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-1- Tema 6. Geomorfología y suelos. Francisco Javier Barba Regidor Dr. en Ciencias Geológicas Introducción. El territorio sobre el que sustentan las actividades humanas es consecuencia de la interacción de numerosos procesos naturales (tanto bióticos como abióticos) a los que se deben añadir, en las últimas decenas de miles de años al menos, la acción transformadora trepidante del ser humano. Bajo estas condiciones de presencia activa humana en la generación de transformaciones del territorio, la respuesta que éste en ocasiones nos da nos pasa desapercibida; es el caso de algunos procesos lentos de erosión que modelan el paisaje geológico permitiéndonos que nos adaptemos poco a poco a las condiciones cambiantes. En otras ocasiones, la respuesta que la naturaleza nos da es rápida, paroxísmica, con escasa o nula capacidad de respuesta por parte nuestra para adaptarnos a esas nuevas condiciones, ocasionándonos entonces pérdidas no sólo materiales, sino de vidas humanas. Y, a pesar de que ambas situaciones son ostensiblemente diferentes en cuanto a la gestión que se deba hacer de ellas, no podemos engañarnos: esa misma naturaleza no hace sino ponernos dificultades de desigual carácter según actúe a corto plazo, o según lo haga a largo plazo. Sin embargo, parece asombroso comprobar que, a pesar de saber como sabemos que, en cualquier caso, debemos prevenir las respuestas del planeta a nuestra presencia en él, la lección que se nos ha dado –no gratuitamente, sino a veces con demasiado dolor- no la hemos asimilado lo suficiente, porque, en la secuencia del ciclo, la historia nos vuelve a poner a disposición de esas inclemencias que, periódicamente o no, se vuelven a repetir para volver a hacerlo en otro tiempo para que unas nuevas generaciones padezcan los males que otras anteriormente ya padecieran. Las situaciones dibujadas anteriormente no son sino el resultado de un análisis de la historia de la humanidad y de la plasmación de las consecuencias de nuestra presencia en el territorio a lo largo de ella, comprobando cómo lenta o violentamente desaparecieron algunas notables civilizaciones humanas (anasazi, maya, egipcia, sumeria, cretense, tartesia, griega, romana, de Pascua...). Una mala gestión del territorio y de sus diversos recursos, en unas

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Tema 6. Geomorfología y suelos.

Francisco Javier Barba Regidor Dr. en Ciencias Geológicas

Introducción.

El territorio sobre el que sustentan las actividades humanas es consecuencia de la interacción de numerosos procesos naturales (tanto bióticos como abióticos) a los que se deben añadir, en las últimas decenas de miles de años al menos, la acción transformadora trepidante del ser humano. Bajo estas condiciones de presencia activa humana en la generación de transformaciones del territorio, la respuesta que éste en ocasiones nos da nos pasa desapercibida; es el caso de algunos procesos lentos de erosión que modelan el paisaje geológico permitiéndonos que nos adaptemos poco a poco a las condiciones cambiantes. En otras ocasiones, la respuesta que la naturaleza nos da es rápida, paroxísmica, con escasa o nula capacidad de respuesta por parte nuestra para adaptarnos a esas nuevas condiciones, ocasionándonos entonces pérdidas no sólo materiales, sino de vidas humanas. Y, a pesar de que ambas situaciones son ostensiblemente diferentes en cuanto a la gestión que se deba hacer de ellas, no podemos engañarnos: esa misma naturaleza no hace sino ponernos dificultades de desigual carácter según actúe a corto plazo, o según lo haga a largo plazo.

Sin embargo, parece asombroso comprobar que, a pesar de saber como sabemos que, en cualquier caso, debemos prevenir las respuestas del planeta a nuestra presencia en él, la lección que se nos ha dado –no gratuitamente, sino a veces con demasiado dolor- no la hemos asimilado lo suficiente, porque, en la secuencia del ciclo, la historia nos vuelve a poner a disposición de esas inclemencias que, periódicamente o no, se vuelven a repetir para volver a hacerlo en otro tiempo para que unas nuevas generaciones padezcan los males que otras anteriormente ya padecieran.

Las situaciones dibujadas anteriormente no son sino el resultado de un análisis de la historia de la humanidad y de la plasmación de las consecuencias de nuestra presencia en el territorio a lo largo de ella, comprobando cómo lenta o violentamente desaparecieron algunas notables civilizaciones humanas (anasazi, maya, egipcia, sumeria, cretense, tartesia, griega, romana, de Pascua...). Una mala gestión del territorio y de sus diversos recursos, en unas

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ocasiones modificó las cubiertas forestales y edáficas, desencadenó procesos erosivos, soterró campos feraces para la agricultura, rellenó bahías hasta entonces fértiles para la pesca, hizo desaparecer el preciado recurso agua al cambiar los regímenes pluviales, o, simplemente tras una violenta erupción volcánica, una o varias sacudidas sísmicas en un asentamiento improcedente, echó por tierra todos los avances de aquellas culturas increíblemente subyugantes, de las que sólo nos quedan reminiscencias a través de mitos, leyendas o algún escrito de carácter presuntamente histórico.

Como prueba del error pertinaz en el que nuestra generación viene cayendo una y otra vez, tenemos la extensión creciente de urbes situadas en áreas sometidas a determinadas situaciones de riesgo (México D.F., Los Ángeles, San Francisco,...), las cuales, tras haber sido pasto de alguna histórica y notable situación catastrófica, siguen sobredimensionándose, en ocasiones con babélicas construcciones cuyo colapso tras un nuevo desastre natural pueden generar numerosas e incontables víctimas. Ejemplos de ellos los conocemos suficientemente.

En este tema, precisamente, vamos a abordar algunos de estos fenómenos. Desarrollaremos en la primera parte precisamente los conceptos de peligrosidad y riesgo, tan importantes a la hora de determinar la habitabilidad de un territorio.

Además, hemos de reconocer que el territorio está constituido de un elemento que ha venido a ser la primera y más importante fuente de alimentos, al ser sustento de una gran parte de los recursos alimenticios (la otra es el agua: ríos, lagos y mares); son los suelos. De este asunto nos ocuparemos en la parte segunda del tema.

Procesos morfológicos activos a escala humana y riesgos derivados. 1. La duración de los procesos y su influencia en la respuesta humana

La superficie terrestre, que es el rasgo visible en primera instancia del territorio, es cambiante. Hay montañas y hay valles. Incluso, hay páramos y mesetas. Y unos y otros se encuentran donde a lo largo de la historia del planeta se han ido alternando unos con otros. Hoy ocupan regiones subaéreas, pero la gran parte de ellos incluso alguna vez estuvieron sumergidos bajo el nivel del mar. Entonces fueron el resultado de los procesos erosivos que desmantelaban los continentes produciendo sedimentos en zonas aledañas a los bordes costeros y hoy, además, son objeto de erosión para que los agentes encargados del desmantelamiento actual de las actuales áreas continentales o insulares se ocupen de llevarlos en forma de sedimentos tarde o temprano de nuevo hacia el mar.

En general, estos procesos son lentos, se producen a escalas de tiempo muy largas; tanto es así que pasan desapercibidos a los ojos de las personas a lo largo de una generación. Es el caso del desmoronamiento de grandes monumentos del patrimonio histórico artístico (la muralla de Adriano en Inglaterra o el Acueducto de Segovia en esta última localidad). Sólo al cabo de varias generaciones si pudiéramos comparar “fotografías” de dichos monumentos, podríamos comprobar cómo la erosión corroe los sillares tanto en sus bordes, los cuales va redondeando poco a poco, cuando no produce en ellos mismos agujeros más o menos llamativos, como se puede comprobar en la superficie de algunos monumentos de esta región (fachada principal de la Iglesia de Santa maría de Castro Urdiales). Estos procesos lentos, sin embargo, no tienen pausa y no producen más daño que el aparentemente estético y eso al cabo de varias generaciones. La gran mayoría de los procesos transformadores del relieve terrestre actúan de esa manera y son tremendamente eficaces a largo plazo. Pareciera como si el “reloj” de la naturaleza discurriera con unos ritmos desacompasados con respecto a los relojes humanos; ella

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“juega” con periodos de tiempo de miles o de millones de años, cuando nosotros lo hacemos con periodos de décadas. Es el caso de la erosión por un glaciar o por un río, así como la lenta acumulación de sedimentos a lo largo de una playa o en la plataforma continental, por debajo del nivel del mar.

Sin embargo, la naturaleza también desarrolla procesos con resultados aparentes en periodos de días, incluso de segundos. En estos casos, los procesos que se generan tienen efectos catastróficos, pues responden a sistemas de liberación de grandes cargas de energía de manera súbita, privándonos de cualquier capacidad de maniobra y de respuesta; el resultado son pérdidas de bienes y de vidas humanas, como ya hemos presentado en la introducción. Son los procesos paroxísmicos, que conducen a la definición de riesgo cuando el proceso desencadenado (una condición de peligrosidad) tiene consecuencias desastrosas para los seres humanos y sus bienes. Ejemplos de ello son, de un lado, los volcanes y los terremotos, y de otro, los procesos geomorfológicos, derivados de la interacción de los agentes meteorológicos con las rocas de la superficie terrestre, de entre los que podemos destacar determinados movimientos de ladera (deslizamientos), inundaciones debidas a desbordamiento de los cauces de los ríos sobre áreas habitadas, hundimientos y colapsos debidos a grandes oquedades en el interior aunque relativamente próximas a la superficie terrestre, o deformidades en el terreno debidas a la presencia en el subsuelo de lo que se conoce como arcillas expansivas (en la zona del Primero de Mayo, en Santander, hay algún magnífico ejemplo de esta situación, así como en algún polígono industrial del arco de la Bahía de Santander, donde se asientan importantes centros comerciales y de ocio).

En ambos casos, esto es, en lo referido a los procesos actuantes, bien derivados de la energía interna del planeta como de la energía derivada del calor solar y su influencia en los elementos de los sistemas superficiales, se habla de riesgos geológicos. A su vez, éstos se subdividen en distintas categorías en función de qué tipo de proceso haya jugado: riesgos volcánicos, riesgos sísmicos, riesgos geomorfológicos; y dentro de éstos, riesgos de inundación, de movimientos de laderas, de hundimiento, etc. 2. ¿Una clasificación de los procesos por su “duración” y su fuente energética?

Hemos visto que los procesos geológicos, responsables de la configuración de nuestro planeta, pueden ser de dos categorías: lentos o rápidos, entendiendo como tales aquellos que tienen lugar en función del tiempo requerido para manifestar sus efectos sobre el planeta; al menos, el tiempo lo determinaremos a la escala humana. Los primeros liberan su energía lentamente; los segundos de forma brusca, violenta. Como hemos señalado, aquéllos permiten al hombre disponer de una capacidad de respuesta que los segundos, empero, no le suelen proporcionar. De ahí que los procesos lentos –que pasan desapercibidos- no suelen producir daños al hombre, en tanto que los procesos rápidos, también llamados paroxísmicos, no sólo son percibidos, sino que además son capaces de producir grandes daños; son los responsables de las grandes catástrofes naturales.

Se suele decir en ciertos medios de comunicación que los primeros englobarían a los procesos alimentados por la energía del sol, en tanto que los segundos serían responsabilidad de la energía interna del planeta. A los primeros se podrían englobar los procesos geomorfológicos (relacionados con la erosión de las áreas emergidas), y sin embargo, rápidamente podemos comprobar que una clasificación así resultaría simplista, pues fenómenos tales como las avenidas o inundaciones, los colapsos gravitacionales, los hundimientos, etc., que se clasificarían en esta categoría, se suelen desarrollar de forma brusca, como la experiencia cotidiana nos demuestra. Y, del mismo modo para los procesos alimentados por la energía profunda del planeta, debemos asumir que el levantamiento de las cordilleras como consecuencia del empuje de unas placas tectónicas contra otra u otras es un proceso que

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también nos pasa desapercibida por más que de vez en cuando algunos procesos que se manifiestan en estos contextos geodinámicos se desarrollen de manera súbita (volcanes y terremotos). 3. El concepto “riesgo”

La pregunta que nos surge en estos momentos es la que se refiere al concepto de riesgo. Existe una compleja relación entre el medio natural (el geológico entre otros) y el humano (que también forma parte de él). Aquél proporciona recursos a éste (figura 1), que en su extracción genera en él impactos, pero que a su vez nos devolverá, como consecuencia de su tendencia a restablecer los equilibrios rotos, procesos más o menos peligrosos capaces de desencadenar situaciones de riesgo. El concepto de riesgo quedaría expresado, pues, como aquella condición, proceso o evento que pueda causar heridas, enfermedades, pérdidas humanas o económicas o daños al medio ambiente. Algunos sinónimos, aparte del término ya mencionado “catástrofe”, incluyen, entre otros, los siguientes: hecatombes, estragos, pérdidas, siniestros, tragedias, víctimas, cataclismos, desastres, destrozos, devastaciones, etc.

En cualquier caso, la idea de riesgo como una consecuencia del cruce de caminos entre los procesos naturales y las actividades humanas (figura 2) parece clara.

En la definición del riesgo intervienen tres factores: la peligrosidad, la exposición y la vulnerabilidad (P, E, y V).

El primero de estos factores, la peligrosidad (o hazard de los autores anglosajones) es, según el Geological Survey (1977) la condición, proceso o suceso potencial que supone una amenaza para la salud, la seguridad o el bienestar de un grupo de ciudadanos, o para las funciones o economía de una comunidad o entidad gubernamental mayor; se suele expresar como la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno cuya intensidad o severidad lo hacen potencialmente perjudicial en un determinado lugar y en un momento dado. En su definición intervienen tras aspectos: la situación geográfica, el tiempo de retorno y la magnitud.

Figura 1. El concepto “riesgo” como consecuencia de la presencia del ser

humano en el medio.

La Exposición identifica el número total de personas o bienes sometidos a un determinado riesgo. Representa, por tanto, el valor de éste y se mide bien en unidades monetarias, bien en unidades no monetarias, según el tipo de pérdidas que se puedan producir por el riesgo.

La Vulnerabilidad, que a veces se confunde con la Exposición, representa el porcentaje de valor perdido en el caso de la ocurrencia de un suceso catastrófico. Figura 2. El concepto riesgo como “cruce de caminos” entre las actividades humanas y la dinámica de los procesos naturales.

PRO CESONATURAL

ACTIVIDADHUM ANA

RIESG O

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Estos tres factores permiten expresar matemáticamente el concepto Riesgo como el producto algebraico de los tres factores anteriormente enunciados: R = P * E * V (figura 4).

Por el grado de control que el hombre puede ejercer sobre la generación de situaciones de riesgos, se habla de riesgos naturales, inducidos y mixtos. En cuanto a sus causas, permite distinguir riesgos tecnológicos y riesgos naturales (figura 3), incluyéndose también los mixtos

cuando la deslinde entre unos y otros resulte dificultosa, como en la colmatación de los embalses, los accidentes de escombreras, etc. Figura 3. Los riesgos y sus causas.

Dentro de los riesgos tecnológicos se incluiría la rotura de presas o los accidentes nucleares, entre otros. No nos ocuparemos de ellos. Se los dejaremos a las potencias mundiales para que tengan algo de que hablar en las próximas

cumbres de Jefes de Estado. Nosotros nos centraremos en los Riesgos Naturales, que se pueden subdividir en diferentes categorías de acuerdo con los autores. Así, frente a la distinción en el texto de los riesgos bióticos, abióticos y los derivados de los procesos de cambio global, otros autores sólo distinguen los dos primeros. En cualquier caso, en todos existe el reconocimiento de que los riesgos geológicos forman parte del grupo de los riesgos abióticos en una subdivisión de éstos que distingue diferentes procesos responsables de los mismos.

De los riesgos que la naturaleza genera desde el concepto de territorio parece inmediato reconocer que los de tipo geológico parecen los más importantes, si bien, los de tipo geoclimático pueden presentar una gravedad nada desdeñable desde la consideración de que engloban procesos que afectan seriamente a la capacidad de aquel de acoger a poblaciones humanas (es el caso de situaciones de procesos de erosión tanto costera como fluvial como consecuencia de los cambios en los niveles relativos del mar y, por su acción sobre el nivel de base de los ríos, a lo largo de los cauces de éstos y de las laderas por entre las que discurren). 4. Riesgos geológicos Los riesgos geológicos son riesgos naturales abióticos generados directa o indirectamente a partir de procesos geológicos. Para su clasificación recurrimos al origen de las fuerzas que desencadenan la situación de riesgo; en una primera aproximación: a) si esas fuerzas derivan de la energía profunda de la Tierra generan riesgos geológicos internos: a.1. volcánicos, a.2. sísmicos,

a.3. tsunamis o a.4. diapíricos. b) si las fuerzas derivan de los procesos superficiales, donde la energía del sol, la gravedad y el relieve terrestre, así como la naturaleza y la estructura geológica de los materiales terrestres interfieren mutuamente para dar lugar a los procesos modeladores del relieve, tenemos los riesgos geológicos externos: b.1. suelos expansivos, b.2. avenidas o inundaciones,

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b.3. subsidencias y colapsos, b.4. movimientos de ladera, b.5. riesgos de zonas costeras.

A pesar de la gran repercusión que los riesgos geológicos internos suelen tener en los medios de comunicación, sólo los de tipo geológico externo tiene cierta relevancia en nuestra región, aunque no todos con la misma importancia; es más, dentro de los de tipo interno, cabe señalar la importancia del diapirismo, responsable del modelado de amplias extensiones de terreno de Cantabria (desembocaduras de los ríos Asón y Miera, valle del río Pisueña y Campóo). De los externos, cabe reseñar la importancia, en general, de los movimientos de

ladera o de las avenidas o inundaciones, si bien, localmente cabe destacar la presencia de los suelos expansivos (Bahía de Santander), de subsidencias o colapsos (La Virgen del Mar, Cacicedo de Camargo, etc.), y, a lo largo de toda la costa, por la interacción de os procesos costeros y la gran ocupación humana de este tramo, los riesgos de las zonas costeras. Figura 4. ¿Qué hubiera pasado si este movimiento de ladera, en lugar de producirse en un área despoblada lo hubiera hecho en un barrio de un suburbio de las grandes capitales del mundo...?.

Riesgos derivados y su gestión.

En la gestión de riesgos, básicamente se reconocen tres tipos de acciones básicas: la predicción, la prevención y la protección. La primera plantea dar respuesta a tres preguntas básicas: ¿dónde, cuándo y cuánto va a tener lugar o se va a manifestar un proceso catastrófico? La respuesta a la primera cuestión se responde con la elaboración de los mapas de peligrosidad y de riesgo; las preguntas segunda y tercera, mediante herramientas estadísticas de periodicidad y probabilidad y la instrumentación.

La prevención pretende diseñar medidas de disminución del riesgo al mínimo. Básicamente, estas medidas pueden ser de dos tipos: estructurales y no estructurales; en las primeras se integran actuaciones para reducir la vulnerabilidad, como la organización de Servicios de Protección Civil. En las segundas, el desarrollo de cartografía de riesgos (mapas de riesgo, de peligrosidad, de exposición, de vulnerabilidad), la realización de análisis de coste/beneficio o la misma Ordenación del Territorio.

La protección se debe orientar a salvaguardar las vidas y las propiedades ante la posibilidad de situaciones de riesgo. Incluiría la disposición de vías de comunicación, de refugios u hospitales, así como la educación de la población, entre otras.

Los suelos como recurso. 1. Aproximación conceptual

El concepto suelo tiene diversas acepciones, dependiente de la visión que del propio suelo se tenga, de la utilidad encontrada para él, en definitiva. Una definición simple reconoce el suelo como un cuerpo natural formado de materiales orgánicos e inorgánicos, que cubre la mayor parte de la superficie terrestre, puede sostener el crecimiento de plantas y es

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afectado por el ser humano. Para un naturalista que estudia los procesos de su formación puede ser simplemente el resultado de la interacción de diversos factores litológicos, climáticos y biológicos sujetos a transformaciones fisicoquímicas complejas que lo hacen progresivamente más potentes; incluso puede darle un tinte composicional a esta definición al decir de él que es un conjunto de minerales residuales y secundarios, aire, agua, materia orgánica y seres vivos, que sirve de asiento para la vegetación y es la base para el desarrollo de la vida en las tierras emergidas. Ahora bien, para un ingeniero agrónomo, que busca la utilidad del suelo como productor de alimentos, ve a éste como un ecosistema que condiciona la vida vegetal y animal, por lo que es un factor fundamental en el proceso de formación de alimentos; y sin embargo, para un ingeniero de carreteras, un suelo lo verá en función de la mayor o menor dificultad que encuentre para su manipulación a la hora de abrir la

caja del vial (es la parte superficial de la corteza terrestre no compacta, en la que se encuentran elementos más o menos disgregados sobre un material consolidado). Figura 5. El espesor de los horizontes edáficos en función del clima y del relieve.

En la formación del suelo tenemos implícito un factor que determina su vulnerabilidad, su capacidad para ser destruido: el enorme tiempo requerido para su

formación. En efecto, los procesos edafogénicos (formadores del suelo: edafós, del griego suelo; genos, del griego origen) son extraordinariamente lentos y en ellos intervienen, además del tiempo, las condiciones climáticas, los materiales rocosos del substrato, la cubierta vegetal, la orientación o el relieve (figura 5), cada uno de diferente manera, contribuyendo a su desarrollo o, incluso, impidiéndolo.

Figura 6. La formación de un suelo se inicia en superficie y avanza progresivamente en profundidad haciéndolo

progresivamente tanto más potente cuanto más pasa el tiempo y los procesos edafogénicos se mantienen.

Para la formación de un suelo deben converger todos esos factores. Así, bajo unas determinadas condiciones climáticas, orográficas, de cubierta vegetal o de orientación, una determinada masa rocosa reacciona alterándose en principio desde la (figura 6) superficie terrestre; a medida de que la alteración progresa, lo hace hacia abajo, en profundidad . Desde el momento en que los seres vivos comienzan a instalarse sobre esta cubierta resultante de la alteración (de ahí su nombre: alterita o cubierta de meteorización), contribuyen a su crecimiento y a su enriquecimiento en determinados componentes que van modificando progresivamente el material de esa unidad a la que podemos empezar a llamar propiamente suelo.

Poco a poco todo este proceso permite individualizar en el perfil vertical de la alterita resultante un cierto bandeado que con el tiempo tiende a hacerse más evidente. Se señalan en él grandes niveles u horizontes (figura 7): A, B y C, de afuera a adentro, todos ellos apoyados sobre la Roca inalterada (R).

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Figura 7. Los horizontes del suelo: perfil y características.

El horizonte A en el que se encuentran los elementos orgánicos, finos o gruesos, y solubles, que han de ser lixiviados1. El horizonte B en el que se encuentran los materiales procedentes del horizonte A. Aquí se acumulan los coloides provenientes de la lixiviación del horizonte A. Tiene una mayor fracción mineral. El horizonte C es la zona de contacto entre el suelo y la roca madre; es la región en la que la roca madre se disgrega. 2. Los usos del suelo

De acuerdo con lo que se recoge textualmente en alguna enciclopedia2 consultada a los efectos, este término “engloba los diferentes usos que el hombre puede hacer de la tierra, su estudio y los procesos que llevan a determinar el más conveniente en un espacio concreto. Menos del 30% de la superficie de nuestro planeta es tierra. No toda ella puede ser utilizada por los humanos, motivo por el cual constituye un recurso natural valioso y sometido, en muchas partes del mundo, a una notable presión. En consecuencia, es importante tener una visión correcta del uso que se le está dando a un espacio concreto y de si éste es el más apropiado”.

Como suele ocurrir cuando se trata de clasificar un conjunto de elementos dentro de una colectividad, es preciso establecer previamente los criterios que se van a utilizar en esa clasificación. Uno de los criterios a utilizar es el que se sigue a la hora de elaborar los distintos Planes de Ordenación Urbana que se suelen elaborar en las corporaciones municipales a la hora de ordenar su territorio en actividades que puedan convivir en paz. En estos casos, va a primar, por su mayor precio de mercado, el tipo de ocupación que se vaya a realizar del mismo; así, en numerosos sistemas de clasificación de usos del suelo, éstos están comprendidos en una de estas tres categorías: urbano, urbanizable (apto para ser urbanizado) y no urbanizable (espacios protegidos por su valor agrícola, forestal o ganadero, por sus recursos naturales, valor

1 La lixiviación es un proceso por el cual los minerales arcillosos son transportados mecánicamente, por el agua infiltrada (percolación) progresivamente hacia el subsuelo provocando la descalcificación de los horizontes superiores del suelo y la iluviación (deposición de sustancias en los horizontes bajos del suelo) de los horizontes inferiores. 2 Enciclopedia Microsoft® Encarta® Online 2006.

Horizontes del suelo

A A00 Hojas y residuos orgánicos sin descomponer A0 Residuos parcialmente descompuestos A1 Color oscuro por presencia de materia orgánica A2 Color claro por efecto del lavado

A3-B1 Transición a A-B

B B2 Precipitación de sustancias lavadas de A

B3 Transición B-C

C C Fragmentos y restos de meteorización de la roca madre

D

D Roca madre sin alterar

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paisajístico, histórico, cultural o para preservar su flora, fauna o el equilibrio ecológico). Cada uno de estos grandes grupos comprende otras subdivisiones:

a) Suelos urbanos a.1. Suelos urbanos a.2. Suelos industriales a.3. Suelos viarios

b) Suelos urbanizables c) Suelos no urbanizables

c.1. Suelos agrícolas c.2. Suelos agroforestales c.2. Suelos agropecuarios y cañadas c.3. Suelos mineros c.4. Otros suelos no urbanizables

Sin embargo, como en algunos estudios se puede entrever, un uso elevado de subcategorías no permite adquirir una visión clara de los usos que hasta el momento se vienen dando ni los que se le pueden deparar el suelo en un futuro más o menos lejano. El caso del

mapa de la figura 8 nos resume cuanto acabamos de señalar. Figura 8. Principales dominios de utilización de los suelos en Suiza (1979-85) y categorías utilizadas. Tomado de: http://www.bfs.admin.ch/bfs/portal/en/index/regionen/thematische_karten/kartengalerie/raum_und_umwelt/raumnutzung.html

De otro lado, es evidente que la clásica separación entre suelos urbanos y no urbanizables precisa de una categoría

intermedia que permita que en determinadas ocasiones la sociedad deba utilizar suelos hasta entonces destinados a usos ajenos a un asentamiento humano para que pasen a tener la capacidad administrativa para poder ser ocupados de ese modo; de ahí surge el concepto de suelo urbanizable.

Este cambio en el tipo de usos responde a distintos condicionantes coyunturales del tiempo, a necesidades sociales en ese momento, del mercado, de la presión demográfica, etc., hemos de reconocer que la organización del espacio de cualquier territorio podrá modificarse para adecuarse a esas circunstancias siguiendo criterios coherentes y lo menos agresivos posibles. La Ordenación del Territorio se constituye en este punto como una de las herramientas más importantes en esa puesta a punto. La figura 9 recoge algunas de las causas y de las influencias de los usos que se le pueden dar al suelo.

En cualquier caso, considerando que hasta la fecha el suelo ha tenido, en cualquier punto la utilidad que históricamente se le haya dado, conviene reflexionar que con vistas al futuro se debe tener en cuenta la idoneidad del suelo debe ser definida en función de su capacidad para albergar los diversos usos específicos a los cuales va a ser destinada. Aquí es donde la Ordenación del Territorio debe intervenir para aplicar los criterios científicos y más adecuados al bien común que se le deba dar al suelo.

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Figura 9. Causas e influencias de la organización espacial de los usos del suelo. Tomado de http://www.ipe.csic.es/erosion_hidrologia/area_2.htm#anchUsos

Frente a la tendencia en España a cambiar con cierta frecuencia los usos del territorio a partir de los sucesivos Planes de Ordenación urbana o comunitaria, un ejemplo de todo lo contrario al respecto lo tenemos en el caso concreto suizo que hemos visto en la figura 8; para el periodo 1992-97, los cambios producidos respecto a aquel de 1979-85 son prácticamente inexistentes; lo podemos comprobar en la figura 10.

En cada uno de esos modelos de organización del espacio se afecta de manera diferente a las características de los suelos (resistencia, capacidad de infiltración), a la cubierta vegetal e incluso a la topografía (por ejemplo, cuando se construyen bancales de cultivo o sistemas de drenaje de la escorrentía). En consecuencia afecta a la erosión del suelo, la generación de escorrentía, la intensidad y frecuencia de avenidas, el aterramiento de embalses y la dinámica de sistemas sedimentarios (deltas, conos de deyección, llanuras aluviales). Es evidente que un cambio de envergadura en los usos del suelo introduce a su vez cambios de gran importancia en la dinámica hidrológica y geomorfológica.

Figura 10. Principales dominios de utilización de los suelos en Suiza (1992-97) y categorías utilizadas. Tomado de: http://www.bfs.admin.ch/bfs/portal/en/index/regionen/thematische_karten/kartengalerie/raum_und_umwelt/raumnutzung.html

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3. Factores y criterios que determinan la capacidad de uso de los suelos. Hay que considerar que el ecosistema suelo contribuye a3: Mantener la actividad biológica, la diversidad y la productividad suministrando un

hábitat a las plantas, a los animales y a otros organismos. Regular el flujo del agua. Filtrar, almacenar, inmovilizar y eliminar potenciales contaminantes. Almacén y ciclo de nutrientes. Y proveer soporte estructural a las plantas.

Estas funciones son las que han determinado que el hombre utilice al suelo como una importante fuente de recursos, como soporte de actividades y como sumidero de residuos.

Para establecer los factores que determinan la capacidad de uso de los suelos hay que reconocer en primer lugar su capacidad como productor de alimentos. Por ello, en 1993 la FAO planteó la necesidad de considerar la sostenibilidad como medida real para la planificación en el uso de los suelos dentro del marco del desarrollo sostenible. La tabla 1 recoge algunos de esos criterios y los distintos tipos de usos tanto primarios como secundarios, así como las medidas para su conservación, referido tanto a los suelos adecuados para el cultivo como para los suelos no adecuados a tal fin.

Las modernas actuaciones agrarias están orientadas a obtener el máximo beneficio posible. Para ello, la gestión agraria se dirige básicamente a los temas de capital, labor, cosecha, ganado y tierra, ajustando los factores edáficos para alcanzar la máxima producción al menor coste posible.

Una sabia gestión debe contemplar el futuro de modo que el suelo pueda continuar produciendo cosechas durante muchos años dejando a éste en un estado productivo por generaciones (agricultura sostenible). En definitiva, una buena gestión del suelo debe tratar de preservar las mejores características físicas, químicas y biológicas. Específicamente, se trataría de prevenir la degradación del suelo y de mejorar la productividad del suelo. Una buena gestión edáfica debe insistir en los criterios siguientes4: La preservación de la material orgánica del suelo mediante la rotación de las cosechas y

mediante la adición de los residuos de éstas. El buen mantenimiento de la estructura del suelo mediante la adición de los residuos de

las cosechas y cuidadas labores de labranza La protección de la estructura del suelo frente a la erosión mediante cuidadosas prácticas

de labranza y de recogida de las cosechas y la conservación de la humedad del suelo. El uso adecuado de las tierras marginales, que no han sido objeto de cosecha. La conservación de los humedales naturales que permitan preservar los sistemas de

drenaje natural y la vida salvaje. La fertilización y la irrigación cuidadosa mediante muestreos del suelo y análisis de las

plantas, el control adecuado de malezas y pestes que permitan minimizar el uso de substancias químicas

La gestión económica para una agricultura sostenible, crecimiento para mañana, no sólo para hoy.

3 Ver: http://www.dcnr.state.pa.us/forestry/sfrmp/soils.htm 4 Ver: http://interactive.usask.ca/ski/agriculture/soils/soilman/index.html

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TABLA 1. Criterios y usos del suelo. Tomado de la FAO.

Clase Características Usos Principales Usos Secundarios

Medidas de conservación

Suelos adecuados para el cultivo

I Suelo excelente, plano y bien drenado Agricultura Recreo, vida silvestre,

pasto Ninguna

II Buena suelo con limitaciones menores, como pendiente ligera, suelo arenoso o drenaje deficiente

Agricultura, pasto Recreo, vida silvestre, pasto

Cultivo de franjas, labranza en contorno

III Terreno moderadamente bueno con limitantes importantes en suelo, pendiente o drenaje

Agricultura, pasto, cuenca colectora

Recreo, vida silvestre, industria urbana

Labranza en contorno, cultivo de franjas, vías fluviales, terrazas

IV Suelo regular, limitaciones severas en suelo, pendiente o drenaje

Pasto limitada, huertos, agricultura limitada, industria urbana

Pasto, vida silvestre Labranza en contorno, cultivo de franjas, vías fluviales, terrazas

Suelos no apropiados para el cultivo

V Rocosa, suelo somero, humedad o pendiente alta imposibilitan la agricultura

Apacentamiento, silvicultura, cuenca colectora Recreo, vida silvestre

Sin precauciones especiales, si se pastorea o tala de manera apropiada, no debe ararse

VI Limitaciones moderadas para apacentamiento (ganadería) y silvicultura

Apacentamiento, silvicultura, cuenca colectora, industria urbana

Recreo, vida silvestre El apacentamiento y la tala deben limitarse a determinadas épocas

VII Limitaciones severas para apacentamiento (ganadería) y silvicultura

Apacentamiento, silvicultura, cuenca colectora, recreo, paisaje estético, vida silvestre

Si requiere una administración cuidadosa cuando se utiliza para apacentamiento o tala

VIII

Inadecuada para apacentamiento y silvicultura a causa de fuertes pendientes, suelo somero, carencia de agua o demasiada agua

Recreo, paisaje estético, vida silvestre, industria urbana No se usa para

apacentamiento o tala

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Principales procesos de degradación Cualesquiera de los usos que, como fuente de recursos, como sumidero de residuos o

como soporte de actividades, le podamos dar a los suelos pueden ser causa de la degradación de los mismos, del mismo modo que la propia dinámica de los sistemas naturales y su interferencia con la propia dinámica natural de los suelos puede hacer de ellos que pierdan su capacidad de mantenimiento de los ecosistemas superficiales y, por ende, contribuir a la pérdida de productividad. Esta pérdida puede ser de dos formas: cualitativa y cuantitativa, según se refiera al descenso de la fertilidad o a la desaparición de uno o varios –si no todos- horizontes. Y en todas ellas intervienen numerosos procesos, que van desde la sobreexplotación de la tierra, particularmente la agricultura y la ganadería, a la contaminación atmosférica, pasando por la deforestación o las actividades mineras, e industriales, o la misma expansión urbanística, entre otras.

1. Erosión. Desertificación y desertización

La erosión: concepto; su presencia en los ciclos geológicos naturales La erosión es un fenómeno natural y forma parte de la dinámica de la superficie de la

corteza terrestre. La erosión, además de contribuir a la destrucción de los suelos es la responsable de la transformación de los relieves en los continentes y de la formación de los depósitos de sedimentos que colmatan ríos, lagos, zonas costeras, bordes de continentes, etc. y contribuyen a la formación de nuevas rocas que luego pueden integrar el cuerpo de las grandes cordilleras terrestres. Y esto ha sido así –y así es hoy y así seguirá siendo aun cuando la civilización humana haya desaparecido- a lo largo de toda la historia del planeta. La erosión, en definitiva, no es sino una parte más del ciclo geológico que, circunstancialmente, habida cuenta nuestra presencia en el planeta y nuestra necesidad de obtener recursos de los suelos,

contribuye a impedirnos seguir obteniendo de los recursos que ésos nos proporcionan. Figura 11. Importantes factores que contribuyen a la erosión del suelo. Tomado de Cooke y Doornkamp (1990)5.

Para ello, la erosión supone la

pérdida de los horizontes superficiales del suelo, particularmente aquellos que, por arrastre de sus componentes, empobrecen a éste de los nutrientes que deberían nutrir las plantas que debieran crecer allí. Esta imposibilidad de que se pueda instalar y desarrollar la vegetación en un suelo en vías de destrucción, se repercute en la ralentización o en la interrupción de los procesos edafogénicos, a la par que bloquea la posibilidad de éste de

5 Cooke, R.U.. & Doorkamp, J.C. (1990) Geomorphology in environmental management: a new introduction. Clarendon Press, Oxford, 410 pp.

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producir alimentos, aspecto éste fundamental para las sociedades humanas afectadas que se verán abocadas a hambrunas, enfermedades o muerte, cuando no necesidad de sufrir largos y complejos procesos migratorios en busca de nuevas tierras, generalmente ya ocupadas por otras sociedades humanas.

Los agentes y los factores de la erosión; el caso de la erosión hídrica Básicamente son dos los agentes que producen la erosión en nuestras latitudes. Son el

agua y el viento, si bien, con desigual e incompatible presencia, pues en regiones húmedas el responsable más eficaz es el agua, en tanto que en regiones áridas es el viento el principal agente erosivo. Los glaciares, responsables de una importante acción erosiva en algunas regiones, se manifiestan generalmente en áreas restringidas: zonas circumpolares y, en latitudes menores, con altitudes generalmente muy altas, en regiones con una relativamente baja presencia humana.

Habida cuenta que, como se ha comentado, en nuestros dominios es el agua el agente de erosión más importante, vamos a comentar algunos de los rasgos de la erosión que produce.

infiltración

Desagregación por el impacto de las gotas de lluvia

Transporte por las salpicaduras

Arrastre por el flujo de agua superficial

Transporte por el flujo de agua

escurrimiento

Figura 12 Procesos de Erosión Hídrica. Tomado de Guy Parent, Jacques Trencia y Sergio Romero: Procesos y consecuencias de la erosión hídrica de los suelos: II Foro Internacional Los Aprovechamientos Forestales

en Selvas y su Relación con el Ambiente. En general hemos de reconocer que son numerosos los factores que intervienen en el

desencadenamiento de la erosión hídrica; unos dependen del propio agua –la lluvia o los flujos que siguen a las precipitaciones y que descarnan laderas-: son los factores erosivos (erosivity factors, de los autores anglosajones); otros dependen de factores propios de la roca a erosionar, de las laderas, de la cubierta vegetal o de los usos del suelo: son los factores de erosionabilidad (erodibility factors, de los autores anglosajones). La figura 11 organiza estos factores sucintamente.

En efecto, la erosión hídrica de los suelos fundamenta su energía en la lluvia: la energía cinética de las gotas desagrega las partículas del suelo e inicia el proceso de destrucción (factores erosivos) de los componentes del suelo; luego la energía del agua de escorrentía se encarga del transporte del material suelto y completa el proceso destructor con el arrastre de

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materiales aún cohesivo (factores de erosionabilidad). En paralelo, las condiciones del terreno incrementan o frenan la acción del agua.

El agua inicia su acción erosiva inmediatamente que las gotas golpean el suelo descubierto. Este proceso de martilleo de la lluvia había sido despreciado durante muchos años hasta que se realizaron diferentes ensayos comparativos y se logró observar directamente el impacto particular de las gotas. Dada su energía cinética, las gotas logran disgregar los agregados del suelo y reducirlos finalmente en dimensiones mas propicias para el transporte ulterior por las aguas de escorrentía.

Figura 13. Factores que afectan la tasa de erosión hídrica de los suelos. Tomado de Guy Parent, Jacques Trencia y Sergio Romero: Procesos y consecuencias de la erosión hídrica de los suelos: II Foro

Internacional Los Aprovechamientos Forestales en Selvas y su Relación con el Ambiente.

En complemento a la desagregación del suelo, las gotas provocan un desplazamiento marcado de las partículas durante la salpicadura (figura 12). Por ejemplo, una gota de 5 mm puede proyectar las partículas de 4 mm hasta una distancia de 20 cm, y las partículas más finas hasta 1,5 m. Este proceso logra un impacto erosivo (erosión por salpicadura) notable en tierras inclinadas, debido al transporte asimétrico y dirigido hacia las partes inferiores en función del ángulo del terreno mismo, así como de las fuerzas de la gravedad..

De entre las acciones erosivas que lleva a cabo el agua cabe mencionar las siguientes: a) Erosión laminar. Está presente en laderas en que la velocidad de infiltración es

inferior a la de caída de la lluvia, con lo que el agua fluye como una fina película a lo largo de aquella; este flujo puede ser capaz de arrastrar materiales sueltos que se incorporan a la masa de agua para ser transportadas pendiente abajo. A pesar de la lentitud del proceso, a largo plazo es capaz de producir grandes pérdidas de suelo, descubriendo los horizontes inferiores y, por lo tanto, empobreciendo su fertilidad e incrementando la erosionabilidad del mismo.

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b) Erosión en surcos. El agua de lluvia, al deslizarse por la ladera, circula aprovechando las irregularidades del terreno, que le hacen ganar turbulencias –y energía- que le hacen formar regueros, esto es, se ve incapaz de mantener un flujo laminar tranquilo. Estos regueros producen una gran erosión vertical, por lo que los “cauces” que se excavan tienden a crecer verticalmente y siguen trazados perpendiculares a las curvas de nivel. En definitiva, supone un nivel de mayor capacidad energética que la del caso anterior y el resultado es la formación de surcos más o menos pronunciados.

c) Erosión en cárcavas. Supone un grado de erosión energéticamente más alto. El resultado puede ser la apertura de grandes barrancos o cárcavas, que representan un elevado rango de desecación del suelo e incluso de imposibilidad de rectificación mediante tareas de labranza.

d) Movimientos en masa. Es la acción debida a la presencia de aguas subsuperficiales o subálveas. Esta agua incrementa la humedad de los niveles inmediatamente por debajo de la superficie del suelo, empapando las arcillas presentes que hacen disminuir bruscamente las fuerzas de rozamiento que mantienen cohesionados los suelos aun en grandes laderas; la pérdida de esta cohesión desencadena procesos diversos, generalmente bien conocidos por la población, y que van desde coladas de fango a deslizamientos o a reptación o creep de ladera, un típico movimiento de la base del suelo que tiene como efectos más visibles la inclinación ladera debajo de estacas o postes de luz, así como el desarrollo de troncos cóncavos pendiente arriba en la base de los troncos de los árboles en suelos que sufren este proceso.

La cuantificación de la erosión hídrica puede efectuarse de diferentes maneras. Una de ellas la brinda la Ecuación Universal de Pérdida de Suelo (figura 13), que no es otra cosa que una técnica cuantitativa de estimación de pérdidas de suelo y modelización matemática. En ella, los diferentes factores contribuyentes se agregan de la siguiente forma, y permiten calcular el promedio anual de pérdida de suelo en diversas situaciones de cultivo en parcelas, cuencas, etc.:

A = (R × K × L × S × C × P) donde :

A = pérdida de suelos por erosión hídrica (t/ha/año); R = erosividad de la lluvia; K = erosionabilidad del suelo; S = pendiente del declive; L = longitud del declive; C = sistemas de cultivo (cobertura vegetal); P = prácticas de conservación de los suelos.

La importancia de la lluvia, como motor de erosión, dependerá: a) de la intensidad (cantidad y duración), b) del tamaño de las gotas (normalmente se incrementa proporcionalmente con la intensidad de la lluvia), c) de la velocidad de caída de las gotas de lluvia (incrementa proporcionalmente con el tamaño de las gotas), y d) de varios factores menores, tales como el ángulo de caída (efecto del viento y de la pendiente del terreno), la temperatura, etc.). Sin embargo, como existe una relación relativamente constante entre las características secundarias de la lluvia y su intensidad, se aproxima generalmente el valor real del factor «R», basando los cálculos esencialmente sobre la cantidad y duración de las precipitaciones. Cabe destacar que, por lo general, los países tropicales se caracterizan por lluvias muy intensas y constituidas por gotas más voluminosas (comparados con las regiones boreales) y por lo tanto, de potencial erosivo extremo.

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El proceso erosivo iniciado por el martilleo y salpicadura de las gotas se acelera cuando se sobrepasa la capacidad de infiltración del suelo y el agua escurre sobre la superficie del terreno. En este caso, el flujo de agua superficial transporta las partículas finas que han sido desagregadas por el golpeteo de las gotas y logra arrastrar cantidades adicionales que todavía ofrecían algún grado de cohesión. En muchas ocasiones, se sobrepasa la capacidad de infiltración original del suelo antes de lo previsto, dado que las precipitaciones anteriores han producido el taponamiento de los poros en la superficie del terreno así como un encostramiento con las partículas finas desagregadas por las gotas. Este fenómeno hace concluir que la «erosión provoca la erosión», volviéndose poco a poco un proceso exponencial.

La capacidad de arrastre del agua de escorrentía depende esencialmente de su velocidad y volumen. Considerando que es frecuente registrar velocidades de 30 a 50 cm/s, dicho flujo puede lograr valores suficientes para arrastrar y transportar a grandes distancias las partículas del suelo. Sin embargo, la cantidad y tipo de material realmente transportado dependerá de las características físicas y químicas del terreno, tales como el tamaño de las partículas, el grado de cohesión, la pendiente, etc.

La erosión como un proceso con efectos ambientales: la desertificación Es bien sabido que la erosión edáfica no es un problema nuevo, que viene asociado

generalmente a los cambios climáticos que ocurren de modo natural y a las transformaciones de la superficie para ponerla en cultivo. Es más, existen evidencias históricas que permiten explicar la desaparición de determinadas civilizaciones que, a pesar de su prosperidad, las continuas explotaciones intensivas de la tierra realizadas a base de prácticas agrícolas mal concebidas, perdieron el suelo que los proporcionaba el alimento y con ello la seguridad y el poder que les hiciera grandes. Son numerosos los ejemplos de ello y el de Éfeso, la ciudad portuaria en la desembocadura del río Caístro, en la costa griega oriental del mar Egeo, es acaso una de las más conocidas: cuando el estuario del puerto perdió su navegabilidad por la acumulación de sedimentos procedentes de la erosión de las montañas de los alrededores, comenzó la decadencia de Éfeso. Situaciones comparables las podríamos encontrar en la historia de Mileto –en la misma cuenca mediterránea- o en el desierto de Arizona con el caso particular de los anasazi, desaparecidos tan misteriosa como bruscamente a partir del siglo XIII.

En la actualidad, no obstante, a pesar del elevado desarrollo científico y tecnológico de nuestras sociedades, el problema no se ha reducido. El mantenimiento de algunas de esas técnicas antiguas, y aun la presión que se sigue ejerciendo sobre los usos del suelo y los cambios de éstos están provocando la agudización del problema, que, de suma gravedad en algunos espacios concretos, está avanzando geográficamente hacia áreas que hasta el momento parecían estar lejos de padecerlo. Las prácticas agrícolas –con improcedentes pautas de irrigación asociadas-, la deforestación, el abandono de los campos, el sobrepastoreo, la construcción de edificios o de infraestructuras, etc. son algunas de las causas que se suelen citar como desencadenantes de la erosión del suelo.

Este conjunto de procesos que suponen la erosión edáfica implica la eliminación de dos importantes componentes del suelo en la retención de agua y de nutrientes: la arcilla y el humus (conjunto de substancias de origen orgánico debidas a la descomposición anaerobia de restos de organismos –microorganismos, plantas, animales-); cuando estos componentes son eliminados, también desaparecen con ellos el agua y los nutrientes ligados a ellos. De acuerdo con Nebel y Wright (1999), las regiones de lluvias escasas o de largas temporadas de sequía, mantienen pastos, árboles achaparrados o cultivos en tanto los suelos mantengan una buena capacidad de retención de líquido. Cuando tal capacidad disminuye por la erosión del mantillo, esas zonas se vuelven desérticas tanto desde el punto de vista ecológico como del productivo.

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De hecho, se emplea el término desertificación6 para identificar este proceso. De acuerdo con estos autores, la gravedad de este proceso reside en el hecho de que una vez que empieza, no es fácil revertirla.

Como referente en la lucha contra este problema, considerado por muchos autores como el principal problema ambiental de nuestro mundo, se ha de citar la Conferencia de N.U. sobre Desertización, celebrada en 1977 en Nairobi, donde se estudiaron todos los aspectos que de una forma u otra tienen relación con este problema, llegándose a la conclusión de que la acción antrópica es responsable de la pérdida del 87% del suelo, obedeciendo el 13% restante a causas naturales.

El problema de la erosión de los suelos va asociado al de la desertización y es uno de los componentes de este complejo proceso, que por otra parte se manifiesta en amplios espacios del planeta. Ambos conceptos no son equivalentes, puesto que si bien la conversión de un territorio en un medio que tiende a semejarse al desértico, por las causas que fueren, contempla inevitablemente la potenciación de la erosión, en cambio ésta puede obedecer a causas distintas, como una gestión errónea del espacio agrario, o unas prácticas inadecuadas, etc. En última instancia, la erosión originada por los diversos agentes forma parte de los procesos que conducen a la desertización, junto a otros como la degradación de la cubierta vegetal, la salinización, la acidificación y contaminación atmosférica, el encostramiento y compactación del suelo, la degradación física y biológica de éste o la acumulación de sustancias tóxicas por plantas y animales (López Bermúdez, 1988).

De todo ello se deduce que todos aquellos procesos que conducen a la degradación del medio edáfico forman parte del problema general de la desertización, junto a las aguas, la vegetación y las condiciones generales del medio ambiente. El problema de la desertización en algunas zonas, como el norte de África, por ejemplo, está vinculado mucho más a las crecientes presiones humanas y cambios tecnológicos, que conducen a una sobreexplotación de los recursos naturales por la agricultura y la ganadería, más que a cualquier factor climático (UNESCO, 1991).

Las dimensiones del problema Según el Informe de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de 1977, se pierden

cada año por erosión unas 300.000 hectáreas. Por otra parte, el total de suelos destruidos o deteriorados en el mundo se ha evaluado en veinte millones de km2, cifra superior a la que se encuentra en cultivo actualmente. El problema afecta a todos los continentes, aunque en distinto grado. Adquiere especial gravedad en las regiones de clima tropical, donde se han puesto en cultivo tierras en lugares en pendiente situados a cierta altura, que disponen de buenas condiciones agrarias; en estos casos, el régimen pluviométrico estacional y la abundancia de las precipitaciones coadyuvan a incrementar el riesgo de erosión de la tierra, que se inicia inmediatamente después de la roturación. Los horizontes superiores son arrastrados con facilidad, con lo que tiene lugar en poco tiempo la pérdida del suelo cultivable. Fenómenos de este tipo se han producido en las regiones indias del Punjab y Bengala, en los Andes de Colombia y Venezuela, en América central, en la mayor parte de los países del África tropical, en Filipinas, etc.

La situación tampoco es prometedora en Norteamérica, donde los cálculos más optimistas evalúan en 30 toneladas/hectárea/año las pérdidas de suelo, a pesar de los programas que existen para limitar el problema. Una gran parte de estos sedimentos proceden de tierras agrarias, como en la mayor parte del mundo. En la cuenca mediterránea, la erosión es la

6 Se suele hablar de desertización, en cambio, cuando se entiende que las causas antrópicas no están bien definidas, invocándose causas naturales a la pérdida de productividad por parte de los suelos.

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amenaza más grave que pesa sobre los suelos agrarios. Se ha calculado que el 31 % de las tierras de esta cuenca sufren pérdidas por esta causa, superiores a 15 toneladas por hectárea y año, que pueden llegar a 250 en algunas vertientes frágiles de Italia, Marruecos o Siria. Algunas regiones pierden cada año cerca del 1 % de los suelos agrícolas (Grenon y Batisse, 1990). Sin embargo, lo más grave de esta situación es que, según se deduce de las últimas valoraciones, el fenómeno en vez de remitir tiende a incrementarse en la cuenca a escala global.

De acuerdo con las estimaciones generalmente admitidas, las pérdidas de suelo tolerables pueden variar entre 2 y 12,5 toneladas por hectárea y año; esta última cifra correspondería a suelos permeables y de gran espesor (Secret. Est. Pol. Agua y Me. Amb., 1993). Sin embargo la realidad es muy distinta, puesto que las pérdidas alcanzan cifras mucho más elevadas en numerosas regiones. En algunas, como las tierras altas de Etiopía, la deforestación intensiva ha conducido a un incremento acelerado de pérdida de suelo agrícola, con lo que las previsiones apuntan hacia la imposibilidad de implantación de cultivos en un futuro próximo en extensas superficies. El problema puede extrapolarse a numerosos puntos del planeta, prácticamente a todos aquellos que no pertenecen al dominio árido, por falta de lluvias, o al polar por las propias características de los climas fríos.

En España la situación es también grave, por la existencia de zonas áridas donde la acción erosiva queda potenciada por el carácter torrencial de la lluvia y la deforestación que se ha llevado a cabo en épocas pasadas. Se ha calculado que el 25,8 % del suelo presenta problemas graves de erosión, lo que equivale a unos trece millones de hectáreas. Estas cifras significan que cada año se pierden unas 100 t/ha, equivalentes a un espesor de 6-7 mm, muy superior evidentemente a la velocidad de la edafogénesis. Con una erosión importante o moderada se encuentra el 27,6 %, es decir, unos catorce millones de hectáreas, donde las pérdidas se evalúan entre 50 y 100 t/ha/año.

Esta situación refleja las diferencias que se establecen entre las distintas condiciones del sustrato, especialmente por lo que respecta a la cubierta vegetal, así como al carácter de torrencialidad de las precipitaciones.

Estas cifras son suficientemente expresivas de la magnitud que alcanza el problema en nuestro país, donde según las últimas estimaciones, el 25 % del territorio, equivalente a más de cinco millones de hectáreas, sufre este fenómeno de forma grave, mientras el 27,6 % presenta una erosión moderada, en el 10,8 % es leve y en el 35,8 % restante no existe pérdida apreciable de suelo. De estas mismas apreciaciones se deduce que cada año se vierten a las aguas de los mares que circundan la Península más de un millón de toneladas de tierras (Dir. Gral. Medio Ambiente, 1988).

Los efectos de la erosión en el suelo La erosión ocasiona una reducción de la fertilidad, puesto que la parte del suelo que

desaparece es la superior, generalmente la más fértil, aquella donde se acumulan los principios nutrientes de las plantas. Al desaparecer los horizontes superiores, los restantes son menos productivos e incluso pueden no ser aptos para los cultivos. El proceso de degradación se potencia al desaparecer la vegetación superior, la materia orgánica y en general los elementos que significan una estabilidad del sistema. Con ello se potencian significativamente los procesos que conducen a la desertización. Según la FAO, estos fenómenos se han observado en la India, el sur de Estados Unidos, el sur y el oeste de África, la región montañosa del Atlas en el norte de África, el centro de China y ciertas regiones de Brasil y Argentina. La misma FAO señala que la solución más eficaz para la conservación del suelo erosionado consiste en introducir cambios radicales en el aprovechamiento de la tierra que permitan establecer una nueva vegetación de carácter permanente.

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Las causas del problema y sus posibles soluciones Para realizar una clasificación de las causas de la erosión de los suelos hemos de recurrir

al tópico de separar las de índole natural (climatología, geología, acción de los seres vivos en los ecosistemas naturales) de las de naturaleza antropogénica. A estas últimas nos vamos a referir a continuación.

Entre las causas antrópicas se citan generalmente las cinco siguientes: a) Las prácticas agrarias. En cualquier caso, cualesquiera de las causas citadas representan la punta de lanza de un interés económico innegable. Así, desde el punto de vista de las prácticas agrarias, detrás de ellas se encuentra la “necesidad” de obtener rendimientos agrícolas excepcionales, capaces de producir buenas cosechas, para lo cual se llevan a cabo procesos severamente agresivos para con el suelo, tales como el arado, el riego por inundación, e, incluso, la extensión creciente de los espacios destinados a los cultivos. Las soluciones que para esta causa en ocasiones aparecen recogidas en la literatura pasan por la ordenación de los cultivos –de modo que se prevea la posibilidad de que se lleven a cabo con especies que mantengan la cubierta vegetal durante las épocas críticas del año o que se efectúen rotaciones de cultivos-, el control de la escorrentía en pendientes –mediante el aterrazamiento, la incorporación de humus, el labrado siguiendo las curvas de nivel, etc.-, la inhibición de los abarrancamientos -mediante la construcción de pequeñas presas o diques en los cauces en las laderas-, o los cambios en el modelo de irrigación –procurando no sólo aprovechar el agua utilizada a tal fin, sino impidiendo su circulación libre por la superficie-. b) El Sobrepastoreo. En cuanto al sobrepastoreo, que implica una tensión creciente sobre el suelo en dos vías, de un lado en la producción creciente de pasto para abastecer a una cabaña ganadera creciente mucho más en lo que se refiere al consumo de aquél, y, de otro, en el pisoteo del propio suelo por el ganado que pasta sobre él, que le hace perder no sólo su estructura, sino acaso también su estabilidad, tornándose más vulnerable si cabe a la erosión. Además, el sobrepastoreo ejerce otras presiones sobre los demás organismos que ocupan el suelo; muchos se ven afectados directamente, siendo expulsados por el ganado –aves, pequeños mamíferos-, o por el propio ganadero y agricultor, que para ganar y mantener la superficie productiva, provoca una pérdida de biodiversidad en el suelo. Para solucionar este problema la solución que se apunta habla de una mejor gestión y administración de las tierras. Incluso, se ha llegado a hablar de la necesidad de reducir nuestro consumo de carne de reses. No obstante, parece evidente que la solución por esta segunda vía –cambios éticos, económicos, dietistas, etc.- topa con muy diferentes dificultades. c) La deforestación. La deforestación –eliminación de la cubierta forestal mediante talas más o menos controladas o incontroladas- supone dejar a la intemperie el suelo, de manera más o menos intensiva en función de cómo se haya llevado a cabo aquélla o de la naturaleza o estructura del suelo y de la pendiente o el régimen pluviométrico de la región. La solución aquí no es otra que la reforestación, amén de un control severo de las áreas a talar y el método usado para ello. La plantación de arbolado debe contemplar en primer lugar una minuciosa elección de las especies utilizadas para ello, así como en las condiciones más adecuadas (supresión del riesgo de incendios, eliminación de algunas prácticas de pastoreo, seguimiento de líneas horizontales y sin regularidad en la disposición de los plantones de línea a línea, etc.).

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d) La urbanización del suelo. La presión urbanística sobre el suelo tiene diversos efectos perversos sobre él. De un lado, la impermeabilización de suelos que hasta entonces actuaban como tales suelos naturales, que al ser ocupados por “asfalto” y “cemento” pierden su potencial original como suministradores de recursos (básicamente, alimento) para adquirir un mayor protagonismo la utilidad de servirnos como soporte de actividades. De otro lado, esta urbanización se hace a expensas de ecosistemas que se degradan hasta el extremo de que se invaden los pasillos fluviales y zonas costeras, ocupados aquéllos por bosques de ribera, de gran utilidad en la lucha natural contra la erosión de los márgenes fluviales. Una vez anulado dicho bosque, las crecidas pueden afectar más directa y gravemente a los asentamientos humanos, generando situaciones de riesgo como las ya apuntadas al comienzo de este capítulo. La solución más oportuna nos habla de una cuidadosa ordenación y planificación territorial, respetando, en su caso, las zonas de servidumbre fluvial. e) Las redes viarias. Suponen las redes viarias la necesidad de remoción de ingentes cantidades de suelos para permitir el encajamiento de vías de comunicación (carreteras, ferrocarriles, aeropuertos). En muchas ocasiones se rectifican taludes que se vuelven inestables por diversas razones: el aumento de las pendientes, por ejemplo, aumenta el riesgo de movimientos en masa en esas laderas. Sea como fuere, el caso es que las soluciones para minorar el problema pasan por establecimiento de trazados siguiendo criterios geomorfológicos, canalizando drenajes, recubriendo los taludes con vegetación, etc.

2. Acidificación La acidificación constituye un proceso de degradación edáfica consistente en la

incorporación al suelo de substancias químicas de bajo pH –substancias ácidas, de ahí el nombre del proceso- aportadas esencialmente por lluvias ácidas. Las deposiciones ácidas están constituidas por compuestos de N y S que en una fase posterior pueden formar ácido nítrico o sulfúrico. Aunque en la propia atmósfera se puede producir una parcial neutralización por NH3, lo normal es que éstos compuestos se transmitan a los suelos, de tal forma que provocan un aumento en la acidez de los mismos.

Si esta acidez no es neutralizada por las copas de los árboles, entra en el suelo vía infiltración y escorrentía. Sus efectos en los suelos son, entre otros, los siguientes: Reduce los nutrientes al variar su ciclo. Es el caso del Ca, del K o del Mg, cuya

disminución hace descender la producción forestal. Provoca la movilización de elementos tóxicos como el aluminio (soluble a pH<4.2). Incrementa de la movilidad de metales pesados. Provoca variaciones en la composición y estructura de la microflora y microfauna.

Además de estos efectos directamente sobre el suelo, los organismos que lo habitan sufren también las consecuencias, por lo que el deterioro de éstos se va a trasladar irremediablemente hacia el propio suelo y viceversa, entre otros: Desaparecen las bacterias y demás especies que tienen como función descomponer la

materia animal o muerta pasando a desempeñar dicha función los hongos presentes. Pero, debido a que estos organismos realizan su función mucho más lentamente, gran parte de los nutrientes son perdidos agravando aún más la situación.

Los efectos directos sobre los árboles incluyen daños sobre las hojas debido a que la capa de grasa protectora es corroída por el depósito seco de dióxido de azufre, la lluvia ácida o el ozono.

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Además las membranas constituyentes de la estructura interna del árbol son atacadas provocando la pérdida de nutrientes.

La sensibilidad de las diferentes especies frente a los contaminantes atmosféricos varía de acuerdo con la superficie de las hojas y la caducidad de las mismas.

El daño sobre los abetos se traduce en un color marrón amarillento de sus hojas, pérdidas de las mismas y deterioro de sus raíces.

Además los bosques son el ambiente natural para varias especies de Insectos, pequeños animales, plantas y mamíferos de mayor tamaño.

Por último no se debe olvidar la función que desempeñan en el mantenimiento de la economía del agua y en la regulación de los climas tanto locales como regionales.

Las agresiones a la salud humana, en particular, obedecen a cambios en la movilidad de determinadas substancias agresivas para los tejidos y órganos una vez introducidos en la cadena alimentaria.

3. Salinización

El incremento de los contenidos en sales solubles en el suelo es un problema que se manifiesta en multitud de ambientes y sistemas agrarios. Es el resultado de diversos procesos, como: Acción del agua subterránea. Cuando la superficie freática de un acuífero salinizado se

sitúa cerca de la superficie, tiene lugar la incorporación desales a todo el perfil edáfico. Acción de las aguas freáticas fuertemente salinizadas y mineralizadas, como ocurre en

los deltas. Migración de sales contenidas en las aguas de riego o como resultado de la aplicación de

ciertos compuestos. Deficiencia de riego, que produce un insuficiente lixiviado del suelo, como ocurre en

numerosos países de Oriente Próximo o en la cuenca mediterránea. Puede provocarse asimismo salinización por un drenaje insuficiente combinado con una

elevada evapotranspiración, por la implantación de regadíos en suelos con escasa permeabilidad o próximos al mar, por aportaciones de sal a través de la brisa marina, etc.

Según un informe de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de 1977, más del 50 % de las tierras de regadío en el mundo sufren problemas de salinización.

4. Expansión urbano-industrial

Las necesidades de generación de suelo para satisfacer las demandas de crecimiento poblacional y de localización de la actividad económica, ha determinado, en especial en el entorno de las grandes urbes un problema relacionado con la desaparición de buenos suelos para la agricultura, para el soporte de zonas boscosas y la supervivencia de numerosas especies de animales y de plantas en ecosistemas en fase de desarrollo, en numerosas ocasiones, climácico.

La creciente extensión de las ciudades no sólo se expresa por la ocupación progresiva de las áreas marginales de aquellas por parte de zonas residenciales, sino también por la aparición, e incluso, igualmente, crecimiento de zonas industriales. Además, las necesidades de comunicación entre todas ellas exige el sobredimensionamiento de las redes viarias tanto de superficie como de subsuelo, tanto las motorizadas como las telemáticas, con importantes necesidades de remoción de suelo superficial, cuando no, la impermeabilización de éste por medio de capas asfálticas y de cemento que, a su vez, van a influir en el desarrollo del ciclo del

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agua, van a favorecer la contaminación atmosférica (calefacciones, circulación, industrias), van a constituir importantes barreras para la libre circulación de los animales salvajes, cuando no la eliminación directa o indirecta de éstos.

El modo de vida de las áreas urbanas y periurbanas, además, va a tener unas consecuencias en regiones remotas no menos peligrosas. Es el caso de la migración hacia ellas de gentes procedentes de las áreas más deprimidas socialmente, que buscarán en esas ciudades unas oportunidades que en general no se van a encontrar, por lo que el hacinamiento descontrolado de nuevas áreas periurbanas va a sumar el crecimiento de la delincuencia, de las enfermedades y de la miseria al fin a los problemas derivados de la progresiva ocupación de áreas ocupadas por los sistemas naturales, cuando no van a impedir su utilización en la producción de alimentos.

5. Contaminación

De acuerdo con las definiciones al uso, la contaminación de los suelos implica la introducción en el sistema edáfico de substancias químicas o de radiaciones ionizantes procedentes de las actividades humanas, bien por abandono directo, bien por transporte y deposición naturales de zonas más o menos alejadas, y que puedan desencadenar, una vez introducidas en el complejo edáfico, efectos no deseados sobre el propio ecosistema y/o sobre las personas.

En un sentido amplio, la contaminación del suelo consiste en cualquier sustancia, sea producto químico o residuo, o cualquier forma de energía que se incorpora al complejo edáfico y origina efectos no deseados. En un sentido más restringido, se refiere a las sustancias o energías que tienen su origen en las actividades humanas; no adquieren la categoría de contaminantes, pues, ciertas sustancias o energías desarrolladas o liberadas en procesos naturales —por ejemplo, un episodio de viento fuerte y el material pulverulento que desplaza—, sino sólo las que son introducidas en el suelo por actividades humanas y causan perjuicios o daños.

Las causas que pueden provocar contaminación edáfica han quedado expuestas en los apartados anteriores, por lo que es innecesario insistir sobre ellas. Sin embargo, hay que hacer algunas matizaciones al problema, puesto que los efectos de los agentes causantes pueden manifestarse de diversas formas, en distinto grado y a lo largo de períodos de tiempo diferentes. Asimismo, no hay que olvidar que un mismo problema —por ejemplo, la contaminación por pesticidas— puede obedecer a causas remotas de distinto signo, que son resultado de unos condicionantes particulares asociados a tipos de economía asimismo diferentes.

Un problema añadido es el desconocimiento del auténtico nivel de riesgo que significa la aplicación de determinados productos, lo que conlleva frecuentemente un mal uso o abuso de productos potencialmente contaminantes. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que la irrupción de muchos productos utilizados actualmente por los agricultores no ha ido acompañada de la formación técnica suficiente por parte de quienes deben aplicarlos. Por otro lado, existen grandes dificultades para calcular con exactitud las dosis más convenientes para cada situación, por lo que los agricultores los aplican según la percepción que tienen en cada caso. Además de estas causas, que podríamos denominar intrínsecas, existen otras derivadas de la propia estructura de las explotaciones agrarias: - Relación positiva entre el coste de los productos agroquímicos y los beneficios que

reportan. En algunos países, además, existen ayudas económicas por parte de los organismos públicos que reducen el precio.

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- Exigencias propias de los sistemas agrícolas actuales, en los que se ha producido una expansión de las tierras regadas, un incremento notable de la mecanización, la introducción de variedades nuevas de cultivos de gran rendimiento, pero que con frecuencia son muy sensibles a los agentes patógenos

- Cambios en las exigencias del consumidor, que demanda productos de aspecto exterior impecable, el cual sólo puede conseguirse mediante la utilización de pesticidas que los protejan de cualquier contingencia externa. No es de extrañar, pues, que actualmente se haga un uso masivo de determinados

productos ni que con demasiada frecuencia se vaya más allá de lo estrictamente necesario por lo que respecta al empleo de fertilizantes y pesticidas, propiciado además por el bajo precio de coste que tienen algunos.

Los agentes contaminantes Las actividades agrarias originan diversos contaminantes, derivados fundamentalmente

del uso del amplio abanico de productos que son necesarios actualmente en el modelo de agricultura de alta rentabilidad, así como de los que se utilizan en la ganadería intensiva. Los más importantes son los siguientes: - Restos de pesticidas. - Nitratos. - Fosfatos. - Residuos orgánicos procedentes de la ganadería. - Efluentes procedentes de almacenamiento de forrajes. - Restos de determinadas industrias: azucareras, etc. - Amoníaco procedente de ganadería. - Metales en los residuos ganaderos. - Microorganismos patógenos en los residuos ganaderos.

Los efectos son diversos, según las características del producto, por lo que se registran distintas modalidades de contaminación.

a) Pesticidas Los pesticidas que no pasan a la atmósfera por volatilización o a las aguas superficiales,

se incorporan al suelo, donde pueden seguir diversas vías (Díaz, 1989): 1. Pueden quedar retenidos o inmovilizados en las arcillas y la materia orgánica

para ser utilizados posteriormente por el suelo, o quedar fijados, en cuyo caso contribuyen al descenso de la fertilidad.

2. Algunos son metabolizados por los microorganismos del suelo, dando lugar de esta forma a productos no contaminantes, como agua, oxígeno, etc.

3. Pueden pasar a la solución acuosa del suelo, en cuyo caso quedan disponibles para su utilización por las plantas o la fauna del suelo o para su lavado e incorporación a la escorrentía subterránea.

En el caso de que se descompongan mediante fotodescomposición o hidrólisis, pueden originarse compuestos que en algunos casos —por ejemplo, los fungicidas que contienen mercurio— son tan tóxicos o más que el producto original (Briggs y Courtney, 1985).

b) Fertilizantes La acción de los fertilizantes sobre el medio edáfico se traduce en la perturbación de los

ciclos biogeoquímicos, que en ocasiones adquiere especial gravedad. En el caso del nitrógeno, aunque no se conocen bien las cantidades de este elemento que

circulan en la biosfera, se puede afirmar que la distribución en los suelos de sustancias

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nitrogenadas provoca grandes alteraciones en su ciclo biogeoquímico. El aumento de las aportaciones ha roto el equilibrio preexistente; si existe un exceso de abonado se produce un exceso de nitratos que se acumulan en la hidrosfera, debido al lavado de los suelos y a la escorrentía.

Por lo que respecta al fósforo, actualmente se detecta un incremento de los fosfatos que circulan en los suelos, la litosfera y la hidrosfera. La mayor parte del que se utiliza como abono queda inmovilizado en el suelo a causa de su riqueza en calcio, aluminio y hierro que fija este elemento. Pero una parte del exceso es arrastrado por las aguas continentales, desempeñando un papel importante en los fenómenos de eutrofización.

En los fertilizantes se encuentran además dosis variables de metales pesados o metaloides tóxicos: arsénico, cadmio, cromo, cobalto, cobre, plomo, níquel, selenio, vanadio, cinc y otros. La presencia en los fertilizantes de estos elementos se debe a una purificación imperfecta que se realiza en los procesos de elaboración. Tienen poca movilidad y se acumulan en los horizontes superficiales del suelo, en la zona en la que se encuentran las raíces de la mayor parte de las plantas.

c) Otros agentes Además de los agentes citados anteriormente, el suelo es un depósito efectivo de gran

cantidad de contaminantes de otras procedencias. Los sulfatos y la lluvia acida se incorporan al agua y al complejo edáfico contribuyendo a su acidificación. En Alberta, Canadá, entre el 32 y el 46% del azufre emitido en forma de dióxido de azufre es transportado por las corrientes asociadas a tormentas y depositado en la superficie del suelo en forma de sulfuro o sulfato, en un radio de 32 km de distancia de la fuente originaria (Summers y Hitchon, 1973). En Noruega se han detectado problemas de acidificación de la nieve por la misma causa.

Un incremento de la lluvia acida representa un impacto medioambiental que afecta a determinados nutrientes de las plantas, por ejemplo el calcio del horizonte superior, con una disminución de la productividad forestal. En el área del río San Lorenzo, en Norteamérica, se ha comprobado que un incremento de la acidificación de la precipitación causa una disminución de las cosechas.

Asimismo, el suelo absorbe numerosos componentes de la masa atmosférica, como los gases traza, que intervienen directa o indirectamente en el desarrollo de la microflora edáfica y en el aparato radicular de las plantas. Los componentes orgánicos volátiles existentes en la atmósfera son absorbidos en cantidades significativas por los componentes del suelo, siendo utilizados además por las poblaciones de criptógamas, que los utilizan como fuentes de carbono para su desarrollo (Mukammal, 1976).

El suelo absorbe además cantidades significativas de gases atmosféricos considerados como contaminantes: el etileno, por ejemplo, es descompuesto por microorganismos edáficos, entre otros mecanismos de descomposición que tienen lugar en la misma atmósfera.

Normalmente, estos productos no tienen efectos inmediatos y visibles, excepto algunos que presentan un grado de peligrosidad en el momento de su aplicación. Los efectos se producen después de haber experimentado una serie de reacciones o transformaciones, que no se conocen experimentalmente en muchos casos.

Las agresiones a la salud humana o la vida de determinadas especies animales son conocidas sólo parcialmente y obedecen a cambios o transformaciones en otras sustancias que son agresivas para determinados órganos o tejidos.

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Descontaminación de suelos. La sensibilidad mundial acerca de la necesidad de abordar la descontaminación de los

suelos se inicia la declaración de la "Carta Europea de Suelos" desarrollada por la Comunidad Europea en 1972. En los primeros documentos donde se reconoce la obligación de los países miembros de la Comunidad Europea se insta a elaborar una normativa de protección bajo las directrices recogidas en las "Bases Científicas para la Protección del Suelo en la Comunidad Europea" (IV Programa de Acción Ambiental de la Comunidad Europea (1987-1992). El objetivo no es otro que "salvaguardar las propiedades y condiciones que aseguren el cumplimiento de las funciones del suelo", considerándose como principales funciones del mismo, esencialmente, el crecimiento vegetal, la producción de alimentos, la filtración del agua, y la participación del suelo de forma activa en los ciclos geoquímicos de los elementos.

Pasados algo más de 10 años, han bastado para que cambie la política ambiental de los países europeos, y son ya muchos los que han desarrollado proyectos para descontaminar algunos de sus suelos. A ello ha contribuido sin duda los espectaculares desastres ecológicos por contaminación de los suelos que han ocurrido en los últimos años; en nuestro caso, el desastre ecológico de Aznalcóllar, en las proximidades de Doñana, que despertó el interés por la conservación del suelo por parte de nuestras Administraciones públicas. 1. Tratamientos

La disyuntiva que se presenta frente a un suelo contaminado es recuperarlo o destruirlo. En un principio ha prevalecido la última opción, mientras que en los últimos años se ha prestado una especial atención a las técnicas de recuperación que posibilitan su reutilización.

La problemática de la descontaminación de los suelos podemos tratarla bajo dos perspectivas: técnicas de aislamiento de la contaminación y técnicas de descontaminación. Por razones obvias de la asignatura, en estas páginas simplemente se van enumerar y remitir al interesado a seguir algunas referencias en Internet, como, por ejemplo:

http://edafologia.ugr.es/conta/tema19/introd.htm Técnicas de aislamiento Para evitar que la contaminación se propague desde los suelos contaminados estos

pueden ser almacenados en vertederos apropiados o sellados in situ o destruidos totalmente. La técnica del sellado trata al suelo con un agente que lo encapsula y lo aísla. El suelo es

excavado, la zona se sella con un impermeabilizante y se redeposita el suelo. Para desarrollar las barreras de aislamiento se ha utilizado diversas sustancias, como el cemento, cal, plásticos, arcilla, etc. El procedimiento tiene el inconveniente que se pueden producir grietas por las que los contaminantes pueden fugarse.

Sometiendo al suelo a altas temperaturas (1600-2300°C) se consigue su vitrificación con lo que se llegan a fundir los materiales del suelo, produciéndose una masa vítrea similar a la obsidiana. Durante el proceso hay que controlar la volatilización de numerosos compuestos.

La propia filosofía de estas técnicas (persigue la eliminación del suelo) las hace sólo recomendable en situaciones extremas.

En otras ocasiones se realiza el aislamiento directamente sobre los niveles de aguas freáticas. Mediante bombeos exhaustivos se consigue deprimir los niveles freáticos para alejarlos

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del suelo y subsuelo contaminados. El agua bombeada es tratada para eliminar su contaminación.

Técnicas de descontaminación Básicamente se utilizan cinco métodos para la recuperación de los suelos contaminados: Extracción por fluidos: aireación, arrastre por gas, agua,... Tratamiento químico: oxidación, descloración. Tratamiento electroquímico: creación de campos eléctricos, con movilización de los

contaminantes debida a fenómenos de migración, electroósmosis y electroforesis. Tratamiento térmico: suministro de calor; desorción térmica -se somete al suelo a

unas temperaturas más bajas (250-550°C) para conseguir la desorción o eliminación de materia desde un medio adsorbente, usualmente para recuperar material, en vez de la destrucción de los contaminantes.

Tratamiento microbiológico: bio-remediación (potenciación del desarrollo de microorganismos con capacidad de degradación de contaminantes)

En función de como se apliquen las técnicas depuradoras se habla de: Tratamientos in situ Tratamientos on site Tratamientos ex situ (off site)

El procedimiento in situ es el que requiere menos manejo, pero su aplicación resulta frecuentemente difícil de llevar a la práctica, dada la dificultad que representa el poner en íntimo contacto a los agentes limpiadores con la masa del suelo. En el tratamiento on site el suelo se excava y se trata en el propio terreno. El método ex site requiere las etapas de excavación, transporte, tratamiento en las plantas depuradoras, devolución y enterramiento. Este proceso exige mayor inversiones pero es más rápido y con él se consiguen recuperaciones más completas. 2. Planificación

Las técnicas de descontaminación son extraordinariamente caras, superando ampliamente el valor del suelo en el mercado. Pero muchos países han comprendido que el suelo es un bien inapreciable, con un valor incalculable, no traducible a valor dinero, ya que como sabemos necesita de decenas a cientos de miles de años para formarse y es por tanto un recurso no renovable, por tanto irreparable, que se ha de conservar para las futuras generaciones, y su valor real es independiente de su precio, el cual estará fijado por la ley de la oferta y la demanda, que variara con las tendencias de la economía, mientras que el valor del suelo en sí mismo es intemporal.

Es por ello por lo que la planificación de la descontaminación del suelo es de interés nacional, que requiere fuertes subvenciones, y no puede ser acometidos por los particulares.

Generalmente, hasta ahora, se descontamina el suelo para reutilizaciones concretas como recalificaciones de terrenos en los planes de urbanismo para construcción, parques, urbanizaciones,... y por tanto de alto valor por metro cuadrado.

Como los recursos a emplear son forzosamente limitados no podemos pretender descontaminar todas las zonas sino que hay que desarrollar una política centralizada que planifica, tras detenidos estudios, las regiones preferentes por presentar más altos riesgos, zonas de alta prioridad tanto para realizar investigaciones evaluadoras como para planificar su descontaminación y regeneración.

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El problema de la descontaminación del suelo hay que enfocarlo como un problema multidisciplinar, que engloba a una serie muy numerosa de aspectos y factores, algunos de ellos de muy difícil evaluación. Es por ello que para elaborar un esquema de trabajo hay que considerar una serie muy amplia de factores y darle a cada condición un coeficiente de importancia, para que mediante una matriz de aproximación se pueda resolver correctamente el problema, sin que determinados aspectos por su espectacularidad puedan quedar sobrevalorados.

Esquema de planificación para la descontaminación de un suelo Los numerosos factores a tener en cuenta se pueden agrupar en dos grandes apartados:

características del sitio y referentes a la contaminación. De la zona - Situación con respecto a los objetos amenazados. Las peculiaridades de cada caso concreto pueden ser muy diferentes, por ejemplo: caso de núcleos urbanos próximos, o el caso de la localidad holandesa de Lekkerkerk con casas construidas sobre un vertedero de residuos químicos, o escapes de residuos de una planta de tratamiento de petróleo que amenaza a una cuenca hidrográfica con suministro para el consumo humano. - Clase y propiedades de los suelos. Factor fundamental ya que va a influir decisivamente en la evolución de la contaminación y va a condicionar la aplicación de las técnicas de descontaminación.

La peligrosidad de la contaminación dependerá de determinados parámetros del suelo, como son: poder tampón, poder de amortiguación, vulnerabilidad y cargas críticas. Características que dependerán a su vez de un gran número de propiedades de los suelos: textura, permeabilidad, dinámica del agua, pH, capacidad de cambio iónico, potencial redox, carbonatos, sales, mineralogía de arcillas, materia orgánica, microorganismos, nutrientes, etc. - Subsuelo. El grado de permeabilidad, existencia de capas, inclinación, existencia de niveles impermeables y restos de construcciones (galerías, conducciones, cimentaciones, etc) condicionaran en gran medida la dispersión de la contaminación y las posibilidades de descontaminación. - Niveles freáticos. La proximidad de aguas freáticas es un factor de riesgo decisivo para la propagación de la contaminación y de sus efectos. Las oscilaciones del nivel freático es causa que frecuentemente difunde la contaminación. De la contaminación - Extensión de la contaminación. La magnitud del área afectada es uno de los primeros factores a evaluar. - Espesor de la contaminación. La penetración de la contaminación dentro del suelo va a ser otra medida imprescindible para evaluar la magnitud de la contaminación. De los contaminantes - Naturaleza y concentración de los contaminantes. La clase de contaminantes y su intensidad es otro parámetro imprescindible de considerar. En las técnicas depuradoras va a influir decisivamente determinadas características de los contaminantes, como son: 1. Solubilidad, volatibilidad, densidad, coeficiente de reparto y adsorción 2. Forma de presentarse en el suelo (disuelta, adsorbida, complejada, precipitada,

ocluída) y especiación (elemental, iónica, compuesta, oxidada, reducida) 3. Persistencia y transformaciones en el suelo (degradativas o a compuestos tóxicos)

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4. Toxicidad y bioacumulación 5. La presencia de una mezcla de sustancias contaminantes dificultará en gran medida

su eliminación total. Conocidas todas estos condicionantes se puede desarrollar una planificación integral de

descontaminación.

Gestión de los recursos edáficos y sostenibilidad. 1. Gestión del suelo

La gestión sostenible del suelo es una prioridad nacional por cuanto sólo así se podrán detener las consecuencias de la erosión y desertificación.

Puesto que las funciones del suelo son diversas: ocupación, recurso y sumidero de desechos, esta gestión debe hacerse siguiendo el principio de integración sostenible. De ahí que deba inscribirse en una ordenación del territorio tanto en el ámbito nacional como de las comunidades autónomas y ayuntamientos, que se ocupe de todo el suelo. Se precisan para ello estudios diversos que desemboquen en la confección de mapas de fertilidad de los suelos y de pérdida de suelo para restringir en unos casos y adecuar en otros los posibles usos del suelo a diferentes actividades.

Conservar el potencial de nuestros suelos y evitar la erosión y la desertificación deberían ser objetivos contemplados a la hora de diseñar las políticas no solamente agraria o forestal, sino también la de transportes e infraestructuras, la industrial y la urbanística.

En este sentido, la EIA de proyectos debería contemplar estos objetivos y dejar de ser un mero trámite administrativo, abriendo la posibilidad de interrumpir un proyecto en el caso de que se provoque un fuerte impacto ambiental sobre el suelo.

Siempre habrá discusiones acerca del carácter más o menos agresivo de estos impactos, pero las leyes y toma de decisiones que darán o no viabilidad a los distintos proyectos han de hacerse bajo la adhesión al principio de precaución.

2. Medidas concretas contra la erosión y desertificación

Se ha discutido acerca del carácter renovable o no del suelo. Por una parte, la formación de un suelo ocurre en un período muy largo de tiempo, entre cientos y miles de años, lo que hace que muchos autores consideren que es un recurso no renovable, sobre todo si se tiene en cuenta que los procesos erosivos desencadenados por la influencia humana pueden ser muy rápidos, comparativamente hablando. Sin embargo, por otra parte, el suelo puede ser considerado un recurso potencialmente renovable en el caso de que se sepa utilizar correctamente, así al menos ha ocurrido en muchas zonas del mundo. ¿Cuál es la diferencia con otros recursos no renovables? La diferencia estriba en si podemos o no evitar la dispersión (incremento de entropía). En el caso del petróleo por, ejemplo, no lo podemos hacer, una vez experimentada la combustión, los gases se dispersan y no podemos revertir el proceso. Los stocks se acabarán agotando tarde o temprano. En el caso de los minerales su recuperación se podría hacer fácilmente, siempre y cuando los utilizáramos en el propio lugar donde se extraen, en lugar de proceder a su dispersión mediante la exportación. No siendo así su reposición o reciclaje es muy parcial y supone un gran gasto energético, por lo que pueden considerarse como no renovables. Sin embargo, el suelo es un recurso potencialmente renovable. Se conoce

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desde hace mucho tiempo la tecnología para conservarlo permanentemente. La condición es evitar su dispersión, es decir, su erosión.

Dicho esto, el principio de sostenibilidad que aplicaremos es el de explotación sostenible, es decir la tasa de explotación no debe sobrepasar la de regeneración. Esto supone, como hemos dicho, que hay que evitar los procesos erosivos, pero además, hay que proteger el complejo húmico-arcilloso y la estructura que preservan la fertilidad del suelo. En climas secos la tasa de riego ha de ser controlada para evitar la salinización del suelo.

Las medidas concretas que se pueden adoptar son: Medidas en zonas erosionadas (figura 14) Evitar el retroceso de barrancos mediante la construcción de diques en las cárcavas y

plantación de arbustos o árboles. Prohibir el cultivo en zonas de fuerte pendiente, transformándolas en pastizales o

reforestándolas. Aplicación de medidas contra la erosión cólica instalando barreras cortavientos

mediante la repoblación de taludes y lindes y revegetando los terrenos.

Figura 14. Medidas para una gestión eficaz de los suelos en prevención de la erosión. Tomado de “Ciencias

de la Tierra y del Medio ambiente, de la editorial McGraw.

Medidas de carácter agrícola Labranza conservacionista (figura 14): se trata de evitar el uso de maquinaria muy

pesada y de realizar una labranza menos agresiva del suelo mediante máquinas especiales. Así mismo, en zonas de pendiente ha de realizarse una labranza en contornos, siguiendo las curvas de nivel; así, cada surco actuará disminuyendo la velocidad de las aguas de escorrentía. Si el terreno cultivado presenta una fuerte pendiente se construyen terrazas o bancales que se sujetan con paredes de piedra. Es una técnica antigua y conocida en todo el mundo que en España también se ha empleado. Agricultura biológica: la agricultura biológica trabaja en dos frentes, en la recuperación

de la fertilidad y en evitar la contaminación de los suelos.

Abandono del cultivo de zonasmarginales con excesivapendiente y poco suelo (y sutransformación en pastizales oreforestación)

Contrafuertes o muros de contención

Cortafuegos

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Para recuperar los nutrientes perdidos y mantener el complejo húmico-arcilloso del suelo se recurre a fertilizantes orgánicos, tales como el estiércol y el compost (abono natural obtenido de desechos orgánicos). Así mismo, se practica la rotación de cultivos, técnica que consiste en plantar cada tres o cuatro años un cultivo de leguminosas (alfalfa, garbanzos, lentejas, alubias, etc.) que, como es sabido, enriquecen el suelo en nitrógeno. También es recomendable dejar cada cierto número de años el terreno en barbecho.

El otro frente de la agricultura biológica consiste en evitar la contaminación de los suelos. Se restringe o no se utilizan los pesticidas. Como sustitución del control químico se emplea un control biológico de plagas; se cultivan diversas especies y se asume que cierto porcentaje de la PPN (Producción Primaria Neta) es para la red trófica de organismos que autocontrola las plagas. Por otra parte no se utilizan o al mínimo los abonos inorgánicos. Así mismo, en países secos, se emplea la técnica de riego por goteo, de modo que no solamente se produce el ahorro de un recurso escaso sino que se evita la salinización. Cuando en estas zonas caen chaparrones es necesario construir drenajes para evitar el encharcamiento y la salinización.

Se calcula que hay en España un millón de hectáreas que precisan con urgencia máxima la toma de medidas de conservación y 14 millones con relativa urgencia, según datos del ICONA de 1990.

Medidas de carácter forestal Repoblaciones forestales: a pesar de que todo el mundo está de acuerdo en la validez

de la reforestación para detener los procesos erosivos, hay un debate entre quienes son partidarios de hacerlo con especies productivas (especies alóctonas como el eucalipto y algunas especies de pinos), de las que se obtenga una rentabilidad económica, y entre quienes abogan por criterios conservacionistas (especies autóctonas: encina, roble, haya, etc.). En plantaciones y bosques fácilmente incendiables han de hacerse cortafuegos. Mejora del matorral: en lugares donde sea inadecuado la revegetación con árboles se

puede utilizar especies de matorral autóctonas (figura 14). Tratamientos silvícolas: consisten en realizar diversas labores para la conservación de

los bosques, tales como, la limpieza del sotobosque de maleza, que pueden favorecer los incendios, las podas y el control de plagas. Obras de hidrotecnia: consisten en obras que detienen la capacidad erosiva del agua y

regulan el caudal de los ríos. Destacan sobre todo las pequeñas presas. Algunas de estas medidas han sido llevadas a cabo en España mediante el proyecto

LUDECME (Lucha Contra la Desertificación en el Mediterráneo) y por el Plan Hidrológico-Forestal español de 1991. No obstante, el ritmo de reforestación es todavía muy bajo, menos de 100.000 hectáreas anuales, en comparación con las necesidades. Según datos del ICONA, de 1990, hay en España algo más de 700.000 ha. cuya reforestación es de máxima urgencia, aproximadamente un cuarto de millón de urgencia media y tres millones y cuarto de urgencia inferior,

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Bibliografía y lecturas complementarias Manuales: Además de reconocer lo específico del tema, que en ocasiones puede rayar en algo demasiado especializado, seguidamente se recogen algunas referencias de interés acerca de los contenidos desarrollados. Como hay básicamente dos tipos de contenidos –riesgos y suelos- vamos a separar las referencias en este sentido. No se pretende, no obstante, ser exhaustivo, sino sintético y tratar de proporcionar textos asequibles. a) Riesgos:

Ayala-Carcedo, F.J. y Olcina, J. (coordinadores) (2002). Riesgos naturales. Ed. Ariel Ciencia: 1512 p.

Capote, R. Y Martínez, J.J. (Editores científicos) (2001): El riesgo sísmico. Prevención y seguro. Consorcio de compensación de seguros-Univ. Complutense: 256 p.

Nebel,B.J. y Wright,R.T. (1999). Ciencias ambientales. Ecología y desarrollo sostenible, 6ª edición. Pearson-Prentice Hall: 720 p.

b) Suelos:

Bonilla,D. (1994). El medio ambiente. Edic. Cátedra, S.A. Col Geografía Menor: 385 p.

Nebel,B.J. y Wright,R.T. (1999). Ciencias ambientales. Ecología y desarrollo sostenible, 6ª edición. Pearson-Prentice Hall: 720 p.

En Internet: a) Riesgos:

http://www.tecnun.es/asignaturas/ecologia/Hipertexto/08RiesgN/100RiesgN.htm

http://www.rinamed.net/es/es_ris_main.htm

http://www.fema.gov/spanish/pdf/areyouready/natural_hazards1_sp.pdf

http://www.mogensgallardo.com/riesgo/indice.html

b) Suelos:

http://es.wikipedia.org/wiki/Edafolog%C3%ADa

Muy genérico sobre la ciencia de la Edafología.

http://es.wikipedia.org/wiki/Suelo

Enlazado con el anterior, más específico sobre este sistema natural denominado suelo.

http://edafologia.ugr.es/

Curso de Edafología on line de la Universidad de Granada. Enlace a los diferentes temas de lo que es la Edafología como ciencia y de lo que es el suelo, de qué está formado, cómo se origina, su degradación, su gestión, etc.

http://edafologia.ugr.es/conta/tema17/introd.htm

Interesante enlace sobre la contaminación de los suelos. De la Universidad de Granada

http://edafologia.ugr.es/conta/tema19/introd.htm

Sobre la descontaminación de los suelos. También de la Universidad de Granada.

http://edafologia.ugr.es/comun/enlaces.htm#anchor270465

Enlaces a diversas páginas de interés. Muchas (la mayoría) en inglés).

http://www.monografias.com/trabajos5/lluac/lluac.shtml

http://www.cals.ncsu.edu/sustainable/peet/soil/soilindx.html

Sobre gestión de suelos (soil management): en inglés.

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Formación del Suelo

Tomado de: http://www.fortunecity.es/expertos/profesor/171/suelos.html#

TABLA 2. Valores y rangos medios de algunos elementos químicos de interés en temas ambientales. Datos para suelos y plantas.

Elemento Suelo y (rango) (ppm)

Plantas (peso en seco) (ppm)

S 700 (30-900) 3400 Cr 100 (5-3000) 0.23 Co 8 (1-40) 0.5 Ni 40 (10-1000) 3 Cu 20 (2-100) 14 Zn 50 (10-300) 100 As 6 (0.1-40) 0.2 Se 0.2 (0.01-2) 0.2 Mo 2 (0.2-5) 0.9 Cd 0.06 (0.01-0.7) 0.6 Sn 10 (2-200) 0.3 Cs 50 0.2 Hg 0.03 (0.01-0.3) 0.015 Pb 10 (2-200) 2.7

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Puntos clave de la erosiónseguidamente se listan áreas deerosión severa.1. EE.UU Presión insostenible

sobre los suelos de las tierras decultivo de grano.

2. México Experimenta erosión ysequías.

3. N.E. Brasil 40 millones depersonas sobrecargan unas tierrasfrágiles.

4. N. Africa Erosión elevada, apesar de los intentos de detener elavance del desierto por medio decinturones de árboles.

5. Sahel Probablemente la peor áreade erosión eólica de la Tierra.

6. Botswana-Namibia Susexcesivos rebaños de ganadoaceleran la erosión

7. Oriente Medio La erosión, unproblema de siglos, seexitende hoy a mayorvelocidad que nunca.

8. Asia Central Una vez más,exceso de ganado y gestióndescuidada.

9. Mongolia El crecientenúmero de personas y elaumento de los rebañossobrecargan el medioambiente.

10. Yangtse China pierde, segúnlas estimaciones, 5.000millones de toneladas al añode un magnifico suelo de“loess”.

11. Base de los Himalayas Es elpeor punto de erosión.

12. Beluchistán La ganaderíatradicional y los grandesrebaños son los que causanel deterioro.

13. Rajasthan Las sequías estánconviertiéndose en unfenómeno permanente.

14. Australia Largas sequías, enocasiones agravadas porunos rebaños excesivos.

Pérdida anual de suelo :75.000 millones de toneladas

1

2

3

45

6

7

813

12 11 10

9

14

Estimación de las pérdidas anuales de suelo en el mundo

Tomado de Myers et al., 1987 en:

Guy Parent, Jacques Trencia Y Sergio Romero: Procesos y consecuencias de la erosión hídrica de los suelos: II Foro Internacional Los Aprovechamientos Forestales en Selvas y su Relación con el Ambiente