Teoría y Praxis en Adorno

2
Laura Meneses Pineda-Universidad de Antioquia La ausencia de pensamiento en la praxis y la falsa concepción que de esta se tiene han hecho de la praxis una praxis ilusoria que no hace más que reproducir, sin siquiera percatarse, lo siempre igual. La relación praxis/teoría guarda la misma relación sujeto/objeto. De esta manera, la relación praxis/teoría debe ser entendida como una relación dialéctica: “Si teoría y praxis no son inmediatamente uno, ni absolutamente distintas, entonces su relación es una relación de discontinuidad.” 1 Dicha relación no se encuentra pues en la unidad de la identidad, sino que por el contrario, se encuentra en el movimiento de la diferencia. De esta manera, para comprenderla se hace necesario diferenciar la praxis que guarda dicha relación con la teoría, de la praxis espontánea que, por el contrario huye de ésta. La última es entendida como una seudoactividad o praxis ilusoria. La teoría perteneciente a aquélla es ciega, no guarda relación con el objeto. Comparada con el delirio y la locura, se encuentra encerrada en su subjetividad, determinada por lo objetivo. La racionalidad a la cual responde es la racionalidad de lo siempre igual, que no toma distancia de ello para realizar una crítica. La teoría, por el contrario, en tanto el sujeto –de dicha teoría- es a la vez objeto e incide sobre éste, es práctica. Esto es, en tanto es conciente de su determinación objetiva y al pensarla se piensa a su vez a sí mismo, es decir, en tanto es autoconsciente, es práctico. Puesto que resiste a su determinación es un acto de resistencia. De esta manera logra guardar distancia y cierta independencia de lo objetivo: se sabe determinado por este. Por el contrario, la praxis ilusoria, que vive en la ilusión de la absoluta separación sujeto/objeto no percibe su determinación por lo objetivo, sin percatarse así de la eterna reproducción de lo igual. Su carencia de objeto se ve determinada por el conjunto del sistema social; su actuar es la reproducción del mismo. Siguiendo esto, el pensar, en cuanto que no se somete a dicha reproducción inconsciente, siendo “irrecusablemente real en medio de la realidad” 2 , resulta más práctico, que la praxis ya concebida. Para que una praxis no sea considerada como tal debe haber un sujeto autoconsciente que la ejecute. Puesto que, dado que el sujeto se encuentra determinado por lo objetivo, esto es, por las condiciones sociales, su praxis responde a su vez a dicho determinismo. Así, sólo mediante un alejamiento y una reflexión crítica será posible realizar una praxis que no reproduzca las dinámicas sociales ya existentes. Sin embargo, estando determinada por lo objetivo responde con las mismas fuerzas. En su no conciencia, reproduce la barbarie. Actuando espontáneamente, sin mediación del pensamiento, responde con el mismo recurso de la realidad a la cual critica: la violencia. La ilusión, siendo el alimento de la praxis espontánea, supone un sujeto libre que puede cambiar las condiciones sociales. Olvidando, en primera instancia, que la praxis individual en nada afecta a lo universal. La praxis ilusoria que cree ser pensada, por el contrario, se erige sobre la supresión de pensamiento, condicionada por la dinámica pulsional. Las dinámicas dentro de los grupos que ejercen dicha práctica son relacionadas, por Adorno, con las prácticas de las condiciones sociales a las cuales critican. Así, el antiautoritario 1 Theodor W. Adorno, Notas marginales sobre teoría y praxis, Pág. 184. 2 Adorno, Op. Cit, pág.166.

description

.

Transcript of Teoría y Praxis en Adorno

Page 1: Teoría y Praxis en Adorno

Laura Meneses Pineda-Universidad de Antioquia

La ausencia de pensamiento en la praxis y la falsa concepción que de esta se tiene han hecho de la praxis una praxis ilusoria que no hace más que reproducir, sin siquiera percatarse, lo siempre igual. La relación praxis/teoría guarda la misma relación sujeto/objeto. De esta manera, la relación praxis/teoría debe ser entendida como una relación dialéctica: “Si teoría y praxis no son inmediatamente uno, ni absolutamente distintas, entonces su relación es una relación de discontinuidad.”1 Dicha relación no se encuentra pues en la unidad de la identidad, sino que por el contrario, se encuentra en el movimiento de la diferencia. De esta manera, para comprenderla se hace necesario diferenciar la praxis que guarda dicha relación con la teoría, de la praxis espontánea que, por el contrario huye de ésta. La última es entendida como una seudoactividad o praxis ilusoria. La teoría perteneciente a aquélla es ciega, no guarda relación con el objeto. Comparada con el delirio y la locura, se encuentra encerrada en su subjetividad, determinada por lo objetivo. La racionalidad a la cual responde es la racionalidad de lo siempre igual, que no toma distancia de ello para realizar una crítica. La teoría, por el contrario, en tanto el sujeto –de dicha teoría- es a la vez objeto e incide sobre éste, es práctica. Esto es, en tanto es conciente de su determinación objetiva y al pensarla se piensa a su vez a sí mismo, es decir, en tanto es autoconsciente, es práctico. Puesto que resiste a su determinación es un acto de resistencia. De esta manera logra guardar distancia y cierta independencia de lo objetivo: se sabe determinado por este. Por el contrario, la praxis ilusoria, que vive en la ilusión de la absoluta separación sujeto/objeto no percibe su determinación por lo objetivo, sin percatarse así de la eterna reproducción de lo igual. Su carencia de objeto se ve determinada por el conjunto del sistema social; su actuar es la reproducción del mismo. Siguiendo esto, el pensar, en cuanto que no se somete a dicha reproducción inconsciente, siendo “irrecusablemente real en medio de la realidad”2, resulta más práctico, que la praxis ya concebida. Para que una praxis no sea considerada como tal debe haber un sujeto autoconsciente que la ejecute. Puesto que, dado que el sujeto se encuentra determinado por lo objetivo, esto es, por las condiciones sociales, su praxis responde a su vez a dicho determinismo. Así, sólo mediante un alejamiento y una reflexión crítica será posible realizar una praxis que no reproduzca las dinámicas sociales ya existentes. Sin embargo, estando determinada por lo objetivo responde con las mismas fuerzas. En su no conciencia, reproduce la barbarie. Actuando espontáneamente, sin mediación del pensamiento, responde con el mismo recurso de la realidad a la cual critica: la violencia.

La ilusión, siendo el alimento de la praxis espontánea, supone un sujeto libre que puede cambiar las condiciones sociales. Olvidando, en primera instancia, que la praxis individual en nada afecta a lo universal. La praxis ilusoria que cree ser pensada, por el contrario, se erige sobre la supresión de pensamiento, condicionada por la dinámica pulsional. Las dinámicas dentro de los grupos que ejercen dicha práctica son relacionadas, por Adorno, con las prácticas de las condiciones sociales a las cuales critican. Así, el antiautoritario reproduce el sistema del autoritario: “cosifican su propia psicología y esperan de quienes les hacen frente una conciencia cosificada.”3 El reconocimiento en un grupo, la publicidad que en él se hace, la moralidad de “solidaridad” con la cual es manipulado, les hace pertenecer y volverse uno con dichos grupos de acciones espontáneas, perdiendo así su subjetividad. Así, aquellos que violentamente protestan se asemejan a aquellos contra quienes protestan en la ausencia de introspección. Ambos, están arrojados a acciones espontáneas. Aquello que critican es reproducido, proceden con el mismo instrumentalismo burgués, actúan con la misma violencia, manipulan de igual manera con el discurso que deviene propaganda: no son, pues, más que reproducción.

Cuando la unidad entre teoría y praxis se concibe desde la identidad, creyendo que la teoría debe erguirse para su aplicación práctica, se la ata y, por ende, se le priva de la distancia que le permite –por esto- ser crítica. Así, en tanto la praxis es concebida en una supuesta unidad con la teoría se arroba a la ilusión de praxis transformadora, transformación de un mundo que no ha sido aún interpretado. Sin tener en cuenta que en tanto el objeto deseado por el sujeto se encuentra mediado por el conjunto del sistema social, la praxis no es crítica y requiere por esto del acompañamiento de la teoría que, por su parte, sí es consciente de dicha mediación y determinación. La praxis supone, además, un actor libre y autónomo que no existe. Siendo así, para que haya entonces una praxis es necesario que haya antes un sujeto de la praxis. Y mientras éste no se configure como consciente de su determinación, mientras no pierda el velo de la completa escisión entre sujeto y objeto y no se conciba como un sujeto, a su vez objeto, mediado por las condiciones sociales, no puede dar cabida a una praxis liberadora. Como consecuencia, sin un sujeto que guarde distancia y cierta independencia de lo objetivo, no hay lugar para una verdadera praxis. Pero además, sin una praxis que pueda ser concebida bajo una teoría (que no sea a su vez concebida bajo una praxis), es decir, sin una relación de discontinuidad –sin por esto dejar de ser relación- no puede tampoco haber praxis. Así pues la praxis no es praxis verdadera en cuanto que, primero, no guarda relación con el objeto y, segundo, no tiene un sujeto que la ejerza. Es entonces una praxis sin sujeto y sin objeto.

1 Theodor W. Adorno, Notas marginales sobre teoría y praxis, Pág. 184.2 Adorno, Op. Cit, pág.166.3 Adorno, Op. Cit, pág. 179