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1 ©Editorial Claretiana Apasionados por el amor, la justicia y la paz TESTIMONIOS Transcripción de testimonios sobre los mártires Las entrevistas que se presentan a continuación se encuentran transcriptas siguiendo las normas utilizadas y aceptadas por la comunidad académica para la recopilación de tes- timonios de informantes orales. Por esta razón, estas transcripciones buscan conservar de- liberadamente las características propias de la oralidad. En ellas puede observarse el uso de variedades lingüísticas propias del espacio geográfico (dialecto), el nivel sociocultural (sociolecto) y la edad (cronolecto) de los informantes / entrevistados. A diferencia de la lengua escrita, que exige una selección precisa y ordenada de la in- formación, propia de su carácter no inmediato, estos testimonios obtenidos de manera oral suelen ser redundantes y presentar cambios de tema, datos irrelevantes, muletillas o frases hechas. Por este mismo motivo, las construcciones sintácticas utilizadas en la lengua oral tienden a ser simples, breves y en muchos casos inconclusas. Es necesario aclarar que el discurso oral se apoya en variados recursos paralingüísticos (cambios en el ritmo y la entonación, pausas) y lenguaje no verbal (movimientos de los ojos, las manos, gestos) que en el lenguaje escrito debe ser traducidos a través de los signos de puntuación y entonación. En conclusión, las siguientes transcripciones no buscan “normalizar” el lenguaje de los informantes para adecuarlo a una lengua estándar sino ofrecer al lector los testimonios de los protagonistas de la manera más cercana posible a la versión original 1 . 1 Agradecemos a la Lic. Noelia Ferrer la redacción de este texto introductorio. La desgrabación y transcripción de los tesmonios estuvo a cargo de Aldana Yarbande, Mariana Macarlupú Peña y Candela Incardona.

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TesTimonios

Transcripción de testimonios sobre los mártires

Las entrevistas que se presentan a continuación se encuentran transcriptas siguiendo

las normas utilizadas y aceptadas por la comunidad académica para la recopilación de tes-

timonios de informantes orales. Por esta razón, estas transcripciones buscan conservar de-

liberadamente las características propias de la oralidad. En ellas puede observarse el uso

de variedades lingüísticas propias del espacio geográfico (dialecto), el nivel sociocultural

(sociolecto) y la edad (cronolecto) de los informantes / entrevistados.

A diferencia de la lengua escrita, que exige una selección precisa y ordenada de la in-

formación, propia de su carácter no inmediato, estos testimonios obtenidos de manera oral

suelen ser redundantes y presentar cambios de tema, datos irrelevantes, muletillas o frases

hechas. Por este mismo motivo, las construcciones sintácticas utilizadas en la lengua oral

tienden a ser simples, breves y en muchos casos inconclusas.

Es necesario aclarar que el discurso oral se apoya en variados recursos paralingüísticos

(cambios en el ritmo y la entonación, pausas) y lenguaje no verbal (movimientos de los ojos,

las manos, gestos) que en el lenguaje escrito debe ser traducidos a través de los signos de

puntuación y entonación.

En conclusión, las siguientes transcripciones no buscan “normalizar” el lenguaje de los

informantes para adecuarlo a una lengua estándar sino ofrecer al lector los testimonios de

los protagonistas de la manera más cercana posible a la versión original1.

1 Agradecemos a la Lic. Noelia Ferrer la redacción de este texto introductorio. La desgrabación y transcripción de los testimonios estuvo a cargo de Aldana Yarbande, Mariana Macarlupú Peña y Candela Incardona.

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sr. Juan BriTos

Vecino de Chamical, presidente de Centro Vecinal que trabajó en conjunto con el P. Gabriel Longueville. 3 de agosto de 2014.

Juan Britos: Yo soy Juan Pedro Britos.Gabriela: Ahora le pido que me cuente todo lo que se acuerde del padre Gabriel, de esa

época.JB: Él era un Padre que tenía mucho contacto con toda la gente. Él tenía una bicicleta con

la cual se trasladaba de un barrio a otro, siempre ayudando a la iglesia y a los barrios. En esa época era presidente del centro vecinal de este barrio Tres Esquinas. Entonces él siempre an-daba por acá, venía a la casa y hasta, en una oportunidad, con la comisión conseguimos tela para que algunas de las personas voluntarias hagan, aquí en nuestra casa, guardapolvos.

G: ¿Ud. ya vivía acá en esta casa?JB: Acá en esta casa (…). Bueno, aquí se han hecho varios guardapolvos con la gente

que eran socios o han llegado al centro y ha visto a los chicos que necesitaban del barrio y el mismo Padre se lo ha entregado a los chicos. Él siempre estaba acá, a conversar de las necesidades.

G: ¿Él venía nada más que para estas cuestionas sociales o también celebraba la misa? ¿O hacía las dos cosas?

JB: Si, totalmente, estaba a disposición al centro vecinal y uno le podía preguntar alguna cosa que duden. Como yo mismo no era muy práctico al manejo del centro vecinal, le tenía que preguntar a él.

G: O sea que Ud. trabajaba en el centro vecinal y el Padre, que venía ayudar, trabajaban en conjunto.

JB: Claro, para dar consejos, porque yo mismo le decía que a mí me hacía falta una per-sona que tuviera más experiencia en estas cosas y él me explicaba.

G: Y, por ejemplo, con respecto a la gente que Uds. ayudaban, ¿no le importaba si eran católicos?

JB: No, no; al que necesitaba. Él no preguntaba. Nosotros le comentábamos de algún chico de una familia que necesitaba un guardapolvo, bueno, ellos venían y nosotros se lo dá-bamos. Ahora no sé dónde está pero yo tengo el libro con todas las actas donde él ha estado presente (...).

G: Bueno, y antes de que viniera el padre Gabriel, ¿habían venido otros padres ya sea para ayudar o colaborar en las obras (del Centro Vecinal)? (…)

JB: La verdad es que siempre tuvimos contacto con algunos curas. Por suerte eran muy allegados a la iglesia y se me ocurrió a mí aceptar entrar al Centro Vecinal, estuve allí por dos años y cuando terminé me volvieron a elegir.

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G: Y después de que viniera el golpe de Estado hasta que los mataron a los padres, Uds. ya no hacían nada, me imagino.

JB: No, no; ya teníamos un miedo bárbaro, incluso hasta de ir a la iglesia (…).G: ¿Y Uds. habían tenido algún problema con Chamical, gente que la hubiera pasado

mal por estar en estas cosas, en cuestiones sociales?JB: Los que los perseguían se notaba muy bien, porque estaban muy cerca (…).Claro, era una persecución totalmente torpe. Ellos estaban obedeciendo a una orden de

allá. Entonces, todos los que estaban acá recibían la orden y por eso había atentados para allá y por acá.

Y del P. Gabriel y el otro, el P. Carlos, sabían ayudar, con las personas que no tenían te-cho, entonces había que ir y hacer el techo. En una oportunidad, a una señora que vivía en el centro, Ramona Vera, ahí le hemos hecho con el P. Gabriel y otro señor de Romero que vive acá. Me acuerdo que el P. Gabriel trabajaba con la pala.

G: ¿Ah, sí? ¿Y era bueno trabajando es esas cosas? ¿O se las arreglaba, nomás?JB: Y bueno, medio que lo hacía por obligación, pero bueno, tenía voluntad y lo hacía.

Caso contrario, yo no tenía problema, porque yo desde chico ya trabajaba con este tipo de herramientas

G: Bueno, los curas son más de estudios…JB: Ahí estaba el P. Gabriel, el señor Romero y otro curita que no recuerdo el nombre: él

estaba en la iglesia pero no estaba autorizado para dar la misa; él estaba con ellos y también estuvo trabajando con nosotros y la pala. Me acuerdo bien cuando terminamos la loza arri-ba, la señora Ramona dice:

“¡Ay! Pero yo no tengo con que invitarlos.”“No se apure”, dice Gabriel. Lo mandaba a un chico a comprar una Coca, entonces la

mayoría lo pagaba él. Gabriel estaba para servir al pueblo, al que veía que tenía la necesi-dad, él iba a ayudar (…).

El P. Gabriel daba la misa acá, en la época de los militares. Y cuando salíamos me decía: “¡Che! ¿Tenés pan para ir a tomar mates?

G: Oh, pero si celebraba en la capilla de los militares, ellos ya lo debían haber escuchado algunas veces, decir cosas que a lo mejor no les gustaba…

JB: ¡Claro! Ahí ha sido la raíz de que ellos siempre resaltaban, cierto que no había respe-to hacia la gente, había mucho abuso y eso no les gustaba. Porque yo me acuerdo bien que una vez en la Iglesia de la patrona de acá, el Obispo estaba diciendo una misa y estábamos todos, no me acuerdo bien pero hacía referencia al maltrato y el abuso a la gente. Me acuer-do cuando le contestaba a algunas personas, no me acuerdo bien pero les decía: “Si no le gusta, ¡retírese de acá!”, eso les decía a los militares que estaban ahí. Y no me acuerdo bien si a los dos días lo han matado (…).

Para que sepan, porque de acá a 100 años cuando lo lean los chicos y ya va a estar en la historia ética. Ahora en este momento, yo creo, seguro, que hay muchísima gente que sabe bien quién los ha matado o a dónde los han llevado. Todos saben pero se limitaban a no comprometer a nadie, no los acusaban mejor dicho tanto aquí como en todos lados. Hay muchísima gente que sabe muy bien. Ahora la gente recién se anima a decir lo sucedido de hace 30, 38 años.

G: Pasa que antes no se podía hablar.

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JB: Y claro, si ellos decían algo, corrían el riesgo de que los mataran. Se metían a las 4 a.m. para sacarlo a la fuerza y sin importar que la familia estuviera ahí presente. Después nadie sabía nada.

G: ¿Y acá también ha pasado eso? JB: En Chamical, ¡sí! Acá nomas, por eso doy gracias a Dios de que no me haya pasado

nada.G: Sabía que había pasado en las ciudades grandes, pero no que en las ciudades más

chicas también había sucedido.JB: Sí, sí. Bueno, para la gente que viene en camino, para unos 60, 80 años, si pueden, que

se interesen de leer la historia de todo lo que pasó en Chamical, para que vean que ha existi-do una cosa injusta. Para que ellos tengan conocimiento y lo den a conocer con sus más alle-gados. Eso sería lindo para que sepan lo que ha pasado en estos años. Porque para nosotros es una historia triste, es como lo que estamos leyendo ahora y sabiendo de la época de Cristo y los santos. Yo siempre he leído la historia de los santos y cómo lo trataban a san Pantaleón. Y bueno, esa crueldad que existía en esa época quiere volver por todo esto, parece que han querido hacer lo mismo. Cuando han matado a los padres, hemos quedado en ese tiempo en lo mismo, con mucho miedo porque no podíamos ni hablar de eso y eso pretendió hacer con la iglesia y con todo lo que se ha atacado, principalmente con los padres.

G: ¿Y Ud. cree que estos padres han sido santos? ¿Le parece a Ud. que han dado ejemplo como gente santa?

JB: yo pienso que sí. Como toda historia de cada persona, creo que los santos han sido personas también. No sé si Dios habrá permitido o permite en cada padre y cura que come-tan errores en la vida, pero él es el único que sabe. Cada uno sabe cómo es y cuando llega el momento tiene que perdonar o que te arrepientas y trates de vivir lo más correcto que enseña Dios. Y bueno, como yo lo he cocido así como también a otros padres o curas, yo no tengo nada en qué acusarlos.

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sr. oscar anTonio Díaz

Vecino de Olta, miembro del Movimiento rural sector docente. 1º de agosto de 2015

Gabriela: ¿Me dice su nombre por favor?Oscar: Oscar Antonio Díaz.G: Muy bien. Esta entrevista la hacemos en Olta, el 1º de agosto de 2015. Cuénteme.O: El Día de la Pacha Mama.Bueno, cómo viene la relación nuestra con Angelelli. Cuando aparece el acá en La Rioja,

trae un mensaje nuevo y totalmente distinto a lo que estábamos acostumbrados a recibir. De pronto, aparece un movimiento de Acción Católica que se llamó Movimiento Rural del cual se dividió el sector docente y el sector campesino. ¿Por qué? Se entendía que el campesina-do estaba bastante más postergado que los docentes, de alguna manera, los que teníamos contacto en la ruralidad podíamos tratar de crear un nuevo mensaje de esperanza y de todo lo demás, es decir, ahí aparece el movimiento rural sector docente.

G: Ahí trabajaba ya trabajaba en la docencia…O: ¡Claro! Ya trabajaba en la docencia. Y a partir de entonces se hizo una relación muy

fluida con Angelelli y la pastoral, que no solo involucraba a su persona sino a todos quienes lo acompañaban en una patriada. En búsqueda del hombre nuevo, de reivindicaciones de un mundo de esperanzas que se podría llegar a concretar con la claridad que siempre nos decía él: “Quizás nosotros no lo veamos pero hay que empezar, muchos quedarán en el camino, unos porque se van, otros porque se cansan y los más porfiados vamos a seguir”, palabras textuales de él. Y bueno, allí tuvo mucho que ver, del movimiento rural, Mari Rebora que por ahí están los testimonios de ella, que viven en Paraná, Entre Ríos. Es decir, ese movimiento rural se hizo a nivel nación de los cuales participaron Mendoza, San Juan, Córdoba, Santa Fe, Bs As. Tucumán: es decir, fue una explosión esa búsqueda, esa ansiedad y, bueno, nos cambió un poco la perspectiva de la docencia que no solamente era para ense-ñar a leer y escribir sino también la otra misión que quizás sea más sagrada y más cristiana que todo lo demás. A partir de entonces, se hicieron cursos de capacitación, que más que capacitación, era reflexión, era…

G: Como concientizar digamos…O: Exacto. Primero, absorber de nosotros, para poder transferirlo en las comunidades

donde uno actuaba. Y así fue que esa correspondencia permanente de monseñor Angelelli estuvo muy ligada al movimiento rural. Siempre estuvo presente en todo y así mismo nos traía gente de todos lados, permitiéndonos ver y transferir esas esperanzas a la gente. Para nosotros fue algo nuevo y nos hizo cambiar la perspectiva de que es ser maestro. Hasta entonces, nosotros salíamos de acá agradeciendo el título y demás pero la misión no era únicamente leer y escribir, sino era algo más que por nosotros podría correr la influencia, por ejemplo, acá todavía existe en la zona la palabra de maestro, palabra santa. Le puede

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decir la mamá, el papá, el tío, pero si lo dijo el maestro, y en esa época, tenía una validez muy grande. Esto mismo nos llevó a transferir eso a los chicos y ellos se los transfirieron a los papás y a la ruralidad. Entonces, en esa época, década de los 70 donde las escuelas estaban influenciadas en cierto punto porque tuvimos la suerte de compartir eso. Fue una explosión, se produjo un abrirse de cosas nuevas.

G: Esto era algo opcional, ¿no? Iba y se sumaba el que quería…O: Claro, el que quería; no había coacción y era libre para el que quería entrar o salir

cuando no se correspondía de acuerdo a los intereses. Esto era opcional. Pero cuando uno adopta una postura, yo creo que, en mi caso particular, nos marcó para siempre. A partir de ahí la visión del mundo, de la humanidad, cambió totalmente, es decir, fue como nacer de vuelta. Tuve oportunidad de haber asistido en Santa Fe, todo producto de esto, a una confe-rencia que dio Paulo Freire. Tenerlo a él, con sus libros, verlo y escucharlo ahí era una cosa que nos parecía increíble y tan cerca de uno, por nombrar algunos de los personajes donde tuvimos la suerte de compartir.

G: Y a todo esto, ¿cómo piensa usted que repercutía, que pasaba del otro lado con la gente que recibía esto?

O: Bueno, le comento. Acá le pueden decir que se explota y se seguirá explotando las canteras de laja. Aproximadamente, llevan más de 55 años de explotación, es un recurso no renovable. Para esa época, los peones no sabían lo que era una situación laboral, traba-jaban en negro, eran esclavos, no tenían ningún beneficio, no tenían horarios, empezaban a la madrugada y, si había más trabajo a la noche, ellos se quedaban, etc. Con todo eso, nos interesamos nosotros, nos metimos allí y se formó el sindicato dependiente de AOM. Se for-mó la Asociación Obrera Minera, entonces conocieron aporte jubilatorio, vacaciones, salario familiar…

G: Sí, todos los derechos que marca la ley.O: Exactamente. Era totalmente desconocido.G: Me estás hablando de la década del 70, o sea que ya de la época del peronismo y de

las leyes laborales hacia 30 años.O: Sí, sí; ¡pero acá no llegaba! Esto mismo nos dio pie para encarar otras cosas. Si bien es

cierto que no fue obra únicamente de los maestro rurales, tuvimos algo que ver porque com-partimos la experiencia y la vivimos, pero allí estuvieron implicados los curas, abogados, sociólogos, periodistas, por ejemplo, el diario Independiente, Paoleti, que hizo una coopera-tiva y estuvo presente con los obreros, les enseñó las leyes, trajo abogados que se dedicaban exclusivamente a cuestiones laborales, les hicieron entender que no había que tenerle miedo, que no era terrorismo hacer eso…

G: Claro, que eran derechos. O: Exactamente, hasta entonces la patronal tercerizaba y cada capataz tenían su propia

cantina y condición para emplearlos, tenía que sacar la mercadería de su propia cantina. Los precios, exorbitantes. Cuando llegaba fin de mes, no quedaba nada. Entonces seguían enganchados en eso.

G: ¿Quién es la patronal? Cuando Uds. me dice “la patronal” ¿de quién estamos hablan-do? ¿Gente particular, conocida...?

O: Sí, sí, totalmente. Nicolás Ochoa, Mamfredi, Romero, que eran los más grandes y ellos lo manejaban así, de esa manera. Cuando llegaba alguien de la dirección de trabajo, los

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pobres obreros tenían que esconderse en los montes para no aparecer. Por eso en una parte de la cantata riojana dice “y florecieron sindicatos en la época de Angelelli”, este fue uno de los sindicatos que se hicieron.

G: ¿Ud. Vivía acá en Olta?G: Sí, sí, vivía acá y trabajaba en la escuela provincial que lleva número 267, Ángel Vi-

cente Peñalosa. Lo viví muy de cerca.G: Claro, claro.O: Sí, con los miedos propios por la épocaG: ¡Sí! Ud. me dijo década de los 70; pero en nuestro país una cosa es hasta el 76 y otra

cosa es después del 76. Así que cuénteme la diferencia.2

O: Sí. Correcto. Yo creo que el miedo es una metodología que tienen para esclavizarnos y, bueno, aquel que pierde el miedo, puede caminar.

G: A veces también es autodefensivo. O: Sí, también, también. Pero en esa época no había libertades, estaban muy condicio-

nados, por el poder ejercido, no por la democracia sino por gobiernos autocráticos y demás, teníamos que andar en fila y responder a un amo que, en ese momento, era el Ejército.

G: Claro, porque Angelelli vino a fin de la época del 60. En esa época era del gobierno militar, después del 73 hubo democracia hasta el 75, y después otra vez dictadura.

O: Exactamente, pero no todos eran rosas. G: Ahora los obreros pudieron haber tenido miedo, uno entiende “el patrón me va a

echar, ¿qué me va a pasar?”, etc. ¿Y qué peligros o riesgos corrían Uds. como maestros y empleados del estado y de represalias también Uds., por ejemplo?

O: ¡Exacto! Y… Directamente, no; pero indirectamente, sí. Es decir, controlaban quiénes estaban y muchos de los maestros rurales, de otras provincias, desaparecieron, es decir, no pueden contar las vivencias porque no están.

G: Entre Uds. me dijeron que había dos partes, dos ramas: una era los maestros y, otra, el sector campesino. Y había contactos entre uno y otro. El sector campesino en algunos casos eran los padres de los alumnos…

O: Claro, pero acá no se formó el sector campesino. Bueno, nosotros tenemos acá esta cosa de personificar todo movimiento popular. Como acá apareció el sindicato “el traslada”, eso que nació acá a la zona de Aminga.

G: Eso he leído.O: Bueno, por ahí hay testimonios de Wenceslao.G: Sí, conozco y he leído. Hace dos años me presentaron a la hija, cuando fuimos a ver

a Angelelli.

2 Se refiere a que, hasta el año 73, la Argentina estaba bajo el gobierno militar luego del golpe de Estado del junio de 1966, cuyo presidente de facto fue Onganía. En 1973, vuelve a haber un gobierno democrático cuyo presidente electo resultó Juan Domingo Perón. Luego, el 24 de marzo de 1976 tuvo lugar en Argentina un nuevo golpe de Estado que inició un gobierno de facto a cargo de una junta militar. Esta dictadura cívico-militar fue denominada Proceso de Reorganiza-ción Nacional y concluyó en diciembre de 1983. (N. de la E.).

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O: En las zonas más marginadas era donde aparecía esto. Había “sed” y como se canali-zaba. El riojano en su mayoría es muy creyente, podemos tener diferencias pero no le toquen san Nicolás. Quizás sea cuestiones ancestrales o indígenas.

G: De todo un poco.O: Después también tuvimos sacerdotes que realmente fueron extraordinarios. Eran

gente común pero con un compromiso bastante fuerte y eso creo que valió para tener un cimiento donde poder edificar todo este tipo de cosas.

G: Claro, ya que acá se vino por la parte minera más que se formara en sí la parte rural.O: Claro, es decir, como reflejo de esto, surgieron en otros lados.G: ¡Claro! O: Empezaron a asociarse en cooperativas, por ejemplo. Y me recuerda a yo, como do-

cente, en mi época, que los obreros ganaban más que yo, es decir… G: Una vez que ya estaba organizado…O: Claro. Hasta que ellos empezaron a tener las leyes laborales, seguridad, etc.G: Sí, sí, todo lo que mandaba la ley, digamos.O: Comparábamos y era una diferencia enorme. G: Tras los tres años de democracia, la dictadura y todo eso. ¿Qué pasó con las organiza-

ciones? Me imagino que desaparecieron, pero cuénteme la experiencia que Ud. vivió en ese momento.

O: Bueno, para nosotros, el 76 fue bastante negro pero, personalmente, hasta yo me cues-tioné la desaparición de Carlos, Gabriel, aclaremos que no desaparecieron, sino que los ma-taron, pero al fin y al cabo aparecieron. Me pregunté a mí mismo la causa… ¿estábamos bien o estábamos equivocados? Un cuestionamiento interior que se me planteo. Para nosotros, la desaparición de Angelelli fue como…. Quedamos desorientados y señalados acá, en el pueblo. Chacho pagó 5 años de cárcel en Sierra Chica. Él vivió muy de cerca todo lo previo al asesinato de Carlos y Gabriel. Las divergencias entre la base de Chamical y la Iglesia fue un correlato y nosotros quedamos en vacío. Sin mencionar el miedo instalado.

G: ¡Claro! Por ejemplo, acá en Olta, ¿Ud. se acuerda quién era el cura?O: Sí, el padre Eduardo Ruiz, que lo llevaron preso y por influencia, porque pudo haber-

se ido y no lo hizo.G: Sí, que le dijeron que se quedara en Roma, era sabido eso. Pero dijo que no.O: Él hizo una opción de vida o muerte y se quedó. Mientras que Ruiz se fue a Bélgica

y al poco tiempo que volvió, me cuestioné si estando en la cárcel estábamos bien. Hasta él mismo con toda su formación empezó a dudar. Después, charlándolo con él, los mártires son males necesarios para dar testimonios porque se persiguen.

G: Pero, por ejemplo, cuando el P. Ruiz estaba preso, aparecen muertos los curas de Chamical. La gente común y corriente, como piensa Ud. que reaccionaron, ¿habrán estado muy seguros…?

O: No, no. Todos estábamos en esa vacilación; todo era un ¿cómo? ¿Por qué? ¿Pero dón-de? No es que hayamos perdidos los objetivos, porque eso lo teníamos claro, pero la perse-cución, no sé si el miedo a la muerte, me parece algo de lo más natural.

G: Le pregunto con franqueza, ¿alguna vez tuvieron miedo de que les pasara a sus hijos, por ejemplo?

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O: Le comento, en el 76 muere mi madre. Ella era como un símbolo y muchas veces al estar comprometidos, teníamos que concientizar, ir preparando caminos, “hay que arar, sembrar y dejar”. Así era la metodología, lo teníamos claro. Nos trajeron libros como Freire y todo lo charlábamos. Lo leíamos, nos cuestionábamos, poníamos puesta en común, opi-nando entre todos, haciendo listas de los deberes para la casa, haciendo compromisos y, con el correr de los días, nos preguntábamos si habíamos logrado nuestros objetivos, si pudimos cambiar, etc. Era todo un análisis.

G: ¿Ud. cree que la gente común, como el carnicero, el panadero y demás entendían esos ideales? ¿También participaban de todo ese movimiento o no? ¿Cómo lo ve?

O: Producido el golpe, nos evitaban como si hubiéramos tenido una peste. No hablaban con nosotros, estábamos excluidos.

G: Por ejemplo, en la cola de la carnicería, lo saludaban así nomás... O: Sí, sí. Tanto es así que siempre fui un lector empedernido sin metodología pero leía

todo lo que caía a mis manos y hubo libros que tuve que quemar, lamentablemente.G: ¿Quemar? Yo soy fanática de la lectura, ¡no me imaginaría quemando libros!O: Yo lloraba cada vez que quemaba un libro. Pero era la vida o la muerte y ahí que me

moría por el pueblo, Las venas abiertas de América Latina fue uno de los libros, y bueno, dejo un montón de miedo a la libertad.

G: Sí, sí, todos los libros que estaban prohibidos, que después aparecieron en las listas.O: Claro, tuve que quemarlos. Me fui al río de noche y, con dolor, tratándome de pre-

servar la vida porque entendía que no era bueno, fue una situación muy fuerte llegar a ese extremo, de desprenderse de los libros que uno más quiere y vaya uno a saber cuándo los vuelve a ver.

G: ¡Sí, claro! Imagino una larga lista de los libros que fueron prohibidos. G: ¿Ud. conoció personalmente a Angelelli?O: Tuve la suerte de haber compartido y, aunque sea, disfrutar de sus charlas. Toda esa

capacidad innata de poder congregar más allá de creencias…G: Gentes diversas…O: Diversas y él aceptaba todo.G: Ahora, yo me pregunto, Ud. dice que acá la gente es muy creyente, muy respetuosa

del sacerdote. Por otro lado Angelelli era un obispo “raro” y los curas eran “raros” para lo que había sido antes y la gente no entendería mucho, ¿verdad? Le parecería raro lo que se proponía.

O: Claro, para este momento, mi familia siempre fue muy allegada a la Iglesia y recuer-do que por los 50 yo era monaguillo, es decir, contestaba la misa en latín cuando se daba. En un momento, las puertas de la iglesia estaban abiertas para todos, no tan solo los católicos sino que era una casa común, así pudieran asistir todos y al cura lo veíamos como uno más de nosotros. Eso trajo aparejado mucha gente, muchos curas que dentro de sus comunida-des estuvieron medio excluidos y que se vinieron para acá.

G: De hecho, uno de los mártires era francés, el P. Gabriel.O: Amiratti por ejemplo se vino de Cañada de Gómez y quedó aquí con el “Pelado” y

sus restos descansan acá.G: Sí, tengo una estampita del padre Amiratti, que también tiene fama de santo.

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O: ¿Ud. sabía que Amiratti era el confesor de Angelelli? Yo creo que nadie pueda poner en duda si es un santo. Santo concreto.

G: ¿Ud. por qué cree que murieron los mártires; cuál es la causa según Ud.? ¿Qué fue lo que los mató?

O: Eran una piedra dentro del zapato.G: ¿De quién?O: Dentro del poder.G: Bueno, ¿qué entiende Ud. por poder? Se lo pregunto a propósito porque sé que hay

muchas opiniones sobre eso.O: Le comento algo: año 71, estaba Monse(ñor Angelelli), Eduardo(Ruiz), Chacho —no

sé porque pero estábamos ahí— y Arturo (Paoli) nos decía (le aclaro que nosotros estábamos peronizados, yo fui uno de los que fue a esperarlo a Perón en Ezeiza. Y bueno, nosotros lo cuestionábamos a Arturo): “¿Uds. creen que a Perón lo traen los movimientos populares? ¡No!”; y nosotros por allí pensando: “¿Y quién lo trae a Perón?”. Y él nos decía: “Lo trae la CIA, las grandes corporaciones que ven que se les va de la mano y antes de que Argentina se vaya a un socialismo es preferible traer ese líder y con eso listo”. Me acuerdo patente que él nos decía: “Gana el peronismo en el año 73 y tenemos 50 años de fascismo en Argentina”, palabras de Arturo. Y el Pelado decía: “Escúchenlo al profeta, pero no traten de seguirlo. Él está 50 años de cultura más adelante que nosotros, tomémonos de las manos y caminemos juntos para no perdernos”. En esa época, nosotros no entendíamos y cuando se produjo en el 76, puede que incluso previo al 76, el caos.

G: Por ejemplo, la época de la triple A, ¿Uds. también la pasaron mal, tuvieron algún efecto acá o no? Por el 75, por ahí…

O: Sí, sí, previo a eso, sí. Allí Mari Rebora decía: “Por tu seguridad, no es bueno que sigas viniendo” es decir, previo a todo esto, empezamos a tomar recaudos porque sabíamos que nos seguían.

G: Cuando yo le preguntaba recién por las causas de la muerte de los mártires, Ud. me dijo que eran una piedra en el zapato para el poder y con esto que me dice de Paoli, el poder no necesariamente eran los militares sino el que estaba por encima de ellos.

O: No sé si estaré equivocado pero para mí los militares eran mano de obra. La mano de obra que utilizaron muy bien pero los que están sueltos todavía y los intocables de siempre no siempre son ellos: los dueños del capital. No sé, esa es la impresión que normalmente tengo...

G: ¿Ahora Ud. cree que la mayor parte de la gente entendió que esas eras las causas?O: No y hay muchos que todavía siguen creyendo que no. Descargamos eso y les echa-

mos la culpa directamente a los militares de toda la hecatombe, de lo que hicieron pero, ja-más, la mayoría no piensa que hay otra mano detrás de ellos. Eso todavía no está esclarecido y no sé si alguna vez se llegarán a tocar esas cosas.

G: Pasa que, en el fondo, siguen teniendo el mando, es el capital.O: Exactamente, sin ninguna duda.G: Ahora, esta cuestión, hoy todo el mundo habla de los “mártires” de Chamical. Hoy

en día, todos dicen que monseñor Angelelli es un “mártir”, pero en su época no estaban tan convencidos. En este momento, hasta la Iglesia lo ha aceptado. Pero le pregunto, ¿Ud. cómo

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lo ve ya que es de acá de la zona? ¿La gente que dice “nuestros mártires” entiende la razón del martirio?

O: No, todavía no. Si mal no recuerdo, creo que en 2013 se cumplieron 150 años del asesinato de Chacho Peñaloza y nosotros decimos “nuestro mártir”, si fue nuestro mártir. Entregó su vida por buena causa y todavía esa causa está pendiente aún hasta la fecha. Esta-mos como estamos, es decir, su causa, la autonomía, el federalismo y todo lo demás es pura declamación. Todavía nosotros hablamos de nuestros mártires pero las (causas) por las que los mataron no han desaparecido, están vigentes.

G: Claro, por eso le pregunto. Supongamos que el 18 de julio han hecho memoria de los Padres y la gente participa de buena fe, con convicción. Por eso le pregunto si se entiende bien la causa de todo eso o simplemente piensan: “son curas que los mataron injustamente y solo vamos a rezar por ellos”.

O: No, yo creo que todavía para eso falta mucho. Creo que siguen reclamando algo más que ir a rezar y lo gritan.

G: Ah claro, ahora viene mi otra pregunta: el hecho de que la zona de Chamical, Los llanos, La Rioja, haya tenido estos mártires, ¿marca una diferencia respecto a los que no lo hayan tenido?

O: Yo creo que siempre hay mártires, algunos conocidos y otros reconocidos, como tam-bién hay mártires ignorados —ejemplo: las mujeres que hoy asesinan son mártires— son mártires vivientes porque están pidiendo algo, no creo que reclamen porque sí. Se me ocu-rre decir que, en cada lugar, hay testigos vivientes y también muertos que nos siguen recla-mando. Acá se va a dar cuenta que todavía no lo superamos y eso que me cansé de pedirles. Frente de la policía, todavía existe una caseta que se construyó precisamente en 1974, 1975 previo al golpe, porque supuestamente venían los guerrilleros de sierra de los Quinteros. Frente de la policía, Ud. va a ver una casa donde va a tener una mirilla y un cuadrado para sacar las armas.

En un momento sirvió de cabina telefónica ahora creo que para guardar herramientas de limpieza y yo pedí un acto de sacar eso porque a mí me produce mucho dolor. O, por lo menos, si se queda, decir “aquí hubo víctimas y victimarios” porque lo estuvieron y fueron muchas (víctimas) pero seguro que debía haber victimarios.

G: Eso le iba a preguntar: si acá habían sufrido consecuencias, además del cura que es-tuvo preso.

O: Sí, sí, totalmente, gente que la llevaron y comprobaron que no tenían nada que ver. Supuestamente toda la Sierra de los Quinteros era un búnker de guerrilleros que ya llega-ban. Es decir, allí se instaló el P. Guillermo Cuello y fue un modo de vida... Cuello era de barrio Norte de Bs As, gente de mucho dinero. (…) bueno... Cuello estaba en Sierra de los Quinteros, buscaba un terreno apropiado para empezar a traer especies que podían adap-tarse a la tierra, en zona fría y tenía varias cosas para llevar allá. Ahora bien, ¿cuál era la intencionalidad de Cuello? Formar en esa zona una cooperativa para que la gente pueda vender y no malvender lo que producían. Ahora bien, esas cooperativas eran símbolos de

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comunismo, entonces inmediatamente son comunistas, son guerrilleros. Y lo mismo venía gente a compartir la experiencia porque en esa época medio que nos torturaban. Obvio que en el buen sentido de la palabra, claro. Más bien, indagar en nosotros mismos. Es una posi-bilidad de buscar otras cosas, caminos etc. (…)

G: Claro. El individualismo... Eso me hace acordar cuando Ud. me decía del movimiento rural, de los maestro por un lado y el sector campesino por otro. ¿Qué cosas eran lo que ha-cían los maestros? ¿Cuál era la tarea de los maestros que estaban en este movimiento? ¿Qué actividad por ejemplo?

O: Bueno, de entrada, no nos quedábamos encerrados en el aula. Recuerdo bien patente, yo inicié como docente en el año 1962… y la primera enseñanza fue la de un alumno. Yo, nuevito, inicié en la escuela número 87 de los Alanises. Claro yo creía que ya estaba prepara-do y me largué a la gran aventura. Tenía de primero a sexto grado. Trataba de enseñar de los Egipcios y la historia hasta que un alumno mayor que yo, porque en ese momento tenía 17 años, me dice: “no se gaste, maestro; nosotros no somos para eso, nosotros somos para sem-brar, arar… no se gaste”. Un pesimismo del cual eso me cimbró y bastante fuerte. Es triste cuando uno conoce la realidad y quiere cambiarla. De ahí aprendí que no era solo aprender y a escribir, era meterse dentro.

G: Bueno, y unos años después se une al movimiento. Me dice que se iba a las casas y, por ejemplo, ¿qué cosas hacían?

O: Y, bueno, primero lo charlábamos y tratábamos de organizarnos. La cosa era ver cómo solucionar este tipo de cuestiones.

G: Claro, era más trato persona a persona…O: Exacto, y todo era tratando de llevar una buena nueva. Digo, no, que a los 71 años he

pasado muchas cosas lindas que he vivido, a pesar de las frustraciones y caídas. Pero, sin embargo, lo superamos. Tanto es así que los rurales nos seguimos reuniendo (…).

G: ¿Cuál era el objetivo si Ud. tuviera que definirlo; el objetivo de toda esa movida?O: Y, yo creo que era la socialización de todo: desde el conocimiento a los bienes.G: ¡Bien! ¿Y esa socialización para qué?O: Y, para que todos podamos vivir más felices. Es decir, la libertad.

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Ramona Romero

Dedicada al servicio del centro de peregrinación que se levanta en el lugar del asesinato de monseñor Angelelli. 6 de agosto de 2016.

Gabriela: Ramona, primero que nada decime cómo te llamas y donde vivís.Ramona: Soy Ramona Romero y vivo en Punta de los Llanos, La Rioja.G: ¿A qué te dedicás?R: Me dedico a lo que es tratar de cuidar, hacer el ejercicio de la memoria, cuidar el es-

pacio del asesinato de monseñor Angelelli, seguir construyendo y creando memoria.G: ¡Bien! Ramona, teniendo en cuenta que en este espacio reducido geográficamente, la

provincia de La Rioja, a comparación con el país, un espacio bien limitado, en un tiempo de 20 días, en el año 76, hubo cuatro mártires. En particular en la ciudad de Chamical hubo dos mártires, que eran los dos curas de la parroquia. Y, teniendo en cuenta que han pasado cua-renta años, ¿cómo te parece a vos que impacta en la comunidad tanto en la ciudad como en la región? O ¿cómo en la provincia, el haber tenido estos mártires, qué huellas dejan? ¿Qué diferencias marca el haberlos tenido respecto del no haberlos tenido?

R: Creo que a cuarenta años marcó un antes y un después el martirio de Carlos y Ga-briel. En el sentido que nos deja claro y es evidente hasta el día de hoy en nuestra sociedad que son, fueron y siguen siendo signo de contradicción. Como Jesús mismo, signo de con-tradicción porque a la sociedad la dividió. Entonces ese signo los rescató como positivo, hasta para la gente más sencilla y humilde de corazón, de la gente pobre, de pueblo sencillo que es el pueblo de Dios, los Anawin. Ellos saben y perciben que el mártir ha sido signo de Dios, paso de Dios en medio de su pueblo. El mártir eso lo sabe y lo sigue viviendo así. En tanto que otra parte de la sociedad nuestra de esta porción geográfica rechaza ese signo de Dios, sigue en la postura “Algo habrán hecho” y no sabemos en qué estaban metidos, en qué andaban. Más aún, se dividió un tanto más a la sociedad. Tan es así (que llegamos) a no saludarnos acá entre vecinos con el dictamen de la justicia.

G: ¿Te referís al dictamen más o menos reciente, digamos?R: ¡Reciente, claro! Entonces uno ve que ese hilo conductor atravesó estos cuarenta años

el signo de contradicción, porque por momentos yo siento que hay un sector que está en una vereda y nosotros en otra, aunque no lo sea ese el deseo. Pero esos otros que no aceptan el signo de Dios o paso de Dios al medio del pueblo, aquellos que cuesta hacer ese proceso, son los que están en esa vereda y se sienten molestos de que haya gente de esta zona que esté detenida, presa por el asesinato o aquellos que hayan conservado la memoria son mi-radas, de algún modo, con mala cara o de mala forma. Sabemos que, como son sociedades pequeñas que hemos estado tras la búsqueda de la justicia, que fueron muchas personas, muchas generaciones que han pasado detrás de esta búsqueda, lo cual es la búsqueda de la verdad misma, no es otra. Y bueno, entonces eso nos posiciona y uno, que es consciente, nos posiciona al parecer en otra vereda.

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G: ¿Eso dificulta la vida ante la iglesia local, en cualquiera de las comunidades, dificulta la convivencia en la actividad parroquial, social y demás?

R: Creo que como dificultad podría ser que no nos ayudan en el compromiso social, esto que es la construcción de ciudadanía. Estamos allí estancados sin poder dar el salto y eso repercute en las comunidades de base, parroquiales, como le quieras llamar.

G: Sí, sí.R: Es el salto del compromiso porque también otro elemento importante a rescatar como

dificultad es el elemento político.G: ¿Cómo es eso?R: Porque esto de que los curas, Carlitos y Gabriel, fueron mártires hicieron una opción

política. No estoy hablando partidariamente, sino política desde el sentido mismo del Evan-gelio de Jesús. Entonces, al no tener hoy por hoy la falta de compromiso, también es parte de esa discusión política que nos debemos como comunidades lo cual no nos lleva a la ciudada-nía pero nos faltan herramientas políticas que se nos ha quitado y prohibido en estos años y que fue el eslabón roto. La discusión política no nos la podemos dar y allí está también esa dificultad como herramienta política.

G: ¿Por qué crees que no podemos...? Porque, en realidad, no creo que sea solamente aquí. Me parece que como argentinos todavía, como iglesia argentina, no terminamos de hacer esa discusión política y por eso tenemos tantas diferencias en un país grande con una iglesia extensa también. Yo creo que tenemos tantas diferencias porque no somos capaces de hacer esa discusión política hacia adentro; todavía escuchamos que los curas no tienen que hablar de ciertas cosas, los curas y los otros cristianos. ¿Por qué crees que todavía, hablando por estas comunidades o hasta donde vos lo veas, está pendiente esa discusión?

R: Y, evidentemente, el sistema, el engranaje de esta máquina de muerte o el sistema capitalista es, sin lugar a duda, la gran cuestión de fondo que el tema está en que no pode-mos tener herramientas políticas porque el poder mismo para el poder mismo está detrás. A Jesús lo ajustició el poder religioso de su época y entonces esos mismos poderes siguen hoy presentes a través del sistema capitalista que es el poder que está detrás y no nos permite esta discusión, porque tiene la hegemonía lamentablemente, de nosotros, del pueblo. Por otra parte, no debe ser motivo de estancamiento de caminar del pueblo, sino que debemos, como pueblo, dar el salto de consciencia, le llamo yo, de empoderarnos, el poder de estar en las manos del pueblo.

G: ¿A qué te referís con eso, Ramona? Porque uno podría decir, formalmente hablando, bueno, hace 33 años que tenemos democracia, que tenemos poder, todos sabemos que en realidad es formal esa democracia y ese poder. ¿A qué te referís cuando decís que tenemos que empoderarnos?

R: Cuando digo esto, hablo de saber que el pueblo es el protagonista, no una autoridad. La autoridad de turno deber ser si es concebida desde el Evangelio, el mayor servidor. Pero la autoridad debe radicar y residir en el pueblo, en cuanto a proyectos, decisiones y en cuanto a autoridad que es partecita de ese poder deber obedecerlo que el pueblo quiere o necesita.

G: Ser un mandatario, digamos, el que recibe el mandato.R: El que recibe el mandato, claro. Pero el ejercicio del poder está en el pueblo en cuanto

a esto. No sé si respondí a tu pregunta.

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G: ¿A nivel de la Iglesia vos creés que eso está todavía pendiente? ¿También que por eso esta figura de los mártires pueden generar esta brecha, esta división también a nivel interno en la Iglesia?

R: Sí, sin lugar a duda, es el ad intra también de nuestra Iglesia, sobre todo de nuestra je-rarquía que debe hacer esta lectura que son simples mandatarios. La decisión la tiene la Igle-sia, los laicos, los bautizados, los cristianos y es evidente que hay un planteo ad intra y que estamos comprometidos a ensayar nuevas formas de ser Iglesia. A lo que voy es que ese or-ganismo pone en práctica esa forma de ser iglesia que nos enseñó Jesús. En la jerarquía está esta exigencia que a los laicos nos compete de presionar, en este empoderamiento, nuevas formas de colegialidad de participación. A mí me duele que en una celebración eucarística de cuarenta años de martirio no pueda estar presente una mujer leyendo el evangelio. No digo consagrando, solo leyendo el evangelio y no necesariamente siendo diaconisa. Bueno, ahora está el estudio del diaconado.

G: Tampoco vamos a aportar tantas diferencias porque, de hecho, el servicio de las mu-jeres que prestamos de por medio en las iglesias.

R: Si. Pero yo digo, no poder permitir la lectura del evangelio a una mujer y ahí te das la idea de que nos falta largo trecho para andar. Y esto de la colegialidad en lo que es la autoridad, la asamblea episcopal, que podamos aportar desde otras ópticas para que nos complementemos más como varón mujer, eso falta, es la ad intra de la Iglesia que está en deuda y es parte política, eso lo tenemos que tener claro (…).

Mirá, estos días trabajábamos que algo quedó muy claro pero salió del mismo pueblo, la misma gente, en lo que son los pilares de la comunidad. Lamentablemente, tenemos fortale-cido uno solo, que es lo cultual. El rito, el culto, y de allí no pasamos: que la novenita tal, que las mil avemarías, que el santo rosario… y no es que esté mal pero no es solo el rosario, la peregrinación, la procesión, la misa; sino que nos falta como pueblo de Dios esto de amasar que tú decías, que hay otras puntas que seguir, la comunidad, lo cooperativo la mística es-piritual, la Palabra y que la Palabra esto de poder ser consciente de que estamos convocados como bautizados a hacer nuevos evangelios de hacer parte de buenas nuevas, eso de que nosotros vamos construyendo buenas nuevas.

G: Deberíamos ser buenas nuevas para otros.R: Sí, deberíamos serlo. Entonces esos puntos de la palabra, la comunidad, lo que es

cooperativo, lo espiritual, también mística —como me gusta llamarlo— lo cultual que esta reafirmado, y me está faltando una parte (…).

G: Te pregunto una cosa más, cuando acá se hacen cosas como poner una placa en la puerta de la parroquia. Esto que vos me decías antes sobre la división, ¿se nota en estos he-chos? ¿Cómo lo interpreta?

R: Lo interpreto como que es una forma más cultual, también siguiendo en esta línea, que es lo más fácil. Poner en un cartelito en una calle es una decisión de un municipio, de una ordenanza municipal, etc. Eso es fácil. Lo saco en un decreto, hay sesión, presento un proyecto y sale. Eso es cultual. Lo ritual.

G: ¡Ah, claro! Ahí llegamos a la palabra clave. R: Es lo ritual del lugar como si acá mataron a dos sacerdotes ¿cómo no va a tener una

calle, un nombre, una escuela? Pero a lo que no se llega a fondo y a la esencia del mensaje es vivir y comprometerse con esta consecuencia y coherencia del mensaje que ellos vivieron, que es el de Jesús mismo; porque lo otro es fácil.

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En esta línea en la que tú decías que dieron su vida, estaban convencidos, se decidieron quedar hasta el final, fueron consecuentes, fueron coherentes y tenían la convicción. Eso es lo que nos falta, porque tener el cartelito en la calle es fácil. Ahora, vivir en la forma que ellos vivieron, siendo consecuente, eso no se dan.

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Fr. Miguel Ángel López, ofm conv

Compañero de noviciado y amigo personal de Fr. Carlos Murias. 4 de noviembre de 2018.

Miguel Ángel: Hoy vamos a reflexionar sobre los inicios de Carlitos que él es un joven que hizo en el Liceo Militar y luego sale. Él en el Liceo tuvo mucha influencia del padre Rojas, cura con una gran sensibilidad social que transmitía eso dentro del ámbito del Liceo y Carlitos sale de ahí con esa inquietud. Entra a la universidad en los tiempos en que la Universidad comienza a tener cierta cercanía con el mundo obrero, el mundo del sindica-lismo y empieza a frecuentar la famosa iglesia parroquial de Cristo Rey, que es donde se unían sindicalistas y universitarios buscando una Argentina nueva, más comprometida con la realidad.

Gabriela Peña: ¿Cristo Obrero...? Me dijiste “Cristo Rey”.MA: Cristo Obrero, Cristo Obrero.GP: En la Cañada…MA: La Cañada, justamente. Y ahí Angelelli coordinaba, frecuentaba, esos ambientes y

él (Carlos) se siente ahí llamado a vivir una vida más comprometida, a jugarse más por los otros. Entonces él se entera que hay un retiro espiritual que en aquel tiempo era muy famoso llamado Mariápolis, de los Focolares. Y él va a Embalse de Rio Tercero a hacer una Mariá-polis. Esa Mariápolis lo marca profundamente en ese camino que él quiere de compromiso con una Iglesia nueva, con el servicio de los obreros, digamos, con la unión de los obreros y sindicalistas para construir una patria distinta.

Era el tiempo del (presidente de facto Juan Carlos) Onganía y él vivió de joven todo el Cordobazo; por lo tanto, vivió todas estas experiencias en una edad muy rica porque era la edad post adolescencial.

Por lo tanto, cordobés, post adolescencial, Cordobazo, curas que acompañan el cambio de la Iglesia. No se olviden que Córdoba fue la primera diócesis en sacar la sotana para cercanía al pueblo, no se la sacan por moda o porque no les gusta ser cura, sino porque entienden que la sotana separa, distancia y justamente eso es una característica porque Car-litos nunca ha querido usar el hábito y nosotros decíamos: “¿Por qué no se hace el hábito?”. Y él decía: “Porque el hábito distancia, separa”. Yo, cuando conocí la realidad de Córdoba, entendí de dónde venía la cuestión. El hábito, como una distancia entre la gente humilde y el sacerdote. Por eso, él tenía esa especie de alergia, digamos, a lo institucional y al hábito que en Córdoba había sido fuerte. Fue donde, por primera vez, sacan las sotanas en toda la Argentina.

Él hace ese retiro (Mariápolis) y es ahí donde encuentra dos frailes con los que tiene una cierta cercanía; y sus hermanas me van a contar que, cuando vuelve, ya no es el mismo Car-litos que fue. Porque nosotros nos hicimos muy amigos con Carlitos.

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Ya vuelve un muchacho cambiado, de misas diarias, de compromiso, de vida espiritual y ya tomándose en serio un poco esto que sentía que Dios lo llamaba a comprometerse.

GP: ¿Él vivía en Córdoba Capital?MA: Él vivía en Córdoba, barrio General Paz, ahí está su casa materna. Aunque el papá

tenía campos en Villa Giardino y San Carlos Minas. El papá tenía terrenos ahí pero la mamá era la Directora de la escuela de Villa Giardino, escuela del Estado, y él se educó en la pri-maria Virgen Niña de Villa Giardino. Pero, en realidad, el papá es quien tiene campo en San Carlos Minas pero ellos son de barrio Gral. Paz.

GP: ¿O sea que después de que él termina la primaria, vuelven a Córdoba?MA: Si, vuelven a Córdoba, vuelen a su casa original y de ahí frecuenta el Liceo. Cuando

el sale del Liceo, sigue viviendo en barrio Gral. Paz y frecuenta la universidad. Pero ya ahí comienza a hacer el retiro y a entrar en este proceso de cercanía con Dios y de compromiso con los otros pero ya en una forma de radicalidad evangélica. Él conoce o se hace amigo, nunca supe bien cómo es el origen, pero él se hace muy amigo del famoso padre Arturo Paoli que venía de los bosques de Resistencia, Chaco, y se pasaba a los bosque del Norte de La Rioja. Entonces, en este tiempo, él va conociendo a Arturo Paoli como un compromiso casi de tipo franciscano, el compromiso de la iglesia riojana que comenzaba y en esa inquietud él conoce a los franciscanos. Justamente en Buenos Aires había una ceremonia muy impor-tante, en aquel tiempo, muy solemne que era la toma de hábito de los futuros frailes. Entre los cuales, estaba yo. Yo tomaba el hábito ese día. Los frailes le dicen a él que, si quieren conocernos, que venga a Buenos Aires en tal fecha; ahí es que nos hacemos amigos. A los 6 meses es cuando decide entrar con los franciscanos. Pero él siempre, siempre, mantuvo la idea de que quiere ser franciscano en el mundo humilde, en el mundo de los pobres, en el mundo de la gente.

De hecho, hay una anécdota que a lo mejor pueda servir. Cuando los frailes abrimos (la comunidad de Saldán) porque nos ofrece una presencia el Cardenal de Córdoba, él decía: “No, tenemos que abrir en barrio Villa Libertador; ese es el lugar nuestro, no en Saldán”. Yo después entendí, como él era cordobés, distinguía una cosa de la otra. Él luchó mucho para que se abra en barrio Villa Libertador y no en Saldán. Eso indica ya un poco la sensibilidad que tenía. Después, a él lo ordena a Angelelli. Le pide a Angelelli que venga a ordenarlo a Buenos Aires.

GP: ¿Angelelli, para entonces, era obispo de Córdoba u obispo de La Rioja?MA: No, ya era obispo de La Rioja. Cada vez que Angelelli iba a Buenos Aires, reunía a

los riojanos en un centro que está al lado de la casa del clero, frente al palacio Pizzurno, fren-te al ámbito de educación. Ahí se reunía el clero y el juntaba a toda la gente en una especie de cine teatro. Reunía a todos los riojanos. Entonces Carlitos de decía: “Mira, Angelelli reúne a los riojanos, ¿por qué no vamos a escucharlo?”. Entonces yo lo acompañaba y era hermoso el diálogo que Angelelli mantenía con los riojanos que estaban en Buenos Aires.

GP: Con gente riojana que vivía en Buenos Aires…MA: Gente riojana que vivía en Buenos Aires y él como obispo de La Rioja los reunía en

Buenos Aires. Era toda una tarde.GP: Un pastor que estaba ocupándose de las ovejas dispersas…MA: Exactamente, él se juntaba con toda la gente riojana en ese lugar y Carlitos iba por-

que le gustaba escuchar eso y quedaba entusiasmado con la propuesta. Además había un diálogo abierto, no era una conferencia: la gente preguntaba y él (Angelelli) les respondía.

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También salían expresiones muy vulgares y las carcajadas. Este era un clima muy, muy bo-nito. Y cuando volvíamos al convento él me decía: “tenemos que abrir en La Rioja, tenemos que abrir en La Rioja”, entonces estando conmigo en el mismo convento, yo en el momento era rector del seminario, hablaba con el provincial y le dijimos que vaya. Él iba cada tanto a La Rioja a hacer retiro con Arturo Paoli o retiros en la diócesis y siempre volvía con el de-seo que abramos en La Rioja. Angelelli se enteró de esto y cuando él venía a San Miguel, a la reunión de la conferencia Episcopal, que era en San Miguel, lo íbamos a buscar. Venía a nuestra casa a almorzar y ahí nos decía: “Chango, chango, Uds. tienen que venir a La Rioja, a los Llanos de La Rioja, y tienen que venir a los llanos de La Rioja, porque ese es el lugar para los franciscanos. Y como acá (en Los llanos riojanos) había una presencia capuchina muy fuerte; él decía: “Están los capuchinos, vienen Uds. y los Llanos quedan para los fran-ciscanos. Eso es lo que yo quiero” y Carlitos se embalaba con esto. Él decía: “Tenemos que ir, tenemos que ir”. Al final, el gobierno de nuestra orden decidió estudiar esto y entonces lo mandamos a Carlitos para que él venga a ver qué pasaba. Entonces el obispo lo ubicó provi-soriamente en Chamical, pero simplemente para que él conociera e hiciera un informe sobre dónde podíamos fundar, dónde abrir. Él estaba acá, como quien dice, buscando, orientando. Esa era la misión que tenía él acá. Pero no todos los Frailes estaban de acuerdo, no todos los veían bien. Sobre todo porque tampoco veían la línea de Angelelli. No es que toda nuestra frailada estaba de acuerdo. Había frailes jóvenes que lo veíamos bien y frailes mayores que le tenían su temor.

GP: Como toda la Iglesia…MA: Como toda la Iglesia argentina de aquel tiempo. Como anécdota, puedo contar

que los compañeros jóvenes de él, que teníamos un contacto con cartas en aquel tiempo, la carta iba y venía; a él le gustaba mucho escribir. Nosotros lo cargábamos porque siempre le gusto cantar el “Orejano”. Cantaba muy lindo, tenía una hermosa voz y tocaba muy bien la guitarra y el himno nacional de él era “El orejano” que dice: “Me tienen idea, porque no me quieren escuchar, a los ricos no les gusta la voz del pobre”… ese tipo de cosas. Y entonces nos escribía cartas y nos decía que “Acá, a los obispos, los persiguen, a los curas los cuestio-nan, en cualquier momento nos van a matar” y nosotros nos divertíamos leyendo sus cartas diciendo que “Se fue de mambo, este se cree que está en el apocalipsis, cree que ya está como los santos mártires del primer siglo”. Además esperábamos sus cartas con ansias para reírnos un rato y le contestábamos tomándole el pelo, porque no le creíamos. Realmente no pensábamos que era la cosa como él la contaba, sabíamos que era difícil como toda la Argen-tina. No se olviden que estábamos al inicio del golpe, por lo tanto, no había tanta conciencia de cómo vino la cosa después. Claro, cuando llega la noticia de que lo matan, yo estaba en Córdoba en un retiro espiritual. Ahí tomamos conciencia que las cartas que él nos escribía eran ciertas, que la situación en La Rioja era más grave de lo que nosotros imaginábamos. Eso lo recuerdo bien: cómo nos reíamos. Él tenía ese lenguaje cordobés, de ironía, de chiste, casi de diversión.

GP: Y una pregunta, Miguel Ángel, es muy famosa la frase de Carlos: “Podrán acallar la voz del obispo, podrán acallar la voz del Padre Carlos pero no van a poder callar el Evan-gelio”. Eso de “acallar la voz” ¿significaría esta conciencia de que posiblemente, aunque sea en un horizonte, podían morir?

MA: Exactamente. Yo creo que tenía conciencia de un horizonte, y no tan lejano, porque ya hubo curas muertos, curas desaparecidos de Argentina y se sentían que estaban acorra-lados. Tenían conciencia de que estaban acorralados y de que podía pasar lo peor. Él decía

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“Podrán callar la voz del obispo pero el Evangelio no podrán callarlo”. Incluso eso lo dijo en la última misa por que estaba escrito. Ahí supimos que él escribía los sermones que hacían y tanto que cuando murió, Angelelli pidió llevarse el breviario y los sermones de Carlitos como recuerdo para él. Y yo creo que sí, porque eso lo confirman las cartas que nos enviaba a nosotros.

GP: ¡Claro!MA: Donde se ve que realmente tenía conciencia de lo que estaba pasando, e incluso

cuando lo vinieron a buscar; él les dijo a las hermanas: “Si nosotros no llegamos, avisen al Obispo porque quiere decir que esto es serio”.

GP: Así es. ¿Y cuál es tu punto de vista de cuál sería la razón por la cual lo llevaron a él y al P. Gabriel y no a otros? ¿Cuál sería tu opinión fundamentada en lo conocimientos que vos tenés? ¿Por qué ellos dos y no otros curas que estaban hasta más comprometidos en cuestiones sociales…?

MA: Ahí aparece un problema mayor que es el famoso problema de La chimenea, que detrás de la cuestión rural en la zona de La chimenea hay 13 militares, por el terreno de La chimenea.

GP: ¿Me querés contar esa anécdota? No la conozco.MA: Es decir; se sospechaba en aquel tiempo, lo que yo conozco y por él mismo. Yo des-

miento otras versiones que aparecieron después porque yo las conozco antes de que las ver-siones aparecieran. En el terreno de La Chimenea, los militares estaban interesados porque parece que había uranio U38. El uranio que sirve para la bomba atómica.

GP: ¿Dónde está ese terreno?MA: Acá muy cerquita de Chamical.Mujer: Como quien se va a al Unquillal, antes.GP: ¡Bien!MA: Bueno, al estar los militares interesados en Uranio, había que sacar a los rurales, la

gente muy humilde, que no es la gente rural de hoy. La gente rural de La Rioja de aquellos años era muy humilde. Y el obispo había organizado en la pastoral rural la cooperativa ru-ral, por lo cual, unidos, podían competir con las grandes estancias de La Rioja. Porque había que decir que tenían grandes territorios de La Rioja con gente con recursos y estos pequeños pastores que no podían competir; o le vendían el ganado a precio bajo o le vendían el terre-no. Entonces el Obispo con la cooperativa los apoyaban y al Obispo lo acompañaban, que es una verdad histórica y no era dinero de acá o allá, el dinero venia de Adveniat, Alemania. Alemania apoyaba al Obispo en esos proyectos sociales de América Latina.

GP: Y como sigue siendo hasta el día de hoy…MA: Como sigue siendo hasta el día de hoy. Entonces Adveniat mandaba el dinero con

lo cual el Obispo organizaba la cooperativas agrarias. Pero el Obispo no solo organizó las cooperativas agrarias. Yo me entero ahora que había también cooperativas rurales de maes-tros.

GP: Me estabas contando que había armado la cooperativa rural y la de maestros.MA: Lo que podíamos llamar “la cooperativa rural de educadores”. De manera que con

esa organización se molestaba a los intereses que venían apoyados con los intereses de Cór-doba. Por eso es que Córdoba tiene mucho que ver con esto, donde había políticos civiles interesados con los militares en esta cuestión, por eso atacan al Obispo. El obispo es atacado

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en la base de Chamical. Hay una misa famosa en la base y en el colegio donde los militares enfrentan al Obispo. Entonces, los dos curas de Chamical, evidentemente, se alinean con el Obispo. Y al alinearse con el Obispo, se enemistan con el poder político militar y civil de la ciudad. Ahora, ¿qué pasa? Que Carlos tiene un cuñado que conoce y sabe lo que está pa-sando y le informa. Por eso es que él tenía clara la cuestión. El cuñado le aconseja que sea prudente. Pero él está jugado y se va a jugar, por eso la frase. La frase tiene un contenido más profundo de lo que es solo la muerte, sino la defensa de valores que lo hace profundo que son los que se están jugando. No es una pelea entre el Obispo y militares. Acá hay una pelea de gente humilde que va a ser desprotegida y gente que se va a enriquecer con lo poco que tiene la gente humilde. Esa es la cuestión. Evidentemente, yo creo que, de los dos, el más marcado era Carlos, porque sabían que el francés era un cura, un hombre muy bueno, pero que estaba ligado a un proyecto pastoral misionero comprometido. En cambio, Carlos, vinculado a Córdoba, vinculado a la familia, su hermana y cuñado eran abogados, conocía el ámbito político.

GP: Tal vez tenía colegas, ex compañeros del Liceo que estuvieron haciendo carrera militar.

MA: Claro, tenía muchos contactos. Era una persona que estaba muy informada y muy lucida. Evidentemente, él tendría otros contactos que nosotros no conocemos.

GP: Aparte, él había trabajado en el Registro de la propiedad, en la Provincia.MA: Esto no lo sé.GP: Porque en todas la biografías que leí dice que trabajó dos años en el Registro. Lo

cual, si fuera así, le hubiera dado otras vinculaciones.MA: Claro, a esto no lo conocí nunca. Yo lo que sé es que él sabía, lo habían aconsejado

y lo mismo se jugó.GP: O sea que se podría decir que el hecho de que dos curas de Chamical hayan sido

víctimas, tendría que ver más allá de su posicionamiento ideológico macro, si estaban alia-dos con la pastoral del Obispo, con una cuestión específica bien concreta que es esto del terreno de la Chimenea. Que gira en torno con el tema La Chimenea. Y que ellos están bien alineados en defensa de la cooperativa rural, lo cual va en contra de los intereses de aquí y de afuera.

MA: Sí, había doble interés. Uno era la ideología pero, el otro, un interés concreto que tiene que ver con La chimenea. Es ahí donde se le aconseja tomar distancia, a lo cual él se niega. “Me voy a jugar por los campesinos”. El tema era el rural, el mundo rural. El otro asunto tenía que ver con golpear al Obispo también. Evidentemente era eso y después se cierra: “Aquí golpearon al Obispo”. Eso explica después porque la muerte de Wenceslao, tiene que ver con la cuestión rural, porque tocaba intereses de grandes terratenientes que, en el fondo, los tipos se jugaban por las personas de menores recursos y las organizaban para tener un mercado mayor y eso es lo que no se veía bien. Se interpretaba erróneamente como algo comunista y no como una doctrina social de la Iglesia, de la Populorum Progreso, de la que ya hablaron Pablo VI y ni hablar de Juan Pablo II.

GP: Incluso, podemos hablar de la novedad del cristianismo, que desde su origen se vive comunitariamente. Es la gran novedad sobre las otras religiones orientales de la época antigua.

MA: Claro, exactamente. GP: Poner los bienes en común, como dice el libro de los Hechos.

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MA: Yo creo que por ahí va la cuestión. Me parece que la muerte de ellos está marcada es muy puntual y focalizada. Además, Carlos, como buen cordobés, era frontal; no era que daba la vuelta o insinuaba. Bien frontal, decía las cosas como las imaginaba y veía.

GP: Porque, por otro lado, por parte del padre Longueville, según me decían, era muy callado y muy introvertido; más allá que tuvieron compromisos. Pero que era un hombre muy artista, ese era su lugar en ese dúo.

MA: Él (Carlos) era la voz cantante, claro. Compartían los dos las mismas cosas, pero el que tenía la voz cantante era Carlos.

GP: Además, hablaba castellano, según dicen que el P. Longueville nunca dominó el castellano del todo. Y una pregunta más; yo he leído varias veces que cuando encontraron los cuerpos estaban particularmente ensañados con el cuerpo de Carlos, como que la tortura fue particular…

MA: Sí, probablemente porque la hipótesis que tenemos es que los llevaron a la Base, ahí los torturaron pensando equivocadamente que ellos tendrían información, que eran una red zurda con conocimientos y contactos. Probablemente han querido hacerles cantar cosas que no tenían. No sé si quisieron matarlos o se les fue la mano con la tortura y tuvieron que ma-tarlos porque no les quedó otra alternativa. En realidad pasaba esto: los querían hacer hablar y después se daban cuenta que se pasaron y no les quedaba más remedio que sacrificarlos. Por eso yo calculo que pasó lo mismo con Carlos (...).

Estaba más lastimado. Como si ahí hubiera estado la marca. Y yo creo que le quisieron hacer cantar cosas que no tenían. No es que había unas células de curas vinculados...

GP: No tenían la información que ellos creían que tenían.MA: Además, hay otra cuestión. Carlos nunca perteneció a un movimiento de organi-

zación de curas populares o de curas villeros. No, no, era una opción personal suya. Más bien estaba vinculada a una especie de contemplativo. De hecho, su ideal era Arturo Paoli, un muchacho que quería estar en la vida de los pobres, compartiendo con los pobres en una vida de oración y silencio, enunciando la injusticia; pero no uno tampoco para ser llamado para un piquete, bloque o grupos de protesta.

GP: Cosa que si podría haber sido el P. Longueville porque él venía de una sociedad de curas franceses para Latinoamérica...

MA: Claro, Carlos era un franciscano que amaba ese estilo hasta casi testimonial silencio-so pero de denuncia. Porque su modelo era Arturo Paoli.

GP: Y una última pregunta, en Uds. como orden o al menos en los franciscanos conven-tuales, ¿cómo repercute cuando lo matan? ¿Qué se dice entre los frailes?

MA: Bueno, como orden, pasó lo que pasó en todas partes. Los que los conocimos y co-nocíamos todo esto, los jóvenes, era claramente una muerte martirial y testimonial, nunca dudamos. El grupo de los más ancianos y mayores lo veían casi como “se la busco”. Y el grupo de los intermedios se movía un poco como diciendo “no está bien lo que le paso pero tampoco es un mártir”. Estaban como divididas las aguas. De hecho, es mi generación la que movilizó y acompañó este proceso. Yo puedo decir que tengo el honor de ser el primero en Roma que empezó a juntar documentos y a movilizar. Siendo yo responsable, no me voy a olvidar nunca: yo estaba en Roma como asistente general, vine acá a Argentina 1 o 2 años después de la muerte de Carlos (…).

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Vine acá y era la gran discusión: abrimos o no abrimos la comunidad en Chamical. En-tonces me acuerdo que intervine y dije: “Ahí hay un mártir; donde hay sangre de mártir, no nos podemos ir”, esa es la tradición de la orden. Y se aprobó que se abra. Me acuerdo que algunos dijeron: “Esto es presión de Roma” y se abrió porque Miguel Ángel presionó. Y se abrió la comunidad de Chamical.

GP: ¿Cuándo abrieron la comunidad de Chamical? MA: Eso fue en el 87, 88.GP: ¡Ah, bien! O sea que, después de la muerte de Carlos, pasó un tiempo largo hasta

que Uds. se instalaron.

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marTha ramona corneJo (coca)3

Esposa de Wenceslao Pedernera. 17 de noviembre de 2018

Coca: Yo fui muy perseguida. A mí, Gendarmería, me mandaban cada dos semanas un Gendarme. Pero nunca me hizo preguntas sobre Wences. Y dos días por semana me manda-ban un policía también.

Juan Carlos: ¿Ud. estaba donde, Coca?C: Estaba acá, en la casa. Cuando yo volví de Mendoza, porque me sacaron de acá. Gen-

darmería me dijo que me fuera a Mendoza y que si tenía padres vivos. “Sí”, le digo, “tengo mi papá, mi mamá, muchos hermanos”. “Bueno, Ud. se va a ir, para que no le pase nada ni a Ud. ni a sus nenas” me dice. Claro la más chiquita tenía 5 años, 7 años y 13 la más grande. Entonces ellos me hicieron

salir de acá. ¿Por qué fue Gendarmería? Porque estuve entre la espada y la pared. Porque esa noche cuando pasó todo, a mí me sacan dos uniformados, que no se si eran policías o gendarmes, no me acuerdo eso yo (…). Porque el hospital estaba lleno, tanto de policías como gendarmes. Entonces viene esos dos uniformados y me dicen: “Señora, Ud. esta inco-municada con la nenas, no puede hablar con nadie” y estaba detenida. Incomunicada, ¿estoy presa o detenida? Cualquiera de las dos cosas porque no podía hablar con nadie y no se me podía acercar nadie tampoco. Ha muerto el testigo más grande que tenemos nosotros que es el hombre que nos llevó esa noche, en un vehículo prestado. Entonces no tenía con quién hablar. Esta era la puerta, una piecita chiquita, con dos camitas chiquitas, un policía ahí y el otro acá. Abrías la puerta y dos policías más y ahí siempre. Que yo me enteré al tiempo que la chica de Mendoza, no me había dicho nada. Después me dice ella que sintió un tropel que venía. No estábamos todavía en la piecita, yo estaba con una enfermera con Wences en el piso de la sala donde le estaban cortando la ropa, porque estaban muy destrozadas las piernas, las rodillas y le habían atravesado el diafragma también. Así que no sé si lo iban a operar o no, pero que le han hecho la autopsia, lo han hecho. Porque una señora que ha fallecido, que era amiga mía de Chilecito ella lo vistió. Vino Gendarmería para traerme acá para que yo le llevara ropa. Llevé ropa, calzado, zapatos; porque tenía tres trajes la ropa que tenia de vestir también−, camisa, pantalones de vestir. Me trajeron para llevar la ropa. No me permitieron llevar a las chicas pero yo no tenía miedo (...).

(El 19 de julio de 2018 lo han exhumado, y) se le notan, cuando le han limpiado los huesitos, a dónde le han entrado las balas y, donde no han entrado las balas, la pateadura que le han dado esa noche. Porque los forenses dicen que se nota mucho que le han pegado muy feo con los botines. Lo han pateado muy feo. Le han pateado acá adentro porque ellos golpearon la puerta, la luz se prendía ahí y la luz estaba prendida. Yo no tenía celosía, tenía cortinas nada más, no se traslucía. Claro, toda la vida me levanté yo, cuando a él lo pasaban a buscar para un viaje porque llevaba enfermos a Chilecito, no cobraba nada (…).

3 En la entrevista a Martha Ramona Cornejo participaron como entrevistadores, además de la Autora, el Dr. Juan Carlos Stauber y la Lic. Marcela López.

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Bueno entonces esa noche yo le había dicho: “Hay un vehículo que iba y venía por esta calle”. No estaba asfaltado, todavía. Era camino de tierra, piedrita... Y yo al tipo lo había visto bien. Sacaba la mano para afuera y tenía un anillo de oro grueso, se notaba que era de oro, y un bigote bien grande de pelo negro. Se notaba que era grandote, corpudo porque yo le veía el brazo que era gruesito y detrás, en el asiento de atrás, vi dos personas que no eran mujeres, nunca puedo creer que eran mujer, eran dos tipos disfrazados (…). Entonces, yo le había dicho: “Hay un auto que pasa así todos los días, va y viene, va y viene. Da varias vueltas y mira para la casa”. Y un día me acerco bien al alambrado y ya lo veo bien al tipo, por eso hablo de la ropa de esta gente.

“No”, dice, “andarán, serán turistas”. -“No” le digo “esos no é”.“(No hay) que andar pensando en ninguna cosa”, me dice.“Es que yo tengo miedo, sentí la información en la radio” le digo yo, “y por la tele. Está

mal todo Wences, ¿por qué no nos vamos? Vos te vas a San Luis y yo me voy a Mendoza. Allá nos separamos, me quedo en la casa de mis padres con las nenas y cuando pase un tiempito, un mes o meses, te venís por Mendoza y nos venimos todos juntos”.

“No”. Dice, “estás mal, estás loca, yo no voy a ir haciendo ese trajín”.“No, que tenemos tres criaturas, Wence”. Le digo: “Nosotros podemos estar corriendo

peligro. Los curas no están”.Ya se había ido el cura de acá, que era Andrés. Era francés, chiquito, medio colorado,

bastante pelado y andaba siempre con gorra y anteojos con aumento. Y la nariz que tenía era grande, más grande que la de Wence. Todos esos detalles yo me acuerdo cuando me llama-ron para hacer la declaración. Porque no sé cómo ha venido la mano ahí. Bueno, entonces me preguntan por el otro cura, que era en párroco de Chilecito. Y me preguntan de este, que a dónde estaba (…).

Los del Chevi siguieron pasando hasta que él un día los vio. El día domingo nos tocaba el turno acá. El día sábado estaba él plantando 4 plantas frutales que había comprado: man-zano, durazno, pera… y yo daba catequesis con la más grande. Yo me voy a catequesis y queda él plantando las plantitas. Cuando vengo de allá, lo noté raro y me dice:

“He calentado tres veces la pava esperándote para que tomemos unos mates”.“¿Sabés qué pasa? El padre Augusto se puso a hablarle a los chicos, por eso me he demo-

rado” le digo. Yo me había llevado las otras chicas, él quedo solito acá. Y me dice:“También me he bañado y he cambiado toda la ropa acá”.“Bueno”, le digo.Volvió a calentar el agua, preparó el mate, nos pusimos a tomar mates y me dice:“Le hago el té a las chicas… Vos sabés que tenés razón del auto ese”. “Sí, va y viene” me

dice... “me miraba muchísimo. Si va y viene, me miraba muchísimo. Daba un montón de vueltas” (…).

“¿Viste, Wence? ¡Vámosnos, vámosnos!”, le digo yo, “Salgamos de acá, de la casa, no pue-do estar yo”.

Y bueno entonces, no, no quiso saber nada. Esa noche yo no me acuesto, me quedo le-vantada con la segunda de las nenas, con la de 7 años. La más grande se había ido a acostar con la más chiquita. Cada una tenía su cama. En la ventana que tampoco tenía celosía pero no se traslucía, hacían así: (golpea sobre la mesa) con el vidrio, volvían a hacer así ara abajo.

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Claro la niñita no se quería ir a acostar porque también tenía miedo y me veía a mí ahí, y yo no me quería acostar. En la puerta también, volvían a hacer el mismo golpe. Teníamos perro chiquito, de esos garroneros que le dicen pero no hacía nada, no ladraba, nada. Voy a la pie-za y el digo a Wence, lo hablo, me pongo de rodillas para no hablar fuerte y decirle: “Mirá, Wence, en la ventana me hacen este ruido y en la puerta también. La nena también lo siente. Lo hacen fuerte”.

“Acostate, ¡¿a qué hora te vas a acostar?!”, y me dice que qué hora era.“No sé qué hora es”. Le digo yo.Ya empiezo a sentir los autos y entraban ahí. No tengo más que un portoncito con palitos.

Enfocaban para acá con las luces, tanto a la ventana como para abajo, y se volvían para abajo. Cerquita. Claro, como en invierno esta todo pelado, yo veía dónde estaban los vehículos.

Yo me acuesto porque empezó a sentirse molesto porque no me acostaba. Voy, acuesto a la nena y me acuesto. En lo que yo estoy sentada, me estaba desvistiendo sentada en la orilla de la cama, otra vez enfocan acá en la ventana.

“¿Viste?”, le digo. “Enfocan la ventana”, y él dormía. “Pero no es nada, no va a pasar ninguna cosa”. Me decía. “Levantémosnos, Wence, no va agua en el canal” porque el canal pasa por acá por dentro.

Le digo, “vámosnos allá al fondo, al canal, envolvamos bien a las chicas con frazadas, no viene agua, metamos a las chicas dentro del canal. Nos metamos nosotros también y acá vamos a ver” le digo.

“¡Estás loca! ¿Cómo vamos a estar haciendo esas macanas?”. Me dice “¡Andar sacando las criaturas con el frio que hace!” (…).

En eso se levanta la María Rosa y dice: “¡Papi! ¡Papi!” Yo, como estaba despierta, la siento: “¿Qué pasa, María Rosa?” entonces yo me cuelgo a

la cama y ella se arrima donde está el padre. Y dice:“¡Arrastran el cajón con el jamón, papi, arriba en el techo de la casa!”. Toti Ortiz nos ha-

bía regalado un jamón y estaba en un cajón arriba de la casa. Bueno, nos hemos levantado, sí, arrastraban el cajón. Entonces le digo:

“¿Viste, Wence? Ahora no tenemos solución para salir de la casa. ¿Qué va a ser de noso-tros? La nenas, lo que yo siento... Nosotros somos grandes, pero las nenas... Nos llega a pasar algo y capaz que hasta las criaturas paguen los platos rotos… no sé, no sé”.

“Bueno, no te desesperes; no va a pasar nada”. Y volvieron a arrastrar el cajón y le digo yo:

“Salgamos para afuera.” Salimos los dos. Había una escalera afirmada acá en la pared, para afuera.

JC: ¿Salieron por acá, por esta puerta?C: Si, salimos por acá. Y se sube al techo. Se iba subiendo a la escalera.JC: ¿Y no estaban los autos acá?C: No, no; habían dejado de pasar, pero estaban estacionados. Y dice:“El cajón está en el mismo lugar. Y no se ve nada; está el tanque del agua pero no hay

nada”.“No hay nada”. Dice.

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“Bueno, mira, vamos para adentro, pero no te acostés. Yo le voy a echar llave a la puerta, vos quedate con la otra llave por cualquier cosa y yo voy a dar una vuelta por todo el terre-no. Voy a ver si hay alguien” le digo yo.

“Bueno”, me dijo. No me dijo: “no, te puede pasar algo”. No, no dijo nada. Me voy por la orilla del canal hasta el fondo, doy la vuelta, había una hilera de nogal a la orilla de la calle y me vine por ahí, mire arriba del techo. No vi nada, nada.

JC: ¿Y era muy tarde, Coca?C: Si; a todo eso era más de la una de la mañana.JC: Uhh…C: Y ya los autos otra vez. Le digo yo cuando viene uno de los autos y enfoca bien esta

ventana. Agarro y le digo a Wence:“Voy a salir yo, a ver el auto a donde paran”. Y él estaba piola, se quedaba ahí. Al menos

así lo veía yo, no sé cómo habrá estado por dentro.JC: Claro, claro.C: Pienso que tenía que haber estado mal. Cuando yo salgo, pega la vuelta y se va. Salgo

ligerito y miro, ya veo donde estaban estacionados. Entonces iban y daban la vueltita en-frente de una casa y se quedaban estacionados ahí. Entonces yo corrí y me metí acá adentro y seguían hinchando los autos. Bueno, en eso yo lo volví a embromar a él de que no podía so-portar a los autos, cómo enfocaban las ventanas. Yo vengo y me quedo así dormida. Cuando siento que dice gritando:

“¡Ya va! ¡Ya va!”. Y claro, yo sentía entre dormida que decía eso... ¿A quién dirá “ya va”? Si toda la vida me levanto yo a atender, ¿quién lo busca? ¿Para qué? Nunca salió él. Fue la primera y única vez (…) la cierra con todo a la puerta. Mientras que el grita “¡Ya va, ya va!” él ya salió de la pieza, de este dormitorio y cuando corre un poquito la cortina veo los tres que estaban listos y encapuchados (…). Entonces abre la puerta él y de ahí, ¡PAFF! Grita él y cae. Era otro tiro. Entonces yo me acuesto con una de las nenas. Cuando escucho el primer tiro me acuesto en la cama con una de las nenas y me tapo hasta la cabeza con las nenas. Yo siento que le siguen tirando, entonces me levanto, les tapo las cabezas enteras a las chicas, a las 3 y salgo por el fondo. Salgo por el fondo y agarro así derecho para salir acá a la orilla de la calle, por donde sale el alambrado. Había unas piedras grandes, así, que están ahí, choco con esa pierda y me saco el tobillo. Me quede renga, renga, me arrastre igual y le seguían dando.

Le seguían dando y yo digo: “Le están dando a las nenas”.GP: Claro, porque las chicas estaban en su pieza.C: Estaban en el otro dormitorio. Pero han entrado y ellas los han visto de negro. Yo los

he visto con la luz prendida acá y vi que era marroncita la ropa (…) bueno, entonces, en lo que yo me arrastro, yo veo dos tipos que estaban afirmados en la camioneta, así muy pancho estaban los dos, uno rengueaba para caminar, uno de ellos. Claro, cuando yo voy llegando al alambrado, ya salen disparando, todos, los 5: los tres estos y los dos que estaban afirma-dos en la camioneta. Y en eso salen disparando, corriendo y pasa un jeep a todo lo que da; en eso, pasa otro auto. El segundo vendría a ser el tercer auto, se para y yo me agarré la cabeza con la mano y dije: “Que Dios me favorezca” porque ahí me iban a tirar, y era seguro que podían tirarme a donde estaba yo. Arrancaron y rajaron con los otros de atrás (…). Enton-ces yo me cruzo para pedirle auxilio al viejito aquel y, como no me escuchó, me vengo a las

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rengueadas por la veredita y ya estaba el otro viejito con la hojita abierta de la ventanilla. La chica más grande gritaba en el patio, llamándome a mí, no daba más de los gritos.

(En este momento se interrumpe momentáneamente el relato de Coca porque los recuerdos la hacen llorar).

C: Dice el viejito: “¿Qué pasó, Coquita, que pasó?”.“Le han dado a Wence, le han dado a Wence”, le digo yo.“Vaya, vaya. Sienta como grita la nena en el patio”, me dice.Y bueno. La puerta había quedado tirada porque los tipos, para disparar, la habían abier-

to. Entonces “Ya voy para allá, ya voy para allá”, me dice el viejito.La chica se tiró en los brazos míos cuando ella me vio porque anda a saber qué pensaría,

pobre chica.GP: Capaz pensaba que le había pegado a Ud...C: ¡Claro! No sé quién me hubiera criado las chicas, no sé. Gracias a Dios que las pude

criar bien y están bien las chicas (…).

(El día de la exhumación de Wenceslao) Llegó Monseñor (Marcelo Colombo), me abrazó y me dice (….)

“Te entiendo, Coca; te entiendo” me dice. Yo no me iba a arrimar y le digo yo: “Tené cuidado con María Rosa, ya se los venía di-

ciendo hacía rato. Le puede pasar algo, porque si llega a ver el cajón con piedras, le puede pasar algo”.

JC: ¡Claro! ¿Y Ud. no tenía certeza si eso era sí o no?C: No, yo estaba segura que sí estaba por el padre Julio Guzmán.JC: Ahh...C: Por él y el P. Lorenzo González que era de Córdoba. Y bueno entonces le dijo yo:

“Monseñor, yo no me voy a arrimar a ver nada”. Yo estaba, por ejemplo, sacando una plan-tita de durazno que estaba más o menos en la puerta, a esta distancia. No, yo no me animaba a verlo, nada, imaginate que me tocó verlo esa noche cuando le corte la ropa y que todo lo que había y todo lo que fui perseguida y que me venían a preguntar, nunca dije: “Sí, soy perseguida. Sí, por esto y esto. Sí, que aquí, que allá”.

Si alguien me molestaba, sí, sí, me molestaban, me insultaban, gritándome: “Comunista, extremista”. “Hasta las gallinas son comunistas y extremistas”, me solían gritar, porque crie unas gallinitas también. Crié chanchos también. Entonces, yo me banqué todo eso. No decía nada, ni al gendarme ni al policía. Todo me lo tragaba. No, no les iba a decir ninguna cosa. ¿Para qué? ¿Perder tiempo? Y he estado así 8 años. Me querían agarrar y no me dejé agarrar.

JC: Coca, y Ud. ¿es nacida en Mendoza, en Rivadavia también?C: Sí. Sí, sí, sí. Sí, yo soy nacida y criada en Mendoza. Las tres chicas nacieron en Mendo-

za también. Em… y Estela, la más chica, vino sin bautizarla de allá de Mendoza y la bautizó acá el Monseñor Angelelli.

JC: Ah, ¡mire!

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C: Sí. Y en la casa de Tito Paoletti, el dueño del diario El Independiente hicimos el almuer-zo… porque éramos muy amigos con ellos también.

GP: ¿Y cómo llegan a La Rioja ustedes? Porque si Uds. vivían en Mendoza, ¿cómo apa-recen por acá?

C: Y… por dos changos.Eh… lo invitan dos muchachos a él… Rafael Sifré y Carlos Di Marco (…). Bueno. Noso-

tros ya éramos del Grupo Rural de Acción Católica porque… GP: ¿Allá en Mendoza?C: Claro. Porque mi papá nunca nos dejaba ir a la Iglesia, nunca nos llevaba, y a mí me

encantaba. Pero yo hice la comunión, yo, pero… por la escuela hice la, la comunión pero sino no la hubiera hecho nunca.

Estem… entonces andaban dos curas… uno está vivo todavía, viejito está… Sí. Y la… eso… andaban los curitas invitando para la novena de la Virgen de la Carrodi-

lla en Mendoza… ahí en Gargantini. Gargantini tenía la Iglesia entonces él… eh… todos los años se hacía la novena de la Virgen de la Carrodilla. Pero la Carrodilla está en Mendoza, en la ciudad. Pero Gargantini tenía la Iglesia hecha ahí.

GP: En la finca, digamos, ahí…C: Claro, sí, sí. Al lado de la escuela donde yo… había ido también, había ido María

Rosa. Bueno. Estem… Claro de ahí, em… Yo cuando lo he conocido a Wencen, volvimos para atrás (…).

Claro… lo conozco a Wencen porque él hizo el servicio militar en Mendoza en Tupun-gato. No me acuerdo el…

Y bueno, y de ahí… Él vuelve a la casa cuando sale del servicio militar, vuelve a la casa y les dice a los padres que él se viene a Mendoza a vivir. Qué le dice el padre: “¿Cómo que te vas a ir a Mendoza a vivir? dice. Si, dice, porque a mí el campo no me gusta. Eran, tenían muchísima animalada, de toda clase tenían.

GP: ¿Él era de San Luis?C: Claro, era de San Luis. Nacido y criado en San Luis Wence.Él se plantó firme que se volvía a Mendoza toda… Bueno, el padre no renegó. Dice que

le dijo, este…: “Bueno, mirá hijo, si te va mal, está es tu casa, aquí volvé.” “Bueno, sí”, dice, “voy a ir”, dice, “porque me gusta Mendoza”. En la ciudad de San

Martín, en Mendoza… él alquiló, alquilaba ahí y en una casa en que… porque antes, has visto que se alquilaba, había casa que alquilaban piezas todo así.

Claro, una pensión, todas esas cosas. Y bueno, y dice que él este… encontró y, justo, dice, empezó a buscar trabajo y se encontró con un hombre (…) Y el hombre le dice: “Yo”, dice, “tengo un grupo de enmaderadores”. Enmaderadores son aquellos que enmaderan viña.

Claro. Y viñas cuando están en mal estado también, vienen y cambian los palos, los alambres, todo. Bueno, mi papá tenía… bueno era contratista, él no tenía nada. Era contra-tista. Y bueno, tenía 21 hectáreas de viña a cargo de…

Y de ahí… estem… entonces… Entra a trabajar con ese hombre. Y eran… varios eran los que trabajaban con… este… uno era de ellos se hizo compadre conmigo y Wence, porque fuimos padrinos de bautismo de un hijo varón que tuvo ese hombre que era compañero de Wence. Era ese, 2, 3… eran como seis o siete eran. Claro este… y ahí venía él. Cuando vinie-

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ron a enmaderar esa parte de la viña que estaba fea. Vino un hombre a buscar agua un día. Este… lo atiendo, le doy el agua. Bueno, al otro día vino Wence y se ve que había corrido la voz el otro, y bueno, lo atiendo yo también para tomar agua, se va.

JC: Pero… fue a buscar agua, ¿eh?C: No, no, ya, ya… ya le había “picado” ya… jajaja…GP: ¡Ya habían dicho hay una chica ahí!C: Y bueno, y al otro día vuelve a venir él.El tercer día vino él y me dice él que si yo era soltera.“Sí”, le digo, “soy soltera”. Dice… “Pero, ¿Ud. tiene un hijo?”, me dice. “Yo no tengo ningún hijo”, le digo yo. Le digo, “¿De dónde ha sacado Ud. eso?” Claro,

el otro había visto que había una criaturita y yo andaba teniéndola alzada. Era chiquitita, mi hna., la más chica. Y dice… claro, este ha ido y le ha dicho y Wence empezó a vueltear…

Y dice: “Yo me he enterado que Ud. tiene un hijo.” “No tengo ningún hijo yo. Mañana venga a las 11”, le digo yo, “de la mañana a llevar

agua.” Mi mamá a las 11 justo le daba el pecho a la nena (risas). Tenía esas sillas petizas, que le decían antes y ahí se sentaba mi mamá… y en tal lugar. Claro, vino a buscar agua Wence, estaba la mamá sentada dándole el pecho a la nena… (risas).

Después, cuando le despacho el agua y que no sintiera la mamá, le digo, ahí está la… el hijo que yo tengo, le da el pecho la mamá, le digo yo (risas).

Y bueno, al poquito tiempo, no podía verme con él, conversar con él así, nada, porque no… mi papá que no nos perdía de vista nunca. Claro, en esos años los padres eran muy duros.

Bueno, entonces, me dice un día: “Wence, yo voy a venir a hablar con tu papá.”“Mirá”, le digo yo, “tené cuidado”. A todo eso nos decíamos de Ud. nomás… así nos res-

petábamos en ese tiempo, así diciéndonos de Ud. nomás. “No sé si vas a poder… hablarlo”, le digo yo.

“Yo me las voy a arreglar”, decía él. “Bueno”, dice, “yo el… domingo voy a venir”, dice. Vino el día domingo.

La mamá le avisó a mi papá. “Arreglátelas vos, yo no tengo nada que ver”, le contestó él. “Yo me voy a ir al campo”, dice.

Y bueno la mamá dice: “¿Cómo”, dice, “voy a estar yo”, dice, “si… si vos sos el padre?”, dice.

“No, no. Yo no quiero saber nada, que arreglátelas vos”, dice. ¿Cómo van a recibir al… claro, a él en la casa? Y se nos… se sonó porque… estem… se sienta él a, para esperar que la mamá le sirviera el al, el almuerzo. Era una galería larga así, estaba la mesa así, la cocina así como está la puerta del comedor y… siento que golpean las manos. Salgo yo a atender, era Wence.

Le digo, mirá, le digo yo, estem… “Mire, mi papá”, le digo, le dijo a mi mamá que él no quiere saber nada.

“No”, dice, “Ud. déjeme, yo lo voy a hablar”. Entonces lo hice pasar yo. Entonces, la mamá tomó para adentro de la pieza.

Y le digo: “Papá, él es el muchacho que me pretende y quiere hablar con Ud.”

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“Y bueno, que tome asiento”, dice. Estaba en la cabecera de la mesa él y lo sentó a la par de la silla de Wen… de… papá. Y la llama a la mamá. Y viene la mamá a ver qué es lo que quiere. “Servile almuerzo acá al joven también”, dice, “¿Cómo voy a estar comiendo yo solo?”.

Se puso a comer Wencen con él y a conversar. Y bueno, le dijo que… sí, pero que… él nos daba tres meses para casarnos. Entonces le dijo, “Es poco, porque yo no los conozco a Uds., ni Uds. me conocen a mí”, le dice él, así.

“No”, dice, “yo le doy tres meses nada más. Se casan y nada más”, dijo él, así. “Y acá va a venir solamente el domingo” (mientras golpea la mesa) le dijo él. Y bueno, fue cortante. Así que el día domingo él tenía que venir de San Martín a Rivadavia con, en colectivo, de Rivadavia hasta la ruta donde era él… donde tenía que bajar él, en Gargantini. Bueno, o sea, tenía que tomar dos colectivos y de ahí ponerle a pata hasta donde vivíamos, lejísimos.

Y bueno este… pero se bancó todo eso él. Hasta que un día me dice… me dice él: “Mirá”, dice, “nos vamos a casar, pero yo no me voy a casa por Iglesia”, dice.

“Ah, ¿cómo que no te vas a casar por Iglesia? Si no te casas por iglesia, no me caso nada”, le digo yo.

Este… no tenía estudios, pero me sabía de… me sabía defenderme, gracias a Dios.Como me ha tocado con lo de Wencen, me he defendido, que no sabía nada, ninguna

co… nadie se arrimaba, nada. Bueno. Entonces, le digo yo… dice, “no”, dice, “yo por la Igle…”

“Pero ¿por qué”, le digo, “no te querés casar por la Iglesia?” “Es que yo no los quiero a los curas.” “Bueno”, le digo, “¿qué tienen que ver los curas? Si nos vamos a casar nosotros”, le digo,

“no él…” “Sí, pero el cura tiene que casarnos”, dice. “Pero, ¿qué tiene que ver?” Le digo yo, “para eso soñé, para hacer el casamiento, para

hacer misa, para hacer estem… ¿cómo se llama? Misa para… 15 años, todo eso”, le decía yo. “No, es que yo no los quiero, y no los quiero”. “Bueno entonces…” le digo “¿pero cuál es el motivo?” Hasta que me ha dicho... Y dice: “No los quiero”, dice, “porque son unos pollerudos”. Por

ese tiempo usaban sotana… “Y bueno, entonces” dice… Le digo yo: “Vos debés haber tenido algún motivo con alguno de los curas, ¿has peleado

con algún cura, alguna vez, por alguna cosa? Decímelo, le digo yo, porque si no estem… no sé cuál es el motivo”, le digo yo.

Y dice: “No, es que yo no los quiero, nada más, porque son pollerudos”, dice. “Eso es todo, pero no he peleado nunca, con ningún cura.”

Le digo yo: “A mí me…” “A la Iglesia tampoco, no voy nunca”, me dice. “Y a la Iglesia tendrías que ir, si total vos no vas a ir por el cura, vos vas por ir a misa que

la circula, pero no vas por el cura, vos vas por nuestro Señor”, le digo yo. “No, dice, que a mí no me gusta.” “Bueno, si vos no te casás por Iglesia, no me caso”, le dije yo.

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Chau. Se fue. A los 15 días, más o menos, si es que no han sido más, volvió. Golpean las manos en la casa, salgo a atender, era él. Y dice: “¿Cómo andas?”

Digo: “Bien, ¿y vos?” le digo. “Bien.” Y dice… “Mirá”, dice, “vengo a traerte la plata”, dice, “para que te comprés la

ropa”, dice. Porque yo le había dicho que yo, este… me quería casarme de blanco; y me dice, que ¿por qué me quería casarme de blanco?

“Porque quiero ser una novia más”, le dije yo. Y bueno. Estem… me de… me deja la plata, este… voy a la casa de los padrinos a verlos,

ahí a decirles, y entonces me… me dicen a mí que cuando volviera a venir, que lo invita-ba, que fuera yo con él para la casa. Yo ya tenía los padrinos ya… elegidos ya. Y… bueno, cuando el volvió, le digo yo, y fuimos a ver los padrinos, contentos los padrinos, que se yo. Bueno, entonces… “¿Y cuándo se van a casar?”

Y bueno, dice, “Don Cornejo nos ha dado, nada más dice, que tres meses, pero yo voy a esperar un poco más”, dijo él así. Los muebles, los tenía comprados, era amigo de una mue-blería y se los tenían guardados.

Y bueno. Entonces, ya estem… el papá volvió a apurar (…).(El día del casamiento) llegamos a la Iglesia, ya estaba Wence con la madrina y pusieron

la marcha nupcial, estaba la alfombra hasta afuera, hasta la vereda… porque era un patio grande así el… el de la Iglesia y este… eh… con tres o cuatro escalones, (¿no?) me acuerdo bien. Y este… de ahí hasta la vereda bajó allá bajaba un chiquito así del último escalón. Y bueno y a… empezamos a entrar con el pa…. Empezamos a entrar con el padrino… toda la marcha nupcial fue puesta todo el tiempo y fue con misa. Todo el tiempo la misa estaba con la marcha nupcial en… así bajito. Terminó el casamiento y, qué se yo… Fue muy lindo, por-que a mí me gustó lo que era con misa, y la marcha nupcial, me encantó, todo eso. Y bueno, yo… este… la noche ¡brillaba! Has visto la luna cuando está… como una plata, que se ve todo… Y claro, en unas casas habían salido, estaban parados afuera porque sabían que yo me casaba, y la luna así, (aaah) ¡cómo brillaba! (…)

Cuando andaban los dos curitas estos en la misión, cuando ya estábamos casados… ya tenía María Rosa yo. Y ya estaba embarazada de Susana. Una noche cenó un curita en la casa porque se dividían ellos para andar en las casas. Entonces… ya empezaba la novena pa’ el día y dice… Le digo: “Y bueno, esta noche vamos a ir a la novena”, le digo a Wence.

“Yo no voy a ir ningún lado, a ninguna novena”, dice. “Yo sí voy a ir a la novena”, le digo yo. Pero no me prohibió, nada más que él dijo no voy

a ir. Yo sí voy a ir. Bueno, entonces, yo agarro, preparo la cena, eh… el desayuno para que llevara al otro día, al trabajo, y me visto yo y la visto a la nena y me voy.

Cuando yo estoy allá y ya termina la misa esa, de la primera noche, la nena, sale María Rosa, dice: “El papi está atrás de nosotros”, dice.

“Bueno, vení para acá vos, que vos has venido conmigo, no has venido con él”. Y la aga-rré de la mano. Y bueno ya se empezó a salir la gente, ya me paré con ella para salir y en la… la puerta de la Iglesia, ya saliendo, la agarra de la manito él. Y se la quito yo. Le digo yo: “Yo vine con la nena, vos has venido solo, vos te vas solo”.

Porque yo amaba la Iglesia, amaba los santos, amaba a Dios, amaba la Virgen todo. Me habían enseñado a rezar de rodillas en la… a la orilla de la cama. Y bueno… Entonces yo no quería… ya que estaba cerca, entonces yo no… ¡ya quería estar en la Iglesia yo! A mí me

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gustaba, a mí me llamaba la atención todas esas cosas. Y bueno, entonces se vino atrás mío ligerito, yo caminaba ligero con la nena y él, de atrás. Llegamos a la casa. (Al día siguiente) cuando se va él, dice, después de doce, me dice: “Teneme el agua lista en el fuentón como me hacís todos los días”, dice, “así llego y me cambio”, dice, “nos vamos a ir a la novena”.

“Ah bueno”, le digo yo. No, le dije nada más que ah bueno. (…) Y nos fuimos a la novena los tres… Y de ahí entonces…. Dice, el curita, dice, “Bueno acá

hace falta una comisión pro templo, porque no hay comisión”, dice. “No hay quién atienda al cura cuando viene”, dice. “Está bien que”, dice, “que la Iglesia es del patrón… Garganti-ni”, dice. “Pero”, dice, “hace falta” dice, “una…” dice, “una comisión acá”, dijo. “Y la vamos a formar ya”, dice. “Que levante la mano el que quiera formar la que… para formar la comi-sión”. Fue el primero que levantó la mano.

Bueno, ya formaron la… madrina de bautismo y el padrino de de Susi, eran muy cató-licos ellos. Ya nos tomamos… así de que íbamos hacer reunión, estem… todos los sábados, íbamos a leer el Evangelio y cada uno iba a opinar algo sobre lo que he leído.

Entonces… lo hacíamos, las reuniones… el turquito dijo: “Lo hagamos, siempre lo va-mos a hacer en la casa mía” dijo él.

“Bueno”, le dijimos nosotros. Así que en la casa de él, hacíamos las reuniones. … la seño-ra del turquito. Y la hermana, preparaban torta o un budín y en los que estábamos reunidos, servían así. Era hermoso.

JC: ¿Y no me diga que Wenceslao hablaba ya…?C: Sí, ya con… los padrinos de… de Susana sí, porque la chica trabajó mucho por la

Iglesia y era la… la única cantante que había. Y la buscaban de todos lados por la voz que tenía la chica. Alcira Aguilar, se llamaba ella, vive en San Luis con el marido, él es Roberto Rosas. Y María Rosa sigue teniendo amistad con la hermana de Roberto que se llama Nilda Rosas. Éramos todos del Grupo Rural. De Acción Católica. Ahí, estem… Entró un cuñado mío también, y… conocimos Rafael y Carlos, de un día para otro y Wence se la dio para Rafael y Carlos. Y bueno, de ahí yo no me acuerdo cómo quedó después la comisión, ya no me acuerdo ya ahí, ¿no?

Estem… Entonces Rafael y Carlos empezaron a venir a la casa. Y empezaron a, este… “En tal parte vamos a tener reunión para que vamos”, dice, “a la reunión”. Bueno, nos lle-vaban ellos.

GP: No solo de la comisión del templo, sino ya del movimiento rural.C: Claro, éramos… Éramos yo, Wence y bueno ya… mi cuñado ya no, no sé qué pasó

después con el Grupo Rural de Acción Católica.C: Nivel Provincial, éramos. JC: Coca, y le preguntó, lo que reflexionaban de la Biblia, ¿era todo, exclusivamente,

sobre Dios, sobre espiritualidad o también reflexionaban sobre los problemas de la vida cotidiana?

C: De todo.JC: Ah, de todo.C: De todo. De todo. Sí, de todo. Y bueno, y entonces Rafael y Carlos… era de… de la

Iglesia, más, ellos muy volcada para la gente necesitada. Muy volcados los changos. Y bue-no, así lo… entusiasmaron a él. Y un día… me dice Wencen, habían ido a una reunión yo

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no… no había ido yo. Eh, vienen y me dice, “Tal día” dice, “me voy con Rafael y Carlos a La Rioja”.

“Ah, a La Rioja y, ¿a qué te vas a ir a La Rioja?” Le digo. “Sí, me han invitado ellos”, dice, “que va… vaya que… vamos para que yo conozca La

Rioja”, dice, “que lo conozca al obispo de La Rioja”. Bueno. Yo no le dije nada. Cuando vuel-ven, no sé si han estado tres, cuatro días, no se sacaba permiso, pero esos días se lo descon-taban, no se los pagaban. Me dice: “Nos vamos a vivir a La Rioja”, me dice.

“¿Cómo que nos vamos a vivir a La Rioja?” Le digo yo, “Si has ido a conocer”, le digo yo, “y ya querés irte a vivir a La Rioja”, le digo yo. “No, yo no me voy a La Rioja”, le digo.

“Yo sí me voy a ir a vivir a La Rioja, y nos vamos a ir”, me decía. “No, te irá vos, yo no me voy. Yo me quedo con las chicas, hacé lo que vos quieras”, le

digo. Y le digo… “¿Por qué te querés ir a La Rioja? ¿Qué es lo que ha pasado? Has estado en La Rioja y ya venís cambiado”, le digo, “vos. Acá estamos bien, tenés trabajo efectivo, ganás bien (…). ¿Si vos te vas a La Rioja ya… te vas con trabajo?”, le digo yo. “Vos no sabés que lo que nos puede pasar en La Rioja al irte sin trabajo y sin plata”, le digo yo. “Y tenés, tenemos plata en el banco”, le digo yo.

“No”, dice, “yo a la plata del banco no la voy a tocar”, dice. “Esa plata va a quedar en el banco”, dice.

“¿Y la casa”, le digo, “que tenemos”, le digo yo, “para estrenar nosotros?” “No. Se la voy a regalar a que… a un vecino.”GP: ¿Ustedes tenían una casa propia?C: Sí, sí. Y… se cerró. Yo lloré muy mucho, muy mucho.JC: Raro porque él… él había accedido a… a algunos pedidos de Ud.C: Claro, pero ahí se… plantó firme.JC: Pero ahí se plantó él.C: Bueno. Lo seguí (…) Y bueno y, renunció al trabajo porque él fue, también, gremialista

pa’ defender los obreros. Y bueno, entonces… Yo ya no entendía más nada. Yo ya no enten-día más nada porque ya no iba a ningún lado yo. Y bueno, tuve que seguir. Una que yo no… venía desconforme y otra que no lo quería perderlo a él.

JC ¿Y él de que trabajaba?C: Trabajó en unas viñas. Consiguió trabajo y trabajaba en unas viñas. Después viene

Rafael y Carlos le dicen: “Wence, bueno nos vamos”, dicen, “a la parcela que hemos compra-do.” Una parcela que pertenecía al obispado. Que era del padre de la señora de Tito Paoletti. (…) Y bueno, en el campo allá tenía, había un pozo para riego y yo lo manejaba también. Y descampamos… no me acuerdo cuántas hectáreas hemos descampado así, limpiando yo, todos. Estaba… el curita que está en Chepes; tenía 17 años, estaba con nosotros (…) Gonzalo Lorente. (…)

GP: Ah. Y ahí, en la casa del campo vivía la familia, ¿y ellos también?C: Claro. Nosotros y ellos… Rafael, Carlos y Gonzalo. GP: Todos en la casa.C: Sí. Nada más que teníamos todo para… eran dos frentes la casa. Entonces para el otro

frente, para el otro lado, vivíamos nosotros. Y, pero todo compartíamos juntos. Toda la co-mida, era una sola comida en la casa. Y bueno, hemos criado pollos, pavo, conejo, de todo.

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Hemos desmontado… no sé cuánto fue. Hemos sembrado… sandías, melones, habíamos sembrado de todo. Y bueno, Wence tenía que traer a Susana y María Rosa al colegio a No-nogasta y era lejísimos. Era un Rastrojero blanco que teníamos, pero era del obispado. Pero lo tenían los changos estos entonces en eso nos movilizábamos para todo.

GP: Eran una comunidad ustedes… C: Claro, sí, sí. Y ahí íbamos a visitar a los puesteros que había, pero todo a pata, porque

no se podía andar en vehículo. Todo campo. Se enterraba hasta más arriba de los tobillos. Una tierra guadalosa, no se podía entrar con vehículo.

GP: Iban a visitar, ¿para qué? O sea, ¿para qué hacían?C: A visitarlos… para conversar con los puesteros. Conversar con ellos. Cómo vivían,

todo eso, ¿no? Eh…Marcela: Y también a… eh lle… ¿llevaban la Palabra, la Biblia o no?C: Estem… No. No, no, no. Porque hasta que no conociéramos bien la gente, cómo era,

no podíamos…GP: Claro. Era como para saber y poder organizar la gente, ¿sería algo así? Como…C: Claro, sí, sí, sí. Claro. Sí, sí. Pero no se pudo lograr. Bueno, entonces… M: ¿Wenceslao estaba contento ahí?C: Sí. Estaba contento. (Después de un tiempo deciden dejar el campo por las dificultades que existían para la vida coti-

diana.)(Wenceslao) habló con el cura (de Sañogasta), le pidió permiso, nos prestaron dos dor-

mitorios. Este… dijo el cura: “Sí, sí, venite, Wencen. Venite conmigo, vénganse para acá”. Bueno. Buscamos una camioneta acá que nos cargaron las cosas, las trajimos a las cosas.

GP: Y… ustedes se vinieron y, ¿los otros tres se quedaron allá?C: Se quedaron ellos en el campo. Después han tenido que vender porque Monseñor ya

les había dicho que se fueran porque la cosa venía mal. Entonces se fueron ellos. Abando-naron todo. Y el campo, todo dejaron ahí. Estem… Dicen que pertenece al obispado, que no saben qué habrá pasado (…). Y bueno, ahí en la Iglesia, Wencen consiguió trabajo estem… por la ruta, para arriba, en una… nogalera. Y ahí le dieron trabajo, y trabajaba él y en… tiem-po de la nuez cosechó María Rosa, iba juntar nuez junto con Wence. Y bueno, en la casa hizo una huerta él, en la casa parroquial, y ahí estuvimos. Después nos cambiamos a una casita vieja. Ya se caía la casita, pero estuvimos ahí un tiempo. Cuando empezamos a hacer la casa está, acá. Empezamos hacer la casa, apenas ter… se terminó, nos cambiamos acá (…) ahí hemos estado, hasta que ya nos hicimos la casita, nos vinimos a vivir acá. Que no alcanzó a estar cuatro meses él acá, en esta casa. Así que los accesorios del baño, todo eso es de cuando estaba Wence, el techo también (…).

JC: Y, Coca, yo no entiendo, ¿qué es lo que le molestaba a los militares y a los… de... de lo que ustedes hacían?

C: Bueno, yo pienso que… que… No sé… si nosotros teníamos algo que ver o no. Porque ahí no alcancé a decirle, a decirle las cosas yo, como sé hasta tal punto no más yo. Estem… visto que en Bs. As. mataron a… a dos curas. Justo esa noche, Wencen, siente que han mata-do a dos curas y lo nombran al cura de acá. Y él se asustó. Y esa noche el cura tenía que estar aquí en la ca… esa noche que… Wencen ha caído, esa noche tenía que estar el cura acá en la casa, le habíamos arreglado cama, todo, acá en el comedor para que se quedara. Y… había

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comprado asado Wence, para hacer, y había dejado todo él, la leñita, toda amontonada para hacer las brasas a la hora que él llegara. Y no… el cura no llegó nunca. Al contrario. Y bueno, ahí está, todo lo que pasó esa noche. (…)

GP: ¿Y antes ustedes habían tenido problemas, así, a la gente le, le molestaba, no sé, que ustedes estuvieran en la parroquia?

C: (en simultáneo) Cuando estábamos formando la cooperativa de trabajo, sí.Acá, nosotros em… en la ruta 40, acá, cerca de acá hay un campo de 221 hectáreas. Em…

ese campo lo hemos limpiado entre yo, Wencen, María Rosa, las dos nenas las llevábamos envueltas en coche, las dejábamos en la camioneta envueltitas porque nos íbamos temprano a trabajar. Y la gente que había…

Había una niña que era francesa, Magdalena se llamaba, Ella era muy rica. Según, eso llegó a mí. Bueno, de ser tan rica ella, dijo que quería formar una cooperativa de trabajo para la gente necesitada. Entonces lo puso al frente a Wence. Claro. Y el cura era el asesor. Andrés (…) ya empezó a haber menos gente porque el cura le dijo a Wence: “Mirá, vamos a, vas a tener que decirle que vamos, que vas a hacer reunión vos”, dice, “porque como vos estás al frente de todo”, dice, “en la parroquia los días sábados a tal hora para que lean el Evangelio, así se van a llevarse bien todos los de la cooperativa”. Bueno, hubo uno que no le gustó nada. Este nos hizo la vida imposible.

GP: La parte esa de leer el Evangelio, de reunirse, eso no le gustóC: Sí, sí, sí. Entonces le dijo a los otros, a todos los otros compañeros que éramos comu-

nistas y extremistas.GP: ¿Porque leían el Evangelio?C: Eso. Claro, porque… acá hay gente que va a la Iglesia pero no saben por qué van. Por-

que sienten cantar el gallo nada más. Pero no tienen… no le dan sentido.GP: Bueno, así que se iba a reunir los sábados en la parroquia. C: Si, en la parroquia. Pero nada más que el grupo de la cooperativa. El cura no, el cura

no. GP: Sí, Uds., la… la gente que trabajaba ahí.C: Nosotros. Claro. Y como Wence ya conocía el Evangelio, ya había agarrado el Evan-

gelio, por cuenta de él. Sí, se encamotó muy mucho cuando entró al Movimiento Rural de Acción Católica agarró el Evangelio por cuenta de él, ¿eh?

JC: Y a él, ¿quién le enseñaba?C: Él solo, solo leer.Él cambió, él cambió del día a la noche. Él tuvo un cambio profundo. Del día a la noche.Todo, todo por la novena. De ahí, de ahí surgió todo. Se compró una Biblia cuando entró en el Grupo Rural de Acción Católica a nivel pro-

vincial que lo, así nos pusimos este… se compró una Biblia y empezó a leer la Biblia en las noches, en el día que, cuando tenía tiempo y bueno... Y así, y agarró duro, duro todo él. El Evangelio no lo, no se le caía de las manos. Y bueno. Él cambió muchísimo, muchísimo. O sea que él se volcó… este… muy grande al Evangelio. A lo grande, a lo grande.

GP: Bueno, así que él estaba al frente del…C: Sí.

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Claro. Y este, entonces, empezó alejarse de la gente. Había uno que… no tenía en qué irse para el campo, este… y… le arreglaron, le hicieron arreglar la bicicleta, le compraron cubiertas, goma, todo, nueva la bicicleta. No vino más a trabajar. Así, al que se le hizo algo, no vino más. Entonces no hallábamos qué hacer. Al último quedábamos… se desarmó todo. Porque este tipo le hizo problema a Wence, mucho problema le hizo. Incluso que cuando… que él, eh… la plata en el banco estaba a nombre de Wence, así que cuando había que sacar plata tenía que ir él, no figuraba más nadie. Entonces en esa parte corría peligro también. Por tener tanta plata y a nombre de él solo. Bueno, entonces la sacó a la plata. No sé qué pasó después. Y… este tipo que fue el que desarmó la… la cooperativa con sus macanas.

C: Él ha ido a Brasil, estuvo con el obispo de Brasil, no me acuerdo cómo se llamaba el Obispo de Brasil en esos años.

JC: ¿Helder Cámara?C: ¡Helder Cámara! Ajá. Helder Cámara, con él estuvo.C: Bueno, él… de ahí ha estado con el Obispo, de ahí lo mandaron a… tuvo que ir a una

casa donde había gente pobre.GP: Claro.C: Vino deshecho Wence, deshecho vino. Nunca en su vida había visto lo que vio.GP: La pobreza como hay allá.C: Claro, dice que en… él le tocó ir a ver, conversar con la gente, dice que comían arroz

todo el día. Lo único, no había pan, no había nada. Y dice que la… tenían cabritas flacas, ovejitas, otros tenían chanchos, dice, chanchitos así, dice, todos arribas de las camas los ani-males, dice. Dice que se le cayó el alma, dice. Vino mal de allá él esa vez. Yo no voy nunca más a cosas así, que me llamen para ayudar sí, pero que me hagan ver cosas… es horrori-zante, decía él. Lo que le tocó ver a él.

(Nuevamente habla de la muerte de Wenceslao)GP: ¿Y después que él muere, Ud. se va a Mendoza?C: Me saca gendarmería de acá. ¿Por qué? Porque cuando él muere, y yo le digo al Dr.

Martínez sí, que yo quería empeñar el terreno con la casita para sacarlo a él en avión a Bs As., a ver si lo podemos salvar a él, le digo… “Dr. Augusto”.

“Coca”, dice, “no se lo puede mover, para nada”, dice. “¿Cómo que no se lo puede mover?”JC: Por qué él… él de acá…C: Lo hemos cargado en una camioneta prestada que trajo Toti Ortiz. JC: Y lo llevan…GP: Y lo llevaron al hospital.JC: Claro. C: Y bueno. Eh… allá abajo estaba un policía. Y Toti, lo obligó Toti que subiera arriba de

la camioneta. “Mirá lo que le ha pasado a Pedernera” dice, “mirá” dice, “todavía está vivo”. El policía estaba ciego, estaba pobrecito. Pobrecito digo yo. Bueno, estem… Dice… “voy con la esposa de él”, dice, “y tres menores” dice. “No, tenés que acompañarnos”, dice. “Tenés que ir vos dice. Es obligación tuya”, le dijo él así. “Bueno esperate que avise a Chilecito”, le dice. Le entra para adentro, se pone el…sobretodo ese…

GP: Sí.

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C: Grueso que se ponen, se abrigó bien el tipo y… subió a la… arriba de la camioneta. Wencen gritó todo el camino. Fuerte gritaba pobrecito, Dios mío. Y bueno.

JC: Y las nenas lo vieron todo eso.C: Claro. Claro. Si las chiquitas lo vieron tirado en el suelo, todo, ahí todo, todo. Y enton-

ces, cuando llegamos a la policía que eran… está más adelante ahora, antes era más atrás, estaba, está más para acá…

Antes estaba más para allá y bueno, pero por la misma orilla de la ruta. Y… ya había como… había varios de aquel lado y de este lado y nos hacían que pasáramos nomás, así nomás, porque Toti tocaba bocina y bocina. Ya sabían en el hospital también.

Cuando llegamos al hospital salieron, estaba todo con llave, policía y gendarmería por todos lados.

Claro. Cuando llegara con la camioneta. Y salieron desde médicos y enfermeras corrien-do con la camilla y se abrieron, le sacaron de la camioneta y corriendo, lo sacó corriendo al hospital, para adentro. De todos esos también me tocó pasar de todo eso.

Cuando estaba en el hospital, cuando gendarmería me dice que ya había fallecido Wen-cen, que yo me tenía que irme de acá de Sañogasta. “Por un tiempo, señora, para que no le pase nada a Ud. ni a las nenas dice.” Y le digo yo… dice: “¿Usted tiene familiares?”

“Sí”, le digo, “tengo”. “¿A dónde?” “En Mendoza”. “¿Tiene papá y mamá?” “Sí. Tengo papá y mamá y hermanos”, le digo, “somos muchos hermanos”, le digo. “Bueno, se va a tener que ir. Va a ser custodiada”, dice. “En el colectivo que se va a ir, va ir custodiada. Usted, no va a saber quiénes son”, dice.

Nunca supe quiénes eran ni nada. Ni cómo iban vestidos tampoco. Que si fue cierto o no. Me dicen los dos tipos estos que yo tenía que salir de acá, de Sañogasta. Me dice: “¿Quién

quiere señora, dice que a usted la… ampare? ¿Gendarmería o la policía?” Se me cayó el alma al piso. Porque yo no hallaba qué hacer. Digo yo, tenía miedo por las nenas, tenía miedo por mí. Si, si… ¿si aceitaba custodia o no?, para poder llegar a Mendoza. En Mendoza sabían y me estaban esperando. Pero yo no hallaba qué hacer me vi perdida ahí yo; porque digo, si no me ampara Gendarmería, no me ampara la policía, ¿qué me puede pasar con las nenas?, decía yo. Capaz que estos mismo me agarren con las criaturas digo yo, y me… no me vean más, ninguno de mi familia. ¡Pensaba tantas cosas! Deshecha tenía la cabeza.

(Mientras estaba en Mendoza, tras la muerte de Wenceslao, se entera de la muerte de Angelelli).“Yo quisiera comprar el diario mama pero no me animo a salir a la calle... Porque estoy

con que algo ha pasado en La Rioja”. Le digo. Entonces la mamá le habla a un hermano mío y le dice: “Levántate, ¿porque no vas y le

comprar el diario a la Coca que no se anima a salir?”.Se levanta el chango, y se fue a buscar el diario y de allá viene con el diario. Yo siempre

tengo la costumbre de mirar de atrás para adelante a los diarios, la revistas o lo que sea. Cuando abro la hoja, la otra hoja: Angelelli…

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Que lo habían matado. “Murió en un accidente” decía con letras grandes. Le digo a la mamá: “Que se la metan la burra a otra, que a mí no me la metan. No mamá” le digo, “lo mataron a Angelelli”.

GP: Pero eso hacia poquitos días, porque eso…C: Porque con los curitas fue el sábado 18. Al otro sábado fue Wence y dos sábados

después, Angelelli. Claro. Los curitas el 18, Wence el 25 y el de Angelelli el 4.Y yo me largué a llorar. “Pobrecito”, le digo yo. “¿Cómo puede ser?” le digo a mi mamá.

Y ese diario creo que quedó en la casa, no sé. Ahora estaba escrito mucho de Angelelli. En-tonces era algo que él me avisaba, que yo viera, que ya no estaba (…).

Me vengo yo, que ya le dije a la mama “mañana me voy, que esto que el otro”. Voy a tener algo de plata que era la que me había llegado. Entonces, llego acá, como le digo, estaba todo perdido, no teníamos nada, los colchones deshechos, cubrecama. Todo, todo, no tenía-mos nada. Los curas me prestaron unas colchitas (…).

GP: ¿Coca y cuando Ud. volvió acá a Sañogasta, cuando se instaló de nuevo acá, Ud. iba a la iglesia, participaba en algo de eso?

C: No. No. Me retiré del todo ya. No, porque a los curas se los perseguía así que no. La catequesis no di nunca más. Di en Anguinán el poco tiempo que estuve porque el padre Lorenzo era diácono y nos daba las clases él. Entonces después yo daba acá. En Mendoza también daba catequesis, pero yo después me retiré del todo.

GP: Ya cuando volvió, ya no.C: Ya con el tiempo empecé a ir, cuando las novenas de san Sebastián, del santo de allá

de la Iglesia la calle (la calle le dicen allá abajo)… y… entonces me gustaba mucho eso de andar junto con toda la gente que iban detrás del santo, casa por casa. Ya va a salir el santo casa por casa ahora ya, en diciembre sale. Y… empecé a salir a ir a misa, todo, pero no… ya no, no, no… nunca más.

M: ¿Y cuándo recibió Coca la jubilación?C: Bueno...76, falleció Wencen y no me acuerdo si fue en el 77 o en el 78 que recién la

vine a cobrar yo. Mucho tiempo pasó, ¡mucho tiempo! Así que ya no tenía plata, ya no te-nía nada de donde… y un negocio acá fui y hable que si yo soy madrina de un hijo de un matrimonio que tiene negocio y… me fiaron ellos hasta que yo pude vender la camioneta. Entonces cuando vendí la camioneta, ahí nomás les fui y les pagué todo junto pero no me hicieron faltar nada, nada de nada de nada. Tenía todo lo que yo quería…

GP: ¿Pero eran sus compadres ellos?C: Eh… no, después nos hemos hecho compadres, sí. Bueno de ahí yo levanté la cosechi-

ta de nuez y un hombre me compro toda la nuez (…). Así que vendí todo eso. Este… Toda esa cosa. Eh… agarré y me compré 3 bolsas de azúcar, me compré 2 bolsas de harina, me compré 2 pack de aceite (…). Y café compré como 3 kg., yerba compré 5 kg. Leche Nido que la que venía en tarro, este… fideos, no tanto. Porque yo hacía fideos caseros, tenía la maqui-nita. Entonces hacía los fideos caseros y los dejaba secar y así me ayudaba con esos fideos. Este… Arroz me compré como 5 kg también. Entonces tenía para un tiempo largo, para tirar con las cosas. ¡Claro!

La primera plata que cobré yo de la pensión también, yo la puse en el banco. Ahí nomás la puse en el banco. Así que… de ahí fui manejando ese dinero. Fui empezando a sacar fiado

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así en Chilecito, en algunos lados, una cama, un colchón, este… un juego de sabanas, una frazadita.

GP: Claro, para ir de a poquito…C: ¡Claro! Este… ya armaba una camita. Este… terminaba de pagar eso, lo sacaba en 2 o

3 cuotas. Terminaba de pagar eso y sacaba otra camita y así hasta que complete para cada chica acá. Y bueno así me fui dando vuelta, gracias a Dios. Pero yo veo que Dios nunca me abandonó. Jamás en la vida, jamás en la vida porque yo sembraba acá y vendía también algo de verdura. Si como va el canal por dentro, yo hasta la una de la mañana acarreaba agua con baldes, ponía manguera y hasta donde llegaban las mangueras se regaba con el agua potable. Porque en ese tiempo había mucha agua potable. Ahora hay muchísimo lío por el agua. Este… entonces lo demás donde no llegaban las mangueras, yo acarreaba, me había hecho 3 caminitos del canal hasta donde tenía el sembrado y con balde, con 2 baldes acarrea-ba el agua yo. Por ahí me ahí me ayudaba María Rosa y por ahí ella pobrecita se cansaba y se venía a dormir. Yo solita quedaba hasta la una de la mañana acarreando agua del canal.

JC: Coca y Ud. estuvo, cuando Ud. se vino para acá, estuvo un tiempo con guardia, de-cía, ¿no?

C: ¡No! Ah, ¡sí! Bueno porque venía Gendarmería, ese hombre que era vecino y a ver si alguien me decía algo, si alguien me molestaba. Yo decía que no. Sí me molestaban, pero no quería yo…

JC: ¿Quién la molestaba, Coca?C: Y la gente de acá. Changos que pasaban de noche gritaban: “¡Mujeres!”.JC: ¿Y qué le gritaban?C: Y, ¡me decían que era comunista y extremista! Eso es lo único que gritaban.GP: Claro, ¡pero en esa época era peligroso!C: Un día iba pasando una mujer… ¡Claro! Una mujer gorda que vivía acá cerca, era ve-

cina. Este… Iba pasando para arriba un día. Estaban las gallinas acá en el patio, acá las galli-nitas y dice: “¡Ah! ¡Y hasta las gallinas y la…”, dice, “son comunistas jajaja!” Se iba riéndose.

GP: Coca, ¿Ud. nunca pensó en vender la casa, por ejemplo, y el campito e irse a otra parte?

C: Sí, pensé, les encargue a mis hermanos. No, nunca conseguí poderme ir. Wence cuan-do estaba tirado me dice: “Martha, te vas de acá, te vas de acá de esta casa y de La Rioja y no pongas nunca más un pie en esta casa. Y menos en La Rioja” me decía él tirado en el come-dor, hasta que llegara la camioneta y lo llevamos.

Y le digo: “Wence no hables, no hables que lo que te hace mal. ¡No hables!”, le gritaba a él, porque le salían bien las palabras. Y bueno, no me pude ir nunca.

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hermanas maría Luisa Panizza y ana maría Panizza

Religiosas de las Hermanas de San Antonio de Padua, agentes de pastoral. La Hna. María Luisa era, en su momento, secretaria de la catedral. 24 de noviembre de 2018.

GP: Hoy es 24 de noviembre 2018, estamos en la Comunidad de Haedo de las Hermanas de San Antonio con la hna. Ana María y María Luisa.

Hna. ML: Nosotros llegamos a La Rioja por pedido de Monseñor Angelelli. Yo tengo ahí una carta, que si querés le saco fotocopia y te la hago llegar.

GP: Fotografía, sino.Hna. ML: Donde pide hermanas para diócesis. Bueno, Angelelli nos había tocado el

corazón unos 4 o 5 años antes porque él sacó un escrito en el diario Esquiú y decían que en La Rioja morían muchos niños, muchos changuitos, porque no tenían leche. Y nosotros vivía-mos en Cañada de Gómez frente a una lechería. Entonces con la Hna. Raquel, que luego fue superiora general de la Congregación, una mujer muy inteligente, muy emprendedora, con una visión de futura extraordinaria. Entonces dice:

“Mira, te propongo, vamos a juntar dinero con los chicos y todos los meses les vamos a mandar una bolsa de leche en polvo a Mons. Angelelli”. Hicimos eso durante 4 años. Él no nos conocía pero recibía la bolsa de leche, todos los meses y nos llamaba “las hermanas de la leche”. Entonces, un año que nosotros teníamos vacaciones en enero, decidimos ir a La Rioja a conocerlo. Entonces fuimos. Fue un viaje donde todos los inconvenientes se nos ponían adelante para que no llegáramos a él. Todo. Desde tormentas, lluvias, caídas en la cuneta, hasta que nos sacó un camionero que pasaba en la madrugada. Demoramos 2 días para ir, desde Cañada de Gómez, que queda cerquita de Rosario hasta La Rioja. Cuando llegamos, llegamos a Chamical extenuadas, sucias, embarradas, cansadas, de todo. Y allí habían dos curas barbaros Sigampa y Pinto (…). Bueno estaban concelebrando, porque eran las 7 de la tarde y bajó Raquel diciendo:

-“¡Bajen, bajen, que está buenísimo!”, y así como estábamos, así bajamos. Claro, se hizo la noche porque después fuimos a saludar a los curas, les contamos que veníamos para co-nocer a Angelelli más todas las cosas del viaje y dicen ellos:

“¿Por qué no se quedan y pasan la noche acá?”. Era diciembre, por lo tanto, no había clases. “Usen la escuela parroquial”. Nosotros habíamos llevado colchonetas y nos tiramos a dormir toda la noche (…). Resultó que llegamos a La Rioja, nos quedamos ahí, fuimos a comprar algo, almorzamos con los curas, pero nos encantó la manera de ser, que nosotros íbamos a Rosario, una diócesis totalmente distinta y esta no, esta era una iglesia para el pue-blo. De entrada se veía. Entonces ellos no mandaron:

“Váyanse ahora así llegan ara la misa de Angelelli, que es a las 7 en la Catedral” (…). Llegamos a la misa, Monseñor empezó la misa y le avisaron que habíamos llegado, las que

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él llamaba “las hermanas de la leche”. ¡Ay, estaba tan contento, tan contento! El sermón fue hermoso, todo, todo te llenaba, todo era concilio. Vos veías viviendo la iglesia con el pueblo.

Hna. AM: Y es raro en una Catedral.(…)Bueno, terminó la misa y dice: “Que vengas las Hermanas de la leche”. Entonces pasa-

mos a la sacristía. Dice: “Me saco el ornamento y las llevo ya a la casa de la cultura” que no sé si conocés La Rioja...

GP: Sí, sí, conozco, pero ya hace bastante que estuve. De todas maneras me acuerdo.Hna. ML: En la casa de la cultura, donde hay una hermanita sola, porque todas se han

ido de vacaciones para que acompañen a la hermana y Uds. estén cómodas porque es una casa de hospedaje, de sacerdotes y religiosos pero lo mismo va la que tiene necesidad se hos-peda ahí. Así que ahí fuimos a parar, a la casa de la cultura. Teníamos pieza, teníamos cama, baños. Todos los días, nosotros íbamos a misa y él iba a cenar con nosotras. Y durante el día, ya nos había hecho el recorrido y ya había puesto un cura o un laico que nos acompañara (…). Bueno, a la noche aparecía él y tenía la costumbre, siempre, siempre desde que nos co-nocimos hasta que fuimos a vivir ahí, nunca llegaba con las manos vacías. O un pan casero o pedazo de queso, aceitunas, cosas que le regalaban a él.

Hna. AM:… nueces.Hna. ML: Siempre con algo. Y vos sabés que… Siempre llegaba con una flor para la que

abría la puerta y a veces eran flores de nuestro jardín. Lo veíamos por la ventana cortando la florcita… pero nunca legaba sin la flor. Yo digo, ¡qué detalle!

GP: Era un caballero, además.Hna. ML: Era caballero. Y después: “¿Qué quieren comer? Miren que en la camioneta

tengo”. “Y ¿qué tiene, Monseñor?” y ahí empezaba a nombrar lo que tenía y todo lo que tenia,

lo repartía antes de llegar a la catedral, no sé si le quedaba algo de lo que le daban. Bueno y así nos conocimos. Él había empezado a hacer cartas. Yo tengo una, pero él escribió muchas veces. Lo que pasa es que nosotras estábamos muy comprometidas con los colegios. Yo daba clases de mañana y de tarde. Entonces dejar eso para ir a trabajar directamente con los po-bres, con la iglesia que había tomado la religiosidad popular ¡y era tan creativo este hombre en cómo ensamblaba la religiosidad popular con el Evangelio! Una cosa notable. Bueno. A nosotras nos llegó al alma (…).

Bueno, llegó el momento, que fue el momento de Dios y se animaron otras hermanas, cuatro fuimos a fundar allí. Pero él hacia relación, rara vez no nos visitaba.

GP: Uds. fueron cuatro hermanas ahí, para fundar una comunidad para trabajar en la pastoral de la diócesis. ¿Nada de la escuela ahí?

Hna. ML: No, pero yo trabajé en la escuela porque teníamos que tener un sueldo. Yo le pregunté, te juro que a mí me impresionaba de las cosas lindas que veía que hacían las otras congregaciones. Yo decía:

“¿Seré capaz? ¿Yo seré capaz?...”. Así que le pregunte a él: “Monseñor, ya estamos acá” la comunidad que él pedía, “¿qué tenemos que hacer?”. ¿Y sabés qué me dijo?

“Nada. Uds. tienen que vivir. Vivir con la gente. Aprender su manera de ser, pensar, convivir con ellos, acompañarlos en sus momentos de vida, ya sea tristes o alegres, estar allí, participar de todo… Porque ya van a ver que el riojano le gusta que estemos con ellos, les

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gusta la compañía con las hermanas y los curas. Se casa uno y te invitan, vayan a los casa-mientos. Fallece uno, 9 días de oraciones, hagan el novenario con ellos, es decir, no hagan nada, no enseñen, no den catequesis, nada. Pero estén con ellos y junto a ellos (...).

(Vivíamos en) el barrio que se llamaba Cochangasta. Era un barrio de Olivares. La gran mayoría de la gente tenía sus “olivitos”. Nosotros nunca pudimos comer, nunca, con la con-gregación, con aceite de oliva y allá el más pobre comía con aceite de oliva.

Hna. ML: Porque sus olivitos le daban aceituna, ella iba a la fábrica y en la fábrica, se lo pesaban y le daban el aceite. Era un trueque. ¡Una comidas! Porque yo me acuerdo que se decía: en La Rioja se come pobremente ¡pero con un sabor!

GP: ¿Y Uds. dónde vivían, Hermanas? ¿Tenían su propia casa en el barrio?Hna. ML: Vivimos primero en el colegio Sagrado Corazón. Ahí las hermanas nos dieron

hospedaje por lo menos con seis meses hasta que pudimos alquilar una piecita. En esa pieci-ta vivíamos las 4 y compartíamos el baño con la dueña de casa, porque de buena esa señora nos alquiló esa pieza (…). Teníamos que ir a buscar el agua a la casa de la señora, porque no teníamos instalaciones de agua en un pasillo, en una pieza y traíamos de noche en un balde para hacernos el desayuno, que era mate, al otro día. Se nos cayó un gato que andaba x el techo arriba del balde de agua. El piso de tierra absorbió toda el agua. Y nosotras… Bueno cosas de esas, hemos pasados muchas. Después fuimos a una casita de cuidadores de la casa, porque todavía no teníamos trabajo y dio la casualidad que las hermanas me dieron el puesto de preceptora en el colegio secundario. Ahí, tirando, tirando, duré bastante, como cuatro años, y después, cuando el padre Amiratti pasa a ser párroco de la catedral dijo con la condición de que vos vayas a la…

HAM: De que vayas a la secretaria para hacer, sobre todo la parte económica (...).Hna. ML: Bueno, yo estaba en la catedral de 8 a 12 y después, algunos días, cuando

había que contar el dinero de las alcancías, íbamos a la tarde y Ana conmigo me ayudaba a contar el dinero. Ahí fue que encontré una cartita bien guardadita en un billete de $5 y en la cartita decía, era la noche que lo estábamos velando a Angelelli, hablaron por teléfono diciendo que fuera el P. Amiratti al último confesionario que tenían algo que decirle y yo le digo:

“¡No! ¡Lo hacen para individualizarnos!“. Ya habían muerto dos y estaban presos Ca-cho, un jesuita que no me acuerdo como se llamaba. Antoñito.

GP: ¿Eduardo Ruiz también? De Olta.Hna. ML: Eduardo Ruiz, ¡todos presos! ¡De a uno! Le llevaban uno por adelante y otro

por el fondo. Él se desesperaba y los defendía con todo el mundo pero cosas espantosas. Ahí en la Catedral encuentro en un billete, una cartita que decía:

“Monseñor sabía que lo íbamos a matar, se lo dijimos y no nos quiso creer” (…). Vos sabés que esa carta… yo no sé si vos le avisaste al P. Ortiz o… porque yo no me quería desprender de esa carta. Si yo veo la letra, yo la reconozco. La tengo grabada acá a la letra escrita. “Tenés que entregarla, tenés que entregarla, porque hay un proceso judicial, esto nos sirve a nosotros, esto queda en el archivo de la Catedral”. Y tuve que entregarla porque era después de la muerte de Angelelli. Pero momentos muy duros, momentos muy tristes pasamos. Después de haber pasado... ¡ah! Cuando se fue… yo no sé por qué estaba en la Catedral y entonces llegó de Chamical. Porque él dijo:

“Me voy a quedar en Chamical hasta que termina el novenario”. Y se quedó, porque no volvió a La Rioja porque él me había dicho: “Prepará muchos ornamentos porque segu-

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ro que van a venir mucho obispos, así que todo lo que haya de obispos prepararlo en una valija… prepará todo lo más que puedas llevar, ropa de capilla y muchas otras cosas más”. Bueno, no vino nadie.

Hna. AM: Nada más que este superior de Carlitos Murias y la madre superiora las Her-manas.

Hna. ML: Pero no vino nadie y ese fue el dolor más grande para él. Y vos sabés que siem-pre que nos reuníamos y al estar tantos curas presos, él tomaba los versículos de la Segunda de Corintios, esa que dice: estamos perseguidos pero no desanimados (…).

Hna. ML: Esa era la lectura de todas las misas, que hacía misas personales con nosotros. Con las religiosas y los curas. Y siempre era lo mismo, estamos abatidos pero no cansados. Esa fue su lectura que vivió todo su último tiempo (...).

GP: Bueno, habíamos quedado que estaban en la piecita. Ahí estábamos en el relato.Hna. AM: Pero después Monseñor nos consiguió la casa.Hna. ML: Entonces había una capilla en Cuchangasta, a 4 km de La Rioja. Esa capilla

estaba en construcción en manos de unos laicos. Fallecieron esos laicos y quedó una viejita sola que ya no tenía fuerzas para ocuparse. Entonces Monseñor dijo:

“Acá está”.Había una casita para el cura lo cual había que terminarla. ¿Quiénes la terminaron? Los

seminaristas. Ellos con el P. Luis, otro Luis que era religioso también, nos hicieron el baño, cavaron el pozo. Tierra de piedra.

GP: Sí, terrible la tierra ahí.Hna. AM: Y con baldecitos de aceite.Hna. ML: Hicimos con ellos el arreglo principal y ahí vivimos. Eran 4 piecitas, un salon-

cito donde se hacían las hostias, la cocinita…HAM: Las hostias para las diócesis. Venían a comprarnos desde el interior. Teníamos un

calefactor a base de leña. Así que teníamos que juntar leñita para calentar el agua. Porque así y todo que La Rioja es caliente, en invierno es helado (…).

Hna. ML: Y Monseñor sabía que éramos las hermanas más pobres, porque las otras ya estaban ubicadas y todas trabajaban, algunas en el hospital, otras en el asilo de ancianos, hasta en la municipalidad trabajaban las azules. Yo trabajaba en la catedral y hacía algunas suplencias en el colegio y Ana hacía las hostias y después nada más.

Hna. AM: No pastoralmente, en el barrio.GP: y en el barrio, ¿qué?Hna. ML: Mentalizar a los chicos para mandarlos a las escuelas (…) después tomamos la

catequesis, la formación de las catequistas, grupos juveniles…GP: ¿Ahí mismo en el barrio?Hna. ML: Sí, pero también teníamos otros barrios como Alta Rioja, 4 de Junio, San José

de Cochangasca, lo que quiere decir “pueblo de negros” y ahí eran muy morochos, entonces la iglesia de San José le puso así. La gente era así, te llevaban duraznitos o lo que tenían y nosotros cambiábamos también.

GP: ¿Y que tenían para cambiar?Hna. ML: Lo que nos llevaba Monseñor y lo poco que comprábamos.

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Hna. AM: Nosotros hacíamos los sándwiches de mortadela. Monseñor decía: “Yo sé que las antonianas llevan la mortadela”, que era un fiambre más barato, claro.

Hna. ML: Sí, él siempre decía: “Anotalas a las antonianas con la mortadela”. Pero él servía la mesa, lavaba los platos, en casa comía muchas veces pero siempre llevaba cosas. Te cuento una anécdota, había trabajado a la mañana y a la tarde y lo único que tenía para moverme era una bicicleta. Entonces llega él del interior y me dice:

“¡Ah! ¡Ya te vas!”.“Sí, Monseñor, me voy, ¿que necesita?”.“Haceme un cafecito, no comí nada hoy, viajé todo el tiempo. Haceme un cafecito como

me gusta a mí”. A él le gustaba una taza grande de café con leche y romper el pan adentro. Y me dice:

“Me baño y bajo enseguida”. Le hago el café con leche y no encuentro el pan. Y por allá al fondo de un cajón de la despensa encuentro un pedazo de pan duro. En la cocina había un pizarrón donde se anotaban todos los que estaban para comer, porque comían todos juntos. Todos los de las parroquias de la Capital comían en la catedral.

GP: Entonces, los curas y los que vivieran en cualquier parte iban a almorzar a la cate-dral…

Hna. AM: Les salía más económico.GP: Claro.Hna. ML: ¡Claro! Y eso que la catedral les pasaba u sueldo a los curas. Un sueldo $300.Hna. ML: Bueno, le escribí: “Monseñor, el pan está duro”, y él abajo me escribió: “Duro,

es no tener pan”. Al otro día me he reído tanto porque debajo de la letra mía, estaba la nota, pero él tenía esas cosas. Continuamente te estaba evangelizando.

Hna. AM: Un día pasaba y me vio tendiendo ropa y me dice:“¡Ay, Ana! Yo termino de tenderte la ropa, haceme algo, un bifecito, vine muerto de

hambre”.“Bueno, ¡cómo no, Monseñor!”, le decía y él tendía la ropa. Él venía con el baldecito

mientras yo le cocinaba y también teníamos tomate y lechuga.Hna. ML: Sí, porque nosotros cultivábamos (…).Mira, él tenía una hermana que quedo viuda con una nena. Él hizo el papel de padre

con la nena. La llevaba de vacaciones (…) ella, no tuvo otro padre. La figura del padre era Monseñor.

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La Rioja. Informe para presentar el Capítulo General de las Hermanas

de San Antonio de Padua

Escrito por la Hna. María Luisa Panizza. Agosto de 1988.

La casa de La Rioja se fundó ante el pedido del obispo Mons. Enrique Angelelli, quien fue un muy querido amigo de la ciudad de Cañada de Gómez. En el año 1968, siendo la Hna. Raquel Barrios rectora del secundario, y yo Hna. María Luisa, directora del primario, cae en nuestras manos un ejemplar del Semanario Esquiú en el que, el entonces obispo de La Rio-ja, hablaba de la mortalidad infantil y desnutrición de los changuitos riojanos, por falta de leche, entonces se nos ocurrió, a nosotros que estábamos viviendo en una rica zona lechera del país, juntar dinero con las alumnas y enviar a La Rioja leche en polvo a fin de paliar en algo el problema. Así es que, periódicamente, hacía sus envíos de este alimento al Obispo de La Rioja. Monseñor nos contestaba y muy fraternalmente nos agradecía la ayuda. De esta forma, se fue creando una amistad eminentemente epistolar.

En las vacaciones de 1969, decidimos viajar a La Rioja a fin de conocer esa provincia, pero la principal motivación era conocer a Monseñor y la experiencia de Iglesia que él nos transmitía en sus cartas (…) Llegamos por la noche a la ciudad de Chamical y decidimos pasar la noche allí, descansar un poco y continuar al otro día. Nos impactó mucho, la Misa, la predicación y la predisposición de la gente. El párroco, padre Ramón Aciar, y el padre Pinto nos acogieron con mucho cariño, compartieron con nosotros la cena y nos albergaron en las aulas del Colegio. Al día siguiente y después de un hermoso viaje llegamos a La Rioja, íbamos con un estudiante, un chico muy católico y muy comprometido con la Iglesia, fue él quien nos llevó a la parroquia de Fátima donde nos hospedamos, pues no conocíamos a nadie y no sabíamos a dónde ir. Esa tarde fuimos a Misa a la Catedral, estaban haciendo la novena de San Nicolás, la fiesta de verano, el Tinkunaco o Encuentro, una tradición riojana de hace 400 años. Nos impresionó la cantidad de gente que participaba de la ceremonia, la unción con que se mostraban. Cuando terminó la misa, fuimos a saludar al Obispo y a los sacerdotes que concelebraban. Monseñor se mostró muy feliz y nos dio un gran abrazo di-ciendo: “¡Son mis hermanas de la leche!”, así nos identificaba. Conversamos con él, se inte-resó por el viaje que acabábamos de hacer y por el lugar en donde nos hospedábamos (…).

Allí permanecimos 10 días. Monseñor todos los días nos visitaba, a veces tomaba el de-sayuno con nosotras, otras veces cenaba, pero no dejó de ir un solo día. Teníamos largas con-versaciones con él, se interesaba por nuestra congregación y por nuestras obras, nos trans-mitía todo su amor por la Iglesia, por el Concilio Vaticano II, por Medellín, por el Pueblo de La Rioja, a quien había descubierto en toda su riqueza de religiosidad popular que él trataba

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de encauzar. Se interesaba por todo lo que hacíamos y quería que conociéramos muchas cosas de La Rioja, nos mandaba siempre algún sacerdote que estaba disponible para que nos acompañara, así recorrimos toda la Costa del Velazco, nos hospedábamos en las casas parroquiales y siempre éramos muy bien recibidas. Por la tarde asistíamos a la función de la catedral (Misa y Novena de San Nicolás) donde celebraban con el Obispo muchos otros sacerdotes. Se notaba una línea pastoral muy encarnada con el pueblo y una unión muy grande con el clero, con las religiosas y todos con el Obispo. Fue en una de esas entrevistas que Mons. nos preguntó a quién se tenía que dirigir para que hubiera en su diócesis una co-munidad Antoniana, le gustó nuestro espíritu de sencillez y el carisma de la Congregación, y nos dijo en tono profético que estaba seguro de que estaríamos también nosotros en La Rioja. Desde entonces, en varias oportunidades reiteró su pedido (…) Llegamos a la Rioja el 4 de abril de 1974 (…) con mucha alegría, íbamos a lo desconocido, pero yo personalmente me había preparado mucho, con oración y con la lectura sobre religiosidad y piedad popu-lar, sobre cómo vive una Iglesia posconciliar y sobre todo leí detalladamente los documen-tos de Medellín. Puedo decir que me asustaba un poco el tener que encarar una nueva forma de trabajo, pero me sentía feliz, pues yo me había ofrecido repetidamente para ello (...). Al día siguiente, Monseñor, que volvía del interior, fue directamente a saludarnos y estar con nosotros. Compartimos un rato de mucha alegría y lo acompañamos del mate. Conversó con cada una de nosotras y yo le pregunté; “¿Monseñor, qué tenemos que hacer?” y me con-testó: “Nada, vivan, estén con la gente y acompáñenlos en todo lo que sea expresión de fe.” Me pareció ¡genial!, sentí un gran alivio y comprendí que lo esencial no es hacer cosas sino vivir dando testimonio de Jesús. Más que hacer, debemos ser… recorrimos los barrios don-de se desarrollaría nuestra vida al servicio de la evangelización (…) comenzamos a buscar trabajo para subsistir y encontramos una casa de Cotillón. Hacíamos en casa sombreritos, afiches y suvenires, y todas las semanas entregábamos los artículos y recibíamos el pago. (…) Dedicábamos también un tiempo para salir a buscar casa para alquilar, porque la casi-ta del barrio de Cochangasta, que era la que el Mons. Angelelli tenía para nosotros, estaba aún en posesión de la Comisión de San José (…) aún no se había hecho entrega al obispado de esa propiedad y ya nosotras estábamos en La Rioja. Debido a ello y mientras se resolvía esa situación, nosotros queríamos alquilar algo, no era posible vivir siempre en el colegio. Mucho caminábamos buscando casa; siete veces estuvimos a punto de firmar contrato, pero por una cosa u otra nunca se daba. Esto nos preocupaba y creíamos ver la mano de Dios que no nos quería allí. Un día nos decidimos a pasarlo en oración y por la tarde fuimos a hablar con Mons., nos acompañaba siempre el P. Amiratti. Después de escucharnos, Monseñor nos invitó a celebrar la Misa en el camarín de San Nicolás y nos dijo que Dios nos mostra-ría su voluntad allí mismo. Estábamos solo nosotros cuatro y el P. Amiratti que concelebró con Monseñor. Fue una misa muy linda y muy larga con homilía compartida, donde hubo un serio discernimiento. Al terminar la Misa y ya más reconfortadas fuimos a la misa para tomar unos mates. En eso estábamos cuando vienen a decirle a Monseñor que una señora quería hablarle, él accedió gustoso como siempre a atenderla y… la señora iba para decirle que tenía una pieza y un pasillo para alquilarle a las Hnas. del barrio. Nosotros vimos en ella la voluntad del Señor y con gran alegría fuimos y de inmediato alquilamos la piecita en calle Roque A. Luna, de propiedad de la señora Mercedes Bazán. Allí nos trasladamos con las poquitas cosas que teníamos (…) tuvimos la ayuda espiritual del P. Amiratti, que era el párroco, y del P. Guido, que trabajaba también con nosotros; nos ayudaron mucho y pudi-

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mos organizarnos un poco mejor. Hna. Josefina y Francisca, que eran muy compañeras y se conocían mucho, se dedicaron al barrio San José (4 de junio) donde había una capillita muy humilde, pero donde la gente estaba algo trabajada, tenían catequistas y había una Cdad. Cristiana. Yo me dediqué al barrio Alta Rioja, donde no había nada de nada y nunca habían ido a trabajar con ellos, eran muy, muy pobres, pero en todas partes me recibían bien. Yo me limitaba a visitarlos y acompañarlos en sus novenas y procesiones. (…)

Sin embargo la mano de Dios se manifestaba en todo momento. La Hna. Ana María se integró entonces a nuestro grupo y ya se solucionó el problema de la casa de Cochangasta y pudimos trasladarnos allí. Tuvimos mucho que arreglar, los sacerdotes de toda la ciudad nos ayudaban, trabajaban en todo momento que tenían libre, los vecinos se prestaron para hacer todo lo que fuera necesario. Así logramos hacer el baño, los pisos, el revoque interior y la colocación de vidrios en las ventanas y puertas. Instalamos la luz eléctrica y pusimos plantas y hasta algunos árboles. De a poquito fuimos arreglando y haciendo el lugar habita-ble (…).

Nuestra vida espiritual en La Rioja era muy rica, hacíamos todas las mañanas nuestra oración y meditación. Por la tarde siempre teníamos la Eucaristía en las distintas capillas de nuestros barrios, en las que participábamos, dirigíamos como guías y cantos. Todos los me-ses teníamos nuestro retiro espiritual en el que nos acompañaba el P. Amiratti. Los primeros jueves de mes, teníamos una Hora Santa en el camarín de San Nicolás todos los sacerdotes y religiosas de la ciudad y también el Obispo. Además teníamos las novenas de los Santos Pa-trones de las Capillas que atendíamos (San José en Cochangasta, San José obrero en el barrio San José, San Roque en el barrio Alta Rioja). Además, con cada difunto se reza la novena con la familia y amigos; y también se acompañaba a familias que honraban a distintas Imágenes, haciendo las novenas correspondientes. Y todo eso se suma la cantidad de devociones que la piedad popular tiene y que la Iglesia de La Rioja ha rescatado para encauzarla según sea necesario. En cuanto a la formación permanente, es también tenida muy en cuenta; todos los años tenemos una Semana de Pastoral para los sacerdotes y religiosas juntos y periódi-camente se trae algún especialista en Biblia, Catequesis, Liturgia, etc. al que debemos asistir todos. Además, dos veces por año las religiosas de la Diócesis nos reunimos en tres días completos de encuentro o estudio. Además, y sobre todo por la línea pastoral de la Diócesis, se participa de toda actividad religiosa, pues se asume diocesanamente. La novena de San Nicolás (2 veces por año), el Señor de la Peña, el Tinkumaco, Las Padercitas, La Virgen India, etc. (…).

Monseñor Angelelli fue el mejor amigo y hermano de nosotros, nos visitaba o con mucha frecuencia y como conocía nuestros horarios, se nos presentaba a la hora de comer o de rezar para hacerlo él también con nosotros. Siempre tenía la delicadeza de traernos algo (queso, pan casero, nueces, pasas de higo, miel, etc.), todas cosas que a él le regala-ban y siempre llegaba con una flor de cualquier clase, pero si eran amarillas, mejor. Con frecuencia nos pedía que lo acompañáramos en sus viajes al interior de la Pcia., así nos hizo conocer muchas ciudades y pueblitos de La Rioja. A donde llegaba, lo recibían como un padre o un amigo; el Padre Obispo, le llamaban. Gozábamos mucho, pues en contacto con la hermosa geografía de los lugares nos hacía descubrir la riqueza potencial que ellos tienen, además de la belleza natural. Y era entonces cuando se volvía poeta, y en sentidas estrofas nos elevaba hacia Dios, la oración, la bondad, la mansedumbre, etc. Todo lo lleva-ba a descubrir las huellas y los rastros del Señor. Amaba a La Rioja y a su gente y nos iba

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transmitiendo esos sentimientos en cada vuelta del camino, en cada cerro, en cada cardón, en cada hermano que encontrábamos. Sabía de historia y conocía los lugares a los que hacía referencia memorizando fechas y situaciones. Se acercaba a todas las personas con la misma atención, para él eran tan importantes los ancianos como los niños o personas adultas. Se detenía en algunos ranchitos del camino, para pedir un poco de agua o para ir al baño (letrinas). No miraba dónde, pero los dueños de casa al reconocerlo se ponían muy contentos y ya le servían lo que tenían, lo llenaban de presentes que ellos fabrica-ban, le pedían de rodillas la bendición, lo llevaban junto a sus enfermos o ancianos, se encomendaban a sus oraciones, y él les complacía en todo. Después el domingo, por la Misa Radial, los saludaba y se interesaba por ellos, nombrándolos por sus propios nom-bres y lugares. Con esto se ganaba el corazón de la gente sencilla. Nosotros aprendimos a querer a esta tierra, a esta Iglesia que se acercaba al pueblo, que lo acompañaba en todas sus manifestaciones de fe, que encauzaba su religiosidad popular con respeto y amor, que compartía su pobreza y dolor. “La Morocha” llamaba él a su Diócesis y vivía enamo-rado de ella, era como decía siempre, su esposa, y la amaba como tal, hasta morir por ella, tirado en el camino, con los brazos en cruz, como queriendo abrazarla. Fue para nosotros un verdadero pastor, pero sobre todo un padre, que guía, enseña, protege, corrige y ama. Tenía gestos de hermano, muchas veces ponía la mesa o nos servía, y hasta lavaba los platos. Eso sí, lo que no era su fuerte fue la cocina, para ello era un verdadero desastre. Recuerdo que un día se había hecho para él, pues estaba solo en el obispado, un licuado con leche, tomate y azúcar, y con eso nos convidó. Nos tenía mucha confianza, en varias ocasiones nos pidió que nos quedáramos con él en el obispado, pues los curas se reunían anualmente en una semana de retiro, y lo hacían en Sañogasta, pueblito lejano de la ciu-dad unos 200km. Cuando Mons. podía, los acompañaba, pero a veces tenía audiencias importantes o reuniones o esperaba algún sacerdote de afuera, pues era muy querido y confidente, entonces se quedaba solo y era cuando nos pedía que nos trasladáramos esos días al obispado y atendiéramos el teléfono, la puerta, etc., y lo acompañáramos. Era en-tonces cuando compartíamos muy de cerca sus preocupaciones y problemas, nos quedá-bamos con él después de cenar y fuimos testigos de muchas cosas, que supimos guardar en lo secreto. (…)

El primer sacerdote que trabajó junto a nosotros fue el P. Armando Amiratti quien era el párroco de la Anunciación (nuestra parroquia) cuando llegamos a La Rioja. A los pocos meses de nuestra llegada, se agregó al equipo el P. Guido, que acababa de llegar de Bélgica, su país natal, porque quería ejercer su ministerio sacerdotal en A. Latina. Por aquel entonces solo atendíamos a los barrios de San José y Alta Rioja. En San José había capilla y una cierta organización; en Alta Rioja, no había nada. Tiempo después, ya en 1976, el P. Amiratti es llevado como párroco de la catedral, fue entonces cuando me pidió que fuera yo la admi-nistradora de la catedral, cosa que acepté, pues trabajaba solo por la mañana, tenía sueldo y además pronto se me terminaría la suplencia en el Sagrado Corazón. Entonces solo quedó el P. Guido en la parroquia trabajando con nosotros, hasta que se volvió a Bélgica en tiempos de la gran persecución que hubo con la Iglesia en La Rioja, cuando mataron dos sacerdotes (Gabriel y Carlos), un catequista (Wenceslao Pedernera, o Wence, como llamábamos) y el Obispo Mons. Angelelli (…)

Nuestra misión en La Rioja fue siempre, y sobre todas las cosas, la promoción del hom-bre. Vivimos siempre en el barrio, sufriendo las necesidades propias de la gente sencilla que

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vive en su trabajo que progresa lentamente y, a la manera de lo posible, lo más importante era para nosotros dar testimonio con nuestra vida de aquello que profesamos (los votos) de vivir auténticamente el Evangelio que predicamos. Por eso, estuvimos siempre al servicio de aquellos que nos necesitaban, compartiendo lo que teníamos y hasta el alimento. La gente nos traía pan casero, o algunas frutas de su huerta o huevos y nosotros les retribuíamos de alguna forma su atención. Enseñábamos escritura a máquina, costura, hubo quien venía a aprender a leer y a escribir. En los barrios teníamos a cargo toda la pastoral/catequesis (ini-ciación, primera comunión, confirmación), formación de catequistas, cursos prebautismales y algunas veces prematrimoniales (por lo general esto lo hacía el Equipo Diocesano), Cele-braciones de la Palabra con comuniones, visita a los enfermos. También si estaban prepara-dos les llevábamos la comunión, los novenarios de los difuntos estaban a cargo nuestro y, cuando el sacerdote no podía hacerlo, rezábamos el responso y hasta poníamos en agua de socorro a los niños que estaban a punto de morir, yo personalmente he mandado muchos an-gelitos al cielo. Participábamos con la gente sus penas y sus alegrías; ellos nos invitaban a sus casas y era un honor que las hermanas y el sacerdote los acompañaran en los casamientos, bautismos, fiestas de las imágenes que veneran en las casas, pues las familias riojanas poseen viejas imágenes que veneran en las casas de familias, las llevan procesionalmente a las capi-llas para rezarles la novena (esto también hacíamos nosotros, y antes de la Misa) el día del santo, lo retiraban otra vez procesionalmente y al llegar a la casa se hacía una gran fiesta todo el día, se reunían los familiares, amigos y vecinos. La imagen del santo se ponía en un lindo altar preparado para el día, con muchas flores y velas. La gente que llega lo primero que hace es ir y rezar un rato junto a la imagen y luego sí participa de la fiesta. Nosotros íbamos con ellos y los acompañábamos un rato prudencial. También estaba nuestra obra asistencial, se colocaban inyecciones y se tomaba la tensión en forma gratuita pues eran los pobres los destinatarios. En cuanto a los medicamentos, los derivábamos a la farmacia de San Francisco (Parroquia) donde los retiraban a precio muy módico. Con la ropa que recibíamos de Caritas diocesana, o de nuestros colegios de C. de Gómez y a veces de la ciudad de Mercedes se hizo un ropero donde la gente puede retirar ropa usada pero en condiciones muy buenas y a bajo precio, lo suficiente como para no regalarla, pues a los pobres también les gusta el poder elegir. Caritas de San Francisco de la parroquia del centro nos enviaba leche y pan todas las semanas y ya teníamos nosotros las familias que eran ayudadas en esa forma, ella venía a re-tirarlo y nosotros les hacíamos firmar una plantilla que luego presentábamos a la Parroquia de San Francisco, de forma que era muy bien distribuido todo. Cuando recibíamos también de Caritas Diocesana alimentos, hacíamos ferias en distintos los barrios: les vendíamos la mercadería muy barata con lo que se iba juntando de dinero, podíamos comprar bolsas de harina o azúcar y venderlo en los barrios a fin de que pudieran comprar a precio más módico que en el comercio estas tareas estaban en manos de la gente que se iba a formando como comunidades, pero las hermanas estábamos siempre orientando y animando el trabajo (…). Muchas veces acudían a nosotros en sus enfermedades tocaba entonces buscar la forma de llevarlos al hospital o a la Sala de Primeros Auxilios siempre yendo con la hermana eran bien atendidos, había que aprovechar los privilegios que sin querer uno tiene por el solo hecho de ser religiosa. También nuestra acción se extendió en conseguir para los pobres algunos beneficios sociales (pensiones graciables, jubilaciones, etc.). Por lo general, eran ancianos o enfermos, deficientes mentales, que no se valían por sí mismos para hacer los trámites, y entonces también las Hnas. los conseguíamos y no escatimábamos esfuerzos, plantones, colas, idas y venidas con papeles y cuanto trámite burocrático había que hacer, con el solo fin de beneficiar nuestros pobres hermanos, cristos sufrientes y abandonados. Muchas veces

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teníamos que ir con ellos al banco para cobrarles la pensión, el caso de las dos hermanas sordomudas de Alta Rioja, en otros casos conseguíamos terrenos municipales para familias que no tenían vivienda y con la gente del mismo barrio, les ayudábamos a levantar las hu-mildes viviendas cooperando con nuestro trabajo de albañiles a la par de los dueños. Tam-bién acudían a nosotros para que les hagamos las notas, cartas, papeles, pues no sabían leer ni escribir, o bien no sabían cómo llenar ciertos papeles; en una palabra la gente se acercaba para cualquier necesidad (…)

Nuestros barrios crecían como comunidades cristianas, fueron surgiendo catequistas, grupos juveniles, grupos de reflexión y oración, grupos de trabajo, etc. que secundaban nuestra acción, ya no es empezar de cero como cuando llegamos. Pero siempre hay trabajo que hacer por el Evangelio de Jesús y por la Iglesia.