Terrorismo la violencia en una nueva era

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Formación Ciudadana y Cívica Secundaria TERRORISMO: LA VIOLENCIA EN UNA NUEVA ERA Como expresión de violencia organizada, el terrorismo no es una novedad de la historia reciente. De hecho, para las generaciones que te anteceden, resultaba cotidiano escuchar o leer en la prensa los reportes de agencias noticiosas que informaban periódicamente acerca de ataques terroristas perpetrados por diversos grupos alrededor del mundo. Las operaciones del Ejército Republicano Irlandés en el Reino Unido o de los vascos de ETA en España, eran en otras décadas episodios tan conocidos para la opinión pública como lo son hoy para ti los ataques de Al Qaeda o la explosión de coches-bomba en territorio iraquí. Sin embargo, tras los atentados sufridos por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, el terrorismo se convirtió como nunca antesen tema central de la política internacional. Si bien los ciudadanos del mundo estaban acostumbrados a presenciar estos actos de violencia y condenarlos con indignación, el hecho de que la nación más poderosa de la era contemporánea fuera vulnerada en su propio territorio, y de manera tan dramática cobrando la vida de miles de civiles inocentes, proyectó a toda latitud la sensación de permanente inseguridad. Quedaba claro que ningún país o región estaba libre de padecer los efectos del terrorismo. Dos hechos posteriores vinieron a confirmar este inquietante diagnóstico. El 11 de marzo de 2004, un atentado explosivo en la estación de trenes de Atocha, en Madrid, y un acto similar, al año siguiente, en el sistema de transporte público de Londres, hicieron evidente la vulnerabilidad de los dos aliados más visibles de Estados Unidos en su “guerra contra el terrorismo”. ¿Qué es el terrorismo? En términos simples, podríamos definir el terrorismo como cualquier acto de violencia ejecutado para infundir miedo o terror en un grupo humano específico. Naciones Unidas uno de los organismos más activos en el combate contra esta prácticalo ha definido como “cualquier acto (…) destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo”. Fuente: Convenio Internacional para la represión de la financiación del terrorismo. Artículo 2. ONU, abril de 2005. Los costos del terrorismo Más allá de las evidentes y repudiables consecuencias asociadas a estos ejercicios de violencia (miles de víctimas fatales, centenares de heridos, miedo permanente), el terrorismo ha generado una serie de reacciones a nivel global que han terminado limitando las libertades de los ciudadanos y reactivando formas de discriminación que se creían medianamente superadas. Tal como sucedió en Estados Unidos tras el 11 de septiembre de 2001, el temor y la desconfianza generalizada han llevado a los gobiernos del mundo a hacer más rígidos sus sistemas de control internos, descuidando en muchos casos el respeto a derechos fundamentales, como el libre tránsito o la discrepancia ideológica. El endurecimiento de las normas de inmigración en los países que se sienten amenazados por el terrorismo, es también una muestra de que el miedo se ha instalado con fuerza en gran parte del mundo. La discriminación también se ha acentuado tras la proliferación de atentados. El origen territorial y la filiación religiosa del grupo Al Qaeda sin duda la célula terrorista más temida en la actualidadha tendido un injusto manto de sospecha sobre todos los ciudadanos de ascendencia árabe u otra que profesen la religión islámica. Tanto la ignorancia como el miedo han justificado una discriminación sin sentido. Cualquier ciudadano bien informado tiene claro que existe una nítida distinción entre los grupos terroristas siempre minoritariosy el resto de la población de los territorios desde los que

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Secundaria

TERRORISMO: LA VIOLENCIA EN UNA NUEVA ERA

Como expresión de violencia organizada, el terrorismo no es una novedad de la historia reciente. De hecho, para las generaciones que te anteceden, resultaba cotidiano escuchar o leer en la prensa los reportes de agencias noticiosas que informaban periódicamente acerca de ataques terroristas perpetrados por diversos grupos alrededor del mundo. Las operaciones del Ejército Republicano Irlandés en el Reino Unido o de los vascos de ETA en España, eran en otras décadas episodios tan conocidos para la opinión pública como lo son hoy para ti los ataques de Al Qaeda o la explosión de coches-bomba en territorio iraquí.

Sin embargo, tras los atentados sufridos por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, el terrorismo se convirtió –como nunca antes– en tema central de la política internacional. Si bien los ciudadanos del mundo estaban acostumbrados a presenciar estos actos de violencia y condenarlos con indignación, el hecho de que la nación más poderosa de la era contemporánea fuera vulnerada en su propio territorio, y de manera tan dramática cobrando la vida de miles de civiles inocentes, proyectó a toda latitud la sensación de permanente inseguridad. Quedaba claro que ningún país o región estaba libre de padecer los efectos del terrorismo. Dos hechos posteriores vinieron a confirmar este inquietante diagnóstico. El 11 de marzo de 2004, un atentado explosivo en la estación de trenes de Atocha, en Madrid, y un acto similar, al año siguiente, en el sistema de transporte público de Londres, hicieron evidente la vulnerabilidad de los dos aliados más visibles de Estados Unidos en su “guerra contra el terrorismo”.

¿Qué es el terrorismo?

En términos simples, podríamos definir el terrorismo como cualquier acto de violencia ejecutado para infundir miedo o terror en un grupo humano específico. Naciones Unidas –uno de los organismos más activos en el combate contra esta práctica– lo ha definido como “cualquier acto (…) destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo”.

Fuente: Convenio Internacional para la represión de la financiación del terrorismo.

Artículo 2. ONU, abril de 2005.

Los costos del terrorismo

Más allá de las evidentes y repudiables consecuencias asociadas a estos ejercicios de violencia (miles de víctimas fatales, centenares de heridos, miedo permanente), el terrorismo ha generado una serie de reacciones a nivel global que han terminado limitando las libertades de los ciudadanos y reactivando formas de discriminación que se creían medianamente superadas. Tal como sucedió en Estados Unidos tras el 11 de septiembre de 2001, el temor y la desconfianza generalizada han llevado a los gobiernos del mundo a hacer más rígidos sus sistemas de control internos, descuidando en muchos casos el respeto a derechos fundamentales, como el libre tránsito o la discrepancia ideológica. El endurecimiento de las normas de inmigración en los países que se sienten amenazados por el terrorismo, es también una muestra de que el miedo se ha instalado con fuerza en gran parte del mundo.

La discriminación también se ha acentuado tras la proliferación de atentados. El origen territorial y la filiación religiosa del grupo Al Qaeda –sin duda la célula terrorista más temida en la actualidad– ha tendido un injusto manto de sospecha sobre todos los ciudadanos de ascendencia árabe u otra que profesen la religión islámica. Tanto la ignorancia como el miedo han justificado una discriminación sin sentido. Cualquier ciudadano bien informado tiene claro que existe una nítida distinción entre los grupos terroristas –siempre minoritarios– y el resto de la población de los territorios desde los que

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operan o con quienes comparten religión y cultura.

Comprender y combatir… pero sin armas

¿Qué podemos hacer, como ciudadanos del siglo XXI, para combatir el terrorismo? En primer lugar, tomar distancia de las condenas instantáneas y detenernos a analizar las razones que subyacen a los ataques terroristas. Si bien ello no nos puede eximir del repudio a estas demostraciones de violencia, quizás descubramos que las causas de estos actos son más profundas de lo que a simple vista podemos percibir. La “guerra contra el terrorismo” promovida por Estados Unidos y sus aliados ha demostrado lo inútil que resulta responder con violencia a la violencia. Los miles de muertos civiles y militares son una prueba de ello. Aun cuando suene utópico, quizás sea más efectivo exigir, como ciudadanos, que los gobiernos centren sus energías y recurs os en combatir la pobreza, la exclusión social y la desesperanza en que hoy viven millones de personas en el mundo. Paralelamente, podemos participar en la construcción de sociedades tolerantes y que promuevan el entendimiento entre diversas culturas. Sin renunciar a nuestras diferencias, es posible y necesario tender puentes que atiendan a los reclamos de pluralidad en sociedades cada vez más heterogéneas. Así podemos combatir. Y sin armas.