Teologìa de la creación

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UNIVERSIDAD CATÓLICA REDEMPTORIS MATER TALLER DE SINTESIS TEOLÒGICA TEM: TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN Docente: Carlos Obando Realizado por: Max Jerez Meza Reyna Nicoya Mendoza 1

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Síntesis teológica sobre la doctrina de la Creación

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UNIVERSIDAD CATÓLICA

REDEMPTORIS MATER

TALLER DE SINTESIS TEOLÒGICA

TEM: TEOLOGÍA DE LA CREACIÓN

Docente: Carlos Obando

Realizado por: Max Jerez Meza

Reyna Nicoya Mendoza

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Managua, Nicaragua

Introducción

La creencia judeo-cristiana de la creación es hoy una de las doctrinas más cuestionadas desde los diversos ámbitos tanto religiosos como científicos. La gran cantidad de imágenes que acompañan los relatos de la creación y sus innumerables símbolos han creado en la conciencia actual cierta desconfianza acerca de la veracidad de los relatos y por tanto de la postura creacionista.

Pese a los intentos de distintos teólogos y científicos de demostrar que las posturas científicas y religiosas aportan grandes luces a la hora de hablar de la creación y origen del universo, existe una descalificación total de las ciencias teológicas al respecto y aparecen como teorías ya superadas y dignas de poca fiabilidad.

Tal descredito no sería significativo si el origen del universo no involucrara algo tan serio como el origen mismo de la humanidad. En el culmen de la creación se encuentra pues el hombre, su esencia y su vocación primera, por tanto la enseñanza creacionista aborda desde su origen el sentido de la existencia humana, su origen y su fin último.

Debido a lo ya expresado, este trabajo pretende abordar la temática de la creación desde una perspectiva teológica que dé respuestas a las constantes interrogantes acerca del tema, contraponiéndolas al pensamiento y perspectivas modernas y haciendo notar las similitudes y campos específicos de cada ciencia.

Se abordará además el tema del hombre, en su esencia y su totalidad como ser creado, y consecuentemente el pecado que se introdujo en los orígenes de la creación misma y que afecta al hombre en su propia naturaleza.

No se puede dejar de lado el estudio de la dignidad del hombre y su relación con Dios, que lo pone en la sima de la creación y en un lugar privilegiado entre todas las criaturas, sobre todo cuando esa dignidad es más cuestionada que nunca ante los intentos racionalistas y modernos que hacen ver al hombre en la misma escala que cualquier otro animal con quienes mantendría su única diferencia en el uso de la razón. Así el hombre ya no aparece sobre la creación, sino como uno más entre todas las criaturas.

Para concluir, todo esto será abordado con base en la Antropología Teológica y recurriendo a sus fuentes principales: las sagradas escrituras, la tradición viva de la Iglesia y el magisterio, que ayudarán a darle un enfoque actual, claro y conciso a

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cada uno de los temas abordados, además de ser iluminados con el saber antropológico de la Iglesia.

I. Teología de la Creación

Perspectiva general

Creación es un término común a la mayor parte de las religiones quienes atribuyen la creación del mundo a algún tipo de divinidad. Los relatos acerca del origen del mundo suelen estar cargados de muchos simbolismos y varían dependiendo de la cultura en la que se desarrollaron, sin embargo todos tienen la finalidad común de dar a conocer el origen primero del universo.

Para la cristiandad es considerada un tratado y parte de la dogmática cristiana que se ocupa del origen del mundo y del hombre. El creacionismo basa su estudio en la afirmación de que el mundo, el hombre y todo lo que existe fueron creados por Dios partir de la nada y sin necesidad de una materia preexistente.

En contraposición con las antiguas concepciones filosóficas griegas que partían de una concepción empírica y racional, el tratado de la creación tiene sus bases fundamentales en los escritos del libro del Génesis y por tanto forma parte de la verdad revelada por Dios a los hombres, lo que convierte la creación en un misterio de Fe.

Creación en los escritos del Antiguo Testamento

Al igual que la revelación de Dios en Israel, la conciencia del Dios creador fue progresiva. Los primeros escritos del Antiguo testamento revelan una fe en la creación que apenas está germinando. Los escritores hablan de un Dios que interviene en la historia y es capaz de alterar el curso de la naturaleza y posee autoridad para provocar en ella cualquier cambio, pone la tierra a disposición (Gen, 28, 12-13) y detiene el sol (Jos 10, 5-13).

Ante este Dios que somete a la naturaleza entera y la cual parece estar a su servicio, Israel se plantea la cuestión de si este sometimiento se debe a que Dios la ha creado, de ahí entonces parte la conclusión plasmada en los escritos vetero testamentarios: Dios está sobre los cielos y la tierra porque él la ha creado.

Por tanto esta concepción creadora no siempre fue clara en Israel y no se empieza a tener una concepción de Dios como creador, por lo menos no de forma tan marcada sino hasta después de la salida del éxodo y en relación con la alianza, pues el pueblo

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concibió a Dios como un Dios liberador y posteriormente como Dios creador. Ruz de la peña (1986) afirma:

Como ocurre en el credo cristiano (“creo en Dios... creador”), también en la Biblia el contexto propio de la fe en la creación es la fe en Dios. La pregunta por el origen de la creacionista está, pues, inseparablemente unida al modo como Israel concibió a Dios (p.23)

Así es como en este contexto alianza-pueblo y dentro del acontecimiento de la liberación que Dios realiza con su pueblo nace la concepción creadora en Israel y gira en torno a ella, dentro de este mismo contexto nacen los escritos del Génesis y toda la fe de la Creación.

El Génesis: relatos de la creación

Al tratar el tema de la doctrina de la creación es indispensable abordar los escritos del libro del Génesis. No hay en todas las sagradas escrituras otro libro en el cual se aborde el tema origen del mundo y del hombre con tan especial atención y detenimiento como ese. Estamos ante un escrito lleno de imágenes, simbolismos, paralelismos y una variedad de recursos que se encuentran al servicio del autor sagrado cuya única finalidad sería transmitir con todos los medios posibles la verdad revelada acerca de la creación.

Esta cantidad de recursos y estilos hacen que la lectura de este libro resulte un poco complicada, por muchos años la exégesis se realizó de manera literal, sin embargo con el avance científico se replanteó el estudio de sus textos pues existían marcadas diferencias entre las nuevas posturas. Debido a esto se debe tener en cuenta que dichos escritos no pretenden ser un tratado científico, sino una perspectiva espiritual acerca del origen del mundo en el marco del plan creador y salvífico de Dios.

Con la frase “en el principio…” (Gn 1, 1) comienza el actuar de Dios, no con una intención cronológica sino como el momento en que da inicia la salvación. Aquí comienza la historia del Ser y de donde proviene. La frase es completada con la primera y completa acción de Dios “...creó Dios los cielos y la tierra”. Este primer acontecimiento no da por supuesto la creación de todo a partir de algo preexistente sino del caos y de la nada (Ruiz de la peña, 1986)

Los primeros capítulos del Génesis enmarcan toda la acción creadora en un período de siete días, Dios hace los espacios en tres días y los seres creados en los siguientes tres, y el último día Dios descansa. Este marco cronológico está en función de la acción litúrgica del sábado en la que se desarrolló Israel y como ya hemos dicho en el marco de la alianza.

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Todos los relatos iniciales por lo menos en el capítulo primero del libro adquieren una forma de contraste entre el caos existente antes de la irrupción libre y voluntaria de Dios y el orden posterior. Así el caos ha quedado atrás y poco a poco aparece una constante armonía, aparece la luz y son disipadas las tinieblas, se crea el firmamento que posteriormente se llena de toda cantidad de vegetación hasta llegar a las estrellas y los seres vivos, que es coronada con la creación del hombre quien es creado a imagen del creador (v.26), y que es puesto en función de regir todo lo que ha sido creado. Sin embargo tal condición no lo hace independiente de su creador, y le manifiesta su condición de dependencia al darle de comer (v30).

La acción creadora ha llegado a su culmen, por tanto el segundo capítulo del libro prepara un nuevo escenario, en medio de todo lo creado, surge la ambientación y las imágenes del jardín que será testigo de un drama protagonizado por el hombre que ha sido colocado ahí por su creador. Aunque en los relatos correspondientes al capítulo primero el autor deja clara la creación del varón y mujer, la retoma en este nuevo ambiente y describe más detalladamente la creación de la mujer, así el hombre que antes estaba solo ahora tiene una compañera, dejando claramente expuesta la función social del hombre expresada en la frase “no es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2, 18).

Escritos Proféticos, Poéticos y Sapienciales: Inspirados por el Dios creador.

La fe en la creación se encuentra plasmada también en otros escritos del antiguo testamento. Aunque en menor medida que en los relatos creacionistas del Génesis, tener una visión de ellos ayuda a comprender como esta enseñanza caló en todos los ámbitos del antiguo Israel y fue plasmada en la mayor parte de su literatura sin independientemente del género del que se tratara.

Como se mencionó anteriormente, la fe creadora depende de la alianza y los escritos y relatos parecen haberse escrito para respaldar las promesas del Dios que crea y libera. En este particular destacan los profetas y sus escritos, sobre todo aquellos cuya labor se desarrolló en medio del exilio de Israel, pues se convierten en testigos del nacimiento de la concepción creacionista en Israel.

Los escritos proféticos no dan especial importancia al origen de todo lo que existe, sin embargo hacen continuas referencias a Dios que de forma explícita o implícita se concibe como creador. Así el libro del profeta Isaías expresa:

Levanten los ojos a lo alto y miren: ¿Quién ha creado todo esto? El que dispone en orden su ejército y llama a todos por su nombre. Tanta es su fuerza, tan grande es su poder, que no falta ni uno solo (40, 26)

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Más que un recurso del autor para alentar a su pueblo, el profeta invita a la contemplación de la creación para expresar el poder de Dios, si Dios ha creado todo eso, Dios también puede liberar a su pueblo en medio de la dificultad, una muestra clara de la relación creadora y liberadora de Dios que poco a poco va germinando en medio del pueblo.

Otros escritos veterotestamentarios en los que se encuentra manifestada una perspectiva de Dios y de la creación son los salmos y la literatura sapiencial de Israel. En estos es Dios quien se da a conocer a su pueblo y haciendo uso de su género literario específico muestran una perspectiva de la creación en el contexto en el que se encuentran.

Las referencias a la creación son muy frecuentes en libro de los salmos los cuales muestran diversos aspectos de la piedad israelita. Se encuentra por tanto en ellos acciones de gracias (Sal.136) donde se deja expuesta la alegría y gratitud a Dios por su obra creadora y su potestad sobre todo lo creado, se le proclama creador (Sal. 24, 105, 44) por la obra que ha realizado con su pueblo y que ha sido parte de su historia.

Por último se encuentran los escritos sapienciales en cuales la obra creadora se aborda con menor intensidad. En ellos la creación se concibe solo después de la admiración y no después de analizar la historia, por ello Dios es concebido como el artífice de todo lo que se contempla y del cual se tiene una mejor idea solo después de meditar en sus obras.(Sab. 13, 1-9).

El Nuevo Testamento: La creación culminada en Cristo

En los escritos del nuevo testamento las reflexiones sobre la salvación y la creación son abordadas a partir de la tradición preexistente y heredada del antiguo Israel, sin embargo estos incluyen una importante novedad, la persona de Cristo. A partir de entonces se habla de una nueva creación entendida solo con Cristo como su centro, a quien además se le atribuye un papel mediador.

En los evangelios sinópticos se hace referencia únicamente al Señorío de Dios padre sobre el mundo que es obra de el mismo. Sin embargo la temática creadora es abordada con más fuerza solo en el evangelio de Juan especialmente en el prólogo (Jn 1, 1-3) donde evoca las palabras del Génesis convirtiendo su evangelio en un nuevo Génesis espiritual para los cristianos y dotándolo de su sentido pleno en Cristo, que ahora aparece como la palabra creadora por la cual se llevó a cabo la creación.

Los escritos apostólicos especialmente los paulinos encontramos indicios de una idea que retoma la creación a partir de la nada (2cor. 4, 6) y que presenta al Dios

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que creó y separó la luz de la tinieblas refiriéndose aludiendo al inicio del Génesis y en cierto paralelismo con el prólogo de Juan, sin embargo el escrito más significativo de la fe paulina en la creación se encuentra en la carta a los colosenses:

Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra,…todo fue creado por medio de él y para él.Él existe antes que todas las cosasy todo subsiste en él. (1, 15-20)

Para San Pablo la creación solo toma su sentido pleno es Cristo quien además es el primogénito de la creación, nada existía antes que él. La afirmación de la creación por Cristo y para Cristo coloca a Cristo como el origen y culmen de la misma. De esto se concluye que para San Pablo la creación soloobtiene su completo sentido teológico y espiritual vista desde la perfección de la persona de Jesucristo y su revelación.

Esbozo histórico general de la creación en la Tradición apostólica y el magisterio de la Iglesia

La postura cristiana acerca del origen del mundo y su visión creadora significó desde sus inicios una ruptura con las concepciones existentes provenientes de la antigüedad griega y del paganismo. Las concepciones panteístas y las diferentes corrientes existentes se vieron duramente contrastadas por el pensamiento cristiano y la posibilidad de insertarlas en la doctrina cristiana llevó a que se consideraran corrientes heréticas.

Se destacó desde entonces el papel de los padres apologetas, es decir aquellos que se dedicaban a dialogar con las corrientes provenientes de la cosmovisión greco-romana o helenista, que entre otras cosas afirmaban la preexistencia de la materia (anterior a Dios) y la idea de un Dios ordenador. Estos tenían una misión conciliadora y destacan principalmente Justino y Atenágoras, y con índole más polémica Teófilo antioqueno y Taciano quienes se dedicaron a mostrar la incompatibilidad de la doctrina de la creación con la preexistencia de la materia.

Los primeros siglos del cristianismo la doctrina creacionista jugó un papel fundamental en el desarrollo de los símbolos de fe o credos. Las primeras referencias a Dios en estos símbolos se refieren a él como el omnipotente, siguiendo la tradición bíblica en la que lo fundamental era destacar el señorío absoluto de Dios.Solo hasta pasados unos siglos se comienza a reconocer en los credos a Dios como el “creador del cielo y de la tierra” según se leía en las escrituras.

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Todas estas inserciones y modificaciones tenían el único objetivo de fijar las bases de la doctrina cristiana, aun en desarrollo, libre de las concepciones gnósticas, paganas, y todas aquellas concepciones filosóficas que derivadas del cristianismo se convirtieron en incompatibles y contrarias al mensaje cristiano. En este aspecto fueron de particular importancia los primeros concilios, así en contra del arrianismo afirmó el concilio de Constantinopla (533): “Todo procede del Padre. Todo fue hecho por el Hijo. Un solo Espíritu por lo cual todo existe” dando un carácter trinitario al hecho creador fue remarcado por todos los concilios subsiguientes.

Pasada la época moderna los concilios hicieron frente a nuevas corrientes, como el vaticano primero que defendió la creación ante los ataques racionalistas modernos que llegaban a negar la existencia de Dios (ateísmo materialista). Todos estos postulados fueron combatidos arduamente y fueron nuevamente ratificados por el concilio Vaticano II.

Creación y Ciencia: El diálogo entre la Fe y la Razón

Durante muchos años se consideró que la enseñanza de la creación expuesta por el Génesis debía ser considerada como una descripción explicita y científica acerca del origen del universo hasta la aparición de nuevas teorías y postulados científicos que demostraron ser tan veraces que se descartó una completa compatibilidad entre ambas partes. Esto llevó como hemos dicho antes a releer los escritos bíblicos desde una perspectiva diferente.

Con el pasar del tiempo las nuevas posturas filosóficas materialistas y científicas afirmaron su independencia de lo que se consideraba un mito ya superado, y proclamaron los métodos científicos como únicos medios para alcanzar el conocimiento acerca del origen del universo y del hombre, lejos de aquellas fábulas religiosas que entorpecían y estancaban el conocimiento científico. Dichas ideas calaron tan fuerte que aún persisten en la actualidad con la misma o incluso mayor que en sus orígenes.

Ante este panorama que amenaza la esencia del mundo y del hombre como seres y elementos creados la Iglesia no ha agotado sus esfuerzos para aclarar su postura y afirmar que ambos puntos de vista son válidos en sus campos específicos, y no se refiere ya a una separación sino a una complementariedad entre la fe y la razón. A mediados del siglo XX el Papa Pio XII expresó:

Ninguna verdad que la mente humana haya podido descubrir mediante una investigación sincera puede estar en contradicción con la verdad ya conocida porque Dios Suma Verdad ha creado y tolerado la inteligencia humana no para que oponga cada día nuevas verdades a las verdades firmemente adquiridas, sino para que una vez eliminados los errores surgidos, esa inteligencia añada verdades en el mismo orden y con la misma organicidad que constatamos en la naturaleza misma de las cosas de donde nace la verdad. (Encíclica Humani generis, 1950)

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Así apoya la idea de complementariedad, pero afirmando que los postulados de la doctrina católica debían permanecer inmutables. De hecho dejó abierto el tema a tal punto que refiriéndose a la evolución afirmo que podía ser compatible con la doctrina católica siempre que se afirmara que el alma había sido creada por Dios. (Pio XII, 1950).

Estos planteamientos fueron retomados en las enseñanzas posteriores de los Papas. Juan Pablo II retoma los postulados de Pio XII en su encíclica “Fides et Ratio” (1998) y reafirma completamente la complementariedad de la fe y la razón afirmando que son inseparables y que ambos en su respectivo campo investigativo conducen a la misma verdad y al encuentro con Dios. La fe por tanto se dedicaría al descubrir la verdad de las cosas en cuanto a su origen y sentido, mediante el planteamiento del “para qué” y la ciencia el origen de las cosas en cuanto a la explicación física del “como”. Así pues ante la idea de la creación espontanea o producto del azar, la fe cristiana proclama la finalidad del universo y el sentido de la existencia orientada a Dios.

II. El hombre creado por Dios y la teología de la Imagen

La antropología teológica

La antropología teológica es la rama de la teología que se encarga del estudio del hombre, su esencia y su condición con respecto a Dios. Por tanto en este apartado se hará uso de sus fuentes y se abordará el hecho del hombre y la mujer y los principales planteamientos sobre su origen y fin de su existencia.

Habiendo abordado anteriormente los relatos del Génesis referidos a la creación se retomará solo lo que concierne al hombre, su condición de creatura, su dignidad y su papel en el plan de Dios.

El hombre criatura de Dios

El ser humano fue creado por Dios según los relatos bíblicos el sexto día de la creación, el mismo en que fueron creados todos los animales, “Y creó Dios a los hombres a su imagen” (Gen 1,27); “Entonces el Señor Dios formó al hombre...” (Gen 2,7) lo que claramente señala su condición de creatura la cual proviene del deseo libre de Dios, lo que lo hace un ser dependiente de su creador y no absoluto (Gen. 1, 30), por tanto su vida no depende del hombre mismo sino de Dios.

Esta dependencia del hombre hace notar su condición de fragilidad y ser limitado en cuanto a su libertad, amor y su razón. Aunque el hombre es libre, su libertad está condicionada, en cuanto al amor nunca recibirá el amor perfecto sino solo de Dios, y la razón en el hecho que no puede comprenderlo todo.

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El hombre existe porque fue amado y pensado por Dios desde el principio, su existencia por tanto no es un absurdo sin sentido, sino que al provenir del deseo divino de Dios se dirige de nuevo a él. El hombre existe en cuanto que Dios quiere que exista, el ser del hombre es por tanto una participación del ser de Dios. Así lo expresa el concilio vaticano II:

“Desde su mismo origen el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo creó y lo conserva. Y solo se pude decir que vive en plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su creador” (Gaudium et spes: 19)

Con respecto al universo el hombre goza de un puesto privilegiado, pues el universo ha sido puesto en servicio del hombre, es decir el universo sirve como medio para el fin que es el hombre. En cada hombre Dios realiza una creación única e irrepetible por tanto poseedor de un valor propio y único. “Cada hombre es único, fruto de un designio particular de Dios y es irreductible.” (G.S.: 19)

La vocación del hombre corresponde únicamente al llamado de Dios, aunque por muchos años se pesaba en dos fines del hombre (dilema de lo sobrenatural) es decir que el hombre tenía un fin respecto a la naturaleza y otro a Dios, hasta ser retomado por el concilio vaticano II que afirmo: “Sólo hay un fin para el hombre que es el sobrenatural. Cristo murió por todos y la vocación suprema del hombre, en realidad, es una sola, la divina.” (Gaudium et spes: 22)

Por ultimo debemos decir que el hombre está llamado a una relación interpersonal. Dios ha creado al varón y a la mujer de la misma carne (Gen. 2, 23), el hombre y la mujer poseen igualdad de dignidades y condiciones delante de Dios.El hombre por tanto no es un ser solitario, hombres y mujeres en su complementariedad crean una comunión, en la que al igual que fue creado por amor está destinado a amar, darse y trascenderse.

El hombre creado a imagen y semejanza de Dios

El tema del hombre en cuanto a imagen de Dios (imago Dei) fue un tema abordado desde los inicios de la patrística y por su importancia fue retomado por la teología del siglo XX. La importancia radica en la afirmación de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1, 27) y las consecuencias que esto conlleva, por tanto a lo largo de los siglos se desarrollaron diversas interpretaciones teológicas buscando llegar a una idea clara y definitiva sobre el tema de la Imagen de Dios.

Debido a la teología desarrollada acerca de la imagen se puede afirmar que el hombre es poseedor de una dignidad absoluta y de derechos inviolables en cuanto

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a ser imagen de Dios. De hecho es la principal condición para diferenciar al hombre del resto de los seres vivos. J. Moltmann (1986) afirma:

“La imagen de Dios designa, sobre todo, una relación de Dios con el hombre (…) La esencia del hombre brota de una relación de Dios con él no de esta o aquella cualidad, que lo diferencia de cualquier otro ser vivo”. (pag. 258)

Esto significa que el hombre es imagen de Dios en cuanto Dios ha establecido un vínculo con él, la esencia el hombre es por tanto capaz de conocer a Dios y de amarlo. En el rostro del hombre por tanto resplandece el rostro de Dios y que además habita en el hombre.

De ahí se puede considerase que por esta condición el hombre no puede ser reducido a un medio, objeto o animal, sino que siempre será sujeto, persona y fin. Cuando el ser humano es a uno más entre el grupo de los animalescon los que basados en sus cualidades y capacidades y solo establecido como un animal racional, se está ante un intento de relativizar ladignidad del hombre, pues si bien comprarte la naturaleza animal, también la supera en su condición de Imagen de Dios.

La teología de la imagen en las sagradas escrituras

En las sagradas escrituras se encuentra reflejada la teología de la imagen tanto en el antiguo como en el Nuevo Testamento. Aparte de los escritos iniciales del Génesis sobre la creación a imagen y semejanza de Dios, la enseñanza de la imagen es retomada posteriormente. Así en el mismo libro del génesis se utiliza esta idea para diversas enseñanzas. El traspaso de la imagen, esto es todo hijo de Adán hereda la imagen y semejanza de Dios (Gen. 1, 3), el respeto a la vida del prójimo (Gen. 9, 6). En otros escritos, también del Antiguo Testamento se utiliza de forma similar, expresando la participación del poder divino (Sir. 17, 3), y participación de la vida de Dios e inmortalidad (Sab. 2, 23).

Por su parte el Nuevo Testamento refleja la imagen de Dios desde una concepción diferente, retoma la tradición anterior, ya no se habla aquí del hombre como imagen de Dios puesto que ahora es Cristo quien se convierte en esa imagen (2 Cor. 4, 4) que además hace visible a Dios (Col. 1, 15), todas la referencias a la teología de la imagen están ahora mediada por el hijo de Dios.

En este sentido se puede decir que el Nuevo Testamento parte de la imagen de Cristo en cuanto a imagen de Dios, y el hombre como la imagen de Cristo, es decir la imagen de Dios en el Nuevo Testamento depende únicamente de la semejanza que los hombres tienen con respecto a Cristo.

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La teología de la imagen en la Tradición de la Iglesia

Los padres de la Iglesia manifestaron diferentes posturas en cuanto a lo que en realidad significaba la imagen de Dios en el hombre, lo que produjo la formación de diversas corrientes o escuelas. Las más importantes fueron la alejandrina, representada por Orígenes quien veía la imagen de Dios solo en cuanto a la relación del alma invisible y espiritual, puesto que Dios no podría ser corpóreo y la escuela asiática que encontró representantes en San Ireneo de Lyon, Tertuliano y San Agustín.

La escuela asiática tuvo dentro de sí diferentes interpretaciones, Ireneo afirmaba que la imagen de Dios no estaba dada solo por el alma, sino por la integridad del hombre en su conjunto incluyendo el cuerpo material y siempre en semejanza con Cristo. Tertuliano afirmaba que la imagen era una prefiguración de la encarnación del verbo, y por último San Agustín dio a la imagen una interpretación trinitaria, perdiendo así el carácter únicamente cristológico y afirmando que el hombre posee reflejos trinitarios (memoria. voluntad, inteligencia), aun así el cuerpo solo sería un vestigio de la trinidad en la cual no hay nada corporal.

En la teología medieval destaca Santo Tomás de Aquino, quien retoma las ideas de San Agustín sobre una imagen trinitaria y el vestigio de ella en el cuerpo, para el alma sería imagen solo por su capacidad para amar y conocer a Dios.

La teología de la Imagen tuvo presencia también en el magisterio reciente de la Iglesia, ampliamente abordada por el concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et spes que desde la antropología cristiana aborda el misterio de la imagen y de Dios y que sintetiza los diferentes puntos de vista del magisterio anterior y los padres de la Iglesia.

III. El hombre y el pecado original

El drama del pecado

Según las sagradas escrituras el mundo después de la creación se encontró en una completa armonía, predominaba la belleza y el equilibrio, incluso el hombre se encontraba en total plenitud con Dios. En medio de esto, un pasaje lleno de imágenes y simbolismos irrumpe en la historia de la creación para explicar el misterio del pecado y el origen del mal.

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El concepto del pecado original no estaba completamente claro en el Antiguo testamento, sin embargo se mantiene la conciencia de estar fallando al plan divino y depende mucho de la concepción que se tiene en ese momento de Dios.

Los relatos más significativos acerca del pecado se encuentran a partir del tercer capítulo del Génesis y en este no se habla de un pecado en sí mismo, sino de algo que ha herido al hombre, un trauma que por el mismo no puede sanar o reparar.

La mujer y la serpiente: el hombre herido en la raíz

El escritor del génesis trasmite una enseñanza con la intención de resolver el misterio del pecado. Si Dios ha hecho todo perfecto ¿cómo se explica la existencia del mal y el sufrimiento? Una pregunta tan antigua a la que el autor pretende dar una respuesta.

A partir del capítulo tres del Génesis el autor presenta un ambiente distinto, mediante imágenes y ambientaciones introduce al lector al escenario del jardín del edén para hacerlo testigo de un diálogo particular (Gen. 1-15). El hombre y la mujer habían sido creados, Dios saca al hombre del polvo, le infunde su aliento d vida, luego crea a la mujer de la costilla de Adán y ambos son puestos en medio del paraíso con la única restricción de no comer de un misterioso árbol, el del conocimiento del bien y del mal. En medio de eso un inusual personaje se introduce en el paraíso, una serpiente con capacidad de hablar interpela a la mujer, la manipula la seduce y le miente (v. 1) Ambas conocen la prohibición aun así la mujer entra confusión y sede ante las seducciones del curioso animal, y haciendo pecar luego al varón.

Aunque parece un escrito sencillo, su enseñanza teológica revela la profundidad del misterio del pecado. A primera vista Dios aparece representado como el alfarero que modela al hombre del barro y a quien otorga la vida como un don (hálito) reafirmando su condición de Padre e hijo, creador y creatura. En un segundo momento Dios es representado en los árboles, el de la vida y el del bien y del mal, por lo cual la prohibición de comer de sus frutos no es más que la restricción al hombre de pretender ser Dios. Y finalmente la serpiente y su diálogo con la mujer, un animal astuto conoce la condición de la mujer y, tentándola a ella logra dañar a la humanidad entera en su condición de ser portadora de la vida.

La consecuencia del pecado

El acontecimiento del jardín provoca al hombre una serie de consecuencias plasmadas en el mismo relato:

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Entra en la seducción del mal y al comer de ella, se propia del ser Dios y se asimila al ser divino, sin embargo rompe su vínculo con Dios.

Violenta su propio ser. Manifestado en la desnudez, símbolo de desarmonía y división interna.

Rompe la relación con los semejantes. El hombre culpa a la mujer y la acusa por sus faltas.

Ruptura con el medio natural. En adelante, contrastando con la armonía del jardín, la creación ahora es presentada como un terrible desierto.

Los escritos canónicos y el hecho del pecado

Además de los escritos de los orígenes que se han presentado anteriormente, la cuestión pecado es ampliamente abordada en los escritos bíblicos. En el antiguo testamento son constantes las referencias al pecado enfocado a la infidelidad del pueblo (Ex. 32), los profetas destacan por sus duras denuncias contra el infiel Isarael (Is 6, 10; Miq 7, 2-6; Ez 2, 3) y por su parte los sabios djan clara la condición pecadora de la humanidad. (Sal 14, 1-3, Eclo 7, 20, Prov 20, 9).

El Nuevo Testamento recibe una tradición anterior sobre el pecado, sin embargo esta es ahora interpretada ahora a la luz de Cristo. Los evangelios sinópticos no hacen reflexiones sobre el pecado original pero abordan claramente la universalidad pecadora del mundo (Mt 7, 1; Mc 2, 16-17; Lc 5, 30-32) por lo cual la misión de Cristo consiste en liberar al mundo del pecado y de la muerte (Lc 19, 10).

En los escritos joanicos y paulinos se aborda el tema de diferentes puntos. Pablo contrapone a Cristo con el que fue origen del pecado, Adán, mientras que Juan lo refiere al diablo. Así Juan no hace mención de Adán ni Pablo del Diablo (Rm. 5, 12-21; 1cor 15, 21-22. 31.

La tradición de la Iglesia y la doctrina del pecado original

Como la mayor parte de las doctrinas de la Iglesia, el pecado original formó parte de un amplio periodo de discusiones teológicas e interpretaciones acerca de su significado y consecuencias. Sin embargo en la época de los Padres apostólicos el pecado original no formo parte de sus expresiones. Entre algunos padres que plantearon el tema del pecado en sus enseñanzas están: San Ireneo de Lyon, inspirado en la teología Cristo céntrica paulina. San Justino aboga por comparar a todo el género humano con el hombre caído.

San Agustín de Hipona se vio envuelto en una serie de discusiones en cuanto al pecado y tuvo que defenderlo ante el pelagianismo, corriente que negaba la

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existencia del pecado original. La doctrina de San Agustín inspiró incluso el magisterio posterior de la Iglesia en cuanto al pecado original y a la gracia, hasta llegar a la escolástica que retoma la importancia del pecado y se inspira en los escritos de San Agustín encontró sus exponentes en la escuela de París, San Anselmo de Canterbury y Santo Tomás de Aquino.

Unas de las más grandes controversias respecto al tema desarrollo e en el Siglo XVI en el contexto de la reforma protestante, donde la Iglesia tuvo que defender su postura frente a los reformadores que, al contrario que las corrientes pelagianas, maximizaban el poder del pecado y su existencia, a los que el Concilio de Trento respondió con audacia defendiendo la postura católica.(CIC 406)

En la enseñanza actual de la Iglesia el catecismo de la Iglesia aborda el tema del pecado original de la siguiente manera:

Aunque propio de cada uno (cf. DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual.(405)

Conclusión

Como se ha presentado en este escrito la creación del mundo y del hombre ha sido y es un tema importante para la vida del hombre. Desde la antigüedad el misterio de los orígenes ha sido cuestión fundamental para entender el papel del hombre en el universo.

La teología y su rama antropológica ha dedicado su esfuerzo a la explicación de la esencia del hombre, y basada en los escritos bíblicos y la tradición de la Iglesia se han explicado estos misterios de la condición humana y su relación con Dios. La dignidad humana y su valor único y absoluto como persona hacen del hombre la creatura privilegiada de la creación, capaz de ser imagen y semejanza de Dios.

Por último la condición de fragilidad del hombre en cuanto a estar herido en su naturaleza por el pecado, hace reflexionar acerca del poder y la influencia del pecado y que ha roto su relación perfecta con Dios. El hombre se encuentra por tanto en un encuentro con su creador por medio de Jesucristo imagen del Padre, por el que todo fue hecho y sin el cual nada existe.

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Page 16: Teologìa de la creación

Referencias

Ruiz de la Peña J. Teología de la Creación (1986) Madrid. Editorial: Sal terrae

Pio XII. Humani Generis. (1950) Ciudad del Vaticano. Librería editorial vaticana

Concilio Vaticano II. Gaudium et Spes.

Moltmann J. Dio nella Creazione (1986) Queriniana, Brescia

Catecismo de la Iglesia Católica

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