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TESIS DOCTORAL 2015 LA DISIDENCIA CÁTARA Y SUS BASES SOCIALES EN LA CATALUÑA DE LOS SIGLOS XII-XIV CARLES GASCÓN CHOPO Licenciado en Geografía e Historia FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Dpto. de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas Director: Dr. José Miguel López Villalba Codirectora: Dra. Pilar Jiménez Sánchez

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  • TESIS DOCTORAL

    2015

    LA DISIDENCIA CTARA Y SUS BASES

    SOCIALES EN LA CATALUA DE LOS SIGLOS

    XII-XIV

    CARLES GASCN CHOPO

    Licenciado en Geografa e Historia

    FACULTAD DE GEOGRAFA E HISTORIA

    Dpto. de Historia Medieval y Ciencias y Tcnicas

    Historiogrficas

    Director: Dr. Jos Miguel Lpez Villalba

    Codirectora: Dra. Pilar Jimnez Snchez

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    A la Gemma, al Gerard y a la Nria

    A mis padres

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    Agradecimientos

    Como he podido comprobar, escribir una tesis es una tarea muy dura que, al

    menos en mi caso, jams habra podido llevar a buen trmino sin el apoyo de muchas

    personas que me han dado tanto apoyo y cario a lo largo de los aos que he invertido

    en la elaboracin de la presente tesis, que no han sido pocos. Consciente de ello, llega el

    momento de echar la vista atrs y recordar en estas lneas a todas las personas que,

    siempre de forma desinteresada, me han dedicado una parte de su tiempo para poder

    culminar este proyecto, esperando no dejarme a nadie, porque considero que son

    muchos, y dejando muy claro que, en cualquier caso, la responsabilidad de cualquier

    aspecto insatisfactorio es solamente ma.

    Los trabajos han sido largos y muchas cosas han cambiado desde que fue

    aprobado el proyecto de tesis doctoral. Quisiera recordar, en primer lugar, a dos

    personas importantsimas que, por desgracia, no han alcanzado a conocer el final de la

    aventura. Me refiero, en primer lugar, a Prim Bertran, reputadsimo profesor, querido

    por todo el mundo, que nos dej hace unos meses por una mala jugada de su corazn. l

    fue inicialmente el director de esta tesis y me gui a la perfeccin en sus primeros

    estadios. Quera que le llevara un da, cuando el proyecto llegara a su fin, a Sant Joan de

    l'Erm, en la cabecera del valle de Castellb. No ha podido ser, pero tendr un

    pensamiento para l cada vez que suba a tan clebre santuario. Tampoco mi padre

    conocer el final de este dilatado proyecto. De hecho nos dej justo cuando empez. No

    comprenda muy bien de qu se trataba todo esto de las tesis ni de los ctaros, pero lo

    sorprend con una chispa de orgullo cuando fue consciente que, pese a la falta de

    medios, su hijo haba conseguido un ttulo universitario y que todava aspiraba a ms, a

    algo realmente grande.

    Por supuesto, ha sido fundamental y decisivo el papel del profesor Jos Miguel

    Lpez Villalba, primero como tutor de la tesis y, a la muerte de Prim, como director.

    Nunca podr agradecerle lo suficiente el haber aceptado dirigirme en esas

    circunstancias. Nuestra relacin ya viene de lejos, desde los primeros das del programa

    de tercer ciclo que abrieron las puertas a la tesis, y nadie como l para insuflar los

    nimos necesarios para seguir adelante, que tanto debo agradecerle tambin, ms all

    del magnfico desempeo de las tareas propias de la tutora primero y de la direccin

    despus, con algn paseo por Madrid incluido que todava recordamos con Gemma con

    todo el cario.

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    A Pilar Jimnez, codirectora de la tesis, debo agradecerle todos los

    conocimientos expertos que me ha transmitido sobre la naturaleza del catarismo, junto

    con la clida acogida que me depar siendo la directora cientfica del Centre d'tudes

    Cathares de Carcassonne, franquendome el paso a la fantstica biblioteca especializada

    de una institucin que, por desgracia y por motivos que no vienen al caso, cerr sus

    puertas hace ya aos, y que nos oblig a sustituir la biblioteca del Centre por su casa en

    Villemur-sur-Tarn o por la crepera Pastel et Sarrasin de Toulouse. Gracias por una

    amistad que ha superado ampliamente los meros intereses acadmicos.

    A lo largo de estos aos he coincidido con otras muchas personas que me han

    facilitado el acceso a sus conocimientos sobre el complejo mundo del catarismo de un

    modo totalmente desinteresado, comenzando por Anne Brenon, uno de los grandes

    referentes actuales en el estudio y la divulgacin del catarismo del Midi francs,

    Damian Smith, que tuvo la gran amabilidad de mandarme las pruebas de su libro sobre

    el catarismo y la Inquisicin en la Corona de Aragn, y cuya intervencin fue clave, en

    cierta ocasin, para no abandonar el proyecto, Annie Cazenave, Gauthier Langlois,

    Josep Moran, Romina Paps, Claudio Aventn, Jacques Frayssenge, Miquel S. Jassans y

    Sergi Grau, y tambin a Solange Mas, de Foix, que tanto me facilit los primeros

    contactos con el mundo acadmico francs.

    Muchos han sido los archivos y bibliotecas visitados en el proceso de vaciado

    documental y de lecturas previas, y debo agradecer el trato correcto y profesional en

    todos los casos. Sin embargo, por una cuestin de frecuencias y de relaciones ms

    estrechas, deseo agradecer la paciencia y la ayuda prestada, en algunos casos incluso

    resolviendo mis dudas paleogrficas, a mosn Benigne Marqus, director del Archivo

    Capitular y Diocesano de Urgel, a Julio Qulez, director del Arxiu Comarcal de l'Alt

    Urgell, a Erola Simon, directora del Arxiu Comarcal de la Cerdanya y a Claudine

    Pailhs, directora de los Archives Dpartementales de l'Arige. Tambin al personal de

    la Biblioteca de Sant Agust, de la Seu d'Urgell, que se han visto obligados a seguir

    durante aos las evoluciones de un proyecto que pareca no tener fin, y a Andr Delpech

    que, sin estar adscrito a ningn archivo, me facilit el acceso a numerosos documentos

    que, de otro modo, tendra que haber consultado en numerosas y distantes bibliotecas

    especializadas.

    A Laura Molin, mi cuada, le agradezco la ayuda prestada con la transcripcin

    de los documentos, tarea algo tediosa con tanto documento en latn, a Javier Salazar, mi

    antiguo profesor de literatura del instituto, por sus orientaciones sobre el uso de

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    topnimos y antropnimos en castellano, y a Iban Coll, compaero de trabajo, por toda

    su ayuda con la cartografa histrica, que no ha sido poca. A mis amigas Clara Arbus y

    Teresa Font, por las facilidades con las fotografas de piezas del Museo Diocesano y a

    Llus Obiols, por las fotografas que me ha prestado y por los largos ratos de charla

    sobre proyectos acadmicos y de valorizacin de la historia y el patrimonio de nuestra

    comarca, algunos de ellos en vas de realizacin. Tambin a Ricard Lobo le agradezco

    haberme prestado algunas de las fotografas que tomamos cuando trabajbamos en el

    libro Ctars al Pirineu catal.

    A mi gran amigo Climent Mir, le agradezco todas las horas y los kilmetros

    recorridos tras la memoria de los ctaros y de todo aquello por lo que vale la pena

    conservar la memoria, adems de los nimos y las charlas interminables sobre nuestra

    historia y nuestro patrimonio desde el mismo da que nos conocimos, all en la lejana

    adolescencia. A Isidre Domenj, amigo y actualmente compaero de despacho, nunca le

    agradecer lo suficiente el haber contado conmigo para pronunciar una primera

    conferencia sobre el catarismo en el Pirineo cataln, la primera que pronunciaba en mi

    vida, en el maravilloso marco de Josa del Cad, uno de los escenarios recurrentes de la

    presente tesis, desencadenando con ello todo lo que contienen estas pginas. Al amigo

    Albert Villar, historiador, archivero y reputado escritor, por haberme guiado en mis

    primeros pasos en el mundo de la investigacin histrica, y por ayudarme a abrir las

    primeras puertas hacia la profesionalizacin una vez terminada la licenciatura. A mi

    amiga la antroploga Camila del Mrmol le agradezco todas las charlas que hemos

    tenido sobre la importancia del concepto del catarismo en el mundo de la cultura

    pirenaica, aportndome las coordenadas bsicas para ubicar mi proyecto de tesis en mi

    inmediato entorno social. A los amigos Carlos Gurdia, Oliver Vergs, Joan Gispert,

    Teresa Garcia, Jordi Pasques, Laia Creus, Raquel Codina, Andreu Canut, Enric Esteve,

    Ventura Roca y al resto de los componentes del Institut d'Estudis Comarcals de l'Alt

    Urgell, por haber tenido la generosidad de unirse en un proyecto de investigacin sobre

    el territorio, generando un ambiente de estudio muy estimulante en este pramo

    acadmico que es el alto Pirineo cataln. Y a Francesc Segus, mi antiguo maestro de la

    extinguida EGB, siempre estar agradecido por sus lecciones de historia que recib en

    mi infancia, habiendo sido el primero en hablarme de ctaros y de su incidencia en el

    Pirineo cataln, y abriendo mi imaginacin infantil a un nuevo mundo que calara en lo

    ms profundo de mi.

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    Ms all de los aspectos acadmicos, debo agradecer con todo mi cario la

    paciencia y el apoyo incondicional de Gemma, mi esposa, que ha aguantado con

    entereza, a lo largo de estos catorce aos de matrimonio, las inquietudes de un marido

    excntrico y siempre enfermo por la historia, que se puede pasar horas ante el

    ordenador, absorbido por las vidas de gentes que vivieron hace siglos. Igualmente,

    tambin con todo mi cario, debo reconocer y agradecer la paciencia de mis hijos,

    Gerard y Nria, el mayor de once aos, la pequea de siete, ambos ms jvenes que la

    presente tesis, por haber soportado mis ausencias en ms ocasiones de las deseadas, y

    tambin un poco de mal humor causado, habitualmente, por la falta de horas de sueo.

    Lo mismo debo decir de mi madre, Rosamari, a quien agradezco toda su comprensin y

    los nimos que siempre me ha dado para seguir adelante, y a mis hermanos Annabel y

    Jordi, y a mis suegros, sobrinos y cuados que configuran mi entorno familiar.

    Y, finalmente, no puedo olvidar a los amigos, que siempre han estado all, por

    todos los ratos que hemos salido a tomar el aire a la montaa, a pie o en bicicleta, o bien

    a practicar el arte del buen comer y del buen beber, esto ltimo siempre con la

    moderacin requerida. A todos ellos, Miquel Rib, Ventura Castells, Salvador Gascn,

    Pau Simona, Rosi Salmern, Ral Olivares, Jaume Naud, Marc Vilads, Carme de

    Sol, Xavi Galabert, Jaume Llobet, lex Mora, Cristina Mansilla, Pep Cerqueda, Grcia

    Gaja, Jordi Obiols, Jordi Puigdemasa, Josep Als, Xavi Escrib, Ramon Felip, Marta

    Barrio, Alfonso Barrio, Pili Justo, Jordi Torrell, Nria Navins, Ester Snchez, Xavi

    Planas y Joan Xandri, gracias, porque una parte muy importante de este trabajo tambin

    es gracias a su apoyo, seguramente ms de lo que creen.

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    ndice

    ABREVIATURAS 13

    NDICE DE MAPAS 15

    1. INTRODUCCIN GENERAL 17

    1.1. OBJETIVOS Y METODOLOGA 20

    1.2. EL CATARISMO COMO DISIDENCIA 25

    1.2.1. De paganos a disidentes. Un concepto en evolucin 26

    1.2.2. Designar a los ctaros 34

    1.3. MARCO GEOGRFICO 37

    1.4. HISTORIOGRAFA 42

    1.4.1. Los precursores 43

    1.4.2. El enfoque pirenaico 46

    1.4.3. Jordi Ventura Subirats: un nuevo paradigma 50

    1.4.4. Aportaciones de la historiografa francesa 54

    1.4.5. Despus de Ventura: entre la historia local y el boom editorial 58

    1.5. LAS FUENTES 63

    1.5.1. Fuentes narrativas 64

    1.5.2. Fuentes normativas 68

    1.5.3. Fuentes procesales 73

    1.5.4. Fuentes inquisitoriales 75

    1.5.5. Fuentes trovadorescas 79

    1.5.6. La Carta de Niquinta, una fuente nica 80

    2. LA DEGRADACIN DE LA PAZ TERRITORIAL 85

    2.1. LOS LMITES DE LA MONARQUA FEUDAL 85

    2.1.1. La articulacin territorial de la monarqua 86

    2.1.2. Las bases jurdicas de la supremaca real 88

    2.1.3. Dificultades en las finanzas reales 91

    2.2. EL DESAFO DE LA NOBLEZA 94

    2.2.1. Las claves del descontento aristocrtico 96

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    2.2.2. La insurgencia seorial 98

    2.3. PRESIN SOBRE LOS GOBERNADOS 103

    2.3.1. Violencia en el medio rural 105

    2.3.2. Ruptiarii en el Pirineo: la guerra como oficio 107

    2.3.3. Sociedad urbana y facciones nobiliarias 116

    2.4. CONCLUSIN 119

    3. LA IGLESIA: AUGE MATERIAL Y DEBATE MORAL 121

    3.1. LAS BASES DE PODER DE LA IGLESIA 122

    3.1.1. Dicesis y parroquias: encuadramiento de los fieles 123

    3.1.2. Seculares y regulares 129

    3.1.3. La cuestin de los diezmos 131

    3.1.4. La Iglesia como agente econmico 136

    3.2. FRENTE AL PREDOMINIO CLERICAL 141

    3.2.1. La va evanglica 142

    3.2.2. En busca de una espiritualidad laica 149

    3.2.3. Crtica de actitudes indignas 154

    3.2.4. El recurso a la violencia 161

    3.3. LA IGLESIA DE URGEL: EN EL CORAZN DEL CONFLICTO 165

    3.3.1. Prestigio y jurisdiccin 166

    3.3.2. La desercin de los condes y el auge de Castellb 169

    3.3.3. La irrupcin de Arnau de Castellb 174

    3.4. CONCLUSIN 180

    4. RELACIONES TRANSPIRENAICAS 183

    4.1. DOS SOCIEDADES EN NTIMA CONEXIN 184

    4.1.1. Catalua, tierra de oportunidades 185

    4.1.2. La estrategia transpirenaica de los grandes linajes 190

    4.1.3. Cortes trovadorescas 197

    4.2. VNCULOS RELIGIOSOS TRANSPIRENAICOS 201

    4.2.1. Narbona: una metrpolis de vocacin transpirenaica 203

    4.2.2. Comunidades monsticas 205

    4.2.3. Caminos de peregrinacin 212

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    4.3. CONSTRUCCIONES POLTICAS TRANSPIRENAICAS 215

    4.3.1. Alfonso II y la hegemona sobre Occitania 216

    4.3.2. Los Pirineos y la estrategia aragonesa 219

    4.3.3. La poltica urgelense y los condes de Foix 223

    4.3.4. Pedro el Catlico, un monarca transpirenaico 232

    4.4. CONCLUSIN 238

    5. PRIMEROS PASOS DE LA DISIDENCIA 241

    5.1. LA DISIDENCIA LLEGADA DEL NORTE 243

    5.1.1. Las primeras denuncias 243

    5.1.2. Lrida, en los mrgenes meridionales del catarismo 252

    5.1.3. Portavoces de la disidencia 262

    5.2. LA IGLESIA CTARA DEL VALLE DE ARN 264

    5.2.1. La Ecclesia Aranensis bajo sospecha 265

    5.2.2. El concilio de San Flix y las comunidades aranesas 269

    5.2.3. La intervencin de Alfonso II de Aragn 274

    5.3. LA CUESTIN DE LA VALDESA EN LA CORONA DE

    ARAGN 277

    5.3.1. Durn de Huesca: una personalidad controvertida 279

    5.3.2. Durn y la polmica antictara 282

    5.3.3. Valdenses en la Corona de Aragn 286

    5.4. CONCLUSIN 296

    6. CONSOLIDACIN DE LA IGLESIA CTARA 299

    6.1. MURET: EL DA DESPUS 300

    6.1.1. Derrota, tutela papal y lucha encubierta 301

    6.1.2. Arnau de Castellb: ctaros en la corte vizcondal 306

    6.2. PREDICADORES ITINERANTES 315

    6.2.1. Bons homes en Catalua 316

    6.2.2. El discurso disidente 323

    6.3. DICONOS CTAROS EN CATALUA 332

    6.3.1. La Iglesia ctara de Castellb 334

    6.3.2. La Iglesia ctara de Catalua 340

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    6.4. CONCLUSIN 344

    7. REDES CTARAS 347

    7.1. ENTORNOS DE SOCIABILIDAD 348

    7.1.1. La casa y el ncleo familiar 348

    7.1.2. En la periferia del grupo familiar 356

    7.1.3. De la comunidad al territorio 361

    7.2. LA GEOGRAFA DEL CATARISMO 365

    7.2.1. Los grandes focos del catarismo cataln 366

    7.2.2. Dinmicas territoriales del catarismo 378

    7.3. CONCLUSIN 386

    8. CATARISMO Y ENTORNO SOCIAL 389

    8.1. CTAROS EN EL MEDIO URBANO 390

    8.1.1. Ciudades de acogida 391

    8.1.2. Perfil del catarismo urbano 395

    8.2. DISIDENCIA EN EL ENTORNO RURAL 403

    8.2.1. Catarismo en las montaas 404

    8.2.2. Pastores y redes ctaras 411

    8.3. CATARISMO Y NOBLEZA 417

    8.3.1. El entorno aristocrtico del catarismo 418

    8.3.2. La dificultad de quedar al margen 432

    8.4. CONCLUSIN 439

    9. LA REPRESIN EN SUS PRIMEROS ESTADIOS 443

    9.1. LOS OBISPOS Y EL BRAZO SECULAR 443

    9.1.1. Las primeras condenas eclesisticas 443

    9.1.2. La monarqua entra en escena 448

    9.1.3. Los lmites de la represin preinquisitorial 453

    9.2. LOS PRIMEROS INQUISIDORES 460

    9.2.1. Inquisidores en la Corona de Aragn 462

    9.2.2. Raimundo de Peafort: el mtodo inquisitorial por sistema 469

    9.3. RESISTENCIAS EN EL ENTORNO DISIDENTE 475

  • 11

    9.3.1. Las redes ctaras ante los primeros inquisidores 476

    9.3.2. Castellb, el gran golpe inquisitorial 482

    9.3.3. Repliegue tras la inquisicin de Castellb 486

    9.4. CONCLUSIN 489

    10. EL FINAL DEL CATARISMO CATALN 493

    10.1. UN TRIBUNAL PARA LOS INQUISIDORES 493

    10.1.1. La reforma del oficio de la inquisicin 494

    10.1.2. Acoso inquisitorial 501

    10.1.3. La represin en los ltimos tiempos del catarismo 508

    10.2. LA LARGA AGONA DEL CATARISMO 513

    10.2.1. El desarraigo de la Iglesia ctara 514

    10.2.2. El colapso de las redes ctaras? 520

    10.2.3. El ltimo aliento del catarismo 530

    10.3. CONCLUSIN 540

    11. CONCLUSIN GENERAL 543

    FUENTES DE ARCHIVO 563

    FUENTES IMPRESAS 565

    BIBLIOGRAFA 569

    APNDICE DOCUMENTAL 593

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    Abreviaturas

    AAT: Archivo Archiepiscopal de Tarragona

    ACA: Archivo de la Corona de Aragn

    ACAU: Archivo Comarcal del Alt Urgell

    ACE: antiguo Archivo de la Cartuja de Escaladei

    ACF: Archivo del Castillo de Foix

    ACU: Archivo Capitular de Urgel

    ADG: Archivo Diocesano de Gerona

    ADH: Archivo Diocesano de Huesca

    ADHG: Archives dpartementales de la Haute-Garonne

    AHCB: Archivo Histrico de la Ciudad de Barcelona

    AML: Archivo Municipal de Lrida

    AMSI: antiguo Archivo del Monasterio de Sigena

    AODZ: antiguo Archivo del convento de los dominicos de Zaragoza

    APB: Archivo Parroquial de Bag.

    ASV: Archivo Secreto del Vaticano

    BAV: Biblioteca Apostlica Vaticana

    BE: Biblioteca del Escorial

    BMT: Bibliothque municipale de Toulouse

    BNF: Bibliothque nationale de France

    BRABLB: Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona

    BRAH: Biblioteca de la Real Academia de la Historia (Madrid)

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    ndice de mapas

    Catalua y territorios vecinos con las principales localizaciones 40

    El alto condado de Urgel hacia 1220 176

    La Corona de Aragn y el espacio occitano en vsperas de la batalla de

    Muret 234

    La presencia del catarismo en Catalua 381

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  • 17

    1. Introduccin general

    Hasta la dcada de los aos ochenta, el catarismo era en Catalua una materia de

    estudio poco conocida que atraa nicamente la atencin de un puado de estudiosos

    desvinculados por lo general del mbito universitario. En 1981 esta situacin cambi

    con la publicacin de la novela Cercamn, obra del escritor Lus Racionero, nacido en

    la Seo de Urgel, por la cual fue galardonado con el Premio Prudenci Bertrana de novela

    y salt a la fama en el mbito de las letras catalanas. Partiendo de unos hechos

    histricos ciertos, la novela desarrollaba la historia del auge y la cada de un nuevo

    proyecto de civilizacin destinado a superar las tinieblas de la barbarie medieval, que

    alcanzara su pleno desarrollo en un amplio territorio que abarcaba las dos vertientes de

    la cordillera pirenaica. Para ello, el autor jugaba constantemente con las situaciones

    histricas, los personajes y los ambientes para adaptarlos a la trama de su relato, y haca

    del catarismo la expresin ms elevada de este renacimiento cultural transpirenaico, a la

    vez que lo converta en pretexto esgrimido por el papa y la monarqua francesa para

    acabar con aquella civilizacin incipiente por medio de la cruzada.

    Con Cercamn, Lus Racionero recuperaba a los ctaros del olvido de la historia

    y los presentaba al pblico cataln como smbolo de disidencia y de persecucin

    religiosa, elevndolos al mismo tiempo a la categora de un mito regenerador de la

    sociedad en un proyecto civilizador que no se pudo consumar. En este sentido, el efecto

    que tuvo la novela como catalizador de un inters renovado por el catarismo en

    Catalua es comparable al papel que jug la proyeccin del telefilme Les Cathares en

    Francia en el ao 19661, aunque de un modo ms limitado. Porque si el renacimiento de

    un inters renovado por el catarismo en la Francia de los sesenta est relacionado con el

    renacer de cierto sentimiento regionalista del mbito occitano, en Catalua, con una rica

    y extensa mitologa nacionalista perfectamente consolidada en el momento de

    publicarse Cercamn, el impacto de la novela afect, ante todo, a los crculos

    intelectuales del mbito pirenaico, preocupados por aquel entonces por la evidencia de

    una sociedad en crisis, en constante retroceso demogrfico y con pocas posibilidades de

    influir en el nuevo marco poltico autonmico, que lamentaban la prdida de unos

    1 Acerca del impacto de este telefilme sobre el pblico francs, vase R. SOULA, Les cathares, entre lgende et histoire, Toulouse 2004, p. 187-227.

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    supuestos valores que habran prevalecido en un idealizado pasado medieval2. Ms all

    del Pirineo cataln, sin embargo, la novela de Racionero tambin tuvo una repercusin

    notable con su idea de la identidad transpirenaica, que no solo conocera cierta

    repercusin en el imaginario colectivo, sino incluso en el discurso de la clase poltica

    catalana, especialmente a partir del momento en que el proceso de integracin europea

    hizo posible formular una posible articulacin entre los diversos territorios situados a

    ambos lados de la cordillera en una macroregin de carcter transnacional reconocida

    por las instituciones comunitarias3.

    Sin embargo, la fuerza del mito del catarismo en Catalua alcanzara su punto

    lgido en la dcada de 1990, con la llegada de los primeros ecos del formidable

    despliegue meditico que convertira el departamento francs del Aude en el principal

    destino de turismo cultural en Europa, mediante la explotacin hasta la saciedad de la

    memoria del catarismo4. El inters del pblico cataln por la hereja se vera

    incrementado con el desembarco de la marca Pays Cathare, que repercutira en un

    incremento de la demanda de todo aquello susceptible de recibir el calificativo de

    ctaro, con la consiguiente eclosin de un sinfn de proyectos editoriales ms o menos

    vinculados a esa temtica. De este modo, el mercado editorial cataln presenciara una

    vertiginosa sucesin de novelas, obras divulgativas, guas de viajes e incluso recetarios

    de cocina que, en algunos casos, se convertiran en verdaderos xitos editoriales5. Hay

    2 Para profundizar en esta idea, vase I. ROS, Aquelles muntanyes se nhan anat al cel, Tremp 1997, p. 43-53 y C. del MRMOL, Escenificando tradiciones. Una aproximacin a los usos del pasado ctaro en los Pirineos catalanes, Globalizacin y localidad, Barcelona 2006, p. 121-144. 3 Un aspecto importante de este discurso poltico es la justificacin del nuevo espacio regional a partir de unas realidades histricas y unos rasgos identitarios comunes, cuyos supuestos orgenes habra que buscar en la poca medieval. El catarismo y otras realidades culturales de la poca que pudieron afectar, si bien en diferente medida, a ambas vertientes de la cordillera, se manifiestan como smbolo de este pasado compartido. En tiempos recientes, una notable manifestacin de esta realidad la hallamos en la exposicin titulada Ctars i trobadors. Occitnia i Catalunya: renaixena i futur, una exposicin itinerante promovida por el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalua en el ao 2003, que recoga muchos aspectos de este discurso poltico bajo los significativos conceptos del catarismo y de la poesa trovadoresca, dos realidades ms o menos coetneas cuya imagen se ha fosilizado como smbolo de este supuesto pasado comn. Vase AA.DD., Ctars i trobadors. Occitnia i Catalunya: renaixena i futur, catlogo de la exposicin, Barcelona 2003. 4 R. SOULA, Les cathares... op. cit., p. 426-436. 5 Entre los novelistas cabe mencionar a Antoni Dalmau con su novela Terra doblit. El vell cam dels ctars (1997), la cual obtuvo en su momento el premio Nstor Lujn de novela histrica y relanz el tema del catarismo en la ficcin, en un momento en el que el xito de la novela Cercamn ya quedaba muy atrs. El mismo autor volvi con el tema de las relaciones con la Occitania medieval y del catarismo en sus novelas Lamor de lluny (2001) y El testament de lltim ctar (2006). Tambin escribieron ficcin sobre el catarismo nuevamente Lus Racionero con Lltim ctar (2000), Xavier Escura, con Les dames del foc (2004), o Jorge Molist con La reina oculta (2007). Entre las obras divulgativas sobre el catarismo hay que citar en primer lugar a Jess Mestre, con su obra Els ctars. Problema religis, pretext poltic (1994), que fue el primer ttulo de una larga serie de obras dedicadas a este tema, siguiendo la estela del apabullante xito de dicha obra: Els Ctars, la vida i la mort dels Bons Homes (1997), Contra els ctars:

  • 19

    que indicar, sin embargo, que dicha eclosin no implic un incremento parejo del

    inters por el catarismo entre los medios acadmicos autctonos, factor que acabara

    refrenando el mpetu inicial de la moda ctara en Catalua6.

    Por otra parte, el xito del programa Pays Cathare como modelo de desarrollo

    econmico sera recogido y aplicado a su vez en Catalua, a travs de un nuevo

    proyecto orientado a la promocin de un turismo cultural de calidad basado en la

    memoria del catarismo en el sur de los Pirineos. El proyecto de la vertiente catalana se

    denominara Cam dels Bons Homes, e integrara a las cuatro comarcas pirenaicas con

    vestigios de un supuesto pasado ctaro: Alto Urgel, Bergued, Cerdaa y Solsons.

    Desde 1997 dicho programa cuenta con una organizacin estable articulada por un

    consejo regulador, integrado por entidades pblicas y agentes privados, la cual ha

    primado desde sus inicios la promocin de la actividad turstica, si bien es cierto que

    tambin ha asumido una serie de iniciativas culturales que han revertido en una cierta

    identificacin de la poblacin local con un pasado ctaro real o imaginario7.

    En la encrucijada de este renovado inters cultural, identitario e incluso

    mercantil por el pasado ctaro cataln, se hallan, pues, ciertas comarcas del Pirineo que,

    hurfanas de una produccin historiogrfica de corte acadmico que pudiera legitimar

    sus iniciativas econmicas y canalizar sus inquietudes culturales, intentaran promover

    una produccin propia para llenar el vaco. En este contexto me era encargada la

    elaboracin de un primer trabajo sobre la incidencia del catarismo en el Pirineo cataln

    por parte del ya extinguido Centre dEstudis de lAlt Urgell. El resultado fue una

    publicacin que, con el ttulo El catarisme al Pirineu catal8 fue presentada en el ao

    la implacable repressi de lesglsia (2002) o Els ctars explicats als meus nts (2004). Tambin cabe citar a otros autores como Xavier Escura nuevamente, con su Crnica dels ctars: el somni occit dels reis catalans (1996), a Pere Catal y Anna Adroer, con Ctars i catarisme a Catalunya (1996), o a Jordi Bibi, con Els nostres ctars. El catarisme a la Corona dArag (2005). Entre los autores de libros de viajes hallamos otra vez a Jess Mestre, Viatge al pas dels ctars (1995), a Antoni Dalmau, Una escapada al pas dels ctars (2002), i a Xavier Escura, Per castells dheretges (2006). Finalmente, entre los libros de cocina, destacamos los ttulos La cuina al pas dels ctars (2003), de Jaume Fbrega o Ruta gastronmica pel Cam dels Bons Homes (1999). 6 Aunque falta un estudio detallado al respecto, las llamadas Jornadas de Refugios Ctaros en el Pirineo Cataln, celebradas durante el verano en diversas poblaciones pirenaicas vinculadas con el pasado ctaro, experimentaron desde su implantacin en 1997 un crecimiento sostenido que, sin embargo, se ha visto frenado en los ltimos aos, en los cuales ha experimentado incluso una recesin, siendo la mayor preocupacin de los organizadores hallar nuevos enfoques a partir de los cuales revitalizar el tema desde un punto de vista divulgativo, sin tener que abandonar la marca ctara que les da personalidad propia. Agradezco esta informacin a Isidre Domenj, tcnico de cultura del Consell Comarcal de lAlt Urgell, y a Karina Bhar, gerente del Consell Regulador del Cam dels Bons Homes, ambos estrechamente implicados en la organizacin de dichos actos conmemorativos. 7 Nuevamente agradezco la informacin a Karina Bhar, gerente del Consell Regulador del Cam dels Bons Homes. 8 C. GASCN, El catarisme al Pirineu catal, Centre dEstudis de lAlt Urgell, la Seu dUrgell 1999.

  • 20

    1999 en la villa de Castellb, posiblemente la poblacin del Alto Urgel ms

    comprometida con el proyecto de recuperacin de la memoria del catarismo cataln. Tal

    presentacin se produjo en el transcurso de las Jornadas de Refugios Ctaros en el

    Pirineo Cataln, un evento anual de carcter ldico-festivo patrocinado desde el Consejo

    Regulador del Cam dels Bons Homes.

    Los trabajos de investigacin que alimentaron la citada publicacin seran

    aprovechados y ampliados en los aos sucesivos, dentro del marco del programa de

    doctorado del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Ciencias y Tcnicas

    Historiogrficas de la UNED, que dara lugar a la presente tesis. De este modo, el

    trabajo de investigacin que culmin dicho programa fue dedicado bsicamente a los

    orgenes de esta hereja en la dicesis de Urgel con el ttulo Crisis social, espiritualidad

    y hereja en la dicesis de Urgel (siglos XII-XIII)9. Los contenidos de dicho trabajo

    sirvieron, asimismo, de base para la redaccin de una obra de naturaleza divulgativa

    titulada Ctars al Pirineu catal10 y tambin para la preparacin de un artculo

    publicado en el nmero de 2003 de la revista especializada Espacio, Tiempo y Forma11.

    La opinin merecida por dicho trabajo tanto entre sus evaluadores como entre diversos

    especialistas que llegaron a conocerlo fue que, lejos de agotar esta materia de

    investigacin, abra nuevas perspectivas para su estudio y su actualizacin. Todos estos

    factores, unidos a un inters personal por el tema, que hay que relacionar con el

    poderoso influjo que ejerce la memoria del catarismo sobre el imaginario colectivo de

    las comarcas del Pirineo cataln, son los que me han llevado a plantear una tesis

    doctoral dedicada al desarrollo de la disidencia conocida con el nombre de catarismo en

    la Catalua de los siglos XII al XIV.

    1.1. OBJETIVOS Y METODOLOGA

    El catarismo y su presencia en territorio cataln constituye, segn todo lo

    expuesto, el objeto de estudio de la presente tesis. La definicin del catarismo es una

    tarea difcil, teniendo en cuenta que desde su definicin como objeto de inters

    historiogrfico, en el siglo XIX, hasta la actualidad, el concepto se ha visto sometido a

    9 C. GASCN, Crisis social, espiritualidad y hereja en la dicesis de Urgel (siglos XII-XIII). Trabajo de investigacin del programa de doctorado, UNED 2003. 10 C. GASCN, Ctars al Pirineu catal, Lleida 2003. 11 C. GASCN, Crisis social, espiritualidad y hereja en la dicesis de Urgel (siglos XII-XIII). Los orgenes y la difusin de la hereja ctara en la antigua dicesis de Urgel, Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, t. 16, UNED, Madrid 2003, p. 73-106.

  • 21

    innumerables y apasionadas controversias sostenidas por historiadores, estudiosos y

    eruditos que, a su vez, se han visto obligados a hacer frente a numerosas propuestas

    interpretativas surgidas desde ms all de la historiografa, a la luz de los ms diversos

    intereses ideolgicos, polticos o econmicos que han contribuido a deformarlo hasta tal

    punto que en demasiadas ocasiones se ha convertido en una caricatura de si mismo12. Si

    bien ms adelante abordaremos con mayor profundidad el significado y el alcance de

    dicho concepto, lo definimos de entrada como un vasto movimiento de naturaleza

    religiosa que calificamos de carcter disidente por sus discordancias con las directrices

    oficiales de la Iglesia catlica, el cual se desarrolla entre los siglos XII y XIV y se

    caracteriza por un evangelismo militante y un rechazo radical del mundo material, que

    evolucionar, segn el momento y el lugar, hacia planteamientos de signo dualista en

    distinto grado13.

    Debido a la propia amplitud de este concepto historiogrfico, el estudio del

    catarismo admite enfoques y perspectivas muy diversas, si bien la historiografa ha

    privilegiado las implicaciones o derivaciones sociales y polticas atribuibles a su

    naturaleza ideolgica de carcter disidente con respecto a los grandes poderes fcticos

    del Occidente medieval14. En este sentido, tomando como punto de partida la incidencia

    de una dinmica social muy conflictiva en la difusin del catarismo, ya sealada por

    algunos autores y estudiada en relacin a las comarcas del Pirineo cataln en el

    mencionado trabajo de investigacin titulado Crisis social, espiritualidad y hereja en la

    dicesis de Urgel (siglos XII-XIII), esta tesis centra su objetivo en el anlisis de la

    naturaleza del movimiento disidente desde su perspectiva social, con una especial

    atencin a sus dinmicas de su expansin por el territorio desde la perspectiva de las

    contradicciones internas y las grandes lnias de ruptura y solidaridad de una sociedad

    marcada por las tensiones y los conflictos del modelo feudal en un contexto de

    12 R. SOULA, Les cathares... op. cit., p. 9-13; P. JIMNEZ, El catarismo: nuevas perspectivas sobre sus orgenes y su implantacin en la Cristiandad occidental, Clo & Crimen, 1 (2004), p. 137. 13 No obstante, y tal como desarrollaremos ms adelante, veremos que tras la aparente simplicidad de la definicin propuesta se esconden numerosos conceptos cuestionados por un nutrido nmero de historiadores, particularmente franceses que, agrupados bajo diversas etiquetas, continan manteniendo abiertas en la actualidad numerosas lneas de controversia acerca de los ms diversos aspectos relacionados con el catarismo, comenzando por el hecho de su propia existencia. 14 Esta relativa postergacin podra relacionarse con el prctico desconocimiento de las fuentes propiamente ctaras, que impediran el estudio del catarismo bajo una ptica adecuada, ajena a la imagen que haban legado los polemistas catlicos desde la Edad Media en torno al mismo. No es hasta 1935 que Jean Guiraud publica, en el primer volumen de su Histoire de lInquisition au Moyen ge, el primer estudio crtico del ritual ctaro occitano del manuscrito de Lyon, el cual revela, para sorpresa de muchos por aquel entonces, sus orgenes cristianos; P. JIMNEZ, Les catharismes. Modles dissidents du christianisme mdival (XIIe-XIIIe sicles), Rennes 2008, p. 28-29.

  • 22

    expansin econmica y de auge del poder y de las temporalidades de la Iglesia. De

    acuerto con este objetivo general, trataremos de dar respuesta a cuestiones como el

    alcance y la importancia cuantitativa del catarismo en territorio cataln, las dinmicas

    de la difusin y de la implantacin de las doctrinas disidentes en este mbito, la

    determinacin de los estratos sociales y los territorios ms receptivos a este movimiento

    ultrapirenaico y, finalmente, y a partir de todo lo anterior, cules fueron las dinmicas

    evolutivas de este movimiento a lo largo de los ms de ciento cincuenta aos en los que

    documentamos su relacin con Catalua.

    La importancia de las tensiones internas como factor decisivo en la difusin del

    catarismo por tierras catalanas ya se haba hecho notar en el trabajo de investigacin que

    precedi a esta tesis, hasta el punto de ser plasmadas en sus conclusiones, frente a

    antiguos discursos que haban centrado su atencin en las aportaciones ideolgicas

    externas llegadas con los grandes flujos de personas, mercancas e ideas que unan

    ambas vertientes del Pirineo15. Dicha conclusin era el resultado de un estudio centrado

    exclusivamente en la antigua dicesis de Urgel, demarcacin que era sealada como la

    ms afectada por la implantacin del catarismo por la bibliografa existente, y con un

    marco cronolgico acotado entre finales del siglo XII a partir de los primeros

    testimonios ms o menos seguros de presencia ctara en Catalua y la toma del

    castillo de Montsegur, en Occitania, en 1244. Con ello se singularizaba la fase ms

    expansiva del catarismo cataln.

    La investigacin sobre el catarismo en la dicesis de Urgel, delimitada en el

    tiempo y en el espacio segn los parmetros expuestos, ha generado nuevos

    interrogantes que reclaman un estudio en mayor profundidad. En primer lugar, la

    cuestin de los orgenes del catarismo cataln sigue siendo oscura: es aceptable la

    fecha de finales del siglo XII para fijar los primeros contactos, tal como propone la

    historiografa tradicional? Y en tal caso, qu sucede con la mencin de una Iglesia

    disidente en el Valle de Arn en 1167? Podra tener algn tipo de relacin, en caso de

    aceptarla, con una temprana difusin del catarismo en Catalua? La bsqueda de

    15 Esta conclusin, resumida en un artculo posterior a la lectura de la tesina, es expresada en los siguientes trminos: [...] hemos intentado matizar la extendida nocin del fenmeno de la difusin de las doctrinas ctaras en Catalua como un proceso impulsado desde [...] Occitania, de un modo totalmente automtico y sin la participacin de la sociedad catalana, la cual se limita a aceptar unas doctrinas consideradas a priori superiores al discurso de la Iglesia catlica. De este modo, hemos presentado a la sociedad de la vertiente meridional como una formacin dinmica, abierta a las nuevas propuestas ideolgicas maduradas en Occidente, pero con unas tensiones y unas contradicciones propias que determinan la opcin rupturista tomada por algunos sectores concretos de su conjunto [...], C. GASCN, Crisis social... op. cit., p. 105.

  • 23

    respuestas a este tipo de preguntas ha obligado a abrir el marco geogrfico ms all de

    la dicesis de Urgel y focalizar la atencin en torno a la ciudad de Lrida16 lo que, junto

    con los testimonios de una conocida presencia ctara ms al sur, en las montaas de

    Prades, sita la mitad occidental de Catalua en nuestro foco de atencin. Ello permite

    formular nuevas preguntas en torno a la incidencia aparentemente mayor del catarismo

    en estos territorios de poniente frente a los de la Catalua costera y el entorno

    barcelons, a las que tambin trataremos de dar respuesta. Pero en cualquier caso, la

    tradicin historiogrfica del catarismo cataln ha privilegiado esta zona occidental en

    base a una documentacin que se refiere de un modo preferente a este mbito en cuanto

    al catarismo se refiere. Por ello, aprovechando esta mayor disponibilidad relativa de

    datos concernientes a la Catalua occidental, incidiremos en mayor medida en esta zona

    para alcanzar unas conclusiones finales dirigidas a interpretar cules fueren las bases

    sociales que explican el relativo xito de esta disidencia religiosa en Catalua, as como

    su progresivo desarraigo a partir de mediados del siglo XIII hasta ya bien entrado el

    siglo XIV.

    De hecho, en el trabajo de investigacin previo a la tesis, ya se haca notar,

    gracias a la documentacin consultada, la incidencia de las doctrinas ctaras en este

    mbito occidental, en abierto contraste con la mitad oriental, hacindose especial

    mencin a las comarcas pirenaicas y a las comarcas montaosas del interior de la actual

    provincia de Tarragona17, todo lo cual nos lleva a focalizar nuestra investigacin en

    dichos territorios asumiendo, asimismo, la tarea de analizar los motivos de este vaco

    documental en la mitad oriental.

    Con el fin de alcanzar los objetivos planteados en nuestro proyecto, hemos

    organizado la tesis en diez captulos. Dedicamos los dos captulos que siguen a esta

    introduccin general, es decir, el segundo y tercer captulo de la tesis, a analizar los

    principales factores endgenos que favorecieron la aceptacin de la disidencia en ciertos

    sectores de la sociedad catalana, detenindonos en las diferencias que enfrentaban el

    monarca con sus gobernados, por una parte, y las que generaba una Iglesia local incapaz

    de responder adecuadamente a las nuevas formas de espiritualidad que demandaban los

    fieles. El cuarto captulo se centrar en las relaciones transpirenaicas y su influencia en

    16 Acerca de esta cuestin vase C. GASCN, La carta de Niquinta y la Ecclesia Aranensis: una reflexin sobre los orgenes del catarismo en Catalua, Espacio, Tiempo y Forma. Serie III, n 21 (2008), p. 139-158. 17 C. GASCN, Crisis social, espiritualidad y hereja en la dicesis de Urgel (siglos XII-XIII). Trabajo de investigacin del programa de doctorado... op. cit., p. 67.

  • 24

    la transmisin de nuevas ideas e inquietudes entre ambas vertientes de la cordillera. Las

    primeras denuncias sobre la presencia de ctaros y otros disidentes religiosos en

    Catalua sern analizadas en el captulo siguiente y en el sexto el proceso de

    consolidacin de la Iglesia ctara en Catalua, con la designacin de los primeros

    jerarcas. Una vez estudiada la dinmica de la implantacin del catarismo al sur de los

    Pirineos, en los captulos sptimo y octavo analizaremos las caractersticas de dicha

    presencia, prestando atencin a las relaciones entre los predicadores del catarismo y sus

    simpatizantes a travs de la estructuracin de amplias redes de sociabilidad, as como al

    alcance social del catarismo cataln. Para terminar, los dos ltimos captulos se

    centrarn en la implementacin de los mecanismos represivos contra la disidencia

    religiosa y la agona de las ltimas comunidades de simpatizantes, hasta su definitiva

    desaparicin ya entrado el siglo XIV.

    Para la ejecucin de la tesis, se ha partido de una minuciosa investigacin

    bibliogrfica previa, destinada a establecer un estado actual de la cuestin y a detectar

    los principales puntos dbiles y lagunas del discurso desarrollado hasta el momento,

    apoyado en gran medida en las aportaciones del historiador Jordi Ventura en la dcada

    de los aos sesenta18. A partir de ello, hemos procedido al trabajo con la documentacin

    primaria, tanto la indita como la publicada, mediante la investigacin en diversos

    archivos y bibliotecas y el vaciado sistemtico de contenidos, para seleccionar y

    clasificar los datos que, a partir de su anlisis correspondiente, hemos volcado en el

    discurso. Se han priorizado los datos obtenidos de aquellas series documentales

    vinculadas con la disidencia y su represin, as como los que recogan diversos aspectos

    sobre las tensiones sociales y los conflictos derivados del difcil encaje de los poderes

    locales de Catalua con los poderes de mbito superior, como la monarqua o la Iglesia,

    con el objetivo contextualizar adecuadamente los factores determinantes de la dinmica

    de la disidencia en cada momento, y tambin para salir al paso de las previsibles lagunas

    derivadas de la prdida de documentacin u otros factores que impiden conocer la

    secuencia ntegra de los hechos. En algunos casos, y debido al problema de la falta de

    estudios relacionados con los territorios que configuran el marco de nuestra

    investigacin, ha sido necesario emprender algunas investigaciones paralelas para

    resolver algunas insuficiencias del contexto que impedan la correcta interpretacin de

    18 Ibidem, p. 117-118.

  • 25

    determinados hechos o procesos19. Finalmente, una vez localizada y seleccionada la

    documentacin necesaria, se ha procedido a realizar un vaciado sistemtico para ordenar

    y procesar la informacin con la finalidad de desarrollar el discurso.

    1.2. EL CATARISMO COMO DISIDENCIA

    Como paso previo para abordar la tesis con la temtica propuesta, es necesario

    definir el uso que daremos a lo largo del texto al concepto central de la misma, que no

    es otro que el catarismo. El alcance y el significado de este concepto historiogrfico es

    una cuestin polmica que, especialmente en Francia, cuna de la historiografa sobre

    esta cuestin, ha generado grandes controversias que han dividido tradicionalmente, y

    divide an, a los grandes especialistas en la materia20. Los grandes debates

    historiogrficos suscitados en torno al catarismo se explican a la luz de la profunda

    evolucin que ha experimentado el concepto a lo largo de los ltimos tiempos, hasta el

    punto que las aportaciones ms recientes abren una perspectiva radicalmente nueva

    dentro del estudio del catarismo, por lo que hay que tomarlas en consideracin. Por otra

    parte, la influencia de las ltimas aportaciones historiogrficas en torno al catarismo han

    llegado a cuestionar su propia denominacin, lo que obliga a dedicar el presente

    apartado al propio concepto de catarismo como a su contenido con el fin de delimitar y

    justificar su empleo a lo largo de nuestra investigacin.

    En cualquier caso, el trmino catarismo es un neologismo incorporado por el

    discurso historiogrfico para designar la hereja o disidencia de los ctaros, miembros

    de un movimiento de disidencia religiosa que no siempre fueron designados bajo esa

    19 Tales investigaciones se han concretado en los siguientes artculos o comunicaciones: C. GASCN, El saqueig de la catedral de la Seu dUrgell a finals del segle XII, segons la versi dAntoni Fiter i Rossell, Quaderns destudis andorrans, 8, (2006-2008), p. 77-106; C. GASCN, La carta de Niquinta... op. cit.; C. GASCN, Els senyors de Josa i la documentaci de lArxiu Capitular de la Seu dUrgell anterior a 1300, Urgellia, 17 (2008-2010), p. 225-267; C. GASCN, Lirruption des comtes de Foix sur le versant mridional la fin du XIIe sicle, ses possibles motivations et ses consquences, 1209-1309. Un sicle intense au pied des Pyrnes. Actes du colloque tenu Foix les 23, 24 et 25 octobre 2009, Foix 2010, p. 23-40; C. GASCN, Les rsistances lapplication de la rforme grgorienne dans le diocse dUrgell, Dissidences & conflits populaires dans les Pyrnes. Actes du 60e congrs de la Fdration historique de Midi-Pyrnes. Foix (Arige), 17-19 juin 2011, Toulouse 2012, p. 165-174. 20 La expresin de tal estado de cosas tuvo uno de sus episodios ms elocuentes en el congreso celebrado en Niza en 1999 en torno a uno de los documentos ms enigmticos y controvertidos vinculados al catarismo occitano: la llamada Charte de Niquinta, que reuni a las grandes autoridades francesas en torno al catarismo y escenific claramente el cisma abierto dentro de esta lite intelectual entre los llamados aquellos que son tildados de minimizar hasta la realidad histrica del catarismo hasta casi su negacin y sus adversarios, que suelen mantenerse en una lnea ms tradicional, si el posicionamiento de los investigadores frente a esta cuestin no es tan neta y admite infinidad de matices; R. SOULA, Les cathares... op. cit., p. 495-512.

  • 26

    denominacin, y cuyas creencias y doctrinas, desarrolladas a lo largo de casi dos siglos

    por toda la Europa occidental, presentaron una diversidad y unas lneas evolutivas que,

    en algunos casos, han motivado su denominacin en plural21. Sin embargo, ha sido

    definida recientemente una serie de elementos comunes para englobar tal diversidad y

    para caracterizar a los grupos que idenficamos como ctaros por el hecho de organizarse

    en torno a comunidades eclesisticas con un clero propio, mixto y dirigido por la figura

    de los obispos, que reivindican su filiacin apostlica y pretenden erigirse en la

    verdadera Iglesia de Cristo, que rechazan el magisterio de la Iglesia catlica y el

    conjunto de sus sacramentos, que practican un sacramento nico para la salvacin del

    alma, identificado con el bautismo del Espritu Santo o consolament, que propugnan la

    concepcin anglica de la naturaleza de Cristo, rechazando el culto a la cruz, y que

    privilegian el Nuevo Testamento, que interpretan bajo una ptica dualista en grado

    diverso22.

    1.2.1. De paganos a disidentes. Un concepto en evolucin

    Segn el acertado diagnstico de Anne Brenon, a mediados del siglo XX el

    catarismo se consideraba concepto totalmente definido y cerrado por parte de telogos e

    historiadores de la religin, situndose dentro de la categora de los problemas resueltos

    de la historiografa como la concrecin medieval de una amalgama de antiguas

    creencias paganas de origen oriental zoroastrismo, maniquesmo coloreadas de un

    fino barniz de cristianismo y caracterizadas por su carcter dualista23. Se consideraba el

    catarismo como una secta de orgenes paganos, segn una percepcin que, tal como

    demuestra en su tesis Pilar Jimnez, tiene sus orgenes en el discurso de los polemistas

    catlicos medievales24. En respuesta a la alarma generada entre la jerarqua catlica ante

    la prdida de sus fieles a manos de los nuevos competidores ctaros, estos polemistas

    presentaron sus doctrinas como sucesoras de las antiguas herejas descritas por los

    Padres de la Iglesia en el siglo V, tomando prestada su misma terminologa para

    describir un fenmeno maligno, de procedencia oriental como orientales eran muchas 21 Hallamos esta propuesta en P. JIMNEZ Catharisme ou catharismes? Variations spatiales et temporelles dans lorganisation et dans lencadrement des communauts dites cathares, Heresis, 39 (2003), p. 35-62. 22 A. BRENON, Les mots du Catharisme, Toulouse 2009, p. 33-35. 23 A. BRENON, Le catharisme en domaine occitan: une problmatique en chantier, Le choix hrtique, Cahors 2006, p. 67. 24 P. JIMNEZ, Lvolution doctrinale du catharisme, XIIe-XIIIe sicles, tesis dirigida por el Profesor Pierre Bonnassie, en la Universidad de Toulouse Le-Mirail, defendida el 24 de febrero de 2001.

  • 27

    de las desviaciones presentadas por Agustn de Hipona y otros, entre ellas el

    maniquesmo y que resurga en la cristiandad latina tras una compleja y dilatada

    cadena de filiaciones a lo largo de los siglos, las cuales tendran en la hereja bogomila

    de los Balcanes su eslabn inmediatamente anterior y necesario antes de su llegada a

    Occidente. La hiptesis de estos orgenes legendarios, nacida de la necesidad de hallar

    una explicacin para el nuevo fenmeno de la hereja a travs del recurso a prestigiosos

    autores de la Antigedad, sera expuesta por el monje Eckbert de Schnau hacia 1164 y

    reforzada por los intelectuales catlicos de los siglos XII y XIII, los cuales situaran la

    cuestin del doble principio o dualismo, atribuido a los ctaros, en el centro de su

    polmica25.

    Durante los siglos de la Edad Moderna la historiografa catlica mantuvo esta

    hiptesis de los orgenes orientales de la hereja medieval, y la identific con las nuevas

    confesiones protestantes, perpetuando con ello la tesis de las filiaciones consecutivas

    entre las sucesivas desviaciones doctrinales, y presentando de este modo la hereja como

    un movimiento nico a lo largo de los siglos, y caracterizado bsicamente por su

    oposicin a la ortodoxia catlica26. Tales planteamientos en torno al catarismo,

    sostenidos con escasas variantes por una abundante produccin historiogrfica y por

    autores de prestigio contemporneos ms o menos vinculados a los medios clericales o

    profundamente influidos por sus tesis, han permitido una prolongada vigencia de esta

    hiptesis tradicional, que no empezara a verse abiertamente cuestionada hasta bien

    entrada la dcada de 197027.

    Hay que buscar los orgenes de estas corrientes de renovacin en la

    historiografa protestante, siempre ms proclive a una visin positiva de la disidencia

    ctara, a la que muchos protestantes consideraban precursora del amplio movimiento de

    ruptura dentro de la Iglesia catlica que dara lugar a la Reforma. En este sentido, cabe

    destacar la obra de Charles Schmidt, telogo luterano de origen alsaciano que, en su

    obra Histoire et doctrine des cathares et albigeois, publicada a mediados del siglo XIX,

    cuestionaba por vez primera la filiacin maniquea del catarismo y planteaba, en cambio,

    su vinculacin con el bogomilismo eslavo, con la intencin de desvincularlo del

    25 La influencia de los polemistas catlicos en la construccin de una determinada visin del catarismo que se ha mantenido prcticamente hasta nuestros das, ha sido minuciosamente analizada por Pilar Jimnez en su tesis Levolution doctrinale du catharisme, defendida en la universidad de Toulouse-Le Mirail en el ao 2001. Esta tesis fue publicada en 2008 con el ttulo Les catharismes. Modles dissidents du christianisme mdival (XIIe-XIIIe sicles). 26 P. JIMNEZ, Les catharismes..., p. 54. 27 Ibidem, p. 54-60.

  • 28

    paganismo28. Con la obra de Schmidt el catarismo se libera, por primera vez, de la carga

    peyorativa que llevaban implcitos sus estudios. Por ello se considera pionera en

    muchos aspectos de la historiografa contempornea del catarismo. Junto a las

    aportaciones de la historiografa protestante, hay que valorar la incidencia del

    conocimiento y el estudio de las fuentes ctaras a partir de la cuarta dcada del siglo

    XX, empezando por el llamado manuscrito de Lyon, estudiado por Jean Guiraud29, as

    como el creciente enfoque social de la cuestin de la hereja medieval, privilegiada por

    diversos autores como Grundmann30, Violante31, Mundy32.

    Sin embargo, hasta finales de la dcada de 1960 el estudio del catarismo se haba

    centrado de un modo casi exclusivo en aspectos religiosos y doctrinales. Esta realidad

    cambiar de un modo ostensible a raz de los debates historiogrficos sostenidos en

    aquella dcada que crearn las bases para comprender los fenmenos que provocaran la

    aparicin de la hereja medieval en el contexto de las grandes transformaciones globales

    producidas en el seno de las sociedades europeas del medievo33. Es ms, medievalistas

    de la talla de Georges Duby o de Jacques Le Goff aportan una autntica alternativa

    historiogrfica al estudio de la disidencia, estableciendo el punto de vista de las

    autoridades ortodoxas como nico criterio vlido en la definicin del hereje34. Estas

    nuevas orientaciones en el estudio de la hereja en general y del catarismo en particular

    permiten una nueva aproximacin a dichas cuestiones desde el propio contexto de la

    sociedad europea medieval, con un enfoque radicalmente nuevo que, sin embargo,

    prcticamente no tendra ninguna repercusin en el estudio del catarismo en Catalua,

    pese a los dignos trabajos que haba llevado Jordi Ventura al respecto durante la dcada

    de los sesenta, como ya explicaremos. Estas limitaciones hacen necesaria una revisin

    en profundidad de la cuestin del catarismo cataln al haber sido privado el tema de

    28 C. SCHMIDT, Histoire et doctrine des cathares albigeois, Pars / Ginebra 1848-1849. 29 J. GUIRAUD, Histoire de lInquisition au Moyen ge, Auguste Picard, Paris 1935-1938. 30 Grundmann sostiene que determinadas corrientes herticas nacidas en un entorno culto podan transferirse a medios populares si las condiciones sociales eran las adecuadas; H. GRUNDMANN, Hrsies savantes et hrsies populaires au Moyen-ge, Hrsies et socits dans lEurope pr-industrielle du XIe au XVIIIe sicles, Paris 1968, p. 209-214. 31 Centrando su inters en la presencia ctara en el centro y el norte de Italia, Violante se interesa por los factores socioeconmicos que explican el inters de las comunidades urbanas del pas por el catarismo; C. VIOLANTE, Hrsies urbaines et hrsies rurales en Italie du XIe au XIIIe sicles, Hrsies et socits dans lEurope pr-industrielle du XIe au XVIIIe sicles, Paris 1968, p. 171-177. 32 Mundy se interesa por el estudio del medio social y poltico del catarismo en Tolosa; vase J. H. MUNDY, Liberty and Political Power in Toulouse, New York 1952; vase tambin J. H. MUNDY, Noblesse et hrsie. Une famille cathare: les Maurand, Annales ESC, 29 (1974), p. 1211-1223. 33 P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 33-36. 34 G. DUBY, LAn mil, Pars 1974; id., Le chevalier, la femme et le prtre, Pars 1981; J. LE GOFF, La civilisation de lOccident mdival, Pars 1964.

  • 29

    unos nuevos enfoques necesarios para comprender el fenmeno en toda su magnitud a

    la luz de sus implicaciones sociales.

    Pero volviendo a la cuestin que nos ocupa en el presente apartado, el cmulo de

    nuevas aportaciones y perspectivas sobre el catarismo y las herejas medievales en

    general, que eclosiona a partir de los aos sesenta si bien en un contexto en el que

    contina el predominio de las visiones tradicionales fue recogido por Jean Duvernoy,

    uno de los principales investigadores de las fuentes inquisitoriales del catarismo

    occitano35, que recoga en su obra Le catharisme, publicada en dos volmenes entre

    1976 y 1979, una visin coherente de la hereja, abiertamente crtica con el discurso

    tradicional, con la que sentara las bases para la renovacin del discurso historiogrfico.

    Duvernoy sostena en Le catharisme un origen comn del catarismo tanto en la

    cristiandad oriental como en la occidental en torno al ao 1000, fruto de un renovado

    inters por el estudio de los antiguos tratados del cristianismo en el contexto de la

    tradicin monstica bizantina. De este modo, se identificaran las primeras comunidades

    herticas en el rea de los Balcanes hacia finales del siglo X, y seran estos herejes, los

    llamados bogomilos, los que impulsaran la implantacin de esta nueva disidencia en

    Occidente a travs de misioneros, plasmndose sus primeras manifestaciones a

    principios del siglo XI en diversos puntos de Francia y del norte de Italia. De acuerdo

    con este discurso, los orgenes remotos del catarismo del siglo XII remontaran a estas

    comunidades occidentales nacidas de la influencia bogomila de la Europa oriental36.

    Junto a la cuestin de los orgenes, Duvernoy tambin introdujo novedades en la

    percepcin del dualismo ctaro, aspecto central en la identificacin de la hereja tanto

    por parte de los antiguos polemistas catlicos como por los modernos historiadores

    apegados a las teoras tradicionales, que se servan de ellas para presentarlo como un

    movimiento de races ajenas al cristianismo. Segn las tesis de Duvernoy sobre este

    aspecto, el dualismo ctaro nacera de la glosa de los antiguos tratados del cristianismo

    primitivo y cuestiona el carcter definitorio que le era atribuido, haciendo jugar otros

    factores como el evangelismo militante, la pobreza voluntaria, el ascetismo y el discurso

    crtico contra la Iglesia catlica y sus representantes37. Las tesis de Jean Duvernoy

    35 Adems de ser el responsable de un gran nmero de ediciones de las fuentes inquisitoriales francesas, buena parte de las cuales puede consultarse en su propia pgina web http://jean.duvernoy.free.fr/ , Jean Duvernoy tambin trabaj sobre fuentes ctaras propiamente dichas y hasta el momento de su muerte, ocurrida en 2010 a una avanzada edad, fue tanto por sus conocimientos, como por sus trabajos y su espritu divulgativo uno de los grandes estudiosos del catarismo occitano. 36 J. DUVERNOY, Le catharisme: la religion des cathares, Toulouse 1976, p. 387-388. 37 Ibidem, vol. I, p. 313-360.

  • 30

    influyeron enormemente a los investigadores vinculados al Centre dtudes Cathares,

    una institucin fundada en Carcasona en 1981, cuyo reconocido prestigio en la

    investigacin de las disidencias medievales contribuy a la difusin del discurso

    renovado en torno a los orgenes del catarismo que planteara Duvernoy en su

    momento38.

    En la misma lnea del discurso asumido por el crculo de investigadores

    vinculado al Centre dtudes Cathares institucin de la que ostentara la direccin

    cientfica entre los aos 2000 y 2005, pero integrando tambin ciertas influencias del

    deconstruccionismo histrico39 y, al mismo tiempo, marcando las distancias con el

    estilo apasionado de algunos historiadores tambin vinculados al Centre dtudes

    Cathares, Pilar Jimnez planteaba en su tesis defendida en 200140 una serie de

    aportaciones decisivas para la definicin de la naturaleza doctrinal del catarismo, con

    las que rompa definitivamente con la hiptesis tradicional. Tales aportaciones

    introducan ante todo una percepcin global del fenmeno en el conjunto de la Europa

    occidental y menos rupturista en relacin a los grandes procesos vinculados a la

    evolucin de la espiritualidad occidental a lo largo de los siglos XII y XIII, de acuerdo

    con lo que ya apuntaban los historiadores sociales de la dcada de 1970.

    Su discurso parte de la tesis central de Les cathares de Duvernoy, negando los

    orgenes paganos del movimiento disidente. Pero, con la voluntad de llegar ms all,

    pretende demostrar los orgenes occidentales del catarismo y romper con su

    dependencia histrica y doctrinal con respecto al bogomilismo oriental, as como con la

    percepcin de las herejas de principios del siglo XI como precursoras del catarismo. En

    este sentido, las corrientes herticas del siglo XII son contextualizadas dentro de un

    amplio y largo proceso de racionalizacin doctrinal del cristianismo occidental, cuyos

    orgenes cabra remontar a la poca carolingia, y en cuya evolucin alternaran perodos

    38 P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 40-43. 39 Tal corriente historiogrfica, en relacin al estudio de la hereja entre los medios acadmicos franceses, aparece representada por Monique Zerner, de la Universidad de Niza, quien, a partir de la dcada de los aos noventa del pasado siglo, coordina un grupo de investigacin que aporta una visin muy crtica sobre las distintas fuentes para la construccin del discurso en torno al catarismo. En este sentido, vanse las actas de los coloquios Inventer lhrsie? Discours polmiques et pouvoirs avant lInquisition (1998) y Lhistoire du catharisme en discussion: le concile de Saint-Flix (2001), ambos coordinados por Zerner. 40 Con el ttulo Lvolution doctrinale du catharisme, XIIe-XIIIe sicles, y bajo la direccin de Pierre Bonnassie, la tesis fue defendida en la Universidad de Toulouse-Le Mirail en 2001 y publicada con el ttulo Les catharismes. Modles dissidents du christianisme mdival (XIIe-XIIIe sicles) en 2007.

  • 31

    de menor y mayor dinamismo, inscribindose las mencionadas corrientes herticas en

    esta segunda categora41.

    De hecho, se distinguen dos grandes oleadas herticas en el Occidente medieval.

    La primera de ellas, a principios del siglo XI, surga como reaccin contra el creciente

    monopolio clerical en la mediacin de la sociedad con el ms all que era promovido

    desde las filas cluniacenses, y la segunda, iniciada hacia 1120, se desarrollaba a partir

    de la reaccin al triunfo de la llamada Reforma Gregoriana en Occidente y a la deriva de

    los antiguos reformadores hacia un agresivo intervencionismo tanto en los mbitos

    espiritual como temporal, en nombre de la libertad de la Iglesia y de su clero. Ambas

    oleadas se consideran como dos eslabones del citado proceso de racionalizacin

    experimentado por el cristianismo a partir del siglo IX, si bien individualizadas por

    responder a pocas, problemticas y contextos distintos42.

    La reaccin ante la institucionalizacin del movimiento reformista del siglo XI

    caus un gran nmero de descontentos no solo dentro del estamento clerical, sino

    tambin en determinados sectores de la sociedad laica, todos ellos decepcionados por el

    giro que haba tomado hacia la centralizacin del aparato eclesistico y el

    fortalecimiento de la jerarqua43. Originariamente, el catarismo, detectado por vez

    primera hacia 1143 en el rea renana regin enclavada dentro del mbito imperial,

    opositor acrrimo de los postulados de la Reforma Gregoriana, es definido por

    Jimnez como uno de los numerosos movimientos crticos surgidos frente a la nueva

    situacin de privilegio de la Iglesia catlica. Los primeros ctaros difundiran sus ideas,

    pronto asimiladas a la hereja por los crculos catlicos, como misioneros itinerantes al

    estilo apostlico, reivindicando dicha filiacin a partir de su crtica extrema a la

    jerarqua catlica y a su Iglesia44. A lo largo del siglo XII, tales doctrinas

    experimentarn un proceso de expansin y asentamiento en determinadas regiones,

    especialmente en aquellas que combinan la falta de un poder poltico slido y

    centralizado con una implantacin superficial de los postulados reformistas del papado

    casos del norte de Italia y del Languedoc, siendo en cambio tempranamente

    reprimidas en las regiones en las que la jerarqua catlica pueda contar con el apoyo de

    un poder poltico fuerte y decidido en su lucha contra la hereja, tal como suceder en el

    norte de Francia, Flandes y el Imperio. La implantacin de estos movimientos crticos

    41 P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 75-89. 42 Ibidem, p. 91-122. 43 Ibidem, p. 105-107. 44 Ibidem, p. 109-115.

  • 32

    en determinadas regiones del Occidente europeo conllevar el crecimiento y la

    consolidacin, a medio plazo, de una estructura eclesistica estable que ser truncada

    por la represin sistemtica promovida desde la Iglesia catlica a partir de principios del

    siglo XIII45.

    La actividad intelectual desarrollada en el seno de estas iglesias ctaras,

    conjuntamente con la intensidad y la receptividad de ciertas influencias externas, se

    plasmar en la definicin de diversos cuerpos doctrinales que crearn escuela, a la vez

    que ser el origen de divergencias entre determinadas comunidades herticas,

    especialmente intensas en el caso de las italianas. De la existencia de tales escuelas

    doctrinales, segn Pilar Jimnez, se derivan formulaciones diversas del problema del

    origen del mal, siendo la tradicional visin dualista de la doble creacin partiendo de un

    doble principio independiente del bien y del mal enfoque que servira para alimentar

    la hiptesis tradicional de los orgenes paganos del catarismo la respuesta ms

    extrema aportada por una de tales escuelas en un momento ya avanzado, y ello tras un

    dilatado proceso de reflexin intelectual en torno a una cuestin que, en sus orgenes,

    parece ser que estaba estrechamente vinculada con la espiritualidad del siglo XI46.

    En relacin al dualismo, Pilar Jimnez plantea su presencia en la cosmogona

    ctara siempre en grado diverso, segn el momento y el lugar, en el contexto de una

    Iglesia muy descentralizada. Dicho dualismo recoge la herencia de una tradicin muy

    arraigada en los medios monsticos del siglo XI, vinculada al rechazo del mundo

    terrenal, que reflejaba la aprensin de los monjes por los asuntos temporales y la

    tentacin de la carne, con la consiguiente proyeccin del mal fuera del hombre y su

    consolidacin como realidad objetiva. De la incidencia sobre estas concepciones, que

    son el pilar de la vida monstica del siglo XI, derivarn progresivamente las doctrinas

    dualistas propias de la cosmogona ctara. Con todo, y siempre segn la citada tesis, la

    caracterizacin de las comunidades herticas va a establecerse en funcin a su oposicin

    frente a la Iglesia triunfante ms que en funcin al dualismo, cuya naturaleza se definir

    en la continuidad y la evolucin de ciertas doctrinas intrnsecas al catolicismo47.

    Paralelamente, el estudio del catarismo tambin ha sido objeto de nuevas

    perspectivas desarrolladas en determinados ambientes acadmicos, que tienden a

    relativizar el alcance del catarismo como realidad histrica, en parte como reaccin a lo

    45 P. JIMNEZ, Catharisme ou catharismes?... op. cit., p. 44-45. 46 P. JIMNEZ, El catarismo: nuevas perspectivas..., p. 152-153. 47 Ibidem, p. 154-156.

  • 33

    que se ha interpretado como una instrumentalizacin econmica de la cuestin,

    particularmente en el sur de Francia a partir de los aos ochenta, y en parte por la

    influencia del deconstruccionismo histrico en los medios acadmicos48. En Francia,

    uno de los primeros acadmicos en desarrollar esta idea, y referente de este

    posicionamiento todava en la actualidad, es Jean-Louis Biget, el cual introduca en el

    panorama general del conocimiento del catarismo este discurso a travs de un artculo

    publicado en 1986 que titulo, de forma totalmente significativa, Les cathares, mise

    mort d'une lgende49. Con sus postulados, Biget introduca un interesante debate en

    torno a la cuestin ctara, unindose a ellos otros acadmicos franceses y de otras

    procedencias, entre los que cabe destacar a Monique Zerner, cuyo grupo de

    investigacin ha aportado una visin muy crtica sobre las distintas fuentes sobre las que

    se han construido los discursos tradicionales sobre el catarismo. Las tesis de Monique

    Zerner tuvieron una notable difusin a partir de los coloquios Inventer l'hrsie?

    Discours polmiques et pouvoirs avant l'Inquisition y L'histoire du catharisme en

    discussion: le concile de Saint-Flix, celebrados en 1998 y 2001 respectivamente y

    coordinados por la historiadora francesa50.

    El debate suscitado ha afectado aspectos esenciales de la construccin

    historiogrfica del catarismo, tales como sus orgenes, su naturaleza, su impacto e

    incluso su propia realidad objetiva. Su desarrollo ha contribuido a enriquecer el discurso

    en torno al catarismo a travs de una revisin sistemtica de la documentacin que ha

    llevado a introducir nuevas perspectivas y enfoques a la cuestin. En algunos casos,

    tales planteamientos han sido llevados hasta la negacin de la realidad objetiva del

    catarismo. Una de las obras ms recientes en desarrollar esta perspectiva es La guerra

    contra la hereja del britnico R. I. Moore, publicada en 201251. En ella, el autor pone

    en cuestin la existencia misma del catarismo como realidad objetiva, que lo considera

    en gran medida como producto de la imaginacin de clrigos e inquisidores, alimentada

    por brotes locales e inconexos de arrebatos anticlericales y evanglicos, y definido por

    las construcciones tericas de los escolsticos, especialmente a partir de la cruzada

    contra los albigenses en el Languedoc. Pese a lo estimulante de su lectura, consideramos

    48 Vase R. SOULA, Les cathares... op. cit., p. 495-512. 49 J.-L. BIGET, Les cathares, mise mort d'une lgende, L'Histoire, 94 (1986), p. 11-21. 50 Vase M. ZERNER (dir.), Inventer l'hrsie? Discours polmiques et pouvoirs avant l'Inquisition, Niza 1998; M. ZERNER (dir.), L'histoire du catharisme en discussion. Le concile de Saint-Flix (1167), Niza 2001. 51 R. I. MOORE, War on heresy, Londres 2012. Existe traduccin en espaol: R. I. MOORE, La guerra contra la hereja, Barcelona 2014.

  • 34

    que debera ser revisada en algunos de sus planteamientos, que no coinciden con los que

    articulan los de la presente tesis.

    En relacin a la cuestin del catarismo en Catalua, las nuevas lneas

    interpretativas jams han sido tomadas en consideracin para plantear la renovacin de

    un discurso fosilizado desde la dcada de 1960. Por ello, tal como detallaremos en la

    historiografa del catarismo cataln, su estudio es susceptible de introducir una nueva

    ptica a travs del anlisis bajo estas nuevas premisas.

    1.2.2. Designar a los ctaros

    El camino que ha llevado que nuestro objeto de estudio reciba el nombre de

    catarismo, actualmente consensuado por la mayor parte de los historiadores, no ha sido

    sencillo. La necesidad de definir dicho movimiento perseguido por la Iglesia catlica ha

    comportado una sucesin de denominaciones muy diversas a lo largo de los siglos, cuya

    naturaleza se vincula la mayora de las veces a su percepcin en cada momento

    histrico. De este modo, entre las designaciones ms antiguas hallamos las que

    identifican el catarismo con ciertos movimientos herticos de la Antigedad Tarda,

    tales como el arrianismo o el maniquesmo, recuperadas de los tratados de los Padres de

    la Iglesia por parte de los intelectuales catlicos del siglo XII, en su bsqueda de

    argumentos con los que luchar contra sus provocadores planteamientos52.

    Sin embargo, no eran estos conceptos recuperados de los viejos tratados los

    nicos empleados para identificar a la disidencia. Del siglo XII nos ha llegado una gran

    variedad de trminos que solan seguir un patrn geogrfico, aunque a veces tambin se

    desprendan de la prctica de ciertos oficios que el comn sola relacionar con ellos.

    Hacia 1164 el monje alemn Eckbert de Schnau compona unos sermones contra los

    miembros de una secta disidente a los que denominaba por vez primera cathari, nombre

    de origen griego que, con su significado de puros, ya habra sido atribuido a ciertos

    movimientos herticos del siglo IV y podra haber sido recuperado por la literatura

    apologtica catlica del siglo XII, de un modo similar al caso expuesto en relacin a los

    tratados patrsticos53. De todos modos, a lo largo de los siglos XII y XIII el trmino

    cathari sera utilizado de forma muy minoritaria por parte de los polemistas

    52 P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 22-23. 53 P. JIMNEZ, De la participation des cathares rhnans (1163) la notion dhrsie generale, Heresis, 36-37 (2002), p. 205-206 y nota 14.

  • 35

    antiherticos54. En el rea occitana hara mayor fortuna el trmino albigense, derivado

    de la ciudad de Albi y, por lo tanto, con claras connotaciones geogrficas, cuya

    aplicacin se impondra a partir de la misin cisterciense de 1178 en tierras del Midi, y

    de su particular percepcin del alcance de la hereja en dicha ciudad y sus alrededores55.

    Para complicar ms todava la cuestin terminolgica, los disidentes occitanos

    y tambin los catalanes no emplearan nunca tales conceptos, sino que se

    denominaran a si mismos bons homes literalmente buenos hombres u hombres

    buenos, siendo esta una denominacin que se atribuyen los propios disidentes por vez

    primera en 1165, y cuya significacin se ha vinculado en ocasiones con el distintivo

    aplicado a los miembros de las lites castrales o villanas en Occitania boni homines

    con las cuales podran identificarse los disidentes a partir del finales del segundo tercio

    del siglo XII, bien por la presencia de miembros de las citadas lites en sus filas, bien

    por el hecho de estar convencidos de poseer la verdadera justicia divina, monopolizada

    a efectos terrenales por las citadas lites dentro del fragmentado espacio occitano56. Por

    su parte, la documentacin catalana, pese a su escasez, tambin recoge esta

    denominacin con la cual se identifican los propios disidentes, tal como lo recoge el

    testimonio de Maria Poca, en la que es la nica deposicin inquisitorial del siglo XIII

    ms o menos ntegra que se ha conservado57, y de la que tambin acabar sirvindose la

    propia jerarqua catlica para distinguir a estos herejes de otros movimientos disidentes,

    tal como expresa el propio Raimundo de Peafort en sus orientaciones para el trato de

    los herejes, redactadas en 1235: Si quis recepit aliquando ualdenses, credens illos esse

    bonos homines, licet sciret quod ecclesia [per]sequeretur eos [...]58.

    Desde pocas muy tempranas, la historiografa del catarismo propiciara el

    trmino albigense y albigesmo para identificar a los herejes meridionales. Tal fue la

    denominacin otorgada por el cisterciense Pierre des Vaux de Cernay, cronista de la

    cruzada del Languedoc, en su Historia Albigensium, compuesta entre 1213 y 1218, cuya

    notable influencia sobre la historiografa posterior favorecera la difusin del uso de

    dicho trmino. Sin embargo, la significacin del trmino albigesmo ira incluyendo

    progresivamente a la totalidad de las vctimas de la cruzada, fueran considerados herejes 54 P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 23-24. 55 J.-L. BIGET, Les Albigeois: rmarques sur une dnomination, Inventer lhrsie? Discours polemiques et pouvoirs avant lInquisition, Niza 1998, p. 219-255.; P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 276-278. 56 P. JIMNEZ, Les catharismes... op. cit., p. 272. 57 En realidad, el documento original est perdido, pero existe una copia publicada que nos permite conocer su contenido; apndice, doc. 55. 58 Apndice, doc. 34.

  • 36

    o no, con lo cual, a la naturaleza geogrfica de la designacin tradicional se aadiran

    unas consideraciones polticas que le restaban eficacia para designar designar lo que fue

    una corriente religiosa de naturaleza disidente. Ello propici la recuperacin del trmino

    cathari, sustantivado a travs del trmino catarismo. Introducido en la historiografa

    contempornea por Charles Schmidt, en su Histoire et doctrine de la secte des cathares

    ou albigeois (1848-1849), el trmino sera asumido por los historiadores de un modo

    muy gradual, siempre en competencia con la denominacin albigense, ms popular de

    entrada, hasta que el xito del telefilme Les Cathares en 1966, junto con una mayor

    reflexin sobre las implicaciones que conllevaban ambas denominaciones se conjugaron

    para impulsar de una forma definitiva el trmino catarismo para la definicin del

    concepto historiogrfico59.

    De este modo, aunque en su momento ni los disidentes occitanos ni los catalanes

    fueran conocidos con el nombre de ctaros, la consolidacin de dicho trmino en el

    discurso historiogrfico reciente, capaz de definir las distintas manifestaciones de un

    vasto movimiento disidente desarrollado en diversas regiones de la Europa occidental a

    lo largo de la Edad Media, valida la utilidad del trmino para la definicin de un

    concepto comn que esconde una casustica notable. Esta ser la denominacin que

    emplearemos en la presente tesis para designar a aquellos a los que la Iglesia catlica

    llamaba herejes.

    Por otra parte, y en relacin precisamente a la cualidad de hereje, ya hemos

    expuesto el punto de vista de Georges Duby y Jacques Le Goff acerca de las

    connotaciones ideolgicas intrnsecas en dicho trmino, el cual aparece y se consolida

    en oposicin al concepto de ortodoxia, sostenido por una jerarqua con suficiente poder

    para desautorizar y apartar del seno de la Iglesia a los disconformes con las doctrinas

    ortodoxas u oficiales. Por ello, ambos historiadores prefieren el trmino de disidencia y

    disidente, que consideran exento de estas connotaciones ideolgicas, para identificar a

    aquellos que por sus ideas religiosas son perseguidos por el aparato de la Iglesia

    catlica60, de modo que, combinado con el trmino ctaro y catarismo, el concepto de

    disidencia ser el empleado para designar a estas corrientes de pensamiento religioso,

    reservando, a partir de este momento, los trminos hereje y hereja estrictamente a la

    designacin empleada por parte del clero catlico y de su punto de vista.

    59 R. SOULA, Les cathares... op. cit., p. 11. 60 Vase G. DUBY, LAn mil... op. cit.; J. LE GOFF, La civilisation... op. cit..

  • 37

    1.3. MARCO GEOGRFICO

    A lo largo de la presente tesis vamos a analizar la realidad de la difusin y el

    desarrollo de la disidencia ctara en un espacio bien definido que es Catalua,

    proyectando nuestro anlisis ms all de los lmites estrictos del actual Principado

    siempre que ello sea necesario para completar nuestros argumentos y centrndonos

    preferentemente, de acuerdo con los planteamientos expuestos en apartados anteriores,

    en la Catalua occidental.

    El marco fsico sobre el cual desarrollaremos el objeto de nuestra tesis es un

    territorio relativamente abrupto en relacin a su extensin, condicionado por su larga

    fachada litoral de ms de quinientos kilmetros y por tres grandes unidades

    morfoestructurales: los Pirineos, las Cordilleras Costeras Catalanas y la Depresin

    Central.

    La cordillera pirenaica separa o conecta, segn se mire la Pennsula Ibrica

    del resto del continente europeo. De sus poco menos de 450 kilmetros de longitud

    entre el golfo de Vizcaya y el cabo de Creus, cerca de la mitad corresponden al Pirineo

    cataln. Las mximas alturas pirenaicas son formaciones granticas y pizarrosas situadas

    en el eje axial de la cordillera, que superan con frecuencia los 3.000 metros de altura

    hasta la comarca del Pallars Sobir, y que mantienen ms al este unas alturas que

    superan los 2.700 metros para desplomarse bruscamente antes de entrar en contacto con

    el Mediterrneo, a la altura del cabo de Creus. Al sur de esta cadena axial se desarrollan

    una serie de sierras de alturas inferiores y de materiales calizos, que se extienden en

    bandas estiradas en sentido paralelo al eje axial de la cordillera y que reciben el nombre

    de Prepirineo. Pese a no alcanzar las alturas de la zona axial, estas sierras superan con

    frecuencia los 2.000 metros, especialmente en el rea occidental, con formaciones

    notables como las sierras del Cad y del Boumort, y el Montsec ms al sur, y su propia

    configuracin, que intercala cuencas internas de extensin variable donde se sitan los

    principales ncleos de poblacin de aquellas comarcas, como la Seo de Urgel,

    Puigcerd o Tremp, caracterizan un territorio muy quebrado, casi laberntico en

    ocasiones, y horadado por los principales sistemas fluviales por medio de profundas

    gargantas de complicado trnsito.

    Pero ms all de las apariencias, reforzadas por la imagen de la actual frontera

    francoespaola, trazada en gran medida a partir de la divisoria de la cordillera, los

    Pirineos no han sido nunca un obstculo formidable a la circulacin entre ambas

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    vertientes y las relaciones entre las comunidades asentadas en ambos lados de la misma

    entran en la cotidianidad desde tiempos remotos. Sin necesidad de remontar tanto

    tiempo atrs, baste recordar que los romanos disponan, como mnimo, de tres calzadas

    principales que cruzaban los Pirineos en el mbito de lo que ms adelante sera

    Catalua: la Va Augusta por el Ampurdn, la va que remontaba el ro Segre y que

    comunicaba la Ilerda romana con la llanura del Roselln a travs de la Cerdaa y una

    tercera va, documentada recientemente, que atravesaba el Pirineo axial por la zona del

    Pallars y que una Ilerda con Lugdunum Convenarum, en la Galia, la futura Saint

    Bertrand de Comminges, al sur de la llanura tolosana61. Incluso en pocas posteriores,

    en las que la propia evolucin poltica de las antiguas provincias romanas y la dinmica

    de las invasiones brbaras plante la necesidad de llevar a cabo la fortificacin de la

    frontera pirenaica, realidades como el control poltico de la Septimania desde la

    Pennsula en tiempos del reino visigodo de Toledo o la presin de los francos desde el

    otro lado de la cordillera, con frecuentes incursiones hacia el sur62, que puede

    considerarse, en cierto modo, el prembulo de la incorporacin de las comarcas

    pirenaicas al dominio franco a partir de finales del siglo VIII, una vez que el antiguo

    reino de Toledo ha sucumbido al poder musulmn63. En la Plena Edad Media, y ya

    dentro del marco cronolgico que vamos a trabajar en la tesis, la poltica transpirenaica

    de los reyes de la Corona de Aragn, pese a verse truncada en la batalla de Muret, es

    perfectamente sintomtica de una realidad con unas consecuencias que llegan hasta

    nosotros, con la vinculacin de un valle norpirenaico como es el Valle de Arn a

    Espaa, segn explicaremos en su momento.

    Pero si la contundente orografa de los Pirineos no impide la relacin habitual

    entre las comunidades de ambas vertientes, s que impone una fragmentacin en

    pequeas unidades polticoadministrativas que ha dificultado histricamente y hasta

    pocas muy recientes su control por parte de los grandes centros de poder de las tierras

    bajas y ha favorecido el desarrollo de entidades polticas de gran singularidad, algunas

    de las cuales han pervivido hasta pocas muy recientes, y una de ellas hasta la

    61 C. CARRERAS, P. de SOTO, La red de comunicaciones romana en Catalua: actualizacin y metodologa, Anas, 21-22 (2008-2009), p. 315-321. 62 Existe una nutrida bibliografa sobre la organizacin del reino visigodo y de sus problemas fronterizos con los francos. Entre las obras ms generales podemos citar a H. WOLFRAM, Los godos y su historia, Madrid 2002; P. C. DAZ, C. MARTNEZ, F. J. SANZ, Hispania tardoantigua y visigoda, Madrid 2007; L. GARCA, Historia de Espaa visigoda, Madrid 2008. 63 Sobre los orgenes del dominio franco en el territorio que en un futuro se convertira en Catalua, vase R. dABADAL, Dels visigots als catalans, Barcelona 1969-1970; M. ZIMMERMAN, En els orgens de Catalunya, Barcelona 1989.

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    actualidada. Nos referimos a casos como el ya citado del Valle de Arn, que mantuvo su

    particular rgimen poltico-administrativo plasmado en el Consejo General de Arn, que

    pervivi hasta 1834 y que ha sido recuperado recientemente dentro del marco

    autonmico cataln64, y, todava ms conocido, el del Principado de Andorra, que

    partiendo de un pareaje establecido por el conde de Foix y el obispo de Urgel a finales

    del siglo XIII, sobre unos dominios situados tericamente en la Corona de Aragn,

    conservara una posicin ambigua entre ambos seores hasta la actualidad, para

    cristalizar en un estado de derecho que, en 1993 votaba su primera constitucin e

    ingresaba en la ONU como estado soberano.

    La Cordilleras Costeras constituyen la segunda gran unidad morfolgica de

    Catalua. Pueden definirse como una sucesin de macizos y colinas de alturas modestas

    en comparacin a los Pirineos, que se extienden en paralelo a la costa mediterrnea

    durante unos 250 kilmetros, enlazando por el sur con las montaas del Maestrazgo, en

    el extremo oriental del Sistema Ibrico, ya en la Comunidad Valenciana, y por el norte

    con la depresin del Ampurdn. Su orografa es mu