Tesina de grado de Mariana Busso - Lic en Comunicación Social (UNR)

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INTRODUCCIN Es casi una obviedad decir que las discusiones acerca de la comunicacin son un campo inagotable: ya sea desde la conceptualizacin del trmino en s, pasando por lo que puede abarcar, hasta llegar a su estatuto disciplinar, todo es objeto de debate. El paso del tiempo, afortunadamente, no contribuye a aquietar las aguas, sino que por el contrario: visiones ms complejas de las sociedades introducen nuevas problemticas que exigen a los cientistas sociales abordarlas con nuevas herramientas, ya sea conceptuales o metodolgicas. La dcada de 1980 latinoamericana, en este sentido, es una muestra: con el debate modernidad-posmodernidad atravesndola, permiti la expresin de voces dscolas que, muchas veces en oposicin a lo que era requerido por el statu quo, afirmaron que haba una diferencia latinoamericana de la que haba que sentirse orgullosos: esa distincin se encontraba, ni ms ni menos, en la cultura, entendida desde este lugar como prcticas y valores cotidianos. Este trabajo pretende dar cuenta de la aparicin del libro de Jess Martn-Barbero (investigador nacido en vila, Espaa, en 1937, y radicado en Colombia desde 1963; estudios de doctorado en Filosofa en la Universidad de Lovaina, Blgica, y de posdoctorado en Antropologa y Semitica en la Escuela de Altos Estudios, Pars) De los medios a las mediaciones. Comunicacin, cultura y hegemona (Mxico, Ed. G. Gili, 1987) en el marco de ese clima de ideas tan particular, que presupona que la especificidad de Amrica Latina engendrara, o sera narrada por, una produccin intelectual propia. A la par que damos cuenta de este vnculo, casi como excusa planteamos e intentamos describir ciertos posicionamientos en lo que a la concepcin misma de la comunicacin se refiere que efecta Barbero en esa obra, que no en vano fue tomada como referente ineludible por autores contemporneos y posteriores. Abordamos entonces su modo de ver la comunicacin y la cultura de masas, principalmente, desde aspectos como una teora de la recepcin en tanto consumo activo, as como la tesis de que, para realmente comprender los medios masivos, haba entonces que pensarlos como mediaciones. Hemos organizado este trabajo, por ende, en dos grandes secciones: la primera, donde se realiza una breve contextualizacin de la produccin sobre comunicacin en Amrica

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Latina durante las dcadas de 1960 y 1970, previas a la aparicin de la obra que nos ocupa, y una segunda seccin, donde partimos de una descripcin del clima intelectual de los 80, pasamos por el debate modernidad-posmodernidad latinoamericano desde los propios autores de ese subcontinente, y llegamos al anlisis puntual de algunos tpicos del libro de Barbero. Nos adentramos, en primer lugar, en la cuestin del consumo en tanto lgicas de los usos de los medios masivos; nos detenemos luego, ms extensamente, en su particular nocin de cultura masiva como modo de supervivencia de lo popular, para terminar analizando el lugar que ocupan los medios de comunicacin en su constitucin en tanto mediaciones constitutivas. Finalmente, casi volviendo al principio, nos permitimos trazar algunos cuestionamientos, ms bien interrogantes, relativos al lugar de Barbero en anlisis ms crticos acerca de esta cuestin de la distintividad latinoamericana. Trabajamos para ello principalmente con otros autores latinoamericanos que nos permitieran comprender la problemtica y las interpretaciones vigentes en esos momentos, aunque no nos privamos, cuando fue necesario, de incluir a clsicos que sin lugar a dudas dieron origen a muchas de las reflexiones de nuestro autor. Reconocemos, sin embargo, que para abordar cabalmente temas tan amplios como los que apenas damos una mirada parcial sera pertinente una bibliografa mucho ms amplia; nos queda en este punto, como contrapeso, la certeza de haber sido honestos ante estas limitaciones al aproximarnos a los conceptos de este pensador. Sin lugar a dudas, De los medios a las mediaciones es una bsqueda, una mirada original sobre estos conceptos, que ha influenciado decisivamente en los estudios sobre comunicacin desde entonces. Sin embargo, el objetivo de este trabajo no es sobredimensionarlo o entronizarlo, lo que sera injusto con l mismo, sino que pretendemos aqu dar cuenta de sus condiciones de produccin, de sus lecturas, que permitieron que se perfilara luego en su relieve conceptual especfico.

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I.

CONTEXTO PRELIMINAR: La comunicacin en los 60 y 70 latinoamericanos

Si se trata de reflexiones sobre el pensamiento latinoamericano, ninguna aproximacin al mismo puede dejar de prestar atencin a la renovacin en el interior de las ciencias sociales, dentro de las cuales es claramente perceptible la doble intencin de generar un pensamiento propio y de formar recursos humanos en la propia regin Ansaldi, W. y Funes, P. Aproximacin (caprichosa) a los sesenta latinoamericanos, en revista Temas y Debates, n 2, Rosario, Facultad de Ciencia Poltica y RR.II., Enero Julio de 1998, p. 7

Los decenios de 1960 y 1970 latinoamericanos pueden caracterizarse como de un profundo debate ideolgico y de un gran desarrollo de sus ciencias sociales; y esto aunque, como veremos, el imperativo de un intelectual crtico coexistir, en el caso de las ciencias de comunicacin, con la presencia de influencias de las ms diversas en los modelos conceptuales. Debemos remontarnos a la segunda posguerra para comprender cul fue la fuerza y el sentido de la problemtica latinoamericana en estas dcadas. Es ah donde encontramos a una Amrica Latina que comienza a constatar el fracaso de los modelos polticoeconmicos vigentes hasta ese entonces: la inviabilidad del modelo primario exportador y el desarrollo interno son evidentes ante la readecuacin del capitalismo de los pases centrales, ahora nuevos demandantes de los productos latinoamericanos. Es as como los aos 50 estarn marcados por una profunda crisis y estancamiento econmico, que conllevar su cuota de conflictividad social y poltica. Poltica y socialmente Amrica latina no consigue afirmarse o estabilizarse, denuncian Ansaldi y Funes.1 El correlato de esta situacin en el plano ideolgico ser, ya en los 60, los debates en torno al acontecimiento acerca de las causas profundas, estructurales, de ese estancamiento

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Ansaldi, W. y Funes, P., Aproximacin (caprichosa) a los sesenta latinoamericanos, en revista Temas y Debates, n 2, Rosario, Facultad de Ciencia Poltica y RR.II., enero-julio de 1998, pg. 10.

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y de sus posibles vas de superacin, ante la muestra de que los mecanismos tradicionales de ejercicio del poder eran ineficaces para ello. Se perfilan as dos modelos alternativos: por un lado, aquel ligado a las influencias de la Revolucin Cubana (1959), propugnando un cambio profundo de las estructuras polticosociales; y por otro, aquel relacionado con la aplicacin de la panacea del desarrollismo, una concepcin que propugna una transformacin amplia de la economa, capaz de equilibrar la agricultura y la industria, los polos desarrollados y los marginales (...) e integrar, social y polticamente, a las masas asalariadas, y donde cabe, campesinas, todo ello (...) dentro de, y sin modificar radicalmente, la matriz social existente2.Este ltimo, entrelazado con el predominio norteamericano y su Alianza para el progreso (ALPRO), buscando ya en un marco de Guerra Fra ubicar de su lado del mundo al continente americano todo.3 Es en este contexto de un pensamiento diferente para el conjunto de problemas y soluciones necesarias regionales donde se produce la profundizacin del proceso de construccin institucional y terica de las ciencias sociales latinoamericanas, en el que cobran protagonismo la creacin e integracin entre institutos universitarios, centros acadmicos independientes, organismos regionales, etc., comenzando por la ya clebre Comisin Econmica de Amrica Latina (CEPAL) y pasando por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO, creada en 1957), el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO, 1967), e incluso la Asociacin

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Ibidem. La creacin de la Alianza para el Progreso (ALPRO) fue aprobada en agosto de 1961 en una reunin del Consejo Interamericano Econmico y Social (CIES); en el texto oficial de su Constitucin se establece su objetivo general: "mejorar la vida de todos los habitantes del continente"; para ello se proclamaron varias medidas de carcter social (educacin, sanidad, vivienda...), poltico (defendiendo la formacin de sistemas democrticos, segn el principio de autodeterminacin de los pueblos) y econmico (limitacin de la inflacin, mejora de la balanza de pagos, siempre bajo la iniciativa privada). Para garantizar estos objetivos, Estados Unidos se comprometa a cooperar en aspectos tcnicos y financieros: el supuesto era que, otorgando crditos aplicados a inversiones bsicas (infraestructurales) y a reas como la educacin (propiciando una reforma en pos de un desarrollo ms tcnico), a reformas impositivas y agrarias y a reestructuracin de reas clave como las FF.AA., se lograra que los pases subdesarrollados lograran superar ese estado a travs de una va pacfica y no comunista. El programa fracas debido a que, tras el asesinato de Kennedy, sus sucesores limitaron la ayuda financiera estadounidense en Amrica Latina, prefiriendo acuerdos bilaterales en los que primaba la cooperacin militar. (Tomado de apuntes de ctedra de la materia Historia Argentina y Latinoamericana, Rosario, Escuela de Comunicacin Social, Universidad de Ciencia Poltica y RR.II, ao 2000).3

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latinoamericana de Investigadores de la Comunicacin (ALAIC, 1978), en cuya presidencia se desempe Jess Martn-Barbero entre los aos 1978 y 1980. Sin embargo, este pensamiento propio sobre problemas local-regionales ser denunciado con posterioridad por sus influencias ideolgicas externas, o ms bien, por la importacin e implantacin acrticas de tales influencias, ya fueran ligadas al modelo norteamericano o al de corte marxista. En relacin a lo acaecido en el mbito de la comunicacin, es pertinente remitirnos al artculo del investigador Ral Fuentes Navarro El estudio de la comunicacin desde una perspectiva sociocultural en Amrica Latina, aparecido en el nmero 32 de la revista Dilogos de la Comunicacin, correspondiente al mes de marzo de 1992. En este trabajo Fuentes, intentando develar los trayectos del campo de la comunicacin, denunciar la situacin arriba mencionada ya desde la tendencia misma a la especializacin disciplinaria, la institucionalizacin acadmica y la profesionalizacin (ms en el sentido burocrtico que en el liberal)4 del estudio de la comunicacin latinoamericana. Ligando la evolucin de las ciencias sociales al desarrollo capitalista propio de este subcontinente5, Fuentes destacar que, al no ser aqul idntico al de los pases industrializados, tanto los modelos de la ciencia, los acadmicos y aquellos profesionales importados a nuestros pases se ubican, de entrada, en posiciones estructurales ms contradictorias e inconsistentes que en sus lugares de origen6, reproduciendo en muchos casos con esa misma debilidad modelos originarios. (Fuentes, citando a Venicio de Lima, denuncia en ese sentido la copia de la separacin entre investigacin y formacin profesional presente en las universidades estadounidenses). No queremos aqu explayarnos sobre esta cuestin sino, ms bien, caracterizar un poco ms las corrientes de los estudios de comunicacin de este perodo, para as poder comprender el contexto previo a la aparicin del libro De los medios a las mediaciones4

Fuentes Navarro, R., El estudio de la comunicacin desde una perspectiva sociocultural en Amrica Latina, en revista Dilogos de la Comunicacin, n 32, Lima, marzo de 1992. 5 Vale aqu reproducir un extracto de Heinz R. Sonntag al respecto: Hubo algunas manifestaciones de una institucionalizacin relativamente temprana de las ciencias sociales, justo en aquellos pases en los que se dio un desarrollo capitalista igualmente temprano (...) Es generalmente aceptada la hiptesis (de) que el desarrollo de las ciencias sociales sistemticas, en teora e investigacin emprica, acompaa al proceso de modernizacin capitalista de las sociedades (Sonntag en Fuentes Navarro, R., op. cit.) 6 Fuentes Navarro, R., op. cit.5

de Barbero. Como decamos, son dos las grandes influencias de los 60 y 70: la de orientacin norteamericana (positivista, empirista, funcionalista; ligada al modelo de desarrollo) y aqulla de raigambre marxista, principalmente europea (intuitiva, filosfica, especulativa). Sin perder de vista que desde finales de los aos 60 tambin ser evidente la influencia de la lingstica y el estructuralismo (pensemos aqu en Benveniste, Barthes, Peirce, y entre nosotros, Vern), nos centramos aqu en las caractersticas generales de las dos primeras por considerar que, en su desarrollo, incluyeron elementos de esta ltima. Fuentes, en otro artculo de su autora (La investigacin de la comunicacin en Amrica Latina: condiciones y perspectivas para el siglo XXI, revista Dilogos de la Comunicacin, n 56, octubre de 1999), analiza la existencia de dos ejes de tensin en la investigacin sobre comunicacin latinoamericana: en los 60, el eje de tensin (tericometodolgico) entre el desarrollo y la dependencia7, y en los 70, su desplazamiento al eje de tensin (epistemolgico-poltico) entre los criterios de cientificidad y la contribucin al cambio social.8 En forma quizs menos refinada, menos dicotmica, estos mismos ejes sern nombrados de otra manera por autores como Jorge Rivera, Gilberto Bello, Juan Buenaventura, Gabriel Prez, Luis Beltrn e incluso el mismo Barbero. En efecto, este ltimo marca dos grandes etapas hegemnicas en relacin al anlisis sobre comunicacin: desde fines de los 60, el modelo ideologista, centrado en descubrir y denunciar (...) las estratagemas mediante las cuales la ideologa dominante penetra el proceso de comunicacin9, y, desde mediados de la dcada de 1970, el modelo cientificista, sustentado en la teora informacional de la comunicacin y su presuncin de cientificidad matemtico-ciberntica. En un artculo posterior (Pensar la sociedad desde la comunicacin: un lugar estratgico para el debate a la modernidad, Revista Dilogos N 41, marzo de 1995), Barbero complejizar aquel primer perodo, al que le agregar la influencia del pensamiento instrumental norteamericano, que de la mano con la modernizacin desarrollista de los 60 convertir a la comunicacin en terreno de punta de la difusin de7

Fuentes Navarro, R., La investigacin de la comunicacin en Amrica Latina: condiciones y perspectivas para el siglo XXI, en revista Dilogos de la Comunicacin, n 56, Lima, octubre de 1999, pg. 54. 8 Ibidem, pg. 54. 9 Barbero, J. M., De los medios a las mediaciones, Mxico, Ed. Gustavo Gili, 1987, pg. 221.6

innovaciones10, a la vez que pensar a la sociedad en trminos de cantidad de comunicacin y a sta en trminos de medios: sus lenguajes, su modo de funcionamiento. No descartamos que haya en estas afirmaciones cierto resabio ideolgico, relacionado al pensamiento antiimperialista de los tempranos 70. Sin embargo, es en parte la intencin rescatar el espritu de poca bajo el cual fue abordada la problemtica de la comunicacin en la dcada de 1980. Mencionbamos previamente un vnculo entre modernizacin capitalista y desarrollo de las ciencias sociales. Bello, Buenaventura y Prez irn en esa direccin denunciando que ya desde los 50 puede observarse en Amrica Latina la imposicin de un modelo de modernizacin que desestabilizara a su vez la realidad del continente. No es en absoluto descabellado, desde este punto de vista, relacionarlo con lo que planteramos en relacin a los intentos por sacar a Amrica latina del subdesarrollo en base al modelo de economa de mercado de las sociedades capitalistas ms avanzadas. En este sentido es que (y pensemos aqu en la popularizacin en esta poca de nuevos medios como la televisin) resultaron de til aplicacin por parte de los centros de poder teoras vinculadas al funcionalismo y a los efectos, principalmente norteamericanas. El modelo difusionista se convirti as en el estilo de investigacin de las ciencias sociales, producindose un volumen apreciable de estudios sobre la transferencia tecnolgica y el cambio de actitudes propiciados por el uso extensivo de los medios de comunicacin. (...) Se buscaba y trataba de motivar a la poblacin a travs del uso de los medios de comunicacin hacia un cambio de mentalidad en el sentido de tener ganas de progresar, segn el modelo de desarrollo econmico dominante11, sostienen estos autores. Como corolario, podemos afirmar entonces que un campo natural para este pensamiento fue el estudio de la funcin de los medios de comunicacin en la sociedad, y el efecto que ellos produciran en sus audiencias, y todo con el propsito de obtener de parte de esta ltima el comportamiento para ella deseado. El terico Jorge Rivera inscribe sin dudar esa tendencia en el marco de aquella otra propia de la primaca norteamericana: la de evaluar la posible influencia del mensaje de los medios en el comportamiento de sus pblicos; es decir, conocer (en el especfico sentido10

Barbero, J. M., Pensar la sociedad desde la comunicacin: un lugar estratgico para el debate a la modernidad, en revista Dilogos de la Comunicacin, n 41, Lima, marzo de 1995. 11 Bello, G., Buenaventura, J. G. y Prez, G., Concepcin de la comunicacin y crisis tericas en Amrica Latina, en revista Dilogos de la Comunicacin, n 20, Lima, abril de 1998.7

que podra interesar a los productores de tecnologa, anunciantes y polticos) las dimensiones, composicin y reacciones del pblico de diferentes medios y de ellos en su conjunto.12 Es as como los estudios sobre comunicacin en estos momentos se piensan principalmente desde el efecto de manipulacin que produciran los medios masivos sobre sus receptores. Tambin en Amrica Latina, entonces, se estudiarn principalmente desde esa ptica los procesos de transmisin y recepcin de mensajes, aunque, como veamos, ligados al proyecto global de la promocin y justificacin del desarrollismo econmico. Un supuesto bsico del enfoque de difusin es que la comunicacin por s misma puede generar desarrollo, independientemente de las condiciones socio-econmicas y polticas, sostiene al respecto Luis Beltrn.13 Sin embargo, este tipo de estudios pronto evidenci, para una corriente de intelectuales crticos, su incapacidad para dar cuenta de una sociedad en la que el cambio, la revolucin, pareca inminente. El espritu de la poca, imbuido por los aires que llegaban con la Revolucin Cubana y por la proliferacin de movimientos izquierdistas en los distintos pases, prohij la accin de un intelectual revolucionario ya sea desde el frente ideolgico, el poltico o el militar 14 que, aun sin llegar a tomar las armas, orientara sus reflexiones en la direccin de generar una interpretacin del pasado y del presente de las sociedades latinoamericanas que sirviese de fundamento a la poltica revolucionaria.15 As, se denunci del funcionalismo de los estudios de comunicacin su tendencia a mantener el statu quo, intentando minimizar las conductas desviadas o disfuncionales en pos de conservar el equilibrio y la cohesin social. Para estos investigadores crticos, ya desde mediados de los 60 era evidente que la supuesta neutralidad, objetivismo y rigor cientficos de la sociologa norteamericana y sus tcnicas empricas eran slo eso, supuestas, mientras que en realidad era inocultable el compromiso entre esas ciencias12

Rivera, J., La investigacin en comunicacin social en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Puntosur, 1987, pg. 23 13 Beltrn, L., Premisas, objetos y mtodos forneos en la investigacin sobre comunicacin en Amrica Latina, en Moragas Spa, M., Sociologa de la comunicacin de masas, tomo II, Barcelona, Ed. Gustavo Gilli, 1985, en www.nombrefalso.com.ar/materias/apuntes/html/beltran.html 14 Tal concepto fue vertido en el congreso Cultural de La Habana, en 1968, donde se definieron las funciones que se esperaban de los intelectuales en la lucha revolucionaria. 15 Ansaldi, W. y Funes, P., op. cit., pg. 9.8

sociales y los centros de poder estadounidenses (gobiernos, compaas privadas dueas de medios, ejrcito, etc.). Muchos de estos crticos, entonces, pusieron en cuestin los propsitos definidamente imperialistas del proyecto (prevenir posibles focos insurreccionales en los pases sometidos a la influencia norteamericana), al propio tiempo que la complicidad de las ciencias sociales, reducidas a jugar el papel de mera tecnologa contrarrevolucionaria de la conducta.16 Desde esta perspectiva, se pretendi entonces sincerar las ciencias sociales, en relacin al tipo de sociedad buscada. Y si hasta entonces los estudios aplicados en Amrica Latina result que respondan ms bien a un tipo de sociedad como la norteamericana, ms bien estable y preocupada por la cohesin social y el fortalecimiento de las estructuras normativas e institucionales, se demoniz de ellos su incapacidad para comprender, integrar y vehiculizar los fenmenos y las exigencias del cambio social.17 Bajo la influencia del marxismo, la teora frankfurtiana y el estructuralismo, se revis el concepto de comunicacin y el lugar otorgado a los medios masivos en la sociedad. stos, en palabras de la poca, no eran slo vehculos transmisores de cultura, o de informacin, sino aparatos ideolgicos del Estado que reproduciran la ideologa dominante para oprimir a los sectores populares o proletariado. La omnipotencia que en la versin funcionalista se atribua a los medios pas a depositarse en la ideologa, que se volvi objeto y sujeto, dispositivo totalizador de los discursos18, denuncia Barbero. El objetivo ahora era descubrir, denunciar, la ideologa que, omnipresente, penetraba en los mensajes para producir en los receptores determinados efectos. Nos tomamos ahora el atrevimiento de reproducir a continuacin, como muestra de este pensamiento, un fragmento del Prefacio a la segunda edicin del libro Comunicacin y cultura de masas (Caracas, Monte vila Editores, 1976) del venezolano Antonio Pasquali:Los medios masivos son el punto de lanza de una tecnologa que es la expresin suprema de la razn instrumental y represiva. Ellos han sido acaparados no importa el sistema por la industria cultural (...), por una industria encargada de desempear con eficiencia una funcin vital en el16 17

Rivera, J., op.cit., pg. 35. Rivera, J., op.cit., pg. 34. 18 Barbero, J. M., De los medios a las mediaciones, op. cit., pg 221.9

respectivo sistema: la de mantener el equilibrio homeosttico entre amos y sbditos. Su tarea es la de instilar sin descanso los principios de realidad que pueden perpetuarlos. Por sus canales fluye incesantemente el engranaje del poder y de la administracin total (...)19

Podemos ver en este extracto, de clara inspiracin frankfurtiana, elementos de este ideologismo acrrimo que marc estas dcadas. Por un lado, el lugar reservado a la tcnica como brazo armado de la alienacin20, es decir, como reproductor de la dominacin imperante. Y conjuntamente, el peso de una visin que condenaba a los medios de comunicacin y a la industria cultural toda a ser portadores de una patologa de la manipulacin21, en palabras de Rivera, responsabilizndolos por la inoculacin directa en la mente de los receptores de la ideologa desensibilizante del poder. Queremos destacar de esta corriente, a pesar de su concepcin instrumentalista de los medios de comunicacin, el haber intentado un mejor autoconocimiento de las sociedades latinoamericanas, a la par que haber sido capaz de poner en cuestin un tpico que aun hoy es objeto de debate, como ser la bsqueda y el posibilitamiento de la participacin en el proceso de comunicacin de los sectores populares mayoritarios22, a la par que la discusin acerca del papel que debera corresponderle al Estado en el establecimiento, formulacin y gestin de polticas nacionales de comunicacin. Sin embargo, no se nos escapa en este punto que tales planteos partan de una idea de los medios de comunicacin por la cual slo pasaran a cumplir un rol liberador o, ms modestamente, un poco ms autnomo, en el momento en que pasaran a manos de los sectores populares. Nos resta por mencionar otra gran orientacin de este perodo, aqulla que Barbero denominara como cientificista y que, al amparo de las dictaduras latinoamericanas de mediados de los 70, se preocup por dotar de neutralidad cientfica a la investigacin en ciencias sociales. Con influencias de la teora de la informacin y de un positivismo

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Pasquali, A., Prefacio a la segunda edicin, en Comunicacin y cultura de masas, Caracas, Monte vila Editores, 1976, pg. 29. 20 Ibidem, pg. 24. 21 Rivera, J., op. cit, pg. 58. 22 Bello, G.; Buenaventura, J.G. y Prez, G., op. cit. Pensamos aqu principalmente en las experiencias de medios cooperativos, pertenecientes a centros culturales, etc.10

funcionalista tardo, esta postura brind una axiologa menos comprometedora23 en trminos ticos, a la vez que busc en la seriedad de las matemticas y en el prestigio de la ciberntica24 aquel marco capaz de otorgar un aura de cientificidad a la problemtica de la comunicacin. Denuncia Barbero al respecto que esos conceptos precisos, esas propuestas operativas y metodolgicas serias trabajaron sin embargo sobre una idea de la comunicacin que hoy da difcilmente resista un liviano anlisis, y que es la de, desde el esquema emisor / mensaje / receptor, pensar en una igualdad de niveles y cdigos entre estas instancias. No slo eso, sino que, al estudiarse fragmentariamente este proceso (emisor por un lado, mensaje por otro, receptor por otro), lo que quedara fuera es el conflicto de intereses que juegan en la lucha por informar, por producir, acumular o entregar informacin, y por consiguiente los problemas de la desinformacin y el control.25 Probablemente uno de los aspectos ms interesantes de esta postura es el eco que tuvo en el campo acadmico de la comunicacin: durante un largo perodo, la generacin de conocimiento cientfico, por un lado, y la accin cientfica transformadora, por otro (nos remitimos a lo expresado ms arriba) fueron los polos tensionantes del trabajo de las ciencias sociales y de la comunicacin en s. Lejos parece haber sido zanjada esta cuestin, y aunque adentrarnos en ella resulta tentador, resulta inabarcable para este trabajo el hacerlo. Para finalizar, queremos mencionar que no es nuestra intencin aqu menoscabar los aportes y nuevos debates que introdujeron todas estas orientaciones; sencillamente, lo que buscamos es mostrar que, vistos en perspectiva, fueron luego a su vez denunciados por su escasa complejidad en el sentido de, bien no mostrar huella alguna, bien no permitir ver otras que no fueran las del dominador omnipresente, omnipotente tanto en los mensajes como en los medios en s. Dnde las contradicciones, dnde las luchas, se preguntaron, mirando hacia atrs, autores como Barbero en plena dcada del 80. Y a esta cuestin, justamente, es a la que dirigiremos ahora nuestra atencin. II.23 24

BARBERO Y LOS DEBATES DE SU TIEMPO: NUEVOS CONCEPTOS

Rivera, J., op. cit, pg. 36. La irona pertenece a Barbero, cfr. en Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 222. 25 Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 223.11

i.

Los estudios sobre comunicacin y el problema de los 80 La aparicin del libro de Barbero De los medios a las mediaciones a fines de los 80

(fechado por el autor en diciembre de 1985, y editado en 1987 por Ediciones Gustavo Gili) en Amrica Latina puede nombrarse como un quiebre, un punto de inflexin, una elaboracin acabada de una teora sobre la comunicacin de masas que le otorga a sta una novedosa complejidad. Pero conjuntamente, y sin relegar esos valiosos aportes, este trabajo de Barbero puede inscribirse asimismo en el marco de una corriente de pensamiento que en los 80 problematizara con particular inters la llamada cuestin latinoamericana. Son efectivamente nuevos aires para la investigacin en comunicacin en Amrica Latina, a partir de un replanteo crtico de la produccin precedente, estrechamente influenciada por corpus doctrinarios provenientes de Europa y los EE.UU. Y justamente de ello se trata: del reconocimiento y denuncia de estas influencias a partir de la asuncin de una especificidad propia, de una toma de conciencia de las necesidades ms apremiantes de la realidad social propia y un alejamiento del quehacer investigativo practicado en nuestros pases durante los aos 50 y 60.26 Nos permitimos en este punto, y sin negar las obvias distinciones que tengan que ver con cuestiones nacionales, describir la produccin de Barbero como latinoamericana, amparndonos aqu en la definicin de s mismo como unas veces de actor y otras de cronista de las travesas latinoamericanas de la comunicacin en la cultura 27, que hiciera en la introduccin de su reciente libro Oficio de cartgrafo (2001). Desde esa intencin resultan en cierto modo legitimados los reiterados intentos y afirmaciones de una especificidad latinoamericana tanto en su propia produccin como en la ajena. Pero, cul es el eje de esa distincin? Numerosos autores han abordado esta problemtica proponiendo distintos puntos de vista. Pero antes de adentrarnos en aqulla resulta conveniente describir en primer trmino el estado general de los estudios sobre comunicacin en Amrica Latina en el momento en que aquel planteo adquiere una ineludible centralidad.

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Bello, G.; Buenaventura, J.G. y Prez, G., op. cit. Barbero, J. M., Oficio de cartgrafo. Travesas latinoamericanas de la comunicacin en la cultura, 2001, en www.fce.com.ar/fsfce.asp?p=http://www.fce.com.ar/detalleslibro.asp?IDL=299727

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En perspectiva, se ha afirmado que la de los 80 fue una dcada con un lugar privilegiado para la cultura en los estudios de comunicacin. Al respecto, Gilberto Bello, Juan G. Buenaventura y Gabriel J. Prez, tras definir a aqulla como un lugar privilegiado desde el cual se pueden interpretar los fenmenos y procesos de la comunicacin 28, inscriben a su vez este inters en cuatro temticas: la conexin entre comunicacin e identidad cultural, que analizara el rol de la comunicacin de masas en la construccin de identidades nacionales colectivas; las culturas populares, temtica que cuestionara el vnculo sectores populares medios masivos; las nuevas tecnologas y la informacin trasnacional. Sin adscribir plenamente a esta taxonoma por correrse el riesgo de dejar fuera o negar la interrelacin presente en estas cuatro temticas s se puede sostener retomando lo expresado prrafos arriba que estos nuevos horizontes de investigacin obedecieron a un profundo replanteo y autocrtica de lo producido hasta entonces. Investigadores como Paulina Emanuelli ubican estos intereses acadmicos en el marco de un escenario mundial donde la influencia marxista (tan clara en los 70 en Amrica Latina) se vena debilitando. Hecho que en el mundo de las ideas signific la revisin de conceptos provenientes de aqulla especialmente en lo que atae a una lectura en clave ideolgica de la realidad social y el redescubrimiento de autores como Antonio Gramsci, con conceptos tales como el de hegemona que se constituyeron en claves para abordar un mundo y una cultura que se presentaban increblemente matizados y complejos. Al respecto ampla Emanuelli: En la dcada de los 80 () desde una perspectiva u otra se establece un renovado inters por la relacin de la comunicacin y de la cultura en la que se produce29, perodo en el que, siguiendo a esta autora, comienzan a cobrar especial influencia los estudios de Jess Martn-Barbero, que desplazan lo comunicacional a un nivel donde cobran en aqul nueva dimensin aspectos tales como las construcciones culturales y su relacin con los medios de comunicacin, entendidos stos como espacios de negociacin en el campo cultural.

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Bello, G.; Buenaventura, J.G. y Prez, G., op. cit. Emanuelli, P., Instituciones pblicas y/o privadas? El lugar de la investigacin crtica argentina de la comunicacin en los aos 2000, en Revista Latina de Comunicacin Social, n 20, Tenerife, agosto de 1999, en www.ull.es/publicaciones/latina/a1999eag/61pau.htm29

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De esta forma, concluye Emanuelli, la investigacin en comunicacin pasa en este decenio de una etapa denuncista e ideologista con una marcada concepcin instrumental de los medios masivos, a una etapa de estudio centrada en el campo cultural y las mediaciones intervinientes en los procesos de comunicacin.30 Es indudable que el libro de Barbero que intentamos analizar comparte las preocupaciones expresadas en los cuatro puntos desarrollados por Bello, Buenaventura y Prez y descritos prrafos arriba, con un especial inters en la relacin entre cultura popular y medios masivos de comunicacin, y corrindose de una influencia terica previa que tomaba nicamente al proceso de comunicacin desde el lado del emisor o del develamiento de la ideologa subyacente en el mensaje. Justamente, al analizar el otro lado de la comunicacin, revalorizando al receptor como capaz de resignificar apropindose, consumiendo aquello contenido en los medios, la comunicacin pasa a ser, como plantean Mara Cristina Toscana Laverde y Rosana Reguillo, cuestin de cultura que exige revisar todo ese proceso massmediador desde el lado de la recepcin, del reconocimiento y la apropiacin.31 Es til en este punto hacer un pequeo aparte para plantear el interesante anlisis del quehacer investigativo de los 80 hecho por Ral Fuentes Navarro en su artculo La investigacin de la comunicacin en Amrica Latina: condiciones y perspectivas para el siglo XXI. En este trabajo Fuentes Navarro despliega una mirada lcida sobre los ejes de tensin en la problemtica latinoamericana de la comunicacin durante los decenios de 1960 y 1970, aunque se manifiesta un tanto perplejo al intentar realizar la misma operacin para los 80. Resulta ms que clara la apreciacin del autor al respecto:desde mediados de los aos 80 parecen haberse multiplicado en tal medida las posturas y las posiciones desde las cuales se puede investigar la comunicacin, que el debate es cada vez ms difcil al haber menos referentes comunes (...) En Amrica Latina, ms que nada, parece30

Ibidem. Laverde Toscana, M. C.; Reguillo, R. (editoras), Mapas nocturnos. Dilogos con la obra de Jess MartnBarbero. Bogot, Siglo del Hombre Editores, 1998, en www.comminit.com.la/pioneros/lapioneros/pioneros4.html (fragmento)31

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haberse perdido la profundidad ideolgica, el poder de las creencias que orienten la bsqueda del sentido de la comunicacin32

Es sta una apreciacin meramente pesimista, desesperanzada, sobre las posibilidades de un campo de investigacin que indudablemente se haba complejizado? No es as en este caso, ya que tras esta afirmacin aparece una crtica a lo que Fuentes deja ver como una de las posibles causas de esta escasa profundidad ideolgica, como lo son las intrincadas relaciones entre la modernidad o ms bien modernizacin y la realidad social latinoamericana. Para la dcada que nos ocupa, ya eran evidentes los cambios en la orientacin polticoeconmica que se encuadraban en la presencia de un nuevo modelo de acumulacin. Es que ya en los 70 los grandes ncleos trasnacionales y los pases desarrollados decretaron el agotamiento del paradigma productivo fordista, con lo que se inici el proceso de reorganizacin de la produccin, el comercio y las finanzas internacionales 33 que sera comandado por los organismos multilaterales de financiamiento y control. Esta reestructuracin se bas ahora en la asociacin de intereses entre grupos locales con aspiraciones hegemnicas, conglomerados trasnacionales y organismos multilaterales, bajo la atenta mirada del capital financiero internacional. Se comenz as a fundar un nuevo paradigma productivo basado en la flexibilidad, donde es fuerte el auge y la lectura del recetario neoliberal: privatizacin, desregulacin, reestructuracin econmica y desmantelamiento del Estado de bienestar34. En gran parte de la Latinoamrica de 1970, sangrientas dictaduras colaboraron en allanar el camino a este proceso, junto con la introduccin de nuevas tecnologas de autonomizacin y flexibilizacin que no slo aportaron ganancias y productividad sino que coadyuvaron a desestructurar la fuerza de trabajo presente. Los 80 en Amrica Latina fueron, sin duda, un eslabn importante en los objetivos finalmente perfeccionados en la dcada del 90: reformas estructurales que permitieron articular estrechamente los mercados financieros locales con los internacionales, junto con32

Fuentes Navarro, R., La investigacin de la comunicacin en Amrica Latina..., op. cit., pg. 55. Marina, J., Contexto global y sistema nacional. Los aos del ajuste estructural en Argentina, entre 1976 y el fin de siglo, en Revista Electrnica Posicin Internacional, 2003, en www.elistas.net/lista/humboldt/archivo/indice/1864/msg/2070/ 34 Ibidem.33

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una apertura esencialmente importadora. La adaptacin de este subcontinente a las nuevas reglas internacionales de libre oferta y demanda de capitales signific, junto con el quiebre de los modelos centrados en el mercado interno y en la industrializacin sustitutiva, consecuencias que hoy muestran toda su crudeza: reduccin del rol del Estado, recortes salariales, desocupacin, eternas polticas de ajuste. Aqu es cuando Fuentes plantea y con razn, citando al propio Barbero, la paradjica calificacin de los 80 como dcada perdida en cuanto a los estudios sobre comunicacin (trasladando inverosmilmente a este campo el diagnstico realizado en el mbito econmico), los que se habran divorciado de los requerimientos profesionales que hace la nueva sociedad35, mientras que del otro lado esta postura no sera ms que una demostracin de la sofisticada legitimacin acadmica que ha logrado el neoliberalismo en nuestros pases36, donde el omnipresente mercado cuestiona, deslegitima, todo intento de crtica que cuestione el modelo por l instaurado. Es decir, lo que aqu Fuentes intenta deconstruir es la percepcin incluso de los propios investigadores de que aquello producido en el decenio de 1980 carece de valor por no corresponderse con las necesidades sociales vigentes. Y lo hace a travs de un develamiento de la relacin entre la omnipresencia de la ideologa neoliberal del momento, que no slo impregnara las relaciones econmicas sino que precisara de un discurso y espacios legitimantes por parte de la propia intelectualidad. Realizada esta salvedad, lo que s puede efectivamente aventurarse es que investigaciones de esa poca como la de Barbero se enmarcan en un deslizamiento tericometodolgico como respuesta o traduccin a lo que este autor llam las atmsferas culturales de fin de siglo:37 la primera atmsfera, formada por la convergencia de la fascinacin tecnolgica con el realismo de lo inevitable, en la que conviviran las innovaciones tecnolgicas con la desigualdad y empobrecimiento de aquellas sociedades que no tienen acceso a ellas; la segunda atmsfera, la cultura de la privatizacin, con el entronamiento del mercado como lugar de intercambio social dejando al sujeto el mbito35

Fuentes Navarro, R., La investigacin de la comunicacin en Amrica Latina..., op. cit., pg. 55 Barbero, J. M., Comunicacin de fin de siglo. Para dnde va nuestra investigacin?, en revista Telos n 47, Madrid, Fundesco, septiembre-noviembre de 1996. 37 Cfr. en Barbero, J. M., Comunicacin de fin de siglo..., op. cit.36

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privado y del consumo para expresin de su autonoma; y por ltimo, en una tercera atmsfera se hallara el malestar latinoamericano en la modernidad, que segn Barbero significa que la desmitificacin de las tradiciones y las costumbres desde las que, hasta hace bien poco, nuestras sociedades elaboraban sus contextos de confianza desmorona la tica y desdibuja el hbitat cultural, el que, segn este autor, es difcil de recomponer, o ms bien, requiere de una recomposicin lenta y dolorosa. Estas atmsferas exigen de las ciencias sociales en general nuevas respuestas para nuevas situaciones y nuevos actores, ya ineludibles. La cuestin trasnacional desbordar en los hechos y en la teora la cuestin del imperialismo38, sostiene Barbero y describe as este movimiento de fondo en la configuracin de las ciencias sociales en la que los nuevos movimientos y dinmicas sociales obligarn a rehacer conceptual y metodolgicamente el campo de la comunicacin que con sus herramientas tericas de entonces no era capaz ya de aprehender y comprender esas nuevas configuraciones en las que se hallaba inmerso. Segn Barbero, ste es el momento en que se produce un doble movimiento en el mbito de los estudios sobre comunicacin: por un lado, de apropiacin en relacin a los saberes de otras ciencias sociales, por abordar ahora un objeto de estudio analizable desde mltiples lugares; y por otro, justamente el reconocimiento de la comunicacin en su estatuto transdisciplinar, intentando superar la tendencia a adscribir sus atributos a una nica disciplina. Pero estos caminos no son los que nos competen en este punto.

38

Barbero, J. M., Pensar la sociedad desde la comunicacin., op. cit.17

ii.

La modernidad latinoamericana: ese objeto de deseo

La tercera atmsfera que mencionbamos ms arriba del malestar latinoamericano en la modernidad puede considerarse a la vez como contexto de produccin y como una especie de detonante del nuevo papel de los medios de comunicacin y de los estudios culturales en el mbito de la comunicacin. Y para entender tanto este lugar que ser el desarrollado por Barbero en el texto que nos ocupa as como su influencia, intentamos seguidamente abordar esta problemtica desde la propia derivada de autores en ella imbricados. El propio Barbero reconoce en un texto posterior que en los 80 la expansin e interpenetracin de los estudios culturales y de la comunicacin no es ni fortuita ni ocasional39, obedeciendo, segn aqul, al lugar estratgico que pasa a ocupar la comunicacin en la encrucijada producida por la nueva etapa de modernizacin vivida en Amrica Latina y, a su vez, la crisis de aqulla sufrida en los pases centrales. En las palabras de este autor: Lo que vincula ese debate de un modo muy especial a nuestro campo es que, ya sea para pensar lo que la crisis de la modernidad tiene de superable, esto es la reformulacin de su vigencia, a lo que en ella anuncia la postmodernidad, la comunicacin aparece como tema / lugar estratgico.40 Para dejar este punto en claro: por un lado, la primer referencia es relativa a la postura de que, siguiendo a Habermas, se produce una transformacin estructural de las imgenes del mundo, donde tanto las interpretaciones colectivas como el nuevo papel del estado frente a la sociedad descubren una crisis de las identidades grupales y colectivas en la que la razn de la modernizacin, podra decirse, no es aquella de la modernidad clsica sino la de la racionalidad de la praxis comunicativa cotidiana. Y por otro lado, el lugar de la posmodernidad en la crisis de la modernidad, donde se producira una desaparicin de los grandes relatos explicativos del mundo, y por consiguiente, una nueva organizacin de este ltimo como sociedad de la informacin. En ella, dice Barbero siguiendo a Llyotard, la comunicacin pasara a ser no un mero instrumento o modalidad de la accin, sino elemento constitutivo de las nuevas condiciones del saber.39 40

Ibidem. Ibidem.

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Es aqu como ya dijimos donde la comunicacin aparecera, desde otro lugar, en el centro de los debates de este nuevo perodo. Y es aqu donde desde Amrica Latina surge una mirada especial, una especificidad particular sobre la misma. Pero es que sta se halla, a su vez, ntimamente conectada con la vivencia de la problematizacin desde la propia Latinoamrica de la crisis de la modernidad. Cabe hacer un alto para definir lo que entendemos por modernidad. Adoptamos particularmente los conceptos de Marshall Berman, quien en su trabajo Todo lo slido se desvanece en el aire establece una distincin entre modernidad, modernizacin y modernismos. Describe as, en primer trmino, a la modernidad como experiencia vital del tiempo, del espacio, de uno mismo y de los dems, de las posibilidades y los peligros de la vida que comparten todos los hombres y mujeres del mundo de hoy; luego, modernizacin como los procesos sociales que dan origen a la modernidad, y finalmente modernismo como aquellos valores y visiones que fueron nutridos por los procesos de modernizacin.41 A su vez, Nstor Garca Canclini flexibiliza un tanto estas distinciones y las de Habermas sobre los mismos conceptos, para pasar a considerarlos en tanto modernidad como etapa histrica, modernizacin como proceso socioeconmico que trata de ir construyendo la modernidad, y modernismos como aquellos proyectos culturales que renuevan las prcticas simblicas con un sentido experimental o crtico.42 Desde este lugar estamos en condiciones de abordar una situacin que es vivida en la poca que nos ocupa como de crisis tanto en los pases centrales como en la periferia latinoamericana, aunque con implicancias distintas para cada uno de ellos. En efecto, en los 80 se produce una revisin global de las teoras sobre la modernidad (baste pensar en trabajos de autores como Habermas, Llyotard, Berman, Foucault, etc.) que en Amrica Latina se vinculan con las transformaciones que venan ocurriendo en distintos niveles: desde un replanteo del lugar del estado y sus polticas cuestionado por algunas corrientes como la neoliberal por considerarlo un obstculo a la entrada en el mundo moderno hasta un corrimiento de los lugares precedentes en la sociedad y la cultura para entender a la41

Cfr. en Berman, M., Introduccin: La modernidad. Ayer, hoy y maana., en Todo lo slido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1989, pgs. 1-2. 42 Cfr. en Garca Canclini, N., Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Buenos Aires, Ed. Paids, 2001, pg. 40.

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modernidad, pasando aqu de una carrera sin fin en aras de la innovacin tecnolgica y la racionalidad cientfica a un vislumbramiento de Latinoamrica como una multiplicidad compleja en la que era posible que estuvieran coexistiendo distintos pases con diversas lgicas de desarrollo. Conviene detenernos un instante en esto ltimo. Efectivamente, puede ya aventurarse aqu que los estudios de comunicacin tal y como fueron descritos al inicio de esta seccin y entre los que ubicamos al de Barbero van de la mano con una concepcin de la modernidad latinoamericana que se aparta de la idea de atraso constitutivo43 en ella, es decir, de un atraso cuasi estructural que sera la clave de las diferencias culturales con el mundo europeo, para problematizarlo en lo que ella tendra de propio, de identitario. Esto no debe entenderse, sin embargo, como una modernidad con factores propios o ms bien ajenos (para qu hablar de modernidad como tal en este caso?) sino ms bien de, volviendo a Barbero, una modernidad no contempornea, discontinua, en la que puede hablarse de un atraso en relacin a otras modernidades, pero considerando que ste ha sido producido histricamente y que a pesar del mismo existe una diferencia, una heterogeneidad cultural en la multiplicidad de temporalidades del indio, del negro, del blanco y del tiempo que hace emerger su mestizaje. 44 Solamente desde esa tensin, contina Barbero, es pensable una modernidad que no se reduzca a imitacin y una diferencia que no se agote en el atraso. Marshall Berman, en la introduccin del trabajo del ao 1989 al cual nos hemos referido con anterioridad (Todo lo slido se desvanece en el aire), plantea que en el momento en que le toca escribir prcticamente han dejado de existir el discurso y la controversia sobre el significado de la modernidad a excepcin de los estudios de Michel Foucault ya que, desde su punto de vista, los cientficos sociales han renunciado a pretensiones integracionistas para considerar a la modernidad como una especia de coexistencia de elementos separados entre s. Se perdera as, segn este autor, la posibilidad de apropiacin de las propias races modernas (las modernidades de ayer), lo

43 44

Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 165. Ibidem.20

que sera a su vez una muestra del escaso criticismo a las modernidades de hoy y una falta de fe en el hombre y las modernidades futuras.45 Puede desprenderse de este escrito de Berman una postura crtica hacia la idea de posmodernidad, vivida en parte como responsable de este desinters hacia el sentimiento moderno, por ser una mstica que cultiva la ignorancia de la historia y de la cultura modernas.46 No es nuestra intencin abordar plenamente el debate modernidad posmodernidad, ya que resultara imposible por su complejidad y extensin para los lmites del presente trabajo. Sin embargo, podemos tomar de l elementos que ayuden a entender el lugar de obras como la de Barbero que aqu nos compete. Fiel reflejo de esta problemtica resulta el volumen de Clacso Imgenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna (Clacso, diciembre de 1988), donde Fernando Caldern Gutirrez en su Introduccin plantea que es posible percibir claramente que los latinoamericanos estamos genuinamente preocupados y con razn por lo que cambia y nos cambia en esta fase crtica del pensamiento de la modernidad o de su contracara, la posmodernidad avasalladora y fragmentante47; para continuar aventurando que en esa bsqueda es que se produce el mismsimo reconocimiento de la diferencia de Amrica Latina. Valgan esta cita y gran cantidad de trabajos similares del perodo para refutar un tanto a Berman y mostrar que en Latinoamrica s existi como cuestin fuerte, central, la de la modernidad y su crisis. Pero tambin es innegable que aqu tuvo una estrecha relacin cuestiones que aparecan como una deuda histrica de nuestra Amrica: la problemtica de su identidad. En la bibliografa seleccionada para esta tesina aparece en general, con diversos matices, la idea de que en Latinoamrica existi una modernidad trunca, inconclusa. Dejemos hablar nuevamente a Caldern Gutirrez: La modernidad fue un producto global de la sociedad occidental, pero su asimilacin en este continente fue parcial y excluyente (...) Aunque la modernidad de los pases llamados centrales no alcanz plenamente sus

4546

Cfr. en Berman, M., op. cit., pgs. 23-27. Berman, M., op. cit., pg. 23. 47 Caldern Gutirrez, F., Introduccin, en Clacso, Imgenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna, Ed. Clacso, diciembre de 1988.21

contenidos emancipatorios, no tuvo el lastre de la modernizacin trunca que sufre este continente.48 Cabe aqu aventurar, retomando los conceptos que hemos desarrollado a lo largo de los prrafos precedentes, que podra hablarse de la problemtica latinoamericana de la modernizacin no como un llegar a ser modernos sino como la mismsima posmodernidad. Y aunque Garca Canclini no lo plantee en esos trminos, podemos encontrar un punto de apoyo en su teora de que la posmodernidad puede concebirse no como una etapa o tendencia que reemplazara el mundo moderno, sino como una manera de problematizar los vnculos equvocos que ste arm con las tradiciones que quiso excluir o superar para constituirse.49 Pero, qu significa esto? Quizs la clave haya que buscarla en este ltimo punto, los vnculos del mundo moderno con las tradiciones que quiso excluir o superar para constituirse. Y estamos aqu ms cerca del punto al que queramos llegar: la relacin de De los medios a las mediaciones... con la temtica de la modernidad en la Amrica Latina de los 80. Quizs una de las explicaciones ms claras al respecto sea la que Anbal Quijano vierte en el mencionado volumen de Clacso. All este autor muestra el desplazamiento que se produce en este debate desde los aos 60 y 70, cuando se discutan principalmente los problemas de la realidad social y el cambio de esa realidad, hacia los 80 donde lo que importa es la necesidad de establecer la identidad latinoamericana. Sostiene Quijano al respecto que no sera extraa o inexplicable esa inquietud, ya que devela que lo que estara detrs de esa bsqueda es la evidencia de que no se han sedimentado los elementos formativos de nuestra realidad. Si bien Quijano vincula la cuestin de la identidad con la modernidad de Amrica Latina de un modo que resulta, cuanto menos, discutible50, su postura es vlida en el48 49

Ibidem. Garca Canclini, N., op. cit., pg. 44. 50 A grandes rasgos, Quijano plantea que la modernidad europea no hubiera sido posible sin la racionalidad producida por el encuentro entre Europa y Amrica y las prcticas sociales construidas sobre ella. La modernidad como movimiento de la subjetividad social, dice Quijano, no se debi solamente a la comunicacin existente entre ambos mundos, sino principalmente a que en los dos tambin estaban en curso los mismos procesos en la consistencia de las relaciones sociales, el mercantilismo de los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, en este momento en que la modernidad europea liberal ingresa en Amrica, se convierte en una modernidad colonial donde la razn ya no es liberadora sino instrumental (del poder, de la dominacin). La victoria ya mundial de la razn instrumental, dice Quijano, se perfecciona con la hegemona del imperio britnico primero, y la influencia norteamericana despus. Y esto demostrara que, al fin de22

sentido de mostrar que, para algunos autores, existira una modernidad propia, con una racionalidad alternativa, y una compleja historia de produccin de nuevos sentidos histricos51. Puede la produccin de Barbero ubicarse en esta postura? A esta cuestin nos dedicaremos a continuacin.

cuentas, la debilidad de la razn liberadora en esta batalla sera que ello no tena tampoco una constitucin inmune a la seduccin del poder. (Quijano, A., Modernidad, identidad y utopa en Amrica Latina, en Clacso, Imgenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna, Ed. Clacso, diciembre de 1988.) 51 Quijano, A., Modernidad, identidad y utopa en Amrica Latina, en Clacso, Imgenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna, Ed. Clacso, diciembre de 198823

iii.

Algo sobre la diferenciaLa identidad latinoamericana parecera ser tan slo nuestra comn condicin de ex colonias, que nunca lograron superar el atraso ni independizarse de los grandes poderes mundiales... La identidad cultural de Amrica Latina es ms que nada la coexistencia, en un espacio fsico, de una diversidad de identidades (tnicas, regionales, de clase, religiosas, de gnero y de edad, etc.) muchas veces entrelazadas y en conflicto. Ms aun, puede afirmarse que la historia de Amrica latina ha sido una historia de desigualdades, negacin de derechos e incluso de represin de muchas de estas identidades. Documento de convocatoria, Conferencia XX Aniversario Clacso, 1987.

La crudeza de estas afirmaciones son un buen punto de partida para pasar a referirnos al espinoso tema de un algo propio y distinto en Latinoamrica que se reflejara en su produccin cientfica. El propio Barbero resulta un claro exponente de esa postura, planteando que la especificidad latinoamericana se expresara en la propuesta de insertar la investigacin de comunicacin en el espacio de las ciencias sociales y en el desarrollo de los estudios culturales.52 Nos interesa vincular aqu esta posicin, y los estudios que se desarrollaron con ella, con las preguntas acerca de la mismsima identidad de Amrica Latina y la necesidad de abordarla con conceptos, o bien resignificados, o bien casi sui generis. Empezamos a reconocer que somos diferentes53, plantea Caldern Gutirrez en el ya referido volumen de Clacso, que a su vez puede servir a modo de botn de muestra de la amplitud que puede cobrar esta diferencia. Un caso que se ubicara en uno de estos extremos es el de Xavier Alb. Este autor parte de la nocin de que Amrica, y especialmente Amrica Latina, son identidades prestadas por el conquistador europeo (latino) primero, y luego por el imperialismo yanquizante despus. Tomando con cautela afirmaciones como la de que nuestra identidad se define entonces por nuestra dependencia frente a realidades que nos trascienden 54, demasiado52 53

Barbero, J. M., Comunicacin de fin de siglo..., op. cit. Caldern Gutirrez, F, op. cit., pg. 11. 54 Alb, X., Nuestra identidad a partir del pluralismo en la base, en Clacso, Imgenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna, Ed. Clacso, diciembre de 1988, pg. 3724

cercanas a un determinismo extranjerizante al que no adscribimos, nos encontramos sin embargo con que, en el desarrollo de la contracara positiva de esta visin de la identidad, Alb plantea cuestiones que resultan tiles para nuestro abordaje del tema. Nos quedamos en este caso con la idea de identidad desde abajo, que segn este autor significa que puede comprenderse mejor lo que es la sociedad latinoamericana cuando se la ve como un conjunto de pueblos y sociedades articuladas no slo por sus respectivos Estados sino tambin por otros vnculos viejos y nuevos que cruzan o cuestionan fronteras55. Y es all donde aparece lo ms interesante de la exposicin de Alb, al sostener ste (parafraseando las clasificaciones hechas por Darcy Ribeira de pueblos testimonio, nuevos, trasplantados y emergentes) que de algn modo todos los pueblos latinoamericanos son de cierto modo pueblos nuevos en proceso56, pero con diferentes dosis y pesos especficos de lo testimonial y lo trasplantado, y en diversos estadios de cristalizacin de esa novedad57. Y como hiptesis unificante resume Alb: En el todo y en cualquier grupo de nuestra Amrica Latina (...) hay una sntesis de lo viejo y lo nuevo. Ni lo viejo queda relegado a pieza de museo, ni lo nuevo es relegado por forneo58, ejemplifica. Elegimos incluir la postura de Xavier Alb ya que, adems de resumir un razonamiento muy extendido desde entonces (la identidad como integracin de las diferencias), nos sirve como excusa para interrogarnos acerca de las posibles identidades de este subcontinente. Nos buscamos aqu referirnos a la cuestin de la conformacin de la identidad en s, sino que tomamos para comprenderla las ideas del terico Cornelius Castoriadis. Y aunque la obra de este pensador no se limit a este punto, ya que polemizando en forma brillante con el estructuralismo y con ciertos marxismos se aboc a la comprensin de conceptos tales como lo histrico-social vinculado a la sociedad misma y aquello que la mantiene unida o provoca su cambio, es tambin cierto que en su trabajo de dos volmenes La institucin imaginaria de la sociedad aborda cuestiones que nos llevan al tema que nos ocupa.55 56

Ibidem, pg. 38. Darcy Ribeiro consideraba pueblos nuevos aquellos surgidos de la conjuncin, de culturacin y fusin de matrices tnicas, africanas, europeas e indgenas. 57 Alb X., op. cit., pg. 38. 58 Ibidem.25

En este libro, Castoriadis se dedica al estudio del lugar de lo imaginario en la constitucin de la sociedad (integrada sta por diversas instituciones: religin, familia, sistemas econmicos, etc.), y su entrecruzamiento con lo simblico y lo econmico funcional (sin lo primero, dice Castoriadis, la sociedad no hubiese podido reunirse, y sin lo segundo, no hubiese podido sobrevivir).59 Castoriadis se encarga de aclarar que hay una funcin de lo imaginario en la institucin pero, para desligarse de contriciones funcionalistas, precisa que el efecto de lo imaginario supera a su funcin60, combinando as aspectos materiales y simblicos de modo muy distinto al que lo hiciera la estructura y superestructura marxistas. Pero nos estamos alejando del tema que nos ocupa. Institucin, entonces, para Castoriadis es una red simblica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporcin y relacin variables, un componente funcional y un componente imaginario (...) La sociedad vive sus relaciones con sus instituciones a la manera de lo imaginario, dicho de otra forma, no reconoce en el imaginario de las instituciones su propio producto.61 Ana Mara Fernndez explica a Castoriadis diciendo que, segn este ltimo, aquello que mantiene unida a una sociedad es su institucin, es decir, el proceso por el cual la sociedad se instituye como totalidad62. Y siguiendo esta lnea, podemos afirmar que la institucin de valores, normas y lenguajes63 no son slo herramientas o procedimientos para hacer frente a las cosas64, sino ms bien instrumentos para hacer las cosas, en particular para hacer individuos65, individuos que a su vez podrn reproducir la institucin de la sociedad. Podemos avanzar en esta direccin diciendo que desde este punto de vista la sociedad puede ser considerada como un sistema de interpretacin del mundo: de construccin, creacin, invencin de su propio mundo66. As, cualquier desmentida al sistema de

59

Cfr. en Castoriadis, C., La institucin imaginaria de la sociedad, vol. 1, Barcelona, Tusquets Editores, 1989, pgs. 227. 60 Castoriadis, C., La institucin imaginaria de la sociedad, vol. 1, Barcelona, Tusquets Editores, 1989, pgs. 227. 61 Ibidem, pgs. 227-228. 62 Fernndez, Ana Mara, De lo imaginario social a lo imaginario grupal, en Revista Actualidad Psicolgica, Buenos Aires, noviembre de 1992. 63 Ibidem. 64 Ibidem. 65 Ibidem. 66 Ibidem.26

interpretacin del mundo puede llegar a ser vivida como ataque a la identidad, y las diferencias son entonces imaginadas como amenazantes.67 Resumiendo, lo que tomamos de esta postura es la concepcin de identidad como concepcin imaginaria en su papel de conformar el ser del grupo y de la colectividad, donde cada uno se define y es definido por los dems, referido a un nosotros que es ante todo un smbolo, las seas de existencia que siempre intercambi cada tribu, cada ciudad, cada pueblo.68 As, podemos llegar a comprender la identidad no como una nocin absoluta e inamovible sino, por el contrario, desacralizarla en funcin de poder ver en ella distintos significados operantes. Y esta operacin nos permite vislumbrar los procesos correlativos al corrimiento en la nocin de identidad que manejaron los autores que nos ocupan. Como bien referamos, esta nocin dista de ser unvoca para los distintos pensadores del perodo; sin embargo, se puede notar en ellos un cuestionamiento hacia las concepciones precedentes de la identidad en tanto construccin dominadora de las clases, justamente, dominantes. El debate sobre la identidad sigue abierto en Amrica Latina, reafirma Barbero en De los medios a las mediaciones.69 Y vincula esta vigencia del debate con la introduccin de las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin introducidas trasnacionalizacin mediante durante los aos 80. Esta introduccin, plantea Barbero, dibuja un escenario en el que vuelven a ponerse sobre el tapete interrogantes acerca de los vnculos entre identidad y modernizacin latinoamericanas: por un lado, la cuestin del reto que representan para la vieja tentacin idealista de postular una identidad cuyo sentido se hallara en el origen o en todo caso atrs, por debajo, fuera del proceso y la dinmica histrica y de la actualidad70 y por otro lado, la cuestin del dilema irresuelto modernidad desarrollo, en el que las tecnologas seran vividas en tanto obligacin de apropiacin, en pos de superar lo que nos falta para llegar a ser modernos, en el marco de una concepcin de identidad que se limita a considerarse como atraso y diferencia con respecto a las culturas hegemnicas.

67 68

Ibidem. Castoriadis, C., op. cit., pg. 256. 69 Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 205. 70 Ibidem, pg. 199.27

Si bien Barbero reconoce y alerta del peligro existente en el postulado de que el s o el no a las tecnologas es el s o el no al desarrollo71, presente en la introduccin de aqullas, donde su imagen educara a las clases populares latinoamericanas en la actitud que ms conviene a sus productores: la fascinacin por el nuevo fetiche72 tambin destaca que este escenario contribuye a sacar a flote los destiempos de que est hecha la vida cultural73 de Latinoamrica. Y cmo es que ello se produce? Segn Barbero, en el proceso de apropiacin de las tecnologas se evidenciaran los distintos matrices culturales que conformaran Amrica Latina, ya que son diferentes en cada uno los requerimientos hacia aqullas, as como sus posibilidades de incorporarlas. Y esto nos lleva, ni ms ni menos, al escenario que mencionbamos pginas atrs al referirnos a la cuestin de la modernidad y la identidad. Efectivamente, cmo pensar esta realidad de fin de siglo, en la que hay zonas todava sin explorar? Barbero mismo, en una de sus frases ms clebres, esboza una respuesta: avanzando a tientas, sin mapa o slo con un mapa nocturno74 en una geografa en la que lo que s apareca como claro es que era la comunicacin el espacio estratgico desde el que pensar las nuevas sociedades, a medio camino entre un subdesarrollo acelerado y una modernizacin compulsiva75, con sus bloqueos, sus contradicciones y sus encrucijadas. Aparece ahora ms acabada la descripcin que venamos realizando: no son nicamente las limitaciones del modelo hegemnico sino tambin nuevos procesos poltico sociales (por ejemplo la trasnacionalizacin) los que provocan los nuevos debates latinoamericanos como aquel de la modernidad e identidad y empujan a un nuevo lugar de la comunicacin para poder comprenderlos y darles respuesta.71 72

Ibidem, pg. 198. Ibidem, pg. 200. 73 Ibidem, pg. 201. 74 Dice Barbero acerca del origen de la idea del mapa nocturno: Todo empez en un encuentro de investigadores sociales en Buenos Aires, auspiciado por FLACSO en 1983, en el que por primera vez nos encontrbamos institucionalmente estudiosos de comunicacin, de cultura y de poltica, y en el que mi ponencia introdujo al final una extraa propuesta que llam mapa nocturno, con el que buscaba reubicar el estudio de los medios desde las matrices culturales, los espacios sociales y las operaciones comunicacionales de los distintos actores del proceso. Como ya veremos, este concepto fue ampliado y profundizado en la obra que nos ocupa. (Barbero, J. M., Oficio de cartgrafo. Travesas latinoamericanas de la comunicacin en la cultura, 2001, en www.fce.com.ar/fsfce.asp?p=http://www.fce.com.ar/detalleslibro.asp?IDL=2997) 75 Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 203.28

Con la cuestin trasnacional aclara Barbero lo que es nombrado no es la mera sofisticacin del viejo imperialismo, sino una nueva fase en el desarrollo del capitalismo, en la que justamente el campo de la comunicacin entra a jugar un papel decisivo 76. Y es que para l este proceso no es la imposicin de un modelo econmico en s, sino la internacionalizacin de un modelo poltico que tiene como campo privilegiado el de las tecnologas de comunicacin. Pero Barbero no piensa en ste como una cuestin meramente instrumental, sino que lo ve como el nuevo espacio en el que se problematiza el concepto de lo nacional en tanto foco de contradicciones y conflictos inditos77 que dan como resultado el nacimiento o ms bien el reconocimiento de novedosos actores sociales. Y ello nos lleva nuevamente al problema de la identidad latinoamericana de fin de siglo, puesto que no hace frente nicamente a la homogeneizacin descarada que viene de lo trasnacional, sino a aquella otra, que enmascarada, viene de lo nacional en su negacin, deformacin y desactivacin de la pluralidad cultural que constituye a estos pases.78 Retomando lo anterior: podra decirse que a Barbero la cuestin trasnacional, en su costado homogeneizante y borrador de memorias le sirve casi como pretexto para plantear la presencia de un nuevo proyecto, de un nuevo vnculo, entre poltica y cultura (donde se produce un redescubrimiento de lo popular, cuestin que abordaremos ms adelante), en el que las relaciones de poder estaran lentamente pasando a considerarse no como mera expresin de un atributo asequible sino como producto de conflictos y de batallas que se libran en el campo de lo econmico y en el terreno de lo simblico. 79 Este terreno, justamente, es al que nuestro autor se encarga de otorgarle su debida importancia para los tiempos que corren, ya que es all desde donde se constituiran las identidades colectivas. Pero, hacia dnde nos dirigimos con todo esto? Volvemos al origen de este captulo: al nuevo lugar que cobra la cultura (como proyecto poltico en s, podra acotarse) en la comprensin de estos procesos. Destacamos aqu que de este libro de Barbero se desprende que su concepto de cultura evidencia fuertes lazos con aqul gramsciano, el de lo cultural

76 77

Ibidem, pg. 224. Ibidem, pg. 225. 78 Ibidem, pg. 225. 79 Ibidem, pg. 226.29

como campo estratgico en la lucha por ser espacio articulador de las conflictos80, es decir, de campo en la lucha en la que las clases intentan convertirse en hegemnicas.81 Para un concepto de cultura como ste, siguiendo con el razonamiento, es prcticamente imprescindible la comprensin de su naturaleza comunicativa: su carcter de proceso productor de significaciones y no de mera circulacin de informaciones y por tanto, en que el receptor no es un mero decodificador de lo que en el mensaje puso el emisor, sino un productor tambin.82 Es este otro lado del proceso de la comunicacin el que es destacado como mencionbamos en un inicio por Laverde Toscano y Reguillo como una de las principales contribuciones de Barbero al mbito de las ciencias sociales. Plantean estas autoras que Barbero, desde una postura activa de la actividad de la recepcin (valga la redundancia), se centra en los procesos locales de la cultura que funcionan a pesar de, o en resistencia a, los intentos de dominacin cultural de los medios de comunicacin.83 Las personas, as, pasan a ser consideradas actores activos, con capacidad de resistencia, o bien de transformar o apropiarse de los mensajes de los medios, ya que stos son mediados por los procesos, las luchas y los placeres de la vida diaria con los cuales la gente construye y reconstruye sus identidades.84 Dos aclaraciones restan realizar en este punto. Por un lado, remarcar que como insiste Barbero este nuevo modelo del proceso de comunicacin no implica una visin ingenua y descontaminada de la presencia del poder, sino que de lo que se trata es de despegarse del concepto de dominacin como unvoco al hablar de la comunicacin y de los medios, para pasar al reconocimiento del poder en tanto espacio de luchas entre mercado y produccin simblica, entre modernizacin y democratizacin, es decir, se trata de indagar lo que la comunicacin tiene de intercambio e interaccin entre sujetos socialmente construidos, y80 81

Ibidem, pg. 84. Cabe mencionar aqu como deuda de Barbero con el pensamiento de Gramsci, la utilizacin del anlisis de este ltimo sobre el folklore o cultura popular e el sentido de compresin del mundo y de la vida, en contraposicin (...) a las condiciones del mundo oficiales (...) surgidas con la evolucin histrica. Citando a A. Cirese, Barbero ampla este concepto, afirmando que el valor de lo popular (o subalterno) no reside en su autenticidad o su belleza, sino en su capacidad de materializar el modo de vivir y pensar de las clases subalternas, las maneras como sobreviven y las estratagemas a travs de las cuales filtran, reorganizan lo que viene de la cultura hegemnica, y lo integran y funden con lo que viene de su memoria histrica (Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 85) As, la aceptacin de lo hegemnico por parte de lo subalterno no implicara indefectiblemente sumisin, sino que puede representar una reconfiguracin de aquello. 82 Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 228. 83 Laverde Toscana, M. C.; Reguillo, R. (editoras), op. cit. 84 Ibidem.30

ubicados en condiciones y escenarios que son, de parte y parte aunque asimtricamente, producidos y de produccin, y por tanto espacios de poder, objeto de disputas, remodelaciones y luchas por la hegemona.85 Por otra parte, nos interesaba destacar asimismo que este pasaje de los medios a las mediaciones, es decir, a las articulaciones entre prcticas de comunicacin y movimientos sociales, representa un movimiento en el estatuto de la comunicacin que la emparentara con aquello definido por Cliffort Geertz como gnero confuso. Reforzamos aqu que lo que se produce al salirse de la comunicacin entendida como un proceso fragmentado de transmisin de informacin a travs del esquema emisor / mensaje / receptor, y del estudio del mensaje en s y de sus efectos en el receptor, para llegar a su focalizacin en la trama social de los procesos comunicativos, en la que el propio mensaje es atravesado por sus conflictos, y en la que se reconocen en la recepcin misma resistencias y apropiacin desde los usos. Y decimos con esto que el estudio de la comunicacin se torna un tanto confuso en el sentido geertziano no slo porque para su abordaje se hace evidente el acercamiento desde mltiples disciplinas (es decir, tomando prestado y articulando conceptos y preguntas de aqullas), sino porque interviene adems una concepcin de la vida social como algo organizado en trminos de smbolos86 que los cientficos sociales buscan interpretar centrando su atencin en el significado que las instituciones, acciones, imgenes, expresiones, acontecimientos y costumbres (...) tienen para quienes poseen tales instituciones, acciones, costumbres, etc.87 Desde este punto de vista, puede comprenderse a la propia cultura en tanto construccin humana de tramas de significacin, que el cientfico social deber interpretar (densamente aclaramos, parafraseando a Geertz), en pos de desentraar la significacin de esa trama. Nos llevan en este sentido los estudios de Barbero? Al menos, podemos afirmar que son un buen paso en esa direccin.

85 86

Barbero, J. M., Comunicacin de fin de siglo..., op. cit. Geertz, C., Gneros confusos: la refiguracin del pensamiento social, en Conocimiento local, Buenos Aires, Ed, Paids, 1995, pg. 34 87 Ibidem.31

iv.

De consumos y culturas

No queremos avanzar sin realizar una aclaracin sobre lo expresado al final del pargrafo anterior: la relacin de estos trabajos con los estudios culturales. Barbero, al ser consultado al respecto en una entrevista realizada en 199688, destaca que estudiosos como Renato Ortiz, Nstor Garca Canclini o incluso l mismo haban hecho estudios culturales mucho antes de que esa etiqueta apareciera89. Sostiene asimismo que, en Amrica Latina, existieron trabajos pioneros como el de Antonio Pasquali en la dcada de 1960 que permitiran afirmar que ya exista una percepcin de que los procesos de comunicacin eran procesos culturales.90 Yo no empec a hablar de cultura porque me llegaron cosas de afuera. Fui leyendo a Mart, a Arguedas (...) y con ellos los procesos de comunicacin que haba que comprender91, remata Barbero sobre el tema. Sin entrar en ese debate, nos limitamos a incluir esta postura y a sealar como ya lo hicimos algunos puntos de contacto entre los estudios culturales y estos trabajos latinoamericanos. Ya desde la creacin del Centro de Investigaciones de Birmingham (CCCS), institucionalizando si se quiere los estudios culturales de la primera poca, se evidencia una serie de tpicos de investigacin entre los que se contaban aquellos relacionados con las culturas populares y los medios de comunicacin social. Y para los aos ochenta, cobra especial relevancia el estudio de las diferentes modalidades de recepcin. En un interesante artculo (La institucionalizacin de los estudios de la comunicacin. Historias de los Cultural Studies), Armand Mattelart y Eric Neveu destacan acerca de esta nueva reflexin sobre los pblicos un movimiento de vuelta al sujeto ms que positivo, teniendo en cuenta las teoras deterministas previas que insistieron demasiado en la influencia de las estructuras en las conductas de los usuarios de los medios de comunicacin y en su efecto alienante sobre un consumidor demasiado a menudo considerado como un mero88

Entrevista realizada por Ellen Spielmann. Spielmann, E., Nosotros habamos hecho estudios culturales mucho antes de que esta etiqueta apareciera en revista Dissens, Berln, noviembre de 1996, en www.javeriana.edu.co/pensar/Rev33.html 89 Ibidem. 90 Ibidem. 91 Ibidem.32

receptculo.92 Sin embargo, plantean estos autores, se debe ser en extremo cuidadoso para no confundir la libertad del individuo- consumidor con la ausencia de desigualdad en el flujo de la comunicacin. Volviendo a los estudios propiamente latinoamericanos, recalcamos aquello que venamos refiriendo acerca de su inters por comprender las dinmicas culturales propias de los pases involucrados, con la crisis y la consiguiente resignificacin de conceptos que haban sido centrales en los abordajes ahora cuestionados. En la entrevista que mencionbamos ms arriba, Barbero plantea que, ya desde principios de los 8093, la evidencia de que numerosos pases latinoamericanos no haban podido salir adelante hace que los investigadores sociales comenzaran a cuestionarse si ello se debi a impedimentos externos (presiones de las trasnacionales y la CIA, por ejemplo) o bien si haba algo en el proyecto mismo que no dio cuenta de las dimensiones de la realidad latinoamericana, algo que tambin hizo fracasar estruendosamente el proyecto.94 A partir de all, la historia es conocida: de un distanciamiento terico con el estructural marxismo se pasa al reconocimiento de que existan quebrantamientos en relacin al proyecto del dominador, que tenan que ver con una dinmica cultural propia. Aun a riesgo de resultar redundantes, citamos: Empezamos a trabajar esa idea: el proceso de comunicacin implica actividad del lado del receptor, no pura reaccin a un estmulo (...) Empezaron a valorarse en la historia nacional ciertas especificidades nacionales, y con esta actividad del receptor empez una nueva relacin con las culturas populares.9592

Mattelart, A.; Neveu, E., La institucionalizacin de los estudios de la comunicacin. Historias de los Cultural Studies, en www.innovarium.com/investigacion/culturalstudies 93 A pesar de que ya hemos abundado sobre ello, es interesante lo que plantea Barbero en esta entrevista ante la pregunta acerca de los distintos momentos en el estudio de la comunicacin y los medios en Amrica Latina. Sostiene Barbero que las teorizaciones sobre apropiaciones y dinmicas culturales pueden ubicarse a fines de los 70 principios de los 80, momento en el que se dan dos hechos fundamentales: por un lado, el fracaso, la imposibilidad de los proyectos de la izquierda de los 60 70, donde hay una interrupcin de ciertas seguridades, de certezas que se tenan sobre la explicacin de los procesos sociohistricos. Por otra parte, el exilio de investigadores procedentes de Chile, Argentina y Brasil que, reconocindose como latinoamericanos, tenan mucha ms interlocucin a veces con Europa que con la propia Amrica Latina. Estos pensadores, que escapaban de las dictaduras de sus respectivos pases, se radicaron en Colombia, Venezuela, Mxico, y comenzaron a preguntarse del por qu de la situacin de sus respectivas naciones. (Spielmann, E., op. cit.) 94 Spielmann, E., op. cit. 95 Ibidem.33

Antes de transitar el camino de la revalorizacin de las culturas populares, queremos detenernos en un concepto que, adoptando un significado radicalmente distinto al que vena conllevando, es de central importancia para comprender aqulla. Nos referimos, ni ms ni menos, que a la cuestin del consumo. Hemos afirmado que una de las preguntas principales de Barbero era acerca de los usos, de los consumos, que el receptor hace del mensaje y de los medios. En este punto, Barbero se preocupa por deslindar este estudio de las lgicas de los usos del anlisis denominado como de usos y gratificaciones (cabe mencionar aqu como referente el trabajo Usos y apropiaciones de la comunicacin de masas de Elihu Katz, Jay Blumbler y Michael Gurevitch). En efecto, si bien este tipo de estudios puede tomarse como una bisagra entre la teora situacional o fenomnica y la de los efectos cognitivos de la comunicacin de masas, su inters por el receptor en tanto usuario de los medios con el objeto de satisfacer necesidades preexistentes queda atrapado en la misma lgica lineal de la comunicacin, aunque ahora mirada desde el otro extremo. Katz, Blumler y Gurevitch reconocen en el citado trabajo que pueden ser consideradas ciertas afinidades y ciertas constantes entre el enfoque de usos y gratificaciones y abundantes textos especulativos sobre la cultura popular96, aunque condiciona tal acercamiento a que los aportes sobre comunicacin masiva, realizados por las teoras sobre cultura popular, sean traducidos al idioma de los usos y las gratificaciones a travs de pruebas empricas. Difcilmente Barbero estara de acuerdo con esta posicin, la que a su vez reconoce asimismo una deuda terica con los estudios sobre efectos, planteando una vinculacin, demasiado mecnica, entre los efectos producidos por los medios con una tipologa (a elaborarse) de necesidades y gratificaciones del pblico.97 El inters de nuestro autor, justamente, estriba en salirse de esta correspondencia mecnica y, ubicando la problemtica de la comunicacin en el campo de la cultura, pasar a preguntarse acerca de los conflictos que articula la cultura, de los mestizajes que la tejen y las anacronas que la sostienen, y en

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Katz, E.; Blumbler, J. y Gurevitch, M., Usos y gratificaciones de la comunicacin de masas, en Miguel de Moragas Spa (comp.), Sociologa de la comunicacin de masas, tomo II, Barcelona, Ed. Gustavo Gili, 1985, pg. 140. 97 Ibidem, pg. 15634

ltimas del modo en que trabaja la hegemona y las resistencias que moviliza, del rescate por tanto de los modos de apropiacin y rplica de las clases subalternas.98 A este ltimo punto es, como plantebamos arriba, al que queremos referirnos ahora. Porque para comprender la nocin y la relacin entre la cultura popular y la masiva como modo de existencia de aqulla tesis central en la obra de Barbero, rescatando a la vez lo que ella tiene de especfico, es necesario preguntarse primero acerca de la concepcin de consumo que gua este vnculo. Barbero sostiene que la idea de consumo, permitiendo una comprensin de los diferentes modos de apropiacin cultural, de los diferentes usos sociales de la comunicacin99 sera capaz de ofrecer un marco a la investigacin sobre comunicacin y cultura. Sin embargo, es menester aclarar que aqu nuestro autor no se est refiriendo a la clsica nocin de consumo, en tanto interiorizacin de valores (de otras clases, de otros sectores) de modo casi automtico por parte de las clases dominadoras, sino a un concepto que, resignificado, tiene sus races en la lectura de pensadores tales como Antonio Gramsci y Pierre Bourdieu. El propio Barbero se refiere, para explicar esta idea, al esclarecedor artculo de Nstor Garca Canclini Gramsci con Bourdieu. Hegemona, consumo y nuevas formas de organizacin popular, aparecido en el nmero 71 de la revista Nueva Sociedad del ao 1984. En este artculo Garca Canclini intenta realizar un anlisis interrelacionado de dos paradigmas capitales en la investigacin actual sobre la cultura100 aproximando las lneas de, por un lado, un autor como Gramsci, estudioso de los procesos culturales en tanto constituidos por la contraposicin entre acciones hegemnicas y subalternas 101, y otro como Bourdieu, interesado en el estudio de las culturas en tanto apropiacin diferencial de un bien simblico comn y modo en que son incorporados a la reproduccin social a travs del consumo.102 Adoptaremos entonces, en relacin a este ltimo concepto, la explicacin del mismo que da Garca Canclini a travs de la mirada de aquellos dos autores. Nos referimos, de este modo, al consumo como concepto clave para explicar la vida cotidiana, desde el cual98 99

Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 240. Ibidem, pg. 87. 100 Garca Canclini, N., Gramsci con Bourdieu. Hegemona, consumo y nuevas formas de organizacin popular, en revista Nueva Sociedad, n 71, Caracas, 1984, pg. 69. 101 Ibidem, pg. 69. 102 Ibidem, pg. 69.35

podemos entender los hbitos que organizan el comportamiento de diferentes sectores, sus mecanismos de adhesin a la cultura hegemnica o distincin grupal, de subordinacin o resistencia.103 Y esto porque es all donde se produce, siguiendo a Gramsci, una continuacin de las disputas entre las distintas clases por ser parte de la distribucin y produccin de los productos. Nos encontramos entonces con que si el consumo abarca los procesos sociales de apropiacin de los productos104, se halla estrechamente ligado a las luchas hegemnicas tal como las concibe Gramsci, ya que estamos pensando al primero no como mera imposicin sino casi como una relacin contractual. Para clarificar este punto: en el esquema conceptual de Gramsci, el concepto de hegemona es fundamental para la construccin de un bloque histrico (conformado por una coalicin poltica de las clases subalternas, bajo la hegemona del proletariado, como capaz de conquistar el poder), ya que con l no se est refiriendo meramente a la agregacin mecnica de las clases sino a la potencialidad para dirigir a las otras clases subalternas a travs de la elaboracin de un programa de transicin y de la construccin de instituciones aptas para estimular y abarcar sus movilizaciones espontneas.105 Sin detenernos aqu en el aspecto programtico de la teora de Gramsci, lo que nos interesa destacar es que, rebasando aspectos nicamente econmicos o ideolgicos, la hegemona puede entenderse como un proceso de direccin poltica e ideolgica en el que una clase o sector logra una apropiacin preferencial de las instancias de poder en alianza con otras clases106. Si estamos as refirindonos a un proceso muy distinto a la dominacin/imposicin violenta, no debemos perder de vista entonces que aqul es posible ya que posibilita que las clases subalternas mantengan espacios propios, donde sigan desarrollando independientemente sus propias prcticas. Entonces, si en la hegemona se forma un equilibrio de compromisos entre los grupos mencionados, ello es porque en su ejercicio se consideran los intereses y las tendencias de los grupos sobre los que se la ejerce. Y qu resulta entonces? Ni ms ni menos, que a la par que la clase hegemnica representa para serlo intereses que tambin reconocen como103 104

Ibidem, pg. 71. Ibidem, pg. 71. 105 Portantiero, J. C., Captulo II, en Los usos de Gramsci, Cuadernos de Ctedra de la asignatura Teora Poltica, Rosario, Facultad de Ciencia Poltica y RR.II, 2000, pg. 116. 106 Graca Canclini, N., Gramsci con Bourdieu, op. cit., pg. 71.36

propios las clases subalternas, stas pueden llegar a desarrollar prcticas independientes y no siempre funcionales para la reproduccin del sistema107 en esos espacios. Hemos decidido explayarnos aqu sobre estos conceptos de Gramsci ante la evidencia de que es una de las deudas tericas ms notorias en el anlisis del libro que nos ocupa (baste recordar su subttulo, Comunicacin, cultura y hegemona). El propio Barbero reconoce su vnculo con ese autor al sealar su decisivo aporte en el desbloqueo, desde el marxismo, de la cuestin cultural y la dimensin de clase en la cultura popular.108 Nos interesa especialmente este ltimo aspecto. Barbero se encarga puntualmente de rescatar el anlisis del pensador italiano acerca del folklore o cultura popular en el sentido de comprensin del mundo y de la vida, en contraposicin (...) a las concepciones del mundo oficiales (...) surgidas con la evolucin histrica. 109 As, la ligazn entre cultura popular y subalternidad no es en absoluto simple, ya que si por un lado tiene algo de los intereses del dominador, tambin puede representar un valor poltico progresista, de transformacin110, en el que se reorganizara aquello que viene de la cultura hegemnica fundindose con lo existente en su memoria histrica. Es pertinente introducir en este lugar una vez ms lo planteado por Garca Canclini. Efectivamente, si pensamos que de los productos culturales ofrecidos por la clase hegemnica no va a resultar una mera copia sino una configuracin distinta en las clases subalternas o populares, debido a que stas tienen la capacidad de seleccionar y combinar los elementos recibidos, puede resultar ms que interesante el entrecruzamiento de esta idea con la de habitus de Pierre Bourdieu. Este autor define al habitus como un sistema de disposiciones durables que integrando todas las experiencias pasadas funciona como matriz de percepciones, de apreciaciones y de acciones, y vuelve posible el cumplimiento de tareas infinitamente diferenciadas 111. As, sistematizando el conjunto de las prcticas de cada grupo, funciona como una especie de esquema tcito que marca las aspiraciones y la conciencia de lo que cada uno puede apropiarse112, ya que podrn materializarse en un grupo aquellos elementos que en el habitus encuentran condiciones propicias para ejercerse.107 108

Ibidem., pg. 71. Barbero, J. M., De los medios..., op. cit., pg. 84. 109 Ibidem, pg. 85. 110 Ibidem, pg. 85. 111 Ibidem, pg. 91. 112 Garca Canclini, N., Gramsci con Bourdieu, op. cit., pg. 74.37

Barbero retiene de este concepto su capacidad para dotar de organicidad, de sistematicidad, las prcticas cotidianas que usualmente podran percibirse como fragmentarias, dispersas. Y es aqu donde se hace presente la eficacia de la hegemona programando las expectativas y los gustos segn las clases, aunque tambin pasen por all mismo los lmites para la transformacin que puedan producir los sectores populares. Si bien Barbero destaca aportes de otros pensadores como Michel de Certeau sobre la espinosa cuestin de la dominacin y el consumo, elegimos quedarnos con los dos arriba explicados ya que, conjuntamente, otorgan un buen marco para comprender aquello que en relacin al consumo plantea nuestro autor para su concepto acerca de lo popular. Pensar lo popular desde lo masivo, para Barbero, no debe significar automticamente alienacin y manipulacin, sino unas nuevas condiciones de existencia y de lucha, un nuevo modo de funcionamiento de la hegemona113. Abordaremos entonces, entre otras precisiones, esta problemtica.

113

Barbero, J. M., De los me