Telégrafo Óptico

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1 Caminería y Comunicación Telegráfica en España en el siglo XIX: El telégrafo óptico. Maria Victoria Crespo Gutiérrez. Directora del Museo Postal y Telegráfico Miembro de la Asociación del Amigos del Telégrafo de España. Si queremos conocer los primeros caminos que hicieron posible la comunicación a distancia, la transmisión de noticias de una época determinada, debemos adentrarnos en los orígenes de la telecomunicación, es decir, en la telegrafía óptica. Durante la primera mitad del siglo XIX surgía en España el primer sistema de comunicación, el telégrafo óptico, que utilizaba líneas de torres o estaciones repetidoras telegráficas, situadas en sitios elevados, distantes entre si dos o tres leguas, es decir, de 8 a 12 kilómetros. Desde estas torres los torreros, o empleados de Telégrafos, utilizando un catalejo podían verse y enviar mensajes codificados, oficiales sobre cualquier temática que interesara al Estado. No era un sistema para particulares. Agustín de Betancourt, su telégrafo óptico y la implantación en la línea Madrid- Aranjuez (1799-1800). El sistema más conocido del telégrafo óptico español fue ideado por el ingeniero canario Agustín de Betancourt, científico de gran prestigio que había sido becado por Carlos III para residir en París y llevar a cabo sus investigaciones desde 1784 a 1791. Por este motivo, cuando presentó su proyecto telegráfico con el inventor Breguet en 1794, tuvo el respaldo de la comunidad científica, y fué escuchado por el Gobierno de la República Francesa, a través de una Memoria: Memoire sur un nouveau telegraphe et quelques ideés su la Langue Télégraphiqueque fue presentada al Directorio. El inventor de este sistema telegráfico, aunque obtuvo un gran éxito, no consiguió su pretensión, que consistía en lograr que el gobierno francés lo implantara en sus líneas, a pesar de que el coste de una línea de 50 estaciones era 300.000 francos, pues en el país vecino ya funcionaba el telégrafo de Claude Chappe.

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Caminería y Comunicación Telegráfica en España en el siglo XIX: El telégrafo óptico.

Maria Victoria Crespo Gutiérrez. Directora del Museo Postal y Telegráfico

Miembro de la Asociación del Amigos del Telégrafo de España. Si queremos conocer los primeros caminos que hicieron posible la comunicación a distancia, la transmisión de noticias de una época determinada, debemos adentrarnos en los orígenes de la telecomunicación, es decir, en la telegrafía óptica. Durante la primera mitad del siglo XIX surgía en España el primer sistema de comunicación, el telégrafo óptico, que utilizaba líneas de torres o estaciones repetidoras telegráficas, situadas en sitios elevados, distantes entre si dos o tres leguas, es decir, de 8 a 12 kilómetros. Desde estas torres los torreros, o empleados de Telégrafos, utilizando un catalejo podían verse y enviar mensajes codificados, oficiales sobre cualquier temática que interesara al Estado. No era un sistema para particulares.

Agustín de Betancourt, su telégrafo óptico y la implantación en la línea Madrid-Aranjuez (1799-1800). El sistema más conocido del telégrafo óptico español fue ideado por el ingeniero canario Agustín de Betancourt, científico de gran prestigio que había sido becado por Carlos III para residir en París y llevar a cabo sus investigaciones desde 1784 a 1791. Por este motivo, cuando presentó su proyecto telegráfico con el inventor Breguet en 1794, tuvo el respaldo de la comunidad científica, y fué escuchado por el Gobierno de la República Francesa, a través de una Memoria: “Memoire sur un nouveau telegraphe et quelques ideés su la Langue Télégraphique” que fue presentada al Directorio.

El inventor de este sistema telegráfico, aunque obtuvo un gran éxito, no consiguió su pretensión, que consistía en lograr que el gobierno francés lo implantara en sus líneas, a pesar de que el coste de una línea de 50 estaciones era 300.000 francos, pues en el país vecino ya funcionaba el telégrafo de Claude Chappe.

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Al francés Chappe se debe el primer sistema de telegrafía óptica, que se puso en práctica, en la primera línea telegráfica francesa de Lille a París. A través de esta línea se envió el primer telegrama el 19 de julio de 1794. Dicho telegrama anunciaba la victoria del ejército francés sobre las tropas austriacas. En menos de una hora se transmitió el hecho histórico, la información recorrió una distancia de 230 km., mientras que un correo, en esta época, hubiera necesitado casi una jornada para llevar la noticia. El éxito del sistema telegráfico de Chappe de sus torres y mástiles, fue tan grande que se utilizó durante la Revolución francesa y la red llegó a contar en poco tiempo, con más de 5.000 kilómetros de líneas ópticas que estuvieron en servicio durante medio siglo.

En cuanto al sistema telegráfico del español Betancourt se componía” de un mástil o poste vertical, en lo alto del cual había una pieza móvil que los autores llamaban flecha y que se podían denominar perfectamente aguja, puesto que son las diferentes posiciones de esta pieza, los diferentes ángulos que formaba con el horizonte, los que expresaban todo lo que se le quería hacer decir al telégrafo” Con este mecanismo y la polea dividida en 36 posiciones se podían transmitir 26 letras y 10 cifras. El sistema era alfabético y la transmisión lenta. Cuando en 1798 Agustín de Betancourt volvió a España con magníficos informes de la Academia Francesa de Artes y Ciencias sobre su telégrafo, el rey Carlos IV le encargó la construcción de la línea telegráfica Madrid- Cádiz, así como la dirección de las obras y la

fabricación de los aparatos telegráficos necesarios para su funcionamiento. Nos han llegado noticias de que en mayo de 1799 este telégrafo estaba funcionando entre Madrid y Aranjuez, residencia de los Borbones según el escrito de Francisco Salvá de febrero de 1804: “Así pues, desde Madrid a Aranjuez, que sólo distan siete leguas y que apenas se necesitarían más de un telégrafo (de los suyos) en cada uno de estos puntos, tuvieron que armarse cuatro, y así destinar y mantener cuatro familias para el servicio de él. Considérese los que a este respecto deberían estar empleados desde Madrid a Cádiz, y aunque en todas partes no mediasen iguales circunstancias, no bajarían de treinta torres las que tuvieran que armarse. Cuando en mayo de 1799 yo salí de Madrid, calculaban a dos millones de reales el coste de dicho telégrafo, sin contar lo que costaría su manutención”.

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La línea telegráfica de Madrid a Cádiz no llegó a completarse. Tuvo cuatro torres o emplazamientos de Madrid a Aranjuez, la cabecera de línea instalada en el Palacio del Buen Retiro en el que vivía Betancourt, cuando era director del Real Gabinete de Máquinas y Director de la Escuela de Caminos y Canales. La segunda estación telegráfica que se instaló en el Cerro de Los Ángeles de Getafe, la tercera en el Cerro del Espartal al sur de Valdemoro, y la cuarta en el Cerro del Parnaso de Aranjuez como lo confirma un texto de Álvarez de Quindos en 1804: “El cerro que le cae enfrente…a la parte de occidente y sobre el camino real de Andalucía, Se planto de árboles y arbustos, como almendros, & c., haciéndole unas suaves subidas y paseos hasta lo más alto, en que se puso un pabellón de madera que duró poco. En este paraje que se llama cerro del Parnaso se puso el día 22 de junio de 1799 el telégrafo, instrumento matemático inventado últimamente para saber en pocos minutos las noticias y avisos de largas distancias de que han hecho mucho uso los franceses en sus últimas guerras. Este tenía correspondencia con otros que había hasta Madrid, y todos se han quitado en este año de 1802”. Así pues, la línea telegráfica funcionó, como ensayo, entre Madrid y Aranjuez durante dos años 1799 y 1800.

Francisco Hurtado, el telégrafo semafórico y la conexión en las líneas entre Cádiz y San Lucar, Medina Sidonia, Chiclana y Jerez (1805-1820).

En 1805, el Teniente Coronel de Ingenieros Francisco Hurtado ideó un sistema telegráfico con el que establecieron cuatro líneas que, partiendo de Cádiz, terminaban en Sanlúcar de Barrameda, Medina Sidonia, Chiclana y Jerez. Incluso, durante algún tiempo, la línea de Jerez se prolongó hasta Sevilla. En la Guerra de la Independencia, cuando Cádiz estuvo sitiado, se mantuvo, sin embargo, en funcionamiento la línea Cádiz-Torregorda-Santi Petri. Con este sistema telegráfico de tipo semafórico se conseguía, mediante 24 combinaciones, obtener las cinco vocales, quince consonantes y cuatro combinaciones de servicio. Además, mediante una de las combinaciones de servicio podía cambiar el significado de las 20 letras en números.

La máquina del telégrafo era un asta y dos paletas que podían girar en un plano vertical, movidas por medio de poleas, para adoptar las combinaciones del código.

Como el procedimiento alfabético resultaba lento se adoptó un repertorio cifrado de frases y expresiones más usuales y el diccionario correspondiente que contenía, en su mayor parte, expresiones y léxico militar.

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En cada estación había una máquina, un anteojo, un reloj y los códigos. El personal necesario era militar, del Cuerpo de Ingenieros, eran dos técnicos o vigías y tres auxiliares. Los vigías confeccionaban los avisos, cifrándolos de acuerdo con los diccionarios, variando su redacción, sin alterar el concepto, si era necesario para el cifrado. De los auxiliares, uno se encargaba de manejar la máquina, otro de llevar el mensaje al punto inmediato, cuando no era posible la transmisión, y el tercero era el ranchero.

Este sistema telegráfico de Hurtado, de la bahía de Cádiz se mantuvo, en alguna de sus líneas, hasta 1820 y debió prestar servicios militares importantes, en acontecimientos como la batalla de Trafalgar, el sitio de Cádiz por las tropas napoleónicas y los levantamientos constitucionalistas de Riego.

Juan José Lerena, telégrafía óptica para comunicar Madrid con los Sitios Reales (1831-1836). En 1831, Fernando VII le encargó al oficial de Marina, Teniente de Navío, Juan José Lerena, la dirección de una red de telegrafía óptica para la comunicación urgente de la Corte con los Reales Sitios (Aranjuez, El Pardo, La Granja y El Escorial) que el mismo debía construir. Con ello se pretendía una comunicación inmediata, para poner fin a posibles sublevaciones de personas que confabulaban contra el rey y además hacer frente, lo más rápido posible, a fenómenos meteorológicos, como inundaciones y que la familia real no quedara aislada. Era un servicio civil de telegrafía pero todavía sólo al servicio de los reyes.

El mecanismo óptico de Lerena, conocido como telégrafo español de día y noche tenía dos partes diferentes, quizá, para su doble funcionamiento nocturno y diurno: un mástil, que permitía elevar una bola móvil que posiblemente podía iluminarse y situarse en cuatro posiciones diferentes, y cuatro mamparas pintadas de negro y blanco para la combinación de cuatro signos.

En mayo de 1831 se estableció la línea Madrid-Aranjuez. La cabecera de línea en Madrid debía estar en la “Torre de

Lujanes”, “Torre de casa particular frente al Ayuntamiento en la Plaza de la Villa, adoptada como punto de donde parte en esta corte la línea telegráfica”. Las torres intermedias estaban situadas en la ermita del Cerro de los Angeles y en el Cerro de Espartinas, cerca de Valdemoro y la terminal en Aranjuez en el “Monte Parnaso”.

El éxito del sistema fue importante, pero sólo se envió un telegrama del Rey dirigido al Ministro de la Guerra.

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Un año después, se puso en funcionamiento la línea Madrid-San Ildefonso, con torres intermedias situadas en Siete Picos (en lo alto del Puerto de Navacerrada) y en la Sierra de Colmenar, cerca de Hoyo de Manzanares, en el lugar denominado El Hoyo. Ya en este año 1832 se cursaron 580 despachos entre las dos líneas Madrid y Aranjuez y Madrid y San Ildefonso. En 1834 se establecieron de manera provisional tres enlaces: uno con Carabanchel, donde había un lazareto para enfermos del cólera que atacaba a la capital; otro con el palacio de El Pardo, al que se había trasladado la familia real con motivo del mismo cólera, y el tercero desde San Ildefonso al palacio de Riofrío, con una estación intermedia en el cerro de Matabueyes. Las tres fueron instalaciones provisionales para cubrir necesidades del momento, y su instalación y funcionamiento demuestran el sentido profesional que daba Lerena al servicio y lo preparado que estaba para hacerlo. Además de estos nuevos enlaces, continuaron funcionando las líneas de Aranjuez y San Ildefonso con Madrid. El total de comunicaciones efectuadas durante 1834 fueron 1.159. Este telégrafo estuvo en funcionamiento 6 años desde 1831 a 1836 fecha en la que se eliminan los telégrafos de los Sitios Reales.

Manuel Santa Cruz, su sistema óptico durante las guerras carlistas. El Diccionario Fraseológico (1836-1839).

Es durante la primera guerra Carlista cuando el ejército isabelino estableció una línea de telegrafía óptica entre Vitoria, Logroño y Pamplona que rodeaba el territorio carlista. El inventor del sistema y sus códigos fue el general Manuel Santa Cruz, Director de los Telégrafos del Ejército de operaciones del Norte. Un original, que es manuscrito, del Diccionario Telegráfico de Santa Cruz de 1836 se conserva en el Museo Postal y Telegráfico de Madrid. Consta de 519 páginas y de varios epígrafes interesantes que sirven de preámbulo al Diccionario:

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Instrucciones para el Régimen interior de los telégrafos del Ejército recibo y transmisión de las Comunicaciones. En las instrucciones se puede leer entre otras cosas: que el encargado de un telégrafo debe detallar los turnos o guardias del personal a su cargo, designando para ordenanza, el que sea menos apto para el servicio del anteojo y ejecución de las señales. Así mismo debe explicar a sus subalternos cuáles son sus funciones y obligaciones respectivas. Es responsabilidad suya la pronta contestación del mensaje, con exactitud y rapidez en la ejecución de las señales; de que cuando se reciba o se transmita una comunicación se haga constar el objeto esencial de la misma, para ello se utilizará el Diccionario. Además, el encargado de un telégrafo será responsable de la limpieza del local en el que se halla situado el telégrafo, y de los enseres y útiles del mismo. Correrá de su cuenta el abono para reponer cualquier falta o deterioro de aquellos. También tendrá potestad para hacer cumplir a sus subalternos las órdenes del Director del Ramo e imponerles una falta por no cumplir con sus obligaciones. Remitirá, cada 8 días, a su Director un extracto de todas las comunicaciones recibidas y transmitidas y los incidentes ocurridos durante este periodo de tiempo.

Índice.

En el que se detallan: las señales abreviadas para las operaciones del ejército sobre Estella, alfabeto y sílabas, palabras y voces, numeración, pesos medidas y monedas, formularios y frases, artículos, pronombres y adverbios, nombres propios, apellidos, geografía, direcciones, detalles de acciones de guerra, movimientos de las tropas, etc.

Advertencias para el uso del Diccionario, puntos principales: Se deberá conocer las secciones en que se divide el Diccionario para encontrar “con prontitud” lo que se busca para preparar cualquier comunicación. Primero se buscará en el Apéndice en la sección de formularios, frases, etc después las combinaciones de artículos, pronombres, a continuación se pasará a componer sílabas y palabras y esto mismo se efectuará con los nombres propios, apellidos y direcciones. Después de compuesta una comunicación se repasará la operación practicada para evitar cualquier “yerro”. Anotados los números que componen una comunicación se ejecutará la misma.

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Cuando se reciba una comunicación no se deberá copiar literalmente, sino con el sentido correcto, pues el objeto principal es hacerse entender. Si el que recibía la transmisión tenía alguna duda, debía hacer repetir el mensaje hasta su total comprensión.

La serenidad para ejecutar las operaciones de componer y descifrar una comunicación y el repaso de lo que se ha hecho antes de empezar a presentar las señales, es indispensable par el buen resultado de las comunicaciones.

Al finalizar la guerra en 1839 los telegrafos se abandonaron.

José María Mathé, primer Director General del Cuerpo de Telégrafos, implanta la red de telegrafía óptica en España (1844-1854). En la época conocida, por los historiadores españoles, como la década moderada, que comprende desde la destitución de Salustiano Olózaga como Jefe de Gobierno, en diciembre de 1843, hasta la caída, después de una revolución, del conde de San Luis, en julio de 1854, se irá forjando el entramado burocrático de un Estado moderno, en el que la Administración se organiza por departamentos con funcionarios profesionales, bajo la dirección del Poder Ejecutivo. Ello permitirá la creación de una red telegráfica que transporte una comunicación rápida y fiable entre Madrid y las capitales del resto de España. Aunque en algunos países europeos ya se estaba creando una red de líneas electrotelegráficas, en España el Gobierno prefirió establecer una red de telegrafía óptica, debido a la inseguridad reinante en los caminos y se optó por las torres donde se instalaba el sistema de transmisión, ya que daban más seguridad que los postes e hilos trasmisores de la telegrafía eléctrica. El preámbulo del Real Decreto de 1 de marzo de 1844 decía así: "Decidido el gobierno de S. M. a procurar por cuantos medios estén a su alcance el afianzamiento del orden público, tan necesario para que los pueblos puedan disfrutar de una administración paternal y previsora . . .", encarga a la Dirección General de Caminos establecer un telégrafo que una todas las capitales de provincia y puntos notables de las costas y fronteras con la capital del reino . El telégrafo se establecía porque era necesario el orden público. Este telégrafo óptico iba a ser el único que funcionara con regularidad en España.

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El Director General de Caminos Manuel Varela Límia le encomendó a José María Mathé del Cuerpo de Ingenieros la puesta en marcha de su telégrafo instalado en unas torres fortificadas separadas por dos leguas y media o tres y la implantación de una red telegráfica óptica para toda España de 3 líneas: Madrid-Irún; Madrid-La Junquera por Valencia y Barcelona y Madrid-Cádiz.

El brigadier José María Mathé tenía una gran formación, había colaborado en el telégrafo de Lerena y formado parte de la Comisión encargada de levantar el mapa topográfico de España, lo que significaba que conocía directamente el terreno por el que iban a discurrir las líneas telegráficas. Además como militar tenía experiencia para dirigir a un personal que tendría que trabajar en condiciones muy difíciles. Por eso no es de extrañar que ya 1845 Mathé interviniera tanto en el emplazamiento de las torres, como en la redacción del Reglamento, normas para la transmisión, y en la confección de códigos. Ejerció José María Mathé el cargo de jefe de las líneas telegráficas hasta que en 1847 cesaron al Director General de

Caminos, Varela Límia y entonces solicitó que se le nombrara Director General de Telégrafos, porque entendía que la Telegrafía debía ser autónoma y afirmaba que "la administración central del telégrafo y las líneas mismas se hallan en tanta independencia de Correos como de otro ramo cualquiera del servicio público, tanto en lo relativo a su personal como en el servicio que prestan". Unos días después de su solicitud y, por Real Orden de 14 de junio, se le comisionó para que se ocupara de la organización del servicio telegráfico, dentro del Ministerio de la Gobernación, pero con cierta autonomía. En enero de 1851 fue nombrado Director General, con el título de Director Jefe de las Líneas, por tanto el primer Director General del Cuerpo de Telégrafos. José Maria Mathé era consciente de que la red de telegrafía eléctrica estaba próxima y que la telegrafía óptica tenía poco futuro .Por tanto, a partir del momento en que comenzó a funcionar la línea de Cádiz, su trabajo estuvo dirigido seleccionar y formar personas para el establecer una verdadera red telegráfica nacional.

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El dispositivo telegráfico de Mathé consistía en una pieza móvil, el indicador, que podía ascender y descender libremente por el centro de un bastidor que tenía tres franjas oscuras, paralelas, separadas claramente entre sí. El indicador, mediante una polea o volante, podía tomar doce posiciones, diez de las cuales se hacían corresponder con los números de cero a nueve, y las otras dos se asignaban a funciones identificadas por las letras «X«

(repetición) y ”m”, (error). Una posición decimotercera, consistente en esconder el indicador a la vista (la arriada), se empleaba para separar dos signos (que se denominaban por ello signos absolutos). Los mensajes que se transmitían, se cifraban, en la estación telegráfica de origen y en la de destino se descifraban utilizando un diccionario, sólo los jefes de la estación término disponían de Diccionario Fraseológico. En cuanto a los torreros se limitaban a repetir la posición del telégrafo de la torre anterior sin conocer su significado.

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Como indica el ingeniero de telecomunicación Antonio López Hurtado la transmisión que se hace hoy día a través de Internet de los correos electrónicos es como el mensaje del sistema de Mathé. “En el sistema de Mathé la información consistía en una primera parte, la cabecera, donde se indicaba la categoría del mensaje, es decir, si era ordinario, urgente, de servicio interior,…, además indicaba la estación o torre de origen, la de destino final, la hora, el día, el número de registro del despacho y finalmente se informaba de la extensión del texto del propio mensaje. A continuación se transmitía el texto del mensaje, todo ello codificado, lo que constituía el cuerpo del telegrama y después de la última cifra del texto iba la cola, que era repetición de la calificación del despacho”.

José Maria Mathé elaboró el Diccionario Fraseológico Oficial del Servicio Telegráfico y lo publicó en Madrid, en 1846. El Museo Postal y Telegráfico conserva dos valiosos ejemplares de este diccionario en el que se recogen más de 9000 códigos correspondientes a frases o expresiones. Esta dividido en dos partes. En la primera parte, al igual que en el Diccionario de Santa Cruz, se enumeran los nombres y apellidos más frecuentes, nombres extranjeros, títulos y tratamientos, títulos empleos de la Corte, empleos y corporaciones eclesiásticas, festividades: historia sagrada, historia profana, mitología, monedas pesos y medidas, números quebrados, decimales y ordinales, tantos por ciento, etc

La segunda parte contiene una instrucción para el uso del diccionario que entre otras cosas se refiere a que: los Comandantes de línea harán un estudio sobre los textos de cada capítulo, utilizarán los índices para ahorrar tiempo y trabajo y podrán exponer al Director General de Telégrafos sus sugerencias para mejorar los textos del Diccionario y aumentarlos según sus experiencia. Está última parte está divida en capítulos que corresponden a las instituciones del nuevo Estado:

La Corona: “Viajes y Salud y de las Personas Reales”.

Correos: “Acuse de partes recibidos”.

Estamento político: “Cortes” y “Dimisión, destituciones y nombramientos de altos funcionarios”.

Hacienda: “Cálculos, Bolsa, Cambios y Loterías”.

Ejército: “Movimientos de buques de guerra” y “movimiento de tropas en tiempo de paz”.

Gobernación: “Requisitorias y fechas” y “Conmociones populares”.

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Finaliza con un índice general por orden alfabético de las principales materias que contiene el Diccionario Fraseológico. Ejemplos: Disolución de Cortes……………………………………………………………. 7180. Nacimiento de un príncipe o infante…………………………………………... 5978. Rumores que circulan en el extranjero, y se comunican al Gobierno…….. 5648.

El factor humano y la vida en la torre. Los avances tecnológicos de la telegrafía eléctrica en la España del siglo XIX no hubieran sido posibles sin los empleados del telégrafo óptico. Desde un primer momento se van a crear dos escalas: una facultativa y otra de servicios. La primera de ellas formada por oficiales e ingenieros militares y civiles; y la segunda, los torreros, reclutados entre los sargentos y soldados licenciados del ejército. En cada torre estaban destinados dos torreros que se turnaban en el trabajo y contaban con la ayuda de un ordenanza, que en caso de no poder realizarse la transmisión, por inclemencias del tiempo, llevaba los mensajes urgentes en mano hasta la siguiente torre. Eran verdaderos conocedores de los caminos de nuestra geografía, pues tenían que llegar a la torre siguiente a la que prestaban servicio en el menor tiempo posible.

Los torreros tenían largas jornadas de trabajo, desde que amanecía hasta que se ponía el sol. Debían estar siempre atentos a los mensajes de alerta de las torres de vanguardia y retaguardia, para ello se valían de dos catalejos. Como los mensajes que se enviaban eran cifrados, el trabajo del torrero consistía en reproducir la posición del telégrafo emisor y comprobar que la torre siguiente lo reproducía. Las condiciones de trabajo eran muy duras y se les imponían sanciones económicas por el retraso en la transmisión. Cobraban unos 300 reales los torreros y 200 los ordenanzas, llevaban uniforme oficial que debían pagar de su sueldo y disponían de un arma para poder defenderse de los salteadores.

La torre era una pequeña fortificación de acuerdo con su función gubernamental. Tenían 7 m de lado y 12 de ancho y estaban construidas de mampostería y ladrillo y, a veces, se pintaban de color ocre. Constaba de tres

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plantas, comunicadas por una escalera de caracol y una azotea donde se instalaba el telégrafo. El mecanismo de transmisión se accionaba desde la tercera planta. A esta planta estaba prohibido el paso a toda persona ajena al servicio telegráfico y tampoco nadie podía estar presente cuando se transmitían los mensajes. A la torre se accedía desde una puerta situada en la primera planta, por la que era necesario utilizar una escalera de mano para adentrarse en su interior. La planta baja tenía muros gruesos con tres troneras, en cada lado, como medio de defensa. Además se utilizaba esta planta como zona de almacén y cocina.

Según el documento original “Modelos del utensilio que debe haber en cada torre telegráfica” conservado en el Museo Postal y Telegráfico eran los siguientes: Dos tubos de hoja de lata para las minas. Un armario de dos cuerpos con cerraduras para guardar los anteojos. Tres sillas. Una bomba de cristal con guarnición de latón. Una pala de hierro con mango de madera. Un cogedor de madera. Un brasero de hierro y su badila. Una tinaja con pie y tapadera.

Un cántaro para agua. Un armero. Una mesa de trabajo.

De la red de telegrafía óptica de España, prevista en 1844, sólo se construyeron tres líneas de torres ópticas: La primera, desde Madrid a Irún, pasando por La Granja, Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Vitoria, Tolosa y San Sebastián constaba de 52 torres, entró en funcionamiento en 1846 y dejó de prestar servicio en 1855. La segunda de Madrid a la Junquera, pasaba por Aranjuez, Ocaña, Albacete, Almansa, Valencia, Castellón, Peñíscola, Vinaroz, Tarragona, Barcelona, Gerona y Figueras. Se empezó a construir en 1848, el tramo de Madrid a Valencia tenía 30 torres y entró en funcionamiento en 1849. El tramo Valencia Barcelona con otras 30 torres no funcionó, sólo entró en servicio Tarragona-Barcelona, y el último tramo Barcelona-La Junquera tenía 18 estaciones

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telegráficas o torres. Los dos últimos tramos de la línea dejaron de transmitir mensajes en 1853. La cabecera de línea estaba situada en el edificio de la Aduana, en la calle Alcalá y la terminal en Valencia en el convento de San Francisco, después plaza del Ayuntamiento.

La tercera desde Madrid a la Isla de San Fernando en Cádiz. Tenía 59 torres y pasaba por Toledo, Ciudad Real, Santa Cruz de Mudela, Bailén, Córdoba, Écija, Sevilla, la Carraca y San Fernando. Empezó a construirse en 1849, aunque las primeras torres entre Madrid y Aranjuez habían empezado a funcionar dos años antes para comunicar la corte con los Sitios Reales, comenzó a

funcionar en 1850 y dejó de prestar servicio en 1857. La cabecera de línea estaba situada en el convento de la Trinidad, sede del Ministerio de Fomento, y en Cádiz en la Torre Gorda, fortaleza que había utilizado el Coronel Hurtado para su telégrafo 50 años antes. Además tenían previstas otras líneas: una, de Valladolid a Tordesillas, para allí dividirse en dos, una para enlazar con Zamora, por Toro, y otra para unir con Asturias y Galicia, por Rioseco; otra de Burgos a Santander; una tercera, de Vitoria a Bilbao; la cuarta, de Bailén a Jaén, Granada y Málaga; la quinta, de Sevilla a Huelva; la sexta, de Albacete a Murcia, Alicante y Cartagena y la séptima, para enlazar las ciudades de Madrid y Barcelona, por Zaragoza.

Hoy en día encontramos numerosos topónimos a lo largo de la geografía española de este avance tecnológico. Existen numerosos cerros o montes que se llaman "del telégrafo" prueba inequívoca de que en su cumbre se alzó algún día un telégrafo óptico. Sólo en la provincia de Cuenca 10 torres las de Belinchón, Saelices, Montalvo, Olivares, Valverde, Atajollano, Atalayón, La Mochuela, Cabeza Quemada y Horcajada están situadas en el paraje “El Telégrafo”

La red telegráfica no empezó a prestar servicio a los particulares hasta 1855, tres años después de que entraran en servicio los primeros telégrafos eléctricos, y cuando ya había acabado la década moderada. La consolidación

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del telégrafo como gran medio de comunicación sentó las bases para el desarrollo del estado moderno español en el siglo XIX.

Publicaciones sobre telegrafía óptica y proyectos de rehabilitación de las torres de telegrafía.

Desde que en la década de los 80 el profesional de la Telegrafía, estudioso de las telecomunicaciones y maestro de muchas generaciones de investigadores Sebastián Olivé Roig comenzara a identificar las torres en ruinas, que a lo largo de las carreteras españolas se divisaban, y sobre las cuales se habían instalado telégrafos ópticos, hasta la actualidad, ha aumentado mucho el interés de las distintas administraciones sobre este tema, tanto en lo que se refiere a la publicación de obras de telegrafía óptica, como a la rehabilitación de torres. En 1990 Sebastián Olivé publicaba su gran obra “Historia de la telegrafía óptica en España” pionera en esta especialidad y de obligada consulta para todos aquellos investigadores que han querido iniciarse en este tema. Sin embargo, ha habido que esperar hasta los primeros años del siglo XXI para que esta telegrafía olvidada por la Historia de las Comunicaciones resurja y haya sido objeto de estudio por parte de historiadores, filólogos e ingenieros entre ellos: Carlos Sánchez Ruiz que ha estudiado la telegrafía óptica en Andalucía y Aranjuez, Emilio Borque Soria que ha investigado la telegrafía óptica militar en las islas baleares, Antonio López Hurtado que ha realizado un seguimiento exhaustivo de todas las fases de rehabilitación de la torre de Monterredondo, en Madrid y Jesús López Requena que ha investigado las torres de la provincia de Cuenca y realizado un inventario de dichas torres. Sin duda la creación en el año 2004 de la Asociación de Amigos del Telégrafo de España, ha contribuido de forma decisiva al auge de la telegrafía óptica. Esta Asociación de profesionales, de carácter nacional, ha promovido la recuperación del patrimonio telegráfico, prestando asesoramiento técnico en numerosos proyectos y difundiendo los resultados a través de sus cauces de comunicación: circulares periódicas, la revista profesional Telegrafistas.com y manteniendo una sección de telegrafía óptica dentro del menú principal de sus páginas web: www.amigosdeltelegrafo.es y www.telegrafistas.com Además, siguiendo esta misma línea, la Asociación de Amigos del Telégrafo y el Museo Postal y Telegráfico han venido colaborando desde 2005 montando exposiciones como el “ 150 Aniversario del Telégrafo en España”, celebrada en la sede del Museo en el Palacio de Comunicaciones de Madrid, exposición que quería poner de relieve, a través de un centenar de piezas originales, los orígenes de la Telegrafía y el nacimiento de la telegrafía eléctrica en España y la importancia del telégrafo como uno de los inventos más importantes del siglo XIX. El libro catálogo de dicha efemérides, con artículos de especialistas en historia de las telecomunicaciones, ponía el broche final a este evento.

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A esta exposición siguieron otras de gran importancia en distintas sedes, Málaga Zafra, León, Barcelona, Murcia-Cartagena y Jaén para poner de relieve el trabajo llevado a cabo por los telegrafistas, profesionales que implantaron este sistema de comunicación. Ambas instituciones están interesadas en recuperación de fondos telegráficos y en la puesta en funcionamiento de los mismos. Por ello desde 2007 se ha formado un grupo de trabajo de la Asociación, con sede en el Museo, dirigido por su presidente Sebastián Olivé para identificación y clasificación de cartografía y planimetría que trabaja con gran dedicación con la dirección del Museo. En cuanto a los proyectos de rehabilitación de las Torres de Telegrafía óptica se han realizado los siguientes:

De línea Madrid- Irún o línea de Castilla se han rehabilitado dos torres:

La torre de Monterredondo- Collado Mediano - Moralzarzal número 5 de la que salía un ramal al Real Sitio de San Ildefonso. Constaba el ramal de tres torres una en Navacerrada el paraje “el Telégrafo, en el cerro de Matabueyes y en el Palacio de la Granja. En septiembre de 2007 se comenzó su restauración y un año después estaba concluida.

El ingeniero Antonio López Hurtado ha realizado un seguimiento exhaustivo de la restauración, encargado por la Asociación de Amigos del Telégrafo, cuyo resultado ha sido magnífico, coincide con el aspecto original de la torre y dispone de una réplica del telégrafo de Mathé.

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La torre de Martín Muñoz en Adanero (Ávila) número 11. Su restauración finalizó en 2003, gracias a la iniciativa de la Fundación Telefónica y al patrocinio de Telefónica Móviles. Colaboraron la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Adanero, así como la familia propietaria del terreno. Se realizó una

rehabilitación integral para devolver al edificio su aspecto original y en la azotea se colocó una réplica de telégrafo óptico, sólo de carácter ornamental. En el interior la torre dispone de unos paneles explicativos sobre la telegrafía, pero no se puede visitar.

De la línea Madrid la Junquera pasando por Valencia se ha rehabilitado una torre

La torre del Campillo en Arganda, número 4. Se encuentra en el paraje llamado El Telégrafo y en su restauración han intervenido la Dirección General del Patrimonio histórico de la Comunidad de Madrid, y la parte interior de la torre, museo, ha intervenido el Ayuntamiento de Arganda del Rey a través de la Escuela Taller Román Aparicio, y del archivo municipal, así mismo ha contado con el asesoramiento técnico de la Asociación de Amigos del Telégrafo.

La torre en su interior está amueblada con réplicas del mobiliario original y de los instrumentos y maquinaria que los torreros necesitaban para realizar su trabajo, según los planos originales facilitados por el Museo Postal y Telegráfico.

Dispone también de una escuela de torreros para formar a los visitantes en la difícil transmisión del sistema de telegrafía óptica. Las prácticas se realizan mediante dos réplicas a escala reducida del telégrafo de Mathé y unos

paneles que explican las instrucciones para comunicarse. Todo ello responde a un programa museográfico con elementos didácticos para difundir los fondos telegráficos.

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La torre del Campillo en Arganda se terminó de restaurar en junio de 2008 y se inauguró el 16 de octubre de 2009.

Por último, es de destacar que el día 15 del pasado mes de mayo la Diputación Provincial de Cuenca hizo pública su intención de solicitar al Gobierno de Castilla-La Mancha el reconocimiento de las torres de telégrafo óptico como Bien de Interés Cultural, con la finalidad de promover su conservación y la posibilidad de utilizar socialmente este Patrimonio, que guarda la provincia, ya que conserva al día de hoy el mejor conjunto de torres de telegrafía óptica civil del país.

Bibliografía LOPEZ HURTADO, A. La telegrafía óptica y la torre de Monterredondo. LOPEZ REQUENA, J."El progreso con retraso. La telegrafía óptica en la provincia de Cuenca" Diputación de Cuenca. 2010. MATHE ARANGUA, José María. Diccionario Fraseológico Oficial del Servicio Telegráfico. Madrid. 1846. OLIVÉ ROIG, S. Historia de la telegrafía óptica en España. Madrid: Ministerio de Obras Públicas y Transportes: 1990. OLIVÉ ROIG, S y MARTINEZ LORENTE, G. “La prehistoria de las Comunicaciones”. La telegrafía óptica en España cumple 200 años” Revista MOPTMA. Nº 440. Marzo 1996. OLIVÉ ROIG, S. “Distintas etapas de la telegrafía óptica en España”. Cuadernos de Historia Contemporánea, 2007. págs 19- 34 OTERO CARVAJAL l. E El telégrafo óptico. SANCHEZ RUIZ, C. La telegrafía óptica en Andalucía. Sevilla: Consejería de Obras Públicas y Transportes: 2006. SANCHEZ RUIZ, C. La telegrafía óptica en Aranjuez. Aranjuez: Ayuntamiento: 2008. SANTA CRUZ, M. Diccionario Telegráfico. 1836 WEBS: Asociación de Amigos del telégrafo de España.

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Índice de imágenes:

1) Torre y sistema telegráfico de Chappe.

2) Sistema telegráfico de Betancourt.

3) Sistema telegráfico de Lerena en la Torre de Luján. 4) Diccionario Telegráfico de Manuel de Santa Cruz. 5) Mapa de las líneas donde estaban las torres telegráficas con el sistema de Manuel Santa Cruz de Vitoria a Pamplona, con cerco sobre Estella la capital carlista. 6) Fotografía de José María Mathé. 7) Sistema Telegráfico de José María Mathé. 8) Sistema Telegráfico de José María Mathé en la Real Casa de Postas. Madrid. 9) Diccionario fraseológico de 1846. 10) Plano de las dimensiones de la torre en pies de Burgos. El plano está firmado por Mathé en Barcelona, en noviembre de 1848. 11) “Modelos del utensilio que debe haber en cada torre telegráfica” 1848. 7. 0. 12) Mapa de las 3 líneas de telegrafía óptica. 13) Rehabilitación torre de Monterredondo. Madrid. 14) Rehabilitación torre de Adanero. Avila. 15) Grabado de una Escuela de torreros.