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La violencia de género tiene un ciclo enloquecedor de agresión/violencia. Fuente: http://noseq.com/salud- bienestar/10529450/no-al-maltrato-femenino-infantil-y-al-masculino/ Género, Salud y Enfermería Unidad 3, tema 1 : Unidad 3: Aportes teóricos de la perspectiva de género a la práctica del cuidado de enfermería Tema 1: Análisis de la profesión de enfermería desde la perspectiva de género *Profesora de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: [email protected] Con la colaboración y asesoría pedagógica de: Carlos Compton García Fuentes María de los Ángeles Torres Lagunas*

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La violencia de género tiene un ciclo enloquecedor de agresión/violencia. Fuente: http://noseq.com/salud-bienestar/10529450/no-al-maltrato-femenino-infantil-y-al-masculino/

Género, Salud y Enfermería

Unidad 3, tema 1

: Unidad 3:

Aportes teóricos de la perspectiva de género a la práctica del cuidado de

enfermería

Tema 1:

Análisis de la profesión de enfermería desde

la perspectiva de género

*Profesora de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: [email protected]

Con la colaboración y asesoría pedagógica de: Carlos Compton García Fuentes

María de los Ángeles Torres Lagunas*

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Contenido

Antes de comenzar Introducción ¿Qué le aporta el género a la disciplina de enfermería? ¿Porqué la condición de género permea la disciplina de enfermería? ¿Qué condiciones laborales tiene la disciplina de enfermería a nivel

mundial de acuerdo con el Consejo Internacional de Enfermeras? ¿Por qué el conocimiento y el ejercicio de los derechos humanos es una

alternativa para eliminar las inequidades de enfermería?

Antes de comenzar

La enfermería es la disciplina científica ética y humanista del cuidado de las personas, familias y

comunidades que conforman una sociedad en un contexto sociocultural determinado:

Es una actividad humana que brinda servicios de salud a mujeres y hombres como seres

humanos integrales. Su objeto de estudio es el cuidar/cuidado.

El cuidado se orienta a mujeres y hombres que son diversos y tienen necesidades

diferentes como seres humanos. La pertenencia a un género, nos hace ser singulares,

particulares, únicos e individuales.

Tanto el género como la enfermería tienen formas heterogéneas de concebirse y

ejercitarse en una sociedad plural y diversa como la nuestra.

En este contexto, las organizaciones de salud también son un terreno socio-cultural particularmente

fértil para la reproducción de innumerables códigos y prácticas de género de ahí la importancia de hacer

un análisis desde esta perspectiva de la profesión de enfermería.

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Introducción

La revisión de los aportes teóricos de la perspectiva de género aplicados a la práctica del

cuidado de enfermería es fundamental en la formación integral del futuro profesional de

enfermería considerando que:

la mayoría del personal que ejerce la profesión somos mujeres,

que somos las principales proveedoras del cuidado de la salud a nivel familiar, comunitario

e institucional,

que muchas de las inequidades laborales e institucionales que vive el personal de

enfermería tienen relación con la condición de género que históricamente ha tenido

influencia desde dos ejes de poder patriarcal: la milicia y la religión, que fomentan valores

de sumisión, dependencia, obediencia, abnegación, bondad, etc.

Además se revisará cómo la práctica del cuidar/cuidado, ha sido poco valorada social, cultural y

económicamente, pues ha estado asociada a lo “femenino” a lo “doméstico” desde una visión

patriarcal o machista como la que prevalece en México, en donde lo asociado a lo “masculino” tiene

más valor que lo asociado a lo “femenino”, todo ello con el fin de resignificar la práctica del cuidado

desde una visión integral y en un plano de equidad, desmitificando toda esa serie de aprendizajes

que favorecen la violencia de género y limitan la salud integral.

En este sentido, se realizará un análisis conceptual y teórico de la profesión de enfermería desde

la perspectiva de género a partir del planteamiento de interrogantes que den respuesta al estudio

de la relación enfermería, género y salud, del análisis de los conceptos de situación y condición de

género, identificando:

por qué la condición de género permea la disciplina de enfermería,

qué condiciones laborales que tiene la profesión de enfermería a nivel mundial de

acuerdo con el Consejo Internacional de Enfermeras,

quien ha condenando todas las formas de abuso y de violencia contra las enfermeras,

incluido el acoso sexual, pues los considera “violaciones a su derecho a la dignidad y a

integridad personal.

Asimismo, se plantea la posición de la Organización Panamericana de la Salud, quien ha señalado,

que para erradicar la violencia de género, como problema de salud pública de prevalencia global,

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se debe el incluirse en las currícula de los futuros profesionales del área de la salud, suficiente

información sobre los estudios de género y su metodología, por lo que ha recomendado a los países

miembros concientizar a la sociedad de la existencia de violencia para que los gobiernos promuevan

campañas que desacrediten y exhiban los mensajes de violencia que llegan a través de los medios

de comunicación.

Finalmente se se plantean una serie de reflexiones que aborden el conocimiento y el ejercicio de

los derechos humanos cómo una alternativa estratégica de la ciudadanía en general y del personal

de enfermería en particular para eliminar las inequidades en enfermería.

¿Qué le aporta el género a la disciplina de enfermería?

La relación enfermería, género, salud desde la perspectiva de género, pretende:

Otorgar servicios que promuevan la equidad de género en la provisión y recepción de

servicios asistenciales.

Reconocer la violencia como un problema de salud pública generalizado que vulnera la

salud de las personas como seres humanos integrales.

Identificar al personal de enfermería como el recurso humano fundamental para

detectar y prevenir la violencia de género, por su condición inmejorable de cercanía a la

ciudadanía que solicita servicios de salud.

Analizar la realidad social con perspectiva de género es una opción ética y política para transformar

las relaciones de desigualdad, cuestionando y apartándose de las argumentaciones funcionalistas y

deterministas sobre la “naturalidad” (por tener un origen divino) de las desigualdades, y sostener

que es la simbolización cultural y no la biología, la que establece lo que “es propio”, por lo tanto “es

natural” de cada sexo. La importancia de estas normas, ideas y representaciones radica en que a

partir de ellas los seres humanos moldeamos nuestras propias identidades individuales y colectivas.

Es también una necesidad académica para analizar la realidad social desde otra mirada que no ha

sido privilegiada –la de las mujeres- y evidenciar el sesgo androcéntrico y parcial del análisis que ha

prevalecido y que ha pretendido ser objetivo.

Aunque la realidad social no puede ser abarcada desde una sola perspectiva teórica, utilizar la

categoría género para referirnos a los procesos de diferenciación, de dominación, y de

subordinación entre los hombres y las mujeres, nos obliga a remitirnos a construcciones sociales

que pueden ser transformadas. En esta perspectiva coexisten distintos tipos de enfoques dentro de

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un intento común por interpretar el género como un sistema de relaciones culturales entre los

sexos, mediado por la compleja interacción de un amplio espectro de instituciones económicas,

sociales, políticas y religiosas. (Lamas, 1996).

Desde el nacimiento, los seres humanos somos distinguidos con una categoría: niña o niño

según sea el resultado de la apariencia externa de los genitales. Esto inicia la asignación de un

género a partir del sexo biológico con el que se nació, proceso que se va articulando con otros

procesos y que se orienta a lograr que las personas femeninas y las masculinas cumplan con los roles

y los atributos esperados para cada género y que los actúen en los espacios asignados a cada cual.

El problema es que los atributos, los roles y los espacios asignados a las mujeres son menos

valorados que los asignados a los hombres, y esta diferencia se traduce en desigualdades que han

pretendido explicarse como naturales, cuando se explican por la asignación de género. (Alatorre,

2002).

El género es una construcción simbólica, establecida sobre los datos biológicos de la

diferencia sexual (Lamas, 1996:12). Constituye una categoría analítica para comprender y explicar

la simbolización cultural de la diferencia sexual, lo que ha permitido una revaloración crítica de las

perspectivas interpretativas de las disciplinas sociales; es decir, analizar la realidad social con otra

perspectiva: la perspectiva de género.

La perspectiva de género, señala Facio (1996:3) no es la perspectiva de las mujeres, así como

hablar de género no es hablar sólo de mujeres. Existen dos géneros: masculino y femenino, cuyas

relaciones –inter e intra género- con el mundo, forman la realidad social. La perspectiva de género

es mucho más que visibilizar a las mujeres y a las relaciones de poder entre hombres y mujeres; es

analizar cómo, culturalmente, se percibe y se entiende el mundo de manera dicotómica, es decir,

dividido en pares no sólo opuestos sino jerarquizados y sexualizados. En esta cosmovisión todo lo

femenino vale menos que lo masculino.

La asignación de la identidad de género para cada sexo es también dicotómica y

jerarquizada; lo masculino es el referente que domina y define el “lado opuesto”. La

sensibilidad es definida como la ausencia de racionalidad; la subjetividad como la ausencia

de objetividad; la pasividad como ausencia de actividad; el pensamiento debe estar exento

de sentimientos; la razón debe dominar las emociones (Facio, 1996).

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La jerarquización de estos valores y el tomar al hombre y a lo masculino como referente

y paradigma de lo humano, está afectando no sólo a las mujeres, sino de una u otra forma a todas

las personas que de manera cotidiana desempeñan actividades y viven relaciones genéricas (en

donde conviven mujeres y hombres) en los diversos espacios de vida, como son la familia, las

instituciones educativas, las instituciones laborales, etc. Pues a partir de estos sistemas excluyentes

se construyen las sociedades intolerantes, violentas y destructivas; así como las diversas formas de

discriminación social, ya que ese hombre paradigmático no es neutral en términos de raza, de clase,

de edad, de salud, de educación.

La distribución de papeles en la sociedad para cada sexo no se desprende directamente de

las diferencias biológicas, se construye como un hecho determinado por el contexto social, político

y económico donde la base de la diferenciación es un orden jerárquico basado en la supremacía de

los hombres y lo masculino y en la desvalorización y subordinación de las mujeres y lo femenino.

Es así mismo, una visión de desarrollo social, de ciudadanía, al incorporar la participación

política de las humanas y hacer visibles las condiciones asimétricas entre los hombres y las mujeres

en el ejercicio del poder. Analizar la realidad social con perspectiva de género tiene implicaciones

profundamente democráticas. Aporta valiosos elementos teóricos y metodológicos para fortalecer

los movimientos sociales anti sexistas y la cultura de los derechos humanos, pues contribuye a

transformar el mundo de dominación de clase, de género, de raza y de etnia en un mundo de

igualdad de derechos y de respeto a las diferencias.

¿Por qué la condición de género permea la disciplina de enfermería?

La enfermería es la disciplina científica ética y humanista del cuidado de las personas,

familias y comunidades que conforman una sociedad en un contexto sociocultural determinado. Es

una actividad humana que brinda servicios de salud a mujeres y hombres como seres humanos

integrales. Su objeto de estudio es el cuidar/cuidado. El cuidado se orienta a mujeres y hombres

que son diversos y tienen necesidades diferentes como seres humanos. La pertenencia a un género,

nos hace ser singulares, particulares, únicos e individuales. Tanto el género como la enfermería

tienen formas heterogéneas de concebirse y ejercitarse en una sociedad plural y diversa como la

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nuestra. En este contexto las organizaciones de salud también son un terreno socio-cultural

particularmente fértil para la reproducción de innumerables códigos y prácticas de género.

El género permea todos los ámbitos de la interacción social, incluido el espacio de la salud.

Las organizaciones de salud constituyen un terreno social particularmente fértil para la

reproducción de innumerables códigos y prácticas de género, de ahí que la construcción de lo

femenino y lo masculino se re-signifiquen en estos sistemas; es decir existen influencias reciprocas

entre las condiciones de salud de una población y los factores ligados a las construcciones sociales

de género, además de que .el análisis del cuidado de salud desde la perspectiva de género implica

reconocer explícitamente las diferencias entre mujeres y hombres en el proceso de salud y en el

acto de cuidar, por ello es importante fundamentar la importancia de reconocer la categoría

“género” como un factor sociocultural que atraviesa como un eje transversal, todos los demás

factores que intervienen en la salud de las personas como seres humanos integrales, para hacer

evidente que el proceso salud enfermedad es diferente y por lo tanto el cuidado a la salud que se

otorgue debe ser diferenciada y brindarse en un plano de equidad.

Lagarde (2004) en su tesis doctoral describe la Condición y la situación de género de las

personas, dentro de sus categorías de análisis. Ella refiere que “las mujeres vivimos diferencias en

cuanto a situaciones de vida, pero compartimos universalmente, la misma condición de género”,

dicha categoría es “el conjunto de circunstancias, cualidades y características esenciales que

definen a la mujer como ser genérico”, indica que los estudios de género buscan las construcciones

teóricas de la condición de las mujeres y de los hombres, pero desde una perspectiva teórica y

filosófica feminista, que permita hacer evidente la opresión de las personas por razón de género

en una cultura patriarcal.

La autora nos está mostrando que toda persona como ser humano tiene una situación de

vida singular (particular), en cuanto a pobreza excesiva, carga de trabajo, falta de educación,

preferencia sexual, etc. Pero qué como género tanto mujeres y hombres, tenemos como personas

una misma condición de género (universal) que todas las mujeres, por ser “mujeres” compartimos

y todos los hombres por ser “hombres” comparten, independientemente de nuestra raza,

preferencia sexual, nivel socioeconómico, nivel de educación, etcétera. Es este sentido, la

condición de género se constituye así en la categoría explicativa de la construcción social y

simbólica histórica y cultural de las mujeres y los hombres sobre la base de la diferencia sexual.

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Entonces, parafraseando a Lagarde, si consideramos que la mayoría de las personas que

estudiamos la profesión de enfermería somos mujeres (85% aproximadamente) y como mujeres

enfermeras, vivimos diferencias en cuanto a situaciones de vida (por condición económica,

educativa, racial, etc.), pero compartimos universalmente, la misma condición de género; es decir,

compartimos como profesión ciertas características esenciales, actitudes y valores que hemos

aprendido socioculturalmente como profesionales de la enfermería.

Aprendemos un ethos, un modo de ser, una manera de ser “enfermera” o “enfermero”,

impregnada de los valores socioculturales que hemos aprendido como “mujeres” y cómo

“hombres”, y que transferimos o trasladamos a los diversos espacios donde se desarrolla nuestro

cotidiano, como lo son el trabajo, a la escuela, etc. Es decir; acarreamos los valores que hemos

aprendido en los distintos espacios de socialización: familia, escuela, trabajo (como la “sumisión”,

el “ser para otros y no para sí”, el tener un “deber ser” impuesto, el ver como “natural” las

inequidades, la “invisibilidad del cuidado”, que como enfermeras realizamos incansablemente

todos las 24 hrs del día de los 365 días del año, , el tener una autoestima devaluada, el tener bajos

sueldos, pobre participación política y social, trabajo discriminado, mal remunerado, con poco

reconocimiento social en relación con otras profesiones de la salud, desigual acceso a la toma de

decisiones, calidad de vida laboral deteriorada por dosis adicional de riesgo y violación de derechos

laborales entre otras.

El ser y el hacer son dos aspectos fundamentales para la profesión de enfermería. En este

sentido, el “ser” o la “manera de ser” que yo llamo “ethos de la enfermera” (manera de ser de la

enfermera), y que Alatorre (2002) denomina “modelo de ser enfermera” señalando que

corresponde a la asunción de una estructura patriarcal que se construye y reproduce a través de

valores, actitudes, comportamientos, atributos y espacios diferenciados y jerarquizados para

enfermeras y médicos, sustentados en formas asimétricas de poder aprendidas en las siguientes

instituciones: La familia, la Escuela, el Trabajo, los Medios de Comunicación, la Religión, las Leyes y

las Instituciones de Salud.

Este “ethos de la enfermera” o “modelo de ser enfermera” se aprende, no se nace con él,

no lo traemos en los genes; sino que lo hemos construido a través de nuestra historia de vida, en

nuestra cotidianidad, en nuestro día a día. Es un modo de ser que hemos aprendido al introyectar

actitudes, valores y acciones asociados a lo “femenino” como lo son la ternura, la bondad, la

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compasión, el cuidar, el nutrir, el educar, etc.”, asociados al propio rol de la profesión de

enfermería.

En otras palabras, aprendemos el “modo de ser enfermeras”, cómo aprendemos “el modo

de ser mujeres” en una sociedad patriarcal, con instituciones androcéntricas (de salud, educativas,

laborales, etc) que históricamente le han otorgado más valor a lo “masculino” que a lo “femenino”

y ahí está, una de las claves, por las que nuestra profesión ha sido a lo largo de los años una

actividad “poco reconocida” socialmente, invisibilizada, supeditada al poder médico

institucionalizado y etiquetada como “profesión femenina”.

Al respecto, Simone de Beauvoir señalaba que “no se nace mujer, se aprende a serlo”, Edda

Alatorre (2010) parafrasea a esta autora señalando que “no se nace Enfermera, se aprende a serlo”;

es decir se aprende a aceptar, actuar consecuente con el “modelo enfermera”, que complementa

la construcción simbólica médico/enfermera, en un sistema masculino de dominación o patriarcado.

El patriarcado, es el paradigma donde el hombre (el ser humano genérico masculino), es

el centro de la organización política, ideológica y jurídica de la sociedad. Su base es el sexismo y se

expresa cotidianamente en el machismo, la misoginia y la homofobia y las determinantes de las

relaciones en los géneros y entre ellos. Las relaciones de género son desiguales. En este sistema,

uno de los géneros, el integrado por los hombres, domina al otro, el que forman las mujeres. La vida

se estructura en referencia al androcentrismo (los hombres), que es quien tiene el poder de

decisión sobre la vida y, con éste, el poder de construir la sociedad, la cultura y la historia, y de

subsumir en este proceso a la mujer. A este proceso de dominio genérico y a las estructuras y formas

a que da lugar en la vida cotidiana se le llama patriarcado. (Alatorre, 2002). Ideológicamente, en “el

patriarcado se establece como natural la valoración desigual de los hombres en relación con las

mujeres. De esa manera, a partir de la diferenciación biológica-sexual de la especie se otorga

superioridad a los primeros e inferioridad a las segundas. En ambos casos, se trata del género tanto

como de los particulares.” (Langer, 1998: 53-87)

Parafraseando a estas dos autoras estudiosas del género, podemos decir que aprendemos

a ser enfermeras, como aprendemos a ser mujeres, al introyectar una estructura patriarcal que

construimos y reproducimos en las instituciones educativas y de salud con base en preceptos

religiosos y militares. Se aprenden valores : “el deber ser”, actitudes, comportamientos: “cómo se

debe de actuar”, atributos :“lo que debe de caracterizarlas” y espacios: “dónde se debe estar”.

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Los estereotipos relacionados con la mujer obediente, abnegada, fiel, sumisa, poco

inteligente, callada, nos transfiere al “modelo ideal” patriarcal esperado socialmente para la

enfermeras y para la profesión de enfermería y por ende a la condición de género de las enfermeras,

como señala Alatorre (2010) quien refiere que la condición social de las enfermeras mantiene y

reproduce el “modelo médico/enfermera” que indica los atributos para las enfermeras en cuanto

a - lo que tienen que ser y lo que no-, los comportamientos- lo que deben ser y lo que no-, y los

espacios- donde deben estar y donde no- diferenciados y jerarquizados para las personas, hombres

y mujeres, que históricamente, informal y formalmente han cuidado, curado y rehabilitado en el

campo de la salud. La tarea ahora es la deconstrucción y una estrategia para lograrlo es a través

del análisis histórico social de la Enfermería en México y en el mundo pero con un enfoque de

género.

En suma, la perspectiva de género permite analizar la construcción histórico-social de la

profesión de enfermería, culturalmente señalada como profesión “femenina” por ser mujeres

quienes mayoritariamente la estudian, además de reconocer la historia derivada de su rol de

género; así como también analizar cómo y por qué la profesión de enfermería vive diversas

condiciones de discriminación, sólo por ser mujeres, con el fin de hacer evidentes las situaciones

de inequidad y de discriminación, para con ello poder liberar estas situaciones con base en el

empoderamiento y el ejercicio de derechos humanos.

¿Qué condiciones laborales tiene la profesión de enfermería a nivel mundial de

acuerdo con el Consejo Internacional de Enfermeras?

En todos los países las enfermeras viven diversas condiciones de discriminación laboral, asunto

que es considerado prioritario de resolver por el propio Consejo Internacional de Enfermeras (CIE).

En 1995 el CIE declara que:

“...ningún país posee el mecanismo satisfactorio de negociación de las condiciones de

empleo de las enfermeras, con la claridad de su derecho a negociar. En algunos, inclusive

no están autorizadas a participar en las negociaciones…” (CIE, 1995:65).

El CIE ha documentando la discriminación laboral de las enfermeras, haciendo referencia a

su relegación a puestos tipificados como de baja calificación, mal remunerados y con escasas

posibilidades de promoción “a pesar de que las enfermeras han elevado considerablemente su nivel

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educativo”, sufren mayor vulnerabilidad a despidos, y “viven relaciones laborales jerárquicas de

subordinación y de dependencia”.

El CIE amplía las observaciones en torno a las deficientes condiciones de trabajo de las

enfermeras. Retoma de manera particular las que afectan su vida y su seguridad; incluye la violencia

y el acoso sexual e insiste en que las enfermeras viven violaciones sistemáticas a sus Derechos

Humanos, lo que constituye, en muchos sentidos formas de violencia. En este sentido, el CIE hace

una Declaratoria al respecto (CIE, 1995). Inicia señalando que: “Las condiciones de trabajo

específicas al sector salud tienden a exponer al personal de Enfermería a importantes riesgos para

su salud y a situaciones de abuso y violencia” dado que:

Las modalidades de menor dotación de personal y la contratación de trabajadores

temporarios, como estrategia de las instituciones para disminuir costos de operación,

expone al personal de Enfermería a sufrir sobrecargas de trabajo, lo que ocasiona a las

enfermeras estrés y desgaste físico, sobre todo lesiones de espalda. Estas lesiones son uno

de los mayores problemas de las enfermeras de todos los países, “en muchos la incidencia

es mayor que las lesiones sufridas por los trabajadores de la construcción”.

Tienen intervenciones que exigen un estrecho contacto y proximidad física con personas

enfermas y con áreas de alto riesgo, lo que expone a las enfermeras a contraer

enfermedades transmisibles como la hepatitis, tuberculosis pulmonar y VIH/sida1, entre

otros. Así mismo cáncer por exposición a radiación ionizada, benceno, formaldehído y otros

agentes conocidos por sus efectos cancerígenos.

Participan en la atención de enfermeras las alumnas de Enfermería a quienes se ubica para

realizar las mismas actividades que las enfermeras trabajadoras, sin tener la experiencia y

sin la supervisión suficiente, lo que las expone a muchos riesgos2.

Las enfermeras sufren perturbación de las modalidades de vida debido al trabajo rotatorio

y por turnos, especialmente en el trabajo nocturno, lo que altera la organización familiar,

1 En México según datos de la CONASIDA del año 2000, las enfermeras son las más afectadas por

contagio, con 32 casos entre documentados y posibles. En el personal médico sólo 15 casos

(CONASIDA 2000:32)

2 El reporte de CONASIDA mencionado incluye también a las y los estudiantes de todas las

profesiones del área de la salud como altamente vulnerables.

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los ritmos de descanso y de recreación y los tiempos de estudio y de desarrollo y superación

profesional. El trabajo nocturno incrementa en las enfermeras el riesgo de violencia por la

mayor inseguridad nocturna sobre todo en las grandes ciudades, al tener que desplazarse

desde y hacia el trabajo. Así mismo incrementa el riesgo de violencia familiar al descuidar

“sus responsabilidades” conyugales y domésticas.

De especial importancia es el planteamiento del CIE sobre la violencia física y sexual hacia

las enfermeras, pues éstas constituyen claramente formas de violencia por razón de género. Este

Este planteamiento documenta casos en varios países como Estados Unidos, Inglaterra, Canadá,

Australia, Irlanda, etc., y señala que:

“…Encuestas realizadas ponen de relieve la importante frecuencia de abusos y violencia contra las enfermeras, incluyendo a médicos entre los agresores...a lo que se restaba importancia y se pasaba por alto, o se culpaba a las propias enfermeras del `fracaso en el desempeño de sus deberes profesionales, además de presionarlas para mantener los hechos en silencio…”. (CIE, 1995)

Concluye el CIE condenando todas las formas de abuso y de violencia contra las enfermeras,

incluido el acoso sexual, pues los considera “violaciones a su derecho a la dignidad e integridad

personal”.

En todos los países, las enfermeras laboran en condiciones desfavorables. Estas

condiciones se ubican tanto en el plano personal como en el plano institucional. Aunque varían en

forma y fondo, conservan una constante universal: la desvalorización que en mayor o menor medida

se hace a las personas que pertenecen al género femenino; es decir, por “discriminación de género”,

asunto que es prioritario de resolver como declara el propio Consejo Internacional de Enfermeras

(CIE), que en 1995 declara que:

“...ningún país posee el mecanismo satisfactorio de negociación de las condiciones de empleo de las enfermeras, con la claridad de su derecho a negociar. En algunos, inclusive no están autorizadas a participar en las negociaciones…” (CIE, 1995:65).

¿Qué inequidades laborales por razón de género tiene el personal de enfermería en

México?

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En México, el segundo párrafo del artículo 4° Constitucional establece la igualdad jurídica

entre el varón y la mujer. Ambos géneros tienen, en teoría, los mismos derechos y obligaciones

que establecen y ordenan las leyes. La igualdad laboral de la mujer y del hombre se sustenta

también jurídicamente en el artículo 123 de la Constitución y en el artículo 86 de la Ley Federal del

Trabajo, que refiere: “A trabajo igual debe corresponder salario igual, sin tener en cuenta sexo ni

nacionalidad”. A esta normatividad nacional se agregan las normas contenidas en los Convenios y

Tratados Internacionales, celebrados conforme al artículo 133 de la Constitución y aprobados por

la Cámara de Senadores lo que los hace aplicables en nuestro país por ser leyes obligatorias (

Kurczyn , 2001).

La enfermera que trabaja en México, generalmente se ve sometida a situaciones

particularmente adversas por su doble condición de trabajadora y de mujer. Las tareas domésticas,

se acumulan al trabajo asalariado, lo que la somete a jornadas de trabajo largo y agotador. Las

expectativas sociales con respecto al rol femenino, que por una parte demanda de la mujer una

mayor participación social, pero también fidelidad a la condición femenina tradicional significan

una presión adicional. Las mismas mujeres “aceptan” como “natural” la duplicación de funciones y

con frecuencia lo viven con culpa por “descuidar sus responsabilidades” como esposas, madres, y

amas de casa. La culpa las presiona para cumplir con mayor esmero, y por supuesto con mayor

desgaste. A este se agregan los mensajes sobre los “efectos negativos” en los niños que no reciben

el cuidado “exclusivo” de la madre, lo que tiene varias consecuencias para las mujeres: las

desalienta para superarse profesionalmente; las confina en trabajos rutinarios y poco remunerados;

sufren sentimientos de culpa y depresión crónica. ( Langer, 2008).

En todas las instituciones de atención de la salud de nuestro país encontramos enfermeras:

trabajadoras de la institución, profesoras guiando las prácticas clínicas, alumnas en diferente nivel

de formación, pasantes realizando su servicio social, etc. Todas viven y/o son “mudas testigos” de

las condiciones laborales “peculiares” que enfrentan las enfermeras. Algunas de estas condiciones

no sólo son injustas y arbitrarias, son violatorias de sus Derechos Humanos. Tal es el caso, a manera

de ejemplo, de las condiciones de las enfermeras que trabajan en el turno nocturno.

Mientras que el personal médico en este turno, puede dormir en estancias limpias y

cómodas y acudir a ver a algún(a) enfermo(a) sólo si se requiere, las enfermeras deben permanecer

en vela; duermen en el suelo cuando pueden y donde pueden, muchas veces en áreas más

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contaminadas que lo usual en estos lugares. Aunque tienen prohibido dormir, entre todas

establecen solidarias complicidades para “descansar” a ratos, con la zozobra de ser descubiertas.

Entre muchas otras situaciones de discriminación laboral que viven las enfermeras se puede

señalar según datos tomados de una encuesta (no publicada) que realizó Edda Alatorre en 1999 a

100 enfermeras de todos los niveles, trabajadoras del ISSSTE, en la Ciudad de México. Se les

responsabiliza del equipo e instrumental médico que se pierda deben pagarlo o reponerlo; siempre

hay escasez de personal y son ellas las que suplen la falta de camilleros, de personal de limpieza, de

mensajería, etc; si falta material y equipo para protegerse como guantes, cubrebocas y batas, son

ellas las que “se sacrifican”, aunque se percaten de errores médicos o de prácticas deficientes en

perjuicio de los pacientes deben permanecer en silencio; si la institución no tiene instalaciones

suficientes, como vestidores, por ejemplo, son las enfermeras las que quedan excluidas, teniendo

que vestirse (para eventos quirúrgicos, entre otros) en los sanitarios; se les bloquea, mediante

diversos mecanismos, y aun se les prohíbe asistir a eventos científicos, académicos, políticos, u otros

que les darían mayor desarrollo y participación; no cuentan con asesoría ni protección jurídica. Las

instancias de defensoría médica, como la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED)

difícilmente resuelve a favor de una enfermera, “los médicos”, señalan ellas, “se tapan entre ellos”.

Las inequidades que se presentan en la profesión de enfermería por razón de género están

a asociadas a la historia misma de las mujeres, a la visión androcéntrica estereotipada que se ha

tenido histórica y socialmente de las mujeres y de la enfermería como profesión “femenina” y a los

ámbitos de ejercicio profesional que han estado sustentados en formas asimétricas de poder.

Hoy en día, aunque las mujeres trabajadoras están logrando mejores condiciones laborales

aún falta mucho por hacer. Las enfermeras siguen teniendo condiciones laborales discriminatorias

en los espacios sanitario-asistenciales. El conocimiento, el ejercicio y la tutela de los Derechos

Humanos deben ser acciones permanentes amalgamadas con la educación y con la práctica de todas

las enfermeras. Deben ser el sustento de las propuestas para la transformación de la Enfermería.

La Ley Federal del Trabajo reglamentaria del artículo 123 apartado “A” de la Constitución

dispone, en los art. 6° y 17, que las normas contenidas en los Convenios y Tratados Internacionales,

celebrados conforme al art. 133 de la Constitución y aprobados por la Cámara de Senadores son

aplicables a las relaciones de trabajo en México. La ratificación o aprobación por el Senado hace que

sean leyes obligatorias en México. (Cfr. Kurczyn V. P. 2001)

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Kurczyn(2001) señala que la discriminación la sufren las enfermeras por ser mujeres.

Planteamiento fundamental para articular sus luchas con las luchas femeninas por el derecho a

ejercer los derechos Humanos. Pero como apunta Diego Valadez “es evidente que donde los

derechos no son conocidos tampoco son ejercidos”

¿Por qué el conocimiento y ejercicio de los derechos humanos es una alternativa

para eliminar las inequidades en enfermería?

Las enfermeras necesitamos sumarnos activamente a los movimientos sociales. Se requiere,

en opinión de Graciela Hierro “Politizar la discriminación”. Es decir, dar fuerza a las luchas por los

derechos de todas en un movimiento político, movimiento que surge “cuando se sospecha que se

pueden legítimamente levantar demandas, hacer uso de los espacios políticos; en una palabra, que

podamos autoconferirnos personalidad jurídica y reclamar nuestros derechos” (Hierro, 1998:).

En todas las instituciones de atención de la salud de nuestro país encontramos enfermeras:

trabajadoras de la institución, profesoras guiando las prácticas clínicas, alumnas en diferente nivel

de formación, pasantes realizando su servicio social, etc. Todas viven y/o son “mudas testigos” de

las condiciones laborales “peculiares” que enfrentan las enfermeras. Algunas de estas condiciones

no sólo son injustas y arbitrarias, son violatorias de sus Derechos Humanos. Tal es el caso, a manera

de ejemplo, de las condiciones de las enfermeras que trabajan en el turno nocturno.

Mientras que el personal médico en este turno, puede dormir en estancias limpias y

cómodas y acudir a ver a algún(a) enfermo(a) sólo si se requiere, las enfermeras deben permanecer

en vela; duermen en el suelo cuando pueden y donde pueden, muchas veces en áreas más

contaminadas que lo usual en estos lugares. Aunque tienen prohibido dormir, entre todas

establecen solidarias complicidades para “descansar” a ratos, con la zozobra de ser descubiertas.

Es por demás clara la preocupación de las mujeres de todo el mundo por cuestionar la

neutralidad en relación al género en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y su

ocupación en construir estos postulados con la visión y la presencia de las mujeres.

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El proceso ha tenido y seguirá teniendo un costo altísimo no sólo porque el concepto y la

práctica de los Derechos Humanos reflejan las relaciones y los valores de las sociedades, y en

consecuencia se han visto influidos por lo que se considera propio o no para los hombres y para las

mujeres; sino porque las mismas mujeres no somos inmunes a esta visión androcéntrica del mundo.

Para una inmensa mayoría de mujeres, es la única visión que conoce. Transformar la realidad en

favor de relaciones justas, solidarias y democráticas entre mujeres y hombres pasa –

necesariamente- por el hecho de que ambos deconstruyamos esa perspectiva de la realidad. Esto

supone una lucha permanente, un movimiento social que no sólo defienda los derechos

reconocidos, sino que reivindique nuevos derechos (Mertus, 1998:5).

La conciencia de grupo de las enfermeras empieza por trascender la creencia de que los

obstáculos y el trato injusto tienen que ver con la falta de esfuerzos personales, o con poco

compromiso de las líderes, o con la incapacidad de las asociaciones gremiales. Tiene que ver con la

pertenencia a la mitad femenina de la humanidad; entonces las luchas tienen otro sentido y otro

impacto. El cómo, el dónde, y el con qué son secundarios cuando es prioritario el para qué: la

congruencia con una Enfermería humanista donde “los Derechos Humanos constituyan el

fundamento último del Humanismo” (Hierro, 1998).

Es necesario que en Enfermería nos empiecen a interesar los problemas que como gremio

nos atañen y afectan de manera directa o indirecta, no podemos quedarnos sin hacer nada cuando

vemos que se discrimina y se violenta el trabajo de las enfermeras independientemente del espacio

laboral, del turno, horario que se labore, etc. Pues e es nuestro compromiso y el compromiso

mundial, abordar las problemáticas con perspectiva de género, ya que de otra manera estamos

resolviendo de manera parcial, sesgada y misoginia los problemas disciplinares de Enfermería, pues

se ha ignorado la visión de las mujeres.

Hoy en día es común hablar de la perspectiva de género en los ámbitos de la salud y la

educación; sin embargo, su efecto aún no ha trascendido en la formación universitaria del

alumnado de las profesiones de del área de la salud.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) incorpora la perspectiva de género en la

salud como un constructo de carácter ético, resaltando la realidad en las relaciones de desigualdad

entre hombres y mujeres, que permiten visibilizar inequidades de carácter económico, social y

laboral (Gómez, 2002).

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También la OPS ha señalado, que para erradicar la violencia de género, como problema de

salud pública de prevalencia global, se debe el incluirse en las currícula de los futuros profesionales

del área de la salud, suficiente información sobre los estudios de género y su metodología por lo

que ha recomendado a los países miembros concientizar a la sociedad de la existencia de violencia

para que los gobiernos promuevan campañas para desacrediten y exhiban los mensajes de violencia

que llegan a través de los medios de comunicación. (OPS: 1994).

La idea de Formar en estudios de género al personal de salud en general y de enfermería en

particular es con el fin sensibilizar a los integrantes del equipo de salud, así como al profesorado en

estudios de género para mejorar la práctica del cuidado desde una visión integral y para hacer

evidente el carácter patriarcal de la educación en enfermería, así como identificar los elementos

que producen la discriminación profesional por razón de género y los mecanismos que afianzan la

dependencia y la subordinación de la profesión.

Recuerda que…

La enfermería es la disciplina científica ética y humanista del cuidado de las

personas, es una actividad humana que brinda servicios de salud a mujeres y hombres

como seres humanos integrales. Su objeto de estudio es el cuidar/cuidado. El cuidado

se orienta a mujeres y hombres que son diversos y tienen necesidades diferentes como

seres humanos. La pertenencia a un género, nos hace ser singulares, particulares,

únicos e individuales. Tanto el género como la enfermería tienen formas

heterogéneas de concebirse y ejercitarse en una sociedad plural y diversa como la

nuestra.

Analizar la realidad social con perspectiva de género es una opción ética y

política para transformar las relaciones de desigualdad, cuestionando y apartándose de

las argumentaciones funcionalistas y deterministas sobre la “naturalidad” (por tener un

origen divino) de las desigualdades, y sostener que es la simbolización cultural y no la

biología, la que establece lo que “es propio”, por lo tanto “es natural” de cada sexo. La

importancia de estas normas, ideas y representaciones radica en que a partir de

ellas los seres humanos moldeamos nuestras propias identidades individuales y

colectivas.

No se nace enfermera, se aprende el “modo de ser enfermeras”, cómo

aprendemos “el modo de ser mujeres” en una sociedad patriarcal, con instituciones

androcéntricas (de salud, educativas, laborales, etc) que históricamente le han

otorgado más valor a lo “masculino” que a lo “femenino” y ahí está, precisamente una

de las claves, por las que nuestra profesión ha sido a lo largo de los años una actividad

“poco reconocida” socialmente, ha estado invisibilizada , supeditada al poder médico

institucionalizado y etiquetada como “profesión femenina”. De ahí la importancia de

reinvidicar el ser y hacer del cuidar/cuidado de la disciplina de enfermería, desde un

paradigma género-sensible que considera los aspectos subjetivos, socioculturales y se

fundamenta en el ejercicio de derechos humanos en un plano de equidad.

En suma, la perspectiva de género permite analizar la construcción histórico-social

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