Tiempo, calendarios y relojes. Estudios Sociológicos, 20(2) 287

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Filosofía tiempo

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  • TIEMPO, CALENDARIOS YTIEMPO, CALENDARIOS YRELOJESRELOJES

    Enrique Rajchenberg S.; Catherine Hau-Enrique Rajchenberg S.; Catherine Hau-LambertLambert

    Estudios Sociolgicos ISSN 0185-4186Estudios Sociolgicos ISSN 0185-4186

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    Tiempo, calendarios y relojes

    Enrique Rajchenberg S.Catherine Hau-Lambert

    La cosa no tena nada de muy especial; pero tampoco le parecia Alicia que tuviera nada de muy extrao que el conejo se dijera

    en voz alta: Ay! Ay! Dios mo! Qu tarde voy a llegar!; perocuando vio que el conejo se sacaba, adems, un reloj del chaleco,miraba la hora y luego se echaba a correr muy apresurado, Alicia

    se puso en pie de un brinco al darse cuenta repentinamentede que nunca haba visto un conejo con chaleco y an menos

    con un reloj de bolsillo.

    Lewis Carroll, Alicia en el pas de las maravillas (1865)

    EL FINAL DEL SIGLO XX ESTUVO MARCADO POR UN EXTRAO marketing mediticoy apocalptico en torno al advenimiento del ao 2000. Las catstrofes telricaso meteorolgicas seran menos peligrosas que los accidentes provocados porel desarreglo de las computadoras incapaces de descifrar el triple cero finalde 2000. Sin fecha ni hora, nuestro mundo altamente tecnificado y crono-metrado corra al caos. A pesar de los pronsticos, el mundo no se acab el1 de enero de 2000, pero esta angustia poco racional ilustra claramente el im-pacto de la concepcin judeo-cristiana de un tiempo progresivo y lineal (laflecha del tiempo) que condiciona nuestra cultura occidental. En efecto, la po-sibilidad de un final de los tiempos proviene de la Biblia que nos ha legadoesta nocin irreversible del tiempo con un principio, el Gnesis,1 que narra elorigen del mundo, y un fin, el Apocalipsis de Juan, anunciador del fin de los

    1 En el principio cre Dios los cielos y la tierra. La tierra era algo catico y vaco, y ti-nieblas cubran la superficie del abismo, mientras el espritu de Dios aleteaba sobre la superfi-

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    tiempos cuando Dios dar por terminada nuestra historia y proceder al jui-cio final.2 Los miedos ancestrales resurgieron bajo forma de posible cats-trofe nuclear o ecolgica. Basta recordar la cclica actualizacin de las pro-fecas de Nostradamus. El mito moderno del Titanic expresa en cierto modolas angustias ocultas de nuestros tiempos y la posibilidad de un brusco final.Estos ejemplos ilustran la manera en que cierto sentido del tiempo se apode-r de nuestra cultura y de nuestras vidas aunque, como San Agustn, seamosincapaces de definirlo: Estoy en el tiempo y hablo del tiempo y, sin embar-go, no s lo que es el tiempo (Confesiones, XI, 25).

    El tiempo olvidado

    A pesar de la omnipresencia del tiempo como dimensin de la realidad hu-mana, la sociologa, no obstante se le haya reprochado el ser una disciplinaimperialista colonizadora de todo territorio, dej a los historiadores su teoriza-cin. Nada ms obvio que fueran los clionautas los profesionales encargadosde explicarla. Sin embargo, la materia prima por excelencia de la historiano pareci interpelar a estos especialistas ms preocupados por la legitima-cin de su saber como erudicin sobre el pasado. El tiempo era la duracinde un acontecimiento, de preferencia pico, heroico o de la realeza, despus delcual sobrevena otro y el pasado era todo aquello que haba sucedido antesdel da en que nacieron nuestros abuelos.3

    Fue Marc Bloch quien cuestion esta inocente epistemologa de la cienciahistrica y quien afirm que precisamente la historia es la ciencia del tiempo.Como es de sobra conocido, la escuela de los Annales llev a cabo una re-fundacin terica de la historia no slo porque introdujo objetos de estudioignorados hasta entonces historia del clima, historia de los precios, historiade la vida cotidiana, etctera; su abordaje fue justamente posibilitado por-que el tiempo no se asumi como dado previamente al analista, sino comoproblema por resolver en la investigacin. La heurstica lnea organizadora de

    cie de las aguas. Dijo Dios: Haya luz y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y separDios la luz de las tinieblas. Llam Dios a la luz da, y a las tinieblas llam noche. Y atarde-ci y amaneci el da primero (Gnesis, I, 1).

    2 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el ltimo, el Principio y el Fin (Apocalipsis,22, 13). Esta concepcin invade asimismo nuestra concepcin del cambio social como si stefuera una calle de un solo sentido (Burke, 1994).

    3 La narracin histrica oficializ un discurso en donde el tiempo era slo el referenteexterno, un torrente que permita unir entre s las fechas puntuales y las coyunturas (Garca deLen, 1993:66).

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    los trabajos de los fundadores y seguidores de los Annales acerca de la dura-cin diferente de los diversos procesos histricos culturales, econmicos,polticos fue la puerta de entrada terica a la problematizacin del tiempo:

    El corte ms exacto no es forzosamente el que pretende conformarse con la mspequea unidad de tiempo en cuyo caso habra que preferir el segundo al da,como el ao a la dcada, sino el mejor adaptado a la naturaleza de las cosas.Pero cada tipo de fenmeno tiene su medida particular y, por decirlo as, sudecimal especfica. Las transformaciones de la estructura social, de la econo-ma, de las creencias, del comportamiento mental no podran plegarse sin defor-macin a un cronometraje demasiado exacto. (Marc Bloch, 1992:141)

    La sociologa histrica tal como fue desarrollada por Weber redujo elespesor de las fronteras disciplinarias al desplazarse del mbito de las es-tructuras al de la agency, sin embargo, no conceptualiz el tiempo desde unaperspectiva terica especfica. Recurdese tambin que en Durkheim el tiempoconstituye una suerte de molestia en el ejercicio del oficio de socilogo:

    Prescindiendo de los actos individuales que suscitan, los hbitos colectivos seexpresan en formas definidas, reglas jurdicas, morales, dichos populares, he-chos de estructura social, etc. Como estas formas existen de una manera perma-nente y no cambian con sus diversas aplicaciones, constituyen un objeto fijo, unmodelo constante, siempre al alcance del observador, y no permite las impresio-nes subjetivas y las observaciones personales. (Durkheim, s. f., pp. 98-99)

    La relevancia del esfuerzo reflexivo de Norbert Elias, basado en el in-tento de articular estructura y agency, radica precisamente en la sociologiza-cin del tiempo. Una empresa de este gnero fue posible definiendo al tiem-po como construccin social; alejndose de toda pretensin objetivista aunquetambin de un propsito simtricamente opuesto. El proyecto constructivistade Elias implica que las realidades sociales son simultneamente objetivadase interiorizadas (Corcuff, 1995:18). Metodolgicamente la investigacindebe iniciar por la interrogacin sobre lo que se presenta como natural,intemporal, necesario y homogneo (Corcuff, 1995:19) y desconstruirlo.

    La polisemia de la palabra tiempo da lugar a varios enfoques, pero tam-bin a varias confusiones. En efecto, los socilogos tratan el tema a ciertonivel de abstraccin: como smbolo universal de diversas vivencias socialesy, sobre todo, como elemento inherente a toda lucha por y dentro del poder(su regulacin/control/apropiacin social e interiorizacin a nivel individual).Logran as desconstruir la percepcin de un posible tiempo biolgico. Inten-tan poner en evidencia algo que se nos ha vuelto transparente debido a su

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    gran familiaridad y cotidianidad, la coordenada tiempo de cualquier socie-dad. En este registro, el de la concrecin y el aterrizaje espacio-temporal,se ubican los estudios histricos que analizan el tiempo como duracin/me-dicin. La conceptualizacin del tiempo de los socilogos slo se puedeentender mediante ejemplos histricos; de otro modo, la sociologa se vuel-ve filosofa. Aqu intentaremos ilustrar el estrecho vnculo entre sociologa ehistoria mediante un esbozo de estudios sobre el tiempo.4

    Desconstruyendo el tiempo

    El tiempo pasa volando es una de las expresiones verbales ms comunes.Cosificamos, fetichizamos el tiempo.5 En lenguaje potico, una de las ms co-nocidas piezas lricas de Lamartine reproduce el mismo mecanismo: Oh tiem-po! Detn tu vuelo.6 Se trata del endiosamiento del tiempo, cuyo sntoma es laplegaria que se le dirige. Sucede con el tiempo como acontece con otras criatu-ras humanas, vgr. las figuras divinas o el dinero. A pesar de ser su propia crea-cin, terminan dominando a sus inventores. Parece como si el tiempo fsicofuera algo separado del tiempo social y del tiempo vivido cuando en realidadnos hallamos atrapados en la retcula social del tiempo (Elias, 1989:108).

    La temporalidad es una dimensin de la existencia humana. Nuestro servivo percibe la regulacin fsica de su entorno: el da y la noche, el sol y laluna, el nacimiento y la muerte. Somos los nicos dotados de una percepcinconsciente la memoria que nos permite establecer un continuum entreel pasado, el presente y el futuro as como el espacio finito de nuestras vi-das.7 La conciencia de la finitud del hombre es simultneamente el reconoci-miento del plano temporal en que se desarrolla su existencia.

    4 No introduciremos la veta de anlisis sugerida por Bourdieu en su crtica al modeloobjetivista: en las relaciones del don, tal y como fueron estudiadas por Marcel Mauss y ClaudeLvi-Strauss, el tiempo o intervalo que transcurre entre el don y su accin recproca debe serconceptualizado, segn Bourdieu, como una estrategia subjetiva de las prcticas sociales elsentido prctico, no como un tiempo muerto (Bourdieu, 1980, cap. 6).

    5 La fetichizacin del tiempo corresponde a una operacin rutinaria en el mundo occi-dental: Generalmente, el lenguaje expresa ms fcilmente las cosas que las relaciones, losestados que los procesos []. Es ms fcil tratar los hechos sociales como cosas o comopersonas que como relaciones (Bourdieu, 1992:35-36).

    6 temps, suspends ton vol! Un profesor de historia gustaba prolongar el poema: Porcunto tiempo?, pregunt el tiempo.

    7 Los zologos se refieren a la nocin del tiempo en los animales tras la observacin de larepeticin de sus prcticas de alimentacin a las mismas horas a lo largo de toda su vida.Evidentemente, no corresponde a nuestra definicin del tiempo.

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    Esta definicin preliminar del tiempo no implica su sustancializacin, unasuerte de componente del genoma humano. Cada cultura y cada paradigmasocietal construye diferentemente la representacin de su finitud, eventualmen-te de la trascendencia de los individuos en el ms all, y tambin la represen-tacin del plano temporal. Por la misma razn, slo quien goza del privilegiode la eternidad escapa al apremio del tiempo y es simultneamente el nicoque puede mover los resortes y el pndulo del reloj que rige la vida de losmortales.8 Si los dioses son inmortales, el tiempo no les concierne, sino queal contrario son ellos quienes lo determinan.

    Nos acercamos as a la relacin del tiempo y el poder. En efecto, los su-jetos ms cercanos a las entidades divinas e inmortales, es decir, los interme-diarios entre los habitantes de la Tierra y los moradores de la eternidad sonlos que por lgica detentan el monopolio del saber sobre el tiempo:9 son losque deciden cundo sembrar y cosechar, cundo ayunar, cundo festejar y,por lo tanto, subvertir excepcionalmente las reglas sociales; son los que convo-can desde lo alto de un minarete o con la campana a toda la comunidad paraque se congregue a ciertas horas del da.10 Los ejemplos referidos dan cuentadel alcance contenido en el monopolio del saber y control del tiempo. stesignifica el poder sobre la sincronizacin de los individuos para la realiza-cin de actividades sociales as como sobre la movilizacin de las energassociales.11

    Puesto que las coordenadas de nuestro universo son espaciotemporales,el planteamiento sobre el tiempo implica necesariamente la dimensin espa-cial. Este universo espaciotemporal no es una abstraccin, sino un mundo

    8 Nada ms claro en ese sentido que la expresin Dios lo llam porque haba llegado suhora.

    9 Depositario de los acontecimientos, lugar de potencia y acciones durables, mbito delas ocasiones msticas, el cuadro temporal adquiere un inters particular para cualquiera que,dios, hroe o jefe, quiera triunfar, reinar, fundar: quienquiera que sea, debe intentar apropiarsedel tiempo, al mismo tiempo que del espacio. El uso de las fechas [conmemorativas] es la su-pervivencia moderna (en parte laicizada) de un principio muy viejo (Dumzil, 1936:225).

    10 Por lo dems, como lo demuestra la historia de Mxico, la campana puede servir noslo para refrendar el poder de convocatoria desde lo alto de la jerarqua social, sino tambinpara anunciar la rebelin contra la estructura del poder o contra sus abusos. Recurdese elinicio de la revolucin de independencia, por una parte, y las protestas populares fuenteove-junas contra las fuerzas policiacas en Morelos en los aos noventa o contra los estudiantes enCanoa (Puebla) en 1968.

    11 Aunque teida de rasgos personalistas, la disputa entre el jefe de gobierno del DistritoFederal y el presidente de la Repblica en torno a la adopcin del horario de verano, tena talvez un contenido poltico de potencialidades ms profundas que la de adelantar o no el reloj enla madrugada de un domingo del mes de mayo.

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    habitado que construye socialmente estas coordenadas. El espacio habitadose vuelve entonces territorio. ste y el tiempo transforman nuestra simplegeometra en complejas relaciones de poder. Tiempo y espacio socialmenteconstruidos devienen el objeto de conflicto cuando los grupos sociales o losEstados nacionales se apoderan de ellos e imponen su unidad de medida.

    Todo poder se legitima mediante la naturalizacin y sta consiste en lacapacidad de convencer que dicho poder se pierde en la memoria de los tiem-pos. La inmemorialidad del origen del poder o de las pretensiones a l es unapieza clave de su proyecto legitimador. Por ello, el dominio del tiempo comoestrategia del poder implica la confeccin de una historia oficial y, por con-siguiente, de una mitologa del poder12 que remonta su genealoga a un le-jano pasado que slo sus idelogos conocen puesto que lo inventan.13 En ladilectica del poder, el tiempo se vuelve uno de los smbolos en disputa. Lapolisemia de la palabra significa tanto eventos fsico-naturales como duracio-nes imaginarias. Entre stas figura la memoria histrica de un pueblo, mez-cla de realidades e invenciones. En la historia de Mxico, Enrique Florescano(1987) y Jacques Lafaye (1977) han demostrado cmo los criollos inventa-ron un pasado para la Nueva Espaa en que el apstol Santo Toms, posterior-mente reencarnado en la figura de Quetzalcatl, haba llegado a evangelizarel continente. La justificacin ideolgica de un contrapoder que crea un pasadopara apoderarse del presente y ofrecer un futuro mejor se finca en mitos fun-dadores y en la recuperacin de una memoria colectiva ambigua: As, al in-tegrar a la nocin de patria la antigedad indgena, los criollos expropiaron alos indgenas su propio pasado e hicieron de ese pasado un antecedente legti-mo y prestigioso de la patria criolla (Florescano, 1987:263).14

    El tiempo, seala Elias, se convirti en la representacin simblica deuna vasta red de relaciones que rene diversas secuencias de carcter indivi-dual, social o puramente fsico (Elias, 1989:20). Tiempo y reloj no se confun-den. Si el tiempo es, como vimos, una representacin simblica, posee unsignificante: las mareas ocenicas, el movimiento de los astros, el reloj, etc.Se trata de los soportes materiales de la representacin simblica; son lamedida del paso del tiempo y, consiguientemente, de la finitud del hombre.

    El perfeccionamiento de la tecnologa del tiempo guarda relacin con eldesarrollo tecnolgico general; pero sobre todo la concepcin de la sociedad

    12 Es lo que ha demostrado Eric Hobsbawm (1992) para el caso de los Estados nacionaleseuropeos.

    13 Se entiende entonces la advertencia lanzada por Kant: El origen del poder superior espara el pueblo, que est bajo l, desde el punto de vista prctico, inescrutable.

    14 La Revolucin Mexicana intentar poner las cosas en su lugar para hacer que surjadel yunque milagroso, la nueva patria hecha de hierro y bronce confundidos (Gamio, 1916:6).

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    de s misma y de su relacin con la naturaleza determina el esfuerzo aplicadoa tal fin. Es evidente que en sociedades agrarias, donde el trabajo artesanalcomplementa la actividad principal, no resulta imperativo contar el tiempoque requiere la confeccin de un bien por lo general realizado en el interme-dio entre la siembra y la cosecha o viceversa. No es sorprendente que, comolo cuentan los historiadores, el tiempo de elaboracin de un bien posea unalaxitud enorme comparada, por una parte, con la precisin de las fechas delos ciclos agrcolas, sobre los que se sobreponen en el mundo occidental lasfestividades cristianas y, por otra, por supuesto, con la era industrial. Unafase de la manufactura puede estar separada de la siguiente por una interrup-cin de varios das ocupados en visitas a vecinos o en festividades. Lacentralidad de la agricultura y el carcter complementario de la manufacturaen las sociedades tradicionales, en que la repeticin anual de las actividadesdel campo se cumple rigurosamente salvo contingencias climticas mayores,la representacin grfica del tiempo es circular y no lineal: la rueda expresamejor el tiempo en esas estructuras sociales que la flecha a la que nos referi-mos ms arriba.

    En suma, cualquiera sea el significante del tiempo, las salidas o puestasdel sol o la sincrona con los centros financieros mundiales, se trata de unaconstruccin social.

    Modernidad y tiempo

    En el mundo moderno, el perfeccionamiento de las tecnologas de medicindel tiempo nos inculca un sentimiento de impotencia. El tiempo parecera noslo pasar, sino volar. Cuanto ms lo detallamos y desagregamos en millon-simas de segundos, menos lo dominamos y domesticamos.15 La digitaliza-cin de los relojes nos rinde ante la conciencia de su velocidad y de nuestradificultad en acompasar su movimiento, aparentemente cada vez ms auto-nomizado de la voluntad social.

    El advenimiento del mundo moderno est acompaado de la obedienciaestricta al paso del tiempo. No es casualidad, como observa Thompson, queentre los siglos XVII y XIX europeos, el reloj haya transitado de la plaza pbli-ca, en lo alto de la iglesia o de los edificios civiles, a la sala y comedorfamiliares hasta convertirse en objeto porttil. La domesticacin del relojcorre pareja con la internalizacin de los imperativos del tiempo. De las

    15 La Alicia de Lewis Carroll se sorprende, no de la exclamacin del conejo, sino delhecho de que ste lleve un reloj y un chaleco.

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    conductas laxamente guiadas por la regularidad de los fenmenos naturalesse ha pasado a la industrializacin del tiempo y a la sujecin de todo acto hu-mano a mediciones estrictas:

    La normalizacin social del individuo respecto del tiempo socialmente institucio-nalizado se implanta en su conciencia con tanta mayor fuerza y profundidad, cuan-to las sociedades se hacen ms complejas y diferenciadas y cuando con mayorfrecuencia el individuo necesita preguntar: qu hora es?, qu fecha es hoy?No sera dificultoso mostrar cmo la conformacin de la conducta y la sensibili-dad del individuo con el tiempo socialmente institucionalizado se hace ms di-ferenciada y obvia, desde los relojes de agua, sol y arena, pasando por el reloj depulsera individual. Si antes quedaban satisfechas las exigencias sociales conque un pregonero o las campanas convocaban por la maana, el medioda o la tar-de a los fieles para la oracin, pertenece ya a otro estadio ulterior de exigenciassociales el que relojes pblicos sealen las horas, y a otro periodo subsiguientedel desarrollo de la sociedad que dichos relojes marquen los minutos y los se-gundos. (Elias, l989:117)

    Este texto de Norbert Elias condensa los mltiples aspectos de la rela-cin de lo humano con el tiempo: un proceso de normalizacin social delindividuo, que en otra parte l llamar proceso civilizador, y que implicala intervencin de un poder religioso, luego poltico pero tambin econmi-co cuya meta final ser transformar la coaccin social en una autocoaccin yautodisciplina del individuo hasta parecer tan inevitable y coactiva como laestructura genticamente determinada de una persona (Elias, 1989:155), esdecir, un habitus como fue definido por Bourdieu (1972). El objetivo alcan-zado fue la construccin exitosa de una segunda naturaleza: el reloj biol-gico tan integrado al individuo que ste llega a sentir la necesidad de nodesperdiciar el tiempo.16

    La trillada consigna time is money expresa el imperativo de una socie-dad cuyo motor fundamental gira en funcin de la reduccin incesante del tiem-po de trabajo necesario y la ampliacin del tiempo de trabajo excedente, talcomo fue demostrado por Marx (Marx, 1975: vol. 2, cap. X). Puesto que elcapital en s mismo, vale decir, no enfrentado a la fuerza creadora del trabajo,est muerto, todo tiempo de no-rentabilidad queda penalizado. En efecto, elcapital no descansa.17 Slo existe como perpetuum mobile, es decir, contra-

    16 Una conducta menos consciente del tiempo es fcilmente considerada una ofensa oirresponsabilidad (Hall, 1977:21).

    17 Como sucede en toda representacin fetichizada de la realidad, los papeles se invier-ten. Por ello, puede parecer plausible una publicidad que sera imposible en otro contexto:Descanse mientras su dinero trabaja para usted. Precisamente, la frmula del capital dinera-

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    riando los principios de la fsica. Su acrecentamiento depende de su movili-zacin incesante, condicin de su reproduccin como capital. La porosidadde la jornada de trabajo, el tiempo muerto de las horas nocturnas, el tiempo detransporte de las mercancas, etctera, actan negativamente sobre el capital.Por esa razn, la anulacin o, en lo posible, la reduccin de estos tiemposforma parte de los objetivos de cada nuevo paradigma tecnolgico en el ca-pitalismo. El taylorismo, la colocacin del dinero a tasas overnight y la puestaen prctica de los equipos de trabajo 3 8 as como los buques-factora sonmodalidades de ganarle tiempo al tiempo. Por ello tambin, el advenimientodel mundo capitalista implica la mudanza de la relacin del sujeto productorcon el tiempo.18 Es toda la diferencia y la distancia entre el tiempo que tomahacer algo y tengo que hacer esto en x tiempo: [...] El patrn debe utili-zar el tiempo de su mano de obra y ver que no se malgaste: no es el quehacerel que domina sino el valor del tiempo al ser reducido a dinero. El tiempo seconvierte en moneda: no pasa sino que se gasta (Thompson, 1989:247).Esta avaricia con el tiempo no rige exclusivamente el universo econmico,sino que se extiende al mbito de la poltica. El tiempo de deliberacin de-mocrtica es definido consecuentemente como tiempo perdido ya que la for-ma racional de asumir decisiones sera hacindolo de manera expedita, estoes, negociando entre representantes de los intereses sociales.19

    Actualmente, las redes electrnicas parecen abolir no slo el tiempo, si-no tambin el espacio. No obstante, ambas coordenadas quedan alteradas. Eltiempo se vuelve nfimo y el espacio se estira, es decir, abarcamos grandesdistancias en pocos segundos lo cual ha sido tambin conceptualizado comouna compresin del espacio (Harvey, 1989). Presenciamos la proliferacin derelaciones que atraviesan territorios sin tocarlos o apenas rozarlos: todas es-tas redes, flujos y transacciones realizados en un instante estn supuestamen-te disociados de todo ordenamiento territorial. La representacin imaginaria deesta dinmica, cuyo soporte material son los medios electrnicos, consiste enafirmar que la globalizacin es sinnimo de desterritorializacin.20 Ciertamen-

    rio (D-D) constituye la forma ms desarrollada del fetichismo capitalista en que el dineroparece no requerir de la mediacin del trabajo vivo para incrementarse. La llamada economade casino puede entonces vanagloriarse, aunque sea efmeramente, de ser autnoma respectode la economa real.

    18 Cuando se le pregunt a un corredor burstil qu significaba para l el largo plazo,contest: Son los prximos diez minutos (citado por de Sousa Santos, 1999:25).

    19 Fue la postura de los delegados gubernamentales en San Andrs cuando los delegadoszapatistas plantearon la necesidad de consultar a las comunidades indgenas sobre los acuer-dos antes de refrendarlos.

    20 Los crticos de esta construccin ideolgica han puesto de manifiesto algunas eviden-cias como, por ejemplo, que cuando una empresa global experimenta una dificultad en un

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    te, aquella constituye una nueva forma de apropiacin del espacio por cier-tos actores como lo son las empresas transnacionales, esto es, genera una te-rritorialidad propia, no necesariamente continua, que pretende abarcar toda laextensin de la tierra habitada: Esta nueva territorialidad se superpone a lasformas tradicionales de construccin territorial trascendindolas y neutrali-zando sus efectos regulatorios y restrictivos en el plano econmico, polticoy cultural (Gimnez, 2001).

    Si la globalizacin no es desterritorializacin, tampoco es vlido quela coordenada temporal se haya diluido. Por ejemplo, el tiempo de trabajo hadisminuido en el polo desarrollado de la economa mundial, pero se ha alarga-do en contrapartida en el tercer mundo donde sigue siendo el tiempo dominan-te (Gurvitch, citado por Leduc, 1999).21 Cada regin dentro de la globalizacinsigue teniendo escalas y ritmos temporales especficos.

    Aqu nos interesar destacar dos problemticas particulares vinculadascon la modernidad. La primera concierne a la laicizacin del tiempo; la segun-da se refiere tanto al uso capitalista del tiempo para disciplinar a una manode obra que no slo posee una cultura del tiempo diferente, sino que ademsla moviliza con el objeto de resistir la imposicin del tiempo industrial.

    La disputa por el tiempo

    El vehculo material ms obvio para controlar el tiempo ha sido la determi-nacin de un calendario que organice las tareas sociales. Los conocimientosvinculados a la medicin del tiempo, basados en la astronoma, son obviamentefuente de gran poder en las sociedades agrcolas.22 Sin embargo, durante elproceso de diferenciacin progresiva entre poder religioso y poder poltico,la disputa por la determinacin-apropiacin del tiempo se agudiz.23 De la or-

    pas, no recurre al Estado de dicho pas, sino al del origen del capital, generalmente el de Es-tados Unidos. Asimismo, la casi totalidad de los miembros de los consejos de administracinde dichas empresas son originarios del pas exportador de capital.

    21 Por ello, la tesis de Roger Sue acerca del paso de una sociedad de produccin donde eltiempo de trabajo es dominante a una sociedad de consumo donde el tiempo de ocio goza dereconocimiento social, posee, en el mejor de los casos, una validez restringida geogrficamente(Sue, 1994).

    22 Estos hombres dependan para su mantenimiento de los frutos de la naturaleza, comosucede en todas partes; estaban supeditados a la lluvia que hace germinar las semillas y obser-vaban el desplazamiento del Sol (un movimiento fsico) para descubrir cundo era oportunosembrar (una actividad social). Comenzaron, pues, a mirar el Sol (una actividad social) paraencontrar el mejor modo de satisfacer su hambre (un instinto natural) (Elias, 1989:101).

    23 Desde el siglo XIV, la Iglesia conden tanto el prstamo de dinero con intereses en

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    ganizacin social de un proceso natural transitamos hacia el reordenamientopoltico del tiempo y la elaboracin de una memoria cvica. No es casual quehistricamente los cambios calendricos hayan coincidido con la ocupacindel poder por un nuevo jefe o una nueva clase poltica. As, por ejemplo,Julio Csar procede a reformar el calendario romano en el 46 a. C. calen-dario juliano que ser vigente a partir del ao 45 a. C., simultneo con elmomento en que el Csar se hace conferir la dictadura. Igualmente, en 1700,

    Leibniz hizo introducir en los Estados del prncipe elector de Brandeburgo unmonopolio de Estado sobre los calendarios, como ocurra en China [...]. Inclusoes claro que fueron especialmente los poderes religiosos, las iglesias y los cle-ros, donde existan, los que trataron de obtener el control del calendario, quepor otra parte tena profundas races en lo sagrado. (Le Goff, 1991:186)

    Este calendario ser rectificado en 1582 por el papa Gregorio calenda-rio gregoriano aunque los pases protestantes tardarn en adoptarlo, yaque en conformidad con el dicho de Kepler los protestantes prefieren estaren desacuerdo con el sol que en acuerdo con el Papa. Inglaterra finalmenteterminar por aceptar la reforma en 1752.24 Finalmente, ms all de las des-avenencias ideolgicas, los Estados europeos, salvo Rusia, adoptaron unmismo calendario ya que:

    Como era de esperar, la necesidad de un clculo ordenado y unitario del tiempovari con el crecimiento y ocaso de las unidades estatales, con la amplitud ygrado de integracin de sus pueblos y territorios y con el grado correspondientede diferenciacin y extensin de sus enlaces comerciales e industriales. Lasinstituciones jurdicas de los Estados exigan medidas unitarias del tiempo, quese adecuasen a la complejidad y multiplicidad de los casos que deban regular.Con la creciente urbanizacin y comercializacin, se hizo cada vez ms urgentela exigencia de sincronizar el nmero cada vez mayor de actividades humanas yde disponer de un retculo temporal continuo y uniforme como marco comn dereferencia de todas las actividades humanas. Fue tarea de las instancias centra-les (profanas o religiosas) preparar este retculo y asegurar su funcionamiento.De ello dependa el pago ordenado y recurrente de tributos, intereses, salarios yel cumplimiento de otros muchos contratos y obligaciones, as como los numero-sos das festivos en que los hombres descansaban de sus fatigas. (Elias, 1989:65)

    Venecia porque no aceptaba que se pudiera vender el tiempo como todas las tcnicas instru-mentadas para sacarle la vuelta a la interdiccin (Pomian, 1984:260; subrayado nuestro).

    24 Por ello, Cervantes y Shakespeare no han muerto el mismo da fsico aunque scalendrico 26 de abril de 1616 ya que Espaa e Inglaterra se regan en estos aos porcalendarios diferentes con un desfase de diez das.

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    El control del tiempo se halla tan vinculado al proyecto de formacin deun Estado nacional que la Revolucin Francesa, en el equinoccio de otoodel 22 de septiembre de 1793, tuvo que crear su propia medicin del tiempoacorde con la nueva lgica racional y laica: un calendario decimal dondedesapareci toda alusin a la religin, incluyendo el domingo:

    Lo que provoc el mayor trastorno fue la sustitucin de la semana por la dca-da, la divisin del mes en tres dcadas, y la invencin de nuevos nombres paralos diez das de la dcada: primer-da, segundo-da, tercer-da, etc. Siendo losmeses uniformemente de treinta das, fue necesario agregar al final del ao, esdecir en septiembre, cinco das complementarios, y cada cuatro aos un sextoda, que fue llamado da de la Revolucin. Tambin los nombres de los mesesfueron reinventados con la doble preocupacin de adaptar el orden del calenda-rio al orden de la naturaleza y del clima y de encontrar las sonoridades poticasy musicales. El otoo comprende por eso vendimario, brumario, frimario; el in-vierno, nevoso, lluvioso, ventoso; etc. (Le Goff, 1991:190)25

    Sin llegar a estos extremos, Mxico tambin presenci una frrea luchaentre tiempo religioso el tiempo de las campanas y tiempo laico, alfabe-tizado puesto que se lee la hora el tiempo de los relojes. Uno de los as-pectos sorpresivos de la lucha decimonnica entre el poder poltico y el po-der religioso reside en el control del tiempo mediante decretos que promuevenun uso racional de las campanas frente a la resistencia de los religiosos:

    El abuso de las campanas resurgi nuevamente en la dcada de los cuarentadel siglo XIX. Las autoridades promulgaban reglamentos de polica en losque se especificaba la duracin de ciertos toques, y los hacan obedecer durantecierto tiempo, pero poco a poco el descuido permita que reinaran nuevamentelos abusos al haber toques cada vez ms frecuentes y molestos. Los vaivenes de lapoltica desempeaban en esto un papel tambin. Se prestaba ms atencina pequeas molestias de este tipo durante gobiernos cuya mira era secularizar lasociedad y restringir la influencia de costumbres clericales en la vida agraria.(Staples, 1977:190)26

    25 El calendario revolucionario no prosper y despus de trece aos un decreto de Napolenrestableci el calendario tradicional a partir del 1 de enero de 1806.

    26 Todava a finales del siglo XIX, el poder civil procedi a reglamentar el uso de lascampanas. As, el gobierno del estado de Guanajuato emiti un reglamento de once artculosque pretenda normar el repique, seguramente frecuente, de las campanas eclesisticas: Artcu-lo 4: Quedan terminantemente prohibidos los repiques que se acostumbran en ciertas ceremo-nias de la misa mayor, as como los llamados para cubrir y descubrir, los dobles, el toque denimas, y en general todos los que no estn expresamente permitidos en este reglamento, aun-que hayan sido constantemente usados; Artculo 9: La autoridad poltica podr hacer uso de

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    En el fondo, el Estado liberal de la segunda mitad del siglo XIX tena unclaro designio: lograr que la vida cotidiana dejara de ser regulada por lascampanas y horarios del poder religioso, para ser ritmada puntualmente, cadahora, por el carrilln de los relojes pblicos instalados por el poder poltico.

    A mediados del mismo siglo, la adquisicin de este habitus dio lugar auna larga (y jocosa) discusin entre los diputados constituyentes de 1856cuando el 29 de febrero de ese ao el secretario del Congreso anunci quese pasara lista a las doce en punto y que se publicara la lista de los ausen-tes (Zarco, 1957:24-25). Entonces se entabl una acalorada y prolongadadiscusin en la que intervendran personajes de la talla de Melchor Ocampo,Guillermo Prieto, Ponciano Arriaga y Vicente Riva Palacio. Este ltimo en-cuentra muy laudable el celo del seor Ocampo; pero le parece que raya en laexageracin no esperar ni cinco minutos. Guillermo Prieto y Ponciano Arria-ga se opusieron a la medida porque, dijo este ltimo, si hay diputados cuyosrelojes pueden atrasarse, hay otros que, como su seora, no tienen relojporque son pobres (Zarco, 1957:25). Otro diputado, en cambio, equipar lapuntualidad al deber: Los puntuales tenan derecho a que no se les confun-diera con los que no cumplan con su deber, y termin pidiendo al Congresoque aprobara la proposicin.

    La imposicin de un nuevo tiempo

    Este es uno de los sitios ms visitados por la sociologa histrica del trabajoas como por la historia social de la industrializacin. sta no slo implicun cambio en los contenidos concretos del trabajo, sino una mudanza deenorme envergadura en la representacin del tiempo. Puesto que time ismoney, la eficiencia industrial entraaba una estrategia de alteracin pro-funda de actitudes obreras no slo frente al tiempo de trabajo, sino tambincon respecto al tiempo de ocio, cuya ntida separacin no apareci sino hastael capitalismo industrial.27 La incidencia sobre ste era una manera de incidirsobre el primero:

    las campanas para celebrar las festividades cvicas o por cualquiera otra causa de regocijopblico; as como cuando lo juzgue necesario (Reglamento para el uso de las campanas,Ayuntamiento Constitucional con aprobacin del Supremo Gobierno del Estado, Guanajuato,9 de septiembre de 1890).

    27 La norma de trabajo hacia fines del siglo XVII era una en que se alternaban losgolpes de trabajo intenso con la ociosidad, donde quiera que los hombres controlaran suspropias vidas con respecto a su trabajo (Thompson, 1989:261).

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    Los patronos industriales de Manchester [...] opinan que incluso un solo daocioso, cuando hay la oportunidad de que sea un da de borrachera, perjudica alos otros cinco, o ms exactamente el trabajo de aquellos28 (Rule, 1990:196).

    Por esta razn, el moralismo de las burguesas decimonnicas, y cuyoemblema son las ideas de la era victoriana, no es sino una manera de actuarsobre el tiempo realmente productivo del obrero. Para ellas, los obreros care-can de cultura y civilizacin y, por lo tanto, tambin ignoraban el tiempo,ingrediente civilizatorio fundamental. Haba que educarlos inculcndoles losvalores de un mundo al que por s solos no podan acceder. La burguesatardara, como lo explic Gareth Stedman Jones (1989), hasta finales del si-glo XIX europeo, en advertir que el escollo radicaba no en la ausencia de unacultura obrera tout court, sino en la confrontacin de dos mundos diferentes.

    Como es sabido, el proceso de domesticacin de la mano de obra no seconsum en un acto, sino que abarc por lo menos un siglo.29 En pases co-mo Mxico, donde los contingentes de campesinos migrantes hacia la ciudadnutrieron el grueso del proletariado industrial durante la segunda mitad delsiglo pasado, los usos agrarios del tiempo siguieron prevaleciendo en el senode las estructuras urbanas cuya relacin con el tiempo est muy bien ilustradaen las expresiones lingsticas.

    La popularizacin y el abaratamiento del reloj de chaleco o, posterior-mente de pulsera, fue el resultado de la revolucin industrial que en Europainici hacia 1830, pero como sucede con muchas otras mercancas, el senti-do atribuido al objeto fue diverso. Sirvi ms como signo de cierta holganzaeconmica y de distincin con respecto a los de ms abajo, que como uninstrumento de coaccin para la puntualidad, como aconteci hacia finalesdel XIX.

    Conclusin

    Iniciamos este artculo por el desencuentro, mltiples veces constatado, en-tre sociologa e historia.30 Si bien Braudel y los historiadores posbraudelia-nos han reconocido que su conocimiento es tendencialmente sociolgico ascomo la sociologa tiene prolongaciones histricas, el dilogo entre ambasdisciplinas es todava frgil en Mxico a pesar de que en la actualidad resulta

    28 Este texto, citado por un historiador contemporneo, data de fines del siglo XVIII.29 Para esta problemtica en Mxico, Rajchenberg (1995).30 Una sntesis del debate entre ambas en Hau-Lambert y Rajchenberg (1996).

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    estimulante cmo algunos investigadores, particularmente los cercanos a laUniversidad de Birmingham en Gran Bretaa,31 han llevado a cabo una pro-funda crtica de teoras y conceptos exigindoles respuestas al cmo? ycundo?

    Tanto la sociologa como la antropologa son ciencias de observacinde fenmenos histricos en razn de su objeto (Gimnez, 1995) y, por consi-guiente, se inscriben obligadamente en un contexto espacial y temporal. steno es entendido como mero contenedor de los fenmenos, sino como objetode estudio en s mismo. El tiempo se vuelve cada vez ms el tema que aglutinano slo a socilogos, filsofos e historiadores, sino tambin a fsicos y antro-plogos. Las investigaciones sobre el tiempo son una cantera en que se desplie-ga la interdisciplina (Leduc, 1999).

    Consideramos que este puente dialgico tiene un soporte importante enel desarrollo del concepto de tiempo. Por esta razn, nos hemos basado am-pliamente, por un lado, en Norbert Elias, el socilogo ms cercano a la his-toria, y, por otro, en Edward P. Thompson, el historiador ms cercano a lasociologa. La conjugacin de ambos, es decir, la articulacin del conceptode formacin de habitus y del de proceso histrico de disciplinamiento de lamano de obra, as como la idea de la temporalidad del tiempo, nos condujoal desarrollo especfico de la relacin entre tiempo y poder a partir de dosvertientes, la del conflicto por el control del tiempo entre instituciones delpoder y la de la inculcacin del habitus disciplinario.

    El poder, como todo concepto relacional, no existe, salvo en las utopaspanpticas benthamianas, sino permanentemente confrontado a su contrario,la resistencia, misma que slo dejamos enunciada. Por ahora entonces, bastadecir que la legitimacin de las luchas que no pretenden tomar el poder, sinoresistir al poder, tambin se construye en referencia al tiempo. Citamos unsolo ejemplo que se ha convertido en emblema discursivo de la resistencia:Somos producto de 500 aos de luchas (EZLN, [1993] 1994).

    Recibido: mayo, 2001Revisado: noviembre, 2001

    Correspondencia: E. R.: Universidad Nacional Autnoma de Mxico/Facul-tad de Economa/Mxico, D. F./correo electrnico: [email protected]/C. H-L.: Escuela Nacional de Antropologa e Historia/Perifrico Sur y Zapote/Colonia Isidro Favela/14030 Mxico, D. F./correoelectrnico: [email protected]; [email protected]

    31 Por ejemplo, Peter J. Taylor (1999).

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    Tiempo, calendarios y relojesContenidoEl tiempo olvidadoDesconstruyendo el tiempoModernidad y tiempoLa disputa por el tiempoLa imposicin de un nuevo tiempo

    ConclusinBibliografa