Textos N.. 9 extra -...

20
P P ARA un joven apasionado por los libros y por la lectura, el encuentro con el Quijote es un momento inolvidable por el descubri- miento de los muchos tesoros que al- berga. Todos importantes, como su ca- pacidad de divertir y emocionar al lector de cualquier edad al tiempo que le enseña las complejidades y matices de la existencia humana. O la impor- tancia del libro para recordarnos la ri- queza y la belleza de la lengua caste- llana, que se abre en este texto a posibilidades infinitas. E incluso, por qué no, la posibilidad de encontrar en- tre sus páginas un interlocutor para toda la vida, un modelo en el que ver reflejados, a veces de forma deforma- da, los anhelos y esperanzas de cada uno, los sueños y temores que alberga el corazón de todos los jóvenes. Alguien ha dicho que quien no haya leído todavía el Quijote es un ser afortunado, porque sólo él puede sen- tir la intensa emoción y la pura alegría que acompaña a quien entra por pri- mera vez en el libro de Cervantes. Por eso uno de los objetivos de este Cuar- to Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote que celebra- mos es hacer que todos los que toda- vía no lo han leído, lo ha- gan, y que aquéllos que ya lo conocen se reencuentren con él y descubran las sor- presas que guarda. Y qué mejor manera de entrar en este tesoro que de la mano, como hemos he- cho todos, de nuestros maestros y profesores, cuya labor muchas veces se pa- rece tanto a la del propio Quijote, enfrentados a in- comprensiones, pero siem- pre fieles al ideal que pro- ponen como modelo, siempre fieles a ese papel esencial para el futuro de nuestra sociedad. Por eso, también es para mí un ho- nor colaborar con la revista de un centro en el que pro- fesores como Antonio Ma- chado o María Zambrano, maestros en el más ancho y profundo sentido de la palabra, pusieron al servicio de la edu- cación lo mejor de su conocimiento y su sensibilidad. El secreto que ha hecho del Quijote un mito universal está en que cada pá- gina es una lección de Humanidad: habla de las grandes cuestiones que preocupan a la persona de todo tiempo y lugar. No hay temblor humano que el Quijote deje de tocar, desde el naci- miento a la muerte, desde la libertad al amor, desde el arte a la locura; pero además todo el libro está atravesado por un ansia de idealismo que hace que especialmente los jóvenes sientan a este caballero como alguien cercano, como un amigo. Una amistad, ade- más, que dura toda la vida. José Luis Rodríguez Zapatero Presidente del Gobierno de España Un número monográfico L L A revista cumple 45 años y el Quijote, 400. En los últimos meses de 1604, en la actual ca- lle de Atocha, en los talleres de la im- prenta de la que era regente Juan de la Cuesta, se fueron editando las páginas que iban a constituir la novela de Mi- guel de Cervantes titulada El ingenio- so hidalgo don Quijote de la Mancha. En los primeros días de 1605 salían de la imprenta los primeros ejempla- res. Conmemoramos el acontecimien- to con este número extraordinario, su- plemento de la revista anual de nuestro Instituto. El IES Cervantes ha querido cele- brar este singular curso con diversos actos, el principal de todos, el primer encuentro con el Quijote del alumna- do de la Enseñanza Secundaria Obli- gatoria y del Bachillerato o el reen- cuentro del profesorado con la novela. También hemos celebrado conferencias, exposiciones, concur- sos, un festival de danza, excursiones a diversos lugares cervantinos...; y to- davía faltan por realizarse algunas ac- tividades más, todas sobre la inmortal novela o sobre su inolvidable creador. Los redactores de El Ingenioso Hi- dalgo quisieron aportar su granito de arena, que es este número extraordi- nario que tienes en las manos, lector amigo. Verás que contiene artículos del alumnado y de antiguos estudian- tes, del profesorado, de los padres, del personal no docente..., es decir, de cuantos constituimos la comunidad escolar de este Instituto. Y también encontrarás otras notas firmadas por nuestras autoridades (la encabeza la escrita por el Presidente del Gobier- no), por los representantes de algunas de nuestras instituciones, por respon- sables políticos, por intelectuales (rectores de Universidad, escritores, cervantistas, profesores que enseñan la lengua española por los lugares más diversos del mundo)...: a todos les hemos pedido que nos cuenten su experiencia como lectores del Quijo- te. Y para todos va nuestro agradeci- miento. Aquí llevas el trabajo de un año y de muchas personas para la fiesta de Cervantes de 2005. El Consejo de Redacción EL INGENIOSO HIDALGO II Época - NÚMERO MONOGRÁFICO - Abril, 2005 En el IV Centenario del Quijote INSTITUTO DE ENSEÑANZA SECUNDARIA CERVANTES C/. Embajadores, 70. 28012 MADRID De la mano de nuestros maestros

Transcript of Textos N.. 9 extra -...

PPARA un joven apasionado porlos libros y por la lectura, elencuentro con el Quijote es un

momento inolvidable por el descubri-miento de los muchos tesoros que al-berga. Todos importantes, como su ca-pacidad de divertir y emocionar allector de cualquier edad al tiempo quele enseña las complejidades y maticesde la existencia humana. O la impor-tancia del libro para recordarnos la ri-queza y la belleza de la lengua caste-llana, que se abre en este texto aposibilidades infinitas. E incluso, porqué no, la posibilidad de encontrar en-tre sus páginas un interlocutor paratoda la vida, un modelo en el que verreflejados, a veces de forma deforma-da, los anhelos y esperanzas de cadauno, los sueños y temores que albergael corazón de todos los jóvenes.

Alguien ha dicho que quien nohaya leído todavía el Quijotees un serafortunado, porque sólo él puede sen-tir la intensa emoción y la pura alegríaque acompaña a quien entra por pri-mera vez en el libro de Cervantes. Por

eso uno de los objetivos de este Cuar-to Centenario de la publicación de laprimera parte del Quijote que celebra-mos es hacer que todos los que toda-

vía no lo han leído, lo ha-gan, y que aquéllos que yalo conocen se reencuentrencon él y descubran las sor-presas que guarda.

Y qué mejor manera deentrar en este tesoro que dela mano, como hemos he-cho todos, de nuestrosmaestros y profesores, cuyalabor muchas veces se pa-rece tanto a la del propioQuijote, enfrentados a in-comprensiones, pero siem-pre fieles al ideal que pro-ponen como modelo,siempre fieles a ese papelesencial para el futuro denuestra sociedad. Por eso,también es para mí un ho-nor colaborar con la revistade un centro en el que pro-fesores como Antonio Ma-chado o María Zambrano,maestros en el más anchoy profundo sentido de la

palabra, pusieron al servicio de la edu-cación lo mejor de su conocimiento ysu sensibilidad.

El secreto que ha hecho del Quijoteun mito universal está en que cada pá-gina es una lección de Humanidad:habla de las grandes cuestiones quepreocupan a la persona de todo tiempoy lugar. No hay temblor humano queel Quijote deje de tocar, desde el naci-miento a la muerte, desde la libertadal amor, desde el arte a la locura; peroademás todo el libro está atravesadopor un ansia de idealismo que haceque especialmente los jóvenes sientana este caballero como alguien cercano,como un amigo. Una amistad, ade-más, que dura toda la vida.

José Luis Rodríguez Zapatero

Presidente del Gobierno

de España

Un númeromonográfico

LLA revista cumple 45 años y elQuijote, 400. En los últimosmeses de 1604, en la actual ca-

lle de Atocha, en los talleres de la im-prenta de la que era regente Juan de laCuesta, se fueron editando las páginasque iban a constituir la novela de Mi-guel de Cervantes titulada El ingenio-so hidalgo don Quijote de la Mancha.En los primeros días de 1605 salíande la imprenta los primeros ejempla-res. Conmemoramos el acontecimien-to con este número extraordinario, su-plemento de la revista anual denuestro Instituto.

El IES Cervantes ha querido cele-brar este singular curso con diversosactos, el principal de todos, el primerencuentro con el Quijote del alumna-do de la Enseñanza Secundaria Obli-gatoria y del Bachillerato o el reen-cuentro del profesorado con lanovela. También hemos celebradoconferencias, exposiciones, concur-sos, un festival de danza, excursionesa diversos lugares cervantinos...; y to-davía faltan por realizarse algunas ac-tividades más, todas sobre la inmortalnovela o sobre su inolvidable creador.

Los redactores de El Ingenioso Hi-dalgo quisieron aportar su granito dearena, que es este número extraordi-nario que tienes en las manos, lectoramigo. Verás que contiene artículosdel alumnado y de antiguos estudian-tes, del profesorado, de los padres, delpersonal no docente..., es decir, decuantos constituimos la comunidadescolar de este Instituto. Y tambiénencontrarás otras notas firmadas pornuestras autoridades (la encabeza laescrita por el Presidente del Gobier-no), por los representantes de algunasde nuestras instituciones, por respon-sables políticos, por intelectuales(rectores de Universidad, escritores,cervantistas, profesores que enseñanla lengua española por los lugaresmás diversos del mundo)...: a todosles hemos pedido que nos cuenten suexperiencia como lectores del Quijo-te. Y para todos va nuestro agradeci-miento.

Aquí llevas el trabajo de un año yde muchas personas para la fiesta deCervantes de 2005.

El Consejo de Redacción

EL INGENIOSO HIDALGOII Época - NÚMERO MONOGRÁFICO - Abril, 2005

En el IV Centenario del Quijote

INSTITUTO DEENSEÑANZASECUNDARIA C E R V A N T E S

C/. Embajadores, 70. 28012 MADRID

De la mano de nuestros maestros

««DDANS un lieu de la Manche dont jene connais pas le nom…» o me-jor… «Dans un lieu de la Manche

dont je ne me rappelle plus le nom…» o tal vez«Dans un lieu de la Manche dont je ne veuxplus me souvenir du nom». ¡Qué lío! Así fue

mi primer contacto con elQuijote. Por esa época es-taba en el colegio. Unprofesor tirano se dedica-ba a machacarnos contrabajos absurdos y éstefue de los más hercúleos.¡Traducir el Quijote alfrancés! En las noches enque pasé haciendo el tra-bajo me lo imaginaba ensu casa planeando nuevastorturas para sus alum-nos. Y total para qué ¡¡¡sila traducción ya estabahecha!!! También son ga-nas de que los estudiantescojan manía a los clási-cos, luego se extrañaránde que no se los lea.

Hoy en día, a lo largode estos años me hetopado con mayores tira-nos, y desde luego he te-nido que traducir mu-chos quijotes al francés.

LeonorBarrenechea

RodríguezProfesora de

Francés

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O2222

A Adela, de cuyo apellido no puedo acor-darme, pero de ella sí. A mi madre: sí y sí.

“¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, re-gocijados amigos; que yo me voy muriendo!”

CCASI con toda seguridad estas fueron lasúltimas letras como despedida finalpremonitoria de Cervantes, el “famoso

todo”, en el Prólogo del Persiles,su gran obrapreferida. Pleno de donaires y gracias –no re-conocidos y envidiados durante su desvivir–los ganó en el pulso herido de su brazo, y contan breve espacio recuerda despacio la com-partida alegría de sus pocos amigos: un hom-bre de tan solo hasta de su propia mujer. Nosabemos el día exacto de este trimembre testa-mento, pero aventuró el domingo para morirseen sábado: era el presentido aire delgado de lamuerte, a los sesenta y nueve años, jubilado deamor, en penas de hidropesía, sed de insaciablelibertad, por todas letras sediento, consumido.

En esta foto, justo después de Reyes de1963, ya había leído de pie, encantado por laspáginas suavemente pegadas, durante todo elaño de 1959, como un irrepetible curso mono-gráfico –que en la Universidad sólo probé a li-geros entremeses– el Quijote, editada por losHijos de Santiago Rodríguez en 1951, al pre-cio de unas lujosas 15 pesetas. Es el mismo li-bro que aún conservo hasta anotado en lápizgrueso doble, de mucho azul y poco rojo, pormi profesora Adela, elegante, delgada y alta,preocupada al silencio de mi oreja de niño por-

que yo aún no había hecho la primera comu-nión: su único confuso y lamentable defectoperseguidor. Ella me enseñó a leer en ese Qui-jote y a ‘perder respeto a ley severa’ de hacer-lo en público, a corregir los dictados diarios, aresolver constantes ejercicios ortográficos que,bajo un deforme y triste flexo de hojalata, en-cima de una silla del comedor a modo demesa, copiaba sin gracia en mi letra, sin donai-re cálido, aún sin amigos eternos. Me gustabaleer en la clase, voz arriba, la imposible justi-cia de aquel hombre, de aquel personaje tan deverdad como Adela. Preocupado más por suvida real le pregunté en la cocina a mi madre siexistió don Quijote: –Claro, hijo. Y me alivióla infancia como unos largos Reyes Magos, lamedrosía de la adolescente edad, la ida madu-rez de hoy que sostiene aún ese libro, este re-cuerdo encima de otra mesa completa donde secuecen dos figuras, vivo barro de Cervantes, seaplacan algunas fotos muertas vivas para misiempre y se funden aquellas aventuras que mellamaban tímidas, hoy tan modernas hasta te-ner a don Quijote encantado enjaulado en suimpecable cederrón. Ha unos años, como mimadre, como Adela, hablé a Laura del héroe detodos los derrotados. Y se lo he contagiado tanentero como aire delgado, diario legado.

A dentelladas los bordes de la foto, una len-ta carcoma del tiempo que se come los límites;el pupitre que esconde su macilenta antigüe-dad. El mudo mar de bola del mundo en la carade América del Sur, ‘la gran conquista de Ul-tramar’, adonde quiso huir nuestro Cervantes,

hendido de aquella su Es-paña demasiado real, exi-liado interior. Un libroabierto, lo único nuevo portanto oscuro zaguán memo-rioso, con ilustración a laderecha, el desconocidoninguno en el centro y eljersey rayado, rallados loscodos, hecho a manos finasde mi madre. Llevo sin os-curidad los ojos perdidoscontra la cámara, triste le-jos que no adivinaba másallá de la trastera sombrade mi cabeza, donde no la-tía más que el pavor a mo-verme y que me regañase elprofesor. La mano izquier-da escondida, sin permisopara salir, cuatro nudillosde frente golpeando el len-to vaho gris silencio de laépoca, y mi pelo donde yani me reconozco.

Sólo sigo admirándomecon el Quijote: es en lo úni-co en que me parezco aaquel de 1959, a ese de1963 y ya a este de 2005.Se van muriendo. La profe-sora Adela no me explicóquién era aquella ilustre pa-reja, pero sí me la presentó y busqué el seguroideal desde la humilde cocina de carbón y leñade mi madre, alta escuela en mi porvenir, idealque tal vez esa rota mirada de la foto estuvieraentornándolo, oliéndola. A través del aire del-

gado vivo y frío aún, afortunadamente no lo heencontrado.

Ramón Asquerino FernándezProfesor de Lengua y Literatura

Los profesores recuerdan su primer encuentro con el QuijotePPara todos nosotros ha habido un primer encuentro inolvidable

con la inmortal novela de Cervantes. Normalmente sucedió en la in-fancia: aventuras narradas por los mayores, episodios leídos en el li-bro de texto, fragmentos oídos en los dictados escolares, series dedibujos animados o alguna lectura precoz de la novela completa. Per-sonas ilustres han contado este año su experiencia.

Un gran cervantista, Martín de Riquer, lo hizo así: “Yo era pe-queño. Recuerdo que leí la novela en una edición muy grande quehabía en casa. La tuve que leer echado en el suelo para poder pasarlas páginas”. Un ex presidente de Colombia, Belisario Betancur, locontó de este otro modo: “Fue en la escuela primaria en una ediciónpara niños distribuida por toda América, con láminas muy hermosas

y síntesis muy cautivadoras. Esa lectura cuando era un crío me cau-tivó para siempre y ya toda mi vida seguí sumergido en aquel en-cantamiento”.

Casi todos los lectores del Quijote conocieron la obra en su in-fancia. El Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, haescrito en nuestra revista que la mejor manera de entrar en el Qui-jote es hacerlo de la mano de nuestros maestros y profesores. ¿Ycómo descubrieron ellos esa obra? ¿Cómo recuerdan los actualesprofesores del Instituto Cervantes su primer encuentro con la nove-la? Los hemos invitado a describir ese encuentro; algunos, además,nos han dejado sus fotos de entonces. En conjunto nos presentan undocumento variado de formas distintas de vivir la infancia.

El aire delgado

Dans un lieu de la Manche

AASÍ, pero formulado como una pregunta,es el primer recuerdo que tengo de lanovela cervantina. La respuesta negati-

va de mi madre fue una frustración absoluta,aparte de ser algo incomprensible: ¿cómo podíano existir alguien de quien todo el mundo ha-blaba? Además, yo lo había visto en la televi-sión, aquella en blanco y negro cuya programa-ción se cortaba todas las tardes y que a mipueblo llegaba llena de unas extrañas nieblasde las que se echaba la culpa a Guadalcanal.

Después fueron los dictados en la escuela,aprender que ese don tan importante de donQuijote había que escribirlo con minúscula,¿es esto lógico?, la lectura continuada de capí-tulos, los primeros trabajos sobre algunos epi-sodios, esto ya en primero o segundo de bachi-llerato, la comprensión del personaje creadopor Cervantes, el estudio crítico de la obra, enposteriores años universitarios.

Hoy, mirando la expresión asombrada deese niño que tiene un teléfono de disco auto-mático entre sus manos (faltaban varios añospara que este avance tecnológico llegara, losteléfonos allí eran aún de manivela y centrali-ta), he vuelto a comprender que don Quijoteexiste. Al menos yo lo veo casi todos los días:en el rostro abatido del trabajador, quizá emi-grante, que regresa a casa en el metro despuésde luchar contra un mundo de gigantes y en-cantadores que le hacen la vida muy cuestaarriba en la búsqueda de un sueño; en el pasoalegre y animoso con el que va a encarar laaventura de la vida esa joven ilusionada quecree en un mundo mejor que va a salir de sus

manos, de su esfuerzo, de la ilusión de su tra-bajo; a mi alrededor, en la dura tarea del maes-tro que lucha para desfacer los tuertosque elojo electrónico de un gran hermano ha introdu-cido en las tiernas mentes de quienes aún tie-nen dificultades para distinguir lo real y loimaginario, no como don Quijote al tratar de laandante caballería, sino en muchos otros as-pectos de una vida que le quieren convertir enuna farsa… Sí, allí está don Quijote.

Antonio BernalteProfesor de Lengua y Literatura

Don Quijote existe

EES una tarde cualquiera de domingo y,según la familiar costumbre, hemos idoa casa del abuelo. Para mí es siempre

motivo de alegría: bollos de La Mallorquina,carreras con mis hermanos por el largo y tene-broso pasillo persiguiendo misterios, escucharlas canciones de Antonio Molina que suenanen la radio permanentemente enchufada en lacocina y, sobre todo, preguntar mil cosas a miabuelo que con su gracejo jerezano me contes-ta despacio sentado en el sillón de su despa-cho.

Ese fue el paisaje en el que yo descubrí porprimera vez el Quijote. ¿Que cuántos años te-nía? No lo sé; los que me dan de sí la memo-ria. Debían de sermuy pocos por-que todavía re-cuerdo los es-fuerzos que hacíapor empinarmesobre los pies, in-tentando elevarmi estatura altiempo que mesujetaba en lamesa más cerca-na y así contem-plar, algo mejor,aquel dichosoplato colgado enla pared. Allí es-taba, siempre enel mismo sitio;en el pequeño es-pacio libre de pa-red que quedabaentre los dosmuebles libreríadel despacho delabuelo. Aquellasestanterías esta-ban llenas de li-bros, asomabanentre ellos pape-les apilados de manera caótica y se cerrabancon unas estrechas puertas de vidrieras de co-lores que daban a los tomos allí guardados unextraño tono amarillento y verdoso. Por si eseaire misterioso fuera poco, la madera oscuratallada con cuarterones que acababan en cabe-zas de fantasmagóricas gárgolas, daban al mo-biliario una decoración bastante siniestra a losojos de una niña como yo.

Por eso, el dichoso plato en medio de seme-jantes armatostes llamaba todavía más mi aten-ción. Era grande; circulado de curvas de unañil intenso y oro; recorrido por mil y una lí-neas sinuosas repetidas en un sinfín de moti-vos florales que encerraban el rostro solemne yserio de un hombre viejo –al menos a mí me lo

parecía–, con barbas, tocado con un yelmo,que dejaba entrever los hombros algo vencidospor el peso de una armadura. Yo miraba fija-mente sus ojos saltones y me preguntaba quiénsería, por qué estaba encerrado en ese platocolgado en la pared, rodeado de libros y no enla cocina donde era más lógico que estuviera.

No sé cuándo ni cómo pero sí recuerdo que,al fin, un día decidí preguntar a mi abueloquién era aquel señor y por qué ocupaba un si-tio tan destacado en lo que para mí era el lugarsagrado de la casa. Todavía resuena en mi ca-beza su contestación:

“Pero cómo, ¿no lo sabes? Es don AlonsoQuijano el Bueno, don Quijote de la Mancha;

el mejor caballe-ro de todos lostiempos; por esotiene que estarahí”.

Desde enton-ces don Quijotese convirtió enparte de mi pai-saje infantil coti-diano; objeto cer-cano y tiernocada vez que ibaa casa del abuelo.

Bastantes añosdespués, en el ba-chillerato, co-mencé la lecturade capítulos suel-tos del libro; elQuijote ya no erade color azulón yoro renacimientosino una maravi-llosa ventana queme abría al mun-do de los sueñosy la creación.Hoy continúo re-leyendo alguna

de sus partes saboreando con más intensidadsu vitalidad y cercanía.

Esa es la fuerza de un libro maravilloso, elQuijote, que hemos ido construyendo de vi-vencias personales y paisajes íntimos; en él es-tamos todos y cada uno de nosotros; por eso,con su inmortalidad logramos ser eternos unpoco nosotros también.

Por cierto, el plato de cerámica talaveranaestá en mi casa y a mi nieto, que no levanta dospalmos del suelo, ya le dicho, por si acaso, queel señor que está metido allí es don Quijote dela Mancha, don Alonso Quijano el Bueno.

Milagro FernándezProfesora de Historia

EEN muchos pueblos de Es-paña —pocos serán la ex-cepción— existen —o

existían, pues la memoria de latradición cada vez se hace másroma— intrigantes historias so-bre cuevas misteriosas. En elmío, antiguo castro celta, existeen la ladera del cerro donde dichocastro se sitúa una enorme cueva—que un vecino del lugar convir-tió un tiempo en bodega— sobrela que corría entre las gentes delcontorno una de esas leyendastan comunes: áureos tesoros, es-condidos y dejados en ella por losmoros cuando estuvieron por es-tas tierras esquilmándolas delpoco oro que habían dejado losromanos, encierran sus entrañas;pero nunca nadie había podidoverlos y hacerse rico con su ha-llazgo.

Cuando éramos niños nos locreíamos a pies juntillas. Y no eranada extraño. Todos conocíamoslas leyendas de Las mil y una no-ches —en mi casa había un ejem-plar viejo y sin pastas, al que,para desesperación mía, le falta-ban unas hojas— con sus entrete-nidas historias de Bertoldo, Ber-toldino su hijo y Cacaseno sunieto, y, ¿cómo no?, el famoso cuento de AlíBabá y los cuatrenta ladrones.

La cueva tenía su misterio, pues decían queera imposible alcanzar su fondo —que imagi-nábamos casi al otro lado de la Tierra—, ya quepor el camino se apagaban los faroles y candi-les. ¡Imposible llegar a los tesoros que con todaseguridad allí escondidos se encontraban!

¿Y qué tiene todo esto que ver con el Quijo-te? Me explicaré. Por aquel entonces, cuandoniño, no había en mi casa ningún ejemplar dela inmortal obra de Cervantes. Y en la escuelano recuerdo si existía una edición completa dela misma. Pero lo que sí había era un ejemplarde la edición escolar de Saturnino Calleja, quede vez en cuando leíamos con el maestro. Puesbien, en la segunda parte del Quijote tambiénaparece una cueva legendaria. Es el famosoepisodio de la Cueva de Montesinos, que yadesde entonces fue el más intrigante para míde toda la novela. Y lo fue por dos razones. Enprimer lugar, porque no podía entenderlo.¿Qué diablos pintaba don Quijote, al que nopodía imaginarme sin su Rocinante, introdu-ciéndose en una misteriosa cueva como la delas leyendas, y además con la agravante de te-ner que colgarse de una soga? Y en segundolugar, porque lo poco que entendía me dejaba

abrumado de preguntas: ¿Qué misterios ence-rraba dicha cueva, donde no había tesoros es-condidos por los moros, sino que lo que lo quedon Quijote contaba que había visto no pasa-ban de ser sueños un poco macabros y para mínada comprensibles?

Trascurrido el tiempo, y ya algo «experi-mentado en las cosas del mundo» (II, 24),como diría don Quijote, tengo que confesarque este episodio me sigue intrigando comoentonces. No se cuentan en él historias de te-soros escondidos por los moros —sólo el delos «cuatro reales» que el hidalgo caballerollevaba en su bolsillo y le entrega a una de laslabradoras que acompañaban a su amada Dul-cinea—; pero en él nos ha dejado Cervantes elmás literario y hermoso sueño que nunca sehaya escrito: la Cueva de Montesinos, quecomo un pliegue terráqueo e infernal se hundeen la campo abierto de la Mancha, constituyeun Adentro —un mundo interior— inédito ydifícilmente capturable si no es por medio delsueño como obra de arte, que en este puntoeleva hasta el grado más sublime la pluma cer-vantina.

Luis Ferrero CarracedoProfesor de Filosofía

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 3333

MMI primer recuerdo del Quijote es laserie de dibujos animados que en laprimera mitad de los 80 echó Tele-

visión Española en las mañana de los sábados.Aún recuerdo vagamente la canción que sona-ba durante los títulos de crédito y algún lugarcomo una Ventadonde debía transcurrir algunode los líos en los que se metía el Sr. Quijano.

Debía de tener alrededor de 9 ó 10 años. Lossábados por la mañana además era día debaño: sin posibilidad de escape pasábamos to-dos los hermanos por la bañera bajo la vigilan-cia de mi madre, los mayores, y su brazo eje-cutor, los más pequeños. Me imagino cubiertocon una toalla, entelerido, mientras veía la se-rie de dibujos animados. La verdad es que noes la serie de dibujos que más meha marcado,recuerdo con muchamás emoción Marco. Muchos añosde mi infancia los recuerdo por lasseries de dibujos animados que po-nían los fines de semana, especial-mente después del telediario delmediodía.

Quizá España, utilizando la ex-presión de las dos Españas de unprofesor de este Instituto, se puedadividir entre los que en el colegioo instituto fueron obligados a leerel Quijote y aquellos que no. Yome encuentro entre los segundos,

no sé si decir que desgraciada o afortunada-mente.

Posteriormente, en uno de los pedidos comosocio del Círculo de Lectores, ya con unos 18años, compré una edición comentada del Qui-jote en dos tomos. Varios fueron los intentosfallidos de terminarlo, quizá agobiado por elexceso de notas a pie de página y explicacio-nes que hacían que la lectura fuera poco ágil yexcesivamente erudita.

Recientemente he empezado lo que esperoque sea el último intento. Espero estar listopara el 2015 y conmemorar la segunda parte.

Rafael CobosProfesor de Economía

En dibujos animados

Don Quijote es azul y oro

AAL oír el cálido relato de mi madre so-bre la lectura diaria que del Quijote leshacía mi abuela en las desoladas no-

ches manchegas de su infancia, sentí la necesi-dad a los nueve años de acercarme a su lectu-ra. Desde entonces, lo he leído siempre atrocitos y no recuerdo nunca una lectura segui-da y completa. El primer Quijote que manejéera un impresionante ejemplar de dos tomos deprincipios del siglo pasado que acabó con sushojas fundidas en un amasijo informe por laacción de las fauces de un pequinés,“Espartaco”, que fue mi primer perroy me acompañó parte de mi infancia yadolescencia; guardo un recuerdo deél lleno de añoranza y reconocimientoa no ser por este episodio de ferocidadanticultural tan imperdonable y delque deshizo el entuerto otro gran chu-cho, “Lucas”, de una percepción cul-tural algo más fina.

Después siempre he necesitado elQuijote para buscar esas “cotufas enel golfo” a través de una lectura que amí me huele a palomitas, a fuga, ajolgorio y al juego con la sugerenciamás sutil de las palabras que comoCervantes nadie manejó. Él vertiótoda su persona con un alarde que re-

bosa hasta por la cinchas de Rocinante y queno deja ninguna sensación sin describir y des-cubrir, mostró también como nadie la fuerte yliberadora mezcla de desengaño y risa, la cons-tante y oprimente lucha entre la realidad y elanhelo que hace este mundo insufrible si nofuera, entre otras pequeñas cosas, por el dopa-je insustituible de la literatura.

Amalia Daimiel Fernández Profesora de Lengua

Don Quijote en las fauces de un pequinés

La cueva de Montesinos

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O4444

CCUANDO Pedro Picapiedra iba alcolegio, yo iba con él, aunque nossentábamos en pupitres distintos.

Por aquella época Cervantes no había es-crito todavía el Quijote, o al menos no ha-blábamos de ello, creo que lo hizo unpoco después, justo el año en que Pedro yyo nos examinamos de ingreso para hacerbachillerato. Parece ser que los del Minis-terio de Educación compraron los dere-chos de autor y para dar publicidad al li-bro no tuvieron mejor idea que haceraparecer a don Quijote en los dictados dela “miniPAU”. Fue así como don Quijote

y yo entablamos nuestra particular rela-ción, él con sus gigantes y yo con mis mo-linos.

Ya en el bachillerato, un curso sí y otrotambién, el profesor de turno, en un mo-mento de original inspiración, soltaba:“Mañana redacción; tema: El Quijote”. Yun curso sí y otro también, al principio, alfinal o en medio de mi trabajo, caía: ycomo D. Quijote era ciego...Vuelta la re-dacción a mis manos y, ¡allí estaba!, ciegocon su gran círculo rojo. Visita al diccio-nario, comprobación de la palabrita, ydesconcierto por mi parte. Harta de tanta

“injusta” correc-ción, el últimocurso (pudo serel primero, perofue el último)me desahoguécon mis herma-nas: ¡Pero québrutos son! ¿Noes ciego con g?Ellas leyeron elpapel, me mira-ron y se troncha-ron.

Mi don Qui-jote se esfumóde repente, ¡quédesilusión!: pri-mero el Ratonci-to, después losReyes Magos, yahora...

No era ciego,don Quijote noera ciego... sim-plemente estabatocado del ala.

...¿O tampo-co?

Concha LabradorProfesora

de Biología

TTENDRÍA unos ocho onueve años cuando oíhablar de don Quijote

por primera vez. Fue en una fríay oscura escuela unitaria: enuna única aula inmensa, casi sinventanas, nos apiñábamos niñosde todas las edades. Antes deentrar en clase competíamos losdías de viento huracanado enuna reñida carrera de carteras:cada uno depositaba la suya a laentrada del colegio, en un calle-jón en el que se encajonaba ysilbaba el viento; vencía el pro-pietario de la cartera que se pa-raba más lejos arrastrada por rá-fagas incontenibles. Soplaba elviento de tal modo en el calle-jón que, dando tumbos, reco-rrían las carteras decenas demetros en un abrir y cerrar deojos. Ese mismo viento heladonos obligaba a ser muy puntua-les: tan pronto se abría el portóndel colegio, corría la chiquillería a clase.Estuve en aquella escuela sólo tres mesesy he olvidado las tareas que nos entrete-nían allí, pero todavía recuerdo el aula:dos salas —supongo que fundidas— for-mando una L; en el punto en que se en-contraban las dos se sentaba a la mesa donLuis Rubia, el maestro que explicabaGeografía sin levantarse de su silla (senta-do de frente a nosotros y sin perdernos devista, de espaldas al mapa, señalaba en élcon un puntero los Pirineos o los golfosde España o sus mares); otras veces nosrevelaba los secretos de la oratoria o losbeneficios de la higiene. Los trabajos es-colares me parecían tediosos, tan distintosa la carrera de carteras. Sin embargo, tresdías a la semana, la rutina se quebraba.Esos días don Luis abría su ejemplar delQuijote como el que abre una misteriosacajita de música, y de allí salían unas pa-labras sorprendentes que a mí, niño, mesonaban también como una música extra-

ña. El profesor se transformaba en un ac-tor: dictaba lentamente un fragmento deaquel libro impostando la voz acomodadaa cada personaje. Entonces no tenía a mialcance más teatro que la radio o la voz dedon Luis. ¡Cómo me gustaba oír aquellasexpresiones tan desconcertantes que leíaen el libro de Cervantes, pronunciadascon la voz que luego tuvo Fernando Fer-nán Gómez medio siglo después! Yo espe-raba con expectación la hora del dictadoque nunca me defraudó: “Non fuyades,cobardes y viles criaturas...”; “Que ya osconozca, fementida canalla...”; “La vues-tra fermosura, señora mía, puede facer desu persona lo que más le viniere en talan-te”... Nada entendía de aquellas impreca-ciones, pero ahora, igual que entonces, nopuedo reprimir el estremecimiento al en-contrarme con ellas.

Juan M.ª Marín MartínezProfesor de Lengua y Literatura

YYO no fui una lectora temprana delQuijote. De niña leía mucho, te-beos por supuesto y novelas en

aquellas ediciones Cadete de color verdeclaro con obras de Dickens, Stevenson o

Twain, y de aventuras, Julio Verne fue mipreferido. En el bachillerato la lectura denuestros clásicos, también del Quijote, lahice a sorbitos, en aquellos libros de An-tologías en los que uno se quedaba siem-

pre a medias o a cuartas conel gusanillo de seguir leyen-do. Fue en la Facultad cuan-do al asistir a una asignaturaoptativa de Literatura Espa-ñola tuve que leerlos, y de-voré absolutamente todo loque aquel manual en tres to-mos del Valbuena decía queera la esencia de nuestra lite-ratura, y con Rinconete yCortadillo, el Lazarillo, LaCelestinay un largo etcétera,vino la lectura del Quijote,que a decir verdad, no puedorecordar si a mis veinte añosme impactó o no, si me gus-tó mucho o poco, sólo que loleí, y que en la distancia deltiempo creo que fue bueno.

Pilar Freire Vázquez Profesora de Geografía

e Historia

Lectura de los clásicos

Don Quijote, ciego

EESTA de la foto soy yo, Mila, vues-tra profesora de Educación Física.Cuando yo tenía más o menos

vuestra edad, las co-sas no eran comoson ahora, en micasa no disponíamosde una biblioteca, nisiquiera pequeña,como supongo queserá la que vosotrostenéis. El acceso a lalectura y a los librosera un lujo del quemuy pocos disfruta-ban.

Por otra parte, larecomendación deleer no era algo deuso común.

En casa, aun te-niendo un Quijoteno era normal leér-selo, formaba más bien parte del decoradogeneral, era como el florero, más o me-nos.

Pienso ahora, además, que es un librotan profundo, tan universal, tan serio y tanenorme, que hasta que no maduras no es

posible comprenderlo ni disfrutarlo y quepor muchas veces que lo leas siempre esnuevo y limpio.

Me toca vivir elmomento, que yavivieron mis padres,de ver que mis hijostampoco se motivanespecialmente conlas historias del in-genioso hidalgo; yes que no lo com-prenden, para ellosno es uno de sus hé-roes actuales. Al finy al cabo es la histo-ria de un perdedor yeso sólo te hacecómplice cuando túya has cumplidosbastantes años, o notantos..., bueno losde ahora, los que ya

tengo.... Bueno os dejo, que estoy leyendo el

Quijote.

Milagrosa Guerrero Profesora de Educación Física

Leyendo el Quijote

Los dictados

MMI recuerdo del Quijote es un re-cuerdo alegre y también agrada-ble. ¿Por qué? Pues porque mi

primer contacto con el libro de Cervantesfue en vacaciones hace ya bastantes años.La imagen que me viene a la memoria esuna tarde veraniega en la puerta de la casade mis padres en un pueblo castellano y le-yendo acompañado por un primo. Me acuer-do de que el capítulo que leíamos, ya que nolo leí entero, no sólo nos hacía gracia sinoque nos provocaba la carcajada; yo creo quea mí el castellano antiguo siempre me ha he-cho gracia.

Han pasado los años y otros libros hancaído en mis manos: novelas, reportajes,pero creo que pocos me han hecho reír contantas ganas como el Quijote. Creo que esaexperiencia debería repetirla más a menudo.

Mi impresión de aquello es sencilla perointensa y muy grata. Es un recuerdo quenunca he olvidado.

José Carlos Ortega GarcíaBibliotecario del Cervantes

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 5555

UUNA parte de mi familia procede dela Mancha, por lo que la figura dedon Quijote estuvo presente en con-

versaciones o alusiones desde mis primerosaños. La comparación de algún familiar oconocido con los personajes de la novelaera habitual. Ya fuera por su físico (“...esuna Sanchica”) o por su exceso de imagina-ción (“...no seas Quijote”). Supongo que enotras regiones españolas ocurre, o al menosocurría en aquellos años, algo parecido,pero creo que entre los manchegos hay unamezcla contradictoria de admiración y re-chazo hacia la figura del ingenioso hidalgo,por lo que no eran infrecuentes las narracio-nes de la aventura de los molinos, el manteode Sancho o la ilusión del gobierno de la ín-sula.

El recuerdo, sin embargo, de mi primeralectura del Quijoteme viene asociado con lafigura de un profesor, de Lengua natural-mente. Tardes grises y frías del mes de no-viembre. Un aula pequeña y apretada en uncolegio seglar de niñas. Una estufa de car-bón con un cubo lleno de agua encima. Me-sas cuadradas con cuatro alumnas sentadasalrededor (¿se habló muchos años despuésde trabajo en grupo y puesta en común?). Yun profesor: una figura algo encorvada bajoel peso de un abrigo raído que parecía pró-xima a desmoronarse, una mirada triste,cansada, risitas infantiles desconsideradas eignorantes del cansancio que podían añadira aquella, sin duda, sombra de lo que fue enotro tiempo. Don Tomás. Un cigarro leve-mente encendido, mitad ceniza inverosímil-

mente sostenida en el aire, oscilante en lacomisura de sus labios secos, mientras pro-nunciaba lentamente: “Y en diciendo esto,arremetió con la lanza baja contra el que lohabía dicho, con tanta furia y enojo, que sila buena suerte no hiciera que en la mitaddel camino tropezara y cayera Rocinante, lopasara mal el atrevido mercader”.

Muchos años después me di cuenta, quizáal ejercer la profesión, de la importancia deaquellas tardes somnolientas y abrigadassólo por el calor de su palabra. Y muchomás tarde aún comprendí la posible tragediade aquella vida, sin duda truncada por el re-sultado de la guerra civil, los problemas per-sonales, la escasez y el idealismo injusta-mente tratado siempre por la historia:“Hechas, pues, estas prevenciones, no quisoaguardar más tiempo a poner en efeto supensamiento, apretándole a ello la falta queél pensaba que hacía en el mundo su tar-danza”.

Personas así mantuvieron en pie en unavisión delirante, enloquecida y desilusiona-da, la lanza del inmortal caballero andante,que todos deberíamos llevar con nosotros:“... Importa poco eso –respondió Don Qui-jote– que Haldudos puede haber caballeros;cuanto más que cada uno es hijo de susobras”.

Quiero desde aquí rendirle a mi buen pro-fesor de Literatura, Don Tomás, un mínimopero sentido homenaje.

Asunción MuñozProfesora de Filosofía

Don Tomás

Don Quijote y las risas

EE L tiempo modifica nuestros recuer-dos y los hace más afilados en lobueno y en lo malo, de modo que

no estoy seguro de que mi primer contactocon el Quijote fuera tan desagradable comoahora lo evoco. No fue una experiencia de-seada sino impuesta por los profesores deLiteratura, en 6º de Bachillerato, primero, yen el 2º año de los comunes de Filosofía yLetras, después. Lo más grato fue comprarla novela y, aunque se trataba de la humil-de edición de bolsillo de la colección Aus-tral, exhibirla mientras la leía en el metro yel autobús. Aún conservo esta edición, aja-da y con las hojas sueltas que leí deprisa ymal y sin entender bien lo que estaba le-yendo. Resultó instructivo pero en sentidonegativo: llegué a la conclusión de que a laliteratura hay que ir por devoción, no porobligación, que hay que leer lo que unobusca y desea, no leer «para tener leído»,

por mucho nombre y fama que avalen a untítulo.

No creo que el Quijotesea una obra paraser leída en la infancia y ni tan siquiera en laadolescencia y no comparto el empeño porlas ediciones infantiles ni las resumidas.Con el tiempo he vuelto a las páginas deCervantes y he reconocido muchas cosas sa-bias que pasé por alto aquella primera vez.Porque de aquella lectura primeriza, mien-tras estudiaba Filosofía en el turno nocturno,trabajaba por las mañanas, andaba mucho ycomía poco, además de los tópicos sólo seme grabó el diálogo entre Babieca y Roci-nante cuando aquél, a propósito de los co-mentarios de éste sobre las imprudencias delamor, le dice «metafísico estáis»y Rocinan-te responde: «es que no como».

Francisco Javier Rodríguez BuilProfesor de Filosofía

El primer contacto quijotesco

EESTA es la historia de una niña cursi yde provincias que, a finales de la dé-cada de los sesenta, jugaba con mu-

ñecas recortables (que los más jóvenes pre-gunten a sus madres o a sus abuelas para noperderse), y atesoraba una buena cantidadde ellas. La niña quería llevárselas al cole-gio para jugar en el recreo, pero eran dema-siado frágiles y corría el riesgo de que semezclasen sus trajecitos, que eran persona-les e intransferibles; así que pidió consejo asu ingeniosa madre y ésta sacó un viejo li-bro de sus tiempos escolares: un Quijoteadaptado para niños que había leído allá porlos años treinta. Claro, que a la niña le im-portaba poco el contenido y sólo apreció lopráctico del continente. Entre las páginasamarillentas colocó, por riguroso orden depreferencia, a sus Luisitas y Mari Pilis (an-tes las muñecas y las niñas se llamaban así)seguidas de sus magníficas prendas a la últi-ma moda.

Un día, buscando probablemente el con-

juntito de los domingos o el traje de chaque-ta de alguna de aquellas cuellicortas de pa-pel, sus ojos fueron a dar con uno de los po-cos dibujos que tenía el libro: un extrañocaballero frente a unos molinos de viento, yla curiosidad le hizo ir al texto. Comenzópor aquel «En un lugar de la Mancha…» ypoco a poco, apartando los vestiditos, se fuebebiendo aquel libro, a veces muerta de risapor las locuras que hacía ese señor tan raro,a veces triste por los golpes que se llevaba ylas burlas que de él hacían los demás.

Con el tiempo vinieron otros Quijotes, enversión original e íntegra, pero todavía hoy,cuando lo lee, espera que al volver la páginaaparezca el trajecito de paseo o el conjuntode tenis de alguna de aquellas Luisitas oMari Pilis que hicieron las delicias de unaniña cursi y de provincias a finales de losaños sesenta.

Lola Sevila MaestreProfesora de Lengua y Literatura

Mi primer Quijote

MMI primer recuerdo del Quijoteestá ligado a los largos veranosde mi niñez. Todo estaba medi-

do, controlado. Nada se improvisaba. Des-pués del desayuno, las tareas. Y, entre ellas,el dictado. El dictado, la tinta, el calor, el solque ya te cegaba.

Día tras día el mismo ritual. Y, como an-tes, como habían tenido que hacer mis pa-dres, mis tíos…, el dictado eradel Quijote. La misma ediciónque había utilizado mi abuelo(de la Editorial Sopena, creo)sin la tapa de la portada, conmanchas de tinta, señales delápiz, esquinas que habían sidodobladas y dobladas, la utiliza-ba ahora mi padre y luego…copiar varias veces las faltas ybuscar en el diccionario las pa-labras desconocidas (Diccio-nario Manual e Ilustrado de laLengua Española,así todo conmayúsculas).

Mi segundo recuerdo, bas-tante cercano al anterior, tieneque ver con la clase de Lengua(Preceptiva literaria, en reali-dad) de cuarto de Bachillerato.Todo, también obligatorio.Lecturas, obligatorias e im-prescindibles para aprobar: elQuijote y La Divina Comedia.Para el Quijote, cómo no, laedición de Sopena, aunquepreviamente la escolar ediciónde Ebro, en dos tomos, meacercó la historia de don Qui-jote y sus desventuras.

Al Purgatorio llegué enNavidades. Allí me quedépara siempre. A la vuelta delas vacaciones otra profesora

nos enseñó a leer por gusto y no por obli-gación.

A Cervantes vuelvo siempre que puedo.A Dante le pido perdón cada noche y a ve-ces, en una hermosa edición bilingüe, mepaseo por el Infierno.

Gerardo MuñozInspector de Educación

Quijote por obligación, Quijotepor afición

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O6666

STIMADOS amigos del IES Cervantes:La revista escolar EL INGENIOSO

HIDALGO es un medio excelente para reforzar un entorno en el que toda la comuni-dad educativa participa y se enriquece compar-tiendo tradiciones y avivando inquietudes.

Acepto, pues, encantada vuestra invitaciónpara participar en el número especial que tie-ne como tema central la conmemoración delIV Centenario del Quijote. Agradezco la in-vitación por la oportunidad y el sentido deltema y, además, porque me da ocasión parafelicitar al IES Cervantes de Madrid por sucapacidad para mantener a lo largo del tiem-po una revista excelente, de altísimo nivel,que le da al Instituto una personalidad singu-lar continuada a través de varias generacio-nes.

La celebración del IV Centenario del Quijo-te es un gran estímulo para potenciar algunosde los rasgos del sistema educativo que cree-mos merece la pena resaltar.

Todos sabemos que el gusto por la lectura,

además de fuente inagotable de disfrute perso-nal, es la base del éxito escolar y la mejor for-ma de garantizar la formación a lo largo detoda la vida. Por eso, con gran sentido, uno delos objetivos de referencia europeos para laeducación y formación (objetivos de Lisboa2010) es disminuir drásticamente los rendi-mientos insatisfactorios en capacidad lectora.El fomento de la lectura es, pues, un objetivoprioritario de la Escuela y no se debe perderocasión para subrayarlo.

Por otra parte, gracias a la movilización na-cional en torno a la figura del Quijote se está,con la ayuda de los profesores, acercando anuestros estudiantes al autor más destacado denuestra literatura —y que en vuestro caso esademás entrañable seña de identidad—, a suobra y a su época. A través del texto literariolos jóvenes descubrirán, sin duda, los valoresestéticos permanentes presentes en las grandesobras literarias, las cualidades de sus persona-jes y valorarán todo ello en un su momentocultural e histórico. Después, será cada lector

el que construya y dé un significado personal alo leído.

También estamos viendo con satisfaccióncómo este IV Centenario del Quijote está pro-piciando actividades muy creativas de innova-ción educativa. Gracias a esta efeméride, enmuchos centros se ha revitalizado el trabajo enequipo de las comunidades educativas y éstasse han comprometido en proyectos originales,colaborando también, en un hermoso esfuerzoconjunto, con diversas administraciones públi-cas y variadas iniciativas en las que se implicatoda la sociedad.

Pasado el tiempo, se recordará este año2005, año del Quijote, con agrado y como pun-

to de partida de su-gerentes caminos.Estoy segura deque EL INGENIO-SO HIDALGO se-guirá siendo untestigo de ellos.

María Jesús San Segundo

Ministra de Educación

En defensa de la lectura

MMUCHOS años después, en la bibliote-ca de Marx en Tréveris, ante unejemplar del Quijote que como otra

magdalena me retrotrajo a la infancia, recorda-ría la mañana en que la maestra nos reunió entorno a su mesa para el ejercicio de lectura. Eraun libro encuadernado en tela azul, ennoblecidopor la lejanía del tiempo, y no causaba especialamenaza, pues no era más grande ni más gordoque la enciclopedia escolar.

Tengo para mí que aquella maestra practicabasortes quixotescaecon el libro como los anti-guos sortes virgilianaecon Virgilio. Abría el li-bro al azar, y cada lector iba pasándolo a sucompañero tras haber silabeado, laboriosamentey con escasa comprensión, el párrafo en suerte.Si Borges tenía razón cuando se «figuraba elParaíso bajo la especie de una biblioteca», noalbergo la menor duda de que en él se encuentra

mi maestra. Por obra menos saludable han sidootros llevados al altar.

El primer párrafo del que guardo memoriafue el que sigue:

«—Como haya muchas truchuelas —respon-dió don Quijote—, podrán servir de una trucha,porque eso se me da que me den ocho reales ensencillos que en una pieza de a ocho. Cuantomás, que podría ser que fuesen estas truchuelascomo la ternera, que es mejor que la vaca, y elcabrito que el cabrón. Pero, sea lo que fuere,venga luego, que el trabajo y peso de las armasno se puede llevar sin el gobierno de las tripas».

Hubo risitas contenidas, que la maestra tratóde desviar y explicar como mejor supo con esodel «gobierno de las tripas», y quizá de modono muy diferente a como lo haría Sancho másde seiscientas páginas después, a saber, que «tri-pas llevan pies, que no pies a tripas». Por en-

tonces ya sabíamos que el Quijoteera «el mejorlibro del mundo», pero no faltó quien, con ins-tintos más fogoneros que el ama, dictaminó quelibro que contenía tales palabrotas debería serquemado. Por fortuna no lo fue.

Desde aquel momento —y algunos otros queeludo relatar—, aquel libro empezó a ser objetode mis ansias. Ya en el primer capítulo, unasombría ilustración (que representaba a un hom-bre alucinado, con el puño cerrado ante un librosemejante al misal que los monaguillos trans-portábamos de un lado a otro del altar) ejercíasobre mí el mismo efecto de atracción y de re-pulsa que sobre Marcelino el Hombre del des-ván. Y si John Silver «tenía demasiadas pieles yera harto astuto y taimado» para Jim, no es me-nos cierto que también el Quijote tenía dema-siadas pieles para mis nueve años. Pero, hurgan-do a retazos en los diálogos, logré navegar hastaislotes como el de la oreja y la cebolla, e inclu-so atesoré la palabra trabuco, que identifiquéequivocadamente con la navaja mellada y des-puntada de mi compañero de pupitre.

Dos años después leí el primer Quijote ínte-gro, es decir, en «edición escolar», pues eché demenos a Marcela, a la que solo conocía a travésdel pie de una ilustración: «…y fue que, porcima de la peña donde se cavaba la sepultura,pareció la pastora Marcela». De ese modo, nopude oírle decir: «Fuego soy apartado y espadapuesta lejos…», ni pude ver a Dorotea tocandoel arpa y diciendo que «la música compone losánimos descompuestos y alivia los trabajos quenacen del espíritu». Pero «ya caminaban donQuijote y Sancho», enteros y verdaderos, edifi-cando el mayor monumento al diálogo que hayasido dado imaginar. Todavía faltaban otros di-chos, y así, cuando descubrí que a Sancho se lehabía hurtado esta memorable frase: «Digo queconfieso que conozco que no es deshonrallamar hijo de puta a nadie, cuando caedebajo del entendimiento de alabarle», lacopié en letras bien gordas y la tuve cla-vada en mi pared hasta que la maduró eltiempo y la aventó el espacio.

Llegó un momento en que ya no supe ono quise salir de tan sutilísima madeja.Las sucesivas lecturas alumbraron perfi-les nuevos y sospecho que la suma de lec-turas es la historia de su composición y sudestino. Tal vez el propio autor sólo pen-sara al principio en «dos fanegas de risa»,pero los diversos afluentes que iban nu-triendo la historia estaban modificando elpaisaje: ya no solo habían logrado des-bordar el primer cauce: que «el melancó-lico se mueva a risa, el risueño la acreciente y elsimple no se enfade», sino también que «el dis-creto se admire de la invención, el grave no ladesprecie, ni el prudente deje de alabarla».

Suele llegar el amor como la primavera, sinque nadie sepa cómo ha sido. Al final de la pe-lícula de David Lean, cuando el hermanastrodel doctor Zhivago descubre que su sobrina esuna artista natural de la balalaika, dice sencilla-mente: «Ah, es un don…». Borges tiene dospoemas de los dones, y no es preciso añadir queel libro está entre ellos. Tal vez leer sea un don,y es seguro que leer el Quijote lo es. Pero a an-dar se aprende andando; a leer, leyendo, y losdones se perfeccionan con el ejercicio. Quiensea tocado por la gracia, que no desperdicie eldon. Ya don Quijote dijo ante las imágenes decierto retablo: «Ellos conquistaron el cielo afuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza,y yo hasta ahora no sé lo que conquisto a fuerzade mis trabajos». Los lectores del Quijotesí sa-bemos lo que conquistamos: ese universo invi-sible, que es patrimonio personal de cada lector,porque el autor se lo dejó en herencia: pues, «te-niendo habilidad, suficiencia y entendimientopara tratar del universo todo, pide no se despre-cie su trabajo, y se le den alabanzas, no por loque escribe, sino por lo que ha dejado de escri-bir». Es tarea de cada cual descubrir el tesoroque se oculta enterrado entre los surcos de suspáginas.

Nadie está obligado a leer el Quijote. Nadie apasearse por un jardín y sentarse a contemplarla puesta del sol y la salida de una rosa. Peroante el ignorante desdén con que se tratan lascosas más importantes de esta vida —el humor,la aspiración a un mundo mejor, la suave me-lancolía del regreso— estoy por decir con Jesúsde Nazaret que «muchos profetas y reyes qui-sieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron, yoír lo que vosotros oís y no lo oyeron».

Emilio Pascual *

¿Quién teme a Alonso Quijano?

Experiencias de lecturaEn nuestro particular homenaje al Quijote de 1605 hemos querido

contar con el testimonio de diversos lectores de la novela: estudian-tes del IES Cervantes y antiguos alumnos, políticos y responsables delas Instituciones, intelectuales y escritores, rectores de Universidad,

profesores y especialistas, directivos de la Asociación de Padres... Noestán todos los que son ni todos los que fueron invitados; pero estánlos más generosos. Vaya una vez más nuestro agradecimiento a quie-nes han prestado su tiempo y nos han dedicado sus palabras.

EE

DDESDE el inicio de este curso llevamospresentando los jueves unos capítulos delQuijoteen clase. A cada uno se nos asig-

naron tres o cuatro capítulos por trimestre quedebemos contar a nuestros compañeros, y así ha-cemos una puesta en común cada quince días.

Quizá sea cierto que a nuestra edad puede ha-cerse un tanto pesado tener que leerse elQuijoteal completo; de esta manera resulta mucho másameno: escuchar las expli-caciones del compañero,reírnos por sus comenta-rios, imaginar a este pinto-resco personaje...

La lectura de unos po-cos capítulos y la audiciónde los resúmenes del restonos han hecho desterrar laconsideración tópica delQuijote como una obra pe-sada o incluso pedante.

Este ejercicio nos hahecho ver que la obra tie-ne aspectos divertidos,además de didácticos, ins-tructivos y morales. Nosha ayudado a conocer lavida de la época. Además,hacer una presentación en

público sirve también como práctica para mejo-rar la expresión oral.

En conclusión, la experiencia nos ha pareci-do una manera muy amena de llegar a com-prender y valorar lo que realmente entraña elQuijote.

Alumnado de 1º de Bachillerato Vespertino H

Una experiencia de lectura delQuijote en clase

* Escritor y editor, Emilio Pascual es Premio Nacio-nal de Literatura Infantil y Juvenil por Días de ReyesMagos.Ha creado y dirigido varias colecciones de laEditorial Anaya. Actualmente es Director de la EditorialCátedra.

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 7777

PPRIMERA constatación: don Quijote, ci-vilmente Alonso Quijano, es una casiconstante exageración, pórtico y epíto-

me de mucho de la extremosidad del barrocoliterario español. Ya es más dudoso que se tra-te de un loco, por lo menos en un sentido‘duro’; es más bien un maníaco que actúa conuna inusitada violencia sobre sí mismo. Éste esel gran misterio en un hombre sobre cuyo pa-sado prácticamente no sabemos nada, y quehacia los cincuenta años –mucha edad para en-tonces– toma la resolución de trascenderse. Apartir de ahí el mundo externo será accesible einterpretable sólo con el código de que él se hadotado, y sus repetidas colisiones con él seránobra de “encantadores”. La segunda constata-ción: el libro no es un tesoro de profundidad fi-losófica, y la ‘sabiduría’ de Sancho no pasa deser sana y cazurra empiria campesina. Se hanrecordado mucho los errores de Cervantes, desintaxis, de gramática; el escritor, por impor-tantes motivos, no revisaba sus manuscritos.Pues bien, el Quijote tiene un lenguaje, si abs-traemos de las narraciones interpuestas, que espuro cristal, y maravilla la naturalidad de losdiálogos del caballero y el escudero.

Su creador es otro enigma, y su intimidad senos escapa; ni siquiera sus retratos son de atri-bución segura. No sabemos qué hacer con loszigzags de las decisiones de esa vida, de esehombre que ha sido de una elegancia descon-certante. Con 28 años el veterano de guerra,tras cuatro años de servicio muy activo, se en-cuentra en la desesperación; es el año 1575 ylo han capturado los piratas berberiscos. Seráncinco años en las prisiones de Argel. Allí se de-

clara ante el bajá único responsable de variastentativas de fuga, y se niega a dar los nombresde los cómplices. Ignoramos también casi porcompleto su vida en cautiverio, ¿tuvo relacio-nes homosexuales allí? Luego, en el Quijotehay loas hasta el mareo del amor casto, peroahí está su hija ilegítima y las varias demandasjudiciales de las hermanas contra sus amantes.Frecuentador de garitos, embebido por el jue-go, nos consta su magnetismo personal, sucondición “liberal”. No nos queda ni una cartapersonal o dirigida aél. Están también susmisteriosas aventurasfinancieras, su interésdel final por la astro-logía. También susaproximaciones a losnobles más o menosprotectores, que algu-na vez atraviesan lostrópicos del servilis-mo, o quizá es quesólo tenemos el ladovisible de la extremaconvencionalizaciónde los usos del poderde entonces.

Todos se reclamanahora de él, pero,¿qué trato se le hadado en vida? Vea-mos. Todavía en los“baños” argelinos, sumadre tiene que sacarel dinero de bajo tie-

rra para pagar su rescate (tardarán años en sal-dar la deuda Cervantes y su familia). En febre-ro de 1582 dirige una solicitud al Consejo deIndias, pero no se le permiten pasar a América.Durante las requisas de trigo en Écija –1587,Cervantes es funcionario de la corona–, le ex-comulga el vicario general de Sevilla; en Cas-tro del Río le llega una nueva excomunión. Enmayo de 1590 hace presentar en Madrid otrapropuesta para “un oficio en las Indias”, y serepite el rechazo. En 1610 Argensola desatien-de su solicitud de incorporarse al séquito delviaje italiano del Conde de Lemos. En Andalu-cía tardan mucho en pagarle los atrasos o no lepagan sin más. Luego quiebran los banquerosen cuya casa depositaba el dinero. En Sevillavolverá a la cárcel; está allí siete meses, él tie-ne ya 50 años. De junio de 1605 es el caso Ez-

peleta, un caballeroherido de muerte cer-ca de la casa de Cer-vantes. El alcalde deValladolid arremetecontra él para encu-brir a un escribano;vuelve provisional-mente a la cárcel.

Cervantes es dife-rente. Procedente deuna paradójica margi-nalidad, es altivo ymodesto, arrogante ycauto en su afán adap-tativo: las marcas deloutsider. Pero tambiéntenía claro, segura-mente desde muypronto, que no con-sentiría que lo lesio-naran la maldad o lainexhaurible imbecili-dad de algunos huma-nos; yo pienso que lo

que se llama la ironía cervantina es ese despla-zamiento, esa estrategia para no darse de fren-te con poderes que podían aplastarlo. Con cin-cuenta y muchos años está azacaneado,cansado, con muy pocas ilusiones. Y de prontoel Quijote. En el verano de 1605 aparece ya lasegunda edición madrileña de la primera parte,y las ediciones, pirateadas o no, de Valencia,Lisboa, Milán y Bruselas, la inglesa (1612) yla francesa (1614). En unos pocos meses el li-bro supera todos los récords. En noviembre de1615 viene la segunda parte. Pero la fama noha librado a su autor de las estrecheces (porcierto que a su costa se enriquecen libreros eimpresores).

Sobrecoge en don Quijote la determinaciónvoluntarista con que se aferra contra viento ymarea al proyecto de vida al que se ha soldado.En realidad su apuesta es la de Cervantes, dequien en 1605 nadie esperaba gran cosa. Peroél venía de una biografía desmedida, muy de laEspaña de la época, la del capitán Contreras ode Díaz de Bernal; y a través de don Quijoteduplica su ensueño heroico, el del que quiereser él mismo a toda costa. Lo interesante esque don Quijote resulta un héroe a nuestra al-tura, por decirlo así, que confiesa “Yo no pue-do más” (II, cap. XXIX) y que alguna vez tie-ne muy serias dudas sobre sí. Pasa por laprivación, el miedo (en el puerto de Barcelo-na), la derrota (el Caballero de la Blanca Luna,el atroz revolcón que le da Sancho), el ridículoy la pobreza (casi constantemente). El derrum-bamiento final estaba cantado: también la au-tosugestión tiene un límite. La tragedia de donQuijote, noble y valeroso sin tasa, se sellacuando desempolva las armas de sus mayores.Pero decir eso es algo muy distinto que decla-rar el fracaso de su proyecto. Había decididodar un vuelco a su vida: lo dio, vaya si lo dio.

Ángel RepárazProfesor de Alemán

RRECUERDO que, a los doce años deedad, me mandaron hacer en el co-legio un trabajo sobre el libro Don

Quijote de la Mancha. En casa, mi padre,que era un gran lector, tenía una gran biblio-teca, y yo ya había visto y oído hablar del li-bro, pero nunca me había atrevido a empe-zar a leerlo porque me parecía muy largo.

Imagino que como a casi todos los niñosles pasa, mi primer contacto con el Quijotefue una experiencia inolvidable. Cuanto másleía el libro, más me encariñaba con sus per-sonajes.

Para mí el Quijote es una joya literariaque ha sabido conquistar al mundo entero, amí también, y es quizás, junto con la Biblia,la obra más leída y la más traducida a otrosidiomas. Yo, desde luego, recomiendo a to-dos los que no la hayan leído todavía que lohagan.

Concepción Dancausa

Tr eviñoPresidenta

de la Asamblea de Madrid

A los doce años, una experienciainolvidable

Navegando hacia el enigma

Cervantes en el espejo de don Quijote

MMI primer encuentro con el Quijotese produjo cuando yo estudiababachillerato en el colegio Los Sa-

grados Corazones. En aquel momento fue unaaproximación fragmentaria porque lo que ha-cíamos era leer tan sólo algunas partes de laobra. Además, mi descubrimiento del Caballe-ro de la Triste Figura fue algo especialmentedivertido porque uno de los sacerdotes quenos daban clases escenificaba delante de noso-tros distintos pasajes de la novela, lo que nosresultaba de lo más gracioso y entretenido. Asíes que, lejos de resultarme aburrido, el Quijo-te ya era entonces motivo de celebración yalegría. Sin embargo, no fue hasta que lleguéa la Universidad cuando abordé la obra entoda su extensión, que como se sabe es mu-cha. Leí entonces el Quijote saboreándolo entoda su riqueza y volví a disfrutar de las an-danzas del ingenioso hidalgo y su fiel escude-ro, narradas por el genio magistral del granMiguel de Cervantes, quien nos ha dado laobra cumbre de la literatura española. Recuer-do que la primera edición que tuve era bastan-te gruesa y estaba encuadernada en piel. Aho-ra tengo la edición crítica del Quijote dirigidapor el académico Francisco Rico. Lo mejor detodas ellas es que, con motivo de su cuatro-

cientos aniversario, don Quijote cabalga denuevo.

Carlos Berzosa Alonso-Martínez

Rector de la Universidad Complutense de Madrid

Fragmentos escenificados

MMIGUEL de Cervantes Saavedra fuepoeta, novelista y dramaturgo espa-ñol, considerado un gran escritor

con su obra universal Don Quijote de la Man-cha. Este año se celebra el cuarto centenario deeste libro: por eso todos queremos rendirle unhomenaje a uno de los escritores españolesmás importantes. Este libro comienza de la si-guiente manera:

“En un lugar de la Mancha, de cuyo nom-bre no quiero acordarme, no ha mucho tiem-po que vivía un hidalgo de los de lanza en as-

tillero, adarga antigua, rocín flaco y galgocorredor”… ¿Cuál era ese lugar de la Man-cha del que tanto se hablaba? Aquel lugar dela Mancha parece ser Villanueva de los In-fantes, un pequeño pueblo de la provincia deCiudad Real. A esta conclusión ha consegui-do llegar un equipo de científicos de la Uni-versidad Complutense ya que Cervantes nolo quiso revelar. Durante años este equipo decientíficos ha estado investigando para hallareste lugar. Para llegar a esta conclusión hantenido en cuenta la velocidad que don Quijo-

te y Sancho alcanzaban a lomos de sus caba-llerías. Por ello se han estudiado veintisietepueblos posibles del entorno del Campo deMontiel.

En este peculiar pueblo de Ciudad Real seencuentra el Convento de Santo Domingo, lacelda donde murió Quevedo y la casa delCaballero del Verde Gabán nombrado por Cer-vantes en la segunda parte del Quijote. En Vi-llanueva de los Infantes se inspiraron escrito-res como Quevedo, Cervantes o Víctor de laSerna.

Allí, o cerca, tuvo don Quijote diferentesaventuras con su fiel compañero Sancho Pan-za, algunas de ellas son: Venta de Juan Palo-meque y alanceamiento del ganado entreotras.

A pesar de la investigación llevada a cabopor la Universidad Complutense no es seguroque ese lugar de la Mancha del que se habla enel Quijote sea Villanueva de los Infantes. (Elprofesor Antonio Rey expresó sus reservas so-bre este asunto cuando vino a darnos una con-ferencia hace unos meses). Quizá lo mejor seaanimarnos todos a visitar el pueblo de Villa-nueva de los Infantes y sacar nuestras propiasconclusiones.

Nerea Ramírez MontesyNadia Plaza Jhonson

1º de la ESO

En un lugar de la Mancha

Villanueva de los Infantes: el lugar de Don Quijote

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O8888

EEL Quijote figuraba entre los libros, nomuy numerosos pero bien elegidos, leí-dos y conservados de mi casa en Barce-

lona. Era una edición del año 1939, de Sopena,S.A., con “46 fotografías y cuadros del insigne

pintor Carlos Vázquez y 50 dibujos y una lá-mina del reputado dibujante L. Palao”, publi-cado “para honrar la memoria del gran Cer-vantes”.

Mi padre refería con cierta frecuencia –casicomo proverbios– algunos episodios de las an-danzas del ingenioso hidalgo y Sancho Panza,destacando la necesidad de emprender recorri-dos aunque aparezcan llenos de obstáculos (oprecisamente por ello). Fue siempre un ejem-

plo de imaginación, valentía y tenacidad. Ac-tuar según nos dicte la conciencia, guiados porideales. En casa hablábamos siempre en cata-lán. Mejor dicho, en tortosino, versión lingüís-tica muy rica y característica del Bajo Ebro.

En clase de literatura –y de historia–aprendí bien quién era Cervantes. Leí suobra más genial cuando tenía 15 años,aproximadamente (en 1949). No sólo mefascinó el contenido –razón de quien,aparentemente, la había perdido– sinotambién la forma, el léxico, la inigualableperfección descriptiva del “manco de Le-panto”.

La he releído y consultado después,ampliando mi curiosidad a las novelasejemplares. Me gustó muchísimo, haceunos años, visitar –aunque parcialmente–los “lugares de la Mancha”… En El To-boso imaginé la belleza infinita de Dulci-nea.

Hoy don Quijote es símbolo de gallar-día, de resistencia a la imposición. Aco-sados por tantas informaciones y pautasde comportamiento que pueden llevarnosa la indiferencia y al “sinremedismo” leerel Quijotepuede representar, como en micaso, una receta eficacísima. Sólo a títulode ejemplo, reproduzco estas frases de“la aventura de los leones”: “El hombreprevenido tiene ya ganada la mitad de labatalla…” y “bien podrán los encanta-dores quitarme el éxito, pero el esfuerzoy el ánimo, será imposible”.¡Que nuncanos fallen el ánimo y el esfuerzo!

Federico Mayor Zaragoza *

Primer encuentro con el Quijote

CCUANDO el Caballero del Verde Gabán,según se nos cuenta en la segunda partedel Quijote, se topa con Alonso Quijano,

se queda estupefacto al verlo con tan extraño as-pecto: un arcaísmo viviente, en palabras de Mar-tín de Riquer, vestido como los soldados de tiem-pos de sus bisabuelos. Don Quijote le asegura quees un caballero andante y se vanagloria de haberprotagonizado un libro editado ya en “todas o lasmás naciones del mundo: treinta mil volúmenes–afirma– se han impreso de mi historia, y llevacamino de imprimirse treinta mil veces de milla-res, si el cielo no lo remedia” (II-XVI). Quizáexageraba el número de ejemplares ya publica-dos, pero no erraba en los augurios: miles de vo-lúmenes en todo el mundo han visto la luz desdeaquellos primeros que salieron de la imprenta deJuan de la Cuesta a principios de 1605. Miles ymiles de libros, miles y miles de lectores; miles ymiles de historias. Y algunas terribles. Hay dosespecialmente conmovedoras ocurridas durantelos aciagos días de la guerra civil española, hacecasi setenta años.

El hijo del farmacéutico

La primera historia la vivió Miguel. Miguel, elhijo del farmacéutico de Daimiel, cambió su pue-blo manchego por Madrid porque quería ser ar-quitecto: estudiaba en la capital cuando se procla-mó la Segunda República en abril de 1931.Llamado a filas, realizó su servicio militar. Al es-tallar la guerra de 1936, regresó a su pueblo.Pronto fueron movilizados los muchachos de suquinta para ser llevados al frente. Amigos y fami-liares le aconsejaron no acudir a la convocatoria:intentó excusarse enviando en su lugar un certifi-cado médico. Otros jóvenes de su pueblo, tam-bién convocados a la capital, viajaron a Madrid;pero unos kilómetros antes de llegar a su destino,en Getafe, los fusilaron. Miguel pensó que habríacorrido esa misma suerte de no haber escuchadolas recomendaciones de los suyos. Se quedó enDaimiel; el temor a que alguien lo delatara lo lle-vó a esconderse. En el techo de su casa existía unartesonado y, detrás de él, un hueco; abrió un pe-queño agujero por el que apenas podía pasar pri-mero un brazo y la cabeza, y luego el resto delcuerpo; por aquel agujero se accedía a una espe-cie de “zulo” de poco más de dos metros de largoy metro y medio de alto: podía ser un refugio se-

guro. Miguel no se podía poner de pie allí. No leimportaba: había que aguantar oculto algún tiem-po para salvar la vida. Y allí se encerró durante255 días. Sólo se acompañó de un libro, El inge-nioso hidalgo don Quijote, y de una vela paraalumbrarse durante el largo cautiverio. Ese añosólo se alimentó de un único huevo al día, que co-cía al calor de la llama. Necesitaba no pensar du-rante su encierro; bastaba con dejar que transcu-rriera el tiempo, que se le fuera en dormir, pensary leer. Leer y dormir; dormir, leer, dormir... Du-rante aquellas semanas fue devorando el viejoejemplar a la luz exigua de la vela; se engolfabaen la lectura, releía pasajes, meditaba sobre algu-nas frases... Seguramente algunas palabras deCervantes le trajeron consuelo:

“Las tristezas no se hicieron para las bestias,sino para los hombres, pero si los hombres lassienten demasiado, se vuelven bestias”. (II-XI).

Y fueron transcurriendo los días en aquella no-che interminable. Alguna vez estuvieron a puntode descubrirlo en su escondrijo; en una ocasión,un miliciano subió al tejado a retirar una antenade radio; llegó a levantar unas tejas de las que cu-brían su refugio y metió una mano por el cañizo amedio metro del cuerpo tendido del desertor. Nollegó a descubrirlo.

En cuanto pudo, Miguel abandonó el esconditey se pasó a la zona controlada por los franquistas.El Quijote fue su libro de cabecera los años enque los suyos ganaron la guerra. Con el tiempollegó a ser un arquitecto prestigioso. Su nombrees Miguel Fisac y todo el mundo le reconoce aho-ra su talento; tiene 91 años y nunca olvidará aquellibro. Así se lo contó a Rosa Montero en una en-trevista publicada hace meses en El País Sema-nal.

El profesor del Cervantes

La otra historia le ocurrió a don Antonio, tam-bién por aquellos mismos años, cerca de la fron-tera con Francia, en una zona que todavía estabacontrolada por los republicanos. Sucedió cuandoiba huyendo del ejército rebelde como tantos es-pañoles que intentaban cruzar la frontera conFrancia para poder salvar la vida. Fotografías an-tiguas nos presentan a estas gentes ateridas defrío en las cajas descubiertas de los camiones, en-vueltas en mantas para protegerse de los vientosgélidos de enero y de febrero de 1939. Se calcula

que fueron casi medio millón de personas las quecruzaron entonces los Pirineos; la gran desbanda-da tuvo lugar cuando las tropas franquistas arrin-conaron a las leales a la República en Cataluña.La situación está descrita por Azaña en sus dia-rios: “Una muchedumbre enloquecida atascó lascarreteras y los caminos, se desparramó por losatajos en busca de la frontera. Paisanos y solda-dos, mujeres y viejos, funcionarios, jefes y oficia-les, diputados y personas particulares, en todasuerte de vehículos: camiones, coches ligeros, ca-rritos tirados por mulas, portando los ajuares máshumildes, y hasta piezas de artillería motorizadas,cortaban una inmensa masa a pie, agolpándosetodos contra la cadena fronteriza de La Junque-ra”.

Una de aquellas personas es don Antonio Ma-chado, el poeta y catedrático de Lengua francesadel madrileño Instituto Cervantes. Nuestra histo-ria sucede en los últimos meses de la guerra civil.Don Antonio había abandonado Madrid y se ha-bía instalado en Rocafort (Valencia), pero tuvoque abandonar también esa ciudad en abril de1938 porque se iban aproximando las tropas re-beldes. Salió camino de Barcelona con su madre,una viejecita de 85 años, muy enferma, su herma-no José y su cuñada. Una vez en Barcelona y pa-sadas las primeras semanas, les asignaron unashabitaciones de la Torre de Castañer, un palacetepropiedad de la duquesa de Moragas. La salud delprofesor era, como la de su madre, cada vez másprecaria. Llevaba por todo equipaje una desvenci-jada maleta en la que conservaba unos cuadernos(en ellos escribía sus cosas), cartas, artículos,unos libros...; allí llevaba también El ingeniosohidalgo don Quijote de la Mancha.

Las noches en la Torre de Castañer son terri-bles; los bombardeos, muy frecuentes. Al llegarel invierno de 1938 no tienen con qué combatir elfrío. Entretienen las largas horas del anochecer

con la lectura en voz alta, como ya se hiciera entiempos de Cervantes: alguien lee a los demásunos capítulos de un libro. Según cuenta JoséMachado, su hermano Antonio les leía, al caer lanoche, en aquellos meses invernales, capítulosdel Quijote. Algunos días el poeta tiene que inte-rrumpir la lectura: la luz se apaga poco a poco,mientras arrecian las sirenas y suenan las explo-siones cada vez más cerca; se enciende el cielocon los haces de luz proyectadas por los reflecto-res en busca de los bombarderos; caen las bom-bas y se oyen los edificios que se desploman.

Quizás don Antonio se detenga atento a ciertospasajes de la novela:

“La libertad, Sancho, es uno de los más precio-sos dones que a los hombres dieron los cielos;con ella no pueden igualarse los tesoros que en-cierran la tierra ni el mar encubre; por la libertadasí como por la honra se puede y debe aventurarla vida. (II-LVIII).

Tal vez don Antonio se demorara en releer elepisodio de Ricote para consuelo propio y de losotros refugiados a punto de salir al exilio. Ricote,recordémoslo, personaje del libro de Cervantes,fue uno de los trescientos mil moriscos expulsa-dos de España entre 1609 y 1613, uno de tantosde los que tuvieron que abandonar su casa, obli-gados a dejar aquí sus cosas o malvenderlas ybuscar en el mundo un lugar en donde volver aempezar sus vidas. Pero Ricote, al menos, volvióalguna vez a su pueblo, según cuenta Cervantes,aunque no pudo quedarse a vivir en él; con San-cho lo vemos en el capítulo LIV de la segundaparte, compartiendo el pan y el vino; también re-gresó la hija del morisco (Ana Félix) disfrazadade arráez de un bajel de corsarios (II-LXIII). Sinembargo, don Antonio Machado no regresó nun-ca, nunca pudo volver. Salió de España como sa-lieron siglos antes aquellos moriscos y como fue-ron también expulsados de su país los judíossefardíes. El día 27 de enero de 1939, el profesorde Francés del Instituto Cervantes pudo cruzardefinitivamente la frontera después de abandonaruna maleta con sus escasas pertenencias (allí iría,suponemos, su Quijote). El miércoles de ceniza,el 22 de febrero murió en Colliure, en Francia.

En uno de sus libros dejó escritas estas pala-bras: “Sólo me atreveré a decir que leyendo... aCervantes me parece comprenderlo todo” (Juande Mairena, XXIII).

El Quijote había sido uno de sus libros de ca-becera aquel año en que los suyos perdieron laguerra.

Juan M.ª Marín MartínezProfesor de Lengua y literatura

Dos lectores del Quijote

EEN el colegio de los Escolapios de Santanderleíamos en voz alta el Quijotea partir de losdoce o trece años –no recuerdo este dato

con exactitud–. Recuerdo, en cambio, que era aprimera hora por la tarde, después del estudio delas cuatro. Era esta una hora pringosa: en los Esco-lapios de Santander éramos todos externos. Había-mos ido a casa a comer y habíamos vuelto y ha-bíamos comprado al “Piru” regaliz de palo yregaliz de barra, y, según el humor de Fräulein Ma-ría Hirschle, adquirido también bolas de anís detres sabores distintos y tres colores también distin-tos a su vez. Era, pues, una situación bucofaríngea,soñolienta, no muy inspirada. La lectura del Quijo-te en voz alta no fue tampoco una ocurrencia pe-dagógica inspirada. No eran líneas decibles de unavez: había, para leerlas, que tenerlas vistas de reo-jo de antemano, para calcular así el aire que hacíafalta retener para emitir la subordinación de un ti-rón. Véase este ejemplo: Yo sé quien soy–respon-dió don Quijote– y sé que puedo ser no sólo losque he dicho, sino todos los doce pares de Franciay aún todos los nueve de la Fama, pues a todas lashazañas que ellos todos juntos y cada uno por síhicieron, se aventajarán las mías.¿No era esto“canso”?

Era “canso” y no era estimulante. El Quijoteno nos divertía entre los doce y los trece años –alos chicos de tercero de la sección B–, ni tan si-quiera un poco. Había algo, sin embargo, suma-

mente diverti-do, electrizante,que percibí yoentonces y queha seguidoelectrizándomedesde entonceshasta el día dehoy: la voz alta,la lectura envoz alta. Eraenrevesadísimoel texto, pero lapráctica deleerlo era elec-trizante. A esto lo llamó Hegel una de las astuciasde la razón absoluta: el Quijoteno me sirvió a mípara entender el Quijote de Cervantes, pero sípara entender los encantos, los claroscuros, losesclarecimientos y los apagones de la voz que leeen voz alta. Hubiera servido cualquier texto. Dehecho, los textos del Misal Diario Latino Espa-ñol. Devocionario del Padre Riberaservían lomismo. Pero estos tiempos de mi niñez y juven-tud eran tiempos fuertes y programáticos: de aquíque aunque nada aprendimos del Quijote ni tam-poco de Dios, leyendo el Quijotey el Misal Dia-rio en voz alta, aprendimos a distinguir la vozalta de la voz de la conciencia, una voz insonori-zada. Y este aprendizaje a mí me parece capital,fontal.

Álvaro PomboNovelista y Académico. Premio de la Fundación

Germán Sánchez-Ruipérez de 2004

Quijote y regaliz

* Catedrático de Univer-sidad, ha sido Rector, Minis-tro de Educación y DirectorGeneral de la UNESCO. Ac-tualmente es Presidente dela Fundación Cultura de laPaz.

Queridos amigos: Ahí tenéis la colaboración que me pedíais. Me he permitido contaros, no loque representó el Quijote en sí mismo en aquel momento —que no representó nada o muy poco yque sigo pensando que no debería leerse en la escuela, al menos como se hacía entonces—, sino loque representó la puesta en escena oral de ese para nosotros entonces enrevesado texto. La costum-bre de leer textos en voz alta o hacer que me los lean, me ha durado hasta el día de hoy. Un amigomío —veintisiete años más joven que yo— me dice que para él la lectura del Quijote, que tambiénhizo en uno de los colegios de Escolapios de Madrid, tuvo una significación literaria y vital, en cuan-to libro, muy profunda y duradera: este joven amigo mío me indica, sin embargo, que la lectura quehicieron del Quijoteen sus años de estudiante, fue mucho más selectiva y que se acompañó ademásde fragmentos leídos por Fernando Fernán Gómez, que ahora es colega mío en la Real Academia yque ahora descubro, maravillado, que es un extraordinario conversador y compañero, además de ungran sabio. Así que la lectura del Quijotehecha por él, que mi amigo tuvo la suerte de oír en su co-legio, significó muchísimo para su vida. Creo que es justo añadir esta carta al texto que adjunto, por-que —tras escribirlo anoche— me quedé preocupado, pensando que iba a daros una versión negati-va y últimamente inútil a vuestra edad del asunto en cuestión. Un abrazo a todos.

Álvaro Pombo

EESTE año el Quijote cumple cuatrocien-tos años y por este motivo queremosrendirle un homenaje desde nuestra po-

sición de alumnos “del Cervantes” y del RealConservatorio de Danza. Quisiéramos hacerver a la gente la importancia que tiene estaobra en la literatura, por supuesto, pero tam-bién en la música y en el ballet.

El Quijote es sin duda una de las obras queha tenido más repercusión en la música y en ladanza: ha sido fuente de inspiración de mu-chos compositores y coreógrafos.

Es imposible hacer una adaptación íntegraen partitura del texto de Cervantes debido a lagran extensión de esta obra, pero está repletade historias, escenas y situaciones que se pue-den abordar sin ningún problema en forma demúsica. En este IV Centenario de la publica-ción de la primera parte de la obra maestra deCervantes, sería interesante realizar un repasode los compositores y las composiciones musi-cales que éstos han creado tanto para orques-tas, ballets, óperas, zarzuelas, etc.

Ya antes de publicarse la segunda parte delQuijote, se estrenó en París, en 1614, Le balletde Don Quichot, dansé par Mrs. Sautenir: cla-rísimo ejemplo del gran éxito de esa primeraparte que animó a escribir su continuación aAvellaneda y, más tarde, a Cervantes.

Citaremos aquí algunos ejemplos –muchosmás se quedan en el tintero–, sobre todo losmás cercanos en el tiempo: Federido MarcoAntonio de Venua estrenó en 1822 su balletLas bodas de Camacho; en 1827 Félix Men-delssohn estrenó la ópera Las bodas de Cama-cho en Berlín; Stanislaw Moniuszko creó laópera El nuevo don Quijoteen 1847; AugustoBourneville compuso el ballet Don Quijote enlas bodas de Camachoen 1857; Antón Ru-binstein compuso su Don Quijote en 1875;Minkus también aportó su famoso Don Quijo-te en 1869; Jules Massent estrenó el 19 de fe-brero de 1910 su versión; Roberto Gherardrealizó otra versión para ballet; Ravel en 1932compone Don Quijote y Dulcinea; el gaditanoManuel de Falla compuso en 1923 El retablode maese Pedro, obra que, basada en el capítu-lo XXVI, cuenta cómo don Quijote asiste auna representación de títeres en la que se esce-nifica una historia caballeresca: la hermosa

Melisendra essecuestradapor el reyM a r s i l i o .Como en to-das sus aven-turas, donQuijote acabaparticipandoen la historiay destroza elteatrillo alquerer liberara la heroína.

Entre 1944y 1948 –diceManuel Vallsen su libro La música española después deManuel de Falla– se produce una súbita explo-sión del tema quijotesco: Joaquín Rodrigocompone en 1948 las Ausencias de Dulcinea(para bajo, cuatro sopranos y orquesta); Ernes-to Halffter es autor de Dulcinea (1944) y deCanción de don Quijote; se estrena en el cineDulcineade Gastón Batty.

Por lo que respecta concretamente al ballet,quizá el único que ha sobrevivido al olvido hasido el de Minkus (1826-1917). Su obra, co-reografiada por Marius Petipa, se ha converti-do en una obra de repertorio representada porlas mejores compañías del mundo. El argu-mento es el siguiente: Alonso Quijano, obse-sionado por los libros de caballerías medieva-les, decide hacerse caballero y partir en buscade aventuras. Mientras tanto, en Barcelona,una joven es obligada por su padre a casarsecon el rico Gamache y a rechazar a Basilio, suamado. Don Quijote llega a la venta del padrede la joven y queda prendado de ella, reta aGamache a un duelo con la esperanza de obte-ner a la joven, pero es expulsado del lugar. Ba-silio, para conseguir su propósito, finge suici-darse y antes suplica al padre de la joven quele conceda como último deseo la mano de ésta.Cuando el padre accede, Basilio deja de fingiry los amantes se casan y huyen. Don Quijote,que sigue prendado de la joven, desafía a Basi-lio y éste lo vence. Los amantes interpretan ungran pas de deuxfinal, tras lo cual don Quijo-te parte en pos de nuevas aventuras.

El crítico musical Enrique Franco se pre-guntaba en el artículo “ElQuijote y la músicaromántica” sobre las características que ofreceesta obra para estimular en tan extensa medidaa compositores y coreógrafos de todo tiempo ylugar. Probablemente, habrá este año algúncongreso que intente contestar a esta pregunta,pero nosotros proponemos que se celebre esteIV Centenario intentando rescatar la gran can-tidad de composiciones hoy completamente ol-vidadas: sería una gran oportunidad para qui-tarles el polvo de los años e, incluso, de lossiglos y recuperarlas del olvido.

Carlos Granados de Dueñas yPablo Quintas Verdia

1º de Bachillerato (vespertino)

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 9999

EENTRÉ en contacto con el Quijotesiendoun niño, con unos seis años de edad. Porentonces existía la costumbre (al menos

en la escuela de mi pueblo,Cisneros, Palencia) de hacerprácticas de lectura con elQuijote, una vez que domina-bas la cartilla. Recuerdo per-fectamente la edición: era unlibro precioso, con pastas ro-jas, de la editorial Calleja ycon unas ilustraciones queme han quedado grabadas.Realmente entonces las aven-turas de don Quijote no meparecían especialmente inte-resantes; sobre todo, si lascomparaba con las del Capi-tán Trueno, que entonces es-taba de moda. Visto ahora,con la experiencia que da lavida, me parece que era unaequivocación obligar a niñostan pequeños a leer el Quijo-te. Creo que el bachillerato

es una etapa de la vida más idónea para disfru-tar con esta obra. Hoy en día lo leo y releo pe-riódicamente y encuentro todos los días algo

nuevo en él: por eso es un clá-sico, una obra inmortal. Ypor eso mismo, este año heregalado a los 25.000 estu-diantes de la Universidad deAlcalá el capítulo del Quijoteen el que se narra la maravi-llosa aventura de la Cueva deMontesinos. Tal vez nos que-den algunos ejemplares paralos alumnos del Instituto Cer-vantes. Lo voy a mirar.*

Virgilio ZapateroRector de la Universidad

de Alcalá

Prácticas de lectura con un clásico

El Quijote en la música y la danza

EEL escritor del que más se ha hablado yse hablará este año, Miguel de Cervan-tes, con el IV centenario de la publica-

ción del Quijote, nos abre las puertas del hogaren el que pasó parte de su infancia. Después, lafamilia del escritor se trasladó a Valladolid,con el fin de encontrar mayor comodidad.

Alcalá de Henares valora mucho su estan-cia, aunque fuera de tan solo tres o cuatroaños. Tanto es así que Cervantes da nombre aun museo, una plaza, multitud de comercios...Y este año Alcalá está más bonita que nunca,ya que gracias a Cervantes están sacando pro-vecho todos los monumentos, iglesias y mu-seos que posee. Como por ejemplo, el corralde comedia que se conserva en la misma plazade Cervantes.

La casa-museo de Cervantes se sitúa en lacalle Mayor, donde si nos descuidamos unpoco, vamos a toparnos con la plaza de Cer-vantes, y si ya hemos pasado por ella, puedeque con un poquito de paciencia y unas buenasdeportivas lleguemos a la Facultad de Empre-sariales, la cual también visitamos y, ¡puff!, lapiel de gallina...

No hizo falta llevar una guía para darnoscuenta de que esa pequeña casa de ladrillo ypiedra, que parece más bien de nueva cons-trucción, era la casa que estábamos buscando.De carácter triste por sus oscuras rejas y venta-nas, no tenía nada que ver con lo que habíadentro. Nos encontramos un pequeño jardinci-to propio de la época con una placa conmemo-

rativa del nacimiento, que recoge estas pala-bras: “Aquí nació Miguel de Cervantes Saave-dra, el manco sano, el famoso todo, el escritoralegre, el regocijo de las musas”.

En el interior nos encontramos un patio cua-drado y luminoso, como si de un cortijo anda-luz se tratara, al que dan todas las habitacio-nes, arriba las de carácter familiar y abajo pararecibir a los invitados.

Claro está que todo lo que esta casa contie-ne, además de ser propiedad del Ayuntamiento,está totalmente reconstruido como si nos tras-ladásemos al siglo XVI, con grandes sillas, ca-mas de madera, cortinas, un váter muy curiosopor cierto...

Además, abajo podremos visitar toda unacolección de ediciones de El ingenioso hidalgodon Quijote de la Mancha: sus primeras edi-ciones escritas en catalán, gallego, alemán,francés... Esta es una parte muy bonita del re-corrido, donde pones en práctica tus dotes delingüista, pero las exigencias de la seguridadpara la conservación del museo a veces son pe-sadas y pueden llegar a agobiarte.

La verdad es que los detalles que os dé noson comparables a la sensación que producevisitar tanto Alcalá como la casa-museo deCervantes. Animaos a conocer la cultura quetenemos en Madrid, aprovechando el año delIV centenario: ¡os sorprenderéis, seguro!

Raquel Alcubilla Martínez2º de Bachillerato

En Alcalá de Henares

Pasa y visita la Casa de CervantesDiversos grupos de alumnos del Instituto han visitado este curso la ciudad

de Alcalá de Henares y, una vez allí, han podido contemplar sus hermosos edi-ficios históricos y la casa-museo de Miguel de Cervantes, levantada en el solarque perteneció a su familia. Algunos nos han descrito sus impresiones, comohace aquí Raquel.

* Nota de la redacción.—Y el señor Rector lo miró. Yencontró algunos ejemplares.Y nos los envió: algunosalumnos del “Cervantes” lostienen ya en su poder.

Tras las huellas de Cervantes

Un grupo de alumnos y profesores del Liceo Scientífico Statale "G. da Procida” de Salerno (Italia), participaen el Proyecto Europeo Koinè "Tras las huellas de Cervantes”, en colaboración con nuestro Instituto.

EELLA es como la luna blanca. Su piel estersa y pálida como la luz del amane-cer, y refleja al detalle la noche fría y a

la vez cálida del gran mar ocre que es Casti-lla. Su cara es redonda y hermosa como la Es-trella Polar que baña los campos, verdes yamarillos, de la gran meseta. En su mirada sepuede ver el río al que va cada mañana a co-ger la fuente de la vida. Su nariz es como la deuna ratoncita que merodea aquí y allá; peque-ña en tamaño, pero lo suficientemente grandeen belleza como para enamorarse de ella y nodejarla nunca. Su sonrisa es la de una niña detres años a la que le acaban de salir los dien-tes. En ella se puede reflejar uno, ya que escomo un espejo brillante y perfecto al queacaban de pulir.

Así se la imagina el gran don Quijote, esecaballero de Castilla que está enamorado deDulcinea hasta lo más profundo de su ser. Asíes como la ve en sus sueños y fuera de ellos elCaballero de la Mancha y así es como dice deella a su grandísimo amigo Sancho Panza. Esegran escudero que escucha encantado cómo suseñor le describe la perfección de su amada,que es la Señora de la Mancha, pues es el granamor del Señor de la Mancha.

Y ella... ¿qué podría pensar de su caballero?Ella se diría a sí misma que si este héroe tie-

ne valor suficiente como para enfrentarse a un

ejército entero, lo tendrá también para comuni-carle lo que siente por ella sin que Sancho in-tervenga. Y así, ella se preguntaría si su caba-llero sería capaz de luchar por ella, sacandofuerzas de su corazón o del afecto que tienepor ella... Ella ha podido oír hablar de su forta-leza delante de numerosos gigantes, pero des-conoce cuál será cuando su enamorado se en-cuentre delante de ella.

Todo esto se lo pregunta a sí mismo donQuijote durante cada una de las salidas del sol.Dado que todas las noches este caballero deimaginación sin fin sueña con la luna blancaque representa a su gran amada Dulcinea.

Jorge García de Asla1º de Bachillerato

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O1111 0000

EEN algún lugar de Donostia, los recuer-dos de mi primer Quijotese agolpan, seadentran y se pierden entre los claros-

curos de la rosada aurora de mi niñez y adoles-cencia.

Cuando trato de forzar la evocación, apare-cen los libritos adaptados y con ilustracionescuyos dibujos, con pie alusivo, sirvieron dellave primera y de aguijón eficaz para dar losprimeros pasos junto al hidalgo y su escudero:la llegada a la venta, las armas junto al pozo,los molinos animados y don Quijote maltrechopor los suelos con Rocinante patas arriba, lajaula del león, el rebaño de carneros alanceado

con saña visionaria, Sancho Panza manteado ygobernador de la ínsula Barataria...

Después vendrían las lecturas salteadas, deepisodios determinados, impuestos como tareaescolar, en las que ya adivinaba una ciertacomplacencia, e incluso un conato de identifi-cación con los personajes, con su expresiónlingüística y con la ironía de las situaciones.Complacencia avivada por los rasgos biográfi-cos del mismo Cervantes que también forma-ban parte de esas primeras experiencias entu-siasmantes, con una peripecia vitalsorprendente. De alabardero en Castilla a pri-sionero en Argel pasando por su participacióny accidente en Lepanto.

El verdadero regocijo, el auténtico placer enla lectura y la relectura del texto del Quijote, alinicial socaire de Unamuno, vendrían después,y aún hoy permanecen. Pero aquellas primerasaproximaciones infantiles siguen ejerciendo defermento y de estímulo cada vez que tropiezoen mi biblioteca con algún ejemplar de las nu-merosas ediciones del Quijote que todavía mesirven de adarga y de lanza en estos tiempos deinternet y de incertidumbres. Les paso la manopor el lomo descolorido y me enfrasco, otravez, en un mundo soñado y cercano, en buscadel bálsamo de Fierabrás.

Enrique Múgica HerzogDefensor del Pueblo

EEN un lugar de laMancha de cuyonombre no quiero

acordarme, vivía un nobley gentil caballero al quetodos llamaban don Quijo-te de la Mancha, a lomosde su “flacudo” corcel Ro-cinante y acompañado porsu fiel escudero SanchoPanza. De descuidado as-pecto y de mente algo lige-ra, cuya locura les llevó avivir miles de aventuras.

Pues todo comenzó unamañana de un día cual-quiera; don Quijote pensó:

–¡Claro, todo héroe,aparte de tener robusto yveloz jamelgo y fiel y no-ble escudero, necesita una persona a la queamar y salvar de las garras del mal!

Y fugazmente se acordó de aquella doncellaque a veces se le aparecía en sueños: Dulcinea,Dulcinea del Toboso.

–Señor, hemos de marchar –dijo Sancho.–Cuánta razón tenéis, vayamos a por aque-

llos que asolan nuestras tierras.Sancho no comprendió aquella frase pero

empezó a entender por qué la gente lo conside-raba loco.

En el camino, el escudero habló de muchascosas con su señor y también don Quijote rela-tó miles de hazañas a Sancho. Desde ese mo-mento su relación y amistad perduraron parasiempre. Yendo por la ribera del río Cigüela,don Quijote divisó una barca de pescadoresque confundió con un “ballenero” y gritó:

–¡Vuesas mercedes nos están dejando sinballenas en nuestros mares! –Lo que don Qui-jote no sabía es que la Mancha no tiene mar,luego es imposible que hubiese barcos ballene-ros en el río. Los pescadores rieron la ocurren-cia y lo ignoraron–. ¡Pagaréis cara vuestra osa-día!

Don Quijote bajó del caballo, cogió una desus dos lanzas y se dispuso a atravesarlos conella; le faltaron por lo menos dos metros parallegar y tuvo la mala suerte de tropezar y caeral río. Sancho Panza, sin pensarlo, se tiró a so-correr a su señor; cuando estaba a salvo en lasuperficie dijo el caballero:

–¡Juro darles su merecido por desafiarme deaquesta forma tan vil y cobarde!

Montó en su caballo y volvió las riendaspara perseguir a la barca. Mientras SanchoPanza recogía la lanza que don Quijote les ha-bía tirado, al ver lo que iba a suceder, chilló:

–¡No lo haga, señor, es una barquichuela...!

–Pero fue demasiado tar-de, una segunda lanza al-canzó la barca de madera,que empezó a hundirselentamente. Sus dos pasa-jeros nadaban hacia la ori-lla sin atreverse a recogersus maltrechas cañas. DonQuijote vio llegar a San-cho y con aire arrogantedijo:

–He librado al pueblode tal amenaza que nos es-tarán agradecidos sus ha-bitantes para toda la eter-nidad, y todo gracias a míy vuesa inestimable ayu-da, fiel escudero.

–Si vuesa merced lodice –contestó Sancho tan

sorprendido como siempre.–Encontraremos una posada, amigo Sancho;

hemos de descansar y reponer fuerzas tras lar-ga travesía y gran lucha.

El sol desapareció en el horizonte y la lunasalió de su escondite para velar por nuestroshéroes. A lo lejos Sancho divisó una posada ydecidieron hacer noche en ella. Parecía haberuna fiesta al estar toda la gente disfrazada.“¡Qué panda de locos!”, murmuró don Quijote.Al ver entrar a los famosos gigantes y cabezu-dos, el caballero arremetió enfurecido contraellos:

–¡Monstruos del averno, no acabaréis connadie mientras yo esté aquí! –desenvainó suespada y cortó las patas de los gigantes que ca-yeron encima de ambos. Ante tal desastre for-mado, los echaron de la posada diciendo el ca-ballero:

–¡Vaya desagradecidos, yo que los...!–¡Los mato, no me han devuelto las mone-

das! –exclamó Sancho.–¡Me refiero a que los he salvado!Se miraron extrañados y después rieron a

carcajadas, y se alejaron por el horizonte enbusca de nuevas aventuras... Aquella nochedon Quijote soñó con una doncella cuyos ca-bellos estaban enredados en su delgado cuerpoy sus manos acariciaban la fina, arrugada ytriste cara de nuestro héroe... Dulcinea.

Daniel Lozano Martín1º de la ESO

Nota de la redacción.—Este relato ha sido distin-guido con una mención especial en el concurso decreación literaria de este año (nuestros Premios Cer-vantes) celebrado en el Instituto. (Véase la revista,página 18).

La hazaña jamás contada de donQuijote de la Mancha

Dulcinea, la blanca luna

CCOMO antiguo alumno del IES CER-VANTES guardo entrañables recuerdosde mi época de estudiante en el Institu-

to y es para mí un gran honor poder colaboraren vuestra revista contándoos brevemente miprimer encuentro con el Quijote. Fue cuandoyo tenía aproximadamente 15 años y me cam-bió por completo la idea prefijada que tenía dela obra como algo densa y poco accesible a losjóvenes. El profesor de Literatura nos hizo enclase una introducción de los principales per-sonajes y enseguida me sentí atraído por lafascinante personalidad de D. Quijote. Segúniba avanzando en la lectura de los pocos capí-tulos que llegué a leer, fui descubriendo la no-

bleza, el ingenio y el altruismo del Caballeroandante que párrafo a párrafo me iba mostran-do su lado más bondadoso y genial que, porotra parte, se veía contrarrestado por las gran-des dosis de materialismo de Sancho y su vi-sión realista de las cosas.

El mensaje de esta espléndida obra de nues-tra literatura me ha acompañado a través de losaños y sugiero su lectura a los jóvenes y se larecomiendo a los mayores.

Javier Uceda AntolínAntiguo alumno

Rector de la Universidad Politécnica de Madrid

La lectura del Rector

LLA Asociación de Madres y Padres deAlumnos del I.E.S. Cervantes de Ma-drid no puede dejar pasar esta oportuni-

dad del IV Centenario de la publicación de ElIngenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha,sin aprovechar la ocasión para valorar somera-mente el contenido del libro más importante dela lengua castellana.

Sin descubrir nada nuevo de este monumen-to al entendimiento humano…

El Quijote está lleno de enseñanzas que, através de la sátira, nos llegan como lluvia queriega los áridos campos manchegos.

Cervantes describe magistralmente dosmundos opuestos: el de la ensoñación y la lo-cura y el de la realidad impuesta por la socie-dad del momento.

La sátira constructiva recorre toda la narra-ción, desde el entendimiento ilimitado de donQuijote la locura es simple pragmatismo y suspuntos de cordura demoledores: “Has de saber,

Sancho, que hay batallas que se ganan y sólosacas los huesos molidos”.

Los amigos se entienden, se consideran y seacompañan en ese trío inane que se logra conDulcinea y el espíritu del eterno enamorado,haciendo una criba de los sentimientos y lasrelaciones humanas.

Su divisa (“…agravios que deshacer, tuertosque enderezar, sinrazones que enmendar yabusos que mejorar y deudas que satisfacer”)sigue estando tan fuera de lugar como enton-ces y tan actual como ahora.

La violencia recibe una continua crítica alpresentar a don Quijote como el eterno pen-denciero, siempre listo a defender sus idealescon la lanza o el estoque, pero siempre sale de-rrotado, escaldado y concluyendo que la plumaes más fuerte que la espada y que la violencia,aunque sea muy caballeresca, engendra violen-cia y siempre sales con los huesos molidos.

En fin, un libro ameno lleno de aventuras,de enseñanzas y de ganas de vivir comoel comienzo del cuarto capítulo: “Ladel alba sería cuando don Quijote salióde la venta, tan contento, tan gallardo,tan alborozado por verse armado caba-llero, que el gozo le reventaba por lascinchas del caballo…”. Y esperemosque con este estado de ánimo, se reci-ban de bachilleres todos los alumnos yalumnas de este Instituto, en este cursoy en lo que le quede de historia.

La Junta Directiva de la AMPA

Nota de la AMPA

Queridos amigos:Vuestra simpática carta pidiéndome una colaboración personal para esa

revista que elaboráis, EL INGENIOSO HIDALGO , me ha hecho rememorar, nosin esfuerzo por la lejanía temporal, mis primeros contactos con el Quijote.Os agradezco el estímulo y correspondo a vuestra petición con la nota queacompaño a estas líneas.

Espero que mantengáis viva la pasión por Cervantes y por las causas de-fendidas por sus personajes que, en definitiva, son las mismas causas quehoy subyacen en la defensa de los derechos humanos.

Mi encuentro con el Quijote

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 1111 1111

MMI primer contacto con el Quijote,quizás la novela más importante enla historia de la literatura, fue en mi

etapa escolar, tendría yo 12 ó 13 años. Esa pri-mera lectura me resultó muy agradable y en-tretenida, aunque tal vez en aquel momento nofui totalmente consciente del auténtico valorque esta obra tiene. Años después tuve la opor-tunidad de volver a leerlo y de disfrutar denuevo con él. Encontré en ese momento, y en-cuentro también hoy, sólidas razones por lasque recomendar su lectura a públicos de todaslas edades. Desde los más pequeños, con lasediciones adaptadas a su capacidad de com-prensión, llenas de ilustraciones y de coloresque le dan un enorme atractivo, a los adoles-centes y, por supuesto, a los adultos, si aún nohan tenido la oportunidad de leerlo. Porque elQuijote no sólo cuenta aventuras divertidas yentrañables. El Quijote también educa, trans-mite valores importantísimos como la amistad,la solidaridad, el compañerismo, el amor… Esuna auténtica escuela de vida.

Siempre nos fijamos en el personaje del ca-ballero de la triste figura, en sus andanzas y ensus locuras, pero yo no quiero dejar de haceruna especial y cariñosa mención a la figura deSancho Panza, su fiel escudero, su contrapun-to, quien aporta la sensatez y el equilibrio delos que él adolece. En Sancho se encarnan ac-titudes y valores muy importantes: la fidelidad,

la defensa de los amigos, la comprensión, aun-que sin dejar de defender también sus puntosde vista y sus derechos…

En fin, que deberíamos reivindicar un mun-do de quijotes y sanchoscomo espejo en elque mirarnos. Os recomiendo a todos que dis-

frutéis con la lectu-ra, incluso con larelectura, de DonQuijote de la Man-cha. No os vais aarrepentir.

Pedro Núñez Morgades

Defensor del Menor

Centauros

PPOCO después de concluida la época na-poleónica, las locomotoras supusieronun paso de gigante en la civilización. La

unión de ciudades que a partir de ese momen-to estuvieron más cercanas, la posibilidad deviajar a grandes distancias con muy pocas de-tenciones y velocidades constantes y hasta en-tonces impensables, la apertura y colonizaciónde nuevos espacios que se incorporaban almundo civilizado son frutos varios de este pro-greso técnico. El ferrocarril también supuso latransformación de los paisajes, en las ciudadesy en los campos.

Anteriormente, tanto durante el imperio deNapoleón como en el imperio romano o en lasconquistas de Alejandro, la punta de velocidadpara viajar eran los apenas cincuenta kilóme-tros que recorre un caballo al día. Añádase aello los inconvenientes propios de un ser vivoen relación con sus funciones vitales, sus nece-sidades alimenticias y el imprescindible des-canso. Sin embargo, la domesticación de loscuadrúpedos en los albores de la humanidaddebió de ser un paso definitivo en la civiliza-ción y en la transformación de las formas devida, sin duda mayor que la aparición de laslocomotoras. Dominar la fuerza de un animaltan imponente, utilizarlo para llevar pesadascargas o uncirlo a un carro para poder trans-portar enseres y personas cambió el paisaje delalma de los hombres y los despegó del suelo.

El control de esta enorme fuerza va a permi-tir a los pueblos que utilizan los caballos do-minar a otros que desaparecen de la historia ose incorporan a la nueva civilización. La pre-sencia de los caballos, unida al dominio de lapólvora, explica que unos pocos hombres do-minaran a los pueblos precolombinos.

La fusión del hombre y el caballo impresio-nó el alma humana de tal forma que hace sur-gir la figura del centauro, un animal mitológi-co genuinamente helénico. Sin duda la unióndel hombre, brazos y torso y mente,al cuerpo sólido, ágil y veloz del ca-ballo, asentado en unas finas extre-midades que terminan en una pezuñaperfectamente adaptada a su funciónde caminar sobre cualquier terreno,pobló la imaginación griega y las lla-nuras de Tesalia de estos seres quesurgían de un anhelo humano. Laimagen se volverá a repetir cuandolos aztecas contemplen por primeravez a los hombres barbados fundidosen aquellos desconocidos animales.

Antes, en los límites entre el findel imperio romano y la Edad Me-dia, aparecen desde las llanuras asiá-ticas unos pueblos que han hechodel caballo un modo de vida. A ca-ballo pasan el día y bajo la silla, dela que cuelga un recipiente con la le-che de yegua que se transformará enyogur durante la cabalgada, ablan-dan la carne que les ha de servir dealimento.

Sólo nos falta ya cubrir a este ji-nete con una armadura y al caballocon algunas piezas metálicas para tener unaimagen caballeresca que puede remotamenterecordar la de las locomotoras iniciales y ha-cernos una composición más literaria de la fi-gura.

Caballeros: el Çid

El nacimiento de los reinos medievales, engeneral de cualquier nación, parece requeriruna voluntad por parte de quienes forman esascomunidades que se plasma generalmente enla imagen de un héroe cercano a lo mitológico.La difusión de esa imaginería la ha realizado elcine en los tiempos cercanos, pero durante laEdad Media era función de la literatura. Deesta manera, en la formación del reino castella-no, junto a la de los principales condes de Cas-tilla, surge la leyenda del Cid.

Está totalmente aclarada la existencia histó-rica de Rodrigo Díaz de Vivar, si bien la inter-pretación de los datos que tenemos de su vidapueden ir desde el tono panegírico de Menén-dez Pidal al absoluto denuesto de ReinhartDozy, desde presentar a un guerrero castellanoque lucha por la reconstrucción de un antiguoreino godo hasta la estampa de un mercenariocruel a sueldo del mejor postor.

Pero no es este Cid histórico el que pasa a laleyenda, al ciclo épico que va desde las moce-dades y concluye con el triunfo en una batalladespués de muerto. Seguramente favorecidapor la división, nuevamente, de los reinos deCastilla y León y la débil autoridad real quecorresponde a ese periodo posterior a la muer-te de Alfonso VI, la figura del Cid emergecomo un pasado añorado y cruza la línea quelo transporta de la historia a la leyenda.

Ya tenemos ahí al Cid Campeador, subidoen su caballo Babieca, con sus armas y su yel-mo relucientes, oteando en el horizonte al ene-migo musulmán y aprestándose a la lucha porla defensa de un reino, de un rey, de una patria;vestido él mismo de un valor ejemplar, de unafidelidad a prueba de traiciones y enemigosmestureros; revestido de la autoridad que daser ejemplo de caballeros, poseedor de altosideales. Esto es indefectiblemente el reflejo sino de toda una sociedad, sí, al menos, de unaclase dirigente que pretende aspirar o rentabili-zar estos ideales.

Del andante caballero

Las circunstancias y los valores han debidode cambiar mucho en la España del XVII y losideales caballerescos ya son sólo recuerdo delpasado, objeto de burlas o manías de un pobrehidalgo manchego y loco que vuelve a subirsobre un caballo, siempre un caballo, paraafrontar no se sabe qué aventuras y batallas.Sus galas son una abollada armadura y unasarmas herrumbrosas abandonadas en un des-ván desde el tiempo de sus bisabuelos; pormontera, a título de orate, el yelmo de Mam-brino, una bacía de barbero, una especie de pa-langana. Este no gana batallas: sólo un error deRocinante, que ese día se mostró animoso, lehace ganar un combate. Tampoco gana batallasdespués de muerto: tiene que volver a su pue-blo derrotado y pesaroso para cumplir la peni-

tencia impuesta, pues jamás se le ocurriría fal-tar a su palabra.

Podemos ver cómo estos dos caballeros danpie a dos obras cumbres de la literatura espa-ñola. El Cid genera el primer monumento lite-rario castellano, en el orden temporal. Su ima-gen, real o legendaria, está ahí disponible paratoda la literatura posterior. Don Quijote surgeposteriormente y su dimensión es ciertamentemás internacional; su trascendencia literaria,inconmensurablemente superior. Seguramenteninguno de los dos héroes literarios lleva estig-matizada ningún tipo de ideología y sus reapa-riciones en la historia les hacen llevar cargasde las que no son sino meros transportadores.Ahora bien, después de la última y extremamuestra de violencia bélica que se dio en estatierra, es fácil imaginar al Cid en Burgos, ¿ga-nando batallas después de muerto?, mientrasdon Quijote, vencido en la playa de Barcino,debe quitarse la armadura, cargarla en el rucioy junto a una legión de desheredados tomar elcamino de La Junquera para encontrar, en unajugada cruel del destino, un sitio en algún cam-po de concentración de aquella Europa, esta sí,enloquecida de odio.

Antonio BernalteProfesor de Lengua Castellana y Literatura

Mis impresiones sobre el Quijote Héroes. De don Quijote y el Çid

AANTIGUOS trabajos escolares se con-servan, celosamente custodiados, en losviejos armarios del Instituto Cervantes.

Hemos querido rescatar, en esta ocasión, unode ellos: se trata de un cuadernillo de hace me-dio siglo. En el curso de 1954, Leonardo Gon-zález Vázquez, lo presentó al concurso convo-cado el día de Cervantes y obtuvo el segundopremio.

Todavía es admirable el esfuerzo que elalumno realizó y el esmero con que remató uncuidadoso trabajo escolar. Vaya nuestro recuer-do para cuantos como él pusieron tanto empe-ño en el aprendizaje.

Un viejo trabajo escolar

A Pilar Egoscozábal, porque sinella no habría sido posible.

PPRETENDEMOS recordar algunos datoscuriosos y dibujar el ambiente del Ma-drid de 1905, el del III Centenario del

Quijote. Para ello debemos remontarnos a laslabores periodísticas en las que dos años antesMariano de Cavia proponía diversas actividadespara conmemorar la publicación de la obracumbre de la literatura española.

Es sabido que, a diferencia de estos días, elpeso de la prensa era fundamental en la socie-dad de aquellos años. Así pues, a través de ElImparcial, periódico de mayor renombre, sepropusieron una serie de curiosos festejos enMadrid tales como la coronación de la estatuade Cervantes, representaciones teatrales, ca-balgatas, procesiones, exposiciones cervanti-nas, etc.

El bosquejo de Mariano de Cavia pretendíahacer llegar la obra de Cervantes a los más“inapetentes”, retomando la iniciativa queveintidós años antes se había conseguido con elCentenario de Calderón.

José Ortega y Munilla, director por aquellosaños de El Imparcial, encargó al noventayochis-ta Azorín una serie de artículos en los que sedescribiera parte de la ruta de don Quijote. Estalabor periodística fue absolutamente novedosaen la época, ya que hasta el momento nadie sehabía atrevido a aventurase en la Mancha, mon-tado en carreta, para trazar el recorrido de Alon-so Quijano.

Podemos afirmar que fueron las crónicas alápiz y los viajes manchegos los que protagoni-zaron el III Centenario de El Ingenioso Hidal-go, pues quince artículos de corte descriptivo-divulgativo fueron publicados a lo largo de1905 y, posteriormente recopilados en La ruta

de don Quijote.No sólo este periódico se hizoeco de la celebración, puesto que otros medios,como la revista Alma Española, también se su-maron a este acto conmemorativo, con artículosde intelectuales de la época. Destacaron, entreellos, los publicados por Ramiro de Maeztu, ha-ciendo hincapié en la apatía del pueblo españolpara con la obra de Cervantes.

Hemos encontrado varios programas de fes-tejos, de los que nos han llamado la atención, enprimer lugar, los precios: diez céntimos el másasequible o una peseta el más completo. Dentrode estos programas, cabe destacar el desfile decarrozas quijotescas que adornaron Madrid elprimer día de fiestas (7 de mayo de 1905), ade-más de la representación de algunos episodiosdel Quijotea modo de entremés y adaptados porlos hermanos Álvarez Quintero. Es muy sinto-mático el discurso de Juan Valera leído por Al-fonso XIII o el canto del himno al Quijote, titu-lado Gloria a Cervantes. La Casa de Moneda yTimbre aportó, también, una serie de sellos detema quijotesco que circularon a lo largo detodo el año.

No hay que olvidar los diversos estudios quese publicaron sobre la vida y la obra cervantinay no sólo por parte de filólogos sino tambiénpor alumnos de Letras interesados por Cervan-tes y su obra, como los que colaboraron en elopúsculo que el Instituto General y Técnico deOviedo publicó.

Sin duda, Mariano de Cavia dio en el blancocon las propuestas que dos años antes se publi-caron en El Imparcial y gracias a él, el Quijoteconsiguió un Centenario digno de su mundialfama. VALE.

María Hortoneda y Carolina FernándezAntiguas alumnas y licenciadas

en Filología Hispánica

Así que pasen cien años...

“Sancho Panza y su asno”, de Moreno Carbonero.

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O1111 2222

EEN un lugar de Europa, concretamenteen Niza, se aprobó en diciembre de2000 la Carta de los Derechos Funda-

mentales de la Unión Europea, que consta decincuenta y cuatro artículos distribuidos en sie-te apartados, además de un preámbulo. Estosartículos hablan de temas como la dignidad,las libertades, la igualdad, la solidaridad, laciudadanía, la justicia y otras disposiciones ge-nerales. Fue redactada mediante el consensode los quince países que por entonces confor-maban la Unión Europea.

Pero cuatrocientos años antes, un humildecomplutense que fue soldado en Lepanto, cau-tivo de los turcos en Argel y cobrador de im-puestos en Sevilla, concibió en la cárcel todoun mundo literario que,entre muchas otras cosas,ya contenía estos dere-chos.

No sé si conocerán aun tal don Quijote de laMancha. Se lo voy a pre-sentar. Imaginen un caba-llero andante, semejante aAmadís de Gaula, Palme-rín de Inglaterra y tantosotros, y sitúenlo en laMancha a comienzos delsiglo XVII. Pónganle enlugar de yelmo una bacíade barbero y móntenlo alomos de Rocinante, unrocín que nada tiene queenvidiar a Babieca o aBucéfalo. Lo acompañasu fiel escudero SanchoPanza. Se hacen una idea,¿no?

Y resulta que este hidalgo tan leído teníabastante idea de cuestiones tales como la dig-nidad de la persona. “Nadie podrá ser someti-do a esclavitud o servidumbre”, reza la Carta.Pero tiempo atrás, cuando don Quijote encuen-tra una cuerda de presos, y después de pregun-tar a cada uno por qué razón va detenido, afir-ma: “Me parece duro caso hacer esclavos alos que Dios y naturaleza hizo libres (…) no esbien que los hombres honrados sean verdugosde otros hombres(I, 21)”.

Y en cuanto a la libertad, otro de los puntosque trata el estatuto europeo, también es untema sobre el que don Quijote dicta cátedra,cuando en el célebre discurso le dice a Sancho:

“La libertad, Sancho, es uno de los más pre-ciosos dones que a los hombres dieron los cie-los; con ella no pueden igualarse los tesorosque encierra la tierra ni el mar encubre; por lalibertad así como por la honra se puede y debeaventurar la vida (II, 58)”.

Dentro de las libertades, la de religión esotro de los derechos fundamentales de la UniónEuropea. Cualquier persona puede profesar lareligión que decida, teniendo libertad para ma-nifestarla en público o en privado a través delculto, de la enseñanza o de cualquier modo. Elepisodio del encuentro entre Sancho y su viejoamigo el morisco Ricote (II, 54) toca este asun-to. Ricote cuenta la historia de la expulsión desu pueblo y cómo se vio forzado a exiliarse. La

simpatía con la que Cer-vantes trata a este perso-naje pone de manifiestosus ideas acerca de la li-bertad de creencias.

La igualdad es un de-recho que, a pesar de fi-gurar en cualquier Cons-titución, no se haconseguido todavía alcan-zar plenamente. La igual-dad de la mujer respectoal hombre es uno de loscasos más evidentes; elpersonaje de la pastoraMarcela viene a tratareste aspecto. Ella reivin-dica su propia voluntad ysu libertad a elegir comopuede hacerlo cualquierhombre. “El cielo aúnhasta ahora no ha queri-do que yo ame por desti-

no, y el pensar que tengo de amar por elecciónes excusado(I, 14)”.

Estos cuatro ejemplos concretos son sólouna mínima muestra del progresismo de Cer-vantes, tan adelantado a su tiempo. A lo largode todo el Quijote Cervantes va dejando caeren forma de píldoras de sabiduría numerosasescenas y diálogos que revelan que su plumano sólo estaba gobernada por el buen hacer li-terario, sino por un extraordinario sentido co-mún.

Jesús Cano ReyesAntiguo alumno.

Estudiante de Filología

Cervantes y los derechos deleuropeo

MMI viejo amigoJuan MaríaMarín, con

quien compartí aulas enla Universidad Autóno-ma de Alfonso XII, 3,me pide un apunte sobreel Quijoteen este año desu cuarto centenario.Fue, en efecto, en 1605cuando vio la luz la pri-mera parte de El inge-nioso hidalgo don Qui-jote de la Mancha, en laimprenta madrileña deJuan de la Cuesta, ubica-da en la calle de Atocha,no lejos de donde estásituado actualmente elIES Cervantes. La se-gunda y última parte dela obra, que presenta nu-merosas particularidadescon relación a la prime-ra, vería la luz diez añosdespués, en 1615, poco antes de la muerte desu autor.

Pero lo que me importa subrayar en estas lí-neas es que esa prodigiosa novela en dos par-tes que llamamos Quijoteno es el último librode caballerías, el que dio la puntilla al génerocaballeresco poniendo en solfa sus valores yridiculizando su modus narrandi, sino la mani-festación más alta, desde el punto de vista lite-rario, de ese género. Don Quijote asume losprincipios caballerescos que Raimundo Lulioestableció en su Libro de la orden de caballe-ría y que constituyen la base moral de las so-ciedades europeas medievales. Reímos y llora-mos con el Quijote como reímos y lloramoscon las grandes novelas de caballerías que leíaAlonso Quijano y que terminaron volviéndoleloco, con Amadís de Gaula, con Palmerín deInglaterra, con Tirante el Blanco. Don Quijotees uno más en la larga lista de los caballerosandantes que pueblan el universo de los librosde caballerías, por singular e irrepetible quenos parezca –y sea– su andadura.

El desengaño, tan barroco, preside el actode creación por el que Cervantes imagina lasaventuras de su caballero. Don Miguel ha esta-do en Lepanto, tomando parte activa en la ma-dre de todas las batallas contra el Islam otoma-no, cuando España era joven y aún tenía pulso

en las venas. En pocosaños, esa España vence-dora en Lepanto ha en-vejecido prematuramen-te y se ha embarcado enuna fantasmagórica de-cadencia. Cervantes loha sufrido todo, lo havisto todo, lo ha gozadotodo. De esa mezcla desensaciones contradicto-rias, pero con el códigode ideales caballerescosen la mano, va a surgir elQuijote, una muestra decómo las novelas de ca-ballerías pueden vencerdespués de muertas,como cuentan que el Cidhizo en Valencia frente alos almorávides. Esteaño se cumplen cuatro-cientos años desde quedon Miguel dio a las

prensas la primera parte de tan inmortal para-doja.

Que nadie que se acerque al Quijote, ni esteaño ni nunca, vaya buscando en su protagonis-ta la sombra derrotada de un arquetipo heroico.Los héroes son siempre los mismos, nazcan dela fe ciega o se conciban en el desengaño. Ylos ideales de la caballería seguirán haciendolatir el corazón de Europa, por más que ladrenlos sabuesos del pensamiento débil y rujan losesbirros de la corrección política. Gracias, en-tre otros mitos, a don Quijote.

Luis Alberto de Cuenca *

* Luis Alberto de Cuenca es Profesor de Investiga-ción del CSIC. Hasido Director de laBiblioteca Nacional,Secretario de Estadode Cultura y es elDirector Académicode la Comisión parala Celebración en laComunidad de Ma-drid del IV Centena-rio de la publicacióndel Quijote. Es, ade-más, uno de los poe-tas fundamentalesde nuestra literaturaactual.

Don Quijote (1605-2005)

MMI primer encuentro con el Quijoteseprodujo en el colegio, en torno a los12 años, y con una edición de pastas

marrones de gran tamaño que destacaba en lamodesta biblioteca de nuestra clase. Recuerdocon claridad mi primer contacto con el libro ymis primeras sensaciones a medida que meadentraba en su lectura.

En aquella época, la lectura y el fútbol llena-ban mis ratos de ocio. Buscaba con avidez te-beos de El Guerrero del Antifaz, de El CapitánTrueno, de El Aguilucho, etc.; también habíaempezado a leer novelas del Oeste y libros decaballería. Mis héroes, por tanto, guardaban re-

lación con personajes aventureros, sin domici-lio y sin familia, que recorrían diversos mun-dos, librando batallas y ayudando a los débiles.

A medida que me adentraba en nuevos ca-pítulos del Quijote, percibía en mi interiorque los héroes de este libro eran más huma-nos y más cercanos que los anteriores, que lospaisajes recorridos en sus aventuras me eranfamiliares, pues en mi pueblo manchego deaquellos años también los caminos eran detierra y se veían en su campos ganados deovejas y cabras, pastores, labradores, mulas yburros cargados de enseres de labranza; y per-sonajes que, como Sancho, formaban parte

del paisaje y miraban constantementeal cielo pidiendo realidades para vi-vir en su tierra.

Después de la lectura del Quijote,mis héroes de la literatura y del cinetienen una dimensión distinta, y noson siempre los personajes apuestosque ganan al final de la aventura. Lafantasía, los sueños y los ideales de D.Quijote nunca me llevaron a pensarque éste padeciese más locura que lade aquél que sufre diariamente la con-tienda entre el deseo y la realidad.

Bonifacio AlcañizProfesor de Matemáticas,

Director del Área Territorial de Educación de Madrid-Capital

Lectura y fútbol

LLA desmitificación de las novelas de caba-llerías que debieron parecer a Cervantesuna droga para el intelecto y la emoción,

se consigue en Don Quijote de la Manchapreci-samente mitificando hasta tal punto la vida de uncaballero andante que, desgajándola de la reali-dad de la que parte, se adentra en un mundo deficción donde la fantasía, el ritmo del lenguaje,las imágenes, los misterios del viaje y los movi-mientos de una mente enturbiada por los propósi-tos extraños y trasnochados e imágenes oníricasque recrean los objetos del paisaje y la sociedad,apuntalan una historia peculiar, original, perfecta.

El lector profano que se acerca al libro por pri-mera vez y sigue los vericuetos del entendimien-to de don Quijote entra en un ámbito de tanta fan-tasía que olvida, como el propio don Quijote,dónde están las coordenadas de la realidad. O, si

parte de la mirada o la concepción del mundo deSancho, no podrá establecer dónde se encuentrala frontera entre el sueño y el camino, entre el de-seo y la realidad, entre el molino y la sombra quele da la vida. Pero tampoco le será dado desha-cerse de la poderosa reacción que provoca unosde los aspectos más extraordinarios de la perso-nalidad y la historia del caballero andante: la irre-nunciable búsqueda de la utopía que el lector harásuya aún sin quererlo, aún sin darse cuenta.

¿No es acaso la búsqueda de la utopía el intentode recuperar la imaginación como motor de lavida? La imaginación que transforma los elemen-tos del mundo para que encajen y se avengan alobjetivo de caballerosidad y altruismo que se en-frenta a la legitimidad de esos mismos elementosincapaces de despegarse del suelo que vive SanchoPanza, defiende la realidad de la ficción nacida de

la exacerbación de los movimientos de la mente opor el poder de la creación artística. Tan real es afin de cuentas el mundo de la imaginación como elmundo de los sentidos aunque tal vez no seancomparables ambas realidades. ¿Acaso no creemosy nos emociona hasta las lágrimas una historia quenace de una extraña combinación de la experien-cia, la memoria y la fantasía del autor?

¿No es búsqueda de la utopía la inapelable in-tención de destruir las barreras que nos levantanla rutina y la costumbre frente a la imaginación yde dirigirse por eso extravagante camino hacia lalibertad? Y la locura, ¿acaso la locura no surgetantas veces como la única forma de evadirnos deun mundo injusto y cruel cuyo insobornable pasodel tiempo nos tortura, cuya infamia nos sobreco-ge, mientras permanecemos y nos movemos enlos ámbitos del honor, la caballerosidad y la soli-daridad?

Que esta lucha por la utopía tienda como tien-de en elQuijote hacia un final demoledor, no essólo la ratificación de que en este mundo todoestá sujeto al deterioro y a la destrucción, sino–más importante y esperanzador– que tal vez elcamino es lo único que importa y no la llegada,

en contra de lo que tantas veces nos ha dicho yrepetido al oído la inquietante voz que nos lleva ala rivalidad ciega y a la ciega e inútil lucha por eldominio y la victoria. En otras palabras, la utopíaes la que defiende la vida no la nada, una vida ilu-minada no la muerte en vida.

Un lector recrea en la lectura nuevos mundosque tal vez estén negados a otro lector. En el actomismo de la creación que supone la lectura de ElIngenioso Hidalgo Don Quijote de la Manchaestá el meollo de donde brotan los infinitos mis-terios que esconde el texto. Y no es siguiendo lospasos de tantísimos expertos donde los encontra-remos ni donde reside el tesoro del placer que enél podemos encontrar, sino sumergiéndonos en lainsondable riqueza de la historia sin prejuicios nimaestros, dejando que se nos trasmita, como unmilagro que se repite a todas horas, la creación deuna ficción que nos muestra la utopía en unos pa-rámetros tan reales y verdaderos como la mismarealidad que nos envuelve.

Rosa RegásEscritora y Directora de la

Biblioteca Nacional

Don Quijote de la Mancha:La búsqueda de la utopía

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 1111 3333

HHACE 33 años, siendo yo un zagal de pan-talón corto y más inclinado a la playa quehacia la pequeña escuela pública de Sali-

nas, en la costa asturiana, un viejo maestro repu-blicano, don Manuel, inició a los alumnos de miclase en la lectura del Quijote, aprovechando lahora de recreo cuando llovía a cántaros en el pa-tio embarrado de la escuela.

Don Manuel había sufrido represalias en casti-go por sus ideas progresistas. Antes de comenzarla lectura, nos decía que aquel libro había sidoengendrado por Cervantes en las mazmorras deArgel, a finales del siglo XVI. Don Manuel habíaperdido un brazo, igual que el insigne escritor.Pero decía que él no era un “caballero mutilado”,sino un “jodido manco”.

Pese al semblante serio y grave de don Ma-nuel, las risas estallaban al ritmo de sus lecturas.Nunca nos reímos tanto con los personajes quepoblaban aquellas historias, que el señor maestronos leía a razón de un capítulo diario. Recuerdo,además de Dulcinea, a la princesa Micomicona,el Gigante Pandafilando de la Fosca Vista, el Ca-ballero del Verde Gabán, el Caballero del Bosquey el Caballero de la Blanca Luna, el bachillerSansón Carrasco, Caraculiambro, Alifanfarrón,Trifaldín de la Blanca Barba, Espartafilardo delBosque, Paralipomenón de las Tres Estrellas yPentapolín del Arremangado Brazo, todos ellosnombres que aprendí de carrerilla y recitaba sinton ni son para hacer reír a quien quería escu-charme.

Sancho y Quijote son la pareja ideal. Juntos,evocan al Carnaval y la Cuaresma, la panza y laausteridad. En ellos se inspiraron las demás pare-jas de la novela y el cine: Abbot y Costello, Sher-lock Holmes y el Dr. Watson, o Stan Laurel y Oli-ver Hardy. Todos ellos no son buenos más quejuntos y no valen nada separados.

Recuerdo también aquellas palabras de Clau-dia Jerónima hablando de su fogoso amante:“Viome, requebrome, escuchele, enamoreme, ahurto de mi padre”. Y aquella prodigiosa descrip-ción de una escena que Cervantes pinta con pre-cisión casi cinematográfica: “Quedó pasmadodon Quijote, absorto Sancho, suspenso el primo,atónito el paje, abobado el del rebuzno, confusoel ventero y, finalmente, espantados todos”.¿Cómo no reírse o admirar la concisión de frasestan logradas como éstas? A nadie debe extrañarle,pues, que al observar a un paje riéndose a carca-jadas, Felipe III comentara: “Aquel estudiante, oestá fuera de sí, o está leyendo la historia de donQuijote”.

El descubrimiento de este libro fue tal vez unade las épocas más importantes de mi vida y, entodo caso, mi bautizo solemne como lector empe-dernido. Si mal no recuerdo, antes de concluir elprimer capítulo, supe que este libro, en el que secondensan todos los libros habidos y por haber,me haría vivir varias vidas y recorrer un sinfín depaisajes y experiencias humanas, sin necesidadde emprender viaje alguno.

Años después, cuando estudiaba Medicina enMadrid y Oviedo, me entretenía leyendo pasajesdel Quijote. Comprendí entonces la fina ironía demuchas expresiones cervantinas. Describía Cer-vantes la singular belleza de Dulcinea del Tobo-so, “la más bella criatura del orbe, y aún de todala Mancha”. Eran los años triunfales del Plan deDesarrollo y esa frase me recordaba un chiste delPerich: “Las autopistas de España son las mejo-res autopistas de España”.

Y pienso que el libro sigue siendo de actuali-dad. Sus aventuras no transcurren en los tiemposde Maricastaña, sino en el mismo tiempo que nostoca vivir.

Este invierno, durante unos días de descansoen Asturias, he vuelto a leer el Quijote. He deconfesar que no me ha hecho reír como antaño,en mi primera juventud. Es la lectura más amar-ga, patética y melancólica que conozco. Tan dra-mática como el propio Caballero de la Triste Fi-gura, “rey de los hidalgos, señor de los tristes”,en versos de Rubén Darío. Esta obra de burlas esla más triste historia que jamás se ha escrito. Lamás triste, sí, pero la más humana y estimulantepara cuantos saben gustar en las lágrimas de larisa la búsqueda de escapatorias a la esclavitud ala que nos condena la vida presente.

Ahora me explico lo que Cervantes quiso deciren su prólogo, al confesar su afán de que, leyen-do su novela, “el melancólico se mueva a risa, elrisueño la acreciente, el simple no se enfade, eldiscreto se admire de la invención, el grave no ladesprecie, ni el prudente deje de alabarla”.

Durante mis estudios internacionales, primeroen EEUU, luego en Cuba, me sorprendió el for-midable impacto del Quijoteen el resto del mun-do, siendo Cervantes el único autor comparable aDante y Shakespeare en toda Europa, y el Quijo-te una de las cuatro o cinco obras maestras de laliteratura universal.

Dicen que el Quijotees la obra más publicada ytraducida en el mundo, probablemente después deHarry Potter. En palabras de Dostoievski “la másgrande y última palabra de la mente humana”.

Cervantes supo captar los latidos del corazóndel hombre, con palabras claras, en las que todos

podemos entendernos y reconocer-nos. Siendo quien suscribe aquejadode timidez en distancias cortas, mepasa con el Quijote como me ocurrecon el Lazarillo de Tormesy Guz-mán de Alfarache: mi relación con elprotagonista cobra más fuerza e inti-midad cuando el personaje luchacontra sus propias limitaciones, envez de demostrar su superioridad so-bre el mundo.

Don Quijote se eleva en el trans-curso de la novela y se yergue enci-ma de la línea del cielo de la literatu-ra a una posición de superioridad através de sus fracasos y desengaños,y acaba tan solo y pobre como Cer-vantes, cabalgando sobre quimeras ysueños imposibles.

Don Quijote entrega su vida a unideal sublime y acaba estrellándosecontra la realidad de curas y barbe-ros, duques y bandoleros disfrazadosde caballeros que no cumplen las re-glas del juego. ¿Recuerdan ustedesaquella célebre expresión: “Con laiglesia hemos dado, Sancho”? Puessigue siendo de actualidad.

Como dijo acertadamente el poeta Blas deOtero:

“Por más que el aspa le volteey España le derrotey cornee,poderoso caballeroes don Quijote”.

Recuerdo aquel discurso de don Quijote a loscabreros, reunidos en torno a un fuego de monte:“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quie-nes los antiguos pusieron nombre de dorados, yno porque en ellos el oro, que en esta nuestraedad de hierro tanto se estima, se alcanzase enaquella venturosa sin fatiga alguna, sino porqueentonces los que en ella vivían ignoraban estasdos palabras de tuyo y mío”.

¿Qué mejor proclama social que ésta?Es por tanto este libro, además de una sátira

social, un canto a la libertad. Así lo proclama elpropio don Quijote:

“La libertad, Sancho, es uno de los más pre-ciosos dones que a los hombres dieron los cielos;con ella no pueden igualarse los tesoros que en-cierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad,así como por la honra, se puede y debe aventurarla vida, y, por el contrario, el cautiverio es el ma-yor mal puede venir a los hombres”.

¿Habrase visto nunca un manifiesto tan revolu-cionario como éste, en el que la igualdad va de ladulce mano de la libertad?

Desde luego, yo lo quiero, firmo y rubrico,como divisa para los jóvenes de mi coalición, Iz-

quierda Unida. Quelos jóvenes suban a lagrupa de Rocinante y,como Alonso Quijano,“el Bueno”, galopensin temor con donQuijote por las aven-turas de la vida.

Gaspar LlamazaresCoordinador General

de Izquierda Unida

Don Quijote y yo

EEL inagotable malabarismo de intermediariosde Cervantes hace que su voz tenga un ecoreflejado en diez “autores” (véase el cuadro

inferior): es toda una novedad que hará crear y cre-cer la novela moderna. Sólo falta en el Quijote elmonólogo interior en las dos variantes de elaboradoy puro, al modo delUlises,2/II/1922.

Quizá El ingenioso hidalgo de la Mancha, comose le titula en la tasa –o precio aprobado–, fuese ensu origen de 1591 sólo una novela ejemplar máscompuesta por los cinco primeros capítulos, inclusopublicada, al menos conocida, en 1604. Y tal veztambién se engendrara en una cárcel: con el doblesentido de las frecuentes penalidades entre barrotesde su autor y la cárcel como vida de Cervantes lite-raria y simbólicamente al modo de Juan Ruiz, al retoy roto aire amoroso de Diego de San Pedro, cuyaCárcel de amor, 1492, reunía todos los lugares co-munes del petrarquismo y de la novela sentimental,tan de éxito entre las lectoras de la época.

Dos son los pilares en los que se sustenta la obra:la seguridad del protagonista en “¡Yo sé quiénsoy!”, QI,5: afirmación exaltada de su personalidadaun después de la paliza sufrida con los mercaderes,y su terrible trastienda de “Yo ya no puedo más”,QII,29, tranquilo agotamiento ante la imposibilidadde cambiar la máquina de la realidad, justo antes dellargo suplicio en la casa de la idiocia, con los du-ques. Muy probablemente estos dos jalones coinci-den con ese inevitable choque de contrarios del Re-nacimiento y el Barroco; de Las canciones a laArmada: una antes y otra después de la derrota ycon un Cervantes de ilusiones en Italia, trizas de de-sengaños en Argel y su regreso a otra España ya de-sahuciada.

La gran novedad cervantina consistió en ese«campo de Agramante», o provocada confusión, queel propio autor siembra para despiste de los críticos,para burla de las caballerías, para la interculturalidaddel «trujamán» o traductor morisco aljamiado quecontrata el autor anónimo, para el contrapunto delperspectivismo lingüístico del «baciyelmo», para laconsagración del género, aunque irónicamente él seempeñase en calificar de historia lo que sería ya laNovela. Todos esos autores presentan burlescas de-savenencias textuales entre ellos mismos: se echan laculpa de errores, comentarios, historias verdaderas,visiones, fragmentos amputados..., pero los nueve,obsesionados por el apócrifo, coinciden en lanzarsecontra el décimo, el falso Avellaneda, quien tambiénreaparece en Persiles, IV, 1. Corría el verano de1614, en tanto Cervantes está redactando el capítulo59, cuando apareció el Segundo tomo del ingeniosohidalgo don Quixote de la Mancha, intento vilmentetraidor de apagar el éxito del verdadero caballero,aunque era frecuente el otacusta literario. En el oto-ño de 1615 aparece el Quijote II: Cervantes ha pasa-do del laboratorio del Quijote I, con 54 capítulos ycuatro partes, diez años después a la seguridad técni-ca y narrativa de la «tirada» en 74. Pero ambos enperfecta estructura cíclica en tres dimensiones: las«muertes» (QI,1 y 52, anunciadas /QII, 74, definiti-va); los títulos (hidalgo/caballero) y «el sabio encan-tador»: QI,2 y QII,3. Sabía lo que estaba haciendo«el famoso todo», como se llama a sí mismo en elprólogo al Persiles, sabedor también de su propia,solitaria y cercana muerte.

Ramón AsquerinoProfesor de Lengua y Literatura

El inagotable malabarismo

1. Cervantes. Autobiografismo disperso QI40, y autocitas, QI 6; descripción física: QII16.En los Prólogos es «padrastro» y se desdobla.En el del QII se dirige a un lector mensajero paraque lleve su ajuste de cuentas a Avellaneda.

2. El amigo. Como en las Ejemplares, es el in-terlocutor (desdoble) de los dos Prólogos parapseudodialogar literariamente con Cervantes. Re-curso ante la presión de Lope para que nadie seatreviese a prologar la obra cervantina.

3. Autor anónimo. Es el que arranca la obra,la transmite, ordena, narra, recopila e investiga enlos anales de la Mancha. Dueño absoluto hasta elQI 9. A veces, usa el plural: «donde los dejare-mos», QII 13. O esta otra fórmula: «digo que di-cen que dejó el autor escrito...», QII 12. Es lla-mado en QII 3 «curioso» por haber mandadotraducir la obra.

4. «Autores hay que dicen»QI 2, según elmodelo de los libros de caballerías. ¿Son tambiénlos académicos de la Argamasilla del QI 52? Seequivocan a veces, como con los cambios ono-másticos del protagonista: QI 1 y 5; QII 74.

5. El segundo autor¿es el propio Cervantes oel autor anónimo? QI 8.

6. El traductor . Característico de las caballe-rías, pero aquí es un morisco aljamiado –que sabecastellano– a quien el autor anónimo ha contrata-do para traducir el original de la obra, escrita enárabe, QI 9. A veces, se mete a crítico literario enQII 5, y en otras se niega a traducir: QII 44. Nodescribe totalmente la casa de Diego de Mirandaen QII 18.

7. Cide Hamete Benengeli.Quizás lo anticipe

don Quijote en QI 2, pero en QI 9 ya es el primerautor y el verdadero de esta «historia». Filósofomahometano, mentirosillo, omnisciente perodeja hablar a sus personajes. Cronista que re-cuerda al lector por dónde debe seguir la lectura;opina metaliterariamente, QII 44, y se identificacon sus personajes, que lo defienden o se rebelancontra él. Se ofende por los errores que le atribu-yen en la obra y culpa a los impresores: QII 27.Equivaldría a Señor Hámed –el que glorifica–Aberenjenado –las berenjenas–; o bien el Hijodel Evangelio.

8. Apócrifo . Está presente en QI 52 y QII 5cuando «faltan escrituras». El epígrafe de QII 23dice «aventura apócrifa».

9. Don Quijote. En el QII 23 de Montesinosnarra su aventura; se sabe protagonista de su libroy de su éxito en QII 2,3,16; confluyen literatura yvida en QII 62; se enfada en QII 59 con el falsoAvellaneda. Se independiza, como la novela mo-derna, de sus autores; duda de Cide y es capaz derectificarlo en QII 59 con el viaje de Zaragoza aBarcelona.

10. Avellaneda. Desde QII 59, todos los nueveanteriores protestan contra la obra –1614, que tie-ne tres voces– de este usurpador, Alfonso Fernán-dez de Avellaneda, quien tal vez esconda al per-sonaje real Jerónimo de Passamonte, compañeroy enemigo de Cervantes. Así, sería el galeote deQI 22, Ginés de Pasamonte, y el del retablo delQII 27, maese Pedro y su mono adivino.

Ramón Asquerino

La escritura desatada en el Quijote

Los «autores» del Quijote

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O1111 4444

SSON inmortales don Quijote y Sancho. Vi-nieron al mundo en el mismo corazón deMadrid, en los talleres de la imprenta prin-

cipal de la Villa y Corte, hace cuatro siglos, paracontar los caminos de la aventura más universalque se conoce. Recién estrenada la capitalidad,por decisión de Felipe II, las calles madrileñasconocieron los pasos de Miguel de Cervantes,faro del Siglo de Oro de las letras españolas,asentado en el barrio de las Musas durante mu-chos años, viajero incansable desde que aparecióen Madrid con sus padres y hermanos. Llegarondesde Alcalá de Henares y, luego de sus estudiosiniciales en Madrid y en Sevilla, vino a rendir suvocación literaria en el taller-estudio del maes-tro López de Hoyos, para escapar por Barcelonacamino de su etapa italiana, de paso a su otravocación –las armas, el mar–, que lo llevó alcautiverio de Argel hasta su regreso a España,por Valencia...

Madrid y Esquivias, a continuación: viajes enbusca de paz para escribir. Entre sus estancias enToledo, en Sevilla y en Valladolid, siempre el en-cuentro y las huellas cervantinas en las cercaníasde la Puerta del Sol, la Puerta de Guadalajara, lasgradas de San Felipe, la calle Mayor, el Corral dela Pacheca, la calles de la Cruz, los domiciliostemporales de Huertas y Magdalena, la imprentade Atocha... en cuyo lugar se encuentra una pla-ca con los bajorrelieves de don Quijote de laMancha y Sancho Panza, montados en sus cabal-

gaduras. Salen o escapan de la imprenta de Juande la Cuesta y, en la inscripción, se desliza unerror que las autoridades no han sabido rectificardurante los cien años de su exhibición en la pa-red del edificio de la calle de Atocha, número,87. La edición príncipe de la primera parte delQuijote salió de aquella imprenta en el mes deenero (no en el mes de mayo, como reza la lápi-da) del año 1605, es decir, que acabamos decumplir los cuatro siglos sin que algunas autori-dades municipales se hayan enterado todavía, apesar de que los investigadores cervantinos (Ro-dríguez Marín, Luis Astrana o Francisco Rico,entre otros), lo tengan precisado desde hacetiempo. Seis prensas para ochenta y tres pliegosy medio de papel elaborado por los monjes de ElPaular, a razón de pliego por día.

En los trescientos años de la salida a las callesde Madrid del Ingenioso Hidalgo y su escuderofue encargada esta lápida al escultor Coullaut Va-lera para situarla en el Hospital de Hombres Incu-rables, edificio del siglo XVIII que se levantó so-bre el solar donde estuvo la imprenta de PedroMadrigal, donde trabajaba Juan de la Cuesta, quecasó con la viuda de su jefe, María Quiñones.Desde allí se trasladaron a la calle de enfrente(San Eugenio), donde se imprimió en 1616 la se-gunda parte del Quijote, según se recuerda en otrainscripción sobre mármol. Otra lápida más, unmonumento y un pequeño retablo están localiza-dos en el triángulo madrileño que más insistente-

mente pisó Miguel de Cervantes en los últimosaños de su vida. La primera, en la casa situada enla esquina de la antigua calle Francos con León:“Aquí vivió y murió Miguel de Cervantes Saave-dra, cuyo ingenio admira el mundo”... No pudoevitar Ramón de Mesonero Romanos la demoli-ción de aquella casa, aunque sí el cambio toponí-mico con el apellido del autor del Quijote, altiempo que recordara el monumento que trató deerigir José Bonaparte y que finalmente dispusoFernando VII en lo que hoy es la Plaza de lasCortes. El retablo neoplateresco que mandaragrabar la Academia Española sobre la pared delconvento de las Trinitarias dice así: “A Miguel deCervantes Saavedra, que por su última voluntadyace en este convento de la Orden Trinitaria, a lacual debió principalmente su rescate”.

Queda en este recorrido de recuerdos el exce-lente monumento de la Plaza de España (tambiénde Coullaut Valera), donde cada 23 de abril cele-bra un pregón la Sociedad Cervantina, después deuna misa en la iglesia de San Marcos (de VenturaRodríguez), en la calle de San Leonardo, con elsímbolo de las letras y las armas delante del altary la guardia de Marina de gala... En fin, en la Bi-blioteca Nacional hay una estatua de Cervantes yen el frontispicio del Ateneo de la calle del Pradose colocó un busto del autor del Quijote. Ahora,en este cuarto siglo desde la aparición del Inge-nioso Hidalgo don Quijote de la Marcha, entretantos actos culturales, lo que se necesita es pe-dirle a Madrid mayor atención y perseverancia enel recuerdo a Miguel de Cervantes Saavedra. Lomismo que hacen, sin vacilación ni interrupcio-nes, las capitales de Inglaterra, Alemania, Italia o

Austria, con los genios de Shakespeare, Goethe,Miguel Ángel y Mozart.

Luis Prados de la PlazaCronista Oficial de la Villa

Antiguo alumno

I dulce y amada señora:Seguro estoy de que os sorprenderá

grandemente que me dirija a vos deesta forma tan poco usual. Ni yo mismo alcanzo aentender por qué utilizo este periódico para co-municarme con vos, en vez de cerrar los ojos yhablarle con el pensamiento como ha sido tan ha-bitual en mí desde hace tantos años. Pero última-mente ando algo torpe del alma y mi cansadaimaginación holgazanea más de lo que debiere.

Creedme si le aseguro que no ha habido ni unsolo día en el que no la pensara, pero es tanto eltrabajo que aún queda aquí por hacer, y son tan-tos los años que acumula este pobre cuerpo (queya está lejos de ser un mozo) que me chillan lasjunturas de los huesos cuando me besa la noche.

Aunque mi razón ya anda a tropiezos, no dejopasar la primera oportunidad que se me presentapara contar a quien quiera escuchar lo mucho quevivimos, lo menos que perdimos y lo tanto queaprendimos.

No he mudado de opinión, sigo pensando queen los camino se hallan todas las miserias y gran-dezas de las que los hombres somos dueños. Los

menos intentamos, no sin algo de torpeza, lucharpor arrancar la maldad de todo lo noble que enellos se encuentra. Os sorprendería, mi señora,

saber lo mucho que seestá hablando última-mente de vos. Se hacencoloquios, sesudos re-portajes, e incluso a losestudiantes se les obligaa estudiar nuestras vidas.¡Qué error! Jesús dijo:“La verdad os hará li-bres”, y yo si me lo per-mitís añado: “Y la cultu-ra os enseñará qué hacercon esa libertad”. Puesestaréis de acuerdo enque no hay nada más va-cío y superfluo que unser libre con el alma de-socupada, y con las en-tendederas a medio lle-nar.

Por aquí no se lee mu-cho que digamos, másbien se vacuna a los jó-venes contra los libros;¿como obligar a un cora-

zón bisoño a abrir esa mágica ventana a otras vi-das que son los libros? Hay que educar, no domar.¡La cultura hay que acomodarla en el alma, nometerla a empujones! Las novelas, como vos biensabéis, son besos que nos regala la imaginación anuestra existencia. En ella vivimos, y de ella be-bemos. Nadie puede andar los caminos de la vidasin ideales, sin un hombro donde reposar unaamistad, sin un amor que cuidar y regar, y lo quees más importante, sin soñar. Un alma que nosueña es un alma congelada, sin sonrisa.

Y ahora, me despido de vos, señora mía, y sino es gran molestia, os ruego que cuidéis bien denuestros recuerdos, y que no olvidéis que aquí ospienso cada día. Buenas noches, que tengáis sue-ños, dulces sueños…

Se despide atentamente su caballero andante,

Don Quijote de la Mancha.

P.D.: Y de Sancho, ¿qué fue? Si le veis decidleque le extraño, que un amigo es como el calor, nise ve, ni sabe, pero se mete en el ánima y una vezdentro nos arropa. Decidle, señora mía, que “Sitú, yo”.

Txus (Mägo de Oz)Letrista y batería

Don Quijote y Sancho nacieron en Madrid

Carta a Dulcinea

MMIGUEL de Cervantes fue un buen poeta,aunque la mayor parte de su poesía se en-cuentra dentro de sus novelas y comedias;

fue mejor dramaturgo, pese a la competencia del másgrande de los comediógrafos españoles, Lope de Vega;y fue, sobre todo, novelista, el más grande de todos lostiempos en lengua castellana, gracias al Quijote (1605-1615) y, en menor medida, a las Novelas ejemplares(1613). Escribió más de dos centenares largos de poe-mas; “romances infinitos”, que no conservamos; unatreintena de comedias, de las que nos quedan dos otres; ocho entremeses; doce novelas cortas, sin contarlas intercaladas; y tres de larga extensión: la Galatea(1585), el Quijotey el Persiles(1616). Pero es uno delos escritores más importantes de Occidente a conse-cuencia de El Ingenioso Hidalgo, obra con la que bue-na parte de los novelistas más destacados de la literatu-ra universal han reconocido y reconocen tener unadeuda.

La mejor prueba de la actualidad plena del Quijotefue una noticia publicada por El Paísel día 8 de mayode 2002, según la cual, y conforme a una encuesta re-ciente hecha por el Instituto del Premio Nobel y por elClub del Libro Noruego, el Quijote es, sin ningunaduda, la mejor novela de la historia literaria universal,

dado que ha obtenido el primer lugar de manera desta-cada, con un 50% más de votos que En busca del tiem-po perdido, de Marcel Proust, que ocupa el segundo lu-gar. Los encuestados han sido cien escritoresdestacados de todo el mundo, entre los que se encon-traban Salman Rushdie, Milan Kundera, John Le Ca-rré, Norman Mailer, y varios premios Nobel como V. S.Naipul, Wole Soyinka, y Nadine Gordimer. Debían res-ponder con diez títulos a la pregunta: “¿Cuáles creeque son las obras mejores y más importantes de la lite-ratura mundial?” El escritor nigeriano Ben Okri, dice lanoticia, afirmó en la rueda de prensa del Instituto No-bel lo siguiente: “Si hay una novela que hay que leerantes de morir es el Quijote”.

¿Por qué? ¿Por qué el Quijote sigue siendo, 400años después de su publicación, una de las obras másvivas de la literatura universal? Porque su defensa apa-sionada de la libertad va unida a un conjunto de rasgosnovelescos que liberan también las formas y el lengua-je. La permanencia del Quijote se basa, entre otras ra-zones, en lo que he llamado poética de la libertad, con-sistente, para decirlo en pocas palabras, en que el lectorde esta obra se siente libre de interpretarla gracias aque el escritor se ha liberado previamente de ataduras,distanciándose un poco de sus personajes y no encari-

ñándose demasiado de ellos, con el ob-jeto de que los personajes sean asimis-mo libres, y no estén predeterminadospor la herencia biológica ni por el me-dio ambiente en que viven para tomarsus decisiones.

La libertad cervantina implica la jus-ticia. De hecho, don Quijote, por ejem-plo, no acepta el sistema judicial de suépoca y deja en libertad a unos delin-cuentes denominados “galeotes”, delin-cuentes que habían sido justamentecondenados por el juez a remar en lasgaleras, porque van “de por fuerza, y node su voluntad” (I, 22), y él piensa queningún hombre puede forzar la voluntadde otro hombre, ya que la libertad va

unida en su pensamiento a un sentido idealizado de lajusticia. Frente a la justicia legal del siglo XVII espa-ñol, él opone su propia concepción de una justicia na-tural, no escrita, basada en el amor y la tolerancia. Portanto, el idealismo utópico quijotesco presupone tam-bién el rechazo de todo sistema autoritario, de toda im-posición violenta de un hombre sobre otro y, en conse-cuencia, un rechazo de la monarquía absoluta queimperaba en la España del Siglo de Oro como sistemapolítico. “¿Es posible que el rey haga fuerza a ningunagente?”, se pregunta don Quijote a propósito de los ga-leotes. Y responde: no, ni siquiera el rey puede forzarla voluntad de nadie.

Para que la novela se libere hay que dar libertad alpersonaje, despojarle de toda atadura previa que puedaanudar sus pasos posteriores en la narración. Y así lohizo Cervantes con don Quijote, personaje que nace sin“pre-historia”, sin antecedentes, sin lugar concreto denacimiento siquiera, pues el narrador no “quiere acor-darse” de él; más aún, sin infancia, ni juventud, ni ma-durez, puesto que su historia da comienzo cuando ya esviejo, con los datos mínimos imprescindibles para ex-plicar su transformación de cuerdo en loco. Después,una vez liberado de ataduras, puede hacer lo que quiera.

Y en este sentido, como en todos, el Quijote marcael ápice de la modernidad, porque respetar la libertadindividual implica aceptar que ni siquiera la realidad esuna y la misma para todos los seres. Constantementeleemos que lo que para Sancho son molinos de viento,para don Quijote son gigantes; lo que uno interpretacomo rebaños de ovejas, le parecen ejércitos al otro;donde el caballero ve castillos, el escudero percibeventas del camino. La realidad, pues, se interpreta dediferente manera, según el punto de vista personal decada uno. El pensamiento de Cervantes al respecto seilustra con mayor claridad a propósito de la bacía oplato del barbero, que a don Quijote le parece el yelmode oro de Mambrino. Recordemos, una vez más, susimperecederas palabras: Y así, eso que a ti te parecebacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambri-no, y a otro le parecerá otra cosa(I, 25). Perspectivis-mo puro, pues, relativismo completo de lo real. Enefecto, “a otro le parecerá otra cosa”, porque la reali-dad no es unívoca, no tiene una sola y exclusiva inter-pretación, sino múltiples lecturas dependientes delpunto de vista de cada ser humano, dado que el parecer

personal de cada uno es el único válido para él; es suverdadera realidad, la que condiciona y modifica supropia vida, la que, para bien o para mal, le sirve, aun-que esté equivocado.

La aportación del perspectivismo irónico y libre delQuijote ha sido de una importancia extraordinaria nosólo para la historia de la literatura universal, sino tam-bién para la modernidad del pensamiento occidental.Hace muy poco, el afamado novelista checo MilanKundera ha situado la herencia de Cervantes a la mis-ma altura que la filosofía de Descartes, porque cuando“don Quijote salió de su casa [...], el mundo [...] apare-ció de pronto en una dudosa ambigüedad; la única Ver-dad divina se descompuso en cientos de verdades rela-tivas que los hombres se repartieron. De este modonació el mundo de la Edad Moderna y con él la nove-la, su imagen y modelo”.

La incuestionable polisemia interpretativa del Qui-jote es fruto directo de una concepción estética del rea-lismo literario abierta y flexible, que precisa, por tanto,de la colaboración del lector siempre, a veces inclusode manera explícita, como sucede en el episodio de lacueva de Montesinos, donde don Quijote dice haber es-tado tres días, mientras Sancho asegura que no habíapermanecida en la cueva más de una hora. Ante ello, elnarrador —el traductor, remitiendo a Cide Hamete—dice: “Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que tepareciere” (II, 24). El lector, así, directa y expresamen-te apelado, debe interpretar desde su perspectiva unaobra que se le ofrece conscientemente abierta y anti-dogmática, por lo que necesita de su participación acti-va y libre. Libre, en efecto, porque sólo se le exige quelea, que interprete, pero no cómo debe hacerlo: esoqueda a su albedrío.

No podía ser de otra manera, en coherencia con laactitud humanista y defensora de la libertad y de la dig-nidad del hombre que caracteriza a Cervantes, cuyo hi-dalgo afirma, orgulloso, contra los principios áureos decasta y clase, que “cada uno es hijo de sus obras”, yaconseja a Sancho que se atenga sólo a los “hechos vir-tuosos”, “porque la sangre se hereda, y la virtud seaquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre novale» (II, 42).

Antonio Rey HazasUniversidad Autónoma de Madrid

El Quijote, la poética de la libertad

MM

Actuación de Mägo de Oz en el Cervantes (2005).

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 1111 5555

LLA lectura despierta una gozosa lla-ma íntima que, bien alimentada,no se apaga nunca. Leer es una

perdurable aventura interior en la quesiempre surgen descubrimientos que nossorprenden, tanto en las maravillas exter-nas que salen por doquier como en lasemociones e inquietudes que reviven en laimaginación. Leemos para saber que noestamos solos; para conocer otras vidas,acercarnos a otros mundos y a otras cultu-ras, sentir nuevas emociones e intensificarlas ya vividas y comprender algo mejorlas inquietudes del género humano. La ex-periencia lectora es inagotable por la in-mensa capacidad de elección entre laenorme riqueza que atesoran los libros.Leyendo nos fundimos con las ansias denuestros semejantes. Y al mismo tiempolos grandes libros también nos leen a no-sotros, avivando actitudes, sentimientos yemociones que nos permiten conocernosmás y ser mejores personas.

Leer el Quijote depara la aventura su-prema entre cuantas hay guardadas paralectores cómplices. Cervantes escribiócon sabiduría infinita la más grande nove-la de todos los tiempos. Lo hizo procuran-do divertir y enseñar, en calculado equili-brio, a todos los lectores. Como dice pormedio del bachiller Sansón Carrasco, suhistoria “es tan clara, que no hay cosa quedificultar en ella: los niños la manosean,

los mozos la leen, los hombres la entien-den y los viejos la celebran, y, finalmente,es tan trillada y tan leída y tan sabida detodo género de gentes, que apenas hanvisto algún rocín flaco cuando dicen: ‘Allíva Rocinante’” (II, 3).

Parece increíble que los no-lectores dehoy hayan logrado afianzar el error deque el Quijotees pesado y aburrido cuan-do en realidad se trata de una de las obrasmás divertidas de la literatura universal.Como libro cómico fue leído en su tiem-po. Y cuantos discretos lectores de cual-quier época se acercaron limpiamente asus páginas han disfrutado de su comici-dad, humor y capacidad de entreteni-miento. ¿Qué ha sucedido para que hoyno siga siendo así? Se han producidocambios profundos en nuestra sociedad.Vivimos en tiempos de muchas prisas, yesta novela es larga; las nuevas genera-ciones han nacido en la cultura de la ima-gen, con los más jóvenes fascinados porcantos de sirenas informáticas, y ello noinvita a la lectura; hoy son otros los inte-reses, el Quijote pertenece al pasado ymuchas de las gracias derramadas en sutexto no son fáciles de entender para ellector actual. Por eso conviene usar unaedición anotada con explicaciones y co-mentarios breves de palabras antiguas yreferencias y alusiones históricas, litera-rias, mitológicas y otras sutilezas de

forma y estilo. En lo de-más, hágase caso a Cer-vantes: manoséenlo, siacaso, niños en edicionesabreviadas, léanlo mozosen trance de llegar a vein-teañeros, entiéndanlo per-sonas adultas según la ca-pacidad de cada una ycelébrenlo todos en la me-lancolía de la vejez, quetambién es la de don Qui-jote, cuando el mundo senos extingue.

¿Por qué leer elQuijote? Porque, bien leí-do en edad propicia, puederegalarnos un inmensoplacer estético, que, ade-más, se intensificará cadavez que lo volvamos aleer. El Quijotecontiene laparodia y burla de aventu-ras caballerescas quealumbraron la imaginaciónde muchos lectores desdefines de la Edad Mediahasta Cervantes. Aún hoyaquellos fabulosos libros

de caballerías cuentan conlectores de tanto prestigiocomo Mario Vargas Llosa.El Quijote ofrece unacompleta visión panorámi-ca de la sociedad españoladel siglo de oro. ¡Cómo sevislumbra toda la realidaden aquellos caminos pol-vorientos de la Mancha re-corridos por don Quijote ySancho Panza!, decía elnovelista francés Stendhal.La novela cervantina es-conde la construcción deun completo sistema lúdi-co que se desarrolla en unjuego codificado por donQuijote de acuerdo con lasreglas de la caballería an-dante. Así lo explicó Gon-zalo Torrente Ballester, elmayor heredero de Cer-vantes en los últimos tiem-pos: don Quijote finge sulocura para ser caballeroandante y protagonista deun libro, como tal se com-porta en sus aventuras yencuentros con otros per-sonajes, busca su reconocimiento por losdemás y respeta siempre las reglas de sujuego; pero hay gentes como el cura y elbarbero que las quebrantan y así retiran alcaballero encerrado en una jaula.

El Quijote representa también una for-ma de vida libremente elegida: el visiona-rio don Quijote crea su realidad, su nom-bre, sus armas, el nombre de Rocinante yel de su amada, Dulcinea del Toboso, queconstituye el ideal más sublime imagina-do por el ser humano. El caballero nuncadecae en la defensa de su ideal amoroso.Ni siquiera cuando es vencido en la playabarcelonesa por el Caballero de la BlancaLuna. Aun en el abismo de su desaliento,el derrotado don Quijote proclama su feen Dulcinea con estremecidas palabrasque hacían llorar al poeta romántico ale-mán Heinrich Heine: “Dulcinea del Tobo-so es la más hermosa mujer del mundo, yyo el más desdichado caballero de la Tie-rra, y no es bien que mi flaqueza defraudeesta verdad. Aprieta, caballero, la lanza, yquítame la vida, pues me has quitado lahonra” (II, 64).

La gran novela cervantina constituyeuna magistral síntesis de vida y literatura,de vida soñada y vida vivida; afirma losmás nobles valores del heroísmo; reflejalos afanes y penares de la prosa de la vidacotidiana; encarna una imperecedera lec-ción de solidaridad, justicia y amor albien, como resultado de una capacidad decomprensión de todo lo humano nunca su-

perada ni antes ni después; y es un canto ala libertad, entonado por un genial hidalgomanchego que, leyendo libros, se convir-tió en el lector ideal, creyendo cuanto leíay poniéndolo en práctica como don Quijo-te de la Mancha. Por eso Pedro Salinaspropuso nombrarlo santo patrono de loslectores. Que así sea.

Ángel Basanta

Por qué leer el Quijote

“Quijotes” escolares

El Quijote para jóvenesAunque muchos vengan afirmando que el Quijote no es libro

recomendable para jóvenes, los profesores sabemos que, dosifi-cando oportunamente su lectura y arropándola con las necesa-rias explicaciones, como venimos haciendo en las aulas con cual-quier autor clásico, es lectura que agradecen los estudiantes deEnseñanza Media. O al menos no suscita mayor rechazo que elque puede despertar cualquier otra obra de nuestra historia lite-raria. Para facilitar ese encuentro de los niños y jóvenes con lanovela de Cervantes se han preparado diversas ediciones del Qui-jote dirigidas a escolares. Hemos seleccionado las que nos pare-

cían más importantes y hemos invitado a sus preparadores o edi-tores a que nos revelasen sus propósitos cuando decidieron po-ner en circulación esos libros; algunos han preferido hablarnosde otros temas cervantinos. Estos son los trabajos de Ángel Ba-santa (responsable de varias ediciones de la novela publicadaspor ANAYA), Florencio Sevilla (editor en la colección CASTALIA DI-DÁCTICA), María Esperanza Cabezas y Luis Ferrrero (los preparado-res de la selección de CASTALIA PRIMA), Fernando Gómez Redondo(autor del libro en EDELVIVES) y Francisco Antón (el director de lacolección de lecturas de VICENS VIVES).

ÁNGEL BASANTA

Catedrático de Lengua y Literatura en el IESRey Pastor, crítico literario (semanalmenteaparecen sus críticas en El Cultural de El Mun-do) e ilustre cervantista. Ha editado el Quijoteen la editorial Plaza Janés y en Anaya (tantoen la colección Biblioteca Didáctica como en laversión ilustrada por José Ramón Sánchez).

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O1111 6666

UUNO de los mejores medios de conocer aCervantes consiste en recorrer los distin-tos discursos con que los laureados con el

premio que lleva su nombre han agradecido la en-trega de tan prestigioso galardón. Desde 1976 a2004, treinta autores han sido elegidos por la pro-ducción literaria de toda una vida y obligados, dealguna manera, a rendir homenaje al creador delQuijote, a reflexionar, cada 23 de abril en el AulaMagna de la Universidad de Alcalá de Henares,sobre la trascendencia de su figura, la significa-ción de su obra, el valor de la lengua española,sobre la influencia, en fin, que en cada uno deellos ha podido ejercer el descubrimiento y la lec-tura de los textos cervantinos.

Con estos treinta autores se podría escribir unabreve historia de la literatura del siglo XX, queintegrara además a la mayoría de las naciones delengua española.

En esa historia imaginaria tendría que habervarios epígrafes. Uno habría de dedicarse a laimagen que los autores hispanoamericanos hanconstruido sobre Cervantes, recreado una y otravez desde la perspectiva de la lengua y de la his-toria compartidas. Sería muy interesante repararen las breves anécdotas con que estos autores re-cordaban su acercamiento al Quijote, no siemprepositivo, como le ocurría a Mario Vargas Llosa:«Mi primera tentativa de entrar en elQuijote, enalgún año de la Secundaria, fue un fracaso: a cadapárrafo, las palabras difíciles y los giros arcaicospulverizaban la ilusión»; luego sería lo contrario,pero contando con la adecuada ayuda: «Sólo añosdespués, y gracias a La ruta de Don Quijote(1905), de Azorín, relato de su recorrido por laMancha en pos de las huellas de Cervantes, volvía leerlo, hasta el final». Adolfo Bioy Casares, en1990, reconocía haber comenzado a escribir antesde leer el Quijote, para sufrir después a una ver-dadera revelación: «Cuando leí el inolvidable co-mienzo y todo aquel primer capítulo que nos re-fiere cómo era don Quijote, dónde y con quiénesvivía, sentí una emoción muy fuerte. Había enella un dejo de ansiedad, porque don Quijoteabandonaría esa vida apacible, para salir en buscade aventuras, y una fascinación que probable-mente el despreocupado tono del relato exacerba-ba. Si mal no recuerdo, antes de concluir el pri-mer capítulo supe que yo quería ser escritor».Jorge Luis Borges, en 1979, rememoraba su pri-mera lectura –«allá por los años 1908 o 1907»–,mientras que Alejo Carpentier, en 1977, conser-vaba nítida la primera imagen de Cervantes: «Deniño yo jugaba al pie de una estatua de Cervantesque hay en La Habana, donde nací. De viejo ha-llo nuevas enseñanzas, cada día, en su obra ina-gotable...». Este mismo deseo lo planteaba JuanCarlos Onetti, en 1980: «He leído a Cervantes, yen particular el Quijote, incontables veces. Era unniño cuando lo descubrí, y espero volver a leerlouna vez más, por lo menos, antes de morirme».

Los españoles

No habría tantos recuerdos en el apartado delos españoles; la mayor parte de los premiados hanacido en los treinta primeros años del siglo XX,

con una visión de Cervantes más uniforme y con-dicionada por unos hechos históricos –la segundarepública, la guerra civil– que, a muchos de ellos,les llevaron a la otra orilla del Atlántico, arras-trando una memoria literaria, en la que Cervantesocupaba un lugar preferente. Francisco Ayalaconfesaba, en 1991: «Ya en la infancia, cuandoapenas podía entender el significado de muchasde sus palabras, leí el Quijotey para escándalo dequienes pudieran oírme incorporé a mi vocabula-rio algunas de esas palabras, entonces malsonan-tes, cuyo significado ignoraba; más tarde, escritornovicio ya, los críticos lectores de mi primera no-vela pudieron señalar en ella algo que era bastan-te obvio: los ecos inconfundibles del Quijote; ypor fin, ahora, escritor valetudinario, he dedicadomi última prosa, todavía inédita, a comentar y enalguna manera recrear cierto maravilloso pasaje

del Quijote, el del encuentro de su protagonistacon un caballero granadino».

Sería muy útil considerar a estos premiadosdesde la perspectiva de los géneros literarios an-tes apuntada, sobre todo para intentar determinar–más allá de los recuerdos– el grado de conoci-miento que de la obra y de la poética cervantinashabían adquirido estos autores a lo largo de suvida. Diez poetas han obtenido el premio; de losespañoles, cuatro pertenecen a la generación delveintisiete –Guillén, Diego, Alonso, Alberti–, unoa la generación del treinta y seis –Rosales–, y dosa la poesía de los cuarenta –García Nieto– y delos cincuenta –José Hierro–. Sólo García Nietorecuperaba al Cervantes poeta, citándolo expresa-mente: «Porque yo, como Cervantes, creo que la

poesía “es como una doncella tierna y de pocaedad, y en todo extremo hermosa, a quien tienencuidado de enriquecer, pulir y adornar otras mu-chas doncellas, que son todas las otras ciencias, yella se ha de servir de todas y todas se han de au-torizar con ella”». Luis Rosales, el autor de Cer-vantes y la libertad, en 1982, destacaba la perma-nente actualidad del escritor alcalaíno: «Desdehace más de doscientos años, Cervantes siempreha sido un escritor contemporáneo. Nunca ha per-dido esa virtud. Nunca ha perdido el contacto in-terior con los lectores. Nos habla desde dentro denosotros, y por esta razón ha sido, al mismo tiem-po, compañero y contemporáneo. Su lectura esimprescindible porque aún tiene una actualidadsucesiva, misteriosa y profética. Y algo más toda-vía; sigue teniendo una actualidad liberadora.Nos interesa destacar este aspecto. Hoy vivimosla crisis más profunda que hemos vivido nunca.Pues bien, siempre que la vida española se en-cuentra en crisis, vuelve la vista hacia Cervantespara encontrar en su novela el código de salva-ción».

Los novelistas

Si se valorara a los once novelistas hispanoa-mericanos, habría que subrayar las tres leccionesesenciales que Carlos Fuentes, en 1987, notabaen la obra cervantina, señaladas por él como pila-res de la literatura actual: «Radicalmente moder-no, Cervantes nos dice desde el siglo XVII: re-cuerden, podemos olvidar; miren, no sabemosquiénes somos; escuchen, ya no nos entendemos».Diez años después, en 1997, Guillermo CabreraInfante planteaba su discurso como un diálogocon Cervantes, mantenido en el curso de una cenaimaginaria, en la que se irían cruzando anécdotasy evocaciones, hasta jugar con la posibilidad deque don Quijote hubiera sido americano si su au-tor hubiera logrado viajar al Nuevo Mundo, tal ycomo quería: “No puedo evitar pensar que si losreaccionarios que ocuparon el lugar de los adelan-tados le hubieran dado permiso para emigrar a loque ya se llamaba América, su gran libro hubierasido escrito no en España, sino en la Nueva Espa-ña ¿Qué les parece don Quijote de las Indias?¿Qué tal Sancho Pampa? No habría habido moli-nos, pero habría vientos”. Y, por supuesto, no sepodría prescindir del mencionado discurso deVargas Llosa, porque nadie como el escritor pe-ruano ha sabido discernir el valor de la propuestanarrativa que subyace en el Quijote: «Lo que quie-re decir, por lo menos, dos cosas. La primera, queen el Quijote no admiramos a un personaje realsino a un fantasma, a un ser de ficción, y que loque nos aleja de Sancho es que, a diferencia de suamo, no se despega demasiado de nosotros, y poreso su manera de actuar y ver las cosas no nos pa-recen las de un ser novelesco sino las de un meromortal. Y eso me lleva a la segunda conclusión:que la razón de ser de la ficción, no es representarla realidad sino negarla, trasmutándola en unairrealidad que, cuando el novelista domina el artede la prestidigitación verbal como Cervantes, senos aparece como la realidad auténtica, cuando enverdad es su antítesis».

Con permiso de Rafael Sánchez Ferlosio, sepodría hablar de siete novelistas españoles, advir-tiendo el caso llamativo de Cela que no lo obtie-ne hasta 1995, después de la concesión del pre-mio Nobel, o el hecho significativo de que tenganque pasar diez años, de 1976 a 1985, para que unnovelista español sea galardonado. Precisamente,el primero de ellos, Torrente Ballester esbozabauna reflexión muy lúcida sobre la complejidad dela novela en relación con el escritor que la crea:«La complejidad de la vida sólo el hombre com-plejo puede adivinarla, y Cervantes lo era. Pose-yó como nadie el don de expresar verbalmente sumundo, y fue el primero en comprender que unanovela es ante todo un mundo cerrado que se bas-ta a sí mismo. Eso es el Quijote, su obra maestra,y, en serlo, en mostrárnoslo, consiste el mensajeejemplar de su autor, el que persiste a través delos siglos y hace de él un hombre próximo y ama-do como el mayor y el mejor de nuestros contem-poráneos».

Buero y Zambrano

Del discurso de Buero Vallejo, el único dra-maturgo, cabría destacar la recreación que reali-za de un Cervantes que parece salir, como si setratara de un personaje más, de uno de sus dra-mas históricos: «¿Cómo ha podido consumarseesta soberbia hazaña? Un pobre poeta hartas ve-ces golpeado por la desgracia y de mediocre éxi-to literario; sospechoso de erasmista a los vigi-lantes ojos de severos censores para los que talpropensión era abominable; sospechoso tal vez,incluso, de ascendencia conversa, pues esta erala sospecha que atribulaba a tantos escritoresque pasaban por ser «cristianos viejos», ¿cómologró, en aquella España difícil, triunfar con unlibro saturado, sí, de ironía y regocijo, mas tam-bién de libertad crítica, de desengaño y de trage-dia?». Adviértase que estos últimos caracteresson los que distinguen la producción teatral delpropio Buero.

Por último, y ya que sólo dos mujeres han ob-tenido este galardón, podría recuperarse la evoca-ción de la presencia femenina que María Zam-brano encontraba en el interior del Quijote, paraseñalar una de las claves del pensamiento de suautor: «Cervantes conoció, pues, la inexistenciadel amor: la inexistencia del amor en forma demujer inexistente. No podía ser suya ni de nadie;sólo tenía que aparecer, que mostrarse, que serllevada a la inexistencia del arte, lugar donde sees revelado sin ser poseído, en un remedo huma-no de la comunión. El hombre puede revelar tansólo la verdad pura, en su inexistencia y en unaespecie de renuncia a existir también él. Y a estoúltimo Cervantes estaba acostumbrado».

Fernando Gómez Redondo *

Cervantes en los premios Cervantes

CCUANDO la Editorial Castalia nos propusola preparación de una selección de textosdel Quijote para su Colección «Castalia

Prima», nos sentimos un poco abrumados ante elreto al que debíamos enfrentarnos. Por un lado,retumbaba en nuestros oídos la opinión de algu-nos ilustres cervantistas que sostienen que unaantología del Quijote carece de sentido y desvir-túa radicalmente la lectura de tan genial obra;pero, por otro, también nos llegaba el eco deotras, no menos ilustres, voces, que han destaca-do el aborrecimiento temporal de la literatura poruna imposición demasiado temprana, sin selec-ción alguna y sin matices, de la lectura de tan in-signe obra a ojos de los adultos.

En efecto, la complejidad de la obra y la leja-nía lingüística la hacen apenas franqueable paralas mentes jóvenes, más propicias al lenguaje di-recto y cercano a su mundo vital. Y sin embargo,la belleza de su hechura y la riqueza de aventurasinvitan a los adolescentes a un acercamiento a la«Historia» del Ingenioso Hidalgo, que tal vez sequede en la única oportunidad de asomarse a ella,o quizás despierte en ellos el gusanillo de la intri-ga para un posterior disfrute de la obra completa.

Ambos planteamientos, aparentemente contra-rios, justifican, a nuestro juicio, la existencia delas ediciones escolares reducidas, que, con mayoro menor acierto, se han ido sucediendo desdehace más de un siglo. Así como también fue el in-terés por reconciliar ambos «contrarios» el quenos movió a nosotros a aceptar la propuesta de laEditorial Castalia, en su colección didáctica desti-nada a los jóvenes.

Ya con las manos en la masa, nos asaltaban

múltiples preguntas. ¿Qué hacer para no desvir-tuar, en lo posible, la lectura del Quijotey, sin em-bargo, lograr una selección de textos que hicierano sólo realizable sino agradable y hasta amenaesa lectura? ¿Cómo conseguir que un joven pudie-ra de algún modo leer «todo» el Quijote sin leerlorealmente todo? ¿O carece de sentido proponer lalectura del Quijote a los lectores más jóvenes,como ha sugerido recientemente un Académico dela Lengua? ¿O han de leer la obra completa paraque se precien de haberla leído, aunque la abo-rrezcan, por ello, para el resto de sus días?

La Selección que hemos preparado ha preten-dido dar respuesta a tales preguntas. Así comotambién ha perseguido el propósito de facilitar lalabor de los profesores que, a su vez, se ven obli-gados a dar una respuesta, teniendo que elaborarellos mismos una selección de capítulos paraabordar la obra en el aula.

Nuestro esfuerzo ha consistido en realizar unaedición fragmentaria, pero no inconexa; de fácillectura, pero no desleal al valor de conjunto de laobra; en una lengua suficientemente actualizadacomo para favorecer la comprensión del texto,pero sin perder el clasicismo de Cervantes. Paraayudar en tal propósito hemos cuidado especial-mente las notas aclaratorias, ajenas a la ambiciónerudita y puestas al servicio del entendimiento delos lectores del sentido de las palabras y de las re-covecos literarios y estilísticos que enjaretan eltrenzado de la novela.

Con el fin de estructurar el contenido, que tra-ta de recoger todos los motivos centrales de laobra —omitiendo los que repiten la misma cons-trucción estructural—, hemos propuesto una divi-

sión en fragmentos que van dando noticia de losepisodios más significativos, sin que, por ello,coincidan necesariamente con la división en capí-

tulos del libro cervantino, precedidos todos porun resumen de los acontecimientos ausentes de laselección, con los que se ven engarzados los su-cesos relatados en los fragmentos seleccionados.

Y para saborear la hechura literaria de la obra,hemos aprovechado la sección editorial «Para sa-ber más»para proponer actividades que favorez-can la comprensión del texto y ofrezcan elemen-tos de reflexión o de observación del andamiajeliterario que conforma la novela. Así como variasactividades «complementarias», que abren las re-ferencias de la obra a otras realidades literarias.

Finalmente, y en un arrebato (impulso) de osa-día, nos pareció oportuno huir de las introduccio-nes al uso, e iniciar la edición con una Presenta-ción distinta, que supusiera una llamada deatención y una invitación de lectura a los jóvenesmás remisos a mantenerla entre sus manos. Pues,¿qué mejor forma de lograrlo que traer a la luz unextraño «encuentro», una tarde de otoño en unaventa manchega, en el que un lector de HarryPotter, de El señor de los anillos y de El códigoDa Vinci escucha embelesado las confidenciasdel mismísimo Príncipe de los Ingenios?

M.ª Esperanza Cabezas Martínez *Luis Ferrero Carracedo *

Algo más que una lectura fragmentaria

* M.ª Esperanza Cabezas Martínez, Catedrática deLengua y Literatura, es autora de diversos manuales es-colares. Luis Ferrero Carracedo es Catedrático de Filoso-fía del IES Cervantes y profesor de la Universidad SanPablo-CEU. Ha publicado varias monografías de su es-pecialidad. Ambos son autores de una edición escolar dela Ilíada y Odisea, aparte de esta del Quijote, que aquícomentan, publicada en la colección Castalia Prima.

* Fernando Gómez Redondo es Catedrático de Insti-tuto y Profesor Titular de la Universidad de Alcalá deHenares. Estudioso de nuestra literatura, especialmentede la medieval, ha publicado diversas monografías de suespecialidad y es el editor de un Quijote escolar publi-cado por Edelvives.

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 1111 7777

EEL Quijotees un libro que todo el mundo tieneen casa pero que muy pocos han leído. Su vo-luminosa apariencia y, en particular, su con-

dición de clásico, no parecen estimular a las gentes aemprender su lectura, salvo en el ámbito escolar. Sinembargo, los estudiantes que tienen el Quijote entrelas manos a menudo semejan forzados galeotes. Eneste sentido resulta revelador que, en el año del cen-tenario de la novela, las autoridades académicas deCataluña sólo se hayan animado a prescribir en ba-chillerato la lectura de una docena de capítulos de laprimera parte y de una veintena de la segunda. Perocon esa muestra antológica de la novela, ¿podemosafirmar que los alumnos alcanzarán a conocerla?Más importante aún, ¿disfrutarán de la lectura? Aca-bado el bachillerato, ¿se sentirán estimulados a reto-mar la obra para leerla por entero?

De hecho podríamos preguntarnos también a quécabe atribuir la falta de ambición de esa propuesta.¿Acaso al excesivo número de páginas de la novela?Si ésa es la razón aducida, desde luego no debe ser laúnica, por cuanto niños y niñas de diez años devoranen un quítame allá esas pajas las voluminosas entre-gas de las aventuras de Harry Potter. ¿Y es quizá elQuijote menos importante que los libros de Row-ling? A los responsables de fijar las lecturas obliga-torias seguramente les desalentaron más las dificul-tades intrínsecas que los clásicos suelen ofrecer parauna persona que carece de la suficiente formación.En el caso del Quijote, y más allá de la extensión dela novela, estas dificultades provienen de la morosi-dad de algunos pasajes en que la acción progresapoco, de las digresiones que distraen nuestra aten-ción de la historia principal del hidalgo y su criado,y, sobre todo, de los problemas de carácter lingüísti-co, por no referirnos al complejo entramado intelec-tual e ideológico de un relato que nos habla de otraépoca y que está aderezado de continuas alusiones li-terarias, en las que a menudo reside la clave del hu-mor paródico de la obra.

Una adaptación próxima al original

Para salvar todos esos obstáculos y acercar elQuijote al lector bisoño o amilanado ante la exten-sión del libro o su venerable antigüedad, en VicensVives nos propusimos llevar a cabo una adaptaciónque fuera escrupulosamente respetuosa con el origi-nal. El objetivo era conseguir una versión “podada”

con esmero, de manera que pudiéramos imprimir unritmo vivo a la acción de la novela y subsanar sus di-ficultades lingüísticas. Aunque en la adaptación de laserie «Clásicos Adaptados» el escritor EduardoAlonso ha reducido la extensión de la obra original auna tercera parte, no falta en ella un solo episodio opersonaje; el relato es de ese modo más ágil y loslances cómicos cobran un especial relieve.

En el proceso de poda y supresión de dificultadesera forzoso intervenir de continuo en el texto, cam-biando ocasionalmente unas palabras por otras, rees-tructurando a veces frases complejas e hilvanando elrelato cuando se omitían fragmentos de diversa ex-tensión. En esas intervenciones se ha procurado res-petar al máximo la prosa cervantina, de manera quelos términos o estructuras sintácticas que sustituían alos empleados por Cervantes debían ser también pro-pios de don Miguel; y, cuando al efectuar los cam-bios, la duda asaltaba al adaptador, se consultabanlas obras cervantinas en soportes informáticos paracomprobar que no se traicionaba la prosa de Cer-vantes.

Dado que el lenguaje del Quijote es una de lasgrandes invenciones de su autor y un factor clavepara entender el humor que destila la obra, se hapuesto un cuidado especial en conservar su variedadde registros, por lo que se reproduce tanto el altiso-nante y libresco, salpicado de arcaísmos, del prota-gonista, como los barbarismos del vizcaíno, el hablarústica de los aldeanos o la expresión sencilla y cua-jada de refranes de Sancho.

El esmero con que se ha compuesto la adaptaciónhace que apenas se perciban las podas a que se hasometido el texto ni las suturas con que se va anu-dando y tramando. Nuestra intención era que el co-nocedor del Quijote no advirtiera la mano del adap-tador y que a un profesor nada le sonara ajeno aCervantes. Salvo en las interpolaciones de la prime-ra parte, abreviadas y reescritas considerablemente,el texto resultante es en buena medida del propioCervantes, por lo que el lector ha de tener la impre-sión de que está leyendo el original.

Una reescritura de la novela

Las características de la adaptación que he descri-to no la convierten en todos los casos en una obraadecuada para un lector adolescente, puesto que si-gue conservando las múltiples referencias culturales

y literarias del original y un alto grado de elaboraciónlingüística. Si pretendíamos que también los adoles-centes se acercaran al Quijotey disfrutaran de su lec-tura, era indispensable emprender una adaptación derasgos muy distintos. Dado que el mundo descrito enla novela cervantina y el lenguaje en ella empleadoestán muy alejados de los adolescentes de hoy, se im-ponía seleccionar los episodios más emblemáticos ehilarantes, urdirlos hábilmente y reescribir la historiadel loco hidalgo con un lenguaje accesible a la capa-cidad de comprensión de los más jóvenes, aunquecon una notable dignidad literaria. Fue así como na-ció la adaptación de Agustín Sánchez Aguilar publi-cada en nuestra colección «Cucaña».

Al comprimir la historia se corría el riesgo de re-currir de continuo a la narración, con lo que se hu-biese falseado la naturaleza de la novela, de la queforman parte sustancial los “sabrosísimos” diálogosde don Quijote y Sancho. Por ello se puso un empe-ño muy especial en equilibrar el peso relativo de na-rración y diálogo, de manera que el lector tuvieraante sí una reproducción en miniatura del original.La adaptación debía tener también una dosis de losingredientes que hacen del Quijoteuna obra tan sin-gular: además de la omnipresente comicidad, algu-nos pasajes en que se evidencie que la novela es unaparodia de los libros de caballerías; esa idea tan cer-vantina de que las cosas no siempre son lo que pare-cen; el juego metaliterario genial en que se multipli-can los autores y en que ficción y realidad se

confunden hasta el punto de que los personajes lle-gan a leer su propia historia en el libro que protago-nizan; una pizca de la actitud crítica e irónica deCervantes ante el mundo que lo rodea; una porcióndel regusto amargo que dejan en el lector las burlasy el maltrato de que son víctimas los ingenuos prota-gonistas; y, sobre todo, un matizado retrato de lospersonajes, que se ha impuesto a la tentación decomponer una narración atropellada que dé cabida almayor número de aventuras. A través sobre todo delos diálogos de esta adaptación, apreciaremos quedon Quijote es un loco que desatina cuando la fic-ción caballeresca le nubla la vista pero que manifies-ta una cordura y una lucidez pasmosas en cualquierotra circunstancia; y advertiremos también que San-cho no es sólo un tosco campesino con “poca sal enla mollera”, que estima a su amo y le profesa una in-quebrantable fidelidad, sino también un hombre lle-no de sentido común que acaba contagiándose delingenio y las ilusiones de don Quijote.

* * *

Muchos probablemente pensarán que atreverse atocar una sola línea a un texto tan venerable como elQuijotees un crimen que debería estar penado con lahoguera. Quienes piensen de ese modo deberían, altiempo que pronuncian su veredicto, proponer la es-trategia que consideren más apropiada para que losmás jóvenes aborden la lectura del Quijote sin queles parezca que les ha caído encima la peor de lasmaldiciones divinas. Nuestra intención, desde luego,no ha sido la de componer unas obras sucedáneasque sustituyan la lectura del original, sino unos tex-tos que, como pretendía Cervantes con su novela,entretengan, diviertan y dejen a los chicos y chicascon un buen sabor de boca para que, llegado el mo-mento oportuno, se sientan estimulados para tomarla novela cervantina y solazarse a sus anchas.

Cervantes compuso el Quijote con el deseo deagradar a todos, como lo demuestra el hecho de que,en la segunda parte de la novela, prescindiera de in-corporar relatos como los que había intercalado en laprimera parte porque muchos lectores se los habíancriticado. En el capítulo III de la segunda parte, elbachiller Sansón Carrasco dice alborozado que elQuijote corre de mano en mano y que “los niños lamanosean, los mozos la leen, los hombres la entien-den y los viejos la celebran”. Puesto que el Quijotese escribió para todos, al componer unas adaptacio-nes rigurosas para acercar la obra de Cervantes a unpúblico muy amplio, se lleva a cabo un acto de pro-funda lealtad al autor, pues se restituye a la mayoríalo que nació para la mayoría.

Francisco AntónDirector de la colección de lecturas

de Vicens Vives

HHACE ya mucho tiempo que el Quijotesuperósu condición de obra literaria áurea, entreve-rada de Renacimiento y Barroco, para conver-

tirse en un verdadero icono cultural, de dimensionesmíticas, capaz de amoldarse a toda suerte de mani-festaciones artísticas, con independencia de geogra-fías, lenguas y creencias… Este Centenario que nosha tocado celebrar, con cuatrocientos años de tradi-ción creativa a la espalda, lo ha convertido, definiti-vamente, en moneda de curso acuñada en cuantostroqueles seamos capaces de imaginar: literarios, ci-nematográficos, teatrales, musicales, pictóricos, tu-rísticos, carnavalescos, publicitarios, televisivos, etc.De resultas, la grandeza del creador y de su criaturase han encumbrado hasta el punto de que –se diría–sólo cabe reverenciarlos: al primero, como al mejornovelista internacional de todos los tiempos; a la se-gunda, como a la más extraordinaria invención lite-raria jamás ideada…

Sin embargo, el Quijoteno es obra de arte conce-bida de un plumazo por la genialidad creativa de suautor. Muy al contrario, volviendo a los orígenes,Miguel de Cervantes se nos retrata acongojado, pe-saroso y titubeante ante la empresa literaria que seha propuesto con su Ingenioso hidalgo:«¿Qué podráengendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío,sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadi-zo y lleno de pensamientos varios y nunca imagina-dos de otro alguno, bien como quien se engendró enuna cárcel, donde toda incomodidad tiene su asientoy donde todo triste ruido hace su habitación?»; apunto está, incluso, de desistir: «Yo determino que elseñor don Quijote se quede sepultado en sus archi-vos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien leadorne de tantas cosas como le faltan; porque yo mehallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia ypocas letras» (Quijote, I-Prólogo). Bien podría tra-tarse –como es tópico entender– de un simple juegoliterario alentado por la ironía burlona de quien sesabe superior a sus contemporáneos en estas lides;de ahí la socarronería del amigo «gracioso y bien en-tendido». Pero también podría ser –sin que ello mi-nusvalore el resultado– confesión fidedigna de lasinseguridades de un creador audaz donde los ha-bía…; podría ser –vale decir– que la mítica historiade nuestro hidalgo lugareño, tan elogiada por lostiempos, fuese concebida como experimento narrati-vo no exento de incertidumbres e inseguridades.

Desde luego, no corrían buenos tiempos paranuestro artífice cuando, en la década de los noventa,andaba a vueltas con leyenda caballeresca tan dispa-ratada: cárceles al margen, llevaba muchos años se-parado de su familia y arrastrando una penosa ges-tión como recaudador oficial de impuestos, mientrasque se le habían cerrado incluso las puertas de los

corrales de comedias («no hallé pájaros en los nidosde antaño…»; Ocho comedias, Prólogo); y tampocoes que hubiesen mejorado mucho cuando, por fin, sedecide a publicarla a finales de 1604: «al cabo detantos años como ha que duermo en el silencio delolvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas,con una leyenda seca como un esparto, ajena de in-vención, menguada de estilo, pobre de concetos yfalta de toda erudición y doctrina» (Quijote, I-Prólo-go). Ciertamente, hay un abismo entre el autor “se-gundón” que da a las prensas El ingenioso hidalgo,nada seguro de sí mismo ni de la suerte de su escri-to, y el novelista hecho y derecho, orgulloso de suvirtuosismo literario, que rubrica las publicacionesde sus últimos años: «Me doy a entender, y es así,que yo soy el primero que he novelado en lenguacastellana» (Novelas ejempla-res, Prólogo). Nos da la sen-sación de que Miguel de Cer-vantes Saavedra, a la sazón excautivo fracasado incluso enempresas literarias, se planteóel primer Quijote como unverdadero reto personal;como un desafío creativo en-caminado a alumbrar una lite-ratura rabiosamente novedo-sa, aun a riesgo del fracasomás estrepitoso.

Buena prueba de ambascosas, de la firmeza en laapuesta y de los titubeos con-siguientes, son, de una parte,lo descabellado del plantea-miento global («nunca imagi-nados de otro alguno») y, deotra, las inconsecuencias debulto que lo aquejan: «No hasido sabio el autor de mi his-toria, sino algún ignorante ha-blador, que, a tiento y sin al-gún discurso, se puso aescribirla, salga lo que salie-re» (Quijote, II-III ). Mírese bien, si no, que frente aempeños de tan altos vuelos moralizadores y tan re-cios compromisos religiosos como los de Mateo Ale-mán en el Guzmán de Alfarache–el principal com-petidor–, Cervantes se atreve a salir a la palestraliteraria con una parodia caballeresca hilarante don-de las haya: un hidalgo lugareño, vejestorio y chifla-do por los libros de caballerías, decide resucitar lasleyendas heroicas de antaño acompañado de un des-tripaterrones de su aldea… Y no se pase por alto,tampoco, que Don Quijote de la Mancharesponde aun proceso creativo tan dilatado en el tiempo (unos

veinte años) como accidentado; por no decir quecompositivamente hablando es un auténtico desas-tre: integra tres impulsos creativos claramente dife-renciables (novela corta, El ingenioso hidalgoy Se-gunda parte del ingenioso caballero), de donde sesigue que la supuesta Primera parteva dividida encuatro (I: I-VIII , II: IX-XIV , III: XV-XXVII y IV: XXVIII -LII ); consta de 126 capítulos repartidos en tres sali-das sin lógica alguna (1ª: I, II-V; 2ª: I, VIII -LII y 3ª: II,VIII -LXXIII ); abundan los olvidos y descuidos por do-quier (robo y recuperación del rucio de Sancho, epí-grafes de los capítulos, nombres de los persona-jes…), etc. Sin duda, se estaba apostando muy fuertey los riesgos eran evidentes: ningún poeta «tan necioque alabe a Don Quijote», diría Lope de Vega, buencatador del gusto literario de entonces.

Y es que no podía ser paramenos, pues nuestro atrevidoinventor se proponía sacar aluz en su Quijote una recetaliteraria nunca vista ni oídaantes, cuya clave nos desvela-ría él mismo bastantes añosdespués: «Yo he abierto enmis novelasun camino / pordo la lengua castellana puede/ mostrar con propiedad undesatino» (Viaje del Parnaso,IV, vv. 25-27). El “desatino”,en este caso, era descomunal:consistía en fundir en el mis-mo crisol la Historia y la Poe-sía, la Realidad y la Ficción o,en definitiva, la Vida y la Li-teratura, de modo y maneraque resultasen indisociables;la “propiedad” solo dependíade algunos rudimentos retóri-cos, apenas esbozados en laspoéticas e inoperantes para elgénero novelesco. No obstan-te, Cervantes asumió el retocon firmeza y, sin olvidarse

de las reglas consabidas («uno es escribir como poe-ta y otro como historiador: el poeta puede contar, ocantar las cosas, no como fueron, sino como debíanser; y el historiador las ha de escribir, no como de-bían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a laverdad cosa alguna»; Quijote, II-III ), acometió su ob-jetivo con pulso firme. Así, la columna vertebral dela novela viene dada por un continuo vaivén entreuno y otro extremo: si la locura sirve de trampolínque nos lanza desde la historia-vida hacía la poesía-literatura, los encantadores nos traen desde la fanta-sía hasta la realidad; un círculo vicioso magistral que

funciona a modo de falsilla en la práctica totalidadde las aventuras caballerescas y motivos quijotesco(molinos, rebaños, yelmo, Clavileño, Dulcinea, etc.).Y no de otra manera, la serie literaria más difundiday disparatada durante todo el siglo XVI, los libros decaballerías, poblados por paladines, princesas, ma-gos o endriagos, se ven revividos en las tierras man-chegas, habitadas por hidalgos, labradores, prostitu-tas, carneros o molinos de viento...; o viceversa, quetanto monta: los caminos, campos y sierras manche-gas, con sus gentes y escenarios reales, dan vida alas criaturas fantásticas de las ficciones caballeres-cas.

Pero lo grandioso en verdad, lo que convirtió alQuijote en la primera novela universal de por siem-pre jamás, no es tanto la fusión que ofrece entre viday literatura o viceversa –siempre natural y verosí-mil–, como la sencillez con la que se opera esa her-mandad pese a la heterogeneidad de sus integrantes;quizás no sólo la sencillez, sino también la credibili-dad que obtiene dentro y fuera del propio texto: bas-ta con un poco de viento para que el molino se me-tamorfosee en gigante («Levantose en esto un pocode viento y las grandes aspas comenzaron a mover-se», I-VIII ), una simple polvareda transformará a losrebaños en ejércitos («se vieran bien las dos mana-das que a don Quijote se le hicieron ejército, si lasnubes del polvo que levantaban no les turbara y ce-gara la vista», I-XVIII ), el vino tinto en la oscuridadhará de los cueros desaforados gigantes («ha dadoalguna cuchillada en alguno de los cueros de vinotinto que a su cabecera estaban llenos, y el vino de-rramado debe de ser lo que le parece sangre a estebuen hombre», I-XXXV ), unos fuelles y unas estopasencendidas pondrán alas a Clavileño («unos grandesfuelles le estaban haciendo aire […] con unas esto-pas ligeras de encenderse y apagarse, desde lejos,pendientes de una caña, les calentaban los rostros, II-XLI ), y así interminablemente… Por asombroso queresulte, el arte nuevo de hacer novelas cervantino noentraña mayor complejidad técnica: son las circuns-tancias cotidianas, así de simples y ramplonas, lasque hacen posible tan singular milagro creativo…

El Quijote, en suma, fue concebido por Miguel deCervantes, al calor de la vida misma, como reto perso-nal: las circunstancias fueron adversas, la apuesta dis-paratada, el resultado definitivo: la novela moderna.

Florencio Sevilla Arroyo *

Ganar lectores para el Quijote

El Quijote y los clásicos

Cervantes ante el Quijote: un reto creativo

* Florencio Sevilla Arroyo es Profesor Titular de la Uni-versidad Autónoma de Madrid y Director del Departamentode Filología Española; especialista en la literatura medievaly del Siglo de Oro, es autor de varias ediciones (algunas es-colares) del Quijote (Colección Castalia Didáctica).

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O1111 8888

El Quijote por esos mundosEn el primer mes de este curso, los redactores de EL INGENIO-

SO HIDALGO nos dirigimos a casi todos los centros Cervantes queenseñan por el mundo la lengua española para invitar a sus di-rectores a contar muy brevemente si se sigue leyendo la inmor-tal novela en esos lugares tan lejanos.Algunos tuvieron la inmensa generosi-dad de contestar a la carta que les lle-gaba de un modesto instituto de Ma-drid.

Xabier Markiegi, desde Rabat, nostomaba el pelo por haberle enviadouna carta, en vez de emplear otros sis-temas más acordes con la tecnologíade nuestro tiempo, y nos revelaba quees el Quijote la novela más leída porlos estudiantes de nuestro idioma enTetuán. Por Rosa María Moro, desde TelAviv, nos enteramos de que en los úl-timos cien años la novela se ha tradu-cido tres veces al hebrero (curiosa-mente, según nos dice, existe unQuijote abreviado para niños en unpaís en el que nuestro personaje sim-boliza la ingenuidad). Desde Yakarta, lugar especialmente cerca-no a nuestros corazones en los últimos meses, Rafael Martín nosdice que no cuentan con una sola traducción de la novela cervan-tina. Pocos lectores de Cervantes hay en Filipinas, según nos in-

forma Javier Galván; lo mismo pasa en Holanda, donde, nos ase-gura Isabel Lorda, pocos saben quién fue Cervantes.

Nada menos que un hispanista de Nueva Delhi, Shyama Pra-sad, nos escribe para decir que nuestra novela es conocida por

los escolares de la India, en donde hasido traducida a varias de sus lenguasmilenarias como el bengalí, por ejem-plo. También tuvimos fortuna en Por-tugal: desde Lisboa la principal cer-vantista del país vecino nos habla del“Campeón del Bien”, como llamaron alcaballero los poetas de finales del si-glo XIX. Supimos, además, que Fez seprepara para celebrar el IV Centenario.Y nos emoció la noticia de Manuel Fer-nández-Conde desde Hanoi: en Viet-nam acaban de traducir en el año2000 la novela. Desde el edificio his-tórico que tiene en Tetuán el InstitutoCervantes nos llega la carta de suamable director, Miguel Spottorno: suscasi mil quinientos alumnos de espa-ñol conocen la novela, que es lectura

obligada y la más consultada de cuantos volúmenes guarda la bi-blioteca de la institución.

Gracias por vuestras noticias, amables profesores del españolpor esos mundos.

Desde Yakarta, en Indonesia

AANTES de nada quería felicitaros por la ini-ciativa y el interés que mostráis por la figurade Cervantes, que da nombre a vuestro Insti-

tuto y al mío, y por el proyecto de la revista que te-néis entre manos.

El Quijotees una obra esencial en la literatura en-tre otras cosas por su universalidad; porque toca as-pectos y valores humanos que trascienden el mo-mento cuando son escritos y el lugar: son historiasque, aunque están localizadas en el siglo XVII en al-gún lugar de la Mancha, también pueden ser aplica-das a otras personas que viven a miles de kilómetrosde España, por ejemplo en Indonesia, y en nuestraépoca, el siglo XXI.

Pero aunque esta obra es muy famosa en Españay en todo el mundo occidental hay países que no laconocen. En Indonesia no hay una traducción de El

Ingenioso Hidalgo don Quijote, por lo que es de di-fícil acceso para la mayoría de la gente.

Encontramos personas que pueden haber oído ha-blar algo de este clásico, pero no muchas. Y todavíano he conocido a ningún indonesio que lo haya leído–en inglés o español–.

Este año la Embajada de España, el Aula Cervan-tes y la Universidad Trisakti-una universidad local-han traído desde España un espectáculo de marione-tas precioso, que representaba las aventuras de donQuijote y Sancho. Fue un éxito total, el público vi-bró y se emocionó con la historia.

De todas formas tenemos que darnos cuenta deque este mundo es muy grande y hay muchas cosaspor conocer. ¿A que vosotros no conocéis al escritorAnata Toer, o la obra Ramayana? El primero es unescritor indonesio muy importante y de reconocidoprestigio internacional. El segundo es el título de unaobra de referencia en la literatura de este maravillo-so país.

Rafael Martín GarcíasCoordinador del Aula Cervantes

de Yakarta

Desde Nueva Delhi, en la India

EEN nombre de los profesores del Departamen-to de Español de la Jawaharlal Nehru Univer-sity y en el mío propio quiero felicitaros por

vuestra estimulante iniciativa. Espero que la aporta-ción que adjuntamos os resulte interesante y útil para

la revista El Ingenioso Hidalgo: se trata de una notadel prestigioso hispanista indio Shyama Prasad Gan-guly, profesor en el Departamento de Español deesta Universidad; aparte de sus publicaciones en tor-no a diferentes temas relacionados con la lengua y laliteratura española e hispanoamericana en la India,ha participado en numerosas conferencias y congre-sos, en alguno de los cuales ha tratado justamentesobre lo que nos pedíais en vuestra carta.

Eva González de LucasCoordinadora del Aula Cervantes de Nueva Delhi

Don Quijote en la India

AAL igual que en otros lugares del mundo, elQuijote es ampliamente conocido en ciertossectores y entre universitarios, niños y ado-

lescentes escolares, especialmente en los ámbitos ur-banos.

Al no existir una relación histórica entre España yla India, aunque la obra en su versión inglesa hayatenido difusión debido a su calidad universal y eter-na, este hecho fue propiciado sobre todo por los es-tudios y reflexiones del Romanticismo inglés, y el

Quijote no ha sido aquí objeto de estudios críticosespecializados hasta fechas muy recientes.

Entre las muchas lenguas de la India, hay veinti-dós de ellas cuya literatura se remonta más de 1000años, 2000 en algunos casos. Las traducciones delQuijote a lenguas indias comenzaron en 1887, añoen que salió la primera versión en bengalí. Desdeentonces han aparecido traducciones al urdu, alhindi, al marathi, al gujarati, al tamil, al malaya-lam, etc., aunque todas ellas eran versiones abre-viadas basadas en traducciones inglesas. Es en1963 cuando sale la primera traducción completa,al hindi, del primer tomo, publicada por la Acade-mia de las Letras y realizada por el académico Cha-rinath Pandey.

Muchas traducciones abreviadas se habían reali-zado adaptadas de tal manera que resultaban senci-llas de entender para los niños, y además acentuabanvalores didácticos y morales, de manera que toda lapoblación escolar conoce algún que otro episodio dellibro.

En los últimos años la obra está siendo estudiadacríticamente en los programas de estudios universi-tarios, y ahora, con el impulso de la Embajada de Es-paña, se ha pensado en un proyecto de traducción.

Prof. S. P. GangulyProfesor del Departamento de Español de la Jawaharlal Nehru University (Nueva Delhi)

Desde Manila, en Filipinas

MME parece estupendo que hagáis una revis-ta en el Instituto, y que este año saquéisun número extraordinario, dada la efemé-

ride que todo el mundo va a conmemorar.En Filipinas, aunque mucha gente haya oído ha-

blar del Quijote, pocos son los que lo han leído. Las

Filipinas están muy “americanizadas” e influidas porHollywood, NBA y McDonald. La Cultura, con ma-yúscula, es todavía para una elite, aunque poco apoco el interés por los temas culturales crece de añoen año; y ahí estamos nosotros, intentando difundirla cultura en español.

Hace pocos días pronuncié en Corea una confe-rencia en el seno de un coloquio organizado por laAsociación de Cervantistas y la Asociación de His-panistas Coreanos. Adjunto el texto de dicha confe-

rencia, en el que encontraréis algunos datos curiosossobre Filipinas y el universo cervantino. (No lo re-producimos por su larga extensión).

Dada vuestra vocación periodística, me es muygrato enviaros un ejemplar del último número denuestra revista Reseña, prácticamente la única publi-cación periódica –junto a la hoja de avisosNuevaEra– en español, hoy, en Filipinas.

Javier GalvánDirector del Instituto Cervantes en Manila

Desde Hanoi, en Vietnam

GGRACIAS por dirigiros a nosotros para solici-tar información acerca de la recepción delQuijote en Vietnam. Desde aquí os ayudare-

mos suministrándoos toda la información de la quedisponemos. Es un placer ayudaros en la medida denuestras posibilidades.

Lo primero que quería deciros es que en Vietnamhay cierto conocimiento de la cultura hispánica,dado que durante muchos años este país mantuvo re-laciones muy cercanas con Latinoamérica, especial-mente con Cuba, promoviendo el intercambio cientí-fico, académico y comercial entre ambas naciones.Eran muchos los vietnamitas que iban (y aún siguenyendo) a estudiar en universidades cubanas y desem-peñarse profesionalmente con posteridad en Viet-nam.

Teniendo en cuenta esto y la posterior inaugura-ción de dos lectorados (plazas de profesores de espa-ñol) de lengua española en dos universidades vietna-➥

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O 1111 9999

mitas en el año 2002, así como la apertura del AulaCervantes de Hanoi en septiembre de 2001, tendre-mos una visión más global del asunto.

En lo que al Quijotese refiere, y dentro de una es-casa tradición de traducir obras originales en españolal vietnamita, existe una traducción desde el francésal vietnamita, publicada en el año 2000 y cuya porta-da reproducimos en la página 18. El conocimiento dela obra de Cervantes es, por lo general, escaso, aun-que a nivel universitario ya se ha realizado algunainiciativa para darle difusión, como la lectura telefó-nica de un capítulo a cargo de los alumnos del De-partamento de Español de la Universidad de EstudiosExtranjeros de Hanoi, conmemorando el Día del librode 2002. Esta lectura fue organizada por el InstitutoCervantes desde el Círculo de Bellas Artes de Ma-drid, y en ella participó la mayoría de los centrosCervantes de todo el mundo. Este año, dentro de lacelebración del Año del Quijote, en el que se celebrael cuarto centenario de su publicación, tanto el AulaCervantes de Hanoi como la Embajada de España enHanoi tienen prevista una serie de actividades queayuden a divulgar la genial obra de don Miguel de

Cervantes. Entre ellas habrá un grupo de danza querepresentará un espectáculo basado en el Quijote, al-guna representación teatral, exposiciones y actuacio-nes musicales. También recientemente se ha abiertoel plazo de presentación de trabajos para un Certa-men de dibujos y caricaturas inspirados en personajesdel Quijote. A otro nivel, el Aula Cervantes de Hanoiorganizará proyecciones cinematográficas, talleres delectura y dramatización de pasajes de esta obra entresus usuarios, la mayoría estudiantes de Español en laUniversidad de Estudios Extranjeros de Hanoi.

Manuel Fernández-Conde RodríguezCoordinador del Aula Cervantes de Hanoi

Universidad de Estudios Extranjeros de Hanoi

Desde Utrecht, en Holanda

EEN Holanda don Quijote es muy conocido.Casi todo el mundo ha oído hablar de él, aun-que en realidad muy pocos holandeses han

leído la novela. Como personaje, es muy popular. Elciudadano holandés medio se lo imagina como uncaballero, un poco loco, que lucha contra el mundo.En 1997 apareció una nueva traducción, muy buena,de la escritora holandesa Barber van de Pol que, in-tentando respetar todo lo posible el texto original, lovertió al holandés de la época. Su traducción ha sidomuy elogiada. Incluso escribió un libro muy curiososobre cómo había traducido el Quijote.

Miguel de Cervantes es menos conocido que supersonaje. La experiencia con nuestros alumnos deEspañol es que sí saben quién es don Quijote peroignoran quién es su autor.

Isabel Lorda VidalDirectora del Instituto Cervantes de Utrecht

Desde Lisboa, en Portugal

CCON mis disculpas por el retraso, os envío untexto de la profesora María Fernanda Abreu,la principal cervantista de Portugal, sobre

Don Quijote en Portugal. Mucho ánimo con la re-vista y un saludo cordial de Manuel Fontán del Jun-co, Director del Instituto Cervantes de Lisboa.

* * *Desde que, en el mismo año de 1605, se editaron

en Lisboa dos ediciones del libro hasta nuestros días,no ha dejado el libro de Cervantes de impresionar alos lectores y a las lectoras portugueses, los cuales, alo largo de estos 400 años, lo han incorporado a suimaginario, escribiendo otros libros en diálogo conél, invocándolo en multitud de situaciones, aun sinleerlo, ilustrándolo, traduciéndolo, teatralizándolo,recurriendo a él en las situaciones de crisis de la his-toria portuguesa.

En el mismo siglo XVII se escribieron panfletospolíticos, poemas u obras de teatro. En el sigloXVIII, de esas múltiples reescrituras fueron famosasuna «ópera jocosa» del «judío» António José da Sil-va y un poema satírico de Nicolau Tolentino. En elsiglo XIX, los románticos portugueses adoptaron lalectura idealista del Quijote, creada por filósofos yliteratos alemanes. Y los mayores escritores del si-glo, Almeida Garrett, Camilo Castelo Branco y Evade Queirós, lo invocaron repetidamente, como mo-delo de caballero andante, de hombre enamorado, deloco sublime o, en el caso de Eva de Queirós, comoel creador de la risa regeneradora; los poetas finise-culares exaltaron a don Quijote como un «Campeóndel Bien».

En el siglo XX, empezaron conmemorando, conentusiasmo y ahínco, su publicación. y desde enton-ces, y durante los últimos cien años, a través de es-critores como Pascoaes, Miguel Torga, Saramago oLobo Antunes, la literatura portuguesa ha invocado adon Quijote para que ayude a entender el ser «sau-doso» o melancólico de los portugueses, para clamarcontra la guerra o las injusticias sociales, en fin, pararesponder a la necesidad vital de utopía.

Prof. Dra. María Fernanda AbreuUniversidad Nova de Lisboa

Desde Tetuán, en Marruecos

QQUIERO felicitaros por la espléndida iniciativaque habéis tenido al realizar un número extra-ordinario en vuestra revista, EL INGENIOSOHI-

DALGO, sobre el cuarto centenario de la publicacióndel Quijote. Además os doy las gracias por la cartaque me habéis dirigido en mi calidad de director delInstituto Cervantes en Tetuán, solicitándome una so-mera información en relación con la presencia de laobra cervantina en Marruecos.

Es para mí muy grato poder contestaros y aprove-cho esta oportunidad para deciros que es un honorrepresentar al Instituto Cervantes en Tetuán, ciudadque se encuentra al norte de Marruecos y en dondese respira un ambiente hispanófilo tanto al contem-plar su arquitectura urbana como en el trato diariocon sus habitantes.

El Instituto Cervantes de Tetuán se encuentra ubi-cado en un edificio de principios del siglo XX, que hasido recientemente rehabilitado y cuenta con unas ins-talaciones adecuadas para ofrecer a los tetuaníes laposibilidad de aprender o perfeccionar la lengua espa-ñola, así como asistir a las actividades culturales quese realizan durante todo el año y a utilizar nuestra bi-blioteca que cuenta con más de catorce mil libros.

La institución cervantina es para esta ciudad unlugar de obligada referencia en la cultura española.En el año académico 2003/2004 tuvimos más de1450 matriculados que estudiaron el idioma de Cer-vantes y nuestra biblioteca tuvo un promedio de 100usuarios diarios, lo que supuso superar la cifra de20000 visitantes al año.

Debo señalar que en Tetuán existe una importanteUniversidad, cuyo nombre es Abdelmalek Essaadi,que cuenta con un prestigioso Departamento de Es-pañol en donde se estudia la carrera de LiteraturaHispánica. La literatura española es una parte impor-tante de los programas académicos de la licenciaturaen Filología Hispánica en la Facultad de Letras deTetuán. En estos programas se incluyen una serie delecturas obligatorias de las que algunas se mantienenen la lista año tras año mientras otras cambian perió-dicamente. De aquellas que se mantienen, destacanlas obras clásicas de la literatura española y entreéstas se encuentra, por supuesto, la obra inmortal deCervantes, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de laMancha.

Por otro lado, la mencionada biblioteca del Insti-tuto Cervantes en Tetuán es la única de la ciudad es-pecializada en temas españoles e hispanoamerica-

nos, lo que la convierte en la biblioteca a la que asis-ten con mayor asiduidad los estudiantes de FilologíaHispánica de Tetuán. En este sentido, si se desea co-nocer la repercusión de la obra Don Quijote de laMancha en la ciudad, es imprescindible conocercómo ha funcionado el préstamo de esta novela entrenuestro público. Puedo afirmar que durante el pasa-do curso, el Quijote fue una de las obras de la litera-tura española más consultada por los usuarios denuestro servicio de préstamo.

Miguel de Cervantes Saavedra, el más universalde los escritores españoles, sigue en plena actualidady su novela, el Quijote, entusiasma y deleita con sulectura a los lectores del mundo entero.

Para terminar quisiera deciros que con muchísimogusto tendríamos expuesta vuestra revista «El Inge-nioso Hidalgo» en la hemeroteca de la Biblioteca delInstituto Cervantes de Tetuán.

Miguel Spottorno y RoblesDirector del Instituto Cervantes en Tetuán

Desde Rabat, en Marruecos

RRECIBO hoy vuestra carta del 22 de noviem-bre. Como veis el tan-tan* es seguro peromuy lento. Os escribo unas líneas, con la es-

peranza de que el viaje de retorno sea más rápido y,así, puedan servir para vuestra revista.

Aprecio vuestro interés por informar de la valora-ción que merece el Quijote actualmente en diversasculturas. Y me hacéis unas preguntas muy difícilesde contestar en relación con el país en el que resido

actualmente, es decir, en Marruecos. ¿Qué represen-ta don Quijote aquí?, ¿se sigue leyendo?

No conozco ningún trabajo de investigación so-ciocultural que se haya realizado sobre esta temáticaconcreta. No puedo, por tanto, hacer valoracionescon rigor suficiente. Pero sí quisiera aportar infor-mación sobre algunos episodios.

Constato interés por el Quijote en grupos especí-ficos de marroquíes, necesariamente restringidos enlas áreas francófonas como la de Rabat, estimuladospor diferentes agentes de enseñanza de la lengua es-pañola. En Marruecos hay, al menos, tres. Los servi-cios de la Consejería de Educación de la Embajadade España, que sostienen los once colegios depen-dientes del Ministerio de Educación de España y lasasesorías lingüísticas para la atención a los profeso-res de español en el sistema público marroquí. LosDepartamentos de Lengua y Literatura española enlas Facultades de Letras de las Universidades de Ra-bat (Mohamed V), desde 1959, de Fez (Sidi Moha-med Ben Abdellah), desde 1978, de Casablanca(Hassar II), desde 1988, y de Agadir (Ibnou Zohor),desde 1992. Y los cinco centros del Instituto Cervan-tes, en Casablanca, Fez, Rabat, Tánger y Tetuán.

En la biblioteca del Instituto Cervantes de Rabatdemandan ejemplares del Quijote alumnos de loscursos especiales de «Lengua y Literatura» del pro-pio Instituto, quienes empiezan por la lectura deltexto adaptado, a poder ser con muchas ilustracio-nes, y más tarde pasan al texto íntegro en castellanomoderno. También lo demandan los alumnos univer-sitarios del Departamento de Español. El Quijote eslibro de lectura obligatoria, en lengua original en lasFacultades de Letras de las cinco universidades men-cionadas. Así como las obras de Santa Teresa y deSan Juan de la Cruz.

En las librerías de Marruecos se puede encontrarel Quijote traducido al árabe: Dun Kihutih/Tirban-tis; targama `an al´-isbaniya `Abd al-Rahman Bada-wi.- T.1. Dimasq: Al Mada, 1998. ISBN 2-84305-096-0. Normalmente las traducciones de literaturaespañola al árabe vienen editadas en Siria, Líbano oEgipto.

La Consejería de Educación acaba de distribuir1.500 ejemplares del Quijote entre profesores yalumnos de la Secundaria marroquí.

La presencia del «moro» en el Quijote ha sido es-tudiada por Abdelfattah KILITO y ha publicado di-cho trabajo en la obra Huellas comunes y miradascruzadas: mundo árabe, ibérico e iberoamericano(Rabat, Facultad de Letras y Ciencias Humanas,1995. ISBN 9981-825-47-6), que contiene las actasdel coloquio que con el mismo título se celebró en laUniversidad Mohamed V de Rabat, en los días 14 a16 de abril de 1994.

Todos los años, el 23 de abril, en los InstitutosCervantes, realizamos el homenaje de la lectura con-tinuada del Quijote.

Xabier Markiegi CandinaDirector del Instituto Cervantes de Rabat

* Se refiere a nuestra carta enviada por correo ordinario.

Desde Fez, en Marruecos

EEN la ciudad de Fez se considera a Miguel deCervantes uno de los mejores escritores mun-diales en lengua española, y su obra Don

Quijote de la Manchaes la más conocida; los hispa-nohablantes la han leído tanto en español como enárabe. El Instituto Cervantes de Fez, como el restode los Institutos de Marruecos, van a celebrar actosculturales (exposiciones, conferencias, cine, concier-tos, etc.) durante este año en homenaje a don Quijo-te.

Tahssine El Ojeili El OjeiliGestor Cultural del Instituto Cervantes

de Fez (Marruecos)

Desde Tel Aviv, en Israel

MME es muy grato dirigirnos a vosotros, pro-fesores y alumnos, como directora del Ins-tituto Cervantes de Tel Aviv. Siempre en-

contraré un hueco dentro de mi apretada agenda paraaportaros cualquier información referente a la culturay en especial, a la literatura española en Israel.

Os aporto datos que creo serán de ayuda y asícomprobaréis que tanto la obra de Cervantes, y enparticular, el Quijote, son un referente, en este país,de la cultura española.

El Quijote fue traducido al hebreo tres veces enlos últimos 100 años. La última versión es la másadaptada al lenguaje moderno, y por lo tanto fuecomprada y leída por un número grande de lectores,entre los cuales hay muchos jóvenes. Existe tambiénuna breve versión para niños.

Se han escrito en lengua hebrea dos canciones,cantadas por cantantes israelíes muy populares, quehablan de la figura de don Quijote, su lucha contralos molinos y su inocencia. En general, podría decir-se que en Israel se utiliza la imagen de don Quijotecomo símbolo de ingenuidad.

Al margen del lugar que ocupa el célebre perso-naje de Cervantes entre el público no especializado,se realizan cursos sobre el Quijote y sobre otrasobras del escritor español en por lo menos una uni-versidad israelí (existen cinco). Asimismo, se hanpublicado ensayos y libros sobre este personaje deCervantes y se han traducido algunas de la NovelasEjemplares.

Quedo a vuestra entera disposición así como dejolas puertas abiertas del Instituto Cervantes de TelAviv para cualquier colaboración en el conocimientoy la divulgación de la lengua y la cultura española.

Rosa María Moro de AndrésDirectora del Instituto Cervantes

de Tel Aviv (Israel)

E L I N G E N I O S O H I D A L G OE L I N G E N I O S O H I D A L G O2222 0000

C O N C U R S O D E F O T O G R A F Í A

Consejo de Redacción: Ramón Asquerino, Antonio Bernalte, Rafael Cobos, Milagro Fernández y Juan M.ª Marín.

Entre todos hicimos este número: redactores y dibujantes, alumnos y profesores de ayer y de hoy, que nos han regalado su tiempo, sucolaboración y su arte. Agradecimiento especial para Roberto Domínguez, Laura Asquerino y Nando Rivero; y también el agradeci-miento para Pilar Sánchez Miguel, que nos prestó sus Quijotes antiguos. Este monográfico no habría existido sin la colaboración gene-rosa, que tanto agradecemos, de las autoridades, intelectuales, escritores, etc., que aceptaron nuestra invitación a participar en él.

DEPÓSITO LEGAL: M-13.369-1997 - ARTES GRÁFICAS RUIZ, S. L. - TEL. 914 782 012

EENTRE las actividades para celebrar el IV Centenario de la publica-ción del Quijote, se convocó en el Instituto un concurso de fo-tografía sobre lugares cervantinos. Publicamos aquí los mejores

trabajos presentados por Elena Carrillo, Gonzalo Martínez y Arantxa Ces-co. El premio ha sido otorgado a las fotografías presentadas por ElenaCarrillo, de 3º H vespertino.

INSTITUTO DEENSEÑANZASECUNDARIA C E R V A N T E S

C/. Embajadores, 70. 28012 MADRIDe-mail: [email protected] - www.iescervantes.com

Elena Carrillo Elena Carrillo Elena Carrillo

Arantxa Cesco Gonzalo Martínez