Terapia de Juego Para Adultos Con Tid
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Integrantes: Carbajal Bocanegra,
Anthony E. Escobedo Castillo,
Andrea A.
“TERAPIA DE JUEGO PARA ADULTOS CONTRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVO”
ÍNDICE
INDICE
I. TRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVO
I.1.Trastorno de identidad disociativo
I.1.1. Características diagnósticas
I.1.2. Síntomas y trastornos asociados
I.1.3. Causas
I.1.4. Curso
I.2. Intervenciones terapéuticas en el tratamiento de los trastornos
disociativos
I.2.1. Integración como meta terapéutica global
I.2.2. Marco para el tratamiento ambulatorio
I.2.3. Terapia de grupo
I.3.Grupos de terapia de juego
I.3.1. Teoría de grupos y teoría de juego
I.3.2. El ciclo en movimiento: un paradigma para la terapia
grupal de juego con adultos
I.3.3. Intervención lúdica con juegos
II. TERAPIA DE JUEGO PARA ADULTOS CON TRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVO
II.1. Creencias terapéuticas actuales
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II.2. ¿Qué es la terapia de juego?
II.3. ¿Por qué se debería utilizar la terapia de juego como
método de tratamiento para los adultos con TID?
II.4. ¿Cuándo se debería utilizar la terapia de juego en adultos
con TID?
II.5. ¿Dónde se deberían llevar a cabo las sesiones de terapia
de juego con adultos con TID?
II.6. Cómo utilizar la terapia de juego en adultos diagnosticados
con TID
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
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I. TRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVO
I.1.Trastorno de identidad disociativo
El trastorno de identidad disociativo, antes llamado trastorno de personalidad
múltiple, consiste en la presencia de dos o más identidades o estados de
personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de
percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo). Al menos dos
de estas identidades o estados de personalidad controlan de forma recurrente
el comportamiento del individuo.
La disociación es un estado en el que una persona se separa de la realidad.
La persona con un trastorno de identidad disociativo es incapaz de recordad
información personal importante debido a que se trata de acontecimientos que
han ocurrido cuando otra de las identidades tenía el control.
Las personas con el trastorno de identidad disociativo (TID) quizá adopten
hasta 100 nuevas identidades, mismas que coexisten de manera simultánea.
En algunos casos, las identidades son completas, cada uno con su propio
comportamiento, tono de voz y gestos físicos. En otras instancias, sólo son
distintas algunas carateristicas, puesto que las identidades son sólo
parcialmente independientes. Por esta razón, el nombre del trastorno de
identidad disociativa (TID). (Durand, V. Barlow, D.2007)
I.1.1. Características diagnósticas
Según el DSM- IV-TR la característica esencial de este trastorno es la
existencia de dos o más identidades o estados de la personalidad (Criterio A)
que controlan el comportamiento del individuo de modo recurrente (Criterio B).
Existe una incapacidad para recordar información personal importante, que es
demasiado amplia para ser explicada a partir del olvido ordinario (Criterio C).
Esta alteración no es debida a los efectos fisiológicos directos de una sustancia
o a enfermedad médica (Criterio D). En los niños, los síntomas deben
diferenciarse de los juegos fantasiosos o de compañeros de juego imaginarios.
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El TID (personalidad múltiple) figura en la CIE-10 como un ejemplo más de
otros trastornos disociativos (de conversión). El DSM-IV y CIE-10 proponen
criterios diagnósticos para el trastorno de identidad disociativo prácticamente
idénticos.
A. Presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada
una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción,
interacción y concepción del entorno y de sí mismo).
B. Al menos dos de estas identidades o estados de personalidad controlan
de forma recurrente el comportamiento del individuo.
C. Incapacidad para recordar información personal importante, que es
demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.
D. El trastorno no es debido a los efectos fisiológicos directos de una
sustancia (p.ej., comportamiento automático o caótico por intoxicación
alcohólica) o a una enfermedad médica (p.ej., crisis parciales
complejas).
Se tiene como nota que en los niños, los síntomas no son atribuibles a
compañeros de juego imaginarios u otros juegos de fantasía.
El trastorno de identidad disociativo refleja un fracaso en la integración de
varios aspectos de la identidad, la memoria y la conciencia. Cada personalidad
se vive como una historia personal, una imagen, una identidad e incluso un
nombre distintos. Generalmente hay una identidad primaria con el nombre del
individuo, que es pasiva, dependiente, culpable y depresiva. Las identidades
alternantes poseen habitualmente diferentes nombres y rasgos que contrastan
con la identidad primaria (p.ej., son hostiles, dominantes y autodestructivas). En
circunstancias muy concretas el individuo pueden asumir determinadas
identidades que pueden diferir en la edad, el sexo, el vocabulario, los
conocimientos generales y es estado de animo. Las identidades alternantes se
presentan como si se controlaran secuencialmente, una a expensas de la otra,
pudiendo negar el conocimiento entre ella, ser críticas unas con otras e incluso
entrar en conflicto abierto. Ocasionalmente, una o algunas de las identidades
más poderosas pueden planificar el tiempo ocupado por las otras. Algunas
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veces, las identidades hostiles o agresivas pueden interrumpir las actividades o
colocar a las otras en situaciones desagradables.
Los individuos con este trastorno presentan frecuentemente lapsos de
memoria que afectan a su historia personal; estos lapsos pueden ser de
memoria remota o de memoria reciente. La amnesia es habitualmente
asimétrica. Las identidades más pasivas tienden a mostrar recuerdos más
limitados, mientras que las más hostiles controladoras y “protectoras” son
capaces de recuerdos más completos. Sin embargo, una identidad que no esté
actuando puede llegar a la conciencia (mediante alucinaciones visuales u
auditivas; p.ej., una voz que da instrucciones). La amnesia del individuo puede
constatarse por la explicación dada por sus familiares y amigos de los
comportamientos observados o por los propios descubrimientos del individuo
(p.ej., encontrar ropa que él no recuerda haber comprado). Puede existir
pérdida de memoria no solo durante periodos de tiempo recurrente, sino
también una pérdida total de la memoria correspondiente a gran parte de la
infancia, la adolescencia o incluso, a la edad adulta. A menudo, el estrés
psicosocial produce la transición de una identidad a otra. El tiempo que se
requiere para pasar de una identidad a otra es normalmente de unos segundos,
pero algunas veces esta transición se realiza gradualmente, los
comportamientos que se asocian frecuentemente con cambios de identidad
incluye en el parpadeo rápido, los cambios faciales, los cambios de voz o
conducta, o la disrupción en el curso del pensamiento del individuo. El número
de identidades que se ha podido registrar oscila entre 2 y más de 100. La mitad
de los acasos documentados hacen referencia a enfermos que presentan 10 o
menos de 10 identidades.
I.1.2. Síntomas y trastornos asociados
Las personas con trastorno de identidad disociativo por lo general refieren
haber padecido abusos físicos y sexuales, sobre todo durante la infancia. Sin
embargo, la exactitud de estos actos es polémica, ya que los recuerdos de la
niñez no son muy fiables y, además, los individuos con este trastorno tienden a
ser hipnotizables y especialmente vulnerables a todo lo que puede provocar
sugestión. Sin embargo, las informaciones comunicadas por los individuos que
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padecen TID acerca de antecedentes de abuso sexual o físico son a menudo
confirmadas por evidencias objetivas. Además las personas que han
perpetrados los abusos físicos y sexuales tienden a negarlos o a dar una
versión diferente. La gente con este trastorno puede manifestar síntomas
postraumáticos (p.ej., pesadillas, flashbacks, sobresaltos) o un claro trastorno
por estrés postraumático.
Asimismo, es posible que haya automutilación y comportamiento suicida y
agresivo. Algunos individuos presentan un patrón repetido de relaciones con
abusos físicos o sexuales. Algunas identidades manifiestan síntomas de
conversión (p,ej., seudoconvulsiones) o muestran capacidades poco habituales
para soportar el dolor u otros síntomas físicos. De igual modo, pueden
manifestar síntomas que cumplan los criterios para los trastornos del estado de
ánimo, los trastornos relacionados con sustancias, sexuales, del sueño y de la
conducta alimentaria. La automutilación, la impulsividad y los cambios
repentinos y aparatosos en las relaciones de estas personas pueden justificar
el diagnóstico de trastorno límite de la personalidad.
I.1.3. Causas
En la mayor parte de los estudios, se informa una elevada tasa de traumas
infantiles en los casos de TID (Gleaves ,1996; Ross, 1997 citado en Durand, V.
Barlow, D.2007). Putnam y colaboradores (1986, citado en Durand, V. Barlow,
D. 2007) examinaron 100 casos y descubrieron que 97% de los pacientes
habían experimentado un trauma significativo, comúnmente por abuso sexual o
físico. No todos los traumas son ocasionados por abusos de este tipo. Diversas
observaciones condujeron al amplio acuerdo de que el TID se arraiga en una
tendencia natural a huir o “disociarse” del efecto absolutamente negativo
asociado con el abuso grave .Parece tener relación también una falta de apoyo
social durante o después del abuso.
Las personas que padecen de TID nacen con una capacidad de disociación,
es decir, pueden separar sus propios recuerdos, sus percepciones y sus
identidades. Esta predisposición psicobiológica para disociar actúa como
mecanismo de defensa ante situaciones dolorosas provocadas por una infancia
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traumática, comúnmente por un abuso presentado repetidamente en esta etapa
y episodios de estrés postraumático.
El abuso sexual infantil es una de las causas principales del TID. El abuso
infantil puede causar distintos efectos a nivel mental como psicosis,
criminalidad, sociopatías, entre otros. Generalmente el abusador es uno de los
padres, familiares o cuidadores del niño, donde además de abusar también les
brindan amor y protección, por lo que el niño se encuentra en una situación
impredecible, desencadenando la disociación como mecanismo de defensa. Lo
anterior se conoce como apego desorganizado, donde el niño demuestra temor
hacia el adulto abusador y en otras ocasiones demuestra cariño y apego.
Entre las causas del trastorno de identidad disociativo también se destaca
una estructura familiar muy autoritaria, provocando temor en el individuo y
generando la aparición del trastorno. Los padres que prestan poca atención y
protección a sus hijos, o que no les permitían expresar enfado o agresividad,
pueden estar colaborando en provocar el TID.
El TID se asemeja mucho en su etiología al trastorno de estrés
postraumático. Ambas condiciones se caracterizan por fuertes reacciones
emocionales a la experiencia de un trauma grave. Pero no todo el mundo
tiende a experimentar el trastorno de estrés postraumático después de un
trauma grave. Solo los individuos que son biológica y psicológicamente
vulnerables a la ansiedad se hallan en riesgo de desarrollarlo e respuesta a
niveles moderados de trauma.
I.1.4. Curso
El TID parece tener un curso clínico fluctuante, que tiende a ser crónico y
recidivante. El tiempo promedio entre la aparición del primer síntoma y el
diagnóstico es de 6-7 años. Se han descrito tanto cursos episódicos como
continuos. El trastorno puede ser menos manifiesto cuando los individuos
tienen más de 40 años, pero puede volver a aparecer durante los episodios de
estrés, durante los acontecimientos traumáticos o durante el abuso de
sustancias.
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I.2. Intervenciones terapéuticas en el tratamiento de los trastornos disociativos
La experiencia clínica de muchos años ha demostrado que los pacientes que
padecen trastorno disociativo experimentan de manera rutinaria dolor
emocional y lucha significativos con funcionamiento y seguridad globales.
Encontrar técnicas terapéuticas con las cuales estabilizar el funcionamiento,
crear seguridad interna, aliviar el sufrimiento y promover el progreso del
tratamiento dentro de la estructura psicodinámica de la psicoterapia es
complicado para los médicos que tratan a esta población. Se han discutido
estrategias útiles de construcción de habilidades que se pueden emplear con
prudencia en el tratamiento, especialmente en los estadios precoces del
trabajo. Varias de estas intervenciones derivan de las terapias cognitivo-
conductual y de hipnosis clínicas y de la experiencia de especialistas que
trabajan en el campo del trauma y la disociación. Turkus J, y Kahler J. (2006)
han subrayado diez habilidades y técnicas clave que son útiles en los estadios
iniciales del tratamiento para pacientes que padecen trastornos disociativos.
Estas habilidades se exponen a continuación en la secuencia que se sugiere
tiene que aplicarse durante el tratamiento, empezando con los temas sugeridos
para la psicoeducación que proporcionan una comprensión básica de la
respuesta humana al trauma y el espectro disociativo, y el plan necesario para
establecer un tratamiento orientado por estadios. Esta intervención va seguida
por las habilidades de ir por pasos y de contención, y la conexión. Se incluyen
«hablar de ello» y los «encuentros internos», dos habilidades importantes y
específicas para trabajar con pacientes que padecen TID. Los pacientes en
todo el espectro de los trastornos disociativos tienen dificultades con la
representación traumática en forma de tendencia al suicidio, conductas
autolesivas y revictimización. Se discute un modelo de planificación de
seguridad secuenciada. La instalación de un «lugar de curación» interno es
valiosa porque tiene la connotación del poder del proceso de curación y da
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esperanza. Finalmente, llevar un diario y el material gráfico se incluyen como
estrategias terapéuticas.
Estas intervenciones terapéuticas de reforzamiento del yo pueden ayudar a
que el trabajo de la terapia proceda más rápidamente y con menos angustia
para el médico y para el paciente. Son habilidades y técnicas estratégicas útiles
que los médicos pueden aprender y aplicar prudentemente en el curso de la
psicoterapia con pacientes que padecen trastorno disociativo.
I.2.1. Integración como meta terapéutica global
Según Orengo, F. (2000) el paciente con un TID es una persona que se
experimenta a sí mismo o a sí misma, como poseyendo partes separadas de la
mente que funcionan con algún grado de autonomía. El paciente no es -desde
luego-, una colección de personas o personajes independientes que comparten
el mismo cuerpo. Los términos "personalidad" y "alter" (abreviatura ésta última
de personalidad alternativa), se refiere (en la terminología anglosajona), a
partes disociadas de la mente que influencian alternativamente la conducta de
los pacientes. Algunos clínicos prefieren términos como estado desagregado
del "self", parte de la mente o parte del self.
Siempre que sea posible, el tratamiento debe llevar al paciente hacia un
funcionamiento integrado. Aunque el terapeuta con frecuencia se dirige a las
distintas "partes" de la mente como si estuvieran separadas, el trabajo
terapéutico necesita construir un sentimiento intenso de interrelación o
vinculación entre las diversas personalidades alternativas. Por tanto, es
contraproducente estimular al paciente a crear personalidades alternativas
adicionales, urgir a personalidades alternativas a adoptar nombres cuando no
lo tienen, o estimular a que personalidades alternativas funcionen de una forma
más elaborada y autónoma de lo que ya de hecho lo están haciendo con el
paciente.
Es contraproducente decirles a los pacientes que ignoren o se deshagan de
personalidades alternativas. Del mismo modo, el terapeuta no debe mostrar
predilección entre las diversas personalidades alternativas o excluir de la
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terapia a las que no son agradables, aunque pasos de este tipo pueden ser
necesarios durante un periodo de tiempo en ciertos estadios del tratamiento.
I.2.2. Marco para el tratamiento ambulatorio
La modalidad óptima de tratamiento para el TID es la psicoterapia individual
ambulatoria. Aunque las sensaciones y preferencias del paciente necesitan ser
exploradas mientras se diseña y fundamenta un plan terapéutico, será el
terapeuta, no el paciente, el arquitecto del plan terapéutico. El número mínimo
de sesiones por semana deberá reflejar el estado funcional del paciente y su
estabilidad. La frecuencia mínima recomendada de sesiones por semana es,
para el paciente "medio" en manos de un terapeuta de experiencia y
habilidades estándar, de dos veces por semana. Algunas terapias,
especialmente con pacientes con un alto grado de motivación y fuerza, puede
realizarse con un ritmo semanal, bien con una sesión única prolongada o
simplemente con una sesión única de tiempo regular.
Algunos terapeutas en posesión de una considerable habilidad técnica y
talento terapéutico, son capaces de tratar muchos de los pacientes de este tipo
en psicoterapia de frecuencia semanal. Con algunos pacientes, una frecuencia
mayor de sesiones (hasta tres por semana), ayuda a mantener el nivel mejor
posible de conducta adaptativa, y (como alternativa de hospitalización), a
contener conductas disfuncionantes.
Para pacientes recién dados de alta de un tratamiento hospitalario, un
periodo de sesiones con una frecuencia más alta puede ser a veces necesario
para ayudarle a realizar el reajuste después del alta, debido la alta frecuencia
de sesiones que suelen darse en el tratamiento hospitalario. Si el ritmo es
mayor de tres veces por semana el terapeuta deberá tener en cuenta el riesgo
de contribuir a incrementar las tendencias regresivas del paciente creándose
una relación de dependencia entre el paciente y él o ella. Sesiones "maratón" o
prolongadas (es decir, sesiones superiores a 90 minutos), si se aplican, deben
ser programadas, estructuradas y deberán tener una finalidad específica; por
ejemplo un procedimiento terapéutico asistido por hipnosis (con motivo de la
elaboración de recuerdos traumáticos). Sesiones prolongadas pueden ser
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usadas del mismo modo de manera adecuada para la provisión de estructura y
soporte en el manejo de material difícil. También pueden estar indicadas
cuando las circunstancias fuerzan al paciente a acudir al terapeuta
irregularmente aunque para trabajar intensamente una vez allí.
Las opciones divergen sobre la duración del tratamiento. Informes antiguos
de carácter anecdótico sobre el resultado del tratamiento, demuestran que
después de 2 a 3 años de psicoterapia ambulatoria intensiva, los pacientes
pueden conseguir una condición relativamente estable en la cual no
experimentan un sentimiento de separación o escisión interna. Sin embargo, la
mayoría de los terapeutas considera una duración de tres a cinco años como
un tiempo recomendable e incluso mínimo, para el tratamiento de estos
pacientes, requiriendo algunos de los más complejos seis o más años de
psicoterapia ambulatoria, con frecuencia con ingresos breves cuando aparecen
crisis. En general, la duración del tratamiento varía con la complejidad de la
patología disociativa del paciente, prolongándose de presentar patología
severa del eje II o con otra comorbilidad psíquica significativa.
La orientación terapéutica más comúnmente citada es la psicoterapia de
corte dinámico, con frecuencia incorporando de forma ecléctica otras técnicas.
Por ejemplo, técnicas de terapia cognitiva pueden ser modificadas para ayudar
a los pacientes a explorar sistemas de creencias de base traumática y
personalidades alternativas disfuncionantes.
Sin embargo, los protocolos estandarizados de terapia cognitiva para la
depresión y ansiedad requieren ser modificados cuando se usan en el
tratamiento del TID (Putnam & Loewenstein 1993). Los usos o aplicaciones
más comunes de la hipnosis son para calmar, tranquilizar, contener y reforzar
el Yo.
El análisis de la conducta, o el condicionamiento operativo, no han demostrado
ser modalidades óptimas de tratamiento del TID. El condicionamiento aversivo
no está recomendado como procedimiento terapéutico debido a la posibilidad
de que dicha técnica guarde algún tipo de semejanza con experiencias de
abuso y maltrato experimentadas por el paciente en el pasado. Sin embargo,
técnicas de modificación de conducta pueden ser útiles cuando se le enseñan
al paciente como técnicas de autocontrol para el manejo de síntomas.
13
I.2.3. Terapia de grupo
Existen divergencias de opinión en lo que se refiere al papel que juega la
psicoterapia de grupo en el tratamiento del TID. No está considerada de
manera generalizada una modalidad de tratamiento viable y de primera
elección en el TID. Algunos creen que grupos limitados en el tiempo pueden
ser una ayuda suplementaria valiosa a una psicoterapia individual,
contribuyendo a aumentar un sentido de grupo opuesto al sentido de
aislamiento y ayudando a controlar los síntomas disociativos y los recuerdos
traumáticos. Grupos cuidadosamente estructurados con una relación
paciente/terapeuta alta, un objetivo terapéutico claramente determinado y
claras referencias temporales, parecen estar indicados.
Algunos han encontrado que grupos terapéuticos de finalización
indeterminada contribuyen a promover "acting-out's" entre los miembros del
grupo y no tienen un resultado positivo. Otros encuentran por el contrario, que
éste tipo de grupos han sido una ayuda eficaz a la psicoterapia individual,
particularmente cuando el coordinador del grupo estimula aspectos como las
relaciones extragrupales entre los miembros y los límites terapéuticos. Los
grupos de maratón (es decir superiores a 2-2.5 horas de duración), son
desestabilizantes para algunos pacientes con TID.
I.3.Grupos de terapia de juegoI.3.1. Teoría de grupos y teoría de juego
Desde hace largo tiempo, la psicoterapia occidental ha valorado los
grupos como una experiencia curativa para todos los tipos de adultos. Yalom
(1975) ha señalado que son capaces de: inculcar esperanza, promover un
sentido de pertenencia, impartir información, cultivar el altruismo, corregir las
huellas disfuncionales de la familia primaria, desarrollar habilidades sociales,
facilitar la socialización, modelar habilidades de relación, proporcionar apoyo
emocional y catarsis, ayudar a las personas a vincularse entre sí, y atender a
los problemas relacionados con el significado y propósito de la vida. Debido a
que los grupos siguen de manera natural etapas como formación, conmoción,
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regularización y ejecución; los adultos que participan en grupos que buscan
obtener alivio pueden recuperar una capacidad para unirse, hacer y respetar
acuerdos, lidiar con el conflicto y con las diferencias, sentirse como una parte
integral de algo, dar y recibir retroalimentación, y lograr la realización de lo que
se proponen.
Debido a que la dinámica del grupo tiene lugar cada vez que las personas
se reúnen, los fenómenos de formación de subgrupos, alianzas, chivos
expiatorios, revelación personal y estrategia de carácter puede surgir y recibir
la oportunidad de sanar en un grupo con orientación psicoterapéutica. Además,
Yalom (1975) y otros (Corey, 2000) proponen que los grupos atienden de
manera consciente e inconsciente a las tareas adultas de conocerse a uno
mismo a través de los ojos de otras personas, formar una membrana
permeable del “Sí mismo” que permite que ocurra el contacto íntimo y
satisfacer la necesidad adulta de conectividad y pertenencia.
La pertenencia a un grupo definido y consistente otorga miles de
oportunidades de aprendizaje social. Levy (1978) considera que el juego brinda
la oportunidad de participar en aprendizaje social sin temor a experimentar las
graves repercusiones que podrían ocurrir si uno intentara aprender las
habilidades sociales en el mundo normal “verdadero”. Bekoff y Allen (1998)
encuentran que el juego social tanto en humanos como en animales implica
“señales de juego”, posturas y ademanes no verbales que trasmiten las
intenciones de juego y ayudan a iniciarlo y continuarlo. Tanto la interpretación
como la transmisión de intenciones como “lo que sigue es juego, no agresión”
cimientan la confianza. Las señales de juego implican contacto visual, postura
corporal, expresión facial, acentuación de la voz, nivel corporal e invitación
verbal. Afina la capacidad para tener agudeza verbal y no verbal en la
señalización social. Al participar en el juego y practicarlo cuando niño, el
individuo aprende habilidades no verbales de comunicación esenciales y que
forman la base de un sentido adulto de ser capaz de interpretar las intenciones
de los demás y de transmitir las propias. El comportamiento no verbal continúa
formando el grueso de la comunicación a lo largo del ciclo vital. El juego adulto
puede ser un medio importante para refinar y extender de manera continua las
propias habilidades de lenguaje no verbal. Es posible que la terapia de juego
con adultos permita recuperar las capacidades perdidas de interpretación y
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transmisión de señales de juego, las que en ocasiones han sido obstruidas
debido al trauma y al descuido.
Lewis (2000) considera que el juego social desarrolla el cerebro social: la
neocorteza, el área del cerebro que alberga el razonamiento social, es mayor
en las especies que participan en tal tipo de juego.
La mayoría de los investigadores informa que los adultos juegan mucho
menos que los niños, pero es posible que este hallazgo refleje una falta de
comprensión acerca de la naturaleza del juego adulto. En la infancia, el juego
es principalmente autónomo, lo cual significa que es observable como una
entidad independiente en tiempo y espacio; sin embargo, en los adultos, se
vuelve algo más subordinado. Esto significa que, como adulto, el individuo es
capaz de hacer muchas cosas propositivas y productivas de manera lúdica,
mezclando la seriedad y la frivolidad en la misma actividad a una tasa mucho
mayor que los niños. Los adultos participan en menos juego autónomo que los
niños, pero las razones para esto pueden ser que, a medida que uno envejece,
se torna más diestro en tareas múltiples del desarrollo –uno es capaz de reír
mientras conduce un automóvil, de bailar mientras aspira la alfombra y de
bromear mientras ajusta su presupuesto–.
I.3.2. El ciclo en movimiento: un paradigma para la terapia grupal de juego con adultos
Como lo sugiere el nombre, el proceso de obtención de alivio implica un
ciclo o espiral de acontecimientos. La naturaleza espiral de la obtención de
alivio permite que el individuo se oriente hacia la salud como un proceso
continuo y refuerza el concepto que no existe un punto final, ninguna “meta
final”, sino sólo estados de flujo cada vez más satisfactorios y nutricios.
La curación, el crecimiento y la transformación parecen ocurrir en cuatro
fases, cada una de las cuales debe resolverse con éxito para que ocurra la
siguiente. Con frecuencia uno avanza momentáneamente a la siguiente fase y
después regresa a la anterior para completarla; es posible ver estas etapas en
la curación física, emocional, cognitiva y transpersonal/espiritual. Las fases son
iguales y todas implican una recuperación del juego tanto autónomo como
subordinado.
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Conciencia es el primer paso dentro del Ciclo en movimiento. Inicia a
medida que comienza la terapia grupal de juego y también cuando empieza
cada sesión. La conciencia limitada hace que las personas acudan a terapia,
cuando se dicen “Algo está pasando y quiero ver de qué se trata”. Uno se
impulsa hacia la salud cuando algo que estaba almacenado en la oscuridad
debe ser expuesto a la luz. El individuo gravita hacia otros cuando necesita
obtener alivio a través de la presencia de los demás.
La primera fase implica enfocar nuestra atención en nuestras
sensaciones, sentimientos y pensamientos que no habíamos reconocido antes.
La conciencia es una especie de luz, y cuando uno crea un rayo de luz y lo
apunta sobre alguna parte de su existencia, ocurre la atención. Si se comienza
el juego de la manera en que la naturaleza lo diseñó, con la práctica de prestar
atención a las propias experiencias físicas, emocionales y cognitivas, se da
forma a un rico sustrato de conciencia. La atención consciente es, en sí misma,
uno de los principales componentes de la salud y la transformación, la primera
fuente de energía necesaria para el viaje curativo.
Charles Darwin (1872/1998) afirmó que la atención o concentración
consciente sobre cualquier parte del cuerpo produce algún efecto directo sobre
ella. En la fase de Conciencia ocurre un cambio percibido (Gendlin, 1979)
cuando la persona deja que su atención fluya o se enfoque sobre las
cualidades menos discutibles, más concretas, de su cuerpo y su experiencia de
los cuerpos de otras personas. Este juego libre de la atención estimula el flujo
cognitivo, la elasticidad emocional y la alerta física, y permite avanzar a la
segunda fase del Ciclo en movimiento.
A continuación prosigue la Apropiación de aquello que ha surgido. La
atención de alta calidad saca a la luz las cosas ocultas y la fase de Apropiación
se trata de tomar esos sentimientos y pensamientos revelados y trabajar de
manera directa con ellos dentro del grupo. La fase de Apropiación la idea de
Einstein que es necesario cambiar la conciencia para resolver los problemas.
En la fase de Apropiación, el individuo utiliza los elementos de juego para
descender o ascender fuera de los patrones de relación a los que está
acostumbrado, lo cual altera su conciencia hasta que surgen nuevas soluciones
de relación. El individuo asume una profunda responsabilidad personal sobre
uno mismo y acerca de lo que el grupo presenta. Porque es a partir de esta
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“capacidad para responder” que el material revelado y que proviene del
inconsciente, es capaz de cambiar de algo que aumenta su poder. La
apropiación genera la energía, la siguiente fuente de combustible, para
relacionarse de manera sincera; proporciona autoeficacia y un locus de control
interno. En este momento, uno dice las verdades más profundas posibles
acerca de su propia experiencia; evita la interpretación y depende del sustento
primario de la descripción. Es a través de la descripción que se hace posible
acercarse a aquello que es real y verdadero. Cuando se hace esto dentro de un
grupo, crea intimidad, pertenencia y alivio social.
La fase de Conciencia se refiere a un cambio de atención. La fase de
Apropiación es acerca de un viraje en intención. Uno hace un compromiso con
el momento emergente y este se vuelve más importante que el viejo patrón.
Cuando un grupo juega reunido en una atmósfera de apropiación, los
cuerpos se relajan y ocurre la satisfacción, que es el patrimonio del juego. El
individuo regresa en conjunto a un estado de mayor totalidad. La tercera fase
comienza a medida que uno aprende a tolerar y moverse con esta satisfacción.
Marianne Williamson lo llamaría un regreso al amor (1992); la cual se
denomina fase de Apreciación, ya que este momento requiere que se aprecie,
abrace, sostenga y acaricie la recién descubierta capacidad de relación.
Después de los esfuerzos de la apropiación, los individuos se vinculan unos
con otros y ocupan el tiempo saludándose y cuidando mutuamente.
La fase de Apreciación forma las piezas esenciales de una relación
vinculada. Si uno consigue manejar cualquier experiencia que tenga, entonces
no tendrá que defender o controlar su relación con los demás. Cuando el
individuo permanece en un diálogo consigo mismo, será capaz de lograr un
diálogo íntimo con los demás. Las conductas lúdicas en la fase de Apreciación
recuperan los estilos de juego social de los que habló Fred Donaldson en
Playing by Heart (1993).
La cuarta etapa es de Acción y encamina al individuo a la verdad muy
real de que ahora es necesario dejar la habitación de terapia y regresar a su
vida cotidiana. Cuando se ha completado la etapa de Apreciación, el grupo
experimenta un alivio interno. Para que este alivio sea permanente, debe
encontrar un sitio en el ambiente externo. Esta fase se refiere a la transición al
mundo exterior y a una intención de manifestarse de manera diferente dentro
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de él. Quizá el individuo camine de modo más relajado; tal vez se ha
desvanecido un poco la renuencia a revelarse a sí mismo. Es preciso practicar
este cambio e incluirlo dentro del repertorio conductual o de otro modo se
disuelve, al igual que todos los sueños e impulsos.
El ciclo en movimiento, a través de una secuencia ordenada, es distinto
para cada persona y cada grupo es cada situación. Toda persona cursa
muchos ciclos en movimiento dentro de su vida, algunos de los cuales sólo
requieren unos momentos y otros que se completarán en el lecho de muerte.
Cada fase libera una porción de energía y aplica la obtención del alivio, el
crecimiento y la creatividad.
I.3.3. Intervención lúdica con juegos
El uso de los juegos en la terapia lúdica es un aspecto esencial del
desarrollo social; Reid (1993) destaca la naturaleza dual de éstos, observable
tanto en niños como en adultos, en la que coexisten la diversión y una
sensación de seriedad. Tal dualidad ofrece posibilidades únicas para una
intervención psicoterapéutica.
En comparación con el juego libre, los juegos requieren de mayor control
afectivo, intelecto y habilidades sociales, además de que con frecuencia hacen
un paralelo con la “vida real”. Muchos teóricos, incluyendo a Piaget (1962), han
sugerido que la exposición repetida a los juegos desempeña una función
central en la socialización de los niños, ya que fomenta habilidades como
seguimiento de reglas, imparcialidad, toma de turnos, el ser un buen ganador o
perdedor, y conductas cooperativas y competitivas (Reid, 1993). Serok y Blum
(1983) describen a los juegos como situaciones vitales miniaturizadas en donde
los elementos básicos de la socialización (conformidad con reglas, aceptación
de normas grupales y control de la agresión) son los componentes integrales
del proceso lúdico. Además, los juegos son actividades naturales y placenteras,
y tienen una especial importancia para los niños y adultos a quienes se les
dificulta experimentar placer.
Shaefer (1993) describe el juego como intrínsecamente motivador, sin
necesidad de presión ni de recompensa de fuentes externas. También
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caracteriza al jugar como tan absorbente y fascinante que es frecuente que el
paciente pierda conciencia del tiempo y de sus alrededores. Aunque está
escribiendo acerca de los niños, lo mismo se puede decir de los adultos ya que,
de hecho, el juego adulto está representado por un ilimitado mercado de equipo
deportivo, artefactos electrónicos, materiales artísticos y de manualidades,
juegos de mesa creativos y demás.
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II. TERAPIA DE JUEGO PARA ADULTOS CON TRASTORNO DE IDENTIDAD DISOCIATIVO
II.1. Creencias terapéuticas actuales
Se han creado herramientas de diagnóstico para ayudar a mitigar los
problemas en el diagnóstico del TID entre ellas se hallan la Dissociative
Experience Scale (DES, Escala de experiencia disociativa), el Dissociation
Questionnaire (Cuestionario de Disociación), el Questionnaire of Experiences of
Dissociation (Cuestionario de Experiencias de Disociación), y entrevistas
informales y estructuradas para la identificación del trastorno. La meta del
tratamiento es otra fuente de polémica que rodea al TID; aún así, la mayoría
concuerda que la integración o, al menos, un alejamiento de la escisión, es la
dirección sugerida de la terapia.
Es frecuente que los clínicos escriban acerca de los pasos del proceso
terapéutico; Braun (1986) alude a ellos como las “13 consideraciones
psicoterapéuticas básicas del TPM”:
1. Desarrollo de confianza.
2. Realización y comunicación del diagnóstico.
3. Comunicación con cada estado de personalidad.
4. Realización del contrato.
5. Reunión de la historia.
6. Trabajo con los problemas de cada estado de personalidad.
7. Ejecución de procedimientos especiales.
8. Desarrollo de la comunicación entre personalidades.
9. Logro de resolución/integración.
10.Desarrollo de nuevas conductas y estrategias de afrontamiento.
11.Creación de redes sociales y uso de sistemas sociales de apoyo.
12.Solidificación de ganancias.
13.Seguimiento.
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Se han sugerido muchas modalidades de tratamiento diferentes para
utilizarse con conjunto con la psicoterapia individual. Estos tratamientos
adicionales, incluyen terapia de grupo, terapias expresivas (arte, poesía,
movimiento, psicodrama, música), terapia familiar, psicoeducación,
farmacoterapia, tratamiento interno, hipnoterapia, terapia ocupacional y terapia
de juego.
II.2. ¿Qué es la terapia de juego?
Gardner (1993) escribe: “La terapia de juego se puede definir como un
proceso interpersonal en donde un terapeuta entrenado aplica los poderes
curativos del juego de manera sistemática para ayudar a los pacientes a
resolver sus dificultades psicológicas”. De manera similar, O’Connor (2000)
afirma:
La terapia de juego consiste de un agrupamiento de modalidades de
tratamiento que implican el uso sistemático de un modelo teórico a fin de
establecer un proceso interpersonal en el que terapeutas de juego para ayudar
a los pacientes a prevenir o resolver dificultades psicosociales y obtener un
crecimiento y desarrollo óptimos, así como el restablecimiento de la capacidad
del niño para participar en conductas lúdicas, como se les define de manera
clásica.
En general, la terapia de juego se define como una modalidad terapéutica
que utiliza los beneficios del juego a fin de facilitar el tratamiento con un énfasis
en la relación entre terapeuta y paciente. Por este medio, método, el terapeuta
adquiere información y comprensión del paciente comunicándose por medio del
juego.
II.3. ¿Por qué se debería utilizar la terapia de juego como método de tratamiento para los adultos con TID?
Una razón proviene del punto de vista humanista en cuanto a que todos
los pacientes se deben aceptar exactamente como son. En mucha de la
literatura acerca del TID existe amplia discusión acerca de la importancia de
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conocer y comprender las diferentes partes de una persona diagnosticada con
TID. Mientras más información logren obtener el terapeuta y el paciente acerca
de los álteres, más podrán entender a la persona total y la forma en que el
trastorno se ha manifestado. Munro (2000) proporciona la siguiente información
en el sitio Healing Hopes de la Red a las personas con TID acerca de conocer
sus diferentes partes:
Es importante llegar a conocer las partes internas porque son parte de
usted y afectan la manera en que usted es, cómo se siente y cómo actúa.
Llegar a conocer las partes dentro de usted mismo también puede enriquecer
su vida. Es posible que se encuentre a sí mismo viendo las cosas desde un
punto de vista diferente, o que obtenga insights acerca de las razones por las
cuales usted o sus partes internas actúan de determinada manera. Sus partes
internas conservan su historia, sus experiencias y algunas de sus emociones,
por lo que son un aspecto esencial de usted mismo que no debería ignorar –
ignorarlas es ignorarse a sí mismo.
La naturaleza no directiva de la terapia de juego también es ventajosa al
trabajar con adultos diagnosticados con TID. Con toda la polémica que rodea a
la alteración del TID y la especulación de que los álteres son creaciones de los
terapeutas, es de máxima importancia evitar crear algo que no existe. La
naturaleza no directiva de la terapia de juego suministra una vía para que el
terapeuta escuche al paciente y éste tenga la oportunidad de que se le escuche
y comprenda como es. El paciente dirige las sesiones y presenta información
tanto que éste refleja acerca de lo que el paciente ya ha comunicado. Lo
anterior entra en el marco de las “Pautas de tratamiento” establecidas por la
International Society for thr Study of Dissociation (1997).
II.4. ¿Cuándo se debería utilizar la terapia de juego en adultos con TID?
La disposición del consultorio facilita la creación del escenario autodirigido
de toma de decisiones: el consultorio que se encuentre al final de un pasillo y el
cuarto de juegos al otro extremo. Cuando se inicia el horario de la sesión, se
les permite escoger el cuarto que les gustaría utilizar ese día. Se ha encontrado
que el alter infantil siempre decide utilizar el cuarto de juegos y que está
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emocionado de encontrarse con ese ambiente; no se les fuerza a los pacientes
a tomar una decisión ni ha establecer el cuarto de juegos de manera directiva.
Cada sesión será no directiva, pero extremadamente reveladora, a medida que
su proceso se desenvuelve en forma natural. No se incorpora el método de la
terapia de juego hasta sentir que se ha establecido una base sólida de
confianza con las personalidades huéspedes.
II.5. ¿Dónde se deberían llevar a cabo las sesiones de terapia de juego con adultos con TID?
La elección evidente sería dentro de un cuarto de juegos establecido para
terapia de juego. Los juguetes o materiales de la terapia de juego incluyen un
arenero o bandeja de arena, figuras de plástico (personas y animales),
muñecos, casa (s) de muñecas, carros y camiones, títeres, equipo médico,
teléfonos, juegos de mesa sencillos, pelotas suaves, arcilla o plastilina,
crayones y marcadores, papel, ropa para disfrazarse y una bolsa inflable para
golpear. Es necesario tener cierta variedad e incluir juguetes que facilitan
diferentes tipos de juego, entre ellos agresivo o nutricio, de role play o fantasía,
y creativos o basados en reglas. Sin embargo, no es necesario tener todo tipo
de juguete ya que es posible crear artículos a lo largo de la sesión de terapia
de juego. Si no existe un cuarto de juegos adecuado disponible, es fácil
convertir un consultorio “normal” en un cuarto para jugar si se tiene a la mano
una bolsa o caja preparada con algunos materiales de juego. Es importante
crear un ambiente cálido e invitante.
Siempre se debe tomar en cuenta la seguridad y la confidencialidad, de
modo que es importante considerar qué tan a prueba de sonidos es el cuarto,
eliminar cualquier artículo que pudiera ser peligroso y asegurarse que hay
espacio suficiente para moverse con los juguetes disponibles. Cuando cree un
cuarto de juegos, nunca se debe incluir cosas que no se quiera que se rompa,
quizás hallan conductas intencionales de gran valor terapéutico cuando se
discuten en la sesión. Siempre se deben establecer fronteras y límites para la
conducta apropiada dentro del cuarto de juegos, sin embargo, el paciente
puede traspasarlas en cualquier momento a través de conductas de acting out.
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II.6. Cómo utilizar la terapia de juego en adultos diagnosticados con TID
Es importante establecer un sólido rapport con los pacientes huéspedes
antes de utilizar la terapia de juego como opción de tratamiento. Si se inicia la
terapia de juego de manera precipitada antes de que se forme una relación
sólida, es posible que el paciente no se sienta cómodo con el uso de una
opción de tratamiento no tradicional para adultos. Como con casi todo en la
terapia, elegir el momento adecuado (el timing) lo es todo: cuando parezca que
es el adecuado, considere la opción de la terapia de juego con el paciente.
La primera vez que se entra en el cuarto de juegos, se establecen las
reglas fundamentales y se explica de qué trata la terapia. Las reglas
fundamentales son como la confidencialidad, límites de tiempo y reglas del
cuarto de juego. Son pocas: a) los pacientes no se pueden herir a sí mismos, ni
a los demás, b) los pacientes no pueden herir al terapeuta de manera
intencional, c) el paciente no puede dañar los juguetes de manera intencional.
Y d) todos los juguetes deben permanecer en el cuarto de juegos. Examinar las
reglas y las expectativas le da estructura y límites a los pacientes, que es
esencial para la creación de la seguridad en la relación y en el proceso.
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CONCLUSIONES
El trastorno de identidad disociativo, antes llamado trastorno de
personalidad múltiple, consiste en la presencia de dos o más identidades
o estados de personalidad reflejando un fracaso en la integración de
varios aspectos de la identidad, la memoria y la conciencia. El trastorno
de identidad disociativo (TID) es causado por la interacción de factores
biológicos y ambientales. Este trastorno no aparece en la edad adulta,
sino que tiene sus inicios en la infancia.
Siempre que sea posible, el tratamiento debe llevar al paciente hacia un
funcionamiento integrado.
Existen divergencias de opinión en lo que se refiere al papel que juega la
psicoterapia de grupo en el tratamiento del TID. Grupos cuidadosamente
estructurados con una relación paciente/terapeuta alta, un objetivo
terapéutico claramente determinado y claras referencias temporales,
parecen estar indicados.
El poder del grupo era el poder y belleza inherentes en el juego mismo,
el jugar es una fuerza reparadora. El crecimiento existe en la alegría y
en la risa, y el cambio requiere de más que penar, tristeza e
introspección dolorosa. La idea de utilizar juguetes y juegos con adultos
proporciona un atajo para llegar al niño lastimado que se encuentra
oculto en las profundidades de la persona adulta.
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REFERENCIAS
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CA: Wadsworth/Thomson Learning.
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Schaefer, C (2005). Terapia de juego con adultos. México: El Manual Moderno.
Turkus, J. Kahler, J. (2006). Intervenciones terapéuticas en el tratamiento de
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CENTER: Posttraumatic Disorders Program, The Psychiatric Institute of
Washington, D.C., 4228 Wisconsin Avenue, NW,Washington, DC 20016,
USA.
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