TEMA 9 ICONOGRAF+ìA

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Tema 9 Mitología Clásica e Iconografía cristiana. UNED María Isabel Espiñeira Castelos Página 1 Tema 9. Ciclos iconográficos del Nuevo Testamento. 1. Nacimiento e infancia de Jesucristo. Al final de primer siglo antes de la era cristiana la esperanza de la venida del Mesías era general, ya que todos los Profetas habían hablado de ello. La Natividad. Durante el reinado de Herodes el Grande, María, hija de Joaquín y Ana, vivía en Nazaret con su esposo José, carpintero. Los dos eran de la tribu de David. El emperador romano Augusto ordenó el empadronamiento en el pueblo de donde era originaria la familia de todos los súbditos del imperio y por ello José y María tenían que empadronarse en Belén, de donde procedía la familia de David. Dada su pobreza, tuvieron que alojarse en un establo y allí nació su hijo. En el arte no se suele representar el camino hacia Belén o se confunde con la Huida a Egipto. El tema de la Natividad se trató de manera distinta por la tradición bizantina y la occidental. En Bizancio la Virgen aparece recostada después del parto y asistida por comadronas, y en Occidente se insistirá más en la relación materno-filial. A partir del siglo XV la escena se convirtió en la adoración del Niño Jesús, con la madre orante hacia el recién nacido que irradia luz. En ambas tradiciones la escena es intimista y la presencia de Jesús casi anecdótica. Adoración de los pastores. Un ángel les comunicó el nacimiento a unos pastores y les tranquilizó hablándoles de quien ese niño, El Mesías, el Salvador. Los pastores pusieron rumbo a Belén para adorar al Niño en el pesebre y ofrecerle unos presentes. Ya de vuelta contaron a todo el mundo lo sucedido y se dedicaron a glorificar al Niño Jesús. La Adoración de los pastores se divide en dos temas iconográficos: el episodio de la anunciación del ángel a los pastores será casi el único reproducido hasta el siglo XV. Los tres pastores a veces se representan como músicos, deslumbrados por el ángel. Como en el Evangelio de

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Tema 9 Mitología Clásica e Iconografía cristiana. UNED

María Isabel Espiñeira Castelos Página 1

Tema 9. Ciclos iconográficos del Nuevo

Testamento.

1. Nacimiento e infancia de Jesucristo.

Al final de primer siglo antes de la era cristiana la esperanza de

la venida del Mesías era general, ya que todos los Profetas habían hablado de ello.

• La Natividad. Durante el reinado de Herodes el Grande, María, hija de Joaquín y Ana,

vivía en Nazaret con su esposo José, carpintero. Los dos eran de la tribu de David. El

emperador romano Augusto ordenó el

empadronamiento en el pueblo de donde era

originaria la familia de todos los súbditos del

imperio y por ello José y María tenían que

empadronarse en Belén, de donde procedía la

familia de David. Dada su pobreza, tuvieron que

alojarse en un establo y allí nació su hijo. En el arte

no se suele representar el camino hacia Belén o se

confunde con la Huida a Egipto. El tema de la

Natividad se trató de manera distinta por la

tradición bizantina y la occidental. En Bizancio la

Virgen aparece recostada después del parto y

asistida por comadronas, y en Occidente se

insistirá más en la relación materno-filial. A partir

del siglo XV la escena se convirtió en la adoración del Niño Jesús, con la madre orante

hacia el recién nacido que irradia luz. En ambas tradiciones la escena es intimista y la

presencia de Jesús casi anecdótica.

• Adoración de los pastores. Un ángel les

comunicó el nacimiento a unos pastores y les

tranquilizó hablándoles de quien ese niño, El Mesías,

el Salvador. Los pastores pusieron rumbo a Belén

para adorar al Niño en el pesebre y ofrecerle unos

presentes. Ya de vuelta contaron a todo el mundo lo

sucedido y se dedicaron a glorificar al Niño Jesús. La

Adoración de los pastores se divide en dos temas

iconográficos: el episodio de la anunciación del ángel

a los pastores será casi el único reproducido hasta el siglo XV. Los tres pastores a veces

se representan como músicos, deslumbrados por el ángel. Como en el Evangelio de

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San Lucas la escena no se relata con demasiados detalles, los artistas tuvieron libertad

para adornarla, basándose bastante en la de los Reyes Magos. El número de pastores

varía de dos a tres, y a partir del siglo XVII a veces aparecen también pastoras. Se

presentan arrodillados, ofreciendo sus presentes: un cordero, un cayado y una flauta,

y el Niño aparece desnudo o fajado. La escena suele ser nocturna y en ocasiones San

José aparece ofreciendo vino. El concilio de Trento la dotó de más austeridad y en

ocasiones incorpora la figura del Buen Pastor. En el cuadro de La Tour la escena es

recogida e intimista, con la iluminación de la vela sobre María y el Hijo.

• Adoración de los Reyes Magos. Unos reyes interpretaron la aparición de una estrella

en Oriente como el nacimiento del que habría de liberar Israel. Y se pusieron en

camino para rendirle homenaje. Cuando el rey Herodes se enteró de que preguntaban

por el rey de los judíos, les dirigió hacia Belén y les pidió que le buscaran y después se

lo comunicasen personalmente. Al llegar al pesebre le ofrecieron al Niño oro, incienso

y mirra, pero de regreso no pasaron por Jerusalén a ver a Herodes porque en sueños

Dios les advirtió que no lo hiciesen. Este

episodio aparece narrado en el Evangelio

de San Mateo y es representado en el arte

de las catacumbas. A partir del siglo XII se

consagró el número de tres reyes, asociado

a las tres partes del mundo conocidas

entonces (Europa, Asia y África), a la

Trinidad y a las tres edades del hombre.

Sus vestimentas evolucionan desde el traje

persa con gorro frigio a largas túnicas con coronas reales, y en el Renacimiento se

adaptan a la moda del momento, aunque luego Rubens vuelve a orientalizarlos. Estas

escenas aparecen en diversos ciclos, pero sobre todo en la Adoración del Niño. La

iconografía se toma del arte bizantino y coloca a la Virgen en majestad, presentado el

Niño a los reyes, que en procesión se arrodillan ante Él y entregan sus ofrendas,

después de besar uno de sus pies.

• Circuncisión. Ocho días después de su nacimiento, siguiendo la tradición judía, Jesús

fue circuncidado. El tema no se representó en la iconografía cristiana hasta el siglo XI.

Se representa en el interior de un templo, con el Niño sobre el altar, en presencia de

su Madre y del sacerdote, que en algunos casos lleva un cuchillo. Según las épocas la

escena es más o menos realista, y en el siglo XIX deja de representarse.

• Presentación en el Templo. Jesús es llevado al templo por sus padres para ser

presentado al Señor y para cumplir con la purificación de María, según

la ley mosaica. El sacerdote Simeón y la profetisa Ana le reconocieron

como al Mesías. En arte suele aparecer la Virgen presentando a su Hijo

al anciano Simeón, mientras Ana sostiene las Tablas de la Ley. José

ofrece al templo una pareja de templo una pareja de tórtolas y los

asistentes portan cirios encendidos.

• Degollación de los Inocentes y huida a Egipto. Al ver Herodes que no había noticias de

los Magos y temiendo al supuesto Niño rey de los judíos, ordenó degollar a todos los

niños nacidos en Belén y sus alrededores en los últimos dos años. José, advertido en

sueños por un ángel, huyó a Egipto con su familia, y allí se quedaron hasta la muerte

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de Herodes. El episodio de la Matanza de

los Inocentes suele representarse como

justificación de la huida a Egipto. La

iconografía que aparece en los marfiles

bizantinos del siglo V tiene gran difusión en

las artes por sus posiciones compositivas y

dramáticas, beneficiándose del culto

popular a los primeros mártires de la

Iglesia. El sueño de José abre el ciclo de la

huida a Egipto y en la mayoría de las

ocasiones José aparece tirando de la brida

de un asno blanco donde van montados la

Virgen con el Niño. El Descanso en la huida

a Egipto resulta muy reproducido a partir

del siglo XV. María y Jesús

reposan a la sombra de una

palmera. El tema se

interpreta como una escena

familiar aunque a partir del

concilio de Trento se le da

algo más de solemnidad,

incluyendo un cortejo de

ángeles y la desaparición del

asno, por considerarlo un

animal poco noble. Según las

escuelas, la palmera puede

ser sustituida por un naranjo, un pino o un cerezo.

• La Sagrada Familia en Nazaret.

Después de la muerte de Herodes la Sagrada

Familia regresa a Nazaret y allí pasa Jesús su

infancia y juventud. Los artistas en este ciclo

se dedican a captar los detalles cotidianos.

Murillo concede por primera vez un papel

importante a José en la educación del Hijo

mientras María, en segundo plano, hace

labores. En otras representaciones aparece el

padre enseñando el oficio de carpintero a

Jesús, como es el caso de George de la Tour.

• Jesús entre los doctores de la ley. Jesús va con doce años a Jerusalén con sus padres

para celebrar la Pascua, pero cuando éstos regresaron él se quedó allí sin que se

diesen cuenta. Al cabo de tres días de buscarlo lo hallaron en el templo, asombrando

con su sabiduría a los doctores de la ley. Esta escena suele ilustrarse como el Cristo

maestro, que nace ya en el arte de las catacumbas. Se representa a Jesús predicando

desde un púlpito, generalmente solo de medio cuerpo, entre los ancianos, que

aparecen sorprendidos. Y así, llevando el tema casi hasta la caricatura lo representa

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Durero.

2. Vida pública de Jesucristo. Desde los doce años hasta más o menos los treinta, hay

una laguna en la vida de Jesús y nada se sabe de esa época.

� El bautismo. Juan Bautista era hijo de Zacarías e Isabel, prima de la Virgen. Antes de

que Jesús empezase a predicar San Juan lo hacía ya en las orillas del Jordán, incitando

a la gente a hacer penitencia. Muchos judíos

recibían el Bautismo de sus manos y también

Jesús se acercó para ser bautizado, aunque San

Juan al principio se niega por considerarse

indigno, aunque al final le bautiza. En ese

momento el cielo se abre y desciende sobre Él el

espíritu santo en forma de paloma, a la par que se

oye una voz; Tú eres mi Hijo Amado, en ti me

complazco. El tema del Bautismo queda

configurado con la purificación en las aguas y el

descenso del espíritu santo. El rito de la

purificación puede llevarse a cabo por inmersión o

por infusión. Desde el arte paleocristiano se

representa a Jesús desnudo e inmerso en las

aguas del Jordán. San Juan, vestido con pieles,

posa su mano sobre la cabeza del Salvador y vierte agua sobre él. A partir del siglo XIII

la infusión sustituye al baño purificador y desde Andrea Pisano se representa a Cristo

cubierto con un paño de pureza y en actitud orante, inmerso solo hasta las rodillas en

el río, mientras San Juan vierte las aguas con una copa o una concha, en ocasiones con

un cántaro o con su propia mano, dependido a veces de la nacionalidad del artista. El

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Concilio de Trento despojó el tema de su concepción pagana y difundió la figura de

Cristo vestido con una túnica y arrodillado ante Juan. Generalmente este tema se

usaba como decoración en los baptisterios de las iglesias.

� Jesús y las tres tentaciones. Jesús se retiró al desierto y allí ayunó cuarenta días y

cuarenta noches y fue tentado tres veces por el demonio: primero le dijo que si era el

Hijo de Dios

transformara una

piedra en pan;

luego le llevó a

una montaña y le

enseñó todos los

reinos del mundo

ofreciéndoselos si

se postraba ante

él y luego le llevó

al pináculo del

templo de

Jerusalén y le dijo

que se arrojase

desde allí, que los ángeles le salvarían. Pero Jesús las tres veces le contestó: “No

tentarás al Señor, tu Dios”. El tema está inspirado en las dudas que acecharon al

pueblo de Israel durante el Éxodo y en los sufrimientos de Job, y se trasladará también

a las Tentaciones de San Antonio. La iconografía es bastante tardía; no aparece hasta

el siglo VIII aunque goza de gran divulgación en la Edad Media en la miniatura y la

decoración de capiteles. Algunos artistas imaginaron al demonio como un ser

terrorífico, y otros de forma humana, bajo la apariencia de un ángel o un monje.

Botticelli usa una fórmula intermedia para representar la malicia de Satán, que se

despoja de su hábito franciscano mostrando sus formas de monstruo al ser vencido

por Jesús.

� La elección de los apóstoles. La supremacía de San Pedro. Más tarde Jesús recorre

Palestina predicando en las sinagogas y le sigue una multitud atraída por sus milagros.

A los más constantes les considera

sus discípulos y entre ellos escoge

a doce apóstoles que más tarde

predicarían su doctrina. Simón

Pedro es el elegido como cabeza

de todos los apóstoles. La

vocación de los doce apóstoles,

cuyo número coincide con las

doce tribus de Israel, no es un

tema recurrente en el arte,

aunque en el paleocristiano se simboliza en Cristo pescador de almas. La más

representada es la de los primeros dos discípulos, los hermanos galileos Simón y

Andrés, en su barca de pesca. Jesús le dijo al primero “tú eres Pedro, y sobre esta

piedra edificaré mi iglesia”, entregándole la llave del reino de los cielos. La iconografía

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postridentina insiste en el mensaje que se de desprende de la imagen; la

incuestionable autoridad del Papa como sucesor de San Pedro y cabeza de la iglesia.

� Milagros de Jesús. Hay unos cuantos durante su vida pública. En las Bodas de Canaán,

a las que fue con su

madre, convirtió el

agua en vino, porque la

bebida no era

suficiente para todos

los invitados. Esta es

una clara prefiguración

de la Eucaristía y se

representa como una

cena en la que Cristo

ocupa el lugar de

honor, tocando las

jarras con un bastón.

En el arte renacentista se transformó en un banquete profano. Veronés traslada el

episodio a una boda veneciana del siglo XVI y sitúa en la misma a importantes

personajes bíblicos y otros contemporáneos del pintor. La multiplicación de los panes

y los peces tiene lugar cerca de Betsaida, en que la comida no llegaba para alimentar a

la multitud, porque solo había cinco panes y dos peces. Entonces Jesús empezó a

repartir los alimentos y todos quedaron saciados. El arte de las catacumbas a menudo

representa esta escena mediante el simbolismo de los panes y los peces en cestas. En

la catacumba Domitila aparece la figura de Jesús

bendiciendo los alimentos y durante la Edad Media y

ya en el Renacimiento se enriquece la composición

añadiendo figuras. En una ocasión Jesús mandó a sus

discípulos que cruzasen en una barca el lago Tiberíades

mientras Él despedía a la muchedumbre. Pero se

levantó una tormenta que afectó al lago y la barca

estaba en peligro. Al amanecer se les apareció Jesús caminando sobre las aguas y

todos se asustaron. Pedro le dijo que si era

verdaderamente Jesús que a él también le

hiciese andar sobre las aguas. Eso sucedió

aunque el viento era tan fuerte que Pedro

temió y empezó a hundirse, y pidió ayuda

al Señor. Este le contestó: Hombre de poca

fe, ¿por qué has dudado? Los dos entraron

en la barca y el viento se calmó. Las

curaciones de Jesús fueron muchas, tanto

mediante la palabra como con el contacto

de sus manos o tocando simplemente la

ropa del enfermo. Uno de los más grandes

milagros fue la resurrección de Lázaro, al que Jesús quería mucho. Vivía con sus dos

hermanas, Marta y María, en Betania. Ellas fueron quienes avisaron a Jesús de que su

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hermano estaba muy

enfermo, pero cuando llegó

a verle él ya había muerto,

aunque el Señor le devolvió

la vida. De las tres

resurrecciones que los

Evangelios atribuyen a Jesús,

la de Lázaro es la más

conocida y la que más

repercusión ha tenido en las

artes. En las primeras representaciones Lázaro aparecía embalsamado de pie, en una

gruta, pero desde la Edad Media se incorpora en el sepulcro al escuchar la voz de

Cristo, y suelen aparecer también sus hermanas.

� Las parábolas. Para enseñar a la gente Jesús usaba las parábolas. En la del pobre

Lázaro y el rico Epulón se cuenta como los dos mueren y el pobre es llevado por los

ángeles al seno de Abraham mientras el rico es arrojado a los infiernos. Esta parábola

se refiere al dicho de que “los últimos serán los primeros” y se vincula con el

ensalzamiento de las virtudes cristianas. El personaje de Lázaro parece coincidir con el

mismo Lázaro que Cristo resucitó. Durante la Edad Media el tema se esculpió en varias

portadas de iglesias, los lugares donde los mendigos piden limosna. Un ejemplo de ello

es un relieve en el pórtico de la abadía románica de Moissac. En la parábola de las

vírgenes sabias y las necias Jesús compara el reino de los cielos y diez vírgenes que

tomando sus lámparas salen al encuentro del esposo, ya que un cortejo de vírgenes

acompañaba a la novia de noche desde la casa de su padre hasta la del marido. Cinco

de ellas eran necias y las otras cinco prudentes. Como el esposo tardaba se quedaron

dormidas y cuando éste llegó dispusieron las lámparas, aunque las necias tuvieron que

pedir aceite a las prudentes, y al negarse éstas, no les quedó más remedio que salir a

comprarlo y luego a su regreso no se les permitió la entrada. Velad, porque no sabéis

el día ni la hora. El arte medieval vincula esta parábola con una parte del Juicio Final, la

necesidad de estar preparada ante la llegada de la muerte, y también con la Virgen

María como encarnación de la

prudencia, por lo cual en las

catedrales medievales las jambas se

suelen adornar con el tema de la

procesión de vírgenes. A partir de la

catedral de Estrasburgo en el siglo

XIII el tema se dota de

monumentalidad y las vírgenes

necias van con el pelo suelto,

provocativas, mientras que las

prudentes, situadas a la derecha del

Salvador, visten túnica y velo y son

acogidas en el paraíso. En la parábola del Buen Samaritano bajaba un hombre de

Jerusalén a Jericó cuando unos ladrones le dejaron medio muerto. Sólo le socorrió un

samaritano que le condujo a una posada. La parábola del hijo prodigo cuenta como un

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hombre tenía dos hijos y dividió entre ellos sus bienes. El menor lo gastó todo y

viéndose sin dinero se dedicó a cuidar los cerdos de un labriego. Cuando, arrepentido,

llegó a la casa de su padre, éste organizó un banquete para celebrarlo. La parábola del

buen samaritano y la del hijo pródigo destaca entre las parábolas morales. La primera

alude a la misericordia del Cristo sanador de almas. La segunda ensalza la clemencia

del padre hacia el hijo simbolizando el perdón de Dios. En las miniaturas se

representan parábolas y van pasando hasta llegar hasta el Renacimiento. Las escenas

más reproducidas se corresponden con las de vida disipada y propia del gusto burgués

del siglo XVI, mientras que en el arte barroco se incide en la vuelta del hijo extraviado,

por ejemplo.

� La Transfiguración. Jesús sube al monte Tabor para orar, acompañado de Pedro,

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Santiago y Juan. Entonces su aspecto cambia, su rostro se vuelve brillante como el sol y la

ropa blanca como la nieve. Su apariencia divina, la Teofanía, siempre fue un tema muy

atractivo para los artistas. Rafael lo plasmó en una tabla en el año 1520. En la parte

superior Cristo se transfigura para transformarse en el Espíritu Santo, en presencia de Elías

y Moisés. En la parte inferior se representa a los apóstoles.

� La Magdalena. Estando Jesús en la casa del fariseo Simón, allí se presenta una mujer

pecadora, María Magdalena,

llevando un vaso de alabastro con

ungüentos. Se acerca al Señor y

moja sus pies con lágrimas, al

tiempo que los besa y los enjuaga

con sus cabellos y los unge con

perfume. Simón piensa que si

Jesús fuese profeta reconocería

qué clase de mujer era. Jesús le

cuenta que un prestamista tenía

dos deudores: uno le debía

quinientos denarios y el otro

cincuenta. Como ninguno de ellos

tenía dinero, les perdonó la deuda. Pregunta entonces a Simón cual de ellos le amaría

más, y éste le responde que aquel

cuya deuda era mayor. Jesús le da

la razón y compara el

comportamiento de Magdalena

con la del fariseo, ya que éste no

le había dado agua para lavarse

los pies, ni le había ungido la

cabeza con el óleo. A

continuación le dice a María

Magdalena: Vete en paz, hija mía, tus pecados te son perdonados. Tu fe te ha salvado.

María Magdalena está muy presente en la vida de Jesús y en los evangelios. Puede que

se trate de una pecadora o de la hermana de Lázaro, María. Por eso en un intento de

conciliación entre ambas versiones, como en el episodio de la Unción de la Magdalena,

será representado siempre en casa de Simón con el fariseo, con los comensales a la

mesa, siendo habitual en la decoración de refectorios. El arte bizantino suele colocar a

la Magdalena de pie, aunque el arte occidental la coloca postrada a los pies de Jesús,

secándolos. Los artistas reservaron la casa de Marta y María en Betania para otro

episodio narrado en el Evangelio de Lucas. Durante una visita de Jesús, María

Magdalena escucha sus palabras sentada a sus pies, mientras Marta se afana en el

trabajo y le recrimina a ella que no haga nada. Este tema fue rescatado después de la

reforma de Trento y Velázquez recreará una decoración interior muy realista

colocando en primer término un bodegón en la cocina; con la escena religiosa como

otro cuadro dentro del cuadro.

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3. La Pasión. Este ciclo está integrado por los episodios que se refieren a los

padecimientos, humillaciones y muerte de Jesucristo, desde la entrada en Jerusalén

hasta su Resurrección.

� Entrada triunfal en Jerusalén. Jesús entra en la ciudad montado sobre un asno y el

pueblo sale a su encuentro a recibirle con palmas y

ramas de olivo en el domingo de Ramos. La escena fue

eliminada del arte alemán por la reforma protestante,

y suele representarse a Cristo a lomos de una borrica

blanca, seguido de los apóstoles y en actitud de

bendecir, generalmente con niños que tienden ropas

al paso del animal.

� Los mercaderes arrojados del templo. Al día siguiente de su entrada en la ciudad se

encuentra el templo invadido

por mercaderes, y Jesucristo

les expulsa. Este hecho tiene

gran repercusión entre los que

le veían como un agitador del

pueblo y sus enemigos

empiezan a plantearse como

se pueden deshacer de él. La

furia de Cristo en este episodio

se asemeja a la de Moisés

rompiendo las tablas de la ley

y el castigo del general

Heliodoro por pretender

saquear el templo. Los

teólogos de la reforma vieron

en Jesús una imagen de Lutero

limpiando la iglesia del tráfico

de influencias, mensaje contra

el cual reaccionó el concilio de Trento vinculando la escena con el castigo a los

protestantes y con el ciclo de la Pasión de Cristo. Es de destacar la Purificación del

Templo, obra de El Greco.

� La Última Cena. Para deshacerse de Jesús sus enemigos se sirven de Judas Iscariote,

uno de los discípulos, prometiéndole treinta monedas de plata a cambio de

entregarles a Jesús. Para celebrar la Pascua Cristo se reúne con sus discípulos para

comer el cordero pascual y es entonces cuando Jesús lava los pies de cada uno de

ellos. Luego bendijo el pan, lo partió y lo repartió entre los discípulos, distribuyendo

también el vino. Así se instituyó el sacramento de la Eucaristía. El episodio del

Lavatorio de pies se identifica con la penitencia, que es preludio de la Santa Cena o del

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Sacramento de la Comunión. La escena ha variado

a lo largo de la Historia. En el arte bizantino Jesús

realiza la acción de pie, y a partir del siglo XII se

arrodilla ante San Pedro. La Contrarreforma juzgó

excesiva la genuflexión de Jesús, e impone la

presencia de unos ángeles que le asisten en la

tarea. El resto de los apóstoles se descalzan y

esperan su turno. La iconografía de la Santa Cena

recoge la última comida de Jesús con los discípulos

y la institución del sacramento de

la Eucaristía. El arte bizantino

creó el tema de la doble

comunión en la que Cristo

aparece dos veces reproducido,

ofreciendo el pan y el vino, y fue

popularizado en mosaicos,

miniaturas y pinturas murales. La

iconografía bizantina derivó hacia

un segundo tema, la Divina

Liturgia, una misa que oficia Cristo asistido por unos ángeles que portan los

instrumentos litúrgicos. En Occidente se prefirió la narración de la Última Cena

evangélica y el anuncio de la traición de Judas. Ya se trata en el arte paleocristiano,

que sitúa a los comensales siguiendo la tradición del triclinium romano, y Jesús se

encuentra en un extremo. Con el tiempo los discípulos se disponen sentados en mesas

redondas o rectangulares, que preside Cristo. Entre todos se diferencia Juan, el apóstol

predilecto que recuesta la cabeza sobre el pecho de Jesús, y Judas, que suele situarse

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en primer plano y que carece de nimbo, come un trozo de pan o esconde la bolsa son

los treinta denarios. La traición provoca sorpresa en los apóstoles, según lo plasma

Leonardo en la Última Cena de Milán. El concilio de Trento prima la institución del

sacramento de la Eucaristía y proclama el dogma de la transustanción o conversión del

pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Jesús. El arte de la contrarreforma concibe e

tema como una comunión de los apóstoles, con los antecedentes renacentistas de Fra

Angelico, en una Cena del convento de San Marcos, en donde aparece la Virgen

orando y Judas, arrodillado y con un nimbo negro que lo diferencia del resto de los

apóstoles. Otro ejemplo sería la Última Cena de Juan de Juanes en el Museo del Prado.

El Antiguo Testamento contenía cuatro prefiguraciones

de la Eucaristía: la ofrenda del pan y el vino de

Melquisedec a Abraham, la Pascua de los judíos en el

Éxodo, la caída de Maná en el desierto y Elías alimentado

por un ángel. Todas estas escenas serán representadas

en el arte posterior al concilio de Trento como

antecedentes de la Última Cena, entendida como una

consagración del pan y del vino y una comunión

apostólica; y también usada como arma contra los protestantes que rechazan los

sacramentos. Rubens lo reproducirá en el Triunfo de la Eucaristía.

� La oración en el huerto de Getsemaní.

Al acabar la cena Jesús va al Huerto de los

Olivos con sus discípulos y se retira a orar con

Pedro, Santiago y Juan. Este episodio de la

Oración en el monte de los Olivos, antes del

Prendimiento, se suele representar con una

estructura vertical donde se desarrollan los

siguientes episodios: Jesús rezando

arrodillado para no sucumbir a su agonía y

confortado por un ángel que porta los

instrumentos de la Pasión, cruz y cáliz, y que

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despierta a los tres discípulos. El tema aparece en los mosaicos de San Apolinar de

Rávena y va perdiendo vigencia hasta el Renacimiento, cuando es recuperado por Fra

Angelico, Botticelli, Mantegna, Durero, El Greco, Tintoretto o Correggio, volviendo a

resurgir en el siglo XIX.

� El Prendimiento de Jesucristo. Judas Iscariote llega a Getsemaní con soldados y

después de besar a Jesús, como habían

pactado, lo prenden. Cuando vio las

consecuencias de su traición Judas se

arrepiente y después de arrojar en el

templo las treinta monedas de plata, se

ahorca. La traición de Jesús tiene su

antecedente en la de José por parte de

sus hermanos en el Antiguo

Testamento, o Sansón por Dalila. Se

suele representar a Judas vestido de

amarillo, pelirrojo y de menor estatura

que Cristo, besando al Maestro. Giotto

sitúa la escena por la noche, a la luz de

las antorchas, en una escenografía algo

teatral. El remordimiento y la restitución del dinero por parte de Judas no ha sido

atendida por demasiados artistas, aunque a Rembrandt si le interesó, y el tema del

suicidio se repite en los capiteles y tímpanos de las catedrales medievales.

� Jesús ante Caifás. Es llevado ante Caifás,

el sumo sacerdote, que presidía el Sanedrín y

tras el interrogatorio se le acusa de blasfemo y

se le condena a muerte por haber reconocido

ser Hijo de Dios. Los criados se burlaron de

Jesús, le escupen y le abofetean. El episodio no

está demasiado reproducido en el arte, debido

quizá a la similitud con la coronación de espinas.

Para distinguir, los artistas representan a Jesús

en este episodio con los ojos vendados, las

manos atadas, y ante verdugos judíos y no

romanos. El Bosco y luego la escuela alemana

gustarán del dramatismo y crueldad de la

escena.

� La negación de San Pedro. Pedro negó reconocer al Maestro tres veces y a

continuación cantó el gallo, confirmando lo que Jesús le había vaticinado, por lo cual el

discípulo se arrepintió y lloró amargamente. El episodio aparece ya en el arte

paleocristiano aunque la Iglesia no muestra interés en difundirlo hasta que el concilio

de Trento relacione las lágrimas de Pedro y las de María Magdalena con el sacramento

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de la Penitencia. El Greco representará al apóstol ennoblecido con los ojos llorosos

vueltos al cielo, mientras que La Tour le imagina apesadumbrado por la culpa ante el

símbolo del gallo.

� Cristo ante Poncio Pilato. Cristo es llevado ante el gobernador romano Poncio Pilato

para que le condene a ser crucificado, pero éste considera que es inocente y

aprovecha que Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande está en Jerusalén y le

manda a Cristo, alegando que al ser galileo estaba bajo su jurisdicción. Herodes le

desprecia, le viste de blanco y se burla de él antes de devolvérselo a Pilatos, quien al

ver que la gente pide su cabeza, acude a la costumbre de que el gobernador en Pascua

le da libertad a un preso. Al tener que elegir entre el bandido Barrabás y Jesús, los

judíos eligen a Barrabás. Apenas esta escena ha sido tratado en las artes.

� La Flagelación y la coronación de espinas. Jesús es despojado de sus vestiduras y le

atan a una columna para azotarle, le ponen un manto púrpura,

una corona de espinas y una caña en la mano a modo de cetro.

Al ver que los judíos quieren más, Pilato se lava las manos

afirmando que él es inocente de esa muerte. Ante la presión de

los judíos, entrega a Jesús para que sea crucificado. El Lavatorio

de manos de Pilato fue poco representado, y suele oponerse al

Lavatorio de pies de la Última Cena. Sin embargo la Flagelación

o Cristo atado a la columna si está muy representado y a Jesús

se le representa de pie, siendo azotado por los soldados del

procurador de Judea. Los pintores españoles del Siglo de Oro

consagran el tema de Cristo abandonado tras el ultraje, solo en

la columna o postrado en el suelo. En el episodio del segundo

escarnio se representa a Jesús coronado de espinas a modo de

Rey de los Judíos, vistiendo la túnica púrpura, y sentado sobre una piedra. Pilato

presenta a Jesús ante la multitud afirmando Ahí tenéis al Hombre (Ecce Homo). Esta

iconografía no aparece hasta el siglo XV, y luego es popularizada por Tiziano, quien

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destaca el patetismo del Redentor, y su repercusión llegará hasta los pintores del siglo

XIX.

� El camino del calvario. En el mediodía del Viernes Santo Jesús inicia el camino del

Calvario, en hebreo Gólgota, cargando la cruz sobre sus

hombros, hasta el punto de que se cayó por tres veces, a

pesar del auxilio del Cirineo. Durante el recorrido se

encuentra con su Madre y con las Santas Mujeres. La

Verónica le limpia el rostro con un lienzo en el que quedan

impresas sus facciones (Santa Faz). La representación de

Cristo con la cruz a cuestas ha sido muy difundida en el arte,

sobre todo en las interpretaciones realistas del Vía Crucis.

Los artistas tomaron de los Evangelios apócrifos los

encuentros de Jesús con su Madre y desde el siglo XV con la

Verónica, que viene a ser una mezcla de las leyendas de la

Antigüedad para explicar la presencia en Roma de una

imagen de Jesucristo de origen bizantino a la que se

atribuían virtudes milagrosas; la Vera Icon o verdadera

imagen. Los artistas convirtieron la leyenda en una figura

femenina y su iconografía se configuró a lo largo de la Edad

Media. Acabó siendo el personaje central de la cuarta

estación y se la representó sola o junto a Redentor abatido

por el peso de la cruz, sosteniendo entre sus manos la Santa Faz.

� Crucifixión. En la cima del Calvario Cristo es crucificado en medio de dos ladrones. Los

soldados se reparten sus vestiduras, menos la túnica, que fue sorteada. A los pies de la

cruz están María, la Madre de Jesús, María esposa de Cleofás, María Magdalena y San

Juan. Cuando Jesús expiró hay un eclipse solar, el velo del templo se rasgó en dos

partes, la tierra tembló y muchos muertos resucitaron. Los soldados rompieron las

piernas a los dos ladrones, pero al ver que Jesús había muerto, uno de ellos atravesó

su costado con una lanza y de la herida salió sangre y agua. En la iconografía de la

Crucifixión se plasman los momentos previos también. La imagen del crucificado es e

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símbolo de toda la iconografía cristiana, y el arte paleocristiano ya la representa

mediante el símbolo del cordero místico o evitando la imagen de Jesús mediante la

única presencia de la cruz vacía.

Desde el siglo VI el Salvador ya se

representará de forma humana,

vivo y con los ojos abiertos, y

esta imagen se prolongará hasta

el siglo XI. A partir de esta fecha

los artistas empiezan a ilustrar la

muerte de Cristo con e cuerpo

desplomado, la cabeza ladeada y

los ojos cerrados. Se viste con

una larga túnica sin mangas y un

paño de pureza, hasta que

algunos artistas de Renacimiento, como Miguel Ángel o Cellini se atreven a presentarle

desnudo. El cuerpo se fija a la cruz con tres o cuatro clavos, y puede variar la tipología

de la cruz, pudiendo Jesús estar vivo todavía o muerto, cuando recibe la lanzada de

Longinos. Toda la escena la rodea un simbolismo variado, relativa al sol y la luna, la

iglesia y la sinagoga, la calavera o el esqueleto de Adán, ángeles recogiendo la sangre

de Cristo, la presencia de San Juan Bautista y el rey David, además del pelícano,

emblema del redentor. El número de personajes en la crucifixión es variable, a veces le

acompaña la Virgen, San Juan o la Magdalena. El arte renacentista va eliminando

muchos de los símbolos anteriores y se concibe un escenario con muchos personajes.

El concilio de Trento devuelve la austeridad al episodio. Se diferencia el Buen y el Mal

Ladrón, atados con cuerdas a las cruces en forma de tau, con los brazos retorcidos o

las piernas partidas, además de diferencias físicas en el ladrón bueno, el de la derecha,

al que se representa más atractivo. En el Expolio se representa el despojo de las ropas

de Jesús y cuando los soldados echan a suerte su túnica. Hasta el siglo XII se colocan al

lado de Jesús la Virgen y San Juan y más adelante a veces aparece la figura de María

con una mano sobre la mejilla o ambas colocadas en el pecho, suplicando clemencia o

recibiendo la sangre derramada por su Hijo. San Juan simboliza con su presencia al

resto de los apóstoles, mientras la Magdalena aparece llorando al pie de la Cruz.

� Descendimiento de la cruz. La

tarde del Viernes Santo José de

Arimatea, miembro del consejo de

ancianos, obtiene el permiso de

Pilatos para bajar el cuerpo de Jesús,

ayudado por Nicodemo, un anciano

sacerdote. También están presentes la

Virgen, San Juan Evangelista y la

Magdalena. El Descendimiento inicia

un ciclo narrativo intermedio dentro

del de la Pasión, que se conoce como

de la Lamentación, y que se cierra con

el Entierro. El tema nace en la iconografía bizantina y representa a Jesús con José de

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Arimatea y Nicodemo subidos a escaleras y sosteniendo el cuerpo de Jesús. La Virgen

recibe y besa los brazos de su Hijo. A finales de la Edad Media se incorpora la imagen

de la Magdalena abrazada a los pies de Cristo. El número de personajes, sus posturas y

dramatismo evolucionan desde la simplicidad de las miniaturas y la emotividad

medieval, superando el equilibrio triangular y el virtuosismo técnico del Renacimiento

hasta alcanzar la composición en espiral con Volterra Y Rubens, aunque más tarde

Rembrandt recupera la intimidad de la espiritualidad perdida.

� La Piedad. Corresponde al momento en el que el cuerpo de Cristo es depositado en el

suelo y María le acoge en su regazo. La iconografía de la Virgen de la Piedad responde

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a la sensibilidad patética de finales de la Edad Media. María recibe a Cristo sobre su

regazo, o llora sobre el cuerpo de su Hijo, yacente a sus pies.

� El entierro de Cristo. Después de envolver el cuerpo de Cristo en una sábana lo

depositan en un sepulcro abierto en la roca, que es cerrado con una piedra y guardado

por soldados. El tema de Santo Entierro es muy popular desde la Edad Media, dotado

de una gran carga patética que se evidencia en los rostros de los asistentes, que

habitualmente suelen ser siete: la Virgen, San Juan, las Tres Marías, José de Arimatea y

Nicodemo. El Renacimiento italiano desarrolla una segunda iconografía, la del

Transporte de Cristo al Sepulcro, concebida como una emotiva procesión que precede

al Entierro, tema tratado por Rafael, por Rembrandt y Blake.

� Bajada al Limbo o Descenso a los Infiernos. Según la leyenda dorada Jesús descendió a

los infiernos y liberó del Limbo a personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. En la

iconografía más difundida en la Edad Media a Cristo se le representa armado con la

cruz de la resurrección y pisando al demonio para liberar a Adán y Eva junto con otros

personajes. Luego en el Renacimiento se contaminó de personajes paganos y

desapareció definitivamente en el siglo XVI.

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4. La Resurrección. Al tercer día Cristo

resucitó y se sintió un gran temblor de tierra

mientras que un ángel vestido de blanco y

con el rostro resplandeciente dio la vuelta a

la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.

Los soldados se desmayaron y al volver en sí

huyeron para contar lo sucedido a los

sacerdotes. Esta escena es evocada mediante

símbolos por el arte paleocristiano, como la

cruz con el monograma de Cristo. A finales

de la Edad Media Cristo surge envuelto en

luz o en un paisaje de sol naciente. La larga

tradición del tema desde el Renacimiento

explica el gran número de variantes, aunque

se suele mostrar a Jesús saliendo vencedor

de la tumba y bendiciendo con la mano

derecha, como en el cuadro de Piero Della Francesca. Existe la variante de Cristo de pie

pisando su tumba o delante de ella, como emblema de su triunfo sobre la muerte, que

pervivirá en el Barroco.

� Aparición de Jesús a las Santas Mujeres. El primer día de la semana María

Magdalena y otras mujeres fueron al

sepulcro para embalsamar el cuerpo de

Jesús y al encontrarlo vacío pensaron que lo

habían robado. Se les aparecieron entonces

dos ángeles para anunciarles la

Resurrección de Cristo y ordenarles que

comunicasen la nueva a los discípulos.

Cuando regresaban fue Jesús quien se les

apareció y la Magdalena se arrodilló para

abrazarle los pies, pero él lo impidió

diciéndole Noli me tangere, y al tiempo le

pidió que anunciasen su próxima Ascensión.

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Este episodio está tomado del Evangelio de San Juan. Dos ángeles interpelan a la Magdalena,

que al ver a Cristo le confunde con un hortelano. La iconografía más frecuente es aquella en la

que el redentor se da a conocer y le ordena que no le toque delante de la tumba vacía. Jesús

suele llevar túnica y el estandarte con la cruz, y desde el siglo XV se hace hincapié en el gesto

de retirada. En otras representaciones aparece disfrazado de hortelano o señalando con su

dedo al cielo.

� La Cena de

Emaús. También se

apareció a dos de sus

discípulos que iban hacia

Emaús, y que no le

reconocen. Viendo su poca

fe por los comentarios que

hacían, les explicó el

significado de algunos

pasajes de las escrituras.

Luego cenaron juntos en

Emaús y cuando partió el

pan, lo bendijo y lo repartió, fue cuando le reconocieron y entendieron que

había resucitado; aunque el Señor desapareció de su vista. Procede la escena

del evangelio de San Lucas. En una de las iconografías, iniciada en Rávena,

Cristo resucitado se une a ellos en su camino, aunque el tema perderá

importancia desde la Edad Media. El arte renacentista ilustra más

frecuentemente el segundo momento, el de la cena propiamente, ambientada

en un recogido ambiente de interior. Tiziano y Caravaggio son algunos de los

pintores que lo tratan. Se aplica una luz tenebrista y se da gestualidad y

dramatismo a los personajes.

� La aparición a los apóstoles y duda de Santo Tomás. También se apareció a los

apóstoles cuando instituyó el sacramento de la Penitencia, pero Tomás no

estaba presente. Cuando le contaron lo ocurrido no lo creyó y añadió que sólo

lo haría si metía el dedo en las llagas y la mano en la herida del costado. Se

aparece Jesús por segunda vez e invita a Tomás a salir de su duda. En esta

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icnografía Cristo guía la mano de su discípulo hacia la herida del costado, en

presencia de Pedro y Juan.

5. La Ascensión. Después de cuarenta días de la Resurrección Jesús va con los apóstoles

al Monte de los Olivos y mientras les bendice,

comienza su ascensión al cielo hasta que una

nube le oculta por completo. Esta

representación es ajena al arte de las

catacumbas y en el medieval constituye dos

iconografías: Cristo elevado a los cielos con la

ayuda de los ángeles y otra en solitario. El arte

bizantino reproduce a Cristo sentado o de pie

dentro de la mandorla portada por ángeles,

imagen que luego pasará a Italia. El modelo

occidental consagra la subida al cielo de Jesús

guiado por la Mano de Dios, lo cual recuerda

la Transfiguración, aunque a veces solo son

visibles sus piernas. Generalmente María y los

apóstoles presencian la escena. El tema será

eclipsado en el concilio de Trento por la

Asunción de la Virgen.

6. Pentecostés. Diez días después de la Ascensión la Virgen y los discípulos se reúnen en

una casa de Jerusalén para celebrar la fiesta judía de

Pentecostés, que conmemora el día que Dios entregó a

Moisés las Tablas de la Ley en el Monte Sinaí. Entonces se

oye el ruido de un viento enorme y aparecen lenguas de

fuego sobre las cabezas de todos. Así los apóstoles reciben

al Espíritu Santo y el don de hablar varias lenguas. Las

representaciones de este milagro ilustran el momento en

que la Virgen y los apóstoles reciben sobre su cabeza la

venida del Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego que

parten de una paloma o de la Mano de Dios. Se representó

muchas veces en la Edad Media y el Renacimiento coloca la

escena en el interior, situando en un principio a San Pedro

en el centro del grupo, aunque luego este lugar de honor lo

ocupará la Virgen, entronizada en Majestad. El tema se

vincula con el misterio de la Trinidad y con la predicación

apostólica de la palabra divina.

BIBLIOGRAFÍA:

Mitología clásica e iconografía cristiana (UNED)

Tema 9 Mitología Clásica e Iconografía cristiana. UNED

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