres durante
muchos siglos; pero al pervertir la fe de Israel había obtenido su mayor triunfo.
Al contemplar y adorar sus propias concepciones, los paganos habían perdido
el conocimiento de Dios, y se habían ido corrompiendo cada vez más. Así había
sucedido también con Israel.
El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento
de toda religión pagana, era ya principio de la religión judaica. Satanás lo había
implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen defensa contra el
pecado. (DTG. Cap. 3 El cumplimiento del tiempo. Pág. 26,)
El pueblo a quien Dios había llamado para ser columna y base de la verdad,
había llegado a ser representante de Satanás. Hacía la obra que éste deseaba
que hiciese, y seguía una conducta que representaba falsamente el carácter de
Dios y le hacía considerar por el mundo como un tirano. Los mismos sacerdotes
que servían en el templo habían perdido de vista el significado del servicio que
cumplían. Habían dejado de mirar más allá del símbolo, a lo que significaba. Al
presentar las ofrendas de los sacrificios, eran como actores de una pieza de
teatro. Los ritos que Dios mismo había ordenado eran trocados en medios de
cegar la mente y endurecer el corazón. Dios no podía hacer ya más nada para
el hombre por medio de ellos. Todo el sistema debía ser desechado.
El engaño del pecado había llegado a su culminación. Habían sido puestos en
operación todos los medios de depravar las almas de los hombres. El Hijo de
Dios, mirando al mundo, contemplaba sufrimiento y miseria. Veía con
compasión cómo los hombres habían llegado a ser víctimas de la crueldad
satánica. Miraba con piedad a aquellos a quienes se estaba corrompiendo,
matando y perdiendo. Habían elegido a un gobernante que los encadenaba
como cautivos a su carro. Aturdidos y engañados avanzaban en lóbrega
procesión hacia la ruina eterna, hacia la muerte en la cual no hay esperanza de
vida, hacia la noche que no ha de tener mañana. Los agentes satánicos
estaban incorporados con los hombres. Los cuerpos de los seres humanos,
hechos para ser morada de Dios, habían llegado a ser habitación de demonios.
Los sentidos, los nervios, las pasiones, los órganos de los hombres, eran
movidos por agentes sobrenaturales en la complacencia de la concupiscencia
63
más vil. La misma estampa de los demonios estaba grabada en los rostros de
los hombres, que reflejaban la expresión de las legiones del mal que los
poseían. Fue lo que contempló el Redentor del mundo. ¡Qué espectáculo para
la Pureza Infinita!
El pecado había llegado a ser una ciencia, y el vicio era consagrado como parte
de la religión. La rebelión había hundido sus raíces en el corazón, y la
hostilidad del hombre era muy violenta contra el cielo. Se había demostrado
ante el universo que, separada de Dios, la humanidad no puede ser elevada.
Un nuevo elemento de vida y poder tiene que ser impartido por Aquel que hizo
el mundo.
Con intenso interés, los mundos que no habían caído habían mirado para ver a
Jehová levantarse y barrer a los habitantes de la tierra. Y si Dios hubiese hecho
esto, Satanás estaba listo para llevar a cabo su plan de asegurarse la
obediencia de los seres celestiales. El había declarado que los principios del
gobierno divino hacen imposible el perdón. Si el mundo hubiera sido destruido,
habría sostenido que sus acusaciones eran ciertas. Estaba listo para echar la
culpa sobre Dios, y extender su rebelión a los mundos superiores. Pero en vez
de destruir al mundo, Dios envió a su Hijo para salvarlo. Aunque en todo rincón
de la provincia enajenada se notaba corrupción y desafío, se proveyó un modo
de rescatarla. En el mismo momento de la crisis, cuando Satanás parecía estar
a punto de triunfar, el Hijo de Dios vino como embajador de la gracia divina. En
toda época y en todo momento, el amor de Dios se había manifestado en favor
de la especie caída. A pesar de la perversidad de los hombres, hubo siempre
indicios de misericordia. Y llegada la plenitud del tiempo, la Divinidad se
glorificó derramando sobre el mundo tal efusión de gracia sanadora, que no se
interrumpiría hasta que se cumpliese el plan de salvación.
Satanás se estaba regocijando que había logrado degradar la imagen de Dios
en la humanidad. Entonces vino Jesús a restaurar en el hombre la imagen de su
Hacedor. Nadie, excepto Cristo, puede amoldar de nuevo el carácter que ha
sido arruinado por el pecado. El vino para expulsar a los demonios que habían
dominado la voluntad. Vino para levantarnos del polvo, para rehacer según el
64
modelo divino el carácter que había sido mancillado, para hermosearlo con su
propia gloria. (DTG. Cap. 3 El cumplimiento del tiempo. Pág. 27, 28)
Estas circunstancias se volverán a repetir en nuestros días al acercarse la
segunda venida de Cristo, lo que ocurrió en el pasado se cumplirá una vez
más. (1ª Cor. 10: 1-12) Hoy vivimos sobre el mismo escenario, símbolos
proféticos similares revelan la complejidad y sofisticado de la sociedad y de su
maduración y del incremento de la maldad. Aunque siempre ha existido la
maldad sobre la tierra, desde el momento en que entró el pecado en el mundo
(Gén. 3) comenzando éste un proceso de maduración en el tiempo hasta que
alcanza niveles peligrosos y se hace necesaria la intervención divina, pero no
en los niveles como lo que está aconteciendo en nuestros días.
La simbología apocalíptica para el tiempo del fin nos revela la plena
maduración del mal, desde una simple serpiente a una bestia compleja y
poderosa que gobierna sobre toda la tierra y cuyos súbditos son marcados para
la perdición eterna. (Apoc. 13: 16) La profecía nos habla de una maduración y
este será el tiempo en que Jesús venga. Apocalipsis revela que el escenario
sobre el cual se produce la segunda venida de Cristo es el de una sociedad
completamente madura, para ese tiempo, la tierra habrá madurado
completamente (Apoc. 14: 14-20) de allí, que la simbología apocalíptica sea tan
compleja para el tiempo del fin, (Apoc. 12, 13, 17, 18, 19) revelando con esto
aquella maduración, donde los hombres han alcanzando y traspasando los
niveles permitidos por Dios, los cuales se cumplen ya en nuestros días.
Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran
crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el
mundo, y los movimientos finales serán rápidos.- 3JT 280, 1909. (EUD.
Cap. 1 La última crisis de la tierra. Pág. 7)
El tiempo actual es un tiempo de tinieblas espirituales para las iglesias del
mundo. La ignorancia de las cosas divinas ha encubierto a Dios y la verdad de
la vista de los hombres. Las fuerzas del mal se congregan y fortalecen.
Satanás promete a sus asociados que hará una obra que seducirá al
mundo entero. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 315.) (SC.
Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 70)
65
El registro diario de los acontecimientos atestigua el cumplimiento de estas
palabras. El mundo está madurando rápidamente para la destrucción.
Pronto se derramarán los juicios de Dios, y serán consumidos el pecado y los
pecadores. (Patriarcas y Profetas, pág. 162.) (SC. Condiciones que hace frente
el cristiano. Pág. 72)
La rápida maduración del mal en nuestros días se está expresando en términos
que es imposible de explicar, el pecado y la maldad que estamos viendo en
nuestro tiempo no son normales y nos revela que algo no está bien. No es
normal lo que está aconteciendo, mientras que se hacen los mayores esfuerzos
por medio de psicólogos, psiquiatras, sociólogos, educadores, y todo tipo de
profesionales para dar una respuesta satisfactoria y poder así encontrar las
causas y motivos, así como las soluciones, pero cada uno de ellos se explica en
términos de la sociedad y del hombre antes que descubrir la verdadera causa
que señala la inspiración divina.
Vivimos en medio de una "epidemia de crímenes," frente a los cuales
los pensadores y los temerosos de Dios por todas partes se sienten
horrorizados. Describir la corrupción que prevalece está fuera del
poder de la pluma humana. Cada día trae consigo nuevas revelaciones de
luchas políticas, de cohechos y de fraudes. Cada día trae consigo su porción de
aflicciones para el corazón en materia de violencia, anarquía, indiferencia para
con los padecimientos humanos, brutalidades y alevosas muertes.
Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios.
¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están trabajando entre los
hombres con creciente actividad para perturbar y corromper la mente,
manchar y destruir el cuerpo? (El Ministerio de Curación, págs. 132, 133.)
El espíritu de anarquía está penetrando en todas las naciones, y los
disturbios que de vez en cuando excitan el horror del mundo, no son
sino señales de los reprimidos fuegos de las pasiones y de la maldad
que, una vez que escapen del dominio de las leyes, llenarán el mundo
de miseria y desolación.
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El cuadro del mundo antediluviano que pintó la inspiración representa con
fiel veracidad la condición a la cual la sociedad moderna está llegando
rápidamente. Ahora mismo, en el presente siglo, y en países que se
llaman cristianos, se cometen diariamente crímenes tan negros y
atroces, como aquellos por los cuales los pecadores del antiguo
mundo fueron destruidos. (Patriarcas y Profetas, pág. 91.)
Antes del diluvio, Dios mandó a Noé que diese aviso al mundo, para que los
hombres fuesen llevados al arrepentimiento, y para que así escapasen a la
destrucción. A medida que se aproxima el momento de la segunda venida de
Cristo, el Señor envía a sus siervos al mundo con una amonestación para que
los hombres se preparen para ese gran acontecimiento.
Multitudes de personas han vivido violando la ley de Dios, y ahora, con toda
misericordia, las llama para que obedezcan sus sagrados preceptos. A todos
los que abandonen sus pecados mediante el arrepentimiento para con Dios y la
fe en Cristo, se les ofrece perdón. (Patriarcas y Profetas, pág. 91.)
El estado actual de las cosas muestra que tiempos de perturbación
están por caer sobre nosotros. Los diarios están llenos de alusiones
referentes a algún formidable conflicto que debe estallar dentro de poco. Son
siempre más frecuentes los audaces atentados contra la propiedad. Las
huelgas se han vuelto asunto común.
Los robos y los homicidios se multiplican. Hombres dominados por espíritus de
demonios quitan la vida a hombres, mujeres y niños. El vicio seduce a los
seres humanos y prevalece el mal en todas sus formas. (Joyas de los
Testimonios, tomo 3, pág. 280.)
Ahora, cuando el fin de las cosas terrenales se acerca rápidamente,
Satanás realiza desesperados esfuerzos por entrampar al mundo.
Inventa muchos planes para ocupar las mentes y apartar la atención
de las verdades esenciales para la salvación.
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En todas las ciudades sus agentes están organizando empeñosamente en
partidos a aquellos que se oponen a la ley de Dios. El gran engañador está
tratando de introducir elementos de confusión y rebelión, y los hombres se
están enardeciendo con un celo que no está de acuerdo con su
conocimiento. (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 178, 179.) (SC.
Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 68, 69)
Se me mostró a los habitantes de la tierra en la mayor confusión. Guerra,
derramamiento de sangre, privación, necesidad, hambre y pestilencia
azotaban la tierra. . . . Se me llamó entonces la atención a otra escena.
Parecía haber un corto tiempo de paz. Una vez más los habitantes de la tierra,
fueron presentados delante de mí; y de nuevo todas las cosas se hallaban en la
mayor confusión. La lucha, la guerra, el derramamiento de sangre, con
hambre y pestilencia, rugían por doquier. Otras naciones se hallaban
empeñadas en esta guerra y confusión. La guerra causaba hambre. La
necesidad y el derramamiento de sangre producía pestilencia. Y entonces los
corazones de los hombres desfallecían de temor, "y expectación de las cosas
que sobrevendrán a la redondez de la tierra." (Testimonies, tomo 1, pág. 268.)
(SC. Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 70)
El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos
por los cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra. Los que oyen la
invitación del Evangelio que llama a los pecadores al arrepentimiento,
y no hacen caso de ella, son más culpables ante Dios que los
habitantes del valle de Sidim. Mayor aún es el pecado de los que
aseguran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y sin embargo,
niegan a Cristo en su carácter y en su vida diaria. De acuerdo con lo
indicado por el Salvador, la suerte de Sodoma es una solemne advertencia. . .
para todos aquellos que están jugando con luz y los privilegios que vienen del
cielo (Patriarcas y Profetas, págs. 160, 161). (Joyas de los Testimonios, tomo 2,
pág. 75). (Conflicto y valor. miércoles 17 de febrero. No olvidéis.)
Hay motivo para inquietarse por el estado religioso del mundo actual.
Se ha jugado con la gracia de Dios. La multitud ha anulado la ley de Dios
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"enseñando doctrinas y mandamientos de hombres". La incredulidad
prevalece en muchas iglesias de nuestra tierra; no es una incredulidad en el
sentido más amplio, que niegue abiertamente la Sagrada Escritura, sino una
incredulidad envuelta en la capa del cristianismo, mientras mina la fe en la
Biblia como revelación de Dios.
La devoción ferviente y la piedad viva han cedido el lugar a un formalismo
hueco. Como resultado prevalece la apostasía y el sensualismo. Cristo
declaró: "Asimismo también como fue en los días de Lot;. . . como esto será el
día en que el Hijo del hombre se manifestará". (Patriarcas y Profetas, pág.
162.) (SC. Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 71, 72)
Todos estos acontecimientos y acciones entre los hombres, revelan que este
proceso de maduración del pecado y del mal está llegando finalmente a su
máximo crecimiento y expresión. La sociedad, representada por las uvas está
madurando y pronto ha de realizarse su cosecha final en el gran lagar de la ira.
La maldad al límite permitido
El mal, la transgresión y el pecado están llegando a tal punto, que están
superando rápidamente los niveles permitidos por Dios, algo extraño está
aconteciendo entre los hombres y esto nos revela que nos acercamos a los
niveles que Dios no puede ya tolerar más, y nos habla que el tiempo de gracia
para la humanidad está llegando a su fin, para cuando aquello acontezca Cristo
vendrá.
La transgresión casi ha llegado a su límite máximo. La confusión llena el
mundo, y pronto ha de venir sobre los seres humanos un gran terror. El fin
está muy cerca. Nosotros, que conocemos la verdad, hemos de prepararnos
para lo que pronto ha de irrumpir sobre el mundo como una sorpresa
agobiadora. (Testimonies, tomo 8, pág. 28.) (SC. Condiciones que hace frente
el cristiano. Pág. 65, 66)
La maldad está llegando a un grado jamás antes alcanzado; no
obstante, muchos ministros del Evangelio claman: "Paz y seguridad". Pero los
fieles mensajeros de Dios han de seguir rápidamente adelante con su obra.
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Vestidos con la armadura celestial, han de avanzar intrépida y victoriosamente,
sin cejar en su lucha hasta que toda alma que se halle a su alcance haya
recibido el mensaje de verdad para este tiempo. (Los Hechos de los Apóstoles,
pág. 179.) (SC. Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 71)
Con infalible exactitud, el Ser Infinito sigue llevando una cuenta con todas las
naciones. Mientras ofrece su misericordia, con invitaciones al arrepentimiento,
esta cuenta permanece abierta; pero cuando las cifras llegan a cierta
cantidad que Dios ha fijado, comienza el ministerio de su ira.-2JT 63
(1882).
Dios mantiene una cuenta con las naciones... Cuando llegue
plenamente el tiempo en que la iniquidad haya alcanzado el límite
declarado de la misericordia de Dios, su paciencia cesará. Cuando las
cifras acumuladas en los registros del cielo indiquen que está
completa la suma de la transgresión, la ira vendrá.-5T 524 (1889).
Mientras la misericordia de Dios tiene mucha paciencia con el
transgresor, hay un límite más allá del cual los hombres no pueden
seguir en sus pecados. Cuando se llega a ese límite, se retira el
ofrecimiento de la gracia y comienza la ejecución del juicio.-PP 160
(1890).
El tiempo vendrá cuando los hombres llegarán en el fraude y la insolencia a un
punto que el Señor no les permitirá sobrepasar, y entonces
aprenderán que la paciencia de Jehová tiene límite.-3JT 281 (1909).
Hay un límite más allá del cual los juicios de Jehová no pueden ya
demorarse.-PR 307 (c.1914). (EUD. Cap. 3 ¿Cuándo serán estas cosas? Pág.
23, 24)
El tiempo durará un poco más hasta que los habitantes de la tierra
hayan llenado la copa de su iniquidad, y entonces la ira de Dios, que por
tanto tiempo ha dormitado, despertará, y esta tierra de luz beberá la copa de
su ira sin mezcla.-1T 363 (1863).
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La copa de iniquidad está casi llena, y la justicia, y la justicia
retributiva de Dios está por descender sobre los culpables.-4T 489
(1880).
La maldad de los habitantes de la tierra, casi ha hecho desbordar la
copa de sus iniquidades. Casi ha llegado la tierra al punto en el cual Dios se
dispone a abandonarla en manos del destructor.-3JT 142 (1902).
La transgresión casi ha llegado a su límite. La confusión llena el mundo,
y pronto un gran terror vendrá sobre los seres humanos. El fin está muy
cerca. Nosotros, que sabemos la verdad, debiéramos estar preparándonos
para lo que pronto se desatará sobre el mundo como una sorpresa
abrumadora.-8T 28 (1904). (EUD. Cap. 3 ¿Cuándo serán estas cosas? Pág. 24)
El pecado y la maldad han llegado a tal punto que extraña saber que hoy
mismo existen pecados y actos de maldad aún mayores por los cuales los
antediluvianos fueron destruidos, si aquellos pecados “menores” ocasionaron
la destrucción del mundo de entonces (Gén. 6: 1-7, 11-13) ¿Por qué Dios no se
levanta hoy como en ese tiempo? ¿Es que Dios cambió su escala de valores?
¿Prolongó su misericordia y con ello estaríamos viviendo tiempo prestado?
¿Pero por qué no hizo aquello con los antediluvianos que fueron menos
pecadores que los hombres en la actualidad?
Estamos llegando al tiempo de la plena maduración de la sociedad que será
testigo de la segunda venida de Cristo, se nos advierte que efectivamente
existe un límite permitido por Dios a la maldad del ser humano sobre la tierra.
Sin embargo, podemos conocer en la profecía ¿Cuál será el límite permitido por
Dios? ¿Cuál será el último acto del drama humano que marcará la raya final de
la paciencia divina? ¿Cuál será el acto final de los hombres que rebalsará la
71
copa de la paciencia divina? todos estos acontecimientos que vivimos sobre la
tierra con respecto al incremento de los índices de maldad entre los hombres
¿llevarán finalmente a tomar medidas a las autoridades? ¿Qué propósito
cumplen estos eventos en la preparación del escenario final?
La Babilonia mística y el “último acto del drama”
Otra parte de la profecía que revela el límite de maldad y de transgresión
permitido por Dios a los hombres y los poderes del mal que gobiernan sobre la
tierra, es lo que se conoce como “el último acto del drama”, que en términos
apocalípticos se denomina el pecado que llegó hasta el cielo, o el vino del furor
de su fornicación. (Apoc. 17: 2; 18:3, 5)
La profecía apocalíptica revela que Roma papal, la Gran Babilonia, recuperará
su antiguo poder como lo tuvo en Europa durante la edad media, sin embargo,
y como lo hemos mencionado, los alcances que tendrá el escenario para el
último tiempo es a escala global, por lo tanto, la recuperación del poder papal
en el tiempo del fin ya no será sobre un determinado continente o lugar
geográfico específico, sino que esta vez, será sobre toda la tierra, (Apoc. 13: 3-
8 12-18) el poder papal finalmente gobernará sobre todo continente, pueblo,
tribu, lengua y nación revelando que su herida mortal fue curada. Cuando
esto suceda, toda la tierra le rendirá culto, adoración, obediencia y los poderes
políticos de la tierra en su conjunto le entregarán toda su autoridad, legislación
y capacidad de tomar decisiones al papado, Babilonia la grande, la gran ciudad
que reina sobre los reyes de la tierra gobernará sobre todo el planeta
estableciendo un nuevo orden mundial sobre la tierra. (Apoc. 17: 1-18)
Para que estos eventos puedan acontecer, la herida de muerte ocasionada en
1798 dc. al fin del largo período de los 1260 días proféticos tiene que sanar
completamente, para tal efecto, Apocalipsis revela el surgimiento de otro
poder sobre el escenario mundial, que actúa en beneficio y función de la
primera bestia tomando el papel de un vicario o enviado mesiánico que
prepara el camino o escenario global a su “señor” que ha de venir, es una
especie de un oficial político y embajador diplomático, la profecía le denomina
72
a esta función “el falso profeta”, permitiendo que la primera bestia, el papado,
recupere todo el poder sobre la tierra. (Apoc. 13: 11-17; 16: 13; 19: 20)
Y es precisamente este segundo poder el que lleva a toda la tierra a someterse
a la autoridad papal y a rendirle adoración (Apoc. 13: 1- 10) imponiendo sobre
los moradores de la tierra, bajo un nuevo orden mundial, los signos del poder y
autoridad de Roma papal, conocida en la profecía apocalíptica como la marca
de la bestia (v. 16) así, bajo una triple alianza, (el dragón, la bestia y el falso
profeta) Babilonia da de beber a toda la tierra de esta falsa doctrina, obligando
a los moradores de la tierra que guarden un falso día de reposo, el domingo.
(Apoc. 13: 16; 171-2; 18: 2-3; 19: 2)
Cuando esto finalmente sucede y Roma altere de la ley de Dios sus
mandamientos imponiendo un falso día de reposo en lugar del sábado bíblico,
que ordena a los hombres a descansar el séptimo día de la semana, entonces
será el momento en que la maldad de los moradores de la tierra habrá llegado
completamente a su límite permitido y tolerado por Dios. Allí será el momento
en que los pecados de los hombres y su maldad, encabezados por los poderes
del nuevo orden mundial habrán llegado hasta el mismo cielo rebalsando la
copa de la paciencia y tolerancia divina. (Apoc. 18: 3-11)
Este acto final de la Babilonia mística marcará el límite de maldad y de
transgresión permitido por Dios (Apoc. 18: 1-11) y la tierra junto a sus
moradores habrá llegado a su maduración y la máxima expresión del mal se
podrá ver sobre la tierra.
Dios lleva un registro de las naciones y los cálculos han aumentado contra ellos
en los libros del cielo; y cuando se decrete una ley de que la transgresión
del primer día de la semana será castigada, entonces su copa estará
llena.-7CBA 922 (1886). (EUD. Cap. 3 ¿Cuándo serán estas cosas? Pág. 23)
En este tiempo en que prevalece la iniquidad, podemos saber que la
última crisis está por llegar. Cuando el desafío a la ley de Dios sea casi
universal, cuando su pueblo esté oprimido y afligido por sus
73
semejantes, el Señor se interpondrá. (Lecciones Prácticas del Gran
Maestro, pág. 165.) (SC. Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 66)
El mundo es un teatro: los actores, sus habitantes, se preparan para
desempeñar su parte en el último gran drama. En cuanto a las grandes masas
humanas, no hay unidad, excepto cuando los hombres se confederan para
realizar sus propósitos egoístas. Dios está observando. Sus propósitos con
respecto a sus súbditos rebeldes, serán cumplidos. El mundo no ha sido
entregado en las manos de los hombres, aun cuando Dios permite que los
elementos de la confusión y el desorden ejerzan dominio temporariamente.
Un poder de abajo está actuando para poner en acción las grandes
escenas finales del drama: la venida de Satanás como si fuera Cristo,
y su actuación con todo engaño de iniquidad en aquellos que se unen
en sociedades secretas. Los que se entregan a la pasión por confederarse
están llevando a cabo los planes del enemigo. La causa será seguida por el
efecto. (Testimonies, tomo 8, págs. 27, 28.)
Nunca se ha aplicado este mensaje con tanta fuerza como hoy. El mundo
desprecia cada día más las exigencias de Dios. Los hombres se han
envalentonado en sus transgresiones. La maldad de los habitantes de la
tierra, casi ha hecho desbordar la copa de sus iniquidades. Casi ha
llegado la tierra al punto en el cual Dios se dispone a abandonarla en manos
del destructor.
La sustitución de la ley de Dios por las leyes humanas, la exaltación
del domingo prescripta por una simple autoridad humana en
reemplazo del sábado bíblico, constituye el último acto del drama.
(Joyas de los Testimonios, tomo 3, págs. 142, 143.) (SC. Condiciones que hace
frente el cristiano. Pág. 64)
Para obtener popularidad y apoyo, los legisladores cederán a la
demanda de una ley dominical... Por el decreto que imponga la
institución del papado en violación a la ley de Dios, nuestra nación se
separará completamente de la justicia... Como el acercamiento de los
74
ejércitos romanos fue para los discípulos una señal de la inminente destrucción
de Jerusalén, esta apostasía podrá ser para nosotros una señal de que
se llegó al límite de la tolerancia de Dios.-2JT 150-151 (1885). (EUD. Cap.
9 Las leyes dominicales. Pág. 77)
Cuando esto ocurra habrá llegado el momento en que Dios se levante y actué
poderosamente sobre la tierra. Será el momento en que se desatarán sobre la
tierra las más terribles calamidades, desastres y catástrofes. (Isa. 24: 1-9)
Cuando esta sustitución sea universal, Dios se revelará. Se levantará
en su majestad y sacudirá poderosamente la tierra. Castigará a los
habitantes del mundo por sus iniquidades; y la tierra no encubrirá
más la sangre ni ocultará más sus muertos. (Joyas de los Testimonios,
tomo 3, págs. 142, 143.) (SC. Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 64,
65)
El último acto del drama humano, la imposición del día domingo por medio de
una ley que lo haga obligatorio, uniéndose los poderes de la tierra y
alineándose tras la bestia, (Apoc. 17: 11-14) revelará que el tiempo de gracia
está a las puertas de finalizar y los movimientos finales que sigan de allí en
adelante será rápidos, dejando un espacio de tiempo muy breve hasta que
Cristo finalmente salga del santuario celestial y la suerte de la humanidad
quedará sellada por la eternidad.
Cuando el protestantismo extienda la mano a través del abismo para asir la
mano del poder romano, cuando se incline por encima del abismo para darse la
mano con el espiritismo, cuando, bajo la influencia de esta triple unión, nuestro
país repudie todo principio de su Constitución como gobierno protestante y
republicano, y haga provisión para la propagación de las mentiras y
seducciones papales, entonces sabremos que ha llegado el tiempo en
que se verá la asombrosa obra de Satanás, y que el fin está cerca.-2JT
151 (1885). (EUD. Cap. 9 Las leyes dominicales. Pág. 76)
Esta última transgresión, donde los pecados de Babilonia llegan hasta el cielo,
dando de beber a todos los moradores de la tierra de una falsa doctrina que
75
atenta directamente en contra de la ley de Dios, fundamento de su gobierno en
el cielo como en la tierra, ocasionará y gatillará su caída completa y definitiva.
(Apoc. 14: 8; 18: 1-2, 9-10, 15-24) y su tiempo de gracia habrá concluido para
siempre.
Así, esta profecía que revela y profetiza su caída, tendrá un cumplimiento
análogo o de forma paralela a la caída de la antigua Babilonia literal, cuando
ésta atentó aquella noche directamente en contra de lo sagrado atreviéndose a
usar y tocar los vasos y utensilios del templo de Dios consagrados y usados
para su adoración.
El rey Belsasar, al utilizar aquellos vasos y elementos sagrados y emplearlos
así en un culto idólatra dedicado a todos los dioses del imperio, atentaría
directamente en contra del Dios del cielo cometiendo un acto de profanación el
cual sería el último acto de la antigua Babilonia, la cual, esa noche llenó la
copa de la paciencia y traspasó los límites permitidos rebalsando así la copa
de la paciencia divina. (Dan. 5: 1-4)
Ese acto sería el último que realizaría la antigua Babilonia antes que su tiempo
de gracia terminara completamente sobre la tierra, esa misma noche fue
juzgada por Dios y su sentencia no se hizo esperar. (v. 5-31) Babilonia caía
como imperio mundial y nunca más se levantaría sobre la tierra. (Jer. 50, 51)
De esta misma forma, y de manera análoga caerá esta vez la Babilonia mística
del tiempo del fin, cuando ésta atente directamente contra lo divino, cuando se
atreva a alterar de la ley de Dios, que se encuentra en su templo, (Apoc. 11:
19) el sábado del cuarto mandamiento y reemplazándolo por un falso día de
reposo su tiempo de gracia habrá llegado a su fin y junto con ello, el tiempo de
gracia para la humanidad estará a las puertas.
Para que el pueblo de Israel retornara a su tierra y reconstruyera el templo en
el monte de Sion, primero tenía que caer Babilonia, el opresor llegar a su fin
para que la liberación tuviera lugar y se llegará a concretar. Cuando esto
acontece y Babilonia cae la noche del año 538 ac. la profecía revelaba que
Israel saldría entonces en libertad, se cumplía así lo escrito por Jeremías y el
76
profeta Daniel, al revisar aquellas profecías, comprendió que el tiempo del
retorno había finalmente llegado cumpliendo Dios sus promesas. (Dan. 9: 1-2)
Para cuando caiga la gran Babilonia mística, sabremos también que habrá
llegado la hora de la liberación del pueblo de Dios, oprimido por los poderes del
mal, será libertado por los reyes provenientes del Oriente, (Apoc. 16: 12; 19:
11-21) semejante y de forma análoga a los reyes del Oriente que libertaron al
antiguo Israel (Isa. 45: 1-7) y con ello, el retorno a la tierra prometida sobre el
monte de Sion se convertirá en una realidad. (Apoc. 14: 1)
Ahora y en nuestros días, nos acercamos a la maduración total del mal sobre la
tierra, este último acto del drama, que ocasionará la caída total y completa de
la Babilonia del tiempo del fin, será la máxima expresión del mal y revelará la
total maduración de los habitantes de la tierra que terminarán por llenar la
copa de su iniquidad y de la paciencia divina.
Por los acontecimientos que en estos momentos se están desarrollando y
estamos viviendo sobre la tierra en todo orden de cosas, revelan de forma muy
clara y de manera portentosa que nos acercamos a aquel gran episodio de la
historia de los últimos días, la caída de Babilonia estará precedida por serios
eventos en todo el orden de la creación.
Los desastres y catástrofes naturales, y el último acto del drama
Tanto los eventos que en estos mementos se están desarrollado entre los
hombres, su comportamiento y el aumento del índice de la maldad y por otro
lado, los acontecimientos que se están produciendo y desarrollando en la
naturaleza manifestándose a través de desastres y catástrofes, se convertirán
en los principales factores en el establecimiento de un nuevo orden mundial
sobre la tierra y de la imposición de la observancia del día domingo a través de
una ley que lo haga obligatorio.
Esta misma condición espiritual, moral y socialmente decadente de los
habitantes de la tierra a escala global durante el tiempo del fin, traspasando lo
límites permitidos por Dios, alcanzando niveles de peligrosidad alarmantes, se
convertirá en el argumento utilizado por los hombres, poco antes del fin del
77
tiempo de gracia, para imponer sobre la tierra un falso día de reposo y con ello
los eventos finales se desatarán sobre la tierra.
Sin embargo, esa misma clase de gente asegura que la corrupción que
se va generalizando más y más, debe achacarse en gran parte a la
violación del así llamado "día del Señor" (domingo), y que si se hiciese
obligatoria la observancia de este día, mejoraría en gran manera la
moralidad social. Esto se sostiene especialmente en los Estados Unidos de
Norteamérica, donde la doctrina del verdadero día de reposo, o sea el sábado,
se ha predicado con más amplitud que en ninguna otra parte. (CS. Cap. 37 El
conflicto inminente. Pág. 644)
Sin embargo, lo que se convertirá en un factor altamente emocional y
psicológico, acompañado del miedo y del terror infinito, los cuales someterán
y llevarán a los hombres a decretar un falso día de reposo, dando a ese
proyecto prioridad de ley nacional y mundial, serán los graves desastres y
catástrofes, a tal punto e intensidad, que superarán todo lo que los hombres
hayan visto o vivido hasta el momento sobre la tierra. (Luc. 21: 11, 25-26)
La frecuencia e intensidad de los fenómenos que irrumpirán de manera
abrumadora en distintas partes y latitudes del planeta, amenazando de
manera terrorífica la vida de cientos de miles y quizás de millones de seres
humanos despertarán la angustia, el miedo y el terror extremo, llevando a los
habitantes del planeta al desfallecimiento total, esta inusual ola de catástrofes
desatada en la naturaleza dejarán la ruina y la desolación, la muerte caerá
finalmente sobre hombres y animales sumergiendo al mundo en una gran crisis
ecológica y de supervivencia humana nunca antes vista o vivida.
Ya en la actualidad y en lo que va de la primera década del presente siglo,
podemos ver como los hombres están preocupados por las cosas que están
sucediendo, tanto en lo social, como lo que está ocurriendo en la misma
naturaleza, fenómenos insólitos y extraños nunca antes vistos en frecuencia e
intensidad desatándose en distintos lugares y por cierto, no habituales que
78
ocurran, mantienen muy preocupados a científicos, políticos, economistas,
militares y hasta el mismo Vaticano.
El momento actual es de interés abrumador para todos los que viven.
Los gobernantes y los estadistas, los hombres que ocupan puestos de
confianza y autoridad, los hombres y mujeres pensadores de todas las
clases, tienen la atención fija en los acontecimientos que se producen
en derredor nuestro. Observan las relaciones que existen entre las
naciones. Observan la intensidad que se apodera de todo elemento terrenal, y
reconocen que algo grande y decisivo está por acontecer, que el
mundo se encuentra en víspera de una crisis espectacular. -PR 394, c.
1914.
Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de
guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de
acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y
acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto
de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.- 3JT 280,
1909. (EUD. Cap. 1 La última crisis de la tierra. Pág. 7)
De esta manera, la condición social, espiritual y moral de los hombres unida al
comportamiento agresivo, trastornado y catastrófico de la naturaleza, bajo el
poder y control del espiritismo moderno, llevarán finalmente a los hombres a
establecer un nuevo orden mundial sobre la tierra, (NOM) el cual tendrá como
máxima norma de código ético y moral la observancia del falso día de reposo,
el día domingo.
Estos desastres y catástrofes ya están presentes en nuestro medio, son ya una
realidad, y en la medida que el tiempo de gracia se termina y nos acerquemos
al fin, se convertirán en la más espantosa y terrorífica amenaza cuando
veamos y sintamos como aumentan su frecuencia y lo que es peor aún, su
intensidad, estos eventos son ahora profecías cumplidas y en pleno desarrollo
frente a nuestra adormecida mirada.
Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de los siglos. En rápida
sucesión se seguirán unos a otros los castigos de Dios: incendio e
79
inundaciones, terremotos, guerras y derramamiento de sangre. No debemos
quedar sorprendidos en este tiempo por acontecimientos grandes y decisivos;
porque el ángel de la misericordia no puede permanecer mucho más tiempo
para proteger a los impenitentes. (Profetas y Reyes, pág. 208.) (SC.
Condiciones que hace frente el cristiano. Pág. 65)
El espíritu refrenador de Dios se está retirando ahora mismo del mundo. Los
huracanes, las tormentas las tempestades, los incendios y las inundaciones, los
desastres por tierra y mar, se siguen en rápida sucesión. La ciencia procura
explicar todo esto. Menudean en derredor nuestro las señales que nos dicen
que se acerca el Hijo de Dios, pero son atribuidas a cualquier causa menos a la
verdadera.
Los hombres no pueden discernir a los ángeles que como centinelas refrenan
los cuatro vientos para que no soplen hasta que estén sellados los siervos de
Dios; pero cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá
una escena de contienda que ninguna pluma puede describir. (Joyas de los
Testimonios, tomo 3, págs. 141 15.)
La época en que vivimos es importante y solemne. El espíritu de Dios se está
retirando gradual pero ciertamente de la tierra. Ya están cayendo juicios y
plagas sobre los que menosprecian la gracia de Dios. Las calamidades en
tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos
presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad.
Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final.
Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos
finales serán rápidos. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 280.)
Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo una tristeza que ningún
bálsamo humano podrá disipar. Se está retirando el Espíritu de Dios. Se
siguen unos a otros en rápida sucesión los desastres por mar y tierra. ¡Con
cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como de la
destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de vidas
y propiedades! Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos
de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza,
completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el
80
propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales
él procura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren.
(Profetas y Reyes, pág. 207.) (SC. Condiciones que hace frente el cristiano.
Pág. 66, 67)
La tempestad se avecina y debemos prepararnos para afrontar su furia
mediante el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo.
El Señor se levantará para sacudir terriblemente la tierra. Veremos desgracias
por todas partes. Miles de barcos serán arrojados a las profundidades del mar.
Armadas enteras se hundirán, y las vidas humanas serán sacrificadas por
millones.
Estallarán incendios inesperadamente y no habrá esfuerzo humano capaz de
extinguirlos. Los palacios de la tierra serán arrasados por la furia de las llamas.
Serán cada vez más frecuentes los desastres ferroviarios; en las grandes vías
de tránsito habrá confusión, choques y muerte sin la advertencia de un
momento. El fin está cerca, el tiempo de gracia termina. ¡Oh, busquemos a
Dios mientras puede ser hallado, llamémosle en tanto que está cercano!-MJ 87
(1890).
En las escenas finales de la historia de esta tierra, la guerra prevalecerá.
Habrá epidemias, mortandad y hambre. Las aguas del abismo rebasarán sus
límites. Incendios e inundaciones destruirán la propiedad y la vida.
En la mañana del viernes pasado, justamente antes de despertar, se me
presentó una escena sumamente impresionante. Tuve la sensación de que
despertaba del sueño en un lugar que no era mi casa. Desde las ventanas veía
una terrible conflagración. Grandes bolas de fuego caían sobre las casas,
y de ellas salían dardos encendidos que volaban en todas direcciones.
Era imposible apagar los incendios que se producían, y muchos
lugares estaban siendo destruidos. El terror de la gente era
indescriptible. Desperté después de cierto tiempo y descubrí que estaba en
mi hogar.-Ev 25-26 (1906).
Una escena muy impresionante pasó ante mí en visiones nocturnas. Vi una
inmensa bola de fuego que caía en medio de un grupo de hermosas
81
casas que fueron destruidas instantáneamente. Oí a alguien decir:
"Sabíamos que los juicios de Dios visitarían la tierra, mas no
pensábamos que vendrían tan pronto". Otros dijeron en tono de
reproche: "Vosotros que sabíais estas cosas, ¿por qué no dijisteis
nada? ¡Nosotros no lo sabíamos!-3JT 296 (1909).
El enemigo ha trabajado y todavía sigue trabajando. Ha descendido con gran
poder, y el Espíritu de Dios se está retirando de la tierra. Dios ha retirado su
mano. Sólo tenemos que mirar a Johnstown [Pennsylvania]. El no impidió
que el diablo destruyese completamente la ciudad. Y esos mismos
hechos aumentarán hasta la conclusión de la historia de esta tierra.-
1SAT 109 (1889).
La corteza terrestre se rasgará a causa de las erupciones de los elementos
ocultos en sus entrañas. Estos elementos, una vez desatados, barrerán los
tesoros de aquellos que por años han estado aumentando sus riquezas al
obtener de sus empleados grandes posesiones a precios de hambre. Y también
el mundo religioso será terriblemente sacudido, porque el fin de todas las
cosas está cercano.-3MR 208 (1891).
Ya ha llegado el tiempo en que en un momento podremos estar pisando tierra
firme, y en el siguiente la tierra estará moviéndose debajo de nuestros pies.
Ocurrirán terremotos cuando menos se los espere.-TM 421 (1896).
Antes de que el Hijo del hombre aparezca en las nubes del cielo todo estará
convulsionado en la naturaleza. Rayos del cielo unidos con el fuego interno de
la tierra harán que las montañas ardan como un horno y que hagan fluir sus
torrentes de lava sobre aldeas y ciudades. Masas de rocas derretidas,
arrojadas dentro del agua por el solevantamiento de cosas ocultas dentro de la
tierra, harán que hierva el agua y despida rocas y tierra. Habrá formidables
terremotos y gran destrucción de vidas humanas.-7CBA 958 (1907).
Satanás está obrando en la atmósfera; la está envenenando, y nosotros
dependemos de Dios para la protección de nuestras vidas: de nuestra vida
actual y eterna. Y por encontrarnos en la posición en que estamos,
necesitamos estar bien despiertos, plenamente consagrados, completamente
82
convertidos y cabalmente dedicados a Dios. Pero al parecer permanecemos
inactivos como si estuviésemos paralizados. ¡Dios del cielo, despiértanos! -2MS
59 (1890).
Dios no ha impedido que los poderes de las tinieblas hagan su obra mortífera
de viciar el aire, una de las fuentes de vida y alimento, con elementos
mortíferos. No sólo ha sido afectada la vida vegetal, sino que el hombre mismo
sufre de pestilencia... Estas cosas son el resultado de gotas de las copas de la
ira de Dios que caen sobre la tierra, y son pálidas representaciones de lo que
acontecerá en el futuro cercano.-3MS 446-447 (1891).
Aumentarán las hambrunas. Las pestilencias barrerán a miles. A nuestro
alrededor hay peligros procedentes de las potencias externas y de las
operaciones satánicas de adentro, pero ahora se está ejerciendo el poder
restrictivo de Dios.- 19MR 382 (1897). (EUD. Cap. 2 Señales del pronto regreso
de Cristo. Pág. 14, 15, 16)
Todos estos acontecimientos que se desarrollan ahora mismo en la actual
época en la que vivimos, son ya una terrible realidad en la naturaleza, los
efectos y resultados del calentamiento global y del cambio climático afectarán
de forma poderosa la vida sobre la tierra, al punto de la supervivencia humana.
Estos eventos serán interpretados por los hombres como juicios divinos por la
violación y transgresión del día del Señor, el domingo, y los unirá, obligando a
buscar las soluciones, las cuales tendrán un carácter religioso concretándose
en el establecimiento del falso día de reposo, como una obligación ética y
moral ante Dios y en beneficio del bien común para toda la humanidad, la cual
tendrá como bandera de lucha la supervivencia humana y girará en torno al
ecomenismo y la salvaguarda de todo lo creado.”
El espiritismo hace aparecer a Satanás como benefactor de la raza
humana, que sana las enfermedades del pueblo y profesa presentar
un sistema religioso nuevo y más elevado; pero al mismo tiempo obra
como destructor.
Satanás obra asimismo por medio de los elementos para cosechar
muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los
83
secretos de los laboratorios de la naturaleza y emplea todo su poder
para dirigir los elementos en cuanto Dios se lo permita. Cuando se le
dejó que afligiera a Job, ¡cuán prestamente fueron destruídos rebaños, ganado,
sirvientes, casas e hijos, en una serie de desgracias, obra de un momento! Es
Dios quien protege a sus criaturas y las guarda del poder del destructor.
Pero el mundo cristiano ha manifestado su menosprecio de la ley de Jehová, y
el Señor hará exactamente lo que declaró que haría: alejará sus bendiciones de
la tierra y retirará su cuidado protector de sobre los que se rebelan contra su
ley y que enseñan y obligan a los demás a hacer lo mismo. Satanás ejerce
dominio sobre todos aquellos a quienes Dios no guarda en forma especial.
Favorecerá y hará prosperar a algunos para obtener sus fines, y
atraerá desgracias sobre otros, al mismo tiempo que hará creer a los
hombres que es Dios quien los aflige.
Al par que se hace pasar ante los hijos de los hombres como un gran médico
que puede curar todas sus enfermedades, Satanás producirá
enfermedades y desastres al punto que ciudades populosas sean
reducidas a ruinas y desolación.
Ahora mismo está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil
formas: en las desgracias y calamidades de mar y tierra, en las grandes
conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de
granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y
en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ello siguen la
hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de
seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se
harán más y más desastrosas. La destrucción caerá sobre hombres y animales.
"La tierra se pone de luto y se marchita," "desfallece la gente encumbrada de
la tierra. La tierra también es profanada bajo sus habitantes; porque
traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y quebrantaron el pacto eterno."
(Isaías 24: 4, 5, V.M.)
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Y luego el gran engañador persuadirá a los hombres de que son los
que sirven a Dios los que causan esos males. La parte de la humanidad
que haya provocado el desagrado de Dios lo cargará a la cuenta de aquellos
cuya obediencia a los mandamientos divinos es una reconvención perpetua
para los transgresores.
Se declarará que los hombres ofenden a Dios al violar el descanso del
domingo; que este pecado ha atraído calamidades que no concluirán
hasta que la observancia del domingo no sea estrictamente
obligatoria; y que los que proclaman la vigencia del cuarto mandamiento,
haciendo con ello que se pierda el respeto debido al domingo y rechazando el
favor divino, turban al pueblo y alejan la prosperidad temporal. Y así se
repetirá la acusación hecha antiguamente al siervo de Dios y por motivos de la
misma índole: "Y sucedió, luego que Acab vio a Elías, que le dijo Acab: ¿Estás
tú aquí, perturbador de Israel? A lo que respondió: No he perturbado yo a
Israel, sino tú y la casa de tu padre, por haber dejado los mandamientos de
Jehová, y haber seguido a los Baales." (1 Reyes 18: 17, 18, V.M.) Cuando con
falsos cargos se haya despertado la ira del pueblo, éste seguirá con los
embajadores de Dios una conducta muy parecida a la que siguió el apóstata
Israel con Elías. (CS. Cap. 37 El conflicto inminente. Pág. 646, 647, 648)
La ley de Dios constituirá el nudo de la gran lucha que origina el conflicto entre
Cristo y sus ángeles por una parte, y Satanás y los suyos por la otra, y será una
lucha decisiva para todo el mundo. . . . Hombres que estarán ocupando puestos
de responsabilidad, no solamente ignorarán y despreciarán el sábado ellos
mismos, sino que desde sus sagrados púlpitos instarán a la gente a la
observancia el primer día de la semana, recurriendo a la tradición y a la
costumbre en favor de esta institución hecha por el hombre. Señalarán las
calamidades en tierra y mar -las tormentas, inundaciones, terremotos
y la destrucción por fuego- como juicios que indican el desagrado de
Dios a causa de que el domingo no es observado como santo. Estas
calamidades aumentarán más y más; un desastre seguirá de cerca al
otro; y los que invalidan la ley de Dios señalarán a los pocos que
guardan el sábado del cuarto mandamiento como los responsables de
la ira que se manifiesta sobre el mundo. Esta falsedad es el medio que
85
Satanás usa para entrampar a los incautos. (Southern Watchman, 28 de junio
de 1904.) (SC. Libertad Religiosa. Pág. 193)
El mensaje del tercer ángel
De esta forma, cuando los poderes de la tierra impongan un falso día de reposo
a los moradores de la tierra, la profecía nos dice que el pueblo de Dios se
levantará y actuará, (Dan. 11: 32) la poderosa proclamación del mensaje final,
bajo el poder del Espíritu Santo advertirá a la humanidad sobre este falso día
de reposo en contra posición del sábado bíblico y de los juicios divinos que
caerán sobre todos aquellos que persistan en tal adoración, esta
amonestación, se convertirá así en un poderoso y último llamado al
arrepentimiento antes que termine el tiempo de gracia.
Este movimiento final y portador de este último mensaje será mucho más
poderoso y extenso que el movimiento que se produjo en los días de
pentecostés, cuando recién se abría el santuario celestial y comenzaba el
ministerio de Cristo en el lugar santo.
El mensaje final, será también superior en poder, fuerza y extensión al gran
despertar religioso que se produjo en 1844, cuando Cristo, al fin del largo y
extenso período de los 2300 días proféticos, abría el lugar santísimo del mismo
santuario celestial dando inicio al día de la expiación o al juicio divino y con ello
dando comienzo al último período de gracia para la humanidad. (Dan. 7: 9-10,
13-14; 8: 14; Apoc. 14: 6-7; 3: 7-8)
De esta manera, y a semejanza del pasado, antes que Cristo abandone el
santuario celestial, se profetiza un gran movimiento final, el cual llevará la
última advertencia y amonestación divina a los moradores de toda la tierra. El
descenso de la lluvia tardía, simbolizada en Apocalipsis 18 producirá un gran
despertar religioso que podrá en marcha al pueblo de Dios representado por el
ángel que desciende del cielo con gran poder, los alcances de esta obra y
movimiento serán mundiales pues este ángel ilumina a toda la tierra con su
gloria. (v. 1)
86
Este mensaje será el mismo que proclama el tercer ángel de Apocalipsis 14,
con la diferencia que recibe todo el poder del cielo para denunciar a Babilonia,
su caída y hacer el llamado final al pueblo que aún permanece en ella. (Apoc.
18: 1-4) El mensaje consistirá en la más grande y solemne advertencia dada a
los hombres con respecto a una falsa adoración y las terribles consecuencias
de participar de este culto pseudoreligioso. (Apoc. 14: 9-11)
Por otro lado, el tiempo en que desciende la lluvia tardía es en torno o cercano
al tiempo en que los poderes de la tierra llevan a la humanidad a observar el
falso día de reposo por medio de una ley que lo haga obligatorio, para cuando
ello acontece Dios se manifestara desde el cielo.
Las señales que nos advierten que nos acercamos al comienzo de esta gran
hora ya están presentes en nuestro entorno, desastres y catástrofes nunca
antes vistos revelan que el tiempo de gracia termina muy pronto, cuando
desciende la lluvia tardía, el tiempo que reste hasta el fin del tiempo de gracia
será muy corto. El profeta Joel, profetizó que el tiempo del descenso de la
lluvia tardía estaría acompañado de eventos sobrenaturales. (Jl. 2: 28-32) De
esta forma, cuando tenga lugar este gran acontecimiento, junto al
cumplimiento de otras profecías apocalípticas, sabremos que el fin del tiempo
de gracia estará por finalizar quedando un espacio de tiempo muy breve.
Jesús, nos reveló que debemos estar atentos a los acontecimientos que se
producen en torno nuestro los cuales serían los indicadores en su gravedad,
frecuencia e intensidad que el tiempo de gracia llega a su fin. Por otro lado, si
descuidamos estas señales corremos el grave peligro de perder la noción del
tiempo profético en que vivimos, adoptando una falsa interpretación que todo
lo que acontece en derredor se encuentra bien, en plena paz y con la
proyección de un futuro alegador, prometedor y lleno de prosperidad.
87
El tiempo de gracia está llegando a su fin
De esta manera, en las condiciones generalizadas que existen actualmente en
la sociedad, donde la maldad está llegando a los límites permitidos por Dios y
por otro lado, las condiciones que se están dando en el mundo natural, la
naturaleza trastornada bajo los efectos del calentamiento global y el cambio
climático, cuyos resultados y consecuencias reales aún son desconocidas,
manifestándose en todo tipo de fenómenos insólitos y extraños en la
naturaleza produciéndose desastres y catástrofes en diferentes latitudes, se
cuentan como las señales y acontecimientos que nos divierten que el tiempo
de gracia, esta vez para la humanidad, se termina rápidamente y que Cristo
está próximo a salir del santuario celestial, poniendo fin de esta forma, a la
misericordia concedida a todos los hombres.
En incendios, inundaciones, terremotos, en la furia de las grandes
profundidades, en calamidades por mar y tierra, se da la advertencia de
que el Espíritu de Dios no contenderá para siempre con el hombre.-
3MR 315 (1897). (EUD. Cap. 2 Señales del pronto regreso de Cristo. Pág. 14,
15, 16)
Los que se sienten cómodos de Sion claman: Paz y seguridad, mientras que
el cielo declara que una rápida destrucción está por sobrecoger al
transgresor. (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 75). (Conflicto y valor.
miércoles 17 de febrero. No olvidéis.)
La hora de crisis va avecinándose gradualmente. El sol brilla en el cielo,
recorriendo su camino habitual, y los cielos todavía declaran la gloria de Dios.
Los hombres siguen comiendo y bebiendo, plantando y edificando, casándose y
dándose en casamiento.
Los comerciantes continúan comprando y vendiendo. Los hombres se
atropellan mutuamente por alcanzar el puesto más alto. Los amantes de los
placeres siguen aglomerándose en los teatros, en las carreras de caballos, y en
los antros de juego. Prevalece la más alta excitación, y sin embargo el
tiempo de gracia está terminando rápidamente, y cada caso está por
ser decidido para la eternidad. Satanás ve que su tiempo es corto.
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El ha puesto en acción a todos sus agentes a fin de que los hombres sean
engañados, estén alucinados, ocupados y fascinados hasta que el día de gracia
termine, y la puerta de la misericordia se cierre para siempre. (Southern
Watchman, 3 de octubre de 1905.)
Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Las
profecías se están cumpliendo. La historia, extraña y llena de sucesos,
está registrándose en los libros del cielo. Todo en nuestro mundo está en
agitación. Hay guerras y rumores de guerras. Las naciones están airadas, y ha
llegado el tiempo en que deben ser juzgados los muertos. Los acontecimientos
están cambiando para traer el gran día de Dios, que se apresura grandemente.
Queda, por así decirlo, solamente un momento de tiempo. Pero aunque
ya se levanta nación contra nación, y reino contra reino, no hay todavía
conflagración general. Todavía los cuatro vientos son retenidos hasta que los
siervos de Dios sean sellados en sus frentes. Entonces las potencias de la
tierra ordenarán sus fuerzas para la última gran batalla. (Joyas de los
Testimonios, tomo 2, pág. 369.) (SC. Condiciones que hace frente el cristiano.
Pág. 65, 66)
El pensamiento que ha de ser recordado a los alumnos es que el
tiempo es corto, y que deben prepararse rápidamente para hacer la
obra que es esencial para este tiempo... Se me ordena deciros que no
sabéis cuán pronto vendrá la crisis. Se está acercando a nosotros
gradual y furtivamente, como un ladrón.
El sol resplandece en los cielos, recorriendo su órbita acostumbrada, y los
cielos siguen declarando la gloria de Dios; los hombres prosiguen en su
conducta acostumbrada de comer y beber, plantar y edificar, casarse y darse
en casamiento; los mercaderes siguen empeñados en comprar y vender; las
publicaciones siguen saliendo una tras otra; los hombres se están codeando en
busca del puesto más elevado; los amadores de placeres siguen asistiendo a
teatros, carreras de caballos, garitos de juegos, y prevalece la más alta
excitación; pero se está terminando rápidamente el tiempo de gracia, y
cada caso está por quedar eternamente decidido.
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Pocos son los que creen de corazón y alma que tienen un cielo que ganar y un
infierno que rehuir; pero éstos revelan su fe por sus obras.
Las señales de la venida de Cristo se están cumpliendo rápidamente.
Satanás ve que tiene tan sólo un corto tiempo en que trabajar, y pone
sus agentes a la obra para incitar los elementos del mundo, a fin de
que los hombres puedan ser engañados, seducidos y mantenidos
ocupados y hechizados hasta que termine el día de gracia y la puerta
de misericordia se cierre para siempre. (Consejos para los maestros
padres y alumnos acerca de la educación cristiana. Sección XI un estudio
provechoso. 58 una rápida preparación para el trabajo, en vista del próximo
regreso de Cristo. Pág. 399)
El tiempo de gracia está por finalizar... El enemigo está jugando el
juego de la vida por cada alma. Trabaja para quitar de nosotros todo lo
que sea de naturaleza espiritual, y en lugar de las gracias preciosas de Cristo,
desea amontonar en nuestros corazones los rasgos malignos de la naturaleza
carnal: el odio, las críticas, los celos, el amor al mundo, el apego al yo, el amor
a los placeres y la soberbia de la vida. ¡Cuán grande es la responsabilidad
depositada sobre los discípulos de Cristo! ¡Cuán imperativo el deber de reflejar
la luz del cielo sobre un mundo envuelto en tinieblas! Cuanto más cerrada sea
la oscuridad circundante, tanto más potente debiera ser la luz de la fe y el
ejemplo cristianos. (Dios nos cuida. Junio en los lugares celestiales. Junio 25
nuestra misión en el mundo. Pág. 186)
Un espíritu belicoso agita al mundo. La profecía contenida en el undécimo
capítulo del libro de Daniel, está casi completamente cumplida. Muy pronto
se realizarán las escenas de angustia descriptas por el profeta. (Joyas
de los Testimonios, tomo 3, pág. 283.) (SC. Condiciones que hace frente el
cristiano. Pág. 70)
Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación. Cuando quede
concluida la obra del juicio investigador, quedará también decidida la
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suerte de todos para vida o para muerte. El tiempo de gracia
terminará poco antes que el Señor aparezca en las nubes del cielo. Al
mirar hacia ese tiempo, Cristo declara en el Apocalipsis: "¡El que es injusto, sea
injusto aún; y el que es sucio, sea sucio aún; y el que es justo, sea justo aún; y
el que es santo, sea aún santo! He aquí, yo vengo presto, y mi galardón está
conmigo, para dar la recompensa a cada uno según sea su obra" (Apoc. 22: 11,
12, VM). (Cristo en su santuario. El ministerio final de Cristo en el santuario
celestial. Estamos viviendo en el gran día de la expiación.)
El Señor nos exige que nos pongamos de acuerdo con su plan. El día
casi ha pasado; la noche está por llegar. Ya se ven los juicios de Dios,
tanto en tierra como por mar. No se nos otorgará un segundo tiempo
de gracia. Esta no es una hora para hacer movimientos equivocados.
Agradezca cada uno a Dios de que todavía tenemos una oportunidad para
formar caracteres para la vida eterna futura. (Consejos sobre el régimen
alimenticio. Sección I Razones de la reforma. Considerad el juicio. Pág. 47)
Cuando este tiempo de gracia termine, Cristo no vendrá inmediatamente,
pasará un tiempo muy corto mientras se cumplen otras profecías apocalípticas,
entre las cuales se revela las bodas del cordero y Cristo es ungido como Rey de
Reyes y Señor de Señores. (Apoc. 19: 1-10) Cristo mismo lo declaró diciendo
que cuando estas señales aparecieran, el fin no sería inmediatamente, así,
todos (Luc. 21: 9) estos acontecimientos revelan y anuncian que el tiempo de
gracia o el día de la expiación pronto termina.
Lo mismo aconteció cuando se aproximaba la fecha de 1844 y con ello, el fin
de los 2300 días proféticos registrados en el libro de Daniel que anunciaba la
purificación del santuario o el día de la expiación conocido en Apocalipsis como
la hora del juicio, (Apoc. 14: 6-7) así, tiempo antes que ocurriera este
acontecimiento, Dios llamó poderosamente la atención de los hombres y
mujeres de entonces, al estudio de la profecía que anunciaba la hora del
comienzo de este juicio en el cielo.
Así, y a través de diferentes acontecimientos en la naturaleza, Dios se propuso
despertar a su pueblo que vivía en aquella época, comenzando con el
terremoto de Lisboa en 1755, siguiendo con el oscurecimiento del sol y la caída
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de las estrellas, se anunciaba el fin de los 2300 días y que acontecería un
evento de real importancia para humanidad, comenzaría el último período de
gracia esta vez para el mundo entero.
De esta misma forma, todos los acontecimientos que se están presentando en
nuestro tiempo anuncian en su intensidad, acontecimientos de mayor
gravedad, revelan para nuestros días, que el fin de este juicio comenzado en
1844 está próximo a terminar.
Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de
guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de
acontecimientos de la mayor gravedad. Las agencias del mal se coligan y
acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto
de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos.- 3JT 280,
1909. (EUD. Cap. 1 La última crisis de la tierra. Pág. 7)
Sin embargo, lo que se puede leer en estos acontecimientos que vivimos en
nuestros días, que son señales poderosas que anuncian que el tiempo de
gracia está terminando rápidamente y que el tiempo que nos resta por vivir
hasta que se decida nuestro destino eterno es muy breve, son las señales de la
época en que se desarrollarán las más grandes, solemnes, notables y
portentosas profecías del Apocalipsis, que nos hablan que el tiempo está cerca.
Pronto seremos testigos de notables acontecimientos en nuestros días, muchos
de estos eventos sucederán de forma muy rápida, de la noche a la mañana y
de esta misma forma se desencadenarán las escenas que nos llevarán al fin
del tiempo de gracia.
En todos los tiempos, Dios ha concedido un tiempo de gracia a los hombres,
cada vez que este tiempo llegaba a su fin, Dios terminaba con la maldad y el
pecado en el punto y lugar geográfico específico donde la maldad se
desarrollaba, sin embargo, hoy el mundo se encuentra habitado en su totalidad
y derechamente podemos hablar del mundo o la globalización, de allí, la
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maldad se encuentra generalizada y multiplicada en extremo, por lo tanto, el
tiempo de gracia esta vez, es universal y no geográfico como en el pasado, lo
que implica un juicio universal y no geográfico.
Este último tiempo de gracia para la humanidad, comenzó en 1844 y se
encuentra hoy próximo a terminar, de la misma forma que comenzó y finalizó
en épocas pasadas, cuando fue concedido misericordiosamente por Dios a
diferentes pueblos, culturas, imperios y civilizaciones, así también, el tiempo
de gracia concedido hoy para los hombres tengamos la plena seguridad tal
como lo demuestran los hechos del pasado que llegará también a su fin.
De esta forma, la profecía apocalíptica nos revela, no la fecha, sino el tiempo,
la época, el escenario y las condiciones mundiales que se darán sobre la tierra
las cuales prevalecerán y se mantendrán hasta el fin, sirviendo de portentosas
señales, que anuncian que se acerca la medianoche del mundo y que su
tiempo de gracia termina, esta vez para siempre. (Rom. 13: 11-14)