Testimonio proyecto de vida familiar 2 agape

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A Bertha Alarcón (70) le cuesta regalar una sonrisa. La parálisis que afectó la mitad de su cuerpo hace 20 años impide que su alegría desborde. Pero Bertha no se conforma con un gesto a medias y abre los brazos al cielo, como señal de que ene energía de sobra. Son esas ganas de vivir las que han hecho de Bertha una mujer, madre y crisana diferente. Esta es su historia. “Quiero que mi taller crezca” Un inicio dicil Su historia comenzó hace 30 años, cuando tuvo que migrar solo desde Andahuaylas (Apurímac, Perú) hacia Lima, buscando mejores condiciones de vida. En la capital, Jusniano se alojó en la casa de unos primos y se dedicó a la venta de caramelos y helados, entre otro po de acvidades como forma de subsistencia. “Yo era como un mil oficios”, señala. Fue en Lima donde conoció a su esposa, Felícita, con quien tuvo a sus 3 hijos: Oscar (23), Hilda (22) y Alexander (4). Años después, consciente de que los trabajos eventuales a los que se dedicaba no lo iban a llevar muy lejos, decidió estudiar corte y confección de prendas de vesr en un instuto local y luego de un empo, animado por las palabras de su esposa, puso en marcha un pequeño taller en su casa en Huaycán, Lima. Según cuenta, por esa época contaba con una En la casa de Jusniano Quispe Huamán (44) los muebles de la sala han sido reemplazados por máquinas de coser de po industrial, y en las paredes donde alguna vez hubo cuadros familiares ahora cuelgan módulos de madera que sosenen hilos de colores. Su casa se ha converdo en un taller donde se confecciona lencería para damas. Yomaira fashion es la marca de las prendas de vesr que hoy muestra con orgullo y que le ha permido superar la pobreza. máquina de coser casera con la cual empezó a trabajar. “Me nació (hacer) esto, me gustaba ser costurero”, comenta. Para Jusniano la aventura del negocio propio tuvo como protagonista a su propia familia. Su esposa e hijos fueron su brazo derecho, pues lo ayudaban a elaborar moldes, cortar telas y realizar el control de calidad de cada una de las prendas. Al principio su producción de lencería era limitada y por lo tanto su ganancia apenas ascendía a 100 soles mensuales (35 dólares). “Lo que ganábamos no alcanzaba ni para comer”, agrega. El negocio emerge lentamente Poco a poco, su negocio fue mejorando y Jusniano logró contratar a su primer empleado. Con ello, la producción mensual de lencería aumentó y Jusniano empezó a vender su mercadería a algunas endas de ropa ubicadas en Gamarra, uno de los centros comerciales más importantes de Lima. Para él, esto significó un gran paso, ya que había pasado de ser un pequeño productor de lencería a un proveedor mayorista. “Me daba miedo sacar dinero del banco, pre- fería ir avanzando poco a poco”. En esas circunstancias, Jusniano vio que era empo de solicitar un préstamo en algún banco a fin de obtener dinero para comprar más mercadería, maquinarias y contratar un empleado más. Sin embargo, tenía dudas sobre el alcance de su negocio, y se preguntaba si realmente el dinero que ganaba en ese momento le

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A Bertha Alarcón (70) le cuesta regalar una sonrisa. La parálisis que afectó la mitad de su cuerpo hace 20 años impide que su alegría desborde. Pero Bertha no se conforma con un gesto a medias y abre los brazos al cielo, como señal de que ti ene energía de sobra. Son esas ganas de vivir las que han hecho de Bertha una mujer, madre y cristi ana diferente. Esta es su historia.

“Quiero que mi taller crezca”

Un inicio difí cil

Su historia comenzó hace 30 años, cuando tuvo que migrar solo desde Andahuaylas (Apurímac, Perú) hacia Lima, buscando mejores condiciones de vida. En la capital, Justi niano se alojó en la casa de unos primos y se dedicó a la venta de caramelos y helados, entre otro ti po de acti vidades como forma de subsistencia. “Yo era como un mil ofi cios”, señala. Fue en Lima donde conoció a su esposa, Felícita, con quien tuvo a sus 3 hijos: Oscar (23), Hilda (22) y Alexander (4).

Años después, consciente de que los trabajos eventuales a los que se dedicaba no lo iban a llevar muy lejos, decidió estudiar corte y confección de prendas de vesti r en un insti tuto local y luego de un ti empo, animado por las palabras de su esposa, puso en marcha un pequeño taller en su casa en Huaycán, Lima. Según cuenta, por esa época contaba con una

En la casa de Justi niano Quispe Huamán (44) los muebles de la sala han sido reemplazados por máquinas de coser de ti po industrial, y en las paredes donde alguna vez hubo cuadros familiares ahora cuelgan módulos de madera que sosti enen hilos de colores. Su casa se ha converti do en un taller donde se confecciona lencería para damas. Yomaira fashion es la marca de las prendas de vesti r que hoy muestra con orgullo y que le ha permiti do superar la pobreza.

máquina de coser casera con la cual empezó a trabajar. “Me nació (hacer) esto, me gustaba ser costurero”, comenta.

Para Justi niano la aventura del negocio propio tuvo como protagonista a su propia familia. Su esposa e hijos fueron su brazo derecho, pues lo ayudaban a elaborar moldes, cortar telas y realizar el control de calidad de cada una de las prendas. Al principio su producción de lencería era limitada y por lo tanto su ganancia apenas ascendía a 100 soles mensuales (35 dólares). “Lo que ganábamos no alcanzaba ni para comer”, agrega.

El negocio emerge lentamente

Poco a poco, su negocio fue mejorando y Justi niano logró contratar a su primer empleado. Con ello, la producción mensual de lencería aumentó y Justi niano empezó a vender su mercadería a

algunas ti endas de ropa ubicadas en Gamarra, uno de los centros comerciales más importantes de Lima. Para él, esto signifi có un gran paso, ya que había pasado de ser un pequeño productor de lencería a un proveedor mayorista.

“Me daba miedo sacar dinero del banco, pre-fería ir avanzando poco a poco”.En esas circunstancias, Justi niano vio que era ti empo de solicitar un préstamo en algún banco a fi n de obtener dinero para comprar más mercadería, maquinarias y contratar un empleado más. Sin embargo, tenía dudas sobre el alcance de su negocio, y se preguntaba si realmente el dinero que ganaba en ese momento le

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alcanzaría para pagar un préstamo. “Me daba miedo sacar (dinero) del banco, prefería ir avanzando poco a poco”.

La capacitación que él necesitaba

Fue entonces cuando Justiniano escuchó hablar del Proyecto de vida familiar, una iniciativa de la Asociación Ágape que busca que las familias pobres mejoren sus relaciones en el hogar y que pongan en marcha pequeños negocios. Él y su esposa asistían a una iglesia local de Huaycán (este de Lima) y fueron invitados a participar de los talleres del proyecto que se realizaban una vez por semana de manera gratuita, a partir de la recomendación del pastor de su iglesia.

En los talleres ambos aprendieron cómo solicitar un préstamo al banco, cómo ahorrar e invertir su dinero, cómo hacer un plan de negocio, entre otros temas relacionados con las finanzas. Ellos señalan que también aprendieron sobre el buen trato en el hogar.Además su esposa recibió una capacitación sobre tejido a croché, cocina, chocolatería y otros oficios. Ellos reconocen que los temas que

se dictan en los talleres “te dan ánimo para empezar a trabajar”.

Justiniano también tuvo la oportunidad de estudiar un curso de especialización en corte y confección de prendas de vestir en la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle “La Cantuta” (Lima) gracias a un convenio suscrito entre la Asociación Ágape y dicha universidad. Durante dos meses él aprendió sobre acceso a mercados, auditoría contable, acabado de prendas de vestir, entre otros temas.

Con esos conocimientos, Justiniano se sintió más seguro del potencial de su negocio y decidió ampliar su producción mensual de lencería y contratar a dos empleados más para que lo ayuden. Según cuenta,

“Para el futuro espero aumentar más maqui-narias, más personal. Quiero que mi taller crezca”.

su objetivo en ese momento era aprovechar que cada fin de año la demanda de este tipo de prendas se incrementa en el mercado local. El resultado fue favorable: la venta aumentó y obtuvo una ganancia 4 veces mayor que los meses anteriores.

Perspectivas para el futuro

Recientemente, Justiniano recibió un préstamo estimado en 350 soles (casi 100 dólares) con el cual pudo comprar mercadería para su negocio. Este dinero lo obtuvo a partir de un programa de microcréditos de la Asociación Ágape, como parte de la segunda etapa del proyecto. Él comenta que, a diferencia de hace unos años, se siente seguro de que podrá cumplir con el cronograma de pagos: “Ya he devuelto casi la mitad del dinero que me han prestado”.

Justiniano quiere que Yomaira Fashión. Tu línea íntima (marca y eslogan del producto) sea conocida entre más vendedores y compradores de Gamarra. Para lograrlo, necesita más dinero para comprar maquinaria y materiales que le permitan producir a gran escala. Él es optimista en cuanto al futuro de su negocio: “Para el futuro yo espero aumentar más maquinarias, más personal. Quiero que el taller crezca más”, agrega.

Justiniano Quispe tiene un taller de confección de lencería en su casa, y tiene tres empleados que trabajan junto a el de lunes a sábado.

Justiniano Quispe ha recibido un mi-crocrédito estima-do en 350 soles de parte de Asociación Ágape.